artículo - Centro de Estudios Políticos y Constitucionales

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INFLUENCIA DE LAS ELECCIONES PRIMARIAS
ABIERTAS EN EL SENO DE LOS PARTIDOS
POLÍTICOS LATINOAMERICANOS
FRANCISCO SACRISTÁN ROMERO
Universidad Complutense de Madrid
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.—2. RELEVANCIA Y JUSTIFICACIÓN DEL TEMA.—3. HIPÓTESIS DE TRABAJO.—4. LOS CASOS ANALIZADOS.—5. ARGUMENTOS JUSTIFICATIVOS DE
LA INTRODUCCIÓN DE ELECCIONES PRIMARIAS INTERNAS. 6. ANÁLISIS TEÓRICO DE LA DEMOCRACIA INTERNA PARTIDARIA: 1. Formación y manifestación de la voluntad política
del partido. 2. Selección interna. 3. Selección de candidatos.—7. ANÁLISIS
EMPÍRICO DE LA DEMOCRACIA INTERNA PARTIDARIA: 1. Formación de concepciones políticas unitarias y proyecto para consumarlas. 2. Selección interna. 3. Selección de candidaturas.—8. CONCLUSIONES.—BIBILIOGRAFÍA.
RESUMEN
En este trabajo se profundizará en la democracia interna de los partidos, a partir
del análisis de la introducción de elecciones primarias abiertas, cuyo objetivo fue
desarrollar un conducto comunicante entre la ciudadanía común y el poder político,
tornando más democrática a la formación partidaria.
A partir de un estudio comparado en cinco países de América Latina demostraremos que con las internas abiertas no se cumple con la finalidad de democratizar a
las estructuras partidarias. Además, se podrá observar que es muy difícil que un partido salga indemne luego de haber expuesto públicamente sus disputas y juegos intestinos, al tiempo que este método genera una excesiva personalización de la representación, promueve enfrentamientos fratricidas y suscita una «balcanización».
Palabras clave: democracia interna, partidos políticos, primarias.
Revista de Estudios Políticos (nueva época)
ISSN: 0048-7694, Núm. 136, Madrid, abril-junio (2007), págs. 179-212
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ABSTRACT
In this study internal democracy in the parties will be analyzed in relation to the
introduction of primary elections, whose objective was to develop a communicant
conduit between the citizens and political power, returning more democracy to the
parties.
From a comparative study in five countries of Latin America we will demonstrate that the objective of democratize to the structures of parties is not fulfilled with
internal democracy in the parties. In addition, it will be possible to observe that it is
very difficult for a party to remain undamaged after having publicly exposed its internal disputes, to the time that this method generates an excessive personalization
of representation, promotes fratricidal confrontations and provokes «balkanization».
Key words: internal democracy, parties, primary.
1.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Con las últimas reformas políticas sucedidas en América Latina, el debate sobre los mecanismos de nominación partidaria cobró cuantiosos bríos y
las internas abiertas fueron preconizadas desde muchos sectores —tanto por
parte de académicos como de dirigentes políticos— como el procedimiento
democrático por antonomasia en materia de selección de autoridades.
Efectivamente, este método fue concebido como una vía apropiada para
que el partido político mejorara sus funciones y recuperara su rol de órgano
encargado de representar las demandas y exigencias ciudadanas y de organizarlas adecuadamente con los intereses del Estado. No obstante, la incorporación de este dispositivo tuvo un objetivo antagónico: reducir la influencia
de la élite del partido, aduciendo que la eliminación de intermediarios entre
la ciudadanía y los representantes tornaría más diáfano el vínculo representativo, proveyendo al candidato electo de autonomía partidaria y, por consiguiente, de flexibilidad programática e ideológica en la toma de decisiones.
En todo caso, es necesario constatar que la comparación que se realiza es
estrictamente entre partidos o coaliciones, y que no se consideran las características del contexto nacional en el que se mueven los mismos.
Desde esta perspectiva, la introducción de internas abiertas parte de una
cabal desconfianza en los partidos como entidades autónomas capacitadas
para seleccionar a los miembros más idóneos para desempeñarse en la función pública. Sin embargo, una genuina democratización interna partidaria
no puede conseguirse sin un previo reconocimiento del partido como el
vehículo apropiado para canalizar y representar las demandas y preferencias
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ciudadanas. La contradicción que queda implicada en esta línea argumental
es que, según esta casuística, la representatividad de los partidos se incrementa mediante un procedimiento que los desliga lo máximo posible de
quienes aspiran a convertirse en representantes.
Así, se buscará exponer que con este método se cercenan las atribuciones
del partido como formador de la voluntad política y se obstruyen sus capacidades para generar canales de intermediación entre la sociedad civil y el
Estado, funciones indelegables de un partido político en el marco de un régimen poliárquico pluralista.
2.
RELEVANCIA Y JUSTIFICACIÓN DEL TEMA
En la medida en que nuestro objeto de estudio es la democratización interna partidaria y el ámbito de aplicación son los partidos políticos de Latinoamérica, consideramos que, por tratarse de regímenes presidencialistas, el
método que utiliza el partido político para la selección de candidatos a la primera magistratura es un aspecto cardinal, no sólo en lo que concierne al funcionamiento partidario, sino también en lo relativo a la posterior correlación
de fuerzas entre los órganos de poder, e influye en las relaciones que el propio juego intrapartidista establece entre instancias institucionales diferentes
(Gallager, 1988: 2). A la vez, los mecanismos para nominar candidatos tienen una vital importancia, en tanto son el punto en que se intersecan los partidos como organizaciones privadas y los aspirantes a cargos públicos (Zovatto, 2001: 15, y Alcántara Sáez, 2002).
Los métodos de selección de candidaturas partidarias podrían diferenciarse en función de su grado de inclusividad de actores en la toma de decisiones. En el continuum de alternativas, el procedimiento más restrictivo es
la nominación de candidatos realizada por la cúpula partidaria o por un único líder que concentra el monopolio de las candidaturas, en un segundo término, la elección por convenciones a través de delegados partidarios, una
tercera alternativa serían las internas cerradas, restringidas a los afiliados
acreditados del partido en cuestión y por último, las internas abiertas, en las
que participa todo ciudadano habilitado para emitir su voto (Freidenberg,
2001: 10) (1).
(1) Existen otras maneras de categorizar a los mecanismos de nominación partidaria que
pueden yuxtaponerse a la ordenación expuesta como la de RAHAT y HAZAN (2001); BILLIE
(2001); TAYLOR (2004); CAREY y SHUGART (1995); SIAVELIS y MORGENSTERN (2004); COLOMER
(2001), etc.
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Dicho todo esto, nos restaría responder a un interrogante muy frecuente
referido a los mecanismos de selección partidaria, que consiste en cuestionarse si en cada uno de ellos los candidatos son designados o elegidos, lo
cual estaría nuevamente ligado al grado de inclusividad en la toma de decisiones partidarias. Queda claro que la selección llevada a cabo por el órgano
de conducción ejecutiva implicaría una acción de designación. La que es
ejercida por convenciones, puede tener caracteres de uno u otro según el
caso, mientras que cualquiera de los dos casos de primarias, ya sea abiertas o
cerradas, constituyen procesos de elección (Muñoz, 2003: 147).
Así quedarían clasificados los procedimientos selectivos:
CUADRO 1
Mecanismo de nominación partidaria
Cúpula
partidaria
Convenciones con
delegados
Internas
cerradas
Internas
abiertas
¿Elección o designación?
Designación
Mixto
Elección
Elección
¿Cuántos participan en la selección?
Uno
(o muy pocos)
Pocos
Muchos
Todos
¿Son miembros partidarios?
Sí
Sí
Sí
No
(No todos)
En este trabajo nos interesa analizar a las elecciones internas abiertas,
no solamente porque implican un mayor grado de inclusión y su práctica
efectiva es concebida como un indicador de democratización partidaria, sino
más bien porque este método posee la particularidad de desplazar hacia
afuera de los límites partidarios al referente empírico que tendrá como función seleccionar a miembros de un partido y transformarlos en los candidatos a puestos de poder. Esto significa que este es el único de todos los mecanismos mencionados en el cual la elección no será llevada a cabo por personas abocadas a la actividad política, sino que el peso de esa nominación
recaerá sobre la ciudadanía común.
En la medida en que en las internas abiertas se produce una intervención
de elementos exógenos a aquellas organizaciones privadas, su estudio hace
surgir la necesidad teórica de establecer los límites y circunscribir las atribuciones de la entidad encargada de cumplir con la función selectiva. La iniciativa de promover un traspaso del órgano selector de candidatos tiene que
ver con dos circunstancias relacionadas entre sí: por un lado con la emergen182
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cia de una ciudadanía extendida e informada que accede, a través de los medios de comunicación, a un conocimiento de las opciones electorales; y por
otro lado, se relaciona con un cambio en la naturaleza misma del partido político cuya nueva distribución de fuerzas implicó que las bases perdieran incidencia y la personalización de los liderazgos pasara a tener preeminencia
en la organización de los juegos internos partidarios.
3.
HIPÓTESIS DE TRABAJO
En esta instancia se esbozará una respuesta tentativa a la pregunta de investigación, basándonos en los fundamentos teóricos que sustentan este trabajo. Frente al problema de investigación, planteado de la siguiente manera:
¿son las internas abiertas presidenciales un camino para lograr mayores niveles de democratización interna partidaria?
