-2- CULTURA MATERIAL

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-2CULTURA MATERIAL
Una piedra tallada, o paleolito, nos aporta mucha información sobre las
necesidades de los primeros seres humanos: desenterrar raíces, despellejar
animales y raspar pellejos (…) Nos hemos hecho una idea de quiénes fueron
nuestros ancestros por los objetos que dejaron tras de sí. Y así será para los
arqueólogos del futuro. Por nuestros objetos nos conocerán.
Peter Gabriel. COLORS. Extraordinary objects. Taschen. Colors Magazine. 2003
“Las apreciaciones culinarias o arquitecturales, vestimentarias, musicales u otras,
forman realmente lo más idóneo de la cultura y lo que simboliza realmente la
diferencia entre las etnias”
André Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 267
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Lo que está hecho y lo que se está haciendo.
Hay cosas que se “dan por hecho”, y a hay otras que “se hacen”. Los objetos son una
de esas cosas que “se dan por hecho”, simplemente están ahí, y parece como si
siempre hubieran estado. Se nos hacen tan familiares que incluso les decimos cosas,
como si fueran elementos de la naturaleza, y nos olvidamos de su carácter artificial, y
que en realidad no las hizo Dios, y que son –todos y cada uno- creación humana.
Constituyen nuestro entorno cuasi-natural que determina directamente la experiencia
cotidiana de cada individuo pudiendo influenciarlo, paralizarlo o estimularlo, generando
en él sensaciones positivas o negativas 1 ; y en conjunto, el entorno material que
configuran puede considerarse como una extensión del cuerpo humano.2
Pero lo objetos no son propiamente “lo qué son” (figura), sino más bien “lo qué
hacemos” (con-figuración) con ellos, y es en ese hacer cosas con ellos que los
consumimos: los deseamos, los obtenemos, los descubrimos, nos habituamos a ellos,
los gastamos, se raspan, se manchan, los reparamos, los remendamos, y luego los
relegamos a un lugar recóndito, de un momento a otro los usamos para hacer cosas
para las cuales no se habían hecho, comienzan a mediar entre nosotros y el tiempo, se
hacen recuerdo (de cuándo se compro, de tal ocasión); en este proceso aparecen
objetos a los cuales se les confiere –ya sea desde su origen, o con el tiempodiferentes atributos: un envase de aceite Jeferson, un equipo “completo” de peluquería
ofrecido en reventa, un uniforme de colegio que siempre fue heredado de primos y
hermanos mayores, el pequeño búho de cerámica recibido como obsequio y convertido
en amuleto, un estropajo vendido como instrumento de aseo, un carrito de mercado
adaptado para ser “todo terreno”, un baño decorado con forros tejidos, un cepillo para
el cabello que lleva escrito el nombre de su propietaria, una carreta de construcción
que sirve a un obrero para hacer la siesta, una rama de penca sábila convertida en
objeto con atributos mágicos, una jarra de porcelana que cumple funciones de pieza de
museo doméstico, una herradura vieja convertida en objeto para la buena suerte, la
imagen de un pollo con rasgos humanos que ofrece porciones de ala y muslo a mil
pesos, una olla relegada –por su uso infrecuente- al cuarto útil, una grabadora viejísima
que sigue a pesar de esto siendo usada, las calcomanías de Jesucristo y de Piolín
mezcladas, una tapa roja de Coca-Cola en medio de una manga, un ramillete de
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envases vacíos en la entrada de un centro de acopio de reciclaje, un matamoscas
reparado rústicamente con un palo que se le ha amarrado, un coca de lavaplatos
Cristal que guarda sobras del almuerzo en la nevera, cajas de dientes –de personas
que probablemente ya han muerto- puestas en venta para ser de nuevo usadas, un
incensario hecho con una lata de Ensure y vendida en una plaza de mercado por mil
quinientos pesos, un teléfono viejo y descompuesto ofrecido como reliquia, una bolsa
de Almacenes ÉXITO sacada a la calle llena de basura dentro. Estos son los objetos
que muestran lo que somos, en dónde estamos y qué hacemos.
Imitado
Revendido
Heredado
Regalado
Objetualizado
Reformado
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Marcado
Mágico
Personalizado
Redefinido
Sagrado
Museificado
Humanizado
Desusado
Desgastado
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Criollizado
Recargado
Remercantilizado
Desechable
Reciclado
Reparado
Resusado
Reutilizado
Basura
Podría uno pensar, desde estos ejemplos, que mientras son consumidos los objetos
son re-hechos desde otra dimensión, y en este sentido los objetos se hacen,
precisamente por que mientras se hacen cosas con ellos es como si se volvieran a
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hacer. Desde este punto de vista -y como se explicará más adelante- cada objeto tiene
una doble existencia: la primera como “lo que él es” representado en su “figura”, y la
segunda como “lo que se hace con él” y que se representa a través sus
“configuraciones estéticas”.
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Cultura material
“Una cultura material –dice Pardo- al disponer las cosas en orden a
crear ciertos espacios, establece las condiciones para que tal o
cual acontecimiento ‘tenga lugar’, y del acontecimiento sólo
sabemos, por las huellas que ha dejado en el espacio, por el
espacio que ha constituido con esa suerte de decoración cultural”3.
El concepto de cultura material plantea el hecho de la materialización de la cultura, de
ahí que para poder comprenderlo, es necesario entrar a definir primero el concepto de
cultura, para desde allí tratar de responder luego a la pregunta sobre su dimensión
material, y a la vez por lo cultural del entorno material.
Jesús Mosterín para definir el concepto de cultura, parte de un enfoque antropológico
enmarcado en las definiciones previamente elaboradas por Edward B Taylor ("Cultura...
es aquel todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, leyes, moral,
costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto
miembro de una sociedad"), y Edward Sapir ("El conjunto socialmente heredado de
prácticas y creencias que determinan la textura de nuestra vida"), y concluye
definiendo la cultura como el conjunto de “información transmitida socialmente” por un
grupo, estableciendo con esto una oposición diferencial con la natura (término que
utiliza para definir la naturaleza, o la vida biológica y no cultural) que es la “información
heredada genéticamente”, diferenciando una de otra principalmente por sus formas de
difusión (lo biológico en la natura y lo social en la cultura). “Tanto la natura como la
cultura son información recibida de los demás –dice Mosterín- pero la cultura se opone
a la natura como lo adquirido o aprendido de los otros se opone a lo genéticamente
heredado”4.
A pesar de ser información y por esto mismo ser inmaterial, Mosterín aclara que en un
sentido comunicativo no hay información sin la mediación de un soporte material que la
represente, por lo que es imposible desligar el concepto de información cultural de tres
sentidos o tres dimensiones de la información que están articulados entre si:
información sintáctica, como forma o estructura, como la representación material de
esa información; información semántica como correlación de sentido entre un
significante y un significado, como el mensaje contenido en la forma en que se
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materializa; e información pragmática, entendida como la capacidad que tiene ésta
para cambiar el estado de ánimo o el comportamiento de un receptor, de informarle la
manera en que se debe hacer algo (sentirse y/o comportarse).
Sin desconocer la dimensión sintáctica y la semántica, Mosterín aclara que la
información cultural está limitada a la dimensión pragmática de la información, es decir
al tipo de información que es capaz de comunicar y transmitir a su receptor mensajes
que informan sobre cómo debe ser su comportamiento. Éste tipo de información
presupone como condición de posibilidad su dimensión sintáctica o su representación
material y su dimensión semántica como significación capaz de proveer a algo un
sentido pragmático.
Clifford Geertz en “La interpretación de las culturas”, definió la cultura como una trama
de significados en función de la cual los humanos interpretan su experiencia y guían su
acción 5 , de esta apreciación y de la definición propuesta por Mosterín, podemos
concluir que la cultura es in-formación que funciona como una instrucción para las
personas, indicándoles las acciones que deben realizar. Cada unidad de información
cultural, que bien puede estar representada por un objeto, puede ser entendida según
esto, como una instrucción, como algo que guía y a la vez da forma a la acción de las
personas que la comparten. Cada una de estas unidades tiene una forma o estructura
determinada (significante), ocupa un lugar en el espacio y gracias a esto podemos
percibirla con los sentidos. Esa forma se puede correlacionar con un significado a
través del cual se le otorga un valor más allá de “por lo que sea” y “para lo que sirva”, y
a la vez modifica de alguna manera la disposición de quien lo recibe o lo percibe,
indicándole cómo se hace algo, impulsándolo a hacerlo, o simplemente modificando su
estado de animo.
La información cultural, es decir la pragmática, se clasifica en tres tipologías, de las
cuales cada una ofrece instrucciones diferentes sobre cómo comportarse en el mundo
de la cultura. Información descriptiva, que dice cómo es el mundo; valorativa, que
informa sobre qué hacer en él; y práctica, que se refiere a cómo hacer esas cosas.
