TEXTO 7. Negación de la sustancialidad del yo. Este fragmento expone la refutación humeana de la sustancialidad del yo. Su objetivo fundamental es negar la inmortalidad del alma. “Cuando vuelvo mi reflexión sombre mi mismo nunca puedo percibir este yo sin una o más percepciones; es más, no puedo percibir nunca otra cosa que las percepciones. Por tanto es la composición de éstas la que forma el yo. Podemos concebir que un ser pensante tenga muchas o pocas percepciones. Supongamos que la mente se reduzca a un nivel incluso más bajo que el de la vida de una ostra. Supongamos que no tenga sino una sola percepción: la de sed o la de hambre. Examinemos la mente en esa situación. ¿Concebiréis alguna otra cosa allí que la mera percepción? ¿Tendréis alguna noción de yo o de sustancia? Y si en ese caso concreto no la tenéis, la adición de otras precepciones no podrá daros nunca tal noción. La aniquilación, que, según suponen ciertas personas sigue a la muerte, destruyendo por completo nuestro yo, no es otra cosa que la extinción de toda percepción particular: amor, odio, dolor y placer, pensamiento y sensación. Por tanto, estas percepciones deberán ser la misma cosa que el yo, dado que no pueden sobrevivir a éste. ¿Es el yo lo mismo que la sustancia? Si así lo fuese, ¿Cómo puede darse el problema concerniente a la subsistencia del yo bajo un cambio de sustancia? Y si son cosas distintas, ¿en qué se diferencian? Por lo que a mí respecta, no tengo noción ni de una ni de otra cuando se las concibe como algo distinto a las percepciones particulares. Los filósofos comienzan a coincidir en el principio de que no tenemos idea alguna de sustancia externa distinta de las ideas de cualidades particulares. Y este principio debe abrir el camino para aceptar otro similar por lo que respecta a la mente: no tenemos noción alguna de la mente distinta de las percepciones particulares.” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo II, p. 886.