bases neuropsicológicas de la conducta violenta

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BASES NEUROPSICOLÓGICAS DE LA CONDUCTA VIOLENTA
1.0
INTRODUCCIÓN
Entre junio y septiembre de 1692 fueron torturadas y condenadas a muerte en el poblado
de Salem, Massachussets, EE.UU., 19 mujeres acusadas de practicar la brujería. Casi 300 años
después, en 1954 el Congreso de Massachussets anuló este juicio declarando inocentes a las
llamadas brujas de Salem (Jang-Ho, J. y Young, 2003).
El “juicio de las brujas de Salem” se originó como consecuencia de que las niñas
Elizabeth Parris, de 9 años, hija de un ministro del poblado y su prima Abigail, de 11 años,
manifestaban gestos y posturas corporales fuera de control. Para los religiosos tales conductas
tenían un origen demoníaco. Las niñas, atemorizadas por la insistencia de los adultos por conocer
la causa de tales movimientos corporales, indicaron que fueron embrujadas por Sarah Good y
Sarah Osborne, unas mujeres que se consideraban minusválidas. La Sra. Good decidió aceptar
los hechos atemorizada probablemente por el castigo que la acusación de brujería tenía en su
época, acogiéndose así a una pena menor. A esta cadena de eventos se sumaron nuevos casos,
como el de Ann Putman, de 12 años de edad. Continuaron las acusaciones para casos de esa
naturaleza y se culminó con el juicio histórico de las brujas de Salem.
Hoy día se tiene conocimiento de que Elizabeth y Abigail procedían de las familias de
tres hombres que llegaron a América en el 1630 a bordo del barco John Withrop y posiblemente
padecían de una enfermedad neurológica llamada enfermedad de Huntington (Kandel, 2000:
604-605).
Esta enfermedad se caracteriza por movimientos involuntarios incontrolados,
desarreglos psíquicos y una pérdida de las funciones intelectuales (demencia). La enfermedad de
Huntington o Corea de Huntington también se descubrió en América del Sur y se le conocía
vulgarmente como el mal de San Vito. En el 1981 se inició un estudio sobre el ADN de las
personas que presentaban estos síntomas y en el 1983 logró descubrirse un marcador en un gen
relacionado con la enfermedad. Diez años después, en 1993, se encontró el gen denominado IT15 (“ïnteresting transcript 15”) gracias a los trabajos del Huntington’s Disease Collaborative
Research Group. Se estima que en Estados Unidos 25,000 personas sufren esta enfermedad.
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Aunque suele aparecer entre los 30 y 40 años, también se ha manifestado a los 2 años y a los 80
años.
A partir del siglo XVII, con el avance de la tecnología microscópica, el estudio del
cerebro cobró especial interés para anatomistas, fisiólogos, embriólogos, farmacólogos,
psicólogos y otros especialistas. Pero la falta de conocimiento científico hasta entonces, el
fanatismo religioso y los prejuicios sociales ya habían llevado a miles de personas, en su mayoría
mujeres, a la marginación, estigmatización, persecución, tortura y hasta a la muerte.
2.0
CONDUCTA AGRESIVA Y CONDUCTA VIOLENTA
La utilización indiscriminada de los términos agresividad y violencia puede llevar a la
idea errónea de que son sinónimos. Las investigaciones sostienen que la agresividad es un
componente biológico del comportamiento tanto en los seres humanos como en el resto de los
animales. En los animales la agresión y el agredir son actos de ataque que pueden originarse
cuando se percibe una amenaza o como una reacción de defensa del territorio y de la prole. Esta
agresividad natural lleva a la supervivencia sin que medie un propósito de hacer daño. Sin
embargo, la violencia (la agresión y el agredir) es un comportamiento exclusivamente humano
cuya característica principal es destruir.
La Psicología Fisiológica examina los mecanismos corporales relacionados con las
conductas agresivas y violentas y la Psicología Cognitiva centra su atención en los procesos
mentales que particularizan estas formas de comportamiento. No se nace pensando, queriendo,
sintiendo y actuando violentamente. Estos procesos requieren de aprendizaje en el que
intervienen factores individuales (biológicos y psicológicos), relacionales, sociales, culturales y
ambientales. La agresividad está presente en hombres y mujeres pero difieren ambos en la
motivación y efectos al perpetrarla (Organización Mundial de la Salud, 2003).
