RMF 34 19 DESPLAZAMIENTO URBANO El camino hacia la exclusión social en Colombia Desplazados colombianos llegando a la ciudad. Rubén Darío Guevara Corral y Diego Andrés Guevara Flétcher Se ha producido el desplazamiento forzado continúo durante muchos años en el sur del departamento del Valle del Cauca. Las familias que huyen de los conflictos y la violencia entre los insurgentes y las fuerzas gubernamentales se han desplazado al municipio de Florida, con una población aproximada de 55.000 habitantes. Ante las pérdidas de capital económico, social, cultural y simbólico acumulado en sus lugares de origen, luchan para mejorar, o al menos conservar, el bienestar y condiciones de vida de sus lugares de procedencia. Amigos y familiares les brindan vivienda y alimentación en la etapa inicial y posterior del desplazamiento. Además, les ofrecen información sobre oportunidades laborales y sobre las ayudas que brinda el Estado. La población desplazada conforma lo que podría ser como un “grupo de cohesión” a través de compartir el mismo perfil biográfico (étnico y cultural). Los modos de vida de los y las desplazadas, hoy, se han determinado por condiciones específicas de solidaridad, por sus propias características de identidad como desplazadas que incluso, superan las regiones geográficas de origen. Lo que los agrupa es, la necesidad de pertenecer de manera voluntaria, a una asociación solidaria que les permita acercarse para obtener y canalizar las ayudas del Estado a las que por ley tienen derecho. Esta estrategia fundamental de asistencia, está mediada por las redes sociales y familiares que ubican a los nuevos habitantes urbanos en una situación de relativa ventaja frente a los carenciados estructurales del municipio, en la medida en que se les beneficia como “grupo vulnerable”. Las actividades agrícolas, propias de estas familias procedentes de las zonas rurales, en el área urbana, no proceden, por lo tanto, su capital económico disminuye y, como no pueden entrar en el mercado de trabajo en la cabecera municipal, se convierten en marginados. Por ello, se dedican a las llamadas actividades laborales de tipo informal; estas son, las actividades propias del “rebusque”, que corresponden a ventas callejeras de bienes y servicios, labores de construcción, acarreos, así como el servicio doméstico, limpieza y preparación de alimentos. Estas actividades conforman el grueso de la sobrevivencia laboral y representan niveles mínimos de capital económico y cultural. Algunos de los jefes de familias desplazadas que viven en el casco urbano de Florida se ganan la vida mediante el corte y procesamiento de la caña de azúcar. Sin embargo, irónicamente, este trabajo es más precario y explotador al reglamentarse por la legislación laboral colombiana. En principio, se podría pensar que las actividades laborales formales son las mejores con respecto a la obtención de los beneficios laborales, sin embargo esta hipótesis encuentra su negativa y se desvirtúa con los relatos obtenidos por los jefes de hogar desplazados, corteros de caña, quiénes manifiestan que las formas modernas de flexibilización, regulación y mejores condiciones de trabajo, los empujan aún mas a las pérdidas de integración social, aumentos de conflictos, inseguridad e, inclusive, debilitamiento de los lazos familiares; lo que ocasiona problemas de salud y pérdida de la calidad de vida para toda la familia. Se unen a las filas de los carenciados del municipio y su situación es a menudo peor que la de aquéllos que están desempleados o trabajan en el sector informal. La discriminación que sufre la población desplazada en zonas urbanas también se refleja en la imposibilidad de acceder a lo que tienen derecho por ley. En muchos casos las autoridades se niegan a considerarles desplazados, aumentando el estigma del desconocimiento social que envuelve a esta población. Los códigos de presentación, la interrelación con otras personas del entorno y un tipo de capital simbólico que no tienen, ponen de manifiesto sus condiciones de empobrecimiento. Un empobrecimiento que significa una negación de un pasado, considerado por ellos como mucho mejor, y un futuro incierto. UNHCR/B Heger Los desplazados colombianos resuelven los problemas del día a día en su nueva realidad urbana. El municipio carece de recursos para atender las necesidades prioritarias tales como salud, empleo, vivienda y educación, y la seguridad de todo el asentamiento se ha puesto en peligro hasta el punto de volverse insostenible. Comienzan a aparecer las bandas delincuenciales y la fuerza pública ha señalado que están formadas por desplazados. Las personas desplazadas tienen muchas razones para resistirse a reconocer la realidad de su empobrecimiento actual. Por una parte, tienen acceso a ciertos recursos tales como información útil sobre ayudas legalmente instituidas por el Estado, las relaciones sociales y contactos personales que facilitan el acceso al mercado laboral. Por el otro lado, tienen las imágenes de un pasado con importantes logros en materia de capital económico, social cultural y simbólico. Es urgente e imperiosa la puesta en acción de programas que contribuyan a la satisfacción de las necesidades y, específicamente, a proveer empleo. Sólo entonces, las personas desplazadas podrán obtener los recursos económicos indispensables para adquirir bienes y servicios y activar la economía de la región. Rubén Darío Guevara Corral (rudagueco.8@ gmail.com) es antropólogo e investigador en la Universidad del Valle y Universidad de San Buenaventura Cali. Diego Andrés Guevara Flétcher (diegoguevaraf@gmail. com) es economista y doctorando en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO-Argentina.