Seis transformaciones necesarias para el desarrollo de la Región de la Araucania Dr. Guillermo Williamson Castro, académico de la Universidad de la Frontera Desarrollo Regional propio con identidad, diversidad, cooperación y participación. Considero necesario re-significar los territorios en los cuales cotidianamente desarrollamos la existencia, particularmente en la IX Región de La Araucanía. El desarrollo regional no depende sólo de fuerzas endógenas propias, de la movilización de sus recursos y conocimientos, depende también en importante medida de condiciones y definiciones estructurales: el modelo de desarrollo nacional, del carácter más abierto o cerrado de la economía, de la manera de inserción nacional y regional en la globalización, de la mayor o menor democratización del estado y la sociedad, del capital financiero –público y privado- y el carácter dominante de uno u otro, de los recursos productivos y culturales acumulados históricamente en la región, de las narraciones sociales interculturales que co-existen, de las relaciones campo-ciudad. Pero la Araucanía solo tendrá destino en la medida en que asuma un proyecto propio de desarrollo sustentable por sus personas, inclusivo, justo, no predatorio del ambiente, asumiendo los aportes de las diversas culturas que conviven en ella, con identidad y participación. El modelo de desarrollo de la IX Región de La Araucanía, con una orientación propia, en el marco del neoliberalismo nacional y globalizador, debe construirse a partir de seis transformaciones estructurales fundamentales: a) Una transformación productiva en dirección a una economía asociativa y de cooperación, de primer, segundo y tercer grado, que pueda equilibrar la fuerza de la concentración económica que se extiende sobre la tierra, los servicios, los poderes compradores del sector agrario y el agua y proyectar las potencialidades regionales. Una economía de cooperación pública-privada, de integración empresarial local y regional, especialmente de las empresas medianas, pequeñas y asociativas, en toda su diversidad de modalidades, formales e informales, que potencien el capital social y cultural, productivo y natural de la región, así como los esfuerzos de colaboración empresarial, privada y social, aún en ciernes, de reestructuración de las relaciones urbanorurales pensando en la autosuficiencia alimentaria básica y posicionándose en relación al mercado regional, nacional y del sur argentino. b) una transformación educativa, concebida como reforma cultural: contextualizada, con identidad, bajo una comprensión de la calidad educacional ordenada según principios de igualdad, diversidad y solidaridad, con gestión participativa, culturalmente plural, orientada principalmente al desarrollo del sector asociativo de la economía y proyectándose a todas las modalidades de empresas; c) una transformación de los sentidos del conocimiento producido por la academia y la sociedad civil, popular e indígena, buscando la integración de esfuerzos y el desarrollo regional hacia el incentivo a la colaboración y cooperación productiva; apoyo público definitivo a la investigación & desarrollo orientada al desarrollo regional: el estado es el único que lo puede hacer en la región y debe invertir sustancialmente en condiciones para la orientación de la educación superior al desarrollo regional y de la economía asociativa, a través de la generación de incentivos y ofrecimiento de apoyos específicos, tanto al sector universitario en investigación, docencia asociada e extensión como a los Institutos y Centros de Formación Técnica, para la formación de recursos humanos en el nivel medio. Es urgente superar desconfianzas, una relación mandante-ejecutor y avanzar a una sociedad de intereses y acciones comunes, entre las universidades estatales y de vocación pública con el estado y gobierno regional. d) una transformación para la sustentabilidad integral del territorio regional: el territorio es la salvaguarda y condición básica del desarrollo endógenolocal-regional. Se requiere asumir una comprensión holística y sustentable de la explotación productiva, de la extensión urbana, del diseño político del uso del territorio a partir de la definición dialogada de una política pública y societal respecto de la protección, explotación y respeto por el medio ambiente natural y el patrimonio cultural y natural regional. El futuro de esta región no está ni en la industria ni en las exportaciones, está en el adecuado aprovechamiento estratégico y sustentable de sus recursos naturales y culturales, asociados y vinculados al conocimiento, instalados en el territorio. e) una transformación política e institucional en la perspectiva de sentar las bases –en este periodo histórico- de una democracia participativa: cambios legales necesarios para permitir la desconcentración y descentralización en la educación y en otros ámbitos de la vida regional, así como para permitir organizaciones socio-económicas de segundo y tercer grado en asociaciones civiles y en las comunidades indígenas; mayor desconcentración del estado y más poder a los gobiernos regionales, secretarías regionales ministeriales, direcciones regionales de los ministerios y reorganización de sus relaciones con la sociedad civil y académica; democratización efectiva de los gobiernos locales, retirando parte del poder (autoritario) generador de clientelismo de los Alcaldes, para traspasarlos a los concejales y a nuevos órganos de participación social; reconocimiento de territorios indígenas con modos específicos de autogestión y autonomía enmarcados en la legalidad nacional y en la co-responsabilidad por el desarrollo territorial de la Región. f) Una transformación en los procesos de aprendizaje regional de modo a que sea éste efectivamente el criterio y componente central de la sustentabilidad del desarrollo: en la educación formal y en todos los momentos, instancias, procesos en que se aprende; que convoque al diálogo intercultural, a la sistematización y difusión de experiencias exitosas y fracasadas; que estimule el diálogo de saberes científicos y populares e indígenas bajo modos pedagógicos de comunicación como bienes comunes y públicos, generando oportunidades de acceso, propiedad y difusión libre, autónoma y autogestionadas; que promueva y eduque en una ética humana, centrada en la persona, el desarrollo humano y en la comunidad, de carácter planetaria y de co-responsabilidad solidaria con el desarrollo y sus consecuencias. Generar estas transformaciones requiere reconstruir la noción de lo público, para no identificarla con lo estatal sino con todo aquello que dice respecto del Bien Común y que es de usufructo y responsabilidad colectiva. Le cabe al Gobierno regional, por su responsabilidad e impacto político y económico la principal tarea de generar una discusión social amplia (con gobiernos locales, Partidos Políticos, Universidades públicas y privadas, empresarios de diversas modalidades de empresas, organizaciones sociales, pueblo mapuche) y asumir las decisiones necesarias para que se ofrezca, discuta y construya un proyecto regional de desarrollo propio, que pueda ser validado democráticamente por los diversos sectores de la compleja sociedad regional.