Hace 40 años la Etología reafirmaba la posición darwinista de la agresividad como
proceso de adaptación de las especies, pero carecía de información respecto a su estructura
genética. La Genética afirma que la agresividad está ligada a los genes. Los genes hacen que se
estructuren los sistemas neurales y que se activen neurotransmisores como las serotoninas (5hidroxitriptamina, o 5-HT) relacionadas con las conductas agresivas. Entre las funciones
relacionadas a este neurotransmisor y según estudios con pacientes que sufren de depresión, las
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serotoninas están involucradas en la inhibición del enojo, la agresión, la temperatura corporal, el
humor, el sueňo, el vómito, la sexualidad y el apetito. El circuito serotoninérgico está
conformado por fibras que nacen del núcleo de rafé dorsal y se dirigen a la corteza, el sistema
límbico, el tálamo, el hipotálamo y los ganglios basales.
¿Qué hace relevante al núcleo de rafé respecto a la violencia? Realmente es relevante
para la agresividad, partiendo de que la violencia es una conducta humana aprendida. Cuando
se estudia el núcleo puede observarse que la distribución estructural de estas neuronas está
formada por nueve pares que a su vez se localizan a lo largo de todo el tronco encefálico,
centrado a alrededor de la formación reticular. Este sistema neuronal se caracteriza porque los
axones del núcleo del rafé por un lado terminan en los núcleos cerebelosos profundos, la corteza
cerebelosa y la médula espinal. Sin embargo, los axones de las neuronas en el núcleo rostral
dorsal del rafé terminan en, por ejemplo, en el tálamo, el núcleo estriado, el hipotálamo, el
núcleo accumbens, el neocrtex, el giro del cíngulo, el cíngulo, el hipocampo y la amígdala. Así,
la activación de este sistema serotoninérgico tiene efectos en varias áreas del cerebro.
La agresividad es la tendencia natural para actuar agresivamente. La agresión es un
estado emocional en acción Los estudios etológicos han contribuido a comprender cómo el
hambre, la territorialidad y el apareamiento generan conductas agresivas. Hay evidencia
científica de que los animales agreden cuando están incómodos, se les acorrala, se acerca un
extraño, cuando escasea el alimento, cuando están en celo por una hembra o macho y por el
dominio de territorio. La ira, el ataque, el comportamiento depredador y el comportamiento
defensivo son formas de agresión en las que intervienen diversas estructuras cerebrales. Existe la
agresión depredadora, que Glickman (1977 en Rosenweig, 1992) prefiere llamar conducta de
alimentación. Esta conducta ocurre cuando un animal ataca a una presa natural con el fin único
de alimentarse.
En los estudios de Lorenz (1972) con gravillas y otras aves criadas por él, en muchas
ocasiones lo atacaban o atacaban a otras aves cuando se percibían individualmente amenazadas o
cuando salían en defensa de la prole. En los mamíferos hembras como las hienas manchadas,
éstas se comportan agresivamente cuando buscan un macho para aparearse o cuando defienden
su territorio (Kruuk, 1972). El león mata a los cachorros que no son suyos para poder copular
con la hembra.
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La agresividad en su base neurofisiológica procura el bienestar propio cuando el
ambiente interno o externo o ambos se tornan hostiles, pero no lleva la intencionalidad de hacer
daño. Cuando surge un evento que el organismo percibe como peligro o amenaza de peligro, es
la agresividad por vía de la amígdala quien sale en su defensa; la amígdala cerebral funciona a
manera de dispositivo biológico para la auto protección. La agresividad entre los animales les
confiere eficacia biológica para la defensa de territorio, defensa de la hembra y de la prole. Es un
mecanismo adaptativo que se ha desarrollado a lo largo de la evolución.
El desarrollo del lenguaje y formas de cultura en los seres humanos producto del proceso
evolutivo ayudan a comprender cómo estas necesidades de hambre, sexo y territorialidad han
quedado bajo el control racional. Inclusive se han desarrollado rituales específicos para su
satisfacción. A diferencia de los animales, la agresividad en los seres humanos puede ser
exacerbada o controlada por medio de los patrones culturales. Reiteramos, que la agresividad
humana (con excepción de daño cerebral) es intencional y por tanto, se llama violencia.
