historia del «verbalismo» en el ciego a través de las

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ORIGINALES
Rev. Logop. Fonoaud., vol. IV, n.º 1 (4-14), 1984.
HISTORIA DEL «VERBALISMO» EN EL CIEGO
A TRAVÉS DE LAS INVESTIGACIONES
Por Jesús Rosel
Profesor de Psicología Experimental, Universidad Pontificia de Salamanca
la mayoría de los estudios sobre psicología o
psicopatología del ciego, se hace referencia a la
tendencia al «verbalismo» mostrada por las
personas de este colectivo. No obstante, son relativamente escasas y desconocidas las investigaciones
empíricas que sustentan la noción (¿psicopatológica?)
del «verbalismo».
En este artículo se expondrán, siguiendo un orden
cronológico, las publicaciones sobre el «verbalismo»
elaboradas a partir de investigaciones con recogida
de datos 1; también se hará una revisión metodológica y crítica sobre dichas investigaciones.
N
E
HISTORIA
El «verbalismo» según T. D. Cutsforth (1932, a, b)
El primer autor que utilizó el concepto «verbalismo» para referirse a él como un aspecto de la
psicología del ciego fue T. D. Cutsforth. Define
como verbalista «la situación que exige el uso de
conceptos abstractos no comprobados en experiencias concretas» (Cutsforth, 1932, b, p. 48). Obsérvese cómo Cutsforth relaciona el «verbalismo» con
la «situación», pero no con el personaje; de este
modo intenta acentuar sobre el contexto las posibles
1. Por consiguiente, se prescinde aquí de las publicaciones de carácter teórico sobre el «verbalismo» (Dokecki,
1966; Poste1 y cols., 1971; Lowenfeld, 1971; Langan, 1976;
Warren, 1977; Markowitz, 1982; entre otros), las cuales han
sido elaboradas a partir de los datos obtenidos en las investigaciones revisadas en este artículo.
connotaciones peyorativas que pudiese producir dicho
término.
Con el fin de corroborar su hipótesis sobre la
tendencia al verbalismo, Cutsforth (1932 a, 1932 b)
pasó un test de asociación de palabras a 26 ciegos
de nacimiento con edades comprendidas entre 8 y
21 años. A cada sujeto (testado individualmente) se
le indicó que respondiera con una palabra cuyo contenido fuese una cualidad del objeto al cual se refería la palabra-estímulo pronunciada por el experimentador. La lista de 39 palabras utilizadas por
Cutsforth se adjunta en la tabla I, junto con su correspondiente porcentaje de respuestas verbalistas
dadas por los sujetos 2.
Comentando sus propios resultados, indica Cutsforth (1932 b, p. 66): «Casi la mitad de las respuestas se refieren a palabras de cualidades visuales,
mientras aproximadamente una tercera parte fueron
de cualidades relacionadas con el tacto. Sólo un siete
por ciento se refirió a cualidades del gusto o del olfato, y aproximadamente el tres por ciento al oído.
El resto de las respuestas fueron cualidades abstractas como lo agradable, lo bello, lo valioso y lo caro».
El mismo autor señala que hay una gran diferencia interindividual en las respuestas dadas. Así, los
resultados oscilan entre el 12,5 % del sujeto con
menor número de respuestas visuales, y el 95 % correspondiente al sujeto con más respuestas de contenido visual.
Comenta Cutsforth que entre las palabras con
2. Con el fin de ahorrar espacio, agrupamos en la tabla I los resultados de Cutsforth y de Nolan.
Correspondencia: Universidad Pontificia. C/ Compañía, 5. Salamanca.
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TABLA I. - Comparación de porcentajes de respuestas visuales dadas a las 39 palabras-estímulo de Cutsforth. Las tres
columnas corresponden a los grupos: 1.ª de Cutsforth (1932);
2.ª de «asociación controlada» de Nolan (1960); 3.ª de «asociación libre» de Nolan (1960)
Palabra-estímulo
luna
indio
pañuelo
nieve
hierba
papel
cielo
manzana
cuervo
limón
rosa
tiza
violeta
pimienta
naranja
lirio
lana
marfil
mantequilla
ladrillo
noche
zanahoria
algodón
oro
tinta
leche
canario
carbón
calabaza
petirrojo
ár bol
sangre
latón
estrella
lámpara
yeso
brea
tomate
cereza
Cutsforth
Asociación
controlada
Asociación
libre
92
91
32
62
85
42
77
50
52
15
54
81
70
35
12
60
19
30
31
27
96
35
19
57
77
62
33
77
36
74
31
85
25
72
77
29
62
44
63
44
31
25
33
71
6
53
17
20
0
28
38
29
6
6
13
3
0
6
0
81
0
11
20
25
6
20
47
7
13
6
60
15
44
80
3
31
19
25
18
13
3
18
36
5
42
21
8
3
21
15
18
5
13
13
3
3
3
0
37
10
5
13
21
15
5
15
8
8
8
28
5
33
64
0
13
5
13
mayor índice de respuestas verbalistas destacan: «indio», cuyas respuestas más frecuentes fueron «rojo»,
«oscuro»; y «noche» que fue respon«marrón» y —
dida por orden de frecuencia con «negra», «oscura»,
«azul oscuro» y «amarilla». Incluso palabras cuyos
referentes contenían, según Cutsforth, evocaciones
táctiles (como «lana» o «algodón») fueron asociadas a términos de contenido visual. «El porcentaje
tan alto de respuestas visuales que dieron los alumnos ciegos de nacimiento demuestra una inclinación
muy poderosa a emplear conceptos visuales, cuando
hay otros conceptos sensoriales igualmente válidos
y mucho más significativos y familiares en la experiencia» (Cutsforth, 1932 b, p. 67).
