MÁS PISA Tomás Yerro Como una tormenta de verano, tan intensa como efímera, así irrumpen las informaciones y discusiones médiaticas derivadas del Informe PISA (Programme for International Student Assessment), el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos de la OCDE. Muchos datos no cribados ni contextualizados, mucho rasgado hipócrita de vestiduras, mucho sacar pecho el político que se percibe agraciado en el retrato y… hasta la próxima. Pese a su importancia decisiva, el capítulo del Pisa 2009 menos aireado ha sido el de equidad, que analiza los factores asociados al rendimiento: índice de estatus social, económico y cultural, diferencias de género, condición de emigrante, repetición de curso y características del centro: titularidad, clima disciplinar y autonomía y gestión. Su consulta me plantea múltiples cuestiones. ¿La mejor comprensión lectora de las chicas -en la OCDE, 29 puntos; en España, 29; en Navarra, 36- es fruto de la genética o de la civilización? ¿Por qué, en cambio, los chicos superan a las chicas en competencia matemática y unos y otras no se diferencian en la científica? Aunque la condición de emigrante resulta muy elocuente también en el sistema educativo, ¿es riguroso meter en el mismo saco estadístico -aun con las oportunas correcciones- las comunidades autónomas y los centros con un número elevado o escasísimo de tales alumnos? Con notables excepciones, los centros privados y concertados aventajan a los públicos, aunque no demasiado, en resultados académicos, viejo secreto a voces confirmado por Pisa. Sorprende, eso sí, que no se muestre el perfil social de los centros españoles, donde la mayoría de alumnos de nivel socioeconómico bajo y emigrantes se concentra en la enseñanza pública. La autonomía de los centros, elemento beneficioso, figura todavía como una asignatura pendiente en casi toda España. Parece como si legisladores y administradores, proclamas oficiales aparte, desconfiaran de directivos y profesores. Nada afirma Pisa acerca de la formación inicial y permanente del profesorado, con ser este un elemento determinante en las aulas. Tampoco se menciona siquiera el sistema social invisible de valores como el auge del consumo, el individualismo exacerbado, la desactivación del esfuerzo, la apoteosis del hedonismo, la exaltación del capricho y la incapacidad para soportar la frustración y el aplazamiento de las satisfacciones. Si en el futuro no trata de hincarle el diente a este panorama, Pisa seguirá dando titulares y poco más. (Diario de Navarra, 20. XII. 2010)