Este carácter pragmático e instructivo de la información cultural hace pensar que la
cultura –llevada a la práctica- se compone del conjunto de hábitos (creencias,
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conocimientos, capacidades) que un grupo social implementa en el desarrollo de sus
experiencias –tanto ordinarias como extraordinarias- convirtiéndose por lo tanto en algo
representativo y diferenciador ante los demás.
Según esto, y en resumen podría decirse que la cultura, es ante todo información que
guía o pauta el comportamiento de las personas por medio de diferentes
representaciones, de ahí que a diferentes culturas correspondan diferentes
comportamientos, diferentes formas de ser, hacer y estar en el mundo que se
manifiestan en diferentes rasgos, y también en diferentes objetos. Si la cultura es
información que guía o pauta nuestro comportamiento, o que nos indica cómo
comportarnos en la vida cotidiana, lo que se hace tangible en la cultura material serán
esas pautas o unidades de información capaces de modificar nuestro estado.
Retomando la distinción conceptual que establece Mosterín entre natura y cultura, se
puede pensar que si comúnmente se dice que los animales se comportan
instintivamente, siguiendo su naturaleza, podemos decir que las personas se
comportan culturalmente, pues su cultura es su naturaleza, y de algún modo su instinto.
Si la natura, eso que se hereda genéticamente, es la que determina cómo debe ser el
cuerpo de un organismo para que éste pueda adaptarse a su entorno, uno pensaría
que es su naturaleza (representada en su programa genético) la que se ha
materializado en la forma de su cuerpo y cada una de sus partes. Así mismo,
metafóricamente, uno diría que la cultura, eso que se aprende socialmente, se ha
materializado en objetos que son como órganos artificiales (o culturales), partes
externas del cuerpo, en los que han tomado forma extensiones y funciones del
organismo, y que no es tan dadas por su natura, sino más bien por su cultura y por su
programa cultural.
El lenguaje por ejemplo, hace parte de la cultura, es un rasgo cultural. En éste los
mensajes que se componen en el cerebro como ideas se materializan en palabras
(dimensión sintáctica) a las que se asocia una idea (dimensión semántica) que es
capaz de modificar la disposición de quien las recibe (dimensión pragmática). Con los
objetos sucede lo mismo, podemos decir que son rasgos culturales, puesto que en
ellos se materializa información de diferentes maneras (en su forma, en su significado,
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en su utilidad) y cada uno de esos tipos de información representa una dimensión
diferente de cada objeto (estructural, comunicativa, funcional). Un objeto es un
significante, esto quiere decir que es información que a tomado una forma concreta por
medio de la transformación de un material que aparece como su materia prima
(dimensión sintáctica); en la medida que cada objeto significa algo decimos de él que
comunica o que nos transmite un mensaje sea figurativo o abstracto (dimensión
semántica); y de alguna manera cada objeto –y no sólo en un sentido operativo o
funcional – guía o pauta nuestro comportamiento en las situaciones que aparece, es la
representación más o menos pautada de una acción (dimensión pragmática).
Dimensiones de la
NATURA
CULTURA
información natural y
cultural.
Instinto
Hábitos
PRAGMÁTICA
Cuerpo
Objetos
SINTÁCTICA
(no aplica)
Significados
SEMÁNTICA
Tabla N° 1. Formas de representación de las dimensiones de la información natural y cultural
Los objetos son la dimensión material de la cultura. A través de ellos, y especialmente
en la manera en que son puestos en práctica se hacen visibles las normas, los valores
y actitudes de la sociedad.6 La cultura y los objetos están estrechamente relacionados
y una de las maneras en las que las categorías culturales pueden ser comprobadas, es
a través de los objetos materiales de una cultura 7 . En el marco de la estética del
consumo, el concepto de cultura material define un conjunto de objetos en los que se
materializan los hábitos (comportamientos, actividades, saberes, recursos, significados
y formas de valoración) de un grupo social. Son finalmente los objetos que llevados a
la práctica materializan lo que las personas son, hacen, creen y piensan.
Para facilitar un análisis de las formas en que se materializa la cultura vale la pena
distinguir tres categorías de la cultura material: la espacial, que nos recuerda que los
lugares se configuran como contextos a partir de los objetos que pueblan un espacio, y
a partir de los cuales es posible diferenciar entre entornos, públicos, privados o
laborales; la personal, que está determinada por los objetos que tiene y usa una
persona; y la accional, determinada por la relación que existe entre una actividad
determinada y el conjunto de objetos necesarios para desarrollarla 8 . Estas tres
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categorías juntas conforman el entorno material, en el cual podemos distinguir unos
hábitats, unos habitantes y unos hábitos.
¿Qué sucede entonces cuando la información cultural, materializada en un objeto, es
puesta en práctica? ¿Qué sucede cuando esos objetos entran a formar parte de un
espacio concreto, a pertenecer a alguien y a ser implementados en diferentes acciones?
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El objeto
“…el objeto es un elemento móvil y artificial del mundo circundante,
fabricado por el hombre, accesible a la percepción y destacable de su
entorno; hecho a la escala del hombre, es esencialmente manipulable y
subsiste a través del tiempo con una gratitud de permanencia”.
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 181
Los objetos –en su sentido más amplio y general- reflejan bajo la óptica de la estética
del consumo las formas en que se materializa la cultura cuando es llevada a la practica
por la sociedad, son elementos que encierran además de la materialidad de la
información cultural, la trama de significados, actividades y comportamientos que la
constituyen.
Los objetos como cosas artificiales
Ya hemos visto como Jesús Mosterín define la cultura a partir de aquello que no lo es:
la natura, poniendo en evidencia ese carácter artificial de la misma, en esta misma
perspectiva y desde una óptica a la vez paleontológica
y biológica, Andre Leroi
Gourhan definió el útil desde su origen prehistórico “como una verdadera secreción del
cuerpo y del cerebro de los antrópidos9”, como un órgano artificial que no dista mucho,
en sus formas físicas y procesos de conformación de los procesos adaptativos y
evolutivos de la naturaleza. Con mayor precisión Bernard Stigler10 al comentar la obra
de Leroi Gourhan observa como la evolución del hombre es una evolución que se
exterioriza en formas artificiales, es decir, en objetos que al representar extensiones
del cuerpo y sus funciones permiten al ser humano mantener la vida, esto es sobrevivir
como individuo y evolucionar como especie, por medios que van más allá de lo
biológico y que trascienden la naturaleza: son la cultura, a través de los cuales se
desarrolla una vida post-biológica: la vida social.
Es esta memoria exterior la que se convierte en soporte de la memoria humana, a la
vez que en el medio de transmisión de su cultura: del conjunto de informaciones que le
resultan indispensables para poder vivir normalmente. En resumen los objetos son una
materialización de lo que los humanos hacen para sobrevivir, no sólo en un sentido
funcional o pragmático, sino también desde un punto de vista cognitivo, afectivo,
simbólico o emotivo.
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Desde otro punto de vista, aunque con cierta similitud y basándose en otros referentes
Abraham Moles, al teorizar sobre los objetos, los define de la siguiente manera:
“Etimológicamente [objectum] significa lanzado contra, cosa existente fuera de
nosotros mismos, cosa puesta delante de nosotros que tiene un carácter material: todo
lo que se ofrece a la vista y afecta los sentidos [Larousse] 11”. Más allá de la validez
que puedan tener hoy las teorizaciones de Moles sobre el objeto, lo que interesa es
ese carácter de exterioridad con el que lo presenta y que se relaciona con el sentido de
artificialidad que venimos manejando. Sin embargo, no se trata de pensar que esa
exterioridad corresponda a algo que ha salido de alguna parte donde estaba guardado,
y mucho menos a que el objeto como algo externo se oponga a algo interno, que
supuestamente está dentro de alguien, de un sujeto. Vale hacer está aclaración, pues
como el mismo Moles lo advierte: “los filósofos empelan el término en el sentido de lo
pensado, en oposición al ser pensante o sujeto12”.
Ese carácter artificial que hemos destacado del objeto no excluye la posibilidad de que
elementos naturales sean convertidos en objetos, bien sea en el momento de su
producción (de manera
consciente), o bien sea en el consumo (de manera
inconsciente). Los objetos como producciones humanas –dice Moles- se diferencian de
las cosas como producciones naturales. “En nuestra civilización, el objeto es artificial.
No se dirá que una piedra, una rana o un árbol es un objeto, sino una cosa. La piedra
se convertirá en objeto cuando ascienda al rango de pisapapeles y se le pegue una
etiqueta (precio… calidad…) que la haga ingresar en el universo social de referencia13”.
