“La reserva de dominio en derecho chileno” Jaime Alcalde Pontificia Universidad Católica Mi ponencia en las pasadas Jornadas de Derecho civil se intituló "La reserva de dominio en derecho chileno". Ella pretendía demostrar que la antinomia que tradicionalmente se detecta de la lectura de los artículos 680 y 1874 CC no es tal. Según la explicación usual, ese conflicto se solucionaría a favor del artículo 1874 CC que, por estar situado dentro de las normas referidas al contrato de compraventa, tendría preferencia y excluiría cualquier efecto de la cláusula en virtud de la cual el vendedor se ha reservado el dominio de la cosa hasta el íntegro pago del precio. Para concluir de esta forma, se recurre a los cambios experimentados por el actual artículo 680 durante el proceso de redacción y revisión del Código Civil y, especialmente, al artículo 13 CC, del que se quiere extraer un principio de especialidad como regla hermenéutica. Sin embargo, una revisión más profunda permite demostrar que entre ambas normas no existe en realidad ninguna antinomia, dado que una y otra cumplen una función propia dentro del sistema de transferencia de bienes diseñado por el Código Civil. La clave para ordenar la función de cada una de las mentadas normas es el artículo 1874 CC, en especial en la frase "no producirá otro efecto" ahí empleada. El primer elemento a tener en cuenta es que el código se pone en el caso no del pacto en sí, del que se trata a propósito de la tradición (hasta el Proyecto de 1853 el artículo 680 venía incluido dentro de las normas que regían la entrega como obligación del comprador), sino del incumplimiento del pago del precio, que es sobre lo que versan los artículos anteriores y siguientes. Si se lee ese artículo en sentido inverso, se aprecia que la cláusula sí produce un efecto, porque de lo contrario no tendrían sentido la consolidación de las enajenaciones hechas por el comprador antes del pago del precio. Parece, entonces, que el efecto en que Bello pensaba era doble: la situación en que quedaba el comprador y la forma de hacer efectiva la garantía que le confería al vendedor la reserva. De la primera existían dudas en la literatura anterior al código, pues la soluciones desde el derecho romano coincidían en asignarle el carácter de poseedor o precarista. El comprador no es poseedor, porque reconoce dominio ajeno, y tampoco precarista, porque la detentación de la cosa no ocurre por ignorando o mera tolerancia del dueño, sino en virtud de una cláusula contractual. Lo más natural es concluir que se trata de un mero tenedor, que detenta la cosa reconociendo dominio ajeno (artículo 714 CC). Si es así, el comprador se halla amparado en su tenencia por el contrato de compraventa con reserva de dominio y, para recuperar la cosa, debe primero atacar el título de tenencia. La forma de hacerlo consistirá en demostrar que el hecho que justifica la legitimidad de la detentación ya no existe, porque se ha incumplido la obligación de pago del precio, y a ese fin se endereza el ejercicio de la facultad resolutoria del artículo 1873 a la que se remite el artículo 1874. Dicho en otros términos, la reivindicación no es aquí un remedio idóneo, pese a lo que señalaba la Ley de prelación de créditos anterior al código, porque la situación no cuadra con el supuesto típico de esa acción.