-01- LAS PUESTAS EN PRÁCTICA

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Universidad Nacional de Colombia
Maestría en Estética
-01LAS PUESTAS EN PRÁCTICA
La Chiva. Medellín, viernes 22 de abril de 2005
“Muchos trabajos (…) se ocupan de estudiar sea las representaciones, sea los
comportamientos de una sociedad. Gracias al conocimiento de estos objetos sociales,
parece posible y necesario identificar el uso qué hacen de ellos grupos e individuos. Por
ejemplo, el análisis de las imágenes difundidas por la televisión (representaciones) y del
tiempo transcurrido en la inmovilidad frente al receptor (un comportamiento) debe
completarse con el estudio de lo qué el consumidor cultural “fabrica” durante estas horas
y con estas imágenes. Ocurre lo mismo con lo qué se refiere al uso del espacio urbano,
los productos adquiridos en el supermercado, o los relatos y leyendas qué distribuye el
periódico.
La fabricación por descubrir es una producción, una poiética, pero oculta, porque se
disemina en las regiones definidas y ocupadas por los sistemas de “producción”
(televisada, urbanística, comercial, etcétera) y porque las extensión cada vez más
totalitaria de estos sistemas ya no deja a los “consumidores” un espacio donde identificar
lo qué hacen de los productos. A una producción racionalizada, tan expansionista como
centralizada, ruidosa y espectacular, corresponde otra producción, calificada de
“consumo”: esta es astuta, se encuentra dispersa pero se insinúa en todas partes,
silenciosa y casi invisible, pues no se señala con productos propios sino en las maneras
de emplear los productos impuestos por el orden económico dominante”.
Michel De Certeau. La invención de lo cotidiano1. Artes de hacer. Pág. XLLII – XLIII
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Juan Diego Sanín Santamaría
Estéticas del Consumo
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Lengua y habla
F. Saussure en el “Curso de lingüística general”, consideró como algo quimérico reunir
bajo un mismo punto de vista la lengua y el habla y expuso la necesidad de diferenciar
entre dos lingüísticas: una del lenguaje, esencial, en tanto que estudia la lengua como
algo social e independiente del individuo, un estudio psíquico; y otra del habla, inesencial, pues tiene por objeto de estudio la parte individual del lenguaje, es decir, el
habla, considerada esta como una puesta en práctica del lenguaje a través de la
fonación, un estudio psico-físico.
“La lengua puede compararse a una sinfonía cuya realidad es independiente de
la forma en que se ejecute; los errores que puedan cometer los músicos que la
tocan, en modo alguno comprometen esa realidad1.
…La lengua existe en la colectividad bajo la forma de una serie de
improntas depositadas en cada cerebro, aproximadamente como un diccionario
cuyos ejemplares, todos idénticos, estuvieran repartidos entre los individuos. Es,
por tanto, algo que está en cada uno de ellos, siendo común a todos y estando
situado al margen de la voluntad de los depositarios…
…(el habla) es la suma de lo que las gentes dicen, y comprende a)
combinaciones individuales que dependen de la voluntad de quienes hablan, b)
actos de fonación igualmente voluntarios, necesarios para la ejecución de esas
combinaciones.
No hay, por tanto, nada en el habla de colectivo; sus manifestaciones son
individuales y momentáneas.”2
Las costumbres lingüísticas de la cultura popular se traman con las reglas de la lengua oficial, dando forma a
palabras vernáculas nacidas espontáneamente en los hábitos del habla. ¿Será posible encontrar estas mismas
formas de apropiación en los objetos?
