las empresas también son consumidores

Anuncio
LEGALES
Las empresas
también son
CONSUMIDORES
Con la incorporación de normativa relativa a las relaciones de consumo al Código Civil y
Comercial Unificado se establecieron “ciertos derechos mínimos” que conforman un piso
de tutela, tanto para las personas físicas como jurídicas.
Por Sandra Sofía Arcos Valcárcel
Abogada de CAIL,
docente de la Universidad de Buenos Aires
y de la Universidad de Palermo
E
l Código Civil y Comercial Unificado, cuya vigencia ha comenzado el
1º de agosto de 2015, ha incorporado normativa relativa a las relaciones de consumo que se suman al
denominado “Estatuto del Consumidor”, terminología utilizada para hacer referencia, de
un modo amplio, a las distintas normas que
entrelazadas entre sí se usan para brindar
tutela jurídica a los consumidores y usuarios.
70
ABRIL 2016
Lo integran no solo la Ley de Defensa del
Consumidor (LDC), sino además el art. 42 de
la Constitución Nacional, la Ley N° 22.802
(Lealtad Comercial) y la 25.156 (Defensa de
la Competencia), como así también otras
normas generales o especiales aplicables a
las relaciones de consumo (por ejemplo, la
Ley 25.065 de Tarjetas de Crédito o la 25.326
de Hábeas Data), además de, ahora también,
el cuerpo normativo mencionado.
LAS EMPRESAS COMO CONSUMIDORES
Ahora bien, ¿las empresas podrían considerarse consumidores?
Si bien la LDC en la reforma introducida
por la Ley 26.631 en 2008 había incluido
a las “personas jurídicas” dentro de la cate-
LETREROS
goría “usuario o consumidor” siempre que
adquieran bienes o servicios como “destinatario final” y “en beneficio propio”, el nuevo
ordenamiento ha ampliado notoriamente el
concepto de consumidor al considerar con
esa terminología tanto a la persona humana
como a la jurídica que adquiere o utiliza, en
forma gratuita u onerosa, bienes o servicios
como destinatario final, en beneficio propio
o de su grupo familiar o social. Es decir, queda equiparado al concepto de consumidor
quien, sin ser parte de una relación de consumo como consecuencia o en ocasión de
ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en
forma gratuita u onerosa, como destinatario
final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social, tal como se venía pronunciando
El nuevo Código ha
ampliado el concepto
de consumidor al
incluir también a las
empresas que, como
usuarios finales,
adquieren un bien o
un servicio.
la jurisprudencia comercial de los últimos
años.
Pero para categorizar si una empresa puede ser considerada consumidora, siguiendo
a Ricardo Lorenzetti, se podría efectuar la
siguiente clasificación:
1. En algunos casos, los productos pueden
ser adquiridos por empresas, pero como
consumidores finales. Es decir, bienes “no
integrados al proceso productivo”. Sería el
supuesto, por ejemplo, de la compra de obsequios de fin de año por parte de la compañía
para sus empleados. Indudablemente, sería
este un caso por el que se permitiría a una
empresa invocar la LDC para defender su
posición.
2. Pero también existen situaciones de “integración parcial”. Aquí, el bien utilizado
ostenta una finalidad mixta. Por un lado,
la cosa o servicio forma parte del proceso
productivo, pero, simultáneamente, se desvincula de él. Pasaría, por ejemplo, con un
rodado afectado a una actividad de venta,
pero que los fines de semana es usufructuado
por el dueño de la empresa para su disfrute
personal. Dentro del derecho comparado,
esta tendencia de incluir a la empresa como
un consumidor más no es uniforme. Si bien
en Sudamérica se exhibe una idea similar a
la plasmada en la Argentina, en Europa la
normativa comunitaria circunscribe el concepto a la persona física.
Entonces, el universo del consumo aplica
a una significativa cantidad de relaciones
jurídicas por cuanto también son contratos
de consumo aquellos que oficia una empresa
como usuario final de un bien o un servicio
por ser celebrados entre un consumidor o
un usuario final con una persona humana
o jurídica que actúa profesionalmente como
una empresa productora de bienes o prestadora de servicios, y que tiene por finalidad
la adquisición, la utilización o el goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social.
¿Por qué es que en el nuevo ordenamiento se ha legislado sobre una materia que
ya contaba con una ley propia y específica?
