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Modernización, inmigración y mundo indígena Chile y la Araucanía en el siglo XIX

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Jorge Pinto Rodríguez
(editor)
Mode rn ización,
Inmigración y
Mundo Indígena
Chile y la Araucanía en el siglo XIX
Ediciones Universidad de La Frontera
Jorge Pinto Rodríguez (editor)
Ediciones Universidad de La Frontera
Modernización Inmigración y Mundo Indígena. Chile y la
Araucanía en el siglo XIX
Inscripción N° 104./44
ISBN 956-272-985-0
Universidad de La Frontera
Av. Francisco Salazar 01145, Casilla 54-D
Temuco, Chile
500 ejemplares
1998
Comité Editor
Jorge Pinto R.
Mario Bemales L.
Myriam Balboa M. (Secretaria)
Impresor
Graficasur Limitada
Los Visones 1650
Fono 245677
Temuco, 1998
Este libro fue preparado en el marco del Proyecto de Investiga­
ción Modernización, inmigración y Mundo Indígena, Chile y la
Araucanía en el siglo XIX financiado por Conicyt-Ecos (19951997). Su publicación se hizo con aportes de la Universidad de la
Frontera y la Universidad de Santiago de Chile.
INDICE
Pág.
*
Indice............................................................................
1
Presentación.................................................................
3
La Araucanía, 1750-1850. Un mundo fronterizo en
Chile a fines de la Colonia y comienzos de la
República. Jorge Pinto Rodríguez............................
9
Indios malos en tierras buenas. Visión y concepción
del mapuche según las elites chilenas del siglo
XIX. Femando Casanueva....................................
55
Trayectorias empresariales en la región de Concep­
ción en el siglo XIX. El caso de José Ignacio Palma
Barriga. Leonardo Mazzei de Grazia.....................
133
Los franceses en el sur chileno según el empadrona­
miento de 1886. Bemard Lavalle y Francine Agard187
Lavalle.................................................................... —
La Araucanía y el proyecto modemizador de la
segunda n)itad del siglo XlX.‘’ ¿Exito o fracaso?
Carmen Nbrámbuena Carrasco.............................
227
# •* ;
Los Autores.................................................................
259
1
Jorge Pinto. Presentación
Presentación
Modernización, Inmigración y Mundo Indígena. Chile
y la Araucanía en el siglo XIX es el ñuto de un trabajo realizado
durante tres años por un equipo de historiadores chilenos y
ñanceses al alero de un proyecto de investigación presentado hace
cuatro años al Consejo de Investigación Científica y Tecnológica
de Chile (Conicyt) y al Comité de Evaluación de la Cooperación y
Orientación Científica con Chile del Gobierno en Francia (Ecos)
bajo el mismo título del libro que publicamos ahora. El equipo
estaba integrado por quien escribe esta presentación y Carmen
Norambuena, en Chile, y por Bemard Lavalle y Femando
Casanueva, en Francia. Más tarde se unirían al grupo Leonardo
Mazzei y Francine Agard-Lavalle. En realidad, Conicyt-Ecos no
financiaban la investigación propiamente tal, sólo aportaban
recursos para que los miembros del equipo pudieran realizar
pasantías, tanto en Chile como en Francia, con el objeto de reunir
nueva información y ampliar el debate respecto de lo que ya esta­
ban investigando. Los chilenos pudimos, así, visitar en dos ocasio­
nes Burdeos y nuestros colegas franceses venir a Chile en dos
oportunidades entre 1995 y 1996. En Francia nos acogió la Casa
de Países Ibéricos, centro de investigación del CNRS de la Univer­
sidad Michel de Montaigne y, en Chile, la Universidad de la
Frontera de Temuco y la Universidad de Santiago nos brindaron la
acogida necesaria para llevar a cabo nuestro trabajo.
La idea original consistía en analizar, el carácter de los
proyectos modemizádores de Ia~elite dirigente del siglo pasado en
Chile, la política inmigratoria que generaron y el_jmpactoi3é'
ambos fenómenos en la sociedad indígena que yiviajen Ja_Araucanía, esto es, el pueblo mapuche. La posibilidad de centrar la aten-'
ción en Francia nos pareció ciertamente interesante. En primer
lugar, porque disponíamos de información respecto de un grupo de
ñanceses que vino a Chile y a la Araucanía en esa época; y, en
segundo lugar, porque sabíamos muy bien que Francia había sido
el país que había inspirado a nuestros intelectuales y grupos diri­
gentes del siglo XIX. Teníamos, pues, una excelente oportunidad
para avanzar en la consulta de nuevos materiales y discutir el es­
tado de avance de nuestras investigaciones.
3
Jorge Pinto. Presentación
Creo que los objetivos se lograron. El libro que estamos
presentando intenta testimoniarlo. Se inicia éste con un artículo
sobre la Araucanía entre 1750 y 1850 que pretende explicar como
se había constituido en esta región un espacio fronterizo, que pudo
resistir el impacto de dos factores desestabilizadores (las reformas
borbónicas y las luchas por la Independencia) hasta mediados del
siglo pasado. La idea es mostrar las condiciones en que se encon­
traba este espacio al momento de imponerse los proyectos modernizadores que impulsan nuestros grupos dirigentes del siglo pasado
y la consiguiente política inmigratoria que fomentan. desde el
estado. Desde nuestro punto de vista, fueron estos proyectos lo
que terminaron transformándose en la peor amenaza que se hizo
sentir sobre el mundo indígena después de la conquista española
del siglo XVI, colocando al pueblo mapuche en un encrucijada de
la cual salvó muy lastimado.
Femando Casanueva retoma el tema en su artículo Indios
malos en tierras buenas. Visión y concepción del mapuche según
las elites chilenas del siglo XIX, avanzando en su análisis a la
segunda mitad del siglo pasado. Sus conclusiones son elocuentes:
para los mapuche la “pacificación fue menos risueña”. Las tribus
indígenas, señala Casanueva, apoyándose en un ingeniero belga
que vivió en la zona a fines del XIX, fueron aisladas y acorraladas
en terrenos de dudosa calidad y, obligándoseles a transformarse en
campesinos de subsistencia en tierras pobres y áridas, tuvieron que
aprender a vivir apretados como en un costal de trigo. Eso sig­
nificó para ellos el sueño modemizador de nuestras elites del siglo
pasado, sueño muchas veces incubado muy lejos de nuestras fron­
teras, en la Francia decimonónica, incansablemente admirada por
los chilenos que tuvieron la oportunidad de viajar al Viejo Mundo.
La otra cara de la moneda la constituían los empresarios de
Concepción. Ellos también tuvieron que hacer frente a los cambios
que generó la Independencia y la modernización de la economía.
Es el tema que trata Leonardo Mazzei en su artículo Trayectorias
empresariales en la región de Concepción en el siglo XIX, toman­
do como ejemplo a don José Ignacio Palma Barriga, prototipo de
un nuevo empresariado que combinaba las raíces tradicionales con
las prácticas impuestas por los empresarios extranjeros que
llegaron a la región. El carácter familiar de las gestiones asumidas
por Palma y la diversificación de sus operaciones, en un esfuerzo
por minimizar los riesgos en una época de cambios, dan cuenta de
la simbiosis que analiza Mazzei. Su artículo, contribuirá, sin duda,
4
Jbrge Pinto. Presentación
a comprender mejor lo que pasó en el siglo XIX en la vieja
frontera chilena.
Bemard Lavalle y Francine Agard-Lavalle^examinan, en
cambio, la comunidad francesa que residía en Chile a fines del
siglo XIX a través de un empadronamiento de 1886 y un conjunto
de cartas de inmigrantes franceses que se publican ahora por
primera vez. El mérito de este estudio, junto con la imágen
panorámica que nos ofrece de la comunidad francesa, consiste, en
situar a los hombres y mujeres que llegaron de Europa en una de
sus dimensiones más humanas: el de la evaluación que hacen de su
paso por Chile. En Chile tenemos con frecuencia una impresión
equivocada de los resultados de la inmigración. Acostumbrados a
evaluarla por la experiencia exitosa de algunos europeos que
llegaron a nuestro país, olvidamos las venturas y desventuras de
miles de hombres y mujeres que tuvieron que construir un mundo
nuevo lejos del que dejaron en sus respectivos países cuando
viajaron a América en busca de mejores horizontes. El trabajo de
Lavalle y Agard-Lavalle ofrece un cuadro un poco diferente,
dándole un contenido humano a los proyectos modemizadores que
hicieron posible la inmigración europea del siglo XIX.
Nuestro libro se cierra con el trabajo de Carmen Norambuena La Araucanía y el proyecto modemizador de la segunda
mitad del siglo XIX, ¿éxito o fracaso?, que apunta, precisamente, a
evaluar lo que significó para la Araucanía la modernización en el
siglo pasado. Partiendo de la idea que esta región fue, hace 150
años, una frontera tardía, Norambuena examina la política colo­
nizadora, la inmigración, la urbanización del territorio, la eco­
nomía, el ferrocarril y la prensa regional en un esfuerzo por
ofrecer, en un cuadro de conjunto, la realidad que imperaba en la
zona hace poco más de un siglo. Al final, queda la sensación que el
proyecto modemizador, a pesar de ciertos avances materiales, no
logró alcanzar en plenitud los objetivos que se había propuesto.
Modernización, Inmigración y Mundo Indígena. Chile y la
Araucanía en el siglo XIX no pretende agotar el tema. Es, más
bien, un esfuerzo por iniciar una reflexión respecto del carácter que
adquirieron las relaciones interétnicas en el siglo XIX conforme a
la política que el estado nacional estableció con el mundo indígena
después de la Independencia. Es esa política la que rebota hoy día,
a fines del siglo XX, en los conflictos que afectan a la sociedad
global con el mundo mapuche y que cruzan los anhelos de algunas
comunidades de recuperar sus tierras o impedir el avance de las
represas hidroeléctricas que el gobierno está empeñado en
5
Jorge Pinto. Presentación
construir en tierras que todavía los indígenas reclaman como
suyas, como efectivamente lo son, con el apoyo de consorcios
internacionales. La modernidad inconclusa o excluyeme del siglo
XIX sigue gravitando en nuestras vidas. La historia parece
demostrarlo.
En el transcurso de nuestro trabajo hemos contraído
diversas deudas con instituciones y personas. En primer lugar, el
apoyo de Conicyt-Ecos fue fundamental para la elaboración de este
libro. Así mismo, Conicyt apoyó en Chile dos proyectos más que
hicieron posible la recolección de fuentes para redactar, al menos,
dos artículos que aparecen aquí. Las universidades de la Frontera
de Temuco, de Santiago de Chile y de Concepción contribuyeron
también a facilitar nuestro trabajo. En Francia, sin la colaboración
de la Casa de Países Ibéricos, nuestras pasantías no habrían sido
todo lo fecunda que hubiésemos deseado. También las bibliotecas
de la Universidad Michel de Montaigne nos acogieron con la
calidez y eficiencia que cualquier investigador desearía. Todas
estas instituciones merecen nuestro más sincero reconocimiento.
Sin embargo, tanto o más importante que las instituciones, son las
personas y, en este sentido, no podemos dejar de mencionar las
que más directamente contribuyeron a facilitar nuestro trabajo.
Jean Pierre Dedieu, director de la Casa de Países Ibéricos de
Burdeos nos ofreció una amistad que nos hizo sentir como en casa
propia, brindándonos el apoyo académico y el respaldo humano
tan necesarios para desarrollar nuestro trabajo sin dificultades. En
Burdeos también encontramos una cálida acogida en José Manuel
Lazcano, Modesta Suárez, Herve Le Corre, Reinaldo Rojas, María
Eugenia Dedieu y Ximena de la Vega. La calidad de sus comen­
tarios contribuyeron a ampliar nuestros puntos de vista en asuntos
que eran fundamentales para el desarrollo de nuestro proyecto. En
Chile, colegas como Holdenis Casanova, Alfredo Pintor, Guiller­
mo Bravo, Rolf Foerster, Leonardo León, Patricio Cerda e Iván
Inostroza también nos ayudaron a pensar y resolver algunos de los
problemas que enfrentamos durante la ejecución del proyecto o la
publicación de estas páginas. Para todos ellos tendremos siempre
una palabra de gratitud.
Si los fines que persigue el programa Conicyt-Ecos a
través de estos proyectos consiste en afianzar grupos de trabajo y
ofrecerles la posibilidad de ampliar el ámbito de sus debates, creo
que en este proyecto los objetivos se cumplieron cabalmente. Para
bien o para maí de los investigadores asociados a él, a través de
este libro hacemos público el fruto de nuestro trabajo. Son los
6
Jorge Pinto. Presentación
lectores quienes podrán evaluar sus resultados. Sin embargo, más
allá de lo que puedan decir quienes lean estas páginas, desde ya
esperamos que nuestros alumnos, tanto en Chile como en Francia,
puedan testimoniar los avances logrados en nuestras investiga­
ciones. Para quienes trabajamos en la Universidad, enseñando his­
toria en esta o en la otra banda del Atlántico, nuestros estudiantes
son los primeros jueces. A ellos dedicamos un libro que nos
obligó, a ratos, a separamos de ellos para emprender, aunque por
un medio diferente, la ruta de aquellos inmigrantes que en el siglo
pasado partieron de Burdeos para instalarse en nuestro país.
Jorge Pinto Rodríguez
Temuco, agosto de 1998
7
LA ARAUCANÍA, 1750-1850
Un mundo fronterizo en Chile a fines de la Colonia y
comienzos de la República
Jorge Pinto Rodríguez
1. Introducción1
2
i
Cuando el sabio polaco Ignacio Domeyko visitó
la Araucanía*
23, en 1844, quedó deslumbrado por la belleza del '
paisaje, aunque tal vez algo decepcionado de sus pobladores, i
Inspirado en La Araucana, cuya lectura venía haciendo desde antesJ
de iniciar su viaje al sur, esperaba encontrar a los indómitos
guerreros que describió el poeta. Por cierto, no los encontró. Los
belicosos araucanos, guerreros indomables que no habían doblado
la cerviz a invasor alguno, eran ahora un pueblo hospitalario y
laborioso que convivía pacíficamente con los numerosos chilenos
que habían llegado a la región. En realidad, poco tenía que ver lo
que decía ErciUa con lo que veían los ojos de Domeyko. A ratos,
envuelto por la nostalgia propia del inmigrante, el profesor del
liceo de la Serena creía estar recorriendo su lejana Polonia.
Otros viajeros, menos ingenuos que Domeyko, o más
prácticos en asuntos de este tipo, confirmaron lo mismo. Más de
Parte importante de las fuentes y materiales de archivo que sustentan este
artículo fueron consultadas en el curso de dos proyectos de investigación. El
primero (Articulaciones económicas de un espacio fronterizo. La Araucanía y
las Pampas en los siglos XVII y XVIU) es financiado por la Universidad de la
Frontera y el segundo (Estado, Nación y Mundo Indígena, Chile y Argentina
en el siglo XIX) por Fondecyt. El autor, junto con reconocer el apoyo de ambas
instituciones, agradece las observaciones críticas hechas a un primer borrador
por Martha Bechis, Leonardo León, Patricio Cerda y Jessica González.
2 Ignacio Domeyko (1802*1889) llegó a Chile en 1838 para hacerse cargo de
los cursos de Mineralogía en el Liceo de la Serena. Domeyko desarrolló una
fecunda labor en nuestro país, llegando a ser rector de la Universidad de Chile
jn 1867.
En este trabajo nos vamos a referir, indistintamente, a la Araucanía y la
frontera; sin embargo, convendría precisar que el término Araucanía se refiere,
más bien, al territorio indígena que subsistía en lo que llamamos genéricamente
frontera. Esta última se extendía desde Chillán al Toltén, mientras la Araucanía
se situaba entre los ríos Bio Bio y Toltén.
9
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
alguno se aventuró en la zona para aprovechar las ventajas de una
relación con el indígena que pudiera favorecer especulaciones
económicas o comerciales más rentables . Treutler, por ejemplo,
se introdujo a la Araucanía por Valdivia, para explorar sus riquezas
auríferas convencido de que aún quedaba algo de oro. Así logró
llegar'hasta las cercanías de la antigua Villarrica, cuyas ruinas se
mantenían todavía cubiertas por una espesa vegetación, tratando de
dar con algunas vetas de metal sin resultados positivos. Por esos
mismos años,'los franciscanos italianos contratados por el gobier­
no chileno en’1835, recorrían la zona evangelizando a los mapu­
che, mientras Jos capuchinos, también italianos, lo hacían al sur
'delrío Cautín. La vieja frontera de guerra y guerreros invencibles
’ que espera encontrar Domeyko había desaparecido. En su lugar,
encontró una sociedad formada por indígenas y criollos que com­
partían el territorio, conservando cada uno prácticas culturales y
económicas que con el tiempo se habían tomado complemen­
tarias4
5 . En realidad, lo que se podía ver en esta región hacia 1850
era el resultado de un largo proceso de convivencia que se había
iniciado a mediados del siglo XVII y que estaba llegando a su
término.
En este artículo nos proponemos, precisamente, comentar
este proceso con el propósito de demostrar que las bases de esta
sociedad fronteriza eran tan sólidas que pudo resistir, sin que se
deteriorara mayormente, los dos eventos más importantes que se
produjeron en nuestro continente entre 1750 y 1850. Nos referimos
a las reformas borbónicas y a la independencia de las antiguas .
colonias españolas. A pesar de la ocurrencia de ambos, la
institucionalidad fronteriza siguió funcionando en la secunda
‘mitad del siglo XVIII y durante los primeros años de la República,
como lo había hecho durante gran parte de la ColoniarA diferencia
de lo que pasó más al norte, donde ambos fenómenos provocaron
4 Entre los viajeros que recorrieron la Araucanía casi en los mismos años de
Domeyko, convendría citar a César Maas (Viajes a través de las provincias
australes de la República de Chile en 1847, Revista Cóndor, Santiago, 19491850); Aquinas Ried (Diario del viaje efectuado por el Dr, Aquinas Ried desde
Valparaíso hasta el lago Llanquihue, 1847. Imprenta Universitaria, Santiago,
1920); y, Edmond R. Smitb (Los araucanos o notas sobre una gira efectuada
entre las tribus indígenas del Chile Meridional, 1852. En Colección de Autores
pxtranjeros, Sociedad Chilena de Historia y Geografía, Santiago, 1914).
J. Pinto, “Redes indígenas y redes capitalistas. La Araucanía y las Pampas en
el siglo XIX”. En Bonilla, Heraclio y Guerrero, Amado (editores), Los pueblos
campesinos de las Américas. Elnicidad, cultura e historia en el siglo XIX,
Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, 1996, pp. 137-153.
10
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
evidentes transformaciones, ninguno de los dos logró alterar el
viejo espacio fronterizo constituido en el cono sur del continente,
¿cuya desarticulación se produciría recién a partir de 1850 con el
surgimiento de los estados nacionales en Chile y Argentina y por 1
efecto de los cambios que se estaban produciendo en las econo­
mías mundial y local. Con el análisis de esos factores nos gustaría
concluir este trabajo, que apunta, en lo esencial, a examinar el
impacto que tuvieron en la vieja frontera mapuche las reformas
borbónicas y la guerra de la Independencia.
2. El viejo espacio fronterizo
En algunos trabajos publicados en los últimos años en la
Universidad de la Frontera hemos tratado de identificar los factores
que favorecieron la constitución en la Araucanía de un espacio
fronterizo que hizo posible la sobrevivencia del pueblo mapuche
hasta nuestros días. En aquellos trabajos asociamos la emergencia
de este espacjo a una serie de acontecimientos que ocurrieron entre
1590 y 16506.
En efecto, entre aquellos años, se produjeron hondas
transformaciones en la Capitanía General del Reino de Chile.
Desde luego, el agotamiento aurífero, la disminución de la pobla­
ción indígena y su actitud de resistencia, pusieron en duda la
conquista un territorio, la Araucanía, que a mediados del siglo XVI
parecía vital para sostener a la naciente colonia que aquí se estaba
constituyendo.
Simultáneamente, hacia comienzos del XVII, empezaba a
tomar forma el polo minero de Potosí, cuya demanda alentó una
producción especializada en varias regiones del continente, entre
ellas, el Valle Central de Chile.
6 Jorge Pinto y otros. Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Celara, Bogotá,
1990 y Jorge Pinto, "Crisis económica y expansión territorial: la ocupación de
•la Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX”. En Estudios Públicos, N° 72,
CPU, Santiago, pp. 85-126. En estos trabajos hemos señalado que identificamos
a lós'espacios fronterizos con aquellas regiones compartidas por sociedades
distintas o de desiguales niveles de desarrollo. A partir de esta concepción,
establecimos para la Araucanía una periodificación que reconoce la existencia
de tres momentos diferentes. El primero (1550-1650), corresponde al de un
territorio de guerra generado por la invasión europea y la resistencia indígena;
el segundo (1650-1850), al espacio fronterizo que analizaremos en este trabajo;
y, el tercero (1850-1900) al de la desintegración del espacio fronterizo
provocada por la ocupación de estas tierras por parte del estado chileno en
medio de un clima de violencia y resistencia indígena.
11
REGIONES DE LA FRONTERA Y LA ARAUCANIA
12
•
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
Los compañeros de Pedro de Valdivia habían pasado por
éste 50 años antes sin prestarle mayor atención. Atraídos por el oro
y la población indígena (mano de obra) de la zona de Concepción,
se dirigieron, sin tardanza a lo que más tarde empezaríamos a
llamar Araucanía. Sin embargo, los esfuerzos por controlarla se
estrellaron contra inconvenientes que nunca pudieron superar.
Además, el oro, que jamás fue tan abundante, empezó a escasear, ,
sin que con ello disminuyera la resistencia mapuche.
En ese contexto apareció Potosí. La fertilidad del Valle
Central, abrió entonces una nueva alternativa para la naciente
colonia. Esta vez, lejos de buscarse su articulación con la
metrópoli a través del oro de la Araucanía, se podía intentarla por Z?
medio de los sebos, cueros, cordobanes y cereales que demandaba
el polo minero. Era posible, pues, abandonar la conquista de la,
Araucanía, sin poner en peligro la estabilidad de la colonia. Dicho
de otro modo, la viabilidad de Chile ya no pasaba por la minería,
sino por las potencialidades de una zona que hasta entonces muy
pocos habían valorado.
Tal hecho habría provocado un redescubrimiento del Valle
Central y el abandono de la Araucanía. Precisamente, habría sido
este abandono lo que, en nuestra opinión, generó las condiciones
apropiadas para la emergencia del espacio fronterizo que alentó
una convivencia más armónica entre hispanocriollos y mapuche.
Casi en la periferia del Imperio y ocupando tierras que poco '
interesaban al invasor, "huincas" y mapuche iniciaban un largo
período de convivencia que salvó a los últimos de la extinción que
sufrieron los otros pueblos indígenas en Chile.
Los factores que hemos señalado más arriba incidieron
claramente en la constitución del espacio fronterizo. Sin embargo,
lo que nuestra historiografía no había logrado percibir todavía,
salvo algunas excepciones, es el rol que la Araucanía empezaba a
jugar en el nuevo escenario que se estaba configurando7. Para
comprenderlo es necesario dirigir la mirada hacia el otro lado de la
cordillera y evaluar dos procesos simultáneos: el crecimiento de su
masa ganadera y el rol de los maloqueros en la llamada
"araucanización de las Pampas".
7 Entre esas excepciones habría que mencionar a Martha Bechis, Raúl
Mandrini, Miguel Angel Palermo, Carlos Martínez Sarasola, Gladys Vareta y
Ana Biset, en Argentina, y, a Sergio Villalobos, Osvaldo Silva, Leonardo León,
José Bengoa, Luz M. Méndez, Luis C. Parentini, Patricia Cerda y Holdenis
Casanova en Chile, cuyos principales trabajos citamos a lo largo de este
artículo.
13
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Como ganado cimarrón primero y luego en las estancias,
la masa ganadera de las Pampas experimentó un extraordinario
crecimiento que contribuyó al desarrollo de Buenos Aires en los
siglos XVI y XVII y que un segmento de la sociedad mapuche
percibió con evidente interés. Este hecho habría tenido un enorme
valor para la constitución del espacio fronterizo que conformaron
la Araucanía y las Pampas, toda vez que favoreció su propia articu­
lación y la articulación de toda la región con el resto del Imperio,
acelerando o reorientando el llamado proceso de araucanización de
las pampas.
Este proceso se había iniciado, según la opinión de los
especialistas, con anterioridad a la llegada del conquistador. Por
los boquetes cordilleranos empezaron a trasladarse grupos mapu­
che que estrecharon contacto con las poblaciones del otro lado de
la cordillera. La llegada del europeo no interrumpió este proceso;
más bien, el enorme atractivo que representaba la masa ganadera
que crecía en las Pampas, lo aceleró y lo conectó con el tráfico de
la sal que practicaban los pehuenche8.
Al comenzar el siglo XVII el tráfico de ganado y sal había
adquirido cierta magnitud. Los toquis, el segmento de la sociedad
mapuche que más activamente resistió al invasor, empezó a
cambiar su rol, transformándose, paulatinamente, en un maloquero
que optó por irse a las Pampas en busca de un ganado que no sólo
proporcionaba riqueza, sino también poder político. Los viejos
ulmenes, tradicionales dirigentes de esa sociedad, tuvieron que
compartir incluso su antiguo poder con estos nuevos personajes
que surgían al interior de la sociedad indígena9.
El éxito de los maloqueros dependía de dos factores: en
primer lugar, de su capacidad para activar, a través de circuitos
comerciales dominados por los indígenas, las redes que hacían
A los trabajos clásicos que sobre este punto publicaron Salvador Canals Frau
y, en estos últimos años, Raúl Mandrini, Miguel Angel Palermo y Leonardo
León, convendría agregar los estudios más recientes de Ortelli, Sara “La
'Araucanización* de las pampas: ¿realidad histórica o construcción de los
etnólogos? En Anuario del IEHS, N° 11, Tandil, 1996, pp. 203-225; Varela,
Gladys y Biset, Ana, “Los pehuenches en el mercado colonial". En Revista de
Historia, N° 3, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén 1992, pp. 149157, y, María Lydia Varela, "La sociedad manzanera: su desarrollo históricosocial. Patagonia noroccidental: siglos XVUI-XIX". En Anuario IHES, N° 11,
j>p. 227-246
Leonardo León, "Maloqueros, tráfico ganadero y violencia en las fronteras de
Buenos Aires, Cuyo y Chile, 1700-1800". En Jarbuch fur Geschicte von Statt,
Wirstchaft und Gesellschaft Lateinnamerikas, Koln, 1989, pp. 37-83.
14
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
posible el traslado de ganado de las Pampas a la Araucanía, y, en
segundo lugar, de sus posibilidades de comercializarlo en la propia
Araucanía con mercaderes que se trasladaban a la región para
hacerse cargo de él. Partes fundamentales de un complejo engrana­
je, los maloqueros permitían que los circuitos indígenas y capita­
listas se conectaran al sur del río Bio Bio, otorgándole a la región
una función que ninguno de los españoles que la visitó en el siglo
XVI llegó a imaginar.
La sensación que tenemos en Chile que la articulación del
Valle Central a Potosí se logró gracias a la enorme potencialidad
de aquella región, empieza, pues, a desvanecerse. No se trata de
negarla, porque, tal como se reconocía ya en la colonia, era una
región muy feraz; sino, de dimensionarla en términos más
adecuados. Más aún, lo que estamos planteando nos permite
sugerir, aunque todavía en términos hipotéticos, que el ganado
que llegaba de las Pampas a la Araucanía y que se desplazaba más
tarde al norte, donde era faenado para exportarse a los mercados
mineros, contribuyó a estrechar las relaciones entre nuestra
economía y la economía altoperuana.
a
La vieja Araucanía empezaba, así, a jugar un rol'
enteramente distinto al que presumieron los hombres del XVI,
favoreciendo la constitución de un amplio espacio fronterizo que
hizo posible la sobrevivencia de los mapuche, prácticamente, el
único grupo indígena que se libró de desaparecer en Chile.
Por esta razón, y a pesar de las atrocidades que las fuentes
atribuyen a las malocas en las Pampas, las rastrilladas o senderos
por los cuales los mapuche desplazaban ganado hacia Chile se.
convirtieron en un verdadero manantial de riqueza que favoreció a \
numerosos estancieros del Valle Central. En la primera mitad del J
siglo XIX, algunas autoridades de Mendoza llegaron a denunciar la
intervención del propio Presidente de la República de Chile, don
Manuel Bulnes, en un negocio que se originaba ep el robo de
ganado que hacían los maloqueros en las Pampas10. Durante la
Colonia, época en la cual las autoridades peninsulares no tuvieron
ningún interés en cerrar las fronteras, este tráfico terminó
constituyéndose en un factor que dio estabilidad a la zona y
legitimó al mundo indígena, cuyo aporte hizo posible que el país
se transformara en el canal por el cual se exportaba a los mercados
mineros del norte de Chile y del Alto Perú los recursos de un
10 Proceso al reo José María Zurita. Mendoza, 1847. Archivo Provincial de
Mendoza, Carpeta 23, doc. 12. Agradezco a Raúl Madrini permitirme utilizar
este documento rescatado por él.
15
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
ganado que, aunque también se comercializaba en Buenos Aires,
se orientó más bien hacia este lado de la Cordillera.
El hecho que en la Araucanía se conectaran las redes
indígenas con las redes capitalistas a través de un tráfico que
favoreció las exportaciones del Valle Central, fue, sin duda, un
factor que influyó -y de un modo decisivo- en la constitución del
amplio espacio fronterizo que conformaron la Araucanía y las
Pampas, impidiendo que éste quedara al margen de la economía
colonial y favoreciendo la sobrevivencia de los mapuche, cuando
estos aprendieron a manejar los hilos de aquella economía.
Obviamente, las redes indígenas y las redes capitalistas
que se articularon en la Araucanía y las Pampas no quedaron
reducidas al tráfico de ganado y sal. Los mercaderes que iban en su
búsqueda llevaban una serie de productos que servían para el
canje, mientras la sociedad indígena desarrolló una artesanía textil
que alcanzó también un intenso tráfico. Sin el brillo del comercio
interregional que se desarrolló en otras regiones del continente y
sin estudios que lo hayan valorizado todavía en su justa dimensión,
la integración económica que se produjo en otros sectores del
continente durante la colonia, también existió en el extremo austral
de América . En el fondo, este comercio era el que hacía posible
la extracción, por parte de la corona y los agentes económicos del
mundo colonial, de los excedentes que producía la sociedad
indígena.
