el concepto de «estimulación precoz» y su relación con la

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ORIGINALES
EL CONCEPTO DE «ESTIMULACIÓN PRECOZ»
Y SU RELACIÓN CON LA INVESTIGACIÓN BÁSICA
SOBRE ADQUISICIÓN DE LENGUAJE
Por Emilio Ribes Iñesta
Profesor de Postgrado, ENEP Iztacala. Universidad Autónoma de México
concepto de «estimulación precoz» es un mal
concepto... desde la perspectiva del desarrollo
del comportamiento humano a partir del nacimiento. Es un mal concepto porque parece que hablar de «estimulación precoz, se refiere a que la
precocidad es una propiedad de la estimulación o
que existen momentos adecuados para que exista
cierta estimulación y otros en que esa estimulación
no es apropiada. Hablar de «estimulación precoz»
implica adelantarnos al momento en que la estimulación es apropiada. Quizás el concepto de «estimulación temprana» es más adecuado, porque hace
referencia al momento del desarrollo en el cual se
estructuran ciertas prácticas de intervención, a fin
de organizar estimulación sistemática respecto al
niño. También el concepto de «estimulación temprana» es parcialmente inadecuado, porque el problema no es el momento en que se hace, sino la
oportunidad con la cual se hace.
Vamos a tratar de fundamentar una nueva forma
de hablar de esto, que es el concepto de estimulación oportuna. Todo el comportamiento humano
puede definirse como comportamiento lingüístico.
Ésta es una afirmación muy radical y tiene una serie de implicaciones muy importantes para definir
los criterios bajo los cuales se van a tomar medidas
de intervención que están dirigidas a promover el
E
L
desarrollo. No sólo desde la perspectiva del niño excepcional por impedimento, sino del niño «normal»
cualquiera que sea el significado de la normalidad.
Cuando el niño nace, sólo responde a las condiciones físico-químicas del ambiente, en términos de
la reactividad incondicional del organismo a ciertos
parámetros, muy generales, como la temperatura,
ciertas intensidades de estimulación, etcétera. El
niño, en este sentido, biológicamente, sí es un ser
humano, pero conductualmente no es aún un ser
humano. No se distingue de cualquier otro recién
nacido de cualquier otra especie, excepto en una característica: es conductualmente más inepto que las
demás especies. Es decir que está en desventaja,
biológicamente, comparado con los recién nacidos
de otras especies. El proceso de desarrollo consiste
en un conjunto de prácticas sociales, normalmente
desarrolladas a través de la madre, en una primera
instancia, o quien funcione como equivalente a lo
que es la madre; podría ser el padre, podría ser la
nodriza, la abuela, toda una serie de personas que
pueden cumplir con este papel. Hay pues un conjunto de prácticas sociales, que están estructuradas,
aunque no lo parezca para el observador casual,
para modular, referenciar y relacionar sistemáticamente lo que el niño hace con ciertas propiedades,
objetos, eventos del ambiente y con las acciones de
Correspondencia: Societat Catalana de Recerca i Teràpia del Comportament. Apartado de Correos, 11. Universidad Autónoma de Barcelona. Bellaterra (Barcelona).
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los otros. Y estas acciones de desarrollo toman un
proceso que va diferenciando en lo morfológico y
en lo funcional, todo aquello que es posible en la
biología del niño, gracias a las prácticas de una sociedad determinada.
Este proceso de socialización del niño, que es lo
que constituye el desarrollo, sólo se da en la medida en que la madre puede sustituir las prácticas de
todos aquellos que la contextúan a través de un proceso lingüístico que estructura y reproduce las prácticas que son pertinentes. El mismo hecho de concebir al niño como un niño es un proceso lingüístico.
El concepto que tenemos del hijo, de lo que el niño
debe y puede hacer, de lo que se debe hacer con el
hijo, del tipo de relaciones que tenemos con el hijo,
es un proceso que sólo tiene lugar a través de la
sustitución de contingencias que el lenguaje permite.
(Es por eso, muy probablemente, por lo que los
adultos con problemas de retardo severo en el desarrollo y que carecen de esta capacidad de sustituir
contingencias en el ambiente y por consiguiente de
ser funcionales en esa sustitución, no pueden ser
padres y socialmente no se les suele dar derecho de
ser padres.)
