Jorge Pinto Rodríguez (editor) Mode rn ización, Inmigración y Mundo Indígena Chile y la Araucanía en el siglo XIX Ediciones Universidad de La Frontera Jorge Pinto Rodríguez (editor) Ediciones Universidad de La Frontera Modernización Inmigración y Mundo Indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX Inscripción N° 104./44 ISBN 956-272-985-0 Universidad de La Frontera Av. Francisco Salazar 01145, Casilla 54-D Temuco, Chile 500 ejemplares 1998 Comité Editor Jorge Pinto R. Mario Bemales L. Myriam Balboa M. (Secretaria) Impresor Graficasur Limitada Los Visones 1650 Fono 245677 Temuco, 1998 Este libro fue preparado en el marco del Proyecto de Investiga­ ción Modernización, inmigración y Mundo Indígena, Chile y la Araucanía en el siglo XIX financiado por Conicyt-Ecos (19951997). Su publicación se hizo con aportes de la Universidad de la Frontera y la Universidad de Santiago de Chile. INDICE Pág. * Indice............................................................................ 1 Presentación................................................................. 3 La Araucanía, 1750-1850. Un mundo fronterizo en Chile a fines de la Colonia y comienzos de la República. Jorge Pinto Rodríguez............................ 9 Indios malos en tierras buenas. Visión y concepción del mapuche según las elites chilenas del siglo XIX. Femando Casanueva.................................... 55 Trayectorias empresariales en la región de Concep­ ción en el siglo XIX. El caso de José Ignacio Palma Barriga. Leonardo Mazzei de Grazia..................... 133 Los franceses en el sur chileno según el empadrona­ miento de 1886. Bemard Lavalle y Francine Agard187 Lavalle.................................................................... — La Araucanía y el proyecto modemizador de la segunda n)itad del siglo XlX.‘’ ¿Exito o fracaso? Carmen Nbrámbuena Carrasco............................. 227 # •* ; Los Autores................................................................. 259 1 Jorge Pinto. Presentación Presentación Modernización, Inmigración y Mundo Indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX es el ñuto de un trabajo realizado durante tres años por un equipo de historiadores chilenos y ñanceses al alero de un proyecto de investigación presentado hace cuatro años al Consejo de Investigación Científica y Tecnológica de Chile (Conicyt) y al Comité de Evaluación de la Cooperación y Orientación Científica con Chile del Gobierno en Francia (Ecos) bajo el mismo título del libro que publicamos ahora. El equipo estaba integrado por quien escribe esta presentación y Carmen Norambuena, en Chile, y por Bemard Lavalle y Femando Casanueva, en Francia. Más tarde se unirían al grupo Leonardo Mazzei y Francine Agard-Lavalle. En realidad, Conicyt-Ecos no financiaban la investigación propiamente tal, sólo aportaban recursos para que los miembros del equipo pudieran realizar pasantías, tanto en Chile como en Francia, con el objeto de reunir nueva información y ampliar el debate respecto de lo que ya esta­ ban investigando. Los chilenos pudimos, así, visitar en dos ocasio­ nes Burdeos y nuestros colegas franceses venir a Chile en dos oportunidades entre 1995 y 1996. En Francia nos acogió la Casa de Países Ibéricos, centro de investigación del CNRS de la Univer­ sidad Michel de Montaigne y, en Chile, la Universidad de la Frontera de Temuco y la Universidad de Santiago nos brindaron la acogida necesaria para llevar a cabo nuestro trabajo. La idea original consistía en analizar, el carácter de los proyectos modemizádores de Ia~elite dirigente del siglo pasado en Chile, la política inmigratoria que generaron y el_jmpactoi3é' ambos fenómenos en la sociedad indígena que yiviajen Ja_Araucanía, esto es, el pueblo mapuche. La posibilidad de centrar la aten-' ción en Francia nos pareció ciertamente interesante. En primer lugar, porque disponíamos de información respecto de un grupo de ñanceses que vino a Chile y a la Araucanía en esa época; y, en segundo lugar, porque sabíamos muy bien que Francia había sido el país que había inspirado a nuestros intelectuales y grupos diri­ gentes del siglo XIX. Teníamos, pues, una excelente oportunidad para avanzar en la consulta de nuevos materiales y discutir el es­ tado de avance de nuestras investigaciones. 3 Jorge Pinto. Presentación Creo que los objetivos se lograron. El libro que estamos presentando intenta testimoniarlo. Se inicia éste con un artículo sobre la Araucanía entre 1750 y 1850 que pretende explicar como se había constituido en esta región un espacio fronterizo, que pudo resistir el impacto de dos factores desestabilizadores (las reformas borbónicas y las luchas por la Independencia) hasta mediados del siglo pasado. La idea es mostrar las condiciones en que se encon­ traba este espacio al momento de imponerse los proyectos modernizadores que impulsan nuestros grupos dirigentes del siglo pasado y la consiguiente política inmigratoria que fomentan. desde el estado. Desde nuestro punto de vista, fueron estos proyectos lo que terminaron transformándose en la peor amenaza que se hizo sentir sobre el mundo indígena después de la conquista española del siglo XVI, colocando al pueblo mapuche en un encrucijada de la cual salvó muy lastimado. Femando Casanueva retoma el tema en su artículo Indios malos en tierras buenas. Visión y concepción del mapuche según las elites chilenas del siglo XIX, avanzando en su análisis a la segunda mitad del siglo pasado. Sus conclusiones son elocuentes: para los mapuche la “pacificación fue menos risueña”. Las tribus indígenas, señala Casanueva, apoyándose en un ingeniero belga que vivió en la zona a fines del XIX, fueron aisladas y acorraladas en terrenos de dudosa calidad y, obligándoseles a transformarse en campesinos de subsistencia en tierras pobres y áridas, tuvieron que aprender a vivir apretados como en un costal de trigo. Eso sig­ nificó para ellos el sueño modemizador de nuestras elites del siglo pasado, sueño muchas veces incubado muy lejos de nuestras fron­ teras, en la Francia decimonónica, incansablemente admirada por los chilenos que tuvieron la oportunidad de viajar al Viejo Mundo. La otra cara de la moneda la constituían los empresarios de Concepción. Ellos también tuvieron que hacer frente a los cambios que generó la Independencia y la modernización de la economía. Es el tema que trata Leonardo Mazzei en su artículo Trayectorias empresariales en la región de Concepción en el siglo XIX, toman­ do como ejemplo a don José Ignacio Palma Barriga, prototipo de un nuevo empresariado que combinaba las raíces tradicionales con las prácticas impuestas por los empresarios extranjeros que llegaron a la región. El carácter familiar de las gestiones asumidas por Palma y la diversificación de sus operaciones, en un esfuerzo por minimizar los riesgos en una época de cambios, dan cuenta de la simbiosis que analiza Mazzei. Su artículo, contribuirá, sin duda, 4 Jbrge Pinto. Presentación a comprender mejor lo que pasó en el siglo XIX en la vieja frontera chilena. Bemard Lavalle y Francine Agard-Lavalle^examinan, en cambio, la comunidad francesa que residía en Chile a fines del siglo XIX a través de un empadronamiento de 1886 y un conjunto de cartas de inmigrantes franceses que se publican ahora por primera vez. El mérito de este estudio, junto con la imágen panorámica que nos ofrece de la comunidad francesa, consiste, en situar a los hombres y mujeres que llegaron de Europa en una de sus dimensiones más humanas: el de la evaluación que hacen de su paso por Chile. En Chile tenemos con frecuencia una impresión equivocada de los resultados de la inmigración. Acostumbrados a evaluarla por la experiencia exitosa de algunos europeos que llegaron a nuestro país, olvidamos las venturas y desventuras de miles de hombres y mujeres que tuvieron que construir un mundo nuevo lejos del que dejaron en sus respectivos países cuando viajaron a América en busca de mejores horizontes. El trabajo de Lavalle y Agard-Lavalle ofrece un cuadro un poco diferente, dándole un contenido humano a los proyectos modemizadores que hicieron posible la inmigración europea del siglo XIX. Nuestro libro se cierra con el trabajo de Carmen Norambuena La Araucanía y el proyecto modemizador de la segunda mitad del siglo XIX, ¿éxito o fracaso?, que apunta, precisamente, a evaluar lo que significó para la Araucanía la modernización en el siglo pasado. Partiendo de la idea que esta región fue, hace 150 años, una frontera tardía, Norambuena examina la política colo­ nizadora, la inmigración, la urbanización del territorio, la eco­ nomía, el ferrocarril y la prensa regional en un esfuerzo por ofrecer, en un cuadro de conjunto, la realidad que imperaba en la zona hace poco más de un siglo. Al final, queda la sensación que el proyecto modemizador, a pesar de ciertos avances materiales, no logró alcanzar en plenitud los objetivos que se había propuesto. Modernización, Inmigración y Mundo Indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX no pretende agotar el tema. Es, más bien, un esfuerzo por iniciar una reflexión respecto del carácter que adquirieron las relaciones interétnicas en el siglo XIX conforme a la política que el estado nacional estableció con el mundo indígena después de la Independencia. Es esa política la que rebota hoy día, a fines del siglo XX, en los conflictos que afectan a la sociedad global con el mundo mapuche y que cruzan los anhelos de algunas comunidades de recuperar sus tierras o impedir el avance de las represas hidroeléctricas que el gobierno está empeñado en 5 Jorge Pinto. Presentación construir en tierras que todavía los indígenas reclaman como suyas, como efectivamente lo son, con el apoyo de consorcios internacionales. La modernidad inconclusa o excluyeme del siglo XIX sigue gravitando en nuestras vidas. La historia parece demostrarlo. En el transcurso de nuestro trabajo hemos contraído diversas deudas con instituciones y personas. En primer lugar, el apoyo de Conicyt-Ecos fue fundamental para la elaboración de este libro. Así mismo, Conicyt apoyó en Chile dos proyectos más que hicieron posible la recolección de fuentes para redactar, al menos, dos artículos que aparecen aquí. Las universidades de la Frontera de Temuco, de Santiago de Chile y de Concepción contribuyeron también a facilitar nuestro trabajo. En Francia, sin la colaboración de la Casa de Países Ibéricos, nuestras pasantías no habrían sido todo lo fecunda que hubiésemos deseado. También las bibliotecas de la Universidad Michel de Montaigne nos acogieron con la calidez y eficiencia que cualquier investigador desearía. Todas estas instituciones merecen nuestro más sincero reconocimiento. Sin embargo, tanto o más importante que las instituciones, son las personas y, en este sentido, no podemos dejar de mencionar las que más directamente contribuyeron a facilitar nuestro trabajo. Jean Pierre Dedieu, director de la Casa de Países Ibéricos de Burdeos nos ofreció una amistad que nos hizo sentir como en casa propia, brindándonos el apoyo académico y el respaldo humano tan necesarios para desarrollar nuestro trabajo sin dificultades. En Burdeos también encontramos una cálida acogida en José Manuel Lazcano, Modesta Suárez, Herve Le Corre, Reinaldo Rojas, María Eugenia Dedieu y Ximena de la Vega. La calidad de sus comen­ tarios contribuyeron a ampliar nuestros puntos de vista en asuntos que eran fundamentales para el desarrollo de nuestro proyecto. En Chile, colegas como Holdenis Casanova, Alfredo Pintor, Guiller­ mo Bravo, Rolf Foerster, Leonardo León, Patricio Cerda e Iván Inostroza también nos ayudaron a pensar y resolver algunos de los problemas que enfrentamos durante la ejecución del proyecto o la publicación de estas páginas. Para todos ellos tendremos siempre una palabra de gratitud. Si los fines que persigue el programa Conicyt-Ecos a través de estos proyectos consiste en afianzar grupos de trabajo y ofrecerles la posibilidad de ampliar el ámbito de sus debates, creo que en este proyecto los objetivos se cumplieron cabalmente. Para bien o para maí de los investigadores asociados a él, a través de este libro hacemos público el fruto de nuestro trabajo. Son los 6 Jorge Pinto. Presentación lectores quienes podrán evaluar sus resultados. Sin embargo, más allá de lo que puedan decir quienes lean estas páginas, desde ya esperamos que nuestros alumnos, tanto en Chile como en Francia, puedan testimoniar los avances logrados en nuestras investiga­ ciones. Para quienes trabajamos en la Universidad, enseñando his­ toria en esta o en la otra banda del Atlántico, nuestros estudiantes son los primeros jueces. A ellos dedicamos un libro que nos obligó, a ratos, a separamos de ellos para emprender, aunque por un medio diferente, la ruta de aquellos inmigrantes que en el siglo pasado partieron de Burdeos para instalarse en nuestro país. Jorge Pinto Rodríguez Temuco, agosto de 1998 7 LA ARAUCANÍA, 1750-1850 Un mundo fronterizo en Chile a fines de la Colonia y comienzos de la República Jorge Pinto Rodríguez 1. Introducción1 2 i Cuando el sabio polaco Ignacio Domeyko visitó la Araucanía* 23, en 1844, quedó deslumbrado por la belleza del ' paisaje, aunque tal vez algo decepcionado de sus pobladores, i Inspirado en La Araucana, cuya lectura venía haciendo desde antesJ de iniciar su viaje al sur, esperaba encontrar a los indómitos guerreros que describió el poeta. Por cierto, no los encontró. Los belicosos araucanos, guerreros indomables que no habían doblado la cerviz a invasor alguno, eran ahora un pueblo hospitalario y laborioso que convivía pacíficamente con los numerosos chilenos que habían llegado a la región. En realidad, poco tenía que ver lo que decía ErciUa con lo que veían los ojos de Domeyko. A ratos, envuelto por la nostalgia propia del inmigrante, el profesor del liceo de la Serena creía estar recorriendo su lejana Polonia. Otros viajeros, menos ingenuos que Domeyko, o más prácticos en asuntos de este tipo, confirmaron lo mismo. Más de Parte importante de las fuentes y materiales de archivo que sustentan este artículo fueron consultadas en el curso de dos proyectos de investigación. El primero (Articulaciones económicas de un espacio fronterizo. La Araucanía y las Pampas en los siglos XVII y XVIU) es financiado por la Universidad de la Frontera y el segundo (Estado, Nación y Mundo Indígena, Chile y Argentina en el siglo XIX) por Fondecyt. El autor, junto con reconocer el apoyo de ambas instituciones, agradece las observaciones críticas hechas a un primer borrador por Martha Bechis, Leonardo León, Patricio Cerda y Jessica González. 2 Ignacio Domeyko (1802*1889) llegó a Chile en 1838 para hacerse cargo de los cursos de Mineralogía en el Liceo de la Serena. Domeyko desarrolló una fecunda labor en nuestro país, llegando a ser rector de la Universidad de Chile jn 1867. En este trabajo nos vamos a referir, indistintamente, a la Araucanía y la frontera; sin embargo, convendría precisar que el término Araucanía se refiere, más bien, al territorio indígena que subsistía en lo que llamamos genéricamente frontera. Esta última se extendía desde Chillán al Toltén, mientras la Araucanía se situaba entre los ríos Bio Bio y Toltén. 9 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 alguno se aventuró en la zona para aprovechar las ventajas de una relación con el indígena que pudiera favorecer especulaciones económicas o comerciales más rentables . Treutler, por ejemplo, se introdujo a la Araucanía por Valdivia, para explorar sus riquezas auríferas convencido de que aún quedaba algo de oro. Así logró llegar'hasta las cercanías de la antigua Villarrica, cuyas ruinas se mantenían todavía cubiertas por una espesa vegetación, tratando de dar con algunas vetas de metal sin resultados positivos. Por esos mismos años,'los franciscanos italianos contratados por el gobier­ no chileno en’1835, recorrían la zona evangelizando a los mapu­ che, mientras Jos capuchinos, también italianos, lo hacían al sur 'delrío Cautín. La vieja frontera de guerra y guerreros invencibles ’ que espera encontrar Domeyko había desaparecido. En su lugar, encontró una sociedad formada por indígenas y criollos que com­ partían el territorio, conservando cada uno prácticas culturales y económicas que con el tiempo se habían tomado complemen­ tarias4 5 . En realidad, lo que se podía ver en esta región hacia 1850 era el resultado de un largo proceso de convivencia que se había iniciado a mediados del siglo XVII y que estaba llegando a su término. En este artículo nos proponemos, precisamente, comentar este proceso con el propósito de demostrar que las bases de esta sociedad fronteriza eran tan sólidas que pudo resistir, sin que se deteriorara mayormente, los dos eventos más importantes que se produjeron en nuestro continente entre 1750 y 1850. Nos referimos a las reformas borbónicas y a la independencia de las antiguas . colonias españolas. A pesar de la ocurrencia de ambos, la institucionalidad fronteriza siguió funcionando en la secunda ‘mitad del siglo XVIII y durante los primeros años de la República, como lo había hecho durante gran parte de la ColoniarA diferencia de lo que pasó más al norte, donde ambos fenómenos provocaron 4 Entre los viajeros que recorrieron la Araucanía casi en los mismos años de Domeyko, convendría citar a César Maas (Viajes a través de las provincias australes de la República de Chile en 1847, Revista Cóndor, Santiago, 19491850); Aquinas Ried (Diario del viaje efectuado por el Dr, Aquinas Ried desde Valparaíso hasta el lago Llanquihue, 1847. Imprenta Universitaria, Santiago, 1920); y, Edmond R. Smitb (Los araucanos o notas sobre una gira efectuada entre las tribus indígenas del Chile Meridional, 1852. En Colección de Autores pxtranjeros, Sociedad Chilena de Historia y Geografía, Santiago, 1914). J. Pinto, “Redes indígenas y redes capitalistas. La Araucanía y las Pampas en el siglo XIX”. En Bonilla, Heraclio y Guerrero, Amado (editores), Los pueblos campesinos de las Américas. Elnicidad, cultura e historia en el siglo XIX, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, 1996, pp. 137-153. 10 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 evidentes transformaciones, ninguno de los dos logró alterar el viejo espacio fronterizo constituido en el cono sur del continente, ¿cuya desarticulación se produciría recién a partir de 1850 con el surgimiento de los estados nacionales en Chile y Argentina y por 1 efecto de los cambios que se estaban produciendo en las econo­ mías mundial y local. Con el análisis de esos factores nos gustaría concluir este trabajo, que apunta, en lo esencial, a examinar el impacto que tuvieron en la vieja frontera mapuche las reformas borbónicas y la guerra de la Independencia. 2. El viejo espacio fronterizo En algunos trabajos publicados en los últimos años en la Universidad de la Frontera hemos tratado de identificar los factores que favorecieron la constitución en la Araucanía de un espacio fronterizo que hizo posible la sobrevivencia del pueblo mapuche hasta nuestros días. En aquellos trabajos asociamos la emergencia de este espacjo a una serie de acontecimientos que ocurrieron entre 1590 y 16506. En efecto, entre aquellos años, se produjeron hondas transformaciones en la Capitanía General del Reino de Chile. Desde luego, el agotamiento aurífero, la disminución de la pobla­ ción indígena y su actitud de resistencia, pusieron en duda la conquista un territorio, la Araucanía, que a mediados del siglo XVI parecía vital para sostener a la naciente colonia que aquí se estaba constituyendo. Simultáneamente, hacia comienzos del XVII, empezaba a tomar forma el polo minero de Potosí, cuya demanda alentó una producción especializada en varias regiones del continente, entre ellas, el Valle Central de Chile. 6 Jorge Pinto y otros. Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Celara, Bogotá, 1990 y Jorge Pinto, "Crisis económica y expansión territorial: la ocupación de •la Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX”. En Estudios Públicos, N° 72, CPU, Santiago, pp. 85-126. En estos trabajos hemos señalado que identificamos a lós'espacios fronterizos con aquellas regiones compartidas por sociedades distintas o de desiguales niveles de desarrollo. A partir de esta concepción, establecimos para la Araucanía una periodificación que reconoce la existencia de tres momentos diferentes. El primero (1550-1650), corresponde al de un territorio de guerra generado por la invasión europea y la resistencia indígena; el segundo (1650-1850), al espacio fronterizo que analizaremos en este trabajo; y, el tercero (1850-1900) al de la desintegración del espacio fronterizo provocada por la ocupación de estas tierras por parte del estado chileno en medio de un clima de violencia y resistencia indígena. 11 REGIONES DE LA FRONTERA Y LA ARAUCANIA 12 • Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 Los compañeros de Pedro de Valdivia habían pasado por éste 50 años antes sin prestarle mayor atención. Atraídos por el oro y la población indígena (mano de obra) de la zona de Concepción, se dirigieron, sin tardanza a lo que más tarde empezaríamos a llamar Araucanía. Sin embargo, los esfuerzos por controlarla se estrellaron contra inconvenientes que nunca pudieron superar. Además, el oro, que jamás fue tan abundante, empezó a escasear, , sin que con ello disminuyera la resistencia mapuche. En ese contexto apareció Potosí. La fertilidad del Valle Central, abrió entonces una nueva alternativa para la naciente colonia. Esta vez, lejos de buscarse su articulación con la metrópoli a través del oro de la Araucanía, se podía intentarla por Z? medio de los sebos, cueros, cordobanes y cereales que demandaba el polo minero. Era posible, pues, abandonar la conquista de la, Araucanía, sin poner en peligro la estabilidad de la colonia. Dicho de otro modo, la viabilidad de Chile ya no pasaba por la minería, sino por las potencialidades de una zona que hasta entonces muy pocos habían valorado. Tal hecho habría provocado un redescubrimiento del Valle Central y el abandono de la Araucanía. Precisamente, habría sido este abandono lo que, en nuestra opinión, generó las condiciones apropiadas para la emergencia del espacio fronterizo que alentó una convivencia más armónica entre hispanocriollos y mapuche. Casi en la periferia del Imperio y ocupando tierras que poco ' interesaban al invasor, "huincas" y mapuche iniciaban un largo período de convivencia que salvó a los últimos de la extinción que sufrieron los otros pueblos indígenas en Chile. Los factores que hemos señalado más arriba incidieron claramente en la constitución del espacio fronterizo. Sin embargo, lo que nuestra historiografía no había logrado percibir todavía, salvo algunas excepciones, es el rol que la Araucanía empezaba a jugar en el nuevo escenario que se estaba configurando7. Para comprenderlo es necesario dirigir la mirada hacia el otro lado de la cordillera y evaluar dos procesos simultáneos: el crecimiento de su masa ganadera y el rol de los maloqueros en la llamada "araucanización de las Pampas". 7 Entre esas excepciones habría que mencionar a Martha Bechis, Raúl Mandrini, Miguel Angel Palermo, Carlos Martínez Sarasola, Gladys Vareta y Ana Biset, en Argentina, y, a Sergio Villalobos, Osvaldo Silva, Leonardo León, José Bengoa, Luz M. Méndez, Luis C. Parentini, Patricia Cerda y Holdenis Casanova en Chile, cuyos principales trabajos citamos a lo largo de este artículo. 13 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Como ganado cimarrón primero y luego en las estancias, la masa ganadera de las Pampas experimentó un extraordinario crecimiento que contribuyó al desarrollo de Buenos Aires en los siglos XVI y XVII y que un segmento de la sociedad mapuche percibió con evidente interés. Este hecho habría tenido un enorme valor para la constitución del espacio fronterizo que conformaron la Araucanía y las Pampas, toda vez que favoreció su propia articu­ lación y la articulación de toda la región con el resto del Imperio, acelerando o reorientando el llamado proceso de araucanización de las pampas. Este proceso se había iniciado, según la opinión de los especialistas, con anterioridad a la llegada del conquistador. Por los boquetes cordilleranos empezaron a trasladarse grupos mapu­ che que estrecharon contacto con las poblaciones del otro lado de la cordillera. La llegada del europeo no interrumpió este proceso; más bien, el enorme atractivo que representaba la masa ganadera que crecía en las Pampas, lo aceleró y lo conectó con el tráfico de la sal que practicaban los pehuenche8. Al comenzar el siglo XVII el tráfico de ganado y sal había adquirido cierta magnitud. Los toquis, el segmento de la sociedad mapuche que más activamente resistió al invasor, empezó a cambiar su rol, transformándose, paulatinamente, en un maloquero que optó por irse a las Pampas en busca de un ganado que no sólo proporcionaba riqueza, sino también poder político. Los viejos ulmenes, tradicionales dirigentes de esa sociedad, tuvieron que compartir incluso su antiguo poder con estos nuevos personajes que surgían al interior de la sociedad indígena9. El éxito de los maloqueros dependía de dos factores: en primer lugar, de su capacidad para activar, a través de circuitos comerciales dominados por los indígenas, las redes que hacían A los trabajos clásicos que sobre este punto publicaron Salvador Canals Frau y, en estos últimos años, Raúl Mandrini, Miguel Angel Palermo y Leonardo León, convendría agregar los estudios más recientes de Ortelli, Sara “La 'Araucanización* de las pampas: ¿realidad histórica o construcción de los etnólogos? En Anuario del IEHS, N° 11, Tandil, 1996, pp. 203-225; Varela, Gladys y Biset, Ana, “Los pehuenches en el mercado colonial". En Revista de Historia, N° 3, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén 1992, pp. 149157, y, María Lydia Varela, "La sociedad manzanera: su desarrollo históricosocial. Patagonia noroccidental: siglos XVUI-XIX". En Anuario IHES, N° 11, j>p. 227-246 Leonardo León, "Maloqueros, tráfico ganadero y violencia en las fronteras de Buenos Aires, Cuyo y Chile, 1700-1800". En Jarbuch fur Geschicte von Statt, Wirstchaft und Gesellschaft Lateinnamerikas, Koln, 1989, pp. 37-83. 14 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 posible el traslado de ganado de las Pampas a la Araucanía, y, en segundo lugar, de sus posibilidades de comercializarlo en la propia Araucanía con mercaderes que se trasladaban a la región para hacerse cargo de él. Partes fundamentales de un complejo engrana­ je, los maloqueros permitían que los circuitos indígenas y capita­ listas se conectaran al sur del río Bio Bio, otorgándole a la región una función que ninguno de los españoles que la visitó en el siglo XVI llegó a imaginar. La sensación que tenemos en Chile que la articulación del Valle Central a Potosí se logró gracias a la enorme potencialidad de aquella región, empieza, pues, a desvanecerse. No se trata de negarla, porque, tal como se reconocía ya en la colonia, era una región muy feraz; sino, de dimensionarla en términos más adecuados. Más aún, lo que estamos planteando nos permite sugerir, aunque todavía en términos hipotéticos, que el ganado que llegaba de las Pampas a la Araucanía y que se desplazaba más tarde al norte, donde era faenado para exportarse a los mercados mineros, contribuyó a estrechar las relaciones entre nuestra economía y la economía altoperuana. a La vieja Araucanía empezaba, así, a jugar un rol' enteramente distinto al que presumieron los hombres del XVI, favoreciendo la constitución de un amplio espacio fronterizo que hizo posible la sobrevivencia de los mapuche, prácticamente, el único grupo indígena que se libró de desaparecer en Chile. Por esta razón, y a pesar de las atrocidades que las fuentes atribuyen a las malocas en las Pampas, las rastrilladas o senderos por los cuales los mapuche desplazaban ganado hacia Chile se. convirtieron en un verdadero manantial de riqueza que favoreció a \ numerosos estancieros del Valle Central. En la primera mitad del J siglo XIX, algunas autoridades de Mendoza llegaron a denunciar la intervención del propio Presidente de la República de Chile, don Manuel Bulnes, en un negocio que se originaba ep el robo de ganado que hacían los maloqueros en las Pampas10. Durante la Colonia, época en la cual las autoridades peninsulares no tuvieron ningún interés en cerrar las fronteras, este tráfico terminó constituyéndose en un factor que dio estabilidad a la zona y legitimó al mundo indígena, cuyo aporte hizo posible que el país se transformara en el canal por el cual se exportaba a los mercados mineros del norte de Chile y del Alto Perú los recursos de un 10 Proceso al reo José María Zurita. Mendoza, 1847. Archivo Provincial de Mendoza, Carpeta 23, doc. 12. Agradezco a Raúl Madrini permitirme utilizar este documento rescatado por él. 15 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 ganado que, aunque también se comercializaba en Buenos Aires, se orientó más bien hacia este lado de la Cordillera. El hecho que en la Araucanía se conectaran las redes indígenas con las redes capitalistas a través de un tráfico que favoreció las exportaciones del Valle Central, fue, sin duda, un factor que influyó -y de un modo decisivo- en la constitución del amplio espacio fronterizo que conformaron la Araucanía y las Pampas, impidiendo que éste quedara al margen de la economía colonial y favoreciendo la sobrevivencia de los mapuche, cuando estos aprendieron a manejar los hilos de aquella economía. Obviamente, las redes indígenas y las redes capitalistas que se articularon en la Araucanía y las Pampas no quedaron reducidas al tráfico de ganado y sal. Los mercaderes que iban en su búsqueda llevaban una serie de productos que servían para el canje, mientras la sociedad indígena desarrolló una artesanía textil que alcanzó también un intenso tráfico. Sin el brillo del comercio interregional que se desarrolló en otras regiones del continente y sin estudios que lo hayan valorizado todavía en su justa dimensión, la integración económica que se produjo en otros sectores del continente durante la colonia, también existió en el extremo austral de América . En el fondo, este comercio era el que hacía posible la extracción, por parte de la corona y los agentes económicos del mundo colonial, de los excedentes que producía la sociedad indígena. Naturalmente, el espacio fronterizo que estamos analizan­ do no se constituyó sólo por los factores económicos que hemos resumido hasta aquí. Además de éstos, operaron otros que favo­ recieron su desarrollo. Nos referimos al nuevo discurso que la sociedad huinca elaboró sobre el mapuche, a los descubrimientos etnológicos del jesuíta Luis de Valdivia y al rol que empiezan a jugar los parlamentos como mecanismo de entendimiento entre la sociedad indígena y la sociedad no indígena11 12. Todos ellos con­ tribuyeron a que la violencia provocada por la invasión española 11 Hemos desarrollado más largamente estos planteamientos en un artículo próximo a publicarse y que presentamos como ponencia a la Primera Jomada de Historia Mapuche, Instituto de Estudios Humanísticos, Universidad de Valparaíso, 18 de noviembre de 1997, con el título de “Producción e Intercambio en un espacio fronterizo. Araucanía y Pampas en el siglo XVIII”. Nos hemos referido más extensamente a estos factores en nuestro trabajo “Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La Araucanía y las Pampas, 1550-1900”. En Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas, un mundo fronterizo en América del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1996, pp. 11-46. 16 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 del siglo XVI, diera paso a una relación menos tensional, basada en la complementariedad de la economía indígena con la economía capitalista. Los conflictos no desaparecieron; más bien, fueron contenidos por esa complementariedad. 3. La intervención borbónica en la Araucanía y las Pampas Hoy existen pocas dudas acerca del carácter que tuvieron las reformas borbónicas del siglo XVIII. En lo que a la economía se refiere, estas se proponían abrir los mercados coloniales a la producción de la naciente industria pemnsular, para lo cual era necesario alcanzar dos objetivos básicos13. El primero consistía en favorecer el control de los puertos o lo que podríamos llamar el control vertical del continente, y, el segundo, asegurar el dominio de los espacios interiores o el control horizontal del mundo colonial. Vale decir, se trataba de abrir algunos puertos peninsula­ res y americanos al comercio interoceánico para facilitar la llegada de las manufacturas españolas a nuestro continente y crear luego las condiciones para que éstas pudieran consumirse en los vastos mercados que se habían configurado en América. En nuestra opinión, el Decreto de Libre Comercio de 1778 no fue sino la 13 Sobre este punto se puede citar una extensa bibliografía. Los trabajos que más contribuyeron en la elaboración de este artículo son los siguientes: Gonzalo Anés, El Antiguo Régimen: los borbones, (Madrid, 1975); Marcelo Bitar, Economistas españoles del siglo XVIII, (Madrid, 1968); Emiliano Fernández de Pinedo et al.. Centralismo, Ilustración y Agonía del Antiguo Régimen (17151833), (Barcelona, 1981); Josep Fontana, "Comercio colonial y crecimiento económico: revisiones e hipótesis". En La Economía Española al final del Antiguo Régimen. III. Comercio y Colonias, (Madrid, 1982); Antonio GarcíaVaquero, "Comercio y producción industrial en Cataluña a fines del siglo XVin". En J. Nadal y G. Tortella (Eds), Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España Contemporánea, (Barcelona, 1974); Antonio García-Vaquero, Cádiz y el Atlántico, (Sevilla, 1976); Miguel Izard, "Comercio libre, guerras coloniales y mercado americano". En J. Nadal y G. Tortella (Eds), obra citada; John Lynch, Bourbon Spain, 1700-1808, (Oxford, 1989); Carlos Martínez Shaw, "Los orígenes de la industria algodonera catalana y el comercio colonial", en J. Nadal y G. Tortella (Eds), obra citada; Pedro Schwartz, "Cuatro economistas ante el fenómeno colonial español: Campomanes, Adam Smith, Flores Estrada y Bentham". En Historia Económica y Pensamiento Social. Edición e Introducción de Gonzalo Anés et al., (Madrid, 1983); Jaime Vicens Vives, Coyuntura económica y reformismo burgués, (Barcelona, 1969); Pierre Vilar, Crecimiento y Desarrollo, (Barcelona, 1976); Pierre Vilar et al.. La industrialización europea. Estudios y tipos, (Barcelona, 1981); y Geoffrey J. Walker, Política española y comercio español, 1700-1789, (Barcelona, 1979). 17 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 culminación de un esfuerzo que desde mucho antes venían haciendo las autoridades españolas para consolidar el primero e iniciar el segundo. En efecto, el control vertical era insuficiente para conse­ guir la apertura del mercado americano a los productos españoles. Las complejas redes comerciales que se habían tejido en el Nuevo Mundo hacían prácticamente impenetrable el mercado americano, a pesar del control vertical que se habría logrado con la liberación de los puertos al comercio intercontinental. La impresión que nos deja un estudio que realizamos hace algunos años sobre los Cinco Gremios Mayores de Madrid, es que la Corona trató de valerse de algunas compañías comerciales para penetrar el comercio local y regional e intervenir más directamente la economía americana. Ese mismo estudio nos convenció de que la Reforma de las Inten­ dencias fue la culminación de un esfiierzo iniciado por el ministro Gálvez para terminar con las figuras claves que controlaban ese tráfico: los alcaldes mayores en México y los corregidores en el Perú. De haberlo conseguido, España habría logrado su segundo objetivo: alcanzar el control horizontal del continente, tarea que no logró porque la resistencia que despertaron estos esfuerzos incubó la Independencia14. En el fondo, tenemos la impresión que las pretensiones de los grupos de poder que estaban impulsando estos cambios en España, eran romper las articulaciones económicas que habían surgido en América para establecer nuevos circuitos comerciales enteramente controlados por ellos o sus agentes comerciales. Por lo mismo, se trató de reformas que no sólo afectaban intereses locales, fuertemente arraigados en una práctica económica ya secular, sino la propia visión que se habían formado algunos funcionarios reales que habían visto funcionar el sistema con verdadero éxito. En el propio Perú, la reforma de las intendencias fue cuestionada por el visitador Jorge Escobédo, quien llegó a pedir en 1784 la reimplantación de los repartos, con algunas reformas que los hicieran más justos. Escobédo se daba cuenta que éstos habían obligado a la población indígena a producir bienes 14 He comentado estos planteamientos en dos artículos publicados en España y Perú. Véase, J. Pinto, "Los cinco Gremios Mayores de Madrid y el Comercio Colonial en el Siglo XVIU", en Revista de Indias, N° 192, Madrid, 1991, pp. 293-326 y Jorge Pinto, "Tráfico marítimo y rutas terrestres: los Cinco Gremios Mayores de Madrid y el comercio colonial a fines del siglo XVIU". En Actas del Primer Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana, Lima, 1993, pp. 239-284. 18 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 para el intercambio, dinamizando una economía que corría el riesgo de paralizarse con su extinción15. El virrey Croix también emitió juicios interesantes. Sin llegar a oponerse a la libertad de comercio, sostuvo que esta sólo sería conveniente si se evitaba transformarla en un recurso destinado exclusivamente a favorecer la extracción de oro del Perú. Si así ocurría, decía Croix, los daños serán peores que los beneficios, aunque al final recomendó acabar con la producción textil peruana por la competencia que hacía a la producción peninsular16. Al margen de la importancia que se le empezó a atribuir al comercio con los indígenas y algunas medidas que comentaremos más adelante, la Reforma de las Intendencias casi no tuvo eco en el amplio espacio fronterizo que conformaban la Araucanía y las Pampas. Sin corregidores ni repartimientos que jugaran el papel que desempeñaron en el Perú y sin constituir un mercado atractivo para los agentes comerciales que intentaban ampliar la demanda para los productos de la industria peninsular, los esfuerzos de los borbones siguieron, en esta zona, un camino algo diferente. Desde la vertiente del Atlántico, el interés se centró en tres objetivos básicos: a) el reconocí miento geográfico de las Pampas, b) la búsqueda de las rutas que facilitaran la comunicación con Chile y c) la fundación de algunos establecimientos que aseguraran la soberanía española en esos territorios. Aquí, como en otras partes de América, la estrategia de control impulsada por los borbones chocó con las "visiones locales" que expusieron las autoridades de la zona, cuyo conocimiento de la realidad regional 15 Cuenta del Superintendente de Real Hacienda don Jorge Escobedo respecto de un informe del Consulado sobre el estado del comercio de Lima. Lima, 5.9.1788. Archivo General de Indias de Sevilla, Audiencia de Lima (en adelante AGI, LIMA), leg. 1546. Escobedo lamentaba que de 28 retornos del Callao a Cádiz entre 1784 y • 1788, sólo se había embarcado cobre de Coquimbo, cascarilla y cacao de Guayaquil, añil y lanas de vicuña y camero. Esta preocupación de Escobedo ha sido destacada también por Alfredo Moreno Cebrián en su libro El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo XVIII, (Madrid, 1977), pp. 642-645. 16 Comunicación del virrey del Perú sobre solicitud del Consulado se suspenda la entrada de barcos al Callao por dos años y se probiba la internación de mercaderías por Buenos Aires. Lima, 16.8.1787. AGI, LIMA, leg. 1546. Sobre la polémica que despertó la abolición de los repartos véase, también, John Lynch, La administración colonial española, 1782-1810, (Buenos Aires, 1962), pp. 59-60 y 182-185; Edberto Acevedo, "El establecimiento de las intendencias en el Alto Perú". En Investigaciones Ensayos, N° 26, Buenos Aires, 1979, pp. 213-258; y John Fisher, Gobierno y sociedad en el Perú Colonial, (Lima, 1981), pp. 25-40 y 102-102. 19 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 les obligaba a actuar con más cautela. Así, aunque la expansión hacia la frontera ganadera fue vista como una necesidad, terminó imponiéndose la idea que era más conveniente mantener con los indígenas una relación armónica, admitiendo que el ganado de la Pampa era un bien compartido que permitía sostener esa paz. En cierta medida, lo que se buscaba era mejorar el aprovechamiento de un territorio sin introducir mayores cambios. Se trataba aquí de mantener una situación que no perjudicaba a nadie y que procuraba evidentes beneficios a la sociedad regional y extraregional que había logrado articularse a7los circuitos comerciales que arrancaban de este espacio fronterizo17. En Chile ocurrió algo parecido. Desde luego, las autori­ dades que visitaron la zona constataron que el mapuche había dejado de ser una amenaza y que la región ofrecía innumerables ventajas si se lograba agilizar el comercio, asunto que interesaba sobre manera a las autoridades peninsulares. En efecto, sabemos que las reformas borbónicas, inspi­ radas en el mercantilismo del siglo XVIII, se basaban en la posibilidad de transformar el comercio en factor crucial del creci­ miento económico. Impulsar y agilizar el comercio fronterizo fue, pues, una aspiración expresada ya a mediados de siglo en un extenso informe enviado al rey por el fiscal de la Audiencia de Santiago, don José Perfecto de Salas18* . Más tarde, Ambrosio Higgins insistió en lo mismo. En este sentido, el documento que mejor sintetiza el espíritu de la época es, tal vez, el Reglamento de Libre Comercio con los Indios, firmado por Higgins en Concepción el 14 de marzo de 1796, siendo gobernador del reino . Lo es por dos razones. En primer lugar, por lo que estableció el propio Reglamento (amplia libertad para comerciar por distintas plazas fronterizas, tal como los puertos que estableció para el resto del continente el decreto de Libre Comercio de 1778, del cual parece ser una réplica acomodada a las circunstancias de la Araucanía); y, en segundo lugar, por el contenido del debate que se 17 En este punto hemos seguido, básicamente, las sugerencias hechas por Pedro Navarro Floria en su libro Ciencia y política en la región nortpatagónica: el ciclo fundador (1779-1806), Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1994. 18 José Perfecto de Salas, Informe a V.M., Santiago de Chile, 5.3.1750. Publicado por Ricardo Donoso en Un letrado del siglo XVIU, el doctor José Perfecto de Salas, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1963, pp. 106I»33Una copia de este Reglamento en Biblioteca Nacional, Manuscritos Medina (en adelante BN. MM), vol. 330, fs. 276-283. 20 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 produjo cuando el gobernador lo sometió a consideración de los entendidos en la materia. Sus opiniones demostraron que era posible transformar el comercio en una palanca de crecimiento económico y que para lograrlo era necesario despejar todos los inconvenientes que podían obstaculizarlo. Uno de éstos era el clima de intranquilidad que se producía en la zona cuando la paz era amenazada por los conflictos fronterizos; otro, las acciones de los comandantes de los fuertes y capitanes de amigos, quienes, tasi en el rol de los alcaldes mayores de México y corregidores del Perú, se habían apropiado de el, limitando su pleno desarrollo. Un interesante dictámen emitido en Santiago por fr. Lorenzo Núñez, provincial de los franciscanos de Qúle, el 22 de noviembre de 1795, deja pocas dudas al respecto20. Según Lagos, el comercio libre, aunque sea de vinos (artículo reducido en el propio Reglamento a los fuertes de la frontera), podría ser beneficioso si obligaba a los indios a producir bienes para el conchavo. Su opinión fue categórica: había que estimular el comercio y evitar1 que los comandantes de los fuertes se apropiaran exclusivamente de el21. Soplaban en la frontera nuevos vientos, los vientos de la¿ reformas que apuntaban a convertir el comercio en factor decisivo del crecimiento económico. Higgins se propuso, además, diversificar la economía y controlar el tráfico de los ponchos confeccionados por los mapuche, cuyo uso terminó generalizándose en todo el país. La diversificación de la economía respondía al propósito de ampliar^ las bases de una producción que Higgins veía reducida a uno o dos productos. Su propuesta no se redujo a la Araucanía; en realidad, se extendió a todo el país. A la larga, Higgins se convirtió en el prototipo de la autoridad borbónica que trató de ajustar los intereses de la monarquía con la responsabilidad de impulsar el desarrollo de la zona donde ejercía el mando. Por eso soñaba con un país que cultivara el lino, la caña de azúcar y practicara una minería ágil y rentable para Chile y España. Y la Araucanía no * 20 Copia en BN, MM, vol. 330, fs. 227-271. 21 Las opiniones de fr. Lorenzo Núñez no dejan de ser interesantes. En realidad, recuerdan el debate que se produjo en el Perú cuando se abolió los repartos. Los pocos datos biográficos que tenemos de él lo hacen nacer en Llerena, Extremadura, y llegar a Chile en 1764, para ejercer como misioneros en Arauco y Tucapel, desde donde acompañó a Higgins a varios parlamentos (Hugo Araya, Notas biográficas de religiosos franciscanos en Chile, Alfabela Impresores, Santiago, 1976, p. 235). Sus opiniones dejan la impresión de que estaba muy al tanto de lo que estaba pasando en el Perú y del espíritu de las reformas borbónicas. 21 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 quedó fuera de sus planes; esto explica su interés en mantener las buenas relaciones con los indígenas y no perturbar las condiciones que habían hecho florecer la economía fronteriza22* . El comercio del poncho tenía otra dimensión. Para las autoridades del siglo XVIII no pasó inadvertida la competencia que hacían los productos locales a las telas y ropas españolas; por lo tanto, Higgins entendía que debía controlarlo y eso fue lo que propuso, según se desprende de sus informes. A través de esta medida, pretendía, además, estrechar, de un modo muy particular, las relaciones entre los hispanocriollos y mapuche. Sin disponer de una producción para el intercambio, como el poncho, los indios, decía el gobernador, se verían obligados a ocuparse en las haciendas fronterizas, proporcionando la mano de obra que estas necesitaban . En síntesis, no se puede afirmar que la política interven­ cionista de los borbones haya estado ausente en la Araucanía. Esta se expresó en las actitudes de las autoridades frente al comercio; en el apoyo que empezaron a recibir los franciscanos, cuya política misional respondía mejor a los afanes de control sugerida por los borbones; en la serie de informes que solicita la Corona y en las expediciones científicas que envía a la región para conocer mejor su realidad. Es probable, también, que la creación del virreinato de Buenos Aires haya constituido el punto de partida de un proceso que tendía a concentrar las exportaciones de la Pampa por el puerto de Buenos Aires, evitando que estas fluyeran hacia Chile como venía ocurriendo con la masa de ganado pampeano trasladada por los indígenas a la zona de la Araucanía. Sin embargo, los intereses locales fueron más fuertes, por eso sus efectos casi no se notaron. El fruto que había producido la complementariedad de las redes 22 Véase, Ricardo Donoso, El Marqués de Osomo, Ediciones de ia Universidad de Chile, Santiago, 1941. 3 Informe de A. Higgins al gobernador sobre los medios de mantener en paz a los indios, 13.10.1771. En BN, MM, vol. 274, fs. 203-223. Convendría precisar que Higgins sólo se limitó a combatir el comercio del poncho, pues, tal como pensaban otras autoridades locales, presumía que las relaciones comerciales con los indios favorecería el desarrollo del incipiente mercado laboral que estaba apareciendo en la zona. El comandante de Los Angeles, Pedro Nolasco del Río, señaló, por ejemplo, en 1794, que el comercio y comunicación con los indígenas podría hacerlos salir “con más frecuencia a trabajar de gañanes en nuestros países, como lo hacían antes ... atraídos por el buen trato y comodidades de que carecen en sus tierras ...”. Carta al Gobernador A. Higgins, Los Angeles. 28 de julio de 1794. En BN, MM, vol. 330. fs. 163-178. La cita en fs. 165-166. 22 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 indígenas con las redes capitalistas, constituían un fr^no que los promotores de los cambios percibieron con toda nitidez24*. A fin de cuentas, queda la impresión que la política de los borbones se estrelló en América contra una realidad que en España no se evaluó con precisión. Aunque el ministro Gálvez y otras altas autoridades en la península conocían con cierta justeza lo qub pasaba en nuestro continente, no fueron capaces de contener sus impulsos y optaron por sugerir una política que finalmente aceleró la Independencia. La presión que ejercía la llamada burguesía periférica en España y la escasa capacidad de negociación que tenía la Corona, desgastada por las guerras europeas y el pésimo manejo de las finanzas, lanzaron a los borbones por el despeña­ dero. Aunque lograron lo que aquí hemos llamado el control vertical del continente, no consiguieron afianzar el control horizon­ tal; es decir, intervenir las integraciones regionales que se habían constituido en las colonias. Lo que sucedió en el espacio fronterizo que se extendía desde Concepción hasta las Pampas, tiende a confirmarlo. Aquí, la supervivencia y prolongación al siglo XIX de las relaciones que se impusieron a mediados del siglo XVII, demuestra los límites de un esfiierzo intervencionista que terminó sumido en el fracaso. La vida en la frontera transcurría, por lo demás, en un clima de tranquilidad y progreso. En una descripción del obispado de Concepción de 1780, se decía que en las estancias fronterizas las tierras se aprovechaban para la cría y engorda de ganado vacuno, cabrío y ovejuno, con evidentes beneficios para todos sus pobladores. A pesar de la aparente pobreza de la gente, agrega el documento “todos estos aldeanos pasan una vida tranquila y alegre a efecto sin duda de la entera libertad de que gozan (siendo] sobre todo muy apasionados a la música y cantares”2 . El mundo indígena también gozaba de cierta tranquilidad. En un ambiente de paz y bajo cierto control las guerras intertribales, la parcialidades indígenas podían dedicarse sin mayores dificultades a sus prácticas 24 Respecto del rol que habría empezado a jugar Buenos Aires como polo de arrastre en la vertiente del Atlántico se puede consultar el artículo de Juan Carlos Garavaglia, “Economic growth and regional differentiations: the River Píate región at the end of eigtheenth century”. En Hispanic Histórica! American Review, N° 65, 1985, pp. 51-89, y el libro de Carlos Mayo, Estancia y sociedad en la Pampa, 1740-1820, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1996. Descripción del Obispado e Intendencia de Concepción, s/f (1780), Archivo del Museo Naval de Madrid, Ms. 121, doc. 6, fs. 148-189. La cita en f. 161. 23 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 económicas, fundamentales para relacionarse con la sociedad no indígena26. El parlamento como mecanismo de entendimiento y dis­ tribución del poder funcionaba perfectamente. Las promesas de paz y la amistad selladas en ellos aseguraban la tranquilidad. Eran, sin duda, ceremonias rituales que mantenían el equilibrio en la frontera. Una bella descripción redactada a fines del XVIII permite apreciar el significado que tenían para la sociedad indígena. Cuando hacen los parlamentos o paces con nosotros, decía su autor, “hablan primero aquellos que están más inmediato al paraje elegido para el parlamento y nombran uno que es privilegiado en voz y fuerza porque se lleva gritando todo el día que le toca, oye una pequeña relación de un cacique y luego entona su arenga, y así sucesivamente de todos los caciques de aquel Butalmapu; sin duda que son en su idioma muy señalados estos por los coloridos que usan en sus arengas haciendo alguna vez agradable su discurso. Principian con el Capitán General diciendo que su presencia les hace ver la grandeza del Rey, pues las fuentes parece que saltan y vierten agua con mayor abundancia que antes, siguiéndose mayor carrera en los arroyos, más derrame en las plantas, éstas corresponden con más verdor y por sima de sus ramas cantan los pajarillos más ligeros, más sonoros, con cuyos extraños objetos pulsan los corazones de todos tan alborozados y gustosos que les parece no tienen ya que desear otra cosa que les conceda más gusto y alegría”. “Van hablando de cada jurisdicción y que llegando a la más culpada o a la que tiene peor voluntad, levantan la voz y dicen, parezcan ahora los leales, los amigos de los españoles, los que tantas veces han ofrecido fidelidad al español, no parecen y 26 Convendría señalar que en las Pampas la situación fue un poco diferente. Los malones que se dirigían desde la Araucanía en busca del ganado de las estancias de Junín, San Luis, Mendoza y San Rafael, generaron sin duda, bastante intranquilidad, perturbando las relaciones entre los propios grupos indígenas y las de estos con los hispanocriollos. 24 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 mirando a los españoles, dicen, la zorra siempre anda cabizbaja, recelosa y por lo más confuso del camino y ¿por qué? Porque siempre que puede hace su fechuría a que le llama la inclinación que heredó de sus antepasados”2 . El interés por los parlamentos era evidente. En 1793 Higgins preparó con particular atención la propuesta que haría a los caciques en el parlamento de ese año. Para eso les dirigió cartas predisponiéndolos a pactar los acuerdos que les iba a proponer27 28. El parlamento se presentaba, sin duda, como un acuerdo entre iguales29. En el de Negrete de 1803, tal vez el último colonial, se hablaba de dos naciones, que, aunque vasallas del rey, se reirían “a firmar todos los artículos que hacen la felicidad de ambas” . A esa reunión asistieron 239 caciques con más de mil y tantos capitanejos y todas las autoridades españolas de Concepción, presididas por el militar de mayor graduación en la Frontera, el brigadier Pedro Quijada. Al abrir la reunión, Quijada reconoció las bondades de la paz. Al pasar por el butalmapu de Angol, en viaje a Valdivia, dijo a los caciques, he visto sus territorios ‘‘llenos de haciendas y ganados de todas especies, adelantada la agricultura, vuestros mocetones y familias disfrutando la tranquilidad”3 . 27 Corta descripción de los indios, s/f (al780). Archivo del Museo Naval de Madrid, Ms. 127, doc. 16, fs. 299 vta.-301 vta. La cita en f. 301 vta. Esta correspondencia se encuentra en BN, MM, vol. 358. En estas cartas Higgins deja en evidencia la importancia que atribuía a la paz y a la negociación con los indígenas en un plano de respeto con ellos. La frontera era, en realidad, un espacio para negociadores y Higgins fue uno de los más importantes entre los “huincas” del siglo XVIII. Trabajos recientes de Leonardo León, han demostrado también como los negociadores indígenas se fueron imponiendo a los jefes militares. De León véase sus artículos “El malón de Curiñanku. El surgimiento de un cacique araucano” (Proposiciones, N° 19, Ediciones Sur, Santiago, 1990, pp. 18-43) y “Política y poder en la Araucanía: apogeo del toqui Aillapangui de Malleco, 1679-1774” (Cuadernos de Historia, N° 12, Universi­ dad de Chile, Santiago, 1992, pp. 7-67). Respecto de los parlamentos sólo estamos diciendo que se presentaban como acuerdos entre iguales, aunque, en el fondo, los protagonistas del encuentro, tal vez no lo pensaran así. Vale decir, el trato entre iguales se fue planteando, al menos, en el plano discursivo. Este trato es el que invocarán, hasta el día de Jjpy, algunos dirigentes mapuche. Parlamento General celebrado en el campo de Negrete con los indios de Chile, en los días 3, 4 y 5 de marzo de 1803, presidido por el señor Pedro Quijada. En BN, MM, vol. 330, fs. 499-522. La cita en f. 497. n Ibfdem, f. 498. 25 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Naturalmente, no todo era armonía en la Frontera. Las llamadas rebeliones de 1723 y 1766 demostraron que todavía la .paz era precaria32; sin embargo, el territorio conformado por la Araucanía y las Pampas había logrado convertirse en un espacio integrado que mantenía un interesante nivel de relaciones con el mundo no indígena a través de circuitos comerciales muy diná­ micos y de parlamentos que garantizaban la tranquilidad. Los circuitos comerciales eran, por lo demás y tal como ya lo hemos dicho, el mecanismo del que se valían las autoridades hispanocriollas y los agentes de la vida económica para extraer del mundo indígena los excedentes que en el Perú conseguían los corregidores y en México los alcaldes mayores. 4. La independencia y el viejo espacio fronterizo Así como la vieja frontera había logrado salvar con éxito las reformas borbónicas, también pudo superar los trastornos que provocó la Independencia, sin sufrir mayores alteraciones, por lo menos en el lado chileno, caso que vamos a privilegiar en el análisis que haremos en las páginas siguientes. En realidad, la sociedad colonial perduró aquí con más nitidez que en el resto del país, por lo menos hasta mediados del siglo XIX, a pesar de la resistencia que opuso la región al movimiento emancipador. Conocida esta resistencia como “la Guerra a Muerte”, denominación acuñada por la historiografía liberal del siglo pasado para descalificar el verdadero carácter de este movimiento, en las nos proponemos demostrar ahora que esta resistencia puede entenderse también como la actitud de una sociedad regional que se opuso a los cambios que anunciaba el proyecto político de 'quienes encabezaban la Independencia. Esta resistencia incluyó a restos del ejército realista que escapó hacia el sur después de las derrotas de Chacabuco y Maipú, a sectores de la sociedad criolla de Concepción, a miembros de la iglesia y a ciertos sectores de la sociedad indígena, cuya lealtad al monarca, comprometida en los numerosos parlamentos que se celebraron durante la Colonia, fue permanentemente invocada por ellos para combatir al ejército que la misma historiografía liberal denominó “patriota”. En realidad, entre 1810 y 1860 es posible distinguir en la historia regional tres fases de más corta duración que convendría 32 Holdenis Casanova Guarda, Las rebeliones araucanas del siglo XVIII, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1987. 26 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 precisar. La primera (1810-1830), corresponde al período de la lucha por la Independencia y la resistencia de la sociedad local al movimiento emancipador. La segunda (1830-1850), marca el retorno a los mecanismos de relaciones fronterizas existentes en la Colonia (principalmente parlamentos y misiones). Por último, la tercera, se inicia a partir de 1850 cuando se precipita la ocupación de la frontera por parte del gobierno republicano mediante un proceso que desata de nuevo la violencia. a) La Independencia y la resistencia de una sociedad regional En pleno proceso de Independencia, las nuevas autoridades que estaban asumiendo el control del país observaron la frontera en términos un poco ambiguos. Desde luego, tuvieron al comienzo un evidente interés en asociar el movimiento emancipador a la lucha secular que el pueblo mapuche había sostenido contra sus invasores. Los nombres de la Logia Lautaro, el título de algunos periódicos como las Cartas Pehuenche y, en general, la admiración que despertaba la lucha de los araucanos contra el español hizo presumir a O’Higgins, Carrera, Freire y Camilo Henríquez, entre otros, que invocar el pasado indígena hacía bien a la causa de la Independencia. Surgió así un sentimiento de verdadera admiración hacia los mapuche y de respeto por lo que habían hecho durante la Colonia. Camilo Henríquez los recordaba como los altivos luchadores por la libertad33 y no deja de ser sintomático que a la' fiesta del primer aniversario del 18 de septiembre, las damas asistieran al baile de gala que se celebró en el palacio de gobierno . vestidas de indias34. Sin embargo, la tenaz resistencia que opuso la sociedad regional al movimiento emancipador, sobre todo des­ pués de Maipú, matizó este discurso, otorgándole la ambigüedad que destacábamos hace un momento. Un texto de Alcázar, oficial que actuaba bajólas órdenes de Freire, lo demuestra con bastante claridad. Al anunciarle su marcha a la frontera en 1820 para castigar a los últimos “realistas” refugiados en la Araucanía, Alcázar le decía que esperaba 53 Véase los artículos que publicó en La Aurora de Chile, Santiago, 1811. 34 Fr. Melchor Calderón, Memoria Histórica sobre la Revolución de Chile, Colección de Historiadores y Documentos Relativos a la Independencia de Chile (en adelante CDICH), tomo LXI, Biblioteca Nacional, Santiago, 1964, tomo II, p. 89. 27 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 “concluir con el enemigo y escarmentar a los mejores americanos, aunque engañados en su opinión, a los bravos araucanos, los que hasta el día conservan su bravura, y con dolor me veo precisado a castigarlos, después de haber tocado los resortes de la prudencia ...” . O’Higgins, hombre de la región, como el propio Freire, había alimentado siempre la idea de incorporar definitivamente la Araucanía al país, incluyendo a toda la población indígena de esta y la otra banda de la Cordillera. Los araucanos, decía en 1817, “han sido el lustre de la América combatiendo por su libertad”, y agregaba que éstos formaban una preciosa porción de Chile que, seguramente, no abandonaría su suelo para irse en pos de un español que sólo quería esclavizarles y hacerse feliz a costa de la servidumbre de sus moradores3 . O’Higgins conocía, además, las estrechas relaciones que habían mantenido los indígenas de la Araucanía con los territorios que se extendían más allá de las fronteras que estaban estable­ ciendo los nuevos países que surgían después de la Independencia. Un largo comentario que hizo al futuro Presidente Joaquín Prieto, en 1830, cuando ya vivía en el exilio, resume un punto de vista que demuestra los esfuerzos de los hombres de la época por incorporar al país a una población que pronto va a ser denostada y acosada por su supuesta barbaridad. “Estas materias, que ocupan mi imaginación me permiten, mi querido general, no solamente recomendarle, sino también imprimir en Ud. la 35 Carta de Alcázar a Freire, Concepción, 23 de enero de 1820. Citada por Benjamín Vicuña Mackenna, La Guerra a Muerte * Editorial Francisco de ^guirre, Buenos Aires, 1972, p. 195. Proclama a los habitantes de Arauco. En Archivo de don Bernardo O’Higgins * tomo XXI, Editorial Universidad Católica, Santiago, 1960, p. 16. Esta proclama demuestra también el interés de O’Higgins por ganarse a los indígenas para la causa revolucionaría, tal como lo había intentado San Martín apenas iniciadas las operaciones militares. Véase, por ejemplo, el Parlamento que celebra San Martín con los indios del sur de Mendoza en 1816, para lo cual contó con el apoyo del franciscano Francisco de Inalicán, uno de los pocos misioneros que adoptó una postura favorable a la Independencia. El parlamento anterior en Rafael Vellataz, Revista de Estudios Históricos de Mendoza * tomo II, 1970, pp. 571-577. Agradezco a mi alumno de Licenciatura en Historia de la Universidad de la Frontera, Jorge Riquelme, haberme facilitado una copia de este texto. 28 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 grande importancia de calcular y adquirir por todos los medios posibles la amistad, no solamente de los araucanos, sino aún con más vigor de los pehuenches y huilliches, conviniendo como yo convengo con Molina, que todos los habitantes de los valles del Este, así como del Oeste de los Andes son chilenos. Yo considero a los pehuenches, puelches y patagones por tan paisanos nuestros como los demás nacidos al norte del Bio Bio; y después de la Independencia de nuestra patria ningún acontecimiento favorable podría darme mayor satisfacción que presenciar la civilización de todos los hijos de Chile de ambas bandas de la gran cordillera y su unión en una gran familia ... Yo me gozo, pues, mi querido general en la confianza de que no ande muy distante el día en que el bárbaro y errante leñador de las Pampas se convierta en un civilizado pastor, y el pobre desnudo salvaje de la Tierra del Fuego en un industrioso y acomodado pescador. De pescadores y pastores pasamos Naturalmente a agricultores, cuyas operaciones sobrepujan en importancia a todas las otras clases y especialmente en Chile, cuyo fértil suelo tan ampliamente remunera el trabajo del arado”3 . Se trataba, pues, de valorar al mapuche e incluirlo en la nación que se estaba fundando, para construir con él y sus territorios el nuevo país que surgía de las ruinas del mundo colonial. Todos debemos unimos en una gran familia “tanto para oponerse a los enemigos del país como para aumentar y consolidar el comercio y hacer cesar los males de la guerra”, acordó el teniente coronel Pedro Bamechea en el parlamento de Yumbel? (diciembre de 1823) con los caciques embajadores de los cuatro butalmapus. “Desde el despoblado de Atacama hasta los límites de la provincia de Chiloé -se estableció en el pacto- todos seráii tratados como ciudadanos chilenos en el goce de las gracias yj 7 Carta de O’Higgins a J. Prieto, Lima, 24 de octubre de 1830. En Epistolario de D. Bernardo O'Higgins, 1823-1842. Anotado por Ernesto de la Cruz, Imprenta Universitaria, Santiago, 1919, pp. 128-134. La cita en pp. 130-131. 29 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 38 privilegios correspondientes y con las obligaciones^respectivas” . Debemos formar, se pensaba, una gran hermandad39. En la misma dirección giró un proyecto de pacificación de la Araucanía presentado ese mismo año por el ministro de Freire, don Mariano Egaña. Egaña se proponía ocupar la región con colo­ nos nacionales y extranjeros, prefiriendo para ello a los propios mapuche que quisieran hacerse colonos. El proyecto, concluía Egaña, debía acordarse con los indígenas a través de un parlamen­ to, sin torcer su voluntad, tal como se había hecho durante la Colonia40. Sin embargo, un grupo importante de parcialidades mapuche y casi toda la sociedad regional no adhirió al proyecto emancipador. El alto grado de integración que había logrado este lespacio durante la Colonia, la complementariedad de las redes indígenas con las redes capitalistas y la articulación de toda la región al resto de la economía colonial habían generado una serie ¿le intereses que nadie quería arriesgar a causa de un proyecto de emancipación política que no se conocía bien. Cualquier cambio introducía modificaciones que representaban una amenaza para los distintos sectores sociales y económicos que se habían constituido en la vieja frontera del sur. Creo que aquí está la clave para entender lo que la historiografía liberal del siglo pasado llamó “la Guerra a Muerte”. Tratados de unión firmado por el teniente coronel P. Barnechea con los caciques gobernadores de los cuatro butalmapus, Yumbel, 12 de diciembre de 1823, fs. 281-285. Las citas de f. 281. En Archivo Nacional, Ministerio de Guerra, vol. 133. Agradezco a mi colega Holdenis Casanova haberme facilitado una copia de este documento. (Este tratado fue ordenado por R. Freire según decreto del 27 de octubre de 1823, en el que mandaba, además, repoblar las ciudades de Angol, Imperial y Villarrica. Véase Julio Zenteno Barrios, Recopilación de leyes i decretos supremos'sobre colonización, 1810-1896. Imprenta Nacional, Santiago, 1896, p. 111. La iniciativa de Freire pasó antes por el Congreso (sesión del 15 de agosto de 1823), donde se discutió el gasto que exigía este parlamento (Sesiones del Congreso en el Redactor de Sesiones del Soberano Congreso, Colección de Antiguos Periódicos, tomo XVII, gdiciones de la Biblioteca Nacional, Santiago, 1995, pp. 400-401). Esta actitud de los “primeros padres de la patria" ha sido destacada por José Bengoa, denominándola “araucanista”. Según Bengoa, este discurso se mantiene hasta hoy en la tradición patriótica chilena, pasando a ser parte integrante del discurso nacional. Historia de pueblo mapuche. Ediciones Sur, ^antiago, 1985, pp. 139-141. Francisco Encina, Historia de Chile, Tomo IX, Editorial Nascimento, Santiago, 1954, p. 126. 30 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Vicuña Mackenna, uno de los primeros en llamarla así, se refirió a ella como un cruento enfrentamiento, cuadro horrible de una tragedia histórica provocada por un salteador criollo, hijo de un carcelero, llamado Vicente Benavides41. Su crueldad y el odio que alimentó hacia el ejército patriota lo habrían impulsado a asociarse a los restos de las fuerzas realistas que huyeron al sur después de la derrota Maipú. A Benavides se habrían unido más tarde los Pincheira y José María Zapata, bandoleros de la región de Chillán, que arrastraron consigo a los pehuenche en la lucha contra las tropas que querían consolidar la Independencia42. Sin embargo, un examen más detenido de estos acontecimientos demuestra que no se trató sólo de una o varias campañas emprendidas por Benavides o los Pincheira. Tal como anticipábamos recién, la lucha involucró a sectores más amplios de la sociedad regional que había emergido en tomo a Concepción y la vieja frontera araucana. Esta resistencia empezó a incubarse durante la reconquista (1814-1817) y a perfilarse más nítidamente en 1817, después de la batalla de Chacabuco, cuando una parte del ejército realista huyó hacia Talcahuano, luego de ser derrotado por el Ejército Liberta­ dor. Encina señala que San Martín cometió la torpeza de no aniquilar al enemigo, permitiendo su huida a Valparaíso, primero, y a Talcahuano, después. El propio Encina agrega que Concepción era realista desde la primera ^dictadura de Carrera, apenas iniciada la lucha por la Independencia43. Al año siguiente, después de Maipú, se repitió la misma situación. Para los derrotados, pensar en una resistencia desde Concepción no parecía insensato. En primer lugar, la región era contraria a los cambios y, en segundo lugar, en caso de algún revés, siempre existía la posibilidad de escapar a la Araucanía para protegerse de cualquier represalia, invocando la alianza sellada entre los mapuche y la Corona en los últimos parlamentos coloniales. Las autoridades españolas sabían muy bien que podían contar con el apoyo de diversas parcialidades indígenas y que no les costaría demasiado movilizarlas contra los promotores del 41 Vicuña Mackenna, La Guerra a Muerte, p. XXXV. 42 Aunque a Vicuña Mackenna correspondió divulgar la historia de la llamada Guerra a Muerte, ya antes que él otros historiadores, también liberales, se habían referido a ella en términos muy parecidos. Véase, por ejemplo, la obra de Diego Barros Arana. Estudios Históricos sobre Vicente Benavides i las Campañas del Sur, 1818-1822. Imprenta de Julio Belin i Compañía, Santiago, J85O. 3 Encina, oh. cit., tomo VII. Editorial Nascimento, Santiago, 1953, pp. 332. 31 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 cambio. Probablemente, sabían también que amplios sectores de la sociedad penquista los apoyaría y que todos los agentes que habían participado de los beneficios que generaba el conchavo y las relaciones entre indígenas y no indígenas, se alinearían a su favor. Y así parece haber ocurrido. De partida, Claudio Gay, casi testigo ocular de los hechos, reconoció que la resistencia no se limitó a las acciones de Benavides. Esta, organizada a manera de montoneras, se planteó a través de tres frentes que cubrían toda la región. El primero, comandado por Benavides y luego por don Manuel Picó, abarcaba los llanos centrales de la Araucanía; el segundo, al mando del cura Juan Antonio Ferrebú, se organizó en la costa y, el tercero, encabezado por los Pincheira, luchó en la zona cordillerana . Es decir, las llamadas fuerzas patriotas que representaban el proyecto fundacional del Chile republicano se encontraron en la zona con una abierta resistencia que involucró a toda la región. En este sentido es interesante examinar la lucha que dio el general Manuel Picó. Picó, español de nacimiento, había sido profesor primario en Coquimbo y luego minero en Copiapó, desde donde viajó a Concepción para unirse a Benavides en calidad de secretario, alcanzando en su ejército el grado de teniente coronel. Gay dice que Picó logró disciplinar y moralizar a la tropa45. Junto con lograr este objetivo, Picó viajó al Perú para conseguir el respaldo del virrey Pezuela y, a su regreso, buscó insistentemente el apoyo de los mapuche. Logró, así, concitar la colaboración de Catrileu, Leviluán, Curiqueo, Maguiluén y Mariluán, poniendo en jaque a las tropas que dirigía Manuel Bulnes. Picó contaba, además, con el apoyo de los hacendados y comerciantes de Concepción, poco dispuestos a someterse a la voluntad de las nuevas autoridades del país. La estrategia de Bulnes se encaminó, precisamente, no sólo a combatirlo, sino a socavar las bases en que se apoyaba, tratando de ganarse la simpatía de los hombres ricos de la zona y sembrando la discordia entre las parcialidades indígenas. Para lo último se valió de un sujeto hecho casi a la medida de las circunstancias: Luis Salazar. Según Gay, Salazar era un hombre con todas las cualidades para tener éxito en la Araucanía: mucho tacto, una gran habilidad para moverse en un terreno sembrado de discordias, una constitución bastante robusta para soportar las fatigas y privaciones de la guerra Claudio Gay, Historia Física y Política de Chile. Historia, tomo VIII, Casa del Autor, París, 1871,(pp. 268-269. 