Naturalmente, el espacio fronterizo que estamos analizan­
do no se constituyó sólo por los factores económicos que hemos
resumido hasta aquí. Además de éstos, operaron otros que favo­
recieron su desarrollo. Nos referimos al nuevo discurso que la
sociedad huinca elaboró sobre el mapuche, a los descubrimientos
etnológicos del jesuíta Luis de Valdivia y al rol que empiezan a
jugar los parlamentos como mecanismo de entendimiento entre la
sociedad indígena y la sociedad no indígena11
12. Todos ellos con­
tribuyeron a que la violencia provocada por la invasión española
11 Hemos desarrollado más largamente estos planteamientos en un artículo
próximo a publicarse y que presentamos como ponencia a la Primera Jomada de
Historia Mapuche, Instituto de Estudios Humanísticos, Universidad de
Valparaíso, 18 de noviembre de 1997, con el título de “Producción e
Intercambio en un espacio fronterizo. Araucanía y Pampas en el siglo XVIII”.
Nos hemos referido más extensamente a estos factores en nuestro trabajo
“Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La Araucanía y las
Pampas, 1550-1900”. En Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas, un mundo
fronterizo en América del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco,
1996, pp. 11-46.
16
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
del siglo XVI, diera paso a una relación menos tensional, basada
en la complementariedad de la economía indígena con la economía
capitalista. Los conflictos no desaparecieron; más bien, fueron
contenidos por esa complementariedad.
3. La intervención borbónica en la Araucanía y las Pampas
Hoy existen pocas dudas acerca del carácter que tuvieron
las reformas borbónicas del siglo XVIII. En lo que a la economía
se refiere, estas se proponían abrir los mercados coloniales a la
producción de la naciente industria pemnsular, para lo cual era
necesario alcanzar dos objetivos básicos13. El primero consistía en
favorecer el control de los puertos o lo que podríamos llamar el
control vertical del continente, y, el segundo, asegurar el dominio
de los espacios interiores o el control horizontal del mundo
colonial. Vale decir, se trataba de abrir algunos puertos peninsula­
res y americanos al comercio interoceánico para facilitar la llegada
de las manufacturas españolas a nuestro continente y crear luego
las condiciones para que éstas pudieran consumirse en los vastos
mercados que se habían configurado en América. En nuestra
opinión, el Decreto de Libre Comercio de 1778 no fue sino la
13 Sobre este punto se puede citar una extensa bibliografía. Los trabajos que
más contribuyeron en la elaboración de este artículo son los siguientes: Gonzalo
Anés, El Antiguo Régimen: los borbones, (Madrid, 1975); Marcelo Bitar,
Economistas españoles del siglo XVIII, (Madrid, 1968); Emiliano Fernández de
Pinedo et al.. Centralismo, Ilustración y Agonía del Antiguo Régimen (17151833), (Barcelona, 1981); Josep Fontana, "Comercio colonial y crecimiento
económico: revisiones e hipótesis". En La Economía Española al final del
Antiguo Régimen. III. Comercio y Colonias, (Madrid, 1982); Antonio GarcíaVaquero, "Comercio y producción industrial en Cataluña a fines del siglo
XVin". En J. Nadal y G. Tortella (Eds), Agricultura, comercio colonial y
crecimiento económico en la España Contemporánea, (Barcelona, 1974);
Antonio García-Vaquero, Cádiz y el Atlántico, (Sevilla, 1976); Miguel Izard,
"Comercio libre, guerras coloniales y mercado americano". En J. Nadal y G.
Tortella (Eds), obra citada; John Lynch, Bourbon Spain, 1700-1808, (Oxford,
1989); Carlos Martínez Shaw, "Los orígenes de la industria algodonera catalana
y el comercio colonial", en J. Nadal y G. Tortella (Eds), obra citada; Pedro
Schwartz, "Cuatro economistas ante el fenómeno colonial español:
Campomanes, Adam Smith, Flores Estrada y Bentham". En Historia Económica
y Pensamiento Social. Edición e Introducción de Gonzalo Anés et al., (Madrid,
1983); Jaime Vicens Vives, Coyuntura económica y reformismo burgués,
(Barcelona, 1969); Pierre Vilar, Crecimiento y Desarrollo, (Barcelona, 1976);
Pierre Vilar et al.. La industrialización europea. Estudios y tipos, (Barcelona,
1981); y Geoffrey J. Walker, Política española y comercio español, 1700-1789,
(Barcelona, 1979).
17
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
culminación de un esfuerzo que desde mucho antes venían
haciendo las autoridades españolas para consolidar el primero e
iniciar el segundo.
En efecto, el control vertical era insuficiente para conse­
guir la apertura del mercado americano a los productos españoles.
Las complejas redes comerciales que se habían tejido en el Nuevo
Mundo hacían prácticamente impenetrable el mercado americano,
a pesar del control vertical que se habría logrado con la liberación
de los puertos al comercio intercontinental. La impresión que nos
deja un estudio que realizamos hace algunos años sobre los Cinco
Gremios Mayores de Madrid, es que la Corona trató de valerse de
algunas compañías comerciales para penetrar el comercio local y
regional e intervenir más directamente la economía americana. Ese
mismo estudio nos convenció de que la Reforma de las Inten­
dencias fue la culminación de un esfiierzo iniciado por el ministro
Gálvez para terminar con las figuras claves que controlaban ese
tráfico: los alcaldes mayores en México y los corregidores en el
Perú. De haberlo conseguido, España habría logrado su segundo
objetivo: alcanzar el control horizontal del continente, tarea que no
logró porque la resistencia que despertaron estos esfuerzos incubó
la Independencia14.
En el fondo, tenemos la impresión que las pretensiones de
los grupos de poder que estaban impulsando estos cambios en
España, eran romper las articulaciones económicas que habían
surgido en América para establecer nuevos circuitos comerciales
enteramente controlados por ellos o sus agentes comerciales. Por
lo mismo, se trató de reformas que no sólo afectaban intereses
locales, fuertemente arraigados en una práctica económica ya
secular, sino la propia visión que se habían formado algunos
funcionarios reales que habían visto funcionar el sistema con
verdadero éxito. En el propio Perú, la reforma de las intendencias
fue cuestionada por el visitador Jorge Escobédo, quien llegó a
pedir en 1784 la reimplantación de los repartos, con algunas
reformas que los hicieran más justos. Escobédo se daba cuenta que
éstos habían obligado a la población indígena a producir bienes
14 He comentado estos planteamientos en dos artículos publicados en España y
Perú. Véase, J. Pinto, "Los cinco Gremios Mayores de Madrid y el Comercio
Colonial en el Siglo XVIU", en Revista de Indias, N° 192, Madrid, 1991, pp.
293-326 y Jorge Pinto, "Tráfico marítimo y rutas terrestres: los Cinco Gremios
Mayores de Madrid y el comercio colonial a fines del siglo XVIU". En Actas
del Primer Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana, Lima,
1993, pp. 239-284.
18
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
para el intercambio, dinamizando una economía que corría el
riesgo de paralizarse con su extinción15. El virrey Croix también
emitió juicios interesantes. Sin llegar a oponerse a la libertad de
comercio, sostuvo que esta sólo sería conveniente si se evitaba
transformarla en un recurso destinado exclusivamente a favorecer
la extracción de oro del Perú. Si así ocurría, decía Croix, los daños
serán peores que los beneficios, aunque al final recomendó acabar
con la producción textil peruana por la competencia que hacía a la
producción peninsular16.
Al margen de la importancia que se le empezó a atribuir al
comercio con los indígenas y algunas medidas que comentaremos
más adelante, la Reforma de las Intendencias casi no tuvo eco en el
amplio espacio fronterizo que conformaban la Araucanía y las
Pampas. Sin corregidores ni repartimientos que jugaran el papel
que desempeñaron en el Perú y sin constituir un mercado atractivo
para los agentes comerciales que intentaban ampliar la demanda
para los productos de la industria peninsular, los esfuerzos de los
borbones siguieron, en esta zona, un camino algo diferente.
Desde la vertiente del Atlántico, el interés se centró en tres
objetivos básicos: a) el reconocí miento geográfico de las Pampas,
b) la búsqueda de las rutas que facilitaran la comunicación con
Chile y c) la fundación de algunos establecimientos que aseguraran
la soberanía española en esos territorios. Aquí, como en otras
partes de América, la estrategia de control impulsada por los
borbones chocó con las "visiones locales" que expusieron las
autoridades de la zona, cuyo conocimiento de la realidad regional
15 Cuenta del Superintendente de Real Hacienda don Jorge Escobedo respecto
de un informe del Consulado sobre el estado del comercio de Lima. Lima,
5.9.1788. Archivo General de Indias de Sevilla, Audiencia de Lima (en adelante
AGI, LIMA), leg. 1546. Escobedo lamentaba que de 28 retornos del Callao a
Cádiz entre 1784 y • 1788, sólo se había embarcado cobre de Coquimbo,
cascarilla y cacao de Guayaquil, añil y lanas de vicuña y camero. Esta
preocupación de Escobedo ha sido destacada también por Alfredo Moreno
Cebrián en su libro El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo
XVIII, (Madrid, 1977), pp. 642-645.
16 Comunicación del virrey del Perú sobre solicitud del Consulado se suspenda
la entrada de barcos al Callao por dos años y se probiba la internación de
mercaderías por Buenos Aires. Lima, 16.8.1787. AGI, LIMA, leg. 1546. Sobre
la polémica que despertó la abolición de los repartos véase, también, John
Lynch, La administración colonial española, 1782-1810, (Buenos Aires, 1962),
pp. 59-60 y 182-185; Edberto Acevedo, "El establecimiento de las intendencias
en el Alto Perú". En Investigaciones Ensayos, N° 26, Buenos Aires, 1979, pp.
213-258; y John Fisher, Gobierno y sociedad en el Perú Colonial, (Lima, 1981),
pp. 25-40 y 102-102.
19
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
les obligaba a actuar con más cautela. Así, aunque la expansión
hacia la frontera ganadera fue vista como una necesidad, terminó
imponiéndose la idea que era más conveniente mantener con los
indígenas una relación armónica, admitiendo que el ganado de la
Pampa era un bien compartido que permitía sostener esa paz. En
cierta medida, lo que se buscaba era mejorar el aprovechamiento
de un territorio sin introducir mayores cambios. Se trataba aquí de
mantener una situación que no perjudicaba a nadie y que procuraba
evidentes beneficios a la sociedad regional y extraregional que
había logrado articularse a7los circuitos comerciales que arrancaban
de este espacio fronterizo17.
En Chile ocurrió algo parecido. Desde luego, las autori­
dades que visitaron la zona constataron que el mapuche había
dejado de ser una amenaza y que la región ofrecía innumerables
ventajas si se lograba agilizar el comercio, asunto que interesaba
sobre manera a las autoridades peninsulares.
En efecto, sabemos que las reformas borbónicas, inspi­
radas en el mercantilismo del siglo XVIII, se basaban en la
posibilidad de transformar el comercio en factor crucial del creci­
miento económico. Impulsar y agilizar el comercio fronterizo fue,
pues, una aspiración expresada ya a mediados de siglo en un
extenso informe enviado al rey por el fiscal de la Audiencia de
Santiago, don José Perfecto de Salas18*
. Más tarde, Ambrosio
Higgins insistió en lo mismo. En este sentido, el documento que
mejor sintetiza el espíritu de la época es, tal vez, el Reglamento de
Libre Comercio con los Indios, firmado por Higgins en
Concepción el 14 de marzo de 1796, siendo gobernador del
reino . Lo es por dos razones. En primer lugar, por lo que
estableció el propio Reglamento (amplia libertad para comerciar
por distintas plazas fronterizas, tal como los puertos que estableció
para el resto del continente el decreto de Libre Comercio de 1778,
del cual parece ser una réplica acomodada a las circunstancias de la
Araucanía); y, en segundo lugar, por el contenido del debate que se
17 En este punto hemos seguido, básicamente, las sugerencias hechas por Pedro
Navarro Floria en su libro Ciencia y política en la región nortpatagónica: el
ciclo fundador (1779-1806), Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco,
1994.
18 José Perfecto de Salas, Informe a V.M., Santiago de Chile, 5.3.1750.
Publicado por Ricardo Donoso en Un letrado del siglo XVIU, el doctor José
Perfecto de Salas, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1963, pp. 106I»33Una copia de este Reglamento en Biblioteca Nacional, Manuscritos Medina
(en adelante BN. MM), vol. 330, fs. 276-283.
20
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
produjo cuando el gobernador lo sometió a consideración de los
entendidos en la materia. Sus opiniones demostraron que era
posible transformar el comercio en una palanca de crecimiento
económico y que para lograrlo era necesario despejar todos los
inconvenientes que podían obstaculizarlo. Uno de éstos era el
clima de intranquilidad que se producía en la zona cuando la paz
era amenazada por los conflictos fronterizos; otro, las acciones de
los comandantes de los fuertes y capitanes de amigos, quienes, tasi
en el rol de los alcaldes mayores de México y corregidores del
Perú, se habían apropiado de el, limitando su pleno desarrollo. Un
interesante dictámen emitido en Santiago por fr. Lorenzo Núñez,
provincial de los franciscanos de Qúle, el 22 de noviembre de
1795, deja pocas dudas al respecto20. Según Lagos, el comercio
libre, aunque sea de vinos (artículo reducido en el propio
Reglamento a los fuertes de la frontera), podría ser beneficioso si
obligaba a los indios a producir bienes para el conchavo. Su
opinión fue categórica: había que estimular el comercio y evitar1
que los comandantes de los fuertes se apropiaran exclusivamente
de el21. Soplaban en la frontera nuevos vientos, los vientos de la¿
reformas que apuntaban a convertir el comercio en factor decisivo
del crecimiento económico.
Higgins se propuso, además, diversificar la economía y
controlar el tráfico de los ponchos confeccionados por los
mapuche, cuyo uso terminó generalizándose en todo el país. La
diversificación de la economía respondía al propósito de ampliar^
las bases de una producción que Higgins veía reducida a uno o dos
productos. Su propuesta no se redujo a la Araucanía; en realidad,
se extendió a todo el país. A la larga, Higgins se convirtió en el
prototipo de la autoridad borbónica que trató de ajustar los
intereses de la monarquía con la responsabilidad de impulsar el
desarrollo de la zona donde ejercía el mando. Por eso soñaba con
un país que cultivara el lino, la caña de azúcar y practicara una
minería ágil y rentable para Chile y España. Y la Araucanía no
*
20 Copia en BN, MM, vol. 330, fs. 227-271.
21 Las opiniones de fr. Lorenzo Núñez no dejan de ser interesantes. En realidad,
recuerdan el debate que se produjo en el Perú cuando se abolió los repartos. Los
pocos datos biográficos que tenemos de él lo hacen nacer en Llerena,
Extremadura, y llegar a Chile en 1764, para ejercer como misioneros en Arauco
y Tucapel, desde donde acompañó a Higgins a varios parlamentos (Hugo Araya,
Notas biográficas de religiosos franciscanos en Chile, Alfabela Impresores,
Santiago, 1976, p. 235). Sus opiniones dejan la impresión de que estaba muy al
tanto de lo que estaba pasando en el Perú y del espíritu de las reformas
borbónicas.
21
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
quedó fuera de sus planes; esto explica su interés en mantener las
buenas relaciones con los indígenas y no perturbar las condiciones
que habían hecho florecer la economía fronteriza22*
.
El comercio del poncho tenía otra dimensión. Para las
autoridades del siglo XVIII no pasó inadvertida la competencia
que hacían los productos locales a las telas y ropas españolas; por
lo tanto, Higgins entendía que debía controlarlo y eso fue lo que
propuso, según se desprende de sus informes. A través de esta
medida, pretendía, además, estrechar, de un modo muy particular,
las relaciones entre los hispanocriollos y mapuche. Sin disponer de
una producción para el intercambio, como el poncho, los indios,
decía el gobernador, se verían obligados a ocuparse en las
haciendas fronterizas, proporcionando la mano de obra que estas
necesitaban .
En síntesis, no se puede afirmar que la política interven­
cionista de los borbones haya estado ausente en la Araucanía. Esta
se expresó en las actitudes de las autoridades frente al comercio; en
el apoyo que empezaron a recibir los franciscanos, cuya política
misional respondía mejor a los afanes de control sugerida por los
borbones; en la serie de informes que solicita la Corona y en las
expediciones científicas que envía a la región para conocer mejor
su realidad. Es probable, también, que la creación del virreinato de
Buenos Aires haya constituido el punto de partida de un proceso
que tendía a concentrar las exportaciones de la Pampa por el puerto
de Buenos Aires, evitando que estas fluyeran hacia Chile como
venía ocurriendo con la masa de ganado pampeano trasladada por
los indígenas a la zona de la Araucanía. Sin embargo, los intereses
locales fueron más fuertes, por eso sus efectos casi no se notaron.
El fruto que había producido la complementariedad de las redes
22 Véase, Ricardo Donoso, El Marqués de Osomo, Ediciones de ia Universidad
de Chile, Santiago, 1941.
3 Informe de A. Higgins al gobernador sobre los medios de mantener en paz a
los indios, 13.10.1771. En BN, MM, vol. 274, fs. 203-223. Convendría precisar
que Higgins sólo se limitó a combatir el comercio del poncho, pues, tal como
pensaban otras autoridades locales, presumía que las relaciones comerciales con
los indios favorecería el desarrollo del incipiente mercado laboral que estaba
apareciendo en la zona. El comandante de Los Angeles, Pedro Nolasco del Río,
señaló, por ejemplo, en 1794, que el comercio y comunicación con los
indígenas podría hacerlos salir “con más frecuencia a trabajar de gañanes en
nuestros países, como lo hacían antes ... atraídos por el buen trato y
comodidades de que carecen en sus tierras ...”. Carta al Gobernador A. Higgins,
Los Angeles. 28 de julio de 1794. En BN, MM, vol. 330. fs. 163-178. La cita
en fs. 165-166.
22
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
indígenas con las redes capitalistas, constituían un fr^no que los
promotores de los cambios percibieron con toda nitidez24*.
A fin de cuentas, queda la impresión que la política de los
borbones se estrelló en América contra una realidad que en España
no se evaluó con precisión. Aunque el ministro Gálvez y otras
altas autoridades en la península conocían con cierta justeza lo qub
pasaba en nuestro continente, no fueron capaces de contener sus
impulsos y optaron por sugerir una política que finalmente aceleró
la Independencia. La presión que ejercía la llamada burguesía
periférica en España y la escasa capacidad de negociación que
tenía la Corona, desgastada por las guerras europeas y el pésimo
manejo de las finanzas, lanzaron a los borbones por el despeña­
dero. Aunque lograron lo que aquí hemos llamado el control
vertical del continente, no consiguieron afianzar el control horizon­
tal; es decir, intervenir las integraciones regionales que se habían
constituido en las colonias.
Lo que sucedió en el espacio fronterizo que se extendía
desde Concepción hasta las Pampas, tiende a confirmarlo. Aquí, la
supervivencia y prolongación al siglo XIX de las relaciones que se
impusieron a mediados del siglo XVII, demuestra los límites de un
esfiierzo intervencionista que terminó sumido en el fracaso.
La vida en la frontera transcurría, por lo demás, en un
clima de tranquilidad y progreso. En una descripción del obispado
de Concepción de 1780, se decía que en las estancias fronterizas
las tierras se aprovechaban para la cría y engorda de ganado
vacuno, cabrío y ovejuno, con evidentes beneficios para todos sus
pobladores. A pesar de la aparente pobreza de la gente, agrega el
documento “todos estos aldeanos pasan una vida tranquila y alegre
a efecto sin duda de la entera libertad de que gozan (siendo] sobre
todo muy apasionados a la música y cantares”2 . El mundo
indígena también gozaba de cierta tranquilidad. En un ambiente de
paz y bajo cierto control las guerras intertribales, la parcialidades
indígenas podían dedicarse sin mayores dificultades a sus prácticas
24 Respecto del rol que habría empezado a jugar Buenos Aires como polo de
arrastre en la vertiente del Atlántico se puede consultar el artículo de Juan
Carlos Garavaglia, “Economic growth and regional differentiations: the River
Píate región at the end of eigtheenth century”. En Hispanic Histórica! American
Review, N° 65, 1985, pp. 51-89, y el libro de Carlos Mayo, Estancia y sociedad
en la Pampa, 1740-1820, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1996.
Descripción del Obispado e Intendencia de Concepción, s/f (1780), Archivo
del Museo Naval de Madrid, Ms. 121, doc. 6, fs. 148-189. La cita en f. 161.
23
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
económicas, fundamentales para relacionarse con la sociedad no
indígena26.
El parlamento como mecanismo de entendimiento y dis­
tribución del poder funcionaba perfectamente. Las promesas de paz
y la amistad selladas en ellos aseguraban la tranquilidad. Eran, sin
duda, ceremonias rituales que mantenían el equilibrio en la
frontera. Una bella descripción redactada a fines del XVIII permite
apreciar el significado que tenían para la sociedad indígena.
Cuando hacen los parlamentos o paces con nosotros, decía
su autor,
“hablan primero aquellos que están más inmediato
al paraje elegido para el parlamento y nombran
uno que es privilegiado en voz y fuerza porque se
lleva gritando todo el día que le toca, oye una
pequeña relación de un cacique y luego entona su
arenga, y así sucesivamente de todos los caciques
de aquel Butalmapu; sin duda que son en su
idioma muy señalados estos por los coloridos que
usan en sus arengas haciendo alguna vez agradable
su discurso. Principian con el Capitán General
diciendo que su presencia les hace ver la grandeza
del Rey, pues las fuentes parece que saltan y
vierten agua con mayor abundancia que antes,
siguiéndose mayor carrera en los arroyos, más
derrame en las plantas, éstas corresponden con más
verdor y por sima de sus ramas cantan los
pajarillos más ligeros, más sonoros, con cuyos
extraños objetos pulsan los corazones de todos tan
alborozados y gustosos que les parece no tienen ya
que desear otra cosa que les conceda más gusto y
alegría”.
“Van hablando de cada jurisdicción y que llegando
a la más culpada o a la que tiene peor voluntad,
levantan la voz y dicen, parezcan ahora los leales,
los amigos de los españoles, los que tantas veces
han ofrecido fidelidad al español, no parecen y
26 Convendría señalar que en las Pampas la situación fue un poco diferente. Los
malones que se dirigían desde la Araucanía en busca del ganado de las estancias
de Junín, San Luis, Mendoza y San Rafael, generaron sin duda, bastante
intranquilidad, perturbando las relaciones entre los propios grupos indígenas y
las de estos con los hispanocriollos.
24
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
mirando a los españoles, dicen, la zorra siempre
anda cabizbaja, recelosa y por lo más confuso del
camino y ¿por qué? Porque siempre que puede
hace su fechuría a que le llama la inclinación que
heredó de sus antepasados”2 .
El interés por los parlamentos era evidente. En 1793
Higgins preparó con particular atención la propuesta que haría a
los caciques en el parlamento de ese año. Para eso les dirigió cartas
predisponiéndolos a pactar los acuerdos que les iba a proponer27
28.
El parlamento se presentaba, sin duda, como un acuerdo entre
iguales29. En el de Negrete de 1803, tal vez el último colonial, se
hablaba de dos naciones, que, aunque vasallas del rey, se reirían
“a firmar todos los artículos que hacen la felicidad de ambas” . A
esa reunión asistieron 239 caciques con más de mil y tantos
capitanejos y todas las autoridades españolas de Concepción,
presididas por el militar de mayor graduación en la Frontera, el
brigadier Pedro Quijada. Al abrir la reunión, Quijada reconoció las
bondades de la paz. Al pasar por el butalmapu de Angol, en viaje
a Valdivia, dijo a los caciques, he visto sus territorios ‘‘llenos de
haciendas y ganados de todas especies, adelantada la agricultura,
vuestros mocetones y familias disfrutando la tranquilidad”3 .
27
Corta descripción de los indios, s/f (al780). Archivo del Museo Naval de
Madrid, Ms. 127, doc. 16, fs. 299 vta.-301 vta. La cita en f. 301 vta.
Esta correspondencia se encuentra en BN, MM, vol. 358. En estas cartas
Higgins deja en evidencia la importancia que atribuía a la paz y a la negociación
con los indígenas en un plano de respeto con ellos. La frontera era, en realidad,
un espacio para negociadores y Higgins fue uno de los más importantes entre
los “huincas” del siglo XVIII. Trabajos recientes de Leonardo León, han
demostrado también como los negociadores indígenas se fueron imponiendo a
los jefes militares. De León véase sus artículos “El malón de Curiñanku. El
surgimiento de un cacique araucano” (Proposiciones, N° 19, Ediciones Sur,
Santiago, 1990, pp. 18-43) y “Política y poder en la Araucanía: apogeo del toqui
Aillapangui de Malleco, 1679-1774” (Cuadernos de Historia, N° 12, Universi­
dad de Chile, Santiago, 1992, pp. 7-67).
Respecto de los parlamentos sólo estamos diciendo que se presentaban como
acuerdos entre iguales, aunque, en el fondo, los protagonistas del encuentro, tal
vez no lo pensaran así. Vale decir, el trato entre iguales se fue planteando, al
menos, en el plano discursivo. Este trato es el que invocarán, hasta el día de
Jjpy, algunos dirigentes mapuche.
Parlamento General celebrado en el campo de Negrete con los indios de
Chile, en los días 3, 4 y 5 de marzo de 1803, presidido por el señor Pedro
Quijada. En BN, MM, vol. 330, fs. 499-522. La cita en f. 497.
n Ibfdem, f. 498.
25
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Naturalmente, no todo era armonía en la Frontera. Las
llamadas rebeliones de 1723 y 1766 demostraron que todavía la
.paz era precaria32; sin embargo, el territorio conformado por la
Araucanía y las Pampas había logrado convertirse en un espacio
integrado que mantenía un interesante nivel de relaciones con el
mundo no indígena a través de circuitos comerciales muy diná­
micos y de parlamentos que garantizaban la tranquilidad. Los
circuitos comerciales eran, por lo demás y tal como ya lo hemos
dicho, el mecanismo del que se valían las autoridades hispanocriollas y los agentes de la vida económica para extraer del mundo
indígena los excedentes que en el Perú conseguían los corregidores
y en México los alcaldes mayores.
4. La independencia y el viejo espacio fronterizo
Así como la vieja frontera había logrado salvar con éxito
las reformas borbónicas, también pudo superar los trastornos que
provocó la Independencia, sin sufrir mayores alteraciones, por lo
menos en el lado chileno, caso que vamos a privilegiar en el
análisis que haremos en las páginas siguientes. En realidad, la
sociedad colonial perduró aquí con más nitidez que en el resto del
país, por lo menos hasta mediados del siglo XIX, a pesar de la
resistencia que opuso la región al movimiento emancipador.
Conocida esta resistencia como “la Guerra a Muerte”,
denominación acuñada por la historiografía liberal del siglo pasado
para descalificar el verdadero carácter de este movimiento, en las
nos proponemos demostrar ahora que esta resistencia puede
entenderse también como la actitud de una sociedad regional que
se opuso a los cambios que anunciaba el proyecto político de
'quienes encabezaban la Independencia. Esta resistencia incluyó a
restos del ejército realista que escapó hacia el sur después de las
derrotas de Chacabuco y Maipú, a sectores de la sociedad criolla
de Concepción, a miembros de la iglesia y a ciertos sectores de la
sociedad indígena, cuya lealtad al monarca, comprometida en los
numerosos parlamentos que se celebraron durante la Colonia, fue
permanentemente invocada por ellos para combatir al ejército que
la misma historiografía liberal denominó “patriota”.
En realidad, entre 1810 y 1860 es posible distinguir en la
historia regional tres fases de más corta duración que convendría
32 Holdenis Casanova Guarda, Las rebeliones araucanas del siglo XVIII,
Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1987.
26
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
precisar. La primera (1810-1830), corresponde al período de la
lucha por la Independencia y la resistencia de la sociedad local al
movimiento emancipador. La segunda (1830-1850), marca el
retorno a los mecanismos de relaciones fronterizas existentes en la
Colonia (principalmente parlamentos y misiones). Por último, la
tercera, se inicia a partir de 1850 cuando se precipita la ocupación
de la frontera por parte del gobierno republicano mediante un
proceso que desata de nuevo la violencia.
a) La Independencia y la resistencia de una sociedad regional
En pleno proceso de Independencia, las nuevas autoridades
que estaban asumiendo el control del país observaron la frontera en
términos un poco ambiguos. Desde luego, tuvieron al comienzo un
evidente interés en asociar el movimiento emancipador a la lucha
secular que el pueblo mapuche había sostenido contra sus
invasores. Los nombres de la Logia Lautaro, el título de algunos
periódicos como las Cartas Pehuenche y, en general, la admiración
que despertaba la lucha de los araucanos contra el español hizo
presumir a O’Higgins, Carrera, Freire y Camilo Henríquez, entre
otros, que invocar el pasado indígena hacía bien a la causa de la
Independencia. Surgió así un sentimiento de verdadera admiración
hacia los mapuche y de respeto por lo que habían hecho durante la
Colonia. Camilo Henríquez los recordaba como los altivos
luchadores por la libertad33 y no deja de ser sintomático que a la'
fiesta del primer aniversario del 18 de septiembre, las damas
asistieran al baile de gala que se celebró en el palacio de gobierno .
vestidas de indias34. Sin embargo, la tenaz resistencia que opuso
la sociedad regional al movimiento emancipador, sobre todo des­
pués de Maipú, matizó este discurso, otorgándole la ambigüedad
que destacábamos hace un momento. Un texto de Alcázar, oficial
que actuaba bajólas órdenes de Freire, lo demuestra con bastante
claridad. Al anunciarle su marcha a la frontera en 1820 para
castigar a los últimos “realistas” refugiados en la Araucanía,
Alcázar le decía que esperaba
53 Véase los artículos que publicó en La Aurora de Chile, Santiago, 1811.
34 Fr. Melchor Calderón, Memoria Histórica sobre la Revolución de Chile,
Colección de Historiadores y Documentos Relativos a la Independencia de
Chile (en adelante CDICH), tomo LXI, Biblioteca Nacional, Santiago, 1964,
tomo II, p. 89.