No nos interesa meramente exponer la concomitancia de los dos hechos
sino que buscamos establecer un nexo causal entre ambas variables, por lo
tanto estaremos frente a una hipótesis explicativa, que cuenta con una variable independiente —la aplicación de internas abiertas— que opera como
condicionante de una variable dependiente —la variación en el nivel de democracia interna partidaria.
Como la variable independiente —la introducción de internas abiertas—
ya fue explicada en un apartado anterior, nos restaría exponer qué se entiende por democracia interna partidaria, lo cual será expuesto en los siguientes
apartados.
4.
LOS CASOS ANALIZADOS
Con el objetivo de iluminar nuestra hipótesis de trabajo, hemos seleccionado a los partidos políticos (o coaliciones) de países latinoamericanos en
los que las elecciones internas abiertas efectivamente se implementaron (2),
ya sea de manera unilateral o regulada por la corte electoral del país, con lo
cual hemos procurado cubrir todo nuestro universo de análisis (3). No nos
(2) No hemos estudiado el caso de internas abiertas celebradas en el FSLN de Nicaragua
en 1999 porque su resultado fue anulado. Tampoco se tomará el caso de Bolivia, porque si
bien, legalmente estaba estipulado que todos los partidos realizaran internas abiertas, a causa
de denuncias de corrupción y malversación de fondos, las primarias del MNR, MIR, ADN,
UCS, fueron invalidadas. (ZOVATTO, 2001).
(3) Recalcamos que no estudiaremos todos los casos de primarias abiertas realizadas en
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interesará realizar un análisis pormenorizado de los mismos, sino captar
ciertas características generales que nos permitan cuestionar a este método
de nominación de candidaturas como un instrumento tendiente a democratizar las estructuras partidarias.
Dentro de casos que implementaron elecciones internas de forma unilateral estudiaremos los siguientes partidos:
— Partido Liberal Colombiano (PLC) de Colombia, a través de la denominada Consulta Popular (4), celebrada en 1990. Esa disputa estuvo planteada entre César Gaviria y Ernesto Samper, resultando el primero triunfador de
la misma, con una muy alta concurrencia del electorado. Hay que tener en
cuenta que el partido estaba dividido en facciones altamente autónomas y estructuradas en torno a liderazgos individuales, y estas elecciones estuvieron
influidas por el asesinato de quien hubiese sido el candidato liberal, Luis
Carlos Galán —dirigente del Nuevo Liberalismo—. Los seguidores de Galán se volcaron por Gaviria, quien, con este espaldarazo, pudo manejar hábilmente la consulta popular (5).
— Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, en 1999. En
medio de un marcado debilitamiento del partido oficial, se buscó introducir
un mecanismo más abierto y democrático para la selección de candidatos,
requisito indispensable para darle fin al antiguo pacto sucesorio, fundado en
el ejercicio de un poder personal prácticamente inagotable. La contienda estuvo planteada entre el delfín presidencial, Francisco Labastida, por un lado,
y Roberto Madrazo, por otro, cuyo eje en la campaña fue oponerse a la técnica del «dedazo». Con una altísima y desproporcionada asistencia, Labastida
fue quien finalmente resultó victorioso, en un procedimiento fuertemente
cuestionado y concebido como no completamente abierto.
O coaliciones:
América Latina, sino que estudiaremos los casos —que a nuestro entender son— más significativos de todos aquellos países que las celebraron. Hemos optado por ellos en la medida en
que se trata de partidos importantes, que compitieron por la presidencia, con chances serias de
ganar y, en la mayoría de los casos, fueron pioneros en la utilización de este mecanismo.
(4) La Consulta Popular es equivalente en términos procedimentales a una elección interna abierta, ya que es el conjunto de electores empadronados a nivel nacional quien debe
concurrir a votar por alguno de los candidatos; sin embargo se llevaba a cabo en el caso en
que los dos precandidatos llegaran a un acuerdo entre sí y con la Dirección Nacional del partido, así es que si este acuerdo no tenía lugar era la Convención partidaria la encargada de nominar al postulante.
(5) Durante el funeral del mismo, su hijo adolescente nominó a César Gaviria como sustituto de su padre. Así, no sólo la familia de Galán, sino también la junta de parlamentarios
que apoyaban su aspiración presidencial, respaldaron la inscripción de César Gaviria como
precandidato presidencial.
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— Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación de Argentina. La
Alianza era una coalición asimétrica formada, principalmente, por un histórico partido, la Unión Cívica Radical, con una fuerte estructura federal y mayor acceso a recursos organizativos, y el Frepaso, un típico partido profesional electoral establecido en torno a ciertos issues (como la lucha contra la
corrupción, el privilegio de la educación, la justicia, la ética administrativa,
etcétera). Las primarias fueron llevadas a cabo en 1998; y sus contrincantes
fueron Fernando De la Rúa (UCR) y Graciela Fernández Meijide (Frepaso).
Con una baja asistencia electoral y con un predominio de activistas radicales, De la Rúa se impuso como candidato de la liga.
— Concertación de Partidos por la Democracia —una alianza entre el
Partido Socialista, la Democracia Cristiana, el Partido Por la Democracia y
el Partido Radical Social Demócrata— de Chile. En este caso, se trató de un
frente conformado por fuertes partidos consocios, con diferencias ideológicas entre ellos. Con lo cual, en su interna también realizada en 1999, los dos
miembros principales en la liga —Democracia Cristiana, con Andrés Zaldívar, y Socialismo (junto a su versión aggiornada, PPD), con Ricardo Lagos— midieran sus fuerzas ante el mismo electorado que participaría en los
comicios ordinarios, lo cual provocó que el público vislumbrara a ambos
como entidades dotadas de autonomía y competencia. Lagos se impuso, luego de una asistencia moderada, y por primera vez el candidato de la Concertación fue un socialista.
En cuanto al segundo grupo, las primarias abiertas reguladas legalmente,
analizaremos:
— La realización de internas abiertas, simultáneas y obligatorias en el
Partido Colorado, Partido Nacional y Frente Amplio/ Encuentro Progresista en Uruguay, efectuadas en el año 1999, sustituyeron a la implementación
de ley de lemas (6). En las elecciones internas del Partido Colorado, Jorge
Batlle le ganó a Luis Hierro; en el Frente Amplio, Tabaré Vázquez le ganó a
Danilo Astori; y en el Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle, triunfó sobre
Juan Andrés Ramírez y Alberto Volonté. La concurrencia fue considerablemente alta. Por un lado, la celebración de internas abiertas transcurrió por un
cauce relativamente natural ya que los partidos estaban acostumbrados a exponer públicamente las disputas por los cargos; no obstante, a diferencia de
(6) La ley de lemas o doble voto simultáneo y acumulativo (DVS) se adoptó a partir del
año 1910 e implicaba que en las elecciones generales cada uno de los lemas, o sea los partidos
políticos, presentaba una pluralidad de candidaturas, denominadas sublemas, que subsiguientemente se sumarían, estableciendo como triunfador al sublema más votado dentro del lema
más votado.
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la ley de lemas, donde el voto se acumulaba por partido y los candidatos procuraban confrontar con sus adversarios externos y no internos, con las primarias se pasó a otorgar prioridad a las candidaturas individuales por sobre
la organización partidaria.
5.
ARGUMENTOS JUSTIFICATIVOS DE LA INTRODUCCIÓN DE ELECCIONES
PRIMARIAS INTERNAS
La incorporación de primarias ha sido uno de los proyectos de reingeniería política proclives a lograr niveles más elevados de democracia interna en
los partidos latinoamericanos. Se expone que, simplemente, se trata de extender la coherencia del avance de la democracia a uno de los «núcleos duros» del sistema partidista (Zovatto, 2001: 16). A propósito, se afirma que
difícilmente los dirigentes políticos podrían hablar con autoridad en nombre
de la democracia si su origen se encontrase contaminado por prácticas no democráticas (Alcántara Sáez, 2002: 15).
Así, se sostiene que la lógica que rige en el sistema democrático debe
también regir en las cuestiones internas de los partidos políticos, estableciendo reglas explícitas y abiertas para la competencia en el seno de las organizaciones partidistas, proporcionando transparencia y modernización a
las estructuras de la formación. De esta manera, las internas abiertas contribuyen a reducir prácticas negativas como la endogamia, el peso de las redes
clientelares, y la influencia de las maquinarias partidarias, estableciendo fórmulas de responsabilidad horizontal (Alcántara Sáez, 2002). Se sugiere que
como los gobernantes «deben su mandato constitucional a los electores y no
a los afiliados» (Alcántara Sáenz y Freidenberg, 2003: 19), han de ser los
primeros y no los segundos quienes determinen las candidaturas.
Al mismo tiempo, sirven para terminar con las candidaturas de compromiso que la actividad partidaria impone inexorablemente en cumplimiento
de una suerte de ley de «recíprocas donatividades» (Haro, 2002: 113) y
aquellas provenientes de monolíticas cúpulas de poder que se enquistan en
los partidos por compadrazgo o por militancia vegetativa (Hernández Valle,
2002: 151).
