El despegue del turismo en Canarias. El Puerto de la Cruz y el

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Turismo (2011-12) Volumen 3-4, 01-11
ISSN 1889-0326
El despegue del turismo en Canarias.
El Puerto de la Cruz y el turismo británico de salud
Nicolás González Lemus
Profesor de Historia Económica del Turismo en Canarias. Escuela Universitaria de Turismo Iriarte.
C/ Suecia 38300 La Orotava. Tenerife. España
Correo electrónico: musle@nicolásglemus.es. Teléfono: 922/33-23-90
Recibido: 17-06-2011, reenviado: 26-06-2011, aceptado: 18-01-2012
Resumen: A partir de la apertura de la Compañía de Hoteles y Sanatorium del valle de la
Orotava en el Puerto de la Cruz en 1886 las Canarias van a vivir una explosión hotelera
que hasta entonces no se había dado. La Orotava, Icod, La Laguna, Güímar, Santa Cruz de
Tenerife, así como Las Palmas de Gran Canaria van a ser testigos del establecimiento de
un buen número de establecimientos hoteleros. ¿Cómo fueron los inicios de ese despegue?
Palabras clave: Viajeros Ingleses, Turistas, Enfermos, Hotel, Sanatorium, BoardingHouses, Médicos, Temperatura.
Abstract: From the moment in which the Company Hotels and Sanatorium in the Orotava
Valley is founded in Puerto de la Cruz in 1886, the Canary Islands are the site of an unprecedented hotel outburst. La Orotava, Icod, La Laguna, Güímar, Santa Cruz de Tenerife, as well
as Las Palmas de Gran Canaria bear witness to the establishment of a remarkable number
of hotels. This paper analyses the beginnings of such a phenomenon.
Keys words: English travellers, Tourists, Invalids, Hotel, Sanatorium, Boarding-Houses,
Doctors, Temperature.
Introducción
Con la irrupción de Tenerife en el marco del turismo europeo se desarrolló durante todo el siglo XIX un
interesante debate en la clase médica británica sobre
cuál de las dos islas –Madeira o Tenerife–- era superior
para el tratamiento climaterapéutico –polémica que
luego se daría entre las dos islas hermanas de Tenerife
y Gran Canaria–. Las opiniones favorables a Tenerife
iban en aumento, pues gozaba de reconocimiento. Por
ejemplo, los casos de defunciones de tuberculosis pulmonar eran los más bajos del mundo. En el Valle de La
Orotava, comarca de la que solamente tenemos datos,
era de 0,73 por mil al año y en los pueblos de montaña
de las islas la tuberculosis era prácticamente desconocida1, mientras que el índice de mortalidad causada por
la tuberculosis en Roma era de 6,02, en Malta el 3,30 o
el en Argel 2,902. Las virtudes profilácticas y curativas
del clima y la pureza medioambiental de las islas evitaban que se extendiera la enfermedad entre la población, aunque la presencia de turistas tísicos europeos
en Canarias a partir de la década de los ochenta del
siglo XIX va a suponer la aparición de la tuberculosis
en suelo isleño.
Esta condición favoreció la irrupción del turismo moderno en Canarias, pero a la vez su desarrollo se produjo
en un momento histórico concreto donde confluyeron
otras causas.
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Una de ellas fue la consolidación de una burguesía
rentista y ociosa producto de los efectos de la Revolución
Industrial iniciada a finales del siglo XVIII, sobre todo
en Gran Bretaña, donde ricos rentistas por la salud o, en
menor medida, por descanso o la aventura, se trasladaban entre los meses de octubre a mayo, huyendo del desapacible clima de su país. De todas maneras, el turismo
era a finales del siglo XIX una forma de vida, una manera
de viajar practicada por las clases altas, por la buena sociedad, que disponía de dinero y suficiente tiempo libre.
Son los años del nacimiento de los sea resorts, los health
resorts y los holidays resorts. Los alemanes desarrollaron
diversos centros a orillas del Báltico; los franceses en sus
Rivieras mediterráneas y costas atlánticas; los españoles en la costa cantábrica, convirtiéndose en centros de
modas las playas de Santander y San Sebastián. En todos
estos centros vacacionales se establecieron casinos, hoteles de lujo, campos de tenis y de golf y clubs náuticos, la
máxima expresión de la diferenciación y respetabilidad
social del ocio de las clases altas en la era victoriana y
eduardiana. No tardaron en ponerse de moda y masificarse con la mejora de los medios de comunicación con
el objeto de atraer al mayor número de miembros de la
distinguida sociedad que viajaba entonces.
Además, con la expansión del Imperio británico en
ultramar y su interés por la costa occidental africana a lo
largo del siglo XIX para el establecimiento de empresas
destinadas a explotar el aceite de palma y la realización
de misiones religiosas relacionadas con sus intereses.
Pero también encontrar una «estación de aclimatación»
en un lugar subtropical de temperaturas suaves y cálidas,
como las de Canarias, para «aclimatar» o «adaptar» a
aquellos colonos residentes en sus territorios tropicales,
que tanto en sus viajes de ida como de vuelta a casa estaban expuestos a los fatales efectos sobre la salud a consecuencia de los cambios de temperatura. No era extraño
que los residentes en Oriente sufrieran las consecuencias
del fuerte cambio de temperatura, por ejemplo entre la
India e Inglaterra, donde se pasaba en pleno noviembre
de 30 o 35ºC a 8 o 10ºC. La cercanía de las islas a la costa
occidental de África y lugar de paso, desde hacía tiempo,
fundamentalmente Gran Canaria y Tenerife, habían llamado la atención para establecer en ellas de un sanatorio
que sirviera a los numerosos británicos asentados por
largo tiempo en el continente africano u Oriente (trabajadores, militares y misioneros, afectados por enfermedades propias de la región, entre ellas la temible malaria
en África o enfermedades del hígado entre los residentes de la India) para su convalecencia, evitando así ser
trasladados a Inglaterra. De hecho, en 1890 se llegó a
establecer el Queen Victoria Hospital en Las Palmas de
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Gran Canaria para la convalecencia de los súbditos de Su
Majestad en las colonias, evitándose que fueran trasladados a Gran Bretaña. En el Puerto de la Cruz se intentó
establecer otro hospital pero no corrió la misma suerte.
Influyó también la aparición de la maquina de vapor, que revolucionaría los transportes. El desarrollo
de las comunicaciones marítimas con la costa occidental de África, sobre todo en la segunda mitad del siglo
XIX, y las nuevas comodidades y lujosas decoraciones
en los vapores van a suponer el aumento del número de
viajeros, y, consecuentemente, el aumento del número
de visitantes a las islas. A partir de esos momentos los
habitantes de las naciones del norte, en especial Inglaterra, comienzan a frecuentar nuestras islas, sobre todo
Tenerife y Gran Canaria. No podemos pasar por alto la
mejora de los puertos, pues, si el tráfico marítimo no se
puede entender sin los barcos, tampoco el mismo habría
alcanzado su enorme desarrollo sin los puertos. Por su
parte, la instalación del cable telegráfico en 1883 facilitó
la comunicación con el exterior y el aumento de las comunicaciones marítimas, lo que acercaba más las islas
con el continente europeo en unos momentos en que las
posibilidades de la explotación del ocio producía un beneficio económico nada desdeñable.