27
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
“concluir con el enemigo y escarmentar a los
mejores americanos, aunque engañados en su
opinión, a los bravos araucanos, los que hasta el
día conservan su bravura, y con dolor me veo
precisado a castigarlos, después de haber tocado
los resortes de la prudencia ...” .
O’Higgins, hombre de la región, como el propio Freire,
había alimentado siempre la idea de incorporar definitivamente la
Araucanía al país, incluyendo a toda la población indígena de esta
y la otra banda de la Cordillera. Los araucanos, decía en 1817,
“han sido el lustre de la América combatiendo por su libertad”, y
agregaba que éstos formaban una preciosa porción de Chile que,
seguramente, no abandonaría su suelo para irse en pos de un
español que sólo quería esclavizarles y hacerse feliz a costa de la
servidumbre de sus moradores3 .
O’Higgins conocía, además, las estrechas relaciones que
habían mantenido los indígenas de la Araucanía con los territorios
que se extendían más allá de las fronteras que estaban estable­
ciendo los nuevos países que surgían después de la Independencia.
Un largo comentario que hizo al futuro Presidente Joaquín Prieto,
en 1830, cuando ya vivía en el exilio, resume un punto de vista
que demuestra los esfuerzos de los hombres de la época por
incorporar al país a una población que pronto va a ser denostada y
acosada por su supuesta barbaridad.
“Estas materias, que ocupan mi imaginación me
permiten, mi querido general, no solamente
recomendarle, sino también imprimir en Ud. la
35 Carta de Alcázar a Freire, Concepción, 23 de enero de 1820. Citada por
Benjamín Vicuña Mackenna, La Guerra a Muerte
*
Editorial Francisco de
^guirre, Buenos Aires, 1972, p. 195.
Proclama a los habitantes de Arauco. En Archivo de don Bernardo
O’Higgins
*
tomo XXI, Editorial Universidad Católica, Santiago, 1960, p. 16.
Esta proclama demuestra también el interés de O’Higgins por ganarse a los
indígenas para la causa revolucionaría, tal como lo había intentado San Martín
apenas iniciadas las operaciones militares. Véase, por ejemplo, el Parlamento
que celebra San Martín con los indios del sur de Mendoza en 1816, para lo cual
contó con el apoyo del franciscano Francisco de Inalicán, uno de los pocos
misioneros que adoptó una postura favorable a la Independencia. El parlamento
anterior en Rafael Vellataz, Revista de Estudios Históricos de Mendoza
*
tomo
II, 1970, pp. 571-577. Agradezco a mi alumno de Licenciatura en Historia de la
Universidad de la Frontera, Jorge Riquelme, haberme facilitado una copia de
este texto.
28
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
grande importancia de calcular y adquirir por todos
los medios posibles la amistad, no solamente de
los araucanos, sino aún con más vigor de los
pehuenches y huilliches, conviniendo como yo
convengo con Molina, que todos los habitantes de
los valles del Este, así como del Oeste de los
Andes son chilenos. Yo considero a los
pehuenches, puelches y patagones por tan paisanos
nuestros como los demás nacidos al norte del Bio
Bio; y después de la Independencia de nuestra
patria ningún acontecimiento favorable podría
darme mayor satisfacción que presenciar la
civilización de todos los hijos de Chile de ambas
bandas de la gran cordillera y su unión en una gran
familia ... Yo me gozo, pues, mi querido general
en la confianza de que no ande muy distante el día
en que el bárbaro y errante leñador de las Pampas
se convierta en un civilizado pastor, y el pobre
desnudo salvaje de la Tierra del Fuego en un
industrioso y acomodado pescador. De pescadores
y pastores pasamos Naturalmente a agricultores,
cuyas operaciones sobrepujan en importancia a
todas las otras clases y especialmente en Chile,
cuyo fértil suelo tan ampliamente remunera el
trabajo del arado”3 .
Se trataba, pues, de valorar al mapuche e incluirlo en la
nación que se estaba fundando, para construir con él y sus
territorios el nuevo país que surgía de las ruinas del mundo
colonial. Todos debemos unimos en una gran familia “tanto para
oponerse a los enemigos del país como para aumentar y consolidar
el comercio y hacer cesar los males de la guerra”, acordó el
teniente coronel Pedro Bamechea en el parlamento de Yumbel?
(diciembre de 1823) con los caciques embajadores de los cuatro
butalmapus. “Desde el despoblado de Atacama hasta los límites de
la provincia de Chiloé -se estableció en el pacto- todos seráii
tratados como ciudadanos chilenos en el goce de las gracias yj
7 Carta de O’Higgins a J. Prieto, Lima, 24 de octubre de 1830. En Epistolario
de D. Bernardo O'Higgins, 1823-1842. Anotado por Ernesto de la Cruz,
Imprenta Universitaria, Santiago, 1919, pp. 128-134. La cita en pp. 130-131.
29
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
38
privilegios correspondientes y con las obligaciones^respectivas” .
Debemos formar, se pensaba, una gran hermandad39.
En la misma dirección giró un proyecto de pacificación de
la Araucanía presentado ese mismo año por el ministro de Freire,
don Mariano Egaña. Egaña se proponía ocupar la región con colo­
nos nacionales y extranjeros, prefiriendo para ello a los propios
mapuche que quisieran hacerse colonos. El proyecto, concluía
Egaña, debía acordarse con los indígenas a través de un parlamen­
to, sin torcer su voluntad, tal como se había hecho durante la
Colonia40.
Sin embargo, un grupo importante de parcialidades
mapuche y casi toda la sociedad regional no adhirió al proyecto
emancipador. El alto grado de integración que había logrado este
lespacio durante la Colonia, la complementariedad de las redes
indígenas con las redes capitalistas y la articulación de toda la
región al resto de la economía colonial habían generado una serie
¿le intereses que nadie quería arriesgar a causa de un proyecto de
emancipación política que no se conocía bien. Cualquier cambio
introducía modificaciones que representaban una amenaza para los
distintos sectores sociales y económicos que se habían constituido
en la vieja frontera del sur. Creo que aquí está la clave para
entender lo que la historiografía liberal del siglo pasado llamó “la
Guerra a Muerte”.
Tratados de unión firmado por el teniente coronel P. Barnechea con los
caciques gobernadores de los cuatro butalmapus, Yumbel, 12 de diciembre de
1823, fs. 281-285. Las citas de f. 281. En Archivo Nacional, Ministerio de
Guerra, vol. 133. Agradezco a mi colega Holdenis Casanova haberme facilitado
una copia de este documento. (Este tratado fue ordenado por R. Freire según
decreto del 27 de octubre de 1823, en el que mandaba, además, repoblar las
ciudades de Angol, Imperial y Villarrica. Véase Julio Zenteno Barrios,
Recopilación de leyes i decretos supremos'sobre colonización, 1810-1896.
Imprenta Nacional, Santiago, 1896, p. 111. La iniciativa de Freire pasó antes
por el Congreso (sesión del 15 de agosto de 1823), donde se discutió el gasto
que exigía este parlamento (Sesiones del Congreso en el Redactor de Sesiones
del Soberano Congreso, Colección de Antiguos Periódicos, tomo XVII,
gdiciones de la Biblioteca Nacional, Santiago, 1995, pp. 400-401).
Esta actitud de los “primeros padres de la patria" ha sido destacada por José
Bengoa, denominándola “araucanista”. Según Bengoa, este discurso se
mantiene hasta hoy en la tradición patriótica chilena, pasando a ser parte
integrante del discurso nacional. Historia de pueblo mapuche. Ediciones Sur,
^antiago, 1985, pp. 139-141.
Francisco Encina, Historia de Chile, Tomo IX, Editorial Nascimento,
Santiago, 1954, p. 126.
30
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Vicuña Mackenna, uno de los primeros en llamarla así, se
refirió a ella como un cruento enfrentamiento, cuadro horrible de
una tragedia histórica provocada por un salteador criollo, hijo de
un carcelero, llamado Vicente Benavides41. Su crueldad y el odio
que alimentó hacia el ejército patriota lo habrían impulsado a
asociarse a los restos de las fuerzas realistas que huyeron al sur
después de la derrota Maipú. A Benavides se habrían unido más
tarde los Pincheira y José María Zapata, bandoleros de la región de
Chillán, que arrastraron consigo a los pehuenche en la lucha contra
las tropas que querían consolidar la Independencia42. Sin embargo,
un examen más detenido de estos acontecimientos demuestra que
no se trató sólo de una o varias campañas emprendidas por
Benavides o los Pincheira. Tal como anticipábamos recién, la
lucha involucró a sectores más amplios de la sociedad regional que
había emergido en tomo a Concepción y la vieja frontera araucana.
Esta resistencia empezó a incubarse durante la reconquista
(1814-1817) y a perfilarse más nítidamente en 1817, después de la
batalla de Chacabuco, cuando una parte del ejército realista huyó
hacia Talcahuano, luego de ser derrotado por el Ejército Liberta­
dor. Encina señala que San Martín cometió la torpeza de no
aniquilar al enemigo, permitiendo su huida a Valparaíso, primero,
y a Talcahuano, después. El propio Encina agrega que Concepción
era realista desde la primera ^dictadura de Carrera, apenas iniciada
la lucha por la Independencia43.
Al año siguiente, después de Maipú, se repitió la misma
situación. Para los derrotados, pensar en una resistencia desde
Concepción no parecía insensato. En primer lugar, la región era
contraria a los cambios y, en segundo lugar, en caso de algún
revés, siempre existía la posibilidad de escapar a la Araucanía para
protegerse de cualquier represalia, invocando la alianza sellada
entre los mapuche y la Corona en los últimos parlamentos
coloniales. Las autoridades españolas sabían muy bien que podían
contar con el apoyo de diversas parcialidades indígenas y que no
les costaría demasiado movilizarlas contra los promotores del
41 Vicuña Mackenna, La Guerra a Muerte, p. XXXV.
42 Aunque a Vicuña Mackenna correspondió divulgar la historia de la llamada
Guerra a Muerte, ya antes que él otros historiadores, también liberales, se
habían referido a ella en términos muy parecidos. Véase, por ejemplo, la obra
de Diego Barros Arana. Estudios Históricos sobre Vicente Benavides i las
Campañas del Sur, 1818-1822. Imprenta de Julio Belin i Compañía, Santiago,
J85O.
3 Encina, oh. cit., tomo VII. Editorial Nascimento, Santiago, 1953, pp. 332.
31
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
cambio. Probablemente, sabían también que amplios sectores de la
sociedad penquista los apoyaría y que todos los agentes que habían
participado de los beneficios que generaba el conchavo y las
relaciones entre indígenas y no indígenas, se alinearían a su favor.
Y así parece haber ocurrido.
De partida, Claudio Gay, casi testigo ocular de los hechos,
reconoció que la resistencia no se limitó a las acciones de
Benavides. Esta, organizada a manera de montoneras, se planteó a
través de tres frentes que cubrían toda la región. El primero,
comandado por Benavides y luego por don Manuel Picó, abarcaba
los llanos centrales de la Araucanía; el segundo, al mando del cura
Juan Antonio Ferrebú, se organizó en la costa y, el tercero,
encabezado por los Pincheira, luchó en la zona cordillerana . Es
decir, las llamadas fuerzas patriotas que representaban el proyecto
fundacional del Chile republicano se encontraron en la zona con
una abierta resistencia que involucró a toda la región.
En este sentido es interesante examinar la lucha que dio el
general Manuel Picó. Picó, español de nacimiento, había sido
profesor primario en Coquimbo y luego minero en Copiapó, desde
donde viajó a Concepción para unirse a Benavides en calidad de
secretario, alcanzando en su ejército el grado de teniente coronel.
Gay dice que Picó logró disciplinar y moralizar a la tropa45.
Junto con lograr este objetivo, Picó viajó al Perú para
conseguir el respaldo del virrey Pezuela y, a su regreso, buscó
insistentemente el apoyo de los mapuche. Logró, así, concitar la
colaboración de Catrileu, Leviluán, Curiqueo, Maguiluén y Mariluán, poniendo en jaque a las tropas que dirigía Manuel Bulnes.
Picó contaba, además, con el apoyo de los hacendados y
comerciantes de Concepción, poco dispuestos a someterse a la
voluntad de las nuevas autoridades del país. La estrategia de
Bulnes se encaminó, precisamente, no sólo a combatirlo, sino a
socavar las bases en que se apoyaba, tratando de ganarse la
simpatía de los hombres ricos de la zona y sembrando la discordia
entre las parcialidades indígenas. Para lo último se valió de un
sujeto hecho casi a la medida de las circunstancias: Luis Salazar.
Según Gay, Salazar era un hombre con todas las cualidades para
tener éxito en la Araucanía: mucho tacto, una gran habilidad para
moverse en un terreno sembrado de discordias, una constitución
bastante robusta para soportar las fatigas y privaciones de la guerra
Claudio Gay, Historia Física y Política de Chile. Historia, tomo VIII, Casa
del Autor, París, 1871,(pp. 268-269.
5 Gay, obra citada, pp. 269-571.
' ''
32
Jorge Pinto, La Araucanía. 1750-1850
y, lo más importante, un valor sereno e i imperturbable. Por sus
cualidades los indios lo llamaban Toquiquek) .
Salazar no se limitó a operar entre las parcialidades de los
llanos. Dirigiéndose a la cordillera trató de interceder también con
los pehuenche, cuyo apoyo a los Pincheira concedía mayor fuerza
a ese foco de resistencia. Salazar celebró con ellos varias reunio­
nes; sin embargo, lo que le reportó evidentes ventajas fue la
presencia de Venancio Coñuepán, viejo cacique mapuche, partida­
rio a toda prueba del ejército republicano. Al parecer, las viejas
lealtades de Coñuepán con don Ambrosio Higgins, padre de don
Bernardo, lo habrían comprometido con los emisarios del hijo de
su antiguo aliado. Gay reproduce una arenga que Coñuepán habríaj
dirigido a los pehuenche para sumarlos a la causa republicana de
notable interés porque recoge con toda claridad la idea de construir
una casa y una gran familia o hermandad nacional, con los
indígenas incluidos.
“No estéis persuadidos, les dijo, que los que os
están mirando, oyendo y hablando vienen con
cara enmascarada y doblado su corazón para
engañaros. Las palabras que voy a comunicaros
son las mismas que les dio mi primo Lincogur
ahora nueve meses, pues las tenéis presentes; este
os dijo a nombre del Supremo Jefe de que
salieseis de la ceguedad a que estabais reducidos,
creyendo falsedades y promesas que se vuelven
humo. Nuestras palabras no dimanan de nuestro
solo parecer, sino del principal jefe de la nación,
que os hable llamándoos a la tranquilidad o paz;
para ello os dice saldréis de las lobregueras de
los montes a que os habéis reducido a vivir como
leones y las zorras, atemperados al clima de las
fieras; no mis hermanos caciques. Salgamos
huyendo del estado de embrutecidad y pasemos a
comunicarnos unos a otros, gocemos de las
campiñas, fertilidad de las aguas abundantes que
nos dio el autor de la naturaleza, edifiquemos
casas grandes a donde podamos criar nuestros
hijos y educarlos, labremos la tierra para plantar
y desparramar semillas que su fecundidad nos
46
Gay, obra citada, pp. 278-27JX
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
dará suficientes productos, fomentará nuestros
hijos; unámonos a nuestro gobierno y pasemos a
gozar la casa grande que está fabricando: en ella
descansando disfrutaremos de los manjares que
nos tienen preparados para nuestro regalo y
refrescamos con sus bebidas; para esto os llama
nuestro gran Toquiquelo”4 .
El texto de Gay, si se ajusta a lo que habría dicho
Coñuepán, no puede ser más elocuente. El cacique habría pedido a
los pehuenche colaborar en la construcción de la casa grande que
estaban edificando los jefes de la nación. Era la casa nueva o el
nuevo país en el que textos podrían cobijarse para gozar mejor los
bienes de la naturaleza47
48. Obviamente, construir esa casa signifi­
caba abandonar la que habían levantado al amparo de la complementariedad de la economía indígena con la economía capitalista y
los acuerdos sellados ei^ los parlamentos y pactar con las nuevas
autoridades de Chile
; aunque habría que decir, de todas
47 Claudio Gay» obra citada» pp. 288-289.
Es indudable que este texto, como varios otros que hemos citado y que
citaremos más adelante, dan cuenta del proceso de construcción del estado y la
nación en los orígenes de la República. Al parecer, el estado, que involucra
territorio y población, fue pensado en Chile, desde el punto de vista territorial,
como una casa que debía construirse con el esfuerzo de todos los pobladores
que lo habitaban desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos; y,
desde el punto de vista de la población, como una hermandad o gran familia a la
que debían integrarse todos los habitantes del mismo territorio. Esa gran familia
pasaría a ser la nación política» sujeta a las normas que dentro de la casa
impondrían las autoridades del país. La nación política resultaba, así, de la
unión de diferentes naciones culturales» una de las cuales sería la araucana. En
efecto, nadie discutió en la primera mitad del siglo XIX que los mapuche eran
distintos a los chilenos. En 1859» Vicente Pérez Rosales habló, por ejemplo, en
su Ensayo sobre Chile (Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1859), de un
territorio poblado por dos razas» una mixta y otra araucana, que se podían unir
para formar la gran familia nacional (215). Algunos llegaron a pensar incluso
que los chilenos arrancaban del indígena, pero no dejaron de reconocer que eran
diferentes. En todo caso, la idea de la casa y la familia para definir a Chile y los
chilenos, parece arrancar del “orden hacendal”, tan influyente en Chile, tal
como lo ha sugerido Bengoa (El poder y la subordinación. Ediciones Sur,
Santiago, 1988 y Haciendas y campesinos. Ediciones Sur, Santiago, 1990).
Sobre el tema del estado y la nación hemos seguido, básicamente, trabajos de
autores como Weber, Gramsci, Gellner, Balivar y Wallerstein, Hobsbawn,
Hroch, Anderson y Fossart.
Silvia Ratto en un artículo muy interesante publicado recientemente señala
que los indígenas de Buenos Aires habrían tenido dos problemas para admitir el
poder de las nuevas autoridades bonaerenses. En primer lugar, el interés que
i.
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
maneras, que Coñuepán no renunciaba con ello a su propia
identidad y a la convicción que le asistía de formar parte de un
mundo distinto al del “huinca”. En un texto que recoge Mariano
Campos Menchaca, el mismo Coñuepán que invitaba a los
pehuenches a construir la casa nueva con las autoridades chilenas,
ofrecía a Bernardo O’Higgins el asilo del “estado araucano”
cuando tuvo que abdicar en 1823 y partir al exilio en el Perú. Sus
habitantes, le decía Coñuepán, no olvidan la amistad contraída con
tu padre50.
A la resistencia encabezada por Benavides y Picó en los
llanos, se sumó la del cura Ferrabú en la costa y la de los Pincheira
en la cordillera. Ferrabú operó en una zona difícil. El contacto más
prolongado que habían tenido los indígenas de aquella zona con
los hispanocriollos de las cercanías de Concepción, desde donde
operaban las nuevas autoridades, hacía presumir que la resistencia
sería menor. Sin embargo, Ferrabú fue capaz de unir a los viejos
misioneros, cuyo temor frente a las nuevas autoridades los había
transformado en el sector más conservador de la iglesia, y a los
mercaderes que se internaban por allí a traficar con los mapuche,
tan asustados como los franciscanos frente los cambios que se
estaban produciendo.
Ferrabú fiie traicionado en 1824 y ajusticiado el 2 de
septiembre de ese año. Luego de su muerte fue reemplazado por
Candelario Cruz, pero la derrota de éste, en enero del año
siguiente, cerró un foco de resistencia que había provocado enorme
preocupación a las autoridades de Santiago. La derrota y muerte
de Picó, ocurrida a fines de octubre de 1824, generó el ambiente
propicio para buscar un entendimiento con los mapuche, todavía
contrarios a cualquier alteración que rompiera las condiciones que
observan por parte de éstas de sus tierras y, en segundo lugar, la ausencia de un
poder centralizado con el cual parlamentar (“Conflictos y armonías en la
frontera bonaerense, 1834-1840". En Entrepasados, N° 11, Buenos Aires, 1996,
pp. 21-34). Nuestra impresión es que en Chile habrían operado, al menos, tres
factores: a) la lealtad de los mapuche con las antiguas autoridades españolas,
sellada en los parlamentos coloniales, b) el riesgo de perder la participación que
habían logrado algunos grupos y dirigentes mapuche en
los circuitos
comerciales que se habían desarrollado en la región, y, c) el peligro de perder
las cuotas de poder que ya habían alcanzado al tener que negociar con agentes
desconocidos. Estas razones, habrían inducido a Coñuepán a convencer a los
pehuenches de pactar con las autoridades chilenas, al margen de la amistad que
Venancio tuvo con don Ambrosio Higgins y que extendió a su hijo Bernardo, tal
como ya lo hemos señalado.
Mariano Campos M., Nahuelbuta. Editorial Francisco de Aguirre, Buenos
Aires, 1972, pp. 160-161.
35
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
imperaban en la Frontera. El 30 de diciembre de ese mismo año el
coronel Barnechea logró celebrar en Tapihue un parlamento con
Mariluan que restableció la paz amagada por la lucha por la
Independencia. Fue un paso importante porque Mariluan era un
cacique difícil de doblegar. Viejo amigo de los franciscanos y
designado cacique gobernador a sueldo por parte de las antiguas
autoridades coloniales, actuaba con firme lealtad y convicción1
*3* .
Por el Parlamento de Tapihue Mariluán logró que se mantuviera el
Bio Bio como frontera entre los dos mundos y que los mapuche
fueran tratados como ciudadanos de la república de Chile, gozando
de todos sus privilegios. Terminada la ceremonia, Gay dice que
Mariluan habría pedido perdón a Dios, diciendo:
“Señor, Dios, no tengo la culpa, sino mis
padres, que jamás me advirtieron que los
españoles eran nuestros tiranos v que nos
habían quitado nuestra libertad”5 .
De acuerdo al texto que citamos, y casi irónicamente,
Mariluán dejaba en evidencia las ventajas de la vieja frontera. Ni él
ni los suyos se habían dado cuenta de los crímenes de los
españoles hasta que las nuevas autoridades se los hicieron ver, a
pesar de que la vieja sabiduría mapuche les enseñaba que el orden
imperante hasta entonces los había beneficiado a todos.
Los Pincheira resistieron por un tiempo más prolongado en
la zona cordillerana, movilizando también a sus hombres a través
de montoneras o guerrillas y contando con el apoyo de diversos
grupos indígenas que, cuando no los apoyaban materialmente con
conas o pertrechos, los protegían, al menos, de las tropas del
ejército republicano. Una interesante relación del coronel Jorge
Beauchef de una expedición dirigida contra ellos en diciembre de
1826 da cuenta de como, a pesar del apoyo aparente que Beauchef
encontró entre algunos grupos pehuenche, no pudo dar con José
Antonio Pincheira y los demás cabecillas, siempre informados
oportunamente de la presencia de las tropas del ejército de Chile33.
1 Tomás Guevara, Los Araucanos en la Revolución de la Independencia,
frnprenta Cervantes, Santiago, 1911, p. 299.
Claudio Gay, obra citada, p. 304.
Memorias militares para servir a la Historia de la Independencia de Chile
del coronel Jorge Beauchef, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1964. El
documento citado en pp. 254-270. Villalobos señaló que el apoyo que los
pehuenche brindaron a los Pincheira resultó fatal para ellos por los efectos de la
36
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Y allí se mantuvieron hasta 1830, provocando alguna desazón en
las autoridades del país54.
En realidad, es difícil admitir que una resistencia tan larga
fuese producto sólo de una banda de delincuentes desalmados, tal
como lo ha tratado de demostrar la historiografía liberal. Tal vez,
no sea temerario presumir que los Pincheira actuaron protegidos
pollos misioneros franciscanos y algunos hacendados de la zo­
na55, al margen del apoyo que, sin duda, les prestaron los
pehuenche de esta y la otra banda de la Cordillera. Guevara reco­
noce que los franciscanos se encargaron de mantener vivo el terror
frente a los cambios que se anunciaban en caso de triunfar la
Independencia y que los jefes militares que la resistían compren­
dían muy bien que $ apoyo de los indígenas era fundamental en la
lucha por su causa56. Al grupo rebelde se agregarían también los
desertores del llamado ejército patriota que, impagos o empo­
brecidos, se sumaban a este frente de resistencia que puso en jaque
a las autoridades de Santiago.
De acuerdo a lo que señala Claudio Gay, el poder
alcanzado por los Pincheira le permitió a uno de ellos, Pablo, ser
reconocido como coronel y jefe de las tropas del sur por las
autoridades de Mendoza. Manuel Bulnes también le habría
propuesto, en 1831, un arreglo que Pablo Pincheira habría
aceptado bajo la condición de que se le conservase el cargo y
sueldo de comandante y que jamás se le obligase a luclp^r contra
las tropas que el rey de España pudiese enviar a América*
56 . Como
guerra y por los cambios que debieron introducir a sus costumbres de vida.
Véase, Los pehuenches en la vida fronteriza. Ediciones Universidad Católica de
Chile, Santiago, 1989, p. 236.
Recientemente se han publicado dos interesantes trabajos que entregan una
visión más amplia de esta época y la acción de los Pincheira en Argentina.
Véase, Martha Bechis, “Manipulaciones de Rosas en la Araucanía, 1829-1831".
En Boletín de Historia y Geografía, N° 13, Universidad Católica Blas Cañas,
Santiago, 1997, pp. 49-68; y, Daniel Villar, “Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra
de los indios comarcanos (y extra comarcanos) contra la Vanguardia de
Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca”. En Relaciones inter­
étnicas en el sur bonaerense, 1810-1830. Daniel Villar (editor). Universidad
Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1998, pp. 79-133.
5 Bengoa dice que los franciscanos intervinieron a través de la escuela
misional que tenían cerca de Santa Bárbara, influyendo en los pehuenche y
algunos hispanocriollos de la zona en favor del rey. Bengoa, obra citada, p. 141.
6 Tomás Guevara, obra citada, p. 283.
57 Claudio Gay, obra citada, pp. 340-341. Los Pincheira, a quienes nos hemos
referido varias veces en este artículo, eran cuatro hermanos, hijos de un
campesino de la hacienda de Cato, vecina a Chillán. Antonio, el mayor, había
37
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
se puede apreciar, no se trataba sólo de bandidos que actuaban sin
apoyo y respaldo de otros sectores sociales. En nuestra opinión, los
Pincheira expresaban, una vez más, la resistencia de ciertos grupos
de la sociedad regional frente a un proyecto político en cuya
gestación no había participado.
Las operaciones de los Pincheira no fueron, sin embargo,
las únicas que preocuparon a las autoridades de gobierno hacia
1830. De nuevo en los llanos surgió otra amenaza, encabezada esta
vez por un viejo militar “patriota”: Ramón Freire. Convencido éste
de que podría recuperar el poder después de su derrota en 1823 y el
consiguiente exilio en el Perú, pensaba regresar de Lima y
capitalizar la resistencia regional en su propio beneficio. Portales y
Prieto, que ya manejaban los hilos del poder, sabían muy bien el
peligro que esto significaba. Prieto, jefe todavía de las fuerzas del
sur, poco antes de asumir la Presidencia de Chile, prevenía a
Portales respecto de esta situación, diciéndole que Freire pensaba
regresar de Lima y ganarse el apoyo de los indios, ya que contaba
con el respaldo de algunos comerciantes de Concepció^ que no
ocultaban sus temores por los cambios que se avecinan58. Prieto
comprendía mejor que nadie la gravedad del problema. Por esta
razón, sostenía que el hombre llamado a dirigir los destinos de la
nación debía estar atento a lo que ocurría en la Araucanía,
visitando incluso “estas fronteras tan contagiadas de desorden y
que siempre amenazan la tranquilidad de la República”5 .
combatido en Maipú en el ejército realista, transformándose en el jefe de la
banda hasta su muerte, ocurrida en 1823 por causa de un balazo. Santos, el
segundo, murió ahogado en un río de la cordillera, mientras huía a refugiarse
entre los pehuenche. Pablo, el tercero, dirigió la banda hasta 1832, cuando fue
fusilado por el general Manuel Bulnes. Por último, José Antonio, el menor, pasó
la cordillera en 1827, emprendiendo diversas acciones contra las autoridades y
hacendados de Mendoza, Santa Fe y Córdoba, aliado con caciques como Lepín,
Cañiuquir y Mariano Rondeau. Después de la muerte de Pablo, José Antonio
decidió pactar con el general Bulnes en Chile, retirándose a una propiedad que
tenía en Alico, donde murió en 1884, a los 85 años de edad. Abundantes
noticias sobre los Pincheira en las obras de Vicuña Mackenna y Gay, ya citadas
y en Carlos Grau, El Fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra, Publicaciones del
Archivo Histórico de Buenos Aires, Dirección de Impresiones Oficiales, La
Plata, 1949, pp. 113-121.
Carta de Joaquín Prieto a Diego Portales, Chillán, 20 de febrero de 1831. En
Cartas de don Joaquín Prieto a don Diego Portales, Editorial Universidad
Católica de Chile, Santiago, 1960, pp. 53-59. Sobre este punto véase también
gecbis, “Manipulaciones de Rosas”, p. 57.
Carta de Prieto a Portales, Chillán, 20 de mayo de 1831. En obra citada, pp.
87-92. La ref. en p. 88
38
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Las preocupaciones de Prieto no dejaban de tener sentido.
Además del prestigio que Freire tenía en la región, contaba con el
respaldo de hombres de la zona que antes habían apoyado la causa
republicana y que gozaban de mucho prestigio entre jos indígenas,
entre ellos el famoso Salazar y el coronel Bamechea60.