También se sostiene que este método ayuda a atraer nuevos miembros a
la agrupación, contribuyendo a que el partido se movilice en pos de nuevos
intereses sociales hasta el momento no representados (Ware, 1996: 266), y
se esgrime que, al ser un mecanismo más abierto e inclusivo, oxigena, por
vía indirecta, la vida interna de los partidos (Spota, 1990 y Alcántara Sáez,
2002), ampliando las vías de comunicación entre éstos y los electores autó186
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nomos. Por otro lado, al permitir que el votante escoja entre una gama más
amplia de postulantes, se produce una nómina de candidatos más afines a las
preferencias ciudadanas.
Para finalizar, cuando los críticos sugieren que las internas abiertas producen una elevación de los costos (ya que se requiere de padrones actualizados, de la apertura de numerosos locales de votación y de la disposición de
sistemas de procesamiento sumamente eficaces y modernos), los defensores
de este procedimiento argumentan que, en realidad, se trata de una inversión: es un precio que hay que pagar para el mejoramiento de las estructuras
y mecanismos de representación, con lo cual, el costo adicional sería más
que compensado con la estabilización institucional resultante (7).
6.
ANÁLISIS TEÓRICO DE LA DEMOCRACIA INTERNA PARTIDARIA
En esta instancia determinaremos que quienes abogan por las internas
abiertas como vía para democratizar a las formaciones partidistas, confunden los términos sobre los que se asienta la democracia partidaria: al percibir
falencias en el funcionamiento de los partidos políticos, utilizan como variable de ajuste a la vida interior de los mismos (Crevari, 2002), y proponen
mecanismos que terminan profundizando esas fallas y conllevan a convertir
a los partidos en meras maquinarias electorales.
El origen de la distorsión subyacente a esta lógica argumental trunca,
proviene, por un lado del desconocimiento de los principios que rigen normativamente a la democracia interior de los partidos, lo que les impide vislumbrar con claridad cómo se compone y delimita el demos partidario, y por
otro, por la falaz pretensión de introducir mecanismos democráticos en una
institución a la que previamente despojaron de los caracteres que la definían
como partido político.
Por empezar, el reconocimiento legal de los partidos políticos, significa
concederles el status de canales expresivos del pluralismo político y de instrumentos fundamentales para la participación popular. Esto implica que el
partido debe cumplir funciones sociales —aquellas que le permiten operar
como mediador entre la sociedad civil y el Estado— y funciones institucionales —reclutando liderazgos, ocupando roles en los distintos niveles del
sistema político— para lo cual debe diseñar un proyecto nacional congruente y practicable, y convertirse en una organización lo suficientemente institu(7) Reporte sobre La discusión en la Comisión de Internas Abiertas en la Argentina
(2002).
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cionalizada para poseer autonomía respecto a liderazgos fortuitos. De no
aceptarse estas premisas, no puede pensarse en un partido político, lo cual
anula la aspiración a democratizar internamente a las organizaciones partidarias.
A la vez, desde el punto de vista normativo, la democracia interna reposa
sobre dos principios: el derecho de participación de los afiliados y el derecho
de autoorganización de los partidos políticos (Orozco Henríquez, 2003: 8),
con lo cual, la exigencia de que rijan su organización y funcionamiento internos mediante reglas democráticas, se plasma en el reconocimiento de derechos y atribuciones exclusivos para aquellos que adhieran al proyecto y se
comprometan con la organización.
Esto significa que el demos del partido está constituido por el conjunto
de los afiliados (8) y la idea de democracia interna se refiere a los principios
dispuestos en orden a conseguir la participación de los mismos en la formación de la voluntad del partido y en la toma de decisiones partidarias, evitando que éstas provengan de la imposición de las cúpulas políticas.
Así, la democracia interna de los partidos comprende todo el conjunto de
disposiciones normativas y medidas políticas tendientes a garantizar que la
formación y manifestación de la voluntad partidaria, los dirigentes internos
seleccionados y los candidatos designados para ocupar puestos de poder,
sean acordes y correspondientes con la voluntad mayoritaria de los miembros del partido (Hernández Valle, 2002).
En consecuencia, vemos que la democracia interna de un partido se desenvuelve principalmente a través de estas tres esferas: la formación de la
voluntad política del partido, la selección interna, y la selección de candidatos, cada una de las cuales alude al vínculo del partido con uno de los elementos del nexo representativo. La primera tiene que ver con la realización
de ciertas funciones sociales que permiten conectar al proyecto partidario
con las aspiraciones de una porción de la ciudadanía, la selección de autoridades se vincula a la capacidad del partido para darse su propia organización
y el último se relaciona con la capacidad del partido para generar un candidato acorde con las expectativas de quienes adhieren a él.
(8) Ser miembro o no miembro de una organización tiene un significado político tanto
para la persona como para su entorno (ALCÁNTARA SÁENZ y FREIDENBERG, 2002: 22).
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Formación y manifestación de la voluntad política del partido
Una de las funciones de los partidos es la de formar concepciones políticas
unitarias e intentar llevarlas a la práctica (Hernández Valle, 2002: 149). Cada
partido debe tener un perfil ideológico-programático determinado y a la vez
debe establecer líneas de fractura que lo diferencien de otras formaciones partidarias. Así, la cosmovisión política del partido debe estar en consonancia
con expectativas, demandas e intereses surgidos de la sociedad y quien adhiera a esa causa podrá ver en el partido, al vehículo apropiado para su realización. Esto es, en términos de Panebianco (1990), la concreción de la línea política, imprescindible para lograr los fines originarios del partido y también
tiene relación con el proyecto partidario, mencionado por Ramos Jiménez
(2001), que responde a la posición tomada por el mismo frente a los conflictos
emergentes de la sociedad, y tiene que ver con el plazo que se impone el partido para realizarlo y con los elementos a los que le asignan primacía (9).
A partir de ciertos principios básicos compartidos por todos aquellos que
pertenecen al partido, la estructura del mismo debe ser integradora, para lo cual
se requiere de una «infraestructura logística» (Kreuser, 1997: 277), que permita
la participación de los miembros y la elaboración de estrategias y mecanismos
para que aquellas máximas puedan traducirse en en alternativas de política general para hacerlas llegar a los centros decisorios del sistema político.
No obstante, cada partido posee una perspectiva particular del bien común y del interés general que, si bien intenta tener una proyección generalizada, se asume que no ha de ser compartida por toda la comunidad y es saludable que así sea. Los partidos son organizaciones que nacen del cuerpo social y que tienen, ante él, ciertas responsabilidades, pero la idea de sociedad
plural presupone la coexistencia de intereses heterogéneos, adversos y antagónicos que han de enfrentarse lícitamente a través de los distintos partidos
políticos existentes. Por tal razón, no puede existir una libertad irrestricta
para participar en un partido ni para permanecer en él. De hecho, la capacidad y el buen funcionamiento de un partido dependen en gran parte de que
pueda mantener a raya a aquellas personas que perturban la ejecución de su
línea política unitaria (Hernández Valle, 2002: 149).
Recopilemos, por un lado, los individuos, al reunirse en torno a un proyecto, afirman que adhieren a determinado partido y, al mismo tiempo un proyecto sin organización, condenaría al mismo a la esterilidad y marginación en la
(9) El proyecto se sitúa entre el nivel de la doctrina y el de la organización, a la vez debe
plantearse a partir de aspectos distintivos y característicos del mismo respecto a sus congéneres dentro de un sistema partidario dado (2001: 110).
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vida política (Ramos Jiménez, 2001: 110 y 168). En efecto, la ideología es lo
que mantiene la identidad de la organización a los ojos de los partidarios (10)
(Panebianco, 1990: 42). Así, habremos de establecer que para que exista democracia interna, el partido tiene que propiciar la participación de todos los
ciudadanos que compartan la visión del mundo proyectada por el mismo y
pertenezcan de un modo u otro a la organización. Aceptamos que no puede
existir un partido «aideológico» ni absolutamente pragmático (Abal Medina,
2002: 48 y ss; y 2004b: 48), pero si la cosmovisión o proyecto integrativo del
partido no es más que «una guía muy general de la forma de acción de la organización» (Abal Medina, 2004b: 48), se diluye el criterio de membresía, por el
cual se determina quiénes han de participar en el funcionamiento partidario.
En definitiva, sin un nítido criterio de pertenencia, se licuan los márgenes del demos partidario. A la vez, para que este demos pueda tener una articulación formal dentro de la organización, se requiere de un cierto nivel de
institucionalización partidaria y de permanencia en el tiempo. En consecuencia, si no puede determinarse la composición del sujeto colectivo partidario, no hay ninguna disposición normativa que pueda reportar democracia
endógena a la formación partidaria.
2.
Selección interna
Idealmente, las autoridades partidarias deberían elegirse por la voluntad
de la mayoría de sus miembros afiliados y éstos a su vez deberían tener la
posibilidad de generar de entre sus filas a las próximas camadas de recambio
dirigencial, promoviendo lo que Panebianco denomina «la integración vertical de las élites». Esto también requiere que el partido cumpla una función
de socialización (Sartori, 1986), instruyendo, reforzando y transfiriendo actitudes y creencias políticas a quienes participan activamente en el mismo.
El partido debe disponer de medios de difusión, escuelas de cuadros y centros de transmisión de sus ideas para que sus miembros aprendan política,
ejerciéndola; posibilitando, de esta forma, la profesionalización (11) de las
futuras élites dirigentes (Panebianco, 1990).
(10) Cabe aclarar que esa es la primera función de la ideología; la segunda es la de ocultar la distribución de incentivos selectivos.
