Uso y abuso del poder sindical

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LUNES 02 DE MAYO DE 2011 | OPINIÓN | CLARÍN | 21
Usos y abusos del poder sindical
A jugar en las grandes ligas
Lucio Garzón Maceda
EX SECRETARIO DE TRABAJO
E l 1º de Mayo brinda una buena ocasión para formular algunas observaciones objetivas
en torno al sindicalismo, evaluando logros, carencias y perspectivas futuras en pos de
una mayor justicia y cohesión social.
El sindicalismo argentino, dejando a salvo divisiones y contradicciones
formales, funcionalmente pasa por un buen momento: estabilidad con tendencia
ascendente en las adhesiones de los trabajadores, realización consolidada de
negociaciones colectivas, variada prestación de servicios demandados y una buena
disponibilidad de medios materiales. Paradojalmente, la inflación lo obliga, con cada vez
mayor frecuencia, a realizar negociaciones colectivas, facilitando, obviamente, su
desarrollo, logrado sin interferencias y con beneplácito neokeynesiano.
En el ranking mundial está entre los más fuertes, favorecida esa posición por la
crisis de representación de los sindicatos sajones y de la mayoría de los europeos.
Sin embargo, no todo está bien. Si bien el trabajo declarado anda mejor, el no
declarado (abierto, encubierto y gris), el desempleo y la precariedad, son aun
deberes pendientes. Los sindicatos deberán esforzarse más y los gobiernos (nacional,
provinciales y municipales) también. Los buenos propósitos existen, pero no son
suficientes.
Pese al récord de ocho años ininterrumpidos de negociaciones colectivas, los avances
registrados en el poder adquisitivo de algunos trabajadores han sido limitados.
Son ostensibles en algunos sectores convencionados los bajos salarios que aumentan
la probabilidad de la pobreza; vale decir, los de aquellos que pese a trabajar la
jornada completa y declarada, perciben mensualmente sueldos inferiores a los dos
terceras partes del ingreso promedio nacional de su sector respectivo. Sindicatos de
diferentes sectores, por ello, reclamarían para 2011/12 un sueldo mensual mínimo
inicial de $ 4.000, que permitiría alejar los riesgos derivados de los salarios
bajos. ¿Pagarán los empresarios? Según el "principio Chamberlain", el empleador
preferirá acordar si hubiera ventas y si el conflicto le fuera costoso y
perjudicial; en cambio, si hay ventas y el reclamo llega sin demasiado conflicto y
perjuicios, probablemente resistirá. Las empresas suelen olvidar que deben
asegurar salarios decentes. Un conservador, el ex presidente norteamericano Teodoro
Roosevelt, en 1908, decía "que la resistencia ciega e ignorante a los cambios en
contra de los abusos en las condiciones industriales es una incitación al
radicalismo salvaje".
El aumento del 24% en cuotas del Grupo de los 6 fue solo un bluff; algunos empresarios
están dispuestos a pagar más, conforme sus previsiones presupuestarias: en los
convenios con salarios altos, concertarían entre un 25% y 28%; en cambio para los
bajos, los acuerdos serían de $ 4.000 para la categoría mínima.
Los sindicatos están obligados a peticionar, además de salarios directos,
mejores servicios (salud, vivienda social y ordenamiento territorial, seguridad,
transportes, esparcimiento, educación, previsión, energía, higiene), decisivos para la
calidad de vida de sus representados; los gobiernos, a su turno, obviamente deben
reclamarlos, vía impuesto, a los pudientes.
Posiblemente la UIA intente reinstalar, equivocamente, el proyecto de Consejo
Económico y Social, obsesionada "por el poder sindical". Tal como lo proyecta,
sería un mero adorno participacionista, destinado a "enchalecar" a los
sindicatos.
Un déficit endógeno innegable en los sindicatos es la escasez de escuelas de
capacitación de cuadros. Hacen falta institutos sindicales, que atraigan
particularmente a las trabajadoras mujeres y a los jóvenes. Todo ello junto al
fortalecimiento indispensable de la democracia interna, para asegurar así que mil voces
al interior confluyan en una sola al exterior, contrarrestando inteligentemente
la que se supone podría ser, en ciernes, una campaña anti sindical.
Una experiencia relativamente reciente ocurrida en uno de los países del sistema Gantes
puede ser aleccionadora: los empresarios, para debilitar a los sindicatos, compiten
con ellos en la prestación del seguro de desempleo, sirviéndose a tal fin de
sindicatos amarillos. Ello recuerda lo ocurrido aquí con las obras sociales, las prepagas
y las travesuras de organizaciones "shopping", que aún se padecen.
Es hora, con convencimiento e inteligencia, de aprovechar el viento de cola. Los
sindicatos deben dejar de ser meros gestores del mercado, aspirando a ser un auténtico
contrapoder reformista. Hay que abandonar los kiosquitos, los picados y jugar en las
grandes ligas.
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Directora Ernestina Herrera de Noble
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