Sin embargo, a pesar de los temores de Prieto, las cosas en
la Frontera se empezaban a calmar. Los Pincheira fueron derro­
tados y Freire no tuvo éxito. Atrás había quedado también una
amenaza que no pasó inadvertida para los observadores de la
época: la presencia de José Miguel Carrera entre los indígenas de
las Pampas. Si los indios de las Pampas, decía El Mercurio de
Chile en su edición del 6 de febrero de 1823, hubiesen tenido otra
ilustración o cabeza que don José Miguel Carrera, habrían sido un
nuevo y formidable enemigo6 . Ese enemigo era una especie de
peligro latente que las autoridades chilenas siempre tuvieron en la
mira. En cierta medida, la lealtad de Venancio Coñuepán les
permitió contar con un aliado que jugó un rol fundamental en los
esfuerzos por contener la resistencia que despertó en la Araucanía
la causa republicana. Coñuepán habría viajado incluso a las
Pampas, donde finalmente murió, combatiendo a los Pincheira y
evitando que los indígenas de la otra banda de la Cordillera se
unieran a los de Chile en su lucha contra los nuevos grupos
dirigentes que estaban asumiendo el control del país.
Coñuepán no fue el único cacique mapuche que emigró a
las pampas. Evitando algunos la guerra o aprovechando otros las
circunstancias para establecer nuevas alianzas y ampliar sus redes
de poder, no fueron pocos los caciques que cruzaron la cordillera
para radicarse en esa zona. Además de las figuras más conocidas
del propio Coñuepán y Calfucura, el p. Meinrado Hux da noticias
de Cañiuquir, Mariano Rondeau y de varios más, cuyas acciones
empezaron en la Araucanía y terminaron en Argentina62. Este
éxodo a las pampas puedo haber sido, tal vez, uno de los hechos
Papeles de Rodríguez Aldea. En CDICH, tomo XXXVII, pp. 303-306. Aldea,
hombre también de la zona, se apoya en las cartas de Prieto a Portales. Bechis
ha logrado identificar a los caciques que se habrían alineado en favor de Freire.
En su opinión, en 1830, la Araucanía se había vuelto a dividir como en los años
la Guerra a Muerte. Véase, ob. cit., p. 57.
El Mercurio reproduce ese día una crónica titulada Buenos Aires, en el que
comenta lo que aquí señalamos. Colección de Antiguos Periódicos, tomo XIV,
Pí 435■
Meinrado Hux, Caciques borogas y araucanos. Ediciones Marymar, Buenos
Aires, 1992.
39
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
más importante que generó la independencia para los gnipos
indígenas que vivían al sur del Bio Bio.
Por último, aunque no entra en el propósito de este artículo
referirse al rol de las mujeres en esta resistencia regional, es difícil
pasar por alto algunos comentarios sobre este punto. Desde luego,
hay una figura que llama la atención: Teresa Ferrer, la mujer de
Vicente Benavides. En medio de circunstancias azarosas y de la
rudeza de las campañas militares, no fueron pocas las veces que
estuvo a su lado, ejerciendo, al parecer, una cierta influencia sobre
él. También llama la atención las numerosas mujeres que aparecen
involucradas en los procesos que se siguieron a los desertores o
soldados acusados de no cumplir con su deber en el ejército
chileno63. Como es obvio, se trataba de un ejército compuesto por
hombres jóvenes, detrás de los cuales marcharon sus hermanas,
esposas o amantes. Los grupos indígenas arrastraban también a sus
mujeres, como queda demostrado en las Memorias del coronel Jorge
Beauchef que citamos en páginas anteriores. Por último, al amparo
de la guerra, se acentuó en esos años la captura de cautivos.
Tenemos una lista de aproximadamente 200 rescatados por el
general Bulnes en 1835, de los cuales 145 son mujeres; es decir,
poco más del 72 % del total64. En la mayoría de los casos, se trató
de mujeres cautivadas a muy temprana edad, en las primeras
campañas de la guerra (1817-1818), ninguna de las cuales había
salido del territorio indígena desde esos años. La mayoría eran de la
zona de Concepción y la frontera chilena, aunque algunas procedían
de Buenos Aires, San Luis y Mendoza, desde donde habían sido
trasladadas por los indios a Chile. Varias recordaban el castellano,
otras vivían prácticamente como indígenas.
b) El retorno a los viejos mecanismos de relaciones fronterizas
(1830-1850)
Coincide el proceso de pacificación de la Frontera con otro
hecho de enorme gravitación en la historia de la vieja frontera: la
Véase, por ejemplo, los procesos que aparecen en el tomo XVIII del Archivo
(£e don Bernardo O*Higgins, Universidad Católica de Chile, Santiago, 1979.
Este listado se encuentra en una nómina preparada por el general Manuel
Bulnes el 20 de mayo de 1835. En Actas de la Cámara de Senadores, Sesión N°
32 del 14 de septiembre de 1835, doc. 680. Agradezco a mis alumnas del
Programa de Maestría en Historia de la Universidad de Santiago, María Inés
Risi y Mónica Muñoz, haberme proporcionado una copia de esta Sesión de la
Cámara.
40
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
decisión de los grupos dirigentes de fijar su atención en el norte
del país.
En efecto, luego de la Independencia parece que nuestra
clase dirigente presumió que el futuro del país dependía de su
capacidad de vincularse a las economías más dinámicas de la
época, vale decir, Inglaterra y Europa Occidental. Esto significaba
prestar especial atención a la producción minera del norte y a la
agricultura del Valle Central. Hacia esas actividades se orientaron
la preocupación de los empresarios locales y de los inversionistas
inglesas. El propio Portales intentó, poco después de la
Independencia, establecer en las cercanías de Valparaíso, una
planta refinadora de cobre que permitiera procesar un metal que
fue vital para el país y el progreso de la revolución industrial en
Europa .
Los agricultores también fijaron su atención en el norte.
Hasta el momento mismo de la Independencia, los mercados que
habían estimulado la producción agroganadera de las haciendas y
estancias del Valle Central y la región de Concepción (incluida la
Araucanía), estaban en los distritos mineros del norte Chile, Lima
y Alto Perú. Aunque la Independencia generó graves dificultades a
este comercio, sobre todo con el Perú, nuestros agricultores sabían
que la situación sólo se podría remediar si se recuperaban esos
mercados. A eso habría apuntado la primera guerra contra la
Confederación Perú-boliviana en la década del 30, cuyo desenlace
en favor de Chile, habría permitido a nuestros agricultores
recuperar aquellos mercados06. En 1836, Portales decía que
derrotar a la Confederación significaba conseguir la segunda
independencia, es decir, aquella que aseguraba al país el control
exclusivo del Océano Pacífico, por donde deberían fluir las
mercaderías chilenas que se enviaban al exterior65
*67.
Controlados todos los focos de resistencia que la
Independencia había provocado en Concepción y la Frontera y con
la atención puesta en el norte, era difícil que los empresarios
chilenos, los inversionistas extranjeros y las propias autoridades de
gobierno se fijaran en la Araucanía. Definitivamente, estas últimas
estaban preocupadas de otras cosas y así lo dejó entrever el general
Manuel Bulnes en 1831, cuando Rosas le pidió colaboración para
65 Diego Portales, Epistolario, 1821-1837. Imprenta de la Dirección de
Prisiones, Santiago, 1936, tomo I, p. 314.
Luis Vítale, Interpretación niarxista de la Historia de Chile, Tomo III, PLA,
£antiago, 1971, pp. 168-176.
Portales, obra citada, tomo III, pp. 452-454.
41
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
enfrentar juntos a los mapuche de la vieja frontera. De acuerdo a lo
que refiere Zeballos, Rosas se habría dirigido al general Bulnes,
por entonces la máxima autoridad militar en el sur de Chile,
solicitándole su ayuda para terminar con el problema indígena.
Dos años más tarde, el gobierno chileno se habría excusado,
señalando que ese no era un problema para el país6 .
En realidad, Rosas había escrito primero al presidente José
Tomás Ovalle, solicitándole su colaboración para “arribar a una
paz general con las tribus vecinas a ambos estados” y terminar con
Pablo Pincheira, “por los peligros que hace por si en ambos
estados, asociándose a los indios más perversos ... siendo el tal
Pincheira un arrimo defensor de los supuestos derechos de
Femando VII”6 . La respuesta de Ovalle fue del mismo tenor de la
que le dirigiera más tarde el general Bulnes: estando .en paz los
indios chilenos, el gobierno procuraría mantener ese estado de
relaciones con el mayor esmero, aprovechando, sobre todo, los
buenos oficios de Venancio Coñuepán 0.
En virtud de esto, las autoridades republicanas optaron por
retomar los antiguos mecanismos que regulaban las relaciones
fronterizas: los parlamentos y las misiones de la iglesia. Ambas
contribuían a tranquilizar a los indígenas y a mantener el equilibrio
que permitía a los viejos actores del mundo fronterizo desenvol[ verse sin dificultades.
En rigor, durante la lucha por la Independencia, la
resistencia indígena no comprometió a toda la población ultra Bio
Bio. Los costinos se mantuvieron casi siempre aliados al gobierno
chileno y entre las parcialida‘des llanistas, que fueron las que más
se opusieron a los cambios, hubo varios caciques que apoyaron al
llamado ejército patriota. Los pehuenche, en cambio, como viejos
aliados de las autoridades coloniales, se movilizaron casi en masa
contra los revolucionarios. Los indios de la cordillera, tal como lo
sugiere un estudio reciente68
*71, venían saliendo de una serie de
conflictos que se prolongaron a propósito de las acciones de los
68
•
Estanislao Zeballos, La Conquista de quince mil leguas. Editorial Háchete,
Rueños Aires, 1958, pp. 270-272.
Carta de Rosas a José Tomás Ovalle, Buenos Aires, 5 de agosto de 1830.
^ranscrita por Bechis, “Manipulaciones de Rosas”, pp. 64-65.
Transcrita por Bechis, ob. cit., pp. 65-66. Bechis hace un excelente análisis
^lel problema que estamos analizando.
Juan F. Jiménez, “Guerras inter-tríbales y economía en la cordillera de los
Andes (1769-1789). El impacto de los conflictos sobre la economía de los
pehuenche de Malargüe”. En Revista Frontera, N° 16, Universidad de la
Frontera, Temuco, 1998, pp. 41-51.
42
Jorge Pinto. La Araucanía, 1750-1850
Pincheira. Por eso, reactivar los parlamentos y las misiones parecía
una alternativa interesante que el gobierno chileno consideró muy
oportuna.
En realidad, los parlamentos nunca fueron abandonados.
En las páginas anteriores hemos visto que durante la lucha por la
Independencia se siguieron utilizando. Nunca se negó tampoco su
valor72; sin embargo, a partir del de'Tapihue de 1825, parecen
haber recobrado la importancia de los años previos al conflicto. En '
la década del 30 se celebraron varios con diversas parcialidades
con el propósito de ir reconstituyendo las redes lastimadas por la
lucha de las décadas anteriores. Esas luchas habían dejado en
precarias condiciones a toda la sociedad fronteriza, cuya economía
empezaba a recuperarse lentamente. El mundo indígena también se
había fracturado en la lucha, lo que alentó a algunos jefes militares
a plantear la idea de avanzar la línea de la frontera más al sur del
Bio Bio.
y
“Puedo asegurar a V.S. -escribía el general
Manuel Bulnes al presidente Joaquín
Prieto en 1833, refiriéndose a los
mapuche- que están tan abatidos y tan
domado su antiguo orgullo, que sin el
menor inconveniente podríamos avanzar
nuestra insignificante línea de frontera al
otro lado del Bio Bio, y aún reedificar las
principales ciudades arruinadas que habían
en su terrenos, si la República tuviese
habitantes y recursos para hacerlo. La
brillante oportunidad que se nos presenta
es digna de la meditación del Supremo
Gobierno, por lo que me apresuro a
ponerlo en conocimiento de V. S. para los
fines que convengan”7 .
72
Es interesante recoger aquí un breve comentario que hizo El Mercurio de
Chile en 1823 al referirse a las bases de la representación nacional. En una clara
referencia a los parlamentos, el periódico decía: “Nuestros padres los araucanos
ejercían los actos del poder supremo reunidos en vastas llanuras ... Pero
alejándose los hombres de la vida salvaje ... imaginaron la representación”.
Como se puede apreciar, no se ponía en tela de juicio la validez de estas
reuniones. La cita en El Mercurio de Chile, N° 22, 1823, Colección de Antiguos
periódicos, tomo XIV, Editorial Nascimenlo, Santiago, 1960, p. 448.
3 El Araucano * N° 167. Agradezco esta información al profesor Iván Inostroza.
43
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Sin embargo, el proyecto no pasó más adelante, pues una
eventual resistencia indígena habría obligado al país a desviar su
atención hacia objetivos secundarios, sobre todo cuando estalla la
guerra contra la Confederación Perú-boliviana, a fines de 1836.
Manuel Bulnes, comandante del ejército de la frontera, lo sabía
muy bien, por eso, aunque reconocía que los indígenas seguían
provocando una cierta alarma en la región, se empeñó en
combatirlos a través de algunas correrías y fomentar la amistad con
los grupos más leales al gobierno, vale decir, los indios de la costa
y los pehuenche. Al mismo tiempo, insistía en mantener a los
caciques a sueldo y, aunque desconfiaba de lajjalabra de los
mapuche, buscó varias veces parlamentar con ellos'4.
Sucesivos parlamentos celebrados en 1836 y 1837
terminaron en acuerdos que se ratificaron en el Parlamento General
de Santa Fe el 29 de enero de 1838, al que asistieron “ciento
catorce cabezas de reducciones de los cuatro butahalmapus” . Un
par de años antes, en 1835, el Ministro de Guerra y Marina del
Presidente Joaquín Prieto, don José Javier de Bustamante en su
informe presentado al Senado daba cuenta de los acuerdos de paz
que se estaban logrando con los mapuche. “¡Quiera el cielo
permitir, agregaba el Ministro, que en adelante no oigajpos hablar
más de la ominosa guerra con los valerosos araucanos!” .
Junto a los parlamentos el gobierno reactivó las misiones.
Para estos efectos, envió a Roma, en 1835, al sacerdote argentino
Zenón Badía a reclutar franciscanos italianos que estuviesen
dispuestos a hacerse cargo del Colegio de Propaganda Fide de
Chillán y retomar la labor que antes habían desarrollado los
religiosos de la misma orden que, por adherir a la causa del rey,
fueron expulsados del país. En 1849 el gobierno reforzó esta
4 Carta del Jeneral Manuel Bulnes al Ministro de Guerra, Los Angeles, 20 de
mayo de 1835. En Sesiones de la Cámara de Senadores, Sesión Ordinaria del 14
septiembre de 1835, anexo 675, pp. 468-472.
Comunicación de la Comandancia General de la Alta Frontera, Nacimiento, 2
de febrero de 1838. ANS, GM, vol. 232. De acuerdo a Sotomayor Valdés, en
marzo del mismo año se habría celebrado otro parlamento en Arauco al que
asistieron más de 20 caciques y el intendente de Concepción José Antonio
Alemparte en representación del gobierno de Chile. Al parecer, se trataría de un
parlamento distinto al de Santa Fe y de dimensiones más reducidas, destinado a
conferenciar con los caciques abajinos. Véase ob. cit, tomo III, p. 258.
El Informe del Ministro de Guerra en la Sesión Ordinaria de la Cámara de
Senadores del 14 de septiembre de 1835, Anexo 652, pp. 441-451. La cita en p.
449.
44
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
decisión al contratar capuchinos, tamban italianos, para las
misiones que estaban al sur del río Cautín”.
Los parlamentos y las misiones fueron reordenando el
mundo fronterizo. Se produjeron, naturalmente, algunos cambios.
(Él viejo ejército colonial fue reemplazado por una especie de
ejército nacional que tuvo que demostrar mayor eficiencia para
controlar la resistencia que provocó la Independencia.^Con todo,
siguió siendo un ejército mal pagado y con altos índices de
deserción. En 1822 Freire se quejaba amargamente a O’Higgins,
diciéndole que mientras en Santiago las tropas estaban bien
remuneradas, en Concepción el estado del ejército era desastroso.
He tenido que recurrir, agregaba Frei^|, a los trigos de exportación
para saciar el hambre de los soldados. Las mismas quejas repetía
el Ministro de Guerra en 1835 en el documento que citamos más
arriba.
Algunos funcionarios fronterizos como los comisarios de
naciones, capitanes de amigos y lenguaraces, siguieron operando,
aunque disminuidos en su rol, como en los viejos tiempos
coloniales. Un estudioso de nuestros días afirma que a partir de la
Independencia estas instituciones fronterizas sufrieron una crisis de
funcionamiento que se expresó, al menos, en tres aspectos: la
pérdida de recursos materiales para operar; el traspaso de algunas
funciones a otros niveles de la administración y, el debilitamiento
de sus conexiones con la administración central y regional. Sin
embargo, este mismo autor reconoce que se trató sólo de un
resquebrajamiento del sistema, pero no todavía de su reemplazo
por otro .
El estado empezó también a sugerir la traída de
inmigrantes europeos para reemplazar las antiguas formas de
poblamiento de la región. Ya en 1825 La Abeja Chilena daba
cuenta de las gestiones don Mariano Egaña, como Ministro
77 Sobre este punto véase los trabajos de Holdenis Casanova y Sergio Uribe
incorporados al libro Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Ediciones
Universidad de la Frontera, Temuco, 1988 y nuestro artículo "Jesuitas,
franciscanos y capuchinos italianos en la Araucanía (1600-1900). En Revista
Complutense de Historia de América, N° 19, Madrid, 1993, pp. 109-147.
Carta de Freire a O’Higgins, Concepción, 4 de septiembre de 1822. En
Escritos y Documentos del Ministro de O’Higgins Dr. Don José Antonio
Rodríguez Aldea, Imprenta Cultura, Santiago, 1953, tomo II, pp. 145-147. La
rcf. en p. 145.
’ Jorge Vergara, El estado nacional chileno y los pueblos indígenas. El caso de
los mapuche de Valdivia, Osomo y Llanquihue, 1840-1880. Tesis de Doctorado
en Sociología, Universidad Libre de Berlín (en preparación).
45
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
Plenipotenciario en Londres, para traer desde Europa “hombres
laboriosos, destinados a desarrollar la riqueza de nuestros felices
terrenos” ubicados al sur del Bio Bio8081
. Años más tarde, en 1842,
El Agricultor publicaba un extenso proyecto de colonización que
la Sociedad de Agricultura había enviado al gobierno para coloni­
zar la Araucanía, que insistía sobre lo mismo 1. Sin embargo, no
serían todavía los años en que florecería la inmigración hacia la
Araucanía.
Hubo, por último, algunos estudios sobre la región que
demuestran el escaso interés de las autoridades por alterar las
reglas del juego que imperaban en la Araucanía. Tal vez el más
importante fue un informe de don Antonio Varas elaborado en
1849, después de una visita que practicó a la frontera el año
anterior. En realidad, el informe de Varas se originó en un
proyecto de ley que el Presidente Bulnes envió al Congreso para
regular la situación administrativa de Magallanes, que el Senado
hizo extensivo a la Araucanía. Es decir, no fue iniciativa del
gobierno solicitar un informe sobre la frontera o proponer algunos
cambios en relación con ella, sino una sugerencia del Senado. El
propio Senado en la reforma que introdujo al proyecto del
ejecutivo, y que esta vez incluyó a la frontera, sólo se limitó a
proponer, siguiendo las recomendaciones del visitador, que ésta
quedara bajo la exclusiva dependencia del Presidente de la
República, facultándolo para dictar las ordenanzas que juzgara más
conveniente para su gobierno y protección de los indígenas 2.
Varas, que se hizo asesorar por gente plenamente
informada de lo que ocurría en la Araucanía, partió reconociendo
que los indígenas y españoles que compartían este territorio se
gobernaban por leyes y costumbres diferentes entre si. Mientras los
primeros conservaban las viejas prácticas coloniales, los segundos
admitían las leyes de la República. Ambos, indígenas y españoles,
reconocían la autoridad de los Intendentes; pero, los mapuche,
decía Y^ras, seguían comportándose como súbditos del rey de
España83. Someterlos a una autoridad que siempre han mirado
como extraña, sería despojarlos de la independencia que tanto
80
La Abeja Chilena, N° 7, Santiago, 26 de agosto de 1925. En Colección de
Antiguos Periódicos Chilenos, tomo XX, pp. 56-60. La ref. en p. 56.
81 N° 22, abril de 1842.
82
El proyecto de ley del ejecutivo y la propuesta del Senado en Informe
presentado a la Cámara de Diputados por el Visitador Judicial de la República,
Antonio Varas, Imprenta de Julio Belin i Compañía. Santiago, 1849.
3 Varas, Informe, pp. 4-5.
46
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
estiman y exitarlos a mirar como odioso el camino para atraerlos al
bien. Emplear la violencia con ellos sería proponer una verdadera
conquista, que despertará la altivez guerrera del araucano, hará el
triunfo difícil y provocará una situación alarmante para las
provincias del sur, mucho más de lo que a primera vista podría
imaginarse, sin considerar la carga de injusticia que encierra una
decisión de este tipo84. Por eso, recomendaba VarasT hay que
desarrollar un régimen basado en lo que ya existe85((_A la larga,
retomando algunas apreciaciones de Domeyko y otros observado­
res que con antelación se habían referido al tema, Varas insistía en
la importancia de las misiones, la escuela y, en general,
los
medios pacíficos para incorporar al indígena a la civilización86. En
suma, la frontera debía seguir regulándose bajo los principios que
habían imperado hasta entonces.)
Esa fue la Araucanía que vio Domeyko y por eso su
desencanto frente a los mapuche. En vez de un pueblo guerrero,
encontró una población laboriosa que mantenía buenas relaciones
con los hispanocriollos de las zonas vecinas o que incursionaban
como mercaderes a las tierras indígenas. Fue también la Araucanía
que alcanzaron a ver otros viajeros como Poeppig, Maas, Ried,
Smith y Treutler. El primero, que recorrió la zona de Antuco en los
años en que aún operaban los Pincheira, dejó un cuadro muy
interesante del comercio que aquí se practicaba.
‘Tres o cuatro caravanas se dirigían
anualmente desde aquí con algunas
centenas de muías cargadas hasta muy
adentro en Los Andes, para reunirse en
determinados lugares con los indios.
Suministraban a los nómades trigo y maíz,
ferretería y chaquiras, recibiendo en
¿n /
84 Varas, Informe, pp. 5-6.
5 Varas, Informe, p. 7.
i
Un comentario muy parecido al de Varas se había hecho ya en 1826 en un
artículo aparecido en La Estrella de Chile, N° 9, Santiago, 28 de octubre de
1826. Agradezco a mi colega Carmen Norambuena haberme facilitado este
último documento. El planteamiento de Varas fue comentado también por
Aquinas Ried en su “Análisis del informe presentado a la Cámara de Diputados
sobre los medios de obtener la reducción y civilización de los indígenas por don
Antonio Varas**, que publicó en la Revista de Santiago, tomo III, Imprenta
Chilena, Santiago, 1849, pp. 330-338, coincidiendo con sus planteamientos.
47
Jorge Pinto, La Araucanía, 1750-1850
1
•'
trueque sal y ganado. Este ^ymercio debe
haber sido muy provechoso”8 .
Smith, que vino después de Domeyko, en 1852, y Truetler,
que estuvo en la Araucanía casi diez años más tarde, confirman la
existencia de un espacio en el que se mantenían vigentes las
relaciones pacíficas y las viejas formas de contacto fronterizo
diseñadas durante la Colonia y que el gobierno de Santiago aún no
alteraba. Los araucanos -escribía Vicente Pérez Rosales, ratifican­
do esta impresión- “no forman ya esa masa compacta y belicosa
que era movida por el amor a la patria i el odio contra los
españoles”. En su lugar había aparecido un pueblo de agricultores,
que ha dejado atrás el pastoreo, para vivir de un modo estable en
casas construidas de madera. Cultivan trigos, papas, habas, maíz y
algunas plantas útiles a la economía doméstica; trabajan con
mucha destreza riendas y lazos, no rehúsan la instrucción, acogen
con solicitud a los herreros y envían a sus hijos a las escuelas de
los misioneros, cuando éstas se hallan cerca de su domicilio. En
suma, son hombres laboriosos y tranquilos87
88*
.
y Eran los años en que todavía predominaba un sentimiento
de admiración hacia el mundo indígena, no marcada por la
intención de ocupar sus tierras y barrerlo como expresión de lo que
los positivistas llamaron barbarie. “Todo chileno siente en el fondo
de su corazón el más grato placer de escuchar o referir las antiguas
y modernas proezas de los héroes araucanos, y todos se glorían de
que este pueblo esté situado dentro de los límites de la República”,
decía el Ministro de Guerra, en 1835. El carácter del araucano,
señalaba años más tarde José Victorino Lastarria, es el carácter de
nuestro pueblo, carácter moldeado también por la influencia
española. En la Araucanía, agregaba Lastarria, se conservaban
varias “reducciones de chilenos naturales, que sin mezclarse con la
población española, mantenían como en depósito sagrado los
recuerdos y parte de las costumbres de sus antecesores”9 . Los
87
Eduard Poeppig, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829), Editorial
Zig Zag, Santiago» 1960» p. 386.
V. Pérez R.» obra citada» pp. 323-327. El entrecomillado en pp. 323-324.
Conviene señalar que esta obra fue escrita en francés y publicada en Hamburgo
para atraer inmigrantes a Chile. La traducción de 1859 al castellano fue hecha
por Manuel Miquel.
Informe del Ministro de Guerra ya citado» p. 447.
ü José Victorino Lastarria. “Investigaciones sobre la influencia social de la
conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile”. En Anales de la
Universidad de Chile. N° 1, Santiago» 1846, pp. 199-271. La cita en p. 238.
48
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
araucanos, decía por último, en 1852, don Ramón Valentín García,
Miembro de la Facultad de Teología y Ciencias Sagradas de la
Universidad de Chile, deberán siempre ser recordados por nosotros
por su valentía y por sus “esfuerzos heroicos por no subordinarse
al poder de los conquistadores”9 .
Francisco Bilbao, liberal por excelencia, letrado y formado
en Europa, compartió esta mirada al mundo indígena. Aunque en
sus juicios los llamó a veces salvajes, no dejó de reconocer sus
virtudes y progresos. Los mapuche seguían siendo para él el alma
de los soldados de la patria que lucharon por la Independencia y,
ratificando una impresión que hemos venido sosteniendo en este
trabajo, reconocía que el gobierno chileno había mantenido con
ellos el mismo sistema de relaciones que habían practicado las
autoridades españolas92.
c) La ocupación y desintegración del espacio fronterizo (18501860)
Hasta mediados del siglo pasado predominó la idea de que
la Araucanía" formaba parte del territorio nacional y que los
mapuche constituían una nación diferente a la chilena. Esa nación
diferente, que ocupaba parte del territorio chileno, fue asociada a
rasgos y valores que se traspasaron al pueblo chileno por provenir
éste de aquella nación. Tal como decíamos en páginas anteriores,
la propia Independencia se asoció a esos valores, sobre todo, al
amor del araucano por la libertad y a su decisión de defenderla
“por la razón o la ftierza”.
Aunque ninguna de nuestras constituciones hizo referencia
al problema que implicaba establecer el territorio y la nación, este
se planteó cuando se discutieron los artículos correspondientes en
las instancias previas a sus aprobaciones o cuando^se comentó el
funcionamiento del sistema político de nuestro país93*.
1 Ramón Valentín García, Memoria sobre la historia de la enseñanza en Chile
leída en la sección pública de la Universidad Nacional el 14 de noviembre de
1852. Imprenta del Estado, Santiago, 1852. Las referencias en pp. 3 y 9.
Francisco Bilbao, “Los Araucanos”. En Obras Completas, pp. 336-345.
93 Las constituciones de 1822, 1823, 1828 y 1833 se limitaron a señalar, con
ligeras diferencias, que el territorio de Chile se extendía desde el desierto de
Atacama hasta el Cabo de Hornos y desde las cordilleras de los Andes, hasta el
mar Pacífico, comprendiendo el archipiélago de Chiloé, todas las islas
adyacentes y las de Juan Fernández y que eran chilenos, en primer lugar, los
nacidos en territorio de Chile. Como la nación fue definida como el
conglomerado de chilenos, de acuerdo a estas constituciones los mapuche
49
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
En efecto, la primera referencia que tenemos de este
asunto data de 1823, cuando se discutió en el Congreso la
situación de algunos de sus representantes. En esa oportunidad,
uno de sus miembros, don Juan de Dios Vial del Río, señaló que
Chiloé nunca había pertenecido a Chile, planteamiento que apoyó
el vice presidente, don José Gregorio Argomedo, agregando que
. los chilotes y los araucanos no estaban en pacto con los
congresales. “Ellos -dijo Argomedo- desde la emancipación de
Chile no le pertenecieron un solo día; de consiguiente, no hay
derecho para darles representación”94. Aunque las opiniones de
estos congresales fueron rebatidas por otros miembros de la
Asamblea95, el problema no se resolvió, volviéndose a plantear en
1828, cuando se discutía la Constitución de ese año. Entonces,
hubo personeros que declararon abiertamente que la Araucanía era
chilena, pero los araucanos miembros de otra nación96. Al
aprobarse la Constitución de 1833, que regiría los destinos de
Chile hasta 1925, el problema se mantuvo sin solución. Según
Ramón Sotomayor Valdés, Mariano Egaña, autor del proyecto
original, optó por reducir “todo esto dentro de la palabra
República, con que designó y calificó a la nación”, evitando
cualquier discusión97. Nueve años más tarde, en 1842, el problema
se volvió a plantear cuando empezaba a cobrar fuerza la idea de
debían considerarse tan chilenos como cualquier otro nacido en su territorio.
Los textos constitucionales en Luis Valencia Avaria, Anales de la República,
Editorial Andrés Bello, Santiago, 1986. Un trabajo muy interesante para
avanzar en el análisis de este tema es el de Martba Bechis, “Instrumentos para
el estudio de las relaciones interétnicas en el período formativo y consolidación
de los estados nacionales”. En Etnicidad e Identidad. Compilación de Cecilia
Hidalgo y Liliana Tamagno, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires,
^92. pp. 82-106.