2.1
AGRESIVIDAD Y AGRESIÓN
El estudio de las bases neurobiológicas del comportamiento agresivo se inició con
investigaciones experimentales en laboratorio. Los estudios con ratas trataban de explicar la
relación entre la presencia de andrógenos, la castración y la agresividad. En ratones machos
tratados en laboratorio con andrógenos se ha observado un incremento en conductas agresivas
(Kandel, 2002; Rosenzweig, 1992). Al estimular eléctricamente diversas regiones encefálicas de
gatos se descubrió que el sistema límbico y el tronco encefálico son regiones cerebrales
responsables de los comportamientos agresivos (Kandel, 2000; Rosenzweig, 1992). Aunque
existe una relación entre los andrógenos y la agresividad en las ratas, tal relación para los seres
humanos ha sido cuestionada. En un estudio de prisioneros no se evidenció relación entre niveles
de testosterona y conductas agresivas (Kreuz y Rose, 1972; Siegel, 1998). Respecto a la
castración como medida disuasiva en ofensores sexuales se ha demostrado que reduce el impulso
e interés sexual pero se cuestiona éticamente tal práctica (Siegel, 1998).
El criminalista James Q. Wilson, en su libro The Moral Sense, 1993, concluye que las
hormonas, enzimas y neurotransmisores son la clave para comprender el comportamiento
humano. En las mujeres se asocia el aumento de irritabilidad al descenso de la progesterona y al
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aumento de estrógeno, lo que lleva al síndrome premenstrual (Dalton, 1977). Según Dalton,
quien realizó estudios con mujeres de la población inglesa, éstas son más propensas a cometer
suicidio u otros tipos de actos agresivos durante el periodo menstrual. Las críticas metodológicas
en su estudio restan validez al mismo. No obstante, Diane Fishbein (1996), teórica biosocial, a
quien no se la ha cuestionado la metodología, sostiene en sus estudios que el síndrome
premenstrual hace a la mujer más sensible e irritable durante esos días del mes.
Para Mark y Ervin (1970) la agresividad humana está relacionada con trastornos
epilépticos del lóbulo temporal. Las nuevas tecnologías de neuroimagen han hecho posible que
se investigue las bases neurobiológicas del comportamiento agresivo. Se ha observado que las
personas que sufren traumatismo cráneo-encefálico en el lóbulo frontal muestran pérdidas de
control de impulsos, generándose conductas agresivas. En el 1966 Charles Joseph Whitman
asesinó a doce personas e hirió a más de 30 desde la torre de la Universidad de Austin, Tejas. La
noche antes se descubrió que asesinó a su propia madre y a la esposa. Whitman estaba en
tratamiento psiquiátrico y le había expresado al médico que sentía un deseo irresistible de matar.
Debido a que Whitman no se rindió ante la policía y ante la peligrosidad y agresividad que
mostraba fue ultimado en la torre por un agente francotirador. Al lado del cadáver se encontró
una nota en la que el occiso solicitaba se investigara científicamente su cerebro y que se utilizara
el dinero del seguro para este tipo de investigación. La autopsia reveló que Whitman tenía un
tumor en la profundidad del lóbulo temporal, en la región de la amígdala. Mark y Ervin (1970)
habían encontrado que al intervenir quirúrgicamente algunas zonas temporales y especialmente
en la región de la amígdala, se reducía la actividad epiléptica y las conductas agresivas
relacionadas. La presencia del tumor en Whitman no se considera causa única y suficiente para
justificar su comportamiento violento, pero ayuda a comprender la naturaleza de su conducta. Su
historial social reveló factores psicológicos y socioculturales de predisposición a la conducta
violenta, como haber observado en el hogar violencia del padre a la madre y haberse entrenado
como francotirador en la fuerza naval.
Las anomalías cromosómicas como el patrón XYY, también han sido relacionadas con
comportamiento agresivo. La literatura criminal recoge información sobre Richard Speck, 1977,
que asesinó a nueve enfermeras y cuyo argumento de defensa para justificar los hechos fue la
predisposición genética. Tal argumento no prosperó debido a la capacidad mental del sujeto, las
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manifestaciones verbales y a las circunstancias retrospectivas, concomitantes y prospectivas de
los hechos. Estudios posteriores han relacionado esta anomalía a déficits cognitivos que
entorpecen el proceso de aprendizaje académico, lo que puede llevar a la deserción escolar y a la
exposición con entornos delictivos (Siegel, 1998).