5 Gay, obra citada, pp. 269-571. ' '' 32 Jorge Pinto, La Araucanía. 1750-1850 y, lo más importante, un valor sereno e i imperturbable. Por sus cualidades los indios lo llamaban Toquiquek) . Salazar no se limitó a operar entre las parcialidades de los llanos. Dirigiéndose a la cordillera trató de interceder también con los pehuenche, cuyo apoyo a los Pincheira concedía mayor fuerza a ese foco de resistencia. Salazar celebró con ellos varias reunio­ nes; sin embargo, lo que le reportó evidentes ventajas fue la presencia de Venancio Coñuepán, viejo cacique mapuche, partida­ rio a toda prueba del ejército republicano. Al parecer, las viejas lealtades de Coñuepán con don Ambrosio Higgins, padre de don Bernardo, lo habrían comprometido con los emisarios del hijo de su antiguo aliado. Gay reproduce una arenga que Coñuepán habríaj dirigido a los pehuenche para sumarlos a la causa republicana de notable interés porque recoge con toda claridad la idea de construir una casa y una gran familia o hermandad nacional, con los indígenas incluidos. “No estéis persuadidos, les dijo, que los que os están mirando, oyendo y hablando vienen con cara enmascarada y doblado su corazón para engañaros. Las palabras que voy a comunicaros son las mismas que les dio mi primo Lincogur ahora nueve meses, pues las tenéis presentes; este os dijo a nombre del Supremo Jefe de que salieseis de la ceguedad a que estabais reducidos, creyendo falsedades y promesas que se vuelven humo. Nuestras palabras no dimanan de nuestro solo parecer, sino del principal jefe de la nación, que os hable llamándoos a la tranquilidad o paz; para ello os dice saldréis de las lobregueras de los montes a que os habéis reducido a vivir como leones y las zorras, atemperados al clima de las fieras; no mis hermanos caciques. Salgamos huyendo del estado de embrutecidad y pasemos a comunicarnos unos a otros, gocemos de las campiñas, fertilidad de las aguas abundantes que nos dio el autor de la naturaleza, edifiquemos casas grandes a donde podamos criar nuestros hijos y educarlos, labremos la tierra para plantar y desparramar semillas que su fecundidad nos 46 Gay, obra citada, pp. 278-27JX Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 dará suficientes productos, fomentará nuestros hijos; unámonos a nuestro gobierno y pasemos a gozar la casa grande que está fabricando: en ella descansando disfrutaremos de los manjares que nos tienen preparados para nuestro regalo y refrescamos con sus bebidas; para esto os llama nuestro gran Toquiquelo”4 . El texto de Gay, si se ajusta a lo que habría dicho Coñuepán, no puede ser más elocuente. El cacique habría pedido a los pehuenche colaborar en la construcción de la casa grande que estaban edificando los jefes de la nación. Era la casa nueva o el nuevo país en el que textos podrían cobijarse para gozar mejor los bienes de la naturaleza47 48. Obviamente, construir esa casa signifi­ caba abandonar la que habían levantado al amparo de la complementariedad de la economía indígena con la economía capitalista y los acuerdos sellados ei^ los parlamentos y pactar con las nuevas autoridades de Chile ; aunque habría que decir, de todas 47 Claudio Gay» obra citada» pp. 288-289. Es indudable que este texto, como varios otros que hemos citado y que citaremos más adelante, dan cuenta del proceso de construcción del estado y la nación en los orígenes de la República. Al parecer, el estado, que involucra territorio y población, fue pensado en Chile, desde el punto de vista territorial, como una casa que debía construirse con el esfuerzo de todos los pobladores que lo habitaban desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos; y, desde el punto de vista de la población, como una hermandad o gran familia a la que debían integrarse todos los habitantes del mismo territorio. Esa gran familia pasaría a ser la nación política» sujeta a las normas que dentro de la casa impondrían las autoridades del país. La nación política resultaba, así, de la unión de diferentes naciones culturales» una de las cuales sería la araucana. En efecto, nadie discutió en la primera mitad del siglo XIX que los mapuche eran distintos a los chilenos. En 1859» Vicente Pérez Rosales habló, por ejemplo, en su Ensayo sobre Chile (Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1859), de un territorio poblado por dos razas» una mixta y otra araucana, que se podían unir para formar la gran familia nacional (215). Algunos llegaron a pensar incluso que los chilenos arrancaban del indígena, pero no dejaron de reconocer que eran diferentes. En todo caso, la idea de la casa y la familia para definir a Chile y los chilenos, parece arrancar del “orden hacendal”, tan influyente en Chile, tal como lo ha sugerido Bengoa (El poder y la subordinación. Ediciones Sur, Santiago, 1988 y Haciendas y campesinos. Ediciones Sur, Santiago, 1990). Sobre el tema del estado y la nación hemos seguido, básicamente, trabajos de autores como Weber, Gramsci, Gellner, Balivar y Wallerstein, Hobsbawn, Hroch, Anderson y Fossart. Silvia Ratto en un artículo muy interesante publicado recientemente señala que los indígenas de Buenos Aires habrían tenido dos problemas para admitir el poder de las nuevas autoridades bonaerenses. En primer lugar, el interés que i. Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 maneras, que Coñuepán no renunciaba con ello a su propia identidad y a la convicción que le asistía de formar parte de un mundo distinto al del “huinca”. En un texto que recoge Mariano Campos Menchaca, el mismo Coñuepán que invitaba a los pehuenches a construir la casa nueva con las autoridades chilenas, ofrecía a Bernardo O’Higgins el asilo del “estado araucano” cuando tuvo que abdicar en 1823 y partir al exilio en el Perú. Sus habitantes, le decía Coñuepán, no olvidan la amistad contraída con tu padre50. A la resistencia encabezada por Benavides y Picó en los llanos, se sumó la del cura Ferrabú en la costa y la de los Pincheira en la cordillera. Ferrabú operó en una zona difícil. El contacto más prolongado que habían tenido los indígenas de aquella zona con los hispanocriollos de las cercanías de Concepción, desde donde operaban las nuevas autoridades, hacía presumir que la resistencia sería menor. Sin embargo, Ferrabú fue capaz de unir a los viejos misioneros, cuyo temor frente a las nuevas autoridades los había transformado en el sector más conservador de la iglesia, y a los mercaderes que se internaban por allí a traficar con los mapuche, tan asustados como los franciscanos frente los cambios que se estaban produciendo. Ferrabú fiie traicionado en 1824 y ajusticiado el 2 de septiembre de ese año. Luego de su muerte fue reemplazado por Candelario Cruz, pero la derrota de éste, en enero del año siguiente, cerró un foco de resistencia que había provocado enorme preocupación a las autoridades de Santiago. La derrota y muerte de Picó, ocurrida a fines de octubre de 1824, generó el ambiente propicio para buscar un entendimiento con los mapuche, todavía contrarios a cualquier alteración que rompiera las condiciones que observan por parte de éstas de sus tierras y, en segundo lugar, la ausencia de un poder centralizado con el cual parlamentar (“Conflictos y armonías en la frontera bonaerense, 1834-1840". En Entrepasados, N° 11, Buenos Aires, 1996, pp. 21-34). Nuestra impresión es que en Chile habrían operado, al menos, tres factores: a) la lealtad de los mapuche con las antiguas autoridades españolas, sellada en los parlamentos coloniales, b) el riesgo de perder la participación que habían logrado algunos grupos y dirigentes mapuche en los circuitos comerciales que se habían desarrollado en la región, y, c) el peligro de perder las cuotas de poder que ya habían alcanzado al tener que negociar con agentes desconocidos. Estas razones, habrían inducido a Coñuepán a convencer a los pehuenches de pactar con las autoridades chilenas, al margen de la amistad que Venancio tuvo con don Ambrosio Higgins y que extendió a su hijo Bernardo, tal como ya lo hemos señalado. Mariano Campos M., Nahuelbuta. Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1972, pp. 160-161. 35 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 imperaban en la Frontera. El 30 de diciembre de ese mismo año el coronel Barnechea logró celebrar en Tapihue un parlamento con Mariluan que restableció la paz amagada por la lucha por la Independencia. Fue un paso importante porque Mariluan era un cacique difícil de doblegar. Viejo amigo de los franciscanos y designado cacique gobernador a sueldo por parte de las antiguas autoridades coloniales, actuaba con firme lealtad y convicción1 *3* . Por el Parlamento de Tapihue Mariluán logró que se mantuviera el Bio Bio como frontera entre los dos mundos y que los mapuche fueran tratados como ciudadanos de la república de Chile, gozando de todos sus privilegios. Terminada la ceremonia, Gay dice que Mariluan habría pedido perdón a Dios, diciendo: “Señor, Dios, no tengo la culpa, sino mis padres, que jamás me advirtieron que los españoles eran nuestros tiranos v que nos habían quitado nuestra libertad”5 . De acuerdo al texto que citamos, y casi irónicamente, Mariluán dejaba en evidencia las ventajas de la vieja frontera. Ni él ni los suyos se habían dado cuenta de los crímenes de los españoles hasta que las nuevas autoridades se los hicieron ver, a pesar de que la vieja sabiduría mapuche les enseñaba que el orden imperante hasta entonces los había beneficiado a todos. Los Pincheira resistieron por un tiempo más prolongado en la zona cordillerana, movilizando también a sus hombres a través de montoneras o guerrillas y contando con el apoyo de diversos grupos indígenas que, cuando no los apoyaban materialmente con conas o pertrechos, los protegían, al menos, de las tropas del ejército republicano. Una interesante relación del coronel Jorge Beauchef de una expedición dirigida contra ellos en diciembre de 1826 da cuenta de como, a pesar del apoyo aparente que Beauchef encontró entre algunos grupos pehuenche, no pudo dar con José Antonio Pincheira y los demás cabecillas, siempre informados oportunamente de la presencia de las tropas del ejército de Chile33. 1 Tomás Guevara, Los Araucanos en la Revolución de la Independencia, frnprenta Cervantes, Santiago, 1911, p. 299. Claudio Gay, obra citada, p. 304. Memorias militares para servir a la Historia de la Independencia de Chile del coronel Jorge Beauchef, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1964. El documento citado en pp. 254-270. Villalobos señaló que el apoyo que los pehuenche brindaron a los Pincheira resultó fatal para ellos por los efectos de la 36 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Y allí se mantuvieron hasta 1830, provocando alguna desazón en las autoridades del país54. En realidad, es difícil admitir que una resistencia tan larga fuese producto sólo de una banda de delincuentes desalmados, tal como lo ha tratado de demostrar la historiografía liberal. Tal vez, no sea temerario presumir que los Pincheira actuaron protegidos pollos misioneros franciscanos y algunos hacendados de la zo­ na55, al margen del apoyo que, sin duda, les prestaron los pehuenche de esta y la otra banda de la Cordillera. Guevara reco­ noce que los franciscanos se encargaron de mantener vivo el terror frente a los cambios que se anunciaban en caso de triunfar la Independencia y que los jefes militares que la resistían compren­ dían muy bien que $ apoyo de los indígenas era fundamental en la lucha por su causa56. Al grupo rebelde se agregarían también los desertores del llamado ejército patriota que, impagos o empo­ brecidos, se sumaban a este frente de resistencia que puso en jaque a las autoridades de Santiago. De acuerdo a lo que señala Claudio Gay, el poder alcanzado por los Pincheira le permitió a uno de ellos, Pablo, ser reconocido como coronel y jefe de las tropas del sur por las autoridades de Mendoza. Manuel Bulnes también le habría propuesto, en 1831, un arreglo que Pablo Pincheira habría aceptado bajo la condición de que se le conservase el cargo y sueldo de comandante y que jamás se le obligase a luclp^r contra las tropas que el rey de España pudiese enviar a América* 56 . Como guerra y por los cambios que debieron introducir a sus costumbres de vida. Véase, Los pehuenches en la vida fronteriza. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1989, p. 236. Recientemente se han publicado dos interesantes trabajos que entregan una visión más amplia de esta época y la acción de los Pincheira en Argentina. Véase, Martha Bechis, “Manipulaciones de Rosas en la Araucanía, 1829-1831". En Boletín de Historia y Geografía, N° 13, Universidad Católica Blas Cañas, Santiago, 1997, pp. 49-68; y, Daniel Villar, “Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra de los indios comarcanos (y extra comarcanos) contra la Vanguardia de Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca”. En Relaciones inter­ étnicas en el sur bonaerense, 1810-1830. Daniel Villar (editor). Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1998, pp. 79-133. 5 Bengoa dice que los franciscanos intervinieron a través de la escuela misional que tenían cerca de Santa Bárbara, influyendo en los pehuenche y algunos hispanocriollos de la zona en favor del rey. Bengoa, obra citada, p. 141. 6 Tomás Guevara, obra citada, p. 283. 57 Claudio Gay, obra citada, pp. 340-341. Los Pincheira, a quienes nos hemos referido varias veces en este artículo, eran cuatro hermanos, hijos de un campesino de la hacienda de Cato, vecina a Chillán. Antonio, el mayor, había 37 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 se puede apreciar, no se trataba sólo de bandidos que actuaban sin apoyo y respaldo de otros sectores sociales. En nuestra opinión, los Pincheira expresaban, una vez más, la resistencia de ciertos grupos de la sociedad regional frente a un proyecto político en cuya gestación no había participado. Las operaciones de los Pincheira no fueron, sin embargo, las únicas que preocuparon a las autoridades de gobierno hacia 1830. De nuevo en los llanos surgió otra amenaza, encabezada esta vez por un viejo militar “patriota”: Ramón Freire. Convencido éste de que podría recuperar el poder después de su derrota en 1823 y el consiguiente exilio en el Perú, pensaba regresar de Lima y capitalizar la resistencia regional en su propio beneficio. Portales y Prieto, que ya manejaban los hilos del poder, sabían muy bien el peligro que esto significaba. Prieto, jefe todavía de las fuerzas del sur, poco antes de asumir la Presidencia de Chile, prevenía a Portales respecto de esta situación, diciéndole que Freire pensaba regresar de Lima y ganarse el apoyo de los indios, ya que contaba con el respaldo de algunos comerciantes de Concepció^ que no ocultaban sus temores por los cambios que se avecinan58. Prieto comprendía mejor que nadie la gravedad del problema. Por esta razón, sostenía que el hombre llamado a dirigir los destinos de la nación debía estar atento a lo que ocurría en la Araucanía, visitando incluso “estas fronteras tan contagiadas de desorden y que siempre amenazan la tranquilidad de la República”5 . combatido en Maipú en el ejército realista, transformándose en el jefe de la banda hasta su muerte, ocurrida en 1823 por causa de un balazo. Santos, el segundo, murió ahogado en un río de la cordillera, mientras huía a refugiarse entre los pehuenche. Pablo, el tercero, dirigió la banda hasta 1832, cuando fue fusilado por el general Manuel Bulnes. Por último, José Antonio, el menor, pasó la cordillera en 1827, emprendiendo diversas acciones contra las autoridades y hacendados de Mendoza, Santa Fe y Córdoba, aliado con caciques como Lepín, Cañiuquir y Mariano Rondeau. Después de la muerte de Pablo, José Antonio decidió pactar con el general Bulnes en Chile, retirándose a una propiedad que tenía en Alico, donde murió en 1884, a los 85 años de edad. Abundantes noticias sobre los Pincheira en las obras de Vicuña Mackenna y Gay, ya citadas y en Carlos Grau, El Fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra, Publicaciones del Archivo Histórico de Buenos Aires, Dirección de Impresiones Oficiales, La Plata, 1949, pp. 113-121. Carta de Joaquín Prieto a Diego Portales, Chillán, 20 de febrero de 1831. En Cartas de don Joaquín Prieto a don Diego Portales, Editorial Universidad Católica de Chile, Santiago, 1960, pp. 53-59. Sobre este punto véase también gecbis, “Manipulaciones de Rosas”, p. 57. Carta de Prieto a Portales, Chillán, 20 de mayo de 1831. En obra citada, pp. 87-92. La ref. en p. 88 38 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Las preocupaciones de Prieto no dejaban de tener sentido. Además del prestigio que Freire tenía en la región, contaba con el respaldo de hombres de la zona que antes habían apoyado la causa republicana y que gozaban de mucho prestigio entre jos indígenas, entre ellos el famoso Salazar y el coronel Bamechea60. Sin embargo, a pesar de los temores de Prieto, las cosas en la Frontera se empezaban a calmar. Los Pincheira fueron derro­ tados y Freire no tuvo éxito. Atrás había quedado también una amenaza que no pasó inadvertida para los observadores de la época: la presencia de José Miguel Carrera entre los indígenas de las Pampas. Si los indios de las Pampas, decía El Mercurio de Chile en su edición del 6 de febrero de 1823, hubiesen tenido otra ilustración o cabeza que don José Miguel Carrera, habrían sido un nuevo y formidable enemigo6 . Ese enemigo era una especie de peligro latente que las autoridades chilenas siempre tuvieron en la mira. En cierta medida, la lealtad de Venancio Coñuepán les permitió contar con un aliado que jugó un rol fundamental en los esfuerzos por contener la resistencia que despertó en la Araucanía la causa republicana. Coñuepán habría viajado incluso a las Pampas, donde finalmente murió, combatiendo a los Pincheira y evitando que los indígenas de la otra banda de la Cordillera se unieran a los de Chile en su lucha contra los nuevos grupos dirigentes que estaban asumiendo el control del país. Coñuepán no fue el único cacique mapuche que emigró a las pampas. Evitando algunos la guerra o aprovechando otros las circunstancias para establecer nuevas alianzas y ampliar sus redes de poder, no fueron pocos los caciques que cruzaron la cordillera para radicarse en esa zona. Además de las figuras más conocidas del propio Coñuepán y Calfucura, el p. Meinrado Hux da noticias de Cañiuquir, Mariano Rondeau y de varios más, cuyas acciones empezaron en la Araucanía y terminaron en Argentina62. Este éxodo a las pampas puedo haber sido, tal vez, uno de los hechos Papeles de Rodríguez Aldea. En CDICH, tomo XXXVII, pp. 303-306. Aldea, hombre también de la zona, se apoya en las cartas de Prieto a Portales. Bechis ha logrado identificar a los caciques que se habrían alineado en favor de Freire. En su opinión, en 1830, la Araucanía se había vuelto a dividir como en los años la Guerra a Muerte. Véase, ob. cit., p. 57. El Mercurio reproduce ese día una crónica titulada Buenos Aires, en el que comenta lo que aquí señalamos. Colección de Antiguos Periódicos, tomo XIV, Pí 435■ Meinrado Hux, Caciques borogas y araucanos. Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1992. 39 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 más importante que generó la independencia para los gnipos indígenas que vivían al sur del Bio Bio. Por último, aunque no entra en el propósito de este artículo referirse al rol de las mujeres en esta resistencia regional, es difícil pasar por alto algunos comentarios sobre este punto. Desde luego, hay una figura que llama la atención: Teresa Ferrer, la mujer de Vicente Benavides. En medio de circunstancias azarosas y de la rudeza de las campañas militares, no fueron pocas las veces que estuvo a su lado, ejerciendo, al parecer, una cierta influencia sobre él. También llama la atención las numerosas mujeres que aparecen involucradas en los procesos que se siguieron a los desertores o soldados acusados de no cumplir con su deber en el ejército chileno63. Como es obvio, se trataba de un ejército compuesto por hombres jóvenes, detrás de los cuales marcharon sus hermanas, esposas o amantes. Los grupos indígenas arrastraban también a sus mujeres, como queda demostrado en las Memorias del coronel Jorge Beauchef que citamos en páginas anteriores. Por último, al amparo de la guerra, se acentuó en esos años la captura de cautivos. Tenemos una lista de aproximadamente 200 rescatados por el general Bulnes en 1835, de los cuales 145 son mujeres; es decir, poco más del 72 % del total64. En la mayoría de los casos, se trató de mujeres cautivadas a muy temprana edad, en las primeras campañas de la guerra (1817-1818), ninguna de las cuales había salido del territorio indígena desde esos años. La mayoría eran de la zona de Concepción y la frontera chilena, aunque algunas procedían de Buenos Aires, San Luis y Mendoza, desde donde habían sido trasladadas por los indios a Chile. Varias recordaban el castellano, otras vivían prácticamente como indígenas. b) El retorno a los viejos mecanismos de relaciones fronterizas (1830-1850) Coincide el proceso de pacificación de la Frontera con otro hecho de enorme gravitación en la historia de la vieja frontera: la Véase, por ejemplo, los procesos que aparecen en el tomo XVIII del Archivo (£e don Bernardo O*Higgins, Universidad Católica de Chile, Santiago, 1979. Este listado se encuentra en una nómina preparada por el general Manuel Bulnes el 20 de mayo de 1835. En Actas de la Cámara de Senadores, Sesión N° 32 del 14 de septiembre de 1835, doc. 680. Agradezco a mis alumnas del Programa de Maestría en Historia de la Universidad de Santiago, María Inés Risi y Mónica Muñoz, haberme proporcionado una copia de esta Sesión de la Cámara. 40 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 decisión de los grupos dirigentes de fijar su atención en el norte del país. En efecto, luego de la Independencia parece que nuestra clase dirigente presumió que el futuro del país dependía de su capacidad de vincularse a las economías más dinámicas de la época, vale decir, Inglaterra y Europa Occidental. Esto significaba prestar especial atención a la producción minera del norte y a la agricultura del Valle Central. Hacia esas actividades se orientaron la preocupación de los empresarios locales y de los inversionistas inglesas. El propio Portales intentó, poco después de la Independencia, establecer en las cercanías de Valparaíso, una planta refinadora de cobre que permitiera procesar un metal que fue vital para el país y el progreso de la revolución industrial en Europa . Los agricultores también fijaron su atención en el norte. Hasta el momento mismo de la Independencia, los mercados que habían estimulado la producción agroganadera de las haciendas y estancias del Valle Central y la región de Concepción (incluida la Araucanía), estaban en los distritos mineros del norte Chile, Lima y Alto Perú. Aunque la Independencia generó graves dificultades a este comercio, sobre todo con el Perú, nuestros agricultores sabían que la situación sólo se podría remediar si se recuperaban esos mercados. A eso habría apuntado la primera guerra contra la Confederación Perú-boliviana en la década del 30, cuyo desenlace en favor de Chile, habría permitido a nuestros agricultores recuperar aquellos mercados06. En 1836, Portales decía que derrotar a la Confederación significaba conseguir la segunda independencia, es decir, aquella que aseguraba al país el control exclusivo del Océano Pacífico, por donde deberían fluir las mercaderías chilenas que se enviaban al exterior65 *67. Controlados todos los focos de resistencia que la Independencia había provocado en Concepción y la Frontera y con la atención puesta en el norte, era difícil que los empresarios chilenos, los inversionistas extranjeros y las propias autoridades de gobierno se fijaran en la Araucanía. Definitivamente, estas últimas estaban preocupadas de otras cosas y así lo dejó entrever el general Manuel Bulnes en 1831, cuando Rosas le pidió colaboración para 65 Diego Portales, Epistolario, 1821-1837. Imprenta de la Dirección de Prisiones, Santiago, 1936, tomo I, p. 314. Luis Vítale, Interpretación niarxista de la Historia de Chile, Tomo III, PLA, £antiago, 1971, pp. 168-176. Portales, obra citada, tomo III, pp. 452-454. 41 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 enfrentar juntos a los mapuche de la vieja frontera. De acuerdo a lo que refiere Zeballos, Rosas se habría dirigido al general Bulnes, por entonces la máxima autoridad militar en el sur de Chile, solicitándole su ayuda para terminar con el problema indígena. Dos años más tarde, el gobierno chileno se habría excusado, señalando que ese no era un problema para el país6 . En realidad, Rosas había escrito primero al presidente José Tomás Ovalle, solicitándole su colaboración para “arribar a una paz general con las tribus vecinas a ambos estados” y terminar con Pablo Pincheira, “por los peligros que hace por si en ambos estados, asociándose a los indios más perversos ... siendo el tal Pincheira un arrimo defensor de los supuestos derechos de Femando VII”6 . La respuesta de Ovalle fue del mismo tenor de la que le dirigiera más tarde el general Bulnes: estando .en paz los indios chilenos, el gobierno procuraría mantener ese estado de relaciones con el mayor esmero, aprovechando, sobre todo, los buenos oficios de Venancio Coñuepán 0. En virtud de esto, las autoridades republicanas optaron por retomar los antiguos mecanismos que regulaban las relaciones fronterizas: los parlamentos y las misiones de la iglesia. Ambas contribuían a tranquilizar a los indígenas y a mantener el equilibrio que permitía a los viejos actores del mundo fronterizo desenvol[ verse sin dificultades. En rigor, durante la lucha por la Independencia, la resistencia indígena no comprometió a toda la población ultra Bio Bio. Los costinos se mantuvieron casi siempre aliados al gobierno chileno y entre las parcialida‘des llanistas, que fueron las que más se opusieron a los cambios, hubo varios caciques que apoyaron al llamado ejército patriota. Los pehuenche, en cambio, como viejos aliados de las autoridades coloniales, se movilizaron casi en masa contra los revolucionarios. Los indios de la cordillera, tal como lo sugiere un estudio reciente68 *71, venían saliendo de una serie de conflictos que se prolongaron a propósito de las acciones de los 68 • Estanislao Zeballos, La Conquista de quince mil leguas. Editorial Háchete, Rueños Aires, 1958, pp. 270-272. Carta de Rosas a José Tomás Ovalle, Buenos Aires, 5 de agosto de 1830. ^ranscrita por Bechis, “Manipulaciones de Rosas”, pp. 64-65. Transcrita por Bechis, ob. cit., pp. 65-66. Bechis hace un excelente análisis ^lel problema que estamos analizando. Juan F. Jiménez, “Guerras inter-tríbales y economía en la cordillera de los Andes (1769-1789). El impacto de los conflictos sobre la economía de los pehuenche de Malargüe”. En Revista Frontera, N° 16, Universidad de la Frontera, Temuco, 1998, pp. 41-51. 42 Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850 Pincheira. Por eso, reactivar los parlamentos y las misiones parecía una alternativa interesante que el gobierno chileno consideró muy oportuna. En realidad, los parlamentos nunca fueron abandonados. En las páginas anteriores hemos visto que durante la lucha por la Independencia se siguieron utilizando. Nunca se negó tampoco su valor72; sin embargo, a partir del de'Tapihue de 1825, parecen haber recobrado la importancia de los años previos al conflicto. En ' la década del 30 se celebraron varios con diversas parcialidades con el propósito de ir reconstituyendo las redes lastimadas por la lucha de las décadas anteriores. Esas luchas habían dejado en precarias condiciones a toda la sociedad fronteriza, cuya economía empezaba a recuperarse lentamente. El mundo indígena también se había fracturado en la lucha, lo que alentó a algunos jefes militares a plantear la idea de avanzar la línea de la frontera más al sur del Bio Bio. y “Puedo asegurar a V.S. -escribía el general Manuel Bulnes al presidente Joaquín Prieto en 1833, refiriéndose a los mapuche- que están tan abatidos y tan domado su antiguo orgullo, que sin el menor inconveniente podríamos avanzar nuestra insignificante línea de frontera al otro lado del Bio Bio, y aún reedificar las principales ciudades arruinadas que habían en su terrenos, si la República tuviese habitantes y recursos para hacerlo. La brillante oportunidad que se nos presenta es digna de la meditación del Supremo Gobierno, por lo que me apresuro a ponerlo en conocimiento de V. S. para los fines que convengan”7 . 72 Es interesante recoger aquí un breve comentario que hizo El Mercurio de Chile en 1823 al referirse a las bases de la representación nacional. En una clara referencia a los parlamentos, el periódico decía: “Nuestros padres los araucanos ejercían los actos del poder supremo reunidos en vastas llanuras ... Pero alejándose los hombres de la vida salvaje ... imaginaron la representación”. Como se puede apreciar, no se ponía en tela de juicio la validez de estas reuniones. La cita en El Mercurio de Chile, N° 22, 1823, Colección de Antiguos periódicos, tomo XIV, Editorial Nascimenlo, Santiago, 1960, p. 448. 3 El Araucano * N° 167. Agradezco esta información al profesor Iván Inostroza. 43 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Sin embargo, el proyecto no pasó más adelante, pues una eventual resistencia indígena habría obligado al país a desviar su atención hacia objetivos secundarios, sobre todo cuando estalla la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, a fines de 1836. Manuel Bulnes, comandante del ejército de la frontera, lo sabía muy bien, por eso, aunque reconocía que los indígenas seguían provocando una cierta alarma en la región, se empeñó en combatirlos a través de algunas correrías y fomentar la amistad con los grupos más leales al gobierno, vale decir, los indios de la costa y los pehuenche. Al mismo tiempo, insistía en mantener a los caciques a sueldo y, aunque desconfiaba de lajjalabra de los mapuche, buscó varias veces parlamentar con ellos'4. Sucesivos parlamentos celebrados en 1836 y 1837 terminaron en acuerdos que se ratificaron en el Parlamento General de Santa Fe el 29 de enero de 1838, al que asistieron “ciento catorce cabezas de reducciones de los cuatro butahalmapus” . Un par de años antes, en 1835, el Ministro de Guerra y Marina del Presidente Joaquín Prieto, don José Javier de Bustamante en su informe presentado al Senado daba cuenta de los acuerdos de paz que se estaban logrando con los mapuche. “¡Quiera el cielo permitir, agregaba el Ministro, que en adelante no oigajpos hablar más de la ominosa guerra con los valerosos araucanos!” . Junto a los parlamentos el gobierno reactivó las misiones. Para estos efectos, envió a Roma, en 1835, al sacerdote argentino Zenón Badía a reclutar franciscanos italianos que estuviesen dispuestos a hacerse cargo del Colegio de Propaganda Fide de Chillán y retomar la labor que antes habían desarrollado los religiosos de la misma orden que, por adherir a la causa del rey, fueron expulsados del país. En 1849 el gobierno reforzó esta 4 Carta del Jeneral Manuel Bulnes al Ministro de Guerra, Los Angeles, 20 de mayo de 1835. En Sesiones de la Cámara de Senadores, Sesión Ordinaria del 14 septiembre de 1835, anexo 675, pp. 468-472. Comunicación de la Comandancia General de la Alta Frontera, Nacimiento, 2 de febrero de 1838. ANS, GM, vol. 232. De acuerdo a Sotomayor Valdés, en marzo del mismo año se habría celebrado otro parlamento en Arauco al que asistieron más de 20 caciques y el intendente de Concepción José Antonio Alemparte en representación del gobierno de Chile. Al parecer, se trataría de un parlamento distinto al de Santa Fe y de dimensiones más reducidas, destinado a conferenciar con los caciques abajinos. Véase ob. cit, tomo III, p. 258. El Informe del Ministro de Guerra en la Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores del 14 de septiembre de 1835, Anexo 652, pp. 441-451. La cita en p. 449. 44 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 decisión al contratar capuchinos, tamban italianos, para las misiones que estaban al sur del río Cautín”. Los parlamentos y las misiones fueron reordenando el mundo fronterizo. Se produjeron, naturalmente, algunos cambios. (Él viejo ejército colonial fue reemplazado por una especie de ejército nacional que tuvo que demostrar mayor eficiencia para controlar la resistencia que provocó la Independencia.^Con todo, siguió siendo un ejército mal pagado y con altos índices de deserción. En 1822 Freire se quejaba amargamente a O’Higgins, diciéndole que mientras en Santiago las tropas estaban bien remuneradas, en Concepción el estado del ejército era desastroso. He tenido que recurrir, agregaba Frei^|, a los trigos de exportación para saciar el hambre de los soldados. Las mismas quejas repetía el Ministro de Guerra en 1835 en el documento que citamos más arriba. Algunos funcionarios fronterizos como los comisarios de naciones, capitanes de amigos y lenguaraces, siguieron operando, aunque disminuidos en su rol, como en los viejos tiempos coloniales. Un estudioso de nuestros días afirma que a partir de la Independencia estas instituciones fronterizas sufrieron una crisis de funcionamiento que se expresó, al menos, en tres aspectos: la pérdida de recursos materiales para operar; el traspaso de algunas funciones a otros niveles de la administración y, el debilitamiento de sus conexiones con la administración central y regional. Sin embargo, este mismo autor reconoce que se trató sólo de un resquebrajamiento del sistema, pero no todavía de su reemplazo por otro . El estado empezó también a sugerir la traída de inmigrantes europeos para reemplazar las antiguas formas de poblamiento de la región. Ya en 1825 La Abeja Chilena daba cuenta de las gestiones don Mariano Egaña, como Ministro 77 Sobre este punto véase los trabajos de Holdenis Casanova y Sergio Uribe incorporados al libro Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1988 y nuestro artículo "Jesuitas, franciscanos y capuchinos italianos en la Araucanía (1600-1900). En Revista Complutense de Historia de América, N° 19, Madrid, 1993, pp. 109-147. Carta de Freire a O’Higgins, Concepción, 4 de septiembre de 1822. En Escritos y Documentos del Ministro de O’Higgins Dr. Don José Antonio Rodríguez Aldea, Imprenta Cultura, Santiago, 1953, tomo II, pp. 145-147. La rcf. en p. 145. ’ Jorge Vergara, El estado nacional chileno y los pueblos indígenas. El caso de los mapuche de Valdivia, Osomo y Llanquihue, 1840-1880. Tesis de Doctorado en Sociología, Universidad Libre de Berlín (en preparación). 45 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 Plenipotenciario en Londres, para traer desde Europa “hombres laboriosos, destinados a desarrollar la riqueza de nuestros felices terrenos” ubicados al sur del Bio Bio8081 . Años más tarde, en 1842, El Agricultor publicaba un extenso proyecto de colonización que la Sociedad de Agricultura había enviado al gobierno para coloni­ zar la Araucanía, que insistía sobre lo mismo 1. Sin embargo, no serían todavía los años en que florecería la inmigración hacia la Araucanía. Hubo, por último, algunos estudios sobre la región que demuestran el escaso interés de las autoridades por alterar las reglas del juego que imperaban en la Araucanía. Tal vez el más importante fue un informe de don Antonio Varas elaborado en 1849, después de una visita que practicó a la frontera el año anterior. En realidad, el informe de Varas se originó en un proyecto de ley que el Presidente Bulnes envió al Congreso para regular la situación administrativa de Magallanes, que el Senado hizo extensivo a la Araucanía. Es decir, no fue iniciativa del gobierno solicitar un informe sobre la frontera o proponer algunos cambios en relación con ella, sino una sugerencia del Senado. El propio Senado en la reforma que introdujo al proyecto del ejecutivo, y que esta vez incluyó a la frontera, sólo se limitó a proponer, siguiendo las recomendaciones del visitador, que ésta quedara bajo la exclusiva dependencia del Presidente de la República, facultándolo para dictar las ordenanzas que juzgara más conveniente para su gobierno y protección de los indígenas 2. Varas, que se hizo asesorar por gente plenamente informada de lo que ocurría en la Araucanía, partió reconociendo que los indígenas y españoles que compartían este territorio se gobernaban por leyes y costumbres diferentes entre si. Mientras los primeros conservaban las viejas prácticas coloniales, los segundos admitían las leyes de la República. Ambos, indígenas y españoles, reconocían la autoridad de los Intendentes; pero, los mapuche, decía Y^ras, seguían comportándose como súbditos del rey de España83. Someterlos a una autoridad que siempre han mirado como extraña, sería despojarlos de la independencia que tanto 80 La Abeja Chilena, N° 7, Santiago, 26 de agosto de 1925. En Colección de Antiguos Periódicos Chilenos, tomo XX, pp. 56-60. La ref. en p. 56. 81 N° 22, abril de 1842. 82 El proyecto de ley del ejecutivo y la propuesta del Senado en Informe presentado a la Cámara de Diputados por el Visitador Judicial de la República, Antonio Varas, Imprenta de Julio Belin i Compañía. Santiago, 1849. 3 Varas, Informe, pp. 4-5. 46 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 estiman y exitarlos a mirar como odioso el camino para atraerlos al bien. Emplear la violencia con ellos sería proponer una verdadera conquista, que despertará la altivez guerrera del araucano, hará el triunfo difícil y provocará una situación alarmante para las provincias del sur, mucho más de lo que a primera vista podría imaginarse, sin considerar la carga de injusticia que encierra una decisión de este tipo84. Por eso, recomendaba VarasT hay que desarrollar un régimen basado en lo que ya existe85((_A la larga, retomando algunas apreciaciones de Domeyko y otros observado­ res que con antelación se habían referido al tema, Varas insistía en la importancia de las misiones, la escuela y, en general, los medios pacíficos para incorporar al indígena a la civilización86. En suma, la frontera debía seguir regulándose bajo los principios que habían imperado hasta entonces.) Esa fue la Araucanía que vio Domeyko y por eso su desencanto frente a los mapuche. En vez de un pueblo guerrero, encontró una población laboriosa que mantenía buenas relaciones con los hispanocriollos de las zonas vecinas o que incursionaban como mercaderes a las tierras indígenas. Fue también la Araucanía que alcanzaron a ver otros viajeros como Poeppig, Maas, Ried, Smith y Treutler. El primero, que recorrió la zona de Antuco en los años en que aún operaban los Pincheira, dejó un cuadro muy interesante del comercio que aquí se practicaba. ‘Tres o cuatro caravanas se dirigían anualmente desde aquí con algunas centenas de muías cargadas hasta muy adentro en Los Andes, para reunirse en determinados lugares con los indios. Suministraban a los nómades trigo y maíz, ferretería y chaquiras, recibiendo en ¿n / 84 Varas, Informe, pp. 5-6. 5 Varas, Informe, p. 7. i Un comentario muy parecido al de Varas se había hecho ya en 1826 en un artículo aparecido en La Estrella de Chile, N° 9, Santiago, 28 de octubre de 1826. Agradezco a mi colega Carmen Norambuena haberme facilitado este último documento. El planteamiento de Varas fue comentado también por Aquinas Ried en su “Análisis del informe presentado a la Cámara de Diputados sobre los medios de obtener la reducción y civilización de los indígenas por don Antonio Varas**, que publicó en la Revista de Santiago, tomo III, Imprenta Chilena, Santiago, 1849, pp. 330-338, coincidiendo con sus planteamientos. 47 Jorge Pinto, La Araucanía, 1750-1850 1 •' trueque sal y ganado. Este ^ymercio debe haber sido muy provechoso”8 . Smith, que vino después de Domeyko, en 1852, y Truetler, que estuvo en la Araucanía casi diez años más tarde, confirman la existencia de un espacio en el que se mantenían vigentes las relaciones pacíficas y las viejas formas de contacto fronterizo diseñadas durante la Colonia y que el gobierno de Santiago aún no alteraba. Los araucanos -escribía Vicente Pérez Rosales, ratifican­ do esta impresión- “no forman ya esa masa compacta y belicosa que era movida por el amor a la patria i el odio contra los españoles”. En su lugar había aparecido un pueblo de agricultores, que ha dejado atrás el pastoreo, para vivir de un modo estable en casas construidas de madera. Cultivan trigos, papas, habas, maíz y algunas plantas útiles a la economía doméstica; trabajan con mucha destreza riendas y lazos, no rehúsan la instrucción, acogen con solicitud a los herreros y envían a sus hijos a las escuelas de los misioneros, cuando éstas se hallan cerca de su domicilio. En suma, son hombres laboriosos y tranquilos87 88* . y Eran los años en que todavía predominaba un sentimiento de admiración hacia el mundo indígena, no marcada por la intención de ocupar sus tierras y barrerlo como expresión de lo que los positivistas llamaron barbarie. “Todo chileno siente en el fondo de su corazón el más grato placer de escuchar o referir las antiguas y modernas proezas de los héroes araucanos, y todos se glorían de que este pueblo esté situado dentro de los límites de la República”, decía el Ministro de Guerra, en 1835. El carácter del araucano, señalaba años más tarde José Victorino Lastarria, es el carácter de nuestro pueblo, carácter moldeado también por la influencia española. En la Araucanía, agregaba Lastarria, se conservaban varias “reducciones de chilenos naturales, que sin mezclarse con la población española, mantenían como en depósito sagrado los recuerdos y parte de las costumbres de sus antecesores”9 . Los 87 Eduard Poeppig, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829), Editorial Zig Zag, Santiago» 1960» p. 386. V. Pérez R.» obra citada» pp. 323-327. El entrecomillado en pp. 323-324. Conviene señalar que esta obra fue escrita en francés y publicada en Hamburgo para atraer inmigrantes a Chile. La traducción de 1859 al castellano fue hecha por Manuel Miquel. Informe del Ministro de Guerra ya citado» p. 447. ü José Victorino Lastarria. “Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile”. En Anales de la Universidad de Chile. N° 1, Santiago» 1846, pp. 199-271. La cita en p. 238. 48 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 araucanos, decía por último, en 1852, don Ramón Valentín García, Miembro de la Facultad de Teología y Ciencias Sagradas de la Universidad de Chile, deberán siempre ser recordados por nosotros por su valentía y por sus “esfuerzos heroicos por no subordinarse al poder de los conquistadores”9 . Francisco Bilbao, liberal por excelencia, letrado y formado en Europa, compartió esta mirada al mundo indígena. Aunque en sus juicios los llamó a veces salvajes, no dejó de reconocer sus virtudes y progresos. Los mapuche seguían siendo para él el alma de los soldados de la patria que lucharon por la Independencia y, ratificando una impresión que hemos venido sosteniendo en este trabajo, reconocía que el gobierno chileno había mantenido con ellos el mismo sistema de relaciones que habían practicado las autoridades españolas92. c) La ocupación y desintegración del espacio fronterizo (18501860) Hasta mediados del siglo pasado predominó la idea de que la Araucanía" formaba parte del territorio nacional y que los mapuche constituían una nación diferente a la chilena. Esa nación diferente, que ocupaba parte del territorio chileno, fue asociada a rasgos y valores que se traspasaron al pueblo chileno por provenir éste de aquella nación. Tal como decíamos en páginas anteriores, la propia Independencia se asoció a esos valores, sobre todo, al amor del araucano por la libertad y a su decisión de defenderla “por la razón o la ftierza”. Aunque ninguna de nuestras constituciones hizo referencia al problema que implicaba establecer el territorio y la nación, este se planteó cuando se discutieron los artículos correspondientes en las instancias previas a sus aprobaciones o cuando^se comentó el funcionamiento del sistema político de nuestro país93*. 1 Ramón Valentín García, Memoria sobre la historia de la enseñanza en Chile leída en la sección pública de la Universidad Nacional el 14 de noviembre de 1852. Imprenta del Estado, Santiago, 1852. Las referencias en pp. 3 y 9. Francisco Bilbao, “Los Araucanos”. En Obras Completas, pp. 336-345. 93 Las constituciones de 1822, 1823, 1828 y 1833 se limitaron a señalar, con ligeras diferencias, que el territorio de Chile se extendía desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos y desde las cordilleras de los Andes, hasta el mar Pacífico, comprendiendo el archipiélago de Chiloé, todas las islas adyacentes y las de Juan Fernández y que eran chilenos, en primer lugar, los nacidos en territorio de Chile. Como la nación fue definida como el conglomerado de chilenos, de acuerdo a estas constituciones los mapuche 49 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 En efecto, la primera referencia que tenemos de este asunto data de 1823, cuando se discutió en el Congreso la situación de algunos de sus representantes. En esa oportunidad, uno de sus miembros, don Juan de Dios Vial del Río, señaló que Chiloé nunca había pertenecido a Chile, planteamiento que apoyó el vice presidente, don José Gregorio Argomedo, agregando que . los chilotes y los araucanos no estaban en pacto con los congresales. “Ellos -dijo Argomedo- desde la emancipación de Chile no le pertenecieron un solo día; de consiguiente, no hay derecho para darles representación”94. Aunque las opiniones de estos congresales fueron rebatidas por otros miembros de la Asamblea95, el problema no se resolvió, volviéndose a plantear en 1828, cuando se discutía la Constitución de ese año. Entonces, hubo personeros que declararon abiertamente que la Araucanía era chilena, pero los araucanos miembros de otra nación96. Al aprobarse la Constitución de 1833, que regiría los destinos de Chile hasta 1925, el problema se mantuvo sin solución. Según Ramón Sotomayor Valdés, Mariano Egaña, autor del proyecto original, optó por reducir “todo esto dentro de la palabra República, con que designó y calificó a la nación”, evitando cualquier discusión97. Nueve años más tarde, en 1842, el problema se volvió a plantear cuando empezaba a cobrar fuerza la idea de debían considerarse tan chilenos como cualquier otro nacido en su territorio. Los textos constitucionales en Luis Valencia Avaria, Anales de la República, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1986. Un trabajo muy interesante para avanzar en el análisis de este tema es el de Martba Bechis, “Instrumentos para el estudio de las relaciones interétnicas en el período formativo y consolidación de los estados nacionales”. En Etnicidad e Identidad. Compilación de Cecilia Hidalgo y Liliana Tamagno, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, ^92. pp. 82-106. Sesión del 4 de agosto de 1823. En el Redactor de las Sesiones del Soberano Congreso. En Colección de Antiguos Periódico, tomo XVII, Ediciones de la giblioteca Nacional, Santiago, 1965, pp. 285-387. La cita en p. 387. Quizá la opinión más interesante fue planteada por el congresal presbítero Joaquín Larraín, quien sostuvo, refiriéndose a los chilotes, que éstos debían ser ^vitados a formar parte de la “asociación de la gran familia chilena” (p. 387). 7 Agradezco a H. Casanova haberme comunicado esta información. 97 Ramón Sotomayor Valdés, Historia de Chile bajo el gobierno del Jeneral D. Joaquín Prieto (4 tomos), tomo I, Imprenta Esmeralda, Santiago, 1900, p. 224. La opinión de Sotomayor se fundamenta en el hecho de que originalmente la Convención de discutió la Constitución la llamó Constitución Política de la Nación Chilena. Al revisar el término Nación, Egaña lo cambió por República, para evitar cualquier problema. Así, el título de esta Constitución dice “Constitución Política de la República de Chile” (véase Valencia Avaria, obra citada, p. 344). 50 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 colocar colonos extranjeros en la Araucanía. Un comentarista del periódico El Agricultor, que firmó como M. M., resumió con mucha precisión el pensamiento de varios intelectual^ y hombres del gobierno respecto de lo que estamos comentando98. Según él, la Carta Fundamental de 1833 establecía con toda claridad que el territorio que ocupaban los mapuche formaba parte de Chile . Eso no merecía dudas; sin embargo, el mapuche fue presentado como un pueblo vecino y como una nación de hombres “robustos y belicosos” que, en algún momento, podrían poner en peligro al país. Eran, pues, miembros de otro pueblo, de otra nación, 'cuyas tierras podíamos ocupar porque la Constitución decía que eran chilenas. No obstante, todavía por estos años, y aún hasta la primera mitad de la década siguiente, se seguía proponiendo que tal ocupación sólo se podía hacer con el consentimiento de los araucanos. Aún no se olvidada que su ejemplo había inspirado la Independencia y que con ellos incluidos se podía construir la “casa grande” o el Chile que brotaría de las ruinas coloniales._ Al mapuche se le miraba con respeto, con un dejo de admiración y reconociendo en él a nuestros antepasados. La nación no podía prescindir de ellos; más aún, se buscó con evidente claridad incorporarlos a la “chilenidad” de la primera mitad del siglo XIX. Las cosas cambiaron radicalmente en la segunda mitad del siglo pasado. En realidad, a partir de 1850 empezaron a conjugarse una serie-de-factores que desencadenaron la ocupación de la Araucanía por parte del gobierno chileno en medio de "una ideología de fuerte connotación antiindigenista que desintegró al viejo espacio fronterizo y se alzó como la peor amenaza que haya afectado al pueblo mapuche desde la llegada de los europeos en el siglo XVI. Entonces, todo el peso del estado en formación se dejó sentir, sin contemplaciones, sobre las fuerzas sociales que operaban en la Araucanía, imponiendo el proyecto de país y nación que habían formulado los grupos dirigentes a una región que hasta ahora había resistido los embates extemos. Diversos fueron los factores que precipitaron la ocupación. En el plano internacional, no cabe dudas que el aumento de la de­ manda de alimentos provocada por el crecimiento de la población mundial y las transformaciones que produjo la revolución indus­ trial estimularon la ocupación de regiones que hasta entonces se 98 “Necesidad de colonizar y poblar los terrenos baldíos y desiertos de la República, especialmente el de Arauco”. En El Agricultor, N° 22, abril de 1842, op. 206-211. ” Ibídem, p. 210. 51 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 habían mantenido casi en la periferia de la economía capitalista. Los avances del capitalismo inglés, mucho más agresivo y voraz que el español, y los progresos del transporte aceleraron este proceso. Así, la ocupación de la Araucanía se inserta en un movi­ miento de incorporación de tierras que afectó también a otras regiones de América, Africa, Asia y Australia. La situación del país también estimuló la ocupación de esta región. Desde luego, la constitución del estado generó condiciones muy favorables para emprender el avance más al sur del Bio Bio. Así mismo, la necesidad de tierras para sostener la política inmigratoria que se estaba fomentando, con el objeto de reemplazar en la Araucanía a los mapuche por los “laboriosos” europeos que se pensaba traer al país, y la crisis de 1857 parecen haber convencido a los grupos dirigentes de Santiago de que había llegado el momento de actuar en una región que empezaba a recorrerse insistentemente por la costa a propósito de los progresos de la minería del carbón. Por último, la revolución de 1859 y el discurso de la “barbarie” elaborado por los intelectuales positivis­ tas de la época parecen haber gatillado el avance del ejército chileno a las tierras de la frontera160. Al fin de cuentas, a partir de los años 50 todo el peso del estado en formación se dejó sentir sobre una región que hasta ahora había resistido los embates intervencionistas que venían desde el exterior. La necesidad de ocupar sus tierras concluyó una larga historia amparada en la complementariedad de dos econo­ mías muy diferentes: la indígena y la capitalista. El resultado de esa intervención fríe la desintegración del espació fronterizo que aquí existía y el colapso de todas las fuerzas sociales que habían surgido en él. La región sucumbía frente los proyectos modemizadores del Chile Central10 . 5. Modernización, inmigración y espacio fronterizo Los discursos sobre la necesidad de colocar a Chile en la senda del progreso y desarrollo material e intelectual de la humanidad, se empezaron a formular en nuestro país desde los* Estos factores han sido analizados por Sergio Villalobos, José Bengoa y Impuro Leiva en varios de sus trabajos. 1 He desarrollado más extensamente este tema en mi artículo “Integración y desintegración de un espacio fronterizo. Araucanía y las Pampas, 1550-1900”. En Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas, un mundo fronterizo en América del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1996, pp. 11-46. 52 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 años mismos en que se luchaba por la Independencia. Se partía entonces de la convicción de que Chile gozaba de un territorio fecundo y feraz que produciría enormes beneficios a todos sus habitantes si educábamos a la población, le inyectábamos nuevos valores, le concedíamos plena libertad y dábamos con la fórmula de gobierno que el país necesitaba102. Tempranamente se recomendó también mirar hacia las naciones que habían alcanzado grandeza. Al comienzo, la atención se dirigió hacia China y el Imperio Incaico, aunque se reconoció que no queríamos ser ni chinos, ni indios10 . Sin embargo, muy pronto los ojos se volvieron a Europa. A partir de entonces la escala del progreso se midió en directa relación con el Viejo Mundo. Ser como Europa se convirtió en el ideal que queríamos alcanzar, sobre todo después que el positivismo se posesionó de nuestros intelectuales. En Chile, como en la mayoría de los países latinoamericanos, se percibió a Europa como la matriz del progreso y como el continente encaminado a regenerar la especie humana. La posibilidad de seguir su ejemplo a través de la educación pareció entonces insuficiente. Necesario era traer a esos hombres para que nos ayudasen, con su ejemplo y tenacidad, a superar el estado de atraso en que nos había sumido España. Esa percepción fue el telón de fondo que inspiró la política inmigratoria del gobierno chileno y los proyectos modemizadores que impulsaron nuestros grupos dirigentes a partir de los años 40 y 50 del siglo pasado. ( A las ventajas de la inmigración, destinada en buena parte a la Araucanía, se sumó luego la utopía agraria. Se pensaba que colocadas estas tierras en manos de colonos emprendedores y dispuestos a extraer de la tierra sus riquezas, nos acercaríamos al progreso que tanto anhelábamos. En el imaginario de nuestros grupos dirigentes, las antiguas tierras indígenas se veían recorridas por tesoneros colonos, propietarios medianos o pequeños, que con su empuje nos transmitirían aquellos valores positivos que no teníamos. Lamentablemente, esos proyectos eran incompatibles con el viejo espacio fronterizo que existía en la Araucanía, con la población indígena que todavía sobrevivía en la región y con la 102 Particularmente interesante resultan sobre este punto una serie de artículos aparecidos en el periódico Ilustración Araucana en 1813. En Colección de ^ptiguos Periódicos, tomo II, pp. 349-352. Cartas Pehuenches, Carta 7*. 1819. En Colección de Antiguos Periódicos, tomo Xm, p. 46. 53 Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850 propia dinámica que impulsaba la ocupación de sus tierras. Esta última exigía una producción rápida y eficiente para llegar pronta­ mente a satisfacer las demandas de los crecientes mercados de consumo de Europa y Estados Unidos. El pequeño propietario, el colono que alguna vez se pensó podría ser el propio mapuche, tuvo que ceder paso entonces a la empresa agrícola que se apropió no sólo de las tierras indígenas, sino de la de muchos colonos que el gobierno había puesto en la región. La admiración que a comienzos del siglo XIX se había expresado por el mapuche se transforma así en un discurso marcado por la descalificación y discriminación negativa. Como, una barrera al progreso, se proyectó la imagen de un indio bárbaro, que acosaba y ultrajaba al país, amenazando primero a los colonos chilenos y extranjeros que venían a engrandecer la patria y, más tarde, a los esforzados empresarios que empezaban a aparecer en el horizonte regional. Entonces, la Araucanía no pudo resistir. La misma socie­ dad regional que había sobrevivido a las reformas borbónicas y a la Independencia, tuvo que ceder al impulso modemizador impuesto por los grupos dirigentes que conducían los destinos del país. Era, al fin, el último capítulo de una larga historia que estaba con­ cluyendo y el primero de otra diferente que se desarrollaría en un nuevo escenario y con protagonistas muy distintos. 54 INDIOS MALOS EN TIERRAS BUENAS Visión y concepción del mapuche según las elites chilenas del siglo XIX Femando Casanueva "El indio no cede sino al terror, lo que demuestra su vil naturaleza". Diputado B. Vicuña M., 12 de agosto del 868 'Teníamos razón en sublevamos, porque se nos iba a quitar nuestros terrenos". Pedro Cayupi, Cacique de Collinco 1. Epoca colonial: el Reino de Chile contra los indios "bárba­ ros, rebeldes e infieles" Durante la época colonial, la Corona española sostuvo prolongadas guerras, con intervalos de paz, contra las sociedades indígenas libres que habitaban al sur del río Bío-Bío, especialmente contra los mapuches, llamados, como se sabe, araucanos por los españoles. Los mapuches, en efecto, en su tenaz resistencia a los conquistadores y sus descendientes, habían logrado hazañas inéditas en la historia de las Indias, que costaron la vida a dos gobernadores: la del propio Pedro de Valdivia (1553) y la de Martín García Oñez de Loyola (1598), y que tuvieron por consecuencia la pérdida de todo el territorio y las ciudades fundadas al sur del río Bío-Bío. Este río pasó a constituir por largos siglos un río-frontera entre ambas sociedades, la colonial y la mapuche. Esta situación obligó a la Corona a tomar una medida excepcional en sus dominios americanos: organizar un ejército colonial fronterizo permanente, financiado desde el Perú, en ese difícil Reino de Chile. Este Reino se organizó, entonces, al norte del Bío-Bío, en tomo al fértil Valle Central que se prolonga a través de más de mil 55 Femando Casahueva. Indios malos en tierras buenas kilómetros, entre la cordillera y el mar, hasta el comienzo del desierto de Atacama en el norte. En estos territorios los españoles vencieron a las poblaciones indígenas locales, más dóciles que los mapuches, apropiándose de sus tierras y sometiéndolas al trabajo colonial obligatorio en beneficio de los vencedores y sus descendientes. La Corona se empeñó también en una secular política de evangelización de estas sociedades de guerreros mapuches rebeldes, la llamada "conquista espiritual", a cargo especialmente de jesuítas y franciscanos. Ambas políticas fracasaron. Los "bárbaros rebeldes e infieles" jamás pudieron ser sometidos, ni por la espada ni por la cruz. Por una parte, el ejército colonial nunca pudo vencerlos globalmente; por otra, la "conquista espiritual" tampoco s^ pudo llevar a cabo con éxito por la Iglesia misionera colonial1. Los indios en libertad jamás pudieron ser evangelizados, no sólo porque mantenían pertinazmente sus tradiciones (el admapu), resistiendo la propaganda de la Iglesia, sino también porque sabían que su conversión al cristianismo constituía la vía ineludible a su futuro sometimiento al poder colonial. En resumen, sólo los indios "reducidos" podían ser evangelizados y como no era posible reducirlos por las armas, la llamada "Guerra de Arauco" llegó a * constituir un círculo vicioso secular. • Desde luego, las autoridades militares y religiosas proponían regularmente a la Corona muchas y variadas soluciones para "reducir" a los mapuches, desde el genocidio liso y llardo propuesto por el maestre de campo Alonso González de Nájera2, hasta la "guerra defensiva" planteada por el jesuíta Luis de Valdivia, pasando por la "guerra total", con el consiguiente destierro de los indios vencidos, sostenida por otro maestre de campo, Jerónimo de Quiroga3 y por el conocido proyecto del Cf. Femando Casanueva, La société coloniale chilienne et l'Eglise au XVlIle siécle: les teniatives d’évangélisation des Indiens "rebelles”, Tesis de Doctorado; Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Université de Paris^orbonne, 1981. González de Nájera, quien también participó en la "Guerra de Arauco" (1601 1607) recomendaba "dar orden para que no quede en aquel reino (Chile) memoria de los indios de guerra". Para lograrlo era menester ir "apocando los indios (...) en tanta cantidad, que los que quedaren, sean sólo aptos y suficientes para el servicio de los españoles". Véase, Alonso González de Nájera, pesengañoy reparo de la Guerra del Reino de Chile. Santiago, 1971, p. 249. Al explicar la política seguida por los incas con las poblaciones rebeldes chilenas, las que una vez derrotadas eran trasladadas al Perú, siendo 56 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas gobernador Alonso de Ribera de fortificar y hacer avanzar 1 progresivamente la frontera hacia el sur, mediante la guerra por, supuesto, colonizando la retaguardia así ganada. Todos estos planes y proyectos se quedaron en el tintero, se convirtieron en papel mojado o terminaron en afrentosas derrotas del ejército colonial. Es preciso señalar que estas guerras coloniales fronterizas se transformaron en una guerra esclavista legal, especialmente durante el siglo XVII4, en una verdadera "caza del indio", quienes eran vendidos como mano de obra esclava a los hacendados del norte del Bío-Bío e incluso en el Perú. En este lucrativo "negocio" participaban muchos altos oficiales del ejército colonial e incluso el gobernador del Reino, quien, como se sa£e, poseía, además, el. cargo de capitán general del ejército real5. Como bien puede comprenderse, esta violencia aumentaba la resistencia indígena, haciendo fracasar, a la vez, todas las tentativas^ alentadas desde luego por los misioneros, de "reducir a pueblos" a los mapuches. Asimismo, los establecimientos civiles y militares fronterizos constituían un motivo de botín (mujeres, armas, metales, ganado, caballos) para los indios guerreros. Por esta misma razón, los indios "amigos" de hoy se transformaban para los españoles en los enemigos de mañana. De esta manera, la existencia de un ejército colonial "cazador" de esclavos indios en reemplazadas por colonos peruanos (mitimaes), Quiroga aprueba tales medidas, añadiendo: "acierto grande y que debiéramos imitarle los españoles, desnaturalizando los (indios) más ricos y alentados y sujetando los más domésticos a pueblos, pues la experiencia enseña el riesgo que hay en dejarlos vivir en los montes, continuando su barbarismo". Hay que señalar que esta política se aplicó efectivamente a ciertos indios prisioneros de guerra durante la época colonial. Véase, Jerónimo de Quiroga, Memoria de los sucesos de la guerra de Chile, Santiago, 1979, p. 26. Los remarcados son nuestros. Una real cédula de 26 de mayo de 1608 ordenaba: "que los indios de guerra de las Provincias de Chile sean dados por esclavos, no reduciéndose al gremio de la Iglesia antes de venir a menos de las personas que los tomaren". Esta real cédula incluía "hombres como mujeres, de las provincias rebeladas del Reino de Chile, siendo los hombres mayores de diez años y las mujeres de a nueve y medio". Esta cédula será revocada por otra, "prohibiendo la esclavitud de los indios", de 10 de diciembre de 1682. Sin embargo, la práctica esclavista ^ontinuó. El mismo maestre de campo Jerónimo de Quiroga (1628-1704), excelente conocedor de la frontera de guerra por haber vivido allí durante largas décadas, afirma: "El Capitán General sólo creo que tiene dos caminos de enriquecerse: el uno cautivando y vendiendo hombres y mujeres (indígenas), el otro defraudando los sueldos (militares) y vendiendo los premios". Quiroga, op. cit., p. 428. 57 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas la frontera significaba una causa permanente de guerra. En resumen, allí la pax hispánica era imposible. Para la sociedad y para el hombre colonial (hacendado, campesino, militar, funcionario, religioso, cronista, comerciante, etc.), el mundo, su mundo civilizado, hispanocriollo, mestizo y cristiano, alcanzaba hasta el río Bío-Bío, más allá y hasta Chiloé (archipiélago austral bajo control español, el "jardín de la Iglesia" según los jesuítas) estaban las tierras de los "bárbaros", indios rebeldes, sin rey, sin ley, sin fe, constituyendo una amenaza permanente, real o imaginaria, para el Reino, con los cuales se mantenían contactos bélicos y también pacíficos (comercio, trueque, misiones, parlamentos). Y esta será la situación o statu quo que la República de Chile heredará del período colonial, después de las largas guerras de Independencia (1813-1826). 2. La Independencia: el indio símbolo o alegoría del indio Durante el proceso de la Independencia los dirigentes criollos patriotas utilizaron simbólica o alegóricamente la imagen del guerrero araucano contra el poder español. Para Carrera, O’Higgins, Freire, el indio rebelde representaba el amor al suelo patrio y a la irrenunciable libertad, altos valores que los habían impulsado a luchar victoriosamente durante largos siglos contra los conquistadores hispánicos y contra el ejército real. Arauco constituía, entonces un ejemplo a seguir, una meta a alcanzar. Un buen ejemplo de esta concepción idealista es presentada por el general Francisco Antonio Pinto (1775-1858), quien participó activamente en las guerras de la Independencia, llegando a ser Presidente de Chile (1827-1829). En sus memorias Pinto afirma: "Por primera vez leí en ese tiempo La Araucana de Ercilla, y nos reuníamos en corrillo para saborear sú lectura. No era porque gustáramos de las bellezas de su poesía (...) sino por las heroicas hazañas de araucanos y españoles, que las considerábamos como propias, por ser compatrio­ tas de los primeros y descendientes de los segun­ dos"6 . 6 Cit. p. Francisco Antonio Encina, Resumen de la Historia de Chile, Santiago, 1980,1.1, p. 479 58 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Es interesante subrayar pues, por una parte, la importancia que tuvo para la generación que logró la Independencia, La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, el más grande poema épico de la literatura moderna española, y por otra, el hecho de que Pinto, como buen criollo expresa una contradicción evidente: considera a los araucanos como "compatriotas", compartiendo una misma tierra (ius solis), pero no un mismo pueblo chileno, puesto que éste desciende de españoles (ius sanguinis). Este hecho será remarcado más tarde por los principales historiadores republica­ nos. Fray Camilo Henríquez (1769-1825), otro criollo patriota, fundador del primer periódico chileno, La Aurora de Chile, en el primer número de esta importante publicación expone las razones de los partidarios de la Independencia, argumentos anti-españoles por supuesto: "La historia nos presenta a cada paso la esclavitud, los estragos, la atrocidad, la miseria y el exterminio de la especie humana. De aquí es que no se encuentra algún pueblo que no ha^a sufrido la tiranía, la violencia de otro más fuerte''7. Henríquez exalta el carácter altivo de los araucanos que "luchan ante todo por la libertad", insistiendo en que la metrópoli había procedido de una manera tan inhumana que "los indios fueron casi exterminados" (La Aurora de Chile, N° 9). El fraile de la Buena Muerte hace alusión, evidentemente, a las largas guerras de conquista emprendidas por los españoles contra los mapuches. Al escribir en dicho primer número, "los pueblos obran unos sobre otros para extenderse y agrandarse acosta del más débil", nuestro primer periodista no sabía que estaba vaticinando la futura conducta de la República respecto al pueblo mapuche a lo largo del siglo XIX. Al igual que Pinto, Henríquez no los incluye dentro del "pueblo chileno", puesto que como buen representante de la clase ilustrada, educada en el siglo XVIII, aconseja incorporar a los indios a la sociedad por medio de la educación, la instrucción, la igualdad civil y social. Aurora de Chile, periódico ministerial y político, jueves 13 de febrero de 1812, N° 1. Nociones fundamentales sobre los Derechos de los pueblos. 59 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas En este cuadro de uso simbólico del mapuche y su gesta guerrera por parte de los dirigentes patriotas, es necesario recordar, a título de ejemplo, que durante el primer gobierno de José Miguel Carrera (1785-1821) en 1812, se creó el primer escudo nacional, en el cual la estrella solitaria irradiaba sobre el globo terrestre con la leyenda Post tenebras lux. Bajo la estrella una hoja de palma y una lanza entrecruzadas con una segunda leyenda Aut concilles, aut Ense ("Por la razón o la fuerza", que desde entonces constituyó el lema de la República de Chile), y, muy principalmente, a ambos lados del escudo figuraban un indio y una india, con sus armas, representando a la nación chilena en gloria y majestad. . Más significativa aún fue la creación en Londres, en 1800, de la Gran Reunión Americana, cuyos miembros se llamaban "Caballeros Racionales", sociedad secreta organizada por Francisco de Miranda (1750-1816) y Bernardo O’Higgins (17781842), con el objeto de llevar a cabo, tanto en Europa como en América, los planes de la Independencia de las Indias de la metrópoli española. De esta sociedad van a surgir las famosas Logias Lautarinas (1812, Buenos Aires; 1814, Mendoza; 1817, Santiago de Chile, etc.), verdaderas agencias patriotas de pensamiento y acción, bautizadas así en honor del toqui Lautaro, vencedor del conquistador Pedro de Valdivia, por sugerencia de O’Higgins, otro asiduo lector de La Araucana. El mismo O’Higgins recordaba, muchos años más tarde, que en "un arranque de fiero patriotismo" expresó en Londres a su maestro Miranda: "Mirad en mí, señor, tristes restos de mi compaisano Lautaro; arde en mi pecho ese mismo gespíritu que libertó entonces a Arauco, mi patria, de sus opresores" . Estas logias, verdaderas agencias patriotas de pensamiento y acción revolucionarios, a las cuales pertenecerán los conductores principales, civiles y militares, de la Independencia, José de San Martín (1778-1850) entre otros*9, van a jugar un papel relevante en el proceso de emancipación continental. Es interesante destacar que los miembros de esta institución libertadora debían prestar el siguiente juramento de Citado del Epistolario de O’Higgins por Benjamín Oviedo, La Masonería en £hile, Santiago, 1929, p. 41. 9 José Ignacio Zenteno, Miguel Zañartu, Hipólito Villegas, José María de la Cruz, Hilarión de la Quintana, Juan Gregorio Las Heras, Matías Zapiola, Mariano Necochea, Jorge Beauchef, Juan Martín de Pueyrredón, Antonio Balcarce, Antonio José de Irisarri, etc. 60 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas incorporación o iniciación: "Nunca reconocerás por gobierno legítimo de tu patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás por cuantos pedios estén a tu alcance, a que los pueblos se decidan por él"’ . Pese a estas utilizaciones emblemáticas o alegóricas de la historia de Arauco y de sus personajes notables, el gobierno patriota, en la práctica, siguió considerando a los indígenas, en general, como "hermanos menores", herencia indudable de la concepción y legislación coloniales que consideraron siempre al indígena como un eterno "menor" sometido a la tutela hispánica. Estos "hermanos" merecían, entonces, la protección del Estado independiente que nacía. De esta manera, por ejemplo, el gobierno de Carrera restablece, en enero de 1812, el antiguo cargo colonial de Protector de naturales bajo la responsabilidad de un cura dotado de "la probidad y celo que exigen los padecimientos (...) de esos infelices"1 . La máxima prescripción legislativa de esta visión alegórica del indígena se presentó en el bando del 4 de marzo de 1819, promulgado por el Director Supremo Bernardo O’Higgins, que evidentemente no tuvo aplicación práctica. En dicho bando se declaraba que: "El sistema liberal que ha adoptado Chile no puede permitir que esa porción preciosa de nuestra especie (los indígenas) continúe en tal estado de abatimiento. Por tanto declaro que para lo sucesivo deben ser llamados ciudadanos chilenos y libres como los demás habitantes del Estado". 