Eran también los años de la entrada de la economía
canaria en los emporios comerciales extranjeros, especialmente británicos. Desde las primeras décadas del siglo XIX ya estaban operando en las transacciones comerciales isleñas británicos como James Swanston, Robert
Houghton, Thomas Miller y otros en Las Palmas de Gran
Canaria; y Gilbert Stuart Bruce, Lewis Gellie Hamilton,
William Davidson y otros, en Santa Cruz de Tenerife,
y a finales del siglo aparecieron hombres de negocios
como Henry Wolfson Ossipoff, Richard Ridpath Blandy, Edward Fyffe, Alfred L. Jones, Cecil Barker, Richard
J. Yeoward, etc.. Todos ellos participarán o formarán
compañías con el firme propósito de ejercer la actividad
empresarial en Canarias, respondiendo a las necesidades
de mercado de ultramar de la economía imperial británica, bien a través de la importación de manufacturas,
productos químicos y tecnología eléctrica británica, bien
a través de la exportación de las nuevas materias primas,
sobre todo culinarias (tomates, plátanos, papas y cebollas), para el abastecimiento del mercado interior de las
potencias europeas, o bien en la actividad hotelera mediante la participación activa en las primeras compañías
turísticas formadas expresamente para poner en marcha
el sector: la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle
de La Orotava, la Taoro, Compañía de Construcción y Explotación de Hoteles y Villas del Valle de La Orotava, en
Tenerife, la Grand Canary Company, por citar algunas,
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en Las Palmas de Gran Canaria.
A ellas hay que añadirles las causas endógenas. Las
condiciones económicas, sociales y culturales de las islas
en el último cuarto del siglo XIX eran muy distintas a las
de las décadas anteriores, ya que si bien la economía de
los años cuarenta, cincuenta y sesenta habían sido de bonanza gracias a la producción de cochinilla –décadas en
que la burguesía y las clases medias urbanas disfrutaron
de un período de enriquecimiento y que incluso hasta el
campesinado se vio beneficiado con unos salarios que pasaron de una peseta a dos pesetas diarias–3 pero las décadas siguientes las islas padecieron una grave situación
económica y social como consecuencia de la crisis de la
grana. Los nuevos cultivos de recambio que se intentaron
introducir (tabaco y azúcar) no tuvieron éxito y por lo
tanto poco ayudó a salir de la recesión. El estancamiento
económico se adueñó del panorama económico de las islas y se produjo la total descapitalización de muchos propietarios.
Con frecuencia se suelen obviar otras razones endógenas en el despegue del turismo moderno en Canarias
y que considero de capital importancia. Me refiero a la
normal existencia de víveres y comestibles ingleses en las
islas. El intercambio comercial propiciado por las compañías británicas establecidas en nuestros puertos mayores,
hizo posible que los víveres ingleses se encontraran con
facilidad en las tiendas locales. Eso permitía que los visitantes pudieran seguir con la dieta de su propia gastronomía. La facilidad de encontrar alimentos ingleses era
una garantía para los que viajaban en esta época –turistas
enfermos y miembros de la elite económica– pudieran
seguir degustando sus gustos culinarios, o aquellos que
necesitaban una dieta especial.
Otra razón, la tranquilidad que se respiraba en Canarias y la familiaridad y confianza que tenía el inglés en el
canario. No debemos olvidar que los contactos comerciales de los ingleses con los isleños desde el siglo XVII, a
pesar de las relaciones a veces tensas entre España e Inglaterra, favorecieron el conocimiento real del canario; los
colonos ingleses establecidos a partir del siglo XVII sobre
todo en nuestros puertos (Puerto de la Cruz, Garachico,
Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma y Las Palmas de Gran Canaria) y los irlandeses en el siglo XVIII,
así como los viajeros en general, destacaban lo obediente, modesto y servicial que era el isleño. Incluso hay que
añadir el bajo nivel de vida en Canarias con respecto al
británico. Los precios de las viviendas alquiladas con fines turísticos eran muy bajos para ellos, a pesar de que
hubo ciertos periodos inflacionistas, pero fueron siempre
muy inferiores a los centros (resorts) de moda en Europa
(Francia, Italia, Alemania y Suiza), inclusive algo más ba-
rato que en Madeira.
Es en este contexto histórico cuando algunos isleños (empresarios, propietarios agrícolas e intelectuales)
dejan de considerar la agricultura como la única fuente
de riqueza y piensan en recurrir a otras actividades económicas. En lugar de orientar sus esfuerzos hacia los
sectores más tradicionales como los de la agricultura,
los orientan hacia el turismo, configurándose como una
alternativa más en la desesperada búsqueda de nuevos
recursos para superar la crisis, aunque lo compaginarían
con la producción agrícola, ahora con el plátano y tomate. De esa manera, el sector servicios se encamina como
otra actividad económica algo prometedora para la recuperación económica. Ahora bien, la participación de
compañías y empresarios extranjeros, mayoritariamente
británicos, presentes de una manera abrumadora a finales del siglo del XIX, fue decisiva. La presencia británica
es la pieza básica para entender la puesta en marcha del
turismo moderno en Canarias, puesto que su existencia
empresarial facilitó los recursos financieros. Es con su
intervención desde el punto de vista de los capitales, del
compromiso empresarial, del establecimiento de plazas
hoteleras, de las mejoras alimenticias, de la balanza de
pagos, etc., lo que facilita el despegue del turismo moderno en Canarias. Será la iniciativa inglesa la que contribuya notable y decisivamente al establecimiento, crecimiento y fomento del turismo, atreviéndonos a afirmar
que se debe a ellos el desarrollo inicial de dicha actividad. No es extraño, a la vista de ello, que el propietario
isleño se viera seducido por el papel tan comprometedor
de los ricos extranjeros, en definitiva que depositaran su
confianza en las firmas inglesas para suscribir su rol de
empresario hotelero. Canarias no era la única zona donde sucedió tal fenómeno. La España continental, como el
resto del continente europeo, se vio sometida a la misma
dinámica. Por ejemplo, los propietarios británicos de las
compañías mineras de Riotinto fueron los impulsores
del proyecto de construcción del hotel Colón en Huelva.
El hotel fue inaugurado en el año 1892.
Pero, a pesar de la presencia de numerosas consignatarias, casas comerciales extranjeras, fundamentalmente
británicas, en los principales puertos capitalinos, y las
razones ya señaladas, la mejora de las comunicaciones
con Europa y la acreditada reputación del clima de las
islas son los factores relevantes que van a favorecer el desarrollo del turismo moderno en tierras insulares, y el
marco geográfico será el Valle de La Orotava, y particularmente el Puerto de la Cruz.