Jurídicamente se ha planteado cómo ciertas condiciones bioquímicas - adquiridas a través
de dietas o por el ambiente o predeterminadas genéticamente - pueden controlar o influenciar el
comportamiento agresivo de los seres humanos generando conductas antisociales o delictivas. En
el 1979 Dan White, autor confeso de las muertes de George Moscone, Alcalde de San Francisco,
EE.UU., y del ciudadano Harvey Milk, argumentó como defensa su condición de diabetes que le
impulsaba irresistiblemente a consumir dulces, de manera tal que cuando bajaba su nivel de
glucosa era incapaz de controlar su conducta. Este caso conocido como “Twinkie defense” o el
argumento Twinkie (Siegel, 1998) tuvo éxito en el veredicto del jurado quien le halló culpable de
homicidio por capacidad disminuida en vez de asesinato en primer grado. Al cumplir el término
de prisión, White se suicidó.
Con el objetivo de confirmar si el aumento o disminución en glucosa realmente explica el
comportamiento agresivo se condujo un estudio en prisión con 276 jóvenes adultos, a los que se
les sustituyó en la dieta el tipo de azúcar. Los jugos enlatados fueron sustituidos por frutas, se
eliminaron cereales altos en azúcar, el azúcar convencional fue reemplazado por miel, etc. Las
variables controladas en el estudio fueron la edad, historial delictivo y raza (Schoenthaler, 1983).
Se observó que los confinados sujetos del estudio declinaron en un 45% el comportamiento que
generaba querellas institucionales.
Para los teóricos del aprendizaje social, la agresión es un comportamiento que se aprende
como resultado de la interacción de la persona con el entorno. El Informe publicado en el 1982
por el National Institute of Mental Health (NIMH) concluye que el comportamiento violento es
aprendido por los niños de la televisión de dos maneras: imitando lo que ven e internalizando los
valores transmitidos, llegando a aceptar la conducta violenta como un comportamiento
apropiado. Los estudios de Bandura evidencian que los niños que ven muchos programas
televisivos con contenido violento aprenden cómo pueden comportarse cuando se sienten
molestos.
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El sistema de recompensa y castigo en el proceso de socialización y la imitación de
modelos son factores que contribuyen al aprendizaje de conductas violentas. Eron (1980)
encontró que los padres de niños agresivos demostraban muy poco el afecto hacia éstos, eran
intolerantes y castigaban por medio de la violencia a los hijos en el hogar. Tampoco les servían
de redes de apoyo social. Los padres proporcionan un ejemplo vivo del uso de la agresión a
través del sistema de disciplina (Sears, Maccoby y Sevin, 1957). Cuando se emplea el castigo
físico para reprimir la agresividad en los hijos, se está reforzando un modelo de violento que
éstos pueden imitar tan pronto tengan la oportunidad para hacerlo.
La agresividad se refiere a la conducta innata que tiene como única finalidad la
protección individual o de la prole y la adaptación al entorno como mecanismo de supervivencia,
sin que medie ningún tipo de intención de lastimar o dañar a otro. La intención es posible sólo en
los actos humanos. La agresión en los humanos consiste en sentimientos de odio y deseo de
infligir daño. La agresión como un acto intencional es delito en Puerto Rico según lo contempla
el Código Penal de Puerto Rico (CPPR) en los artículos 94 y 95. Se clasifican las agresiones en
simples o agravadas de acuerdo al daño ocasionado y al rol de la víctima. Además, el Código
Penal contempla el argumento de legítima defensa como una agresión justificada en beneficio
propio, de la persona o los bienes o las personas y bienes de terceros; este acto carece del
elemento intencional por lo que no se le adjudica responsabilidad criminal.