De ahí que el concepto de producción humana no se debe limitar a intervenciones o
acciones tecnológicas que tiendan a transformar las propiedades de la materia, pues
como vemos cualquier elemento natural: una piedra o una rana, pueden ser
convertidos en objetos sin modificación alguna de su estructura, y sin la intervención de
procesos propiamente técnicos, simplemente por medio de producciones prácticas
(hacer con él alguna cosa) o de sentido (atribuirle propiedades o significados).
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Del mapa al territorio
“Toda sociedad lo es de lugares, es decir de puntos o niveles en el
seno de cierta estructura espacial. De igual modo, y por lo mismo,
todo espacio estructurado es un espacio social, puesto que es la
sociedad la que permite la conversión de un espacio no definido, no
marcado, no pensable –inconcebible en definitiva antes de su
organización- en territorio”.
Manuel Delgado. El animal público. Editorial Anagrama. Pág. 177
Así como hemos planteado el termino “consumo” para definir las puestas en práctica
de la cultura material, “urbano” es el término que define las puestas en práctica de la
ciudad; mientras que la ciudad, hace referencia a una composición espacial definida
por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un amplio conjunto de
construcciones estables –algo comparable con un objeto- , lo urbano es considerado
más que un espacio, un estilo de vida, definido por la abundancia de relaciones
deslocalizadas y precarias que tienen extraños entre sí14. Si la ciudad es un conjunto
de calles, parques y construcciones, lo urbano hace referencia al transito de esas
calles, a lo que sucede en esos parques, y las vidas que transcurren en esas
construcciones. Si comparamos la ciudad con un objeto, lo urbano sería lo que las
personas hacen con él: apropiarlo, usarlo, remodelarlo, desalojarlo.
Una distinción se ha impuesto de entrada: la que separa la ciudad de lo urbano. La ciudad no es lo urbano.
La ciudad es una composición espacial definida por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un
amplio conjunto de construcciones estables, una colonia humana densa y heterogénea conformada
esencialmente por extraños entre sí. (...) Lo urbano, en cambio, es otra cosa: un estilo de vida marcado
por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias”
Manuel Delgado. El animal público. Pág. 23
Y son precisamente los estudios de la Antropología Urbana15 los que a partir de está
oposición han diferenciado entre una ciudad concebida (una construcción) y una
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ciudad practicada (un estilo de vida), idea que hace pensar en dos modos de
representar e imaginar la ciudad: la primera como un mapa y por medio de registros
cuantitativos: cantidades, medidas, numeraciones, convenciones, escalas y longitudes;
la segunda como un territorio y por medio de registros cualitativos: cualidades, marcas,
ritmos, movimientos, tránsitos y valores. La ciudad concebida (como construcción) y la
ciudad practicada (como estilo de vida) no son entidades opuestas ni antagónicas, son
más bien complementarias en la medida que la una sin la otra carece de sentido, más
si se piensa que la segunda, la practicada y que hace referencia a lo urbano,
representa ante todo la apropiación de la primera, es decir, su uso, su puesta en
práctica, y de alguna manera la conversión de ese espacio construido en espacio
vivido.
A pesar de la exactitud y lógica
del mapa como representación
de la ciudad, éste no responde a
la pregunta sobre cómo este
espacio construido es convertido
en espacio vivido; pregunta que
nos hemos venido haciendo en
relación a los objetos.
En la imagen que presentamos
se observa un fragmento del
mapa del Centro de Medellín, en
el que aparece el Barrio San
Benito. A pesar de lo detallado
que puede ser este registro, a
través de él no se logran
comprender las dinámicas que
habitan el sector, y la pregunta
por cómo San Benito es puesto
en práctica queda sin responder.
¿Cómo registrar no cantidades
sino cualidades? ¿Cómo
representar no un espacio, sino
la forma de vida que lo habita?
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En estas quince fotografías queda registrado parte las marcas cualitativas que definen el estilo de vida de
San Benito, religiosidad, comercio y tránsito definen el sector. Las imágenes que presentamos captan la
fugacidad de cada momento, son fotos “instantáneas”, como las de un paseo: desenfocadas, inexactas,
descuadradas y caprichosas, a pesar de esto captan la “esencia” del momento, el uso y la significación del
espacio construido, de cómo éste día a día es convertido en espacio vivido a través de su puesta en
práctica.
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¿No será posible establecer también esa distinción que permite lo urbano entre la
ciudad concebida y la ciudad practicada en el plano de los objetos? ¿Será posible
demarcar diferencias entre un objeto concebido y un objeto practicado? ¿Cómo
llamarlos y cuáles serian entonces esos modos de representación de la cultura material?
Desde un principio hemos planteado –haciendo referencia al lenguaje- dos momentos
o dos perspectivas al abordar el estudio de la cultura material: desde lo esencial (la
lengua y cómo las cosas son hechas) y desde lo inesencial (el habla y cómo las cosas
se hacen). Esta misma diferencia se puede establecer en el campo de la cultura
material dividiendo sus formas de representación en dos momentos: la de su
producción (diseño, fabricación, comercialización) a través de la cual los objetos son
hechos y la de su consumo (adquisición, uso, desecho) en la que con los objetos se
hacen cosas. Cada una de estas perspectivas representan de manera analógica esas
dos formas de representación de la ciudad, pudiendo así hablar –metafóricamente- de
un “objeto mapa” (el objeto concebido y representado cuantitativamente) y de un
“objeto territorio” (el objeto practicado representado cualitativamente).
El “producido” y el “consumido” no son dos objetos diferentes, son tan solo dos formas
de representación de la cultura material, en dos momentos diferentes: el de su
concepción y el de su puesta en práctica. Las diferencias que presentan cada una de
sus dimensiones (estructural, funcional, comunicativa) en su fase de consumo,
respecto a cómo aparece cada una en su fase de producción, son las cualidades que
constituyen los registros de las estéticas del consumo.
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Las dimensiones del objeto
Leroi-Gourhan dijo que eran tres los valores que intervenían en la forma de un objeto:
la función mecánica ideal, la tecnológica demostrada en la solución material a esa
función ideal, y el estilo que el grupo humano o la etnia confiere al objeto 16 .
Paralelamente para nosotros estas dimensiones son la funcional: que determina para
qué sirve o qué se hace con el objeto; la estructural: referida a la constitución física del
objeto; y la comunicativa: que agrupa el conjunto de significados y mensajes que
representa. Cada una confiere al objeto ritmos, apariencias, y valores que varían
notablemente entre el momento en que es producido y en el que es consumido,
pudiendo llegar a mutar por completo su sentido.
VALOR
Función mecánica ideal
Soluciones materiales según estadio técnico
Estilo de la figuración étnica
DIMENSIÓN
Funcional
Estructural
Comunicativa
¿A qué se refiere cada una de estas dimensiones? ¿Cómo se ven reflejadas en el
objeto al momento de la producción y al momento del consumo? ¿Cómo se
transforman o cómo se deforman al pasar de un momento a otro? ¿De qué manera, o
desde qué perspectivas es que la cultura se materializa en ellos? ¿Qué es entonces lo
qué representan los objetos? ¿Qué variables agrupa el objeto producido y cuáles el
consumido? ¿Qué valores del objeto representa cada uno?
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Dimensión estructural
La dimensión estructural del objeto está referida más que a su estructura, a los modos
de transformación, ya sean físicos o simbólicos que se han implementado en la
figuración y configuración de su forma. Desde un punto de vista morfológico –tanto
desde lo producido como desde lo consumido- el análisis de esta dimensión nos
permite reconocer qué es el objeto a partir de comprender ¿cómo? y ¿con qué? está
elaborado.
Al analizar un objeto desde esta dimensión nos fijaremos esencialmente, y desde lo
que tiene que ver con el modo en qué está hecho, en los materiales con qué está
fabricado, así como en los procesos de producción, incluyendo útiles y máquinas, que
permitieron dar esta forma determinada al material, para que tomara la forma del objeto.
Desde esta perspectiva, lo esencial de la dimensión estructural de un objeto como el
exprimidor manual de plástico que tomaremos como elemento de referencia, queda
representado en su forma, también en los puntos de inyección, en los refuerzos
logrados por medio del material y en las rebabas y demás sobrantes que aparecen en
el objeto terminado, así como en otras inscripciones que indican la marca del fabricante,
el tipo y las propiedades del material, etc. Inesencialmente, es decir desde el punto de
vista del consumo, podríamos observar cómo con el paso del tiempo esos materiales
se desgastan, creando sobre la estructura del objeto otra superficie creada por el uso y
no por el diseño. Estos patrones son idiosincrásicos –su presencia recae sobre la
presencia del usuario, y refleja de modo exacto las maneras en que ha sido usado17.
Estas marcas del uso –como lo anota Tom Fisher- son capaces de representar las
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transformaciones a las que ha sido sometido (si es que tiene alguna), ofreciendo
además información sobre su edad y a la vez sobre la historia del objeto consumido
(convirtiéndose incluso en elementos significativos y de algún modo comunicativos).
