Generalitat de Catalunya Departament d`Ensenyament Equip d

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Generalitat de Catalunya
Departament d'Ensenyament
Equip d'Assessorament i Orientació
Psicopedagògica
EAP B.34 SABADELL
EL PAPEL DE LOS PADRES
El papel de los padres resulta imprescindible para la recuperación del niño hiperactivo. Los
padres representan la fuente de seguridad, los modelos a seguir, la base fundamental sobre
la que construyen su propia escala de valores y el concepto de disciplina y autoridad. De los
padres depende en gran medida, la mejor o peor evolución de la sintomatología que
presenta el niño hiperactivo.
Un niño hiperactivo necesita:
.Una familia con unas normas claras.
.Que exijan según las posibilidades del hijo.
.En un ambiente ordenado y organizado.
.Sereno, relajante y cálido.
.Una familia que reconozca el esfuerzo realizado por el niño.
.Que le anime y contenga sin una sobreprotección excesiva.
.Que le ayude a situarse y organizarse.
.Pero sin dejarse llevar por sus caprichos.
.Manteniendo los límites educativos de forma racional, estable e inamovible.
.Que le ayude a encarar los problemas y a encontrarles una solución sin tapar
innecesariamente sus faltas.
Para cumplir bien el papel que les corresponde los padres necesitan:
.Un diagnóstico temprano de la situación en la que se encuentra su hijo/a.
.Información clara de qué es el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad.
.Información sobre el grado de afectación de su hijo.
.Tener presente que el problema tiene solución, pero que, de no tomar las medidas
oportunas, irá creciendo en los próximos años.
.Dejarse orientar por los profesionales sobre la educación de su hijo.
.Recibir instrucción directa sobre el tratamiento general del niño y específica sobre las
pautas de actuación para casa.
En manos de los padres está:
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.Coordinar el intercambio de información entre el neurólogo, el psicopedagogo y el
profesor de aula.
.Proveer de un ambiente familiar bien organizado.
.No provocar nosotros sus dificultades de comportamiento.
.Poner límites educativos correctos, adecuados a la capacidad del niño.
.Favorecer la autonomía personal del niño.
.Crear buenos hábitos de estudio.
.Enseñarle conductas reflexivas.
.Reforzar que se valore a sí mismo, que se quiera.
.Favorecer el contacto controlado con otros niños.
Veamos cada uno de estos aspectos de forma detallada
Proporcionar un ambiente familiar bien organizado
Lograr un ambiente familiar bien organizado es una de las condiciones más difíciles de
conseguir. La familia de un niño hiperactivo necesita una organización muy clara, sin
embargo, algunos aspectos dificultan que sea así:
1. En muchas ocasiones por lo menos uno de los padres es hiperactivo y también le cuesta
organizarse, ser ordenado y no alterarse.
2. Los padres suelen mostrar mucha ansiedad ante las dificultades con las que se encuentra
su hijo.
3. En ocasiones lo que esperan del hijo no es adecuado. Se le exige mucho en unos aspectos
y se le sobreprotege en otros.
4. El niño hiperactivo es más difícil de llevar si no se tienen unos límites educativos claros .
5. Los padres ponen frecuentemente un límite a las malas costumbres (le llaman a bañarse y
si no viene, le obligan a hacerlo ), pero no en el momento adecuado (le llaman 10 veces
antes de ir a por él), lo que provoca que actúen con dureza hacia el hijo.
6. Muchos padres no piensan por adelantado en situaciones que causarán mal
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comportamiento, y por eso no pueden evitarlo. Veamos algunos ejemplos:
7. Las exigencias no están al nivel de la capacidad del niño. Por ejemplo:
.Estar 3 horas haciendo la compra en un gran centro comercial después de una jornada
escolar.
.Viajes largos sin hacer suficientes paradas.
.Una visita a un restaurante pretendiendo que esté sentado el tiempo que dura el tomar nota,
esperar y comer tres platos.
.Una fiesta de cumpleaños en un burguer con 8 niños.
.Avisarle con demasiada anticipación de acontecimientos emocionantes (los reyes, la
llegada de un hermanito, un viaje, la llegada de sus primos, etc.).
.Hacer cola en el parque de atracciones.