(11) La noción originaria de «elites profesionalizadas» emergía de la diferencia que ellas
tenían con las camarillas de notables, características de la institución débil, y permitía a los partidos políticos contar con una estructura necesaria para gestionar lo público. Lo que posteriormente se entendió por «política profesionalizada» implicó un proceso inverso: fue el abandono
de la vida pública a manos de profesionales y expertos provenientes de corporaciones privadas.
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El problema consiste en que, actualmente, en América Latina (con diferencias entre los países), el funcionamiento interno de los partidos es excesivamente verticalista, son pocas las opciones para la promoción de nuevos dirigentes y frecuentemente se produce la reelección consecutiva de los dirigentes en cargos partidarios. Esto es así, en parte porque, en muchos de los
partidos importantes de la región, las prácticas de cooptación, propias de los
partidos de notables han persistido en los nuevos partidos de cuadros (Ramos Jiménez, 2001: 170) con lo cual históricamente los requisitos para ocupar este tipo de puestos han sido sumamente restrictivos (12).
Así, la carrera hacia posiciones dirigentes ha sido excesivamente prolongada para los miembros del partido (Ramos Jiménez, 2001:170), lo que ha
fomentado la perpetuación de los mismos dirigentes en las estructuras de poder interno. Por otro lado, todos los cambios ocurridos a escala planetaria (13), que implicaron una transformación de la representación partidaria,
conllevaron a la decadencia de la militancia y del activismo partidario, posibilitaron que estos dirigentes encontraran el camino allanado para mantener
sus posiciones en la estructura orgánica del partido, lo que dificultó la generación de cuadros intermedios que operaran de contrapeso de aquel poder
cupular.
Así, todas las transformaciones sufridas por los partidos políticos han derivado en una ausencia de mecanismos ciertos para la participación de sus
miembros y, simultáneamente, en la configuración de ámbitos de debate interno restringidos por el discurso predominante en el universo mediático
(12) El reclutamiento —la decisión de quiénes pertenecen al partido, quiénes ascienden
en la jerarquía interna y qué requisitos se requieren para ello— es una de las zonas de incertidumbre que los líderes pretenden controlar, las cuales, como se vio tienden ser acumulativas.
Las investigaciones empíricas sobre partidos tienen a confirmar la existencia de una oligarquía partidaria, que las posee bajo su control (GUBERMAN, 2004: 50). Por otro lado, en el caso
de los partidos nacionales que tuvieron la habilidad para manipular los recursos estatales
(MUJAL LEÓN y LANGENBACHER, 2001: 91), los líderes que pudieron usufructuarlos tendieron a
acaparar los recursos organizativos disponibles y establecer restricciones para el establecimiento de una carrera política partidaria.
(13) Todo el proceso de globalización de los mercados comercial y financiero y los cambios tecnológicos condujo a que, en América Latina, a partir de los años ochenta, la matriz estado céntrica —es decir, el patrón de comportamiento político en el cual la política se organizaba preponderantemente en torno a las acciones del Estado— se agotara y fuera reemplazada
por otra matriz vertebrada en el mercado, fundada en la doctrina neoliberal (CAVAROZZI,
1996). El proceso de reformas estructurales, desregulación económica y ajustes orientados
hacia el mercado trastocaron las relaciones sociales, rompiendo los lazos que los partidos habían tendido con los actores sociales durante la etapa de la sustitución de importaciones a mediados del siglo pasado.
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(Crevari, 2002). A la vez, la función socializadora y formadora de cuadros
fue sustituida por la presencia de grupos tecnocráticos o fundaciones insertas
al margen de la estructura partidaria (Muñoz, 2002: 63), desarrollando una
integración horizontal de las elites dirigentes, en un esquema de poder en el
que se mantenía a raya a los adherentes y militantes.
Esto fue produciendo una decepción y desesperanza por parte de los activistas comprometidos, quienes pasaron a enfrentarse con un problema de acción colectiva: al advertir que los recursos partidarios estaban cada vez más
concentrados en un pequeño núcleo dirigencial que privilegiaba la provisión
de incentivos selectivos por sobre los colectivos, aquellos miembros progresivamente fueron alejándose de sus estructuras. De todas formas, cada uno
de estos militantes, individualmente considerado, sabía que, para revertir esa
situación, el partido debía contar con una gran cantidad de miembros como
ellos que intervinieran activa y cooperativamente en la vida partidaria. Sin
esa participación —que era, precisamente, lo que enaltecía la causa— el partido quedaba en manos de militantes arribistas y advenedizos, quienes sólo
deseaban la obtención de bienes privados, profundizando las fallas que habían conducido a los miembros creyentes a abandonar la organización.
En muchos casos, se hubo bregado por la incorporación de mecanismos
correctivos de estas falencias —como nombramientos abiertos y democráticos, con la participación de todos los afiliados; flexibilización de las condiciones de acceso a los cargos partidarios, etc.— con los que se prohijaba
una apertura del partido, permitiendo un quiebre de las monolíticas cúpulas
de poder. Estos avances que si bien, son muy importantes, en teoría, por un
lado han sido parciales, y por otro, han sido insuficientes para la democratización partidaria, ya que para que ésta se efectivice, se requiere un compromiso ciudadano de arrimarse a los partidos políticos sintiéndose parte
constitutiva de los mismos y una reconstrucción por parte del partido de
sus funciones de socializar, agregar y articular intereses surgidos de la sociedad civil.
En realidad, se ha generado un círculo vicioso altamente perjudicial para
la propagación de la democracia interna: a partir del quiebre entre los elementos que configuran el nexo representativo, los partidos políticos dejaron
de suscitar adherencias en sociedad y fueron vaciándose tanto de contenido
como de actores participantes (Crevari, 2002). En consecuencia, la actividad
partidaria pasó a ser objeto de regresiones desnaturalizantes; acentuándose
las tendencias centralistas e incrementándose las pugnas entre facciones por
el control del poder (Rojas Bolaños, 1997), al tiempo que el comportamiento
oligárquico de los dirigentes ha desalentado la participación voluntaria, y a
su vez, la desafección y pasividad política de la ciudadanía ha contribuido a
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reforzar ese tipo de prácticas en el funcionamiento partidario, contribuyendo
a la autorreferencialidad de la política.
3.
Selección de candidatos
Ésta es la zona que compete a este trabajo y la que han elegido muchos
como campo para la remoción de comportamientos autocráticos dentro de
los partidos. Paradójicamente, quienes conciben a las primarias abiertas
como propulsoras de democracia interna, por un lado, descuidan y dejan intactos los dos aspectos anteriores y, por otro, situándose en un paradigma
que reduce a los partidos a su mera condición de elementos participantes de
un ámbito externo, colocan tanto peso en esta área que la fuerzan hasta el
punto de desvirtuarla.
Siguiendo las definiciones adoptadas, la dicotomía democracia interna-autocracia interna, puede cifrarse en términos de participación de los afiliados en contraposición a exclusión de los mismos en la toma de decisiones
partidarias. Así, la existencia de democracia en este punto radica en que los
candidatos sean elegidos por todos los miembros del partido y no designados
por una minoría dentro del mismo.
Muchos sostienen que este factor de la democracia interna está planteado
en el partido como organización electoral y de gobierno, y como los gobernantes deben responder a los electores y no a los afiliados (Alcántara Sáenz
y Freidenberg, 2003: 19), es pertinente que sean estos últimos los que seleccionen a los líderes partidarios que se presentarán en los comicios. En primer lugar, eso no es cierto, porque el mandatario no gobierna simplemente
para los que lo votaron, sino que tiene la potestad para decidir sobre el todo
(Sartori, 1992: 227) y los criterios que utiliza para ello tienen anclaje en la
concepción del mundo partidaria. Por eso, este argumento hace agua y nos
conduce nuevamente al primero de los requisitos democracia interna: el responsiviness y responsability (Sartori, 1990) del gobernante radicará en su
capacidad para traducir la voluntad partidaria en prácticas institucionales,
para lo cual es necesario resguardar el ámbito de competencia interna del
partido.
Así, si se mantienen inalterados los dos elementos anteriormente mencionados, la conformación de la concepción partidaria —que alude al aspecto dogmático— y la elección amplia y mayoritaria de los dirigentes internos
—que apunta al aspecto organizativo— se potencian los efectos negativos
de la distorsión de este tercer elemento. Curiosamente, las primarias abiertas
abren la asistencia a —y concentran las expectativas de participación en—
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individuos alejados de la vida partidista y apáticos respecto a la praxis política, los cuales, precisamente, no intervienen en el entramado de juegos organizativos intestinos del partido, ni participan en las distintas instancias previas en las que se determina quiénes serán los precandidatos presidenciales.
De este modo, en las internas abiertas, los votantes deben pronunciarse sobre
opciones partidarias conclusas en sí mismas que se les ofrecen a través del
universo mediático de manera fragmentaria, pero de cuyo proceso de conformación y consolidación permanecen completamente ausentes.
A través de los medios comunicacionales se han ido revelando, continuamente, aspectos de la otrora «política invisible» (14) (Sartori, 1980: 131),
los cuales, a causa del declive de la «política visible» —debate de ideas, de
proyectos, de planes de acción entre partidos— ganan terreno sobre ésta, y
así, lo que se vuelve visible y evidente es la parte más repulsiva de la política
—peleas, intrigas, habladurías, escándalos, etcétera (15)—. De esta manera,
con la apertura de los mecanismos selectivos se promueve que los individuos se inmiscuyan en la política por la senda más larvada y caliginosa, cuya
opacidad incrementa el recelo que aquellos sienten por los partidos y, a despecho de sus objetivos originarios, termina desanimando el genuino involucramiento ciudadano en la vida partidaria.