Desde un punto de vista de la producción, se presupone que todo objeto para ser tal,
tendría que ser el resultado de un proceso de producción consciente –de un proyectoen el que el objetivo final es transformar y ajustar una materia prima a la forma de un
objeto concebido, sin embargo como más adelante lo demostrará la estética del
consumo, existen –del lado del consumo- muchos objetos que no presentan ningún
plan que guíe su elaboración, o cuya materialidad carece de cualquier proceso de
transformación, siendo simplemente el uso (útil o simbólico) o la atribución de
significados lo que confiere a la materia las propiedades de objeto. Es interesante
preguntarse desde la estética del consumo, por los procesos que convierten un tronco
de madera en silla, una figura de plástico en un objeto sagrado, o un envase de
Postobón vació en maceta. Del lado del consumo son otras lógicas –más bien
inconscientes-, y ligadas a la cultura popular, las que representan esa dimensión
estructural del objeto, son por lo tanto otras las maneras en que se responde el ¿cómo?
y ¿con qué? de su estructura.
Sin mayor tecnología que el
sentido común los trozos del
tronco de un árbol –sin sufrir
ninguna
transformaciónson
convertidos en el mobiliario semipúblico de una residencia en
Belén-Miravalle.
Una figura de plástico inyectado, a
la que no se le ha quitado la
rebaba sobrante de material en
sus
bordes,
y
pintada
rudimentariamente
a
mano,
adquiere –a través de una
producción simbólica- la capacidad
de representar a Dios.
33
Unas
cuantas
operaciones
técnicas (el corte de su parte
superior)
y
conceptuales
(encontrar valor en la basura)
convierten el envase de una
gaseosa Postobón con sabor a
uva, en la maceta perfecta para
una planta.
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Cada dimensión del objeto refleja o materializa la cultura desde diferentes ámbitos. La
estructural representa la capacidad que un grupo humano tiene para modificar su
entorno y de trans-formar sus elementos para que se ajusten a sus expectativas y
necesidades de supervivencia, es por lo tanto un registro de: a) los medios, útiles y
herramientas implementadas en la transformación de la materia, y con esto de todo el
aparataje técnico y toda la infraestructura con que cuenta un grupo humano para
modificar su entorno; b) de los insumos y materias primas que utiliza de su entorno, es
decir, de los materiales que tiene a su disposición y considera útiles, así como de
aquellos que por sus atributos considera sagrados, o costosos por su escasez; y c) de
los procesos tecnológicos, es decir, de la capacidad cognitiva que tiene para organizar
una serie de acciones técnicas para lograr un fin.
De este modo en el exprimidor que hemos seleccionado como ejemplo se puede
reconocer a) que existe cierta infraestructura (inyector de plástico) que ha permitido
que la materia prima de que está hecha se haya hecho tan maleable como para poder
ser ajustada a la forma de un molde tomando la forma de éste; b) que existe un
material (polímero) que además de tener esas propiedades de maleabilidad por medio
de alteraciones de su temperatura, es tan económico y abundante que permite que el
objeto sea considerado casi como algo desechable (no será usado toda la vida así lo
resista, fácilmente puede ser reemplazado por uno nuevo); y c) que el grupo humano
que la elaboró tiene la capacidad cognitiva organizar diferentes dispositivos técnicos y
procesos físico-químicos en una cadena productiva que permite producir el exprimidor
en serie y de una manera tan eficiente que reduce al máximo sus costos.
Sin embargo en el caso de otro objeto como una piedra que hace las veces de tope de
puerta, de cerco de un árbol o de utensilio de cocina (cosas de la cuales no se puede
negar que cumplen las veces de objeto) este reflejo de la cultura no es tan lógico
desde el punto de vista de la producción, a) por una parte la materia no ha sido
transformada, más bien el proceso que ha dado pie al objeto, es más de selección de
un elemento natural entre otros tantos de su clase por cumplir con propiedades
referentes a la función que se busca que cumpla (tal vez el tamaño, la apariencia y el
peso); b) su materialidad nos dice que a pesar de que las piedras no tienen mayor
valoración por su composición, pueden llegar a ser valoradas por su utilidad o hasta
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por su apariencia; y c) por ultimo, el proceso de “fabricación” demuestra simplemente,
cómo desde lo cognitivo se puede elegir cierta forma natural para cumplir una función
(algo que sin duda entra a relacionarse con lo emotivo). En este caso estos objetos han
sido producidos de manera inconsciente y más desde los hábitos de consumo.
De manera espontánea, una piedra
deforme y sin ningún atributo
estético, es escogida para ser
convertida en tope de puerta.
Unas cuantas piedras, sin mayor
transformación que estar pintadas
de blanco, forman el cerco de un
árbol en el improvisado parque de
un sector residencial.
En la alacena, con los demás
utensilios de cocina, una piedra
que no evidencia más procesos de
transformación que los producidos
por el uso, cumple múltiples
funciones.
Como vemos desde la dimensión estructural podemos preguntarnos por cómo y con
qué están hechos los objetos, y darnos cuenta que además de los procesos de
fabricación industrial o artesanal, existen otros tan simples como la generación de
nuevos sentidos prácticos o emotivos.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan la apariencia física
del objeto (forma, tamaño, material, color, textura) y los procesos que han dado como
resultado su forma.
La forma en que se valora la estructura de un objeto, destaca de él su composición
material y la cantidad de trabajo (conocimiento técnico y teórico) necesario para su
fabricación. Esta perspectiva es útil para determinar el valor de cambio de un objeto,
valoración que está basada en el costo puro del material y del tiempo de trabajo
requerido para su transformación y ajuste en la forma de un objeto. Este valor es
diferente al comercial, en el cual además del costo estructural del objeto (su producción,
sus componentes), se agrega su valor práctico o útil (la efectividad en el cumplimiento
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de una tarea) y su valor semiótico (la capacidad de representar algo que no es) y
estético (la capacidad de producir emociones en los usuarios).
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Dimensión funcional
“Guarda un objeto durante siete años y le encontrarás un uso”
(Proverbio Irlandés) El diseño del siglo XXI. Pág. 340
“Comúnmente definimos el objeto como <una cosa que sirve para
alguna cosa>. El objeto es, por consiguiente, a primera vista, absorbido
en una finalidad de uso, lo que se llama una función.”
Roland Barthes. La aventura semiológica. Semántica del objeto. Pág.
245
Esta dimensión está definida por lo “qué se hace con el objeto” (o podría llegar a
hacerse con él), es decir a sus puestas en práctica desde un sentido utilitario. Del lado
del objeto producido entraríamos a analizar en él la función primaria y la correcta forma
de manipulación y operación, dejando de lado cualquier forma de desviación de esa
funcionalidad original; mientras que del lado del objeto consumido, podríamos
comprender mucho acerca de las funciones secundarias y de formas de usar el objeto
diferentes a las concebidas. Se trata entonces básicamente de ¿para qué sirven los
objetos? (qué función prestan o podrían llegar a prestar), y ¿cómo funcionan? (cómo
deben ser operados para cumplir su función).
En el caso analizado anteriormente desde un punto de vista estructural, pero ahora
desde los esencial de la función, el análisis del exprimidor plástico, nos mostrará
claramente que podemos descomponer su estructura en tres partes: una protuberancia
que permite exprimir frutos al colocarlos y girarlos sobre ella, una cavidad que permite
la contención del liquido exprimido, y de una pequeña agarradera de la cual permite ser
sujetada. Estos elementos articulados entre si representan la dimensión funcional del
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exprimidor: extraer y contener el jugo de ciertos frutos. Desde otros puntos de vista
inesenciales y tendientes más al consumo (a la puesta en práctica) que a la producción,
destacaríamos que este exprimidor puede ser utilizado de otras maneras (como
cenicero o contenedor) o que incluso puede llegar a almacenarse en una alacena sin
ser usado (en una fase de des-uso cumpliendo ninguna función), y que a pesar que
sus materiales y su estructura determinan un tiempo de utilidad, el objeto puede llegar
a seguir “vivo” más allá de lo previsto por su fabricante, y seguir siendo usado como
exprimidor, o ser convertido tal vez en reliquia.