.Pedirle que se responsabilice de sus deberes cuando no tiene responsabilidades más
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sencillas en las actividades de casa (vestirse, comer solo, ducharse, recoger el cuarto...).
.Ir de compras con mamá toda una mañana.
.Aceptar su promesa de que no va a sacar en clase los juguetes que le dejas llevar de casa.
No provocar nosotros sus dificultades de comportamiento
No es difícil darse cuenta de que estos niños tienen una facilidad extraordinaria para
ponerse en marcha y mucha dificultad para controlarse. Si el ambiente es estresante, si es
desorganizado si los gritos son frecuentes, es muy probable que su comportamiento
aparezca en forma de una hiperactividad incontrolada y una excitabilidad muy marcada.
Los padres pueden ayudar a crear un ambiente menos estresante y más relajado para que el
niño se conduzca más tranquilamente, pero a menudo se encuentran con la dificultad de que
ellos también son hiperactivos (recordemos que parece existir cierto componente
hereditario) y que educar a un niño hiperactivo conlleva una dificultad extra que en muchas
ocasiones les hace perder los nervios.
Pueden ser útiles los siguientes consejos:
1. Procure no gritar. En la gran mayoría de las situaciones, lo único que consiguen los
gritos es alterar al 'liño y hacer que se acostumbre a que un grito no trae cosas peores.
2. Dele la consigna al niño una vez, dos, por si no ha oído y si, aún así no responde, vaya a
buscarle y, sin chillar, oblíguele a hacer lo que se le ha pedido.
3. No le de demasiadas órdenes al mismo tiempo, se liará y no hará ninguna.
4. Cree buenas costumbres en casa. Si el niño se acostumbra a la rutina de, ducharse, secar
el agua que ha caído fuera del baño y llevar la ropa sucia a lavar, se ahorrará perseguirle
todos los días. Exíjale siempre las mismas rutinas.
5. No razone en exceso sobre lo que le pida. Si usted es de las personas que cree que tiene
que explicar siempre el porqué de sus demandas a sus hijos, corre el riesgo de que éstos le
tomen el pelo. Se razona una vez y si no se cumple, se les pide que lo hagan sin más
contemplaciones.
6. Recuerde que los castigos se deben cumplir siempre. No amenace con algo que no pueda
cumplir. Para ello, el mejor truco es, en un momento de enfado y ofuscación decirle al
niño:«esto que has hecho no me ha gustado nada, vete a tu cuarto y después hablaremos del
castigo que tendrás». De ese modo, nos dará tiempo a calmarnos y a recapacitar sobre el
castigo más adecuado.
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Poner límites educativos claros y adecuados a la capacidad del niño
El grado de ellos mismos que tienen los niños depende, en gran medida, de la actitud de los
padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa. Todos hemos oído casos de
niños que a muy corta edad han sido operados en tantas ocasiones que cuando sus padres
les dicen que van al hospital cogen su osito y no muestran mayor rechazo. Con la capacidad
del niño para tolerar disgustos sucede lo mismo.
Según como actuemos los padres:
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Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que no, esa decisión se
cumplirá hasta el final, pero también puede ocurrir lo contrario
Que se le permitirá gritar, protestar y tirarse al suelo para mostrar su disgusto sin
que nadie le pare los pies. El grado de control de él mismo y de aguante ante un
disgusto está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer respetar
su autoridad. La familia del niño hiperactivo debe poner límites educativos
claros y que sean adecuados a lo que el niño puede ofrecer.
Favorecer la autonomía personal del niño
A muchos padres les preocupan los problemas de atención en clase de los niños
hiperactivos, pero muy pocos se dan cuenta de que sobreprotegerles en casa no ayuda a
entrenar estos procesos de atención. Veamos un ejemplo:
José tiene 8 años y un cuadro de déficit de atención con hiperactividad. Cuando llega del
colegio, entra en casa como un vendaval, deja la cartera en la entrada y el abrigo en el
primer lugar que encuentra. Después exige, sin poder esperar, el bocadillo. Tras la
merienda, mamá recoge el abrigo, lo cuelga en el armario y lleva la cartera de José a su
cuarto. A veces le regaña diciendo: «Eres un desastre, siempre lo dejas todo por ahí tirado».