Consecuentemente, observamos que, con la incorporación de internas
abiertas, no se revierte la abulia política de los individuos —que es lo que
imposibilita agregar intereses con cierta generalidad y generar candidatos
acordes con tales intereses—; y concomitantemente, el plantel de precandidatos se compone por los mismos dirigentes y se establece mediante las mismas prácticas cuestionadas anteriormente. Así, no se amplía la libertad política de los ciudadanos, en la medida en que éstos participan en una sola instancia del dispositivo trifásico que comporta la democracia interna; y, en
tanto no se desatrancan los canales que vinculan democráticamente a los ciudadanos con los candidatos electos, sigue estando limitada su autodeterminación como sujetos políticos, y la nominación de candidatos termina apareciendo como un proceso de imposición partidaria sobre el cuerpo ciudadano.
(14) En un trabajo de JOHN B. THOMPSON (2001) se expone que el aumento de los escándalos políticos tiene correspondencia con las transformaciones provocadas por los medios de
comunicación, los cuales modifican la naturaleza de la visibilidad y alteran las relaciones entre la esfera privada y la pública.
(15) THOMPSON (2001) concluye que «el escándalo está profundamente arraigado en
nuestras tradiciones históricas e íntimamente entrelazado con el desarrollo de las formas de la
comunicación mediática, un desarrollo que ha cambiado la naturaleza de ámbito público y
que ha transformado los límites existentes entre las esferas pública y privada».
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7.
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ANÁLISIS EMPÍRICO DE LA DEMOCRACIA INTERNA PARTIDARIA
Cabe aclarar que las tres dimensiones a través de las cuales se desarrolla
la democracia interna partidaria —la formación de una concepción política
unitaria del partido, la selección de los dirigentes internos y la designación
de los candidatos a puestos de poder, acordes con la voluntad mayoritaria de
los miembros de la organización— poseen un orden lógico intrínseco que
los dispone de más a menos relevantes, de modo que el cumplimento del primero es indispensable para el funcionamiento democrático y la satisfacción
del tercero no serviría de nada sin los anteriores.
En la medida en que hablar de democracia interna implica reconocer la
existencia de la cara interior del partido, que ha de ser la más permanente y
regular del mismo, en la cual cobrará enorme importancia la formación de la
política partidaria (Alcántara Sáez y Freidenberg, 2003: 21 y 22), arriesgaremos que ningún partido podrá tener garantizadas las condiciones necesarias de democracia interna si carece de un proyecto partidario integrador y
de un nivel aceptable de fortaleza organizativa. A la vez, respecto a la selección de los dirigentes, sólo un partido orientado a una cantidad importante
de votantes, a los cuales estimule a participar a través de mecanismos incluyentes, podrá poseer los requisitos para suministrar democracia endógena a
la formación partidaria. Paralelamente, si un partido goza de esos atributos
de democracia interna adecuadamente, sus candidatos a puestos de poder
tendrán, de una manera u otra, origen en la voluntad mayoritaria de sus
miembros.
Ahora bien, aunque las internas abiertas atañan sólo a la tercera dimensión, los propulsores de las mismas han dejado ver que algunas de las fallas
del segundo aspecto pueden subsanarse, o al menos neutralizarse, mediante
la implementación de este método. Esto es así, porque si no se cuenta con dirigentes internos democráticamente electos, siempre se tiene la opción de recurrir al electorado independiente para efectuar la tarea de aquéllos en lo que
respecta a la selección de candidaturas.
Como las premisas referidas a la primera dimensión son innegociables,
para que las primarias abiertas operen como fuente de provisión de democracia partidaria interior, debería existir previamente un déficit respecto a la
misma tan sólo respecto a los dos últimos. (Paradójicamente, la propuesta de
introducir un dispositivo paliativo de comportamientos autocráticos u oligárquicos suele estar precedida de una evaluación negativa respecto a todos los
cánones relativos al funcionamiento democrático de la organización). Por lo
tanto, estableceremos que tan sólo en aquellos casos en los que, cumpliéndose el primer ítem, existiera alguna falencia en el segundo, podría persistir el
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intento por modificar los mecanismos de selección de candidatos partidarios
en nombre de la democratización interna.
CUADRO 2
Variable
Democracia
interna
Dimensión
Valor
Proyecto compartido por todos los
miembros
Presencia
Dirigentes internos electos por todos
los miembros
Alto
Candidatos electos por todos (los
miembros)
Presencia
Ausencia
Medio
Bajo
Ausencia
Como con las internas abiertas no se modifican las primeras dos dimensiones, deberemos asignar a ellas valores previamente determinados.
En la medida en que estamos evaluando el ámbito interior del partido, no
podemos prescindir de la primera dimensión que —aunque en la práctica sus
indicadores pueden presentar grados diversos— hemos considerado que se
trata de una variable de cociente, ya que sin la presencia de ciertos atributos
indispensables estará denegada la posibilidad de lograr democracia interna
en el partido.
Veamos en detalle cada una de las dimensiones:
1.
Formación de concepciones políticas unitarias y proyecto
para consumarlas
La realización de este cometido es condición necesaria, aunque no suficiente, para que un partido sea, efectivamente, democrático internamente.
Esto es así porque si no se produce una canalización de las exigencias y preferencias de los actores sociales se disipa el vínculo que la organización ha
de tener con los sectores a los que representa democráticamente. Por lo tanto, para evaluar si se cumple satisfactoriamente con este requisito de democracia interior, consideraremos dos cuestiones estrechamente vinculadas entre sí, por un lado, la fortaleza de la organización partidaria (uno de los requisitos fundamentales de la institucionalización del sistema de partidos),
por otro, el proyecto —que se vincula con los fines organizativos— y de su
plazo de realización preestablecido, ya que cuanto más integrador sea el pro196
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yecto, más prolongación buscará tener en el tiempo. Así, sin un valor aceptable en ambos puntos, el partido no poseerá una concepción político-partidaria unitaria, por lo tanto, no puede buscar respuestas en el cambio de los
otros dos aspectos de la democracia interna que prosiguen, ya que sólo profundizarán las fallas de esta dimensión.
En cuanto al primer punto, determinaremos que aquellos partidos o coaliciones que no tengan al menos un nivel medio en esta condición de institucionalización partidaria, carecerán de una organización lo suficiente fuerte,
y de claridad programática e ideológica, que les impedirán adquirir autonomía y mantenerse en el tiempo.
A la vez, la relación entre el proyecto partidario y la variable «tiempo»
va a ser fundamental para evaluar el grado en que el mismo está orientado
hacia un cuerpo mayoritario de miembros partisanos. En este caso tendríamos, por lo pronto, que dejar de lado a los partidos y frentes pragmáticos,
simplemente porque en ellos, la existencia de un programa diferencial, que
pueda despertar adhesión y afinidad en un grupo definido, pierde terreno
frente a la necesidad de adaptarse a las condiciones de las contiendas electorales y de las contingencias políticas, impidiendo que la formación cumpla
con la tarea de realizar los cometidos y defender los intereses de una comunidad de personas, diferenciándose de otras fuerzas que representen otras
cosmovisiones, dejando de lado la denominada «lógica del proyecto».
También se podría argumentar que en esta instancia hay que excluir también
a los denominados partidos oficiales, a lo cual nosotros respondemos que este
género de partido nunca emerge por generación espontánea sino que, en la mayoría de los casos, se trata de adaptaciones a coyunturas favorables que consiguieron éstos cuando tenían la condición de partidos ideológicos, por tal razón,
les concederemos la anuencia de no suprimirlos por anticipado de este ítem.
CUADRO 3
Dimensión
Indicador
Fortaleza de la
organización
Proyecto
político
compartido
Partido según
proyecto (16)
Valor total de la
dimensión
Valor
Alta
Medio alta
Media
Medio baja
Baja
Ideológico Estratégico
Oficial
Táctico
Pragmático
Presencia
Ausencia
(16) Las alternativas propuestas por el proyecto tienen que ver con el plazo que se impone el
partido para realizarlo y con el elemento al que le asignan primacía: 1. Primacía a la doctrina: en
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Ahora veremos cuáles son los países que salen airosos de estas pruebas,
para luego evaluar los resultados en la próxima dimensión.
CUADRO 4.