El Puerto de la Cruz contaba con un excepcional
clima. Era difícil encontrar un sitio que reuniera unas
condiciones climáticas que favoreciera a los turistas enTurismo, Vol 3-4, pp. 01-11, 2011-2012
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fermos a respirar un aire vivo, puro y seco, encontrar un
lugar con mejor temperatura en el invierno para la convalecencia de alguna enfermedad susceptible de cura por
la climatoterapia. La naturaleza enriqueció con todas las
beneficiosas cualidades climáticas al Valle de La Orotava
en Tenerife, además de ser universalmente reconocido
por sus bellezas naturales. Es el paraíso para los atacados
por la tuberculosis, una de las razones por la que viajaba
a las islas. Las temperaturas medias de los cinco meses
de invierno de temporada turística, es decir, de octubre
o noviembre a abril, eran muy superiores a los centros
de Europa y Madeira, el principal centro turístico insular competitivo. No debemos olvidar que el nacimiento
o, más exactamente, los inicios del «turismo» en las islas
está más vinculado con la atención sanitaria invernal que
con los viajes de ocio. No se trataba de buscar centros de
esparcimiento, de ocio para los turistas enfermos (invalids), sino de salud. El grueso del turismo que se recibía
era terapéutico. Esto significaba que el turista que venía
a Canarias lo hacía, en su inmensa mayoría, bajo prescripción médica, y en muchas ocasiones acompañadas
de sus familiares y amigos. Por esa razón, los médicos
evitaban enviar a sus pacientes a ciudades de gran densidad de población por ser posibles orígenes de infecciones y recomendaban la naturaleza como agente curativo.
Incluso, según el doctor francés S. Jaccoud, si se hacía
una excepción a esta regla y se elegía una ciudad densamente poblada como estación invernal, ésta tenía que
tener suficiente espacio rural con casas por los aledaños
donde pudieran establecerse los turistas enfermos para
su convalecencia4. En estos años iniciales se demandaba
bastantes casas rurales, haciendas, quintas, para ser alquiladas por los extranjeros.
Las casas de campo, las haciendas, adecuadas para los
turistas enfermos, proporcionaban a la vez ese placer que
se siente vivir en ellas en medio de la naturaleza. Eran las
villas que constituían los pleasant places que tanto gustaba a la elite y al gentleman inglés: la villa aislada con
jardín, colocada en los espacios abiertos, desde donde
se podía apreciar el paisaje y el campo, que proporciona
la privacy y la vida campestre, además de respirarse aire
puro.
También contaba con un marco físico y natural excepcional. El paisaje y el paraje natural del Valle de La
Orotava fueron otros argumentos de peso. Además, al
escenario paisajístico del Valle de La Orotava se le añadía
El Teide, tan aclamado por los viajeros a lo largo de la historia y cuya presencia y aspecto era un tópico en la conversación entre los turistas, como hablar del «tiempo» en
Inglaterra, dijo el médico británico Ernest Hart en 1887.5
Aunque El Teide ya había perdido la reputación geográfiTurismo, Vol 3-4, pp. 01-11, 2011-2012
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ca de ser «el pico más alto del mundo» y otros privilegios
con los que había gozado siglos atrás, aún causaba una
impresión no superada y posiblemente sin igual, diría el
mismo Ernest Hart. El Teide era el centro de atracción de
Tenerife, que fascinaba a los visitantes y como bien expresó el ilustre médico “el escenario nunca está completo
sin su grandiosa vista”. Por lo tanto, el binomio clima y
marco físico del Valle de La Orotava formaba una identidad simbólica que satisfacía el anhelo de retirada a la
naturaleza de los acaudalados turistas, mayoritariamente
británicos. Era el lugar ideal para la convalecencia de los
turistas enfermos, por un lado, y respondía a la fascinación por la naturaleza que sentía el gentleman victoriano,
enfermo o sano, de vivir apartado del estilo de la vida
social, urbano, por otro. El perfecto conocimiento que
tenían los victorianos como William S. Harris, Edward
Beanes, Arthur H. Pring y muchos otros que destacaron
en el desarrollo del turismo moderno en Canarias, de los
gustos y necesidades de sus compatriotas que pretendían
traer, hace que se fijen en el Puerto de la Cruz para el
establecimiento del primer sanatorium o primer hotelsanatorium para convalecientes tuberculosos y otras enfermedades.
También en el inglés se había despertado el gusto por
la playa, el mar y las olas, y, por añadidura, la naturaleza.
El Puerto de la Cruz contaba con todos los elementos
que tanto anhelaba el británico y el europeo en general;
playa para tomar los baños de mar, precisamente en unas
aguas mucho más templadas que en sus latitudes. El baño
era tremendamente importante, ya que la hidroterapia
marina había sustituido la cura balneoterápica. Geográficamente, el Valle de La Orotava era un hermoso espacio natural, un gran escaparate casi plano de naturaleza
abierta, con una vegetación rica y una atmósfera pura
inigualable. Numerosos autores (viajeros, naturalistas y
escritores) habían destacado ampliamente el marco natural y el paisaje del Valle de La Orotava, de tal manera
que la naturaleza de este rincón de Tenerife era una realidad cultural de peso a favor de su promoción turística.
John Cleasby Taylor, médico escocés que compara Las
Palmas con el Puerto de la Cruz, destacó en 1889 que si
bien la ciudad norteña de Tenerife tenía más días de lluvias anuales, mayor humedad y menos horas de sol que
Las Palmas de Gran Canaria, el Puerto de la Cruz por
el contrario la superaba porque tenía unos alrededores
naturales mucho más bellos6 (Cleasby Taylor, 1889: 34).
El nuevo marco natural y la rica vegetación del Valle
de La Orotava conformaban un imaginario que pronto
atrajo a muchos extranjeros para una estancia satisfactoria de ocio y descanso, además, le permitía la realización del ejercicio físico, el paseo campestre, la inhalación
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de aire puro, todo lo que prescribían los médicos a sus
pacientes, los turistas invalids, para su convalecencia.
Ventajas difíciles de encontrar en los otros health resorts
(centros médico-turísticos) existentes entonces, excepto
en Madeira, que poseía una naturaleza y clima de características similares, aunque no era tan llano para poder
caminar ni tenía playa para tomar los baños y era más
húmeda.
También la intervención del británico fue determinante en la elección de los lugares para el establecimiento
de los hoteles. Ellos huían de los enclaves urbanos, centros de posibles infecciones como consecuencia de la falta de hábitos higiénicos de la población local; buscaban
enclaves donde predominara la vegetación, los espacios
ventilados y la atmósfera pura. En el Puerto de la Cruz, se
eligió la residencia de la señora Dehesa Sanz en los Llanos
de Martiánez, un enclave alejado del núcleo poblacional
y rodeado de vegetación, para establecer el primer sanatorium, el Orotava Grand Hotel (futuro hotel Martiánez)
en 1886 y Monte Miseria, un descampado de malpaís sobre un lomo de unos 100 metros de altitud, para ubicar
el hotel Taoro en 1890. Esa misma razón de alejamiento
de los núcleos urbanos también influyó enormemente en
otros lugares. En Güímar, se eligió lo alto de la cuesta de
Chacaica para el establecimiento del hotel Buen Retiro.