Un caso particular sobre los estudios de las puestas en práctica del lenguaje, es decir
del habla, lo encontramos en el “parlache. "Parlache" (parla + parche) es el nombre
que han dado José Ignacio Henao y Luz Stella Castañeda3 a las puestas en práctica
del lenguaje surgidas en los barrios populares de Medellín en los años ochenta, y que
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se han hecho extensivas a gran parte de la sociedad medellinense así como a otras
ciudades Colombianas. Esta variante del español, se diferencia del lenguaje estándar
por un fuerte proceso de transformación léxico–semántica, que se materializa en el
surgimiento de palabras nuevas, la resemantización de significados existentes, y en la
revitalización de palabras de la cultura popular 4 . El parlache muestra ante todo la
manera en que el español es desviado o adaptado en su uso cotidiano para satisfacer
las necesidades comunicativas de un gran sector de la sociedad, para quienes los
significantes y significados concebidos por la tradición lingüística –en un momento
dado- pierden sentido, al no poder expresar a través de éste su realidad. El “parlache”
es en sí mismo producto de una tensión socio-cultural, en la cual el lenguaje concebido
como oficial por la cultura al no lograr representar la realidad social es modificado por
sus practicantes, quienes buscan un ajuste entre las posibilidades que éste brinda y
sus actos comunicativos. En este lenguaje deformado toman forma y se materializan
sensibilidades emergentes, nuevas maneras de ser y sentir el mundo, de valores,
normas y actitudes, de alteraciones y modificaciones de la cotidianidad.
El parlache, o esa manera particular de relación a través del lenguaje, identifica a sus
practicantes, los cohesiona, establece vínculos emocionales entre ellos, refleja además
la manera en que perciben y enfrentan el mundo. Si alguien dijera que en Medellín –o
en Colombia- el lenguaje oficial es el español, estaría diciendo muy poco acerca de la
realidad colombiana o de su cultura, por el contrario, unas cuantas palabras del
parlache (sizas: sí; notis: no; ansorris: lo siento; bezaca: cabeza; peyerrea
(peye+gonorrea): insulto;) bastarían para dar cuenta de ciertos procesos de
comunicación y socialización, de su estilo y su cultura.
Si llevamos las apreciaciones de Saussure al campo del estudio de los objetos, no
podríamos preguntarnos por la posibilidad de dividir los estudios de la cultura material,
y de todos los objetos en general, bajo la misma óptica comparativa que él propuso
para los estudios del lenguaje ¿Será posible pensar los objetos: de una parte cómo un
sistema compuesto de ejemplares idénticos repartidos colectivamente a todos los
individuos de una sociedad; y por otra como un conjunto de actos diversos e
individuales, o cómo la suma de lo qué la gente hace con ellos?
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La pregunta por las puestas en práctica de los objetos
En la parte introductoria de “El sistema de los objetos”, J. Baudrillard refiriéndose a los
estudios sobre los objetos, enfatizaba que el análisis formal, funcional y estructural no
da respuesta a la manera en qué éstos son vividos, ni a qué otras necesidades a parte
de las funcionales, dan satisfacción. Se preguntaba además por esa parte inesencial
del objeto (diferente a Saussure que se preocupo por lo esencial del lenguaje): por lo
qué le ocurre en el dominio de lo psicológico o lo sociológico, de las necesidades y de
las prácticas5, o dicho de otro modo: por las maneras en que ése sistema de objetos se
trama en la práctica con los actos de las personas.
“Cada uno de nuestros objetos prácticos está ligado a uno o varios elementos
estructurales, pero, por lo demás todos huyen continuamente de la
estructuralidad técnica hacia los significados secundarios, del sistema tecnológico
hacia un sistema cultural”.
“El sistema de los objetos no puede describirse científicamente más que
cuando se le considera, a la vez, como resultado de la interferencia continua de
un sistema de prácticas sobre un sistema de técnicas”.
“La descripción del sistema de los objetos tiene que ir acompañada de una
crítica de la ideología práctica del sistema. En el nivel tecnológico no hay
contradicción: sólo hay sentido. Pero una ciencia humana tiene que ser del
sentido y del contrasentido: de cómo un sistema tecnológico coherente se difunde
en un sistema práctico incoherente, de cómo la ‘lengua’ de los objetos es
‘hablada’, de qué manera este sistema de la ‘palabra’ oblitera al de la lengua. Por
ultimo, ¿dónde está no la coherencia abstracta, sino las contradicciones vividas
en el sistema de los objetos?”6
Preguntas similares a las que se hacia Baudrillard, –aunque desde otra óptica, en otro
lugar y en otra época- son las que guían esta investigación. ¿Cómo es qué ponemos
en práctica, eso que concebimos por cultura material?