Fortaleza de la organización partidaria
País
Argentina
Colombia
Chile
Fortaleza de la organización partidaria
Frepaso
Media
UCR
Alta
Alianza
Media baja
Media baja
PL
PS
Alta
PDC
Alta
PPD
Media
Concertación
Media alta
México
PRI
Alta
Uruguay
Partido Colorado
Partido Nacional
Frente Amplio
Alta
Alta
Alta
Fuente: Elaboración propia, a partir de datos anteriores.
ellos el proyecto es pluriabarcativo, teniendo presencia en casi todos los aspectos de la vida social,
lo cual se expresa en la adhesión principista a los postulados que conforman un cuerpo doctrinario
que se presenta libre de las presiones del tiempo. Este tipo de partido se denomina «partido ideológico». 2. Primacía al largo plazo: los objetivos primordiales prevalecen sobre las consideraciones inmediatas a la hora de elaborar el proyecto partidario. En muchos casos, se trata de partidos
que transmutaron sus posiciones doctrinarias originarias en metas con más chances de poder ser
realizadas, no sin que este proceso derivara en pugnas y enfrentamientos entre los sectores partidarios. Esta categoría de partido se llama «partido estratégico». 3. Primacía al mediano plazo: la
elaboración del proyecto incluye la división en períodos determinados, como puede ser la celebración de elecciones, establecimiento de políticas gubernamentales, etc. Sus proyectos políticos, son
de hecho, más concretos que los de los partidos estratégicos. Este tipo de partido se denomina
«partido táctico». 4. Primacía al corto plazo: los intereses partidarios están orientados al cumplimiento de objetivos inmediatos como puede ser ganar una elección, participar en una coalición de
gobierno, obtener la mayoría de las bancas parlamentarias, etc. Muchos de ellos son considerados
«fenómenos electorales» (RAMOS JIMÉNEZ, 2001: 117). Este tipo de partido se titula «partido pragmático». 5. Primacía al mantenimiento del Statu Quo: sus proyectos van acomodándose a las diversas situaciones que les toca enfrentar con el objetivo de preservar las porciones de poder adquiridas. Sus objetivos pueden aparecer enmascarados tras el velo de una doctrina o ideología que
los sustenta. No obstante, el proyecto se gesta desde la institución cardinal de la acción política, lo
que requiere que sus miembros se ubiquen en lugares clave dentro de los centros decisorios principales. Esta clase de partido es denominado «partido oficial» (RAMOS JIMÉNEZ, 2001: 111-112).
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Partido o coalición según el proyecto:
CUADRO 5
País-Partido
Partido
Coalición
General
-
Pragmático
UCR
Estratégico
Colombia
PL
Pragmático
PS
Estratégico
Chile-Concertación
PDC
PPD
Ideológico
Táctico
Estratégico
Estratégico
México
PRI
Oficial
-
Oficial
Uruguay
PC
PN
FA
Estratégico
Estratégico
Táctico
-
Estratégico
Fuente: Elaboración propia a partir de Ramos Jiménez, 2001.
Los partidos de Chile, México y Uruguay son los únicos que cumplen las
condiciones de fortaleza de la organización partidaria y poseen un proyecto
que, primariamente, podría ser considerado como identificador y distintivo
de la voluntad política o, al menos, ligado a una voluntad de subsistir en el
largo plazo (aunque algunos consideran que el Frente Amplio, reúne a diferentes fuerzas con metas electoralistas, de todas formas, esta liga no ha abandonado sus principios y líneas fundadoras).
Así, determinaremos que los partidos estudiados de esos tres países poseen un valor positivo en la primera dimensión analizada de democracia interna. Consecuentemente, afirmamos anticipadamente que los casos analizados de Argentina y Colombia, adquieren valores negativos en esta dimensión; por lo tanto, en ellos, las internas abiertas no proveerán de
democratización a las estructuras partidarias.
2.
Selección interna
Hasta ahora vimos cuáles eran los partidos que obtuvieron un mínimo de
aprobación en función de la fortaleza de la organización partidaria y del nivel de su proyecto; aquí nos centraremos en la otra cara de esas características. En orden a lo primero, veremos el reverso del aspecto anterior, es decir,
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los riesgos por exceso en esa condición de institucionalización: éstos pueden ser tan perniciosos como aquellos por defecto (17) y es en este campo,
donde esos efectos negativos se dejan ver con más claridad. Con respecto a
lo segundo, nos concentraremos en el nivel complementario del proyecto, es
decir en la organización partidaria, ya que aquel se vincula con los fines del
partido y ésta última se relaciona a los medios que sirven para cumplir con
esos objetivos.
Veamos cuál es la relación de esta dimensión y los riesgos por exceso de
fortaleza organizativa interna: en la medida en que la existencia de una selección interna llevada a cabo de una forma plural y con la participación de
los diversos sectores que componen al partido, requiere de vínculos dinámicos y de cierta adaptación por parte de los actores a coyunturas que den lugar
a la renovación de los niveles jerárquicos de mayor responsabilidad, aquellos partidos que se excedan en esta característica de institucionalización
partidaria pueden carecer de la flexibilidad necesaria para procesar formalmente los intereses y preferencias ciudadanas. El subproducto de este exceso
es la presencia de relaciones de mando excesivamente concentradas en la
cúspide y, consiguientemente, la elección de autoridades internas queda en
manos de una élite minoritaria del partido.
Por otro lado, deberemos evaluar a cada uno de los partidos analizados
en función de su nivel de organización, en tanto este aspecto alude a la relación entre el poder centralizado y la reivindicación que de éste hacen los diferentes miembros partidarios (Ramos Jiménez, 2001: 118). La diferencia
entre partidos con vocación mayoritaria y aquellos con vocación minoritaria.
En estos últimos, el centro directivo es el que prevalece sobre los dirigidos
en la organización (en el partido de notables, por su carácter centralizado y
elitista; y el partido de militantes por la ausencia de diferenciación ontológica entre unos y otros), por lo tanto, deberán ser descartados en esta instancia.
De entre aquellos que tienen vocación mayoritaria habría que distinguir
entre la primacía y el rol que cada uno le otorga a los miembros dirigidos:
los partidos de masas apuntan a los simpatizantes a través de un vínculo empático y emotivo, propiciando la movilización pero casi nunca la participación efectiva de los mismos en cargos orgánicos; los partidos de electores
tienen su foco de acción en los votantes, pero de ellos no esperan más que su
asistencia pasiva en los comicios en los que se presentan; los partidos de
(17) La presencia en exceso de esas características son tan negativas como su ausencia,
en la medida en que proveerían de excesiva rigidez a los sistemas, impidiendo que éstos procesaran las nuevas demandas societales y se adaptaran a una dinámica partidaria en constante
transformación (CAVAROZZI y CASULLO, 2002: 23).
200
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cuadros son los únicos en los cuales se favorece una participación constante,
permanente y reproductiva de las bases y una generación de dirigentes proveniente de sus filas. Sin embargo, para que realmente esta concurrencia
pueda materializarse se requiere de algún tipo de registro mediante el cual
quede formalmente estatuido quiénes son los miembros partidarios que tienen presencia en la selección de autoridades y tienen probabilidades de acceder a los centros decisorios de poder partidario.
Así, los partidos de cuadros con padrones de afiliados limpios y fidedignos podrán realizar una selección interna democrática, siempre y cuando la
institucionalización partidaria sea moderada.
CUADRO 6
D.
Indicadores
Valor
Elec. dirigentes
Organización (18)
Dirigentes
internos
Registro
Valor total de la
dimensión
Mayoritaria
Cuadros
Minoritaria
Masas
Presencia Ausencia Presencia Ausencia
Alto
Medio
Elect.
Milit.
Not.
Presencia/Ausencia
Bajo
(18) La organización «comprende todo el conjunto de procedimientos que aseguran al
partido eficacia —cumplimiento de sus objetivos— y permanencia —adaptación al terreno
donde se desarrolla la competición por el poder político— y que le aseguran un lugar especifico en la relación de fuerzas.» (RAMOS JIMÉNEZ, 2001: 118). Por tal razón, las formas adoptadas por la organización estarán ligadas a diferentes etapas históricas. Según RAMOS JIMÉNEZ,
existen cinco principales alternativas en relación con la estructura y funcionamiento de cada
uno de los partidos: 1. Primacía a la élite dirigente: Son aquellos casos en que las cúpulas
partidarias designan a sus candidatos sin que interfieran en tal proceso las bases del partido.
Se trata de formaciones que se edifican a partir de un círculo de dirigentes que en primera instancia, aportan influencia, prestigio, dinero en pos del mantenimiento del partido, posteriormente, intentan cooptar a los círculos inferiores que han de tener características en común
para mantener similitudes entre los miembros. Con respecto a los círculos más externos, estos
partidos mantenían vínculos clientelares o de patronazgo con el objetivo de tener controlados
a los miembros subordinados. Este tipo de partido es el denominado «partido de notables». 2.
Primacía a la base: en ellos, las nominaciones y decisiones importantes recaen en los cuadros
dirigenciales, además de los líderes principales. Se trata de pequeños partidos donde los dirigentes y dirigidos se intersecan y confluyen en el aparato y su influencia y vocación movilizadora se realiza a partir de la acción de una vanguardia (2001: 126). Así, el acuerdo del cuerpo
dirigente sobre cuestiones doctrinarias e ideológicas determinará la organización del aparato,
por tal razón este partido no se orienta a las contiendas electorales, sino más bien poseen una
«vocación minoritaria» (RAMOS JIMÉNEZ, 2001: 126), muchas veces antisistema. Esta clase de
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Veamos cómo de ha desarrollado esta dimensión de cada uno.
CUADRO 7
País-Partido
Elección de dirigentes
PS
Chile-Concertación
PDC
Voto universal de los militantes (>)
PPD
Voto universal de los militantes (>)
México-PRI
Uruguay
Argentina-Alianza
Colombia-PL
Listas sustentadas en plataformas políticas (>)
Consejo y convenciones (<)
PC
Convenciones (<)
PN
Convenciones (<)
FA
Convenciones (<)
FG
Junta confederal (<)
UCR
Convenciones (<)
Cúpulas (<)
(>) Mayoritaria
(<) Minoritaria
Los casos separados que están en cursiva son los que ya fueron excluidos en el apartado
anterior, por no cumplir con la primera dimensión y ya los descartamos como susceptibles de
mejorar con las internas abiertas.
