28 LATERCERA Martes 10 de mayo de 2016 Negocios RR El economista Sergio de Castro (izquierda) y el profesor Arnold Harberger ayer en la Universidad Católica. FOTO: ANDRES PEREZ [ANIVERSARIO] Este año se cumplen seis décadas desde que la primera camada de alumnos chilenos asistió a la Universidad de Chicago con el profesor Arnold Harberger. Por Constanza Morales Huidobro La celebración de los 60 años de los Chicago Boys y su mentor E n marzo de 1956, la entonces Facultad de Comercio y Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Chile y el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago firmaron un convenio que, entre otras cosas, incluía la selección de alumnos nacionales para perfeccionar sus estudios en la llamada Ciudad del Viento. Uno de los becarios que formó parte de la primera generación de este programa fue Sergio de Castro, considerado por muchos como el “arquitecto” de las reformas económicas que se implementaron durante el gobierno militar al ser uno de los autores de “El Ladrillo”, el documento que contenía las propuestas de los Chicago Boys. Una de las figuras que más influyó sobre estos estudiantes chilenos fue Arnold Harberger, profesor de la Universidad de Chicago entre 1953 y 1991 y quien se transformó en mentor y amigo de los alumnos. A seis décadas de haberse conocido, de Castro y Harberger se reunieron ayer en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UC para participar del seminario “Chicago Boys: 60 años después”, evento organiza- do por el Centro de Alumnos de Administración y Economía. En la conversación, que se extendió por una hora, los economistas relataron cómo surgió el acuerdo entre las dos casas de estudio y cuál era el objetivo de la alianza. Harberger, quien es profesor emérito de la Universidad de California, Los Angeles, detalló que el convenio fue una iniciativa de la Administración de Cooperación Internacional (ICA, su sigla en inglés), que posteriormente pasó a ser la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID). Cuando trabajó en Santiago, Albion Patterson, director de ICA, quedó impresionado por la situación que se vivía en ese momento en la región y por eso decidió enviar dos cartas, una a la Universidad de Chile y otra a la Católica, para averiguar si es que estaban interesadas en tener vínculos con su par de Chicago. Mientras la primera facultad estaba en medio de una batalla interna por el nuevo decano, la de la Pontificia aceptó de inmediato la propuesta como una forma de contrarrestar la supremacía de su rival. “La Universidad de Chile era enormemente superior en calidad académica a la Católica”, sostuvo de Castro. A juicio de Harberger, la misión Sergio de Castro, ex ministro de Hacienda, fue parte del grupo original de estudiantes que se formó en Chicago. Uno de sus profesores fue Arnold Harberger, quien conoció a su esposa chilena en una de las fiestas con sus alumnos. A juicio de Harberger, la recuperación de Chile tras el 73 se debió a “El Ladrillo”, la hoja de ruta de los Chicago Boys. era “hacer llegar la buena economía a este país”. El programa El ex ministro de Hacienda entre 1976 y 1982 reconoció que la experiencia en Estados Unidos fue “atroz”. Cuando recibieron el programa de estudios, vieron que sólo tendrían tres cursos trimestrales, lo que contrastaba con los 20 ramos en Santiago. Los becados pensaron que iban a tener tiempo suficiente para re- correr el país, pero ese plan se esfumó el primer día de clases, cuando les pasaron una lista de lectura. Rápidamente se dieron cuenta de que dicho listado era para leerlo, no para guardarlo. Tal era la carga, que debieron establecer sesiones de estudio de lunes a domingo. “Fue realmente una experiencia bastante fuerte”, expresó el también ex ministro de Economía. Su mentor respondió: “los primeros tuvieron que sufrir más”. El proceso en Chicago fue tan duro para de Castro que cuando le ofrecieron un tercer año para terminar el doctorado lo rechazó y volvió a Chile a impartir clases. Unos años más tarde regresó para terminar su PhD. A pesar de lo difícil que fue estudiar allá, de Castro no cambiaría nada de lo que le tocó vivir, ya que el programa fue exitoso tanto para los que participaron de él como para la Escuela. “Cualquier éxito que haya tenido este programa se debe a la gran capacidad humana e intelectual de esas primeras camadas que llegaron a Chicago”, manifestó Harberger. El “padre” de los Chicago Boys destacó que los alumnos originales –no más de 30– eran “una muestra de gente de gran empeño, de gran dedicación” y que ese esfuerzo les permitió a una bue- na parte de ellos desempeñar cargos de gran influencia. En cuanto a los fuertes lazos que se forjaron entre los becarios y el profesor, ambos aseveraron que estos nacieron fuera de las aulas. “La amistad comenzó con las fiestas en el departamento de ellos donde conocí a mi mujer”, bromeó Harberger. Por su parte, de Castro subrayó el gran sentido del humor y la hospitalidad de Alito, como es llamado por sus cercanos el economista estadounidense. El Ladrillo Quizás el principal símbolo de los Chicago Boys es “El Ladrillo”, el programa económico que, según de Castro, surgió en 1973 “producto de la situación económica que había generado el triunfo de Allende el año 70 y la aplicación de un programa económico absolutamente loco”. El 11 de septiembre, el proyecto no estaba terminado, pero lo que habían escrito fue entregado al empresario Roberto Kelly, quien lo imprimió en un papel muy grueso y terminó siendo un gran documento. El texto fue distribuido a los miembros de las Fuerzas Armadas. “La gran recuperación de la economía chilena después del trastorno del 70-73 se debe a ‘El Ladrillo’”, remató Harberger.b