La concentración urbana, la actividad portuaria y la carbonera así como los problemas higiénicos en las ciudades
portuarias capitalinas como Santa Cruz de Tenerife y Las
Palmas de Gran Canaria hacen que se eligieran lugares
apartados; en Santa Cruz se eligió Salamanca, entonces
sin urbanizar, para el establecimiento de la boarding house Sanatorium; las Ninfas y los Campitos, tampoco sin
urbanizar y consecuentemente sin población en sus alrededores, para el establecimiento de los hoteles Pino de
Oro y Quisisana; por su parte, en Las Palmas se eligieron
los Arenales, entonces un descampado, para el establecimiento de los hoteles Santa Catalina y el Metropol; o Tafira y Monte Lestiscal, retirados de la capital y rodeadas de
encantadores campos agrícolas, para el establecimiento
de los hoteles Bella Vista y Santa Brígida.
El establecimiento de un health resort en Canarias, es
decir, de un centro médico-turístico, despertó un enorme
interés entre los médicos europeos interesados por la climatoterapia como François-Gigismond Jaccoud, Ernest
Hart, Cleasby Taylor, Morell Mackenzie, Mordey Douglas, Coupland Taylor, Paget Thurstan, Brian Melland y
muchos otros, en la medida en que aún se estaba lejos de
la cura de ciertas enfermedades por la farmacopea. Todos
visitaron Canarias y en sus escritos nos encontramos los
primeros análisis climatológicos y la descripción de las
condiciones ambientales de las islas, base de los conoci-
mientos científicos del clima de Canarias, su ecosistema
y la relación con la medicina del momento. Estudiaron
las condiciones atmosféricas, el grado de humedad, la
pureza del aire, las irradiaciones solares, los vientos, y
otros factores naturales. Resaltaron las dulces temperaturas de Tenerife y Gran Canaria –hasta ese momento las
islas periféricas estaban lejos de ser visitadas–; estudiaron
el papel de los alisios en la determinación del clima de las
islas; se ocuparon del aire seco y cálido sahariano que en
ocasiones asola las islas por la proximidad del continente
africano, y realizaron las primeras analíticas de las aguas
de los nacientes insulares y sus propiedades mineromedicinales. Por ejemplo, las aguas de Santa Catalina,
las cuales las clasificaron como perteneciente al grupo
de aguas salinas cloruras, no aptas para uso doméstico.
Las aguas de Firgas, muy extendido su consumo en Gran
Canaria por sus propiedades minero-medicinales y las
encuadraron en el grupo de aguas terrosas y calcáreas.
El punto de interés práctico acerca de ellas es su pureza
extrema. Es destacable su uso como agua de mesa, tomando el lugar del Apolinaris y de otras aguas naturales.
Era muy apreciada por los escasos turistas establecidos
en Las Palmas, pues al parecer eran recomendadas para
los turistas enfermos que padecían de la gota, trastornos
gástricos y otras patologías. Las aguas de Agaete, cuya
principal característica era la cantidad de hierro en una
de sus formas más fácilmente asimiladas, era recomendable para los enfermos en estados anémicos. La misma
suerte corrieron las aguas de Martiánez y las de San Telmo en el Puerto de la Cruz.
Es el momento que algunos prestigiosos médicos
isleños sensibles se suman al interés despertado por los
médicos extranjeros por la problemática de la climatoterapia y comenzaron a participar activamente con escritos, informes y otras formas de expresión, a favor de la
conversión de las islas en un health resort.
De suma importancia tuvo la visita las islas el matrimonio Stone. Supone un antes y después del turismo en
Canarias. El 5 de septiembre de 1883 desembarcaron en
el muelle de Santa Cruz de Tenerife la irlandesa Olivia
Stone y su esposo John Frederick Matthias Harris Stone,
de 25 y 27 años respectivamente. Habían partido de la
estación de Waterloo el 27 de agosto de 1883 con destino
a Le Havre (Francia) para tomar el barco Panamá hacia
Canarias. En la capital pernoctaron en el hotel Camacho
situado en la calle de La Marina. Tenerife fue el primer
destino de un tour por las islas de seis meses. Vivieron en
la isla, concretamente en el hotel Turnbull del Puerto de
la Cruz (desde donde se desplazaron a La Palma, La Gomera y El Hierro), hasta los primeros días de noviembre,
y desde Tenerife se dirigieron a Gran Canaria para seguir
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su periplo a Fuerteventura y Lanzarote. Y desde aquí a
casa. En 1880, el matrimonio Stone había hecho un viaje
a Noruega, lugar de vacaciones de las clases altas inglesas,
y escribieron Norway in June... Accompanied by a Sketch
Map, A Table of Expenses, And A list of Articles Indispensible to the Traveller In Norway. Resultado de ese viaje fue
una pequeña guía turística publicada en 1882 por la editorial Marcus Ward & Co. Intentaron hacer lo mismo en
Canarias, pero en lugar de una guía escribieron un bello
libro de viajes. La pareja disfrutó de la naturaleza de las
islas. Ambos subieron a El Teide, conocieron a mucha
gente de la sociedad canaria y visitaron cuanto pudieron.
Pero no solamente se limitarían a visitar los pueblos más
importantes de las Canarias sino que se adentraron hacia
su interior. Conscientes de los obstáculos con los que se
iban a encontrar a la hora de marchar hacia ese interior
de la geografía insular, se dotaron de una caseta de campaña para poder pernoctar. Abandonaron Santa Cruz de
nuevo el domingo 17 de febrero de 1884 ésta vez para
regresar a su tierra natal vía Gran Canaria, Fuerteventura
y Lanzarote.
Los viajes habían acercado las islas a sus respectivos
países. Los médicos británicos, por su parte, habían mostrado a Inglaterra, y a Europa en general, las excelentes
condiciones climáticas de Canarias, así como la benignidad de nuestro clima. Sin embargo, el conocimiento de
las islas iría a popularizarse con la visita de los Stone, no
tanto por la publicación de Teneriffe and its six satellits,
firmado por Olivia, sino por las difundidas en dos largos
artículos publicados en el Pall Mall Gazette los días 10 y
14 de octubre de 1884 bajo el título A trip to the Canary
Islands, así como otras colaboraciones de su esposo John
Stone, que además de abogado era un afamado escritor y
periodista. La luz del cielo y la naturaleza isleña le produce deleite a Olivia Stone, y la belleza de El Teide “es como
una imagen fotográfica que llevará impresa en su mente
a lo largo de su vida”. En el prestigioso The Times del 4 de
enero de 1884, John resaltó el magnífico escenario natural de las islas y elogió el clima de Canarias, calificándolo
como más seco y más tonificante que el de Madeira, y
el cual necesita ser más conocido por los ingleses. “Fue
el primer visitante de la isla de El Hierro, según me dijeron; Tenerife recibe un puñado de turistas al año para
visitar el famoso Teide; La Palma también recibe algunos
para visitar la Caldera; La Palmas de Gran Canaria recibe
casualmente algunos extranjeros en su ruta a largas distancias, sin embargo ningún inglés visita las islas Afortunadas”.