Sesión del 4 de agosto de 1823. En el Redactor de las Sesiones del Soberano
Congreso. En Colección de Antiguos Periódico, tomo XVII, Ediciones de la
giblioteca Nacional, Santiago, 1965, pp. 285-387. La cita en p. 387.
Quizá la opinión más interesante fue planteada por el congresal presbítero
Joaquín Larraín, quien sostuvo, refiriéndose a los chilotes, que éstos debían ser
^vitados a formar parte de la “asociación de la gran familia chilena” (p. 387).
7 Agradezco a H. Casanova haberme comunicado esta información.
97 Ramón Sotomayor Valdés, Historia de Chile bajo el gobierno del Jeneral D.
Joaquín Prieto (4 tomos), tomo I, Imprenta Esmeralda, Santiago, 1900, p. 224.
La opinión de Sotomayor se fundamenta en el hecho de que originalmente la
Convención de discutió la Constitución la llamó Constitución Política de la
Nación Chilena. Al revisar el término Nación, Egaña lo cambió por República,
para evitar cualquier problema. Así, el título de esta Constitución dice
“Constitución Política de la República de Chile” (véase Valencia Avaria, obra
citada, p. 344).
50
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
colocar colonos extranjeros en la Araucanía. Un comentarista del
periódico El Agricultor, que firmó como M. M., resumió con
mucha precisión el pensamiento de varios intelectual^ y hombres
del gobierno respecto de lo que estamos comentando98. Según él,
la Carta Fundamental de 1833 establecía con toda claridad que el
territorio que ocupaban los mapuche formaba parte de Chile . Eso
no merecía dudas; sin embargo, el mapuche fue presentado como
un pueblo vecino y como una nación de hombres “robustos y
belicosos” que, en algún momento, podrían poner en peligro al
país. Eran, pues, miembros de otro pueblo, de otra nación, 'cuyas
tierras podíamos ocupar porque la Constitución decía que eran
chilenas. No obstante, todavía por estos años, y aún hasta la
primera mitad de la década siguiente, se seguía proponiendo que
tal ocupación sólo se podía hacer con el consentimiento de los
araucanos. Aún no se olvidada que su ejemplo había inspirado la
Independencia y que con ellos incluidos se podía construir la “casa
grande” o el Chile que brotaría de las ruinas coloniales._ Al
mapuche se le miraba con respeto, con un dejo de admiración y
reconociendo en él a nuestros antepasados. La nación no podía
prescindir de ellos; más aún, se buscó con evidente claridad
incorporarlos a la “chilenidad” de la primera mitad del siglo XIX.
Las cosas cambiaron radicalmente en la segunda mitad del
siglo pasado. En realidad, a partir de 1850 empezaron a conjugarse
una serie-de-factores que desencadenaron la ocupación de la
Araucanía por parte del gobierno chileno en medio de "una
ideología de fuerte connotación antiindigenista que desintegró al
viejo espacio fronterizo y se alzó como la peor amenaza que haya
afectado al pueblo mapuche desde la llegada de los europeos en el
siglo XVI. Entonces, todo el peso del estado en formación se dejó
sentir, sin contemplaciones, sobre las fuerzas sociales que
operaban en la Araucanía, imponiendo el proyecto de país y nación
que habían formulado los grupos dirigentes a una región que hasta
ahora había resistido los embates extemos.
Diversos fueron los factores que precipitaron la ocupación.
En el plano internacional, no cabe dudas que el aumento de la de­
manda de alimentos provocada por el crecimiento de la población
mundial y las transformaciones que produjo la revolución indus­
trial estimularon la ocupación de regiones que hasta entonces se
98 “Necesidad de colonizar y poblar los terrenos baldíos y desiertos de la
República, especialmente el de Arauco”. En El Agricultor, N° 22, abril de 1842,
op. 206-211.
” Ibídem, p. 210.
51
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
habían mantenido casi en la periferia de la economía capitalista.
Los avances del capitalismo inglés, mucho más agresivo y voraz
que el español, y los progresos del transporte aceleraron este
proceso. Así, la ocupación de la Araucanía se inserta en un movi­
miento de incorporación de tierras que afectó también a otras
regiones de América, Africa, Asia y Australia.
La situación del país también estimuló la ocupación de
esta región. Desde luego, la constitución del estado generó
condiciones muy favorables para emprender el avance más al sur
del Bio Bio. Así mismo, la necesidad de tierras para sostener la
política inmigratoria que se estaba fomentando, con el objeto de
reemplazar en la Araucanía a los mapuche por los “laboriosos”
europeos que se pensaba traer al país, y la crisis de 1857 parecen
haber convencido a los grupos dirigentes de Santiago de que había
llegado el momento de actuar en una región que empezaba a
recorrerse insistentemente por la costa a propósito de los progresos
de la minería del carbón. Por último, la revolución de 1859 y el
discurso de la “barbarie” elaborado por los intelectuales positivis­
tas de la época parecen haber gatillado el avance del ejército
chileno a las tierras de la frontera160.
Al fin de cuentas, a partir de los años 50 todo el peso del
estado en formación se dejó sentir sobre una región que hasta
ahora había resistido los embates intervencionistas que venían
desde el exterior. La necesidad de ocupar sus tierras concluyó una
larga historia amparada en la complementariedad de dos econo­
mías muy diferentes: la indígena y la capitalista. El resultado de
esa intervención fríe la desintegración del espació fronterizo que
aquí existía y el colapso de todas las fuerzas sociales que habían
surgido en él. La región sucumbía frente los proyectos modemizadores del Chile Central10 .
5. Modernización, inmigración y espacio fronterizo
Los discursos sobre la necesidad de colocar a Chile en la
senda del progreso y desarrollo material e intelectual de la
humanidad, se empezaron a formular en nuestro país desde los*
Estos factores han sido analizados por Sergio Villalobos, José Bengoa y
Impuro Leiva en varios de sus trabajos.
1 He desarrollado más extensamente este tema en mi artículo “Integración y
desintegración de un espacio fronterizo. Araucanía y las Pampas, 1550-1900”.
En Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas, un mundo fronterizo en América
del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1996, pp. 11-46.
52
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
años mismos en que se luchaba por la Independencia. Se partía
entonces de la convicción de que Chile gozaba de un territorio
fecundo y feraz que produciría enormes beneficios a todos sus
habitantes si educábamos a la población, le inyectábamos nuevos
valores, le concedíamos plena libertad y dábamos con la fórmula
de gobierno que el país necesitaba102.
Tempranamente se recomendó también mirar hacia las
naciones que habían alcanzado grandeza. Al comienzo, la atención
se dirigió hacia China y el Imperio Incaico, aunque se reconoció
que no queríamos ser ni chinos, ni indios10 . Sin embargo, muy
pronto los ojos se volvieron a Europa.
A partir de entonces la escala del progreso se midió en
directa relación con el Viejo Mundo. Ser como Europa se convirtió
en el ideal que queríamos alcanzar, sobre todo después que el
positivismo se posesionó de nuestros intelectuales. En Chile, como
en la mayoría de los países latinoamericanos, se percibió a Europa
como la matriz del progreso y como el continente encaminado a
regenerar la especie humana. La posibilidad de seguir su ejemplo a
través de la educación pareció entonces insuficiente. Necesario era
traer a esos hombres para que nos ayudasen, con su ejemplo y
tenacidad, a superar el estado de atraso en que nos había sumido
España. Esa percepción fue el telón de fondo que inspiró la política
inmigratoria del gobierno chileno y los proyectos modemizadores
que impulsaron nuestros grupos dirigentes a partir de los años 40 y
50 del siglo pasado.
( A las ventajas de la inmigración, destinada en buena parte
a la Araucanía, se sumó luego la utopía agraria. Se pensaba que
colocadas estas tierras en manos de colonos emprendedores y
dispuestos a extraer de la tierra sus riquezas, nos acercaríamos al
progreso que tanto anhelábamos. En el imaginario de nuestros
grupos dirigentes, las antiguas tierras indígenas se veían recorridas
por tesoneros colonos, propietarios medianos o pequeños, que con
su empuje nos transmitirían aquellos valores positivos que no
teníamos.
Lamentablemente, esos proyectos eran incompatibles con
el viejo espacio fronterizo que existía en la Araucanía, con la
población indígena que todavía sobrevivía en la región y con la
102 Particularmente interesante resultan sobre este punto una serie de artículos
aparecidos en el periódico Ilustración Araucana en 1813. En Colección de
^ptiguos Periódicos, tomo II, pp. 349-352.
Cartas Pehuenches, Carta 7*. 1819. En Colección de Antiguos Periódicos,
tomo Xm, p. 46.
53
Jorge Pinto. La Araucanía. 1750-1850
propia dinámica que impulsaba la ocupación de sus tierras. Esta
última exigía una producción rápida y eficiente para llegar pronta­
mente a satisfacer las demandas de los crecientes mercados de
consumo de Europa y Estados Unidos. El pequeño propietario, el
colono que alguna vez se pensó podría ser el propio mapuche, tuvo
que ceder paso entonces a la empresa agrícola que se apropió no
sólo de las tierras indígenas, sino de la de muchos colonos que el
gobierno había puesto en la región.
La admiración que a comienzos del siglo XIX se había
expresado por el mapuche se transforma así en un discurso
marcado por la descalificación y discriminación negativa. Como,
una barrera al progreso, se proyectó la imagen de un indio bárbaro,
que acosaba y ultrajaba al país, amenazando primero a los colonos
chilenos y extranjeros que venían a engrandecer la patria y, más
tarde, a los esforzados empresarios que empezaban a aparecer en
el horizonte regional.
Entonces, la Araucanía no pudo resistir. La misma socie­
dad regional que había sobrevivido a las reformas borbónicas y a la
Independencia, tuvo que ceder al impulso modemizador impuesto
por los grupos dirigentes que conducían los destinos del país. Era,
al fin, el último capítulo de una larga historia que estaba con­
cluyendo y el primero de otra diferente que se desarrollaría en un
nuevo escenario y con protagonistas muy distintos.
54
INDIOS MALOS EN TIERRAS BUENAS
Visión y concepción del mapuche según las elites chilenas
del siglo XIX
Femando Casanueva
"El indio no cede sino al terror, lo que demuestra
su vil naturaleza".
Diputado B. Vicuña M., 12 de agosto del 868
'Teníamos razón en sublevamos, porque se nos iba
a quitar nuestros terrenos".
Pedro Cayupi, Cacique de Collinco
1. Epoca colonial: el Reino de Chile contra los indios "bárba­
ros, rebeldes e infieles"
Durante la época colonial, la Corona española sostuvo
prolongadas guerras, con intervalos de paz, contra las sociedades
indígenas libres que habitaban al sur del río Bío-Bío,
especialmente contra los mapuches, llamados, como se sabe,
araucanos por los españoles.
Los mapuches, en efecto, en su tenaz resistencia a los
conquistadores y sus descendientes, habían logrado hazañas
inéditas en la historia de las Indias, que costaron la vida a dos
gobernadores: la del propio Pedro de Valdivia (1553) y la de
Martín García Oñez de Loyola (1598), y que tuvieron por
consecuencia la pérdida de todo el territorio y las ciudades
fundadas al sur del río Bío-Bío. Este río pasó a constituir por
largos siglos un río-frontera entre ambas sociedades, la colonial y
la mapuche.
Esta situación obligó a la Corona a tomar una medida
excepcional en sus dominios americanos: organizar un ejército
colonial fronterizo permanente, financiado desde el Perú, en ese
difícil Reino de Chile.
Este Reino se organizó, entonces, al norte del Bío-Bío, en
tomo al fértil Valle Central que se prolonga a través de más de mil
55
Femando Casahueva. Indios malos en tierras buenas
kilómetros, entre la cordillera y el mar, hasta el comienzo del
desierto de Atacama en el norte. En estos territorios los españoles
vencieron a las poblaciones indígenas locales, más dóciles que los
mapuches, apropiándose de sus tierras y sometiéndolas al trabajo
colonial obligatorio en beneficio de los vencedores y sus
descendientes.
La Corona se empeñó también en una secular política de
evangelización de estas sociedades de guerreros mapuches
rebeldes, la llamada "conquista espiritual", a cargo especialmente
de jesuítas y franciscanos.
Ambas políticas fracasaron. Los "bárbaros rebeldes e
infieles" jamás pudieron ser sometidos, ni por la espada ni por la
cruz. Por una parte, el ejército colonial nunca pudo vencerlos
globalmente; por otra, la "conquista espiritual" tampoco s^ pudo
llevar a cabo con éxito por la Iglesia misionera colonial1. Los
indios en libertad jamás pudieron ser evangelizados, no sólo
porque mantenían pertinazmente sus tradiciones (el admapu),
resistiendo la propaganda de la Iglesia, sino también porque sabían
que su conversión al cristianismo constituía la vía ineludible a su
futuro sometimiento al poder colonial. En resumen, sólo los indios
"reducidos" podían ser evangelizados y como no era posible
reducirlos por las armas, la llamada "Guerra de Arauco" llegó a *
constituir un círculo vicioso secular.
• Desde luego, las autoridades militares y religiosas
proponían regularmente a la Corona muchas y variadas soluciones
para "reducir" a los mapuches, desde el genocidio liso y llardo
propuesto por el maestre de campo Alonso González de Nájera2,
hasta la "guerra defensiva" planteada por el jesuíta Luis de
Valdivia, pasando por la "guerra total", con el consiguiente
destierro de los indios vencidos, sostenida por otro maestre de
campo, Jerónimo de Quiroga3 y por el conocido proyecto del
Cf. Femando Casanueva, La société coloniale chilienne et l'Eglise au XVlIle
siécle: les teniatives d’évangélisation des Indiens "rebelles”, Tesis de
Doctorado; Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Université de Paris^orbonne, 1981.
González de Nájera, quien también participó en la "Guerra de Arauco" (1601 1607) recomendaba "dar orden para que no quede en aquel reino (Chile)
memoria de los indios de guerra". Para lograrlo era menester ir "apocando los
indios (...) en tanta cantidad, que los que quedaren, sean sólo aptos y suficientes
para el servicio de los españoles". Véase, Alonso González de Nájera,
pesengañoy reparo de la Guerra del Reino de Chile. Santiago, 1971, p. 249.
Al explicar la política seguida por los incas con las poblaciones rebeldes
chilenas, las que una vez derrotadas eran trasladadas al Perú, siendo
56
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
gobernador Alonso de Ribera de fortificar y hacer avanzar 1
progresivamente la frontera hacia el sur, mediante la guerra por,
supuesto, colonizando la retaguardia así ganada. Todos estos
planes y proyectos se quedaron en el tintero, se convirtieron en
papel mojado o terminaron en afrentosas derrotas del ejército
colonial.
Es preciso señalar que estas guerras coloniales fronterizas
se transformaron en una guerra esclavista legal, especialmente
durante el siglo XVII4, en una verdadera "caza del indio", quienes
eran vendidos como mano de obra esclava a los hacendados del
norte del Bío-Bío e incluso en el Perú. En este lucrativo "negocio"
participaban muchos altos oficiales del ejército colonial e incluso
el gobernador del Reino, quien, como se sa£e, poseía, además, el.
cargo de capitán general del ejército real5. Como bien puede
comprenderse, esta violencia aumentaba la resistencia indígena,
haciendo fracasar, a la vez, todas las tentativas^ alentadas desde
luego por los misioneros, de "reducir a pueblos" a los mapuches.
Asimismo, los establecimientos civiles y militares
fronterizos constituían un motivo de botín (mujeres, armas,
metales, ganado, caballos) para los indios guerreros. Por esta
misma razón, los indios "amigos" de hoy se transformaban para
los españoles en los enemigos de mañana. De esta manera, la
existencia de un ejército colonial "cazador" de esclavos indios en
reemplazadas por colonos peruanos (mitimaes), Quiroga aprueba tales medidas,
añadiendo: "acierto grande y que debiéramos imitarle los españoles,
desnaturalizando los (indios) más ricos y alentados y sujetando los más
domésticos a pueblos, pues la experiencia enseña el riesgo que hay en dejarlos
vivir en los montes, continuando su barbarismo". Hay que señalar que esta
política se aplicó efectivamente a ciertos indios prisioneros de guerra durante la
época colonial. Véase, Jerónimo de Quiroga, Memoria de los sucesos de la
guerra de Chile, Santiago, 1979, p. 26. Los remarcados son nuestros.
Una real cédula de 26 de mayo de 1608 ordenaba: "que los indios de guerra de
las Provincias de Chile sean dados por esclavos, no reduciéndose al gremio de
la Iglesia antes de venir a menos de las personas que los tomaren". Esta real
cédula incluía "hombres como mujeres, de las provincias rebeladas del Reino de
Chile, siendo los hombres mayores de diez años y las mujeres de a nueve y
medio". Esta cédula será revocada por otra, "prohibiendo la esclavitud de los
indios", de 10 de diciembre de 1682. Sin embargo, la práctica esclavista
^ontinuó.
El mismo maestre de campo Jerónimo de Quiroga (1628-1704), excelente
conocedor de la frontera de guerra por haber vivido allí durante largas décadas,
afirma: "El Capitán General sólo creo que tiene dos caminos de enriquecerse: el
uno cautivando y vendiendo hombres y mujeres (indígenas), el otro defraudando
los sueldos (militares) y vendiendo los premios". Quiroga, op. cit., p. 428.
57
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
la frontera significaba una causa permanente de guerra. En
resumen, allí la pax hispánica era imposible.
Para la sociedad y para el hombre colonial (hacendado,
campesino, militar, funcionario, religioso, cronista, comerciante,
etc.), el mundo, su mundo civilizado, hispanocriollo, mestizo y
cristiano, alcanzaba hasta el río Bío-Bío, más allá y hasta Chiloé
(archipiélago austral bajo control español, el "jardín de la Iglesia"
según los jesuítas) estaban las tierras de los "bárbaros", indios
rebeldes, sin rey, sin ley, sin fe, constituyendo una amenaza
permanente, real o imaginaria, para el Reino, con los cuales se
mantenían contactos bélicos y también pacíficos (comercio,
trueque, misiones, parlamentos). Y esta será la situación o statu
quo que la República de Chile heredará del período colonial,
después de las largas guerras de Independencia (1813-1826).
2. La Independencia: el indio símbolo o alegoría del indio
Durante el proceso de la Independencia los dirigentes
criollos patriotas utilizaron simbólica o alegóricamente la imagen
del guerrero araucano contra el poder español. Para Carrera,
O’Higgins, Freire, el indio rebelde representaba el amor al suelo
patrio y a la irrenunciable libertad, altos valores que los habían
impulsado a luchar victoriosamente durante largos siglos contra
los conquistadores hispánicos y contra el ejército real. Arauco
constituía, entonces un ejemplo a seguir, una meta a alcanzar.
Un buen ejemplo de esta concepción idealista es
presentada por el general Francisco Antonio Pinto (1775-1858),
quien participó activamente en las guerras de la Independencia,
llegando a ser Presidente de Chile (1827-1829). En sus memorias
Pinto afirma:
"Por primera vez leí en ese tiempo La Araucana de
Ercilla, y nos reuníamos en corrillo para saborear
sú lectura. No era porque gustáramos de las
bellezas de su poesía (...) sino por las heroicas
hazañas de araucanos y españoles, que las
considerábamos como propias, por ser compatrio­
tas de los primeros y descendientes de los segun­
dos"6 .
6 Cit. p. Francisco Antonio Encina, Resumen de la Historia de Chile, Santiago,
1980,1.1, p. 479
58
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Es interesante subrayar pues, por una parte, la importancia
que tuvo para la generación que logró la Independencia, La
Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, el más grande poema
épico de la literatura moderna española, y por otra, el hecho de que
Pinto, como buen criollo expresa una contradicción evidente:
considera a los araucanos como "compatriotas", compartiendo una
misma tierra (ius solis), pero no un mismo pueblo chileno, puesto
que éste desciende de españoles (ius sanguinis). Este hecho será
remarcado más tarde por los principales historiadores republica­
nos.
Fray Camilo Henríquez (1769-1825), otro criollo patriota,
fundador del primer periódico chileno, La Aurora de Chile, en el
primer número de esta importante publicación expone las razones
de los partidarios de la Independencia, argumentos anti-españoles
por supuesto:
"La historia nos presenta a cada paso la esclavitud,
los estragos, la atrocidad, la miseria y el
exterminio de la especie humana. De aquí es que
no se encuentra algún pueblo que no ha^a sufrido
la tiranía, la violencia de otro más fuerte''7.
Henríquez exalta el carácter altivo de los araucanos que
"luchan ante todo por la libertad", insistiendo en que la metrópoli
había procedido de una manera tan inhumana que "los indios
fueron casi exterminados" (La Aurora de Chile, N° 9).
El fraile de la Buena Muerte hace alusión, evidentemente,
a las largas guerras de conquista emprendidas por los españoles
contra los mapuches. Al escribir en dicho primer número, "los
pueblos obran unos sobre otros para extenderse y agrandarse acosta del más débil", nuestro primer periodista no sabía que estaba
vaticinando la futura conducta de la República respecto al pueblo
mapuche a lo largo del siglo XIX.
Al igual que Pinto, Henríquez no los incluye dentro del
"pueblo chileno", puesto que como buen representante de la clase
ilustrada, educada en el siglo XVIII, aconseja incorporar a los
indios a la sociedad por medio de la educación, la instrucción, la
igualdad civil y social.
Aurora de Chile, periódico ministerial y político, jueves 13 de febrero de
1812, N° 1. Nociones fundamentales sobre los Derechos de los pueblos.
59
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
En este cuadro de uso simbólico del mapuche y su gesta
guerrera por parte de los dirigentes patriotas, es necesario recordar,
a título de ejemplo, que durante el primer gobierno de José Miguel
Carrera (1785-1821) en 1812, se creó el primer escudo nacional,
en el cual la estrella solitaria irradiaba sobre el globo terrestre con
la leyenda Post tenebras lux. Bajo la estrella una hoja de palma y
una lanza entrecruzadas con una segunda leyenda Aut concilles,
aut Ense ("Por la razón o la fuerza", que desde entonces
constituyó el lema de la República de Chile), y, muy
principalmente, a ambos lados del escudo figuraban un indio y una
india, con sus armas, representando a la nación chilena en gloria y
majestad. .
Más significativa aún fue la creación en Londres, en 1800,
de la Gran Reunión Americana, cuyos miembros se llamaban
"Caballeros Racionales", sociedad secreta organizada por
Francisco de Miranda (1750-1816) y Bernardo O’Higgins (17781842), con el objeto de llevar a cabo, tanto en Europa como en
América, los planes de la Independencia de las Indias de la
metrópoli española. De esta sociedad van a surgir las famosas
Logias Lautarinas (1812, Buenos Aires; 1814, Mendoza; 1817,
Santiago de Chile, etc.), verdaderas agencias patriotas de
pensamiento y acción, bautizadas así en honor del toqui Lautaro,
vencedor del conquistador Pedro de Valdivia, por sugerencia de
O’Higgins, otro asiduo lector de La Araucana.
El mismo O’Higgins recordaba, muchos años más tarde,
que en "un arranque de fiero patriotismo" expresó en Londres a su
maestro Miranda: "Mirad en mí, señor, tristes restos de mi
compaisano Lautaro; arde en mi pecho ese mismo gespíritu que
libertó entonces a Arauco, mi patria, de sus opresores" .
Estas logias, verdaderas agencias patriotas de pensamiento
y acción revolucionarios, a las cuales pertenecerán los conductores
principales, civiles y militares, de la Independencia, José de San
Martín (1778-1850) entre otros*9, van a jugar un papel relevante en
el proceso de emancipación continental.
Es interesante destacar que los miembros de esta
institución libertadora debían prestar el siguiente juramento de
Citado del Epistolario de O’Higgins por Benjamín Oviedo, La Masonería en
£hile, Santiago, 1929, p. 41.
9 José Ignacio Zenteno, Miguel Zañartu, Hipólito Villegas, José María de la
Cruz, Hilarión de la Quintana, Juan Gregorio Las Heras, Matías Zapiola,
Mariano Necochea, Jorge Beauchef, Juan Martín de Pueyrredón, Antonio
Balcarce, Antonio José de Irisarri, etc.
60
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
incorporación o iniciación: "Nunca reconocerás por gobierno
legítimo de tu patria, sino aquel que sea elegido por la libre y
espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema
republicano el más adaptable al gobierno de las Américas,
propenderás por cuantos pedios estén a tu alcance, a que los
pueblos se decidan por él"’ .
Pese a estas utilizaciones emblemáticas o alegóricas de la
historia de Arauco y de sus personajes notables, el gobierno
patriota, en la práctica, siguió considerando a los indígenas, en
general, como "hermanos menores", herencia indudable de la
concepción y legislación coloniales que consideraron siempre al
indígena como un eterno "menor" sometido a la tutela hispánica.
Estos "hermanos" merecían, entonces, la protección del Estado
independiente que nacía. De esta manera, por ejemplo, el gobierno
de Carrera restablece, en enero de 1812, el antiguo cargo colonial
de Protector de naturales bajo la responsabilidad de un cura dotado
de "la probidad y celo que exigen los padecimientos (...) de esos
infelices"1 .
La máxima prescripción legislativa de esta visión
alegórica del indígena se presentó en el bando del 4 de marzo de
1819, promulgado por el Director Supremo Bernardo O’Higgins,
que evidentemente no tuvo aplicación práctica. En dicho bando se
declaraba que:
"El sistema liberal que ha adoptado Chile no puede
permitir que esa porción preciosa de nuestra
especie (los indígenas) continúe en tal estado de
abatimiento. Por tanto declaro que para lo sucesivo
deben ser llamados ciudadanos chilenos y libres
como los demás habitantes del Estado".
3. La República naciente y las sociedades indígenas rebeldes
Durante las guerras de la Independencia, que tuvieron
lugar especialmente en el centro y sur del país (con epicentros
importantes desde el río Maulé al Bío-Bío), los mapuches no se
contentaron con ser testigos impasibles de una guerra entre
Cit. p. Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la Emancipación
Sudamericana. Buenos Aires. 1950. p. 65.
Armando Moreno Martín, Archivo del General José Miguel Carrera.
Santiago, 1994, t. III, p. 83.
61
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
huincas realistas y patriotas, sino que tomaron partido por uno u
otro bando según las circunstancias.
Los cálculos idealistas (ilustrados o románticos) de los
independentistas suponiendo que los "hermanos bárbaros" los
apoyarían en su lucha contra el enemigo común, el español, no se
hicieron realidad. El debilitamiento del Estado y su vigilancia
militar (ejército y fuertes) en la frontera fue aprovechado por los
guerreros mapuches para aliarse alternativamente con ambos
ejércitos enemigos, con el fin de realizar malocas contra los
pueblos, haciendas y estancias fronterizos. Es necesario subrayar
que en muchas oportunidades fueron los mismos patriotas o
realistas quienes apelaron a las huestes mapuches para invitarlos a
participar en las campañas militares como aliados, incluso
integrándolos a veces en los ejércitos como soldados libres.
Barros Arana relata que ya en 1813, cuando el general
Carrera envió tropas al mando del capitán Juan Luna a tomarse el
fuerte de Arauco, allende el Bío-Bío, en manos realistas, el
comandante de la plaza "reunió las milicias y los indios de que
podía disponer"1 . La ayuda de los indígenas fue, entonces,
indispensable para las tropas realistas, obligando a los patriotas a
retirarse y recuperando aquéllas los fuertes de Santa Juana y
Nacimiento, y "desde entonces quedó perdida para los patriotas
toda la porción del territorio que estuvo sometida a su dominación
al otro lado del Bío-Bío"1 .
Lo sorprendente del caso es que muchos oficiales realistas
eran milicianos chilenos descontentos de la administración
patriota, que se habían rebelado y "llamado en su auxilio a los
indios araucanos, y fiados en el apoyo de éstos, desplegaban una
grande arrogancia e iniciaban una guerra de asaltos y de
devastación que había de perpetuarse largos años en aquellas
provincias causándoles males horribles"1 .
Tan importante fue este apoyo araucano al ejército realista
que el cronista fray Melchor Martínez, ferviente monárquico, llega
a afirmar que "el resultado de la contra-revolución araucana
proporcionó al ejército real la posesión de todas las provincias
ulteriores de Bío-Bío, la comunicación con Valdivia, Chiloé y
Lima, y la amistad y adhesión de los gentiles araucanos, mudando*
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, 1888, t. IX, p. 168
13 Ibidem, p. 169.
14 Ibidem.
62
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
el aspecto de la guerra, de tal modo que los patriotas quedaban
casi bloqueados en Concepción"1 .
Los patriotas e intelectuales que sostenían la causa de la
Independencia no olvidarán jamás esa alianza, a su juicio contra
natura, argumento recurrente que será esgrimido a lo largo del
siglo XIX en contra de los mapuches por la clase dirigente para
justificar su política indigenista.
Se inicia así un largo período de inestabilidad en la
frontera que va a durar más allá del fin de las guerras de la
Independencia (1826), en la prolongación de éstas, llamada la
"Guerra a muerte" (1820-1822) y en la acción del bandidaje
organizado (principalmente por Vicente Benavides y los hermanos
Pincheira) contra el Estado republicano, apoyándose en determina­
dos jefes mapuches.
Este término del ideal alegórico de la intelectualidad
independentista, de considerar al indígena como un hermano, igual
en derechos, que pondría su secular resistencia al Rey de España
en servicio de la causa de la razón y la justicia, es decir de la
República, significó, a nuestro juicio, el comienzo de otra visión
de las élites chilenas respecto al indígena: un enfoque que más
bien se aproxima al de la Corona española durante la época
colonial: el indio es un bárbaro irreductible y veleidoso, a quien
hay que someter, tarde o temprano, por diferentes medios, con un
objetivo diferente al hispánico por supuesto, para lograr la unidad
del territorio nacional y el progreso de la Patria.
Uno de los más altos representantes de la élite chilena
decimonónica, Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), historiador,
profesor universitario, político liberal, rector del Instituto
Nacional, en su obra La crónica de 1810 al efectuar años más
tarde el balance del proceso de la Independencia del continente
afirma:
"Los que alzaron la bandera de esa justísima y
gloriosa rebelión no fueron ni muiscas, ni
peruanos, ni aztecas, ni siquiera araucanos.
