Recordando el bicentenario de Darwin

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RECORDANDO EL BINCENTENARIO DE DARWIN
Hace 200 años que Charles Robert Darwin nació y su efeméride es
conmemorada en el mundo occidental. Y digo en el mundo occidental
porque es la cruda verdad. La obra de Darwin está alejada de muchas
culturas importantes de nuestro planeta y sería totalmente deseable
acercar el darwinismo a éstas. Dada nuestra tradición escolástica al
purismo en las ideas, solemos sostener que hay un único darwinismo
correcto y 'auténtico'. Sin embargo, este enfoque no se abrirá paso
entre otros pueblos estructurados en otras religiones. Si se quiere
una aproximación más compatible con las creencias íntimas de los
distintos ámbitos culturales de la humanidad, habrá que aligerar el
darwinismo de su corsé materialista y permitir propuestas y enfoques
trascendentes.
Lograr esto supondría un gran paso para un entendimiento más
fluido, aunque esto es más bien un deseo quimérico que una
posibilidad real dada la extendida intolerancia. Respecto a nuestro
entorno cercano y directo cabe reseñar que, como en todo
acontecimiento importante, han surgido en estos meses numerosas
publicaciones periódicas y libros que hablan de la 'la revolución de
Darwin'.
Curiosamente, casi todo el mundo habla de él como si hubiera sido un
revolucionario que subvirtió el orden de las cosas, cuando en
realidad, el tímido y hogareño Darwin no tenía nada de alborotador y
abominaba de los cataclismos y transformaciones sociales.
Darwin, su persona, su mundo, sus temores e inquietudes, siguen
siendo desconocidos para la mayoría. Y sin embargo no habrá mejor
oportunidad que este año para profundizar en su figura, ya que todo
el mundo habla de darwinismo creyendo que lo sabe todo.
Me pregunto cuántas personas en España habrán leído en su totalidad
El origen de las especies, y cuántas de éstas habrán entendido el
complejo mensaje de cada capítulo. Porque la prosa de Darwin no es
fácil de descifrar y requiere años de preparación comprender las
circunstancias y el entorno científico y social que impregna su
memorable libro. Aún así, invito a cualquiera a que tenga el valor de
abrir El origen de las especies y sumergirse en la gran idea de
Darwin, a dejarse llevar por el torrente de propuestas, hipótesis,
experimentos, observaciones y centenares de registros y
compilaciones recogidas en el libro.
Si este bisoño lector decide leerlo, y a lo largo de las páginas intuye
que alguno de los párrafos es un tanto críptico, no se preocupe, va
por buen camino, fue escrito así intencionadamente. Quién sabe si
para que los lectores reflexionaran personalmente sobre cada
cuestión y pudieran sacar conclusiones propias. Sin embargo, se
habla más de política que de Darwin, pues parece inevitable que
evolución y política estén encadenadas. Durante el 2009 se debatirá
ampliamente sobre la evolución, los continuos ataques que sufre por
parte de fundamentalistas religiosos (no sólo cristianos, pues el Islam
actual no consiente el hecho evolutivo de ninguna manera) y quedará
relegado el autor a un segundo plano.
No obstante Darwin será objeto de fetiche político por parte del
sector 'progre' y acomodaticio de la ciencia. Parte de la izquierda
empleará el darwinismo como una plataforma de propaganda del
ateísmo, olvidando que tal postura es cuestión de una decisión
filosófica personal y que no proviene del darwinismo en sí mismo.
Me gustaría recordar a esta izquierda que no debería sacar tanto
pecho al defender hoy en día a Darwin, cuando en tiempos del más
puro izquierdismo estalinista los genetistas soviéticos fueron
perseguidos, encarcelados y alguno muerto por culpa del lysenkismo.
Respecto al sector conservador de nuestra esfera social, poco se me
ocurre comentar, pues parece que la actual derecha española no
tiene ninguna opinión propia y fundamentada, y menos sobre
darwinismo.
No obstante, no deja de resultarme agradable y me imagino que
incómodo para el "establishment" científico español, que uno de los
grandes pilares vivos del darwinismo más ortodoxo sea un biólogo de
origen madrileño llamado Francisco Ayala que defiende con elegancia
la compatibilidad entre fe cristiana y neodarwinismo. Aun así, si el
bicentenario del nacimiento de Darwin va a servir para debatir la
evolución y defender su enseñanza en las aulas, bienvenido sea. No
sólo por la importancia que tiene en términos curriculares, sino
porque es la idea más brillante que el pensamiento occidental ha
podido concebir.
Todos los estudiantes tienen derecho a conocer la grandeza de esta
percepción de la vida. Con una naturaleza cambiante, en constante
modificación, mediante la selección natural. En este sentido el legado
de Darwin es superior al de Newton, pues éste dio una interpretación
de la materia inerte, mientras que Darwin amplía el horizonte, y
ofrece una explicación coherente a todo el universo orgánico de
células, huesos e impulso vital. Es la esencia de la vida de lo que
hablamos y si va arropada con un oscuro manto de política e
intereses religiosos, seguiremos hablando de ella a pesar de los
obstáculos.
El paleontólogo Stephen Jay Gould, a modo de navaja de Ockham,
propuso separar ciencia y religión como dominios con entidad propia
que debían coexistir pero no mezclarse.
Sugiero extender esta separación a la política general, confiando en
el día en que la evolución sea solo ciencia y nada más que ciencia al
alcance de todos los ciudadanos.
No eludiremos las cuestiones filosóficas o morales, pero las
debatiremos desde la libre perspectiva que da el verdadero
conocimiento.
(Publicado en Ideal de Granada)
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