El proceso de socialización es un proceso que opera lingüísticamente y, si no existen esos mediadores
lingüísticos, el proceso no tiene lugar. Por eso, aunque el niño cuando nace es prácticamente un organismo puramente biológico, todos y cada uno de sus
actos y comportamiento en el ambiente se convierten inevitablemente en actos lingüísticos, ya que la
forma en que se interrelaciona el niño con el ambiente es a través de los mediadores lingüísticos que
regula, y principalmente del amor. La conducta del
niño separada del contexto no es lingüística. La
conducta del niño analizada en el contexto es siempre lingüística. La funcionalidad de los eventos físicos, la funcionalidad que adquieren sus morfologías biológicas más simples, la diferenciación de, sus
ritmos conductuales frente al ambiente, todo son
formas que se van progresivamente conformando a
partir de la mediación lingüística, que es de alguna
manera ejercida por la madre. No importa la cantidad y la calidad de la estimulación que recibe el
niño, no importa la cantidad de movimientos que
es capaz de ejercitar un niño, lo que importa es la
forma o la estructura de la interacción bajo la cual
esa estimulación y esos movimientos se interrelacionan. En eso consiste el desarrollo.
Desgraciadamente, en el área de «estimulación
precoz» muchas veces se ha confundido el problema
de la naturaleza cualitativa de la estimulación que
se debe estructurar respecto al comportamiento del
niño, con un simple problema de incrementar la estimulación tanto en su variación y su intensidad o
su frecuencia física y el tipo de movimientos que el
niño es capaz de hacer, descuidando quizá lo que
es el problema central: la naturaleza interactiva de
estos movimientos y de esta estimulación. Es decir
la cualidad de la relación que es pertinente en un
grupo social (porque, además, lo que es pertinente
en una cultura no lo es en otras). Por eso el problema de la estimulación «precoz», «temprana» u
«oportuna», no es un problema directamente relacionado con la sensoriedad o con la motricidad (incluiremos dentro de la motricidad la fonación; la
fonación es un tipo de motricidad local que, además, expulsa sus efectos y tiene la propiedad de
ser efectiva a distancia, a diferencia de otro tipo de
motricidad, que sólo es efectiva por contacto, como
la motricidad mecánica). El problema de la «estimulación oportuna» es un problema que debe ser conceptualizado como de desarrollo lingüístico (que no
es idéntico a «verbal»), es decir, como parte de un
proceso extremadamente complejo, en donde el niño
adquiere nuevas formas de comportamiento; modula
la funcionalidad de los comportamientos biológicos
que se van diferenciando; reacciona diferencialmente
ante los eventos en términos de los procesos lingüísticos que son omnipresentes en toda interacción. Por
consiguiente no podemos olvidar que aquel que produce de alguna manera las condiciones para el desarrollo del niño debe tener los repertorios lingüísticos
apropiados para que este desarrollo pueda obrarse.
Es decir, el problema no es de presentar estimulación
sino de estructurar interacción. Estructurar interacción implica tomar en consideración de manera muy
importante la naturaleza funcional de los comportamientos de aquellos que estructuran la interacción
con el niño. Por lo tanto, tenemos que tomar en
cuenta el nivel de diferenciación cualitativo del comportamiento lingüístico de aquella persona que pro-
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mueve el desarrollo. Ésta sería la primera observación.
Segundo, el problema dado, que es la naturaleza
cualitativa de las interacciones, no puede, de manera
simplista, reducirse al momento en que se aplica.
Es decir, el problema de la estimulación no es que
sea temprana o no lo sea, sino que sea oportuna.
La estimulación que se estructura como una práctica de promoción del desarrollo, debe tomar en condición fundamental tres cosas. Primero: los niveles
de reactividad del niño. Segundo: las características
cualitativas del comportamiento que el niño dispone en un momento determinado. Tercero: la posi-
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bilidad de que el ambiente, en cuanto acciones de
otra persona, disponga también, en el momento en
que se requiere, del tipo de pautas de estimulación
que son necesarias para producir los cambios que
de alguna manera son necesarios para el desarrollo
en una cultura determinada. Toda oportunidad implica no el tiempo absoluto sino el tiempo relativo,
tanto al niño, como a aquel que promueve el desarrollo en el niño (la madre) y a las condiciones bajo
las cuales el tipo de desarrollo que se promueve es
funcional desde el punto de vista social.
Recibido: julio de 1985.
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