Cutsforth, atribuye el verbalismo al tipo de educación proporcionada al ciego, así como a la segregación social que éste padece; pero no expondremos
aquí esos otros aspectos de tipo pedagógico o social
apuntados por Cutsforth.
COMENTARIO SOBRE LA INVESTIGACIÓN
DE CUTSFORTH
Es preciso tener en cuenta que la investigación
«pionera» sobre el verbalismo fue publicada en el
año 1932, cuando en Estados Unidos se estaban edificando de forma generalizada instituciones escolares especiales para niños ciegos. El objetivo de este
autor era elaborar unas bases teórico-empíricas sobre
la psicología de la ceguera, así como asentar unos
criterios pedagógicos y sociales, respecto a la problemática de la ceguera, que fuesen coherentes entre sí.
Junto a lo anterior, es preciso resaltar que Cutsforth fue partidario de la integración (escolar y
social) ciegos-videntes.
Desde una perspectiva histórica, la aportación de
Cutsforth a la psicología de la ceguera radica en
que ha sido el primer autor, a través de una recogida sistemática de datos, que ha intentado demostrar una tendencia psicopatológica en el ciego. Como
detalle anecdótico, pero que posee unas importantes
connotaciones sociohistóricas, destacaremos que el
libro de Cutsforth (1932 b), ante la polémica suscitada por su contenido, fue retirado de las librerías
por varias asociaciones de ciegos, quienes destruyeron los ejemplares tras su compra. A pesar de esto,
dicho libro se ha convertido con el paso del tiempo
en un texto «clásico» de lectura casi obligada entre
los profesionales de la ceguera; prueba de ello es
el número de reediciones que ha tenido en lengua
inglesa.
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ORIGINALES
El «verbalismo» según P. Henri (1948)
Es preciso esperar hasta el año 1948 para que se
publique otro trabajo de investigación sobre el verbalismo del ciego, esta vez por el francés P. Henri
(1948).
En la introducción a su artículo, Henri resume
la investigación de Cutsforth (1932 a), señalando:
«Cada vez que hemos repetido —parcialmente, desde luego— el test de Cutsforth, hemos obtenido,
aproximadamente, los mismos resultados» (Henri,
1948, p. 221). Pero Henri expone en su artículo
otro método diferente de investigación.
Los resultados de Henri están efectuados a partir de tres sistemas de recogida de datos: observaciones escolares entre sus alumnos (fue profesor de
la «Institución Nacional de Jóvenes Ciegos» de París), entrevistas efectuadas a los mismos y tests de
gestos acerca de objetos de fácil representación
mímica.
Las observaciones de Henri le hacen concluir que
bastantes niños ciegos utilizan, en su conversación,
palabra cuyo contenido abstracto, o (en su caso) el
referente real, desconocen.
Henri aporta varios ejemplos de nula o incorrecta capacidad para la definición de palabras; así en
una clase de 16 alumnos, con una media de 14 años,
«un tercio de los alumnos no sabe absolutamente
nada de lo que es un estribo; la mayoría del resto
no da del objeto más que una definición por el uso,
sin ser capaces de precisar, ni siquiera esquemáticamente, la forma, bastante simple, del estribo o su
colocación en el enjaezado» (Henri, 1948, pp. 224225); en el texto, Henri indica como ejemplo la
entrevista realizada a un alumno de 14 años, quien
indica que un estribo está hecho para el pie del caballo (!), el mismo autor se encarga de puntualizar
que el estribo es conocido «en forma y colocación
por pequeños videntes mucho más jóvenes (de 4 a
9 años)» (Henri, 1948, p. 225).
Preguntas simples sobre animales (por ejemplo:
«¿Cuántas patas tiene un gorrión?», «¿El gorrión
tiene pelo o plumas?») las responden incorrectamente muchos alumnos ciegos a los que no puede
considerarse como intelectualmente retrasados.
Del mismo modo, este autor realizó pruebas de
6
gestos entre los alumnos ciegos; así, un tejado o un
canalón de desagüe no son representados con las
manos o con un papel por alumnos de hasta 17 años.
Henri achaca esta incapacidad de representación
de la realidad a que el niño ciego usa las palabras
como conceptos abstractos, sin experimentar en el
mundo exterior los objetos correspondientes a dichas
palabras, y por tanto, sin preocuparse por elaborar
una imagen más objetiva que sintética de ambos
componentes (palabra y realidad). Henri (1948,
p. 225) concluye: «¿Falla la reflexión? No, fallan
las imágenes».
Este autor apunta la posibilidad de que los alumnos más verbalistas suelen presentar (pero no siempre) trastornos psicomotrices, de lenguaje, tendencia a la abstracción (entendida por Henri como propensión a fijarse en las palabras, sin preocuparse de
su contenido), y a déficit de la capacidad lógica;
todo ello (según Henri) podría estar motivado por
inadecuada formación familiar y escolar.