Aunque se acepta que se nace con la predisposición a actuar agresivamente, no es menos
cierto que se aprende a expresar o a inhibir la experiencia agresiva. La agresividad humana
puede ser controlada y transformada por la conciencia. Los neurobiólogos Edelman y Tononi
(2002) y Damasio (2001), tratan de brindar una explicación neurobiológica de la conciencia y
ubican en alguna región sobre la amígdala la conciencia, esa propiedad del espíritu humano de
reconocerse en sus atributos esenciales, que puede distinguir entre lo bueno y lo malo, y que a su
vez es capaz de influir sobre la amígdala, la estructura generadora de agresividad. Estos
consideran que la conciencia es un proceso encarnado en el cuerpo que emerge de la actividad de
las células nerviosas. Agresividad y conciencia nacen de la actividad cerebral.
Las experiencias conscientes se clasifican en conciencia primaria y conciencia de orden
superior (Edelman y Tononi, 2002). La conciencia primaria surgió filogenéticamente pero
carece de noción de pasado o futuro y es compartida con otras especies. Es la capacidad de
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construir una escena o es el presente recordado. La conciencia de orden superior sólo la poseen
los seres humanos y es la que posibilita el sentido del pasado y del futuro. Para Edelman la
conciencia surgió en la evolución durante el proceso de hominización unido al desarrollo del
lenguaje.
Para entender la agresividad y la violencia, hay que estudiar la función que desempeñan
las emociones en el organismo y cómo éstas influyen en actividades mentales complejas como el
razonamiento y la conciencia. Qué ocurre, cómo sentimos lo que nos ocurre es de especial
interés para Damasio, 2001. El mismo hace referencia a un paciente -David- quien vive un
presente siempre recordado. Este paciente tiene dañados los lóbulos temporales y el hipocampo,
por lo que es incapaz de memorizar. Su incapacidad es absoluta para aprender y memorizar
cualquier rostro, lugar o palabra o sonido nuevo en un lapso de segundos. Sólo guarda recuerdos
de antes de que sufriera el trastorno neurológico. Con David se realizó un ejercicio para explorar
otras áreas del cerebro relacionadas con el razonamiento, las emociones, la memoria y la
conciencia. Se escogieron tres personas para relacionarse con David. Cada sujeto se relacionaría
de forma diferente. Posteriormente, David habría de pasar a un proceso de seleccionar algún
rostro que le resultara más familiar. Las relaciones interpersonales estaban previamente
matizadas con grados de afecto, las cuales les eran imposibles de recordar dada su condición. Sin
embargo, en el 80 por ciento de las ocasiones que a David se le obligó a realizar una selección de
un rostro, escogió al cuidador que lo trataba amablemente. David podía seleccionar pero estaba
incapacitado de explicar la razón de su selección. Impresiona que las preferencias de David al
seleccionar las fotos lo haga en función del valor emocional de los encuentros previos.
2.2
CONDUCTA VIOLENTA
En 1996 la 49 Asamblea Mundial de la Salud adoptó la resolución WHA49.25, en la que
declara que la violencia es un problema fundamental de salud pública presente y creciente en
todo el orbe. Se estableció que las consecuencias de la violencia impactan a corto y a largo plazo
a individuos, familias, comunidades y países. Esto se debe a que es una de las principales causas
de muerte en todo el mundo para la población de 15 a 44 años de edad. Para abordar el problema,
se solicitó al Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que estableciera
actividades de salud pública para su prevención e intervención.
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Un resultado de la resolución es el primer Informe mundial sobre la violencia y la salud,
2002, el cual está dirigido a investigadores y profesionales, pero con especial atención a los
asistentes sociales, educadores y a la policía. El referido Informe estudia y tipifica los actos de
violencia que existen en la vida cotidiana de las personas que reportan los países miembros y
establece metas y objetivos específicos para su estudio con miras a su erradicación. La violencia
se tipifica en violencia auto infligido, violencia interpersonal, violencia colectiva y violencia
contra el planeta. La violencia interpersonal incluye crímenes de calle, violencia contra los
menores, contra los ancianos, y violencia doméstica.
La OMS define la violencia como el uso intencional de fuerza o el poder físico, de hecho
o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o grupo o comunidad, que cause o tenga
muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo
o privaciones. El contexto sociocultural puede fomentar la práctica de la violencia intra o
interpersonal como medio para resolver conflictos. La violencia es un comportamiento
imprudente que daña al sujeto que la ejerce y al sujeto que la recibe; la violencia es un acto
contra la naturaleza social humana. Todo acto de violencia constituye una violación al respeto de
la dignidad humana en todas sus dimensiones y manifestaciones.