Cuando consigue que José acuda al cuarto, la madre saca los libros del colegio, lee la
agenda y dispone los materiales para que José haga los deberes. Después, se sienta a su lado
para ayudarle. Tras los deberes, mamá le dice a José que se ponga el abrigo que está en el
armario para ir de compras.
Esta situación suele ser muy frecuente en la mayoría de los hogares. Recoger el abrigo de
José no le ayuda a que la próxima vez recuerde dónde lo dejó. ¿Cual debe ser el
comportamiento de su madre? En primer lugar, no recoger lo que José ha tirado. Si a la
hora de salir, no recuerda dónde lo dejó, podemos ayudarle dándole pistas como: «piensa
dónde lo dejaste al entrar». De ese modo, José tendrá que retroceder mentalmente sobre sus
pasos para descubrir dónde «inconscientemente» lo tiró. Este ejercicio de concentración,
además de favorecer su maduración, le hará tener más en cuenta dónde deja las cosas las
próxima vez. Si cuando llego a casa puedo dejar el abrigo tirado en cualquier lado y
«milagrosamente» aparece en el armario, no tengo la necesidad de prestar atención a lo que
hago. Mi conducta no tiene consecuencias en el tiempo. Yo puedo tirar el abrigo sin fijarme
dónde porque este hecho no va a tener trascendencia después. Simplemente, cuando lo
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necesite alguien me recordará: primero, que lo necesito y, segundo, dónde puedo
encontrarlo.
En la actualidad la falta de autonomía de los niños es un problema común a todos los
padres, especialmente a los que tienen hijos únicos. Esto se debe, por una parte a que no
tienen de orientaciones sobre qué es lo que deben saber hacer sus hijos y a qué edad es
normal hacerlo y, por otra, porque al tener que dedicarse sólo a un niño tienen tiempo
suficiente para hacerles las cosas, lo que dificulta que se den cuenta de la necesidad de
darle al niño las oportunidades necesarias para practicar.
Una madre con tres niños de 3, 2 y 1 año, le entrega el pijama al mayor y le pide que se lo
ponga mientras atiende a los pequeños. El mayor se queda sorprendido mirando el pantalón
que tiene en la mano y tarda por lo menos 2 minutos en reaccionar. En ese tiempo mamá no
le presta atención porque está cambiando un pañal. El muchacho se decide a introducir un
pie y le lleva un minuto más dar con el agujero correspondiente. Mamá, entonces, le echa
una mirada y observa sus intentos, «así muy bien», le dice mientras le ayuda a colocar bien
el pie «ahora mete el otro» después vuelve a su pelea con el pequeño para ponerle el
pijama. Cinco minutos después el pequeño aprendiz muestra orgulloso a mamá cómo se ha
puesto el pantalón.
Este mismo ejemplo para una madre con un solo hijo supone:
1) tomar conciencia de que su hijo es ya lo suficientemente mayor para vestirse solo
porque a diferencia de la mamá anterior, a ella no le surge la necesidad real de que su
hijo se «apañe solo»
2) debe estar preparada para aguantar con paciencia los infructuosos intentos de su hijo de
acertar con el pie adecuado, la otra madre no lo vive con tanta ansiedad porque está
ocupada con los pequeños. Muchas madres se ponen nerviosas y acaban haciéndolo por
ellos sin darse cuenta de que, en el fondo, les transmiten un mensaje de incompetencia
(«trae acá que tú no sabes»). La próxima vez el bebé pedirá ayuda antes incluso de
intentarlo.
Crear buenos hábitos de estudio
Indudablemente los consejos que ofrecemos a continuación, como muchos de los
anteriormente expuestos, no son útiles únicamente para niños hiperactivos. Todos los
padres tienen un papel decisivo en la creación de hábitos de estudio de sus hijos. A
continuación enumeramos algunos componentes esenciales que se desarrollarán con mayor
detenimiento en la parte V de este libro.
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Establecer una rutina de trabajo.
Acondicionar el cuarto de estudio.
Entrenar para que se acostumbre a trabajar solo.
Premiar el ser capaz de adelantar materia de estudio.
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Preparar la mochila para el día siguiente.
Premiar la conservación del material escolar.