3. La República naciente y las sociedades indígenas rebeldes Durante las guerras de la Independencia, que tuvieron lugar especialmente en el centro y sur del país (con epicentros importantes desde el río Maulé al Bío-Bío), los mapuches no se contentaron con ser testigos impasibles de una guerra entre Cit. p. Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana. Buenos Aires. 1950. p. 65. Armando Moreno Martín, Archivo del General José Miguel Carrera. Santiago, 1994, t. III, p. 83. 61 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas huincas realistas y patriotas, sino que tomaron partido por uno u otro bando según las circunstancias. Los cálculos idealistas (ilustrados o románticos) de los independentistas suponiendo que los "hermanos bárbaros" los apoyarían en su lucha contra el enemigo común, el español, no se hicieron realidad. El debilitamiento del Estado y su vigilancia militar (ejército y fuertes) en la frontera fue aprovechado por los guerreros mapuches para aliarse alternativamente con ambos ejércitos enemigos, con el fin de realizar malocas contra los pueblos, haciendas y estancias fronterizos. Es necesario subrayar que en muchas oportunidades fueron los mismos patriotas o realistas quienes apelaron a las huestes mapuches para invitarlos a participar en las campañas militares como aliados, incluso integrándolos a veces en los ejércitos como soldados libres. Barros Arana relata que ya en 1813, cuando el general Carrera envió tropas al mando del capitán Juan Luna a tomarse el fuerte de Arauco, allende el Bío-Bío, en manos realistas, el comandante de la plaza "reunió las milicias y los indios de que podía disponer"1 . La ayuda de los indígenas fue, entonces, indispensable para las tropas realistas, obligando a los patriotas a retirarse y recuperando aquéllas los fuertes de Santa Juana y Nacimiento, y "desde entonces quedó perdida para los patriotas toda la porción del territorio que estuvo sometida a su dominación al otro lado del Bío-Bío"1 . Lo sorprendente del caso es que muchos oficiales realistas eran milicianos chilenos descontentos de la administración patriota, que se habían rebelado y "llamado en su auxilio a los indios araucanos, y fiados en el apoyo de éstos, desplegaban una grande arrogancia e iniciaban una guerra de asaltos y de devastación que había de perpetuarse largos años en aquellas provincias causándoles males horribles"1 . Tan importante fue este apoyo araucano al ejército realista que el cronista fray Melchor Martínez, ferviente monárquico, llega a afirmar que "el resultado de la contra-revolución araucana proporcionó al ejército real la posesión de todas las provincias ulteriores de Bío-Bío, la comunicación con Valdivia, Chiloé y Lima, y la amistad y adhesión de los gentiles araucanos, mudando* Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, 1888, t. IX, p. 168 13 Ibidem, p. 169. 14 Ibidem. 62 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas el aspecto de la guerra, de tal modo que los patriotas quedaban casi bloqueados en Concepción"1 . Los patriotas e intelectuales que sostenían la causa de la Independencia no olvidarán jamás esa alianza, a su juicio contra natura, argumento recurrente que será esgrimido a lo largo del siglo XIX en contra de los mapuches por la clase dirigente para justificar su política indigenista. Se inicia así un largo período de inestabilidad en la frontera que va a durar más allá del fin de las guerras de la Independencia (1826), en la prolongación de éstas, llamada la "Guerra a muerte" (1820-1822) y en la acción del bandidaje organizado (principalmente por Vicente Benavides y los hermanos Pincheira) contra el Estado republicano, apoyándose en determina­ dos jefes mapuches. Este término del ideal alegórico de la intelectualidad independentista, de considerar al indígena como un hermano, igual en derechos, que pondría su secular resistencia al Rey de España en servicio de la causa de la razón y la justicia, es decir de la República, significó, a nuestro juicio, el comienzo de otra visión de las élites chilenas respecto al indígena: un enfoque que más bien se aproxima al de la Corona española durante la época colonial: el indio es un bárbaro irreductible y veleidoso, a quien hay que someter, tarde o temprano, por diferentes medios, con un objetivo diferente al hispánico por supuesto, para lograr la unidad del territorio nacional y el progreso de la Patria. Uno de los más altos representantes de la élite chilena decimonónica, Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), historiador, profesor universitario, político liberal, rector del Instituto Nacional, en su obra La crónica de 1810 al efectuar años más tarde el balance del proceso de la Independencia del continente afirma: "Los que alzaron la bandera de esa justísima y gloriosa rebelión no fueron ni muiscas, ni peruanos, ni aztecas, ni siquiera araucanos. Pertenecían al mismo pueblo, hablaban la misma lengua, obedecían al mismo rey y adoraban al mismo Dios"1 .* 15 Fr. Melchor Martínez, Memoria histórica, cit. p. Barros Arana, op. cit., t. IX, p 169-170. Miguel Luis Amunátegui. La Crónica de 1810, Santiago. 1911, vol. I. P 10. 63 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas En otras palabras, el conflicto de la Independencia fue una guerra civil "entre dos porciones de la raza conquistadora, entre los individuos de una misma familia". La conjunción adversativa "ni siquiera" utilizada, está indicando que teóricamente los araucanos eran los más indicados para intervenir en favor de la Independencia, pero no lo hicieron; aunque más adelante Amunátegui reconoce que "muchos de los indígenas combatieron al lado de los independientes; pero también (...) otros muchos pelearon al de los realistas" '. Nuestro historiador realiza, enseguida, una crítica a los intelectuales cultores de alegorías al pasado indígena, visión absolutamente alejada de la realidad: * "No ignoro que los autores americanos de himnos y de proclamas invocaban durante la reyerta las sombras de Montezuma, de Guatimozín, de Atahualpa, de Caupolicán y de Lautaro, se ostentaban como sus vengadores, y maldecían a sus verdugos, pero aquella era una pura ilusión retórica que les hacfa desconocer extrañamente la verdad de las cosas" . Dicha "verdad de las cosas" era que la Conquista había terminado hacía ya mucho tiempo y que quienes en realidad habían explotado o explotaban a los indígenas en las haciendas, minas y ciudades no eran los españoles, sino sus descendientes, los criollos. Amunátegui puntualiza esto de manera enfática: "Si alguien hubiera debido responder en el siglo XIX por los actos de codicia y de crueldad que los conquistadores perpetraron en el siglo XVI, parece que debieran haber sido los españoles-americanos, a quienes era más verosímil suponer descendientes suyos, que no los españoles-europeos, que era de presumir razonablemente estuvieran menos ligados con ellos por los vínculos de la generación"1 . 9 Ibidem. p. 11. 18 Ibidem. 19 Ibidem. 64 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Desde luego, esta crítica a la llamada "aristocracia castellano-vasca" criolla, de origen colonial, no abunda en la historiografía de la época, salvo en la pluma de pensadores radicales como Santiago Arcos y su amigo Francisco Bilbao (1823-1865). En efecto, Bilbao en su opúsculo Los Araucanos (París, 1847) busca una explicación original a este aparentemente sorprendente apoyo de los mapuches a sus tradicionales enemigos. Según este autor, el proceso de Independencia había comenzado en el centro de Chile y el ejército patriota conducido por Carrera "precipita" a los españoles hacia el sur, el Bío-Bío. De esta manera, "los araucanos que ven a sus antiguos enemigos refugiarse en sus fronteras, creen que otro poder, superior al de los mismos españoles, los amaga. Entonces toman el partido de sus enemigos"2 . La causa de esta actitud, pues, para Bilbao es simple, explicable, y él mismo no entiende "como no se ha alegado por los escritores de la guerra, que sólo maldicen a los indios". Los indios no distinguían entre patriotas y realistas pues "la misma raza los atacaba, con otra bandera es verdad, pero, ¿debían distinguir en ella los resplandores de la Revolución francesa?"2 . Según Bilbao los jefes patriotas trataron de explicar a los mapuches la causa de la guerra contra los españoles: "Queremos, les decían, arrojar a los que han devastado nuestro suelo, a los que os han empalado. Nosotros también somos hijos de Lautaro, pues defendemos el territorio sagrado que llevamos en el alma"2 . Pensamos que cuando el autor se refiere a "nuestro suelo", está considerando todo Chile (ius solis), al país como una unidad, sin embargo al hacer decir a los patriotas que ellos también son "hijos de Lautaro”, no se refiere a un eventual ius sanguinis, sino a un parentesco espiritual, heroico, con los araucanos, basado en la defensa común de la "tierra sagrada". Evidentemente estas alianzas circunstanciales o sucesivas de los mapuches con patriotas o realistas formaba parte del juego Francisco Bilbao, Obras completas, Buenos Aires. 1865,1.1, p. 339. 21 Ibidem. 22 Ibidem. 65 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas permanente de guerras y alianzas propias de ^tas sociedades de guerreros libres llamadas jefaturas (chefferies)2 . Si los indios de la costa se aliaban a los patriotas, los de los llanos lo hacían con los realistas, tal como en la época colonial los españoles se aliaban con los indios "amigos" libres para combatir a los indios "rebeldes", enemigos comunes, en beneficio de la Corona; y al igual que en siglos anteriores, las guerras fronterizas de esa primera mitad del siglo XIX permitían hacer prisioneros que servirían de mano de obra a los terratenientes criollos al norte del Bío-Bío24. 4. La élite republicana, los historiadores y el salvaje Pasada la etapa del discurso simbólico y alegórico proindigenista de la élite que logró la Independencia y dirigió al país durante los primeros años de organización republicana (18171833), el discurso de la élite sucesora será muy diferente. Estamos en presencia de largas décadas de la historia de Chile (1830-1883), destinadas a la organización del Estado y durante las cuales el impulso y el quehacer histórico principal estuvieron en gran parte orientados a la consolidación del territorio nacional. Este período histórico está marcado por capítulos tan importantes como la guerra victoriosa contra la Confederación Perú-boliviana (1836-1839), la ocupación del extremo sur del país (estrecho de Magallanes, 1843, 1849), la colonización de las provincias de Valdivia y Osomo por inmigrantes europeos especialmente (1853), la expansión hacia el norte a partir de 1842 por el control del rico y prometedor desierto de Atacama, la cual va a originar más tarde la Guerra del Pacífico contra Perú y Solivia (1879-1884) que permitió a Chile incorporarse las provincias de Tarapacá, Arica y Antofagasta; sin dejar de citar por supuesto, la llamada "Pacificación de la Araucanía" (1859-1881) Cf. Pierrc Clastres, La société contre l'Etat, París, 1974. Rolando Mellafe explica que "después de la derrota de los hermanos Pincheira, un gran número de indios costinos y pehuenches hicieron alianza con tropas gubernamentales y vencieron a otras reducciones sublevadas teniendo como base el fuerte de Arauco. Se tomaron gran cantidad de cautivos que fueron repartidos entre hacendados y localidades de más al norte". Rolando Mellafe, "Aproximación al esclarecimiento de la coyuntura de la población autóctona de Chile", en Demografía, familia e inmigración en España y América. Santiago, 1992. p. 26. 66 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas que tuvo por resultado otra incorporación: la de lós territorios indígenas libres, habitado por los mapuches, que se .extendían desde el tradicional río-frontera Bío-Bío al río Toltén.' En general estas élites provenían de las principales familias patricias chilenas (herederas de la "aristocracia castellanovasca" colonial) y, también, de los escasos sectores medios de la sociedad chilena. Nos referimos, principalmente, a José Victorino Lastarria (1817-1888), a los citados Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), Francisco Bilbao (1823-1865), Diego Barros Arana (1830-1907), a Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), a Vicente Pérez Rosales (1807-1886), ^quien fue el precursor, promotor y organizador de la colonización del sur del país (1853, fundación de Puerto Montt), etc. Estos prohombres no sólo desempeñaron un papel importante en la producción literaria historiográfica chilena, sino que ocuparon también altos cargos educacionales, políticos, parlamentarios y gubernamentales, ejerciendo, entonces, una gran influencia en todos los ámbitos de la sociedad nacional. Podríamos afirmar que ellos y algunos otros son los "padres" de la República de las letras chilenas. De esta manera, la imagen del indígena chileno que sus discursos (escritos u orales) contribuyeron a crear y divulgar fue fundamental en las futuras decisionas que los gobiernos sucesivos tomarán para resolver definitivamente "el secular problema araucano". Desde el punto de vista político, estos intelectuales eran, en general, liberales; desde el punto de vista filosófico podemos, sin duda, incluirlos en la escuela positivista. El mejor exponente, por lo demás, de la escuela historiográfica positivista es Diego Barros Arana. Concordamos a este respecto con Hugo Cancino cuando expresa que "a partir de una concepción teleológica de la historia, es decir, inteligida como un crecimiento continuo y rectilíneo hacia el "progreso", Barros Arana y una generación de historiadores y ensayistas interpretaron la independencia de Hispanoamérica como el triunfo de las "luces", es decir, del discurso de la Ilustración y la Resolución Francesa sobre las "tinieblas" de la tradición hispánica"2 . Prolongando esta reflexión al tema que nos ocupa, podemos agregar que, asimismo, estos intelectuales estaban 25 Hugo Cancino Troncoso, Tradición y ruptura en el discurso de la Independencia de Hispanoamérica: el caso chileno 1810-1813, NOK 101, Odense, 1993, p. 1 y 2. Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas convencidos que dichas luces del progreso, de la razón, de la civilización, encamadas en la República, terminarían por vencer y disipar las tinieblas en las cuales persistían en vivir los bárbaros habitantes más allá del río Bío-Bío. Para estos historiadores liberales, además, el cometido de la historia era colaborar a la legitimación de las jóvenes Repúblicas, junto con justificar sus pretensiones territoriales y construir o definir una identidad nacional para los habitantes de los nuevos Estados. La concepción general que anima su producción literaria al respecto, pese a los inevitables matices diferenciadores, es la no aceptación teórica y práctica de la existencia de sociedades indígenas libres en territorios que eran considerados como formando parte de la República. Esta concepción es, a nuestro juicio, una prolongación con ropajes republicanos, "modernos" por ende, de la antigua política colonial tendiente al control total de los territorios del Reino de Chile enmarcados en la cartografía oficial, y a la sumisión a la Corona y a la Iglesia de las poblaciones indígenas que los habitaban. En otros términos, los indígenas debían aceptar "por la razón o la fuerza" el rey, la ley y la fe españoles, es decir someterse a la pax hispánica. La resistencia secular, como se sabe, de estas sociedades de guerreros libres que vivían entre el Bío-Bío y el seno de Reloncaví (Valdivia y más tarde Osomo, refundados, fueron tan sólo enclaves en territorios no dominados por los españoles), impidieron a los gobernadores del Reino y a la Iglesia colonial llevar a cabo estos propósitos de conquista violenta o pacífica. La realidad geopolítica impuso, pues, a la Corona efectuar "parlamentos de paz" periódicos con los indios "rebeldes" (quienes incluso designaron embajadores en Santiago), recono­ ciendo de hecho su libertad, sin renunciar jamás, sin embargo, a sus proyectos de sometimiento26. Esta concepción y propósitos coloniales, después del largo intervalo de las guerras de la Independencia, resurgirán, entonces, en la política republicana chilena, expresa o tácita, en la boca o en la pluma de sus principales inspiradores y conductores. La teoría oficial de la Corona sostenía que el rey de España tenía "el alto dominio de todo el Reino de Chile", permitiendo poseer sus tierras a todos los individuos de los cuatro butalmapus, quienes debían permitir el tránsito del correo, pasajeros y comerciantes y el asentamiento de misiones y misioneros en dichos territorios al sur del Bío-Bío hasta Chiloé. Estos temas eran tratados (y aceptados) por los caciques regularmente en todos los parlamentos de paz. 68 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Así, por razones de espacio, examinaremos tan sólo una parte del discurso indígena producido por los más destacados intelectuales de la élite chilena decimonónica. Diego Barros Arana es el historiador chileno más com­ pleto del siglo pasado, su monumental Historia Jeneral de Chile (16 volúmenes) aún hoy es una obra de referencia. Además ñie pedagogo, profesor universitario, rector del Instituto Nacional y de la Universidad de Chile y diplomático. En el tomo I de dicha Historia Jeneral, Barros Arana efectúa una presentación general de las sociedades indígenas prehispánicas que habitaban los territorios que más tarde consti­ tuirían Chile. En este capítulo el historiador directa o indirecta­ mente, consciente o inconscientemente, proyecta o extrapola sus afirmaciones a las sociedades indígenas contemporáneas suyas, los mapuches en especial, que acababan de ser vencidas y sometidas en 1882 por el Ejército chileno de la frontera. Hay que señalar que el tomo I de la Historia Jeneral de Chile fue publicado en 1884. En este texto abundan las expresiones "salvajes", "bárbaros", "primitivos", e incluso "brutos", para referirse a los indígenas. Sobre esta base conceptual se desarrollan allí ciertas ideas y afirmaciones que pueden servir de justificación retroactiva o coetánea a tal política militar y territorial de la República, y que no dejaron de ser repetidas y utilizadas por las autoridades públicas de la época. Las concepciones principales de Barros Aranas referentes a'los indígenas chilenos pueden concretarse en los siguientes asertos: 1. A causa de su estado de barbarie los indios son incapaces de explotar óptimamente las tierras que ocupan. Así, nuestro historiador afirma: "se comprenderá que si el territorio chileno puede ser convenientemente explotado por el hombre que ha ascendido a cierto grado de civilización y de cultura, y que sabe procurarse las comodidades de la vida en ca^i todos los climas, era una triste morada para el salvaje primitivo"2 . Esta "explotación conveniente" se refiere, sin duda, a la organizada en tomo a las normas del capitalismo agrario, basado en la propiedad privada de la tierra por supuesto, que ^ya comenzaba a mecanizar parcialmente el campo chileno en las últimas décadas del siglo XIX, el cual junto a la industrialización, van a constituir los fenómenos socio-económicos por excelencia 27 Barros Arana, op. cit., t. I, p. 32-33. 69 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas exponentes de civilización para las élites intelectuales de ese siglo. En otras palabras, los indígenas no merecían las buenas tierras en que vivían tradicionalmente, las cuales deberían ser "convenientemente explotadas" para lograr un alto rendimiento agrícola destinado a la alimentación de la población local y a la exportación. Según Barros Arana los indígenas chilenos no aprovechaban "los ricos metales" del norte, ni practicaban canales de regadío en el centro, ni aumentaban los recursos naturales "mediante el cultivo de algunas plantas útiles", ni desmontaban los bosques de la selva fría del sur "para hacer el suelo más productivo". ¿Y porqué estos habitantes vernaculares no aprovechaban las ventajas y recursos que la naturaleza les proporcionaba? La respuesta del historiador es europeocéntrica y racista: "todos estos trabajos exigían cierta previsión y un desarrollo intelectual de que carece el hombre salvaje". Esta inferioridad intelectual los hace "inhábiles para procurarse los recursos que proporciona la civilización por imperfecta que sea" . Para Barros Arana, entonces, es un error pensar que las aptitudes guerreras ("sagacidad", "astucia", "artificio") de los indios chilenos, tan alabadas, constituyan una prueba de "un notable desarrollo de sus facultades intelectuales", al contrario "el examen de su vida, sus costumbres y de su industria los coloca en un rango muy inferior"2 . 2. Los indios son holgazanes y poseen "los hábitos de ociosidad de , la vida salvaje", limitándose tan sólo a satisfacer "las necesidades más premiosas de su triste existencia". La estricta división sexual del trabajo, corriente en esas sociedades llamadas primitivas, donde el "trabajo industrial y productivo" corresponde a las mujeres (agricultura, tejidos, alfarería, preparación de comidas y bebidas), es una prueba más, para el autor, del carácter "perezoso e imprevisor" del indio, quien se negaba a efectuar esas labores "indignas de hombres"3 . 3. Estas sociedades sin Estado, o contra el Estado, como tan bien Jas ha bautizado y analizado Pierre Clastres, estaban condenadas a vivir indefinidamente en tal estadio de barbarie, donde "todos los hombres desempeñan las mismas ocupaciones, todos son ** Ibidem, p. 33. 9 Ibidem, p. 93. 30 Ibidem, p. 109. 70 ' Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas guerreros, cazadores, constructores de chozas y de embarcaciones, y aun agricultores, así como todos eran guerreros"3 . Para Barros Arana, como para muchos filósofos, historiadores o sociólogos ("sociologistas" como él los llama) del siglo XIX, tal tipo de comunidades humanas, sin división social del trabajo "y de las profesiones, no merece siquiera el nombre de sociedad". Para apoyar este aserto, nuestro historiador cita al filósofo evolucionista Herbert Spencer (1820-1903), quien "con notable ingenio" compara a estas "agrupaciones humanas, a las cuales niega el nombre de sociedad, con los organismos animales inferiores, en que todos los órganos desempeñan funciones biológicas semejante^ pero en que el individuo parece carecer hasta de vida propia"3 . 4. Entre las observaciones críticas de un intelectual liberal decimonónico no podía faltar la mención a la propiedad privada. En efecto, la ausencia del Estado o de una "necesaria autoridad", determinaba que los indios no tuvieran "la menor idea de propiedad individual del territorio". De esta manera, "todos los miembros de la tribu tenían derecho para establecerse donde mejor quisieran, construir sus chozas y utilizar los frutos espontáneos del campo vecino, así como los animales del bosque y los peces de los ríos (...) sin tomar el consentimiento de nadie, y sin pensar en poner límites al terreno que usufructuaban" . Esta organización social impedía, entonces, "un mayor progreso industrial" y el aumento de la población. Por todas estas razones estos "salvajes llevaban una vida de privaciones y de miserias en un suelo que habría recompensado generosamente un esfuerzo industrial un poco más activo y enérgico" . Barros Arana justifica, de este modo, la opinión general existente en Chile respecto a la existencia de "indios malos en tierras buenas", lo cual impedía' o frenaba las posibilidades de desarrollo o "progreso" del país. Cabe destacar que estas teorías "miserabilistas" del liberalismo positivista no resisten el testimonio de los cronistas coloniales, especialmente los jesuítas (Alonso de Ovalle, Diego de Rosales, etc.) quienes debido a su labor evangelizadora conocieron por dentro a estas sociedades indígenas. En sus crónicas ellos testimonian, entre otros aspectos, la abundancia de alimentos que -) 31 32 Ibidem, 33 34 32 Ibidem, 33 Ibidem, 34 Ibidem, p. p. p. p. 94. 94, nota 2. 96. 97. 71 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas ellas disponían, que les permitía disponer de reservas importantes35*.Esta situación contrasta abiertamente, por supuesto, con el estado de pobreza o miseria absoluta de vastos sectores de la población durante la época colonial, tan bien descritos por el síndico Manuel de Salas3tf y de la igual o peor miseria que sufrían campesinos, obreros y mineros durante el siglo XIX, tan bien expuesta por escritores Racionales (verbigracia Baldomcro Lillo) o por viajeros extranjeros37*39 . 5. El mismo carácter de los indígenas les impedía desarrollar una sociabilidad conveniente. Los indios eran "reservados y sombríos por naturaleza (...) casi desconocían la conversación franca y familiar del hogar"3 . Sólo se divertían en sus borracheras, que en lugar de hacer florecer "los sentimientos amistosos", terminaban en sangrientas trifulcas. De esta manera vivían en perpetua desconfianza, "con Irs armas en la mano, casi viendo en cada hombre un enemigo"3 . 6. En materias espirituales tampoco resultaban beneficiados en este análisis: los indios presentaban un cuadro de "carencia absoluta de creencias religiosas y de todo culto". Al contrario, estas sociedades teman "bárbaras supersticiones" y creían "en una 35 El P. Ovalle, por ejemplo, señala con razón que "la abundancia y fertilidad de este reino (Chile) no solamente se ve y goza en sus tierras y valles, sino también en toda su costa y en las peñas y riscos donde azota el mar". Alonso de Ovalle, Histórica Relación del Reyno de Chile* Santiago, 1978, p. 31. Actualmente hay antropólogos que afirman fundadamente que "la economía primitiva no sólo no es una economía de miseria, sino que es la primera y basta ahora la única sociedad de abundancia" (traducción de F. Casanueva). Cf. Marshall Sahlins, $ge de pierre, áge d'abondance; Péconomie des sociétés primitives* París, 1976. En 1796, el síndico Manuel de Salas en su conocida "Representación al Ministro de Hacienda sobre el Estado de la agricultura, industria y comercio en Chile", afirmaba que "el Reino de Chile, sin contradicción el más fértil de la América y el más adecuado para la humana felicidad, es el más miserable de los dominios españoles; teniendo proporción para todo, carece de lo necesario", destacando el hecho que los mismos trabajadores que producen pingües cosechas deben, luego, pedir limosna. Cit. por Julio César Jobet, Santiago Arcos Arlegui y la Sociedad de la Igualdad* Santiago, 1942, p. 27. Albert Davin (1846-1920), 2o de a bordo del barco de guerra francés Montcalm, que visitó Chile en 1882-83, describe de la siguiente manera a los trabajadores del puerto de Valparaíso: "cuando uno examina a los peones, podría creerse a la nación entera víctima de la injusticia de la fortuna: el raquitismo y la anemia imprimen estigmas imborrables en esos pobres seres". Albert Davin, Chile y Perú en tiempos de la Guerra del Pacífico* Santiago, |^92, p. 121. Traducción de F. Casanueva. Barros Arana, op. cit, 1.1, p. 109. 39 Ibidem. 72 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas 1 multitud de patrañas". Este "estado de ignorancia y de barbarie" los incitaba a la práctica de "costumbres groseras y vergonzosas que degradan al hombre"4 . Para que nada faltase en esta pintura negativa del indio, procedente en parte directamente de la concepción colonial a partir de la Conquista, Barros Arana hace mención púdica, sin nombrarla expresamente, a la práctica de la homosexualidad entre ello^ o "pecado nefando", como lo designaban los cronistas coloniales40 41* . 46 45 44 43 Los únicos rasgos positivos que este historiador destaca en estas sociedades indígenas, son su destreza en la guerra: "sólo en la guerra demostraban cualidades superiores de inteligencia y de actividad"; su estoicismo frente al dolor: "condenados por sus enemigos a los mayores tormentos, sufrían los más crueles dolores sin exhalar un quejido"4 , sus dotes retóricas, "su pasión por los discursos, su amor por las formas oratorias (...) La elocuencia era un título de prestigio y de superioridad entre esos salvajes"4 , y el cultivo de la poesía y el canto practicados en las ceremonias sociales, fúnebres y juntas de guerra. Estas cualidades son desvalorizadas por el autor, apenas enunciadas. Así, las aptitudes guerreras de los indios no constituyen una prueba de "un notable desarrollo de sus facultades intelectuales" ; su estoicismo se debía a su "inactividad material e intelectual, (que) había creado en sus cos^imbres y en sus . instintos condiciones especiales de existencia"4 ; en cuanto a su elocuencia se trataba de una "manía de pronunciar aparatosos discursos en todas circunstancias, (que) pasaba a ser una costumbre chocante y bárbara"; la poesía indígena conocida revelaba que su "artificio métrico es absortamente castellano" y el canto "era siempre sombrío y monótono"4 . ¡^En resumen, la presentación de las sociedades indígenas chilenas (especialmente mapuche) que efectúa Diego Barros Arana J en su Historia Jeneral no difiere mucho, en general de la imagen 40 Ibidem. p. 104-105. Los cronistas mencionan, especialmente, a ciertos homosexuales que oficiaban a veces de machis, "hechiceros y encantadores, llamados bueyes, que entre ellos (los indios) se tienen por viles por acomodarse al oficio de mujeres". Cit. p. Angel C. González, El Cautiverio Feliz de Pineda y Rascuñan, Santiago, $67, p. 138. Barros Arana, op. cit., t. I, p. 110. 43 Ibidem, p. 100. 44 Ibidem, p. 93. 45 Ibidem, p. 110. 46 Ibidem, p. 100. 73 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas colectiva que de ellas tenía la sociedad colonial, excluyendo, por supuesto, la opinión de algunos cronistas (jesuitas especialmente) que más abiertos de espíritu y habiendo vivido entre ellos para evangelizarlos, tuvieron una visión y una opinión más positiva, la del indio redimible. Sin embargo, es preciso señalar que el historiador no es absolutamente negativo en su apreciación ralativa a los indígenas de su época, pues reconoce en varios párrafos "las modificaciones que esas tribus (araucanas) han experimentado bajo el contacto secular con pueblos de una civilización más avanzada"4 . Y este es un punto importante en la concepción liberal decimonónica: estas sociedades pudieron y pueden cambiar positivamente por la influencia de una "civilización superior" dominante. Ya en páginas anteriores, Barros Arana subrayaba los aportes que la cultura inca había efectuado a las sociedades indígenas chilenas del norte y del centro del país en la agricultura, alfarería y la metalurgia, y más tarde el aporte hispánico a partir de la Conquista. Se desprende de esto la incapacidad de estas sociedades, .según Barros Arana, para evolucionar endógenamente, por su pro­ pio impulso interior. Para ellas los adelantos siempre provendrían del exterior, pues, "el hombre en ese estado de barbarie es en todas partes el mismo, con igual resistencia a aceptar las ideas extrañas y a abandonar sus hábitos inveterados"4 . El autor señala, más adelante, la prueba histórica de dicha resistencia, al comentar el fracaso del régimen colonial en "civilizar" a los indígenas libres y "rebeldes": "por más que se intentasen diversos arbitrios para reducirlos a otro orden de vida, fue forzoso reconocer que era igualmente imposible atraerlos por los halagos o por el terror"4 . En todo este largo capítulo destinado a las sociedades indígenas, Barros Arana opone frecuentemente el concepto de "civilización" al de "barbarie", oposición frecuente en el discurso republicano liberal y "progresista" decimonónico (recordemos, al respecto, la obra y concepciones de Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la República Argentina, 1868-1874). Es, entonces, a la República de Chile que corresponderá la misión de consolidar o "recomponer" el territorio nacional, sometiendo e incorporando, para lograrlo, a estas sociedades bárbaras a la vida civilizada.*41 47 Ibidem, p. 113, nota 1. 41 Ibidem, p. 109. 49 Ibidem, p. 110. 74 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas La República de Chile, a través de sus élites pensantes y gobernantes, no se conformaba con el uti possidetis ("tal como poseíais") territorial heredado efectivamente de la época colonial, sino que ella aspiraba a hacer efectivo el "tal como deseáis poseer" el territorio, también heredado de la misma época. Esta visión republicana, crítica y dura respecto a los indígenas, alcanzará su paroxismo, por así decirlo, en la pluma de Benjamín Vicuña Mackenna, uno de los más grandes historiadores chilenos del siglo XIX, quien marcó con su sello la historiografía nacional. Miembro de una gran familia, con hacienda en Santa Rosa de Colmo, su vida política ftie agitada: fue secretario del Club de la Reforma y de la Sociedad de la Igualdad, centros liberales y antigubernamentales; participó en las revoluciones de 1851 y 1859, siendo desterrado; más tarde viajó por los EE.UU. y Europa. En 1863 se encarga de la redacción de El Mercurio dé Valparaíso, el primer periódico de la Repúblioa; es elegido diputado por La Ligua y nombrado en 1872 intendente de Santiago, realizando una importante labor de urbanización. Podemos afirmar que esta gran figura de la historia de Chile presenta un marcado perfil nacionalista y liberal, tanto en su pensamiento y acción, como en su prolífica producción historiográfica. Vicuña Mackenna se va a destacar en el Parlamento (1868) por sus decisivas intervenciones en el debate en tomo al "problema de la Araucanía", que examinaremos más adelante. Aquí nos limitaremos a presentar la opinión que este eminente hombre público tiene de los indígenas, la cual expondrá fogosamente (como era su estilo personal) a sus colegas diputados (Cf. Sesiones de la Cámara de Diputados, agosto de 1868). Para él los mapuches "ñieron los más implacables enemigos de nuestra independencia", peleando "por ese mismo rey que los había subyugado". Incluso el más valiente cacique (Francisco Mariluán), "aunque bravo y esforzadísimo en los combates", no deja de ser "salvaje y perverso como todos los de su raza". Son desleales por naturaleza: "¿quién que conozca nuestra historia se atrevería a> hacer fé en el bárbaro?" Hasta el toqui Lautaro, alto símbolo' nacional, es presentado como un traidor: "¿Hizo por ventura otra cosa Lautaro, el caballerizo de Valdivia, en el llano de Tucapel, donde él mismo cavó la tumba de su amo?". En este proceso de desmitificación emprendido por Vicuña Mackenna, el tribuno critica la política de la joven República la cual "por pura moda y despique con los españoles", desde 1810. 75 / Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas bautiza "con el nombre de héroes araucanos, nuestros pueblos, nuestros buques de guerra y aun nuestros hijos, cuando los Lautaro y los Caupolicán son mitos desconocidos a su raza". Finalmente el historiador desmiente el aporte mapuche en • el mestizaje que dio origen a la población chilena: "nuestro pueblo no desciende del bárbaro de Arauco, que jamás ha querido * someterse al extranjero ni aliarse con él". El aporte indígena proviene, más bien, de "los primitivos aborígenes" que poseen un "tipo marcado del indio peruano o de sus castas secundarias (...) que tan fuerte contraste presenta con el rostro aplastado, signos de la barbarie y ferocidad innatas del auca". Para probar su aserto, Vicuña Mackenna recurre al auxilio de la lingüística refiriéndose a las expresiones de origen quechua que supervivían "en nuestro lenguaje doméstico (...) transmitidas de generación en generación por las nodrizas de nuestros antepasados que eran por lo común yanaconas o indios de servicio". El pueblo chileno desciende, entonces, más bien de las "blandas y dóciles" tribus del norte y del centro, que habitaban los territorios situados al norte del río Maulé (al sur vivían los "fieron promaucaes"), que fueron rápidamente conquistados primero por los incas y después por los españoles, siendo sometidos por éstos e incorporados a la encomienda como "yanaconas o indios de servicio". 5. Voces disidentes desde París: Francisco Bilbao y los arau­ canos Francisco Bilbao (1823-1865) fue uno de los principales representantes de esa famosa "generación del 42" (1842), a la que perteneciera José Victorino Lastarria (como el gran guía), Santiago Arcos, Eusebio Lillo, Manuel Antonio Matta, Angel Custodio Gallo y otros. Esta generación, la primera después de la que realizó la Independencia, estaba profundamente influida por el discurso de la filosofía de la Ilustración y de la Revolución Francesa, imbuidos, pues, de una fe en el progreso constante e imparable de la Humanidad, que logrará implantar finalmente el bien en las sociedades humanas, más allá de sus diferencias nacionales, ideológicas o étnicas. La Generación del 42 trató de introducir el "pensamiento moderno" (la Modernidad) en las clases dirigentes, a través de la docencia y de la publicación de libros y opúsculos, con el fin de hacer evolucionar, cambiar "positiva- 76 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas mente" la sociedad chilena, democratizarla, en resumen acabar la ( Revolución de la Independencia. Este ideario fue claramente expuesto por Bilbao en Sociabilidad chilena, célebre opúsculo publicado en 1844, donde critica duramente el sistema portaliano y la influencia de la Iglesia católica en la sociedad chilena, que permiten mantener bajo apariencias republicanas la "continuidad del pasado colonial" Así, Bilbao señala allí: "Entre nosotros la idea culminante como herederos de la revolución es completarla. Completar la revolución es apoyar la democracia en el espíritu y la tierra, en la educación y la propiedad. Esta obra es la destrucción de la síntesis autoritaria del pasado y la sustitución (por) los principios que la filosofía reconoce con el sello de la inmortalidad"5 . Este escrito causó gran escándalo en un país gobernado por los conservadores en el cuadro institucional de dicho "régimen portaliano". A pesar del apoyo brindado por los jóvenes de su generación, Bilbao fue privado de su cátedra de Derecho que impartía en el Instituto Nacional, fue procesado y la Corte Suprema decretó "quemar el escrito por mano del verdugo", debiendo abandonar el país. Durante toda su vida en Chile y en el exilio (Francia, Perú, Argentina) este demócrata liberal, romántico y radical a la vez, quien se relacionó activamente con historiadores y filósofos liberales y cristianos franceses (Jules Miehelet, Edgar Quinet, Félicité de Lamennais, Henri Lacordaire), luchó por hacer evolucionar la sociedad "colonial y feudal" imperante en Chile, "eslabonando nuestro pensamiento revolucionario al pensamiento francés de la revolución"5 . El pensamiento y la acción revolucionaria permitirían "el advenimiento de la democracia desde la aldea hasta las capitales, la separación de la Iglesia del Estado. La abolición del régimen económico, financiero, administrativo y pedagógico de la 50 Bilbao, op. cit., p. 34. 51 Ibidem, p. 17. 77 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas conquista. La libertad de cultos, la libelad de la industria, la comunicación con el mundo"5 . En este marco ideológico Bilbao escribió en París, en 1847, un artículo titulado Los Araucanos, donde en sendos capítulos expone "la naturaleza" y "el hombre", "la historia" y "el porvenir" de la Araucanía y sus ideas y proyectos respecto a las sociedades mapuches libres del sur del Bío-Bío, intentando responder a la pregunta que él mismo formula: "¿Cuál debe ser la política de "Chile respecto a los araucanos?". Aunque **en este artículo los términos "salvajes" y bárbaros" también abundan, su visión del indígena es más bien positiva. De esta manera, Bilbao expone que "la vida solitaria, sus creencias guerreras, sus tradiciones de victorias, han desenvuelto en ellos el orgullo y los sentimientos caballerosos. Se llaman aucas, hombres libres y hermanos. Se ve entre ellos una política y urbanidad que sorprende en los salvajes; la hospitalidad es una d^ sus virtudes y no hay viajero que no lo atestigüe"5 . Tampoco son crueles, "pues no se encuentra en ellos ninguna de esas prácticas atroces,4como son quemar al prisionero, arrancar la cabellera del vencido"5 . En su discurso histórico-filosófico sobre la Araucanía, Bilbao busca una explicación sociológica, no para desvalorizar, sino para entender a estas sociedades indígenas de guerreros libres sin Estado. De esta manera afirma: "Observad su vida y aun los menores detalles de sus hábitos y en todo ello vereis el sello del principio primitivo. Todo hombre es soldado y orador, propietario y sacerdote; la unidad está perfectamente constituida en cada ciudadano de la tribu. Cada familia es un estado"5 . Francisco Bilbao, El Evangelio americano, Santiago, 1941, pp. 58-59. ’ Francisco Bilbao, Los Araucanos, Obras completas, p. 321. * Ibidem, p. 324. 55 Ibidem. p. 326-327. 78 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Para comprender la larga y victoriosa resistencia de Arauco, "ese monumento humano que hace 300 años que resiste", no basta mencionar sólo el valor físico de los indios, sino su "valor dogmático, necesario y libre", que se manifiesta en la constitución de una sociedad articulada en tomo a la guerra: "El Dios Araucano es el verbo de la guerra", concepción más pertinente que la expuesta por los grandes historiadores chilenos, verbigracia Barros Arana, como ya se ha visto. Estos indios no son, sin embargo, salvajes absolutos, pues "están en un estado intermedio entre la civilización y la barbarie. Tienen un brazo en el arado y el otro en el lomo del caballo"5 . Esta última afirmación es interesante, pues Bilbao es uno de los escasos autores que subraya las características de guerreros y agricultores, a la vez, que poseen los mapuches. Como buen positivista nuestro autor piensa que se ha producido una necesaria evolución en los araucanos, gracias a "la comunicación y a las relaciones de comercio frecuentes" con la civilización en período de paz. Estas relaciones han hecho más por su "desbarbarización" que el contacto con conquistadores y misioneros. Para Bilbao, Cortés y Valdivia "resumen las esperanzas y las ideas de la monarquía y del catolicismo; sus brazos golpean sin piedad y las colonias se levantan sobre la sangre y la esclavitud de los indígenas"5 . La conquista fue un "crimen" y "su medio fue la barbarie", de esta manera entró "la civilización" en América y Chile. Bilbao cita, incluso, una carta de Pedro de Valdivia a Carlos V, donde le informa que después de matar 2.000 indios, alancear "otros muchos" y tomar prisioneros, a algunos de éstos "mandé cortar hasta 200 las manos y narices". Al analizar la lucha de los araucanos contra los españoles, Bilbao retoma también el discurso simbólico pro-indigenista sostenido por los líderes de las guerras de la Independencia. El símbolo, nuevamente utilizado es Lautaro, cuyo brazo representa la libertad según nuestro autor. Para los revolucionarios franceses Grecia y Roma fueron sus modelos, los patriotas "hijos de esa tierra" (Chilek evocaron a Lautaro, Colocolo y Rengo en sus luchas por la ubertad, y "esas sombras amadas, no aparecieron fantásticas. Eran las ^mas de los soldados de la patria, cuando^ patria pronunciamos"5 . *------------------ <-----------------6 Ibidem, p. 319. 7 Ibidem, p. 333. 58 Ibidem, p. 336. 79 ► Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas También a la Iglesia misionera correspondió una parte de la responsabilidad en este fracaso de la civilización colonial, pues los indios "han visto a los misioneros hablarles de paz, de amor, de justicia, de sometimiento a los cristianos y los cristianos eran sus verdugos". Así, los indios podían decir "el rey, la iglesia y la conquista vienen a hacemos conocer^al sublime crucificado y empiezan por crucificamos a nosotros"5 . También la República ha fracasado, hasta ese momento, en civilizar a los indios: "La República de Chile en esa guerra continuada ha seguido enteramente el sistema español, y no se ha presentado bajo la nueva faz que la revolución le impuso. Ha opuesto soldados quizás tan salvajes como los indios, no les ha opuesto al hombre ciudadano, al hermano, el sacerdote. No se ha presentado en esa guerra con la superioridad de un Estado ni con la superioridad moral de cada uno de sus hijos. Ley religiosa, ley moral, ley política, costumbres, táctica, todo ha presentado un caos y de este modo la victoria definitiva se retira"60. Chile, entonces, no ha actuado con los indios con la superioridad política y moral que se supone que los principios motores de la Independencia han proporcionado a la República. Al contrario, los chilenos continúan la guerra "con medios inhumanos" y, lo que es peor, en vez de civilizar a los indios los mismos "chilenos fronterizos han tomado algo de los araucanos y la ignorancia de nuestros gobiernos permite una guerra propia de salvajes. Quemándoles sus rancherías y sus campos, matándolos sin misericordia, fomentando su| divisiones intestinas, en una palabra, procurando aniquilarlos"6 . Lo que ha sucedido, entonces, es que estos chilenos se han "araucanizado", pues "su faz es blanca, su alma araucana. Pronto al pillaje, limitado en sus ideas, la guerra es su deseo, la intolerancia es su dogma"62. A pesar de todo ello, estos chilenos son "la vanguardia" de la República frente a los indios guerreros. No sólo la vanguardia, sino el adelanto de la frontera. En efecto, cuando Bilbao escribe su ’ Ibidem, p. Ibidem, p. 1 Ibidem, p. 62 Ibidem, p. 344. 345. 340. 342. 80 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas artículo (1847) puede añonar que la frontera "ha avanzado más de 40 leguas" al sur del Bío-Bío por el lado de la costa, aunque en los llanos, desde el Bío-Bío al Toltén, esas "mil leguas cuadradas" constituyen un "recinto inviolado" para las armas chilenas. Este hecho se opone a la formación geológica o geográfica e histórica del territorio chileno. Para Bilbao, Chile es un país nuevo, "la naturaleza no le ha impuesto su sello definitivo y la creación mora^de la República coexiste con la creación definitiva de su suelo"6 . Por ello, Chile debe terminar de formarse, consolidar la unidad territorial de la República, y a lo largo de todo su artículo Bilbao expone la idea de un solo país hasta el cabo de Hornos desde la misma época colonial: "Chile tiene que completar su territorio, derribar esas barreras del odio, desenvolver esas riqueza^escondidas, volver a la divinidad una porción de sus hermanos"64, en una palabra "Arauco debe entrar en Chile". En esta frase advertimos todo un programa político e histórico, que une al avance de la frontera una idea de explotación económica de la feraz Araucanía y la concepción de la constitución de un solo pueblo chileno-araucano fraternal y verdaderamente cristiano. Pues Chile no debe destruir a los araucanos, ya que "toda personalidad, sea de pueblo, sea de individuo, tiene su lugar asignado bajo el sol. El dogma de la igualdad ha inmortalizado a toda cultura. La destrucción ejercida por un pueblo es el suicidio moral de su existencia. Chile ha nacido en el derecho (...) Destrucción grita el animal, fraternidad exclama el hombre bautizado en la luz y el fuego"6 . Bilbao, entonces, propone la combinación de cuatro factores para resolver el problema araucano: 1) enseñándoles la religión católica, el evangelio con amor: "si queremos vencerlos en la tierra debemos antes vencerlos en el Cielo"; 2) atrayéndolos por el ejemplo, mostrándose los chilenos "como verdaderos republicanos en la esfera pública y privada, fieles a la palabra, a Ibidem, p. 314. Ibidem, p. 348. Ibidem, p. 343. 81 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas todo tratado y convención"; 3) mediante el desarrollo de los intercambios y la comunicación, especialmente "el establecimiento de caminos que la geografía está mostrando" ; 4) por medio de la educación, "derramando escuelas y haciendo pronunciar por vez primera en esas selvas el libro de vida, el evangelio". El cumplimiento de este programa permitirá la fusión de ambos pueblos, creando la "nueva patria", uniendo "a los que se creen hijos de diverso padre"6 . En este artículo Bilbao se demuestra como un profeta positivista. Los indios no deben ser víctimas de la de la civilización republicana. Los chilenos no deben emplear "la política maquiavélica (de) comprarles los terrenos para hacerlos perecer por hambre y empujarlos más y más en la barbarie"6 , la República debe operar de manera que ellos "vean ja propiedad sin el despotismo del capital y la miseria del obrero"6 . Es necesario 'que la República les enseñe a ser ciudadanos en el amplio sentido de la palabra, pues además llegarán a ser "soldados no del desierto, sino de la ciudad", al hacerlos edificar poblaciones; la República debe organizar las relaciones laboraos "para no convertirlos en esclavos de la tierra y de la industria"7 . Bilbao es, pues, partidario que Chile avance su frontera, dando ejemplo de pacifismo y caridad para con los indios, tratándolos con bondad y generosidad, como ya lo afirmara para todo el continente el Padre Las Casas en el siglo XVI, pues "la cuestión de Arauco es la de Chile". Aunque en su Evangelio americano Bilbao se muestre partidario de "la ¡gualda^ de las razas, reconociendo sus derechos a la tierra que poseen" , en su discurso araucano concibe el territorio de la Araucanía con una visión de colonizador o colono, no lejos de la posición de Vicente Perez Rosales o Benjamín Vicuña Mackenna: "Ese territorio sano y bello, donde los ríos y los lagos invocan a las naves, los llanos al ferrocarril, las montañas y sus bosques el hacha del cristiano, 66 67 68 69 70 71 Ibidem, p. 346. Ibidem, p. 347. Ibidem. Ibidem, p. 345-346. Ibidem, p. 346. Bilbao, El evangelio, p. 59. 82 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas presenta todas las condiciones necesarias p¿ara el establecimiento de las grandes poblaciones"7 . Como se puede apreciar, incluso en este discurso generoso y optimista, aunque ingenuo, de Bilbao, el más liberal de todos los representantes de la élite republicana, no se reconoce la plena libertad y soberanía de las sociedades indígenas en sus propios territorios, pues éstos tarde o temprano deberán integrarse a la República y los indios someterse a sus leyes, es decir ser incorporados a la civilización chilena. 6. El marco legal de la República y las sociedades indígenas Desde 1812, fecha del primer Reglamento Constitucional promulgado durante el gobierno de José Miguel Carrera, hasta 1833, fecha de la puesta en vigor de la gran Constitución republicana de Chile, que va a regir, con modificaciones por cierto, hasta 1925, el país se dotó de dos Reglamentos Constitucionales (1812 y 1814), de Leyes federales (1826) y de diversas Constituciones (1818, 1822, 1823, 1828), casi todas de efímera vigencia. Ellas contemplaban disposiciones legales, a menudo impracticables para una nación que, precisamente en medio de guerras y sobresaltos, ensayaba su ordenamiento legal definitivo. El mismo Presidente José Joaquín Prieto lo expresaba en su exhorto "a los pueblos de Chile", al promulgar la Constitución de 1833,que inauguraba el régimen portaliano, como un "modo de poner fin a las revoluciones y disturbios a que daba origen el desarreglo del sistema político en que nos colocó el triunfo déla independencia"7 . En la génesis, discusión y redacción de estas Constituciones participaron los pro-hombres, la elite social, económica e intelectual de esa época de guerras y ensayos de organización nacional. Ellos se habían formado y educado a fines del período colonial, ocupando un sitio relevante en la historia de Chile durante la primera mitad del siglo XIX. Baste citar a Manuel de Salas, Camilo Henríquez, Hipólito Villegas, José Ignacio Cienfuegos, Francisco Antonio Pérez, Juan Egaña, Mariano Egaña, Manuel José Gandarillas, etc.72 72 Ibidem, p. 346-347. r Constitución de la República de Chile., 1833, Santiago, p. 1-2. 83 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Todas estas Constituciones se preocuparon de organizar la nación, la vida ciudadana, en el marco de lo que podríamos llamar una República autoritaria (salvo en algunos aspectos de la Constitución liberal de 1828), de democracia de propietarios letrados, restringida, entonces, a un sector social (el voto siempre es masculino y censatario), a pesar de las declaraciones alegóricas y bien intencionadas basadas en los principios de la Independencia de los EE.UU. o de la Revolución Francesa. Sin embargo, en estos cuerpos legales no aparecen definidos clara y explícitamente ni los indígenas^pi sus territorios. ¿Los indios son chilenos? ¿Son ciudadanos?74 ¿Sus territorios pertenecen a la República de Chile? La respuesta a la primera pregunta es teóricamente afirmativa. Sin embargo, los indios no son ciudadanos, salvo en el bando alegórico de O’Higgins de 1819 'ya visto, pues no reúnen los requisitos exigidos para serlo. En cuanto a los territorios indígenas, se los incorpora jurídicamente al territorio chileno, como otrora lo hicieran las autoridades coloniales. . Esta ambigüedad u omisión republicana, portadora de futuros conflictos, se hace presente a través de las diversas Constituciones examinadas: 1. A partir de la Constitución de 1822 el territorio de Chile es considerado como una unidad que se extiende por "límites naturales al sur el cabo de Hornos, al norte el despoblado de Atacama, al oriente (la cordillera de) los Andes, al occidente el mar Pacífico, (y) le pertenecen las Islas del archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa María y demás adyacentes" (capítulo Io, art. 3o). Todas las Constituciones posteriores repiten casi idénticamente esta fórmula limítrofe, lo cual significa que los territorios indígenas comprendidos entre el río Bío-Bío y el seno del Reloncaví se consideraban incoiporados a la República. La Constitución de 1828 (art. 2°), a su vez, dividía política y administrativamente al país en 8 provincias (para todas las Constituciones anteriores sólo existían tres: Coquimbo, Santiago y Concepción), a saber: Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Maulé, Concepción, Valdivia y Chiloé, y la de 1833 agregaba cinco más: Sólo en el "Proyecto de Constitución para el Estado de Chile", presentado por el Congreso en 1811, cuyo redactor fue Manuel de Salas, y que nunca tuvo aplicación, se afirmaba que "un indio es ciudadano, si para ello cumple con los requisitos de la Constitución. Pero si se casa con cuarterona inclusive para arriba, por este hecho se le dispensa el mérito cívico" (art. 80). 84 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Atacama, Colchagua, Talca, Nuble y Arauco. La provincia de Arauco constaba de los departamentos de Laja, Nacimiento y Arauco, y la de Valdivia de los de Valdivia y Unión y Osomo y Colonia. En estas Constituciones no se mencionaban los territorios indígenas, siguiendo en esto, en general, las antiguas divisiones administrativas internas coloniales, que se referían siempre al obispado de Santiago, al de Concepción (separados por el río Maulé), a Valdivia y al archipiélago de Chiloé, como integrando ininterrumpidamente el Reino de Chile hasta el cabo de Hornos. 2. Es interesante señalar que salvo en la Constitución de 1822, en ninguna otra hay referencia expresa, ni de inclusión ni de exclusión, a los indígenas que viven en el "territorio nacional". Es como si no existieran. Pensamos que los términos "chilenos", "pueblo chileno" a menudo invocados, los incluyen teóricamente, pese a no ser expresamente considerados en tales categorías. En cambio la propia definición constitucional de "ciudadanos" los excluye de derecho. De esta manera, el Reglamento Constitucional de 1812 se refería al "pueblo" (art. II), a "los pueblos" (art. XXVII), a "los ciudadanos" (art. XVI) y expresaba que "todo habitante libre de Chile es igual de derecho" (art. XXIV), esta igualdad civil excluía por cierto a los esclavos negros, poco numerosos en Chile. La Constitución de 1822 instituía "la nación chilena es la unión de todos los chilenos" (art. Io) y que "todos los chilenos son iguales ante la ley, sin distinción de rango, ni privilegio" (cap. 2, art. 6o). La Constitución de 1823, seguida en esto por las que la sucedieron, decretaría la abolición total de la esclavitud: "en Chile no hay esclavos" (art. 8o). En todas las disposiciones constitucionales se declara la libertad, el goce de derechos y la igualdad entre los chilenos, reconociendo como chilenos, en general, a "los nacidos en el territorio de Chile" (Constitución de 1833, art. 6o, 1°). Por lo tanto los indios teóricamente eran chilenos, libres e iguales, formando parte de la nación chilena, puesto que sus tierras, teórica y lógicamente, se incluían en el territorio de la República. Además se reconocía expresamente que "los hombres por su naturaleza gozan de un derecho inajenable (...) a su hacienda" o propiedad (Constitución de 1818, art. Io) y que "la Constitución asegura a todos los habitantes de la República la inviolabilidad de todas las propiedades, sin distinción de las que pertenezcan a particulares o comunidades" (Constitución de 1833, art. 12, 5°). 85 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Entonces, teóricamente, también los indios como chilenos tenían derecho a la propiedad de sus tierras, concepción que los hechos desmintirían fehacientemente, como se sabe, a lo largo del siglo XIX. El problema se planteaba, como ya se dijo, al examinar los requisitos exigidos para ser ciudadano chileno, los cuales excluían de derecho a los indios que habitaban el territorio chileno. Así, la Constitución de 1823 hacía una diferencia entre los ciudadanos, refiriéndose a los "ciudadanos activos", los cuales "todos deben ser católicos romanos, saber leer y escribir" (título II, art. 6o). La Constitución de 1833 es más explícita en su calidad de ley suprema de una República controlada por el sector más conservador de la sociedad. En efecto, en su art. 8° estipulaba que "son ciudadanos activos con derecho a sufragio, los chilenos (varones) que habiendo cumplido 25 años, si son solteros, y 21, si son casados, y sabiendo leer y escribir tengan alguno de los siguientes requisitos". Estos se referían a una propiedad inmueble o capital invertido en industria o "el ejercicio de una industria o arte, o el goce de un empleo, renta o usufructo", cuyos emolumentos guarden proporción con dicha propiedad o capital. En una palabra, el voto masculino y censatario. Pese a esto, el art. 12 de (ficha Constitución expresaba que aseguraba "a todos los habitantes de la República, 1° la igualdad ante la ley. En Chile no hay clase privilegiada". Los indios, entonces, no eran ciudadanos activos, pues además de ser analfabetos y no poseer individualmente bienes raíces y menos capitales (pues en las sociedades indígenas no existía la propiedad privada de la tierra), tampoco eran "católicos romanos", debiendo subrayar aquí, por ende, el fracaso, por diversas causas, de la política de "conquista espiritual" de los indígenas llevada a cabo tanto por la Corona española durante el período colonial como por la República durante el siglo XIX. Es relevante constatar que esta ausencia u omisión del indígena en el marco constitucional republicano, se puede encontrar incluso entre los juristas más liberales del período. De esta manera, Manuel Carrasco Albano en sus Comentarías sobre la Constitución Política de 1833, obra premiada por la Universidad de Chile, al analizar la sociedad colonial basada en la desigualdad, citaba como una de las causas de ésta "las divisiones de castas, consignadas en el Código de Indias. Los indios, los negros, los mulatos, los zambos, los mestizos, los simples colonos 86 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas y los españoles nativos formaban una escala gradual de clases en que la desigualdad de la sangre constituía una desigualdad de derechos" . El mismo autor criticaba, y citaba también, todas las "desviaciones e infracciones" que "ese gran principio de la igualdad" sufría en el régimen republicano vigente, sin destinar una línea a la situación de los indígenas en la joven República chilena. Estas Constituciones republicanas, como buenas herederas lejanas del siglo de las luces y cercanas de la Revolución Francesa, confiaban, como sabemos, en la marcha incesante de la civilización y el progreso. Estas concepciones aparecen claramente expuestas y articuladas en el mensaje que el Director Supremo Bernardo O’Higgins dirigió a los pueblos de Chile como un preámbulo a la Constitución de 1822. Allí O’Higgins efectuaba un balance optimista de sus cinco años de gobierno, en los cuales "se formó el Erario, que ha duplicado sus ingresos, se organizó provisoriamente el Estado, ha dado principio la agricultura, la industria y el comercio y están para plantearse varios proyectos de' beneficencia pública". Para asegurar el futuro desarrollo de la joven República de Chile, el Director Supremo presenta en un perfecto lenguaje ilustrado todo un programa basado en la educación total; para formar y producir los hombres públicos, profesionales y técnicos que el país necesita: , "El actual estado de la civilización y de las luces nos descubre bien la necesidad de adelantar, o, por mejor decir, plantear de un modo efectivo y suficiente la educación e ilustración. Necesitamos formar hombres de Estado, legisladores, economistas, jueces, negociadores, ingenieros, arquitectos, marinos, constructores hidráulicos, maquinistas, químicos, mineros, artistas, agricultores, comerciantes ... Las luces, las riquezas y el poder anduvieron siempre reunidas en las naciones, sin estos elementos, que los unos nacen de los otros, Chile no será nación, ni logrará el fruto de sus sacrificios". 75 Manuel Carrasco Albano, Comentarios sobre la Constitución Política de 1833. Valparaíso. 1858. p. 58-59. 87 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Esto permitirá superar, según O’Higgins, el pasado colonial de atraso e ignorancia. Para conseguir estos fines, él preconiza, entonces, una decidida política de inmigración que abriría las puertas del país a todos los extranjeros que lo desearan y que fueran útiles al desarrollo de la nación. A esta concepción de ser Chile un país nuevo, inexperimentado y casi vacío de habitantes, se añade la imagen de la virginidad y riqueza del país: "Atraer extranjeros agricultores, industriosos y capitalistas, no es posible sin ofrecerles una gran garantía, y toda la libertad de que gozan en otras regiones; esta es la adquisición más importante, virgen todavía la feraz superficie de nuestro suelo, e intactas sus entrañas, sólo ellos nos procurarán en breve nuevos frutos y tesoros". De esta manera todas las constituciones liberales o conservadoras posteriores prometerán a chilenos y extranjeros, "garantir al hombre en el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles, la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad". Además, ellas concedieron gran facilidad y flexibilidad para adquirir la nacionalidad chilena. La Constitución de 1822 llegaba, en esta materia, a dispensar de requisitos de residencia y censatarios "en favor de los extranjeros que han hecho o hicieran servicios importantes al Estado" (cap. II, art. 5o). La Constitución de 1833 aseguraba a "todos los habitantes de la República, la admisión a todos los empleos y funciones públicas", (art. 12, 2o) Esta política de "puertas abiertas" a los extranjeros permitió, por lo demás, atraer grandes personalidades que colaboraron decisivamente en el desarrollo científico, económico y técnico de Chile durante el siglo XIX. Baste citar a Andrés Bello, Claudio Gay, Ignacio Domeyko y tantos otros. Por otra parte, en estas disposiciones constitucionales ya se avizoraba la futura política de colonización de los territorios indígenas situados al sur del río Bío-Bío. Es pertinente destacar que la única mención que se hace de los indígenas en estas Constituciones es en relación a esa concepción de civilización progresiva e indefinida antes aludida. En efecto, en la Constitución de 1822 en el capítulo concerniente a las facultades del Congreso se estipulaba que éste debe "cuidar de la civilización de los indios del territorio" (cap. 4o, art. 6°). Cabe 88 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas observar, por una parte, que no se habla aquí de los territorios de estos indios "incivilizados", sino del territorio de la República, con lo cual éste engloba o incorpora a aquéllos; por otra parte, esta facultad "civilizadora" del Congreso aparece junto a otras disposiciones que requieren "generalizar la ilustración" (cap. 4o, art. 24) y "proteger el fomento de la agricultura, de la industria, del comercio y de la minería" (art. 26). A nuestro juicio, en el espíritu o intención de estos preceptos constitucionales está presente la esperanza o convicción de un mejoramiento y progreso tanto de la tierra feraz pero inculta de la República, como de sus indios feroces e incivilizados. 7. Los.planes contra el salvaje excluido de la República: debate en la prensa y en el Parlamento A mediados del siglo XIX el Estado chileno no se interesará en la persona misma del indio como había sucedido en el estado colonial (mano de obra para trabajar y almas para evangelizar), sino sus tierras y comienza, a partir del término de las guerras de la Independencia, un lento pero'seguro proceso de penetración de los territorios indígenas al sur del Bío-Bío, especialmente mediant^ el expediente de la compra, a menudo fraudulenta, de terrenos76. ’ Jorge Pinto ha sintetizado bien las causas de este interés por las tierras mapuches, especialmente entre 1850 y 1860: "Por esos años se conjugaron una serie de factores que dasataron la ambición por las tierras mapuches. Una crisis económica que se produjo en esa década y la necesidad de aumentar las exportaciones de cereales, en un país cuya economía se basaba en las exportaciones de materias primas, desviaron la atención hacia el sur. 6 Ricardo Ferrando afirma: "Desde que las autoridades de la República se establecen en la zona de la Frontera, continúa el sistema de ventas (de tierras mapuches), que se amplía por la ambición de los particulares que desean comprar, valiéndose de la ignorancia de los indígenas, tierras a precios ínfimos. Amparados en los engorrosos trámites y procedimientos judiciales, simulaban contratos, captaban herencias y cometían toda clase de abusos (...) El territorio que abandonaba el indígena, ya sea porque huía de él vencido, ya sea porque lo vendía, fue pasando poco a poco a manos de particulares, sin beneficio para el Estado y sin obligaciones para los ocupantes". Ricardo Ferrando, Y así nació la Frontera, Santiago, 1986, p. 304-305. 89 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Así mismo, la posibilidad de conectar Chile con los mercados del Atlántico y de abrir en la Araucanía un espacio a las inversiones de empresarios locales, desplazados por los agentes financieros de Inglaterra que se instalan en Valparaíso (...) Por último, el peso que empieza a tener la articulación de nuestra economía a un capitalismo más desarrollado, el inglés, cuyas exigencias ponen en peligro los espacios que todavía conserva^ algunas comunidades indígenas en el continente"7 . Esta política de invasión y expropiación de las tierras indígenas fue justificada por los sectores interesados mediante una ideología articulada, en general, por la élite gobernante, en tomo de tres líneas, que de alguna manera traducían "modernamente" las antiguas voces coloniales: 1. Los indios pertenecen a una raza inferior, salvaje, imposible o muy difícil de civilizar. 2. Chile debía superar su "discontinuidad geográfica" (entre los ríos Bío-Bío y Toltén) integrando a la República los ricos territorios indígenas, territorios "irredentos", consolidando de esta manera un Estado nacional homogéneo. 3. La civilización chilena, blanca de origen europeo y, por ende, superior, junto al "orden republicano" debían imponerse en todo el territorio nacional. En resumen, los indígenas no merecían su habitat y debían ser expropiados en beneficio de los chilenos o de los emigrantes (europeos siempre) que quisieran poner en valor dichas tierras. En cuanto a los indios debían someterse o desaparecer. De esta manera, durante los años 1850 y 1860 a través de la prensa y el Parlamento, no siempre sin contradicciones, comienza a gestarse y manipularse una imagen del indígena, totalmente diferente a la visión "romántica" o simbólica que de éste se tuvo durante la gestación y las guerras de la Independencia. Jorge Pinto Rodríguez, “Del an ti indigenismo al proindigenismo en Chile en el siglo XIX”. En La Reindianización de América, siglo XIX. Leticia Reina (Coordinadora), Editorial Siglo XXI, México, 1997, pp. 137-157. De Pinto veáse, también, sobre todo en lo relacionado con la ideología de la ocupación, su artículo “Crisis económica y expansión territorial: la ocupación de la Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX”. En Estudios Sociales, N° 72, CPU, 1992, pp. 85-126. Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas No constituye una contradicción afirmar que la República autoritaria y conservadora portaliana coexistió con el positivismo liberal, que no sólo se proyectó en lo económico, sino en toda una visión y concepción de la República y de su futuro y de la política necesaria para llevarla a cabo. AJ consultar los principales periódicos de la época, El Mercurio de Valparaíso y El Ferrocarril de Santiago, dicha "ideología de la ocupación" aparece expuesta a través de las tres líneas antes mencionadas, clara y a veces violentamente expresada en los editoriales y en los comunicados de los lectores. Por ejemplo, en El Mercurio (30-1-1856) un lector que se firma como "Un chileno" escribe: "Mas, dejaría yo de ser chileno si no uniera mis débiles esfuerzos a los de aquellos que procuran con tanta sensatez y patriotismo, que el gobierno de Chile se constituya en verdadero poseedor (subrayado por el autor) de esa parte(Arauco), la más bella y fértil de nuestro territorio, habitada por hordas de salvajes que no tienen reparo alguno en cometer actos de barbarie y brutal violencia,que por su impunidad hacen ilusoria y nula la autoridad que el gobierno puede tener (subrayado por el autor) sobre ellos". A estas consideraciones se agrega una inquietud que es agitada como bandera premonitoria: la posibilidad que una potencia extranjera se interese y apropie de "ese territorio sobre el cual Chile apenas podría alegar derecho, puesto que no le ocupa de hecho ni ejerce autoridad eficaz en sus habitantes". Así, constantemente esta prensa plantea a la opinión pública la necesidad de imponer el orden y la seguridad en la frontera frente a los desmanes o amenazas de ellos cometidos por ios indígenas: < ' "Los araucanos hacen grandes aprestos militares; todas las tribus están revueltas y se reúnen en grandes masas (...) innumerables correos despachan todos los días a los pehuenches y a las demás tribus de las Pampas, excitándolas a la rebelión y a un levantamiento general, para talar, 91 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas saquear y robar las haciendas circunvecinas" (Editorial de El Mercurio, 12-2-1856). Incluso este editorial llega a comparar y a enaltecer la política de la Corona española: "Tres siglos se han burlado (los araucanos) del poder y fuerza de los gobiernos que han regido a Chile, y se mantienen aún como en sus primitivos tiempos. Nosotros hemos hecho mucho menos que los primeros conquistadores, a pesar de tener todos los recursos en las manos: ellos fundaron las ciudades de Angol; Cañete, Villarrica y muchos otros lugares, y nosotros sólo hemos conseguido mantenerlos en paz, continuamente interrumpida, pagándoles, podemos decir, un tributo". En esta argumentación afloran, a veces, contradicciones ' que revelan el reconocimiento de la nación araucana y sus derechos: , "Si una potencia extranjera, como la Inglaterra, la Francia o los Americanos, quisiese posesionarse del territorio araucano, comprándoles terrenos y tratando con ellos de potencia a potencia, diríamos que los araucanos no tenían derecho para hacer tratados, por no ser una nación reconocida; pero buen cuidado tendrían de contestamos, poniéndonos delante el Derecho de Gentes de (Andrés) Bello. ‘Nación o Estado es una sociedad de hombres que tiene por objeto la conservación y felicidad de los asociados; que se gobierna por leyes positivas emanadas de ella misma y es dueña de una porción de territorio’. Los araucanos se hallan en la actualidad en este caso, por más que os sea duro el confesarlo." Para El Ferrocarril (N° 1056 de 1859) los territorios indígenas pertenecen legalmente a Chile: ; "No necesitamos una bula para anexar a la * república lo que pertenece a su territorio: ni jamás 92 Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas se habrá presentado una conquista de' la civilización sobre los salvajes, que vaya aparejada de mayores requisitos por lo que toca'al derecho, a la conveniencia y a la humanidad". ¡' Y en su número 1.233 (1859), El Ferrocarril incitaba lisa y llanamente a la conquista de dichos territorios: "Toda campaña contra los bárbaros tendrá las simpatías de la nación en masa, de veras indignada de sus pasadas y presentes depredaciones. Si el Gobierno se resuelve a emprenderla en forma, no hará más que dar verdadera realidad al deseo general". En general, podríamos resumir los argumentos de dicha "ideología y de la guerra de ocupación", durante esa época, en los puntos siguientes: 1. Hay que concluir de una vez por todas con esa "conquista interminable" que tantas vidas y gastos ha costado. 