Se supondría entonces que todo objeto tiene –desde la perspectiva de la producciónuna función lógica para la cual está hecho, así como unos modos de operación que lo
harán funcionar y que aparecen registrados en las instrucciones que acompañan al
objeto y en su manual de uso. Sin embargo estas suposiciones sobre un objeto ideal
se contradicen en la práctica al ver que existen objetos que carecen de una función
clara (sirven para muchas cosas, o no sirven para nada), o en ocasiones su función no
es del todo lógica. Los habitantes del Brasil amazónico –por ejemplo- creen que los
botos –como llaman a los delfines de agua dulce- tienen la capacidad de salir del río y
seducir con suerte a las mujeres, creencia por la cual utilizan partes del cuerpo del boto
para adjudicarse así sus poderes. Por lo que el ojo de este delfín es utilizado como un
elemento para atraer a las mujeres18, convirtiéndolo en un objeto en el que la función –
a pesar de estar claramente definida- no es del todo lógica pues ni el objeto representa
los dispositivos que le permitirían cumplir la función, ni están definidos los procesos
cognitivos o físicos que se deben realizar para que “el ojo funcione”; así como tampoco
es clara la función de los objetos que se conservan en cuartos útiles, o la de aquellos
que permanecen en algún lugar de la casa pero nunca son usados, así como tampoco
la función que cumplen los objetos que hacen parte de una colección. En este caso son
otras las lógicas las que determinan la dimensión funcional del objeto, son lógicas
diferentes a las de la producción las que dicen para qué sirve y cómo funciona este
objeto, son las lógicas simbólicas del consumo.
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Maestría en Estética
Tras la puerta de un cuarto útil con
el número 202, y en medio de la
oscuridad, un triciclo plástico sin
pedales funciona como vínculo
entre el pasado y el presente,
sirviendo para traer a la memoria
momentos ya vividos.
En una esquina recóndita del
mueble de la cocina, la figura de la
Virgen María y el Niño Jesús, han
perdido su función por la falta
adoración y fe de sus propietarios.
En la parte más alta de una
alacena, y con la rotunda
prohibición
de
ser
usados,
diferentes termos obsequiados
como promoción de variadas
marcas se agrupan formando una
incipiente colección.
Esta dimensión refleja la cultura desde un sentido pragmático por lo que a través de un
análisis de los objetos desde este punto de vista uno podrá ver cristalizados en ellos
las actividades humanas 19 , tanto desde sus tareas cotidianas como desde sus
ocasiones extraordinarias. De este modo un objeto representa: a) lo que un grupo de
personas hacen, el conjunto de actividades que constituyen su vida cotidiana (o lo que
se concibe por ella) y con esto los modos prácticos en que se adaptan a su medio;
también b) lo que utilizan para hacer algo, los útiles que implementan en esas tareas
cotidianas; y c) las cadenas de acción que implementan en su ejecución, es decir, el
conjunto de movimientos corporales y acciones mentales (propiamente cognitivas) que
les son necesarias para realizar tal o cual tarea, y junto con esto actividades o series
de operaciones que se convierten en los rituales del uso. De este modo uno se puede
dar cuenta también de cuales son las tareas que se consideran como importantes,
rutinarias, masivas, ocasionales, etc.
En este caso, al analizar el exprimidor plástico se hace evidente, a) que las personas
dentro de sus rutinas alimenticias extraen el jugo de ciertas frutas para tomarlo, y que
esta actividad ha sido regulada, estilizada e higienizada por medio de este objeto; b)
que la acción –aparentemente tan complicada- de extraer el juego de un fruto se ha
simplificado al máximo en este elemento que resume la tarea de extracción y además
de contención en un elemento monolítico, que se ajusta formalmente tanto a su función
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(extraer y contener) como a su operación manual (presionar y rotar); por último c)
desde lo funcional vemos que gracias a este objeto esa actividad se ha resumido a
unas cuantas acciones que constituyen el ritual –muchas veces cotidiano- de preparar
“jugo de naranja”.
Esta claridad de lo funcional que observamos en el uso convencional del exprimidor, se
disuelve cuando analizamos –por ejemplo- un amuleto para la buena suerte, acá nos
daremos cuenta que a) como actividad aparece algo que no está bien definido y es la
necesidad de protegerse de fuerzas externas a la realidad inmediata y que de algún
modo son inverificables; b) para realizar esa tarea que se puede resumir en
“protección” observamos que se han escogido todo tipo de elementos: patas de conejo,
cruces, imágenes, pulseras de plástico, semillas, en los cuales no son claros los
dispositivos que protegen, ni el modo en que son operados; c) dicha operación en
algunos casos consiste solo con portar o colocar el objeto en tal o cual lugar, o en
casos más complejos la función se activa al decir ciertas frases o ciertas oraciones que
invocan los poderes funcionales del objeto. En este caso y en muchos otros la función
resulta de una adaptación de sentido (una función simbólica) que ha conferido al objeto
–en este caso- un poder mágico, una función sobrenatural.
Colgado de la pared este objeto
híbrido
(herradura-crucifijo)
conjuga funciones sagradas (la
adoración a Cristo) con creencias
paganas (la herradura como
portadora de buena suerte).
Por cada una de las semillas que
componen esta camándula se
recitan mentalmente diferentes
oraciones
que
activan
su
funcionamiento.
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Este crucifijo plástico con la
imagen de la Virgen María, ejerce
su poder sagrado desde el tobillo
de la persona que lo usa.
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Un objeto es entonces desde esta dimensión algo que sirve para realizar una actividad,
por medio de la operación (manipulación, programación) de alguien, es decir, un todo
cuyas partes se han integrado para lograr un fin útil.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan la utilidad del objeto
(los dispositivos técnicos que permiten que funcione) y el modo en que éste es operado
por las personas (las cadenas de acción necesarias para hacer que funcione). De esta
manera la dimensión funcional le confiere un nombre (destornillador, trapeador) y lo
clasifica dentro de un grupo o en una tipologia de objetos, es decir, dentro de un
conjunto de objetos que a pesar de ser diferentes en su apariencia física o en su
estructura sirven relativamente para lo mismo.
Desde lo funcional, podemos definir el valor útil de un objeto, determinado por la
practicidad del objeto, por la capacidad que tiene éste para prestar una función o lograr
determinado fin. La gradación en la escala del valor útil puede establecerse según la
efectividad de un objeto para satisfacer necesidades o deseos de una persona, sean
prácticos o simbólicos. A pesar de parecer de gran importancia, muchas veces el valor
comercial, no tiene en cuenta el grado de utilidad del objeto, sobreponiendo sobre la
practicidad y efectividad del objeto los valores estéticos (de marca, de estatus, de
estilo), que son los que finalmente determinan el precio de la mercancía.
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Dimensión comunicativa
“Hasta el presente, una ciencia ha estudiado de qué manera los
hombres dan sentido a los sonidos articulados: es la lingüística.
Pero, ¿Cómo dan sentido los hombres a las cosas que no son
sonidos?
Roland Barthes. La aventura semiológica. Semántica del objeto.
Pág. 245
La dimensión comunicativa de un objeto hace alusión al conjunto de significados
(comerciales y/o culturales) que a él se atribuyen, bien sea desde su producción o su
consumo. Del lado del objeto producido esta dimensión encierra todo el conjunto de
atributos intangibles que los fabricantes del objeto proyectan a través de su diseño, su
marca, su promoción y sus formas de comercialización. Como objeto consumido se
agrupan el conjunto de emociones y afecciones que una persona puede llegar a sentir
(no necesariamente placenteras) al interpretarlo, ya sea desde su percepción como
entidad física (lo que me produce al sentirlo, verlo, olerlo, tocarlo, gustarlo, oírlo), desde
su operación como útil (lo que me produce al hacerlo funcionar, al relacionarme con el
desde un sentido práctico y cognitivo), o desde su significación como signo
(el
significado que se le da a algo, lo que representa sin necesidad de serlo). Se trata
entonces, en este caso del sentido que damos a los objetos, desde ¿lo qué significan?
y ¿lo que se siente por ellos?
El exprimidor que hemos analizado anteriormente se presenta ante nuestros sentidos
como un objeto monolítico, de textura lisa, bordes redondeados, y color plano; a partir
de la forma en que es percibido comienza a ser interpretado y comienzan a generarse
significados (expectativas y explicaciones) acerca de su apariencia y con esto a formar
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el carácter del objeto. En principio y desde un punto de vista esencial, es decir,
analizando el exprimidor como producción, el primer significado que produce viene
desde lo cognitivo y lo asocia a patrones formales que permiten reconocer -a través de
las partes que lo componen y de su apariencia en general- que es un exprimidor, y a
partir de esto intuir “para lo que sirve” y “cómo funciona”. Además de la interpretación
cognitiva, es posible reconocer en la apariencia del objeto -desde el sentido cultural- un
carácter más particular, y asociar su material –el plástico- (por su apariencia, su costo
e incluso por su tiempo de vida útil) a significados que están relacionados con la
asepsia y la higiene, su forma con la de los objetos domésticos o su peso y textura a su
resistencia y tiempo de duración. Sin embargo estos sentidos lógicos pueden
difuminarse en el consumo, comenzando a aparecer otos significados, por demás
inesenciales; este exprimidor puede estar cargado de recuerdos especiales, por la
manera en que fue adquirido, por el tiempo que viene siendo usado (y a su vez estos
significados inesenciales modifican directamente los usos que se le dan al objeto); en
el tiempo a medida que se vaya convirtiendo en un exprimidor usado, antiguo y en una
fase terminal puede llegar a ser recuperado como antigüedad y ser llevado a un museo
donde será convertido en objeto de culto. Los significados racionales que pueda llegar
a tener un objeto desde su producción, pueden convertirse en algo aparentemente
irracional desde su consumo, desde el momento en que las personas comienzan a
atribuir un carácter al objeto y a definir para él una personalidad.