Fuentes: Elaboración propia, a partir de datos anteriores. C OLOMER , 2001: 125.
http://www.georgetown.edu/pdba/english.html; ALCÁNTARA SÁENZ y FREIDENBERG, 2003.
partido es el «partido de militantes». 3. Primacía a la movilización: están orientados al reducto constituido por sus simpatizantes o electores fieles, más que a las bases de militantes. Estos
partidos canalizan las aspiraciones e intereses de las masas, excluidas a través de la movilización las mismas, y así intentan reivindicar y representar al «pueblo» —sin estar este diferenciado en clases sociales— oprimido por la oligarquía. Estos son los denominados «partidos
de masas». 4. Primacía al marketing electoral: dirigen su línea de acción al electorado en su
conjunto, su meta es ganar elecciones y sus candidatos son elegidos en orden a sus chances de
imponerse en comicios generales. Como ya se ha visto, quienes tienen primacía son los profesionales del marketing político, interesados en controlar la llegada a los medios de comunicación masiva. Así es que se acepta se venera el acercamiento de outsiders del mundo de los negocios, dispuestos a contribuir con fondos al partido, y/o con buena imagen en la opinión pública. Estas formaciones don los «partidos electorales» o «partidos profesional electorales».
5. Primacía al aparato: tienen como eje central y cuasi único la realización de su proyecto,
por tal razón, en él invierten todos sus recursos y esfuerzos. La primacía está otorgada al
«aparato centralizado o burocratizado que comprende diferentes niveles de responsabilidad y
acción» (2001: 140). Existe en ellos una relación rígida entre la cúpula dirigencial y las bases
militantes. Tienen vocación mayoritaria, lo cual se expresa en la búsqueda de ampliar sus ba-
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CUADRO 8
Organización
País-Partido
Partido
Coalición
Registro formal de afiliados
PS
Cuadros
Chile-Concertación
PDC
PPD
Cuadros
Electoral
Cuadros
Sí
Sí (pero, con irregularidades)
México
PRI
Masas
-
No (muy anticuado o inexistente)
Uruguay
PC
PN
Cuadros
Cuadros
Cuadros
No
No
FA
Electoral
Argentina-Alianza
FG
UCR
Colombia
PL
Sí
No
Electoral Electoral
Cuadros
Notables
-
No suficientemente estructurado
Sí, pero desactualizado
Sí
Fuentes: Elaboración propia, a partir de datos anteriores. RAMOS JIMÉNEZ (2001: 144).
De los partidos que habían quedado habilitados para ser evaluados en
esta dimensión, sólo los chilenos, cumplen satisfactoriamente los requisitos
básicos de democracia partidaria de esta área (aunque está la excepción del
PPD, que tiene un padrón sobreabultado, eso no impide que prevalezca un
nivel aceptable, para los cánones latinoamericanos), pero precisamente por
esa razón es que se torna innecesaria la incorporación de un procedimiento
ideado para proveer de mayores niveles de democratización interna. (Inclusive, de todos los casos estudiados, los miembros de los partidos chilenos
son los que menos importancia les daban a la democracia interna (19) como
elemento a modificar en eventuales reformas.) Por lo tanto, como la Concertación tiene un valor alto en esta dimensión que implica la presencia de mecanismos participativos, estructuras horizontales y órganos en los que se expresa la voluntad mayoritaria, anticipamos que los candidatos a puestos
electivos serán producto de una decisión que, directa o indirectamente, esté
fundada en la opinión de la mayoría de sus miembros organizados.
ses constitutivas. Se trata de partidos de tendencias o de corrientes internas, las cuales no son
excluyentes y favorecen la pretensión integracionista de la formación. Estos partidos se denominan «partidos de cuadros».
(19) Percepciones de los miembros de los partidos de América Latina. Elecciones dentro del partido para nominar candidatos a las elecciones generales. (Ver Cuadro 12 al final del
artículo).
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Por otro lado, el PRI mexicano es un ejemplo de superabundancia en esta
condición de institucionalización (20), dada la excesiva burocratización extraparlamentaria central dentro del partido, al punto de que la extrema verticalización del mando partidario impide que la selección de dirigentes internos pueda desarrollarse de una manera participativa e incluyente de sus bases. A esto se le suma el deficiente o inexistente registro de afiliados que
impediría la realización de internas cerradas, y a la vez, la militancia forzada
que impediría que, en caso de realizarse convenciones con delegados electos
por las bases, éstas fueran democráticas. En consonancia con este último
punto, los partidos tradicionales uruguayos, que poseen algunos atributos
positivos de este rubro, en tanto son partidos de cuadros, también presentan
el inconveniente de carecer, directamente, de padrones internos.
En definitiva, una vez que consideramos que la Concertación chilena, no
requiere de la modificación de sus mecanismos selectores de candidaturas,
puede aducirse la pertinencia de incorporar, solamente en los partidos de
México y Uruguay —que poseen un valor bajo y medio respectivamente—
un mecanismo más inclusivo para asegurarse un mayor grado de democratización partidaria.
3.
Selección de candidaturas
Evaluamos anteriormente que esta dimensión de la democracia interna
aludía a que los candidatos a puestos de poder fueran producto de la elección
de una mayoría, y no de la designación de un sector minoritario. Se vio que
la selección llevada a cabo por la cúpula implica una acción de designación;
la que es ejercida por órganos colegiados, puede tener rasgos de uno u otro
según quien elija a los delegados, y cualquiera de los dos casos de primarias,
ya sea abiertas o cerradas, constituyen procesos de elección (21). (Reiteramos que en partidos que cumplan los otros requisitos de democracia interna
los procesos nominatorios serán electivos).
Como aclaramos, a nuestro entender, las internas abiertas desvirtúan el
carácter democrático del partido, en razón de que producen una distorsión
(20) El sistema de partidos mexicano es un ejemplo de presencia excesiva de esta característica. Particularmente, el PRI ha presentado una extrema burocratización partidaria, convirtiéndose en una estructura esclerotizada, perdiendo contacto con las bases ideológicas y
sociales a las que representa (CAVAROZZI y CASULLO, 2002: 25).
(21) Percepciones de los miembros de los partidos de América Latina. (Ver Cuadro 13
al final del artículo).
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del demos partidario que, como vimos, tiene su delimitación y organización
tangible en el registro partidario oficial.
Ahora bien, en esta instancia, intentaremos aceptar ciertas excepciones
que contemplarían el uso de primarias abiertas. Así, consideraremos que éstas podrían aportar un mínimo de democratización en esta dimensión, si y
solo si, son implementadas para sustituir un método no electivo de nominación y, a la vez, si en el partido en cuestión no existe una inscripción oficial
—transparente y actualizada— de sus miembros.
De todas maneras, para que esto tenga efecto en la práctica, la asistencia
electoral habrá de ser espontánea y no distorsiva. Es decir, que la participación en primaria no haya sido superior a la participación relativa de la población en el país.
CUADRO 9
Dimensión
Indicador
Candidatos electos
Mecanismo utilizado
Valor total de la dimensión
Valor
Electivo
Designativo
Presencia
Ausencia
CUADRO 10
País-Partido
Mecanismo de selección anterior
¿Elección o designación?
México-PRI
Nominación de líder del partido
(Presidente saliente)
Designación
Uruguay (FA, PC, PN)
Órganos colegiados
(pero al haber ley de lemas había más
opciones subpartidarias en las elecciones
generales)
Designación
(de delegados por
sectores cupulares)
Frepaso
Internas abiertas
Elección
UCR
Internas cerradas
Elección
Colombia-PL
Órganos colegiados (pero con la
posibilidad de acuerdo)
Designación
Chile-Concertación
Internas cerradas
Elección
Argentina-Alianza
Fuentes: Elaboración propia, a partir de datos anteriores.
Ahora bien, por lo visto, en Uruguay, la forma de seleccionar anterior
poseía caracteres designativos, ya que en los tres partidos —aunque con variantes, entre ellos— la nominación se realizaba de manera centralizada,
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pero al incluir la opción de sublemas en la instancia subsiguiente, se garantizaba que, finalmente, quien se impusiera en los comicios fuera el candidato
partidario predilecto de la población extrapartidaria (logrando el cometido
de los prointernistas). Así, la sustitución de ese sistema por la incorporación
de internas abiertas implica una permanencia y continuidad de los sectores
intervinientes en la selección de candidaturas.
Por lo tanto, podemos establecer que sólo en México, la inclusión de este
método podría haber introducido cierta democratización en el interior de la
estructura partidaria priísta. De este modo, nos restaría determinar cómo fue
la participación en la interna para calibrar el grado de espontaneidad o inducción artificial que pudo haber tenido la misma.
CUADRO 11
Participación
media de la población en
política*
Argentina
Colombia
Chile
80,7%
34,8%
84,1%
Uruguay
89,3%
México
52,2%
Partido o coalición
Participación relativa
en la primaria
del partido o
coalición**
Diferencia
entre ambas***
Alianza (UCR y FREPASO)
28%
52,7
Partido Liberal
86% (aprox.) (22) –51,2 (aprox.)
Concertación (DC, PS, PPD, PRSD)
48%
36,1
PRI
Partido Colorado
75%
Frente Amplio
65%
Partido Nacional
67%
Total
69%
85%
20,3
–32,8
* Porcentaje de voto sobre el total de la población en edad legal de emitir el voto.
