Este es el relato, escrito en vivo y en directo y con la emoción

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LOS DELFINES BRILLAN CON LUZ PROPIA
Este es el relato
escrito en vivo y en directo y con la emoción haciendo aún
temblar los dedos al pisar el teclado, poco después de tener un encuentro
fantástico con estos animales.
Era nuestra primera noche de navegación a bordo del Canarias II, un velero que
acababa de cambiar de dueño y estrenaba patrón, a quien acompañábamos 3
grumetillas con muy poca experiencia pero mucha ilusión y pasión por la mar.
Habíamos zarpado esa misma mañana del puerto de Marbella y nuestro destino era
Tarragona. A bordo, cuatro tripulantes deseosos de disfrutar de ese azul que nos
envuelve, nos embriaga y nos atrapa y que nunca sabes por dónde ni cómo te va a
sorprender.
Como realmente hizo.
No hay fotografía que pueda reflejar momentos como este; las mejores imágenes,
las más nítidas y especiales quedan imborrables en la retina.
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Los delfines brillan con luz propia…
Y nunca dicho con mayor propiedad.
Mar Mediterráneo, a unas 4 millas de la costa granadina.
Acaban de dar las 12 de la noche. Eli y Sandra duermen tranquilas en el camarote
hace un buen rato. Francisco y yo estamos de guardia en cubierta. Charlamos a
ratos; callamos otros. Contemplamos en todo momento la majestuosidad del cielo
estrellado que nos envuelve, escuchando el dulce sonido de la quilla sobre el mar...
Navegamos, rumbo a Almería, esperamos llegar a Cabo de Gata a primera hora de
la mañana.
De pronto, Francisco da un respingo y me dice
- ¿¡Qué ha sido eso!?
Miramos por la borda… pero no se ve nada…
¡¡Sí!! Allí, una sombra que se mueve…
¡¡UN DELFÍN!!
Se ve la aleta, el movimiento, ¡el salto! Y como vuelve a sumergirse…
¿Un delfín??
¡¡No!! ¡No es un delfín!
¡¡Son muchos delfines!!
Saltamos de la bañera y vamos a proa para verlos mejor… Si de día es una gozada
disfrutar de la compañía de estos animales, ¿qué no será de noche?
Pero… ¿Cómo puede ser? ¡¡Están iluminados!!...¡¡BRILLAN!!
¡¡¡Brillan, brillan muchísimo!! ¡¡Es como si llevaran una hilera de bombillas en cada
centímetro de su piel!!
Se les ve contorneados por un halo de luz, como dibujados por un artista genial con
un fluorescente blanco o perfilados con una varita mágica por el mejor de los
magos…
Nos quedamos con la boca abierta… es una visión maravillosa, parece sacado de un
libro de cuentos.
Son unos cuantos, cinco, seis, en algunos momentos quizá lleguen a ocho e incluso
diez o doce.
Nadan pegados a nuestra proa, haciendo carreras con nosotros, pobres infelices a
merced del viento, que tenemos todas las de perder…
Realmente impresiona, es todo un espectáculo… en superficie la espuma y la estela
que van dejando a su paso es totalmente resplandeciente, como si fuera un cuadro
del mejor de los pintores… ¡¡y encima en movimiento!!
Nosotros, los aprendices de navegantes, somos buceadores y conocemos bien el
efecto de la fluorescencia en las inmersiones nocturnas. Es toda una experiencia
estar a 15 metros de profundidad, y a una señal común, apagar todos los focos y
quedar en la negrura absoluta. Entonces, si mueves lentamente la mano en el
agua, se ve un recorrido fosforescente siguiendo el movimiento de tu mano… Se
trata
de
una
corriente
de
plancton
que
brilla
en
un
efecto
llamado
“bioluminiscencia” ante un estímulo de movimiento o cambio de temperatura.…
¡¡Pero nunca imaginamos llegar a presenciar semejante alarde de bioluminiscencia
en superficie y de la mano de tan simpática compañía!!
Así que, esa fluorescencia tan intensa no es sino la respuesta de los millones de
seres microscópicos que forman el plancton marino ante la enérgica vitalidad de
nuestros encantadores acompañantes al romper, con su propio cuerpo, la hasta
entonces línea continua de agua salada, dibujando de una forma tan excepcional su
definida silueta, para delicia de nuestros sentidos.
Pero la ciencia, por sabia e ilustrada que sea, no puede hacer desaparecer la
admiración por lo que explica, antes bien, aumentarla más si cabe. Y en ese estado
nos encontrábamos, disfrutando como niños de qué sin preguntarnos el cómo.
Van deprisa, se cruzan, saltan, vuelven a saltar, hacen ochos, figuras geométricas,
alineaciones, se emparejan, se separan… se amorran a la proa, ¡bien cerca!,
jugando, nadando a toda velocidad, posando sin duda alguna para nosotros…
Saben de sobra que les estamos mirando extasiados, son totalmente conscientes
de las emociones que nos están provocando. Y no cejan en su empeño de
convertirse en los auténticos protagonistas de la noche.
Cada vez avanzamos más hacia la proa para verlos mejor.
Nosotros no queremos perdernos el espectáculo y ellos parece que no tienen ganas
de irse.