De este modo vemos que los productores determinan unos significados genéricos para
los objetos, que en este caso supondrían unos significados oficiales, asociados a las
características funcionales del producto, a la marca o el fabricante, y la idea general
que se tenga del objeto culturalmente. Por otra parte los consumidores le confieren a
los objetos otros significados a través del tiempo, que están determinados por las
vivencias que comparten con ellos y por sus modos de interacción e interrelación con
su inmaterialidad (con su semántica), es así como los objetos pueden ser
representaciones de momentos y ocasiones, de personas o de divinidades, etc. De la
misma manera que el productor del objeto inscribe sobre este las marcas comerciales
que lo diferenciarán en el mercado, los otros significados que adquiere el objeto en el
tiempo pueden estar relacionados con su estructura (según las apropiaciones y
transformaciones que sufra su estructura), estos están inscritos sobre el objeto a través
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de las huellas del uso: manchas, incisiones, despicados o quemaduras que le dan otro
sentido y lo hacen distinguible y ante todo singular para alguien. Pero también desde el
significado que se les atribuya desde el uso que se les dé, y de los símbolos que
representen. Las apropiaciones (físicas y simbólicas) que los dolientes realizan sobre
las tumbas de los seres que “se han ido”, son las que llenan de sentido personal el
nombre casi anónimo de una lapida, a través de estas el muerto se proyecta al mundo
de la vida, en sus gustos y aficiones o por medio de su fotografía. Los elementos
decorativos que sirven para rendir culto a los muertos materializan los sentimientos que
por ellos se sienten y lo que de ellos se piensa.
Una calcomanía del Deportivo
Independiente Medellín adherida
sobre la lapida de una tumba en el
Cementerio San Pedro, proyecta –
desde la muerte- la afición
deportiva de un difunto.
Junto a flores de diferentes
naturalezas, un nombre escrito a
mano sobre la lapida de esta
tumba (y que remplaza el original
que ha sido tachado), personaliza
la “morada final” de esta persona.
Una fotografía, un candelabro, una
motocicleta de juguete y diferentes
imágenes y figuras religiosas
configuran algo similar a la
decoración de una sala donde el
muerto proyecta sus gustos
personales a sus visitantes.
En este sentido esta dimensión refleja la cultura desde el valor que las personas –
colectiva e individualmente- confieren a los elementos de su cultura material a partir de
las emociones que los objetos producen en las personas y de los vínculos afectivos
que establecen con los ellos. A través de esta dimensión y desde la perspectiva de la
estética del consumo interesa observar lo que los objetos representan para las
personas desde las interacciones que tienen con estos, ya sean a un nivel
contemplativo o activo. Es así como a través de esta dimensión quedan reflejados en
los objetos a) lo que las personas piensan y sienten, es decir, los significados y las
sensaciones que se asocian a los objetos; b) las maneras, en que lo que LeroiGourhan denominó “estilo étnico”, se materializa en diferentes formas, no sólo en la de
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los objetos, también en los comportamientos y
emociones, algo que podría
considerarse las maneras de materializar su existencia”; y por último c) los procesos
emotivos y afectivos a través de los cuales se confiere valor y sentido a la vida y la
existencia, reflejados en los modos de relacionarse afectivamente con el entorno
material que los rodea.
El exprimidor que venimos analizando lo asociaremos a) en primer instancia con unos
significados, emociones y conceptos, que ligan al exprimidor por su material y su forma,
a la tipologia de los objetos domésticos y más exactamente a los utensilios de cocina,
por lo que sabremos de él, que es un objeto aséptico e higienizado en el que se busca
que no genere ningún tipo de alteración en los alimentos; b) en la forma de este
exprimidor se refleja claramente el estilo étnico de una sociedad industrial, sus formas
simples median entre una forma que se ajuste a las necesidades funcionales del objeto
y las capacidades productivas de la infraestructura técnica con que se elabora,
podemos presumir de el que representa la estética del “listo para tirar” característica de
los productos desechables; y por ultimo veremos c) que los objetos más cotidianos –
dentro de ellos el exprimidor- pueden pasar desapercibidos y ser poco valorados, a
pesar de hacer parte integral y fundamental del paisaje doméstico.
Desde la producción, los significados y emociones que puede producir un objeto están
restringidos a su discurso publicitario, sin embargo haciendo un análisis de lo
inesencial que los objetos encierran podríamos darnos cuenta que a través de su
consumo pueden asociarse a ellos otros significados, que desde lo emocional pueden
llegar a transformar las sensaciones que nos producen y con esto lo que sentimos por
ellos. Si se trata por ejemplo, de un ajuar de bautismo, adquirido hace 60 años,
sirviendo para bautizar a más de 30 personas de dos familias, el significado que
permanece en el objeto deja de ser el que tenia cuando se adquirió como producto
comercial, y las razones que aparecen para conservarlo, repararlo y re-usarlo una y
otra vez, así como el sentido y los significados que encierra comienzan a ser otros,
comprensibles tan solo por los propietarios y ocasionales usuarios del objeto. Sucede
lo mismo con la figura humana de un Sagrado Corazón de Jesús que más que un
Santo es un amigo para su propietaria. Es en la biografía de este tipo de objetos,
donde su morfología no evidencia tanto lo “que son” o “para qué sirven” ni tampoco los
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significados culturales que encierra como objeto producido, todos estos referentes se
difuminan para dar paso a las formas de valorización y singularización individual. Lo
que las personas piensan y sienten por los objetos, el estilo que estos representan y
los valores que estos materializan pueden verse modificados infinitamente mientras
son consumidos.
Un ajuar de bautismo con sesenta
años de edad, le recuerda a doña
Cilia el bautismo de sus 14 hijos.
Una
escultura
del
Sagrado
Corazón de Jesús, trae a la mente
de doña Berta el recuerdo de su
cuñada y de su esposo muerto.
Este juego de cubiertos a pesar de
estar incompleto (el tenedor está
perdido), significan mucho para
Julio quien los obtuvo cuando era
niño como obsequio de su padrino.
Desde esta dimensión un objeto es una entidad física perceptible por las personas
como una señal capaz de adquirir un significado a partir de la interpretación que de ella
se hace implementando los patrones culturales que dotan de sentido y valor la vida.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan las emociones, y
afecciones que un objeto puede producir en alguien que lo percibe al ser interpretado
bajo sus patrones culturales, incluyendo aquellas formas de relación más allá de su
sentido útil o meramente lógico, y por lo tanto toda la serie de valores que se pueden
atribuir a un objeto, más allá del valor de uso o mercantil.
El valor que representa esta dimensión del objeto es el valor estético, es decir, lo que
el objeto representa y significa (emotiva o afectivamente) para las personas sin
necesidad de serlo, generando en ellos diferentes emociones o estados de ánimo. El
valor estético estará entonces, ligado al placer sensual que obtiene el individuo con la
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posesión de un objeto al margen de sus utilizaciones específicas: placer de los ojos,
placer del tacto, placer del olfato, placer personal e íntimo20.
ANÁLISIS
SOCIOCULTURAL
DE LAS
DIMENSIONES DEL
OBJETO
ESTRUCTURAL
Lo que es el objeto.
A que hace
referencia
Esencialmente
Insencialmente
Materialización de la
cultura
¿Cómo está hecho?
¿De qué está hecho?
La forma de la
estructura
Las transformaciones
de la estructura
Lo que las personas
hacen para modificar
su entorno.
Los materiales con
que cuenta y
considera útiles desde
diferentes puntos de
vista.
De la capacidad
cognitiva que tiene
para encadenar una
serie de acciones
técnicas con un
objetivo particular.
FUNCIONAL
COMUNICATIVA
Lo que se hace con
el objeto.
¿Para qué sirve?
¿Cómo funciona?
La función que lo
define
Las redefiniciones
de su función
Lo que las personas
hacen en su vida
ordinaria y
extraordinaria.
Los implementos
que utilizan en las
actividades que
realizan.
El sentido que tiene el
objeto.
¿Qué significa?
¿Qué se siente por él?
El significado que le da
sentido
La resemantizaciones
su significado
Lo que las personas
piensan y sienten.
Las cadenas de
acciones que
constituyen su
relación con los
objetos y que se
convierten en ritos
de uso.