En el epígrafe final del artículo de Henri, dedicado a las conclusiones, se plantea la posible influencia de la ceguera sobre la personalidad del
individuo que la padece, llegando a admitir que posiblemente ocurra esta contingencia, pero de ello no
se infiere necesariamente una psicología «especial»
del ciego, sino que han de estudiarse los «mecanismos» y las «leyes de acción» de la ceguera sobre
la personalidad.
Todavía señala Henri que el verbalismo no es
una tendencia exclusiva de los ciegos, sino que cualquier persona (con visión o sin ella) puede propender hacia el verbalismo. Resalta Henri un aspecto
positivo del verbalismo: «Una reacción natural de
ajuste del ciego al medio social» (Henri, 1948,
p. 238).
Como habrá podido comprobarse, Henri (en
comparación con Cutsforth) ha relacionado el verbalismo con otros aspectos del comportamiento, respetando y ampliando los planteamientos de Cutsforth. Puede afirmarse que Henri ha sido un buen
observador del comportamiento de sus alumnos ciegos, aunque su método de investigación (analizado
desde una perspectiva actual) no haya sido muy estricto, por no utilizar criterios objetivos de contrastación.
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El verbalismo según C. Y. Nolan (1960)
Es preciso esperar doce años para que vuelva a
aparecer publicada otra investigación sobre el verbalismo. El trabajo de Nolan es una réplica del método de asociación de palabras utilizado originariamente por Cutsforth; además, la publicación de Nolan es mucho más breve que las de sus «antecesores» (Cutsforth y Henri) y está desprovista de las
disquisiciones teóricas (tanto de tipo psicológico
como pedagógico) de las anteriores.
El procedimiento de recogida de datos utilizado
por Nolan consistió en un test de asociación de palabras presentado bajo dos modalidades a dos grupos diferentes de ciegos: un test de «asociación controlada» y otro de «asociación libre»; no obstante,
las palabras-estímulo utilizadas en esta investigación
fueron las mismas del test de Cutsforth.
Las instrucciones dadas a cada sujeto del grupo
de «asociación controlada» fueron las siguientes:
«Hay muchas cosas que tú puedes decir sobre cualquier objeto. Por ejemplo, un hombre es alto o
bajo, gordo o delgado, bueno o malo... ¿Qué dirías
tú sobre...?» (Nolan, 1960, p. 100). Como práctica
preliminar, Nolan hizo ensayar a cada niño con diez
palabras-estímulo cuyo contenido era «obviamente
no-visual».
La consigna dada a los sujetos del grupo de «asociación libre» fue: «Hay muchas cosas que tú puedes decir sobre cualquier objeto. Ahora, cuando te
diga una palabra, quiero que digas la primera cosa
que te venga a la mente» (Nolan, 1960, p. 101).
Como ensayo, Nolan también utilizó las mismas diez
palabras del de «asociación controlada».
Como puede comprobarse, el método denominado
por Nolan como de «asociación controlada» es muy
semejante al utilizado por Cutsforth en su investigación; mientras el de «asociación libre» es el utilizado tradicionalmente en la práctica de carácter
clínico o experimental.
La muestra de sujetos sometidos a la situación de
«asociación controlada» estaba formada por 8 chicos y 8 chicas ciegos o de visión casi nula (con percepción de la luz directa o menos). El grupo de
«asociación libre» incluía 18 chicos y 21 chicas
de iguales características que el anterior. Las eda-
des de todos ellos estaban comprendidas entre 9 y
20 años.
Los resultados de la investigación de Nolan vienen dados en la tabla I junto a los de Cutsforth y
en ella se señala el porcentaje de respuestas de contenido visual. El mismo Nolan compara los resultados de sus dos grupos con los obtenidos por los
sujetos de la muestra de Cutsforth. «Una ojeada
revela que la proporción de respuestas visuales en
ambos grupos (de “asociación controlada” y de “asociación libre”) del presente estudio (de Nolan) son
más bajos que los obtenidos por Cutsforth. Hay excepciones con diversas palabras, tales como hierba,
noche, sangre y lámpara» (Nolan, 1960, p. 101).
También se observa, por regla general, una tendencia a dar un menor número de respuestas visuales mediante el procedimiento de «asociación libre»
que con el de «asociación controlada». Nolan analizó estadísticamente los resultados mediante la fórmula de Kruskal-Wallis (véase Siegel, 1970), comprobando que no existen diferencias entre las respuestas dadas por los grupos de «asociación libre» y
de «asociación controlada», pero sí entre cualquiera
de estos dos grupos de Nolan y el de Cutsforth.
También comparó cualitativamente Nolan las respuestas dadas por sus sujetos con las de una muestra de niños videntes 3. Las palabras comparadas por
Nolan fueron «leche» (9 % de respuestas visuales
en videntes), «luna» (43 %), «mantequilla (12 %),
«lámpara» (67 %); este autor llegó a la conclusión
de los sujetos ciegos de su muestra dan respuestas
muy semejantes a las de los videntes, «distanciándose» de los sujetos de la muestra de Cutsforth, «por
tanto, la “irrealidad verbal” no es un problema significativo para los grupos estudiados» (Nolan, 1960,
p. 102).