Se ha demostrado que los medios de comunicación de masas pueden transmitir a
temprana edad actitudes favorables a diversos tipos de violencia. Eron y colaboradores (1972) en
un estudio longitudinal, encontraron que niños expuestos a programas televisivos de violencia a
la edad de nueve años, mostraban una mayor agresividad a la edad de 19 años. El estudio se hizo
con 427 jóvenes que habían sido observados cuando cursaban el tercer grado y llegó a la
conclusión respecto a los niños agresivos que: veían más programas de televisión; se
identificaban más con los personajes que actuaban violentamente y probablemente estaban
convencidos que la vida real era así.
Las creencias religiosas también constituyen un factor que propende a aceptar la conducta
violenta dentro de la familia. En Afganistán, el régimen talibán es un prototipo de la violencia
por intolerancia religiosa, ya que justifican sus acciones terroristas en el nombre de Alá. En la
tradición judeo-cristiana, en el Antiguo Testamento, a los padres de les confería el derecho
inclusive de matar al hijo desobediente. Pero también en este Testamento, el sabio Salomón,
exhorta a que no se asesine a un hijo, que mejor lo corrija con vara (Proverbios 23:13,14). Sin
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embargo, su mayor exhortación es instruir al niño en su camino, es decir, darle dirección como
niño en su propia identidad. Son las distorsiones religiosas las que realmente exhortan al uso de
la violencia.
La escuela también puede reafirmar como legítimo el castigo físico como medida de
enseñanza y de corrección. Los sistemas sociales pueden propiciar o no las conductas violentas.
El sistema patriarcal es un sistema político-económico que se considera causal de diversos tipos
de violencia, pero muy especialmente de la violencia contra la mujer. Hoy día muchas mujeres
se han incorporado a la fuerza laboral (fuera del contexto doméstico) sufriendo la discriminación
por género. Esta discriminación se manifiesta en el hostigamiento sexual en el empleo, la
discriminación por maternidad y la diferencia de salario comparado con el hombre bajo
condiciones similares de trabajo.
Las diferencias sexuales no sólo contribuyen a la violencia económica contra la mujer,
sino que también propician la violencia física. Generalmente, cuando un varón experimenta
violencia física, ésta suele acontecer ajena al ámbito familiar. El varón tiende a ser víctima de
violencia en delitos de calle, como el robo, o por peleas. Por el contrario, cuando la mujer es
víctima de alguna agresión, ésta ocurre en el hogar y generalmente, de parte de su pareja
(Echeburúa, 1998). Es posible que la ignorancia y el prejuicio sean los mayores obstáculos del
hombre para que pueda desarrollar la capacidad para asumir los cambios a los cuales se ha
resistido durante siglos.
3.0
CIENCIAS COGNITIVAS Y ALTERNATIVAS DE CAMBIOS PARA CONDUCTAS
VIOLENTAS
La conducta no se puede explicar exclusivamente en función de la estructura cerebral o
de factores ambientales, sino que depende de un plan y una organización previa del organismo
(García, 2001:19). En 1934, Tryon (citado en Papalia 1990) realizó estudios de crianza selectiva
con ratas. Unas ratas eran consideradas “torpes” conforme a rasgos específicos relacionados con
la genética, otras eran clasificadas como “brillantes”. Tryon demostró que los genes en las ratas
influyen sobre el desarrollo del comportamiento En el 1958, Cooper y Zubek realizaron nuevos
estudios con ratas pero criadas en ambientes diferentes, uno empobrecido (jaula desierta) y otro
enriquecido (jaula con túneles, rampas, objetos brillantes, etc.). Estos llegaron a conclusiones
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diferentes a Tryon. El estudio utilizando ambientes diversos desde temprana edad evidenció que
en las ratas “torpes” un “ambiente enriquecido” hace posible que superen los efectos negativos
de unos “genes poco aventajados”.
