Concepción humeana del yo

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EJERCICIO 4: Relaciona el siguiente fragmento del Resumen... con la filosofía
del autor siguiendo las pautas que te proponemos.
“Afirma el autori, que el alma, en la medida en que podemos concebirla, no es sino un
sistema o serie de percepciones diferentes, como las de calor o fría, amor, cólera,
pensamientos y sensaciones, todas ellas reunidas, pero carentes de una perfecta
simplicidad o identidad. Descartes mantenía que el pensamiento era la esencia de la
mente; no esto o aquel pensamiento, sino el pensamiento en general. Esto parece ser
absolutamente ininteligible, puesto que todo aquello que existe es particular. Por lo
tanto, deben ser nuestras diversas percepciones particulares las que componen la mente.
Digo que componen la mente, no que pertenecen a ella. La mente no es una sustancia en
la que inhieran las percepciones. Esta noción es tan ininteligible como la noción
cartesiana de que el pensamiento o la percepción en general es la esencia de la mente.
No tenemos idea alguna de sustancia de ningún género, puesto que sólo tenemos ideas
de lo que se deriva de una impresión y no tenemos impresión de sustancia alguna, sea
material o espiritual.”. (En Lecturas fundamentales, p. 299)
a)
Analízalo señalando las ideas principales así como la tesis del mismo.
b)
Relaciona el fragmento con la filosofía del autor, siguiendo las siguientes pautas:

“….sólo tenemos ideas de lo que se deriva de una impresión”. Explica lo que
quiere decir a partir de la lectura del texto 1 del autor: origen de las ideas,
diferencia entre impresiones e ideas, etc.

Expón las consecuencias que el autor extrae de esto, tal como lo explica en el
texto 2. Aplícalo a lo que dice en el fragmento:” todo lo que existe es
particular”. Extrae las consecuencias de esto en relación con la sustancia.

Explica la refutación que hace de la idea cartesiana de mente y expón las
propias de Hume a este respecto a partir de lo que dice en los textos 7 y 8.