2. El abandono en que el gobierno mantiene la Araucanía comprometía el honor de la República de Chile. 3. Existe un peligro eminente que las ciudades del Sur sean invadidas por hordas de bárbaros y, del mismo modo, que se puedan producir reclamaciones de naciones extranjeras por algún eventual ataque a sus súbditos o a sus naves. 4. Una potencia extranjera podría adquirir tierras en la Araucanía y, más tarde, posesionarse del territorio. 5. Siguiendo las normas del Derecho Internacional (cf. Andrés Bello) los araucanos constituyen una nación y bien .podrían suscribir tratados o pactar con otra nación extranjera. Es así que la conquista o reconquista republicana de las tierras indígenas fue presentada como una lucha entre la civilización chilena y la barbarie araucana, entre el bien y el mal, como lo expone El Mercurio en su editorial del 25-6-1859: "Esta es la lucha que existe desde que el mundo és mundo; este es el antagonismo eterno entre el bien y el mal, el vicio y la virtud, el saber y la ignorancia; lucha y antagonismo necesario y útil que la humanidad efectúa por todos los medios, 93 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas empleando aquellos cuya fuerza aun ella misma ignora". Haciendo referencia impícita al fracaso de la evangelización colonial, El Mercurio (editorial del 7-6-1859) afirma que el indígena es impermeable a la prédica de la civiliza<* ción: "Si los araucanos pudieran civilizarse por medio de la palabra y la persuasión, nada habría más inhumano, nada más bárbaro que el empleo de la fuerza; pero hace 300 años que no escuchan esa palabra, que desdeñan esa persuación permaneciendo altivos, indomables, feroces, e infiriéndonos ultraje sobre ultraje, sin que hayan comprendido jamás nuestra moderación, los esfuerzos constantes de nuestra caridad, ni los beneficios de la civilización que hemos tratado siempre de inculcarles". La barbarie indígena legitima, entonces, el uso de la fuerza. Chile se presentaba así, una vez más como el continuador de la política colonial: "La fuerza para contenerlos en sus avances, la fuerza para atraerlos a un camino que no quieren seguir a pesar de sus ventajas, la fuerza para que cesen los insultos y depredaciones que nos infieren; la fuerza, en fin, ya que en 300 y tantos años han rehusado la civilización dada por los medios pacíficos" (El Mercurio, 25-6-1859). Para El Mercurio, vocero y representante de la clase dirigente chilena, esta obra de civilización sería llevada a cabo por el ejército de la República. De esta manera en su editorial del 275-1859, titulada precisamente "La conquista de Arauco", expresaba al respecto que "Chile cuenta hoy con un brillante ejército, numeroso, bien disciplinado, y a cuyo frente tiene jefes de distinción y capacidad". Las tierras indígenas, recuperadas así para Chile,"entrarían de lleno a servir de campo a especulaciones honradas y a repoblarse con colonos civilizados e industriosos". Estos colonos 94 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas _ serían, naturalmente, chilenos o europeos, representantes de la raza blanca dominadora del mundo, olvidando, desde luego, el origen mestizo del pueblo chileno. El periódico no preconizaba, por supuesto, una abierta política de exterminación o genocidio de los indios, sino su "distribución" en tierras civilizadas, tal como lo había ^ugerido el cronista Jerónimo de Quiroga hacía casi 300 años antes 8: "Entonces no sería necesario exterminarlos, como algunos temen; y vencidos por la fuerza y el número, tendrían que resignarse a abandonar su vida de pillaje y sus inmundos aduares, para ser distribuidos en todo el territorio poblado y ponerse en contacto con nuestros actuales centros de cultura y labor". En relación a esta conquista militar, El Mercurio, anticipándose en varios años a la realidad histórica (la llamada "campaña del desierto" en Argentina contra los indígenas, conducida por el general Julio Roca y llevada a cabo paralelamente a la campaña chilena de "pacificación", aunque sin alianza formal de ambas fuerzas), propone la intervención conjunta de los ejércitos chileno y argentino, cada uno en sus respectivos territorios, para resolver definitivamente "el problema araucano", invocando incluso la fraternidad de los "pueblos hermanos" para lograr tales objetivos: "La Confederación Argentina organiza en estos momentos un ejército que se anuncia no ha de bajar de 10 a 12.000 hombres (...) Cuánto mejor no sería que, unidas esas fuerzas en nombre de un interés común, y a invitación de un gobierno amigo, como el de Chile, pospusiesen sus desavenencias locales y tornasen sus miradas hacia esos vastos territorios que hoy yacen incultos y sirviendo de abrigo a indómitas hordas de indios ladrones que amenazan sin cesar su tranquilidad, su bienestar y su riqueza". Cf. nota 3. 95 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas El Mercurio (30-5-1859) temía que si no se firmaba un tratado con Argentina, y "si ambas fuerzas no marchan de consuno, entrando en campaña al mismo tiempo y poniéndose de acuerdo para un plan de ataque", dichas "hordas" se refugiarán en Argentina, amenazando a ese país y "aumentada de esa manera su masa" atacasen Chile, siendo "del todo imposible contenerlos", sufriendo entonces "todos los horrores que trae consigo una invasión de salvajes". Otra grave consecuencia de este estado de inseguridad permanente sería que dichos ricos territorios perderían gran parte de su valor, privando a la nación de "plantear una actividad industrial y de poder colonizar pacíficamente el país". Frente a estas posiciones belicosas e integristas, es justo reconocer que en Chile también se elevaron opiniones contra métodos tan drásticos preconizados por la prensa principal. Así, Eulogio Altamirano, estudiante de Derecho de la Universidad de Chile y futuro ministro de Estado, presentaba en 1859 una memoria de licenciatura titulada Arauco. Su conquista y colonización, donde junto con reconocer la "barbarie" de los ' indígenas, impugnaba la conquista de territorios que no eran imprescindibles para el desarrollo de la nación. Chile necesitaba industria, capitales y emigración, sugiriendo para transformar la Araucanía en "un país civilizado" e integrado a la República: "la compra gradual de los terrenos, para ir colonizándolos gradualmente también (...) las tierras deben venderse y no donarse; pero venderse con condiciones tales que sean accesibles para todo individuo, por humilde que sea su posición en la vida"7 . Otro universitario, Aquinas Ried, en las páginas de la Revista del Pacífico y de El Mercurio de Valparaíso, se opuso al uso de la fuerza contra los indios, pues éstos tenían derecho a su libertad. Ried creía en "una colonización que respetara los derechos del indiana e indemnizara a aquellos que decidieren vender sus tierras" Es preciso destacar, asimismo, la polémica entablada respecto al "problema araucano" entre la Revista Católica, órgano oficial de la iglesia católica chilena, y El Mercurio y El Ferrocarril. En una serie de artículos aparecidos en 1859, La Revista Católica se opone a la ocupación de la Araucanía por la fuerza, Cit. p. Revista Católica. Santiago, 3-12-1859. 80 Cit. p. Jorge Pinto R., op. cit. p. 7. 96 Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas atacando duramente las posiciones de El Mercurio en relación al "problema de Arauco": "Si es justo y grato para El Mercurio el exterminio de los araucanos, porque son bárbaros y poseen un fértil territorio, entonces proclama una nueva civilización de crueldad y de pillaje; hace la apoteosis de ella, y levanta un altar siempre humeante de la sangre de víctimas humanas, despiadadamente sacrificadas por la codicia envuelta en el manto oscuro de una civilización cmel y repugnante" (4-6-1859) En un largo artículo titulado "Independencia de Arauco" (4-6-1859) procede a una exaltación de las virtudes del pueblo araucano, "raza de héroes, que prodigó su sangre con entusiasmo por la defensa de su amada patria" (...) (Ellos son) 50.000 pacíficos moradores de la tierra clásica de la libertad, (de) nobles prendas de corazón y espíritu". Para la Revista Católica los indios tienen derechos inalienables sobre sus tierras y es la codicia de éstas el motivo principal que impulsa a ciertos chilenos a desconocer dichos derechos. La Revista cuestiona: "¿Por ventura el bárbaro carece del derecho de propiedad, o el hombre civilizado tiene facultad de apropiarse lo que poseedores ignorantes y rudos han adquirido y poseído como dueños?" La República, entonces, no tiene derecho a hacerles la guerra en nombre de la civilización: "Si aplicamos a los bárbaros los principios que la civilización condena, ¿qué gloria será la nuestra al aparecer ante el mundo como usurpadores de ajenos derechos? ¿Con qué títulos llevaríamos el estandarte de la civilización, si la ultrajáramos-en el momento mismo de pasearlo triunfante en Arauco?" Más adelante, la Revista subraya irónicamente la contradicción en el discurso del hombre llamado civilizado: 97 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas - "El hombre civilizado se presenta al salvaje con espada en mano y le dice: yo te debo hacer partícipe de los favores de la civilización; debo ilustrar tu ignorancia, y aunque no comprendas cuales son las ventajas que te vengo a proporcionar, ten entendido que una de ellas es perder la independencia de tu patria; pero con todo, elige entre esta disyuntiva: o te civilizo, o te mato. Tal es en buenos términos la civilización a mano armada". Así, para la Revista, la conquista y la civilización son fenómenos históricos diferentes y opuestos: la conquista es una "usurpación a mano armada", la agresión del fuerte contra el débil; la civilización es atraer "a los bárbaros por medio de la persuasión a la vida civil", ilustrando su inteligencia, transformando su corazón, y sus costumbres, respetando siempre sus derechos. Uno de los peores crímenes que podría cometer la llamada civilización sería hacer la guerra, vencer y desterrar a los indígenas, pues "preferirían mil veces la muerte al destierro a distintos climas y lejanas tierras, entre cuyos extremos sólo se les permite optar. De todos modos su exterminio debía ser inevitable". Esto no significa que la Iglesia acepte la existencia de los indígenas (siempre "bárbaros" para ella) disfrutando de su propia y tradicional organización política, social y espiritual. Esto iría en contra de la concepción que ella tiene de su deber religioso y apostólico, ya que los hombres de Iglesia están "destinados por la Providencia para ejercer sobre esta parte desgraciada de nuestros compatriotas una tutela paternal y caritativa". La Revista propone, entonces, sin entrar en mayores detalles explicativos de los métodos civilizadores antes expuestos, "trabajar con constancia por civilizarlos honrados y caballerosamente", y el primer y principal medio para conseguir "tan santo fin, es sin duda la palabra evangélica (...) contando, como debe contarse, con los sobrenaturales auxilios de la divina gracia" (25-6-1859). Para probar que esta tarea no es tan difícil como aparenta ser la Revista Católica, procede a presentar a las sociedades indígenas en un cuadro positivo que la aproxima más bien a la visión de Francisco Bilbao: "Los araucanos no tienen ídolos ni sacerdotes de falsas divinidades (...) Por más que se diga, no son 98 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas -'. 1 tan bárbaros y feroces como generalmente se cree o se quiere hacer creer; son agradecidos a cualquier insignificante obsequio que se les haga; practican la hospitalidad con todos los pasajeros que se dicen civilizados; no odian a los misioneros ni los persiguen, como sucede ordinariamente en algunas naciones infieles..." (25-6-1859). La dificultad mayor en esta empresa de civilización y religión (términos casi sinónimos para la Revista Católica) reside en los propios hombres civilizados: "hablando francamente en nuestra poca fe, en nuestra apatía, en nuestra indolencia por la suerte de los salvajes, en nuestra falta de espíritu verdaderamente cristiano y patriótico". Sin embargo, estas voces discrepantes no constituían mayoría en el seno de la clase dirigente y esta polémica no sobrepasó los márgenes de lectura de un sector limitado de la sociedad chilena. Por otra parte, en las décadas siguientes la Historia atestiguará que serán las tesis de El Mercurio las que predominarán en la política del Estado chileno durante la llamada "pacificación de la Araucanía. A nuestro juicio este debate reproduce en plena época republicana, mutatis mutandi, la alternativa colonial entre los partidarios de la conquista de Arauco por la espada y aquellos que se inclinaban por la conquista por la cruz. De todas maneras estas discrepancias son relevantes, pues ya se dejaba ver, tempranamente, una oposición matizada a ese liberalismo capitalista, pujante, codicioso de riquezas, expansionista, que ignoraba o despreciaba ciertos valores éticos tradicionales de una sociedad surgida en la época colonial. En esta presentación somera que efectuamos del discurso y de las contradicciones de la clase dirigente chilena en relación al "problema araucano", no podríamos dejar de lado el debate parlamentario que se produjo diez años más tarde (1868) en la Cámara de Diputados a este propósito. La diferencia con el debate de prensa, cuyos principales aspectos ya hemos presentado, consistió en que su resonancia e importancia a nivel nacional fue mayor esta vez, por dos razones: la primera es que en 1861 se produce la aventura del ciudadano francés Orélie-Antoine de Tounens, quien se hizo reconocer por algunas comunidades indígenas como "Rey de__la_-Araucanía y de la Patagonia", bautizando con el nombre de "Nueva Francia" estos vastos 99 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas territorios . Este episodio, más serio de lo que tradicionalmente se considera, causó viva inquietud en el gobierno y el Parlamento chilenos. La segunda razón, en parte debida a la anterior, es que el' proceso de ocupación de la Araucanía ya había comenzado, abriendo el ejército chileno un frente de avanzada en la llamada "línea del Malleco", procediendo a la fundación de fuertes estratégicos en o hacia la costa (Lebu, 1862; Cañete, 1868) y en el valle central (Nueva Angol, 1862; Mulchén, 1862; Lolenco, 1867; Collipulli, 1867). En agosto de 1868 se enfrentan en la Cámara de Diputados, presidida por Miguel Luis Amunátegui, los diputados Benjamín Vicuña Mackenna (dos de los más grandes historiadores del siglo XIX, como sabemos) y Manuel Antonio Matta, Pedro León Gallo, José Victorino Lastarria y Justo Arteaga Alemparte, preclaros parlamentarios radicales y liberales, en tomo a un proyecto de ley presentado por el gobierno de José Joaquín Pérez concerniente al aumento de tropas del ejército en la frontera araucana y al financiamiento de las operaciones militares para llevar a cabo la ocupación de dichos territorios. A pesar que este proyecto de ley fue aprobado por 48 votos contra tres, esta fue la ocasión de un alto e importante debate respecto a "la solución definitiva a la antigua cuestión araucana", sobre los métodos de "pacificación de la Araucanía", sobre la idiosincracia de los mapuches, etc. En el fondo, allí emergieron las concepciones que la clase dirigente tenía de los indios y los proyectos que contra éstos dichas concepciones justificaban. El mensaje del Poder Ejecutivo a la Cámara de Diputados fundamentaba su petición presentando el plan de una ocupación progresiva de la Araucanía: "habiéndose ocupado en los dos últimos años toda la costa del territorio araucano y avanzádose la línea de nuestra frontera del norte hasta el río Malleco, la civilización y la industria han ganado • una cantidad inmensa de fértiles terrenos que 81 Orélie-Antoine de Tounens continuó en Francia reivindicando sus derechos a ”sus dominios”, solicitando allí ayudas públicas y privadas para recuperarlos. En 1869 vuelve a la Araucanía atravesando la Patagonia y la Cordillera de los Andes, cuando comenzaba una nueva campaña del ejército chileno contra los mapuches. El aventurero francés regresó a Francia en 1870. 100 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas '• conviene poner al abrigo hasta del canato de cualquier atentado de parte de los indios" . En la sesión del 9 de agosto de 1868 el diputado Comelio Saavedra, comandante en jefe del ejército de operaciones en territorio araucano, presentaba a la Cámara la memoria del Ministerio de guerra, donde se especificaba que terminada la etapa de expansión hasta el río Malleco, "el Estado puede entrar a enajenar ventajosamente las grandes extensiones de terrenos baldíos que existen entre dicho río y el Bío-Bío. Se puede estimar en no menos de 500 mil hectáreas los terrenos comprendidos entre los ríos mencionados, el Vergara y la montaña que está al pie de la cordillera de los Andese De esta porción pertenecerán 200 mil hectáreas a propietarios civilizados, 50 mil a los habitantes indígenas y el resto debe considerarse baldío y por consiguiente de propiedad del Estado" (p. 570). Esta intención de declarar “baldíos" los territorios indígenas, de "reducir" a los indios a vivir en un mínimo espacio de su territorio, adelantaba la futura y real política del gobierno chileno en relación a los mapuches. Para Federico Errázuriz, ministro de Guerra y futuro Presidente de la República (1871-1876), esta guerra de ocupación "constituye una de las glorias de la administración actual" (p. 597) y estaba plenamente justificada por los ataques y robos que los . indios efectuaban contra las haciendas de los chilenos. En efecto, para castigar a "los salvajes que cometen depredaciones en nuestros campos (...) no hay otro modo que empleando la fuerza militar. Cuando se vayan a los montes y se pongan fuera del alcance de nuestras tropas, ¿no se podrá hacer con ellos lo que el derecho de gentes permite en una guerra con gente civilizada? Talarles los campos para impedirles que vuelvan a cometer sus depredaciones" (p. 579). Recomendaba Errázuriz, entonces a los. 2 Sesiones de la Cámara de ¡bipuiados, Santiago, agosto de 1868, p. 567. En lo sucesivo, en las citas, indicaremos el N_ de la página de la publicación oficial de dichas sesiones. 101 1 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas diputados "no oponer inútiles embarazos, a la pronta aprobación del proyecto" (p. 581). El ministro de Guerra, sin embargo, no es partidario de arrebatar a los indios todos sus territorios, pues "el conquistador debe dejar a los indígenas terrenos para sus necesidades", afirmando contradictoriamente que el objetivo final de la guerra contra los mapuches es "solamente de adquirir el dominio eminente de aquel territorio, esto es, de someter a los indios al imperio de nuestras leyes y a que respeten las autoridades de la República" (p. 597). El ministro de Hacienda, Vicente Reyes, también presente en el debate, va más lejos aún, invocando la territorialidad teóricamente ininterrumpida de la República, ya examinada, y su consecuencia inmediata: las leyes chilenas deben aplicarse a todos los habitantes en todo el territorio; en otras palabras no sólo las tierras de los indígenas son chilenas, sino que los mismos indios son chilenos y por ende deben acatar las leyes de la República: "La Cámara sabe que nuestra Constitución política determina que los límites de Chile son: por el norte del desierto de Atacama, al oriente la cordillera de los Andes, por el sur el cabo de Hornos y al poniente el mar Pacífico. Esto significa claramente que dentro de esos límites no puede haber nadie que no obedezca en todo las leyes de Chile. Los ciudadanos y los extranjeros tienen la obligación de obedecer las leyes de Chile, so pena de incurrir en los castigos que ellas señalan a la infracción. Si esto es cierto; si tampoco puede desconocerse que hay una fracción de habitantes en nuestro territorio que se llama araucanos (subrayado del autor), pero que para mí son también chilenos (subrayado del autor), ¿en virtud de qué derecho se les quiere eximir de la obediencia a nuestras leyes? (...) ¿Es o no un hecho que hay en Chile habitantes que no reconocen nuestra autoridad, ni ejercen uno solo de los actos de la vida civilizada, y que no tienen nuestra religión? Es cierto. Chile no debe soportar eso sin mengua de su dignidad y de su nombre" (p. 585). 102 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Podemos considerar esta alocución como un buen resumen de la argumentación jurídica del gobierno y del Estado chileno para "incorporar" la Araucanía a su territorio, "pacificándola" definitivamente. El ministro, a continuación, niega en su discurso el amor de los mapuches por su tierra, "que nada les importa", subrayando su "apego a su independencia, a no reconocer jamás el yugo de una autoridad extraña" y "su odio que lucha contra la civilización". Chile, entonces, debe combatir esta "barbarie" (p. 585). Reyes presenta a los diputados como un ejemplo a seguir la política belicista de la República Argentina contra los indígenas de las pampas, "avanzando la frontera sur ocupándola con nuevas poblaciones", de los EE.UU. que "ha rechazado a los indígenas, a influjo de la civilización, hasta las cordilleras", de Francia que hace la guerra en Argelia a los árabes "estrechándolos en el interior", etc. (p. 585). Para Reyes esta "cuestión araucana" se arrastra desde la época colonial; los indios rebeldes deben seguir el ejemplo de los "indios pacíficos (...) con los cuales jamás se ha cometido una sola extorsión y a quienes hemos reconocido el derecho de propiedad". Si los restantes indios "quieren gozar de las mismas ventajas, fuerza es que se sometan, y si no quieren lo harán por la fuerza" (p. 585). Se trataba, entonces, de la puesta en práctica de la fraseemblema nacional: "por la razón o la fuerza". En esta oportunidad, el diputado Benjamín Vicuña Mackenna, secretario de la Cámara, brillante tribuno, gran creador o modelador de la opinión pública, expone en un largo discurso su concepción virulenta del indígena, retomando en parte las concepciones ya expuestas de Diego Barros Arana y compartidas por la mayoría de la clase dirigente chilena de la época. Para Vicuña Mackenna los araucanos pertenecen a una "raza salvaje y perversa" (p. 598), de "vil naturaleza" (p. 601), poseen una "crueldad congenial y horripilante" (p. 609); el indio, "no es sino un bruto indomable, enemigo de la civilización porque sólo adora todos los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituye la vida del salvaje" (p. 565), sus mismos rasgos físicos, ’el rostro aplastado (son) signos de la barbarie y ferocidad innatas del auca " (subrayado del autor), p. 609). 103 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Comprobamos con esto que uno de los más grandes historiadores nacionales del siglo XIX esgrimía los mismos argumentos que uno de los más duros cronistas militares coloniales, Alonso González de Nájera, partidario como sabemos, incluso del genocidio sistemático de los indios "rebeldes" Vicuña Mackenna es claro en su exposición. Ya no son concebibles al igual que en los tiempos coloniales las excursiones militares ("campeadas" o "entradas") como un sistema de castigo o pillaje en el territorio araucano: "no, de lo que se trata es de ocupar el territorio araucano, es decir, de su conquista (y) este es el sentido genuino que yo doy a la ley (al proyecto) y como creo que es el mismo que le dará la Cámara", (p. 566) Para el historiador, "según el Derecho de Gentes la conquista de los pueblos bárbaros, ociosos y vagabundos, es perfectamente legítima" (p. 610). Sin embargo, para Vicuña Mackenna la conquista militar no basta, pues en el siglo XIX "las grandes revoluciones industriales se alian con las guerras modernas". De esta manera los ferrocarriles, la navegación a vapor, los telégrafos, etc. ayudarán a esta empresa civilizadora, "pues el silbido de una locomotora aterrará más al salvaje que el estruendo de las baterías" (p. 567). Estos elementos de progreso material unidos a las artes, la industria y la agricultura servirán "como medio de propaganda civilizadora" entre los indios (p. 598). Este plan de "conquista (subrayado del autor) metódica, gradual y organizada", no debe perseguir el exterminio del indígena, al contrario, según Vicuña Mackenna, él se limita a indicar "un medio eficaz para que no nos veamos obligados a hacerle perecer. Lo que digo y sostengo es que se le desarme, se le someta a un régimen determinado: se le conquiste (subrayado del autor), en fin" (p. 599), (...) que bien puede subyugarse a los indígenas sin matarlos" (p. 611). Vicuña Mackenna no se opone, incluso, a la expatriación total de los indios, por ejemplo, "a su emigración en masa a la República Argentina (que) ojalá hubiera tenido ya lugar, ahorrándonos así el oro y la sangre que vamos a prodigar" (p. 611). En otras palabras, los salvajes mapuches sobran en la República de Chile, pese a vivir en el sur del país desde tiempos inmemoriales, mucho antes que las carabelas de Cristóbal Colón arribaran a las Indias. Cf. nota 2. 104 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Para apoyar su aserto, nuestro historiador cita la política indígena del gobierno de los EE.UU., no viendo en esto "nada de atentatorio ni de inusitado": "¿Procedieron de otra suerte los Estados Unidos cuando en 1829 acordaron una subvención de 500.000 pesos, igual a la que ahora vamos a votar, para trasladar todas las tribus hostiles de los pieles rojas (subrayado del autor) al otro lado del lejano Mississippi?" (p. 611). La reacción parlamentaria contra estos discursos belicistas estuvo a cargo de los diputados José Victorino Lastarria, Marcial Martínez, Manuel Antonio Matta, Pedro León Gallo y Justo Arteaga, como sabemos. Lastarria se opuso firmemente a este proyecto de ley que pese a asegurar que "los actos aislados (subrayado del autor) de pillaje (de los indios) nunca serán trascendentales a la tranquilidad de nuestro territorio (subrayado del autor) (...) hoy nos anuncia que la República está en peligro y pide a la nación su sangre y sus tesoros para hacer la guerra a los araucanos que no se temía; y pretende estrecharlos por todos los ángulos de las fronteras, para hostilizarlos eficazmente en el interior de sus posesiones" (p. 571). Lastarria califica a este plan de conquista "descabellado, absurdo, costoso y estrafalario" (p. 573). Marcial Martínez, por su parte, es partidario de la ocupación paulatina del territorio araucano, "sometiendo a los indios por medios pacíficos, por el trato leal y el comercio honrado, haciéndoles respetables la autoridad y respetándoles al mismo tiempo sus propiedades y sus vidas" (p. 557). Consideraba, además, que los indígenas en sus ataques fronterizos no actúan solos, pues siempre se puede encontrar allí "la mano del cristiano dirigiendo a los indígenas e impeliéndolos al robo" (p. 583). Pedro León Gallo opone a los pretendidos "derechos de la civilización contra la barbarie, los derechos de la humanidad" (p. 585). Para procurar su verdadera civilización, él propone la creación de un sistema de colonización militar, moción que será expuesta más adelante por el diputado Justo Arteaga. ' Manuel Antonio Matta expresó que los sostenedores del proyecto definían a los indios con los rasgos más negativos, "para hacer aceptable la idea de exterminarlos; se dijo que los araucanos 105 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas eran peores que bestias feroces y rebeldes a la civilización". Matta, entonces, interroga a la asamblea: "¿Como se habla de que es una raza irreductible a la civilización?, cuando ella es el fundamento, la base de la nuestra. ¿Se pone en duda que los 2 millones de habitantes con que cuenta nuestro territorio, han provenido del amálgamiento del elemento araucano con el español desde Copiapó hasta el estrecho?" (p. 607). En su intervención, Matta puso el dedo en la llaga, o se adelantaba a una de las futuras consecuencias de tal política de guerra y ocupación del territorio mapuche: el problema de la tierra. Es decir, las comunidades indígenas en expansión demográfica condenadas a vivir en exiguos terrenos "concedidos" por el Estado chileno vencedor: "Se trata de estrechar a los araucanos contra la línea del Malleco, problema que (...) me parece de difícil solución, puesto que se trata de estrechar contra una línea de 36 kilómetros una población que (...) ocupa una extensión de 35.500 kilómetros" (p. 606). El más decidido contradictor del proyecto gubernamental fue el diputado Justo Arteaga, quien opinaba que el verdadero objeto de tal proyecto era: "Hace sentir a los araucanos el peso y el poder de nuestras armas (...) acuchillar indígenas sin tregua, incendiar sus chozas sin piedad, destruir y asolar sus campos sin compasión, propagar la civilización con el exceso de la barbarie, hacer premeditada­ mente de nuestra parte una guerra más propia de los salvajes que de los pueblos civilizados" (p. 590). El discurso de Arteaga era profundamente antirracista: "nunca debe lanzarse un anatema contra una raza entera" (p. 591), por lo demás "la guerra de exterminio sería indigna de Chile, ' inicua, innecesaria y ruinosa" (p. 592). 106 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Por otra parte, hecho más bien escaso en la historia de Chile, país que ha construido mitos en tomo a sus fuerzas armadas, el diputado Arteaga formulaba una crítica al "plan del militarismo" para reducir a los araucanos: ■ "El ejército es, en nuestro siglo, un resto de la antigua barbarie; representa en una República el elemento de la fuerza sobrepuesto a la razón; digo esto sin dejar de confesar que el nuestro es bajo todo punto noble y heroico en sus procederes. He aquí el elemento que hemos elegido para la reducción de Arauco; es el peor elemento que se puede emplear con ese alto fin. La humanidad tiene el placer de degollarse en vez de discutir. Por más que el ejército sea irreprochable, la profesión de soldado, sus cualidades, le imponen un ánimo inaceptable con la misión que debe desempeñar en Arauco (...) Además, el interés del soldado está en la guerra, porque ahí ve la gloria, ve su provecho. ¿Con tales medios se podría civilizar a los indios? El ejército es, sin duda, el peor de los elementos de civilización" (p. 594). Tampoco, según Arteaga, las misiones ni el comercio han servido para civilizar al indígena, pues "la moral evangélica, por muy pura que sea, es inaccesible para el salvaje" y el comercio "se ha ejercido de la manera más deplorable, con engaños y fraudes" (p. 594). El diputado llega a la conclusión, entonces, que "nunca hemos hecho un ensayo leal, serio y eficaz de civilización hacia el indio" (p. 594), proponiendo, a continuación una solución para "completar la ocupación" de la Araucanía: el establecimiento de colonias militares en la frontera y en la costa, haciendo de los soldados, colonos-propietarios de la tierra, colocando allí "hombres que vayan a defender con el fusil su propiedad y su vida. De esa manera habremos opuesto a los salvajes una muralla más sólida que las de piedra: la muralla de los hombres, que nada puede reemplazar" (pp. 594-595). Más adelante, Justo Arteaga avanza una conclusión que podríamos tildar de profética en cúanto a las relaciones de las llamadas civilizaciones dominantes con su entorno: 107 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas "Cuando una civilización imperfecta vive al lado de otra superior, se aniquila, perece, muere, bajo su sombra agostadora. Es un axioma histórico, comprobado por la marcha de la humanidad" (p. 595). Como sabemos, el proyecto de ley del gobierno fue aprobado. Este debate marcó un alto punto de enfrentamiento de las diferentes opiniones y concepciones que la clase dirigente chilena tenía del indígena y del "problema indígena". Pese a las divergencias antedichas, hay que subrayar que todos los intervinientes definen al indio como salvaje o bárbaro frente a la República civilizada. Todos están de acuerdo en la ocupación del territorio mapuche, sea por medios violentos o pacíficos; incluso Justo Arteaga piensa que "Chile tiene derecho para ocupar un territorio ocupado por indígenas, pero dejándoles lo necesario para su subsistencia" (p. 593). Otras tantas razones de la civilización dominante. 8. Voces disidentes en Chile: Pedro Ruiz Aldea, un conocedor de los indios Pedro Ruiz Aldea publica en Los Angeles, precisamente en 1868, año del famoso debate en la Cámara de Diputados, ya expuesto, un pequeño estudio titulado Los araucanos y sus costumbres. Entre tantas opiniones negativas respecto a los araucanos, sorprende encontrar esta voz disidente, sin duda la más adelantada de su época, que plantea una cuestión esencial: de todos aquellos pretendidos especialistas del "asunto araucano", ¿quiénes verdaderamente conocían la Araucanía y los araucanos, es decir la tierra y los hombres? Ruiz Aldea se propone^así, "dar a conocer una raza calumniada por sistema y por cálculo" . A su juicio no se puede juzgar la Araucanía y sus habitantes por lo que dice la opinión pública, es decir por el parecer de las élites santiaguinas, las que tienen interés en que no se conozca nunca la verdad. Ruiz Aldea expone que cada cual "ha M Pedro Ruiz Aldea, Los Araucanos y sus costumbres * Santiago, 1902. Al final de cada cita indicaremos la página respectiva. Barros Arana se refiere a esta obra señalando que su autor, “dejándose apasionar por su tema, ha exaltado las buenas cualidades del indio, y sin alterar gravemente los hechos, lo presenta bajo una faz en cierto modo lisonjera, defecto común a muchos de los observadores modernos”. Barros Arana, op. cit., T. I, p. 114. 108 Femaiyio Casanueva. Indios malos en tierras buenas pintado a los indios como ha querido o parecíale que son, y conforme a sus ideas o a las noticias que le transmitían sus mamotretos o corresponsales" (pp. 5-6); de esta manera cada cual ha presentado sendos planes de reducción de los indios, ironizando a continuación el autor sobre las tendencias e intereses que encubrían tales planes: "Estos planes no se apoyaban en las localidades del territorio, en las costumbres de sus habitantes, en su estado actual, ni en otras circunstancias que es necesario tener presente cuando se trata de civilizar una raza; sino que nacían de haber oído decir que la Araucanía era otra América, que contenía muy buenos terrenos, muchas minas, muchos ganados; y esos tales no podían mirar con ojos enjutos que los indios estuviesen en posesión de tantas riquezas. Los que nada tenían y se proponían hacer su verano con esta ocupación, opinaban que se entrase a sangre y fuego. Los que no estaban por la guerra, se contentaban con pedir la traslación de los araucanos al norte, como si ya esto no equivaliese a una guerra y como si los araucanos fuesen fardos tan fáciles de transportar. Los que no estaban por lo uno ni por lo otro proponían las colonias de jesuítas, y discutían de antemano sobre cuales eran los mejores obreros evangélicos. Todavía no se aceptaba ningún plan y ya todo el mundo sostenía que el suyo era el mejor" (p. 6). Ruis Aldea nos ofrece a continuación una visión equilibrada de la sociedad araucana, basada, además de testimonios fidedignos, en sus propias observaciones. Podríamos, entonces, resumir sus constataciones en los siguientes puntos: 1. La mayoría de las comunidades araucanas son propietarias de sus tierras, viven en ellas y se dedican pacíficamente a la agricultura y a la ganadería. 2. Son solidarios y hospitalarios entre ellos y con los chilenos: "por el cuidado que tienen de socorrerse mutuamente, no se ven mendigos entre ellos (...) El mismo amor se extiende a los pobladores chilenos (...) Los chilenos que se van a vivir entre los 109 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas araucanos, hallan campo que cultivar, animales de que alimentarse" (p. 15). 3. Su fértil territorio produce todo tipo de alimentos, de manera que no comen "sabandijas", como algunos afirman sin fundamento. 4. Su vestimenta es sencilla "y uniforme en todos, salvo las modificaciones que ha introducido la civilización"; ya muchos indios habían adoptado el traje español "de manera que ya es muy raro verlos sin zapatos o pantalones y más raro todavía verlos sin camisa" (p. 20). 5. Son previsores y moderados en sus gastos, el indio "rara vez gasta más de lo que le alcanzan sus facultades, lo que es una lección para los que blasonamos de civilizados, que por vanidad nos arruinamos" (p. 22). 6. Son aseados en sus cuerpos, alimentos y habitaciones, llevando la limpieza "hasta el exceso" (p. 23). 7. Una de las principales críticas que los chilenos hacen a los indios, su "flojera", es analizada agudamente por Ruiz Aldea, procediendo el autor a efectuar una comparación entre ambos pueblos: "Algo hay de cierto en la pereza del indio, pero no en tanto extremo que descuide sus principales obligaciones. Comparada nuestra plebe con los araucanos, resulta que éstos la aventajan en muchas cosas. La ciencia de aquélla está reducida puramente a oficios mecánicos, tales como acarrear agua, cargar con un baúl a cuestas, vagar por las calles en busca de cortesitos (subrayado del autor), beber diariamente en los bodegones y pasar su vida en la más degradante miseria. Estos hombres no tienen más aspiración que ganar uno o dos reales al día, bien sea por medios lícitos o ilícitos; al paso que el araucano no se limita al día, sino a todo el año, trabaja en el verano para mantenerse en el invierno" (pp. 27-28). Además hombres y mujeres son buenos artesanos, produciendo bienes de madera, greda, lana, hueso, mimbre, etc., "de toda calidad". Este pueblo con sus tejidos "abastecían a casi toda la República" (p. 28), y siguen practicando con los chilenos en la frontera un activo comercio. 110 Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas 8. La presentación que Ruiz Aldea hace de la agricultura araucana poco se diferencia de la practicada en los campos chilenos en cuanto a faenas e instrumentos, sin embargo entre los araucanos el trabajo es colectivo, comunitario, los "convidados" a particpar son recompensados con comida y bebida. La descripción que el autor nos ofrece de las faenas agrícolas mapuches corresponde a las actividades colectivas practicadas por una comunidad libre, igualitaria y coherente que labora sin coerción, en la alegría, allí no hay patrones ni inquilinos, como era la norma del campo chileno. Al referirse a la trilla entre los mapuches, Ruiz Aldea nos presenta el cuadro siguiente: "Se trilla, no con yeguas, de que hacen muy poco uso, sino con los mismos convidados que se prestan gustosos a practicar esta operación, que en su idioma llaman ñuin-cahuiñ. Los convidados se toman de las manos y van refregando el trigo con los pies a compás de los timbales y canciones. Tal expansión y alegría reinan en estas fiestas" (p. 31). 9. Más adelante el autor nos expone una de las causas de la reticencia del mapuche a ser evangelizado, al referirse al pago de derechos parroquiales. El mapuche rehúsa el casamiento por la iglesia. "diciendo que entre nosotros se le paga al cura por casarse, por comer, por nacer y por morir, siendo así que ninguno de estos actos se verifica por su voluntad, ni él contribuye con lo que le damos a mejorar la suerte de nuestras familias. (...) Según su manera de raciocinar, la vida del cristiano no es más que una cuenta abierta con los curas" (pp. 3738). 10. Finalmente, Ruiz Aldea contradice uno de los principales argumentos de los partidarios de hacer la guerra a los mapuches para "pacificarlos" definitivamente: los asaltos y robos ("malocas") que los indios efectuaban en la frontera. Ruiz Aldea afirma a este respecto que "el indio no atenta a la propiedad ni a la vida de nadie, mientras no se le compela a ello, y esto en 111 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas el último caso; al menos no tiene él la bárbara costumbre de asaltar y robar al viajero a quien un momento antes ha concedido hospitalidad" (p. 56). Los que cometen actos de violencia en la frontera son los mismos chilenos perseguidos por la justicia, que son acogidos con "generosa hospitalidad" por los indígenas y que viven entre ellos. Estas "bandas de ladrones" hacen de la frontera, "no un asilo de su infortunio, sino una madriguera de sus delitos; lejos de corresponder a la benevolencia de los araucanos, se alzan ingratos y roban a sus mismos protectores. Ellos son los que alarman y revuelven al araucano con sus escandalosas rapiñas; ellos los que se empeñan en que la tierra (subrayado del autor) no se ponga nunca bajo la autoridad constitucional para sustraerse en todo tiempo a la acción de la ley" (p. 56). Como se puede apreciar, entonces, la visión que nos presenta Ruiz Aldea de la sociedad mapuche está muy lejos de la imagen del salvaje sanguinario presentada como un apotegma por Vicuña Mackenna. Además, en su libro el autor aprovecha la oportunidad para efectuar una comparación entre las costumbres y nivel de vida de los civilizados chilenos ("la plebe") y los araucanos, saliendo éstos últimos muy bien librados de tal cotejo. Ruiz Aldea se manifiesta optimista en cuanto al futuro del indígena, libre y viviendo pacificamente en sus tierras: "gracias a la paz, al espíritu progresivo de la época, el indio va saliendo de su estupor" (p. 32). A través de Los araucanos y sus costumbres se puede apreciar que en la Araucanía en esa 2* mitad del siglo XIX, ya se había producido en la práctica y en general, un proceso de aculturación, a través del secular contacto bélico o pacífico entre ambas sociedades, la chilena y la indígena. Incluso un autor inteligente y desprejuiciado, como lo es Ruiz Aldea, no se impide de presentar el "mejor plan de reducción" de los indios para llevarlos a la civilización, acercándose en esto a las concepciones ya vistas de Francisco Bilbao: "para ponerlos al nivel nuestro, les falta ilustración y una 112 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas autoridad que mande y sea obedecida. Lo Io se consigue con escuelas, lo 2o con mandatarios honrados e inteligentes" (p. 80). Para lograr esto hay que cesar de hostilizar al indígena y los civilizados chilenos deben darles un buen ejemplo, pues "el indio ha perdido muchas de sus virtudes primitivas, se ha hecho pérfido, falso, interesado, en fuerza del mal ejemplo y de las injusticias que se han cometido con él" (p. 80). En cuanto a las tierras de la Araucanía, es preciso "deslindar" con justicia las tierras de chilenos y araucanos, y si el gobierno chileno compra parte de dichas tierras debe dar la oportunidad para que los lotes puedan ser adquiridos tanto por los pobres como por los ricos y sobre todo "no vender estas hijuelas a ningún jefe del ejército ni a ninguna autoridad; venderlas a personas conocidamente juiciosas y trabajadoras" (p. 81). Ruiz Aldea, asimismo, es partidario en su "plan de reducción" de la colonización de la Araucanía, previa apertura de caminos, "para facilitar el tránsito y estrechar las comunicaciones", y la exploración del territorio de la costa, examinando "los ríos que sean navegables y mancando los sitios a propósito para fundar puestos militares, misiones evangélicas, establecimientos industriales y poblaciones" (p. 82). Al afirmar "un plan de comprar terrenos y colonizarlos por gente industriosa" como los EE.UU. lo hicieron más allá del río Mississippi, una vez más captamos la influencia que directa o indirectamente ejerció la llamada "conquista del Oeste" norteamericana (a costa, como se sabe, de las sociedades indígenas locales y de México) en los espíritus de las élites latinoamericanas en general y de las chilenas, en el caso que nos preocupa, presentándola como una especie de modelo a seguir. 9. El ojo extranjero sobre los mapuches Muchos viajeros extranjeros, especialmente europeos, visitaron Chile a lo largo del siglo XIX. Su visión constituye un testimonio importante del primer siglo de la joven República. Ahora bien, un tema que aparece constantemente en estas relaciones es el de Arauco o el problema de la "conquista inacabada" del territorio chileno; sin duda ellas son, además de la representación europea de lo exótico y pintoresco, tan en boga en la época, un eco más de la fama secular que en Europa y América revestía, a partir de la épica La Araucana de Ercilla, la existencia 113 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas y resistencia de los mapuches, aquel pueblo de "cerviz no domada". Por otra parte, muchos de aquellos viajeros subrayaban la feracidad de los territorios araucanos y sus futuras y espléndidas posibilidades de explotación por colonos extranjeros (europeos, por cierto) en caso de ser incorporados a la República de Chile. De esta manera, el inglés Alexander Caldcleugh, quien recorrió Chile entre 1819 y 1821, no acabadas todavía las guerras de Independencia, advertía a sus lectores que "los araucanos, aún hoy día no han sido conquistados"85. El francés Louis Enault, después de haber recorrido América Latina, escribía en 1866 a propósito de este continente: "América Latina posee un espacio de más de 2 mil millones de hectáreas, que esperan, inútiles y fecundas, cien pueblos para alimentarlos; y Europa se ahoga en sus fronteras demasiado estrechas. (...) Las estadísticas más avanzadas no han calculado todavía todo lo que una explotación agrícola regular y bien concebida podría obtener de esa tierra (americana) privilegiada. En otras partes la tierra falta a los hombres, aquí son los hombres que faltan a la tierra" (pp. VIII-IX)86. Enault presenta a continuación a Chile como uno de los raros países en América "que Europa no ha sometido completamente" y a los araucanos como "dueños de vastos territorios" que han defendido "con un coraje invencible"(p. 275276). Estos territorios, vastos y fértiles, "alimentan inmensos rebaños de caballos, bueyes, cabras y corderos, vueltos al estado salvaje, y se los caza como en Europa las fieras" (p. 279). Para este autor, los mapuches son un pueblo guerrero "salvaje", que en tiempo de paz son "vecinos bastante agradables", pero que durante las guerras practican "ataques a mano armada que a menudo concluyen en pillaje e incendios" (p. 279); para coronar este cuadro convencional europeo del indio, Enault agrega que estas guerras emprendidas por los indios, "tienen a menudo por objeto una razzia de mujeres blancas (...) respecto a las cuales los A< Alejandro Caldcleugh, Viaje a Chile en 1819, 1820 y 1821. En Viajeros en Chile, 18174847. Santiago, 1955, p. 134. Louis Enault, L'Amérique Céntrale et Méridionale. Paris, .1866 (?) (citas traducidas por F. Casanueva). 114 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas 4 araucanos se presentan como adoradores apasionados", (p. 278) Como sabemos, esta visión del pueblo mapuche será expuesta repetidamente por las élites gobernantes chilenas durante el siglo XIX. Albert Davin, otro viajero francés, ya citado, se refiere a "esta Araucanía, que Chile, tan orgulloso de sus victorias sobre los peruanos, no ha logrado aún avasallar, a pesar de haber fundado una verdadera red de colonias militares en medio de dicho territorio". Para Davin esta "lucha dura desde hace tres siglos", esforzándose los chilenos en "explotar las rivalidades entre los diferentes jefes tribales, a fin de obstaculizar una acción mancomunaba, esperando de esta manera reducirlos más fácilmente"8 , política que también fue seguida por el ejército español durante la época colonial. Otros viajeros, como el alemán Paul Treutler, tienen intereses más inmediatos. Treutler llega en 1852 a Valparaíso y permanece siete años en Copiapó, "entregado a especulaciones mineras". En 1859 viaja a la región de Valdivia, donde ya había comenzado la colonización alemana planeada por el gobierno de Chile. Para este viajero, el sur de Chilé es "un país en que la luz de la civilización no ha hecho aun sentir su benéfico influjo" (p. XI)8®. Los objetivos de Treutler eran múltiples y ambiciosos: descubrir minas de oro en Villarrica, /'arbitrar los -medios de civilizar a los indios amistosamente (...), conseguir que permitieran la fundación de algunas misiones, para la propagación de la religión cristiana y la educación de sus hijos (...) obtener que consintieran en la venta de sus terrenos incultos y abandonados a chilenos y extranjeros (...) reconocer los terrenos cultivables y levantar planos de todos ellos" (p. XII). Para lograr estos objetivos el mismo Treutler relata que debió entrar en la Araucanía con un pretexto, "para desarmar la natural suspicia de los salvajes, y llegar hasta ellos, no como un hombre que abriga designios ulteriores, sino como un simple comerciante que va en busca de un cambio" y que para ello lleva ciertas mercancías, "especialmente aguardiente, bebida de tan poderoso atractivo para los indígenas" (p. XIII-XIV). Nuestro viajero, asimismo, subraya la inquietud existente entre los R7 Albert Davin, op. cit., p. 174. 88 Pablo Treutler, Provincia de Valdivia y los Araucanos, Santiago, 1861. 115 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas indígenas al enterarse de la llegada de colonos europeos que se habían instalado en territorios cedidos por el gobierno chileno desde Valdivia al río Cautín. Las experiencias de Treutler en territorio indígena dieron origen a un libro, La provincia de Valdivia y los Araucanos (1861), que el autor ofrece a "todos los chilenos inteligentes y patriotas que deseen el engrandecimiento de su país por la conquista del rico suelo que habitan unas cuantas tribus salvajes que hasta el día se han considerado invencibles no sólo en la guerra, sino también en el terreno de la civilización y del progreso" (p. 213). Entre los suscriptores de tal publicación se encontraban los jnás conspicuos representantes de las élites de la sociedad chilena: Juan de Dios Arlegui, Miguel Luis Amunátegui, Justo Arteaga, Manuel José de la Cerda, Matías Cousiño, Federico Errázuriz, José Joaquín Pérez Presidente de la República (1861-1871), Domingo Santa María, futuro presidente de la República (18811886), José Tomás Urmeneta, Benjamín Vicuña Mackenna, Gabriel Tocomal, Galvarino Riveros, Enrique Meiggs, Adolfo Ibáñez, Jorge Huneeus, Diego José Benavente, José Joaquín Aguirre, etc. Mención aparte merece el viaje del polaco Ignacio Domeyko (1802-1889) a la Araucanía. Domeyko no era un viajero corriente, ni un aventurero, sino un científico de primer orden (ingeniero de minas, diplomado en la Escuela de Minas de París en 1837), contratado por seis años por el gobierno de Chile como profesor de química y mineralogía en Coquimbo. Este sabio, sin embargo, vivirá 50 años en Chile sirviendo al país, ocupando altos cargos como el de rector de la Universidad de Chile (1867-1883), llegando a recibir por gracia la nacionalidad chilena en premio a sus relevantes servicios a la nación. Domeyko recorrió la Araucanía en 1845 y ese mismo año publica en Santiago Araucanía y sus habitantes, la obra más seria, hasta dicha fecha, relativa al tema. Su intención, por supuesto, es muy diversa a la de Treutler, pues el autor trata de manera sincera de conocer verdaderamente la tierra y los hombres indígenas, reconociendo que "no es por cierto fácil escribir sobre la moral de un pueblo, sin haber vivido con él y tomado parte en su buena y su mala suerte. No quisiera yo en esto entrar en la senda de aquellos escritores ambulan­ 116 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas tes, que al primer encuentro con un hombre tienen ya pronta una disertación larga sobre su corazón y alma” (p. 78)9. Domeyko, católico ferviente, no menosprecia al indio: pues el araucano puede ser evangelizado y su "resistencia bárbara" al cristianismo, "sus creencias groseras y sus supersticiones ciegas (son) otras tantas pruebas de la espiritualidad de su carácter" (pp. 81-82). Nadie, entonces, podría calificar de salvaje al araucano que vive en paz, y a este respecto, Domeyko se expresa casi en los mismos términos empleados por Ruiz Aldea 23 años más tarde: "cualquier viajero que>e limite a observar el trato interior del indio chileno, su bienestar físico y las comodidades de que goza, su juicio y su buen sentido, su cordura y su hospitalidad afable, no lo tomará por cierto por un salvaje ni bárbaro; antes por el contrario lo consideraría aventajado a algunos pueblos del mundo cristiano" (pp. 91-92). En cuanto al indio que en tiempo de guerra "aparece con todo su carácter salvaje (...) como fiera insaciable de sangre y saqueo”, él actúa, ni más ni menos, como el soldado cristiano; "representa lo que nosotros somos cuando las pasiones, el egoísmo y la malicia se nos atraviesan" (pp. 101-102). Domeyko, exponiendo quizás el pensamiento más avanzado de su época al juzgar al indio, al Otro por excelencia, llega incluso a reformularse la definición y sentido de la palabra civilización, tan empleada por la élite chilena al tratar de analizar y solucionar el "problema araucano". En efecto, Domeyko considera que "en los tiempos en que vivimos pocas palabras hay que se repitan con más frecuencia entre la gente ilustrada que la palabra "civilización", y pocas tal vez cuyo sentido sea menos claro y susceptible de interpretaciones más inciertas y vagas" (p. 106), insistiendo, por las razones anteriores, en que "los indios araucanos no son salvajes, y tal vez son más civilizados que una 89 Ignacio Domeyko. Araucanía y sus habitantes, Varsovia-Cracovia, 1992. Barros Arana comenta esta obra afirmando que Domeyko “ha descrito por observación propia el estado presente de estos indios, de los cuales se formó una idea probablemente más ventajosa que la realidad’*. Barros Arana, op. cit., T. I, p. ¡13. 117 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas gran parte de la plebe chilena, que muchos de sus civilizadores de la frontera" (p. 107). Sin embargo, Domeyko no renuncia a proponer "medios" a la nación chilena (léase al gobierno) "para incorporar en su nacionalidad católico-republicana el más noble vástago del hombre americano" (p. 108). De los tres sistemas existentes para lograr este objetivo, el autor descarta "la fuerza, el terror, la propaganda de las armas", pues los hombres del temple de los araucanos "no se convencen con las armas, con ellas sólo se exterminan o se envilecen" (pp. 110-111). Domeyko llega a afirmar que los partidarios de la guerra contra los araucanos sostienen que el indio "por naturaleza" es feroz, traicionero, indomable, "enemigo encarnizado de los cristianos"; las personas que opinan así sólo conocen al indio en la guerra, donde se le trata "a punta de sable", habría que preguntarse entonces, cuestiona Domeyko, "si el hombre aun civilizado dista mucho de lo que es una fiera, cuando le tocan el tambor y le hacen sonar la trompeta en el campo de batalla" (p. 111). El 2o método consistiría en "tratar de suavizar sus costumbres mediante el comercio y la política". Domeyko llega a invalidar este argumento, definiendo al comercio fronterizo como un "grosero cambalache, donde la ventaja queda siempre por el más diestro", a cargo de tenderos ambulantes y buhoneros, preguntándose "¿hasta qué punto (éstos) se hallan interesados en la civilización de los indígenas, cuya credulidad e ignorancia tanta cuenta les hace explotar sea cual hiere el destino moral del hombre y su estado social?" (p. 112-113). El 3er método consistiría en organizar "un sistema de reducción fundado en la educación religiosa e intelectual de los indígenas" (p. 114); si no se aplica este método, Domeyko considera imposible la futura convivencia pacífica y fraternal entre chilenos e indios. Sólo la religión ("la verdadera luz"), obrando "en lo más profundo de su corazón (podrá) ablandar su natural dureza". Esto se puede lograr en 1er lugar mediante una "propaganda de misiones, desempeñadas por un clero enérgico, virtuoso, instruido en el idioma de los indígenas, paciente y trabajador"; y en 2o lugar, "mediante una estricta justicia y buenos ejemplos de parte de las autoridades y de los hombres que se pongan en contacto inmediato con los indios" (pp. 116-117). Este último método podría aplicarse por el gobierno organizando "la población cristiana limítrofe", dotándola de 118 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas "buenos curas, escuelas y gobernantes" y entregando el mando de las capitanías de indios a hombres 'honrados y desinteresados", que gozasen de "buenos sueldos y buenas instrucciones" (p. 118). El sabio propone entonces el mismo plan que el gobernador español Alonso de Ribera a principios del siglo XVII, pero no en el sentido militar sino en el religioso, mediante la creación de una línea fronteriza de misiones al norte de los fuertes de Tucapel, Arauco y Nacimiento y otra, al sur, en Villarrica, Moquegua, Boroa y Cholchol, que irían avanzando en su obra evangélica hacia el sur y el norte respectivamente, hasta encontrarse en La Imperial, "que es el corazón de la nación india". Se crearían, entonces, nuevas reducciones de indios entre los ríos Bío-Bío y Cruces, regida toda esa región por una administración y una legislación especial al mando de un solo jefe militar y civil, quien también tendría el cargo de comisario general de indios. Este jefe debería ser "un verdadero creyente, celoso por la civilización moral y religiosa de los indígenas" y mantener relaciones estrechas y armónicas con el jefe de las misiones, gobernando las reducciones por medio de los misioneros y los capitanes de indios (p. 122). Como se puede apreciar, incluso un hombre tan humano y liberal como lo era Domeyko no puede concebir a las sociedades indígenas viviendo soberanas, en libertad. ¿Y cuál sería el destino de los terrenos pertenecientes a los indígenas? La solución que propone Domeyko "como uno de los modos más eficaces para avanzar la civilización entre los indios" es la compra paulatina de "los terrenos incultos que sin destino alguno para ellos, al paso que no les ofrecen la más pequeña utilidad, podrían quedar siglos enteros en sus manos sin que llenasen para con la humanidad el objeto a que han sido destinados por la providencia" (p. 126). Domeyko no olvida, sin embargo, que dichos terrenos tienen propietarios, "hijos de los dueños que los poseían desde tiempos inmemoriales". Las transacciones deben efectuarse mediante "un arreglo fijo, el más justo posible, y sentar todo trato con los indígenas en el pie de una igualdad racional" (p. 128). Dentro de este plan, sería conveniente que el mismo gobierno poniendo esas tierras bajo un régimen legal especial, llamado "a plantear la civilización en aquel suelo", las comprase y 119 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas las vendiese o repartiese, como lo efectuaba, según Domeyko, el gobierno de los EE.UU., "en la compra de los terrenos abandonados por los indios" (p. 128). Domeyko no es partidario, por lo demás, de la colonización con "gente extranjera" (europeos) del territorio de Arauco, especialmente la región de La Imperial, muy poblada de "gente trabajadora, honrada y valiente", quienes son "celosos de su independencia" y harían la guerra a los colonos apenas los vieran instalarse en su territorio. Para ocupar dichos terrenos "sería tal vez preciso destruir la mitad de aquella población india que los cultiva actualmente" (p. 132). Domeyko considera que es más conveniente la colonización de Valdivia, cuyos vastos y feraces territorios, "desiertos como los dos polos del globo terrestre", son fiscales y están lejos de "las indiadas independientes" y protegidos por "la población cristiana" que habita los llanos de Valdivia y Osomo. Como se puede apreciar, por una parte Domeyko en su obra no resuelve la cuestión siguiente: ¿y si los indios no quisiesen vender sus tierras que poseen "desde tiempos inmemoriales"?, y, por otra parte, en los EE.UU. los indios no "abandonaron" sus tierras, sino que, en general, como se sabe, fueron expulsados de ellas o exterminados por los colonos recién llegados o por la acción del ejército federal que los protegía90. Hay que señalar, además, que el proyecto de Domeyko descansaba, aparte sus fundamentos religiosos, en la concepción liberal de la libertad e igualdad de las partes contratantes (propietarios indios vendedores y el gobierno o chilenos compradores), considerando a los mapuches tan ciudadanos como los chilenos, lo cual, como sabemos, constituía una ficción que habría hecho sonreír a Benjamín Vicuña Mackenna. Así, Domeyko se adelantaba en ocho años a las concepciones liberales que al respecto aparecerían en el articulado del Código Civil chileno redactado porAndrés Bello y promulgado en 1853. Finalmente, el sabio polaco se manifiesta opuesto, tal como Ruiz Aldea, a la creación de grandes latifundios en la 90 Cf. Helen Hunt Jackson, Un siécle de déshonneur, París, 1972. Libro escrito en 1880 por la esposa de un general del ejército de los EE.UU., justo antes del término definitivo de las guerras contra los indios. "El relato es de una crueldad que llega a ser monótona, esto proviene simplemente del hecho que la historia se repite sin cesar: las injusticias, las crueldades físicas y morales, las deportaciones masivas se suceden incansablemente cualquiera que sea la tribu de que se trate" (Introducción, p. 7; traducción de F. Casanueva). 120 Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas Araucanía así "reducida". Es partidario, al contrario, de la constitución de propiedades "numerosas y pequeñas". El peligro que Domeyko avizora en la gran propiedad, "que ya se forma en algunas partes", es que esas haciendas serían destinadas a la ganadería extensiva, donde unos cuantos vaqueros y miles de bovinos serían los "únicos habitantes de un hermoso desierto", donde el Estado tendría que mantener guarniciones "para defender a unos pocos ricos que habrían descubierto el modo de apropiarse un terreno feraz y cultivable para poblarlo con animales" (p. 129). Las tierras que quedasen en poder de los indios deberían estar rodeadas o próximas a las nuevas propiedades así adquiridas, esto permitiría evitar, por una parte, lo que estaba sucediendo, es decir que "la población indígena se retiraba adentro a medida que los cristianos se iban estableciendo en el territorio cedido", y, por otra parte, que la población cristiana de la frontera tuviera "menos influjo en la civilización del interior del país" araucano (p. 130). Domeyko propone, asimismo, que el Estado conceda una parte de aquellos terrenos comprados a los araucanos en premio a aquellos militares de buena conducta que hubieran servido "cierto número de años" en el ejército de la República; entre ellos, además, podrían elegirse los capitanes de indios y formarse un cuerpo de milicias "en cuyo valor descansaría la seguridad y tranquilidad del país" (p. 131). (Constatamos, entonces, que Domeyko vuelve, de alguna manera, a la antigua idea llevada a la práctica en la época colonial de los "capitanes de amigos" viviendo entre los indios, quienes eran los ojos y oídos del ejército real; concepción del soldado colonizador y civilizador de los "bárbaros" que resultó ser un fracaso, como es sabido. A este respecto, ya en 1868, Ruiz Aldea advertía que el territorio de la Araucanía "aparece hasta ahora poblado de soldados, de vagabundos, de hombres perseguidos por la justicia, que no son, a fe, los más a propósito para sembrar virtudes en el corazón de sus vecinos" (p. 80). El hecho histórico innegable es que al término de la llamada "pacificación de la Araucanía", al contrario de lo que proponían Domeyko y Ruiz Aldea/ se constituyeron grandes haciendas en las tierras despojadas a los indígenas. En cuanto a los militares premiados fueron más bien aquellos de alta graduación que habían dirigido las campañas contra los mapuches. En la historia de las últimas décadas de la Araucanía independiente predominó, en general, por parte de la República, más bien la fuerza y la codicia que la razón y la humanidad. 121 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas De alguna manera estos testimonios europeos reflejaban y confirmaban las mismas concepciones, aspiraciones y objetivos de las élites chilenas (gobernantes o no) respecto a la Araucanía: territorio que debía ser reconquistado venciendo a los salvajes y ocupado por colonos blancos (criollos y o europeos), quienes civilizarían a los bárbaros vencidos, incorporándolo así definitiva­ mente a la República de Chile, su dueña legítima. Hay entonces una convergencia de las concepciones decimonónicas europeas y chilenas sobre la barbarie y el atraso, la civilización y el progreso. La burguesía chilena, en general, adoptó esos mismos puntos de vista europeocéntricos. La idea de la modernidad (control absoluto de los territorios considerados nacionales, colonización blanca y poblamiento de ellos, ferrocarriles, vapores, telégrafos, ejércitos con armas de repetición, etc.; etc.), de lo que actualmente definiríamos como "desarrollo", que los indios debían aceptar sometiéndose por la razón o la fuerza, había desplazado definitivamente el viejo concepto colonial paternalista de protección al indio, considerado como un eterno menor, quien para ser civilizado debía "reducirse" a la Iglesia y a los pueblos de indios. Quizás el más genuino representante chileno de aquella "concepción moderna" del Estado, de la República, de los indios y su destino sea Benjamín Vicuña Mackenna, cuyos puntos de vista al respecto ya conocemos. 10. La meta alcanzada: la "pacificación de la Araucanía". Tierra sin indios, indios sin tierra A nuestro juicio sería un error pensar que la República de Chile logró derrotar a los mapuches mediante una larga y coherente campaña militar, que permitió el desplazamiento constante de la frontera hasta la victoria final del ejército chileno en 1883. Al contrario, desde la organización de la República i autoritaria (1830) hasta 1883, transcurrió más de medio siglo de avances y retrocesos del ejército, de fundación y destrucción de fuertes, de rebeliones y alzamientos indígenas, de triunfos y derrotas de dicho ejército. Avance interrumpido, también, por las sucesivas guerras que la República mantuvo contra la Confederación Perú-boliviana (1836), contra España (1865) y nuevamente contra Perú y Bolivia (1879), sin dejar de considerar, asimismo, las guerras civiles de 1851 y 1859. 122 Femando Casanueva indios malos en tierras buenas Gran parte de las rebeliones indígenas estaban motivadas, precisamente, por este avance paulatino de la sociedad de los blancos (los "huincas") más allá de la frontera tradicional y por el temor que el Estado chileno se apropiara de sus tierras. Los mapuches comprendían perfectamente que al perder su territorio perderían, a la vez, su libertad. El mismo diputado Vicuña Mackenna leía en 1868 en la Cámara un informe de 1850 del general José María de la Cruz al respecto, donde éste expresaba que los indios estaban "imbuidos en la idea de que el Gobierno trata de apoderarse de sus tierras, y por desgracia alimentada y sugerida tal desconfianza por muchos de los que especulan sobre la compra de ellas, (y) cualquiera movimiento o paso del Gobierno, lo atribuyen o se les hace entender ser dirigido a aquel fin" (p. 564). Más allá de los grandes designios de la República de terminar con la "barbarie indígena" y con el bandolerismo fronterizo (en el cual participaban a menudo los indios en calidad de aliados o enemigos del gobierno), de incorporar la Araucanía al territorio nacional, no sólo por consideraciones de prestigio y de administración sino para aumentar la producción agrícola, organizando una colonización más bien basada en la emigración europea que en la nacional (cf. nota 106), hay que señalar que ya a fines de la década de 1830 la lenta penetración de colonos y agricultores chilenos al sur del Bío-Bío estaba asegurada. En efecto, las tierras de la costa de la Araucanía (al oeste de la cordillera de Nahuelbuta, llamada la Baja Frontera), próximas a Concepción comenzaron a ser ocupadas por particulares chilenos (civiles y militares) desde fines del siglo XVIII, mediante compras a caciques mapuches y bajo la protección de los fuertes fronterizos. Ya Domeyko después de su viaje a la Araucanía en 1845 señalaba: "no es el Bío-Bío el que forma actualmente la frontera entre el territorio indio independiente y las tierras que se hallan bajo el gobierno chileno. A más de 30 leguas se ha retirado dicha frontera por el lado de la costa (...) sólo en la parte de arriba subsisten aún algunas posesiones de los indios hasta las vertientes del Bío-Bío" (p. 57). La relación demográfica también había cambiado en esta región costera en favor de los chilenos, pues en 1856, 14.000 123 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas chilenos se habían estableado en 400 propiedades agrícolas, frente a tan sólo 1.600 mapuches9 . La región interfluvial Bío-Bío-Malleco comienza a ser ocupada a contar de 1850, también, mediante compras de tierras a los indios, naciendo así pequeños poblados dedicados a la agricultura y al comercio, protegidos por los fuertes. El gobierno de Manuel Montt (1851-1861) había dictado una serie de decretos para regularizar la enajenación de dichas tierras, el más importante de los cuales (14-3-1853) expresaba que las ventas de territorios indígenas sin la intervención de una "autoridad superior" que proteja a los vendedores indios se prestaba a "abusos", de tal manera se hacía obligatoria en lo sucesivo dicha intervención (del Intendente de Arauco y del Gobernador de Indígenas del territorio respectivo, art. Io), so pena de nulidad (art. 5°), prohibiendo a todo funcionario "que ejerza cualquiera autoridad" sobre los indios, comprar, empeñar, arrendar o negociar con esas tierras indígenas. Desde 1854 a 1857 se siguieron dictando decretos para impedir fraudes y abusos, pero, como lo afirma José Aylwin, el procesóle "infiltración de chilenos", mediante todo tipo de expedientes91 92, "en los territorios indígenas siguió su curso a lo largo de toda la década del 50. Numerosas ventas de tierra de indígenas a particulares siguieron verificándose por años, y los conflictos en tomo a dichas tierras en caso alguno tendieron a disminuir"9 . Por otra parte, en la misma Cámara de Diputados, siempre en 1868, varios parlamentarios denunciaban el vil precio en que algunos particulares habían adquirido dichas tierras. El mismo Vicuña Mackenna, para demostrar en su discurso anti-araucano que el indio era capaz "de vender su propia patria", se interrogaba: "¿Cómo se han adquirido los terrenos situados entre el Bío-Bío y el Malleco?. Muchas veces el precio de una heredad no ha pasado de un cántaro de aguardiente" (p. 566). Lastarria, al contrario, se oponía a arriesgar la vida de los soldados chilenos "para proteger 91 Cit. p. José Aylwin, Estudio sobre tierras indígenas de la Araucanía: antecedentes histérico-legislativos (1850-1920), Temuco, 1995, p. 6. En esta parte de nuestro trabajo citaremos a menudo este importante estudio. Estos expedientes citados fehacientemente por Aylwin, se refieren a "la vaga identificación de los terrenos adquiridos, de su extensión" y a la circunstancia que muchos de los grandes compradores de tierras "eran a la vez las máximas autoridades de la frontera". Aylwin, op. cit., p. 15. 3 Ya en 1864, en un informe del Ministerio de Guerra se señalaban "un total de 450 escrituras de contratos de venta, donación, cesión de acciones y derechos, etc., relativos a transferencias de tierras indígenas a particulares en la zona fronteriza". Ibidem. 124 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas un pequeño rincón (de la Araucanía) que ha costado a sus propietarios algunos cascabeles" (p. 569). Se pueden, entonces, distinguir en la Araucanía tres zonas de penetración de los particulares y especialmente del ejército en épocas diferentes: 1. la de la costa, al occidente de la cordillera de Nahuelbuta, la Baja Frontera; 2. la de los territorios comprendidos entre los ríos Bío-Bío y Malleco, entre las cordilleras de Nahuelbuta y de los Andes; 3. la de los territorios comprendidos entre los ríos Malleco y Toltén. Hay que recordar que no se consideraban pertenecientes a la Araucanía, los territorios huilliches y cuneos de Valdivia, Osomo y Llanquihue, cuya ocupación parcial (especialmente a partir de 1646 con la reconstrucción de Valdivia y de 1796 con la de Osorno) había comenzado lentamente en la época colonial y se completará con la colonización alemana desde 1850 organizada por los gobiernos de Manuel Bulnes y Manuel Montt, en la cual el político y escritor Vicente Pérez Rosales (1807-1886) tuvo una participación importante. En 1859 el teniente-coronel Cornelio Saavedra presentaba al gobierno su célebre proyecto de avanzar la frontera hasta el río Malleco, siendo nombrado más tarde Intendente de la provincia de Arauco, que comprendía las provincias actuales de Bío-Bío, Arauco, Malleco y Cautín. En la Cámara, en 1861, el gobierno justificaba la "necesidad imperiosa" de tal proyecto con cuatro poderosos argumentos clásicos: la riqueza de esas tiarras, su futura colonización, la defensa de la civilización y la rentabilidad para el Estado: . "Para esto se tuvo presente que entre ambas líneas (Bío-Bío-Malleco) había una extensión aproximada de 500 mil hectáreas de terrenos planos en su mayor parte y de fácil cultivo; que en ese espacio existían muchas haciendas de propietarios chilenos y una población de más de 10.000 habitantes civilizados que carecían de toda protección en sus vidas e intereses, y últimamente que se encontraban grandes extensiones de terrenos baldíos con los que podía el Estado aumentar sus entradas, vendiendo una parte de éstos y otra destinarla a la colonización de nacionales y extranjeros" (p. 570). 