3. La referencia adoptada por Nolan está tomada de
los porcentajes de respuestas dadas por H. Woodrow y
F. Lowell (1917): «Children’s Association Frequency Tables», Psychological Monographs, p. 97. Obsérvese que esta
publicación es del año 1917, mientras la de Nolan es de
1960, habiendo transcurrido 43 años entre ambas, por lo
que no es fiable la comparación efectuada por Nolan entre
ambos resultados. Sólo cuatro palabras coinciden en los dos
listados de estos autores.
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ORIGINALES
COMENTARIO SOBRE LA INVESTIGACIÓN
DE NOLAN
Revisando la metodología utilizada por Nolan y
las conclusiones a las que llega, pueden hacerse las
siguientes puntualizaciones:
- De acuerdo con la diferencia de resultados entre
los grupos de Cutsforth y de Nolan; puede proponerse la hipótesis de que la tendencia a dar
respuestas visuales por los ciegos, varía generacionalmente, de forma que tiende a disminuir
hasta nivelarse con la de los videntes. Téngase
en cuenta que la investigación de Cutsforth data
de 1932, mientras la de Nolan data de 1960.
- El procedimiento de cálculo utilizado por Nolan
para hallar la diferencia de sus dos grupos es
incorrecto (así como para calcular los contrastes
entre éstos y el grupo de Cutsforth), pues ha aplicado la fórmula de Kruskal-Wallis a los rangos
de los sujetos en función de sus respuestas, como
sería lo adecuado. La organización de los datos
para el cálculo efectuada por Nolan en la tabla II de su artículo (1960, p. 102), está mal
efectuada.
A partir de que los datos aportados por Cutsforth
y Nolan están hechos sobre porcentajes de reslos
puestas, se ha realizado un calculo de
contrastes de las respuestas entre el método de
« asociación libre» versus «asociación controlada»
= 158,3
de los grupos de Nolan dan una
(p < 0,001, para 38 gl;
crítico = 66,8), por
lo que hay diferencia estadísticamente significativa entre los dos grupos de Nolan. Igualmente, se
= 258,3 (p < 0,001) en el
ha obtenido una
contraste del grupo de Cutsforth versus grupo
=
asociación controlada de Nolan. También,
445,8 (p < 0,001) en el cálculo del grupo de
Cutsforth versus grupo de asociación libre de Nolan. Es decir, estos tres grupos (tomados dos a
dos) son significativamente diferentes entre sí en
cuanto se refiere a tipos de respuestas visuales
dadas.
- De acuerdo con los cálculos anteriores (contraste
de respuestas en los grupos de asociación libre
versus asociación controlada), la tendencia a responder con términos de referencia visual por
8
parte de los ciegos en un test de asociación de
palabras puede depender del «contexto» de la
tarea propuesta. En resumen, el verbalismo depende del contexto de enunciación de palabras.
El verbalismo en la definición e identificación
de objetos
El objetivo de la investigación de R. K. Harley
(1963) no es ya sólo el comprobar el uso que hace
el niño de los términos de contenido visual, sino
también estudiar la correspondencia entre dicha utilización y la capacidad para identificar objetos. Asimismo, se correlacionó el verbalismo con la edad, la
inteligencia, la experiencia y el ajuste psicosocial de
los alumnos ciegos.
Las hipótesis experimentales sometidas a comprobación empírica por Harley fueron las siguientes:
el «verbalismo en la identificación de objetos» se
correlaciona negativamente con la edad cronológica,
el cociente intelectual (C.I.), la experiencia, y el
ajuste personal de cada niño.
«El verbalismo de orientación visual» se correlaciona negativamente con la edad cronológica, el
C.I., la experiencia y el ajuste personal de cada
niño (Harley, 1963, pp. 11 y 12).
«El verbalismo de orientación visual» 4 se produce
cuando un niño utiliza uno o varios términos referidos al color o a la luminosidad para definir un
objeto determinado. Se incurre en «verbalismo en
la identificación de objetos» si el niño da una definición aceptable de una palabra, pero el mismo niño
no puede identificar mediante palpación el objeto
simbolizado por la palabra bien definida.
Como muestra de sujetos de su investigación, Harley seleccionó al azar a 40 niños de ambos sexos
(15 niños y 25 niñas) ciegos de nacimiento, con edades comprendidas entre 6 y 14 años, y cuyos C.I.
estaban comprendidos entre 65 y 132.
4. Harley diferencia entre el «verbalismo de orientación
visual» y el «verbalismo». Para evitar confusiones, en este
artículo utilizaremos respectivamente: «verbalismo de orientación visual» y verbalismo en la identificación de objetos». Lo que Harley denomina verbalismo de orientación
visual» es comparable al «verbalismo» de Cutsforth.
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Cada niño pasó individualmente por tres situaciones experimentales diferentes:
a) Una prueba de definición de palabras 5, con
el fin de apreciar la capacidad conceptual de cada
uno de ellos. Se siguieron unos criterios objetivos
para evaluar la correcta (o incorrecta) definición. El
nivel de experiencia fue estimado en cada niño preguntándosele si había tenido contacto previo con
el objeto al que se refería la palabra.
b) La identificación, mediante exploración táctil,
de cada uno de los objetos o animales representados
por las palabras previamente bien definidas (entre
las 39 dadas), con la finalidad de determinar la calificación del «verbalismo en la identificación de
objetos». Este tipo de verbalismo fue puntuado en
cada sujeto como el número de objetos mal identificados, pero previamente bien definidas sus correspondientes palabras-referentes.
c) La administración del «test de reputación de
Tuddenham» (Tuddenham, 1952) para obtener la
puntuación de «ajuste personal». De las ocho hipótesis sometidas a verificación estadística, sólo en tres
se hallaron resultados significativos: el «verbalismo
en la identificación de objetos» se correlaciona negativa y significativamente con la edad cronológica,
el cociente intelectual y el nivel de ajuste personal
(Harley, 1963, p. 20).