Porque el legislador del Código ha tenido
en especial consideración que la dinámica
propia de las relaciones de consumo hace
que estas sean muy cambiantes, lo que deABRIL 2016
71
LEGALES
termina la conveniencia de contar
con una ley que pueda ser fácilmente
modificada, conforme se explica en
los fundamentos que acompañan al
proyecto. Así, en el Código se establecieron ciertos “mínimos legales”
que conforman una suerte de piso
de tutela, que podrán ser ampliados
por legislación específica, pero nunca
limitados .. Así se establece que el
contrato de consumo se deberá interpretar en el sentido más favorable
para el consumidor, por lo que cuando existan dudas sobre los alcances
de la obligación del consumidor, se
adoptará la que sea menos gravosa a
este. Pero la interpretación no puede
albergar soluciones ilógicas o irrazonables en
las que un mero capricho o mínima ventaja
del consumidor ocasione un enorme dispendio económico o esfuerzo del empresario; es
decir, cuando el desequilibrio carezca de una
razonabilidad justificada, deberá optarse por
la solución más razonable.
NO DISCRIMINACIÓN
En este mismo sentido, el nuevo ordenamiento da una pauta fundamental en materia de interpretación normativa: el art. 1094
dispone que los proveedores o comerciantes
deben garantizar condiciones de atención y
trato digno a los consumidores y usuarios.
La dignidad de la persona debe ser respetada conforme a los criterios generales que
surgen de los tratados internacionales de derechos humanos aprobados por el Congreso
Nacional. De tal modo, los proveedores deben abstenerse de desplegar conductas que
coloquen a los consumidores en situaciones
vergonzantes, vejatorias o intimidatorias; el
trato que deben dispensar será equitativo y
no discriminatorio. No pueden establecer diferencias basadas en pautas contrarias a la
garantía constitucional de igualdad (cfr. art.
16 de la Constitución Nacional), en especial,
la de la nacionalidad de los consumidores.
BRINDAR INFORMACIÓN
Y PUBLICIDAD CIERTA
El comerciante o proveedor de un servicio o
quien celebre contrato de compraventa –es
decir, cuando una parte se obliga a transferir
la propiedad de una cosa y la otra a pagar un
72
ABRIL 2016
precio en dinero, v.gr. 1123 CCC– está
obligado a suministrar información al
consumidor en forma cierta y detallada, respecto de todo lo relacionado
con las características esenciales de
los bienes y servicios que provee, las
condiciones de su comercialización y
toda otra circunstancia relevante para
el contrato. La información en todos
los casos debe ser gratuita para el consumidor, aun cuando sea una empresa,
y proporcionada con la claridad necesaria que permita su comprensión. La
fuente normativa es el art. 4º de la Ley
24.240.
El derecho a la información no constituye una categoría propia de los derechos del
consumidor, sino que es parte del contenido
de la oferta; y tiene su sustento y razón de ser
en la buena fe que ambas partes deben tener
dentro del marco de la relación de consumo.
La información adecuada, atendiendo a las
circunstancias de tiempo, modo y lugar, es
por tanto un instrumento eficaz en la prevención del daño. La adecuada información dada
al consumidor podrá constituir un eximente
de responsabilidad a favor del productor, en
tanto, si aquella fue inadecuada o insuficiente, se constituye en una causa objetiva de responsabilidad contra el productor y a favor del
consumidor, y allí es donde necesariamente
se debe interpretar a favor de este último.
En este sentido, es trascendente la información suministrada al consumidor a través de
la publicidad de los productos, los bienes o
los servicios,, entendida esta como las precisiones formuladas en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión.
El artículo 1101 del nuevo Código prohíbe
expresamente la publicidad que contenga
indicaciones falsas o que induzcan a errores
o a engaño en la persona del consumidor,
cuando recaigan sobre elementos esenciales
del producto, cuando efectúen comparaciones que conduzcan a error.
Todo aquello que esté incluido en las campañas de publicidad que lleven a cabo las
empresas, y todo aquello que se difunda por
cualquier medio, incluso en los sitios web
de las empresas, es publicidad y se tiene por
incluida en el contrato con el consumidor y
obliga al oferente.
LETREROS
ABRIL 2016
73
Descargar