125 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas La presencia del aventurero francés Orélie-Antoine de jTounens y sus pretensiones sobre la Araucanía y la Patagonia -que presagiaba, no sin fundamentos, una eventual intervención de Francia-, sin duda aceleró la movilización del gobierno y del ejército en la frontera. El ejército ocupa la llamada "línea del Malleco" fundando Negrete (1861), Mulchén (1862), Angol (1862) y Collipulli (1867), en la costa Lebu (1862), Cañete (1868), Contulmo (1868), y Purén y Lumaco (1869) al interior. Estos fuertes y poblados servirían de futuros centros de adelanto de la línea fronteriza hacia el río Toltén (1870-1878). Es precisamente en la zona comprendida entre el Malleco y el Toltén donde va a intervenir directa y decisivamente el ejército, primero al mando de Comelio Saavedra y más tarde del general Basilio Gregorio Urrutia, emprendiendo durante 13 años la llamada "pacificación de la Araucanía" en dos etapas: de 1870 a 1878, avanzando hasta Traiguén (1878), interrumpiéndose las campañas a causa del estallido de la Guerra del Pacífico, y desde 1881 a 1883, en que Urrutia, junto con dirigir violentas operaciones contra los mapuches (algunas de ellas han sido definidas como de exterminación), erigió nuevos fuertes: Cholchol, Lautaro, Temuco (1881), Carahue, Curacautín, Nueva Imperial y Pitrufquén (1882), alcanzando finalmente Villarrica en 1883/) Por supuesto que los mapuches, conducidos por aguerridos caciques como Quilapán, opusieron una fuerte resistencia, especialmente en 1881, asaltando y destruyendo muchas veces los fuertes recién fundados. Pero, tal como lo afirma el historiador francés Pierre Chaunu, esa interminable guerra de Arauco, quizás la más implacable de todas las guerras de esos últimos años de las fronteras indígenas en América, pudo continuar hasta que entraron a jugar en favor de la República de Chile las armas de repetición, los navios a vapor, los arados de reja y los inmigrantes europeos94, debiendo añadirse a estos factores, sin duda, el mayor peso demográfico de la República en relación a las sociedades indígenas. En 1868, para afirmar jurídicamente la presencia del Estado en el territorio indígena recién conquistado y para evitar injusticias y fraudes contra los indígenas, Comelio Saavedra propone la compra de sus tierras al Estado, "asegurándoles en ellas una posesión que garantice su permanencia. De este modo, el Q4 Pierre Chaunu, I^és Amengües, XVIe. XVUe, XVlUe siecles* París, 1976, p. 107. 126 Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Gobierno podría posteriormente vender, rematar o colonizar dichas tierras con naciona|es o extranjeros que las pudiesen trabajar en beneficio del país"9' . No hay que olvidar, por supuesto, que se trata de compras que un Estado vencedor efectuaba a sociedades indígenas derrotadas. De esta manera, ya en 1868 el Estado chileno disponía en la Araucanía de 250 mil hectáreas, 100 mil de las cuales sólo le costaron 12.700 pesos9 . Estas tierras serán rematadas por el Estado en beneficio de particulares. Se crea, entonces, un "mecanismo legal" para radicar a los indígenas, que será aplicado a partir de la ocupación militar total de la Araucanía. Esta legislación (4-12-1866), según José Aylwin: "Consagró en la práctica la propiedad fiscal sobre la mayor parte del territorio de la frontera y Araucanía. Ello debido a que para los indígenas resultaría muy difícil probar la posesión exigida por la~ ley sobre los vastos territorios que hasta entonces poseían, razón por la cual éstos pasaban $ ' reputarse "baldíos", y por tanto propiedad del Estado"95 *97. Hasta 1874 no se otorgará ningún título de propiedad a los • ; indígenas. Entre 1874 y 1882 sólo se les reconocerá "uij total aproximado de 1.500 hectáreas de sus tierras ancestrales" . Los años siguientes, a partir de 1883 (ley de 20-1-1883) la ocupación de la Araucanía se efectuará a través de tres ejes: 1) radicación de los indígenas; 2) remates de tierras indígenas consideradas, pues, como fiscales; 3) otorgamiento de títulos gratuitos por el Estado a colonos nacionales y extranjeros. Pese a la existencia de una legislación (1866, 1874, 1883) que pretendía terminar con los "abusos y despojos de tierras indígenas", el mismo Protector de Indios (cargo creado en 1866 y restablecido en 1883), Eulogio Robles, señalaba en su informe de 1902 que dichas leyes "olvidaron establecer un procedimiento expedito para hacerlas respetar y sus preceptos han llegado a convertirse en meramente teóricos", indicando a continuación "las múltiples formas y mecanismos que, a pesar de las prohibiciones 95 Aylwin. op. cit.. p. 19. Cit. p., Aylwin. ibidem. 97 Ibidem. p. 22. 9 Ibidem. p 23. 127 Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas legales, se litigan en la frontera para apropiarse de las tierras de los indígenas"9 . En lo que respecta a ios indios, se les reconoció una parte mínima de sus antiguas tierras, tan sólo un 5%, es decir apróximadamenté 500 mil hectáreas de las 9.500.000 existentes en las 7 provincias donde se desarrolló el proceso de colonización. Es decir, un promedio de 6,18 hectáreas por persona, muy inferior a las otorgadas a colonos nacionales o extranjeros que allí se instalaron o las que fueron rematadas a particulares por el Estado. Esta política tuvo por consecuencia funesta constreñir a las comunidades mapuches a vivir "en un habitat reducido al cual no estaban acostumbradas alterando gravement^ sus costumbres, y haciendo más difícil su subsistencia material"1 . Incluso este 5% de sus tierras será codiciado por los dichos colonos, como lo revelaba el mencionado Protector Robles en su informe: "Ha llegado a ser un axioma de buen negociante en la frontera la recomendación de rematar tierras contiguas a las de los indios o al lado de predios fiscales, porque después, avanzando los deslindes e internándose en terrenos del Estado o de indígenas, se puede redondear una linda finca a poco costo. Son innumerables las cuestiones de deslindes entre indios y rematantes fiscales y en e^los la razón está siempre de parte de los primeros"1 . Las conclusiones ofrecidas por José Aylwin en su trabajo sobre las tierras indígenas de la Araucanía constituyen ya un hecho histórico: por una parte, la colonización extranjera de la región no produjo los frutos esperados, los colonos no eran tantos ni tan buenos como se esperaba, ag|, "el sueño de la California chilena, nunca llegó a concretarse"1 ; por otra parte, el Estado chileno redujo a los indígenas a vivir en espacios mínimos, "sin respetar sus formas de ocupación histórica y su forma de organización y agrupamiento tradicional, forzándolos a un tipo de asentamiento estable y sedentario extraño a su cultura, (mientras) entregaba paralelamente a colonos extranjeros y nacionales, así como a 99 Cit. p. Aylwin, op. cit., p. 34. Aylwin, op. cit.. p. 42. Cit. p. Aylwin, op. cit., p. 62. 2 Aylwin, op. cit., p. 55. 128 Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas capitalistas del centro del país, la propiedad sobre la mayor parte de las tierras de la Araucanía". Esta injusticia no es casual para el autor, pues corresponde a la "visión de las autoridades de la época", de carácter etnocentrista, convencidos que sólo la colonización extranjera (y más tarde nacional) permitirían desarrollar agropecuariamente la región, imitando a otros procesos de desarrollo ocurridos en países diferentes . Corresponde esta conclusión, en buena medida, a lo que hemos tratado de exponer en el curso de este trabajo. Los viajeros extranjeros que visitaron la Araucanía, ya "pacificada", presentan una visión positiva de la región. Domeyko, ya anciano, la visita nuevamente en 1882, expresando su admiración por los progresos allí alcanzados: "Cuál fue mi sorpresa cuando en los mismos campos que hace 40 años yacían vacíos, por donde corría un hombre salvaje, ahora vi extensos sembrados de cereales, de vez en cuando viñas, ferrocarriles, estaciones con edificios de ladrillos, llenos de sacos de trigo y bultos de mercancías con textos en inglés, líneas telegráficas y nuevos poblados" (p. 30). Esta visión optimista es compartida por otro viajero, el francés Charles Wiener, quien viajando en esos mismos años por la Araucanía, constataba que: "En esta región se ha confirmado el verdadero papel civilizador de Chile. No se trata de una conquista en el sentido corriente del término, no es una provincia desnacionalizada en beneficio de un vencedor; es un inmenso territorio, que se extiende de los 37 grados a los 53 grados, no hace mucho habitado por hombres de la edad de piedra, el cual, conquistado por el soldado chileno^ ha sido entregado al ingeniero y al agricultor" Ibidem. p. 67. 1M Charles Wiener. Chili et les ihiliens. París, 1888, p. 334. (Traducción de I;. Casanueva). 129 Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas Wiener, por lo demás, aplaude la política y la acción militar de la República de Chile en términos abiertamente europeocéntricos y racistas, que nos hacen recordar el "discurso civilizador" de Vicuña Mackenna veinte años antes: "El araucano es el prototipo del ser primitivo, que Homero, hace 4 mil años (sic), habría llamado salvaje: es un hombre de rapiña (...) La selva virgen esta destinada, tarde o temprano, a desaparecer frente a la invasión de los trigales, y, de esta manera, el habitante de esta selva primitiva debe ceder sus dominios al hombre civilizado, aun cuando éste fuese un simple labriego. Eso es lo que sucedió en la Araucanía. Los chilenos han hecho lo que era necesario hacer y como era preciso hacerlo. Ellos han avanzado lentamente, han hecho retroceder poco a poco a los inútiles y peligrosos indígenas y, al término de la guerra contra Perú y Bolivia, han aprovechado de las fuerzas militares que disponían para acabar de una vez con este asunto"1 *. Para los mapuches, la realidad, a partir de la "pacifica­ ción", fue menos risueña. Este gran espacio, comprendido entre el Malleco y el Toltén se incorporó a la República de Chile formando un "Territorio de Colonización", más de 2 millones de hectáreas fueron otorgadas o rematadas, creándose grandes haciendas y recurriendo de preferencia a colonos extranjeros más que a i 106 nacionales Según Gustave Verrúory, ingeniero belga que vivió diez años (1889-1899) en la Araucanía recién "pacificada", llegaron allí (desde Contulmo a Temuco), "todas las nacionalidades: alemanes, franceses, ingleses, suizos, belgas, españoles, italianos, rusos y diversos otros (...) si se agregan los chilenos y los indios, se puede* £ Ibidem, pp. 334. 336, 337. Según la ley de 4-8-1874, "la colonización de los territorios de la Araucanía quedó limitada a extranjeros". En cambio, los gobernadores de Valdivia, Llanquihue y Chiloé, "siguieron autorizando la constitución de colonias nacionales en sus jurisdicciones". Esta ley prohibitiva de 1874, que originó el éxodo de muchos chilenos a Neuquén, Argentina, fue abrogada por la ley de 149-1896. Cf. Aylwin, op. cit., p. 51-52. 130 Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas decir Babel la Araucanía se ha convertido en una verdadera torre de ¿Y los mapuches? Según el mismo Verniory, las tribus indígenas frieron "aisladas unas de otras para impedir nuevas sublevaciones (y) fueron^ acorraladas en los terrenos limitados llamados ’reducciones Y desde entonces, hace más de un siglo, la tierra se transformó en un problema esencial en la vida del pueblo mapuche. El hambre, la muerte, la pobreza y el desgano vital fueron las secuelas del "triunfo de la civilización" sobre ellos. Ya lo señalaba en 1904 el Protector Robles: "La escasa adjudicación de terrenos no permite a los indios desarrollar sus labores agrícolas, ni les da alientos para el trabajo, y los va sumiendo en una especie de conformidad fatalista que mata todo brío . • y«i 109apaga todo entusiasmo para la vida activa José Bengoa, en su Historia del pueblo mapuche, nos informa que entre 1881 y 1907 murieron a causa del hambre y de las epidemias entre 20 y 30 mil mapuches, y que en 1900 el ejército debió entregar 10 mil raciones mensuales de comida para paliar el hambre que hacía estragos en la población mapuche*11 . Los otrora altivos guerreros de Arauco, al transformarse "en campesinos de subsistencia sobre tierras pobres y áridas", fueron condenados a vivir por generaciones en la pobreza o miseria y muchos de ellos, como se sabe, se refugiaron en el alcohol o buscaron oportunidades de trabajo (precario o mal pagado) en las ciudades donde, además, les aguardaba el racismo ciudadano. Fenómeno corriente, como se constata, en todas la sociedades indígenas vencidas en el continente americano. Un cacique mapuche resumió a comienzos de siglo la situación de su pueblo al expresar a Tomás Guevara, gran araucanista y rector del Liceo de Temuco: "vivimos apretados como el trigo en un costal". 107 Gustave Verniory. Diez años en Araucanía (1889-1899), Santiago, 1975, p. í$’ ... . ... Ibidem, p. 63. Aylwin. op. cit., p. 43. 11 José Bengoa, Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX, Santiago, 1985. pp. 337 y 339. 131 TRAYECTORIAS EMPRESARIALES EN LA REGION DE CONCEPCION EN EL SIGLO XI£ El caso de José Ignacio Palma Barriga Leonardo Mazzei de Grazia El núcleo de comerciantes y hacendados que conformaban la elite económica y social de Concepción hacia fines del periodo colonial, cuya cabeza más visible era el vasco José Urrutia Mendibuni, no logró superar la desestructuración de la economía regional, causada por las guerras de la independencia que se prolongaron en la zona, en la llamada Guerra a Muerte, continuándose los efectos destructores con la persistencia del bandolerismo. Las palabras del intendente Juan de Dios Rivera, reflejan el estado calamitoso que padeció la región: ”... la guerra empezó a arder encarnizadamente en esta provincia, con profusión de sangre desde el año de 813, sin que hasta hoy haya cesado de todo punto. Este cruel azote, que tomó asiento en ella, la constituyó en un teatro de horrores los más espantosos. Las vidas y fortunas de sus habitantes, todo ha sido sacrificado a la alternativa de las huestes que han ocupado su suelo, tanto las españolas, como las liberales, indios bárbaros, y bandidos que aún nos incomodan. El robo, el cuchillo, la espada, el cañón, y el incendio, no han perdonado nada” . Del cotejo de diversas fuentes se deduce que numerosas familias penquistas se trasladaron al Perú. Mientras que los que permanecieron sufrieron pérdidas considerables en sus patrimo­ nios. Con dificultad algunos consiguieron conservar sus propieda­ des territoriales, si bien muy disminuidas. Fue el caso de la familia de Francisco Javier Manzanos, propietaria de la hacienda Magda­ lena, que había pertenecido a los jesuitas. Asimismo los herederos de Urrutia Mendiburu, pudieron mantener la propiedad de las tierras que el vasco había adquirido con las ganancias del comercio, entre ellas la extensa hacienda Longaví en el partido de La investigación que sustenta este articulo contó con financiamiento de Fondecyt a través del Proyecto de Investigación N” 1970885, “Trayectorias empresariales en la economía de la región de Concepción, 1840-1880", del cual el autor es investigador responsable. 1 Informe al Ministro del interior, 20 de septiembre de 1827, AMH. vol. 98. 133 Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Linares. A otros les fueron secuestradas; * así ocurrió con la hacienda Cucha Cucha de Alejandro Urrejola, aunque posterior­ mente fiie recuperada por su sucesión. A pesar de la inestabilidad, se fue gestando un nuevo sector de empresarios, conformado fundamentalmente por extranjeros, sobre todo británicos y norteamericanos. Se verificó así un proceso semejante al ocurrido en Valparaíso, con años de retraso y sin alcanzar, por cierto, la envergadura que tuvo en el puerto central, al que los extranjeros de Concepción estuvieron conectados. Muchos de ellos habían tenido una residencia previa en ese puerto. Junto a los foráneos, surgieron nuevos empresarios provenientes de antiguas familias de Concepción. Uno de los que logró más notoriedad fíie José Ignacio Palma. Antecedentes familiares Hijo de Ignacio Palma, los antecedentes paternos en el país se remontaban a Pedro Ortiz Palma, militar llegado a Chile en 1600 para incorporarse a la guerra de Arauco; en el ejército real llegó al grado de capitán2. En todas las generaciones que le siguieron, hubo hombres enrolados en el servicio al rey. Sin embargo, Ignacio Palma, quien correspondía a la sexta generación en el país, no ingresó al servicio de las armas. Tampoco destacó en las gestiones económicas, registrándose como la de mayor significación el remate de los diezmos de la doctrina de la Florida, jurisdicción vecina a Concepción, en el partido de Puchacay, en que predominaban las medianas y pequeñas extensiones, en las formas de propiedad de la tierra. En esa zona abundaban los propietarios relacionados por lazos de parentesco con la familia Palma. La madre, Catalina Barriga, era hija del capitán Miguel Barriga y de Isabel Gaete, ambos pertenecían también a antiguas familias de Concepción. El tono de una existencia sin ostentaciones quedó reflejado en el testamento de doña Isabel. Pidió que su entierro fuera el más modesto que se pudiera, aunque el cadáver debía ser sepultado en el convento de Santo Domingo, junto a las puertas de la iglesia. Los bienes que ingresó al matrimonio incluían 150 ovejas, cuatro mudas de ropa blanca y diversas prendas de vestir, en las que las de mayor lujo eran tres 2 Gustavo Opazo Maturana. Familias del antiguo Obispado de Concepción. 1551-1900, Santiago. Edit. Zamora no y Caperan. 1957, p. 189. 134 Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX pares de medias de seda y un par de zarcillos de oro con perlas. En los bienes aportados por el capitán Barriga se contaban 20 vacas y dos o tres caballos. Durante la sociedad conyugal adquirieron 75 cuadras de tierras y en ellas pusieron 30 mil plantas de viña. La muerte del esposo no detuvo el empuje de la viuda; compró otras 82 cuadras, que unidas a las anteriores conformaron la propiedad de San Judas Tadeo, inmediata a la villa de la Florida, adicionándola con nuevas plantas de viña que permitieron aumentar la producción vitivinícola (“... 500 arrobas de vasija, con 200 que hice después del fallecimiento de mi marido")3. Aún más empeño que doña Isabel mostró su hija Catalina Barriga, a quien la madre sólo dio una manserina de plata al contraer matrimonio con Ignacio Palma. Como doña Isabel, pero en mayor cantidad, Catalina luego de enviudar hizo adquisiciones de tierras que formaron la base del patrimonio familiar posterior. En 1809 compró la hacienda de Pinihue, situada en el partido de Rere, con 950 cuadras de extensión, a José Gregorio y Juliana Figueroa, herederos de Miguel de Córdova y Figueroa, que la había obtenido en remate en el año 17984. Progresivamente doña Catalina aumentó sus tierras. Compró 85 cuadras en la hacienda San Jerónimo de Chome, partido de Puchacay, a Martín Plaza de los Reyes, y luego a la viuda de éste toda esa hacienda de 1.2OO cuadras en $4.0005. Las haciendas de San Juan de la Quebrada, Provoqui y Juan Chico, fueron otras adquisiciones que hizo doña Catalina; las dos primeras, ubicadas en las proximidades de la Florida^ comprendían en conjunto 800 cuadras con 110 mil plantas de viña”. En suma, la militancia en el ejército y la propiedad de tierras en que el cultivo de las viñas era el rubro prioritario, identificaban al núcleo familiar al que pertenecía José Ignacio Palma, al igual que a muchas otras familias de antigua radicación en la región. Vinculaciones Matrimoniales Los Palma Barriga fueron cuatro hermanos. José Salvador se casó en Lima con Juana Izcué y Sáenz de Tejada, hija de Francisco Javier de Izcué y de Josefa Sáenz de Tejada; don ’ 4 5 6 ANC. vo). 7, fs. 222-223v. AJC. vol. 47, pza. II y ANC, vol. 33, fs. 331-337. ANC, vol. 5, fs. 109-111 v; vol. 20, fs. 187-193. 2" índice y vol. 30, fs. I7v-2O. Ibidem, vol. 13, fs. 226-229 y vol. 21, fs. 59-62v. 135 I^eonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Francisco era un comerciante importante con conexiones con España, a través del puerto de Málaga, y con Francia por Burdeos . Por su parte, José Ignacio contrajo matrimonio con Avelina Rivera Serrano, hija del general Juan de Dios Rivera y de Rosario Serrano. El general Rivera fue un militar destacado en las guerras de la Independencia, Mayor General del Ejército del Sur e Intendente de la provincia durante varios años. La profesión castrense le había facilitado su proyección a la propiedad terrateniente: pudo obtener en condiciones ventajosas los extensos terrenos de Coronel al sur del Biobío, de propiedad fiscal y antes de la del Rey, que se habían destinado a la crianza de ganado mayor. Esos terrenos comprendían 3.857 cuadras y el general las adquirió al precio de $1 por cuadra, yalor a pagarse en tres años, con descuentos hechos a sus sueldos78. La confianza que depositó el suegro en Palma, queda atestiguada en un poder general que le otorgó el general a efecto de que entendiera en todos sus asuntos, tanto judiciales como extrajudiciales, como también al designarlo en su testamento primer albacea y tutor y curador de las hijas que fuesen menores cuando se abriera el testamento9lo *. La esposa del general Rivera, hija de Manuel Serrano y Arrechea y de Francisca Galeazo de Alfaro, formaba parte de otra familia importante en la región, dueña de la hacienda de Tumbes en el área de Talcahuano1 . Su hermano Manuel Serrano Alfaro, estuvo en las luchas de la Independencia^ ^participó después en la política y fue también activo empresario . La misma confianza que dispensara a Palma su esposo, le concedió doña Rosario al quedar viuda y tener que encargarse de los asuntos económicos de la familia. Numerosos fueron los poderes extendidos por la viuda al yerno^ con el objeto de que la representara en diversas gestiones12. 7 Ibidem, vol. 16, fs. 13v-14v, 2o índice. Ibidem, vol. 12, fs. 121-180v, 3er. índice. 9 Ibidem, vol. 23, fs. 201v-203 y vol. 28, fs. 248-253. Opazo Maturana, op. cit., p. 232 y Fernando Campos Harriet, Historia de ^Concepción. 1550-1970, 3Bedic., Santiago, Edit. Universitaria, 1982, p. 164. Benjamín Vicuña Mackenna, al narrar los sucesos de la revolución de 1851, lo define como el representante más genuino del liberalismo en Concepción. Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt. tomo |2III, Revolución del Sur, Santiago, Imp. Chilena, 1862, p. 252. Para ejemplificar citemos un poder especial que, entre otras facultades, autorizaba a Palma a cobrar el montepío militar y a entender en los contratos 136 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Encarnación Palma se unió en matrimonio con Domingo Ocampo, originario de la provincia de La Rioja, en el noroeste argentino; ftie ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción desde su fundación * . Al ejercicio de la judicatura unía Ocampo el del comercio y la propiedad de predios agrícolas. Por último, María Antonia Palma se casó con Juan José Daroch, otro comerciante de la región. De este modo se entretejían relaciones familiares en la nueva elite económica y social que se conformaba en Concepción, después de los avalares de la Independencia. Si bien las familias de los Palma, los Rivera o los Serrano no eran nuevas en la zona, sus ascendientes no habían tenido la relevancia económica que sí alcanzaron otros núcleos familiares en la época colonial. Comercio con el Perú Una de las primeras gestiones económicas en que aparece registrado el nombre de José Ignacio Palma en las fuentes, es un embarque de productos del país y del extranjero, en el bergantín de bandera inglesa Livonia, con destino a los puertos del Perú, en una etapa en que el comercio con ese país estaba muy deprimido, a consecuencia de la interrupción sufrida con el proceso independentista. Tuvo que conseguir una fianza de $8.000, exigida por la Administración de Aduanas “para el caso de que la embarcación tocase y tuviese negociaciones en algún puerto ocupado por enemigos de la causa común americana" . Por entonces tenía unos 21 años de edad. Ese cargamento fue uno de los más importantes que se hicieron en esos años al Perú, a juzgar por el monto de los derechos pagados, en comparación a T<^s abonados por otras naves. Canceló en la aduana $518 y 2 reales ' . A este envío agregó el que hizo por el mismo tiempo en el bergantín nacional Tucapel, pagando $222 y 2 reales en derechos aduaneros6. No están especificados en las fuentes los productos embarcados, pero entre los nacionales seguramente el trigo ocupaba el primer lugar, puesto que había sido el principal rubro* 16 15 14 con la compañía de vapores sobre ventas de carbón de las minas que había heredado la viuda. 22 ag 1844. ANC, vol. 30, fs. 158 y v. 1 Opaz.o Maturana, op. cit., p. 178. 14 22 oct 1825, ANC, vol. "14, fs. 64-65v. 15 ACM, vol. 1669, 2" serie, fs. 26. 16 Ibidem. 137 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX de exportación de la región hacia el Perú en la segunda mitad del siglo XVIII . Reafirma la importancia del trigo en los envíos de Palma al Peni, un poder que otorgó años más tarde para que se cobrara a Juan Francisco Izcué, del comercio de Lima, $1.720 y 2 reales, resto del valor de unas fanegas de tri^o que le despachara a consignación para su venta en aquella plaza1 . El consignatario era cuñado de su hermano José Salvador, que, ya anotamos, se había casado en Lima, durante su permanencia en esa ciudad en los años 1825 y 1826 y que había partido a ese destino conduciendo productos del país a bordo de la corbeta General Freire17 *19. La fianza precautoria requerida por la Administración de Aduanas, la dio su madre, que continuamente estuvo garantizando con sus bienes las operaciones mercantiles de sus hijos. Ellos participaban conjuntamente en la mayor parte de los negocios, aunque éstos se realizaron casi siempre bajo la firma de José Ignacio. En ocasiones intervenían también las hermanas o alguno de los cuñados, principalmente Domingo Ocampo. De manera que José Ignacio era gestor de empresas que tenían un carácter familiar. Antes de regresar, José Salvador dejó establecida en el Perú una sociedad mercantil con Pedro González Candamo. En el año 1826 el comercio con la antigua sede del virreinato ofrecía promisorias perspectivas para la provincia de Concepción. Miguel Zañartu, uno de los realistas de la región que se había radicado en ese país, consiguió del Libertador Simón Bolívar, que se rebajase en un 50 %, por seis años, los derechos de internación para los productos provenientes de la provincia de Concepción, condicio­ nando la efectividad de la gracia a que Zañartu acreditase una representación formal para este efecto de la provincia que sería beneficiada. José Salvador Palma fue comisionado por Zañartu para que consiguiera el apoyo de comerciantes chilenos a esta gestión, dirigiéndose a la vez al Cabildo de Concepción en procura de la representación requerida. El cuerpo capitular recibió con beneplácito la proposición que, indudablemente, era ventajosa para una provincia que había sido devastada por la guerra. Pero el Cabildo no se sintió autorizado a proceder, sin antes contar con la aprobación del gobierno. Discutido el asunto en el Congreso Nacional fue rotundamente rechazado, esgrimiéndose, entre varias 17 Véase Marcelo Carmagnani, Les mecanismes de la vie éeonomique datis une sociele coloniale: le Chili (¡680 - 1830), París, S.E.V.P.E.N., 1973, pp. 102i R 111. 30 de diciembre de 1839. ANC. vol. 23. fs. 3O8v-3O9. 19 Ibidem, vol. 14, fs. 10v-12. 138 I^eonardo Mazzxi. Trayectorias empresariales en Concepción en el sil»lo XIX furibundas razones, que una provincia no podía establecer tratados particulares con un gobierno extranjero, ya que ello significaba desconocer la autoridad nacional; además que el privilegio^ara una provincia podría ser lesivo para el interés generad del país . ' Pero esa negativa no impidió que la compañía de comercio que José Salvador Palma formó con González Candamo continuase funcionando. Cabe hacer notar que a raíz de esa denegación se dicto una ley que liberó de derechos de exportación, por un año. a los productos que salieran por el puerto de Talcahuano2í. Las tierras Quizás fue con las ganancias logradas en los negocios con el Perú, o bien con otros recursos, que José Ignacio Palma compró en 1828 a un grupo de propietarios de Rere, un total de 1.443 cuadras que conformaron la hacienda de los Pantanillos. En todo caso, la compra la hizo a un precio muy ventajoso, de pora más de $1.000, ya que se estipuló un valor de'6 reales por cuadra20 *22. Junto con adquirir esas tierras recibió en traspaso el remate de los diezmos d^ esa doctrina, operación en la que contó con la fianza de su madre2 . El remate de los diezmos era una de las principales granjerias, más aún a partir de ese año de 1828 en que los diezmeros lograron que se retrasara por varios meses la verificación de sus pagos, de modo que aquellos que habían rematado el cobro de los diezmos en 1827,debían cancelar sólo a fines de febrero de 18292425 . Sucesivas adquisiciones incrementaron las propiedades de que dispuso Palma. En ellas está incluida la ratificación de la compra de la hacienda de Pinihue, en el mismo partido de Rere, que había hecho su madre en los comienzos del siglo. Entre sus pertenencias contaba cop unas 12.000 plantas de viña y 200 cabezas de ganado lanar . El caso de Pinihue es ilustrativo de las 20 El asunto fue tratado en las sesiones del 20, 21 y 27 de julio de 1826. Véase SCL, tomo XII. Santiago, Imp. Cervantes, 1889, pp. 176-177; 180-182; 187; 231 Y 233-237. Ricardo Anguita, Leyes promulgadas en Chile desde ¡810 hasta el Io de Junio de 1912, tomo I, Santiago, Imp. Barcelona, 1912, p. 169. 22 ANC. vol. 15, fs. 195-197. ” Ibidem, fs. 333v-335. Oficio del Intendente Rivera al Ministro de Hacienda, 5 mayo de 1828, AMH, vol. 98. 25 ANC. vol. 2. fs. 362-363v. 139 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX compras de tierras que quedaron registradas a nombre de José Ignacio Palma, pero que formaban parte del patrimonio familiar o bien de los bienes de la sociedad de hecho que tenía con su hermano. Otras compras fueron las de las haciendas del Manzano y del Tablón. La primera, al igual que las nombradas anteriormente, estaba ubicada en el partido de Rere, a orillas del río Laja; se la vendió el coronel Francisco Bulnes en $4.000, pagaderos en dos a tres años, a voluntad del comprador, debiendo éste abonar un interés equivalente a $350 por año26. No se consigna en la respectiva escritura la superficie que comprendía, pero de acuerdo al valor por cuadra que se pagaba en Rere, puede estimarse su extensión en unas 1.000 cuadras. En cuanto a la del Tablón, a ella nos hemos referido en otro trabajo27. Señalemos que estaba ubicada en el partido de Coelemu, comprendía una extensión de 3.000 cuadras y que su precio fue de $7.000 8. Además, los Palma fueron propietarios de la hacienda Taiguén, situada en la jurisdicción de Portezuelo, partido de Quirihue, con una extensión de más de 3.000 cuadras. El interés por las propiedades agrícolas no se circunscribió sólo a las de mayor extensión. También Imbo compras de terrenos de dimensiones pequeñas y medianas29*. Citemos algunas: a Hermenegildo Masenlli, de 30 a 40 cuadras en Hualqui, con un molino de pan, en $248; a Calisto Guajardo, 25 cuadras en el título de San Ramón, partido d^ Puchacay, que teman de 9.000 a 10.000 plantas de viña, en $400J . Rosario Serrano, su suegra, le traspasó 333 cuadras y fracción en la península de Tumbes, por $4.500, incluyendo en este precio un sitio en el puerto de Talcahuano31. Hubo otros expedientes para aumentar las tierras. Una habilitación que hiciera en el año 1828 a Justo Barriga Ibidem, vol. 26, fs. 230v-232. "Orígenes del empresariado moderno en la región de Concepción (18201860)", en Proposiciones. N ° 24, Santiago, Sur Ediciones, 1994, p. 25. AJC. vol. 86, pza. 11 y ANC, vol. 28, fs. 181-187v. En la estimación de las dimensiones de las propiedades agrarias de la región, seguimos la clasificación propuesta por Patricia Cerda Pincheira, que consideró grandes propiedades las que tenían más de 500 cuadras; medianas, las de 100 a 499 cuadras, y pequeñas las inferiores a 100 cuadras. Transformación y modernización en una sociedad tradicional: la provincia de Concepción durante la Primera mitad del siglo XIX. Tesis para optar al grado de Magister en Historia, Universidad de Chile, 1986, pp. 28-31. ANC, vol. 29, fs. I34v-135v, 2o índice, y vol. 38, fs. 121v-123v. 31 Ibidem, vol. 47, fs. 299-300. 140 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX (posiblemente pariente por la parte materna), y otras deudas que Barriga acumulara, pusieron a Palma en posesión de tres propiedades que el deildor tuvo que entregar al no poder responder por los pagos. Fueron éstas 69 cuadras en la hacienda San José de Trilalén, departamento de Chillán, cop más de 17.000 plantas de viña y algunos ganados; la de Poca Vista de Hornillos, en la jurisdicción de la Florida, de 100 cuadras y en ellas 13.000 plantas de viña y 80 cabezas de ganado lanar; y otra propiedad de 47 1/2 cuadras, con 20.000 plantas de viña. Barriga, íd perder esas tierras, quedó con el consuelo de haber sido dejado en la administración de ellas mientras así lo quisiera el nuevo propietario32. Es este un caso representativo de esa opresió^que sufrían las campesinos a la que se ha referido Gabriel Salazar"3. La acumulación de propiedades se proyectó a las de las tierras de la Araucanía, en una etapa, comienzos de la década de 1840, en que a medida que avanzaba,la ocupación de esa tierra mapuche, aumentaban los despojos que sufrían ¡os indígenas, a quienes los ocupantes "compraban tierras a precios ínfimos y amparados en la engorrosa red de los procedimientos judiciales, simulab^p contratos, captaban herencias y cometían toda clase de abusos"3 . Entre los casos que ejemplifican estas operaciones, Guevara cita el de las tierras de Picoltué, unas 6.000 cuadras, de las que se apropió el guerrillero José Antonio Zúñiga quien las vendió a Palma en $2.005, es decir a mucho menos de un peso por cuadra. Don José Ignacio aprovechó sus tratos frecuentes con los militares y con los propios indígenas para allanar su penetración en la Araucanía. La usurpación de terrenos indígenas llegó incluso a legalizarse bajo la figura de las donaciones. Tal fue el caso de la que le concedieron José María Quintriqueo y José Pichiquintriauco y otros caciques y mocetones de Tucapel, con la intervención de los capitanes de amigos Angel Méndez y Anselmo Arévalo. Todos aquellos hicieron donación a Palma, según se expuso en escritura notarial, por cuanto habían recibido de él beneficios y dinero, los había ayudado a perseguir el robo de animales, y deseaban corresponderle a la amistad y afecto con que los distinguía. La donación consistió en un paño de terreno en la cordillera de * Ibidem, vol. 29, fs. 192- 195v. Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, Santiago, Edic. Sur, 1985, pp. 96 y sgtes. Tomás Guevara, "Historia de la civilización de la Araucanía". En AUCH, tomo CX. 1902, pp. 115-116. 141 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el sielo XIX Nahuelbuta, sin precisión de límites, advirtiendo los donantes que esa cesión no los hacía pobres, “ya porque tienen extensos terrenos y bienes de qué vivir, ya porque de las tierras donadas no sacan provecho alguno sino que más bien reciben peijuicios por esa parte por donde se introducen españoles que les roban sus ganados, lo que no suceder^ colocándose en ese lugar un amigo como José Ignacio Palma” . Otro grupo de indígenas prefirió, a cambio de $300, cederle terrenos con lo que se evitaban los engorrosos trámites de legalización de derechos36. Así Palma acumuló propiedades que estaban distribuidas en un amplio espacio, que abarcaba desde los campos de Quirihue por el norte, hasta las riberas del río Bureo en el sur en la Araucanía, comprendiendo en total unas 20.000 cuadras aproximadamente. Con el tiempo se vendieron algunas de estas propiedades, lográndose en ocasiones pingües utilidades o bien reunir fondos que demandaban otras gestiones económicas. La hacienda de Pinihue, una de las más antiguas propiedades de la familia, fue vendida en el año 1845 a Vicente Rioseco en la cantidad de $5.800; en la ratificación de la compra de este predio, a la que en páginas precedentes nos referimos, se especificó un precio de $3.776 y 6 1/2 reales, obteniéndose por tanto una plusvalía por sobre el 50%. La hacienda estaba gravada con dos censos redimibles que era necesario sanear para proceder a su venta: uno a favor de la familia de los Figueroa, los anteriores propietarios, por $1.865, y otro a favor del convento de las Trinitarias, por $500; ambos con un interés del 4% anual. No hubo dificultad en trasladar estos gravámenes a la hacienda de San Jerónimo de C^pme, en el partido de Puchacay, de la que era dueña su madre3'. Recordemos que doña Catalina había comprado inicialmente 85 cuadras en Chome; posteriormente hizo nuevas adquisiciones en esas tierras, hasta conformar una propiedad de 1.200 cuadras38. Parte de la hacienda del Tablón, 1.000 cuadras, fueron vendidas en $1.500 en el año 1849 . Si tenemos en cuenta que por toda la hacienda, de 3.000 cuadras, había pagado Palma seis años antes $7.000, evidentemente resulta un menoscabo. Sin embargo, hay que advertir que al momento de la compra no tuvo ANC, vol. 44, fs. 23-24v, 4o índice. * Ibidem, fs. 32-33v, 4o índice. ’ Ibidem, vol. 33, fs. 331-337. Ibidem, vol. 20. fs. 187-193, 2o índice. 59 Ibidem, vol. 40, fs. 264-265v. 142 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX que entregar ese total, ya que ella fue hecha en las siguientes condiciones: $1.000 al mes de la entrega del fundo; $3.867 y 5 reales a los doce meses, con un interés del 10% anual; y los $2.332 y 3 reales restantes quedaron reconocidos en un censo redimible del 6% anual a favor de la Tesorería principal de Concepción, es decir 1^ recaudadora fiscal había facilitado ese dinero para la compra40* . Es posible que Palma haya optado en esta venta por conseguir dinero en efectivo en momentos en que estaba empeñado en otras empresas: la formación de una compañía para ir a sacar oro a California, de otra compañía para la venta de productos de la zona de Concepción en Copiapó, las compras en verde o en yerba de cosechas de trigo y la adquisición del molino de Puchacay. Por ese tiempo vendió en $800 la hacienda Juan Chico, en el partjdo de Puchacay, que obtuvo como parte de la herencia de su madre 1. En la venta de las haciendas del Manzano y Pantanillos, efectuada conjuntamente algunos años antes, no puede determinarse si hubo ganancias, ya que sólo quedó registrada la cancelación desuna parte, $3.000, dada a cuenta del valor total de ambos fundos 2. Sí se obtuvo una ganancia considerable en la venta de Picoltué, aunque ésta se hizo por las sucesiones suya y de su hermano, después del fallecimiento de ambos. Esa propiedad, que él compró en $2.005, llegó a estimarse en $37.127,25 por las viudas al hacer la liquidación y partición de los bienes, y aunque sólo se vendió en $26.000, a Rafael Sotomayor en 1856, se había conseguido una cuantiosa plusvalía43 . Otras propiedades fueron cedidas en arriendo. Así ocurrió con la hacienda Taiguén, que fue arrendada a Hermógenes Urbistondo por un canon de $2.000 anuales y por el plazo de seis años. El arriendo resultaba bastante provechoso, puesto que el valor total de la hacienda, estipulado en algunas hipotecas, era de $12.000. Así durante el período del arriendo los propietarios recuperaban el valor total del fundo y conservaban su propiedad. Se incluía en ese arriendo la mitad del trigo que se cosechara durante el año inicial del alquiler, y se reservaba a Palma el derecho a plantar 200 mil plantas de viña, comprometiéndose a su vez el arrendatario a dejar en el fundo 130 mil plantas aparte de las existentes . Estas condiciones muestran que a pesar del apogeo AJC, vol. 86, pza. 11. ANC, vol. 40, fs. 235-236v. Ibidem, vol. 34, fs. 88v-9O. ANV, vol. 109, fs. 642-645v. 7 de julio 1852, ANC, vol. 47, fs. 237v-238v. i 143 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX triguero, la viticultura no había dejado de ser importante en la agricultura regional. Don José Ignacio dispuso, además, de la hacienda de Coronel, perteneciente a su suegro, que él administraba. Arrendó, asimismo, durante muchos años y hasta su muerte la isla Santa María, en el golfo de Arauco, de propiedad municipal y dedicada principalmente a la crianza de ganado. En el arriendo de la isla le había precedido su hermano, quien al rematar dicho arriendo en el año 1833, solicitó autorización para abastecer a las embarcaciones balleneras que tocasen en sus costas 5. En un comienzo la Municipalidad aceptó esta solicitud, estimándola útil para incentivar la agricultura en la isla. "Con el producto de estas bellas producciones, -expresaba el parecer del Cabildo- los empresarios podrán formar una regular fortuna, con la cual harán la felicidad de sus familias, y serán útiles a su país, cuyo objeto es muy laudable por el estado en que han quedado todos los habitantes de esta provincia por los funestos resultados de la pasada guerra”. Sin embargo, en definitiva el gobierno determinó que la autorización no procedía, por ser contraria a las disposiciones que trataban de impedir el contrabando 6. No estamos seguros si los Palma se atuvieron estrictamente a las limitaciones legales; en todo caso el arriendo de la isla debió ser lucrativo, puesto que, como indicamos, José Ignacio Palma lo mantuvo permanentemente. El último remate lo hizo en 1849, por cinco años y por un canon total de $1.625, pagando $325 en cada año; fue afianzado en esta ocasión por su hermana María Antonia, ya viuda45 47. Una muestra 46 más del respaldo familiar con que se contaba para las operaciones económicas. Entre otras tierras que arrendó, estuvo la hacienda San Antonio del Tambillo, en la subdelegación de Nacimiento, por un canon de $600 anuales y por el plazo de nueve años, incluyéndose ganados, viñas y un molino, con el compromiso del arrendatario de 45 Petición que no era en absoluto desmedida, ya que desde la época colonial la isla servía a las naves balleneras, que encontraban en ella abrigo, agua y provisiones. Véase Benjamín Vicuña Mackenna, La guerra a muerte, Obras Completas, vol. XV, Universidad de Chile, 1940, pp. 315-316. Pormenores sobre la importancia de la isla en el comercio ballenero y lobero, proporciona Eugenio Pereira Salas en Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos. 1778-1809, Santiago, Edil. A. Bello, 1971, pp. 61, 78-81, 105-106, 143, 146, 181, 183, 188-191, 203, 241, 257, 277-279 y 286. 46 Expediente en AMH, vol. 142. 47 ANC, vol. 40, fs. 404v-406. 144 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX poner 10.000 plantas de viña nuevas . Reitera este arriendo la vigencia del rubro vitivinícola. En el registro de propiedades agrícolas formado para efecto del cobro del catastro en 1852, aparecen los siguientes predios pertenecientes a los Palma: DEPARTA- MENTO, , , DUEÑOS ’ ' • >. 1 •» . «•» ’■ ¡„. < FUNDOS u-, * . ’ * 4 J. z « .♦ . • . / H , VALOR DEL' •“arriendó ' » Itala J. Salvador Palma Pulitre-Taiguén $500 La Laja J. Salvador Palma Bureo $250 Puchacay J. Ignacio Palma Tapihue $ 37 Puchacay Catalina Barriga Choree $150 Puchacay Catalina Barriga San Juan $300 Puchacay J. Ignacio Palma Provoqui $150 Puchacay M. Antonia Palma Robles $200 Lautaro J. Ignacio Palma Coronel $500 Lautaro J. Ignacio Palma Coelemu J. Ignacio Palma Antilgui Guariligüe $133 $300 Coelemu J. Salvador Palma Juan Chico $ 50 (*) Valor efectivo o estimado49 . Se aprecia que las propiedades aparecen indistintamente a nombre de uno u otro hermano. Están asimismo las que pertenecían a la madre, Catalina Barriga, y a una hermana, María Antonia Palma. En cuanto a su ubicación, se concentran principalmente en el departamento de Puchacay. José Ignacio Palma figura como titular de la hacienda de Coronel, que él administraba, pero cuyo propietario era en realidad su suegro y, muerto éste, su testamentaría. Las tierras registradas con el nombre de Bureo, las identificamos con la hacienda Picoltué inmediata al río de ese nombre. En tanto que Guariligüe debe corresponder a la hacienda del Tablón, ya que ésta estaba ubicada en área denominada Guariligüe en el departamento de Coelemu . La Ibidem, vol. 47, fs. 251-253v. Registro del Catastro formado en 1852. Agradecemos al prof. Julio Retamal Avila, quien nos facilitó una copia de este documento. En la nómina se registra bajo el título de Tablón una propiedad de menor valor, $ 50 valor del arriendo efectivo o estimado, que puede corresponder a las mil cuadras vendidas de esa hacienda, aunque no aparece como propietario quien hizo la compra en 1849, José María Palma, sino Matías Navarro. 145 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX hacienda del Tablón seguía perteneciendo a los Palma, puesto que está incluida en |ys bienes a repartirse entre las testamentarias de ambos hermanos'1. Se omiten los terrenos carboníferos que fueron adquiridos, así como otros ubicados al interior de la Araucanía; de estos últimos sólo se registran las tierras de Picoltué, bajo el título de Bureo, y el potrero Antilgüi o Antilgüecito, en laJurisdicción de Arauco, comprado a la viuda Nieve Uribe en $5005 . Tampoco aparece la hacienda de Tumbes en Talcahu^o, que consta que fue vendida por las testamentarias de los Palma53. En 1855, ya fallecidos don José Salvador y cton José Ignacio, se formó un nuevo padrón de los fundos rústicos54. En él se registró como propiedad de las sucesiones la isla Quiriquina, con una renta anual estimada en $200. En el catastro de 1852 esta isla fue inscrita a nombre de doña Javiera Villar. Se incluyó también en el nuevo registro entre las propiedades de las testamentarias, un fundo denominado Puchacay que suponemos corresponde al molino de ese nombre y los terrenos adyacentes. Las tierras en ese departamento de Puchacay pasaron a la propiedad de otros parientes. Así la hacienda San Juan de la Quebrada, de la pertenencia de Catalina Barriga en el padrón anterior, pasó al dominio del licenciado Domingo Ocampo, yerno de la señora Barriga, elevándose su renta estimada de $300 a $450, es decir en un 50%. Pasaron a María Antonia Palma, la hacienda San Jerónimo de Chome, con un incremento en su renta de $150 a $350, más que duplicándose de este modo su valor, y la hacienda Provoqui que sólo subió su renta estimada de $150 a $160. Remate de diezmos Los hacendados solían subastar el cobro de los diezmos, como lo hizo Palma quien, ya lo señalamos, remató los de la doctrina de Rere. Asimismo los de la doctrina de Perquilauquén, en $3.620, en el año 1841; la madre fue la fiadora, tal como lo había sido en la subasta de los de Rere. En esta ocasión doña Catalina ofreció para la seguridad del pago por parte del diezmero, la hacienda de San Juan de la Quebrada, en Curapalihue, de 700 Cfr. infra, pp. 42-43 * 18 de marzo de 1842, ANC, vol. 26, fs. 4v-5v. Cfr. infra, p. 28 Estado que manifiesta la renta agrícola de los fundos rústicos para deducir el impuesto anual establecido en sustitución del diezmo por la ley de 25 de octubre de 1853, Valparaíso, Imprenta del Diario, 1855. 146 I^eonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX cuadras, con 80.000 plantas de viña frutales y una bodega de tres naves; 1.000 cuadras de la hacienda de San Jerónimo de Chome, situada a continuación de la anterior; y la de ^rovoqui de 200 cuadras y con más de 50.000 plantas de viña5'. Al renovar el remate de los diezmos de Perquilauquén, dos años más tarde, lo hizo por una cantidad de $7.340, es decir por algo más del doble del remate inicial, lo que es indicativo del incremento del valor de las tierras. En esta oportunidad a la fianza de su madre se sumó la de su cuñado Domingo Ocampo, quien comprometió los siguientes bienes de su propiedad: un potrero nombrado Compuy, del que no se especifica ubicación ni extensión; 800 cuadras en el título de los Béjar^, una casa en Concepción y otra propiedad en Chiguayante* 56*. No es necesario insistir en el carácter familiar que tenían las negociaciones, más aún si tenemos en cuenta que al rematar los diezmos de otra doctrina, la de la Florida, en $5.235, contó con la fianza de Rosario Serrano, su suegra, que comprometió una chacra a la entrada del puerto de Talcahuano, dos sitios en el mismo puerto5y 300 y más cuadras en Tumbes, valoradas en $1O por cuadra5 . Asimismo su suegra lo afianzó en el remate de los diez­ mos de Talcahuano, aunque no se especificaron bienes, por ser de poco monto el valor de los de esta doctrina' . Por su parte, José Salvador Palma fue diezmero de las doctrinas de la Florida y Ranquil y en fecha temprana, 1821, remató el impuesto de licores, que se pagaba por la introducción de los caldos d^ Rere, Puchacay, Coelemu y Ranquil, en la ciudad de Concepción59. En estas gestiones también actuaron en común los hermanos; así el pago correspondiente a la doctrina de Ranquil, que subastó José Salvador en 1821, fue hecho dos años después por José Ignacio60. Las ventajas que ofrecía el remate de los diezmos, quedan de manifiesto si consideramos que este ramo constituyó por muchos años el principal ingreso de la Tesorería de Concepción; "... no se cuenta con más entrada, fuera de los diezmos, que la muy escasa y eventual de los derechos de aduana", expuso un 55 56 57 58 59 60 ANC. vol. 25. fs. 60-62. Ibidem, fs. 16v-18. Ibidem, vol. 32, fs. 32-35. Ibidem, fs. 83-84v. Ibidem, vol. 12, fs. 170v-172. Ibidem, fs. I88v-I92v, 3". índice. 147 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX intendente61* . Los provechos de los diezmeros, en particular en la provincia de Concepción, han sido referidos por Salazar, quien destaca que "el subastador podía aumentar sus ganancias sin aumentar necesariamente el monto de las posturas ganadoras, es decir, sin incrementar en igual proporción los ingresos tributarios del tesoro público. Para ello, bastaba con expoliar de los contribuyentes algo más de lo permitido, y declarar algo menos que los valores realmente recaudados. Esto último tenía, además, la ventaja de desalentar la participación de nuevos competidores en la subasta”” . Comercio del trigo Tanto o más importante que la producción realizada en las propiedades de los hacendados, era la que éstos captaban de pequeños o medianos productores independientes, bajo diversas formas, entre las cuales una de las más usuales eran las comprasen verde, que signaron el carácter mercantil de los terratenientes63. Este file uno de los negocios más frecuentes de José Ignacio Palma, como lo atestiguan las numerosas escrituras notariales que registran operaciones de este tipo. Es seguro que un número mucho mayor de estas transacciones con los pequeños y medianos productores se llevaron a efecto sólo de palabra, pues, como se percatara Gay, los contratos privados para compras futuras de cosechas estaban muy difundidos^. Estos productores a veces no podían cumplir con sus compromisos, a causa de malas cosechas o por otras circunstancias, quedando expuestos a las demandas judiciales. Así le ocurrió a Juan Manuel Palacios, de Chillán, contra quien protesto en 1828 José Salvador Palma, por no haber cumplido con la entrega de unas fanegas de trigo, protesta que fue reiterada por 61 Oficio del intendente José Antonio Alemparte dirigido al Ministro de Hacienda, 4 de septiembre de 1833, AMH, vol. 142. “ OP. cit., p. 107. En relación a las compras en verde, expresa Arnold J Bauer que "en el Chile rural, el crédito constituyó con mucho mayor frecuencia un mecanismo que permitía a los terratenientes mantener el control de la producción local, y apropiarse de una parte del ingreso de los pequeños propietarios y medieros". La sociedad rural chilena. Desde la conquista española a nuestros días* Santiago, Edil. Andrés Bello, 1994. p. 126. Cit. por Bauer, op. cit., p. 140, nota 26. 148 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX don José Ignacio, qu^en además otorgó poder para que se le siguiera causa judicial65. Un contrato representativo de compra en verde, fue el subscrito con Manuel García, vecino del departamento de Coelemu, quien previo pago se comprometió a entregarle 400 fanegas de trigo durante el mes de abril de 1847 y otras 300 en el mismo mes del año siguiente, puesta^ una y otra partidas en molinos de Penco, Lirquén o Tomé66. Así este productor de Coelemu quedaba comprometido por dos años. Al surgir la demanda de harinas de California, e incrementarse por tanto las necesidades de trigo, aumentaron las compras en yerba. A esta etapa corresponde la que hizo a Juan José Herrera, de Rere; éste debía entregarle 1.200 fanegas puestas en el molino de Landa (Penco), "en todo el mes de abril del año entrante de 1850, con la prevención de que en caso de falta, Herrera se obliga a responder por el mejor precio que tenga hasta esa fecha el trigo, abonando desde entonces el interés de 1 1/4 % mensual". Para mayor seguridad el deudor hipotecó su hacienda Quenquebueno de 350 cuadras67. Los cónyuges José Matías López y Dionisia Vergara de Nacimiento, reconocieron una deuda de $1.663 y fracción, comprometiéndose a pagarla en el plazo de un año, con un interés del 1% mensual e hipoteca de más de 46 cuadras que les correspondían en el distrito de Culenco. El pago debía hacerse en trigos, al valor de 10 reales por fanega; cebada, a 8 reales; lana blanca a $4 el quintal y lana negra a $3 y 2 reales por quintal; todg ello puesto en la bodega que tenía Palma en Concepción68. De manera que no era sólo trigo lo que captaba de los productores agrícolas. Otra compra en verde que quedó registrada fue la que hizo a Magdalena Aguayo y a su esposo Pedro Rojas, labradores de Primera Agua de los Aguayos, en Puchacay, a quienes adelantó el valor de 62 fanegas de trigo para ser entregadas en marzo de 1853 en molinos de Tomé, Lirquén o Penco; los esposos hipotecaron 16 cuadras con 4.500 plantas de viña69. Los numerosos contratos de este tipo que realizó involucraban a productores de Chillán, Quirihue, ¡tata, Coelemu, Pemuco, Penco, Puchacay, Rere y Nacimiento.* 15 ANC, vol. 16, fs. 92 y v, 3er. índice y ANCH, vol. 11, fs. 16. 15 de abril de 1846, ANC, vol. 35, fs. I79v-181. Ibidem, vol. 48, fs. 59-60. Ibidem, vol. 5, fs. 270 y vol. 40, fs. 279v-281. 2 de abril de 1852, Ibidem, vol. 48, fs. 59-60. 149 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX De igual modo efectuó otros con bodegueros y comerciantes. José Gaspar Nogueira se comprometió por contrato firmado en el mes de enero de 1851, a cancelarle $6.499 en trigos de la cosecha de ese año, al mayor precio que alcanzara en la plaza, no excediendo de 26 reales la fanega, vale decir $3 y fracción, con la opción de poder pagarlos en dinero efectivo; hipotecó la bodega que tenía en Tomé™. El compromiso se derivó de una deuda que tenía el bodeguero a favor de Palma. José Santos Saavedra reconoció una deuda por 200 fanegas de trigo blanco de buena calidad puestas en la bodega de don José Ignacio en Concepción, declarando “que esta venta la hace como comerciante, ny como labrador, pues su ocupación es lo primero y no lo segundo”7 . Otra forma de comercialización del trigo era a través de la formación de compañías con los productores. Representativa de este tipo de contrato es la compañía que formalizó con Juan José Estuardo, para producir trigo en Portezuelo, Quirihue. El productor era labrador de las cercanías de la hacienda Taiguén, o bien inquilino de esta hacienda. Para el funcionamiento de la sociedad Palma consiguió un préstamo de Bernardo Vergara, propietario terrateniente y uno de los principales financistas regionales, dados los numerosos mutuos a su favor que se registran en las escrituras notariales. El préstamo fue por $2.400, con interés de 1 1/4% mensual, debiendo quedar amortizada la deuda, de la que eran responsables ambos socios, en el plazo de trece meses72 . La modalidad de la compañía resultaba muy lucrativa, a juzgar por las cuentas que se hicieron al disolverse la sociedad después de fallecido Palma. En la liquidación el productor reconoció deber $14.000, tanto por concepto de utilidades como por saldo en cuenta por dinero y trigos, suma que se comprometió? a cancelar en el plazo de dos años con un interés de 1 % mensual73. El acuerdo fue subscrito por las dos testamentarias, lo que reitera que gestiones de todo tipo eran asumidas conjuntamente por los hermanos. Fue también socio de Palma, en otra compañía de este tipo, Tiburcio Sánchez que, si no se trata de un alcance de nombre, había sido aquel lenguaraz al servicio de las tropas y montoneras realistas, citado en varias oportunidades por Vicuña Mackenna en La guerra a muerte. Sánchez aparece en el Catastro de 1852 como dueño de los fundos Rarinao, Santa Cruz y San Carlos en el70 70 “ 2 3 Ibidem, vol. 45, 25v-26v, 2° índice y ANT, vol. 7, fs. 1 y v. ANC. vol. 47. fs. 229V-231. 7 de marzo de 1851, Ibidem, vol. 46, fs. 56v-57. Ibidem, vol. 49, fs. 2O2v-206. 150 Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX departamento de La Laja. De modo que estas sociedades no se formaban sólo con pequeños labradores o inquilinos. La compañía de mayor envergadura formada con un hacendado, fue la que hizo Palma con Ignacio Zañartu. Al liquidarse resultó un saldo de $35.000 a favor de don José Ignacio, de que se hizo responsable Mariano Ramón Zañartu, hermano del deudor, hipotecando para la seguridad del pago 800 cuadras de llano en su hacienda de Cato, en el departamento de Chillán; 5.000 cuadras de montañas y cordilleras, situadas junto a esa hacienda; la estancia Colton con 160 cuadras y la de Cocharca con 500 cuadras; todo lo cual era valorizado en la suma adeudada, para cuyo cijyjpli miento se daban dos años de plazos, con interés del 10% anual74. La mayor parte del trigo era absorbido por las compañías molineras establecidas en la zona, conformadas por empresarios principalmente extranjeros. A veces surgían problemas derivados del precio; así le ocurrió a Palma con la firma de Tomás Tasthon Smith y Cia., propietaria del molino de Lirquén. Habían formalizado un contrato de venta de trigos, en el que se estipuló un precio de 14 reales por fanega, con la condición de que si el vendedor con previo aviso declaraba que ese precio no le resultaba conveniente, Smith devolvería “en vales los trigos que hubiese tomado hasta entonces ... esto es, si no quisiese comprarlos por los precios a que Palma pueda venderlos a otro”. El vendedor comunicó que el precio de 14 reales no le era favorable, por lo que propuso un valor mayor, de acuerdo al estado de la plaza. Sin embargo la firma compradora se negó a pagar más de 15 reales por fanega, lo que movió^ Palma a formalizar una protesta, cuyo destino no conocemos 75. Molinos Resultaba pues conveniente no limitarse a las funciones de productor y de intermediario. Había que procurar la formación de empresas molineras propias. Algunos hacendados pudieron hacerlo, asociándose con extranjeros, con otros empresarios criollos, o bien estableciendo empresas familiares. José Ignacio Palma estuvo entre aquellos que lograron llegar a ser molineros de importancia. 74 Ibidem. vol. 47. fs. 290-291. 75 Ibidem, vol. 28, fs. 91v-94. 151 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Primero se asoció con José Woodhams, con el propósito de instalar un molino de pan en Puchacay; el capital era de $40.000, de los cuales el empresario criollo aportó $32.000 y su socio foráneo $8.000; este último se encargaría de la adminis­ tración del molino y asumiría las funciones técnicas de primer molinero, trabajo oor el que la sociedad le debía abonar un sueldo de $1.500 anuales Pero la sociedad con Woodhams prácticamente no se concretó, porque se presentó la oportunidad de comprar a Enrique Burdon el molino de Puchacay, uno de los molinos con el que se inició el despegue de la molinería regional en la década de los años 30 del siglo pasado. No es posible determinar cuales fueron los motivos que decidieron al socio principal (el otro era Guillermo Miller, su yerno), a vender el molino, en la época del auge molinero. Razones de salud deben haber influido en parte importante; afectado por una enfermedad que lo aquejaba desde hacía algún tiempo, en 1849 (el mismo año de la venta del molino), Burdon falleció en Valparaíso, lo que hace presumir que la familia, posiblemente a raíz de la enfermedad del padre, había iniciado el regreso hacia ese puerto, lugar inicial de su residencia en el país. Por otra parte, el empresario inglés había tenido que recurrir a sucesivas hipotecas del molino, para garantizar deudas con la casa de Alsop y Cía. y con otros acreedores. Pero las condiciones de la venta que hizo a Palma no permitían contar con dinero líquido de inmediato. En efecto, se estableció un precio de $60.000 a pagarse en la siguiente forma: el comprador debía firmar pagarés a la orden de Burdon por $25.000 cobrables en doce meses desde la fecha en que se le hiciera entrega del molino; los $35.000 restantes los pagaría en cinco años, desde esa misma fecha, abonando un interés de 8% anual cumplido cada año. Se especificaba que no se incluía en la venta los trigos comprados y las harinas elaboradas durante el año 1848; sí las carretas que se habían adquirido en Estados Unidos para el uso del molino. A fin de garantizar la operación se hipotecó el propio molino y la hacienda de Taiguén; y para que el valor total de este fundo quedara afecto, firmaron también la escritura su hermana María Antonia y su cuñado Domingo Ocampo, quien lo hizo por la parte que correspondiera a sus hijos, ya que había enviudado de Encamación Palma. Firma asimismo José Salvador, en calidad de mancomún et In solidum, vale decir como socio en igualdad de 76 19 de junio de 1848, Ibidem, vol. 37, fs. 84-85v. 152 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX condiciones con su hermano77*. No se trataba pues de un negocio individual sino de una empresa en sociedad de los dos hermanos Palma, que contaba, además, con respaldo familiar. Años más tarde, cuando las sucesiones de José Salvador y de José Ignacio procedieron a la repartición de los bienes dejados, el molino de Puchacay, correspondió a la viuda de José Salvador, doña Juana Izcué, y a sus hijos. Fue el yerno de la señora Izcué, Miguel Ignacio Collao, quien concurrió a la cancelación del saldo del valor que aún quedaba sin ser cubierto en el año 1865, más de quince años después de efectuada la adquisición /8. Con la compra del molino de Puchacay, los Palma se incorporaron al grupo de los empresarios del ramo más importantes y, como tales, con la firma de José Ignacio, formaron parte de la asociación de molineros que se formó con el propósito de controlar las compras de trigo que hacían los molineros y la producción y exportaciones de harinas, en los momentos de auge de la demanda de California. La posición de molinero relevante se consolidó con la compra de la mitad del molino California de Tomé, hecha a José Francisco Urrejola. El precio que pagó no está especificado en la escritura correspondiente; puede estimarse en $35.000, que fue el valor que fijo la asociación de molineros a dicha mitad, asignándole una producción de 68 sacos diarios. Urrejola y Palma formaron una compañía, en la que el primero asumía como socio administrador para hacer las compras y ventas de trigos y harinas, pero las utilidades se distribuían en iguales partes entre los socios79. Así pues Palma participó en dos de las empresas molineras más importantes de la región, aunque su incorporación a la del molino California la hizo pocos meses antes de su fallecimiento en el año 1853. Otras gestiones De modo que Palma fue terrateniente, arrendatario de tierras, subastador de diezmos, comerciante de trigos y de otros productos agrícolas, exportador y molinero. Pero sus gestiones eran aún más variadas. Como es sabido, la extracción de carbón de piedra se realizó en Talcahuano y otros puntos de la bahía de Concepción, ” Ibidem, vol. 40, fs. 139-145. Ibidem, inscripción al margen. ” Ibidem, vol. 44, fs. I4-I5v, 20v-22 y 151v-154v, 4o índice. 153 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX antes de que esta actividad minera se desarrollara en el área costera al sur de la provincia de Concepción y en la provincia de Arauco. La introducción de la navegación a vapor, a comienzos de la década de 1840, fue un acicate importante para la producción carbonífera. Palma, en calidad de apoderado de su suegro, el general Rivera, propietario de minas de carbón en el cerro El Morro de Talcahuano, celebró convenio con Guillermo Wheelright, el fundador de la compañía de vapores, en virtud del cual le cedió la explotación de esas minas, por un plazo de cinco años, incluyendo el lugar que se necesitara para la construcción de un muelle destinado al embarque del carbón; Wheelright, por su parte, se comprometió a pagar 4 reales por cada tonelada de carbón útil que se sacara80. Después de la muerte del general siguió a cargo de los contratos con la compañía de vapores; así lo corrobora un poder extendido por su suegra, que tuvimos ocasión de citar en páginas anteriores81. En el año 1846 autorizó a Ramón Ocampo, de Valparaíso, para que transara de manera privada o judicial un asunto que tenía pendiente con Wheelright, a consecuencia de dos contratos que se hicieron para trabajar aquellas minas 8 . Por entonces, ya declinaban las extracciones carboníferas en la bahía de Concepción. Luego se centraría la minería del carbón en la costa sur de la provincia. Palma alcanzó a participar en las explotaciones que se iniciaron en el área de Coronel, como lo referiremos más adelante. La comercialización del aceite de ballena beneficiado en la isla Quiriquina, fue otro de los negocios a que dedicó su atención el empresario penquista. Ese aceite era enviado a Juan Clerc para su venta en Valparaíso. En poder otorgado al ya citado Ramón Ocampo, hermano de su cuñado Domingo, lo facultaba para que cobrara al comerciante porteño, varias partidas de ese producto que no había cancelado83. Estableció una conexión mercantil con el norte minero, al formar una compañía de comercio con Domingo Ocampo, su hermano Ramón, y con Francisco Antonio Ocampo, vecino de Copiapó y seguramente pariente de los anteriores. La sociedad giró bajo la razón social de Palma, Ocampo y Cía. y tenía el objetivo de vender productos de la región de Concepción en el área de Copiapó; el capital de $12.000 lo aportaban los socios en iguales 80 1 82 83 24 de marzo de 1841, Ibidem, vol. 24, fs. 45v-47, 2o índice. Cfr. supra, pp. 4-5, nota 12. ANC, vol. 35, fs. 307v-308. 20 de octubre de 1843, Ibidem . vol. 28, fs. 319 - 320. 154 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX partes. Dado que el centro mercantil era Valparaíso, se estipuló que el producto de las ventas se remesaría en letras a la orden del socio residente en esa plaza, Ramón Ocampo. Las expectativas de los socios no eran pocas, ya que de acuerdo a una de las cláusulas de la escritura de formación, ellos se proponían comprar un buque para procurar el mejor funcionamiento de la empresa y, además, establecerían una tropa de carretas entre el puerto de Caldera y la ciudad vecina (15 de febrero de 1849). Sin embargo, los resultados parecen no haber respondido del todo a las expectativas de los socios, aunque la compañía se mantuvo hasta después del fallecimiento de Palma. En la disolución representó a su testamentaria Comelio Saavedra, esposo de su cuñada Dorotea Rivera, mientras que Mardoqueo Navarro representó a la de su hermano, lo que evidencia una vez más la participación conjunta de don José Ignacio y don José Salvador en toda clase de negocios. Las dificultades afectaron principalmente al socio Francisco Antonio Ocampo, quien era deudor, a nombre de la compañía, de varios acreedores de Valparaíso, “por consecuencia del quebranto sufrido en sus negocios ofreciendo cancelar esas deudas en ocho y catorce meses sin intereses”. No hubo saldo a favor de este socio al procederse a la liquidación de la sociedad, en cambio sí había un remanente de $10.333,75, de los cuales $4.000 se asignaron a Domingo Ocampo y $6.333,75 a los Palma. En pago de este valor se cedió a las testamentarias la mitad de una propiedad inmueble y dos sitios en el puerto de Caldera El contacto con el norte impulsó a José Ignacio Palma a interesarse en las explotaciones de plata que, junto con las de cobre, cimentaron en gran parte la economía nacional durante la centuria pasada. Allí tuvo dos barras, o acciones de minas, una en la de Margarita, en el mineral de Tres Puntas, y otra en la Valenciana, en el de Chañarcillo. En el reparto de bienes de las testamentarias estas barras correspondieron a la de don José El año 1849 fue de intensa actividad para nuestro empresario: ese año compró el molino de Puchacay, intensificó las compras en verde e inició nuevos negocios como fue el caso de la compañía que operó en Copiapó. El mismo año, con otros empresarios locales, Juan Alemparte, Olof Liljevalch y Manuel Serrano, formaron una compañía para extraer oro en California. 84 Ibidem, vol. 40, fs. 21-23 y vol. 49, fs. 136v-139v. 85 ANV, vol. 109, fs. 642-645v. 155 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Con este propósito engancharon a unos cuarenta trabajadores y a algunas mujeres que cumplirían l|s funciones de lavanderas, cocineras y otras labores domésticas80. Las deserciones de los trabajadores hicieron fracasar a la compañía, lográndose sólo obtener poco más de 1.000 onzas de oro y la adquisición de un terreno en el pueblo de San José de California. El epílogo de esa aventura para los Palma -en este asunto también estuvo involucrado el hermano- fue la venta hecha por las testamentarias a Tomás Stokes Page, comerciante de Val­ paraíso, de “las acciones que corresponden a dichas testamentarias como empresarios en el negocio que especuló en California”. Posiblemente esas acciones se referían a los derechos sobre el terreno comprad^ en San José. La venta se hizo por $1.000 pagados en una libranza 8 . En los negocios con el exterior, recordemos que José Salvador Palma, durante su estadía en el Perú había formado una compañía de comercio con Pedro González Candamo. Muchos años después José Ignacio, en representación de su hermano, formalizó un convenio con Francisco Prado Aldunate, vecino de Santiago, para que éste marchase a Lima con el propósito de cancelar las cuentas que estaban pendientes con el comerciante limeño como producto de esa sociedad. Las cantidades que resultaran a favor quedarían por siete años en poder de Prado Aldunate, para girar en los negocios que estimara más convenientes, en sociedad con los Palma, y recibiendo una tercera parte de las utilidades, o bien responsabilizándose en igual proporción en caso de pérdidas. Tan pronto el enviado recaudara los capitales en Lima, volvería a establecerse en Concepción por un año al cabo del cual si no hubiesen ganancias se establecería en otra localidad que los socios consideraran más ventajosa. Don José Ignacio costeó los gastos que demandó la permanencia de Prado en el país vecino, facilitándole para este efecto $1.5OO8 . La muerte de ambos hermanos interrumpió la negociación, pero se logró que González Candamo cancelara una suma de $20.524,44, sin contar R6 A esta compañía a California nos hemos referido en nuestro trabajo "Orígenes del establecimiento británico en la región de Concepción y su inserción en la molinería del trigo y en la minería del carbón”. En Historia, vol. 28, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1994, p. 232. ANC. vol. 44, fs. 30-34, 5o índice. ” Ibidem, vol. 45. fs. 230-231, 2o índice. 