Llama la atención que ninguna de las hipótesis
sobre el «verbalismo de orientación visual» fueron
confirmadas. Precisamente este tipo de verbalismo
guarda estrecha relación con el descrito e investigado por Cutsforth, Henri y Nolan.
Harley, al comentar sus resultados sobre la ausencia de correlación significativa entre el «verbalismo de orientación visual» con las otras variables,
lo atribuye a la baja puntuación que obtuvieron sus
sujetos en este tipo de verbalismo, y al bajo porcentaje de sujetos que respondieron con este tipo de
5. Las 39 palabras-estímulo seleccionadas fueron: delantal, gorro, pollito, clarinete, tijeras, pato, manzana, anzuelo,
bandera, flauta, plátano, tomillo, langosta, azada, gavilán,
ratón, uva, bisagra, arado, conejo, rastrillo, corbata, arroz,
cereza, sierra, pera, naranja, limón, esponja, ardilla, mandarina, tractor, trombón, ratonera, paraguas, terciopelo, violín,
cigarrillo y xilofón.
verbalismo. Entre las razones aducidas por Harley
para explicar esta baja puntuación, figuran: la inadecuación de las palabras y de los objetos-estímulo
elegidos para la prueba, el procedimiento de investigación seguido tal vez no estimule el verbalismo
visual, y, posiblemente, el verbalismo visual no sea
una tendencia estadísticamente significativa entre los
niños ciegos (Harley, 1963, p. 24).
Como ha podido comprobarse, la investigación de
Harley introduce, como aspecto original, la capacidad del sujeto para identificar objetos; también un
estudio correlaciona1 del verbalismo con otras variables y, por último, este autor ha desglosado el
verbalismo en dos componentes: el verbalismo de
orientación visual, y el de identificación de objetos.
El verbalismo a través del test
de «diferencial semántico»
El objetivo perseguido por R. M. DeMott (1972)
en su investigación es hallar las posibles diferencias
entre individuos con distinta capacidad visual, cuando atribuyen significado a varias palabras. La hipotesis de este autor era que no hay diferencias significativas entre videntes, ciegos y deficientes visuales.
Para comprobar su hipótesis, Demott tomó como
muestra a 41 sujetos ciegos de nacimiento, «apareados» con 41 sujetos deficientes visuales (el
«apareamiento» se llevó a cabo según el nivel escolar, edad, sexo y C.I.). El mismo procedimiento se
siguió para la selección de 61 niños videntes. Las
edades de todos ellos estaban comprendidas entre
los 6 y los 19 años.
Para la puntuación del verbalismo, se utilizó la
lista de 39 palabras (y su correspondiente prueba de
identificación de objetos) que ya Harley (1963) había utilizado anteriormente. El nivel de verbalismo
se halló por el mismo procedimiento que el de la
investigación de Harley.
DeMott, para obtener el índice de «significatividad afectiva», utilizó un test de diferencial semántico elaborado por él 6. Dicho test constaba de quince palabras-estímulo; cada una de ellas debía ser clasificada por el sujeto dentro de los quince pares de
adjetivos antónimos; cada par de antónimos se desglosó en cinco componentes, realizándose así la dis9
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ORIGINALES
tribución: muy X, X, ni X ni Y, Y, muy Y (por
ejemplo: la palabra «arroz» debía ser clasificada en
los quince pares antónimos, uno de los cuales era:
muy bueno, bueno, ni bueno ni malo, malo, muy
malo) (DeMott, 1972, p. 3).
A todos los sujetos, individualmente, se les pasó
primero la prueba de definición de palabras, posteriormente, se les sometió a la situación de reconocimiento de objetos, y por último, se les aplicaba
el test de diferencial semántico.
Los resultados más importantes señalan que no
hay diferencias significativas entre los tres grupos
experimentales (ciegos, deficientes visuales graves y
videntes); siendo, por tanto, muy semejantes las
respuestas dadas por ellos en las pruebas de diferencial semántico 7.
Aun sin ser significativo este resultado, se observó que los niños ciegos tendían a dar respuestas más
«neutras» en el test de diferencial semántico, mientras los valores más extremos correspondían a los
videntes. Concluye el autor que «el presente estudio
apoya la idea de que, en la medida en que el significado es comunicable, es una función del lenguaje y
universal dentro del lenguaje» (DeMott, 1972, p. 8).
No comentaremos otras conclusiones de DeMott;
pero en cualquier caso, parece que el autor exagera
en sus interpretaciones de los resultados para demostrar sus tesis; antes habría que comprobar si
la prueba de «diferencial semántico» mide el significado de las palabras, o si es un índice asociativocontextual de esas mismas palabras-estímulo, siendo
más probable esto último.