Los Stone no solamente invitan a sus compatriotas a
visitar Canarias, sino que resaltan las inmejorables condiciones que reúne el Puerto de la Cruz como un centro
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turístico. “Todo en su conjunto, su posición, su clima, sus
alrededores, la residencia, la sociedad, las conveniencias
y, sobre todo, la proximidad al Teide, hace del Valle de
La Orotava el centro más adecuado en el archipiélago
como residencia para extranjeros”, comentó Olivia Stone
en 1883.7
Bajo estas favorables condiciones se inició el turismo
moderno en Canarias. Y todo comenzó en el Puerto de la
Cruz en 1886. Ese año se formó la Compañía de Hoteles
y Sanatorium del Valle de La Orotava, responsable de establecer el primer hotel sanatorio de Canarias: el Sanatorium u Orotava Grand Hotel, futuro hotel Martiánez. Su
inauguración oficial se realizaró el 12 de septiembre de
1886. El turista enfermo, el invalid, respiraba un ambiente oxigenado, libre de contaminación y contaba con una
ventilación natural y sana. Estaba en medio de una armoniosa vegetación y densa arboleda, no lejos de la playa
de arena negra de Martiánez, a la cual se podía ir andando. El rincón formaba un espectacular balcón frente
al Atlántico. La toma de aire puro, el descanso, el paseo
y la excursión caracterizaban la estancia del turista por
razones de salud. Nacía así el turismo en Canarias como
tal. Por ello el Puerto de la Cruz es la cuna del turismo en
Canarias. Aquí nació.
La Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de
La Orotava. El Hotel Martiánez y sus tres satélites,
el hyel Marquesa, el hotel Monopol y el hotel Buenavista
En el segundo lustro de los años ochenta, algunos
de los más destacados miembros de la nobleza y burguesía del Valle de La Orotava, de grandes propietarios
deseosos de impulsar el turismo, como Esteban Salazar
y Ponte, VIII conde del Valle Salazar, Felipe Machado
del Hoyo, el granadino Ricardo Ruiz y Aguilar, Andrés
Carpenter, Carlos H. Hamilton, Domingo Aguilar y
Quesada y muchos otros habían mostrado interés por la
industria del turismo. Un de ellos, el doctor Víctor Pérez González, viaja a Londres a solicitar una persona capacitada para que asumiera la dirección de hotel que se
pretendía construir, ya que consideraban los señores del
Consejo a Inglaterra el país más adelantado de aquella
fecha en explotaciones hoteleras.8 Víctor Pérez González
viajó a Londres a buscar a alguien con experiencia capaz
de organizar una compañía y dirigir un hotel. El doctor
canario regresó con el británico William Strickland Harris, casado y de 55 años de edad. Probablemente fuera
su hijo Jorge Pérez Ventoso, que residía entonces en la
capital británica, quien lo conociera y se lo presentó a su
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padre. Otro de los hombres de la burguesía local, Antonio
María Casañas González, fue uno de los propietarios interesados en el proyecto.9
William Strickland Harris era la pieza clave para su
impulso. En él depositan confianza propietarios, profesionales e incluso los cónsules de Inglaterra, Francia,
EE UU, Alemania, Italia, Rusia y Suecia10 para formar la
Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de la Orotava. El objetivo de la sociedad era construir un hotel en los
llanos de La Paz en el Puerto de la Cruz y más adelante
otro en Santa Cruz. El periódico local La Opinión en su
edición del 27 de enero de 1886 da la noticia de la próxima apertura de un hotel en la casa de Antonia Dehesa
Sanz, señalada por Olivia Stone como la mejor residencia
en el lugar para el establecimiento de un hotel. En efecto,
la idea era llevar adelante el arrendamiento de la finca y
casa de la señora Dehesa Sanz para después construir en
La Paz, cerca del Jardín Botánico, el magnífico hotel que
se tiene en proyectado.11 El 20 de marzo de 1886 convoca
a los accionistas a la reunión a celebrar el día 25 en la casa
de Antonia Dehesa Sanz “para discutir y aprobar los estatutos de la sociedad, otorgar escritura social y nombrar
el consejo de administración”.12 Actuaba como presidente
interino de la sociedad Esteban Salazar y Ponte, conde del
Valle de Salazar.
El 11 de abril de 1886 la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava se inscribe con un capital
nada desdeñable de £20.000, es decir, 500.000 pesetas de
capital inicial (3.000 euros), dividido en 1.000 acciones
de £20 cada una,13 o al cambio 500 pesetas (30 euros).
William Strickland Harris sería el director gerente. Algunos británicos que hasta entonces habían participado en
la hospedería insular lo habían hecho a título individual.
La Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La
Orotava es la primera empresa turística en Canarias. Una
empresa hotelera, una sociedad mercantil, es decir, una
compañía de accionistas para asumir la responsabilidad
económica del proyecto turístico que pretendía impulsar.
Fijemos el año de su fundación 1886, año a su vez del comienzo del turismo en Canarias. Es a partir de entonces,
con la formación de una sociedad capitalista, cuando desde el punto de vista de los capitales, de la participación
empresarial, del establecimiento de plazas hoteleras, etc.,
se pueda hablar de la industria del turismo en el archipiélago. El hotel que abriría la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava es un establecimiento con
todas las características propias de un moderno sistema
de alojamiento: aparece la plantilla de dependientes (chef,
metre, camareros, palanquines, empleados de la limpieza,
etc.) para desempeñar los servicios propios de un moderno hotel; se impone la preocupación por agradar a los
clientes (salón con piano, sala de billar, de lecturas, etc.);
se crean contactos con el exterior para promocionar y
vender el producto de la empresa y así toda una serie de
servicios hasta ahora inexistentes en los escasos establecimientos hoteleros reinantes en las islas.
El objetivo de la Compañía de Hoteles y Sanatorium
del Valle de La Orotava era construir un hotel con todas
las comodidades y adelantos modernos en la llanura del
promontorio de La Paz. Mientras tanto, hasta que no se
consiguiera la ejecución de tal proyecto, decide arrendar ciertos inmuebles en la ciudad y comenzar así su
actividad en la oferta alojativa. En la primera Junta de
la sociedad, celebrada el 11 de abril de 1886, el Consejo
de Administración por fin decidió arrendar las casas de
Antonia Dehesa Sanz, en los llanos de Martiánez, cuya
fachada daba para la calle de Cupido (hoy Valois) y la de
Rosa Gramperra, viuda de Tomás Zamora Gorrín, conocida como la Casa de Baile, en la calle Quintana para
empezar la actividad hotelera. En la misma Junta dieron
autorización a su presidente para que realizara contrato
con los inmuebles que él creyera oportunos. Al año siguiente, en nombre de la sociedad, alquila las casas de
Tomás Fidel Cólogan, también en la calle Quintana,14
que ya funcionaba como hotel desde 1884, “siendo excelente y considerada como la mejor casa del lugar”,15 y la
de Luis Marinas Lavaggi, en la calle de la Independencia
(hoy Cólogan).