Pertenecían al mismo pueblo, hablaban la misma
lengua, obedecían al mismo rey y adoraban al
mismo Dios"1 .*
15 Fr. Melchor Martínez, Memoria histórica, cit. p. Barros Arana, op. cit., t. IX,
p 169-170.
Miguel Luis Amunátegui. La Crónica de 1810, Santiago. 1911, vol. I. P 10.
63
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
En otras palabras, el conflicto de la Independencia fue una
guerra civil "entre dos porciones de la raza conquistadora, entre
los individuos de una misma familia". La conjunción adversativa
"ni siquiera" utilizada, está indicando que teóricamente los
araucanos eran los más indicados para intervenir en favor de la
Independencia, pero no lo hicieron; aunque más adelante
Amunátegui reconoce que "muchos de los indígenas combatieron
al lado de los independientes; pero también (...) otros muchos
pelearon al de los realistas" '.
Nuestro historiador realiza, enseguida, una crítica a los
intelectuales cultores de alegorías al pasado indígena, visión
absolutamente alejada de la realidad:
*
"No ignoro que los autores americanos de himnos
y de proclamas invocaban durante la reyerta las
sombras de Montezuma, de Guatimozín, de
Atahualpa, de Caupolicán y de Lautaro, se
ostentaban como sus vengadores, y maldecían a
sus verdugos, pero aquella era una pura ilusión
retórica que les hacfa desconocer extrañamente la
verdad de las cosas" .
Dicha "verdad de las cosas" era que la Conquista había
terminado hacía ya mucho tiempo y que quienes en realidad
habían explotado o explotaban a los indígenas en las haciendas,
minas y ciudades no eran los españoles, sino sus descendientes,
los criollos. Amunátegui puntualiza esto de manera enfática:
"Si alguien hubiera debido responder en el siglo
XIX por los actos de codicia y de crueldad que los
conquistadores perpetraron en el siglo XVI, parece
que debieran haber sido los españoles-americanos,
a quienes era más verosímil suponer descendientes
suyos, que no los españoles-europeos, que era de
presumir razonablemente estuvieran menos ligados
con ellos por los vínculos de la generación"1 .
9 Ibidem. p. 11.
18 Ibidem.
19 Ibidem.
64
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Desde luego, esta crítica a la llamada "aristocracia
castellano-vasca" criolla, de origen colonial, no abunda en la
historiografía de la época, salvo en la pluma de pensadores
radicales como Santiago Arcos y su amigo Francisco Bilbao
(1823-1865).
En efecto, Bilbao en su opúsculo Los Araucanos (París,
1847) busca una explicación original a este aparentemente
sorprendente apoyo de los mapuches a sus tradicionales enemigos.
Según este autor, el proceso de Independencia había comenzado en
el centro de Chile y el ejército patriota conducido por Carrera
"precipita" a los españoles hacia el sur, el Bío-Bío. De esta
manera, "los araucanos que ven a sus antiguos enemigos refugiarse
en sus fronteras, creen que otro poder, superior al de los mismos
españoles, los amaga. Entonces toman el partido de sus
enemigos"2 .
La causa de esta actitud, pues, para Bilbao es simple,
explicable, y él mismo no entiende "como no se ha alegado por los
escritores de la guerra, que sólo maldicen a los indios". Los indios
no distinguían entre patriotas y realistas pues "la misma raza los
atacaba, con otra bandera es verdad, pero, ¿debían distinguir en
ella los resplandores de la Revolución francesa?"2 .
Según Bilbao los jefes patriotas trataron de explicar a los
mapuches la causa de la guerra contra los españoles:
"Queremos, les decían, arrojar a los que han
devastado nuestro suelo, a los que os han
empalado. Nosotros también somos hijos de
Lautaro, pues defendemos el territorio sagrado
que llevamos en el alma"2 .
Pensamos que cuando el autor se refiere a "nuestro suelo",
está considerando todo Chile (ius solis), al país como una unidad,
sin embargo al hacer decir a los patriotas que ellos también son
"hijos de Lautaro”, no se refiere a un eventual ius sanguinis, sino a
un parentesco espiritual, heroico, con los araucanos, basado en la
defensa común de la "tierra sagrada".
Evidentemente estas alianzas circunstanciales o sucesivas
de los mapuches con patriotas o realistas formaba parte del juego
Francisco Bilbao, Obras completas, Buenos Aires. 1865,1.1, p. 339.
21 Ibidem.
22 Ibidem.
65
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
permanente de guerras y alianzas propias de ^tas sociedades de
guerreros libres llamadas jefaturas (chefferies)2 . Si los indios de
la costa se aliaban a los patriotas, los de los llanos lo hacían con
los realistas, tal como en la época colonial los españoles se aliaban
con los indios "amigos" libres para combatir a los indios
"rebeldes", enemigos comunes, en beneficio de la Corona; y al
igual que en siglos anteriores, las guerras fronterizas de esa
primera mitad del siglo XIX permitían hacer prisioneros que
servirían de mano de obra a los terratenientes criollos al norte del
Bío-Bío24.
4. La élite republicana, los historiadores y el salvaje
Pasada la etapa del discurso simbólico y alegórico
proindigenista de la élite que logró la Independencia y dirigió al
país durante los primeros años de organización republicana (18171833), el discurso de la élite sucesora será muy diferente.
Estamos en presencia de largas décadas de la historia de
Chile (1830-1883), destinadas a la organización del Estado y
durante las cuales el impulso y el quehacer histórico principal
estuvieron en gran parte orientados a la consolidación del territorio
nacional.
Este período histórico está marcado por capítulos tan
importantes como la guerra victoriosa contra la Confederación
Perú-boliviana (1836-1839), la ocupación del extremo sur del país
(estrecho de Magallanes, 1843, 1849), la colonización de las
provincias de Valdivia y Osomo por inmigrantes europeos
especialmente (1853), la expansión hacia el norte a partir de 1842
por el control del rico y prometedor desierto de Atacama, la cual
va a originar más tarde la Guerra del Pacífico contra Perú y
Solivia (1879-1884) que permitió a Chile incorporarse las
provincias de Tarapacá, Arica y Antofagasta; sin dejar de citar por
supuesto, la llamada "Pacificación de la Araucanía" (1859-1881)
Cf. Pierrc Clastres, La société contre l'Etat, París, 1974.
Rolando Mellafe explica que "después de la derrota de los hermanos
Pincheira, un gran número de indios costinos y pehuenches hicieron alianza con
tropas gubernamentales y vencieron a otras reducciones sublevadas teniendo
como base el fuerte de Arauco. Se tomaron gran cantidad de cautivos que
fueron repartidos entre hacendados y localidades de más al norte". Rolando
Mellafe, "Aproximación al esclarecimiento de la coyuntura de la población
autóctona de Chile", en Demografía, familia e inmigración en España y
América. Santiago, 1992. p. 26.
66
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
que tuvo por resultado otra incorporación: la de lós territorios
indígenas libres, habitado por los mapuches, que se .extendían
desde el tradicional río-frontera Bío-Bío al río Toltén.'
En general estas élites provenían de las principales
familias patricias chilenas (herederas de la "aristocracia castellanovasca" colonial) y, también, de los escasos sectores medios de la
sociedad chilena. Nos referimos, principalmente, a José Victorino
Lastarria (1817-1888), a los citados Miguel Luis Amunátegui
(1828-1888), Francisco Bilbao (1823-1865), Diego Barros Arana
(1830-1907), a Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), a
Vicente Pérez Rosales (1807-1886), ^quien fue el precursor,
promotor y organizador de la colonización del sur del país (1853,
fundación de Puerto Montt), etc.
Estos prohombres no sólo desempeñaron un papel
importante en la producción literaria historiográfica chilena, sino
que ocuparon también altos cargos educacionales, políticos,
parlamentarios y gubernamentales, ejerciendo, entonces, una gran
influencia en todos los ámbitos de la sociedad nacional. Podríamos
afirmar que ellos y algunos otros son los "padres" de la República
de las letras chilenas. De esta manera, la imagen del indígena
chileno que sus discursos (escritos u orales) contribuyeron a crear
y divulgar fue fundamental en las futuras decisionas que los
gobiernos sucesivos tomarán para resolver definitivamente "el
secular problema araucano".
Desde el punto de vista político, estos intelectuales eran,
en general, liberales; desde el punto de vista filosófico podemos,
sin duda, incluirlos en la escuela positivista. El mejor exponente,
por lo demás, de la escuela historiográfica positivista es Diego
Barros Arana. Concordamos a este respecto con Hugo Cancino
cuando expresa que "a partir de una concepción teleológica de la
historia, es decir, inteligida como un crecimiento continuo y
rectilíneo hacia el "progreso", Barros Arana y una generación de
historiadores y ensayistas interpretaron la independencia de
Hispanoamérica como el triunfo de las "luces", es decir, del
discurso de la Ilustración y la Resolución Francesa sobre las
"tinieblas" de la tradición hispánica"2 .
Prolongando esta reflexión al tema que nos ocupa,
podemos agregar que, asimismo, estos intelectuales estaban
25 Hugo Cancino Troncoso, Tradición y ruptura en el discurso de la
Independencia de Hispanoamérica: el caso chileno 1810-1813, NOK 101,
Odense, 1993, p. 1 y 2.
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
convencidos que dichas luces del progreso, de la razón, de la
civilización, encamadas en la República, terminarían por vencer y
disipar las tinieblas en las cuales persistían en vivir los bárbaros
habitantes más allá del río Bío-Bío. Para estos historiadores
liberales, además, el cometido de la historia era colaborar a la
legitimación de las jóvenes Repúblicas, junto con justificar sus
pretensiones territoriales y construir o definir una identidad
nacional para los habitantes de los nuevos Estados.
La concepción general que anima su producción literaria al
respecto, pese a los inevitables matices diferenciadores, es la no
aceptación teórica y práctica de la existencia de sociedades
indígenas libres en territorios que eran considerados como
formando parte de la República. Esta concepción es, a nuestro
juicio, una prolongación con ropajes republicanos, "modernos" por
ende, de la antigua política colonial tendiente al control total de
los territorios del Reino de Chile enmarcados en la cartografía
oficial, y a la sumisión a la Corona y a la Iglesia de las
poblaciones indígenas que los habitaban.
En otros términos, los indígenas debían aceptar "por la
razón o la fuerza" el rey, la ley y la fe españoles, es decir
someterse a la pax hispánica. La resistencia secular, como se sabe,
de estas sociedades de guerreros libres que vivían entre el Bío-Bío
y el seno de Reloncaví (Valdivia y más tarde Osomo, refundados,
fueron tan sólo enclaves en territorios no dominados por los
españoles), impidieron a los gobernadores del Reino y a la Iglesia
colonial llevar a cabo estos propósitos de conquista violenta o
pacífica. La realidad geopolítica impuso, pues, a la Corona
efectuar "parlamentos de paz" periódicos con los indios "rebeldes"
(quienes incluso designaron embajadores en Santiago), recono­
ciendo de hecho su libertad, sin renunciar jamás, sin embargo, a
sus proyectos de sometimiento26.
Esta concepción y propósitos coloniales, después del largo
intervalo de las guerras de la Independencia, resurgirán, entonces,
en la política republicana chilena, expresa o tácita, en la boca o en
la pluma de sus principales inspiradores y conductores.
La teoría oficial de la Corona sostenía que el rey de España tenía "el alto
dominio de todo el Reino de Chile", permitiendo poseer sus tierras a todos los
individuos de los cuatro butalmapus, quienes debían permitir el tránsito del
correo, pasajeros y comerciantes y el asentamiento de misiones y misioneros en
dichos territorios al sur del Bío-Bío hasta Chiloé. Estos temas eran tratados (y
aceptados) por los caciques regularmente en todos los parlamentos de paz.
68
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Así, por razones de espacio, examinaremos tan sólo una
parte del discurso indígena producido por los más destacados
intelectuales de la élite chilena decimonónica.
Diego Barros Arana es el historiador chileno más com­
pleto del siglo pasado, su monumental Historia Jeneral de Chile
(16 volúmenes) aún hoy es una obra de referencia. Además ñie
pedagogo, profesor universitario, rector del Instituto Nacional y de
la Universidad de Chile y diplomático.
En el tomo I de dicha Historia Jeneral, Barros Arana
efectúa una presentación general de las sociedades indígenas
prehispánicas que habitaban los territorios que más tarde consti­
tuirían Chile. En este capítulo el historiador directa o indirecta­
mente, consciente o inconscientemente, proyecta o extrapola sus
afirmaciones a las sociedades indígenas contemporáneas suyas, los
mapuches en especial, que acababan de ser vencidas y sometidas
en 1882 por el Ejército chileno de la frontera. Hay que señalar que
el tomo I de la Historia Jeneral de Chile fue publicado en 1884.
En este texto abundan las expresiones "salvajes",
"bárbaros", "primitivos", e incluso "brutos", para referirse a los
indígenas. Sobre esta base conceptual se desarrollan allí ciertas
ideas y afirmaciones que pueden servir de justificación retroactiva
o coetánea a tal política militar y territorial de la República, y que
no dejaron de ser repetidas y utilizadas por las autoridades
públicas de la época.
Las concepciones principales de Barros Aranas referentes
a'los indígenas chilenos pueden concretarse en los siguientes
asertos:
1. A causa de su estado de barbarie los indios son incapaces de
explotar óptimamente las tierras que ocupan. Así, nuestro
historiador afirma: "se comprenderá que si el territorio chileno
puede ser convenientemente explotado por el hombre que ha
ascendido a cierto grado de civilización y de cultura, y que sabe
procurarse las comodidades de la vida en ca^i todos los climas, era
una triste morada para el salvaje primitivo"2 .
Esta "explotación conveniente" se refiere, sin duda, a la
organizada en tomo a las normas del capitalismo agrario, basado
en la propiedad privada de la tierra por supuesto, que ^ya
comenzaba a mecanizar parcialmente el campo chileno en las
últimas décadas del siglo XIX, el cual junto a la industrialización,
van a constituir los fenómenos socio-económicos por excelencia
27 Barros Arana, op. cit., t. I, p. 32-33.
69
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
exponentes de civilización para las élites intelectuales de ese siglo.
En otras palabras, los indígenas no merecían las buenas tierras en
que vivían tradicionalmente, las cuales deberían ser
"convenientemente explotadas" para lograr un alto rendimiento
agrícola destinado a la alimentación de la población local y a la
exportación.
Según Barros Arana los indígenas chilenos no
aprovechaban "los ricos metales" del norte, ni practicaban canales
de regadío en el centro, ni aumentaban los recursos naturales
"mediante el cultivo de algunas plantas útiles", ni desmontaban los
bosques de la selva fría del sur "para hacer el suelo más
productivo". ¿Y porqué estos habitantes vernaculares no
aprovechaban las ventajas y recursos que la naturaleza les
proporcionaba? La respuesta del historiador es europeocéntrica y
racista: "todos estos trabajos exigían cierta previsión y un
desarrollo intelectual de que carece el hombre salvaje".
Esta inferioridad intelectual los hace "inhábiles para
procurarse los recursos que proporciona la civilización por
imperfecta que sea" .
Para Barros Arana, entonces, es un error pensar que las
aptitudes guerreras ("sagacidad", "astucia", "artificio") de los
indios chilenos, tan alabadas, constituyan una prueba de "un
notable desarrollo de sus facultades intelectuales", al contrario "el
examen de su vida, sus costumbres y de su industria los coloca en
un rango muy inferior"2 .
2. Los indios son holgazanes y poseen "los hábitos de ociosidad de ,
la vida salvaje", limitándose tan sólo a satisfacer "las necesidades
más premiosas de su triste existencia".
La estricta división sexual del trabajo, corriente en esas
sociedades llamadas primitivas, donde el "trabajo industrial y
productivo" corresponde a las mujeres (agricultura, tejidos,
alfarería, preparación de comidas y bebidas), es una prueba más,
para el autor, del carácter "perezoso e imprevisor" del indio, quien
se negaba a efectuar esas labores "indignas de hombres"3 .
3. Estas sociedades sin Estado, o contra el Estado, como tan bien
Jas ha bautizado y analizado Pierre Clastres, estaban condenadas a
vivir indefinidamente en tal estadio de barbarie, donde "todos los
hombres desempeñan las mismas ocupaciones, todos son
** Ibidem, p. 33.
9 Ibidem, p. 93.
30 Ibidem, p. 109.
70
' Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
guerreros, cazadores, constructores de chozas y de embarcaciones,
y aun agricultores, así como todos eran guerreros"3 .
Para Barros Arana, como para muchos filósofos,
historiadores o sociólogos ("sociologistas" como él los llama) del
siglo XIX, tal tipo de comunidades humanas, sin división social
del trabajo "y de las profesiones, no merece siquiera el nombre de
sociedad". Para apoyar este aserto, nuestro historiador cita al
filósofo evolucionista Herbert Spencer (1820-1903), quien "con
notable ingenio" compara a estas "agrupaciones humanas, a las
cuales niega el nombre de sociedad, con los organismos animales
inferiores, en que todos los órganos desempeñan funciones
biológicas semejante^ pero en que el individuo parece carecer
hasta de vida propia"3 .
4. Entre las observaciones críticas de un intelectual liberal
decimonónico no podía faltar la mención a la propiedad privada.
En efecto, la ausencia del Estado o de una "necesaria autoridad",
determinaba que los indios no tuvieran "la menor idea de
propiedad individual del territorio". De esta manera, "todos los
miembros de la tribu tenían derecho para establecerse donde mejor
quisieran, construir sus chozas y utilizar los frutos espontáneos del
campo vecino, así como los animales del bosque y los peces de los
ríos (...) sin tomar el consentimiento de nadie, y sin pensar en
poner límites al terreno que usufructuaban" .
Esta organización social impedía, entonces, "un mayor
progreso industrial" y el aumento de la población. Por todas estas
razones estos "salvajes llevaban una vida de privaciones y de
miserias en un suelo que habría recompensado generosamente un
esfuerzo industrial un poco más activo y enérgico" . Barros
Arana justifica, de este modo, la opinión general existente en
Chile respecto a la existencia de "indios malos en tierras buenas",
lo cual impedía' o frenaba las posibilidades de desarrollo o
"progreso" del país.
Cabe destacar que estas teorías "miserabilistas" del
liberalismo positivista no resisten el testimonio de los cronistas
coloniales, especialmente los jesuítas (Alonso de Ovalle, Diego de
Rosales, etc.) quienes debido a su labor evangelizadora conocieron
por dentro a estas sociedades indígenas. En sus crónicas ellos
testimonian, entre otros aspectos, la abundancia de alimentos que
-) 31 32
Ibidem,
33 34
32 Ibidem,
33 Ibidem,
34 Ibidem,
p.
p.
p.
p.
94.
94, nota 2.
96.
97.
71
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
ellas disponían, que les permitía disponer de reservas
importantes35*.Esta situación contrasta abiertamente, por supuesto,
con el estado de pobreza o miseria absoluta de vastos sectores de
la población durante la época colonial, tan bien descritos por el
síndico Manuel de Salas3tf y de la igual o peor miseria que sufrían
campesinos, obreros y mineros durante el siglo XIX, tan bien
expuesta por escritores Racionales (verbigracia Baldomcro Lillo) o
por viajeros extranjeros37*39
.
5. El mismo carácter de los indígenas les impedía desarrollar una
sociabilidad conveniente. Los indios eran "reservados y sombríos
por naturaleza (...) casi desconocían la conversación franca y
familiar del hogar"3 . Sólo se divertían en sus borracheras, que en
lugar de hacer florecer "los sentimientos amistosos", terminaban
en sangrientas trifulcas. De esta manera vivían en perpetua
desconfianza, "con Irs armas en la mano, casi viendo en cada
hombre un enemigo"3 .
6. En materias espirituales tampoco resultaban beneficiados en
este análisis: los indios presentaban un cuadro de "carencia
absoluta de creencias religiosas y de todo culto". Al contrario,
estas sociedades teman "bárbaras supersticiones" y creían "en una
35 El P. Ovalle, por ejemplo, señala con razón que "la abundancia y fertilidad de
este reino (Chile) no solamente se ve y goza en sus tierras y valles, sino también
en toda su costa y en las peñas y riscos donde azota el mar". Alonso de Ovalle,
Histórica Relación del Reyno de Chile* Santiago, 1978, p. 31. Actualmente hay
antropólogos que afirman fundadamente que "la economía primitiva no sólo no
es una economía de miseria, sino que es la primera y basta ahora la única
sociedad de abundancia" (traducción de F. Casanueva). Cf. Marshall Sahlins,
$ge de pierre, áge d'abondance; Péconomie des sociétés primitives* París, 1976.
En 1796, el síndico Manuel de Salas en su conocida "Representación al
Ministro de Hacienda sobre el Estado de la agricultura, industria y comercio en
Chile", afirmaba que "el Reino de Chile, sin contradicción el más fértil de la
América y el más adecuado para la humana felicidad, es el más miserable de los
dominios españoles; teniendo proporción para todo, carece de lo necesario",
destacando el hecho que los mismos trabajadores que producen pingües
cosechas deben, luego, pedir limosna. Cit. por Julio César Jobet, Santiago Arcos
Arlegui y la Sociedad de la Igualdad* Santiago, 1942, p. 27.
Albert Davin (1846-1920), 2o de a bordo del barco de guerra francés
Montcalm, que visitó Chile en 1882-83, describe de la siguiente manera a los
trabajadores del puerto de Valparaíso: "cuando uno examina a los peones,
podría creerse a la nación entera víctima de la injusticia de la fortuna: el
raquitismo y la anemia imprimen estigmas imborrables en esos pobres seres".
Albert Davin, Chile y Perú en tiempos de la Guerra del Pacífico* Santiago,
|^92, p. 121. Traducción de F. Casanueva.
Barros Arana, op. cit, 1.1, p. 109.
39 Ibidem.
72
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
1
multitud de patrañas". Este "estado de ignorancia y de barbarie"
los incitaba a la práctica de "costumbres groseras y vergonzosas
que degradan al hombre"4 .
Para que nada faltase en esta pintura negativa del indio,
procedente en parte directamente de la concepción colonial a partir
de la Conquista, Barros Arana hace mención púdica, sin nombrarla
expresamente, a la práctica de la homosexualidad entre ello^ o
"pecado nefando", como lo designaban los cronistas coloniales40
41*
.
46
45
44
43
Los únicos rasgos positivos que este historiador destaca en
estas sociedades indígenas, son su destreza en la guerra: "sólo en
la guerra demostraban cualidades superiores de inteligencia y de
actividad"; su estoicismo frente al dolor: "condenados por sus
enemigos a los mayores tormentos, sufrían los más crueles dolores
sin exhalar un quejido"4 , sus dotes retóricas, "su pasión por los
discursos, su amor por las formas oratorias (...) La elocuencia era
un título de prestigio y de superioridad entre esos salvajes"4 , y el
cultivo de la poesía y el canto practicados en las ceremonias
sociales, fúnebres y juntas de guerra.
Estas cualidades son desvalorizadas por el autor, apenas
enunciadas. Así, las aptitudes guerreras de los indios no
constituyen una prueba de "un notable desarrollo de sus facultades
intelectuales" ; su estoicismo se debía a su "inactividad material
e intelectual, (que) había creado en sus cos^imbres y en sus
. instintos condiciones especiales de existencia"4 ; en cuanto a su
elocuencia se trataba de una "manía de pronunciar aparatosos
discursos en todas circunstancias, (que) pasaba a ser una
costumbre chocante y bárbara"; la poesía indígena conocida
revelaba que su "artificio métrico es absortamente castellano" y el
canto "era siempre sombrío y monótono"4 .
¡^En resumen, la presentación de las sociedades indígenas
chilenas (especialmente mapuche) que efectúa Diego Barros Arana J
en su Historia Jeneral no difiere mucho, en general de la imagen
40 Ibidem. p. 104-105.
Los cronistas mencionan, especialmente, a ciertos homosexuales que
oficiaban a veces de machis, "hechiceros y encantadores, llamados bueyes, que
entre ellos (los indios) se tienen por viles por acomodarse al oficio de mujeres".
Cit. p. Angel C. González, El Cautiverio Feliz de Pineda y Rascuñan, Santiago,
$67, p. 138.
Barros Arana, op. cit., t. I, p. 110.
43
Ibidem, p. 100.
44
Ibidem, p. 93.
45
Ibidem, p. 110.
46
Ibidem, p. 100.
73
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
colectiva que de ellas tenía la sociedad colonial, excluyendo, por
supuesto, la opinión de algunos cronistas (jesuitas especialmente)
que más abiertos de espíritu y habiendo vivido entre ellos para
evangelizarlos, tuvieron una visión y una opinión más positiva, la
del indio redimible.
Sin embargo, es preciso señalar que el historiador no es
absolutamente negativo en su apreciación ralativa a los indígenas
de su época, pues reconoce en varios párrafos "las modificaciones
que esas tribus (araucanas) han experimentado bajo el contacto
secular con pueblos de una civilización más avanzada"4 . Y este
es un punto importante en la concepción liberal decimonónica:
estas sociedades pudieron y pueden cambiar positivamente por la
influencia de una "civilización superior" dominante. Ya en páginas
anteriores, Barros Arana subrayaba los aportes que la cultura inca
había efectuado a las sociedades indígenas chilenas del norte y del
centro del país en la agricultura, alfarería y la metalurgia, y más
tarde el aporte hispánico a partir de la Conquista.
Se desprende de esto la incapacidad de estas sociedades,
.según Barros Arana, para evolucionar endógenamente, por su pro­
pio impulso interior. Para ellas los adelantos siempre provendrían
del exterior, pues, "el hombre en ese estado de barbarie es en todas
partes el mismo, con igual resistencia a aceptar las ideas extrañas y
a abandonar sus hábitos inveterados"4 .
El autor señala, más adelante, la prueba histórica de dicha
resistencia, al comentar el fracaso del régimen colonial en
"civilizar" a los indígenas libres y "rebeldes": "por más que se
intentasen diversos arbitrios para reducirlos a otro orden de vida,
fue forzoso reconocer que era igualmente imposible atraerlos por
los halagos o por el terror"4 .
En todo este largo capítulo destinado a las sociedades
indígenas, Barros Arana opone frecuentemente el concepto de
"civilización" al de "barbarie", oposición frecuente en el discurso
republicano liberal y "progresista" decimonónico (recordemos, al
respecto, la obra y concepciones de Domingo Faustino Sarmiento,
presidente de la República Argentina, 1868-1874). Es, entonces, a
la República de Chile que corresponderá la misión de consolidar o
"recomponer" el territorio nacional, sometiendo e incorporando,
para lograrlo, a estas sociedades bárbaras a la vida civilizada.*41
47 Ibidem, p. 113, nota 1.
41 Ibidem, p. 109.
49 Ibidem, p. 110.
74
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
La República de Chile, a través de sus élites pensantes y
gobernantes, no se conformaba con el uti possidetis ("tal como
poseíais") territorial heredado efectivamente de la época colonial,
sino que ella aspiraba a hacer efectivo el "tal como deseáis poseer"
el territorio, también heredado de la misma época.
Esta visión republicana, crítica y dura respecto a los
indígenas, alcanzará su paroxismo, por así decirlo, en la pluma de
Benjamín Vicuña Mackenna, uno de los más grandes historiadores
chilenos del siglo XIX, quien marcó con su sello la historiografía
nacional. Miembro de una gran familia, con hacienda en Santa
Rosa de Colmo, su vida política ftie agitada: fue secretario del
Club de la Reforma y de la Sociedad de la Igualdad, centros
liberales y antigubernamentales; participó en las revoluciones de
1851 y 1859, siendo desterrado; más tarde viajó por los EE.UU. y
Europa. En 1863 se encarga de la redacción de El Mercurio dé
Valparaíso, el primer periódico de la Repúblioa; es elegido
diputado por La Ligua y nombrado en 1872 intendente de
Santiago, realizando una importante labor de urbanización.
Podemos afirmar que esta gran figura de la historia de Chile
presenta un marcado perfil nacionalista y liberal, tanto en su
pensamiento y acción, como en su prolífica producción
historiográfica.
Vicuña Mackenna se va a destacar en el Parlamento
(1868) por sus decisivas intervenciones en el debate en tomo al
"problema de la Araucanía", que examinaremos más adelante.
Aquí nos limitaremos a presentar la opinión que este eminente
hombre público tiene de los indígenas, la cual expondrá
fogosamente (como era su estilo personal) a sus colegas diputados
(Cf. Sesiones de la Cámara de Diputados, agosto de 1868). Para
él los mapuches "ñieron los más implacables enemigos de nuestra
independencia", peleando "por ese mismo rey que los había
subyugado". Incluso el más valiente cacique (Francisco Mariluán),
"aunque bravo y esforzadísimo en los combates", no deja de ser
"salvaje y perverso como todos los de su raza". Son desleales por
naturaleza: "¿quién que conozca nuestra historia se atrevería a>
hacer fé en el bárbaro?" Hasta el toqui Lautaro, alto símbolo'
nacional, es presentado como un traidor: "¿Hizo por ventura otra
cosa Lautaro, el caballerizo de Valdivia, en el llano de Tucapel,
donde él mismo cavó la tumba de su amo?".
En este proceso de desmitificación emprendido por Vicuña
Mackenna, el tribuno critica la política de la joven República la
cual "por pura moda y despique con los españoles", desde 1810.
75
/
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
bautiza "con el nombre de héroes araucanos, nuestros pueblos,
nuestros buques de guerra y aun nuestros hijos, cuando los Lautaro
y los Caupolicán son mitos desconocidos a su raza".
Finalmente el historiador desmiente el aporte mapuche en
• el mestizaje que dio origen a la población chilena: "nuestro pueblo
no desciende del bárbaro de Arauco, que jamás ha querido
* someterse al extranjero ni aliarse con él". El aporte indígena
proviene, más bien, de "los primitivos aborígenes" que poseen un
"tipo marcado del indio peruano o de sus castas secundarias (...)
que tan fuerte contraste presenta con el rostro aplastado, signos de
la barbarie y ferocidad innatas del auca". Para probar su aserto,
Vicuña Mackenna recurre al auxilio de la lingüística refiriéndose a
las expresiones de origen quechua que supervivían "en nuestro
lenguaje doméstico (...) transmitidas de generación en generación
por las nodrizas de nuestros antepasados que eran por lo común
yanaconas o indios de servicio".