6. Las quince palabras-estímulo de DeMott eran: América, amigo, miedo, Dios, gorro, arado, arroz, ardilla, ciudad, nubes, fuego, hippie, tumulto, barrio y soldado. Cada
una de las anteriores palabras fue clasificada por los sujetos dentro de quince pares de adjetivos antónimos: lentorápido, largo-corto, débil-fuerte, tonto-listo, duro-blando,
dulce-amargo, bondadoso-cruel, bueno-malo, pesado-ligero,
frío-caliente, feliz-triste, activo-pasivo, grande-pequeño, excitable-tranquilo, guapo-feo.
7. DeMott no presenta en este artículo los resultados obtenidos por sus tres grupos en la prueba de identificación
de objetos. El mismo DeMott indica que es un resumen de
varias secciones de su tesis doctoral.
10
El verbalismo en la conversación niño-adulto
El año 1981, A. R. McGinnis publica un artículo
sobre los estilos de lenguaje en el niño ciego y en
el niño con visión, tanto en la comunicación verbal
como en la gestual. Igualmente este autor pretende
comprobar si dichas diferencias son tan importantes como para afectar a la capacidad comunicativa
en el niño ciego.
Para ello, McGinnis tomó una muestra de 6 niños
ciegos y 6 niños videntes, de edades entre 3,5 y
5 años, «apareados» según edad, lenguaje y nivel
intelectual.
Como procedimiento de investigación, el experimentador tomó a cada niño por separado, manteniendo ambos una conversación informal que fue
grabada en magnetofón. Mientras, un observador
anotaba los gestos del niño durante el diálogo. Se
transcribió una hora de emisiones por cada niño
ciego, y media hora de lenguaje de cada niño con
.,
visión.
McGinnis cuantificó variables referidas a aspectos
gramaticales y lingüísticos de las emisiones infantiles,
al lenguaje gestual de cada niño y a la utilización
de referentes visuales.
Por lo que se refiere al aspecto de cuantificación
de referencias visuales, se tabularon las siguientes
categorías: 1.º) términos de colores; 2.º) frecuencias
de verbos visuales («ver», «mirar», «ojear», «observar», etcétera) con referencia a la visión; 3.º) verbos
de tipo visual, pero en «frases hechas» cuyo significado sea: «comprender», «recordar», etcétera. Los
resultados estadísticos obtenidos a partir de los datos
de la investigación, se representan en la tabla II (tomada de McGinnis, 1981, p. 212).
McGinnis, comentando los resultados, dice que
«los niños ciegos usan menos a menudo que sus coetáneos videntes las palabras referidas a colores, porque este tipo de descripción no es válido para ellos
en una primera aproximación» (McGinnis, 1981,
p. 212). La frecuencia semejante con la que estos
dos grupos utilizan el verbo «ver» en «frases hechas» no difiere significativamente entre los dos grupos experimentales, porque estos verbos encierran
«conceptos no sensoriales, tanto para el ciego como
para el vidente» (McGinnis, 1981, p. 212).
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TABLA II. — Análisis estadístico (utilizando la prueba «U» de
Mann-Whitney) de los resultados de las emisiones de los niños
en la investigación de McGinnis (1981)
Grupo
predominante
Nivel de
significación
Palabras son referencia
visual directa (colores)
Videntes
0,001
Verbo «ver» (número
total)
Videntes
0,03
Verbo «ver» (en frases
hechas)
Ninguno
0,87
Verbo «ver» (con referencia visual)
Videntes
0,006
Categoría
Según este autor, sus datos apuntan hacia la tendencia de que los ciegos utilizarían los términos de
colores guiados por una descripción contextual,
mientras para los videntes estas palabras tendrían
una referencia más representativa.
Al final de sus conclusiones, el autor minimiza las
diferencias de lenguaje existentes entre el niño ciego
y el niño vidente, señalando que, si bien difieren ambos grupos en algunos rasgos, «dicho lenguaje no
llega a ser aberrante a causa de la ceguera, (McGinnis, 1981, p. 213).
Como aspectos a destacar en la investigación de
McGinnis: por primera vez en esta temática, no se
obtienen datos a través de «tests»; además, el verbalismo lingüístico se desglosa en dos componentes
(para términos de colores y para verbos); y, por último, los resultados son contrarios a los obtenidos
hasta entonces (McGinnis, ha encontrado que los niños con visión utilizan más términos visuales que los
niños ciegos).
El verbalismo a través de los relatos infantiles
El año 1983 leíamos la tesis doctoral sobre el lenguaje del niño ciego en comparación con el del vidente (Rosel, 1983), uno de cuyos epígrafes hacía
referencia al verbalismo.
Los objetivos del apartado sobre el verbalismo en
esta tesis fueron: comprobar si había diferencias significativas entre el verbalismo del ciego y el del vidente en edad escolar, averiguar si el uso de términos verbalistas varía en cada niño según el contexto
de enunciación del relato efectuado (bien sea éste de
tipo narrativo o descriptivo), y también estudiar las
variaciones del verbalismo en función de la edad y
del sexo de los niños.
El procedimiento de investigación consistió en hacer narrar a cada niño tres relatos: dos narraciones y
una descripción. Las narraciones consistían en historias inventadas por los sujetos, y en la descripción se
pedía al sujeto cómo era un personaje cualquiera de
sus dos narraciones que previamente había contado.