Se lo pasan de lo lindo, no sabría decir si juegan entre ellos y esta es su manera
particular de divertirse o lo hacen para nosotros, viendo como se nos cae la baba…
Posiblemente se trate de una combinación de todo.
Se les ve llegar en profundidad, veloces, por babor.
Es realmente sorprendente como a unos metros por debajo nuestro se ve tan clara
su silueta avanzar, resplandeciente, perfectamente se sigue su recorrido, a enorme
velocidad, giro a la izquierda, a la derecha, otra vez a la izquierda… adelantando,
aumentando el ritmo, van acercándose a la superficie…
¡Ahora!
¡¡Salto!!
No falla… ya están fuera del agua, generalmente en parejas, a veces en tríos…
¡¡Qué cosa más bonita!!!
Así una y otra vez… pareciera que lo tuvieran preparado, como un grupo de actores
que ha estado de ensayo toda la semana y hoy es el día de su estreno. Y nosotros,
espectadores, estamos totalmente anonadados… Sólo nos falta aplaudir, pero sería
romper la magia del sonido del momento con unos ruidos extrañamente humanos.
Me tumbo lo más a proa que puedo, bien sujeta al mástil con una cincha para evitar
disgustos, agarrada una mano firme a la baranda y la otra extendida a babor, sobre
el agua, sintiendo las gotas frías que me salpican con su incansable ir y venir…
Tengo la esperanza que alguno quiera dejarse acariciar y salte justo bajo la palma
de mi mano para sentirnos mutuamente…
Pasan al lado, muy cerca…
Es increíble…
Cuando saltan a mi lado queda su cara tan próxima a la mía que me estremezco…
puedo ver perfectamente esa gesto sonriente que les caracteriza y que me cautiva,
esa expresión mezcla de alegría, cachondeo, diversión y felicidad que muestra esta
magnífica especie marina…
Es un sueño…
Y estoy despierta, viviéndolo, sintiéndolo.
La mar está impresionantemente buena, en todo el día no se ha movido ni una
gota, y la noche no ha cambiado ni un ápice.
El barco apenas bandea, va suave como la seda…
Y ellos, delante, marcando el camino.
Despertamos a gritos a Sandra y Eli para que vengan a verlos… Suben rápidas por
la escotilla, se emocionan un rato con nosotros, pero aguantan poco, están medio
dormidas, hace frío.
Es noviembre, el Mediterráneo, y pasa la medianoche.
Sin embargo yo no siento frío, ni calor, ni nada… solo emoción.
Tenerlos tan cerca, a escasos metros, verles tan perfectamente, la aleta superior,
las laterales, el brillo de su cuerpo, el movimiento de la cola, tan acompasado,
rítmico, previo al acelerón que precede al salto… escuchar el psssisssttt pisssttt que
hacen al irrumpir su fina piel en la negra agua….
Ver el espectáculo de luz y color que forma la espuma, el agua, sus cuerpos y una
extraña composición cromática nocturna digna de la mayor celebración…
Son imágenes que quedan en la retina, que ninguna cámara podría nunca captar.
Es demasiado. Un regalo. Una delicia para los sentidos, de lo que hace a corazón
vibrar y despertar la emoción quizá dormida a estas horas de la noche…
Están más de media hora con nosotros. Quizá tres cuartos. No se cansan de saltar,
jugar, cruzarse una y otra vez delante nuestro, a los lados…
Y yo no me canso de mirar. La carne se me ha puesto de gallina, pero no por el frío
ni la humedad que cala los huesos, sino por la emoción que cala el alma.
Es realmente alucinante ver la estela resplandeciente y misteriosamente luminosa
que dejan en el agua, que van dibujando en la oscuridad desde la profundidad, a
medida que emergen para salpicar y levantar sus cuerpos tan bien moldeados en el
aire. En esos momentos de “vuelo” ya no brillan, pero resalta su silueta en el cielo
estrellado, es un contraste tan, tan, tan hermoso…
Saben que les estamos mirando, y se esmeran en su espectáculo.
De a dos, de a tres, saltos, cruces, bandazos… apariciones y desapariciones…
siempre queda uno a la vista, y de pronto…. Zassss… aparecen los demás una y
otra vez…
Son preciosos.
Son especiales.
Dan ganas de lanzarse al agua y dejarse llevar por ellos.
Lástima que esté tan oscuro… que sea noche cerrada… que no seamos delfines ni
tengamos escamas...
O quizá, justamente por esto hemos sido testigos de un despliegue tremendo de la
belleza que la Naturaleza tiene para ofrecernos en el momento menos esperado y
de la forma más sorprendente.
Efectivamente los delfines brillan con luz propia.
Y verlo es todo un lujo para el que no tendré agradecimiento suficiente…
Acontecimientos así son esos pequeños grandes regalos que la mar nos ofrece a
quienes osamos surcar sus aguas y adentrarnos en sus dominios a bordo de
nuestros limitados medios. Tiene sus riesgos, pero las recompensas son siempre
enormemente mayores.
En algún punto del Mediterráneo, la madrugada del 2 al 3 de noviembre de un año
2005 repleto de agua salada, por arriba y por debajo...
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