Enseñarle conductas reflexivas
Cuando hablamos de «enseñarle conductas reflexivas», nos referimos a hacer de modelo
reflexivo para su hijo. Como si de esponjas se tratara, los niños pequeños imitan
comportamientos, actitudes, valores, etc., de los adultos que les rodean y dado que se
encuentran emocionalmente más ligados a sus padres, es en éstos en donde encuentran su
modelo de imitación más importante . El estilo reflexivo es, por el mismo motivo, algo que
puede aprenderse observando a los demás.
Tras una consulta, el señor Sánchez decidió aprovechar la posibilidad de hacer de modelo
para ayudar a su hijo Jaime de 5 años a desarrollar actitudes y conductas reflexivas. Dado
que él era un hombre hiperactivo, pensaba que sus modelos de comportamiento no debían
ser muy útiles, pero intentó aprovecharlos. Un día se encontraba en la cocina contándole a
su mujer cómo se había desesperado tratando de hacer entrar a su jefe en razón. Tal era la
tensión de la conversación que habían sostenido que le comentó las ganas que había tenido
de gritarle y «estamparlo contra la pared». En ese momento del relato, el señor Sánchez
observó que su hijo Jaime les miraba fascinado. Consciente de que le estaba dando un
modelo de descontrol decidió variar la anécdota aprovechándola de una forma más
educativa. Con cierta maña improvisó lo siguiente: «y, entonces, Ana, cuando creí que me
iba a poner a gritarle como un loco, decidí ir al baño y calmarme. Como no había nadie
me senté en un taburete y respiré hondo tres veces, después, más tranquilo, pensé: vamos a
ver, que gano yo con todo esto, si este hombre cree que las cosas se deben hacer así, allá
él, yo ya le advertí de lo que pasaría. Después más tranquilo, me lavé las manos y volví al
trabajo. Al cabo de unos días el jefe se dio cuenta de su error y, aunque no me dijo nada,
se que se arrepintió de no haberme hecho caso». Jaime siguió comiendo tranquilamente
como si la historia no le hubiese afectado lo más mínimo, sin embargo, unos días después,
el señor Sánchez, le encontró sentado en la taza del WC meditando la mejor manera de
conseguir que su hermana le devolviera su Power Ranger.
Los estudios sobre cómo influyen los modelos en el comportamiento de los niños, reflejan
que un modelo que lo hace todo bien siempre es menos efectivo, es decir, es menos imitado
por los niños, que un modelo que comete un error, rectifica y sale con bien del asunto. En
ese sentido, los padres «hiperactivos» o «impulsivos» tienen en su poder un arma que, bien
utilizada, puede ayudar a su hijo hiperactivo a evolucionar más favorablemente.
También es sabido que cuanto más semejante sea el modelo al propio niño más probable es
que éste se fije en él y lo imite. Un vídeo de un niño del mismo sexo y edad suele tener un
efecto más intenso en el sujeto que lo observa. Pero, ¡cuidado!, cuando hablamos de
modelos a imitar, no queremos decir que debamos someter a un niño a un sinfín de
comparaciones con otros niños de su edad que poseen mejores actitudes. La comparación
que implica «tú lo haces mal, fíjate en este cómo lo hace bien», resulta muy
contraproducente, mucho más si se hace entre hermanos entre los que existe una rivalidad
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natural por destacar ante los padres. El niño se sentirá menospreciado, rechazará al modelo
y tratará de proteger su autoimagen negando la realidad. La utilización de modelos debe
hacerse sin una actitud crítica hacia el niño, simplemente le exponemos a modelos correctos
para que, si lo desea, se fije en ellos. Nunca le diremos que lo hacemos con la intención de
que aprenda a comportarse.
Reforzar que se valore a sí mismo, que se quiera.
La autoestima puede ser positiva, si la imagen que tengo de mí mismo me gusta y la acepto,
o negativa, si la imagen que tengo de mí mismo no me gusta y la rechazo.