El verbalismo, siguiendo un procedimiento semejante al de McGinnis, fue operacionalizado mediante tres procedimientos: el «verbalismo para los colores», el «verbalismo de orientación visual» y el
«verbalismo total» (estas tres variables se contabilizaron tanto en frecuencias absolutas como en re-lativas).
Los resultados referidos a la contrastación de términos verbalistas entre los grupos de ciegos y de videntes no dieron diferencias significativas.
Las hipótesis sobre los contextos, según fuesen de
narración o de descripción fueron las siguientes:
a) El niño (ciego o vidente) tiende a utilizar más
términos verbalistas en la descripción que en la narración.
b) El niño (ciego o vidente) utiliza más términos de orientación visual en la narración que en la
descripción.
c) El verbalismo para los colores (en frecuencias
relativas) manifestado por el niño en la descripción
de un personaje, es mayor que en el de la descripción.
Dichas hipótesis fueron sometidas a comprobación estadística por medio de la fórmula t de Student-Fisher para medidas repetidas (se trata de un diseño «intrasujetos»). Las tres hipótesis se confirmaron en todos los grupos (total de ciegos y videntes;
sólo la muestra de ciegos; y sólo la muestra de videntes).
Entre las conclusiones destaca que cualquier niño
(ciego o vidente) tiende a usar más términos verba11
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ORIGINALES
listas, en frecuencias relativas, en el contexto de descripción que en el de narración. Pero cada contexto
(narrativo o descriptivo) lo hace de manera peculiar,
pues el contexto narrativo demanda mayor número
de verbos de orientación visual, mientras la descripción de un personaje incluye mayor número de términos referidos a los colores.
Lo anterior hace suponer que cada contexto enunciativo (en el sentido que le dan a esta acepción
Weinrich, 1974, y Bronckart, 1982) despliega un determinado tipo de «campo léxico», a través del cual
(y entre otros medios de transmisión lingüística, sintácticos y pragmáticos) el parlante expone una temática determinada. Además, estos resultados son coherentes con los dictámenes de la gramática tradicional: se utilizan más verbos (términos de acción)
en la narración (relato de acción), mientras que los
sustantivos referidos a un mismo aspecto semánticofuncional (nombres o adjetivos identificativos de colores) se han utilizado más en el contexto de descripción (que es un relato sobre el estado y las cualidades de un personaje).
REVISIÓN DE LAS INVESTIGACIONES
En este epígrafe final intentaremos elaborar una
panorámica general sobre el verbalismo a través del
«corpus» de investigación existente, deteniéndonos
en aquellos aspectos a nuestro juicio más importantes. Para ello, se hará un recorrido sinóptico por la
teoría, la metodología de investigación y los resultados obtenidos.
Se observa un mayor afán por elaborar una teoría sobre la psicología, la pedagogía y la psicología social de la ceguera en los autores más antiguos
(Cutsforth, 1932 a, b; y Henri, 1948), el resto de los
autores (desde el año 1960) prestan, por lo general,
más atención a los datos empíricos, considerando el
verbalismo como un aspecto funcional dentro de la
psicología del lenguaje del ciego, siendo (por tanto) más cautos en las interpretaciones de sus resultados.
En cuanto a los sistemas de observación y de medición del verbalismo, se aprecia una considerable
influencia (y a veces un relativo retraso) de los pro12
cedimientos predominantes en la época. Así, Cutsforth (1932) y posteriormente Nolan (1960) utilizaron un test de asociación de palabras; Henri (1948)
sometió a sus sujetos a entrevistas de tipo quasiclínico (que recuerdan al método de entrevista de
Piaget, 1973, original de 1926) y a tests de gestos.
También utilizaron entrevistas (pero más estandarizadas) sobre definición de conceptos y con pruebas
de identificación de objetos: Harley (1963) y DeMott (1972). Del mismo modo, DeMott (1972) ha
usado el testo de diferencial semántico para la obtención de datos.
McGinnis (1981) y Rosel (1983) han estudiado el
verbalismo en el habla espontánea. Este tipo de investigaciones, al estar más próximas a la vida «normal» del niño, tienen más validez «ecológica» que
las medidas a través de tests.
Un aspecto que no se ha tenido en cuenta en la
obtención de los datos sobre el verbalismo es el posible «efecto de Rosenthal» (1967); este efecto consiste en el posible sesgo (involuntario) que se introduce en la ejecución de una prueba como consecuencia de las expectativas del experimentador sobre
los resultados; así, el experimentador (durante la interacción con el sujeto a lo largo de la prueba) transmitiría señales encubiertas de refuerzo positivo o negativo hacia el tipo de respuesta emitida por el sujeto experimental; esas señales encubiertas podría
emitirlas el experimentador a través de la voz o de la
actitud corporal, aunque realizase dicha comunicación de manera totalmente involuntaria.
El «efecto de Rosenthal» sería mayor cuando la
relación experimentador-sujeto es «cara a cara» con
interacciones verbales cortas e inmediatas y relativamente desestructuradas respecto al tema del que se
dialoga entre ambos (Carlsmith y otros, 1976). Así,
las pruebas de asociación de palabras y de conversación informal serían más sensibles al posible «efecto de Rosenthal» que las de relatos y las de definición de conceptos.