** Diferencia entre los votos del partido o coalición en la elección anterior y los votos del partido o coalición en la
primaria.
*** Sesgo o desviación de la participación en las primarias.
Fuentes: Elaboración propia a partir de IDEA (1997). Voter turnout from 1945 to 1997: a global report on political
participation. Stocklom. International Institute for Democracy and Electoral Asístanse; COLOMER, 1999; datos sobre las
elecciones primarias en Argentina en Clarín, 2 diciembre 1998; PRI, pág, web del PLC y Registraduría Nacional de Colombia. Base de Datos de las Américas. ALCÁNTARA SÁENZ, 2002.
Desde ya, dejamos asentado que los datos relativos a la participación son
ficticios y ciertamente estereotipados, lo cual se debe a que no contamos con
ninguna otra forma más fidedigna de reconstruir la composición del electo(22) Las internas celebradas en este país son las más antiguas de todas las estudiadas y
casi no existe los datos informatizados de las mismas, por tal razón, es que muchos de ellos
son imprecisos y aproximados.
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rado interno, en los términos que lo hemos seccionado. De todas formas, a
los fines de este trabajo, consideramos que los que exponemos son resultados factibles y fundamentados.
Así, sostendremos que en el caso en que la participación en la primaria
haya sido superior a la participación espontánea promedio del país, los incentivos proporcionados a los votantes deben haber sido selectivos, en la
medida en que la concurrencia a las internas no se corresponde con el nivel
de movilización y compromiso ideológico allí existentes. En el caso inverso
en que la participación política del total de la población supere los límites de
la asistencia a primarias consideraremos que los ciudadanos de dichos países
tienden a sentirse partícipes de lo público, de la «cosa pública», en tanto bien
superior a los intereses individuales.
Por lo tanto, al analizar la asistencia correspondiente al PRI mexicano, el
único caso que nos quedaba por evaluar en orden a su grado de democratización interna obtenida con las primarias, observamos que la participación visiblemente debe haber sido inducida, ya que es inferior a la media poblacional. Con lo cual, descartamos que la utilización de internas abiertas haya implicado más democratización en la formación partidaria.
Por todo lo expuesto, sostenemos que sin la primera dimensión de la democracia interna —la formación de una concepción política unitaria del partido— completada, las primarias abiertas podrían profundizar las falencias de
los partidos, por tal razón los efectos serán negativos (como en Argentina y
Colombia). Por otro lado, si están resueltas las dos primeras dimensiones
—también lo concerniente a la selección de los dirigentes internos— las internas abiertas se tornan superfluas (como en Chile y parcialmente en Uruguay).
Para que estas internas otorguen un mínimo grado de democratización,
han de sustituir a métodos menos democráticos e inclusivos, y además, deben intervenir en ellas aquellos sectores que se pretende incorporar con este
mecanismo, es decir que debe existir una confluencia voluntaria y espontánea de los votantes independientes. De no lograrse esto último, la designación de los candidatos a puestos de poder, no resultará acorde con la voluntad mayoritaria de la población, como sucedió en México, por la manipulación, acentuando la imagen de que el partido no podía desembarazarse de
ciertas prácticas clientelísticas y antidemocráticas (23).
(23) La percepción colectiva fue que el partido recurrió a las formas fraudulentas a las
que estaba acostumbrado («tamales», los «ratones locos», «urnas embarazadas», etc.), en momentos en que el PRI se jugaba el retorno a la credibilidad perdida (POMAR, 1999).
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8.
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CONCLUSIONES
Hemos visto que las internas abiertas fueron promovidas con el objeto de
crear un espacio de lo partidario más adaptable, asequible y expedito para la
ciudadanía común, lo cual hipotéticamente tendería a democratizar las estructuras partidistas. Sin embargo, observamos que la vía que se empleó para
mejorar las funciones de los partidos no fue la más apropiada, porque la adecuación de sus postulados a un electorado fluctuante, mudable y cambiante
afecta la fortaleza de la organización y la posibilidad de ejecutar la línea política unitaria, primera condición de la democracia interior de la formación
partidaria.
La selección de dirigentes internos, el otro espacio en el que se podría
haber reificado la democracia partidaria, también queda intocado con este
mecanismo y continúa siendo patrimonio exclusivo de quienes tienen capacidad de controlar los resortes internos de poder y, precisamente son aquellos quienes imponen constricciones a las alternativas ofrecidas en la primaria. Así, con las internas abiertas se produce una intervención electoral que
no está basada, predominantemente, en la autonomía de las decisiones de individuos libres y soberanos, con lo que queda zanjada la posibilidad de regenerar la dimensión fluida, activa e instituyente que la participación ciudadana debería tener en la construcción y manifestación de la voluntad partidaria.
En suma, el objetivo de la introducción de elecciones primarias abiertas
fue tornar más democrática a la organización partidaria, desarrollando un
conducto comunicante entre la ciudadanía común y el poder político. No
obstante, advertimos que curiosamente, el proceso a partir del cual los partidos fueron quebrantando sus vínculos con la sociedad y relegando su capacidad para representar sus intereses tuvo lugar, precisamente, cuando remitieron sus funciones a la mecánica de reclutamiento y selección de candidatos,
a la consecución de votos y al proselitismo. Paradójicamente, la solución
que se buscó para restablecer ligazones entre partido y sociedad, residió en
multiplicar los actos de proselitismo, ampliar y extender la movilización de
los votantes, en lugar de promover que los partidos recuperaran solidez ideológica y coherencia programática, reconstituyendo así su rol social de instrumentos de la voluntad política.
Las experiencias de internas abiertas presidenciales en estos cinco países
de América Latina dieron luz al hecho de que con este procedimiento no se
cumple con la finalidad de democratizar a la institución partidaria; además
constatamos que es muy difícil que un partido salga indemne luego de haber
expuesto públicamente sus disputas y juegos intestinos, al tiempo que este
método genera una excesiva personalización de la representación, promueve
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enfrentamientos fratricidas y suscita una balcanización partidaria que erosionan las bases del juego político, impidiendo que sea el partido el que vehiculice las demandas surgidas en el seno de la sociedad civil.
En consecuencia, con las internas abiertas, el partido político no puede
recomponer su papel de intermediario entre la sociedad civil y la esfera de la
política porque esta técnica de selección de candidatos tiende a producir una
remezón en su estructura interna, tornándolo menos cohesivo, menos autónomo y más dependiente de una opinión pública cada vez más volátil e inestable. Al mismo tiempo, promueve una subjetivización de la representación
y un vaciamiento ideológico del partido que generan progresivamente, un
alejamiento de la institución partidaria de sus referentes ciudadanos y societales. Por lo tanto, concluiremos que esta práctica, al anular al partido como
eje articulador entre ciudadanía y representante, inevitablemente termina
quebrantando alguno de los vínculos entre los elementos decisivos que entran en juego y, contrariamente a su propósito original, agudiza la degradación de las conexiones del ámbito partidario con la sociedad civil.
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100
4,27
0,97
81
90
19,8
16
56,8
46
n
%
n
n
%
18,5
15
%
3,7
3
n
1
n
%
1,2
%
Argentina
n
%
n
%
n
%
n
%
n
%
100
3,85
1,26
52
52
Chile
3,8
25
48,1
4
7,7
15
28,8
6
11,5
2
n
%
n
%
n
%
n
%
n
%
100
4,60
0,72
30
30
22
73,3
4
13,3
4
13,3
Colombia
n
%
n
%
n
%
n
%
n
%
100
4,41
1,06
71
71
México
4,2
49
69,0
10
14,1
9,9
7
2
2,8
3
n
%
n
%
n
%
n
%
n
%
100
–
–
24
50
Uruguay
15
62,5
3
12,5
4
16,7
2
8,3
Pregunta realizada: «Para que su partido evolucione en el futuro, ¿qué mejoras debe desarrollar la organización?»
* En este caso los datos muestran que el número de datos perdidos es muy alto (26 sobre 50). 20 entrevistados señalaron que no sabían la respuesta y 6 directamente indicaron que no contestaban.
Pregunta realizada número 23, variable 130.
Fuente: PPAL, 1999, en FREIDENBERG y SÁNCHEZ.
Total %
Media
Dt.
Total nv*
Total muestra
Muy importante
Bastante importante
Importante
Poco importante
Nada importante
CUADRO 12.
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211
212
36,8
50,4
45
Activistas locales del partido
Todos los ciudadanos del distrito electoral
Los actuales representantes del partido en el Congreso
* Total casos válidos.
Pregunta realizada número 26, variables 147-150.
Fuente: PPAL, 1999, en FREIDENBERG y SÁNCHEZ.
17,1
%
1
7,5
322
237
114
n
A favor
4,9
15,5
24,2
14,3
%
2
29
99
156
92
n
10,1
11,7
22,2
20,7
%
3
60
75
143
133
n
85
10,0
7,8
15,8
%
En contra
4
14,2
64
50
102
n
63,3
12,4
9,0
31,5
%
5
378
79
58
203
n
100
100
100
100
Total %
597
639
664
644
Total nv*
Pregunta realizada: «¿Quiénes deberían influir en la elección de los candidatos nacionales de los partidos?»
Líderes nacionales de los partidos
CUADRO 13.
665
665
665
665
Total
muestra
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