Los padres pueden ayudar a que un niño tenga un autoconcepto de sí mismo equilibrado, es
decir, adaptado a su realidad, y una autoestima positiva. Veamos algunos consejos:
1. Resaltar los aspectos positivos de su conducta
Una de las tareas más difíciles que deben abordar los adultos que conviven con un niño
hiperactivo es la de destacar los aspectos en los que va mejorando y ayudarle a aceptar
sus errores. En la mayoría de las ocasiones, o bien destacamos demasiado sus
comportamientos negativos (mucho más frecuentes que en otros niños), o bien tratamos de
taparlos ante los compañeros, conocidos o profesores, adoptando una postura
sobreprotectora.
Si destacamos demasiado sus comportamientos negativos, debemos recordar que los niños
hiperactivos tienen muchas más probabilidades de llamar la atención por su
comportamiento negativo que positivo. Si no estamos al tanto de sus pequeñas mejoras para
reforzarlas (con un comentario, una caricia, un rato de atención, etc.), podemos estar
contribuyendo a que esa atención que necesita, la encuentre por una vía negativa.
Si nuestra tendencia como padres, por el contrario, es a ser excesivamente protectores, si
disculpamos el comportamiento del niño, ayudándole a echarles la culpa a los demás (a
otros niños o al profesor) o tapando sus faltas (poniéndole notas de disculpa por no haber
hecho los deberes, actuando a espaldas del padre, levantándole castigos, etc.). Si actuamos
de este modo estaremos transmitiendo un mensaje de incapacidad a nuestro hijo. Algo
parecido a lo siguiente: «déjalo cariño, no te creo capaz de enfrentarte mañana con tu
profesor para decirle que no has hecho los deberes, vas a sufrir mucho, eres débil y éste
sería un sufrimiento demasiado grande para ti, yo te pondré una nota diciendo que tuviste
que ir al médico» o bien «déjalo, te está saliendo fatal el dibujo, yo te ayudo y así sacarás
buena nota» o «que papá no se entere de que no has sido responsable, no le diremos que lo
has perdido y compraremos otro para sustituirlo, menos mal que está aquí mamá para
solucionarte los problemas».
Una actitud distinta sería la de la madre o el padre que dice a su hijo: «Si no has hecho los
deberes deberás decírselo al profesor, yo no te voy a ayudar aunque llores, tú eres lo
suficientemente responsable para saber que debías haberlos hecho antes, yo te lo recordé y
me dijiste que sí. Si no te da tiempo, enfréntate a decírselo al profesor y apunta que, para la
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próxima vez, deberás entretenerte menos con la TV. No pasa nada, ¿qué puede ocurrir?,
¿que tengas que hacerlos en el recreo?, eres fuerte y puedes soportar eso ¿no?» o «No, no
voy a hacer por fi el trabajo, tú puedes hacerlo solo, pero te daré una idea, ¿has pensado en
poner el despertador mañana temprano y levantarte para terminarlos?» El mensaje de fondo
es: «tú no me necesitas, eres fuerte, puedes soportar el disgusto de enfrentarte al profesor
para decirle que no te organizaste bien y eres lo suficientemente inteligente para aprender
una lección de todo esto. No pasa nada, has cometido un error, a todo el mundo le pasa,
puedes aprender algo de ello».
2. Ayudándole a valorar su conducta correctamente
La mayoría de los niños hiperactivos son demasiado impulsivos, les cuesta reconocer sus
errores y analizan muy a su manera sus actuaciones y las actuaciones de los demás. Son
niños que echan la culpa de todo a los demás en un intento de protegerse o bien se culpan a
sí mismos y a su incapacidad de todo lo que ocurre. Estos últimos suelen presentar con
frecuencia síntomas depresivos además de los problemas escolares y de atención.
Los padres pueden ayudar si:
1. Les ayudan a recordar paso por paso lo que pasó.
2. Les ayudan a entender las conductas de los demás y la suya propia.
3. Les hacen reflexionar sobre qué otra actuación podría haber sido también
adecuada.