El pueblo chileno desciende, entonces, más bien de las
"blandas y dóciles" tribus del norte y del centro, que habitaban los
territorios situados al norte del río Maulé (al sur vivían los "fieron
promaucaes"), que fueron rápidamente conquistados primero por
los incas y después por los españoles, siendo sometidos por éstos e
incorporados a la encomienda como "yanaconas o indios de
servicio".
5. Voces disidentes desde París: Francisco Bilbao y los arau­
canos
Francisco Bilbao (1823-1865) fue uno de los principales
representantes de esa famosa "generación del 42" (1842), a la que
perteneciera José Victorino Lastarria (como el gran guía), Santiago
Arcos, Eusebio Lillo, Manuel Antonio Matta, Angel Custodio
Gallo y otros. Esta generación, la primera después de la que
realizó la Independencia, estaba profundamente influida por el
discurso de la filosofía de la Ilustración y de la Revolución
Francesa, imbuidos, pues, de una fe en el progreso constante e
imparable de la Humanidad, que logrará implantar finalmente el
bien en las sociedades humanas, más allá de sus diferencias
nacionales, ideológicas o étnicas. La Generación del 42 trató de
introducir el "pensamiento moderno" (la Modernidad) en las clases
dirigentes, a través de la docencia y de la publicación de libros y
opúsculos, con el fin de hacer evolucionar, cambiar "positiva-
76
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
mente" la sociedad chilena, democratizarla, en resumen acabar la (
Revolución de la Independencia.
Este ideario fue claramente expuesto por Bilbao en
Sociabilidad chilena, célebre opúsculo publicado en 1844, donde
critica duramente el sistema portaliano y la influencia de la Iglesia
católica en la sociedad chilena, que permiten mantener bajo
apariencias republicanas la "continuidad del pasado colonial" Así,
Bilbao señala allí:
"Entre nosotros la idea culminante como herederos
de la revolución es completarla. Completar la
revolución es apoyar la democracia en el espíritu y
la tierra, en la educación y la propiedad. Esta obra
es la destrucción de la síntesis autoritaria del
pasado y la sustitución (por) los principios que la
filosofía reconoce con el sello de la
inmortalidad"5 .
Este escrito causó gran escándalo en un país gobernado
por los conservadores en el cuadro institucional de dicho "régimen
portaliano". A pesar del apoyo brindado por los jóvenes de su
generación, Bilbao fue privado de su cátedra de Derecho que
impartía en el Instituto Nacional, fue procesado y la Corte
Suprema decretó "quemar el escrito por mano del verdugo",
debiendo abandonar el país. Durante toda su vida en Chile y en el
exilio (Francia, Perú, Argentina) este demócrata liberal, romántico
y radical a la vez, quien se relacionó activamente con historiadores
y filósofos liberales y cristianos franceses (Jules Miehelet, Edgar
Quinet, Félicité de Lamennais, Henri Lacordaire), luchó por hacer
evolucionar la sociedad "colonial y feudal" imperante en Chile,
"eslabonando nuestro pensamiento revolucionario al pensamiento
francés de la revolución"5 . El pensamiento y la acción
revolucionaria permitirían
"el advenimiento de la democracia desde la aldea
hasta las capitales, la separación de la Iglesia del
Estado. La abolición del régimen económico,
financiero, administrativo y pedagógico de la
50 Bilbao, op. cit., p. 34.
51 Ibidem, p. 17.
77
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
conquista. La libertad de cultos, la libelad de la
industria, la comunicación con el mundo"5 .
En este marco ideológico Bilbao escribió en París, en
1847, un artículo titulado Los Araucanos, donde en sendos
capítulos expone "la naturaleza" y "el hombre", "la historia" y "el
porvenir" de la Araucanía y sus ideas y proyectos respecto a las
sociedades mapuches libres del sur del Bío-Bío, intentando
responder a la pregunta que él mismo formula: "¿Cuál debe ser la
política de "Chile respecto a los araucanos?".
Aunque **en este artículo los términos "salvajes" y
bárbaros" también abundan, su visión del indígena es más bien
positiva. De esta manera, Bilbao expone que
"la vida solitaria, sus creencias guerreras, sus
tradiciones de victorias, han desenvuelto en ellos
el orgullo y los sentimientos caballerosos. Se
llaman aucas, hombres libres y hermanos. Se ve
entre ellos una política y urbanidad que sorprende
en los salvajes; la hospitalidad es una d^ sus
virtudes y no hay viajero que no lo atestigüe"5 .
Tampoco son crueles, "pues no se encuentra en ellos
ninguna de esas prácticas atroces,4como son quemar al prisionero,
arrancar la cabellera del vencido"5 .
En su discurso histórico-filosófico sobre la Araucanía,
Bilbao busca una explicación sociológica, no para desvalorizar,
sino para entender a estas sociedades indígenas de guerreros libres
sin Estado. De esta manera afirma:
"Observad su vida y aun los menores detalles de
sus hábitos y en todo ello vereis el sello del
principio primitivo. Todo hombre es soldado y
orador, propietario y sacerdote; la unidad está
perfectamente constituida en cada ciudadano de la
tribu. Cada familia es un estado"5 .
Francisco Bilbao, El Evangelio americano, Santiago, 1941, pp. 58-59.
’ Francisco Bilbao, Los Araucanos, Obras completas, p. 321.
* Ibidem, p. 324.
55 Ibidem. p. 326-327.
78
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Para comprender la larga y victoriosa resistencia de
Arauco, "ese monumento humano que hace 300 años que resiste",
no basta mencionar sólo el valor físico de los indios, sino su
"valor dogmático, necesario y libre", que se manifiesta en la
constitución de una sociedad articulada en tomo a la guerra: "El
Dios Araucano es el verbo de la guerra", concepción más
pertinente que la expuesta por los grandes historiadores chilenos,
verbigracia Barros Arana, como ya se ha visto.
Estos indios no son, sin embargo, salvajes absolutos, pues
"están en un estado intermedio entre la civilización y la barbarie.
Tienen un brazo en el arado y el otro en el lomo del caballo"5 .
Esta última afirmación es interesante, pues Bilbao es uno de los
escasos autores que subraya las características de guerreros y
agricultores, a la vez, que poseen los mapuches.
Como buen positivista nuestro autor piensa que se ha
producido una necesaria evolución en los araucanos, gracias a "la
comunicación y a las relaciones de comercio frecuentes" con la
civilización en período de paz. Estas relaciones han hecho más por
su "desbarbarización" que el contacto con conquistadores y
misioneros. Para Bilbao, Cortés y Valdivia "resumen las
esperanzas y las ideas de la monarquía y del catolicismo; sus
brazos golpean sin piedad y las colonias se levantan sobre la
sangre y la esclavitud de los indígenas"5 . La conquista fue un
"crimen" y "su medio fue la barbarie", de esta manera entró "la
civilización" en América y Chile. Bilbao cita, incluso, una carta de
Pedro de Valdivia a Carlos V, donde le informa que después de
matar 2.000 indios, alancear "otros muchos" y tomar prisioneros, a
algunos de éstos "mandé cortar hasta 200 las manos y narices".
Al analizar la lucha de los araucanos contra los españoles,
Bilbao retoma también el discurso simbólico pro-indigenista
sostenido por los líderes de las guerras de la Independencia. El
símbolo, nuevamente utilizado es Lautaro, cuyo brazo representa
la libertad según nuestro autor. Para los revolucionarios franceses
Grecia y Roma fueron sus modelos, los patriotas "hijos de esa
tierra" (Chilek evocaron a Lautaro, Colocolo y Rengo en sus
luchas por la ubertad, y "esas sombras amadas, no aparecieron
fantásticas. Eran las ^mas de los soldados de la patria, cuando^
patria pronunciamos"5 .
*------------------ <-----------------6 Ibidem, p. 319.
7 Ibidem, p. 333.
58 Ibidem, p. 336.
79
►
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
También a la Iglesia misionera correspondió una parte de
la responsabilidad en este fracaso de la civilización colonial, pues
los indios "han visto a los misioneros hablarles de paz, de amor,
de justicia, de sometimiento a los cristianos y los cristianos eran
sus verdugos". Así, los indios podían decir "el rey, la iglesia y la
conquista vienen a hacemos conocer^al sublime crucificado y
empiezan por crucificamos a nosotros"5 .
También la República ha fracasado, hasta ese momento,
en civilizar a los indios:
"La República de Chile en esa guerra continuada
ha seguido enteramente el sistema español, y no se
ha presentado bajo la nueva faz que la revolución
le impuso. Ha opuesto soldados quizás tan salvajes
como los indios, no les ha opuesto al hombre
ciudadano, al hermano, el sacerdote. No se ha
presentado en esa guerra con la superioridad de un
Estado ni con la superioridad moral de cada uno de
sus hijos. Ley religiosa, ley moral, ley política,
costumbres, táctica, todo ha presentado un caos y
de este modo la victoria definitiva se retira"60.
Chile, entonces, no ha actuado con los indios con la
superioridad política y moral que se supone que los principios
motores de la Independencia han proporcionado a la República. Al
contrario, los chilenos continúan la guerra "con medios
inhumanos" y, lo que es peor, en vez de civilizar a los indios los
mismos "chilenos fronterizos han tomado algo de los araucanos y
la ignorancia de nuestros gobiernos permite una guerra propia de
salvajes. Quemándoles sus rancherías y sus campos, matándolos
sin misericordia, fomentando su| divisiones intestinas, en una
palabra, procurando aniquilarlos"6 . Lo que ha sucedido, entonces,
es que estos chilenos se han "araucanizado", pues "su faz es
blanca, su alma araucana. Pronto al pillaje, limitado en sus ideas,
la guerra es su deseo, la intolerancia es su dogma"62.
A pesar de todo ello, estos chilenos son "la vanguardia" de
la República frente a los indios guerreros. No sólo la vanguardia,
sino el adelanto de la frontera. En efecto, cuando Bilbao escribe su
’ Ibidem, p.
Ibidem, p.
1 Ibidem, p.
62 Ibidem, p.
344.
345.
340.
342.
80
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
artículo (1847) puede añonar que la frontera "ha avanzado más de
40 leguas" al sur del Bío-Bío por el lado de la costa, aunque en los
llanos, desde el Bío-Bío al Toltén, esas "mil leguas cuadradas"
constituyen un "recinto inviolado" para las armas chilenas.
Este hecho se opone a la formación geológica o geográfica
e histórica del territorio chileno. Para Bilbao, Chile es un país
nuevo, "la naturaleza no le ha impuesto su sello definitivo y la
creación mora^de la República coexiste con la creación definitiva
de su suelo"6 . Por ello, Chile debe terminar de formarse,
consolidar la unidad territorial de la República, y a lo largo de
todo su artículo Bilbao expone la idea de un solo país hasta el
cabo de Hornos desde la misma época colonial: "Chile tiene que
completar su territorio, derribar esas barreras del odio,
desenvolver esas riqueza^escondidas, volver a la divinidad una
porción de sus hermanos"64, en una palabra "Arauco debe entrar
en Chile".
En esta frase advertimos todo un programa político e
histórico, que une al avance de la frontera una idea de explotación
económica de la feraz Araucanía y la concepción de la
constitución de un solo pueblo chileno-araucano fraternal y
verdaderamente cristiano. Pues Chile no debe destruir a los
araucanos, ya que
"toda personalidad, sea de pueblo, sea de
individuo, tiene su lugar asignado bajo el sol. El
dogma de la igualdad ha inmortalizado a toda
cultura. La destrucción ejercida por un pueblo es el
suicidio moral de su existencia. Chile ha nacido en
el derecho (...) Destrucción grita el animal,
fraternidad exclama el hombre bautizado en la luz
y el fuego"6 .
Bilbao, entonces, propone la combinación de cuatro
factores para resolver el problema araucano: 1) enseñándoles la
religión católica, el evangelio con amor: "si queremos vencerlos
en la tierra debemos antes vencerlos en el Cielo"; 2) atrayéndolos
por el ejemplo, mostrándose los chilenos "como verdaderos
republicanos en la esfera pública y privada, fieles a la palabra, a
Ibidem, p. 314.
Ibidem, p. 348.
Ibidem, p. 343.
81
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
todo tratado y convención"; 3) mediante el desarrollo de los
intercambios y la comunicación, especialmente "el establecimiento
de caminos que la geografía está mostrando" ; 4) por medio de la
educación, "derramando escuelas y haciendo pronunciar por vez
primera en esas selvas el libro de vida, el evangelio".
El cumplimiento de este programa permitirá la fusión de
ambos pueblos, creando la "nueva patria", uniendo "a los que se
creen hijos de diverso padre"6 .
En este artículo Bilbao se demuestra como un profeta
positivista. Los indios no deben ser víctimas de la de la
civilización republicana. Los chilenos no deben emplear "la
política maquiavélica (de) comprarles los terrenos para hacerlos
perecer por hambre y empujarlos más y más en la barbarie"6 , la
República debe operar de manera que ellos "vean ja propiedad sin
el despotismo del capital y la miseria del obrero"6 . Es necesario
'que la República les enseñe a ser ciudadanos en el amplio sentido
de la palabra, pues además llegarán a ser "soldados no del desierto,
sino de la ciudad", al hacerlos edificar poblaciones; la República
debe organizar las relaciones laboraos "para no convertirlos en
esclavos de la tierra y de la industria"7 .
Bilbao es, pues, partidario que Chile avance su frontera,
dando ejemplo de pacifismo y caridad para con los indios,
tratándolos con bondad y generosidad, como ya lo afirmara para
todo el continente el Padre Las Casas en el siglo XVI, pues "la
cuestión de Arauco es la de Chile".
Aunque en su Evangelio americano Bilbao se muestre
partidario de "la ¡gualda^ de las razas, reconociendo sus derechos
a la tierra que poseen" , en su discurso araucano concibe el
territorio de la Araucanía con una visión de colonizador o colono,
no lejos de la posición de Vicente Perez Rosales o Benjamín
Vicuña Mackenna:
"Ese territorio sano y bello, donde los ríos y los
lagos invocan a las naves, los llanos al ferrocarril,
las montañas y sus bosques el hacha del cristiano,
66
67
68
69
70
71
Ibidem, p. 346.
Ibidem, p. 347.
Ibidem.
Ibidem, p. 345-346.
Ibidem, p. 346.
Bilbao, El evangelio, p. 59.
82
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
presenta todas las condiciones necesarias p¿ara el
establecimiento de las grandes poblaciones"7 .
Como se puede apreciar, incluso en este discurso generoso
y optimista, aunque ingenuo, de Bilbao, el más liberal de todos los
representantes de la élite republicana, no se reconoce la plena
libertad y soberanía de las sociedades indígenas en sus propios
territorios, pues éstos tarde o temprano deberán integrarse a la
República y los indios someterse a sus leyes, es decir ser
incorporados a la civilización chilena.
6. El marco legal de la República y las sociedades indígenas
Desde 1812, fecha del primer Reglamento Constitucional
promulgado durante el gobierno de José Miguel Carrera, hasta
1833, fecha de la puesta en vigor de la gran Constitución
republicana de Chile, que va a regir, con modificaciones por
cierto, hasta 1925, el país se dotó de dos Reglamentos
Constitucionales (1812 y 1814), de Leyes federales (1826) y de
diversas Constituciones (1818, 1822, 1823, 1828), casi todas de
efímera vigencia. Ellas contemplaban disposiciones legales, a
menudo impracticables para una nación que, precisamente en
medio de guerras y sobresaltos, ensayaba su ordenamiento legal
definitivo. El mismo Presidente José Joaquín Prieto lo expresaba
en su exhorto "a los pueblos de Chile", al promulgar la
Constitución de 1833,que inauguraba el régimen portaliano, como
un "modo de poner fin a las revoluciones y disturbios a que daba
origen el desarreglo del sistema político en que nos colocó el
triunfo déla independencia"7 .
En la génesis, discusión y redacción de estas
Constituciones participaron los pro-hombres, la elite social,
económica e intelectual de esa época de guerras y ensayos de
organización nacional. Ellos se habían formado y educado a fines
del período colonial, ocupando un sitio relevante en la historia de
Chile durante la primera mitad del siglo XIX. Baste citar a Manuel
de Salas, Camilo Henríquez, Hipólito Villegas, José Ignacio
Cienfuegos, Francisco Antonio Pérez, Juan Egaña, Mariano
Egaña, Manuel José Gandarillas, etc.72
72 Ibidem, p. 346-347.
r
Constitución de la República de Chile., 1833, Santiago, p. 1-2.
83
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Todas estas Constituciones se preocuparon de organizar la
nación, la vida ciudadana, en el marco de lo que podríamos llamar
una República autoritaria (salvo en algunos aspectos de la
Constitución liberal de 1828), de democracia de propietarios
letrados, restringida, entonces, a un sector social (el voto siempre
es masculino y censatario), a pesar de las declaraciones alegóricas
y bien intencionadas basadas en los principios de la Independencia
de los EE.UU. o de la Revolución Francesa.
Sin embargo, en estos cuerpos legales no aparecen
definidos clara y explícitamente ni los indígenas^pi sus territorios.
¿Los indios son chilenos? ¿Son ciudadanos?74 ¿Sus territorios
pertenecen a la República de Chile? La respuesta a la primera
pregunta es teóricamente afirmativa. Sin embargo, los indios no
son ciudadanos, salvo en el bando alegórico de O’Higgins de 1819
'ya visto, pues no reúnen los requisitos exigidos para serlo. En
cuanto a los territorios indígenas, se los incorpora jurídicamente al
territorio chileno, como otrora lo hicieran las autoridades
coloniales.
.
Esta ambigüedad u omisión republicana, portadora de
futuros conflictos, se hace presente a través de las diversas
Constituciones examinadas:
1. A partir de la Constitución de 1822 el territorio de Chile es
considerado como una unidad que se extiende por "límites
naturales al sur el cabo de Hornos, al norte el despoblado de
Atacama, al oriente (la cordillera de) los Andes, al occidente el
mar Pacífico, (y) le pertenecen las Islas del archipiélago de Chiloé,
las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa María y demás
adyacentes" (capítulo Io, art. 3o). Todas las Constituciones
posteriores repiten casi idénticamente esta fórmula limítrofe, lo
cual significa que los territorios indígenas comprendidos entre el
río Bío-Bío y el seno del Reloncaví se consideraban incoiporados
a la República.
La Constitución de 1828 (art. 2°), a su vez, dividía política
y administrativamente al país en 8 provincias (para todas las
Constituciones anteriores sólo existían tres: Coquimbo, Santiago y
Concepción), a saber: Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Maulé,
Concepción, Valdivia y Chiloé, y la de 1833 agregaba cinco más:
Sólo en el "Proyecto de Constitución para el Estado de Chile", presentado por
el Congreso en 1811, cuyo redactor fue Manuel de Salas, y que nunca tuvo
aplicación, se afirmaba que "un indio es ciudadano, si para ello cumple con los
requisitos de la Constitución. Pero si se casa con cuarterona inclusive para
arriba, por este hecho se le dispensa el mérito cívico" (art. 80).
84
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Atacama, Colchagua, Talca, Nuble y Arauco. La provincia de
Arauco constaba de los departamentos de Laja, Nacimiento y
Arauco, y la de Valdivia de los de Valdivia y Unión y Osomo y
Colonia. En estas Constituciones no se mencionaban los territorios
indígenas, siguiendo en esto, en general, las antiguas divisiones
administrativas internas coloniales, que se referían siempre al
obispado de Santiago, al de Concepción (separados por el río
Maulé), a Valdivia y al archipiélago de Chiloé, como integrando
ininterrumpidamente el Reino de Chile hasta el cabo de Hornos.
2. Es interesante señalar que salvo en la Constitución de 1822, en
ninguna otra hay referencia expresa, ni de inclusión ni de
exclusión, a los indígenas que viven en el "territorio nacional". Es
como si no existieran. Pensamos que los términos "chilenos",
"pueblo chileno" a menudo invocados, los incluyen teóricamente,
pese a no ser expresamente considerados en tales categorías. En
cambio la propia definición constitucional de "ciudadanos" los
excluye de derecho.
De esta manera, el Reglamento Constitucional de 1812 se
refería al "pueblo" (art. II), a "los pueblos" (art. XXVII), a "los
ciudadanos" (art. XVI) y expresaba que "todo habitante libre de
Chile es igual de derecho" (art. XXIV), esta igualdad civil excluía
por cierto a los esclavos negros, poco numerosos en Chile.
La Constitución de 1822 instituía "la nación chilena es la
unión de todos los chilenos" (art. Io) y que "todos los chilenos son
iguales ante la ley, sin distinción de rango, ni privilegio" (cap. 2,
art. 6o).
La Constitución de 1823, seguida en esto por las que la
sucedieron, decretaría la abolición total de la esclavitud: "en Chile
no hay esclavos" (art. 8o).
En todas las disposiciones constitucionales se declara la
libertad, el goce de derechos y la igualdad entre los chilenos,
reconociendo como chilenos, en general, a "los nacidos en el
territorio de Chile" (Constitución de 1833, art. 6o, 1°). Por lo tanto
los indios teóricamente eran chilenos, libres e iguales, formando
parte de la nación chilena, puesto que sus tierras, teórica y
lógicamente, se incluían en el territorio de la República.
Además se reconocía expresamente que "los hombres por
su naturaleza gozan de un derecho inajenable (...) a su hacienda" o
propiedad (Constitución de 1818, art. Io) y que "la Constitución
asegura a todos los habitantes de la República la inviolabilidad de
todas las propiedades, sin distinción de las que pertenezcan a
particulares o comunidades" (Constitución de 1833, art. 12, 5°).
85
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Entonces, teóricamente, también los indios como chilenos tenían
derecho a la propiedad de sus tierras, concepción que los hechos
desmintirían fehacientemente, como se sabe, a lo largo del siglo
XIX.
El problema se planteaba, como ya se dijo, al examinar los
requisitos exigidos para ser ciudadano chileno, los cuales
excluían de derecho a los indios que habitaban el territorio
chileno.
Así, la Constitución de 1823 hacía una diferencia entre los
ciudadanos, refiriéndose a los "ciudadanos activos", los cuales
"todos deben ser católicos romanos, saber leer y escribir" (título II,
art. 6o). La Constitución de 1833 es más explícita en su calidad de
ley suprema de una República controlada por el sector más
conservador de la sociedad. En efecto, en su art. 8° estipulaba que
"son ciudadanos activos con derecho a sufragio, los chilenos
(varones) que habiendo cumplido 25 años, si son solteros, y 21, si
son casados, y sabiendo leer y escribir tengan alguno de los
siguientes requisitos". Estos se referían a una propiedad inmueble
o capital invertido en industria o "el ejercicio de una industria o
arte, o el goce de un empleo, renta o usufructo", cuyos
emolumentos guarden proporción con dicha propiedad o capital.
En una palabra, el voto masculino y censatario. Pese a esto, el art.
12 de (ficha Constitución expresaba que aseguraba "a todos los
habitantes de la República, 1° la igualdad ante la ley. En Chile no
hay clase privilegiada".
Los indios, entonces, no eran ciudadanos activos, pues
además de ser analfabetos y no poseer individualmente bienes
raíces y menos capitales (pues en las sociedades indígenas no
existía la propiedad privada de la tierra), tampoco eran "católicos
romanos", debiendo subrayar aquí, por ende, el fracaso, por
diversas causas, de la política de "conquista espiritual" de los
indígenas llevada a cabo tanto por la Corona española durante el
período colonial como por la República durante el siglo XIX.
Es relevante constatar que esta ausencia u omisión del
indígena en el marco constitucional republicano, se puede
encontrar incluso entre los juristas más liberales del período. De
esta manera, Manuel Carrasco Albano en sus Comentarías sobre
la Constitución Política de 1833, obra premiada por la
Universidad de Chile, al analizar la sociedad colonial basada en la
desigualdad, citaba como una de las causas de ésta "las divisiones
de castas, consignadas en el Código de Indias. Los indios, los
negros, los mulatos, los zambos, los mestizos, los simples colonos
86
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
y los españoles nativos formaban una escala gradual de clases en
que la desigualdad de la sangre constituía una desigualdad de
derechos" . El mismo autor criticaba, y citaba también, todas las
"desviaciones e infracciones" que "ese gran principio de la
igualdad" sufría en el régimen republicano vigente, sin destinar
una línea a la situación de los indígenas en la joven República
chilena.
Estas Constituciones republicanas, como buenas herederas
lejanas del siglo de las luces y cercanas de la Revolución Francesa,
confiaban, como sabemos, en la marcha incesante de la
civilización y el progreso. Estas concepciones aparecen claramente
expuestas y articuladas en el mensaje que el Director Supremo
Bernardo O’Higgins dirigió a los pueblos de Chile como un
preámbulo a la Constitución de 1822. Allí O’Higgins efectuaba un
balance optimista de sus cinco años de gobierno, en los cuales "se
formó el Erario, que ha duplicado sus ingresos, se organizó
provisoriamente el Estado, ha dado principio la agricultura, la
industria y el comercio y están para plantearse varios proyectos de'
beneficencia pública".
Para asegurar el futuro desarrollo de la joven República de
Chile, el Director Supremo presenta en un perfecto lenguaje
ilustrado todo un programa basado en la educación total; para
formar y producir los hombres públicos, profesionales y técnicos
que el país necesita:
,
"El actual estado de la civilización y de las luces
nos descubre bien la necesidad de adelantar, o, por
mejor decir, plantear de un modo efectivo y
suficiente la educación e ilustración. Necesitamos
formar hombres de Estado, legisladores,
economistas, jueces, negociadores, ingenieros,
arquitectos, marinos, constructores hidráulicos,
maquinistas,
químicos,
mineros,
artistas,
agricultores, comerciantes ... Las luces, las
riquezas y el poder anduvieron siempre reunidas en
las naciones, sin estos elementos, que los unos
nacen de los otros, Chile no será nación, ni logrará
el fruto de sus sacrificios".
75 Manuel Carrasco Albano, Comentarios sobre la Constitución Política de
1833. Valparaíso. 1858. p. 58-59.
87
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Esto permitirá superar, según O’Higgins, el pasado
colonial de atraso e ignorancia. Para conseguir estos fines, él
preconiza, entonces, una decidida política de inmigración que
abriría las puertas del país a todos los extranjeros que lo desearan
y que fueran útiles al desarrollo de la nación. A esta concepción de
ser Chile un país nuevo, inexperimentado y casi vacío de
habitantes, se añade la imagen de la virginidad y riqueza del país:
"Atraer extranjeros agricultores, industriosos y
capitalistas, no es posible sin ofrecerles una gran
garantía, y toda la libertad de que gozan en otras
regiones; esta es la adquisición más importante,
virgen todavía la feraz superficie de nuestro suelo,
e intactas sus entrañas, sólo ellos nos procurarán
en breve nuevos frutos y tesoros".
De esta manera todas las constituciones liberales o
conservadoras posteriores prometerán a chilenos y extranjeros,
"garantir al hombre en el goce de sus derechos naturales e
imprescriptibles, la igualdad, la libertad, la seguridad, la
propiedad". Además, ellas concedieron gran facilidad y
flexibilidad para adquirir la nacionalidad chilena. La Constitución
de 1822 llegaba, en esta materia, a dispensar de requisitos de
residencia y censatarios "en favor de los extranjeros que han hecho
o hicieran servicios importantes al Estado" (cap. II, art. 5o). La
Constitución de 1833 aseguraba a "todos los habitantes de la
República, la admisión a todos los empleos y funciones públicas",
(art. 12, 2o)
Esta política de "puertas abiertas" a los extranjeros
permitió, por lo demás, atraer grandes personalidades que
colaboraron decisivamente en el desarrollo científico, económico y
técnico de Chile durante el siglo XIX. Baste citar a Andrés Bello,
Claudio Gay, Ignacio Domeyko y tantos otros. Por otra parte, en
estas disposiciones constitucionales ya se avizoraba la futura
política de colonización de los territorios indígenas situados al sur
del río Bío-Bío.
Es pertinente destacar que la única mención que se hace de
los indígenas en estas Constituciones es en relación a esa
concepción de civilización progresiva e indefinida antes aludida.
En efecto, en la Constitución de 1822 en el capítulo concerniente a
las facultades del Congreso se estipulaba que éste debe "cuidar de
la civilización de los indios del territorio" (cap. 4o, art. 6°). Cabe
88
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
observar, por una parte, que no se habla aquí de los territorios de
estos indios "incivilizados", sino del territorio de la República, con
lo cual éste engloba o incorpora a aquéllos; por otra parte, esta
facultad "civilizadora" del Congreso aparece junto a otras
disposiciones que requieren "generalizar la ilustración" (cap. 4o,
art. 24) y "proteger el fomento de la agricultura, de la industria,
del comercio y de la minería" (art. 26).
A nuestro juicio, en el espíritu o intención de estos
preceptos constitucionales está presente la esperanza o convicción
de un mejoramiento y progreso tanto de la tierra feraz pero inculta
de la República, como de sus indios feroces e incivilizados.
7. Los.planes contra el salvaje excluido de la República:
debate en la prensa y en el Parlamento
A mediados del siglo XIX el Estado chileno no se
interesará en la persona misma del indio como había sucedido en
el estado colonial (mano de obra para trabajar y almas para
evangelizar), sino sus tierras y comienza, a partir del término de
las guerras de la Independencia, un lento pero'seguro proceso de
penetración de los territorios indígenas al sur del Bío-Bío,
especialmente mediant^ el expediente de la compra, a menudo
fraudulenta, de terrenos76. ’
Jorge Pinto ha sintetizado bien las causas de este interés
por las tierras mapuches, especialmente entre 1850 y 1860:
"Por esos años se conjugaron una serie de factores
que dasataron la ambición por las tierras
mapuches. Una crisis económica que se produjo en
esa década y la necesidad de aumentar las
exportaciones de cereales, en un país cuya
economía se basaba en las exportaciones de
materias primas, desviaron la atención hacia el sur.
6 Ricardo Ferrando afirma: "Desde que las autoridades de la República se
establecen en la zona de la Frontera, continúa el sistema de ventas (de tierras
mapuches), que se amplía por la ambición de los particulares que desean
comprar, valiéndose de la ignorancia de los indígenas, tierras a precios ínfimos.