Si Baudrillard se preguntaba por cómo ese ‘lenguaje’ de los objetos era ‘hablado’…
¿no podremos nosotros preguntarnos por la existencia de un dialecto social o de un
“parlache” de los objetos en nuestras ciudades? ¿Será posible ubicar en las puestas en
práctica del objeto procesos de transformación similares a los del parlache que
consistan igualmente en el surgimiento de nuevos objetos, en la resignificación de los
existentes, o la revitalización de objetos populares? ¿Cómo estudiar entonces esas
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puestas en práctica de la cultura material a través de las cuales sus practicantes se
identifican y cohesionan afectivamente entre sí como un grupo?
La necesidad de un término
Lo que plantea este proyecto es que de la misma forma que en lingüística se diferencia
claramente entre la lengua como un sistema y el habla como un acto, podría
entenderse –desde los estudios culturales- la cultura material desde dos perspectivas:
a) una análoga a la lengua como sistema, que se referiría a los objetos como
concepción cultural en tanto objeto físico u objeto construido, y otra dimensión b) que
se relaciona más con el habla como acto, referida a los objetos como puesta en
práctica social, como hábito o como objetos vivido a través de su consumo. Esta
distinción se considera por demás fundamental, para poder comprender esa dimensión
de los objetos que permanece aún oculta a el conocimiento, y que serviría por una
parte para saber qué hace la gente con los objetos, qué piensa de ellos, cómo es qué
esa gente, la de la calle, también la gente de casa, se relaciona entre sí a través de
ellos, y a la vez con ellos mismos, materializando en esas formas de apropiarlos, de
usarlo y desecharlos las normas, categorías, valores y actitudes de su cultura.
Si el habla define las puestas en práctica de la lengua, ¿Cómo referirse o cómo
nombrar esas puestas en práctica de los objetos, de eso que llamamos cultura material?
¿Cómo nombrar el estudio de esas tramas entre el objeto y lo humano?
Estética del consumo
Si el habla, y en nuestro caso más específicamente el “parlache” es el término que
sirve para definir las puestas en práctica de la lengua, consumo es el término que
proponemos para definir las puestas en práctica de la cultura material, y planteamos
que si la lengua se pone en práctica a través del habla, la cultura material lo hace a
través del consumo, y que esas mismas transformaciones, resemantizaciones y
redefiniciones funcionales que observamos en las palabras pueden encontrarse en los
objetos.
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El habla representa ante todo una forma de apropiación del lenguaje por parte de sus
usuarios, así mismo, el consumo, como aquí se plantea, se refiere a los procesos de
apropiación de la cultura material, a través de los cuales los objetos construidos son
convertidos en objetos vividos, siendo acomodados a las prácticas sociales (a los
hábitos) que se desarrollan a partir de cada individuo. De algún modo lo que se
entiende en este caso por consumo no se restringe a la forma en que los objetos son
comprados, a lo que se refiere ante todo es a lo que las personas hacen con ellos, es
decir, la manera en que se los apropian en el día a día singularizándolos y cargándolos
de sentido estético al materializar en sus configuraciones –tangible e intangiblementesu sensibilidad.
Si a través del parlache –entendido como apropiación de la lengua – surgen palabras
nuevas, nuevos significados, o nuevos valores, que permiten de una u otra manera
instaurar a través del habla otra realidad diferente a la del lenguaje oficial, las
apropiaciones que se refieren al consumo de la cultura material permitirán ubicar el
surgimiento de nuevos objetos, de nuevas morfologías, de modificaciones simbólicas,
afecciones o cargas emotivas que los objetos reciben, de nuevos significados más allá
del concebido, otros sentidos, funciones o formas que son adquiridas en su práctica,
que lo que hacen es convertirse en un reflejo material de la cultura.