156 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el sírIo XIX la asignación que debió pagarse a Prado Aldunate por su gcs|jón. Ese capital fue incorporado al patrimonio de las testamentarias Financiamiento En uno de los numerosos informes y oficios que, en su calidad de intendente, el general'Juan de Dios Rivera dirigió a las autoridades superiores, con el propósito de que se ordenaran medidas para aliviar la situación de la desgraciada provincia, refiriéndose a la enajenación de los bienes que habían pertenecido al clero regular, expresó que no había en la provincia quien quisiera comprar esa clase de bienes, atribuyendo tal circunstancia a que se exigía su pago al contado. En cambio, decía el general que estaba “seguro que habrían interesados si la venta se hiciese a censo redimible con absoluta libertad de redimir el principal cuando quisiese el interesado”89 90. La proposición de Rivera, que desconocemos si en definitiva fue aceptada, implicaba establecer un mecanismo de crédito para quienes quisieran adquirir propiedades de los regulares. No fue ese el interés de los Palma, pero en las compras de tierras que hicieron, se incluyeron algunas en las que se reconocía el gravamen de censos, con lo que una parte importante del valor no tenía que ser entregada al momento de la compra. Así ocurrió en el caso de la hacienda de Pinihue, que reconocía dos censos cuya suma representaba más del 60% del valor de la transacción. Las compras a plazo eran otra suerte de crédito: en la del Manzano se le concedieron hasta tres años y no tenía la obligación de entregar alguna cantidad al contado; en la del Tablón debió pagar un 14% ($1.000) del valor total ($7.000), al mes de recibirse del predio. En fin, las compras a bajo precio, de las que hemos dado algunos ejemplos, constituían asimismo una forma de crédito para la acumulación de tierras y aun más provechosa que un préstamo propiamente tal; amen de las “donaciones” y otras operaciones hechas con propietarios indígenas. A la compra a plazo también recurrió Palma con motivo de la adquisición del molino de Puchacay, por el que no pagó suma alguna al formalizarse la operación. El primer pago que debía hacerse al año de recibido el molino era equivalente a poco 89 ANV, vol. 109, fs. 642-645v. 90 20 de enero de 1828. AMII. vol. 98. 157 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX más del 40% del valor total, quedándole cinco años para enterar el 60% restante9’. En cuanto a los créditos en efectivo, una de las fuentes de financiamiento a las que más se recurrió en la región fueron los fondos fiscales que administraba la Tesorería de Concepción. Esta caja siempre exhausta desde los inicios de las campañas de la Independencia, pareció recuperarse hacia los mediados de la década de 1830 y aún dispuso de algunos excedentes para facilitarlos en préstamo a particulares. Quien primero recurrió a ella fiie José Salvador Palma, en el año 1834. Actuando de mancomún con su esposa Juana Izcué, y con la fianza de su madre, solicitó una cantidad de dinero de los fondos asignados al Instituto Literario de la ciudad, establecimiento de enseñanza fundado en 1824. El solicitante expuso que más que un provecho para él, la operación era ventajosa para la institución que se quería favorecer: “deseando vivamente cooperar de algún modo al fomento de uno de los establecimientos de utilidad pública, cuyo deseo no puede tener efecto por falta de medios en la actualidad; y sabiendo por los estados publicados que la Tesorería recaudadora de fondos provinciales tiene algunos excedentes a sus gastos, que podrían mientras se necesitan producir algún interés, si se cree conveniente, podría tomar la cantidad de $1.500, por el término de seis meses, o más tiempo si así conviniese a los intereses mutuos, con tal de que pasando el término indicado me sea un mes antes avisada la necesidad de su reintegro”. El tesorero Domingo Binimelis, si bien reconocía que habían fondos excedentes a los gastos ordinarios del Instituto, puso algunas objeciones, previniendo que habrían muchos dispuestos a recibir esos caudales al interés del l*/i% mensual, superior al ofrecido por don José Salvador, porcentaje que no está especificado en el acta notarial, pero que debió ser del 1 %, valor del interés que se generalizó en esos años. Finalmente la Tesorería, con participación del intendente José Antonio Alemparte, resolvió prestar la cantidad requerida en los términos solicitados, atendiendo a que era la primera petición de ese género y a que significaba, mediante el pago de los réditos, un aumento de los fondos del Instituto. El crédito de instituciones fiscales tema la ventaja de su flexibilidad en el pago del capital e intereses: en este caso la deuda se canceló totalmente en 1867, por Miguel Ignacio Collao, el yerno de José 91 Cfr. supra, p. 20 158 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Salvador Palma; o sea a los 33 años de haberse contraído la obligación 2. Don José Ignacio siguió la iniciativa de su hermano, consiguiendo de la Tesorería Provincial una suma mayor: $4.000, por seis meses, con interés del 1% mensual y con la fianza de sus suegros, el general Rivera y doña Rosario Serrano. Tampoco se exigió don José Ignacio para cancelar pronto la suma obtenida. Corridos once años desde que le fuera concedido el préstamo, sólo había pagado $2.000 por cuenta del capital, es decir un 50% de su valor . A los préstamos de la Tesorería se sumaron los mutuos de particulares. De José Quiroga recibió José Ignacio Palma en 1842 $1.700, por el plazo de seis a doce meses a voluntad del prestatario, con un interés del 1% mensual y con la fianza de su madre. Tal como en el caso del crédito fiscal, hubo laxitud en el cumplimiento de esta obligación, la que fue cancelada por su testamentaria después de once años de recibido el préstamo94. Bernardo Vergara, concedió varios préstamos a interés a Palma, como el que le otorgó con el objeto de financiar la compañía que hizo don José Ignacio con Juan José Estuardo para producir trigo, a que ya hicimos referencia95. Poco antes de su fallecimiento recibió de Vergara $ 6.000, por el plazo de un año y con un interés del 114%, más subido que la tasa de interés usual. Para este efecto hipotecó el molino de Puchacay, aunque pronto Vergara exoneró al molino del gravamen. La testamentaria pago la deuda luego de la muerte de Palma96. El obispo Diego Antonio Elizondo, fue otro financista frecuente de los empresarios regionales. Una suma cercana a los $6.000 facilitó el Obispo en 1849 a los hermanos Palma y a doña Rosario Serrano, la que hipotecó las tierras que tenía en Talcahuano. El interés fue el corriente del 1% mensual y el plazo de dos años flexibles. La inscripción notarial de la cancelación de la deuda la hizo Comelio Saavedra, como representante de la testamentaria de José Ignacio Palma, en el mismo año en que éste falleció9 . Así las deudas se iban acumulando. Ya que el cumplimiento de los plazos no era apremiante, parecía más ” n 94 95 96 97 ANC. vol. 19. fs. 251V-254. Ibidem, vol. 23, fs. 162-164, 2o índice. Ibidem, vol. 26, fs. 4v-5v. Cfr. supra, p. 18 ANC. vol. 48. fs. 113v-114. Ibidem, vol. 5, fs. 264 y v. 159 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX beneficioso recurrir al crédito que a la reinversión de las utilidades propias. La multiplicidad de gestiones hacía prever que en el futuro no habría dificultades para satisfacer a los acreedores. Sin embargo, los fallecimientos súbitos y sucesivos de los hermanos Palma, José Salvador en 1852 y José Ignacio en 1853, interrum­ pieron una proyección empresarial que se encontraba en plena vigencia, quedando ambas testamentarias con crecidas sumas por cancelar. Una de las formas de reunir dinero para responder, fue la venta de bienes. Así ocurrió en el caso de la hacienda de Tumbes, que fue vendida en $13.000 a Ricardo Lindsay, con el expreso propósito, según señalaba la correspondiente escritura, de pagar varias deudas de las testamentarias98. Pero no era cosa de liquidar todo el patrimonio. Afortunadamente la vinculación que en el último tiempo trabó José Ignacio Palma con Matías Cousiño, al punto de que éste fue uno de los testigos al hacer Palma sus disposiciones testamentarias en su lecho de enfermo, hizo posible que el poderoso capitalista se hiciera cargo de las deudas, efectuando para ello convenios con los representantes de las testamentarias99. Poderes y fianzas En la trama de las relaciones empresariales los poderes generales o especiales, conferidos estos últimos para determinados propósitos, permitían aumentar el número de las gestiones económicas y extender el ámbito espacial que ellas abarcaban. Las fianzas servían para estos mismos propósitos y revelaban la confianza mutua que se fraguaba entre los actores empresariales. En el caso de los poderes generales, que demandaban un grado de fiabilidad mayor, quedaban reducidos a un contorno más cercano. La comunidad de intereses y negocios hizo que los hermanos Palma se concedieran este tipo de poderes entre ellos, como fue el otorgado por José Ignacio a José Salvador para que iniciara, siguiera y concluyera, ante cualquier juzgado del país, todos los pleitos y negocios que tuviera al presente o en lo sucesivo; para la administración de sus bienes; para comprar y vender a su pgmbre y otras concesiones que conformaban un poder muy amplio . En ocasiones eran algunos empleados de confianza ” ANV, vol. 104, fs. 94-95. 9 Cfr. infra, pp. 42-43 27 de marzo de 1851, ANC. vol. 46, fs. 68v - 70. 160 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX los que recibían atribuciones de carácter general. Mardoqueo Navarro, dependiente de don José Ignacio, fue facultado por éste para cobrar y firmar a su nombre “todas las obligaciones, contratos, arreglos y transacciones, como también los memoriales que fuese conveniente presentar a las autoridades y tribunales en pleitos u otros negocios de cualquier género”. Los poderes especiales otorgados por José Ignacio Palma estuvieron en función de las diversas gestiones mercantiles que efectuaba. Como hemos visto la acumulación de tierras fue uno de los asuntos que más le interesó y algunas de las adquisiciones las hizo por medio de representantes. En el caso de la hacienda del Tablón, Domingo y Ramón Ocampo gestionaron la compra ante la firma Sewell y Patrickson de Valparaíso propietaria de ese predio, con la que se celebró un contrato privado en ese puerto en el mes de abril de 1843. En un juicio sobre mensura de la hacienda promovido en ese mismo año, en el que se reconstruyeron los diversos traspasos de que había sido objeto, Domingo Ocampo declaró expresamente que la compra que hacía "deberá entenderse que es a favor de José Ignacio Palma, a quien pertenecen los fondos con que se realiza el pago de su valor"1 . En el comercio de trigos también hubo necesidad de extender poderes derivados de incumplimientos de compromisos: a José Miguel Yáñez le concedió poder para que cobrara judicialmente a Remigio Nogueira “un número de fanegas de trigo de su pertenencia que tiene en vales de aquél en su bodega de Tomé ... y deberá exigir el precio último que ha tenido^l trigo en fines del año pasado cuando debió verificar la entrega”1 . Otros poderes los otorgó para cobrar deudas y para ser representado en concursos de acreedores de pequeños empresarios que caían en falencia. En el afán de conseguir recursos para impulsar los negocios, junto con su hermano y su madre, concedieron poder a Domingo Ocampo, destinatario frecuente de los poderes conferidos ?or José Ignacio Palma, para que tomase en préstamo hasta 12.000, ofreciendo en hipoteca las haciendas de Taiguén, Pantani^ys, San Juan de la Quebrada y San Jerónimo de Chome1 . Los préstamos obtenidos directamente hicieron innecesaria la intermediación del representante; pero, en todo caso, 101 102 105 ,<M 18 de marzo de 1846, Ibidem, vol. 35, fs. 127v - 128v. AJC, vol. 86, pza. ll.fs. 24v. 30 de enero de 1839, ANC, vol. 23, fs. 26 y v. Ibidem, vol. 26, fs. 28 v -29. 161 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX el poder concedido manifiesta la predisposición a endeudarse que, a la larga, habría de repercutir sobre las testamentarias. Así como Palma otorgó numerosos poderes, recibió a su vez una copiosa cantidad de ellos. Desde luego de sus parientes: sus suegros, su hermano, su hermana María Antonia quien, al enviudar de Juan José Daroch, lo nombró su representante en la liquidación de cuentas de la compañía de comercio que el dj|\into esposo tenía con Mariano Palacios, cuñado del fallecidoK‘ . El licenciado José Manuel Rivera, hijo del general, lo facultó para que cobrara y percibiera de la Tesorería el dinero que le correspondía por sueldos en el tiempo que desempeñó la judicatura de letras de la provincia; en otro poder el licenciado encargó a Palma que participara en la formación de inventarios, tasación y partición de los bienes dejados por doña Juana María Bustamante, lo que nos parece indicativo del ascendiente que ganaban los empresarios en asuntos legales de carácter económico™6. En este mismo sentido puede citarse el poder que le dio José Manuel Verdugo para que lo representara en la apertura del testamento de doña Mercedes Ruiz y reclamara al albacea varias alhajas de plata y otras cosas que le dejó donadas por testamento y de palabra; como también para que cobrara al albacea el pago de siete años de servicios como representante general de la difunta en los diferentes pleitos que a su nombre había seguido sin haber percibido nada* 10 . Los poderdantes de Palma se distribuían en una variada gama, desde pequeños propietarios de terrenos carboníferos hasta el propio Matías Cousiño, quien durante el año 1852 le otorgó diversos poderes, entre ellos uno para efecto de demandar a Juan Manuel Alemparte, como socio de la casa de Alemparte y Cía., que era deudora de varios pagarés que Cousiño había cancelado por dicha compañía10 . En cuanto a las fianzas, las más frecuentes eran las que se concedían para el remate de diezmos y para la obtención de créditos. Era usual que los diezmeros se afianzaran unos a otros, hipotecando sus propiedades, puesto que todos ellos eran propietarios terratenientes o bien dueños de medianas extensiones. Palma no necesitó recurrir al aval de otros latifundistas porque dentro de su mismo núcleo familiar encontraba la solvencia necesaria para resguardar sus remates. Por su parte, sí afianzó a 105 10* 10 108 Ibidem, vol. 19, fs. 204 - 2O5v. Ibidem, vol. 26, fs. 243 y v. y vol. 30. fs. 105 y v. Ibidem, vol. 33, fs. 258-259. ANV, vol. 96. fs. 649 v -650. 162 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX algunos diezmeros; tal fue el caso de José Miguel Yáñez, al subastar ^>s diezmos de la doctrina de Colcura y luego los de Santa Bárbara w. De igual modo garantizó numerosos créditos, tanto de fondos públicos como de particulares. Agustín Espinoza, por ejemplo, obtuvo con su fianza $600 de los fondos asignados al Instituto Literario, con un interés de P/2% mensual y por un plazo de seis meses, aunque la obligación quedó cancelada sólo cerca de siete años más tarde, pero no por ello tuvo Palma que responder . Quizás si para el organismo fiscal su misma solvencia era suficiente garantía de que algún día la deuda seria cancelada. La laxitud en el cumplimiento de las obligaciones, a que antes nos hemos referido, se verificó también en los créditos de los particulares en los que Palma actuó en calidad de fiador; en uno de ellos Manuel Serrano, su tío político, junto con su esposa Nieves Vásquez, obtuvieron $2.100 de José Quiroga, con interés del 1% mensual y por el plazo de seis a doce meses, pero la deuda se canceló sólo después de cuatro años de haberse contraído; los cónyuges hipotecaron el potrero Candelaria en el departamento de la Laja, en tai||y que no se especificaron los bienes comprometidos por el fiador1 . En otros préstamos que garantizó sí quedaron explicitadas las propiedades hipotecadas; así en el crédito de $1.000 en oro o en plata dado por Bernardo Vergara a Francisco Cruzat, hipotecó junto con su hermano José Salvador dos sitios ubicados en la manzana del convento de San Francisco en Concepción y la hacienda T^iguén, cuyo valor se estimó entonces que no bajaba de $20.000 * . Un crédito de monto mucho mayor file el que consiguió Ignacio Zañartu del obispo Diego Antonio Elizondo: $10.000 con interés del 1% mensual y por el plazo de un año; para la seguridad de su pago el principal deudor y su fiador comprometieron todos sus bienes que no se especificaron; pero Palma no tuvo problemas derivados de esta subida deuda, ya que se canceló oportunamente . En otros casos, no obstante la flexibilidad que se advierte en la documentación en el pago de las obligaciones, sí tuvo que responder él por incumplimiento de los afianzados; así ocurrió al no pagar Joaquín de la Jara un crédito de $2.000 que le concedió Bernardo Vergara, con interés del VA% mensual. El deudor sólo pagó $300 por ios intereses 109 1,0 1.1 1.2 ANC. vol. 25, fs. 62-6.3v. y vol. 32, fs. 77v-79v. Ibidem, vol. 20, fs. 35, 2o índice. Ibidem, vol. 5, fs. 129v. Ibidem, vol. 28. fs. 177-178v. Ibidem. vol. 36, fs. 25-26v. 163 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX • correspondientes a un año. Palma tuvo que saldar el capital y el resto de los intereses, por lo cual recibió carta de lasto en la que constaba que él había pagado, a fin de que pudiera cobrar al afianzado. Debió proceder en la misma forma ^n otro crédito impago del mismo Vergara a Eduardo Hernández Otras fianzas concedidas por don José Ignacio respaldaban a arrendatarios de tierras, a subastadores de pasajes de ríos y a funcionarios públicos al asumir sus cargos. Participación municipal y política La familia de los Palma, al igual que la mayor parte de los vecinos de las ciudades del sur del país, en la época de las luchas independentista había sido partidaria de la causa realista. En la provincia entera de Concepción, que en los años de la emancipación abarcaba desde los límites de Talca a los de Valdivia, los adeptos Rey -afirma Vicuña Mackenna- eran mucho más numerosos 1 . Campos Harriet en su obra de síntesis sobre la historia de Concepción anota entre las familias realistas a la de lo|6 Palma y a los González Palma, emparentados con aquéllos11 . Pero las relaciones familiares que se establecían por la vía matrimonial en el reducido núcleo penquista, limaban las asperezas dejadas por tantos años de lucha. José Ignacio Palma, como sabemos, fue yerno del general Juan de Dios Rivera, distinguido en la defensa de la causa republicana, aval suficiente para disipar cualquiera suspicacia de corte político. Ya con anterioridad a su matrimonio, había sido elegido regidor del Cabildo para el año 1826, cuando sólo contaba con 21 años de edad11 . Su firma no aparece muy a menudo en las actas de las sesiones, por lo que estaba entre aquellos cabildantes a los que la corporación tuvo que reconvenir por sus inasistencias. Estuvo presente sí al tratarse la concesión ofrecida por Bolívar de liberar en un 50% los derechos que debían pagar los productos de la provincia de Concepción al internarse en el Perú, de la que ya hemos dado cuenta11 . Si bien no están pormenorizadas las opiniones de los concejales, no cabe duda de que Palma debió apoyar con entusiasmo aquella concesión a la que el gobierno no 114 Ibidem, vol. 46. fs. 27 y v. y 210 y v. La guerra a muerte, p. 45. Op. cit, pp. 151-152. 11 Sesión del 31de diciembre de 1825, ACO, vol. 2, fs. 11. 1,8 Cfr. Supra, pp. 6-7 164 • a Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en ct sizto Xfít dio curso, dadas las conexiones mercantiles que él y su hermano habían establecido con el país del norte. No es aventurado suponer que se encontró entre aquellos que eran partidarios de proceder a su aceptación sin mediar la consulta al gobierno . Resulta interesante consignar el oficio dirigido por el Cabildo al Ministro del Interior en favor de la gracia ofrecida. “Por el mérito de las comunicaciones que a US. adjuntamos, - se expuso en ese escrito se deducen claramente las ventajas que refluirían en beneficio de esta acreedora provincia, cuando lleguen a realizarse las concesiones que se indican. Mas, como era del caso suspender toda deliberación hasta ministrarlo al conocimiento de S.E. como Supremo Magistrado de la República, cuyos intereses en general abraza aquel acto de singular beneficencia; hemos acordado hacerlo en esta forma, y no en manera alguna que contraríe a la legalidad de nuestros sentimientos y orden que debe guardarse en casos de igual naturaleza. Encarecemos a US. se sirva hacer presente a S.E. el interés que nos ocupa, por ver cuanto antes la plantificación de aquel proyecto sobre bases justas y permanentes’’. Firmaban el intendente Juan de Dios Rivera y los miembros del Cabildo señores Esteban Manzanos, Carlos del Río, Ramón Godoy, Ignacio Gana, José Ignacio Palma, Juan Manuel Alempay^, Agustín Castellón, José María Urrutia y José María Moreno12 . En un nuevo cabildo conformado en el mes de septiembre de 1826, no fue electo don José Ignacio, pero sí su hermano José Salvador* 121122 120 . Reapareció a partir del año 1837, correspondiéndole desempeñar varios trabajos y comisiones que le encargara el ayuntamiento. Se le encomendó que elaborara un reglamento para el funcionamiento de las escuelas de enseñanza primaria. Formó parte de una comisión nombrada para estudiar la apertura de un nuevo camino a Hualqui, ya que el existente se hallaba intransitable, haciéndose sentir “la incomunicación a esta ciudad de la mayor parte de las poblaciones de la Frontera”. Se le encargó que atendiera al socorro de los pobres que habitaban precariamente en la orilla del cerro llamado de los Chorrillos en los extramuros de la ciudad . En 1839, luego de tres años de malas cosechas que causaron la hambruna de los necesitados, la Intendencia tuvo que 1,9 Sesión extraordinaria de 3 de julio de 1826, ACC, vol. 2. fs. 17. 120 SCL, tomo XII, p. 182. 121 ACC. vol. 2, fs. 20v. 122 Sesiones de 6 de junio, 17 de agosto y 26 de octubre de 1838, Ibidem, vol. 5, fs. 85. 89 y 93 y v. 165 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el sido XIX poner fondos a disposición del Cabildo, a fin de repartir raciones diarias a los indigentes. Se nominó a José Ignacio Palma y a José María Urrutia Carvajal “con el objeto de adquirir con la mayor economía los víveres necesarios”1 . Los encargos se sumaban: supervisión de los exámenes de la escuela de primeras letras en el barrio de la Merced; determinación del lugar más adecuado para situar la plaza de abasto; estudio de los asuntos referentes a la reconstrucción del pueblo de Penco destruido por el terremoto de 1835; verificación del mal estado del camino y puentes de Palomares. En fin, en 1843 fue elegido Procurador de la ciudad, cargo que ejerció durante varios años. Su activa participación en iniciativas de bien público, motivó una emotiva información necrológica en la prensa local al momento de su fallecimiento. “Jamás se había visto en esta ciudad, -se dice en ella- una concurrencia más numerosa, ni una demostración más patente del alto miramiento y estimación con que era tratado en Concepción. En medio de la amargura que causa a su familia su casi repentina desaparición, debe caberles el consuelo de ver que la población entera ha simpatizado con su pena y tomado parte de su dolor. Está demás enumerar las personas que acompañaban su cadáver al entierro, baste sólo decir que asistió a él todo lo más notable de Concepción, desde el primer magistrado, hasta el último dependiente, y que en la numerosa concurrencia había de todas las clases y rangos, mostrando que entre todas encontraba el finado un lugar notable. Hubo un momento de suspenso y de dolor, un momento solemne al despedirse todos por última vez del pariente, del amigo, del bienhechor, del padre de cien familias, como le llamó en aquel momento uno de los mil infelices a quienes protegió durante su vida”. Los oradores fueron el presbítero Rodríguez, Juan Alemparte y Guillermo Gutiérrez. Este último, con exaltación, expresó en parte de su alocución: "Apenas existirá un huérfano, una viuda infeliz, un padre anciano, a quien su mano protectora no llevara el consuelo y el alivio reparador de su miseria. No habrá, repito, ningún desgraciado que no deplore su funesta pérdida y derrame lágrimas de dolor al tributar un recuerdo a sus virtudes. El señor Palma, órgano de Dios para ejercer la caridad en la tierra, había consagrado su vida al servicio de sus semejantes y, al contrario de otros, encontraba un placer sublime en socorrer las necesidades del indigente. Buen padre, buen esposo y buen amigo, 123 Sesión de I de octubre de 1839, Ibidem, fs. 120 y v. 166 Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX cumplía con todos los deberes que Dios impuso al hombre en el momento de su creación, y si ahora una prematura muerte nos le arrebata, su memoria quedará eternamente en l^s corazones de los que hemos experimentado sus actos benéficos” . En cuanto a su intervención en asuntos políticos, al estallar los sucesos de 1851 en Concepción, con la proclamación de la candidatura a la presidencia de la República del general José María de la Cruz en oposición a la del candidato oficialista Manuel Montt, José Ignacio Palma no estuvo entre los numerosos vecinos que subscribieron el acta de proclamación de dicha candidatura, ni en la Sociedad Patriótica de Concepción, agrupación política que se formó en su apoyo. Por el contrario, en una posición divergente al espíritu generalizado en la provincia, formó parte del pequeño círculo monttista que, según las informaciones de Vicuña Mackenna, estaba reducido a funcionarios públicos, en especial los del poder judicial, y a dos familias, “únicas que por relaciones de parentesco u otros compromisos no habían prestado su cooperación a la causa de su pueblo natal. Eran éstas las de los Rozas Mendiburu, parientes de afinidad del general Bulnes y los Palma (don Ignacio y don Salvador), que desde muy atrás hacían frecuentes y pingües negocios con el fisco, a lo que debían uya buena parte de su considerable fortuna y de su influencia local”1 . Las fuentes que hemos consultado no nos proporcionan referencias sobre los negocios a que alude don Benjamin. Lo más cercano a ello es la obtención de préstamos laxos de la Tesorería Provincial, cuya cancelación se prolongaba por muchísimo tiempo. Pero este era un recurso al que no sólo acudieron los Palma, sino que su uso estaba extendido entre empresarios, hacendados y particulares en la región. Sí fue decidido Monttista. Fue uno de los destinatarios de las cartas que dirigió el presidente Bulnes a sus amigos de Concepción rechazando la candidatura Cruz y se trasladó a Santiago a ponerse a disposición del presidente para servir a la candidatura oficialista12 . Su posición promonttista lo impulsó a escribir a Manuel Zañartu, comandante del batallón Carampangue, uno de los cuerpos más importantes de la Frontera, para que no se 124 El Correo del Sur, 17 de marzo de 1853. 125 Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt, tomo IR, p. 152. 126 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la jornada del 20 de abril de 1851. Una batalla en las calles de Santiago, Santiago, Rafael Jover Editor, 1878, p. 392. 167 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX plegara a la campaña del general Cruz. La carta en referencia la reproduce Vicuña Mackenna y su contenido es el siguiente: “La amistad me impone el deber de escribir a Ud. esta carta, y por más inconvenientes que se presenten, yo no dejaría de hacerlo. Nuestras opiniones en política casi siempre han sido uniformes, y aún cuando ahora no fuese esto así, no es razón para que esa buena voluntad y consideraciones de amistad que mutuamente nos hemos dispensado, me impusieran un silencio dañoso, retrayéndome de hablarle con toda aquella franqueza que me es característica y que hago uso con personas que deben expresarse del mismo modo que yo. En este concepto, paso a instruirlo ligeramente de las cosas de por acá. Al aceptar el general Cruz la proclamación de su candidatura, bien pudo inferirse que no sería un paso aislado el que en su obsequio se había dado en esta ciudad; pero a la llegada del correo, o más bien, con la del vapor, nos hemos instruido que, por lo menos, no cuenta con el apoyo del Presidente, cuya circunstancia desde que se le ha presentado un fuerte opositor que reúne la opinión de las provincias del norte, y que, a más, cuenta con la protección del señor Bulnes, con cuyo objeto he recibido cartas las más interesadas posibles, en favor del señor don Manuel Montt, me parece inútil todo esfuerzo en contrario. Chillán se ha pronunciado ya, firmando su acta y proclamando al indicado señor Montt; en el Maulé, de un momento a otro, debe suceder también y en Talca están las cosas preparadas para que a cualquiera que se presente como candidato, a no ser el señor Montt, le sea imposible sacar mayoría de votos en aquella provincia, y de Chiloé y Valdivia se recibieron comunicaciones, en que se aseguraba que el voto uniforme de allí era por el candidato aceptado por el Presidente y su Ministerio, como el llamado por la opinión pública. Este es, pues, mi amigo, el estado de las cosas y Ud., como hombre de prudencia y de buen tino, sabrá adoptar el camino que más le convenga. Se me dice que al hacer argumentos a los partidarios del general Cruz, contestan éstos que su candidatura la sostendrán, y que para ello, cuentan con la opinión y con los jefes de los cuerpos del ejército, y como esto, como quiera que sea, es una indiscreción de parte de las personas que hacen valer los nombres de Uds., me ha parecido que no debo omitir este aviso porque Uds. no corresponden sino a la patria, y por consiguiente, no pertenecen a este o aquel partido. Si se quisiere averiguar quienes son los de estas habladurías, sería imposible saberlo, pero Ud., dirigiéndose privadamente a algunos de sus amigos de esta ciudad, él podrá noticiarle lo que haya de efectivo a este respecto. 168 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Entre tanto, si es efectivo lo que se me ha dicho, Uds. resultan comprometidos del modo más imprudente. Espero que Ud., después de instruirse del contenido de esta carta me contestará en los términos que a Ud. le parezca, en la inteligencia que yo solo, y ninguna otra persona, será conocedor de lo que Ud. me diga, valga o no la pena de reservarlo, entendido que mis relaciones de amistad no las alter^por materia de opiniones, sean cuales fueren las de mis amigos”1 . El contenido de la misiva se apoya en razones de carácter fundamentalmente práctico: la proclamación del general Cruz en Concepción no pasaba de ser una manifestación aislada; y, lo que era decisivo, el presidente se había inclinado por otro candidato, había una candidatura oficial, por lo que le parecía “inútil todo esfuerzo en contrario”. Alguna argumentación de principio podría identificarse en otro párrafo de la misma misiva, al tratar de disuadir al destinatario manifestándole que los soldados pertenecen a la patria y no a tal o cual partido. Pero sería impensado en la historia de toda la América Latina, entonces y después, que la no intervención militar fuese asimilada como un fimdamento doctrinario. Subyacía en esta solemne declaración un motivo también de orden pragmático: obstaculizar el levantamiento armado, que pondría en peligro la estabilidad del régimen al que adhería. Infructuoso resultó el jntento que hizo, intriga en el concepto de Vicuña Mackenna12 . Zañartu rechazó la invitación que se le hacía y el batallón Carampangue se plegó al levantamiento, que culminaría desfavorablemente para los sublevados en Concepción en Loncomilla, en diciembre de 1851129. ¿Qué motivó a Palma a estar en contra de la posición que prevaleció en la provincia en la llamada “Revolución de 1851"? ¿El provecho personal denunciado por Vicuña Mackenna? No tenemos los antecedentes para inclinamos por la suposición del eminente historiador y político. Sí estimamos que las granjerias que deparaba el oficialismo no podían estar circunscritas a tan reducido círculo como lo fue el monttista en Concepción, de acuerdo a los antecedentes aportados por el propio Benjamín Vicuña. ¿Fue que, como empresario consolidado, apostara a la* III, 127 Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt, tomo III, Documento N° 2, pp. 319-320. ,M Ibidem, p. 47, nota 1. I^a carta de respuesta de Zañartu en la misma obra de Vicuña Mackenna. tomo V. Documento N° 3, pp. 152-153. 169 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX necesidad de mantener y robustecer un gobierno fuerte, que garantizara a aquellos empresarios un contexto político estable para el ejercicio tranquilo de sus negocios y especulaciones? ¿Correspondería a aquella simbiosis entre mercaderes y autoritarismo que ha tratado de develar Salazar? “El dominio de los mercaderes-banqueros nacionales y extranjeros fue especial­ mente evidente durante la administración que culmina el período portaliano: la de Manuel Montt”. “Para imponer la moralidad, la ley y el orden mercantiles se requería un poder fuerte, centralizado y, por lo menos, nacional (pero si internacional, mejor)”130. Cabe preguntarse qué pasó con el resto de los empresarios de Concepción. Si revisamos la lista de los que firmaron la proclamación del general Cruz y formaron la Sociedad Patriótica de Concepción en febrero de 1851, en total 104 ciudadanos, puede estimarse que sólo poco más de una decena de los subscriptores tenían una mayor figuración como empresarios o propietarios terratenientes. Entre ellos Hermenegildo Masenlli, Ramón Zañartu, Francisco Cruzat, Tomás Rioseco, Francisco Smith, Jorge Rojas, Ricardo Claro, Tomás Segundo Smith y Manuel Santamaría. Sólo aparece uno de los molineros relevantes, el británico Tomás Kingston Sanders. Como éste la mayoría de los molineros eran extranjeros, por lo que es explicable la prescindencia política que ellos asumieron, siendo el caso del británico excepcional. En cuanto a los Smith, ellos eran chilenos hijos de extranjero. Tuvieron también participación destacada en el movimiento de Concepción, José Antonio Alemparte y su hijo Juan; aquél intendente de la provincia entre 1831 y 1838, prestigiado en su juventud por sus hazañas militares y, además, importante empresario. Sobresalieron asimismo en ese movimiento Manuel Serrano y Comelio Saavedra, quienes fueron a la vez activos empresarios. Ambos tenían lazos de parentesco con José Ignacio Palma. Serrano tío político y Saavedra concuñado. Este último al fallecer Palma fue nombrado representante de su testamentaria. No es fáci 1 pues, en el caso de Concepción, homologar las posiciones empresariales con las opciones políticas. En todo caso, la opción política que con ocasión de los sucesos de 1851 siguió Palma, no interfirió en absoluto en las gestiones económicas que asumía cada vez con mayor ímpetu. Sólo se le obligó a Gabriel Salazar Vergara, Diferenciación y conflicto en la clase dominante chilena (1820-1973). Un ensayo histórico sobre el pasado, con una introducción crítica sobre el presente, Hull, octubre 1979-mayo 1983, mimeo, pp. 6 y 20. 170 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX comprometerse, al comenzar el levantamiento armado “a no tomar parte en favor de la autoridad, contra la que se ha hecho el pronunciamiento el día 14 del presente mes de septiembre en este pueblo de Concepción”. Debió afianzar esta promesa con $12.000, pago a hacerse efectivo cuando la autoridad transitoria establecida en Concepción lo estimara conveniente 3 . No tuvo que desembolsar esa suma, porque hasta el mes de diciembre en que abortó el levantamiento no le fue exigida. z De la molinería al carbón En forma paralela a los choques políticos y a los arrestos armados, la economía seguía su curso, como si hieran ámbitos del todo independientes. La molinería estaba en su apogeo y comenzaban las explotaciones carboníferas en la costa sur de la provincia. Varios molineros invirtieron en estas explotaciones que iban a ser más continuas y duraderas que la producción de harinas. José Ignacio Palma fue de los primeros en adquirir terrenos carboníferos. Ya en 1849 compró a José Manuel Contreras, vecino del departamento de Lautaro, los terrenos que le correspondían en el lugar llamado la Meseta, por un valor nominal de $4.000, que no consta que hayan sido cancelados al efectuarse la transacción13 . Luego, en 1852, pagó $1.000 en plata sellada moneda corriente, a Remigio Sáez, vecino de Colcura, por el uso de las minas de carbón ubicadas en terrenos pertenecientes a Sáez133. Expediente usual para posesionarse de terrenos carboníferos, lo constituyeron las compras a bajo precio hechas a propietarios indígenas. Ejemplifica esta forma de operar las compras que hizo a José Antileo y a Pedro Millaleu, ambos hijos de Ignacio Llanca, de los derechos que les correspondían en terrenos heredados de Llanca. Al primero compró un terreno cuyos deslindes iban "desde una quebrada que sale de las trancas de las Mutillas para el puelche y norte hasta encontrarse con el estero llamado Paso del Diablo ... y siguiendo éste hasta encontrarse con otro estero que deslinda el potrero que tiene en arriendo don Pedro Fernández y siguiendo siempre aguas abajo para el sur hasta que entran las aguas de dicho estero que deslinda el potrero de Fernández al potrero llamado del Pino que tiene e¡ comprador, y 20 de septiembre de 1851, ANC, vol. 46, fs. 199-200. Ibidem, vol. 56, fs. 158-161 v. Ibidem, vol. 47, fs. 144-146. 171 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX tomando siempre la dirección del sur dando la vuelta por la travesía hasta llegar a la quebrada que deslinda el rincón de los Robles". Difícil era seguir con precisión esa engorrosa demarcación; pero, en todo caso, adquiría derechos de propiedad sobre esas tierras y al módico precio de $180. Millaleu junto con venderle los derechos que les correspondían por herencia paterna, incluyó los dejados por sus tíos fallecidos, "Pascual Llancaleu, un tal Perquileu y otro Huelcaleu y de los cuales están en posesión los descendientes de éstos"; el precio fue de $130. De igual modo compró a Antonia Namoncura, viuda, y a sus hijos Ignacio y Tiburcio Maribú, la parte de la viuda y los derechos que correspondían a los hijos por herencia p^rna, en unos terrenos situados en Colcura, por el precio de $200 * . Así fue acumulando terrenos y minas de carbón. En algún momento tuvo que conceder un poder a Manuel Jesús Lara, vecino de Santa Juana, para que pidiese la protocolización de varios documentos en el registro de aquella villa, otorgados a su favor por compras de minas de carbón que había hecho en la subdelegación de Colcura13 . Poco antes de fallecer había iniciado la explotación de algunas minas de carbón vecinas al puerto de Coronel y en Punta Rumena, mientras que otras las había dado en arriendo. Las testamentarias Ya hemos señalado que cuando las gestiones empresariales se multiplicaban sobrevino la muerte. Primero falleció imprevistamente su hermano José Salvador en el año 1852, "del accidente que Dios se ha servido dispensarle". La gravedad de sus dolencias no le permitieron puntualizar sus disposiciones testamentarias y su última voluntad, pero por la gran confianza que le tenía a su hermano, alcanzó a entregar a éste un poder "tan bastante el cual por derecho se requiere para que a nombre del otorgante extienda su testamento". La fe en el hermano era de tal grado que dejaba a su arbitrio disponer de los bienes en los que le heredarían la esposa, doña Juana Izcué, y los hijos Josefa Delfina, Leoncio, Ignacio Aurelio y Salvador Justiniano, todos de menor edad, y de los cuales la madre sería tutora y curadora. Hizo sí la salvedad de facultar a su cuñado, el juez Domingo Ocampo, para Ibidem, fs. 195-I97v. y 229v-231. Ibidem, fs. 315v-316. 172 ¡xonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX que entendiese en los negocios que administraba don José Ignacio, con declaración expresa de exonerar a éste de la mitad de la responsabilidad que tuvies^ la sociedad por los intereses recibidos de su esposa doña Juana ' . Ello evidencia que la dama limeña contribuyó al fínanciamiento de las empresas. En cumplimiento de esa disposición facultativa, Domingo Ocampo hizo formal declaración de que todos los negocios que corrían a cargo de don José Ignacio, pertenecían a ambos hermanos por mitad y que en la hacienda Taiguén correspondía una {parte superior a don José Salvador, aunque ésta no se especificó1'7. La muerte de su hermano y socio no desanimó el ímpetu mercantil de José Ignacio Palma. Continuó sus variados negocios: las compras en yerba de trigo; los propios cultivos de trigo y de viñas; los arriendos de tierras; la explotación del molino de Puchacay, al que se agregó el de California, en sociedad con José Francisco Urrejola; las adquisiciones de terrenos carboníferos y la explotación de minas de carbón; las representaciones de otros empresarios, Matías Cousiño en especial en ese tiempo. Pero no se prolongó su vida mucho más que la de su hermano: no alcanzó a excederle ni siquiera un año. Antes de que se cumplieran nueve meses del fallecimiento de don José Salvador, don José Ignacio se encontró en situación similar, sin poder testar en su lecho de enfermo a causa de su gravedad, aunque ésta fue debida a una súbita enfermedad y no por accidente como le ocurrió a su hermano. No pudiendo hacer sus disposiciones testamentarias con la madurez y reflexión requeridas, nombraba a su esposa, doña Avelina Rivera, en calidad de tutora y curadora de sus menores hijos, Ignacio de tres años y Carmen de once. En su defecto, a Comelio Saavedra. Declaró que todos los bienes que poseía pertenecían por mitad a su hermano fallecido y pidió al cuñado Domingo Ocampo que firmara por él, por no poder hacerlo. Asistieron en calidad de testigos Matías Cousiño; Juan Bautista Lacourt, francés establecido en la región; Mardoqueo Navarro, antiguo empleado de los Palma; y Juan Alemparte, otro empresario local* 138139 137 . Recibió los santos sacramentos, antes de fallecer a los 49 años de edad 139 Las viudas se trasladaron con sus hijos a residir temporalmente en Valparaíso. Estimamos que puede haber influido 19 de junio de 1852, Ibidem, fs. 215-2l6v. 137 Ibidem, fs. 312-314. 138 Ibidem, vol. 44, fs. 103 y v.y 144-145v, 4° índice. 139 Partida de defunción en APSC, Libro 3 de Difuntos, fs. 117. 173 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX en esta determinación la necesidad de conseguir recursos para enfrentar las crecidas deudas de las testamentarias. La pujanza de los negocios había ido a la par con la acumulación de los débitos. Era más expedito obtener los recursos, que se requerían en cantidades considerables, en aquel puerto que era el centro mercantil del país14 . Y, efectivamente, fue Matías Cousiño, que a pesar de sus inversiones en la molinería y el carbón, tenía su base de operaciones en Valparaíso, quien estuvo dispuesto a responder por todas las deudas de las testamentarías, evitando de esta manera la paralización de sus negocios y "los conflictos que podrá producir la exigencia de sus acreedores por el pago de las deudas que ellas reconocen y los costos y perdida a que daría lugar la precipitada enajenación que habría de hacerse de gran parte de las propiedades para cubrirlas. Obligan los siguientes fundos: el establecimiento de Puchacay; la mitad del molino de California situado en el Tome; la hacienda Taiguén situada en Itata; El Tablón; Tumbes en Talcahuano; Antilgile, Panqueco, Notros y Ancapi en el departamento de Arauco; Curamavida, Piñales, Nahuelguta y Picoltué en el departamento de Nacimiento. Asimismo todos los derechos que las testamentarías tienen en las minas de Coronel; bienes semovientes que existen en la isla Santa María. Pagarán por el monto de las cantidades que contra Cousiño se librarán, el interes del 1% mensual, hasta que se verifique la cancelación con los fondos que irán remesando para este fin” 4 . Así se pagaron, por ejemplo, las cantidades que se debían al obispo Diego Antonio Élizondc» . El aval de Cousiño sirvió para cancelar deudas y para garantizar otras operaciones en beneficio de las testamentarias. Muestra de ello fue la transacción efectuada por Cornelio Saavedra, representante de la de don José Ignacio, y por Mardoqueo Navarro, de la de don José Salvador, con Crisóstomo Cuevas, quien reconoció a favor de la de don José Ignacio, la propiedad de la mina Bellavista que Cuevas explotaba en Roble Corcobado, recibiendo de ambos representantes $4.200 en letras No sólo las viudas y sus hijos se mudaron a Valparaíso. También lo hizo Rosario Serrano, la viuda del general Rivera y suegra de Palma. En poder extendido a Cornelio Saavedra para vender la hacienda Coronel, por doña Rosario y por sus hijas Avelina; Elena casada con Felipe Correa; Ursula casada con Eduardo Boonen; y Matilde, soltera, todos los otorgantes señalaron como lugar de residencia ese puerto. ANV, vol. 101, fs. 886-887. 141 15 de abril de 1853, ANC, vol. 49, fs. 94-97. 142 Ibidem, vol. 44, fs. 123-125v, 5o índice. 174 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX sobre Valparaíso contra Matías Cousiño, en compensación de cualquier derecho que pudiera tener desde que comenzó a trabajar dicha mina1 . En otra gestión, el acaudalado capitalista se responsabilizó de la hipoteca por valor de $35.000, que gravaba el molino de Puchacay a favor de Guillermo Moller . Comelio Saavedra concedió poder a José Antonio Alemparte, residente entonces en Santiago, para que obtuviese al mejor interés la cantidad de $14.000, con la garantía de Cousiño, en calidad de fiador de mancomún et in solidum, “cuya cantidad la toma el otorgante para hacer algunos pagos por cuenta de la testamentaría de José Ignacio Palma, de quien es albacea ...” En una liquidación de cuentas celebrada en octubre de 1855 con Cousiño, resultó un saldo a favor de éste por la suma de $102.412,28, por dinero facilitado a las testamentarias para satisfacer a los diversos acreedores que quedaron al tiempo del fallecimiento de don José Ignacio. Las viudas acordaron dividir esa deuda por mitad, responsabilizándose cada testamentaria por un valor de $51.206,14. La señora Izcué subscribió una obligación particular con Cousiño, comprometiéndose a cancelar la mitad que le correspondía en el plazo de un año, con un interés del 12% anual, garantizando el pago con bienes que le fueron adjudicados en la división hecha con su concuñada: el molino de Puchacay, las minas de carbón de piedra situadas en el puerto de Coronel y la hacienda Taiguén14 . Doña Avelina Rivera y doña Juana Izcué establecieron que los bienes pertenecientes a las testamentarias eran los siguientes: • Derechos a las minas de carbón de piedra situadas $11.820,99 en el puerto de Coronel y Punta Rumena, valoriza­ das en: < • Hacienda Picoltué 37.127,25 • Hacienda Tablón 17.250,00 • Terrenos en Nahuelbuta y Piñales • Terrenos en Talcamávida • Animales existentes en la hacienda Taiguén 5.465,00 • Un sitio y casa en Caldera 6.333,96 • Una barra en la mina Margarita y otra en la 2.048,07 1.119,78 700,00 30 de julio de 1553, Ibidem, fs. 30 y v. ANS, vol. 252, fs. 431-432v. ANV, vol. 105, fs. 433v-434v. Ibidem. vol. 109. fs. 629-630v. 175 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Valenciana en los minerales de Tres Puntas y Chañarcillo • Deuda de Pedro González Candamo de Lima • Dinero en la caja 20.524,44 553,88 Total 102.943,37 En esta nómina no aparecen ni el molino de Puchacay ni la hacienda Taiguén que, de acuerdo a los datos estipulados en el convenio con Cousiño antes referido, correspondieron a la sucesión de don José Salvador. Asimismo habían sido adjudicadas a esta sucesión las minas de carbón de Coronel y Punta Rumena, ratificándose esta adjudicación en el compromiso subscrito entre las viudas. Como vemos en la nómina el valor estimado de dichas minas se aproximaba a los $12.000; sin embargo, el valor de la adjudicación aceptado por doña Juana Izcué alcanzó a $49.717,38, seguramente considerando la productividad futura, en una etapa de despegue de la minería carbonífera. En ese tiempo esas minas estaban arrendadas a Cousiño, Garland y Cía. A doña Avelina Rivera correspondió el resto de los bienes nominados, rebajándose su valor total a $49.717,49. Estas variaciones reflejan la importancia que adquiría el carbón en la economía regional, pues si en la lista inicial de bienes la estimación del valor asignado a las minas de carbón representaba sólo un 11,5% del total, en la repartición representó cerca del 50%. La suma del valor de los bienes adjudicados a cada una de las testamentarias no alcanzaba al importe total de $102.943,37. El resto, $3.508 y fracción, correspondió a los arriendos de la hacienda Taiguén adeudados por Hermógenes Urbistondo, cantidad que se repartía por igual entre las sucesiones, no obstante haber sido asignada esa hacienda a la de don José Salvador. Pero las viudas no sólo tuvieron que ajustar las cuentas de los bienes a dividirse. No podían substraerse a la responsabilidad de las deudas, que ascendían a algo más de $217.000, suma que más que duplicaba a la de los bienes. En la distribución de las deudas correspondió a doña Juana Izcué responder por las siguientes: • A la Tesorería Provincial por capital $ 18.366,32 ________________________________________ por intereses______________________ 2.326,28 • A Enrique Burdon por hipoteca especial del molino de Puchacay por intereses 176 35.000,00 3.914,96 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX |» A Matías Cousifio 51.206,14 | A doña Avelina Rivera: • A Matías Cousiño 51.206,14 • A Cornelio Saavedra 24.136,75 • A Vicente Romero 1.180,46 • A la Compañía de Roble Corcobado 2.746,44 • A Manuel María Eguiguren por capital 4.000,00 por intereses • A José Francisco Urrejola por capital 5.000,00 por intereses • Al Convento de Trinitarias por capital A José Rondizzoni por capital A Francisco Amagada por capital 70,00 9.836,00 por intereses • 35,00 1.000,00 por intereses • 625,00 500,00 por intereses • 509,33 A Salvador Púga por capital 1.573,86 3.950,00 por intereses 343,18 Todos estos valores constan en el convenio realizado entre las viudas en Valparaíso, con fecha 6 de octubre de 185514 . Se aprecia en estas cuentas que el principal acreedor resultó ser Matías Cousiño, puesto que el connotado empresario al ofrecerse responsable de las deudas de las testamentarias, había tenido que absorber varias de ellas. De acuerdo a las informaciones recogidas en los registros notariales, al finalizar el año de la liquidación de las cuentas la testamentaria de José Ignacio Palma había cancelado prácticamente la mitad de la suma adeudada, quedando un saldo de $25.684,89 que Cornelio Saavedra, representante de la testamentaria, se comprometió a pagar en el plazo de dos años y con interés del 10% anual14 . En cuanto a la deuda de la otra testamentaria con Cousiño por la misma cantidad, ésta fue cancelada totalmente en febrero de 1856 por Miguel Ignacio Collao, yerno de la señora Izcué por su matrimonio con Josefa Delfina Palma Izcué, quien pasó a hacerse cargo de los Ibidem, fs. 642-645v. 2 de enero de 1856, ANC, vol. 56, fs. 2 y v. 177 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX negocios de la testamentaria de su suegro fallecido. Pagó $54.539,38 por concepto de capital e intereses14 . La cercana relación que tuvo Matías Cousiño con los Palma, facilitó que captara diversos negocios de los empresarios penquistas. La mitad del molino California, perteneciente a los Palma fue traspasada a Cousiño, mientras que la otra mitad fue comprada a José Francisco Urrejola por la sociedad de molineros que operó bajo la razón social de Cousiño y Cía., que integraban los principales molineros de Concepción y la firma Cousiño y Garland de Valparaíso150. El importante empresario sucedió a José Ignacio Palma en el arriendo de la isla Santa María a cuyo efecto otorgó poder a Juan Alemparte para que aceptara y firmara la escritura de remate que por él había hecho Comelio Saavedra, como igualmente para que recibiera toda la existencia de animales que hubiera en esa isla. El arriendo se hizo en 1853 por cinco años en $4.025, a pagarse en Tesorería a razón de $805 por cada ano151. Sin embargo años más tarde la isla fue arrendada por el francés Georges Petit de Bologne, segundo esposo de Avelina Rivera, la viuda de José Ignacio Palma. Doña Avelina, avecindada en Santiago, sobrevivió también al francés, que murió en el tiempo que solicitaba prórroga de la subasta, aduciendo que en 1865, a raíz de la guerra con España, había sido obligado a desocupar la isla, lo que le había causado una pérdida que estimaba en $20.000. La prórroga le fue concedida a la viuda, quien presentó un escrito de su difunto esposo en que éste le expresaba: “te dejo lo poco que me ha dado mi trabajo, deseo que lo guardes para ti o si quieres des a tus hijos lo que ha venido del padre de ellos; pero j^ara asegurar tu tranquilidad conserva para ti lo que viene de mí1 . Lo que más interesaba a Cousiño era la posesión de terrenos carboníferos. La proximidad que tuvo con el círculo de relaciones familiares de José Ignacio Palma, iba a favorecer asimismo la acumulación de terrenos de esa especie en poder del dinámico empresario. De este modo, Comelio Saavedra, en calidad de representante de la testamentaria del general Rivera, hizo promesa de venta de la hacienda Coronel a la sociedad formada por Cousiño, Tomás Bland Garland y Juan Alemparte. La hacienda, de la que había usufructuado Palma como yerno del ’** ANV, vol. 109. fs. 629v-630v, inscripción al margen. Cerda, tesis cit., pp. 75-81 y ANC, vol. 44, fs. 155-156,4o índice. ’’ ANV, vol. 101, fs. 903v y ANC. vol. 50, fs. 75-76v. 2 15 de noviembre de 1869, ANS, vol. 460, fs. 501 y v. 178 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX general y que incluso figuro a su nombre, en el registro de propietarios hecho en 1852, constaba de cerca de cuatro mil cuadras y lindaba por el norte con terrenos de Manuel Enríquez y con los de Domingo Ocampo, cuñado de los Palma como sabemos, que la separaban del Biobío; y por el poniente lindaba con el mar. El propósito de los compradores, independiente a los cultivos de viñas y sembrados que allí se hacían, era reconocer minas de carbón de piedra que se comprendieran en su delimitación. Por ello los posibles compradores obtuvieron la posesión inmediata de los terrenos, posesión que se extendía por dos años completos, pudiendo en los tres siguientes desistirse de la compra. Para el caso de venta se fijó un precio de $30.000 a pagarse al momento de confirmarse la venta, abonando entretanto un interés de 9% anual sobre esa cantidad. Además formaba parte del precio de venta un gravamen en favor de los vendedores de 2 centavos por cada tonelada de carbón embarcada, quedando a voluntad de los compradores trocar esta gabela por $25.000 más15 . En el intertanto los coherederos traspasaron la propiedad de la hacienda a Avelina Rivera y a Felipe Correa, esposo de Elena Rivera, quienes antes de finalizar el plazo estipulado en la promesa de venta, la ratificaron a favor de la casa de Cousiño, Garland y Cía., con especificación que Juan Alemparte, el socio regional, quedaba excluido. Se modificó el precio de venta, fijándose una suma total de $40.000, sin obligaciones por el carbón embarcado* 154155 . En una transacción efectuada entre José Cerveró, destacado empresario de Valparaíso, como apoderado especial de las testamentarias de los Palma, con la sociedad Cousiño y Garland, como agentes de la Compañía de Carbón de Lota, se convino un contrato por el que las minas de Roble Corcobado, Mirquen, Playa Negra, Remigio Saez y Santos Sierra, todas de la propiedad de las testamentarias, eran arrendadas a la empresa minera, por el plazo de cuatro años forzosos para ambas partes y por un canon de 3 reales por cada tonelada (de 22 quintales españoles de peso) de carbón de buena calidad que se embarcase. Los arrendatarios se comprometían a embarcar al menos 10.000 toneladas anualmente, siempre que existiera suficiente carbón en las minas, para cuya verificación se practicarían los reconocimientos correspondientes con las máquinas y procedimientos utilizados en el establecimiento de Lota 151 3 de noviembre de 1853, ANV, vol. 101, fs. 910-914v. 154 Ibidem, vol. 109, fs. 678-679. 155 14 de agosto de 1854, ibidem, vol. 103, fs. 424-426v. 179 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX En la liquidación celebrada entre las testamentarias esas minas fueron asignadas a la viuda de José Salvador Palma. Doña Juana Izcué, antes de finalizar el plazo estipulado con Cousiño y Garland, las vendió a otros empresarios del centro del país, los señores Jerónimo y José Tomás Urmeneta e Isidoro Pérez de Cotapos, los que pagaron $75.000; de ellos se entregaron $55.000 al contado en Valparaíso y para el saldo se dio un plazo de cuatro meses15 . La principal actividad productiva de la región transitó de la molinería del trigo a la minería del carbón. Hubo algunos empresarios molineros, los más renombrados, que estuvieron en la cúspide empresarial del carbón. Por cierto Matías Cousiño, y los hermanos norteamericanos Guillermo Gibson Délano y Pablo Hinckley Délano. José Ignacio Palma y su hermano aunque estuvieron en vía de hacerlo, no alcanzaron a dar ese paso. Sus sucesores tampoco. En el caso de José Ignacio Palma, el hijo Ignacio Palma Rivera, que tenía sólo tres años al fallecer su padre, no tuvo participación empresarial destacada; la hija, Carmen Palma Rivera, se unió en matrimonio con Rafael Campino Landa, que tampoco figuró en la elite empresarial 5 . Por la parte de don José Salvador, los hijos varones fueron Ignacio Aurelio, Leoncio y Justiniano Palma Izcué. Al primero la madre quiso endilgar en los negocios, comenzando por autorizarlo mediante poder a representar al molino de Puchacay en la sociedad de molineros de Concepción, co^£acultad de asistir a las sesiones y de tomar parte en los acuerdos15 . Pero, al parecer, Ignacio Aurelio, más que en los negocios se interesó en los asuntos públicos, llegando a ocupar el cargo de Intendente de Concepción en el año 189615 . Las huellas empresariales de don José Ignacio y de su hermano José Salvador, fueron proseguidas por Miguel Ignacio Collao, el yerno de don José Salvador. Collao fue un activo empresario, asumiendo como base de sus gestiones parte de los negocios que habían22 22 de enero de 1856, ANC, vol. 56, fs. 26v-29v. En el importante y pormenorizado estudio de Ricardo Nazer Ahumada sobre José Tomas Urmeneta, hay referencias sobre compras de minas de carbón efectuadas por este empresario y sus socios en Corone], aunque no aparece especificada la compra hecha a doña Juan Izcué. José Tomas Urmeneta. Un empresario del siglo XIX, Santiago, Centro de investigaciones Diego Barros Arana, 1994, PP 118119. Opazo Maturana, op. Cit., p. 190. 1 de marzo de 1855, ANV, vol. 107, fs. 15 y v. 9 Listas de intendentes de Concepción, 1786-1980. En Campos Harriet, op. cit., pp 335-338. 180 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX forjado su tío político y su suegro. Doña Juana Izcué le confirió un poder general para que la representara en todos sus asuntos judiciales y extrajudiciales, que tuviera al presente y en lo sucesivo, y reemplazó en él la autorización que había^dado a su hijo Ignacio Aurelio ante la sociedad de molineros160. Miguel Ignacio Collao se hizo cargo de las deudas que afectaban a la testamentaria de su suegro. El pagó a Matías Cousiño según ya indicamos, como también canceló la deuda del molino de Puchacay, más otros compromisos de que se hizo responsable. Por todo ello la testamentaria resultó adeudarle $63.445,83, que debían serle cancelados en el plazo de un año, con interés del 1% mensual y con ^poteca del molino de Puchacay y de la hacienda Taiguén16 . La hipoteca fue traspasada al Banco Hipotecario para garantizar un prés^mo de $40.000, contratado por la señora Izcué y el propio Collao16 . Instalado en Concepción desde el año 1856, se puso al frente de los negocios familiares, formalizando años mas tarde con sus cuñados una sociedad mercantil que giró bajo la razón social de Collao Hermanos, con un capital de $300.000, cuyos activos principales eran la hacienda de Taiguén, que contaba entonces pgn 600 mil plantas de viña, y los molinos del Tomé y de Puchacay1 . Sin disolver esta sociedad, se formó otra con los mismos socios y el francés Antonio Aninat, la sociedad colectiva Aninat y Collao Hermanos, que al igual que la anterior contó con un capital de $300.000, dividido en iguales partes entre Collao Hermanos y el empresario francés, quien entre sus aportes al capital incluyó el molino California de Tomé que había adquirido, bodegas en Talcahuano y $60.000 en efectivo. La dirección de la nueva sociedad correspondió a Collao por lo que se le asignó una remuneración especial de $6.000 anuales1 . Estas empresas que se encontraban entre las más importantes de Concepción, hacia el último cuarto del siglo pasado, mostraban que la molinería regional cobraba un nuevo vigor, que pretendía emular al que había tenido en tiempos de José Ignacio Palma. ,ei 162 ,M 164 ANV, vol. 108, fs. 245-246. 14 de noviembre de 1859, ANC, vol. 63, fs. 406-408. Ibidem vol. 64. fs. 535-536v. Ibidem, vol. 91, fs. 3O3v-3O8. Ibidem, vol. 103, fs. 156v-158v. 181 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Conclusiones La trayectoria empresarial de José Ignacio Palma Barriga es ilustrativa de los cambios ocurridos en la economía regional de Concepción en la primera mitad del siglo XIX. Una economía básicamente agraria que había sido desarticulada por efecto de las guerras independentistas. Con todo, la propiedad territorial seguía siendo el patrimonio fundamental que podía detentarse en una sociedad de carácter tradicional. Los antecedentes familiares de Palma no lo ubicaban entre los sucesores del grupo de empresarios regionales más importantes que habían actuado en el período colonial. Sin embargo, quiso reconstruir el modelo que los comerciantes-terratenientes de la etapa final del coloniaje habían verificado: la posesión de propiedades territoriales y el comercio con el Perú. Si bien logró establecer una conexión mercantil con la plaza peruana, las condiciones cambiantes del comercio internacional y aún circunstancias de carácter político, parecen haber restado significación a esta vinculación, aunque no dejó de tener alguna importancia. Pudo sí consolidarse como propietario terrateniente, acumulando una gran cantidad de tierras, para cuyo efecto se valió de diversos expedientes, entre ellos compras a bajo precio; otras hechas en condiciones muy ventajosas, en las que los plazos para cancelar facilitaban las transacciones; apropiación de terrenos por deudas impagas y la figura de las "donaciones" en el caso de tierras de indígenas. Su posición de propietario terrateniente le permitió también usufructuar de otras formas de acumulación a que los hacendados recurrían, como era el remate de diezmos y la captación de la producción de pequeños y medianos labradores, mediante las compras en verde y otros procedimientos. Pero su proyecto empresarial no se satisfizo con el rol de hacendado. La tierra era sin duda el patrimonio que daba más seguridad y prestigio social, pero se ofrecían perspectivas económicas más rentables con los cambios que se verificaban en la economía regional, a partir del despunte de la molinería del trigo liderada por extranjeros. La variedad de sus gestiones lo muestran como un empresario dispuesto a aprovechar las nuevas oportunidades que surgían. Así se hizo molinero, comercializó aceite de ballena e incursionó en la minería del carbón. Estableció desde la región una conexión mercantil con el norte minero, para colocar en esa área productos de la zona y se interesó además en la minería de la plata. De modo que su proyección empresarial no la 182 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX circunscribió solo a la región de Concepción. Es posible que las interconexiones económicas que visualizaba entre las distintas regiones del país, hayan influido en su opción política, apartada del localismo, con motivo de los sucesos de 1851, inclinándose por el gobierno central que podía ofrecerle más garantías para actuar en espacios extrarregionales. Más allá de los limites nacionales se proyectó tempranamente al comercio con el Perú y posteriormente quiso probar fortuna en el oro de California, participando como socio en la compañía que se formó en Concepción con este objeto. La formación de esta compañía, creemos que simboliza el espíritu de aventura presente en muchas de las gestiones de Palma, en las que prevalecía la percepción intuitiva más que el cálculo reflexivo propio del empresario moderno. La di versificación de los negocios asumidos por Palma, lo identifican con el empresario polivalente a que se refiere Nazer Ahumada al tipificar diferentes categorías de estos actores económicos, siguiendo los planteanúentos del historiador económico norteamericano N.S.B. Gras 6 . En el modelo de este historiador, el empresario polivalente está motivado por el afán de disminuir el riesgo; obedece a la idea de "no poner todos los huevos en una misma canasta’". Corresponde a la etapa del capitalismo comercial y precede al empresario especializado propio del capitalismo industrial. En la economía chilena decimonónica resultaría muy difícil ubicar a este otro tipo de empresario, ya que si bien hubo un progreso industrial, puesto de manifiesto por numerosos investigadores, el país continuó siendo básicamente exportador de materias primas. Por lo que de acuerdo al modelo teórico propuesto por Gras, no se habrían dado las condiciones estructurales para el surgimiento y consolidación de empresarios especializados. Los empresarios chilenos de mediados del siglo pasado tendieron a la diversificación de sus gestiones. "Sus intereses empresariales -acota Bauer- frecuentemente se traslapaban, desde que los mineros compraban tierras, los hacendados se interesaban en el comercio y los comerciantes financiaban a los mineros; y tal cuadro se veía reforzado y se hacía más complejo a medida <^ue las familias se interrelacionaban a través de los matrimonios" Op. cit., pp. 21 -22. Op. cit, p. 48. 183 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX El propio caso de Urmeneta que alcanzó el nivel de los empresarios nacionales más destacados en la centuria pasada, no obstante su identificación con la minería del cobre no escapó al carácter polivalente. El autor que ha estudiado con detenimiento su trayectoria, da cuenta del origen de su fortuna en la minería y de la posterior diversificación de su capital en sociedades anónimas, instituciones de crédito, fabricas de gas, molinos y, por cierto, en la propiedad terrateniente. Nazer Ahumada asimila a Urmeneta a una suerte de transición entre el empresario polivalente y el especializado1 b . En el caso de José Ignacio Palma, estimamos que ni siquiera puede decirse que estuviese en tal transición. Su lógica empresarial obedecía a las oportunidades que se presentaban, teniendo como norte más seguro la propiedad territorial. Es decir permaneció en la línea de los empresarios tradicionales. Sus rasgos de modernismo se relacionan con su incorporación a las actividades que dinamizaron la economía regional en el siglo pasado: la molinería del trigo y la minería del carbón. Aunque en esta última sólo alcanzó a estar presente en los comienzos de su expansión, porque la imprevista muerte interrumpió su participación. Queda en la incógnita la posibilidad de que si se hubiese incorporado definitivamente a este floreciente rubro, pudiera haber alcanzado un nivel de más jerarquía, con ingredientes de mayor modernismo. Su vinculación con Cousiño podría haberlo proyectado en la minería del carbón, pero, por otra parte, Cousiño pronto se desligó de los socios locales que lo acompañaron en sus inicios en esta actividad. El carácter familiar de las gestiones asumidas por Palma, revela asimismo un tipo de empresario de corte tradicional. Aquel "que maneja los negocios de manera doméstica’" y en que prevalecen los contrate^ entre familiares y amigos, como lo ha expresado Villalobos . El ambiente de familiaridad en los asuntos económicos de Palma, se manifiesta fehacientemente en las relaciones con su hermano José Salvador. Prácticamente en todas las gestiones de que hemos dado cuenta en este trabajo, había participación de ambos hermanos, sin que hubiese formalización de escritura de por medio. La mutua confianza se evidencia incluso hasta el momento de testar. Creemos interesante destacar, a propósito de este carácter familiar, la participación económica que cupo a las mujeres op. cu, P. 27. Sergio Villalobos, "Sugerencias para un enfoque del siglo XIX", en Colección Estudios Cieplán, N° 12, Santiago, 1984, p. 23. 184 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX vinculadas a los Palma, desde aquella Isabel Gaete, abuela materna, que después de la muerte de su marido se preocupó de aumentar las tierras y viñas que habían adquirido durante la sociedad conyugal. La madre, Catalina Barriga, fue un permanente apoyo para las gestiones de sus hijos, como hemos visto. Los matrimonios asimismo ofrecieron conexiones y respaldo económico. De modo que la presencia femenina, a través de las mujeres de esta familia, se advierte mucho mas dinámica, como actoras socioeconómicas, que lo que podría sugerir el rol comúnmente atribuido a la mujer en una sociedad tradicional. Las viudas debieron tomar importantes decisiones para tratar de defender y conservar el patrimonio familiar y su acción resalta aún mas, puesto que el estado de viudez las sorprendió con crecidas deudas contraídas por los cónyuges fallecidos. Y este, el endeudamiento, es otro rasgo que corresponde a un empresario tradicional, que opta por recurrir a acreedores antes que reinvertir las utilidades obtenidas en las negociaciones precedentes. Esta actitud era incentivada por la facilidad para conseguir créditos en la amplia red de relaciones personales y por la flexibilidad en el cumplimiento de los plazos. Pero en algún momento había que saldar las cuentas, que en el caso estudiado correspondió hacerlo a las viudas, dejando en evidencia la falta de consistencia de las empresas. No obstante esa fragilidad, parte de esas gestiones frieron proseguidas por el yerno de José Salvador Palma, Miguel Ignacio Collao, quien a partir de esa base se transformó en hacendado y molinero importante en la región marcando con ello una línea de cierta continuidad familiar. Por último, cabe hacer referencia a la relación que tuvo José Ignacio Palma con Matías Cousiño quien, en convenio con las viudas, afrontó las deudas que pesaban sobre las testamentarias de los Palma y se constituyó en el principal acreedor de esas sucesiones; captó asimismo negocios importantes en la molinería y en el carbón, que habían corrido bajo la dirección de José Ignacio Palma o con los que éste había estado ligado, como fue el caso de la hacienda de Coronel de propiedad de su suegro. La relación con Cousiño, como también la inserción de Miguel Ignacio Collao como substituto en las gestiones de sus parientes políticos, son sintomáticas del desplazamiento de los empresarios de raigambre local por un impulso extrarregional llegado a la zona, que dio origen a un nuevo sector empresarial dominante en la región en el transcurso del siglo XIX . 185 Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX Abreviaturas ACC ACM AJC AMH ANC ANCH ANS ANT ANV APSC AUCH SCL Archivo Nacional. Cabildo de Concepción. Archivo Nacional. Contaduría Mayor. Archivo Nacional. Judicial de Concepción. Archivo Nacional. Ministerio de Hacienda. Archivo Nacional. Notarios de Concepción. Archivo Nacional. Notarios de Chillan. Archivo Nacicnal. Notarios de Santiago. Archivo Nacional. Notarios de Tomé. Archivo Nacional. Notarios de Valparaíso. Archivo de la Parroquia del Sagrario de Concepción. Anales de la Universidad de Chile. Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile. 1811 a 1845. 