4. Finalmente les ayudan a definir el problema
Fernando estaba muy enfadado porque un niño de su clase le había rayado con lápiz su
cuaderno. Fue a la profesora a protestar y ésta le dijo que fuera a pedirle explicaciones al
otro niño sobre su comportamiento. Fernando era bastante tímido y no quiso ir solo, así
que la profesora le acompañó. Fernando le preguntó al otro niño por qué lo había hecho y
sólo recibió una sonrisa como toda respuesta. La profesora le instó a que se hiciera
respetar y le dijera que se lo borrara. Al cabo de un rato, la profesora encontró a
Fernando llorando mientras intentaba infructuosamente borrar su cuaderno. Cuando le
preguntó cuál era su problema. Fernando, llorando, le respondió que no conseguía borrar
el cuaderno. La profesora le aclaró ese punto. «Tu problema no es que no puedes borrar el
cuaderno. Tu problema es que no has sabido cómo conseguir que el otro niño te lo borre.
Ven conmigo, haremos una cosa, le vas a coger su cuaderno y le vas a decir: "Oye, no me
gusta que estropees mis cosas, me quedaré con tu cuaderno hasta que hayas borrado el
mío"».
Los niños suelen ver el problema de forma equivocada. ¿Cuál es tu problema?, «que
suspendo matemáticas, soy muy burro». «No, ése no es tu problema, tu problema será que:
o no estudias lo suficiente, o lees los problemas demasiado rápido y confundes la
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información que te dan, o no comprendes los problemas y necesitas hacer un dibujo
esquemático para saber qué operación debes realizar o que no prestas la suficiente atención
para no olvidarte las que te llevas».
3. Ayudarles a aceptar sus limitaciones
En muchas ocasiones damos por hecho que los niños por ser pequeños son incapaces de
aceptar el disgusto que supone reconocer sus dificultades para hacer algo. Sin embargo, su
capacidad de adaptación emocional es, por lo general, superior a la de los adultos. Podemos
mencionar aquí que en la mayoría de las ocasiones cuando un niño sufre leucemia es más
fácil que el chico acepte la enfermedad que lo hagan sus propios padres, aunque esta actitud
inicial más positiva se mantendrá animosa y luchadora sólo si los padres luchan con él y le
apoyan.
María no era una niña hiperactiva, era una chica sin problemas de atención y con muy
buen rendimiento escolar en todas aquellas áreas que no implicaran movimiento. María no
tenían ninguna incapacidad motriz específica grave, pero cierta excesiva tensión en sus
piernas la hacía poco flexible y torpe para ciertos movimientos, especialmente andar en
cuclillas o ponerse de pie cuando estaba tumbada en el suelo. Una tarde, me contó
entristecida que había tenido que participar en una carrera de relevos organizada por el
profesor de gimnasia. La carrera consistía en tumbarse boca arriba en el suelo y, ante una
señal del profesor: levantarse para salir corriendo hasta tocar la pared del otro extremo
del gimnasio, volver al lugar de partida y darle el relevo al niño siguiente. Al terminar el
juego, uno de los niños de su equipo le gritó que habían perdido por su culpa. Le pregunté
si creía que eso era cierto y ella contestó: «Sí, pero, ¡de verdad que hice todo lo que
pude!»
En una situación como ésta la realidad de María es que es torpe y se va a encontrar con
dificultades durante toda la escolaridad. De nada hubiera servido protegerla diciéndole «no
te preocupes, cariño, hay chicos realmente tontos y mal educados, no te acerques a ellos, no
merecen la pena, vamos que te compro un helado». Esto no le consolaría cuando sucediese
de nuevo. Ella no es tonta, sabe que es torpe y sentirá que mamá no entiende nada. María
tiene que aceptar que sus dificultades van a ser entendidas por los demás niños de esta
forma, que esto puede ocurrir con cierta frecuencia, pero que puede aprender a sobrellevar
esta situación y no sufrir por ello. Una actitud más adecuada sería: «bueno, si tu estuvieras
en su situación quizá también te daría rabia. La próxima vez que alguien te diga algo así, te
acercas a él, le miras fijamente a los ojos y le dices "lo siento, Carlos, no soy muy ágil, he
hecho todo lo que he podido". Será difícil que tenga ánimos para meterse directamente
contigo (nadie quiere hacer daño a alguien que se muestra comprensivo y directo). Como es
probable que esto te vuelva a ocurrir, la próxima vez que el profesor diga que hagáis grupos
para hacer una carrera, ríete, frótate las manos y di en tono de broma algo como "¡a ver, a
qué grupo me va a tocar fastidiar hoy!", probablemente, de esta forma se tomen mejor que
estés en su equipo».
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