Se han realizado nuevos estudios, pero con seres humanos, que revelan resultados
diferenciales en la eficacia de los tratamientos farmacológicos y tratamiento cognitivo para la
depresión con o sin trastorno de personalidad. Es conocido que una de las primeras causas de la
conducta suicida, es la depresión. El neurotransmisor relacionado a esta condición es la
serotonina. El estudio publicado en el British Journal of Psiquiatry, se llevó a cabo con 180
pacientes con depresión que se asignaron aleatoriamente a dos tratamientos diferentes. El
tiempo de duración sería 16 semanas. Un grupo fue expuesto a fármacos antidepresivos; el otro
grupo recibió terapias con técnicas de reestructuración cognitivas. A las 16 semanas ya se recibió
una respuesta diferencial. En aquellos pacientes que tenían trastorno de personalidad y
manifestaban depresión, se produjo eficacia del tratamiento del fármaco en un 66% frente al 44%
de la terapia cognitiva.
Para aquellas personas que tenían depresión pero no trastorno de
personalidad, resultó que la eficacia de la terapia cognitiva fue de 70%, versus 49% con el uso de
antidepresivos. Exponer a fármacos a pacientes con depresión y con trastornos de personalidad
pero sin una terapia cognitiva, no produce los cambios deseados.
En estudios recientes del Dr. David H. Barlow se ha encontrado que la terapia cognitiva y
otras técnicas de regulación emocional tienen la capacidad de re-cablear respuestas de la corteza
pre frontal y la amígdala, contribuyendo así a una reducción de emociones negativas e
incrementación en las emociones positivas. Según Barlow, profesor de Psicología y Director
Emérito del centro para la Ansiedad y los Trastornos Relacionados de la Universidad de Boston,
se ha desarrollado un protocolo que ha resultado exitoso en el tratamiento de personas con
trastornos de ansiedad, depresión y fobias. A la terapia cognitiva se ha sumado el uso de estudios
de neuroimagen. El propósito es llevar a las personas a procesar sus experiencias, afrontándolas,
aceptando su vida emocional y desarrollando maneras efectivas para regular sus emociones.
Durante el proceso psicoterapéutico se conjugan interacciones relacionales, físicas y
verbales, tanto en el terapeuta como en el cliente, paciente o participante. En el estudio de ¿Por
qué la gente cambia?, 2006, de María Xejús Froján, Monserrat Montaño y Ana acalero, de la
Universidad Autonóma de Madrid, hace un llamado a que el terapeuta identifique su conducta
verbal frente al cliente y su efecto en el cambio de conducta en el mismo.
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No hay duda de que la conducta humana se afecta cuando hay enfermedades o daños de
naturaleza neurológica. El sistema neuroendocrino, la amígdala, el hipocampo, las conexiones
aferentes y eferentes del sistema límbico o cerebro emocional, la corteza frontal y temporal
regulan las emociones y la conducta. El desconocimiento de esta información puede llevar a
establecer planes de intervención inadecuados tanto a nivel individual como grupal. En los actos
de violencia auto infligida, violencia interpersonal, violencia colectiva y violencia contra el
planeta estas variables han de considerarse y ponderarlas como factores de riesgo. Reafirmamos
que conducta agresiva y conducta violenta no son sinónimas.
La violencia se enraíza en las ideologías sociales que prevalecen en una sociedad, en
patrones de socialización, en distorsiones cognitivas, en actitudes favorables para la violencia, en
pobres estrategias para manejar tensiones del diario vivir, pobres destrezas de comunicación,
sentido de auto eficacia personal bajo, pobre desarrollo moral, desconocimiento y ausencia de
respeto a los derechos humanos de todos, en ausencia de Dios, pero también en la configuración
neuro psicológica de cada ser humano. Es imprescindible conocer con mayor profundidad los
factores del desarrollo humano: factores biológicos, psicológicos y socio-culturales. Conocer
más de los sistemas neurales en los procesos cognitivos, afectivos y motivacionales que influyen
en la conducta humana.
Los trabajadores sociales hemos demostrado a través de toda la historia que somos
defensores y gestores de la justicia social. Que la bandera del conocimiento, protección y defensa
de los derechos humanos no tiene género, etnia, raza, credo ni clase social. En aras de hacer
honra a la profesión se necesita que las instituciones universitarias en el desarrollo de currículos
en trabajo social, tomen en cuenta la búsqueda de conocimientos en las llamadas neurociencias a
fin de que los que están en formación profesional y los que han completado sus estudios
superiores, pero requieren estudios de educación continua, desarrollen, afinen y fortalezcan las
competencias necesarias para que la intervención profesional pericial sea excelente. Así nos
ayude Dios.
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