En las muestras de selección de los sujetos predominan los de edad escolar; sólo DeMott ha utilizado
preescolares en su investigación. Cutsforth y Nolan
tomaron muestras de escolares, prolongando las edades de los sujetos integrantes hasta los 21 años de
edad.
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Sólo DeMott, McGinnis y Rosel han utilizado grupos de control de sujetos videntes para comparar
sus resultados con los de los ciegos (y precisamente
los resultados de estas investigaciones indican que
no hay diferencias significativas entre el lenguaje del
ciego y el del vidente).
La variable «sexo» sólo ha sido controlada por
Rosel, resultando que no hay diferencias significativas entre los niños y las niñas (ciegos o videntes)
en la utilización de términos verbalistas.
La edad, en la investigación de Harley, se correlaciona negativamente con el verbalismo para la identificación de objetos; en la de Rosel, no hay diferencias significativas según la edad, pero sí hay una
correlación positiva entre la edad y el verbalismo8
(r = 0,258; p < 0,01).
Respecto a los resultados, las primeras investigaciones (desde Cutsforth, 1932, a Harley, 1963) infieren que el niño ciego tiende a ser verbalista, mientras las más recientes (y precisamente, como ya se
ha indicado, las que también utilizan grupos de control) son las que no encuentran diferencias significativas entre los ciegos y los videntes.
CONCLUSIONES
Estas conclusiones serán planteadas en forma de
reflexión sobre la temática estudiada, a falta de un
mayor número de investigaciones que tengan en
cuenta las diversas variables involucradas en el comportamiento verbalista del ciego. Por tanto han de
considerarse como hipótesis «provisionales y progresivas» tal como indicaba J. S. Mill.
- La primera conclusión a considerar sería cuál
es el significado psicológico del «verbalismo»: ¿responde a una tendencia psicopatológica en la cognición o en la personalidad del ciego, o por el contrario, se trata de una característica funcional y
normalizadora dentro del lenguaje del niño ciego?
8. Aparentemente los resultados de Harley y los de Rosel
son opuestos, pero cada uno de ellos está obtenido sobre
diferentes aspectos: los de Harley son acerca de la identificación de objetos, mientras los de Rosel versan sobre emisión de habla en relatos.
La respuesta más prudente, y a la vez más realista
teniendo en cuenta el conjunto de resultados, llevaría a aceptar la respuesta sobre la funcionalidad normalizadora del verbalismo del lenguaje del niño ciego. Para poder afirmar que el «verbalismo» supone
un déficit cognitivo (pero no intelectual) sería preciso investigar también la construcción del lenguaje
y de la realidad del niño ciego durante los primeros
años de su vida. Mientras que el verbalismo como
posible desviación psicopatológica de la realidad, habría que investigarlo con grupos clínicos.
- Con relación a lo anterior, sería preciso delimitar cuándo es verbalista una persona ciega. En las
primeras publicaciones, bastaba que se obtuviera algún término referido a la visión por parte de una
persona ciega de la muestra, para que se considerase
que existía tendencia al verbalismo en el ciego. En
las investigaciones más recientes, se «sitúa» a ciegos
y a videntes ante un determinado tipo de tarea verbal, contrastándose al final los resultados mediante
pruebas estadísticas que responden al criterio de
«hipótesis de nulidad».
- El mismo término «verbalismo» habría que
ponerlo en duda respecto a su posible adecuación a
la temática estudiada, pues tal vez el concepto «verbalismo» no sea muy adecuado. Dentro de las investigaciones que sólo toman el lenguaje como
«data», tal vez hubiera que llamar a este concepto
como «visualismo» pues posiblemente hay una inadecuación entre la definición que se hace del «verbalismo» y su correspondiente forma de operacionalización.
- El uso de términos verbalistas depende (en
una misma persona, bien sea ésta ciega o vidente)
del contexto de enunciación. Cuando el contexto es
descriptivo o de petición de cualidades (como en el
grupo de Cutsforth y en el de «asociación controlada» de Nolan), el índice de verbalismo tiende a
aumentar en las emisiones de un mismo sujeto respecto a lo que lo haría en un contexto narrativo o
de «asociación libre» de palabras.
- Tal vez el verbalismo del ciego tiende a nivelarse (de generación en generación) con el del vidente. Así, los ciegos del año 1932, serían más ver13
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ORIGINALES
balistas que los del año 1960 (años, respectivamente, de las publicaciones de Cutsforth y de Nolan),
tal como dan los resultados. Con el paso de los años,
las investigaciones sobre el verbalismo arrojan unos
resultados con diferencias cada vez menos acentuadas entre el verbalismo del ciego y el del vidente.
- El verbalismo del ciego tendría un componente positivo, de tipo adaptativo, al utilizar los ciegos
un vocabulario semejante al del resto de la población, formada mayoritariamente por población vidente. De este modo, el lenguaje del ciego serviría
como factor de integración (o por lo menos, de no
diferenciación) entre el ciego y el vidente.
RESUMEN
Esta revisión ha intentado poner de manifiesto los
rasgos más importantes de las investigaciones sobre
el verbalismo, comentando los aspectos más destacables desde una perspectiva histórica, tanto teórica
como investigativa; y a la vez, en ella se ha comprobado la conveniencia de abordar problemas «clásicos» dentro de la psicología de la ceguera que
pueden ser estudiados, también, mediante un enfoque cuantitativo.
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