186 LOS FRANCESES EN EL SUR CHILENO SEGUN EL EMPADRONAMIENTO DE 1886 Bemard Lavalle Francine Agard-Lavalle El 18 de junio de 1886, el Consulado General de Francia en Valparaíso comunicó a los vice-cónsules y agentes consulares franceses en Chile de la publicación, en el Journal Officiel de la République Frangaise del 6 de abril de ese año, de un decreto que ordenaba, para el día domingo 30 de mayo, la confección de un censo general -llamado entonces dénombrement- de la población francesa. A petición del Conseil Supérieur de la Statistique que dependía entonces del Ministerio del Comercio, dicho censo se haría extensivo a los franceses que residían en el extranjero, de ahí la necesaria colaboración del cuerpo consular. El Cónsul General estaba consciente de las dificultades de tal empresa en un país como Chile donde, sin duda, vivían muchos franceses, dispersos a lo largo de la geografía chilena, y sin haber­ se matriculado en los registros consulares por razones muy diver­ sas. El Cónsul General pidió, por consiguiente, que ese censo se hiciese con la mayor precisión posible, y sugirió la creación, en las principales ciudades y provincias, de comités locales o regionales adecuados para reunir la información solicitada. Por el mismo correo, el Consulado de Valparaíso remitió un ejemplar del Bulletin Individué! que, el 30 de mayo, había tenido que rellenar cada persona residente en Francia. En ese Bulletin, bastante detallado, se preguntaba lo acostumbrado en tales casos: apellido y nombres, edad, sexo, lugar de nacimiento, nacionalidad (de parents frangais, naturalisé, étranger), estado civil, número de hijos (a lo cual, en Chillán, Hippolyte Marache contestaría con un rotundo: "cela en vous regarde pas"), profesión (patrón, chef d'exploitation, employé, commis, ouvrier; joumalier; manoeuvre, domestique). Por fin, había que indicar si la persona censada estaba radicada en el lugar del censo o se encontraba allí sólo de paso. Por carta del 10 de julio, el Consulado General volvió a insistir sobre el tema, pidiendo a los agentes consulares que se 187 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. mostrasen diligentes; pero, descartando por razones prácticas que se mandasen todos los bulletins recolectados, indicó a los funcionarios consulares que hicieran llegar a Valparaíso sólo listas en las que, en una línea, figurasen las diversas respuestas de cada persona censada. Desgraciadamente, se desconocen los resultados de dicha encuesta, que habría sido de extraordinario interés para el conoci­ miento de la colonia francesa entonces residente en Chile. En efecto, no se encuentra entre la documentación remitida por la embajada francesa de Santiago y conservada en el archivo del Ministéres des Affaires Etrangéres del Quai d’Orsay en París. Tampoco están en el Archivo Diplomático de Nantes donde se han reunido los papeles de los consulados franceses en el extranjero, y en el que se pueden consultar varios centenares de legajos procedentes de Chile. De manera casual, hemos logrado ubicar en un archivo particular parte de ese censo, que pertenece al sur chileno, y fue recogido por el vice-consulado francés de Talcahuano. Material­ mente, se trata, en el caso de Chillán de los famosos Bulletins individuales, mandados a confeccionar a la imprenta La Discusión, y, para las demás poblaciones de la zona, de las listas sugeridas por la carta del 10 de julio. Los datos conciernen a las ciudades y regiones de Chillán, Talca, Linares, Constitución, Tomé, Talcahuano, Concepción, Collipulli y Galvarino, así como al departamento de Angol y las colonias vecinas. Hay que añadir que, si bien las listas son en general completas, otras no han llegado íntegras hasta nosotros. Por ejemplo, en la de Talca, de tres páginas, falta la primera. Tampoco se puede asegurar que, entre los numerosos bulletins procedentes de Chillán, estén todos los que completaron los fran­ ceses a finales del 86, ya que no tenemos la lista resumen. El propósito de este estudio es, pues, un análisis de esa fuente, desde muchos puntos de vista original y que aporta, por lo tanto, alguna luz sobre el flujo migracional francés al sur chileno a finales del siglo pasado, en el momento en que la Frontera se incorpora de manera definitiva al espacio chileno. I. Talca y su región En el caso de Talca, la ciudad ubicada más al norte de aquellas sobre las cuales tenemos información, figura en el censo con 82 personas. Como, según queda dicho antes, nos falta la 188 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. primera página de la lista -esto es, unas veinte personas adultas más sus hijos-, se puede afirmar que la colonia francesa en esa ciudad y sus alrededores oscilaba entre 110 y 120 individuos. La distribución por sexo ofrece, como es normal en los grupos emigrados, un excedente masculino importante: 24 hom­ bres, 18 mujeres, así como 40 niños y/o adolescentes. Este exce­ dente es aún más notable si se toma en cuenta que 9 franceses están casados con chilenas (que figuran en el censo entre las mujeres francesas), y otro más con la hija de un francés y una chilena. De ello se deduce, por una parte, que de las 18 mujeres censadas, sólo 8 habían venido de Francia (de allí el desequilibrio mayor entre sexos), y, por otra, que los franceses, muchos de ellos solteros al llegar, estaban mayoritariamente casados con mujeres nacidas en Chile (10 en total, contra 6 casados con francesas que habían emigrado con sus maridos). Esta situación matrimonial refleja también una clara diferencia en la pirámide de edades. Si las dos terceras partes de las mujeres tienen entre 21 y 40 años, los hombres suelen ser de bastante más edad: ninguno entre 21 y 25 años, 2 entre 26 y 30, 8 entre 31 y 40, 8 entre 41 y 50 y 4 de más de 50. Por lo que toca al origen geográfico de los franceses censados, notamos procedencias bastante diversas: en 27 casos está indicada y corresponden a 15 departamentos diferentes. Doce de ellos figuran con sólo un representante; el de Basses Pyrénées (hoy Pyrénées Atlantiques) tiene 2. A la inversa, es interesante el caso de la Gironda, con 13 personas, esto es casi la mitad de los franceses residentes en Talca. Afinando el análisis geográfico de esos orígenes, podemos precisar, por una parte, la neta predominancia del sudoeste francés (16, esto es casi las 2/3 partes de las procedencias). Por otra parte, es también notable el hecho de que 18 fuesen de origen urbano, por haber nacido en París, en grandes capitales como Burdeos, capital de la Gironda (6 en total), Lille, Rennes, Estrasburgo y Nantes, o en ciudades más pequeñas, pero de cierta importancia, como por ejemplo cabeceras departamentales (Angers, Avignon, Brest, Macón, Agen, Bastía). Esos orígenes tienen que ver, por supuesto, con la inserción profesional de los inmigrantes. Con la excepción de 4 familias que trabajan en vitivinicultura (dos de ellas en Lontué, una en Mariposas y la última en Talca), la gran mayoría de los franceses estaban ocupados en trabajos de tipo artesanal (dos carpinteros, un yesero, un hojalatero, un pintor, un mecánico, un 189 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. charcutero, un barbero, un sastre y un curtidor). Tres de ellos se inscribieron como ouvriers, lo cual perecería indicar que los demás, siete en total, eran dueños de su taller. Dos eran cocineros, uno mattre d’hotel, otros dos trabajaban en el ramo del comercio (uno como negociante, y otro, más modestamente, como commis de magasin). En fin, figura también un telegrafista, un profesor de francés y un cuidador de cementerio. En lo que se refiere a la inserción social de estos franceses, añadiremos un detalle también significativo. En el mismo archivo, hemos encontrado un documento sin fecha ni firma, pero que presumimos fue redactado en los años inmediatamente anteriores a 1888. Se titula Etat nominatif des Franjáis résidant á Talca ou les environs. Es mucho más escueto que el censo analizado aquí. En el figuran para Talca sólo 28 personas, todos hombres, e indica únicamente el apellido de éstos con su profesión. De esos 28, 21 no aparecen en el censo de 1886, sin duda prueba, entre otras cosas de una mobilidad geográfica bastante importante. Sus ocupaciones son del mismo tipo que las que hemos encontrado en el censo del 86. Entre las actividades artesanales: peluqueros (3), y uno para los oficios de colchonero, afinador de pianos, zapatero, sombrerero, fabricante de jabón y fabricante de camisas. En el rubro alimenta­ ción, hay 2 panaderos, un pastelero, un cocinero y un charcutero. En el ramo comercial, un tendero, un representante, un viñatero, un empleado. Se registra también un ingeniero, un arquitecto y un sepulturero, probablemente, el mismo cuidador de cementerio que figura en el censo de 1886. Afortunadamente, también tenemos las listas hechas en las ciudades más pequeñas de la región, concretamente Linares, Parral y Constitución, esta última, para entonces el puerto de Talca. En este último, existía una comunidad francesa muy reducida. El 21 de diciembre de 1886, Ferdinand Court registró en 7 hogares tan sólo a 10 adultos y 18 niños y/o adolescentes. De esos 7 hogares, 5 eran mixtos, pues había un francés casado con una inglesa nacida en Chile, otros dos con chilenas, una chilena viuda de un francés, y otra chilena también casada con francés, sobre el que no se da ningún dato. Además, es de notar que los cinco franceses registrados allí tenían todos más de 50 años, dos de los cuales eran comerciantesy dos marineros. En cuanto a su procedencia, todos habían nacido en puertos o zonas marítimas: Burdeos (2), Bayona, isla de Olerón en Charente-Maritime y Bretaña (Morbihan). 190 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. A finales de septiembre de ese año, el 23, Prosper Ginovés y Léon Chéreau habían concluido el Dénombrement des Frangais dans les provinces de Maulé el de Uñares. Figuran 14 adultos, diez en la primera y cuatro en la segunda, así como 9 niños y adolescentes claramente identificados, pues otros declarantes indicaron tener también hijos, pero sin precisar dónde estaban ni su identidad, lo cual nos llevaría a pensar que no vivían con sus padres en Chile. Este grupo presenta notables similitudes con los que ya hemos observado. Entre los hombres, no los hay muy jóvenes. Tres tienen entre 36 y 40 años, otros tres entre 45 y 50, y tres más de cincuenta. Si nueve hombres habían nacido en Francia, en el caso de las mujeres, la cifra baja a dos, lo que significaba que dos de aquéllos se habían casado con chilenas y un tercero con la hija de un francés y una chilena. En cuanto a las regiones de nacimiento, se nota una evi­ dente dispersión (8 personas nacidas en departamentos diferentes), con la excepción, una vez más, de la Gironda de donde provenían 6 personas, entre ellas una pareja con tres hijos nacidos en el mismo departamento, los Dauvin. En lo que se refiere a los oficios, cuatro se declararon negociantes, uno capataz y otro encargado de las calderas en la fábrica de azúcar de la Rinconada. Dos estaban vinculados a la vitivinicultura, sea como vitulteur (¿dueños de viñas o simplemen­ te encargados de ellas?) o tonelero. Otro se declaró, con más precisión, agricultor. II. Chillán Como hemos dicho, para Chillán no tenemos listas, sino un grueso legajo, posiblemente incompleto, de los propios Bulletins completados por los inmigrantes. Ha llegado hasta nosotros la información de 140 personas; esto es, si comparamos este dato con los resultados del censo de chileno de 1885, más del 80% de los inmigrantes del departamento, pues entonces se habían registrado en el a 159 extranjeros. Esas 140 personas (algunas de ellas residentes en Yungay, San Carlos y Nuble), se reparten de la manera siguiente: 67 hombres (entre ellos 4 chilenos de padres franceses), 23 mujeres y 50 niños y/o adolescentes. También aquí notamos un fuerte desequilibrio entre los sexos, pues había prácticamente tres hombres por una mujer. Ese desequilibrio se veía agravado en lo 191 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. que toca al flujo migratorio, si se considera además que 6 de las mujeres no venían de Francia, sino eran chilenas casadas con franceses. Esta elevada proporción de matrimonios mixtos, que ya hemos notado en las ciudades anteriormente estudiadas, era, por supuesto, consecuencia de una inmigración fundamentalmente masculina. Era también señal de una buena integración de los migrantes en la sociedad que los había acogido. Es que en esa comunidad algunos integrantes eran representantes de una inmigración bastante antigua. Cinco adultos se declararon hijos de franceses y chilenas (entre ellos los tres hermanos Jean Michel, Antoine Franfois y Paul Antoine Descat, nacidos entre 1859 y 1863, agricultores en Yungay, y de nacionalidad chilena a pesar de su inclusión en el dénornbremet). Otros ocho habían nacido en Chile de padre y madre franceses, por ejemplo, Teodoro Emiliano Hardoy, jefe comerciante en Yungay, también de nacionalidad chilena, y que completó el bulletin en castellano. Figuran, además, Pierre Etchegaray, nacido en Arauco en 1860, Emile Leroux nacido en 1861 en La Serena, y Amandine Augé, nacida en 1869 en Ancud y casada con Charles Bartet, nacido en 1867 en Chillán, también de padres franceses. Considerando que la mayoría de ellos se había casado y tenía hijos, podríamos afirmar que algunas familias de la comunidad francesa vivían en Chile desde hacía tres generaciones. Las señales de esa chilenización de no pocos inmigrantes son, pues, evidentes: matrimonios mixtos, ambigüedades sobre la nacionalidad (chilenos que completan el bulletin por el mero hecho de que su padre sea francés, bulletin redactado en castellano). A este respecto, citemos también el caso muy interesante de Joseph Pertuzé. Este redactó el documento en una lengua extraña, un mixto chapurreando de francés y español, indiscutible señal de que estaba radicado en Chile desde hacía mucho tiempo, al punto de haber olvidado la lengua francesa que a lo mejor había practicado poco en su región. Escribe así: "Le non de ma famille est: Josefe Pertuzé. No sonune 3 freres Teodoro Pertuzé et Agustín Pertuzé. Mon, non, Isidoro Pertuzé; mon aje 56 anne. Mon départemen Montoban, Tam et Garone, comune de Marsac, cantón de Lavit. 192 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. Je sui naturalisé franjáis. Je sui marié. Ma fetnme sapéle Felipa Pérez- Je tien dus enfants, 1 garson, Manuel Mario, la filie Adela Ramona. Ma profesión, forjeron. La profesión dislinte: agricultor. J’abito le départeman de Yungay". Comparando los bulletins con las peticiones de pasaportes suscritas en Burdeos, el gran puerto de la emigración francesa a América Latina en general y a Chile en particular en las décadas anteriores, hemos encontrado efectivamente casos de emigrantes instalados en Chillán que habían salido de Francia muchos años atrás: en 1847, Jean Luflade, tonelero (patrón tonelero en 1886) y en 1856, Edmond Bartet, sastre (patrón rentista en 1886). Es también interesante notar que, para algunas familias, Chile no había sido el primer destino de su emigración a América. Ya habían probado suerte en otros países del continente. Así, Jean Amable y Thérése Castagne (que tenían un hijo de 18 años, ya encargado de tienda en Talca, en cuya lista figura), eran también padres de una niña de 8 años, Lucie, nacida en Cuba, donde sus padres habían estado antes. Auguste Boudon, viudo, empleado en una tienda de calzados, vivía con dos hijas de 7 y 8 años, nacidas en Perú, una en Huánuco, la otra “dans les montagnes de Mon­ zón". En cuanto a la pirámide de edades de los hombres, el reparto es mucho más equilibrado de lo que hemos notado en las ciudades anteriores: 14 tenían entre 21 y 30 años, 14 entre 31 y 40, 17 entre 41 y 50 y 10 con más de 50. Si consideramos ahora la procedencia de estos inmigran­ tes, convendría considerar varios elementos. Primero, una vez más, el predominio de los provenientes de centros urbanos, pues más de un tercio había nacido en alguna ciudad francesa. Doce de ellos eran de París o sus inmediaciones, mientras los demás provenían de ciudades como Burdeos, Lyon, Toulouse, Bayona, Pau y Nantes. Luego, se confirma el predominio de la gente oriunda del sudoeste francés. De 73 personas, cuyo nacimiento en Francia aparece precisado, 35, o sea, casi la mitad, venía de esa zona. En ella ocupa, una vez más un puesto destacado el departamento de la Gironda (con 10 nativos, entre los cuales 7 eran de Burdeos). Quince procedían de Basses-Pyrénées (6 de Béam y 9 vascos). A continuación viene Dordogne con 4, Haute-Garonne con 2, y uno para cada departamento de Charente, Aude y Tam-et-Garonne. 193 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. Dos departamentos que no aportaron muchos emigrantes a América del Sur; sin embargo, dieron origen a dos casos evidentes de emigración en cadena en Chillán. El primero es el de Yonne, en Borgoña, de donde provenían 5 personas: los hermanos Louis Eugéne y Charles Poisenat, nacidos en Sainte-Magnance, “employés de conunerce”, Pierre Amédée Collin, también de SainteMagnance, gerente de curtiduría, con su esposa Marguerite Charles de Avallon, en el mismo departamento, y Jules Goisot, tonelero, de Saint-Bris-le-Vimeux. El otro caso es el del Sarthe, en Normandía, con siete representantes: Julien Chéreau, nacido en 1823, de Chérancés, subprefectura de Mamers; Victor Vayer con su hermana Berthe, nacidos en 1837 y 1849, también en Chérancé, ella soltera, él viudo con tres hijos, (uno de los cuales, Hemy, de diez años había nacido en Saint-Ouen-de Mimbré, otro pueblo que dependía de la misma subprefectura de Mamers); los dos hermanos Achille y Firmin Blu, también oriundos de Chérancé, el primero negociante en maderas, el segundo empleado y Constant Fouquet, nacido en Doucelles, pequeño pueblo de la misma subprefectura, y también negociante en madera. Habría que añadir que, en el censo de Linares, figura otro Chéreau, de nombre Léon, también de Chérencé, nacido en 1848, negociante, casado con chilena, y padre de tres hijos. En relación a las inserciones socioprofesionales y tomando en cuenta las ambigüedades de no pocas declaraciones, hemos observado una fuerte presencia de personas de buena posición: 16 en el comercio de cierto nivel (seis comerciantes, un comerciante de jabones, dos negociantes en maderas, un jefe de comercio, cuatro patrones comerciante y dos gerentes). Dieciséis se registraron como patrones. Hay también diez agricultores y registramos, además, un tonelero, un curtidor, un escultor, un zapatero, un fabricante de tejas y cerámica y un dueño de restaurante. Otro se autodefine, simplemente, de patrón, sin precisar en qué ramo de actividad estaba ocupado. A esta categoría habría que añadir, sin duda, tres rentistas, uno de los cuales declara ser patrón rentista. Entre las demás actividades de cierto nivel hay un profesor y un sacerdote. Para los sectores artesanales y de servicio se observan, como hemos señalado ya, ciertas ambigüedades: 24 hombres se registraron como empleados (4 sin indicar en qué ramo, 9 en el del comercio, 4 en curtidurías, 2 en empresas de calzado, 2 en sastrerías, 1 en charcutería, 1 en contabilidad y otro maítre 194 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. ¿'hotel). Otros siete no especificaron si eran trabajadores independientes o asalariados, aunque esto último haya sido lo más probable. Se trataba de un tonelero, un calderero, un sombrero, un peluquero, un sastre y un jardinero. III. Concepción y Talcahuano Como bien se sabe, el área formada por Concepción y Talcahuano se encontraba en plena expansión. Por lo mismo, la población inmigrada era allí importante, tanto desde el punto de vista numérico, como social y económico. Entre ella, los franceses constituían un grupo numeroso, de antiguas raíces, cuyas familias, bien organizadas, se remontaban al siglo anterior. Así, en 1869, habían ofrecido dinero para ayudar a los obreros de las empresas algodoneras del norte de Francia. En 1870, en el momento de la desastrosa guerra contra Prusia, los penquistas franceses hicieron colectas para sufragar los gastos bélicos y “le soulagement des victimes de cette guerre". Algunos años más tarde, casi un centenar de ellos lo volvió hacer, esta vez para socorrer a los damnificados de la inundación del río Garona, que riega una zona de la cual eran oriundos muchos de los inmigrantes franceses instalados en esta región. En fin, habría que agregar que en mayo de 1884, se había creado la Société Philantropique de Concepción-Talcahuano, con casi ochenta socios al momento de su fundación, cuyos propósitos eran fortalecer la ayuda mutua y la concordia con los nacionales. En el caso de la capital penquista y de su puerto, Talcahuano, el censo se conserva bajo la forma de un cuadernillo manuscrito, donde figuran los franceses “de Conception et aux environs", fechado el 25 de octubre de 1886. En esa especie de registro están identificadas 209 franceses y francesas, a las que habría que añadir algunas más, por ejemplo, una alemana de la que no se precisa por qué razón fue incorporada al censo, las esposas chilenas casadas con franceses (12), y otras personas (esposas o hijos) de las que sólo se indica su existencia, sin más datos que el número hijos, cuando se registran, lo hace dudar que estuviesen residiendo con sus padres en Chile. Como en el censo de Talca, llama la atención el nivel de integración de estos franceses y sus vínculos con los chilenos. Ya hemos dicho que 12 estaban casados con chilenas; otros cuatro con hija o hijo de francés y chilena, a lo cual habría que añadir que 14 195 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. no dan información sobre su cónyuge, ya sea porque no residía en Chile o porque no era de nacionalidad francesa. Asimismo, de los 93 niños y adolescentes identificados (45 niños y 48 niñas), 72 habían nacido en Chile, y, de aquellos sobre los cuales tenemos información, 24 eran de padre y madre emigrados de Francia, 31 de padre francés y madre chilena, 7 de padre francés y madre franco-chilena. En total, sumando menores y adultos, 48 individuos -o sea más o menos la cuarta parte de los censados- tenían por lo menos uno de sus ascendientes directos chileno. En cuanto a los adultos, 20 habían nacido en Chile: 2 de padres franceses, 17 de padre francés y madre chilena, uno de padre francés y madre sobre la que no tenemos información. En relación a la procedencia de aquellos que habían emigrado a Chile, dado el número de personas sobre las que tenemos información (113), no es de extrañar que haya orígenes muy diversos. Están representados, en efecto, unos 35 departamen­ tos, a los que habría que añadir colonias (Argelia, isla de la Reunión en el Indico) o ex-colonias francesas (Lusiana); figurando también países americanos en los que la emigración francesa había sido importante, como Argentina y Cuba. Son notables la presencia de siete personas nacidas en Alsacia (Haut-Rhin et Bas-Rhin) y uno de Mosela; esto es, tres departamentos que en 1871, a raíz de la guerra perdida por Francia contra Prusia, fueron anexados al Reich, experimentando una fuerte emigración por parte de aquellos que no querían convertirse en alemanes, emigración que se dirigió principalmente hacia la Francia del interior, como dicen en Alsacia y Argelia, pero también hacia el extranjero. Como en otras ciudades ya estudiadas, observamos tam­ bién una presencia significativa de población procedente de París y sus alrededores (8); pero en Concepción y su región predomina­ ban, más que en los casos anteriores, los nativos del sudoeste francés: 59, o sea más de la mitad. Por cierto, algunos departa­ mentos sólo contaban con unos pocos representantes: Landres (1), Haute-Garonne y Lot-et-Garonne (2 cada uno), Aude y Charente (3 cada uno). Otros figuran con un número mayor: el de HautesPyrénées (6) y sobre todo, la Gironda, que, como vimos en los censos anteriores, aportó muchos emigrantes a Chile: nueve en este caso (5 de Burdeos y 4 del resto del departamento). Si sumamos las cifras de los lugares de procedencia anteriores y la comparamos con el total, podríamos decir que 33 196 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. provenían de un solo departamento, el de Basses-Pyrénées, que ya encontrado en el censo anterior, aunque no con esta densidad y, sobre todo, con una distribución diferente. En Chillán había un relativo equilibrio entre los vascos y beameses de ese departamen­ to; en Concepción, en cambio, 32 eran vascos y tan sólo uno de Béam. Las procedencias de estos vascos son también interesantes, en la medida en que predominan los de la franja marítima del departamento y de su inmediato hinterland: Bayona (7), SaintJean-de la Luz (4), Urrugne (5), Souraíde (4), Ustaritz y Hasparren (3 cada uno), Briscous, Cambo y Louhossoa (1 cada uno); mientras que los pueblos de los valles montañosos del interior están representados de manera mucho más escasa: dos de Aínhoa y uno de Saint-Jean-Pied-de -Port, Larrau y. Mayoritariamente, esos vascos estaban empleados en el ramo mercantil. De los 27 cuya profesión se puede identificar siete declaran negociant), seis commer^ant y ocho commis o employé de conunerce (esto es dependiente), siendo los demás ebanista, agricultor, sastre, dentista (uno para cada profesión) y dos curti­ dores. Este predominio entre los vascos de las actividades mercantiles incidía bastante en la pirámide de edades. El grupo de los vascos era notablemente más joven que el resto de la comunidad francesa. De los 26 hombres que figuran, 9 tenían 20 años o menos, otros 9 entre 21 y 30, 4 entre 31 y 40 y sólo 4 más de 40 años. Esta juventud, señal obvia de una emigración más reciente que las demás, estaba vinculada a cierto tipo de actividad mercantil. En efecto, la casi totalidad de los más jóvenes eran commis o employés de commerce, y habían llegado a Chile antes de cumplir los 18 años. Lo vemos claramente por los documentos notariales suscritos por esos años en el Vice-consulado de Talcahuano, y de modo aún más evidente, años más tarde, cuando esos mismos jóvenes, sin duda contratados al comienzo por compatriotas suyos, se habían establecidos como comerciantes independientes, haciendo constar, por testigos fidedignos, en sendos Actes de notoriété, que habían llegado a Chile -los más de ellos saliendo de Burdeos en barcos ingleses- antes de alcanzar la edad de ser censados para el servicio militar, lo cual los eximía de esa obligación. En la comunidad francesa en general, las actividades mercantiles eran también las mejores representadas, aunque no con 197 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. la intensidad de los vascos. Pertenecían 42 a ese ramo: 15 négociants (de los cuales 14 eran franceses nacidos en Chile), 9 commer^ants (2 de ellos nacidos en Chile), 4 employés de commerce, 7 cominis (todos vascos) y un contable. Los demás ramos estaban representados de la siguiente manera: diez del rubro de la confección (6 sastres, 2 modistas, 1 sombrerero y 1 tintorero); nueve del campo de la alimentación y restorantes (con 3 maitres d’hotel, 2 charcuteros, 2 confiteros, 1 cocinero y 1 fabricante de limonadas); siete vinculados a la agricultura (1 jardinero, 1 horticultor y 5 agriculteurs, sin más precisión, de los cuales 3 eran franceses nacidos en Chile, los Mahuzier de Yumbel); seis trabajadores de la construcción (2 contratistas y 4 carpinteros); y cuatro del rubro industrial (2 mecánicos, 1 fundidor y 1 ingeniero). Como se puede ver, se trata de una gama relativamente abierta de profesiones muy diversas, a las cuales habría que agregar dos curtidores un dentista, un farmacéutico, un peluquero, un hojalatero, un joyero, un especialista en fuegos artificiales y un enigmático employé. IV. Las zonas de colonización de la Frontera Sobre las tierras de más al sur y que recién se estaban incorporando al país, de acuerdo a un proceso bien estudiado en Chile, el Dénombrement ofrece datos bastantes desiguales. Concretamente, se trata de dos censos relativamente precisos para Collipulli y Galvarino, incluyendo este último a las colonias de Contulmo y Purén, y de otros tres titulados: Angol et les colonies; Traiguén, Victoria et les environs tnoins les colons y Franjáis résidant dans les départemenents d’Angol et les colonies. Los dos primeros, aparentemente realizados con más cuidado que los siguientes, ofrecen un abanico de situaciones bastante amplio. En Collipulli, aparecen 14 personas, de las cuales sólo 5 son casados o viudos, sin que se indique quién era el cónyuge ni cuántos hijos tenía la pareja. Como en casos anteriores, los vascos constituyen un grupo fiierte y bien individualizado. En efecto, suman 8 de los 14 censados, todos empleados en el comercio (se dicen negociantes aunque, muy probablemente son representantes de casas comerciales con sede en Concepción). Se trata, además, de gente joven (sus edades oscilan entre los 16 y TI años) y todos solteros. 198 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. Los demás franceses son de actividades diversas, de procedencia geográfica muy variada (no hay dos oriundos del mismo departamento, sin que domine ninguna región), de niveles económicos globalmente elevados (ingeniero, rentista, negociante, dos agricultores y un herrero), de edad en general elevada, pues fuera de herrero, de 27 años, tres tienen entre cuarenta y cincuenta años y dos más de sesenta. En Galvarino, los censados son 21, a los que habría que agregar una familia de colonos de Contulmo, con cinco hijos y otra radicada en Purén, con cuatro hijos y dos sobrinos. Aquí no aparece ningún vasco, lo que se explica porque allí las actividades dominantes no eran de tipo comercial, sino agrícolas. En efecto, 16 de los que figuran en el censo se declaran agricultores, uno peón agrícola y otro jardinero. Llama también la atención el hecho de que prácticamente todos estén casados y con familias, ascendiendo el total de los hijos a 46. En cuanto a las procedencias, son también diversas, pues están representados 13 departamentos de las distintas regiones francesas. En Angol, el panorama es mucho más diverso. No dominan las actividades mercantiles como en Collipulli, ni las agrícolas como en Galvarino. Hay por supuesto comerciantes (5, tres de ellos vascos), sólo un agricultor, siendo los demás artesanos (panadero, charcutero, armero, carpintero, costurero), uno dueño de restaurante y otro profesor. Otro elemento de este censo es que anotó la identidad de las esposas de los casados, cosa que no se hizo en las dos listas anteriores. Ahora bien, de los 9 casados, tan sólo dos los están con francesas, mientras que siete tienen esposas chilenas. El otro censo, complementario del anterior, y titulado de los departamentos de Angol y las colonias, resulta, al fin y al cabo poco, de escaso valor. Pensamos que fue redactado, quizás, por una persona de habla hispana, como parece sugerirlo el hecho de que no pocos nombres de los censados estén en castellano, así como la grafía fonética e incompleta de muchos lugares de nacimiento, lo que los hace difícilmente localizables. Por otra parte, dista mucho de la precisión de los otros registros. Por ejemplo, en cuanto a los oficios se refiere, se indica, las más veces, un lacónico patrón. Terminaremos, pues, con el censo de Traiguén y Victoria. Figuran allí 16 familias, incluidos los solteros. Hay entre ellos un relativo equilibrio de todas las tendencias observadas hasta aquí: 199 Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno. un grupo de comerciantes vascos, una mayoría procedente de sudoeste francés (14, de los cuales 7 vascos), un número elevado de hijos (25); y, fuera de comerciantes, figuran agricultores (5) y empleados en el ramo hotelero (3). Los datos que nos ofrece el Dénombrement no pueden ser sino un elemento, entre otros, que nos permitan un acercamiento más preciso a la realidad francesa imperante en el sur chileno a fines de los años 80 del siglo XIX. Para tener un cuadro más completo, habría que compararlos con los estudios actualmente en curso sobre las empresas extranjeras en esa región, los movimien­ tos financieros y la historia del agro. Desde ya, aparecen sin embargo algunos rasgos interesan­ tes: un emigración relativamente numerosa dada la población chilena de esas zonas; que en muchos casos parece haber alcanzado una situación económica buena o aceptable, a pesar de las dificul­ tades y fracasos que conlleva todo fenómeno migratorio. Se trató también de una población bien integrada, como lo prueba la existencia de muchas parejas mixtas y de familias radicadas en el país desde hacía varias generaciones; representativa de muchas facetas de la población francesa, aunque sobresale la impronta del sudoeste francés, más precisamente de la región de Burdeos, en algunos casos, de Beam y sobre todo del país Vasco. Es una comunidad bastante variada en sus actividades, en particular en función de las zonas a la que se dirigió, lo cual, a] fin de cuentas, toma difícil perfilar una especie de retrato típico del inmigrante francés en el sur chileno. 200 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Cartas de Inmigrantes1 Chillán, 12 de septiembre 1867 Señor Aninat, Cónsul de Francia en Concepción Señor Cónsul, Hace 18 años patí de Francia en el barco l’Edouard, con el capitán Curet, el día 30 de marzo de 1849, llegando a Valparaíso el 2 de septiembre. Desde mi llegada a Chile he tenido suerte en varias oportunidades, pero mi gran confianza ha sido causa de mis desgracias. Cada vez que me he encontrado en la situación de hacer el bien y ayudar a mis compatriotas, lo he hecho con el mayor placer, pero siempre mal retribuido. Aquí en Chillán hay algunas personas a las que he servido y que están en este momento en una buena posición, pero actualmente, ellos ni siquiera me saludan, de manera que no he querido jamás rebajarme en pedirles algún servicio. Varias personas me han comprometido para que me dirija a Ud., Señor Cónsul, asegurándome de que Ud. es bueno y caritativo en exceso con los compatriotas, de lo que no he dudado en ningún momento, habiendo tenido el honor de conocerle a bordo del l’Edouard. Hace dos años que me ocupo en trabajar la cerveza, y luego de grandes dificultades, he llegado a trabajarla perfectamente, pero me falta lo principal y no hago más que vegetar y apenas mantener mi familia que es bastante numerosa. Pronto estaré llegando a los cincuenta y quisiera poder aprovechar el tiempo que me queda por vivir para darles una posición a mis pobres hijos. Con 2 a 3000 botellas, un quintal de lúpulo, 10 a 12000 corchos y algunas fanegas de malta, estoy seguro de hacer buenos negocios y para obtener aquello, no es necesario el dinero al contado, con una simple recomendación de Ud., Señor Cónsul, sería suficiente. Le ruego excusarme de la libertad que he tomado en importunarlo, Señor Cónsul. Hace bastante tiempo que tenía la intención de hacerle una visita en persona, pero mis medios son tan pequeños, que no he podido hasta ahora efectuar ese viaje. Reciba le ruego, Señor Aninat, la seguridad del profundo respeto de su fiel compatriota. .lean Antoine (ilegible) 1 Las cartas originales fueron escritas en francés. La traducción al español fue realizada por el profesor Alfredo Pintor, conservando el estilo y giros idiomáticos de los textos originales, poniendo puntuación sólo cuando faltaba, para facilitar su comprensión. 201 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Chillán, 4 de marzo de 1870 Al Señor Aninat, Cónsul francés en Concepción Señor Cónsul, Señor Cónsul; he sabido que el gobierno francés ha dado admistía a las personas que quisieran repatriarse; desgraciadamente quel haya llegado demasiado tarde para mí y para mi pobre difunta compañera, pero por mis pobres pequeños hijos yo deseo volver a Francia aprovechando d’esta admistía. Si a mí me tocara, tenga, Señor Aninat, por mis hijos la bondad de llevarme a los registros para repatriarme. Soy de Méchais, departamento de la Charante Inferior y de la ficina marítima de Royan. Yo no ube que un delito que haber ejado en Ostralia un navio llamado Croi du Sud. Quisiera Ud., Señor Aninat, le suplico tener la bondad de responderme la más rápido posible, Ud. M’hará un servicio y yo estaré muy reconocido. Yo termino en saluarlo con amistad, su servidor Julien Cabane ******* Concepción, 21 de junio de 1883 Señor Paul Merlet Talcahuano Señor, He recibido su honorable de ayer respondiendo a mi telegrama, así como aquella de hoy en la que usted me hace saber que le ha sido imposible obtener un pasaje para M. Coussirat a bordo del Trapique. Al recibir su carta de ayer, he creído prudente, en acuerdo con algunos amigos, iniciar sin pérdida de tiempo, una suscripción en su favor, para tener las cotizaciones reunidas para el momento en que el vapor será anunciado en Talcahuano. La suscripción tuvo lugar y se recibió la suma de 100 piastras. No necesito decirle cuán triste es en un país extranjero, tener a la vista todos los días el espectáculo de algún compatriota implorando la caridad pública; el comandante del Trapique cuya alma generosa es 202 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. elogiada por usted y vatios de nuestros compatriotas que han tenido el honor de conocerlo, lo comprenderá también yo no dudo. Es por ello que me atrevo a suplicarle de intentar de nuevo la solicitud a él y al agente de la Compañía para aceptarlo a bordo del vapor. Como le decía anteriormente, Ud, puede contar, para estos efectos con la suma de cien piastras (en moneda chilena) que yo tengo a su disposición. Me agradaría acompañarlo a bordo del Trapique para unir mis esfuerzos a los vuestros, para intentar obtener de su comandante un favor por el que toda la colonia francesa del Sur estará agradecida, pero teniendo que hacer el inventario, me es imposible ausentarme para cumplir esta misión y me veo forzado a pesar de mi deseo de secundarlo en dejarle toda la tarea. Tengo la firme esperanza. Señor, en el éxito de su solicitud, y le ruego aceptar mis saludos abnegados. Honoré Haran P.D. Me permito hacerle llegar con ésta el recibo de ferrocarriles de un paquete conteniendo algunos efectos personales de Coussirat que usted tendría la amabilidad de retirar en la estación y de entregarle si usted consiguiera hacerlo partir. En caso contrario, le mego enviármelo de nuevo, puesto que de lo contrario, temo que debiendo esperar la partida de otro vapor, sin seguridad de obtener aquello que ha sido imposible en el actual, le tomaría un tiempo muy largo tomar el camino del Mont de Pieté, último refugio de los infelices. *M*MM*m****** i Quechereguas, 8 de agosto de 1884 Respondo a vuestra amable carta que he recibido hace algunos días. Siguiendo vuestra solicitud, le informo que nuestra posición de fortuna no es brillante como usted debe saber puesto que nosotros vinimos a Chile como colonos. No poseemos nada y el dinero que recibimos del gobierno nos alcanza apenas para vivir. El dinero que retiramos de la Caja de Ahorro, lo hemos ganado estando en las escuelas gratuitas de Francia donde para estimular, se daba a los alumnos premios en dinero. En cuanto al Señor Emile 203 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Montégu, su posición de fortuna es la misma que la nuestra puesto que él vive con nosotros. El dinero que él retira, lo ha ganado siendo doméstico de casa en Francia. Le ruego tner la bondad de no inquietarse por las dos libretas ya que éstas han sido enviadas separadamente y dirigidas al Señor Desneux. Acepte Señor, mis sinceros saludos. su servidor. Dufeu Colono en Quechereguas ******* Documento de compromiso N° 1 Compromiso Quien firma, se compromete por intermedio del Señor Lépine a aceptar el ofrecimiento del Señor H. Tatin de Concepción (Chile) a trabajar para él durante 2 años a razón de ciento cincuenta francos franceses por mes, con alimentación, alojamiento y lavado de la ropa (o cuarenta piastras chilenas) y mi viaje pagado. Además, me comprometo a reembolsarle el dinero de dicho viaje si rompiera mi compromiso antes de cumplidos los dos años que contarán desde mi entrada en servicio en Concepción. El compromiso hecho en dos copias será firmado por las dos partes, ésta quedará en las manos del Señor H. Tatin. Se hace duplicado en París el 17 de noviembre de 1884 en presencia del Señor Lépine y del Señor Rost intermediario y amigo del Sr. Tatin. Auguste Robéis H. Tatin Visto para legalización de las firmas aquí efectuadas de los Señores H. Tatin y Auguste Robéis las cuales han sido reconocidas verdaderas por los ya nombrados a mi solicitud. Talcahuano, 16 de Abril de 1885 Vice-Cónsul de Francia Paul Merlet ******* 204 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Choque Choque, 20 de mayo de 1886 Señor Cónsul de Francia, Tengo el honor de enviarle mi libreta de situación militar para que usted tenga la bondad de hacer los cambios necesarios y devolvérmela a Choque Choque por Traiguén. Señor Cónsul, yo partí de Bordeaux con mi cuñado, y el Señor Colson agente de emigración, nos hizo un sólo contrato a fin de reducir costos de escritura, de manera que a nuestra llegada se nos ha dado una sola concesión, un solo par de bueyes y una carreta, es decir como para una sola familia, lo que hace que siendo dos familias sólo una de ellas puede trabajar. Yo le estaré infinitamente agradecido, Señor Cónsul, si usted pudiera obtener de las autoridades competentes el que yo obtuviera mi concesión con las herramientas y los bueyes. El contrato está a nombre de mi cuñado, Ramond Pierre. Pido a usted avisarme de lo que ocurra con este asunto. Soy, con profundo respeto. Señor Cónsul, su humilde servidor. L. Choisau, colonia de Choque Choque, por Traiguén. ******* Traiguén, 31 de diciembre de 1886 Señor Cónsul, Llegado aquí como colono hace 3 años con mis padres, he tenido siempre la idea de servir a mi patria y desearía contraer un compromiso con el ejército ahora mismo, si aquello es posible. Mis padres están contentos. Tengo desde hace algunos años la idea del servicio militar. Cuento sobre su bondad, Señor, ya que para esto sería necesario repatriarme ya que mis padres aunque en vías de prosperidad, en este momento no pueden hacer este sacrificio, aún realizando el compromiso aquí mismo en Talcahuano. Cuento, Señor, con su complaciente respuesta. Jean Theil, nacido en Gauriac (Gironde) 3 julio de 1868 ** 3* *t * 3* 205 Bemard Lavalle. Los Franceses*en el Sur chileno. Chillán, 9 de marzo de 1887 Señor Cónsul Francés, Le ruego desculpar la libertad que he tomado hacia usted, de dirigirle estas palabras; como yoe escuchado decir quel eddificio que se construye alfrente de la casa del Señor Jean Camalez ede usted, es por eso que me ofrezco a vuestro servicio como pentor y para en papelar las piezas y para los vidrios, si en toda fé, usted no tiene pentor a quien haya dado traajo. Así pues, Señor, me vio en la gran necesidad de socurrir mi casa y mi pobre mujer, es por eso yo me fuerzo a escribirle estas dos palabras, toda vez que se presente una pequeña ocupación amí yo lacepto con mucho placeré. Ecuse mi escritura. Señor le ruego tener la bondad de rendirme este servicio, si toda vez hay una ocupación. Seré de por vida su más abnegado servidor. Victor Delafaye Calle de la libertad N° 25 ******* Coroney, 16 de enero de 1889 Señor Merlet Vice Cónsul de Francia en Talcahuano Señor, En el curso de mi entrevista con usted en Talcahuano, usted me habló de un puesto en Santiago. Me tomo entonces la libertad de escribirle para tener toda la información posible, ya que si el puesto como muchos otros no es bueno, más valdría quedarse tranquilo. Usted puede señalar a ese Señor que la viticultura y la vinicultura son mi especialidad. Conozco todas la enfermedades criptogámicas y su tratamiento y puedo, si hay necesidad, enseñar la fabricación de toneles sin tener que comprometerme a trabajar. Usted puede agregar que no soy como los otros que se dicen vinicultores y que a menudo salen de los Pirineos o de L’Aniége. Yo soy del país del buen vino Médoc. En cuanto a las condiciones, yo no quiero ganar menos de 250 piastras por mes, en cuanto a la alimentación, yo cocinaré o haré que lo hagan. Solamente me falta el alojamiento. El puesto que me había indicado el Señor Dubreuil en 206 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Snr chileno. Chillán no vale nada. Antes de hacer nada le hablé al Sr. Camalez que me dijo que me quedara tranquilo. Quiera usted Señor Vice-Cónsul, perdonar la libertad que me tomo. Soy su abnegado servidor. Jean Armand Dissendrey, vinicultor Coroney, Fundo Benavente Estafeta Llohué, San Carlos ******* Talca Colín» 16 de febrero de 1889 Querido Representán de Nosotros franceses en Talcahuano» Tengo el onor dein formarla que visité Penco; he crio hacer mideber de hacerle saber para que usted cepa donde nosotros tenemos miabitación, ella es en Talca Colín. Si por casualidad se mepide usted saurá midirección. Yo soy de por vida su fiel fransés. Eugéne Dumas Angol, 7 de mayo de 1889 Señor Paul Merlet, Vengo a dirigirme a usted pensando que usted tomará mi solicitud en consideración. Vine a este país con la convicción de explotar la viña; es imposible, no he adquirido ningún terreno y estoy desocupado. Arrendé una quinta en Angol y vendo sus productos. Prefiero bastante más las colonias francesas donde espero ir, ya que habiendo escuchado decir que en este momento hay una compañía de vapores francesa' que cubre el trayecto Talcahuano-Le Havre con respecto a la gran exposición a un precio abordable en clase corriente. Me recomiendo especialmente a usted para ser informado sobre los precios del pasaje hasta Le Havre en 3* clase, * o buscaré más bien trabajar en el vapor en calidad de cocinero si el precio es demasiado alto, puesto que tengo 28 días por hacer en el otoño próximo y no quiero ser declarado desertor, puesto que al mismo tiempo en que le escribo, lo hago al ministro de las colonias en Francia para saber las condiciones 207 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. de las colonias francesas, ya que he sabido desde hace poco que Francia coloniza diversos puntos de sus nuevas conquistas. Pudiera usted, por favor, informarme sobre las fechas de partida de los tr ansportes y sobre los precios en papel moneda chileno. Agradeciéndole por adelantado y contando con su respuesta, soy vuestro abnegado servidor. Dupin fules, jardinero, Francés en Angol Quiera al mismo tiempo informamos si desde Chile se pudiera aterrizar por su intermedio en una colonia francesa. ******* Ercilla, 6 de enero de 1893 Señor Paul Merlet, Consulado de Francia Talcahuano Señor y querido compatriota. Vengo a rogarle que en el más breve plazo posible me indicara cuales son los precios de pasaje para las personas de nuestra nacionalidad que quisieran ir a Túnez ¿Se puede embarcar directamente desde Chile para ir a ese país, o es necesario seguir otra vía? En fin, de querer darme a conocer todas las informaciones que usted juzgará útiles para llevar a cabo este viaje, partiendo de Talcahuano. No dudando de su voluntad que por lo demás le será reconocida en la ocasión, tengo el honor de presentarle. Señor Merlet, mis bien sinceros saludos. Agustin Donat *C 3* *t *C *C *C 1* Quechereguas, 16 de noviembre 1893 Señor Cónsul, Tengo el honore de hacer llegar a vuestro conosimento que a pesar d'einformación que usted meabía dar los días último en relasione a mi partida de Chille, que mi familias está absolutamente decidir por hir a Argelias. Señor Cónsul, mi mujer le ruega y suplica darle la gracia de enviarle las condición de colonisasión de Argelia, con el sólo fin de conocer las condiciones absoluta. Señor Cónsule, cuento con su bien querer. ■ 208 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Señor Cónsule, reciba mis perfecta cocideración. Jean Vemiéras, en Quechereguas, por Quilquen *♦ *♦♦ Galvarino, 8 de abril de 1894 Señor Vice Cónsul de Francia en Talcahuano Señor, tenga la bondad de disculpar la libertad que tomo abusando de su tiempo. Comienzo por agradecerle las informaciones que usted gentilmente me ha entregado hace dos años y de las cuales no pude sacar provecho. Ahora, se habla por aquí de una cosa que ha despertado en nosotros la idea de repatriamos, se trataría de que el gobierno francés estaría dispuesto a dar tierras en Africa y que habrían ya muchas familias francesas a punto de partir. Como nosotros estamos dispuestos a abandonar Chile y desde hace bastante tiempo, quisiéramos saber lo que hay de verdad en esto, ies por lo que Señor, me he permitido escribirle para saber si es verdad que se dan tierras en Algeria. Si el hecho es real ¿cuáles son las ventajas que da el gobierno? ¿En qué parte de Argelia se dan las concesiones? Aquí se habla de la provincia de Constantine. ¿Es esto posible? Como hay más que yo otros interesados en la cuestión, me atrevo a solicitarle. Señor, a nombre de mis compatriotas y en el mío, de ser muy bondadoso para honoramos con una respuesta puesto que seríamos cinco o seis familias con la intención de partir. Sin embargo, desearíamos conocer el tiempo que nos cedería para preparamos, edecir para vender nuestra tierra y nuestras casas. Esperando, Señor, vuestra honorable respuesta, permítame de nombrarme su servidor respetuoso y abnegado. Louis Déjean Colono en Galvarino Se nos ha dicho que el gobierno francés pagaría la mitad del viaje, aquello nos convendría guardar el poco dinero que podamos (con el cambio tan bajo) para poder instalarse allá. ♦***♦** 209 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Turquía, 19 de octubre de 1893 Al Señor Paul Merlet Cónsul de Francia, Talcahuano Señor Cónsul, No habiendo tenido respuesta de la carta que he enviado al Señor Alcalde de la comuna de Cenon, cerca de Bordeux (la carta fué colocada por mí en S. Rossendo el 28 de mayo pasado con 2 estampillas de correo), en esta carta rogaba al Señor Alcalde de hacer saber quién retiraba los arriendos de nuestra pequeña propiedad; en su calidad de jefe administrativo, respondiéndome no estaría más que cumpliendo con uno de sus deberes. Desde hace un poco más de cinco años con mi familia (mi mujer y un pequeño niño de 7 años y medio) he escrito dos cartas al Sr. Beautes que ustes me ha dicho conocer y a quién he dejado el acta de compra de nuestra pequeña propiedad, rogándole retirar los arriendos, no he obtenido ninguna respuesta. He escrito enseguida a nuestro notario. Maestro Catala, pasaje Saint Louis N° 10, pidiendo que me señale quién cobraba los arriendos y que si en alguna circunstancia el arrendatario no pagaba, que pusiera la pequeña propiedad en venta y que desde aquí por intermedio del Señor Cónsul, nosotros haríamos llegar nuestro poder, esto hace un año y medio y sin respuesta. Sin duda que estos Señores de allá creen que nosotros hemos sido devorados por los Pieles Rojas y que no queda nada. Es verdad que algunos de nosotros, dentro de los cuales me incluyo, hemos sido comprados por Pieles Blancas en Chile. Cuando se ha nacido en los entornos de la Garonne, como usted y yo. Señor Cónsul, se debe conocer la diferencia que hay entre un Gascón y un Patagón. Si me tomo esta libertad de estilo gascón, usted me lo perdonará, estoy seguro. Soy aquel al que usted dice: le daré una mano para hacer llegar aquello que usted tiene allá en Francia. Vengo a pedirle protección. Usted me dice, Señor Cónsul, de señalarle por escrito el hecho y que se hará justicia. He aquí el hecho: Yo trabajaba en el barrio del Chartron, calle Borie N° 31, en casa de los Srs. Gratterolles, cuando un agente del Señor Beautes metiéndose en la bodega vino a preguntamos si queríamos ir por cinco años a Chile, ya sea como Maestro embotellador o Maestro tonelero y 210 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. nuestro viaje de ida y vuelta pagado en segunda. Para ello pasar un examen en la bodega del Señor Beautes, se trataba solamente de purificar el vino de Chile, sacándole el gusto a tierra, conservando el tanino, el gusto frutoso y su grado alcohólico, sin agregar nada que hiciera daño a la salud. Parece que mi trabajo convino puesto que fui contratado al precio de trecientos francos al mes, moneda francesa, más el alojamiento y por cinco años. Si en algún caso el Sr. Maximiano Errázuriz no estuviera satisfecho con mi trabajo, debía pagar mi viaje de regreso. Este contrato fue acordado por mí y el Sr. Pinto de Aguiar, en la calle de la Victoire (N° 21) en París, actuando él a nombre y por cuenta de Maximiano Errázuriz. A mi llegada a Panquehue con mi señora y mi hijos hemos sido recibidos a medias. Todos los puestos estaban ocupados y éramos siente para hacer el trabajo de dos. Sr. Isidoro Errázuriz, en ese momento agente general en Europa para la colonización de Chile, y según lo que hemos visto llegando aquí, este Señor empleaba todos los medios posibles para cumplir con su tarea. ¿Qué le importa a él las familias que el ha puesto en la más negra de las miserias con tal que Chile sea poblado? Como nuestro caso es un caso particular y que nuestros representantes no pueden ocuparse de tal tipo de asuntos, vengo yo y mi familia a pedirle. Señor Cónsul, si como compatriota no pudiera usted hacemos un servicio del cual estaremos agradecidos; se trataría de escribir de nuestra parte al Señor Beautes que usted dice conocer, pidiendo le haga saber quién retira los arriendos de la pequeña propiedad situada en la calle Jean Baptiste ( la primera calle a la derecha después de la segunda barrera en la carretera hacia París) comona de Cenon, o bien escribir al Sr. Alcalde, en vuestra condición de diplomático, para que él le entregue la información; a usted señor Cónsul le estará obligado de responder. Nosotros nos quedaremos en Chile para los tiempos de las plantaciones de viñas. Lo haré por cuenta del Sr. Jean Rigolet, como viti-vinicultor y tonelero. Este Sr. Es el jefe de herramientas de los Srs. Louis Dussaux y Chambón y amigo del Sr. Paul, contador que usted conoce. Después de su matrimonio con una rica heredera de aquí, él compró una magnífica propiedad muy bien cultivada, una parte de ella está entre el río Laja y el ferrocarril, y la otra la mas grande entre la línea del ferrocarril y la propiedad de su suegra. 211 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. Es magnífico. El terreno a pesar de ser arenoso es propicio para la viña. Ahí yo tendré trabajo por mucho tiempo. Este Sr. es francés y sabremos entendemos. Con la convicción de que usted hará efectivo el servicio solicitado, reciba Señor Cónsul, las bien sinceros saludos de su abnegado servidor. A. Vicules Cantera del Arenal Paradero Turquía P.D. Está de más decir que yo pagaré los costos de la correspondencia y comisiones de una parte y otra. ******* 1 de diciembre de 1897 El cónsul de Francia en Valparaíso a Paul Merlet, agente consular en Talcahuano, Transmito copia en extenso de esta carta a Su Excelencia el ministro de Asuntos Exteriores, expresando el deseo de ver prohibir a los agentes de emigración de Chile en Francia el engaño a nuestros compatriotas a través del anzuelo de concesiones de tierra en climas inhabitables como el de la Isla de Chiloé, y de la conveniencia que habría en señalar a nuestros emigrados sobre los peligros y decepciones a las cuales se exponen, cuando no se han informado detalladamente y por adelantado de las condicones climáticas y sociales de la provincia en la cuál cuentan establecerse. Por otro lado, he escrito en varias oportunidades al Señor De Saint Aubin, encargado de asuntos, sobre este mismo tema, rogándole interceder en el ministerio de la colonización en favor de nuestros emigrantes. J. Lefaivre 212 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. CENSO DE LOS FRANCESES 1886 1: Apellidos 2: Nombres 3: Edad o año de nacimiento 4: Lugar de nacimiento 5: Departamento de nacimiento; P.f.M.ch: padre francés, madre chilena 6: Situación familiar (C: casado (a), S: soltero(a), V: viudo(a), +x: número de hijos) 7: Profesión CHILLAN CENSO DE 4 5 6 7 Comerciante l 2 AMABLE Jean 1844 Bordeaux Gironde C+l CASTAGNE Thérése 1842 Peyrelongu e Pyrénées A ti. id. AMABLE Lucio 1878 Cuba PIMOUGUET Joaepb 1856 Bcrgerac Dordogne C+l BARBARIS M. Philoméne 1860 Chile P.f. M.ch. id PIMOUGUET M. Mathildc 1885 Chile HERMITE Juan 1823 Lagarde Var C+l Maítre d'hótel MARECHAL Benjamín 1835 S. Benoitdu S. Indre C+6 negociante jabón BAUM Mario Louiae 1848 Paria id MARECHAL Antoine E. 1868 Paria S empleado MARECHAL Jeanne F. 1869 Santiago MARECHAL Mane Louiae 1881 Chillán MARECHAL Thértse L. 1884 Chillán MARECHAL Charlotte H. 1886 Chillan BESNARD Jacques A. 1832 Nantes Loirc A ti. C+4 empleado BESNARD Marguen te 1829 Marsac id. BESNARD Marguen te M. 1863 Nantes id. S. empicada BESNARD Marie Angéle 1868 Nantes id. S. empleada POSTEL Etienne 1851 Cbobourg Manche s. negociante JOURDAN Piare 1844 Lo Houga Gen Caín jefe de taller CACERES Cathcrine 1860 Valparaíso P. ch. id. id. MARACHE Hippolyte 1828 Paria Scine 3 Baptiatc 213 patrón comercio empl. tenería Bemard Lavalle, Los Franceses en el Sur chileno. 1 2 4 3 5 7 6 PULPAN Franfois 1844 Lyon Rhóne PO1SENAT Charles 1861 Sto. Magnance Yonne S. Empl. tenería POISENAT Louis Eugcne 18S4 id. id. id. id. TE1LLARD Mane Cora Le 1835 Bayonne Pyrénées Atl. V+2 rentista LESPARRAT M. Confine 1866 París Seine Cch. LESPARRAT Ana 1870 Bordeaux Gi ronde MILET Stanislaa 1827 París Seine RAMIREZ Mane 1848 Valparaíso MILET Mane Louiae 1875 Chillón PAGUEGUY Bemardin 1865 St. Jean de Luz Pyrénées Atl. S. comerciante LARRALDE Marín 1847 Has parren id. S. empleado ROBC1S Augusto 1853 Chantilly Oise DUVERDIER Pierre 1839 Champeevinel Dordogne C+0 patrón restaurante DUVERDIER Pierre 1839 id. id. id. jardinero BARAQUE Jeanne 1864 Pieta Pyrénées Atl. C+0 sin profesión GORI Eugéne 1863 Botdeaux Gi ronde c+o peón RIVEROS Bea tríce 1858 San Carlos CLAVERIE Mauríce 1836 París LEROUX Emile 1861 La Serena BARBARIS Luden 1866 Monlaut Dordgoae S. Empl. comercio MARTIN Henrí 1842 Baboeuf Oise C+3 tejero BIZE Michel 1866 Oloron-Goués Pyrénées Atl. S empl. comercio DRACIER Louis 1845 Rochefort Charento M. C+0 calderero CAMALEZ Pierre 1854 Goués Pyrénées Atl. C+l patrón comercio SERRES Marthe 1867 Bordeaux Gi ronde id CAMALEZ Marthe 1885 Santiago SERRES Albertine 1870 París Seine S BARTET Edmond 1820 Palaminy Hte. Garonne C+6 ESCOBAR Encamación 1850 Cauquenes BARTET Louise 1871 Chillón BARTET Julio Andrea 1873 id BARTET Erra lie 1876 id BARTET Edmond 1880 id BARTET Frédéric 1883 id BARTET Charles 1867 id C KUGEde BARTE1 Amandiñe 1869 Ancuó C OTS Ferdinand 1851 París Sane C+l LOUVET Mane 1857 id id id C+2 maítre d’hótol id. empl. charcutoro CFr. Seine 214 empl. comercio S peluquero sombrerero patrón rentista id patrón comercio patrón zapatero Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 1 2 a 4 OTS Femande 1878 MAILLARD Gédéon 1842 BOUDON Auguate 1849 Bordeaux Gíronde BOUDON * Eme tiñe 1878 Huanuco Perd BOUDON Lucí le 1879 Monzon id THIBAUT Charles 1855 Proveysieux COUDEU Martin 1867 SALVY lean GO1SOT 7 6 5 id id sacerdote Sonune V+2 empl. comercio labre C+l patrón zapatero Agnos Pyrénées All. s empl. tenería 1859 Has parren id S id Juica 1839 ST.Bria leV. Yonne s obrero tonelero COLLIN Pierre Am. 1854 Ste Magnance Yonne C+2 gerente tenería CHARLES Marguen le 1861 Avallen id id COLLIN M. Louiae 1881 Chillón COLLIN Catherine 1883 íd CHEREAU Julián 1823 Chérancé Sarthe S rentista BLU Achille 1858 id id oeg. maderas BLU Funán 1862 id id FOUQUET Conatant 1848 Doucellea id s s s neg. maderas VAYBR Víctor 1837 Chérancé id V+3 agricultor VAYER Hemy 1876 StOuende M. id VAYER Berthe 1849 Chérancé id LARRONDO J. Baptiate 1865 Urrugne BOLQU1N Paul 1851 Bordeaux Gíronde LARALDE lean 1861 Hasparren Pyrénées A ti. BOYER Marguen te 1865 Limoux Aude s s s s c+o c GIRARD Juica 1853 Chité P.FrM. ch. DUBREUIL Jean 1840 Bordeaux Gíronde C+3 ANDRE Mane Gran-Camp Calvados id DUBREUIL Pierre 1878 Chillón DUBREUIL Guy 1880 id DUBREUIL 7 1884 id MAZER Edouard 1842 Mauléon Pyrénéea AÜ. C+3 empl. comercio PASQUET Henri 1850 Ambrault Indre C+l patrón CONSTANT Alphonse 1853 Pana Saíne C4hi contable BOUY Jacques 1844 St Léger de V. Gíronde Cl hi gerente LUFLADE Franfoíse 1847 Rimona id id BOUEY Mane 1873 St Léger de V. id LUFLADE Jean 1817 Le Puy id AUGE Juica 1837 Paria Seíne 215 Pyréoéss AÜ. empleado empL comercio sastre empl. comercio modista Patrón comercio comerciante patrón tonelero C+0 profesor Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 4 7 6 5 1 2 DAURE J. Mane 1838 Toulouse CASTILLO Transito 1870 Santiago WAGNER Alphonse 1842 Chambry Aisne C+0 sastre PERTUZE Joaeph 1830 Marsac Tam et Gne. C. ch. agricultor HARDOY Teodoro E. 1849 Chile P fr. M ch. C+l jefe comerciante DESCAT Jean Michel 1859 Chille P fr. M ch. Patrón agricultor DESCAT Antoine F 1861 id id id DESCAT Paul Antoine 1863 id id id EUSSEGARAY Pierre 1818 Domezain B. Pyrénées A ti. C+l SOUSTRAT Mane Aimée 1845 id id id EUSSEGARAY Albert 1862 Chite CENSO DE TOME PERRETTE Jean Louis 59 Hérault SALAS Jeanne 55 id VIE Mane 22 id S BOURGEOIS Amaud 41 Lot et Gne. C+l id DUCEL Casimir 42 Hérault C+0 id JEANJEAN Léontine 35 id id AUDIBERT Antoine 47 id S id DARLAY Pao Un 43 id C+2 id DELIGARDE Louis 40 Gironde C+2 id LALA1 Eugénie 47 H. Pyrénées V+2 id SAUN1ER Jean Miriam 40 Gironde C+4 id DUP1N Camillc 70 Gironde S vagabundo CORONEL Michel 53 Giníatére C+0 jefe de explotación CENSO DE LINARES CHEREAU León 1848 Chérancé Sarthe C+3 negociante ROBERT Rosa 1853 Valparaíso P fr. M ch. id CHEREAU Richard 1878 Chile CHEREAU Louise 1883 id CHEREAU Emilie 1885 id GINOUVES Prosper 1849 Clermont l’H. Hérault C+2 CUEVAS Emilie 1853 Tomé P. ch. id GINOUVES Georges 1879 id GINOUVES Mane 1881 id PILLET Louis 1835 Gouville Manche C+l 3 Htc. Garonne C+2 comerciante Cfr. YUNGAY SAN CARLOS patrón tenería id 216 C+0 jefe de explotación negociante negociante Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 2 1 4 3 7 6 5 MARTINEZ Sabine 1R42 Chiltan PiLLET Louiae 1876 id RICARD1 Jacques 1813 Anla H. Pyrénées C+l tonelero D1HARCE Pierre 1831 Hasparren Pyrénées AÜ. V+l negociante DAUV1N Louis 1837 Gironde C+6 viticultor LUSSO Mane 1844 id id DAUV1N Aurélien 1869 DAUVIN Aurélie 1878 id id DAUVIN Louis 1880 id id PICOT Jean 1828 Bordeaux Gironde V+2 PLUMEGE Mane 1818 Tulle Cotréze V CLAUDE Emest 1850 Paria Seine C capataz 1NGLEBERT Franfcis 1840 Mootmédy Meuse V fogonero CENSO DE Ferdinand 1834 Bordeaux Gironde C+4 comerciante Prospérine 1850 Constitución inglesa C+0 Jeanne 1826 Constitución chilena V+3 Hemñ nie 1850 id chilena C+4 MONVO1SIN Paul 1815 Ue d'Oléron Cháfente M. O * C SANTA LICES Mercedes 1833 Constitución chilena id PALACIO J. Baptiste 1833 Bayonne Pyrénées Atl. C+3 NUNEZ Jeanne 1835 Talca chilena id BAUDON Anne 1817 Bordeaux Gironde V+3 HERVAIS Jean 1821 Auray Morbihan V+l marinero CENSO DE CONCEPCIOF GOYENECHE Martin 1833 TardcU Pyrénées Atl. C+5 negociante HIRIART Coralie 1848 Briscous id id GOYENECHE Nathalie 1875 Concepción GOYENECHE Georges 1882 id GOYENECHE Lucio 1884 id. GOYENECHE Edmond 1885 id PASSEIEUX Lucie 1866 Bordeaux Gironde S ANDURANDEGI Víctor 1858 Souraide Pyrénées Atl. S negociante ANDURANDEGI St. Martin 1866 id id dependiente ANDURANDEGI Jean Pierre 1868 id id s s Pch. Su Pierre d’Aur. Gomac 5t. Pierre d’Aur. id PARRAL COURT \YLW|N COURT AZOCAR agricultor ZONSTITUCIO 1 (de N0V10N) AZOCAR de BONNEFOY) 217 comerciante capitán de navio id Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 5 4 7 6 2 3 LARGEMAIN Epaminondas 1846 Versailles Yvelines S comptable ETCHEVERS Bemard 1867 Has parren Pyrénées Atl. S encargado GARAT Albert 1866 St. Jean de Luz id S id GARAT Henri 1868 id id S id FISCHER Charlea 1866 Urrugne id id ETCHEVERRY Pierre 1860 S. lean de Luz id s s MAILLARD Charles 1839 Valparaíso padrea fr. C+4 negociante MAILLARD Víctor 1877 id MAILLARD Charlea Alex. 1879 Paria MAILLARD Hélhne 1882 Concepción MAILLARD Cora lie 1884 id 1858 Bayonne Pyrénées All. s icgociante 1 ETCHEGOYEN Baptiate id. Sane comerciante ETCHEVERRY Honorine 42 Cambo Pyrénées AÜ. V+4 VERCHERE Francote 19 Ustaritz id s comerciante VEYRE Emite 5 Concepción Padres fr. BONAMY Louis 37 C+3 :omerciante BONAMY Ludovic 11 Concepción M.ch. BONAMY Victorine 8 id id BONAMY Loáis 4 id id BERT Franfois 1852 Brulon Sarthe C+2 hojalatero AUBRY Rosa 30 Concepción Pfr.M.ch. id BERT Rose 8 Brease/Bray Sarthe BERT Rcnéc 3 Concepción AUBRY Henri 2 Concepción P. Fr. M. ch. S hojalatero HENRIQUE Raphael 1850 La Habana Cuba(P. fr.) C-M) ingeniero (belga) F1NSCHI Anne 1851 Liége Bélgica OUVIER Alphone 1859 Casseuil Gíronde C+0 fabr. gaseosas HUIUN Eugene 1861 Rorragny Mame charcutero FEDERL1 Isidoro 1851 Haut Rhín s s id LAHAYE Auguate 1837 Naguevílle Manche C+2 comerciante MAROL Cétina 52 Bolbec Seine Mar. MAROL Clovia 1862 Concepción CODDOU Francote 1834 Salames Var ORTIZ Beatriz 34 Concepción chilena CODDOU Francisque 16 id CODDOU Maximine 16 id CODDOU Charles 14 id CODDOU Albert II id Indre Lotee S C+8 mitre d’hótel comerciante 218 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 2 1 4 3 5 7 6 CODDOU Rcné 9 id CODDOU Alfred 4 id CODDOU Emestine 1 Penco CODDOU Víctor 62 Carcés Var V+5 confitero CODDOU Ophélíc 24 Luisíana EE UU S modista BONVALOT Joseph 65 Champdivera Jura C+0 empresario P1NEIRA Concepción 51 Santiago chilena id LABADIE Louis 60 Monfort Chal. Landes C.9h SALD1 Carmen 35 Concepción chilena LABADIE Louis 20 id LABADIE Héléne 17 id LABADIE Zénaíde 15 id LABADIE Amé lie 13 id LABADIE Sarah 11 id LABADIE Elise 9 id LABADIE Elina 7 id LABADIE Carmen 5 id LABADIE Adricn 3 id CASTAING Eugéne 1851 Bayonne Pyrénées All. GARAY Claire 30 Concepción chilena GARAY Claire 5 id GARAY Eugbne 2 id MAHUZIER Germain 34 Yumbel P, fr. M. ch. TORRECILLA Virginia 24 Rancagua chilena MAHUZIER Henri 34 Yumbel MAHUZIER Gustave 36 MAHUZIER Mathilde MAHUZIER ebanista id C+2 ebanista C icg ocian le P. Fr. M. ch. S negociante id. id C+3 36 id id S Bemard 33 id id C+4 HENRIQUEZ Annenia 26 Concepción chilena id MAHUZIER Albert 5 id MAHUZIER Bemard 5 id MAHUZIER Mathilde 3 id MAHUZIER Richard 1 Id MAHUZIER Zólie 29 Yumbel P. Fr. M. ch. MAHUZIER Juica 27 id id agricultor MAHUZIER Entile 27 id id armac ¿utico MAHUZIER Charles 21 Concepción id MAHUZIER Adéle 25 Yumber S V+2 219 agricultor agricultor negociante Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 6 5 4 3 2 1 7 ARNOUIL Adéle 6 Concepción ARNOUIL Gustave 5 Valparaíso DELAUNAY Eugcnc 1810 París Seine DELAUNAY Fanny 69 Saint Malo Cíes Annor MARTIN Emeline 42 Valparaíso S MARTIN Héloísc 40 Concepción S SEYLER Frédéríc 1837 S trasbou rg _Baa Rhin BRUMM Sophie 52 Wintzenheím Haut Rhin BRUMM Julie 23 Buschwiller id S POUEY Jean 1850 LuzSt Sauv. Htes Pyrénées S negociante OTHACECHE Etienne 1863 Buenos Aires Argentina S empl. comercio FLEURMAN Julos 1847 París Seine C+0 joyero GIRAUD Paul 41 Bordeaux Gironde C+6 sombrerero ABOS Anna 28 id. id. id. GIRAUD Elodie 16 id. GIRAUD Auguste 11 Valparaíso GIRAUD Paul 7 Concepción GIRAUD Alexandre 6 id. GIRAUD Henrí 5 id GIRAUD Frédéríc 2 id CHAILLOT J. Claude 1819 Vals Ardéche c+o sin profesión HARAN Honoré 1856 Ainhoa Pyrénées A. C+0 negociante DOLHATS Mane 1866 Bayonne id. HARAN Gaétan 1867 Ainhoa id. S. Empl. comercio CHARPENTIER Charles 1857 Santiago Chile S. id. RABAL Joseph 1866 Bayonne Pyrénées Atl. Pesp id. CHAPOULIE Delord 40 Larrau id C+l sastre SARHY Prosper 45 Louhossoa id C+l sin profesión AUBIGNAT Antoine 56 Champs P. De Déme S sin profesión HAROSTEGUY Jean Pierre 53 Umigne Pyrénées Atl. C+3 SALABERRY Anne 1863 id HAROSTEGUY M. Joséphine 1882 Concepción HAROSTEGUY Albert 1883 Mulchen HAROSTEGUY Charles 1885 id SALAFA Louis 1840 Hauteríve Hte Garonne C+3 LALANNE Adélaíde 35 a. Valparaíso P. FM.ch. id SALAFA Víctor Louis 1874 Santiago SALAFA Pierre 1876 id 220 sin profesión C sastre :omerciante maítre d’hótel Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. SALAFA Irma 1881 Parral QUEYROL Jean 1850 Kcrbos Cíes d'Amx>r MASSON Auguate 1827 Strasbourg 8 as Rhin Théréac 1839 Saveme id KUHN Auguate 1865 Paria KUHN Octavie 1867 PINOTEAU Jean JOLY 7 6 5 4 3 2 1 empleado C+1 sin profesión Seine S sin profesión Strasbourg Bas Rhin s id 1836 Mansle Charenlc C+O sastre Georgette 31 Angouléme id id JOLY Alfred 1866 id id s sastre HASTIEN Henri 1842 Oloron Pyrénées Atl. C+2 negociante SERIEUX Aliñe 25 Bar le Duc Hte Mame id HASTIEN Eugénie 3 Concepción HASTIEN Mathilde 2 id etchecopar Alfred 43 Bayonne Pyrénées Atl. C+l ETCHECOPAR Mathilde 20 id id id ETCHECOPAR Aliñe 1 Concepción BOYER Jean Baptiste 43 Pauligne Aude C+3 negociante CAVALYER Eygénie 42 Limoux id id modista BOYER Gabriel 14 id BOYER Louisc 1 Valparaíso CASTA1NG Louis 1855 Toulouse Hte Garonne C+2 nuítre d’hótel AUZ1LUON Delphine 1855 Nfmcs Gard id CASTAING Paule 2 Concepción WEL Edmond 35 Valence Dróme S cocinero COUCHOT Louis 1855 Ustaritz Pyrénées Atl. S agricultor VERNIER Louis 1842 Lyon Rhóne C+l mecánico R1COUS Franfois 1828 Leaparre Gíronde C+l sin profesión ALEMPARTE Sabine 40 Colcura RICOUS M. Sabine 21 Concepción VEYRE Aimé 38 Brioudc Hte Loira C+l CICEREU Pauline 1862 Batna Argelia id VEYRE Etienne 1881 Concepción BOUTEVENT Rcné 77 Angera Mainc Loira C+1 JOFRE Beatriz 40 San Femando BOUTEVENT Emest 15 Concepción ROYER Picne 1842 Rangucvaux Mosellc C+5 CHOLLET Augusdne 1848 Nevera Niévre id ROYER Louise 1871 Moret/Loing Seine et Mame 3OFFENMEYER negociante id 221 legociante negociante id empresario Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 1 2 ROYER 5 7 6 3 4 Marthe 1872 Fontainebleau ROYER B lanche 1876 Santiago ROYER Eugénit 1878 úf ROYER Berthe 1883 Concepción ROYER Alphonse 40 Ranguevaux Moselle S 18S8 Urrugne Pyrénées Atlg □creíante DEYHERRALDE Raphaél 1860 Hasparren id DEYHERRALDE Joeeph 1866 id id s s s BARNECHE Firmin 1857 St Jean de Luz id C+2 terciante LARROULET Bemard 27 Unugne id S id 52 Saint Malo Ctesd'Armor s jardinero C+7 agricultor C+1 negociante 3OURRITZAGUE Jean TACON id mecánico curtidor id FERRE Jean Baptúte 68 Clairac LotetGne. DELA RIVERA Pétronilie 56 Petorea P fr. M ch. FERRE Antonia 22 Pirque FERRE Rebecca 18 id FERRE CaroHne 15 Santiago NAVE1LLAN Piare 42 Bordéres AMTHAUER Frédérique 31 AUcmagne NAVE1LLAN Franfoia 4 Concepción NAVEILLAN Exupére 37 Bordara Htes Pyrénées s OLTVIER Charlea 68 St Jean Pied P. Pyrénées A. C+l LACOMBE Elina 44 Stc Foy Gdc. Gironde id OUVIER Elena 7 Concepción GRECIET Baptiate 1855 Bayonne Pyrénées A ti. S CONSTANTIN Déairée 1808 Rouen Scine Mar. V+l HURIEL Maximine 40 Yumbel DELAUNAY Delphinc 22 Copiapó P. fr. M ch. s s BORDEU Edmond 58 lila Reunión BORDEU Claudine 26 Concepción P fr. M ch. BORDEU Edmond 25 id id BORDEU Noémte 22 isla Reunión id BORDEU Eugéne 19 id. id PAUTY Jean Baptiate 1853 Meymac Corté zc s sastre CECEREU Franfois 1848 Castelnaudary Tam ct Gar. C+4 negociante ROCHEREAU Louiae 1845 Angora Maine Loire id CECEREU Louiae 1876 San tingo CECEREU Armand 1877 id CECEREU Germain 1879 id 222 Htes Pyrtnéea id V+4 comerciante sastre dentista negociante C+l negociante C+l Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 1 4 5 2 5 7 6 CECEREU Jéróme 1880 Concepción SOULE Fnui^ois SI Troubal Htes. Pyrénées S negociante V1LUKRET Paul 53 Mancille B. Du Rhóne S iiotécnico HENRY Emest 57 Le Havre Seine Mar. C horticultor NAPIAS Armand 42 Carbón Blanc Gironde S tombrerero BELMONT Jean 42 Tarbea Htes Pirénées C+l peluquero VOYER Célina 40 Vic Bigorre id id BELMONT Camille 12 Valparaíso COUTURIER ep. VASSEUR 38 Le Mana VASSEUR Hcarí 9 "en el mar” LLAUSSOU Louit 1847 París QUIROGA Milagros 41 Concepción UAUSSOU Louiae 4 GOUDARD Henrí 44 Toukm HERNANDEZ Mercedes 40 /lata GIBERT Pierre 50 FERRE Féticic GIBERT GIBERT Sarthe Seine C+l carpintero id Var C+0 fundidor Marmande Lot et Gar. C+2 confitero 40 Bordeaux Gi ronde id Héctor 19 Santiago Adelaíde 6 Parral CENSO DE COLLIPULLI Jean 1824 Mareuil/Ourcq Seine et Mar. C rentista DOYHARCABAI J. Baptisle 1859 UitariU Pyrénées Atl. s icgociante DOYHARCABAI Charles 1863 id. id id OLIV1ER id DUBADIER J. Baptistc 1862 Bidache id id HAQUIN Jean Pierre 65 Ainhoa id id id SALABERRY Jean Pierre 60 Umigne id id id SALABERRY Paulin 64 id id id id TIHISTAS Bemard 67 Lea Aldudes id id id CAZABON Pascal 70 Guéthary id id id Georges 46 Thann Haut Rhin C mecánico BARRES Jean 41 Sitiéis Tam el Gar. V agricultor THIEFFRY Luc 1820 Lannoy Nord legocianle KRAHNASS Alfired 1840 Poitiers Vienne GAUTHIER Paul 1859 Lesparre Gironde c c s CENSO DE GALVARINO LETRANGE Julien 25 Saint Denis Seine St. Den s ingeniero ROUINEAU Nectab 40 Charenle Mar C+2 albañil NAMBRARD Joseph 45 Bharente Mar C+l agricultor 5CHUFFENEGER Mortagne/Gir. 223 negociante ingeniero herrero Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 4 3 2 1 5 7 6 id C+4 id Ariege C+4 id Payrac Lot C+4 id 44 Vienne Isére C+2 id Joseph 47 Charnbety Savoie C+l id AYSSAUT1ER Louis 24 Lyon Rhónc C+0 tejedor DESVIGNES Pierre 38 id id C+1 gricultor BRENET Frédéric 59 Vandoncourt Doubs C id BRENET Entile 29 Haut Rhin C+4 id. SIRE Eugéne 27 Seloncourt Doubs C id BOREL Adrien 41 Chátillon Dróme C+2 id BONTOUX Lucí en 26 Miscon Dróme S peón agrie. DEJEAN Louis 28 Grayan Gíronde C+1 agricultor CHAGNEAU Pierre 47 Bordeaux id C+0 id AUTEXIER Guillaume 35 Saint Vincent Dordogne C+4 id ADAM Alejandre 45 Nort/Erdre Loire Atl. C+3 const. caminos VIOLAIN Jean 32 id id C+l jardinero CONY Claudc 50 Rhóne C+3 tejedor COLONIA DE CON! BR1ERE Alejandre 50 Loire Atl. C+5 colono COLONIA DE BOISSIER Jean 43 Savoie C+4 colono BOISSIER Mane 23 sobrina Jean id S criada en Angol BOISSIER Jean 18 id id S CENSO DE ANGOL Y COLONIA DUCASSOU Jean 40 Ustaritz Pyrénées Atl. C+3 DUCASSOU Jeanne M. 35 id id id FABRON Franfois 1845 Nice Alpes Mar. S HARGOUS Pierre 1867 St. Jean de Luz Pyrénées Atl. DUHART Míchel 1873 Ustaritz id s s id PAUL Louis 1825 Lunéville Meurthe M. C+5 panadero SEPULVEDA Peleona 35 Nuble id costurera PELISSIER Alphonse 54 Bordeaux Gironde C+4 hotelero GORRET Nelly 41 id id id BERROQUIS Edouard 32 Bayonne Pyrénées Atl. S profesor 41 id V sin profesión 1820 Saint Sorlin C+3 d. restaurante GUICHARD Carmel 33 CASEZ Pierre 37 GOUDEAU Baptiste 58 REY Joseph BERTRAND id PUREN ANGOL DIBARO-LORD/ Mane Louisc GUILLON Pierre 224 Charente Mar comerciante comerciante Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 1 4 3 2 5 MARTINEZ Margarita 35 Olivar THOMAS Antoine 1825 Chañas BRAVO Petrona 35 Cauqiienes BALACE Hcnri 32 Poní le Roy COFRE Dolores 27 Chillán TIFONE Achille 1830 Corta 1 AGUILERA Tomasa 27 Angol MONTEL Blaisc 42 Castclsarrarin SAEZ Victoria 35 Rere BLANC Pierre 1852 Aiguilles CRUZ Petrona 32 Rere BLANC Franfois 1860 Aiguilles DUCASSOU J. Dominique 38 Ustaritz S1LL Inés 26 Lola Jean 27 Ustaritz CENSO DE TRAIGUEN Y VICTORIA LACAZE Jean 1859 Mirande PAPONET Berthe 17 LAGARDE Férot DESTERAC LAF1TTE Isérc 7 6 C+3 charculcro C+0 C+2 carpintero id costurera C+O armero id sin profesión C+5 agricultor id sin profesión C+l comerciante id costurera id s comerciante Pyrénées Atl. C+2 comerciante Lotr el Cher Easonne Tam et Gar. Hles Alpes TEMUCO id TRAIGUEN DUCASSOU Pyrénées At). S comerciante SIN LOS COLONOS Gers C+l agricultor id id id sin profesión 1832 Beaumont de L Tam et Gar. C+3 agricultor Mane 52 Mauvezin Gen id sin profesión Catherine 62 Maumusson Tam et Gar. V+4 agrícultora MOREAU Clément 1846 Lou viera Eure C+4 jefe de explot. GONZALEZ Jeanne 36 Santiago id sin profesión JACOB Erróle 1830 París C+l hotelero WLLAVICENC1A Carmen 57 Santiago id sin profesión HOROSTEGUY Martin 1849 Sare Pyrénées Atl. C+2 comerciante ELISSAGUE Mane 1861 Urrugne id id sin profesión ELISSAGUE J. Baptistc 1863 id id EYDE Jean 1822 Bazas Gironde GARCIA Mane 37 Santiago GOYENECHE Amaud 1850 Bayonne YVER Louise 1856 ODDO Hcnri F1TTES Charles María Vda. De MONTE1 CRUZ | Seine empl. comercio C+4 agricultor id sin profesión Pyrénées Atl. C+5 jefe de explot. Papeete Tahiti id 1856 Santiago padres fr. S empicado hotel 30 Si. Piare Martinica C+l jefe cocinero 18 Los Angeles id sin profesión 225 Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno. 2 1 4 3 5 7 6 SUGASTY Pierre 1857 Béhobie Pyrénées Al!. S cnqsl. comercio MARIN Gracy 1866 Ascain id id MANDRON Jean 1864 Gajac Gíronde BELANGER Gustave 1853 Toulouae Hte Garonne s s s DEPTO DE ANGOL LECERF Jean 51 C+3 patrón BARRIERE Pierre 48 Cha labre Aude C+l id FARFAL Antoine 40 Lamonae-M. Dordogne C+5 id COMBELAS Bemard 43 Chartrea Eure ct Loir C+2 id MAUREAU Joseph 37 C+3 id MIGNONEAU Augusto 45 Saint Mardal Charento Mar C+2 id BLANLOE1UL Alejandre 45 Louvic Jnzon Pyrénées AÜ. C+2 id FARFAL Aguado 39 Bagerec Dordogne C+l id AGRECHANT Franfois 39 id RAT1E Pierre 4) Juica 39 s s s CARRERE Julea 24 Riona Gíronde C+0 THEIL Jacquea 43 Chenailles M. Coreé ze C+3 PERE Joseph 33 Condom Gers C+4 PERPETUTE Antoine 40 Vielle Htea Pyrénées C+l BRULEAU Jean 42 Doúrdannos * Coreéz C+4 BRILLAN Louis 25 BERDOLAC Jean 28 Asaon Pyrénées AÜ. C+0 LEMEL Conataot 51 Nantea Loire AtL C+l LEMEL Emest 27 id. id s LANDY Baptiste 48 id id C+l CHALLAT Michel 47 Blanquefort Gíronde C+4 FOURTON Jean 34 Landiraa id C+4 obrero LECOMTE Henri 42 Beaupréau maineetL C+3 médico ROGER André 47 Landemau Finistére C+4 patrón ROUAN Pierre 46 Omolac Ariege S id FONTENELLE Stanúlas 24 Chérancé Sarthe C+0 id BOYER Hippotito 32 id id C+4 id BARSE Jean 54 C+2 id ROUCHE Jean 33 S id C+0 id s id ARRIBER - MOULOBRIE LADRESE Y 43 comerciante COLONIAS C+0 Omolac Ariege 35 Chéri id Puyalet Gíronde 226 LA ARAUCANIA Y EL PROYECTO MODERNIZADOR DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX ¿Exito o fracaso? Carmen Norambuena Carrasco ' '■ Este trabajo tiene por objeto presentar una perspectiva del proyecto modemizador impuesto a nivel nacional en el espacio de la frontera araucana. Distinguen este proceso el desarrollo de un modelo económico primario-exportador, una política de colonización con inmigrantes europeos, una creciente urbanización, un aumento acele­ rado de las comunicaciones y medios de transportes, particularmente del ferrocarril y, en forma muy especial, una proliferación de la prensa escrita, fenómeno que, a nuestro juicio, refleja e impulsa a la vez la dinámica espectacular e inusitada que vive toda la Araucanía. Al proceso de independencia y de organización nacional que cubre la primera mitad del siglo XIX le sigue otra etapa en la cual el Estado intenta diversas acciones tendientes a consolidar sus fronteras geográficas y culturales. La incorporación de territorios que hasta ese tiempo habían estado ligados sólo nominalmente al país, responde a iniciativas que tienen que ver con el proyecto global de desarrollo político y económico. La Araucanía, zona ubicada entre los ríos Bio Bio y Toltén, fue uno de ellos. A la segunda mitad del siglo XIX, al acontecer en esa región, la hemos denominado "etapa de frontera tardía", aunque una observación que se podría haca- a este trabajo es el hecho de . designarla, tan avanzado el siglo, aún con ese nombre. En cuanto al término "frontera", estamos al tanto del debate que al respecto se ha suscitado a partir del famoso discurso de F. J. Tumer, "El significado de la frontera en la historia americana", leído en Chicago en 1893. Del mismo modo, del análisis que hace W.Prescott Webb en "The Great Frontier", en el que el concepto de frontera se aplica a otras latitudes que, como en los Estados Unidos, se caracterizan por.la paulatina ocupación territorial, influyendo radicalmente en el perfil de las “nuevas europas” que se iban construyendo1. 