En la primera de ellas, la casa de Antonia Dehesa
Sanz, la compañía estableció el Orotava Grand hotel, el
principal de los cuatro, el cuartel general. La tranquilidad y la belleza natural que rodeaba la preciosa casa del
siglo XIX fueron dos de las claves que contribuyeron a su
elección. Se trataba de una residencia estilo colonial de
dos plantas, mandada a construir por capitán Francisco
García Gutiérrez y heredada después de su muerte en la
Habana en 1868 por su esposa, Antonia Dehesa Sanz. La
precaria situación económica por la que estaba pasando
su propietaria le obligó a ponerla en venta, pero estaba
pidiendo mucho más de lo que nadie estaría dispuesto a
pagar, 18.789 escudos, es decir, 46.972 pesetas y 50 céntimos (unos 283 euros) en 1874. Tuvo que hipotecarla a
favor del ayuntamiento del Puerto de la Cruz para garantizar el remate hecho por Guillermo Aguilar, como
consecuencia del derecho de consumo de vinos consistente en 16.220 reales de vellón y trece maravedís (unas
4.100 pesetas, unos 24 euros) desde el año 1852.16 Dada
la situación de descapitalización por la que estaban pasando los hacendados de la isla a raíz de la crisis de la cochinilla, era difícil encontrar a alguien con recursos suficientes para comprarla. Así pues, en la medida en que
las dificultades para su venta eran enormes, Sebastián
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El despegue del turismo en Canarias...
Fernández Montañés, administrador de las propiedades
de Antonia Dehesa Sanz desde 1873,17 arrendó la parte
alta de la vivienda, con todo su mobiliario, vajilla y cristalería, a la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle
de la Orotava el día 1 de julio de 1886 por un periodo de
tres años, terminando el 30 de julio de 1889. El precio del
alquiler fue de 6.000 pesetas anuales (unos 26 euros), a
pagar en cantidades de 1.500 pesetas por trimestre (alrededor de 9 euros). Firmó el contrato por parte de la empresa Esteban Salazar y Ponte en calidad de presidente de
la compañía. Desde el mismo momento del alquiler de la
hacienda, en la mente de su propietaria Antonia Dehesa
Sanz rondaba el pensamiento de llevar el hotel por su propia cuenta, cuando el plazo por el que se había arrendado
finalizara.18 El hotel recibió el nombre de Sanatorium u
Orotava Grand hotel. Fue nombrado director William S.
Harris y subdirector Rudolph Egger, un hombre con experiencia en la hostelería, pues tenía por entonces varios
hoteles en Inglaterra y Escocia.
El Orotava Grand hotel, aunque fue abierto el 1 de
septiembre de 1886, su inauguración oficial se realizaría
el 12 del mismo mes. Fue un auténtico acontecimiento
histórico, pues se ponía en marcha el primer hotel-sanatorio turístico de Canarias. En consecuencia, el día de
la apertura oficial fue un día de fiesta, donde se sirvió
un magnífico almuerzo, con banda de música incluida
y estaban presente las autoridades civiles y militares de
Canarias, el Capitán General y el Gobernador Civil, el
Príncipe del Brasil y los oficiales del barco de Guerra de
la Armada brasileña, y un total de 600 personas.19
La Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de
La Orotava puso en marcha todas aquellas experiencias
que ya habían sido llevadas a cabo en Madeira. Todo un
conjunto de servicios para facilitar la atención al cliente, como por ejemplo, cuando llegaba el barco, un dependiente del Orotava Grand Hotel subía a bordo para
hacerse cargo de los turistas y resolverles los trámites
de entrada, pasaporte, cédula sanitaria y declaración de
bienes. El agente en Santa Cruz era Louis Gomez Camacho.20 Recibía a los huéspedes en el muelle y después de
resolver las cuestiones burocráticas y hacerse cargo de
las maletas, los conducía a su hotel, donde les daba
de comer y se encargaba de la diligencia para su traslado
hasta el Puerto de la Cruz. También se habilitaron unos
pintorescos servicios de transportes para facilitar a los
huéspedes la exploración de los alrededores del valle:
los sledge-hack o bullock cart y los hammocks o palanquines. Los sledge-hack o bullock cart eran unos carros
sin ruedas tirados por dos bueyes, en forma de trineos.
Los hammocks (hamacas o palanquines) eran los medios
de transportes utilizados por los británicos en la India
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para cruzar las largas distancias a las que no llegaba la
carretera de carruajes o los trenes. También eran utilizados en África para transportar a los colonos blancos y
allí se les llamaba La Machilla.21 Incluso eran conocidos
en Tenerife antes de ser usados para uso turístico, pues
ya en 1853, le facilitaron uno en La Laguna a la esposa
del botánico Charles J. F. Bunbury, Fanny, para continuar
el viaje a La Orotava,22 puesto que la carretera de herraduras de Santa Cruz-La Orotava en esas fechas terminaba en La Laguna. Por lo tanto, los hammocks no fueron
introducidos desde Madeira, aunque su uso turístico en
la isla portuguesa si pudo servir de ejemplo para aplicarlo en Tenerife. El palanquín consistía en una especie de
hamaca aguantada por un largo palo sobre los hombros
de dos hombres (siervos indios, negros, madeirenses o
canarios, dependiendo del lugar donde fuera usado) para
transportar gratuitamente a los huéspedes, fundamentalmente a los invalids, a veces “a los más perezosos”, de los
hoteles «anexos» (Buenavista, Casa Zamora y Marquesa)
al Grand hotel o viceversa. En este caso era gratuito, pero,
cuando no eran utilizados con estos fines, sino para hacer un tour turístico por los alrededores, entonces había
que pagar una tarifa extra.
Otras iniciativas trataban de aprovechar los recursos
propios del Valle de La Orotava. En este sentido se utiliza
el Jardín Botánico para la celebración de dos conciertos
a la semana, aunque en un principio era solamente los
lunes, para el entretenimiento de los visitantes. En ciertas ocasiones actuaba la Filarmónica de Santa Cruz; en
otras, grupos folklóricos locales y, a veces, grupos de la
Península. Costaba la entrada 6 peniques, alrededor de
62½ céntimos. Se celebraban desde las dos y media de la
tarde hasta las cinco.
La Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de
la Orotava también se encargaba de proporcionar a los
extranjeros casas o haciendas bien en alquiler o para la
venta, además de medios de transportes, carruajes, caballos y guías.23
En la medida en que prácticamente el cien por cien
de los visitantes eran británicos anglicanos, se le ofrecía
sus cultos religiosos en el Sanatorium y en sus hoteles
«anexos». En el Puerto de la Cruz, con anterioridad a la
apertura de los hoteles de la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava, los cultos anglicanos se
celebraban todos los domingos en la casa particular del
vicecónsul Peter Reid de la calle Iriarte, hoy Hermanos
de la Cruz Blanca. Peter Reid era presbiteriano de la iglesia de Escocia que residía en el pueblo desde 1856. Para
tal fin, el señor Reid había acondicionado una habitación
con sillas y un estrecho atril. Leía los pasajes bíblicos,
mientras que el capellán mayor oficiaba la ceremonia del
9
Nicolás González Lemus
culto: “No había música alguna, pero los himnos sonaban bien, conducido por una limpia voz de contraalto. Un
sermón de unos diez minutos concluía con los muchos
deberes religiosos del día”.24
Sin abandonarse los cultos en la casa del vicecónsul,
una vez abiertos los hoteles comenzaron también a celebrarse en ellos. En el Sanatorium u Orotava Grand hotel se
acondicionó una habitación destinada para la celebración
de los servicios religiosos protestantes. Lo mismo ocurría
en la Casa Zamora (futuro hotel Monopol). En ocasiones se aprovechaba la estancia turística de reverendos
anglicanos en el Puerto de la Cruz para que oficiaran los
servicios, como fue el caso de las ceremonias religiosas
oficiadas por el Rev. J. E. Carthew, de Lansallos, en Cornwall (EE.UU.), mientras pasaba sus vacaciones, junto a
su hermana, en el mes de marzo de 1887.25 Sin embargo,
desde la temprana fecha de 1887, hubo un capellán fijo
en el Puerto de la Cruz, el Rev. C. V. Goddard, que, a la
vez, asistía espiritualmente a los residentes británicos en
La Palma. En el invierno de 1887 viene por problemas de
salud al Puerto de la Cruz el Rvo. T. Gifford Nash, de la
Christ Church of Oxford y dado la ausencia permanente de
un pastor protestante en el lugar, adquiere las funciones
de capellán. A partir de entonces será el encargado de la
celebración de los cultos en los hoteles de la Compañía de
Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava.
La otra casa arrendada en 1886 fue la situada en la calle Quintana esquina Punto Fijo –conocida como Casa de
Baile–. Se trataba de una casa de dos plantas con cinco
elegantes ventanas en la parte superior con balcones de
hierro descubiertos y cuatro en la planta baja. Un patio
central con una hermosa escalera conducía a las habitaciones. La mayoría de las habitaciones, 28 en total, era de
dimensiones generosas y las de la parte alta que daban
para la calle tenían los balcones descubiertos de hierro.
Desde la azotea había una maravillosa vista del Atlántico y del Valle de La Orotava. El hotel se llamaría Casa
Zamora.26 Posteriormente pasaría a llamarse hotel Monopol, nombre con el que aún hoy permanece ofreciendo
sus servicios.
Se trataba de una casa construida en 1742, donde nació en 1758 el distinguido y universal ingeniero, Agustín
Bethencourt y Molina, todo un referente de la ciencia
ilustrada. A mediados del XIX se le conocía como “Casa
de Baile y Teatro” por celebrarse en ella fiestas bailables y
representaciones escénicas. El inmueble de dos plantas y
espléndido patio central perteneció en sus orígenes a los
franciscanos del Puerto de la Cruz, y, a raíz de la desamortización pasó a ser adquirida por Tomás Zamora Gorrín,
alcalde del Puerto de la Cruz entre 1877 y 1881, fallecido
en 1882. Su viuda, Rosa Gramperra y Codina arrendó en
1886 la propiedad a la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava para casa anexa al servicio
del Orotava Grand Hotel, después del hotel Martiánez,
siendo así que en 1887 ya era fonda con la denominación
de “Casa Zamora”.27
Hoy sigue abierto de manos de la familia Gleixner,
herederos de Andreas Carl Gleixner que llegó a Madrid
a la edad de 22 años, en 1919.
La sociedad decidió arrendar en vista de la avalancha
de visitantes la casa del comerciante Luis Marinas Lavaggi, que atravesaba apuros económicos, razón por la cual
la tenía hipotecada en garantía de un préstamo por valor
de 7.300 pesetas. Además, el señor Lavaggi era amigo de
Víctor Pérez y le debía muchos favores, circunstancias
todas ellas que facilitaron el arrendamiento de la casa.
Estaba situada en la calle de la Independencia, actual calle Cólogan, y se llamaría hotel Buenavista. La casa, de
dos plantas, tenía una fachada racional, equilibrada en
huecos simétricos y en sus ventanas aparecen unos balcones descubiertos de hierro. Era el único establecimiento perteneciente a la compañía que no ofrecía comida
a los huéspedes sino solamente té y café, viéndose estos
obligados a trasladarse al Orotava Grand Hotel para tomar el desayuno, el almuerzo y la cena. De esta manera
el Sanatorium, con esta última adquisición, podría albergar un total de 65 visitantes, entre invalids y turistas.28 En
él se encuentra hoy el Hospital de la Inmaculada, establecido por un patronato benéfico, al frente del cual estaban
Luisa Wildpret Duque y Elena Carpenter Arroyo, y bajo
la atención de las Hermanas Amantes de Jesús y María
Inmaculada.
Por último, la otra casa en arrendar la Compañía de
Hoteles y Sanatorium del valle de la Orotava fue la de la
familia Cólogan en la calle Quintana, aunque en realidad
eran tres casas, que ya funcionaba como hotel establecido por el marqués de la Candia, Tomás Fidel Cólogan,
desde finales de 1883 o principios de 1884 y llevado por
los sirvientes de la familia, los hermanos Justo y Carolina. En efecto, aprovechando sus tres casas agrupadas en
una sola residencia y la más hermosa de la ciudad, casas
familiares de estilo doméstico canario de dos plantas del
siglo XVIII (1712), con dos balcones con cristaleras hacia la calle principal, Laura Cólogan Heredia, esposa de
Tomás Fidel Cólogan, puso en marcha en el primer lustro de los ochenta uno de los hoteles con mayor encanto
de todo Tenerife, todo un auténtico hotel de primera clase. Del genuino patio central de la casa principal partía
la hermosa escalera de madera oscura que conducía a
los corredores que dan vuelta al patio y donde se encontraban todas sus habitaciones distribuidas alrededor del
hermoso pasillo central. Las casas habían sido construiTurismo, Vol 3-4, pp. 01-11, 2011-2012
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El despegue del turismo en Canarias...
das por Bernardo Walsh [Valois] Crew, rico comerciante
irlandés establecido en el Puerto de la Cruz, para quien
trabajaba Juan Cólogan Blanco, también irlandés. Precisamente el matrimonio de Juan con Margarita, hija de
Nicolás Bernardo Valois, supuso su participación en el
patrimonio familiar. Se trata del emblemático hotel Marquesa, lugar de pernoctación de viajeros ilustres como
Alexander von Humboldt (1799) cuando era residencia
particular, y del músico francés Charles Camille SaintSaëns (1888) o del pintor norteamericano Cadwallader
Washburn (1936), cuando era hotel. Aún hoy sigue funcionando como hotel y es todo un referente del turismo
histórico de la ciudad.