Al decir que el concepto de consumo -en el marco de la estética del consumo- no se
restringe sólo a situaciones de compra, implica abarcar el termino a todo el conjunto
de las puestas en práctica de la cultura material a lo largo de su ciclo de vida, esto es:
los modos en que es adquirida, en que es usada y en que es desechada, también la
forma en que las relaciones emotivas, cognitivas y físicas que tienen las personas con
ellos durante estas fases quedan inscritos en ellos ya sea estructural, funcional o
comunicativamente. No se considera en ningún momento el consumo como un acto
pasivo de resignación social a unos modelos comerciales impuestos desde diferentes
ámbitos, y que determinan qué y cómo se debe comprar; se considera por el contrario,
el consumo como algo activo e interactivo, una forma de producción cultural, que a
pesar de permanecer oculta representa en sus modos de apropiación la manera en
que la gente le hace frente a esas realidades materiales impuestas, ya sea para
participar abiertamente ,o simplemente para ignorarla y construir una propia.
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Puesto que lo que se plantea acá por consumo, no es otra cosa que toda una serie de
situaciones cotidianas, de sucesos, ocasiones y eventualidades, que tienen lugar –
literalmente- en “cualquier parte”, y que se caracterizan ante todo por una forma de
relación sensible (en todo sentido, físico, emocional y cognitivo), de las personas con
los objetos, este estudio no se plantea como una antropología, o una sociología, sino
ante todo como una “estética expandida”, que se pregunta por los registros estéticos
que aparecen o quedan como huellas y rastros de esas formas de relación de los
individuos a lo largo de “vida de los objetos”.
Esta es una estética expandida, preocupada por definir cómo en lo cotidiano de las
relaciones socio-culturales en las que lo fisiológico, lo técnico, lo figurativo, e incluso lo
biológico se traman, y se configura algo que en términos de A. Leroi Gourhan7 podría
denominarse un “código de emociones”, que deja entrever los modos de relación de las
personas entre sí, sus formas de inserción afectiva como individuos en un grupo, a
partir de su participación en unos mismos ritmos (biológicos, físicos, socioculturales) y
de compartir unos mismos modos de valoración; ritmos y valores que se convierten
por lo tanto en referentes de su identidad social y con esto en rasgos de su cultura. De
alguna manera esto plantea que lo que aparece en esas prácticas en torno a la cultura
material, es decir,
en los registros estéticos del consumo, son esas maneras de
vinculación socio-cultural entre las personas que las comparten al participar en ellas de
manera similar: entre quienes compran, quienes usan y quienes desechan. Es a través
del consumo que salen a relucir los verdaderos rasgos culturales (la identidad cultural)
que guían en la práctica a una sociedad, en este caso a través de las relaciones que
tienen entre ellos a través o por medio de los objetos.
Si bien el estudio de la lengua se define como una lingüística, y el del parlache se
enuncia como una socio-lingüística, el del consumo se hace en términos de una
estética: la estética del consumo, no porque este estudio trate de restringir sus estudios
a lo bello que estas puestas en práctica de la cultura material puedan resultar, se
refiere por el contrario a una estética preocupada por la manera en que lo estructural,
lo funcional y lo comunicativo –como dimensiones del objeto- se traman con lo
fisiológico, lo cognitivo y lo emotivo –como dimensiones de lo humano-, para constituir
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en cada contexto un código de emociones materializadas en objetos, que reflejan a
través de sus morfologías y biografías, las formas en que los individuos se insertan
afectivamente a su grupo a través de las relaciones habituales que tienen con los
objetos, materializando además en esas prácticas su forma de espacializar la
existencia, la sensibilidad y el estilo étnico de cada colectivo social.
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Referencias
1 Ferdinand
2
de Saussure. Curso de lingüística general. Pág. 32
Ferdinand de Saussure. Curso de lingüística general. Pág. 33
3
José Ignacio Henao Salazar. Luz Stella Castañeda Naranjo. El parlache. Editorial Universidad
de Antioquia. Medellín. 2001.
4
José Ignacio Henao Salazar. Luz Stella Castañeda Naranjo. El parlache. Pág. 4
5
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Siglo XXI Editores. México. 1975.
6
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Págs. 6 y 9
7
Andre Leroi – Gourhan. El gesto y la palabra. Tercera parte. Los símbolos étnicos.
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