La apariencia física
La utilidad del
del objeto y los
objeto y los
procesos técnicos que procesos físicos y
Variables que
representa
han dado como
cognitivos
resultado su forma.
necesarios para ser
operado.
De uso
Valor que determina De cambio
Tabla N° 2. Análisis sociocultural de las dimensiones del objeto.
47
Los objetos que
materializan su
existencia.
Las formas de
valoración emotiva y
afectiva que
implementan para dar
sentido a lo que les
rodea.
El significado del
objeto y los procesos
culturales que –a
través de él- dan
sentido a la vida.
Estético
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Producido y consumido
Las dimensiones estructural, funcional y comunicativa permitan abordar el estudio de
las generalidades morfológicas de cualquier objeto: ¿Cómo y de qué está hecho?
¿Para qué sirve y cómo funciona? ¿Qué piensan y sienten las personas por él? Cada
dimensión está en el objeto durante todo su ciclo de vida, pudiendo variar entre el
momento de su producción y el de su consumo; mientras que los productores de los
objetos prefiguran cada dimensión según el mercado, los consumidores entran a
configurar esas dimensiones a partir de las relaciones que tienen con lo que consumen,
transformando con esto cada dimensión de los objetos. De este modo los registros
estéticos del consumo son los que aparecen a través de estas (estructural, funcional,
comunicativa) dimensiones en el paso del objeto de producido a consumido.
Estas dos formas de representación no deben verse como dos caras opuestas del
mismo fenómeno, son más bien dos dimensiones complementarias que abarcan los
dos momentos en los que transcurre el ciclo de vida de un objeto, el primero
corresponde al de su producción, como algo en lo que se materializan de diversos
modos (tecnológicos, funcionales, simbólicos) los rasgos de una cultura; el segundo a
su consumo como objeto social, y desde este punto como algo donde aparecen los
actos de las personas.
Objeto producido
Este objeto es algo concebido, en el cual se agrupan y toman forma características y
cantidades que lo hacen representable. Producir no quiere decir simplemente que es
un producto, el objeto producido ha sido diseñado, fabricado, empacado, distribuido y
puesto en venta, por lo general bajo estrictas medidas que controlan su “calidad” desde
la extracción de su materia prima, hasta las sofisticadas estrategias promocionales que
lo publicitan.
Este objeto se distingue por ser una mercancía, que se diferencia de las demás –entre
otros de su misma tipología – por su marca, la cual le ubica dentro de una serie de
cadenas de valor y unos rangos de sentido. Es un objeto extraordinario,
completamente terminado, estable y homogéneo. Estas propiedades son el resultado
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de un complejo sistema de fabricación en el cual uno o varios materiales –cosas de la
naturaleza y también creadas por el hombre- han sido procesados y trans-formados
para ajustarlos a formas perfectas.
Una plancha marca “General
Electric” exhibe con orgullo su
precio, las formas de pago que
tiene el almacén que la vende, sus
especificaciones técnicas, y el
tiempo que dura su garantía. Esta
misma información es contenida en
un código de barras comprensible
solamente por un lector infrarrojo
ubicado en la caja registradora.
Apiladas una sobre otra, diferentes
sillas marcas “Rimax” presentan en
adhesivos azules palabras como
“Fiesta” o “Mariposa” que son los
amañados
nombres
de
sus
referencias.
En la sección “Vestuario” de un
hipermercado, un maniquí sin
cabeza sirve para representar al
usuario ideal de los productos que
ofrece en su basta superficie.
Este es un objeto representable de muchas maneras: planos, cartas de producción,
listados
de
especificaciones,
fotografías
descontextualizadas
de
la
realidad,
descripciones, contraindicaciones, instrucciones, garantías y fechas de vencimiento,
dibujos y todo tipo de información coherente, normativa y normalizada.
Esta producción es reconocible también por un nombre dado desde su función, que a
la vez que lo bautiza es la que permite clasificarlo dentro de una tipología determinada.
Para sus productores, sobre la función del objeto ya todo está dicho, y para esto han
elaborado minuciosamente un manual de uso que consta de unas instrucciones
escritas en el lenguaje más parco, acompañado por diagramas que muestran el dibujo
de una persona que sonríe tenuemente al operarlo. Lo que no se debe hacer con el
objeto es explicado en la parte de contraindicaciones y advertencias, donde se
especifican los daños que cubre la garantía, así como los riesgos que correrá la
persona que use el objeto si lo opera de forma equivocada. Toda una serie de iconos
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impresos sobre una etiqueta o al reverso del objeto informan sobre el correcto
funcionamiento.
Este objeto presupone un usuario ideal, un estereotipo que ha dado forma a sus
medidas y proporciones. El objeto ha sido producido para él, lo que lo hace
ergonómicamente perfecto y justo a la medida. En su superficie podemos encontrar –
como instrucciones para su usuario – toda serie de indicadores sobre su operación:
índices, comandos, flechas y botones luminosos, zonas de agarre, perforaciones,
adelantes y reversos. Todos ellos le dan sentido a la hora de ser operado, indicando de
qué manera debe ser sujetado, colocado o almacenado.
La forma del objeto –más allá de su función – deja entrever muchos aspectos sobre él
mismo, sus colores, líneas y curvas, proporciones y demás lo ubican dentro de un estilo,
una corriente o una moda; de uno u otro modo prefiguran lo que el objeto comunica,
podría decirse que estas señales son las que hacen del objeto en su integridad un
mensaje.
Diferentes utensilios de cocina fabricados en plástico y madera se agrupan bajo un orden ficticio y efímero en
las estanterías de su punto de venta según las formas de sus diversas funciones, sus marcas y sus colores.
La valoración, la marca, el lugar donde se vende, el empaque y el sistema de exhibición
son parte de un conjunto de atributos que generan en el objeto producido un valor
agregado, que aunque abstracto es evidente en su precio al público. Podría decirse que
este objeto comercialmente está definido por su código de barras, en éste, además de
su precio está contenida información sobre su productor, su nombre genérico, país de
origen, fecha de caducidad y código de inventario. Información que pasa desapercibida
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para cualquiera ya que sólo es comprensible y reconocible por el lector de la caja
registradora. Su paso por dicho dispositivo redefine el objeto que estaba en venta y que
ahora ha sido adquirido, de ahí en adelante comienza una nueva historia para él, se
inicia su fase como objeto consumido.
Objeto consumido
“… no se trata de objetos definidos según su función, o según las
clases en que podríamos subdividirlos para facilitar el análisis, sino de
los procesos en virtud de los cuales las personas entran en relación con
ellos y de la sistemática de las conductas y de las relaciones humanas
que resultan de ellos.”
J. Baudrillard. El sistema de los objetos. Pág. 2
Este objeto toma forma en las puestas en práctica, donde un grupo de características y
de ciertas cualidades lo presentan como consumido. Consumo –como ya se ha dichono se refiere solamente a un momento de compra, el objeto consumido es adquirido,
usado y desechado; casi siempre de una manera tan inconsciente que lo que le sucede
del punto de venta hasta la caneca de basura permanece por lo general oculto al
conocimiento.
Las formas continuas de una
plancha de plástico se funden en
medio de un paisaje doméstico con
objetos y productos de diferentes
épocas y estilos, componiendo una
composición pintoresca.
Una silla plástica sin marca visible
ni referencia, es amarrada de la
reja del jardín de una residencia
como una extensión del entorno
doméstico sobre el espacio
público.
Personas de diferentes edades y
con
variadas
características
deambulan por los pasillos del
hipermercado, confundidos al no
poder encontrarse a sí mismos en
los productos que les son ofrecidos
en venta.
Este objeto no es precisamente una mercancía, es un objeto usado, que en el mercado
puede ser visto simplemente como una baratija de segunda mano. Nada lo distingue,
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tan solo marcas cualitativas reconocibles sólo por quien lo ha consumido, marcas que
sólo para él o ella tienen sentido. Es un objeto ordinario, incompleto, deforme e
inestable. No tiene que ser necesariamente el producto de un sistema de fabricación,
una cosa –es decir, algo natural –puede convertirse en la práctica en un objeto
adquiriendo funciones y significados como cualquier otro.
El objeto consumido es un objeto irrepresentable por otros medios que no sean
fotografías caseras o “de paseo”, historias de vida y narraciones discontinuas, la
información que de él se tiene es anormal, incoherente y siempre inconclusa.
A través de su consumo el objeto sólo puede ser nombrado por medio de los apodos
que adquiere en su uso, estos a su vez lo hacen inclasificable, por lo que su tipologia
es indeterminada. Pues inmediatamente sale de su envoltorio es puesto en uso,
trasgrediendo en ocasiones su función, adquiriendo en la práctica otras funciones que
son las que pasan a re-definirlo. Instrucciones, contraindicaciones, advertencias y
garantías pasan desapercibidas ante el consumidor quien en cuestión de diagramas e
iconos abstractos permanece analfabeta.