Años después se formaron en 1888 la Taoro, Compañía de Construcción y Explotación de Hoteles y Villas del
Valle de La Orotava, responsable de la construcción del
hotel Taoro en el Puerto de la Cruz y la Grand Canary
Company, responsable de la construcción del hotel Santa
Catalina en Las Palmas de Gran Canaria. A estos nuevos
hoteles ya no solamente asistía el turismo terapéutico,
sino también el turismo social propio de la burguesía
rentista y ociosa, aunque poco a poco el turismo terapéutico dejaría de jugar un papel relevante. Los adelantos
de la medicina y el desarrollo de la farmacopea lo hirieron seriamente y ya desde finales del siglo XIX se estaba
dando pasos importantes en su desaparición. El juego al
tenis y otros deportes, a las cartas, los bailes, además de
las prácticas del turismo terapéutico, caracterizan el turismo de ocio.
A partir de esos momentos, las Canarias viven una
explosión hotelera que hasta entonces no se había dado.
La Orotava, Icod, La Laguna, Güímar, Santa Cruz de Tenerife, así como Las Palmas de Gran Canarias van a ser
testigos del establecimiento de un buen número de establecimientos hoteleros. Ésta fue iniciativa de muchos
miembros de la burguesía media urbana inglesa, que
ante la auténtica invasión de turistas enfermos que se estaba dando desde 1888, toman casas vacías en oferta y
hacen que proliferen multitud de boarding-houses y pequeños hoteles para albergar a los viajeros en busca de
cura, a unos precios módicos. La forma de tomar dichos
inmuebles, ya fuesen para residencias particulares, para
la instalación de hoteles o boarding-houses, fue el arrendamiento, salvo algunas excepciones.
Conclusión
La historia del Puerto de la Cruz está ligada a la historia del viaje europeo por el Atlántico, pues desde el
mismo momento que los conquistadores y colonos esTurismo, Vol 3-4, pp. 01-11, 2011-2012
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tablecieron en el valle de La Orotava los productos de
exportación, desde su muelle se surtían los mismos. Una
notable afluencia de viajeros, británicos y franceses, y en
el siglo XIX de alemanes, no dejaban de arribar en su
puerto. El agradable clima, el destacado valor paisajístico
con el afamado Teide dominándolo, el medio natural de
elevado interés científico, y la familiaridad de las islas a
los europeos, sobre todo británicos por su larga presencia en suelo isleño, van a facilitar el reconocimiento del
Puerto de la Cruz como lugar turístico. Aquí se fundó la
primera empresa turística de Canarias
Notas
1 ZEROLO, Tomás. Estaciones Sanitarias de Teneri-
fe: Orotava-Vilaflor. Santa Cruz de Tenerife (1884).
p. 294.
2 Ibídem, p. 42.
3 GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás. Las islas de la ilusión
(británicos en Tenerife, 1850-1900) (1995).
Cabildo Insular de Gran Canaria. p. 181
4 JACCOUD, S. The curability and treatment of pulmonary
phthisis. Kegan Paul, Trench & Co. London, 1885. p. 328.
5 HART, Ernest. A winter trip to the Fortunate Islands
(1887). Smith Elders and Co., London. 16.
6 CLEASBY TAYLOR, J. Grand Canary, its climate and
springs (1889) J. Richardson & Co. Leicester. p. 34.
7 STONE, Olivia. Teneriffe and its six Satellites (1887).
p. 55. Marcus Ward and Co. London, (Existe traducción al castellano de Juan Amador Bedford. Las Palmas de Gran Canaria, 1995).
8 Ibídem.
9 González Lemus, Nicolás y Hernández Pérez, Melecio.
El Turismo en la historia del Puerto de la Cruz (2010).
Escuela Universitaria de Turismo Iriarte. Puerto de la
Cruz. p. 100..
10 El Valle de Orotava. 22-X-1887.
11 La Opinión. 6-II-1886.
12 La Opinión. 20-III-1886.
13 P.R.O. HC I 4966 00971.
14 R.P.P.C. F.478.P .134.
15 LATIMER, Isaac. Notes of travel in the islands of Te-
neriffe and Grand Canary (1887). Simpkin, Marshall
and Co. London. p. 28.
16 R.P.P.C. F.478.P.131
17 R.P.P.C. F.478.P.131
18 Latimer, F. The English in Canary Isles
(1988).
Marshall. London. p. 28.
19 Latimer, I. Op. Cit. p. 31
20 Louis Gomez Camacho, portugués que nació en
la isla de Madeira en 1850, se acercó a principios de
1880 a Tenerife para curarse de su asma. Pero pronto
instaló una fonda en Santa Cruz, por entonces con
23.000 habitantes. Primero Louis G. Camacho arrendó una casa canaria en la calle La Marina que acababa de dejar el consulado británico. Había sido la misma casa donde estuvo el antiguo hotel Inglés de los
11
Nicolás González Lemus
hermanos Richardson. La casa era de dos plantas con
patio central cubierto de una cristalera que funcionaba a “modo de espejo ustorio”, con balcón hacia la calle, de cara al mar y sobre su orilla, muy cerca del desembarcadero. Cerca de su establecimiento había una
fonda española con fama de ser mucho más agradable que la de Louis Camacho, de la cual se desconoce
cualquier detalle. El hotel, según la inmensa mayoría
de los viejeros que pernoctaron en él, era satisfactorio,
“aunque era un pandemonio de todos los insectos de
la zona subtropical que pican y zumban”. A pesar de
esos inconvenientes inevitables, la estancia en el hotel era agradable, pues Camacho era un hombre “elegante y mañoso”. Cobraba 10 pesetas diarias en 1884,
y la habitación con balcón al exterior valía 15 pesetas.
El precio por noche “resultaba caro para los isleños,
pero no para los europeos, ya que las comidas eran
abundandes y, además, había un camerero alemán”.
Louis Camacho permaneció con este establecimiento
en la calle de la Marina hasta finales de 1884 o primeros meses de 1885. Desde aquí Louis G. Camacho
se trasladó a la calle San Francisco. El hotel era completamente inglés, no habiendo un solo rótulo en español. En sus habitaciones había numerosos carteles
pegados en la pared como Notice to visitors, el tiempo
de los lunches, breakfat, teas, dinings, y los precios en
chelines y peniques. Cuando tenía 46 años, en 1896,
compraó un trozo de terreno en Tacoronte, llamado la
“Hoya de Machado”, que había pertenecido a Diego Le
Brun y Hugo Hamilton Edwards y construye un hotel
de tres plantas. Entrado en el siglo XX combina la
hostelería con el negocio de representación, alquiler
de vehículos de motor y trnasporte interurbano.
21 Caddick, Helen. A white woman in central Africa
(1900). Fisher Unwin. London. p. 44.
22 «Bunbury’s letters to his father» publicadas por
su cuñada Henry Lyell en The life of sir Charles J. F.
Bunbury (1906), London. p. 28.
23 El Valle de Orotava. 30-X-1887.
24 Latimer, I. Op. Cit. p. 42.
25 Latimer, I. Op. Cit. p. 35.
26 R.P.P.C. F.478 P.134 y F.107 P.198
27 González Lemus, N. Del hotel Martiánez al hotel Taoro. Historia de la primera empresa turística de Canarias
( 2002). Búho Ediciones. Puerto de la Cruz. p. 62.
28 Latimer, I. Op. Cit. p. 31.
Turismo, Vol 3-4, pp. 01-11, 2011-2012
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