1 Frederick J. Tumer, "El significado de la frontera en la historia americana", leído en Chicago en 1893, traducido en Francisco de Solano y Salvador Bemabeu en 227 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador En Chile los estudios de frontera han privilegiado en sus ■ análisis los contactos humanos por sobre los de ocupación de I territorios; a la vez que se ha aceptado entender como "frontera" la frontera araucana por presentar ésta rasgos muy peculiares en el contacto entre dos pueblos, los que se extendieron por más de tres siglos. La preferencia por las relaciones humanas por sobre la ocupación territorial se advierten ya en los tempranos estudios que sobre el tema realizó Alvaro Jara para el tiempo colonial, conp también las aportaciones de historiadores como Sergio Villalobos2. Jorge Pinto subraya la diferencia que existiría en una relación fronteriza surgida entre dos pueblos que comparten territorios limítrofes y aquella que se produce cuando un pueblo decide invadir territorios ocupados por otro grupo, generando guerra y resistencia. Pinto señala en forma enfática que llamar a los territorios de guerra, espacios fronterizos significaría legitimar las acciones desatadas por los agresores, desvirtuando las características propias de las relaciones fronterizas3. Sentencia, quizás demasiado absoluta, para un proceso que, a todas vistas, estuvo matizado por tienjpos de enfrentamiento y guerra con otros de convivencia pacífica4. ¿Para Patricia Cerda, , precisamente esta confrontación bélica o pacífica ha sido uno de los I elementos distintivos y claves para entender la historia de Hispano­ américa. Esta historiadora estima que para apoyar la conquista e integración de las fronteras al resto del imperio, la corona española se valió de sus propias instituciones, probadas durante ocho siglos en la Estudios (nuevos y viejos) sobre la Frontera. CSIC, Madrid 1991. Walter Prescott Webb, The Great Fronlier. University of Oklahoma Press, 1986. Alvaro Jara Guerra y Sociedad en Chile y otros temas a fines. Editorial Universitaria, tercera edic., Santiago, 1984. "Tres siglos y medio de vida fronteriza", en Relaciones fronterizas en la Araucanía, Villalobos y otros. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, 1982 Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la Querrá de Arauco, Edit. Andrés Bello, Santiago, 1995. 3 Jorge Pinto, “Frontera, misiones y misioneros en Chile. La Araucanía, 1600-1900°, en Jorge Pinto y otros. Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1988, pp. 17-119. La ref. en pp. 20-34. De Pinto véase, también, “Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La Araucanía y las Pampas, 1550-1900”, en Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1996, yp. 11-46. Jorge Pinto distingue tres etapas en el contacto de las dos sociedades, indígena y no indígena, a lo largo de más de tres siglos: 1. Configuración de un espacio de conquista y de guerra (1550-1650). 2. Emergencia y consolidación de un espacio fronterizo (1650-1850) y 3. Fase de desintegración de esc espacio fronterizo (18501900).Pinto, 1996, “Integración”, p. 11. 228 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador Península Ibérica líente a los árabes, a saber: misioneros, pioneros colonizadores y ejércitos. Con ellas -concluye- mantuvo ciato control sobre estas regiones. Tales fueron los casos de Chile, donde surge una frontera de guara, de los misionóos jesuítas en tierras de indios guaraníes o el de los pioneros, al norte de Nueva España5. Por nuestra parte, retomamos el tema de la sociedad fronteriza desde el discurso oficial decimonónico, que consideraba el territorio un "espacio vacío" que debía poblarse, a pesar de que, obviamente, no era así, pues la zona de la Araucanía había sido recorrida y poblada dfesde tiempos inmemoriales. Más aún, en los siglos coloniales, como se puede comprobar en la bibliografía citada, fueron los contactos entre los hombres y sus culturas y no la ocupación de territorios los que configuran los espacios fronterizos. Si estamos entendiendo entonces por frontera el territorio donde se encuentran e interactúan dos pueblos de diferente cultura, la Araucanía fue hacia 1880 un territorio de contacto para indígenas, chilenos y colonos europeos. Esa es la razón por la cual, tal como lo enunciamos al comienzo, esa preferencia por el contacto entre diferentes etnias, en la idea de frontera, la extendemos hasta fines del siglo XEX, cuando a los ya seculares contactos entre araucanos y españoles, se les une la presencia de chilenos provenientes de las provincias ubicadas al norte del Bio Bio y los inmigrantes europeos llegados por los planes de colonización impuestos por el gobierno a partir de 1883, luego de la incorporación administrativa de la Araucanía a la soberanía nacional. La Colonización de la Araucanía Al analizar el proceso de colonización de la Araucanía es imposible substraerse, aunque sea de paso, a una mirada global de la llamada inmigración masiva, movimiento de población caracterizado por la salida de europeos de sus países natales para ir a formar "nuevas Europas" al otro lado del "charco", como se le llamaba al Océano Atlántico. En Europa, el fracaso de la modernización agrícola en algunas regiones, la presión demográfica en ciertas áreas y el desfase en determinadas zonas o la lentitud en otras del ritmo de crecimiento industrial, fueron las causas que detonaron tal avalancha humana. Más de cuarenta millones de personas viven esta odisea. El Cono Sur de América fue la segunda región del continente, después de los Estados 5 Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sur. La región del Bío-Bío y la Araucanía chilena 1604-1883, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco 1997, pp. 7-14. 229 k Carmen Norambuena. La Araucanía v el proyecto modemizador lünidos y Canadá, en recibir población europea. Chile, en muchísimo /menor escala, fue también un importante país receptor. A medida que los estudios referidos a temas migratorios adquieren mayor interés entre los historiadores y, en general, entre los dentistas sociales, se afirma con frecuencia que Chile nunca ha tenido una política de inmigración clara y definida. Sostenemos la opinión contraria. Desde las postrimerías de la época colonial, tanto la intelectualidad como las élites gobernantes argumentaron en favor de que el país podía y debía tener una mayor pobladón. Así lo confirman los escritos de Manuel de Salas en 17876. Del mismo modo, en los albores de la República, tanto Carrera como O’Higgins postularon la idea de traer a Chile inmigrantes que "profesasen algún ejercicio o industria útil al país". Había, en estas propuestas, una clara inclinación por los europeos del norte. Estas exigencias subrayan una característica que se va a transformar en una constante hasta el día de hoy: la política inmigratoria chilena ha sido invariablemente selectiva. Entrado ya el siglo XIX, tanto la intelectualidad chilena cuanto las autoridades de gobierno sostuvieron un ideario y, consecuentemente con ello, una política inmigratoria definida. Manuel Bulnes, Vicente Pérez Rosales, Ignacio Domeyko y Benjamín Vicuña Mackena sostienen similares opiniones respecto de la necesidad del país de aumentar su población con la venida de extranjeros. El hilo conductor de este ideario estuvo centrado en dos aspectos: la civilización y el progreso y la utopía agraria7. Respecto del primero, se argumentaba en el sentido que el pueblo chileno en general y el indígena en particular, modificarían radicalmente sus deficientes hábitos y costumbres al entrar en contacto con gentes provenientes de la Europa civilizada; al propio tiempo que, la sangre europea mejoraría la conformación racial del chileno. En cuanto al segundo, la "utopía agraria", se sostenía la urgencia que tenía el país de poner en producción (especialmente de trigo) grandes espacios territoriales que se presentaban como verdaderos "desiertos demográficos", donde la ausencia de población era vista como muy nefasta. Más aún, se estimaba que la riqueza de las naciones estaba en directa relación con su potencial demográfico. 6 Hernán Godoy, Estructura Social de Chile, pp. 139-140. Allí se cita el escrito de Manuel de Salas "Representación al Ministerio de Hacienda, hecha por el síndico de ^ste Real Consulado, sobre el estado de (la) agricultura, industria y comercio". Carmen Norambuena, "La inmigración en el pensamiento de la intelectualidad chilena", en Revista Contribuciones, Universidad de Santiago, Santiago, 1995. 230 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador Utopía que, a la postre, siguió siendo una quimera pues en la práctica los nuevos territorios que efectivamente el Estado pudo poner al servicio de la colonización fueron extremadamente reducidos. El primer ensayo colonizador se realizó al amparo de la ley de colonización dictada por el presidente Manuel Bulnes en 1845. Fruto de ello fue la radicación de alemanes en las provincias del sur chileno (Valdivia y Llanquihue). Múltiples dificultades, entre ellas la eterna falta de fondos públicos disponibles para estos efectos, impidieron nuevos trabajos de colonización con extranjeros hasta treinta años después. En la década de los ochenta se instalan en La Araucanía unos 7.000 colonos europeos provenientes, principalmente, de Suiza, Francia y Alema­ nia8 . Esta política, selectiva y reducida en sus resultados, se expresa en las cifras censales que demuestran que la población extranjera en Chile no ha alcanzado nunca el 5% en relación a la población total del país9. En el caso en estudio, históricamente la región designada como Araucanía es la que se extiende entre los ríos Bío-Bío y Toltén. A nuestro parecer en el tema de la colonización de este territorio, es necesario efectuar, al menos dos consideraciones previas. En primer lugar, la prolongada duración del proceso por incorporar los territorios de la Araucanía al gobierno de Santiago fue costoso en vidas humanas y recursos económicos. Los planes se vieron constantemente abortados por la resistencia indígena, la falta de continuidad en la aplicación de ellos debido a la escasez de recursos, como también, la urgencia que el Gobierno tuvo de distraer su atención hacia otros problemas de muchísima mayor urgencia, como lo fue, la Guerra del Pacífico que, a o Se trataba aquí, como lo be expresado en otros trabajos, de evitar los errores del ensayo anterior, es decir, que los inmigrantes de un solo origen se mantuvieran aislados y no se integraran efectivamente con la población chilena. Ver C. Norambuena, ‘Inmigración, agricultura y ciudades intermedias, 1880-1930”, en Cuadernos de Historia, N° 11, Universidad de Chile, Santiago, 1991. A fines del siglo pasado el proyecto colonizador agregaba otro elemento a la política inmigratoria chilena: la conveniencia de traer al país técnicos y obreros especializados que pudieran contribuir con eficacia a los planes de desarrollo industrial y empresarial del país. Fue precisamente la Sociedad de Fomento Fabril la que colaboró con el gobierno en esta tarea. Ver C. Norambuena, (Política y Legislación Inmigratoria en Chile. 1830-1930), en Cuadernos de Humanidades, N°10, Universidad de Santiago, 1990, pp. 24-55. Bajo estas exigencias, entre 1883 y 1899 ingresaron al país 36.640 inmigrantes entre colonos y obreros especializados, técnicos y empresarios. La inmigración en Chile, aún así, continuó siendo numéricamente reducida y extremadamente selectiva. Véase Hernán A. Silva y otros. Inmigración y Estadísticas en el Cono Sur de América, Serie Inmigración, Vol.VI. IPGH-OEA, Montevideo, 1990. 231 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador > fines de los setenta, obligó al Gobierno a sacar las tropas apostadas en Arauco para trasladarlas al norte del país, escenario del conflicto bélico. En segundo lugar, el largo tiempo de vida compartida entre mapuches y chilenos venidos del norte del río Bío-Bío, presentó una difícil situación al Gobierno al momento de imponer sus políticas de ocupación sobre aquel territorio. La Oficina de Colonización que tenía a su cargo la instalación de colonos extranjeros en la Araucanía tenía su sede en la ciudad de Traiguén. Los lotes de terreno, de una extensión de 20, 38, 40 y 60 hectáreas, fueron entregados a cada una de las familias europeas colonizadoras. Específicamente, el contrato aseguraba, por parte del gobierno, cubrir los gastos de transporte para el titular y su familia; entregar una hijuela de 38 hectáreas; dar a la familia habitación, manutención y costos de desembarco gratuitos al arribo y hasta su ubicación definitiva; una pensión de quince pesos mensuales para sustento de la familia por un año; asistencia médica por dos años; entrega de una yunta de bueyes, trescientas tablas, cuarenta y seis kilogramos de clavos y una colección de semillas por valor que no excediera de cinco pesos. Por su parte, el colono declaraba estar enterado de las condiciones que el gobierno de Chile ofrecía, así como de los compromisos que adquiría. Declaraba, además, saber que no se daba ninguna concesión ni subsidio a aquellos inmigrantes que no conocieran las labores del campo. Sin embargo, muchos de ellos debieron abandonar sus predios por desconocimiento, precisamente, de las labores agrícolas10. El proceso mismo de la instalación de los colonos se desarrolló en forma intensiva entre los años 1883 y 1890, tiempo en que se pusieron en práctica siete temporadas de colonización^ mediante las cuales arribaron al país un total de 6.940 inmigrantes. Los extranjeros fueron distribuidos en doce colonias, presentando la siguiente distribución por nacionalidad de origen y relación porcentual: suizos (37,3%), franceses (22,1%), alemanes (15,5%), españoles (6,1%), otras nacionalidades (ingleses, belgas, rusos 18,7 %). Los colonos se dedicaron mayoritariamente a las labores agrícolas, principalmente al cultivo del trigo y también a la extracción de maderas. En 1891, las familias que aún permanecían en sus primitivas 1 hijuelas exhibían la siguiente composición: 10 C. Norambuena, 1991, op. cit., p. 111. 232 Caiinen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modernizado! Colonia Familias Personas Victoria Ercilla Quillén Lautaro Temuco Traiguén Quechereguas Quino Galvarino Nueva Imperial Purén Contulmo 317 115 58 72 38 54 122 169 73 16 20 37 1.517 621 309 349 167 245 597 761 367 65 27 159 TOTAL con " " " " " " " " " " " 5.19411 1.091 " A pesar de los casi 7.000 colonos que finalmente se instalaron en la Araucanía, los saldos no satisficieron las expectativas del Gobierno. Las razones de tan menguados resultados tendrían su explicación en las dificultades que se presentaron allí para establecer la propiedad de la tierra El Estado no ponía en discusión que estas tierras pertenecían al fisco; también los indígenas reclamaban como suyas las tierras que por siglos habían recorrido; mientras los colonos extranjeros a quienes el Estado chileno les había entregado las lonjas de terreno, hacían lo propio y, los chilenos provenientes de la zona central del país que se habían ido, estableciendo en la zona de la frontera araucana reclamaban para sí el derecho de ocupación fundacional. Como lo hemos venido sosteniendo, entre otros motivos que tuvieron que ver con el escaso número de colonos asentados en la región, está la ineficacia económica del sistema, la falta de cumplimiento oportuno del contrato por parte de las autoridades chilenas y la inseguridad en que vivían los colonos, produjeron el desprestigio del país en estas materias, el que incluso fue conocido en Europa, llegando algunos países a prohibir la emigración a este país. También entre los colonos hubo gente que aseguró conocimiento de 11 Amanda Inostroza y otras. Estudios sobre la integración de la Araucanía al territorio nacional (1850-1900), Seminario para optar al Título de Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica, Universidad de Santiago, 1983. 233 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador ' las labores agrícolas y una vez instalados abandonaron el campo dirigiéndose a las ciudades, o, incluso, reemigrando a otro país. La política inmigratoria nacional confiaba que a una primera etapa, respaldada financieramente por el Estado, le sucedería otra^ie carácter espontáneo y masivo. Supuesto que tampoco dio resultado12*. En gran medida, fue la prensa la que se hizo cargo de los debates que se producían en las Cámaras. Del mismo modo canalizó las denuncias tanto de nacionales y extranjeros, como de los indígenas que reclamaban su derecho a la tierra1 . A fines de 1887, un diputado argumentaba acerca del significado e importancia del plan migratorio y de la colonización subrayando la importancia de aumentar la población y del consiguiente "enriquecimiento con elementos de civilización y trabajo". Reconoce también el parlamentario la manera deficiente como se había llevado el servicio "... sin plan fijo y sin ninguna legislación ordenada y congruente" y sin garantías de seguridad para las personas y sus bienes. Concluye su argumentación indicando que lo único que el Estado ofrece es la concesión de tierras, las cuales darían mejores resultados si en vez de concederlas, simplemente, se pusieran en venta. Sobre el particular la prensa de la región desde temprano se opuso a las ventajas que el Estado daba a los extranjeros por sobre las que otorgaba a los chilenos y, más aún, a expensas del país14. Desde otro ángulo, en términos administrativos, el territorio de la Araucanía, a fines del siglo pasado, comprendía las actuales provincias de Malleco y Cautín15. En 1907, la provincia de Malleco, contaba con cuatro departamentos: Angol, Collipulli, Traiguén y Marilúan, siendo las ciudades de los tres primeros nombres las más pobladas y de mayor actividad comercial y educacional16. Más tarde 12 C. Norambuena, "Colonización e inmigración, un problema nacional recurrente. 1882-1894", en Dimensión Histórica de Chile, N“ 8, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago, 1991. En la prensa se realiza una ácida crítica a la colonización y especialmente a la fpmpañías particulares. Ver, por ejemplo, Araucanía Civilizada, Mulchén 1871. Los diarios La Unión, La Patria, La Libertad Electoral, entre 1887 y 1888, son algunos órganos de prensa en que el debate se hace presente. También, ver Carmen Norambuena, "La opinión pública frente a la emigración de chilenos al Neuquén", en ¿Faltan o sobran brazos?. Colección IDEA, N*4, Editorial Universidad de Santiago, Santiago, 1997. Roberto Espinoza, Guía general de las Provincias de Nuble, Concepción, Bío-Bío, A.rauco, Malleco y Cautín, Imprenta Cervantes, Santiago, 1891. El territorio de colonización de Angol fue creado por ley de 1875 el cual, más tarde, en 1887 también por ley pasó a constituir la Provincia de Malleco, capital 234 Carmen Norambuena. La Araucanía y el provéelo modemizador se sumó Victoria, capital del departamento de, Mariluán17*. La . población en esta provincia aumentó vertiginosamente de 2.158 personas en 1875 a 109.775 en 1907, producto de la instalación de colonos nacionales y europeos. El documento censal de 1907 señala que "arrebatado a la barbarie este territorio se ha transformado en un ¿ importante centro agrícola en el que se producen cereales, ganados y maderas, subrayando que a medida que la civilización ha avanzado hacia el sur, la corriente inmigratoria ha ido poblando los territorios nuevamente conquistados..." En la provincia de Cautín, creada el 12 de marzo de 1887, también el crecimiento poblacional es acelerado; la información censal registra 6.446 habitantes en 1875, en tanto que en 1909 la población ascendía a 139.553, sin contar por cierto a la población indígena. El mismo texto nos entrega el discurso oficial respecto de la población autóctona: "Hasta 1881, el territorio de Cautín, poblado por tribus bárbaras, estuvo cerrado a la civilización, pero un cuarto de siglo ha bastado para transformar aquella selva, inaccesible^ sombría en una de las provincias más ricas y productivas del país ..." La provincia se dividía administrativamente en tres departamentos, Teínuco, Llaima e Imperial, con la ciudad de Temuco como capital19 /En 1890, la ciudad se encontraba en vísperas de incorporarse a la red de ferrocarril que uniría Santiago con Puerto Montt. Este fue el escenario, en el que se puso en acción el segundo plan de colonización nacional20. La urbanización del territorio Tanto la distribución de la población como el emplazamiento de ciudades, presenta en la segunda mitad del siglo XIX características peculiares. Por una parte, el contingente poblacional se concentra en la zona central del país, entre las provincias de Coquimbo y Concepción. Angol. Censo de la República de Chile, levantado el 28 de noviembre de 1907, Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1908, pp. 1015-1017. Angol había sido fundada por Pedro de Valdivia en 1552 y la llamó Ciudad de (Los) Confines. Luego fue abandonada y repoblada en 1558 por García Hurtado de Mendoza, quien le dio el nombre de Los Infantes de Angol. Su última fundación data de 1862. Collipulli fue fundada por el general Comelio Saavedra en 1867; y Traiguén que comenzó siendo un fuerte, se empezó a poblar a partir de 1887. J Censo 1907 op. cit. pp.1071-1073. ’ Temuco fue fundada en 1880 por don Manuel Recabarren, Ministro del Interior de ^se tiempo. El primero lo había llevado a cabo Vicente Pérez Rosales en nombre del Gobierno al instalar chilenas alemanes en la zona de Valdivia y LLanquihue a partir de 1848. 235 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador * .Dos ciudades reúnen el 25 % de la población y el resto se agrupa en 'centros de menos de 20.000 mil habitantes. Las ciudades se distribuyen en forma longitudinal a lo largo del país, con el consiguiente aislamiento de los villorios cordilleranos y costeros a excepción de algunos puertos de salida de la producción minera o agrícola del interior. A diferencia de éste, el sistema que se configuró en la - Araucanía se caracterizó por la distribución homogénea y equilibrada de los pueblos y ciudades a lo largo y ancho del territorio, "formando jerarquías regionales y subr^gionales que desde temprano otorgan un gran dinamismo a la región"2 . De las ciudades fundadas durante el avance militar de la ocupación de la Araucanía, Temuco, Nueva Imperial, Galvarino, Curacautín, Carahue, Pillanlelbun, Lautaro, Traiguén, entre otras, la mayoría logró empinarse, rápidamente, por sobre los 5.000 habitantes. Esto concuerda con el ritmo general de urbanización del país en el último cuarto del siglo XIX, cuya característica fue la tendencia de la población a concentrarse en núcleos urbanos entre 5.000 y 10.000 habitantes. En este proceso las ciudades fronterizas de Traiguén, Temuco y Victoria, ingresan a este grupo . Las primeras décadas del siglo XX muestran un aumento del proceso de urbanización destacándose en esta zona aquellas que sobrepasan los 10.000 habitantes, como es el caso de Temuco y Angol, las mismas que en las décadas siguientes nuclearán dos interesantes polos de desarrollo regional. Uno de los testimonios más significativos del dinamismo que se observa en los mayores centros urbanos de la zona, es el que entrega un ingeniero belga contratado por el gobierno chileno para dirigir las obras de construcción del tramo del ferrocarril que cruzaría los territorios de la Araucanía21 *23. Refiriéndose a la ciudad de Victoria, fundada en 1882 como fuerte militar, destacaba como en poco tiempo se había convertido en un conglomerado de importancia. En forma especial observa que inmigrantes alemanes de Valdivia habían venido desde el sur a establecer negocios de molinería y cervecería. Del mismo modo como los propietarios chilenos que habían adquirido en venta pública terrenos del Estado, explotaban las selvas, estableciendo 21 C. Norambuena "Inmigración, agricultura y ciudades intermedias", en Cuadernos de Historia N°llt Universidad de Chile, Santiago, 1991. pp.l 16-117. 23 Ib’d- Oustave Vemiory, Diez años en la Araucanía 1889-1899, Universidad de Chile, Santiago, 1975. pp. 89-90. 236 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador numerosos aserraderos. Muchos colonos europeos desmontaban sus tierras, la agricultura se desarrollaba y en poco tiempo Victoria, centro de esa actividad, adquiría aspecto de ciudad. “La población es cosmopolita, se oye hablar en español, francés, alemán, inglés, italiano, irlandés, ruso, todas las lenguas imaginables". Otro tanto dedica el ingeniero Verniory, en su diario de vida, al rápido crecimiento de la ciudad de Temuco, la cual a su juicio superaba en dinamismo a Victoria y pasaba, con sus 15.000 habitantes en 1895, a convertirse en el principal centro urbano de la región. "... Si todavía no existen tiendas de lujo, hay muchas casas comerciales donde se puede encontrar todo lo que se desee. Las calles tienen cierta animación, transitan numerosos indios del interior que traen sus productos (animales, lana, pieles) y que hacen sus compras. También hay bodegas que disponen . de grandes capitales para la compra de trigo y corteza de lingue". \ "La industria se ha instalado en la periferia. Hay molinos de trigo, curtiembres, cervece­ rías, destilerías, una fábrica de agua gaseosa. Cerca de la estación (del ferrocarril) está la más importóte usina de elaboración de maderas...." . El crecimiento de las ciudades fronterizas es vertiginoso. La labor de las Intendencias de Malleco y Cautín como también la de las Municipalidades, es sobrepasada por las peticiones ciudadanas: salud, educación pública, policía, alumbrado particular y público, obras públicas, calles y vías férreas, en fin, toda la infraestructura necesaria para sacar de la región la producción triguera, maderera y ganadera. Al mismo tiempo, se va configurando un sistema jerárquico entre los diversos centros pobladas, en el cual los más pequeños van siendo tributarios de los mayores2 . , ** Verniory, op. cit. pp. 397-398. C. Norambuena, 1991, op. cit. p.123. 237 Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador Perspectivas de la economía nacional El punto de arranque de la modernización de la economía I nacional hay que buscarlo, según los especialistas, en el proceso al que ' engancha el país siguiendo la ruta de países como los Estados Unidos, Australia o Nueva Zelandia que aun cuando disponían de un enorme i potencial en recursos naturales impulsaron un desarrollo económico basado en el sector industrial26. La incorporación de Chile a las redes (del comercio internacional le permitió en un plazo relativamente corto gozar de las bonanzas de un comercio exterior muy favorable. Desde ’d término de la Guerra del Pacífico hasta el preludio de la Primera Guerra Mundial, los ingresos del Estado le permitieron iniciar un desenvolvimiento del aparato estatal, lo que se tradujo en un auge extraordinario de las obras públicas pero, fundamentalmente, el surgimiento de una clase media fuerte base y actor principal de muchas de las transformaciones sociales que el país presenciará en las primeras décadas del siguiente siglo. Como corolario del crecimiento del sector exportador y del aparataje estatal vino el desarrollo de las industrias, preámbulo de la gran industrialización de los años treinta del este siglo. Como muestra de este rápido crecimiento se señala el aumento de las patentes que de 81 en 1850 pasaron a 193 en los 80, 505 en los 90 y 904 en la primera década del siglo XX2 . Este panorama de crecimiento industrial permite a los expertos calificar el período como una fase económica de "sustitución de importaciones". 1c El estudio ya clásico de historia económica de Marino- señala para 1882, exportaciones por la suma de $ 70.278.347 compuesta en la mitad por valores provenientes del salitre y yodo, un tercio por minerales y el resto por ingresos provenientes de la agricultura y de la industria. En tanto que las importaciones alcanzaron en el mismo año a $ 50.434,331. siendo la renta producida al Fisco por este comercio de $24.018,525 . Oscar Muñoz Gomá, Los inesperados caminos de la modernización económica. £olección IDEA Editorial Universidad de Santiago, Santiago, 1995, pp. 12-13. Ibidem. Muñoz Gomá señala -en el artículo de la referencia- que Kirsch en 1977 estimó econométricamente, sobre la base de series de importaciones, que la producción industrial chilena habría crecido en 2,1% por año entre 1880 y 1910, ^nque a ritmos desiguales según los ciclos económicos. I Daniel Martner Historia de Chile.Historia Económica. Gráficos Balcells. I Santiago, 1929.Tomo I,pp.372 y 373. 238 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador REGIÓN DE LA ARAUCANÍA 1885-1907 Población activa urbana por actividades económicas Actividades Económicas Administración Comercio Industrias Profesiones Liberales Servicio Doméstico Otras actividades Totales 1885 1895 1907 1.056 1.066 3.950 51 2.629 10.734 19.486 1.895 2.949 7.322 318 3.994 13.447 29.925 2.967 3.298 12.981 483 3.390 6.315 29.434 FUENTE: G. Bravo, op. cit., p. 211. Elaborado sobre la base de los Censos de Población de la República de 1885,1895 y 1907. Las cifras arrojan un aumento de 11,1 % el cual pudiera parecer poco significativo, pero, si se considera que en términos absolutos, la población económicamente activa global de la Araucanía se mantuvo en los mismos niveles, como se observa en el cuadro anterior. El gráfico expresa, desde nuestra mirada, el crecimiento evidente de ocupaciones ligadas al sector industrial seguido por el de las actividades de administración y las del comercio, distinguiéndose claramente, según G. Bravo, un segmento de servicios y otro productivo. Las ciudades fronterizas, como lo hemos venido sosteniendo en diversos trabajos, emergen como una necesidad de servicio, para las actividades agrícola-ganaderas que comienzan a realizarse en gran escala, luego de la ocupación efectiva de la región. La función del comercio que se presenta como prioritaria en el reclutamiento de mano de obra, da ^aso sucesivamente a otro^ requerimientos tipo administrativo33*, judicial, salud y cultural3 , sector privado37, entre Esto para atender los diversos servicios del Estado, como las oficinas de las Intendencias de Malleco y Cautín, de las Municipalidades regionales, los Juzgados de Letras, la Tesorería Fiscal, las dependencia de Correos y Telégrafos, el Registro Civil etc. En 1885, el número total de empleados fiscales del Territorio de Colonización de ^ngol llegaba a 106 personas, pasando a 214 en 1907. Espinoza, Januario. Guía Informativa de las Provincias de Chile. Santiago, 1891. Sólo a título informativo se puede señalar que, en 1889, en la provincia de Malleco. 241 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador otros, que junto al grupo asociado al desarrollo industrial, van dando a la ciudad el dinamismo propio de su crecimiento. A lo anterior se suma una necesidad cada vez mayor de profesionales en diversas áreas. REGIÓN DE LA ARAUCANÍA 1885-1907 Ejercicio de las Profesiones Liberales Profesiones Liberales Abogados Arquitectos Dentistas Ingenieros y Agrimensores Médicos y Cirujanos Periodistas Profesores y Preceptores 1885 7 1 • 20 11 1 51 1895 31 10 7 48 TI 6 136 1907 46 20 22 48 32 20 276 FUENTE: G. Bravo, ob. cit, p. 213. Elaboración sobre la base de los Censos de Población de la República de 1885,1895 y 1907. En cuanto al sector industrial, la mano de obra empleada va creciendo en forma espectacular. Considerando las dos provincias correspondientes a la Araucanía, en cifras absolutas,de 3.950 obreros en actividad en 1885, según la información censal sube a 7.322 en 1895 y a 12.981 en 1907. El ferrocarril como instrumento de progreso El gran paso en el progreso material de la región estuvo dado por el establecimiento de vías de comunicación -ferrocarril y telégrafode norte a sur de la Araucanía. En 1873, el tendido del ferrocarril se extendió desde San Rosendo a Angol, y otra línea transversal unió Santa Fe con Los Angeles, a lo anterior se unió el telégrafo y el correo funcionaron 19 escuelas sostenidas por el Estado y 10 privadas, con una matrícula ^tal de 2.656 alumnos. El censo de población de 1885 registró, en el Territorio de Colonización de Angol, un total de 422 empleados particulares. Luego, las cifras censales de 1895, dan cuenta de un total de 1.205 empleados, para las provincias de Malleco y Cautín. Para ambas provincias, el número de personas que trabajaban en calidad de empleados particulares llegó a 1.862, según lo anota la encuesta censal de 1907. Censo de 1885,1895 y 1907. 242 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador lo que permitió una conexión expedita con las ciudades inmediatas del centro y con Santiago, la capital/ . Posteriormente, se continuó la línea central desde Renaico hasta Victoria, más la prolongación AngolTraiguéru la que ñie inaugurada con un servicio diario entre las dos ciudades38 39. El reemplazo de las carretas tiradas por bueyes por el transporte de riel produjo una verdadera revolución en el mundo agrícola. Del mismo modo, que la tarea misma de construcción de las vías demandó gran cantidad de brazos los cuales no siempre estaban disponibles para tales efectos, debido a que por tradición la masa flotante de trabajadores se desempeñaba en la agricultura en trabajos estacionales. En los diarios se puede constatar que en 1888 estas faenas reunían a más de 1.000 trabajadores, más un contingente militar de 500 hombres que colabor^ principalmente en el levantamiento del viaducto sobre el río Malleco40. Al iniciar el trayecto Collipulli-Victoria las obras debieron desmontar selva virgen por lo que el siguiente tramo * Victoria-Temuco sólo fue inaugurado los primeros días de 1893. La Araucanía cambiaba radicalmente y, en forma real esos territorios se incorporaban a la vida nacional. Del mismo modo la dinámica poblacional entre indígenas, colonos europeos y nacionales provenientes del centro del país iniciaban una etapa de encuentros y desencuentros que se extendería al siglo XX. En 1898 la línea férrea cruzó toda la Araucanía siguiendo su curso hacia Valdivia concluyéndose la etapa en 1907. La construcción de los tendidos y el inicio de nuevos recorridos produjeron una demanda de brazos, como asimismo, de madera para durmientes y carbón para las locomotoras. 38 La prensa daba cuenta que solamente en un mes habían salido hacia el puerto de Talcahuano vía férrea 71.239 sacos de trigo, cuyos productores eran en su totalidad de origen extranjero (J. Bunster, Soffia, G. W. Mackay, M. Hoopel, B. Mathieu, Tomás Smith, Galan Hnos, Van Hnos y R. Beheins). B "Independiente" de Santiago, 6 de abril de 1886. E "Mercurio” de Valparaíso, 17 de enero de 1889. E "Independiente" de Santiago, 3 de mayo de 1888. Las obras Collipulli-Victoria se iniciaron en febrero de 1888, teniendo a la primera como punta de rieles, a 589 km. de Santiago, donde los ingenieros debieron montar el viaducto sobre el río Malleco. E puente fue encargado a la empresa francesa Schneider y Cía., Le Creusot. Con 347 m de largo y 100 (103) de altura. La inauguración de esta magna obra se realizó con la presencia del presidente de la República José Manuel Balmaceda, el 26 de octubre de 1890. Ver lan Thomson y Dietrich Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile. Coleción Sociedad y Cultura Centro de Investigaciones D. Barros Arana, Biblioteca Nacional, Santiago, 1997, pp. 78-79. 243 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador El movimiento de personas y de mercaderías fiie en aumento año a año. Asociado a lo anterior la disminución en el costo de los transportes benefició a todo el sistema de circulación. Así fue posible sacar el trigo de la zona al puerto de Talcahuano y, más tarde también a los puertos valdivianos, desde donde seguía rumbo al norte del país y también hacia los mercados americanos y europeos. La explotación de la madera obligó a multiplicar los ramales cordilleranos,^^sí como la explotación triguera impulsó los tendidos hacia la costa* 42*/ Se perfila así un desarrollo perfectamente vertebrado de comunicaciones que se corresponderá con el diseño de ciudades de corte exagonal, pieza clave del desarrollo económico y social de la región. Dado este panorama, no resulta difícil insertar en este escenario la actividad periodística, cuya calificada opinión enuncia, a la vez que anima, el debate acarea de la forma como la Araucanía, zona de frontera, enfrenta los problemas que impone la modernización; región del país que, como pionera, debió vivir en forma mucho más acelerada que otras la incorporación del país a la economía- mundo. El cuarto poder. La prensa escrita en la Araucanfo En nuestra opinión el papel que juega la prensa en el proceso , modemizador al que se incorpora la Araucanía es mucho mayor que el que aparentemente se le podría atribuir. Llama la atención cómo en esta región, pueden, en el lapso de menos de veinte años (hasta 1900), haba- visto la luz pública un centenar de diarios. Tal fue el embrujo que provocó "La Frontera", como le llamaba el hombre común, que llevó, junto a los colonos nacionales y extranjeros, a pequeños empresarios y hombres de letras a desarrollar esta increíble empresa periodística. Sin embargo, ésto no era totalmente inédito en el país. El Código Civil de 1855, ya señalaba en su articulado la obligatoriedad A comienzos del siglo XX la red transversal se completa con los ramales Santa FeLos Angeles-Santa Bárbara; Coigüe-Mulchén; Coigüe-Nacimiento; Los SaucesPurén-Capitán Pastenes; Traiguén-Victoria; Quino-Galvarino; Victoria-Curacautín; Cajón-Chcrquenco; Temuco-Carahue; Freire-Cunco; Freire-Toltén; LoncocheVillarrica. La lectura de la novela de Jefrey Archer El Cuarto Poder. Barcelona, 1997, nos ha motivado a subtitular así este apartado, pues en gran medida estimamos que el progreso de la región debió mucho a la actividad desarrollada por los medios de comunicación, animadores de todo el proceso de modernización. 244 Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador de anunciar a través del periódico oficial algunas veces, y la mayoría, 1 en la prensa departamental la información relativa a los casos civiles que debían ser de público conocimiento44. Esto significa, además de la notoria influencia de Andrés Bello, el alcance de una cultura nacional común que utiliza la prensa como vaso comunicante de las políticas nacionales y de las aspiraciones regionales, en suma, expresión fundada de la opinión pública. A pesar de las constantes denuncias que en provincia faltaba el hábito de lectura y que la indiferencia frente a esta clase de empresas es casi generalizada, ya en 1866, un diario de Los Angeles expresaba en su prospecto:"Una provincia, en verdad como la de Arauco, no puede dejar de tener una imprenta, sin hacerse una agravio asimisma, y esta sola consideración nos ha arrastrado a atropellar todos los obstáculos. Hablan también en nuestro apoyo los intereses y sucesos que se desarrollan en esta parte del territorio chileno (se refiere a las campañas militares en la Araucanía), la lucha exterior en que nos hallamos empeñados (la guerra con España) y, sobre todo, la emulación que nos debe producir el ejemplo de otros pueblos de igual o menor jerarquía que el nuestro, que cuentan con su órgano respectivo. ¿Por qué, pues, Los Angeles, capital de la provincia, no ha de tena- también el suyo?. ¿Por qué ha de quedarse atrás en esta liza generosa de la ilustración en que los pueblos entran a porfía? Mengua seria no enrolarse en este movimiento que . nos lleva a todos a buen fin"4 . En otra ciudad ubicada en las márgenes del Territorio de Arauco, Angol, el prospecto del Eco del Sur, ponía énfasis en este asunto que difícilmente se encuentra en todo el país una población, por pequeña que sea, donde no haya un periódico que sirva para hacer llegar a las altas autoridades "... las necesidades locales de todo género; ya para que sirva de gimnasio intelectual, para aquellos de sus hijos que se dedican al estudio de las bellas letras ...; o ya, en suma , para que las artes, la industria y el comercio encuentren ancho campo dónde emprender su rápido y provechoso vuelo ...". Particularmente para Angol, afirma este diario, disponer de un órgano de prensa es fundamental, puesto que desde allí 44 Ejemplo del primero es Mla presunción de muerte por desaparecimiento". Código Civil de la República de Chile. Imprenta Nacional. Santiago, 1889, p. 28, art. 81, inc.2. Otros, como en casos de interdicción, se decía expresamente "Los decretos de interdicción provisoria i definitiva deberán inscribirse en el Registro del Conservador, y notificarse al público por un periódico del departamento, si le hubiere, i por carteles, que se fijarán en tres, a lo menos, de los parajes más frecuentados del apartamento”. Código Civil, op.cit. art. 447. El Meteoro. Los Angeles, agosto 1866. 245 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador se realizan las operaciones para entrar y "plantar la bandera del progreso e ilustración en el suelo cuna del altivo e indómito araucano". En suma, expresa la redacción, que una buena publicación en las provincias desempeña cj papel de intermediario entre las autoridades y los pueblos gobernados46. A nuestro juicio el papel de la prensa como formador de opinión pública, en esta región, supera la tarea de informar, transformándose en el mejor instrumento de educación refleja. A través de su contenido es posible aprender a leer, difundir las garantías de los negocios, llegar a los electores, analizar los problemas locales, estar al día en el acontecer nacional y, por último, conocer los esfuerzos por mantener en circulación estos periódicos. Orientaciones fundacionales de la prensa escrita Para conocer la orientación fundacional de los medios revisamos los prospectos del primer ejemplar de la mayor parte de los diarios que circularon en la región, aunque estos indicaban que no eran nada más que declaraciones de principios y programas de materias, en la práctica superaron con creces las primeras intenciones. Así, pudimos rescatar motivaciones de variada índole, problemas de carácter regional y preocupaciones de carácter nacional, todas de gran relevancia al momento de constatar la incorporación de la Araucanía al proyecto modemizador en marcha. Efectivamente, la mayor parte de los diarios se inicia con una declaración de principios, intenciones, objetivos, destacando los asuntos que a su criterio son urgentes de abordar. Así, El Meteoro, de Los Angeles, en su primer ejemplar hace un ferviente llamado "al patriotismo de los fronterizos", para que trabajen unidos en pos del progreso moral y material de sus pueblos y localidades. Expresamente se dice que los puentes, los caminos, la agricultura, el comercio, el territorio araucano, deben ser los temas que conciten la atención de todos47. Del mismo modo, en la ciudad de Temuco, a los pocos años de su fundación, varias iniciativas periodísticas luchaban por transformarse en servidores de la región. Se reconocía en toda la provincia de Cautín el gran desarrollo de la agricultura, el comercio y la industria. La vertiginosa actividad derivada de estos sectores ** El Eco del Sur. Angol, enero de 1883. El Meteoro. Los Angeles 01.08.1866. 246 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador favorecía la existencia de numerosa prensa. Esta, además de instar a los habitantes de la región a sacar provecho personal y colectivo de las riquezas que precia la Araucanía, adicionaba la misión de moralizar a la ciudadanía48. "Aniquilación de los indígenas", epígrafes como este llenan la prensa fronteriza denunciando los todavía frecuentes roces entre indígenas y huincas. Esta constatación nos lleva a sostener con más fuerza la idea de persistencia de una vida fronteriza, en que el mapuche lucha por la mantención de sus espacios. Desde Collipulli se da cuenta en la Araucanía Civilizada, en octubre de 1871, de enfrentamientos entre un piquete, de 20 hombres a caballo, del regimiento de cazadores, con un grupo de indios y algunos ladrones que se acercaban a malón. Al ser sorprendidos en la oscuridad, fueron arrasados quedando en el campo 11 indios muertos y ocho caballos. Ejemplos como éstos nos permiten constatar la marginación paulatina del mapuche de la vida regional. La política en la prensa regional. En la década de los noventa del pasado siglo, estando aún abiertas las heridas de la confrontación fratricida, la prensa regional no puede substraerse .al debate que avivan los partidos políticos, intentando, al menos en la declaración de principios, la mejor y más veraz orientación49. Así la crisis que vive el liberalismo criollo se ve reflejada en las páginas de El progresista de Los Angeles. Este denuncia que ya en 1886 se observaba en el partido liberal los síntomas de la división y las diferencias entre el parlamento y el Ejecutivo que culminaron en el movimiento revolucionario de 1891. Concluidos los enfrentamientos -señala El progresista- los odios clericales han debido naturalmente cebarse en los caídos sin otra norma que la extinción del liberalismo, que reputan secta de impiedad, además de una preponderancia en los negocios y en la política. Dado este panorama nacional, desde la provincia los diarios de inspiración liberal reitaran su compromiso con las bases doctrinarias de ese parado que ajuicio de los analistas del periódico, son los intereses del país50. 48 La Igualdad, Temuco, marzo de 1892. Ibidem. La Libertad se declara independiente. Su dueño es un particular (H.Muñoz gróstegui). El Progresista de Los Angeles. 16 de noviembre de 1892. 247 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador La prensa conservadora, a través de todos sus órganos de 1 difusión regional, privilegia su carácter evangelizador, poniendo especial empeño en la formación que las familias católicas debían dar a sus hijos en el seno del hogar.En tanto que para los radicales, con su permanente slogan "la unión hace la fuerza", refuerzan constantemente el cultivo de valores en los sectores populares. Anhelamos, decían, la perfección moral, social y política del pueblo, como uno de los más bellos ideales que nos legaran los fundadores del radicalismo. Así, por ejemplo, en La Razón de Temuco, de abril de 1895, se lee su siempre oposición al catolicismo con escritos sarcásticos titulando una portada "Entre ayunos, rezos y lloriqueos pasó la Semana Santa". La prensa que se declara independiente, expresa que lleva como emblema o divisa de su existencia Libertad, Progreso y Trabajo, que no se abanderiza con ningún partido político, pues su inquebrantable propósito siempre será fomentar las libertades públicas e individuales. Prensa obrera Las Sociedades de Socorros Mutuos y de Beneficencia que tan importante papel desempeñaron en Chile durante el siglo XIX y la primera mitad del presente, también concurren al desarrollo de la prensa regional y, a través de ella, al desarrollo de las organizaciones populares. En la ya mencionada ciudad de Los Angeles la prensa observa el crecimiento de la ciudad, del comercio y de la industria, dando pie para que se escriba profusamente acerca del progreso material. Pero en las mismas páginas, como se lee en El Franklin, se denuncia que a ese bienestar no ha seguido en igual grado un progreso intelectual. Ese vacío es el que pretende llenar este periódico. "Más hoy, dice El Franklin, del seno de la clase obrera se levanta un nuevo y vigoroso impulso destinado a ilustrarse y a ilustrar; es día, -la clase trabajadora- la que dando ejemplo de abnegación y patriotismo, llama a sus consocios al cultivo de las facultades intelectuales, fuente única y perenne de todo lo grandioso y sublime de que es capaz el alma humana. En pos de este nuevo impulso vendrán otros, tales como la creación de escuelas nocturnas para adultos, conferencias sobre moral, higiene, derecho público etc. que aumentarán más el caudal de vuestros conocimientos..." . 51 El Franklin de Los Angeles, 15 de enero de 1889. 248 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador La prensa satírica Una novedad que hemos detectado, en la prensa generada en la Araucanía, es la satírica. Son varios los periódicos que contienen caricaturas y textos satíricos. La mayoría de ellos se definen como independientes, pero dejan en claro que están destinados a "fustigar a los calumniadores de oficio". Entre ellos, La Huasca, El Veneno, de Traiguén o El Chicote, de Angol. Sus venenosas plumas están dirigidas preferentemente a los "aprovechadores" y también a la controversia político-partidista. El lenguaje, sin ser grosero, es fuerte. Las metáforas arrecian sin compasión sobre el contrario. Reproducimos fragmentos de uno de esos comentarios: "El asqueroso perro dogo sigue ladrando. Cumple la misión que trajo al mundo al abortarlo su madre. Hay seres predestinados y. perro dogo es uno de ellos. Tiene la predestinación de los aullidos. Y aúlla y ladra con entera conciencia de su yo ... Me han llamado perrito, he mamado leche aunque de perra a fuerza de tanto llorar ... o ladrar, ergo viviré siempre aullando para no perder la teta. Y ahí tenéis a perro dogo que grandecito ya, con pera y bigote aúfia y ladra para así aferrarse mejor a la teta de... don Agustín Edwards" . La prensa frente a los indígenas No se podría asegurar que la prensa tiene una sola posición frente a las relaciones entre chilenos e indígenas. En algunos casos, al referirse a los rasgos particulares del pueblo chileno se recurre a la herencia libertaria del "indómito pueblo araucano". Otros medios, a través de sus páginas, delimitan claramente la frontera entre la civilización y la barbarie representada por el pueblo araucano. Y algunos como La Voz Libre de Temuco, emplaza a las autoridades a imponer y respetar, a todos los pobladores, las mismas leyes que rigen al país en el territorio de Arauco. Esta argumentación la realiza en base a las múltiples trasgresiones que las propias autoridades hacen de las leyes dictadas exclusivamente para proteger al indígena de los abusos que, especialmente, se producen en los litigios relativos a la propiedad de la tiara. La Huasca de Traiguén, 8 de noviembre de 1890.No sabemos a qué personaje corresponde el apelativo de perro dogo, pero imaginamos corresponde a una figura pública local. «A 249 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador Así, por ejemplo, se pregunta el editorialista de La Voz Ubre ¿qué atribuciones da la ley a "la comisión de ingenieros" para resolver en su carácter de tribunal de términos los juicios posesorios o de dominio? Ninguna, responde. ¿Por qué entonces, la expresada comisión puede inmiscuirse en las atribuciones del poder judicial para, no solo amparar la posesión sino también declarar el dominio que pudieran tener los litigantes en sus terrenos? Esto no se concibe y sólo es posible en el juzgado de Temuco. En diversos juicios ventilados en Lebu, Arauco, Cañete, Imperial y Angol, señala enfáticamente un editorialista, jamás se ha puesto cortapisas a los indígenas que han ejercido algunas de las acciones indicadas. Por qué entonces, concluye, los indígenas de Temuco no tienen los mismos derechos que los del resto de la Araucanía? Más aún en el mismo diario se reconoce que hay "indígenas españolizados" que saben leer y escribir; que conocen, lo bueno y lo malo; que son mayores de edad; que se encuentran en pleno uso de sus facultades intelectuales, y que no se ha librado en su contra ningún juicio en que se declare su interdicción. "¿Por qué entonces no pueden éstos gozar de las garantías que el art. 12 de nuestra Carta Fundamental asegura a todos los habitantes de la república? ¿No es éste un ataque a la libertad privar al hombre de ejercer sus derechos y disponer la arbitrio de su voluntad? Hacer morir civilmente a un individuo privándolo de los^preciosos bienes de la libertad no es otra cosa que un egoísmo cruel"5 . Con columnas como ésta, La Voz Ubre llena sus páginas con denuncias múltiples de abusos en contra de la población indígena, particularmente, los derivados de la justicia que se les aplica. El discurso con el clásico dilema de la civilización y la barbarie queda de manifiesto en la prensa de la ciudad de Los Angeles. Así El Laja aseguraba en 1871 que la provincia de Arauco se había visto perjudicada, en su progreso material y moral en la seguridad de vidas y propiedades, por su condición de "frontera de la barbarie araucana". Los habitantes de esta zona, se dice, durante siglos han vivido manejando con una mano el arado y con la otra el fusil. Este periódico de carácter independiente, cercano a la corriente liberal, subrayaba la siguiente sentencia: "Chile tenía, tiene aún, una importante misión que llenar; reducir a la Araucanía e incorporarla a la república, uniendo así su territorio cortado y haciendo desaparecer de su suelo la barbarie" ... "Felizmente la reducción de la Araucanía ha avanzado tanto durante este decenio (1870), que es lícito abrigar 53 La Voz Libre de Temuco, 6 de octubre de 1888. 250 • ♦ Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador esperanzas de que no pasará muchos años sin que ese extenso y ¡ hermoso territorio, en que todavía reina el estado salvaje, se vea I realmente incorporado al resto de la nación chilena, ejerciendo allí ( nuestras leyes y civilización su benéfica influencia"’ . El papel de la prensa lo calificamos como imprescindible, al ) momento de examinar los acontecimientos que culminan con la / ocupación de los últimos reductos araucanos (Villarrica, 1883) y todo j el proceso que posteriormente se desarrolla en la región de la / Araucanía. Desde la organización administrativa, la policía, la/ administración de la justicia, la instrucción pública, principalmente el establecimiento de escuelas primarias, el ferrocarril, las comunicaciones, el comercio y la agricultura, sin dejar de lado, por ciato, la política, pues, según la misma prensa, esta es fundamental a la hora de tratar los problemas particulares de una ciudad o región. Noticias misceláneas I " L : No cabe duda que para el conocimiento de la vida cotidiana de la frontera araucana, la prensa constituye una fuente de primera mano, r Tanto el desarrollo del gobierno regional como las preocupaciones ' cotidianas de los pobladores de los pueblos y ciudades, como de los colonos y campesinos, quedan de manifiesto en páginas que dan cuenta de las redes y relaciones que surgen en el contacto de formas de vida de pueblos diferentes. Las divasas manifestaciones de religiosidad popular quedan allí al alcance del investigador en las interesantes descripciones que los diarios hacen de ellas. Por otra parte, se llama la atención acerca del mal estado de las calles de la ciudad, debido especialmente a las frecuentes lluvias. Del mismo modo, se pide la atención de las autoridades municipales sobre el aseo y en general de la salubridad pública. También los efectos que produce la instalación de industrias que muchas veces no guardan respeto a los vecinos provocando ruidos y malos olores. Los diarios completan sus páginas con notas curiosas: la administración del correo, los listados de cartas sobrantes, los ascensos militares. El registro civil da cuenta numérica y social de matrimonios y también de las defunciones; la sequía o los aguaceros, son siempre ' motivo de las quejas de los agricultores. En enero de 1889, la salud de su Santidad León XIII da lugar a inquietudes; las epidemias en los países sudamericanos preocupan a la opinión pública. Las novedades 54 El Laja de Los Angeles, 29 de abril de 1871. 251 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador que el tráfico de pasajeros y mercancías trae la navegación a vapor. Las precauciones frente a la marcada tendencia a los juegos de azar etc. etc/ Otro punto interesante de sacar a luz, son los costos que implican la mantención de un diario, como también el de los precios de su venta al público. Indudablemente la vida de cada empresa editora estaba en directa relación con la cantidad de ejemplares que pudieran ser vendidos. De allí que los editores ponen mucho esfuerzo en las suscripciones y en el avisaje que conforman el grueso de sus ingresos. Esta es la razón por la cual muchos de esto periódicos tuvieron tan corta vida. Una muestra de ellos es lo indicado en El Meteoro, periódico de circulación semanal, a cincuenta centavos mensuales la suscripción. En tanto que los comunicados se cobraban a cuatro pesos por columna. Los avisos de cuatro o menos Eneas, cincuenta centavos por la primera inserción y diez por cada una de las siguientes. Los de más extensión pagaban proporcionalmente, es decir, d doble o el triple según el número de Eneas5 . Por último, llama la atención los contactos que la prensa escrita mantiene con la santiaguina y la del país vecino. Los diarios regionales reproducían las principales noticias de la capital y también algunas procedentes de la República Argentina, tanto del Neuquén como de Buenos Aires. Los contactos permanentes entre chilenos y argentinos en las contiguas regiones de la Araucanía y el Neuquén, a través de la constante migración de chilenos a ese territorio, como asimismo a través del comercio que desde temprano se estableció entre ambos lados de la cordillera5 . Tema recurrente fue el del contrabando de animales, motivado por el impuesto al ganado que estuvo sujeto a diversas controversias apocándose y suspendiéndose en diversas ocasiones entre 1890 y 1950. El mismo Meteoro entrega un listado de precios corrientes que pueden servir como punto de comparación con los valores de los periódicos. Harina flor en sacos 2 pesos 15 centavos, harina flor sin sacos 2 pesos; fanega de fréjoles 3 pesos, fanega de arvejas 2 pesos 50 centavos. Vino 75 centavos la arroba, aguardiente, según el grado de 1 hasta 4 pesos la arroba. Bueyes de servicio 18 pesos, bueyes de matanza 25, y^cas paridas 14, cameros 1 peso 75 centavos, ovejas 1 peso 25 centavos. Carmen Norambuena "La chilenización del Neuquén", en Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. J.Pinto (editor). Ediciones Universidad de la Frontera. Temuco, 1996. 252 Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador Palabras finales Hecho el análisis de los diferentes factores que a nuestro juicio concurren en la aplicación del proyecto modemizador en la región de la Araucanía, podemos concluir en que si hubo éxito, este fue relativo. Pues, como lo indican las cifras, una vez puestos en producción los territorios, prontamente su contribución a la economía nacional fue evidente. Por su parte, el plan de colonización llevado a cabo en la zona no respondió a las expectativas que el gobierno se había propuesto, logrando escaso número de colonos efectivamente dedicados a las labores del campo, no obstante la eficacia de su labor en el campo productivo y el evidente adelanto de la región. Por último, calificamos el proyecto regional como relativo en el sentido que tanto araucanos como varios cientos de chilenos perdieron la posibilidad de acceso a la tierra. Los primeros fueron reducidos a menos cantidad de territorio, no siempre los más. productivos y, los nacionales, compelidos a abandonar su país rumbo al territorio fronterizo de Neuquén en busca de mejores días. Periódicos que circularon en la Araucanía, 1860-1900 Temuco 1. La Igualdad. Periódico independiente, calificado como órgano de los intereses de la provincia y de los derechos del pueblo (20.3.1892-1893). 2. La Ilustración. Periódico independiente, literario i comercial (14.10.1894 - 1895). Independiente asociado al radicalismo 3. La Justicia. Organo del Partido Conservador (1.11.1896-1898). 4. La Libertad Periódico asociado al Partido Liberal (26.2.1896). 5. La Luz. Periódico Católico (9.6.1895). Periódico conservador. 6. El Obrero (3.6.1900- 1907). 7. El Progreso. Periódico Político, Literario y Comercial, (8.4.1896-1896) Periódico asociado a la Alianza Liberal. 8. La Razón. Periódico que se define independiente, pero asociado al partido Radical (21.4.1895-1896). 9. El Temuco (25.4.1897-1897). Periódico al parecer asociado al Partido Liberal. 10. La Voz de Temuco. Semi-diario de la tarde. Independiente, literario y comercial (13.8.1895-1895). Independiente, cercano al Liberalismo. Continuación del periódico La Ilustración de Temuco. 11. El Atalaya Órgano de los intereses de la agrupación democrática de Temuco. (24.12.1899-1900). Periódico perteneciente al Partido Democrático. s*'12. El Cautín. Periódico Independiente cercano al liberalismo (18.5.1887-1902). ^13. La Conquista Periódico independiente (20.5.1887-1887). 14. El Constitucional Periódico perteneciente al Partido Radical (18.10.1891-1893). 15. El Cristiano. Periódico asociado al Partido Conservador (28.6.1895-1897). 253 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador 16. La Cruz Del Sur. Periódico Conservador (23.6.1895-1896). 17. La Divisa. Periódico cercano al Partido Liberal (27.12.1896-1897). 18. La Frontera. (28.11.1896 - 1900). -19. La Voz Libre. Tendencia política por definir, que se refiere a los indígenas (6.10.1888-1890). . 20. La Lealtad. Periódico comercial y político (23.3.1891-1891). Publicación bi­ semanal. Periódico cercano al liberalismo. 21. El Liberal Democrático.De tendencia Liberal Democrática (16.1.1894-1894). Cañete 22. Agricultor (1.10.1893-1897). 23. El Comercio. Organo de los intereses de la localidad (28.10.1896-1897). Periódico por definir, podría ser liberal. 24. El Eco de Cañete. Periódico liberal (9.1.1886-1890). 25. El Eco de Cañete. Periódico por definir (14.11.1890 -1890). 26. La Lealtad. Periódico cercano al Liberalismo (29.10.1897-1902). 27. El Marinan Organo de los intereses del pueblo (5.2.1900-1912). Periódico cercano a los Demócratas de la Alianza Liberal. 28. La Baja Frontera. Periódico por definir ( 22.6.1878-1879). 29. ElTucapel. Periódico noticioso, político, literario y comercial (21.7. 1887-1892). Editor Ramón Ruiz. Periódico liberal. Angol 30. ElAngolino. Periódico Liberal (16.1.1887-1897). 31. ElAngolino. Semi-diario de la mañana. Órgano independiente de los intereses del pueblo, de la industria y el comercio. (1.3.1892-1892). Editor Jenaro Troncoso. Periódico Independiente, pero podría ser cercano al liberalismo. 32. El Araucano. Asociado al Liberalismo (3.9.1891-1892). 33. El Colono. Periódico Liberal. (13.12.1885 - 1938) 34. El Chicote. Periódico Satírico Independiente (4.9.1898-1898). Editor J. Victorino Pinto. Imprenta de La Situación. 35: El Eco del Sur Periódico político. Literario i comercial (11.1.1883-1883). Imprenta del Eco del Sur. Relacionado con el liberalismo. 36. La Época. Periódico Liberal Conservador (2.12.1896-1897). 37. El Malleco. Tendencia política indefinida (7.4.1877). 38. Pichi-Pillán Periódico satírico. Editor Juan Antonia Bisama. Relacionado con el Partido Demócrata. 6.2.1898-38. 39. Roto Angolino. Periódico Satírico que se liga al Liberalismo (6.3.1898-1898). 40. La Situación Cercano al Liberalismo (16.11.1897-1898). CollipulU 41. El CollipulU Independiente, pero que se asocia al liberalismo (26.11.1893-1895). 42. El Malleco. Periódico comercial i noticioso (1.6.1887-1891). Periódico indepen­ diente. 43. El Obrero. Periódico noticioso, literario, liberal e independiente (8.4.1899-1899). Periódico que asume la doctrina liberal. 254 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador 44. La Retención Periódico político, literario i comercial (1891-3.1.1892). Editor Pedro Segundo Cifuentes No queda claramente explicitada su tendencia política. 45. Los Tiempos. Periódico independiente (9.4.1892-1904). 46. La Voz Del Pueblo. 6.11.1896-1897. Erdlla 47. El Huequén Periódico semanal, noticioso y comercial (3.7.1898-1899). Periódico Independiente. Mulchén 48. La Araucanía 6.3.1883 49. Araucanía Civilizada (3.10.1874 - 1888). Periódico por definir. 50. El Bureo. Periódico semanal órgano del Partido Radical (26.1.1896-1900) Partido Radical. 51. El Diablo Feo. Periódico político, literario, satírico y de avisos. (1899-1899) Periódico satírico. 52. El Horizonte. Periódico independiente. (1.4.1888-1937). 53. La Igualdad. Su tendencia política no es muy clara, pero lo sugerimos como Conservador. (26.11.1878-1887) desde el N°154 en B.N del 23 de enero de 1879. 54. La Luz Periódico semanal, órgano de los intereses del departamento. Segunda serie del Bureo (25.3.1900-1901). Editor José del T. Troncoso. Imprenta de la Luz. Tendencia política independiente. Continuador del Bureo. 55. El Mulchén Órgano de los intereses del departamento y del Partido Radical. (8.4.1886-1896). Editor J. Francisco Vergara. Al parecer, es continuación del Bureo. 56. La Razón. Independiente, pero ligado a la Alianza Liberal (11.3.1894-1894). 57. El Yunque. Periódico político, comercial, literario, industrial y científico (29.8.1889-1899). Periódico Demócrata. . x Traiguén 58. El Traiguén. 12.2.1887-1908. 59. La Voz de Traiguén. 1.6.1889 60. El Comercio. Editor Modesta Espinoza, periódico cercano al partido liberal. (8.2.1896). 61. La Frontera Semi-diario de la mañana (1.1.1896-1896). Periódico liberal-inde­ pendiente. ' 62. La Huasca Periódico satírico, político destinado a fustigar a los calumniadores de oficio. (8.11.1890). Su tendencia política no ha sido definida. <63. El Veneno. Periódico de caricaturas, satírico y de avisos (16.3.1890-1890). Independiente. 64. La Opinión 24.3.1891 65 . Los Debates. 2.1.1895 66. La Frontera Periódico comercial, ... político y noticioso (13.1.1896-). Cercano al partido liberal. 67. El Orden EditoriJosé del Carmen Artola V. Sale a la luz dos veces por semana. Independiente, cercano al partido liberal (6.9.1896-1898). - 255 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador 68. La Voz de Traiguén. Editor Exequial Manriquez. Periódico Liberal (21.10.18981899). 69. El Quitapón (10.6.1899-1914). Los Angeles. 70. El Aliancista de Los Angeles. Periódico relacionado con el partido Liberal (15.11.1896-1901). 71. El Bilbao. Organo de la agrupación Democrática de Los Angeles. (28.1.18941894). Editor José Luis G. Silva. Imprenta del Bilbao. De tendencia Demócrata. ^-72. El Bio Bio. Periódico político, literario y comercial (15.01.1876-1891). Cercano políticamente al gobierno de tumo. 73. El CivilistaPeriódico Político, Literario y Comercial (25.3.1881-1881). Se define * > como Liberal de la doctrina del Partido Liberal de Valparaíso. 74. El Elector. Editor J. Eugenio Muñoz. Periódico Independiente, pero que en nuestra opinión podría ser Demócrata (1.3.1879-1879). 75. El Franklin. Editor M. del Pilar.Periódico independiente, perteneciente a la sociedad de socorros mutuos (1.1.1889-1899). 76. El Guía de Arauco. Órgano de los intereses generales de la provincia. (1.10.18641866). Editor Pedro Ruiz Aldea. Imprenta Del Guía. Periódico cercano al liberalismo, aunque se declara independiente. 77. El Infante. Periódico Noticioso, Literario i Comercial (22.6.1884-1884), Imprenta del Infante.Perteneciente a la tendencia Liberal. Continuará en circulación con el nombre de "El Liberal". 78. El Laja. (29.4.1871-1873) Periódico cercano a la Unión Liberal Conservadora. 79. El Laja. Periódico bi-semanal político, literario y comercial (3.6.1890-189^). Independiente en un comienzo, pero luego Liberal (27.9.1892). 80. El Liberal. Periódico Noticioso, literario i Comercial (26.6.1884-1884). Imprenta del Infante. Liberal. Es la continuación del Infante. Este N° 3 es el primero de este diario. 81. El Meteoro. Periódico independiente (1.8.1866-1876). 82. El Patriota. Periódico noticioso literario y comercial (21.7.1878-1879). Periódico cercano al liberalismo. 83. El Progresista. Periódico Político. Literario i Comercial (16.11.1892-1906). 84. El Pueblo. Periódico Político, Literario y Comercial (15.11.1892-1902). Relacio­ nado con el Partido Conservador. 85. El Republicano. Periódico Literario, Político i Noticioso (4.1.1891-1891). Editor Roberto Jacobs. Perteneciente al Partido democrático. 86. El Sur de Chile. 7.3.1877. 87. La Unión. Periódico independiente (12.10.1892 1893). M. La Vida Libre. (10.9.1891-1892). Lautaro. 89. El Campeón. Periódico asociado al Radicalismo (5.1.1897- 1898). 90. El Comercio. Periódico Independiente dedicado exclusivamente al ámbito comercial (19.5.1897-1898). 91. El Lautaro. Publicación semanal.Periódico cercano a lo liberal (25.3.1894). 256 Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador 92. El Demócrata. Periódico Noticioso, Literario y Comercial (5.8.1896-1896). Editor Pedro Segundo Cifuentes. Periódico asociado al Partido Demócrata. 93. El Llaima. Organo de los intereses del Partido Conservador (29.4.1900-1903). 94. El Nuevo Lautaro (8.5.1898-1898). 95. La Unión Conservadora. Periódico Político, Literario y Comercial (25.11.19001902). Diario de propiedad del Partido Conservador. 96. La Voz Radical (28.5.1898-1900). Victoria 97. La Alianza (79.8.1899-1900). 98. La Alianza Cristiana (15.4.1899-1900). 99. El Malleco. Periódico demócrata, político, literario y comercial (25.7.1900-1903). Editor José Sandoval. Periódico Demócrata. 100. El Mariluan. Editor J. Santiago Fuentes. Imprenta del Mariluan. Tendencia Liberal -Balmacedista (27.1.1894-1898). 101. El Victoria. Periódico Independiente (17.1.1892-1902). 257 Autores Jorge PINTO RODRÍGUEZ, historiador. Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Univer­ sidad de la Frontera de Temuco. Fernando CASANUEVA VALENCIA, historiador. Profesor de la Universidad de Burdeos III. Bernard LAVALLE, historiador. Profesor de la Uni­ versidad de París ✓III. Francine AGARD-LAVALLE, profesora de español. Burdeos. , Leonardo MAZZEI DE GRACIA, historiador. Pro­ fesor del Departamento de Historia de la Universidad de Concepción. Carmen NORAMBUENA CARRASCO, historiado­ ra. Profesora del Departamento de Historia de la Uni­ versidad de Santiago de Chile. 259