Este objeto supone y evidencia un usuario real, un ser concreto e imperfecto, cuya
forma dista enormemente de ese usuario ideal para el que fue producido. El objeto
consumido ha sido ajustado durante su uso para él, haciéndose casi intransferible. La
superficie del objeto consumido delata su uso, esas marcas se ubican en las zonas
donde fue agarrado, donde fue puesto y donde entro en contacto con otros. Más allá
de las maneras en que ha sido operado, estas marcas del consumo muestran las
formas en que el objeto ha sido adaptado a unas formas de uso y condiciones de vida
particulares.
El objeto a la vez que es consumido es reconfigurado en todo sentido, además de los
cambios que pueda presentar en su estructura (transformaciones), o su función
(redefiniciones), este objeto ha sido re-semantizado, adquiriendo así en su colocación,
en su uso o en su valoración otros significados, que por incoherentes están lejos de
comunicar, o de decir algo comprensible para alguien más que no sea quien lo ha
consumido.
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Al entrar en uso los referentes de forma, marca, función o color que una vez sirvieran para organizar los
productos en sus puntos de venta se desvanecen y pierden sentido ante las necesidades y deseos
incoherentes a los que dan satisfacción. Son ahora las marcas del uso, las estructuras de colocación y los
significados que se les atribuyen los referentes que permiten clasificarlos en las estéticas del consumo.
Más allá de su valor comercial el objeto consumido –como parte del mismo proceso de
consumo – ha adquirido otros valores que pueden ser relativos al no estar definidos
más que por emociones y afectos, haciendo que su valor no sea ya económico sino
emotivo. Puesto que carece de valor comercial (pudiendo convertirse en una de esas
cosas que no tienen precio), son códigos emocionales los que lo definen a la vez que
lo vinculan con recuerdos, momentos, ocasiones y personas. Estos códigos inscritos
tácitamente en el objeto son irreconocibles por dispositivo tecnológico alguno y pueden
pasar imperceptibles para muchos. Sin embargo son estos los que son valorados por
su consumidor, y a través de los cuales el objeto se ha convertido en un acto social.
PARALELO ENTRE EL
OBJETO HECHO Y CON EL
QUE SE HACEN COSAS
DETERMINANTES DE SUS
CARACTERISTICAS
CARACTERÍSTICAS QUE
LO DEFINEN
CICLO AL QUE PERTENECE
PROCESO QUE
DETERMINA SU
MORFOLOGÍA
REGÍMENES DE VALOR
FORMAS DE
OBJETO PRODUCIDO
OBJETO CONSUMIDO
Figurado según las
características de los
sistemas de producción.
Cantidades que lo hacen
representable.
Producir: diseñado, fabricado,
empacado, distribuido y
puesto en venta.
Proceso consciente
Con-figurado según las
características de los actos
de consumo.
Cualidades que lo hacen
irrepresentable.
Consumir: adquirir, usar
desechar.
Extraordinario,
completamente terminado,
estable y homogéneo.
Representable por planos,
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Proceso inconsciente
Ordinario, incompleto,
deforme e inestable.
Irrepresentable por otros
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VISUALIZACIÓN
cartas de producción, listados
de especificaciones,
descripciones,
contraindicaciones,
instrucciones, garantías y
fechas de vencimiento,
dibujos y todo tipo de
información coherente,
normativa y normalizada.
Clasificable tipológicamente
medios que no sean
fotografías caseras o “de
paseo”, historias de vida y
narraciones discontinuas, la
información que de él se tiene
es anormal, incoherente y
siempre inconclusa.
Inclasificable tipológicamente
FORMAS DE
ORDENAMIENTO
Usuario ideal
Usuario real
SER CON EL QUE SE
RELACIONA
Indicadores de cómo debe
Huellas de cómo fue usado
INFORMACIÓN DE LA
usarse
SUPERFICIE
Su valor está representado
Su valor está determinado por
REPRESENTACIÓN DE SU
por el código de barras.
códigos emocionales.
VALOR
Tabla N° 3. Paralelo entre” el objeto hecho” y con el objeto “con el que se hacen cosas”.
Apropiación de la cultura material
Más que las formas en que la cultura se materializa en los objetos, lo que interesa
como fenómeno de estudio a la estética del consumo, son las maneras en que esa
información cultural materializada es interpretada a través de la puesta en práctica del
objeto. El paralelo entre el objeto producido y el consumido, ponen en evidencia que en
esas puestas en práctica en las que aparecen las maneras de hacer y pensar propias a
cada individuo, la cultura material, los objetos en sí mismos (en su forma, su utilidad y
su sentido) son adaptados, entendiendo la adaptación como el conjunto de
modificaciones que sufre un organismo –para nosotros el objeto- para poder ajustarse
a un entorno. Lo que sucede al objeto consumido es precisamente esto, su forma, su
utilidad y su sentido se modifican para poder acomodarse a lo qué las personas hacen
y piensan, al entorno donde están ubicados y en general a las prácticas activas y
pasivas, interactivas y contemplativas.
Las adaptaciones que sufre un objeto modifican cada una de sus dimensiones, y la
ajustan o acomodan a condiciones particulares. Son esos procesos de cambio, de
ajuste, de apropiación los que reflejan cómo las instrucciones culturales se convierten
en acciones sociales, como esa trama compleja de significados que componen la
cultura son interpretados y dotados de sentido pragmático. Volviendo a la comparación
que hemos planteado entre el lenguaje y los objetos, vemos que esto mismo sucede a
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la lengua a través del habla, es adaptada y no sólo en cuanto a la composición de las
palabras, sino también –y esto está claramente demostrado en el parlache- en el
significado y las funciones de cada palabra. En general a través de los actos que
ponen en práctica cualquier sistema se evidencia cómo lo concebido es practicado y
cómo los ideales culturales se convierten realidades sociales.
Con el propósito de un posterior análisis de las puestas en práctica de los objetos,
descubriendo en la cultura material un “parlache de objetos” definimos las diferentes
formas de adaptación de la siguiente manera, estableciendo para cada dimensión una
forma de ajuste y un nombre.
DIMENSIÓN
Estructural
ADAPTACIÓN
Transformaciones
MANIFESTACIÓN
Cambios en la forma del objeto, en los materiales que lo
componen y los procesos que lo conforman.
Funcional
Cambios en la función del objeto, funciones agregadas o
Redefiniciones
eliminadas y nuevas formas de operación.
Comunicativa
Resemantizaciones Cambios de sentido, nuevos significados que se
sobreponen sobre el original, emociones, sentimientos y
afectos sentidos por el objeto.
Tabla N° 4. Adaptación de las dimensiones del objeto.
Cada forma de adaptación dará cuenta más adelante por la forma en que el lenguaje
de los objetos es hablado, y de cómo estos son vividos cuando su racionalidad técnica
choca con la irracionalidad de las necesidades y deseos humanos.21
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Maestría en Estética
Referencias
1
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication. International journal of
Intercultural Relations. 25 (2001) 563-580.
2
Edward T. Hall. Silent Language. Garden City, New York. 1959
3
José Luis Pardo. Las formas de la exterioridad. Págs. 16 y 17.
4
Jesús Mosterín. Filosofía de la Cultura. Pág. 18
5
Clifford Geertz. “La interpretación de las culturas”
6
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication
7
David Howes. Commodities and cultural borders.
8
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication
9
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 93
10
Bernard Stiegler. Leroi-Gourhan. La inorgánico organizado. En: Les cahiers de médiologie.
N°6. Traducción de Jairo Montoya Gómez (Universidad Nacional de Colombia)
11
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
12
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
13
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
14
Manuel Delgado. El animal público. Editorial Anagrama. Barcelona. 1999. Pág. 23
15
Ver: Manuel Delgado. Disoluciones Urbanas. Editorial Universidad de Antioquia.
Lo urbano plantea ante todo un proceso de apropiación de la ciudad, de la conversión del
espacio construido en espacio vivido. A través de lo urbano la ciudad es adaptada día a día,
hora a hora, a las prácticas sociales y a toda forma de situación que en ella se desarrolla.
16
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 300
17
Tom Fischer. What we touch, touches us: Materials, affects, and affordances. Design Issues.
Vol. 20, N° 4. 2004
18
“Lleva siempre un ojo de delfín y las mujeres te encontraran irresistible, dice Tereza Maciel,
que vende hierbas y partes de animales con supuestos poderes mágicos en su tenderete de
Ver-O-Peso (Vigila el Peso) de Belem de Parca, cerca de la desembocadura del amazonas”.
COLORS Magazine. Extra/ordinary objects 1. TASCHEN. Italy. 2003.
19
Alan Costall. “Socializing Affordances” Theory & Psychology. Vol. 5 N° 4. 1995
20
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 87
21
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Pág. 6
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