Expón sus ideas acerca de la metafísica en general basándote en el texto 10.
TEXTO 1: Diferencia entre impresiones e ideas
“He aquí, pues que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases
o especies, que se distinguen por los distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según
creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un
término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de
libertad y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco
distinta de la usual. Con el término impresiones, pues, quiero denotar nuestras
percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos
o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas en que son
percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos
sobre las operaciones o movimientos arriba mencionados (…………) En resumen, todos
los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa. La
mezcla y composición de ésta corresponde sólo a nuestra mente y voluntad. O, para
expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas o percepciones más
endebles son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas.
Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes.
Primero cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o
sublimes que sean, encontramos que siempre se resuelven en idas tan simples como
las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas
que, a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio
más detenido derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser
infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de
nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y
sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que queramos, y seguiremos
encontrando que toda idea que examinemos es copia de una impresión similar.
Aquellos que quisieran afirmar que esta posición no es universalmente válida ni
carente de excepción tienen un solo y sencillo método de refutación: mostrar aquella
idea que, en su opinión, no se deriva de esta fuente”
D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, Editorial Tecnos (Grupo Anaya
S.A.) 2007, pp. 123 y 124.
TEXTO 2: Relación entre las impresiones y el significado de los términos.
“Todas las ideas, especialmente las abstractas, son naturalmente débiles y oscuras. La
mente no tiene sino un dominio escaso sobre ellas; tienden fácilmente a confundirse
con otras ideas semejantes, y cuando hemos empleado muchas veces un términos
cualquiera, aunque sin darle un significado preciso, tendemos a imaginar que tiene una
idea determinada anexa. En cambio todas las impresiones, es decir, toda sensación bien externa, bien interna- es fuerte y vivaz: los límites entre ellas se determinan con
mayor precisión y tampoco es fácil caer en error o equivocación con respecto a ellas.
Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin
significado o idea alguna (como ocurre con demasiada frecuencia), no tenemos más
que preguntarnos de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es imposible
asignarle una, esto serviría para confirmar nuestra sospecha. Al traer nuestras ideas a
una luz tan clara, podemos esperar fundadamente alejar toda discusión que puede
surgir acerca de su naturaleza y realidad.”
D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, pp. 126 y 127.
TEXTO 7. Negación de la sustancialidad del yo.
“Cuando vuelvo mi reflexión sombre mi mismo nunca puedo percibir este yo sin una o
más percepciones; es más, no puedo percibir nunca otra cosa que las percepciones.
Por tanto es la composición de éstas la que forma el yo.
Podemos concebir que un ser pensante tenga muchas o pocas percepciones.
Supongamos que la mente se reduzca a un nivel incluso más bajo que el de la vida de
una ostra. Supongamos que no tenga sino una sola percepción: la de sed o la de
hambre. Examinemos la mente en esa situación. ¿Concebiréis alguna otra cosa allí que
la mera percepción? ¿Tendréis alguna noción de yo o de sustancia? Y si en ese caso
concreto no la tenéis, la adición de otras precepciones no podrá daros nunca tal
noción.
La aniquilación, que, según suponen ciertas personas sigue a la muerte, destruyendo
por completo nuestro yo, no es otra cosa que la extinción de toda percepción
particular: amor, odio, dolor y placer, pensamiento y sensación. Por tanto, estas
percepciones deberán ser la misma cosa que el yo, dado que no pueden sobrevivir a
éste.
¿Es el yo lo mismo que la sustancia? Si así lo fuese, ¿Cómo puede darse el problema
concerniente a la subsistencia del yo bajo un cambio de sustancia? Y si son cosas
distintas, ¿en qué se diferencian? Por lo que a mí respecta, no tengo noción ni de una
ni de otra cuando se las concibe como algo distinto a las percepciones particulares.
Los filósofos comienzan a coincidir en el principio de que no tenemos idea alguna de
sustancia externa distinta de las ideas de cualidades particulares. Y este principio debe
abrir el camino para aceptar otro similar por lo que respecta a la mente: no tenemos
noción alguna de la mente distinta de las percepciones particulares.”
D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo II, p.
886.
TEXTO 8. El yo puede ser pensado recurriendo a una metáfora.
La metáfora de la república nos permite pensar en la idea de yo a pesar de las
percepciones cambiantes que lo integran. Hume considera los problemas relaciones
con la identidad de yo más como problemas lingüísticos que como problemas
filosóficos.
“Por lo que respecta a la causalidad, podemos señalar que la verdadera idea que
tenemos de la mente humana consiste en considerarla como un sistema de
percepciones diferentes, o existencias diferentes, unidas entre sí por la relación de
causa y efecto, y que mutuamente se producen, destruyen, influyen y modifican unas a
otras. Nuestras impresiones originan sus correspondientes ideas, y éstas producen a su
vez otras impresiones. Un pensamiento sigue a otro, y es seguido por un tercero que le
obliga a su vez a desaparecer. A este respecto, no puedo comparar el alma con nada
mejor que con una república o estado en que los distintos miembros están unidos por
lazos recíprocos de gobierno y subordinación, y que dan origen a otras personas, que
propagan la misma república en los cambios incesantes de sus partes. Y del mismo
modo que una república particular no solamente pude cambiar sus miembros sino
también sus leyes y constituciones, de forma similar puede una misma persona variar
su carácter y disposición al igual que sus impresiones e ideas, sin perder su identidad.
Cualesquiera que sean los cambios que experimente, sus distintas partes seguirán
estando conectadas por la relación de causalidad”
D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo I,
p.413.
TEXTO 10: Clasificación de las áreas de conocimiento.
“Me parece que los únicos objetos de las ciencias abstractas o de la demostración son
la cantidad y el número, y que todos los intentos de extender la clase más perfecta de
conocimiento más allá de estos límites son mera sofistería e ilusión (……….)
Todas las demás general investigaciones de los hombres conciernen sólo a cuestiones
de hecho y existencia. Y, evidentemente, éstas no pueden demostrarse. Lo que es,
puede no ser. Ninguna negación de hecho implica una contradicción. La no existencia
de cualquier ser, sin excepción alguna, es una idea tan clara y distinta como la de su
existencia. La proposición que afirma que no es, por muy falsa que sea, no es menos
concebible e inteligible que la que afirma que es. El caso es distinto con las ciencias
propiamente dichas. Toda proposición que no es verdadera es confusa e ininteligible.
Que la raíz cúbica de 64 es igual a la mitad de 10 es una proposición falsa y jamás
podrá concebirse distintamente. Pero que Cesar o el ángel Gabriel, o cualquier ser
nunca existió, podrá ser una proposición falsa, pero de todas formas es perfectamente
concebible y no implica contradicción.
Por tanto, la existencia de cualquier ser sólo puede demostrarse con argumentos a
partir de su causa o de su efecto, y estos argumentos se fundan exclusivamente en la
experiencia. Si razonamos a priori, cualquier cosa puede parecer capaz de producir
cualquier otra. La caída de un guijarro puede, por los que sabemos, apagar el sol o el
deseo de un hombre controlar los planetas en sus órbitas. Sólo la experiencia nos
enseña la naturaleza y límites de la causa y el efecto y nos permite inferir la existencia
de un objeto de la de otro. Tal es el fundamento del razonamiento moral, que forma la
mayor parte del conocimiento humano y es la fuente de toda acción y
comportamientos humanos.
Los razonamientos morales conciernen a hechos generales o a hechos particulares.
Todas las deliberaciones en la vida conciernen a éstos, así como también todas las
disquisiciones históricas, cronológicas, geográficas y astronómicas.
Las ciencias que tratan de hechos generales son la política, la filosofía de la naturaleza,
la física, la química etc., donde se investigan las cualidades, causas y efectos de una
especie entera.
La teología, como demuestra la existencia de una divinidad y la inmortalidad de las
almas, se compone en parte de razonamientos sobre hechos particulares, en parte de
razonamientos sobre hechos generales. Tiene su fundamento en la razón en la medida
en que está apoyada por la experiencia, pero su mejor y más sólido fundamento es la
fe y la revelación divina.
La moral y la crítica no son propiamente objetos del entendimiento como del gusto y
del sentimiento. La belleza moral o natural es sentida más que percibida. O si
razonamos acerca de ella, e intentamos fijar su patrón, consideramos un hecho nuevo,
a saber: el gusto general de la humanidad o algún hecho que pueda ser objeto de
razonamiento o investigación.
Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué
estragos no haríamos! Si cogemos cualquier volumen de teología o metafísica
escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre
la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de
cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas pues no puede
contener más que sofistería e ilusión”
D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, p. 282-285.
i
Se refiere al propio Hume. Hay que recordar que , aunque el Resumen fue publicado Hume, lo hizo
anónimamente quizá con el propósito de hacer publicidad de el libro que pretendía resumir, esto es, el
Tratado de la naturaleza humana.
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