Amparados en los engorrosos trámites y procedimientos judiciales, simulaban
contratos, captaban herencias y cometían toda clase de abusos (...) El territorio
que abandonaba el indígena, ya sea porque huía de él vencido, ya sea porque lo
vendía, fue pasando poco a poco a manos de particulares, sin beneficio para el
Estado y sin obligaciones para los ocupantes". Ricardo Ferrando, Y así nació la
Frontera, Santiago, 1986, p. 304-305.
89
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Así mismo, la posibilidad de conectar Chile con
los mercados del Atlántico y de abrir en la
Araucanía un espacio a las inversiones de
empresarios locales, desplazados por los agentes
financieros de Inglaterra que se instalan en
Valparaíso (...) Por último, el peso que empieza a
tener la articulación de nuestra economía a un
capitalismo más desarrollado, el inglés, cuyas
exigencias ponen en peligro los espacios que
todavía conserva^ algunas comunidades indígenas
en el continente"7 .
Esta política de invasión y expropiación de las tierras
indígenas fue justificada por los sectores interesados mediante una
ideología articulada, en general, por la élite gobernante, en tomo
de tres líneas, que de alguna manera traducían "modernamente" las
antiguas voces coloniales:
1. Los indios pertenecen a una raza inferior, salvaje, imposible o
muy difícil de civilizar.
2. Chile debía superar su "discontinuidad geográfica" (entre los
ríos Bío-Bío y Toltén) integrando a la República los ricos
territorios indígenas, territorios "irredentos", consolidando de esta
manera un Estado nacional homogéneo.
3. La civilización chilena, blanca de origen europeo y, por ende,
superior, junto al "orden republicano" debían imponerse en todo el
territorio nacional.
En resumen, los indígenas no merecían su habitat y debían
ser expropiados en beneficio de los chilenos o de los emigrantes
(europeos siempre) que quisieran poner en valor dichas tierras. En
cuanto a los indios debían someterse o desaparecer.
De esta manera, durante los años 1850 y 1860 a través de
la prensa y el Parlamento, no siempre sin contradicciones,
comienza a gestarse y manipularse una imagen del indígena,
totalmente diferente a la visión "romántica" o simbólica que de
éste se tuvo durante la gestación y las guerras de la Independencia.
Jorge Pinto Rodríguez, “Del an ti indigenismo al proindigenismo en Chile en
el siglo XIX”. En La Reindianización de América, siglo XIX. Leticia Reina
(Coordinadora), Editorial Siglo XXI, México, 1997, pp. 137-157. De Pinto
veáse, también, sobre todo en lo relacionado con la ideología de la ocupación,
su artículo “Crisis económica y expansión territorial: la ocupación de la
Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX”. En Estudios Sociales, N° 72,
CPU, 1992, pp. 85-126.
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
No constituye una contradicción afirmar que la República
autoritaria y conservadora portaliana coexistió con el positivismo
liberal, que no sólo se proyectó en lo económico, sino en toda una
visión y concepción de la República y de su futuro y de la política
necesaria para llevarla a cabo.
AJ consultar los principales periódicos de la época, El
Mercurio de Valparaíso y El Ferrocarril de Santiago, dicha
"ideología de la ocupación" aparece expuesta a través de las tres
líneas antes mencionadas, clara y a veces violentamente expresada
en los editoriales y en los comunicados de los lectores.
Por ejemplo, en El Mercurio (30-1-1856) un lector que se
firma como "Un chileno" escribe:
"Mas, dejaría yo de ser chileno si no uniera mis
débiles esfuerzos a los de aquellos que procuran
con tanta sensatez y patriotismo, que el gobierno
de Chile se constituya en verdadero poseedor
(subrayado por el autor) de esa parte(Arauco), la
más bella y fértil de nuestro territorio, habitada por
hordas de salvajes que no tienen reparo alguno en
cometer actos de barbarie y brutal violencia,que
por su impunidad hacen ilusoria y nula la
autoridad que el gobierno puede tener (subrayado
por el autor) sobre ellos".
A estas consideraciones se agrega una inquietud que es
agitada como bandera premonitoria: la posibilidad que una
potencia extranjera se interese y apropie de "ese territorio sobre el
cual Chile apenas podría alegar derecho, puesto que no le ocupa de
hecho ni ejerce autoridad eficaz en sus habitantes".
Así, constantemente esta prensa plantea a la opinión
pública la necesidad de imponer el orden y la seguridad en la
frontera frente a los desmanes o amenazas de ellos cometidos por
ios indígenas:
< '
"Los araucanos hacen grandes aprestos militares;
todas las tribus están revueltas y se reúnen en
grandes masas (...) innumerables correos
despachan todos los días a los pehuenches y a las
demás tribus de las Pampas, excitándolas a la
rebelión y a un levantamiento general, para talar,
91
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
saquear y robar las haciendas circunvecinas"
(Editorial de El Mercurio, 12-2-1856).
Incluso este editorial llega a comparar y a enaltecer la
política de la Corona española:
"Tres siglos se han burlado (los araucanos) del
poder y fuerza de los gobiernos que han regido a
Chile, y se mantienen aún como en sus primitivos
tiempos. Nosotros hemos hecho mucho menos que
los primeros conquistadores, a pesar de tener todos
los recursos en las manos: ellos fundaron las
ciudades de Angol; Cañete, Villarrica y muchos
otros lugares, y nosotros sólo hemos conseguido
mantenerlos en paz, continuamente interrumpida,
pagándoles, podemos decir, un tributo".
En esta argumentación afloran, a veces, contradicciones
' que revelan el reconocimiento de la nación araucana y sus
derechos:
,
"Si una potencia extranjera, como la Inglaterra, la
Francia o los Americanos, quisiese posesionarse
del territorio araucano, comprándoles terrenos y
tratando con ellos de potencia a potencia, diríamos
que los araucanos no tenían derecho para hacer
tratados, por no ser una nación reconocida; pero
buen
cuidado
tendrían
de
contestamos,
poniéndonos delante el Derecho de Gentes de
(Andrés) Bello. ‘Nación o Estado es una sociedad
de hombres que tiene por objeto la conservación y
felicidad de los asociados; que se gobierna por
leyes positivas emanadas de ella misma y es dueña
de una porción de territorio’. Los araucanos se
hallan en la actualidad en este caso, por más que os
sea duro el confesarlo."
Para El Ferrocarril (N° 1056 de 1859) los territorios
indígenas pertenecen legalmente a Chile:
;
"No necesitamos una bula para anexar a la
* república lo que pertenece a su territorio: ni jamás
92
Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas
se habrá presentado una conquista de' la
civilización sobre los salvajes, que vaya aparejada
de mayores requisitos por lo que toca'al derecho, a
la conveniencia y a la humanidad".
¡'
Y en su número 1.233 (1859), El Ferrocarril incitaba lisa
y llanamente a la conquista de dichos territorios:
"Toda campaña contra los bárbaros tendrá las
simpatías de la nación en masa, de veras indignada
de sus pasadas y presentes depredaciones. Si el
Gobierno se resuelve a emprenderla en forma, no
hará más que dar verdadera realidad al deseo
general".
En general, podríamos resumir los argumentos de dicha
"ideología y de la guerra de ocupación", durante esa época, en los
puntos siguientes:
1. Hay que concluir de una vez por todas con esa "conquista
interminable" que tantas vidas y gastos ha costado.
2. El abandono en que el gobierno mantiene la Araucanía
comprometía el honor de la República de Chile.
3. Existe un peligro eminente que las ciudades del Sur sean
invadidas por hordas de bárbaros y, del mismo modo, que se
puedan producir reclamaciones de naciones extranjeras por algún
eventual ataque a sus súbditos o a sus naves.
4. Una potencia extranjera podría adquirir tierras en la Araucanía
y, más tarde, posesionarse del territorio.
5. Siguiendo las normas del Derecho Internacional (cf. Andrés
Bello) los araucanos constituyen una nación y bien .podrían
suscribir tratados o pactar con otra nación extranjera.
Es así que la conquista o reconquista republicana de las
tierras indígenas fue presentada como una lucha entre la
civilización chilena y la barbarie araucana, entre el bien y el mal,
como lo expone El Mercurio en su editorial del 25-6-1859:
"Esta es la lucha que existe desde que el mundo és
mundo; este es el antagonismo eterno entre el bien
y el mal, el vicio y la virtud, el saber y la
ignorancia; lucha y antagonismo necesario y útil
que la humanidad efectúa por todos los medios,
93
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
empleando aquellos cuya fuerza aun ella misma
ignora".
Haciendo referencia impícita al fracaso de la
evangelización colonial, El Mercurio (editorial del 7-6-1859)
afirma que el indígena es impermeable a la prédica de la civiliza<* ción:
"Si los araucanos pudieran civilizarse por medio de
la palabra y la persuasión, nada habría más
inhumano, nada más bárbaro que el empleo de la
fuerza; pero hace 300 años que no escuchan esa
palabra,
que
desdeñan
esa
persuación
permaneciendo altivos, indomables, feroces, e
infiriéndonos ultraje sobre ultraje, sin que hayan
comprendido jamás nuestra moderación, los
esfuerzos constantes de nuestra caridad, ni los
beneficios de la civilización que hemos tratado
siempre de inculcarles".
La barbarie indígena legitima, entonces, el uso de la
fuerza. Chile se presentaba así, una vez más como el continuador
de la política colonial:
"La fuerza para contenerlos en sus avances, la
fuerza para atraerlos a un camino que no quieren
seguir a pesar de sus ventajas, la fuerza para que
cesen los insultos y depredaciones que nos
infieren; la fuerza, en fin, ya que en 300 y tantos
años han rehusado la civilización dada por los
medios pacíficos" (El Mercurio, 25-6-1859).
Para El Mercurio, vocero y representante de la clase
dirigente chilena, esta obra de civilización sería llevada a cabo por
el ejército de la República. De esta manera en su editorial del 275-1859, titulada precisamente "La conquista de Arauco",
expresaba al respecto que "Chile cuenta hoy con un brillante
ejército, numeroso, bien disciplinado, y a cuyo frente tiene jefes de
distinción y capacidad".
Las tierras indígenas, recuperadas así para Chile,"entrarían
de lleno a servir de campo a especulaciones honradas y a
repoblarse con colonos civilizados e industriosos". Estos colonos
94
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
_
serían, naturalmente, chilenos o europeos, representantes de la raza
blanca dominadora del mundo, olvidando, desde luego, el origen
mestizo del pueblo chileno.
El periódico no preconizaba, por supuesto, una abierta
política de exterminación o genocidio de los indios, sino su
"distribución" en tierras civilizadas, tal como lo había ^ugerido el
cronista Jerónimo de Quiroga hacía casi 300 años antes 8:
"Entonces no sería necesario exterminarlos, como
algunos temen; y vencidos por la fuerza y el
número, tendrían que resignarse a abandonar su
vida de pillaje y sus inmundos aduares, para ser
distribuidos en todo el territorio poblado y ponerse
en contacto con nuestros actuales centros de
cultura y labor".
En relación a esta conquista militar, El Mercurio,
anticipándose en varios años a la realidad histórica (la llamada
"campaña del desierto" en Argentina contra los indígenas,
conducida por el general Julio Roca y llevada a cabo
paralelamente a la campaña chilena de "pacificación", aunque sin
alianza formal de ambas fuerzas), propone la intervención
conjunta de los ejércitos chileno y argentino, cada uno en sus
respectivos territorios, para resolver definitivamente "el problema
araucano", invocando incluso la fraternidad de los "pueblos
hermanos" para lograr tales objetivos:
"La Confederación Argentina organiza en estos
momentos un ejército que se anuncia no ha de
bajar de 10 a 12.000 hombres (...) Cuánto mejor no
sería que, unidas esas fuerzas en nombre de un
interés común, y a invitación de un gobierno
amigo, como el de Chile, pospusiesen sus
desavenencias locales y tornasen sus miradas hacia
esos vastos territorios que hoy yacen incultos y
sirviendo de abrigo a indómitas hordas de indios
ladrones que amenazan sin cesar su tranquilidad,
su bienestar y su riqueza".
Cf. nota 3.
95
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
El Mercurio (30-5-1859) temía que si no se firmaba un
tratado con Argentina, y "si ambas fuerzas no marchan de
consuno, entrando en campaña al mismo tiempo y poniéndose de
acuerdo para un plan de ataque", dichas "hordas" se refugiarán en
Argentina, amenazando a ese país y "aumentada de esa manera su
masa" atacasen Chile, siendo "del todo imposible contenerlos",
sufriendo entonces "todos los horrores que trae consigo una
invasión de salvajes". Otra grave consecuencia de este estado de
inseguridad permanente sería que dichos ricos territorios perderían
gran parte de su valor, privando a la nación de "plantear una
actividad industrial y de poder colonizar pacíficamente el país".
Frente a estas posiciones belicosas e integristas, es justo
reconocer que en Chile también se elevaron opiniones contra
métodos tan drásticos preconizados por la prensa principal. Así,
Eulogio Altamirano, estudiante de Derecho de la Universidad de
Chile y futuro ministro de Estado, presentaba en 1859 una
memoria de licenciatura titulada Arauco. Su conquista y
colonización, donde junto con reconocer la "barbarie" de los
' indígenas, impugnaba la conquista de territorios que no eran
imprescindibles para el desarrollo de la nación. Chile necesitaba
industria, capitales y emigración, sugiriendo para transformar la
Araucanía en "un país civilizado" e integrado a la República: "la
compra gradual de los terrenos, para ir colonizándolos
gradualmente también (...) las tierras deben venderse y no donarse;
pero venderse con condiciones tales que sean accesibles para todo
individuo, por humilde que sea su posición en la vida"7 .
Otro universitario, Aquinas Ried, en las páginas de la
Revista del Pacífico y de El Mercurio de Valparaíso, se opuso al
uso de la fuerza contra los indios, pues éstos tenían derecho a su
libertad. Ried creía en "una colonización que respetara los
derechos del indiana e indemnizara a aquellos que decidieren
vender sus tierras"
Es preciso destacar, asimismo, la polémica entablada
respecto al "problema araucano" entre la Revista Católica, órgano
oficial de la iglesia católica chilena, y El Mercurio y El
Ferrocarril.
En una serie de artículos aparecidos en 1859, La Revista
Católica se opone a la ocupación de la Araucanía por la fuerza,
Cit. p. Revista Católica. Santiago, 3-12-1859.
80 Cit. p. Jorge Pinto R., op. cit. p. 7.
96
Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
atacando duramente las posiciones de El Mercurio en relación al
"problema de Arauco":
"Si es justo y grato para El Mercurio el exterminio
de los araucanos, porque son bárbaros y poseen un
fértil territorio, entonces proclama una nueva
civilización de crueldad y de pillaje; hace la
apoteosis de ella, y levanta un altar siempre
humeante de la sangre de víctimas humanas,
despiadadamente sacrificadas por la codicia
envuelta en el manto oscuro de una civilización
cmel y repugnante" (4-6-1859)
En un largo artículo titulado "Independencia de Arauco"
(4-6-1859) procede a una exaltación de las virtudes del pueblo
araucano, "raza de héroes, que prodigó su sangre con entusiasmo
por la defensa de su amada patria" (...) (Ellos son) 50.000
pacíficos moradores de la tierra clásica de la libertad, (de) nobles
prendas de corazón y espíritu". Para la Revista Católica los indios
tienen derechos inalienables sobre sus tierras y es la codicia de
éstas el motivo principal que impulsa a ciertos chilenos a
desconocer dichos derechos. La Revista cuestiona:
"¿Por ventura el bárbaro carece del derecho de
propiedad, o el hombre civilizado tiene facultad de
apropiarse lo que poseedores ignorantes y rudos
han adquirido y poseído como dueños?"
La República, entonces, no tiene derecho a hacerles la
guerra en nombre de la civilización:
"Si aplicamos a los bárbaros los principios que la
civilización condena, ¿qué gloria será la nuestra al
aparecer ante el mundo como usurpadores de
ajenos derechos? ¿Con qué títulos llevaríamos el
estandarte de la civilización, si la ultrajáramos-en
el momento mismo de pasearlo triunfante en
Arauco?"
Más adelante, la Revista subraya irónicamente la
contradicción en el discurso del hombre llamado civilizado:
97
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
-
"El hombre civilizado se presenta al salvaje con
espada en mano y le dice: yo te debo hacer
partícipe de los favores de la civilización; debo
ilustrar tu ignorancia, y aunque no comprendas
cuales son las ventajas que te vengo a
proporcionar, ten entendido que una de ellas es
perder la independencia de tu patria; pero con
todo, elige entre esta disyuntiva: o te civilizo, o te
mato. Tal es en buenos términos la civilización a
mano armada".
Así, para la Revista, la conquista y la civilización son
fenómenos históricos diferentes y opuestos: la conquista es una
"usurpación a mano armada", la agresión del fuerte contra el débil;
la civilización es atraer "a los bárbaros por medio de la persuasión
a la vida civil", ilustrando su inteligencia, transformando su
corazón, y sus costumbres, respetando siempre sus derechos. Uno
de los peores crímenes que podría cometer la llamada civilización
sería hacer la guerra, vencer y desterrar a los indígenas, pues
"preferirían mil veces la muerte al destierro a distintos climas y
lejanas tierras, entre cuyos extremos sólo se les permite optar. De
todos modos su exterminio debía ser inevitable".
Esto no significa que la Iglesia acepte la existencia de los
indígenas (siempre "bárbaros" para ella) disfrutando de su propia y
tradicional organización política, social y espiritual. Esto iría en
contra de la concepción que ella tiene de su deber religioso y
apostólico, ya que los hombres de Iglesia están "destinados por la
Providencia para ejercer sobre esta parte desgraciada de nuestros
compatriotas una tutela paternal y caritativa". La Revista
propone, entonces, sin entrar en mayores detalles explicativos de
los métodos civilizadores antes expuestos, "trabajar con constancia
por civilizarlos honrados y caballerosamente", y el primer y
principal medio para conseguir "tan santo fin, es sin duda la
palabra evangélica (...) contando, como debe contarse, con los
sobrenaturales auxilios de la divina gracia" (25-6-1859).
Para probar que esta tarea no es tan difícil como aparenta
ser la Revista Católica, procede a presentar a las sociedades
indígenas en un cuadro positivo que la aproxima más bien a la
visión de Francisco Bilbao:
"Los araucanos no tienen ídolos ni sacerdotes de
falsas divinidades (...) Por más que se diga, no son
98
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
-'.
1
tan bárbaros y feroces como generalmente se cree
o se quiere hacer creer; son agradecidos a cualquier
insignificante obsequio que se les haga; practican
la hospitalidad con todos los pasajeros que se
dicen civilizados; no odian a los misioneros ni los
persiguen, como sucede ordinariamente en algunas
naciones infieles..." (25-6-1859).
La dificultad mayor en esta empresa de civilización y
religión (términos casi sinónimos para la Revista Católica) reside
en los propios hombres civilizados: "hablando francamente en
nuestra poca fe, en nuestra apatía, en nuestra indolencia por la
suerte de los salvajes, en nuestra falta de espíritu verdaderamente
cristiano y patriótico".
Sin embargo, estas voces discrepantes no constituían
mayoría en el seno de la clase dirigente y esta polémica no
sobrepasó los márgenes de lectura de un sector limitado de la
sociedad chilena. Por otra parte, en las décadas siguientes la
Historia atestiguará que serán las tesis de El Mercurio las que
predominarán en la política del Estado chileno durante la llamada
"pacificación de la Araucanía.
A nuestro juicio este debate reproduce en plena época
republicana, mutatis mutandi, la alternativa colonial entre los
partidarios de la conquista de Arauco por la espada y aquellos que
se inclinaban por la conquista por la cruz. De todas maneras estas
discrepancias son relevantes, pues ya se dejaba ver,
tempranamente, una oposición matizada a ese liberalismo
capitalista, pujante, codicioso de riquezas, expansionista, que
ignoraba o despreciaba ciertos valores éticos tradicionales de una
sociedad surgida en la época colonial.
En esta presentación somera que efectuamos del discurso
y de las contradicciones de la clase dirigente chilena en relación al
"problema araucano", no podríamos dejar de lado el debate
parlamentario que se produjo diez años más tarde (1868) en la
Cámara de Diputados a este propósito. La diferencia con el debate
de prensa, cuyos principales aspectos ya hemos presentado,
consistió en que su resonancia e importancia a nivel nacional fue
mayor esta vez, por dos razones: la primera es que en 1861 se
produce la aventura del ciudadano francés Orélie-Antoine de
Tounens, quien se hizo reconocer por algunas comunidades
indígenas como "Rey de__la_-Araucanía y de la Patagonia",
bautizando con el nombre de "Nueva Francia" estos vastos
99
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
territorios . Este episodio, más serio de lo que tradicionalmente
se considera, causó viva inquietud en el gobierno y el Parlamento
chilenos.
La segunda razón, en parte debida a la anterior, es que el'
proceso de ocupación de la Araucanía ya había comenzado,
abriendo el ejército chileno un frente de avanzada en la llamada
"línea del Malleco", procediendo a la fundación de fuertes
estratégicos en o hacia la costa (Lebu, 1862; Cañete, 1868) y en el
valle central (Nueva Angol, 1862; Mulchén, 1862; Lolenco, 1867;
Collipulli, 1867).
En agosto de 1868 se enfrentan en la Cámara de
Diputados, presidida por Miguel Luis Amunátegui, los diputados
Benjamín Vicuña Mackenna (dos de los más grandes historiadores
del siglo XIX, como sabemos) y Manuel Antonio Matta, Pedro
León Gallo, José Victorino Lastarria y Justo Arteaga Alemparte,
preclaros parlamentarios radicales y liberales, en tomo a un
proyecto de ley presentado por el gobierno de José Joaquín Pérez
concerniente al aumento de tropas del ejército en la frontera
araucana y al financiamiento de las operaciones militares para
llevar a cabo la ocupación de dichos territorios.
A pesar que este proyecto de ley fue aprobado por 48
votos contra tres, esta fue la ocasión de un alto e importante debate
respecto a "la solución definitiva a la antigua cuestión araucana",
sobre los métodos de "pacificación de la Araucanía", sobre la
idiosincracia de los mapuches, etc. En el fondo, allí emergieron las
concepciones que la clase dirigente tenía de los indios y los
proyectos que contra éstos dichas concepciones justificaban.
El mensaje del Poder Ejecutivo a la Cámara de Diputados
fundamentaba su petición presentando el plan de una ocupación
progresiva de la Araucanía:
"habiéndose ocupado en los dos últimos años toda
la costa del territorio araucano y avanzádose la
línea de nuestra frontera del norte hasta el río
Malleco, la civilización y la industria han ganado •
una cantidad inmensa de fértiles terrenos que
81
Orélie-Antoine de Tounens continuó en Francia reivindicando sus derechos a
”sus dominios”, solicitando allí ayudas públicas y privadas para recuperarlos.
En 1869 vuelve a la Araucanía atravesando la Patagonia y la Cordillera de los
Andes, cuando comenzaba una nueva campaña del ejército chileno contra los
mapuches. El aventurero francés regresó a Francia en 1870.
100
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
'•
conviene poner al abrigo hasta del canato de
cualquier atentado de parte de los indios" .
En la sesión del 9 de agosto de 1868 el diputado Comelio
Saavedra, comandante en jefe del ejército de operaciones en
territorio araucano, presentaba a la Cámara la memoria del
Ministerio de guerra, donde se especificaba que terminada la etapa
de expansión hasta el río Malleco,
"el Estado puede entrar a enajenar ventajosamente
las grandes extensiones de terrenos baldíos que
existen entre dicho río y el Bío-Bío. Se puede
estimar en no menos de 500 mil hectáreas los
terrenos comprendidos entre los ríos mencionados,
el Vergara y la montaña que está al pie de la
cordillera de los Andese De esta porción
pertenecerán 200 mil hectáreas a propietarios
civilizados, 50 mil a los habitantes indígenas y el
resto debe considerarse baldío y por consiguiente
de propiedad del Estado" (p. 570).
Esta intención de declarar “baldíos" los territorios
indígenas, de "reducir" a los indios a vivir en un mínimo espacio
de su territorio, adelantaba la futura y real política del gobierno
chileno en relación a los mapuches.
Para Federico Errázuriz, ministro de Guerra y futuro
Presidente de la República (1871-1876), esta guerra de ocupación
"constituye una de las glorias de la administración actual" (p. 597)
y estaba plenamente justificada por los ataques y robos que los .
indios efectuaban contra las haciendas de los chilenos. En efecto,
para castigar a "los salvajes que cometen depredaciones en
nuestros campos (...) no hay otro modo que empleando la fuerza
militar. Cuando se vayan a los montes y se pongan fuera del
alcance de nuestras tropas, ¿no se podrá hacer con ellos lo que el
derecho de gentes permite en una guerra con gente civilizada?
Talarles los campos para impedirles que vuelvan a cometer sus
depredaciones" (p. 579). Recomendaba Errázuriz, entonces a los.
2 Sesiones de la Cámara de ¡bipuiados, Santiago, agosto de 1868, p. 567. En lo
sucesivo, en las citas, indicaremos el N_ de la página de la publicación oficial
de dichas sesiones.
101
1
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
diputados "no oponer inútiles embarazos, a la pronta aprobación
del proyecto" (p. 581).
El ministro de Guerra, sin embargo, no es partidario de
arrebatar a los indios todos sus territorios, pues "el conquistador
debe dejar a los indígenas terrenos para sus necesidades",
afirmando contradictoriamente que el objetivo final de la guerra
contra los mapuches es "solamente de adquirir el dominio
eminente de aquel territorio, esto es, de someter a los indios al
imperio de nuestras leyes y a que respeten las autoridades de la
República" (p. 597).
El ministro de Hacienda, Vicente Reyes, también presente
en el debate, va más lejos aún, invocando la territorialidad
teóricamente ininterrumpida de la República, ya examinada, y su
consecuencia inmediata: las leyes chilenas deben aplicarse a todos
los habitantes en todo el territorio; en otras palabras no sólo las
tierras de los indígenas son chilenas, sino que los mismos indios
son chilenos y por ende deben acatar las leyes de la República:
"La Cámara sabe que nuestra Constitución política
determina que los límites de Chile son: por el norte
del desierto de Atacama, al oriente la cordillera de
los Andes, por el sur el cabo de Hornos y al
poniente el mar Pacífico. Esto significa claramente
que dentro de esos límites no puede haber nadie
que no obedezca en todo las leyes de Chile. Los
ciudadanos y los extranjeros tienen la obligación
de obedecer las leyes de Chile, so pena de incurrir
en los castigos que ellas señalan a la infracción. Si
esto es cierto; si tampoco puede desconocerse que
hay una fracción de habitantes en nuestro territorio
que se llama araucanos (subrayado del autor), pero
que para mí son también chilenos (subrayado del
autor), ¿en virtud de qué derecho se les quiere
eximir de la obediencia a nuestras leyes? (...) ¿Es o
no un hecho que hay en Chile habitantes que no
reconocen nuestra autoridad, ni ejercen uno solo de
los actos de la vida civilizada, y que no tienen
nuestra religión? Es cierto. Chile no debe soportar
eso sin mengua de su dignidad y de su nombre" (p.
585).
102
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Podemos considerar esta alocución como un buen resumen
de la argumentación jurídica del gobierno y del Estado chileno
para "incorporar" la Araucanía a su territorio, "pacificándola"
definitivamente.
El ministro, a continuación, niega en su discurso el amor
de los mapuches por su tierra, "que nada les importa", subrayando
su "apego a su independencia, a no reconocer jamás el yugo de
una autoridad extraña" y "su odio que lucha contra la civilización".
Chile, entonces, debe combatir esta "barbarie" (p. 585).
Reyes presenta a los diputados como un ejemplo a seguir
la política belicista de la República Argentina contra los indígenas
de las pampas, "avanzando la frontera sur ocupándola con nuevas
poblaciones", de los EE.UU. que "ha rechazado a los indígenas, a
influjo de la civilización, hasta las cordilleras", de Francia que
hace la guerra en Argelia a los árabes "estrechándolos en el
interior", etc. (p. 585).
Para Reyes esta "cuestión araucana" se arrastra desde la
época colonial; los indios rebeldes deben seguir el ejemplo de los
"indios pacíficos (...) con los cuales jamás se ha cometido una sola
extorsión y a quienes hemos reconocido el derecho de propiedad".
Si los restantes indios "quieren gozar de las mismas ventajas,
fuerza es que se sometan, y si no quieren lo harán por la fuerza"
(p. 585).
Se trataba, entonces, de la puesta en práctica de la fraseemblema nacional: "por la razón o la fuerza".
En esta oportunidad, el diputado Benjamín Vicuña
Mackenna, secretario de la Cámara, brillante tribuno, gran creador
o modelador de la opinión pública, expone en un largo discurso su
concepción virulenta del indígena, retomando en parte las
concepciones ya expuestas de Diego Barros Arana y compartidas
por la mayoría de la clase dirigente chilena de la época.
Para Vicuña Mackenna los araucanos pertenecen a una
"raza salvaje y perversa" (p. 598), de "vil naturaleza" (p. 601),
poseen una "crueldad congenial y horripilante" (p. 609); el indio,
"no es sino un bruto indomable, enemigo de la civilización porque
sólo adora todos los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la
embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de
abominaciones que constituye la vida del salvaje" (p. 565), sus
mismos rasgos físicos, ’el rostro aplastado (son) signos de la
barbarie y ferocidad innatas del auca " (subrayado del autor), p.
609).
103
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Comprobamos con esto que uno de los más grandes
historiadores nacionales del siglo XIX esgrimía los mismos
argumentos que uno de los más duros cronistas militares
coloniales, Alonso González de Nájera, partidario como sabemos,
incluso del genocidio sistemático de los indios "rebeldes"
Vicuña Mackenna es claro en su exposición. Ya no son
concebibles al igual que en los tiempos coloniales las excursiones
militares ("campeadas" o "entradas") como un sistema de castigo o
pillaje en el territorio araucano: "no, de lo que se trata es de
ocupar el territorio araucano, es decir, de su conquista (y) este es
el sentido genuino que yo doy a la ley (al proyecto) y como creo
que es el mismo que le dará la Cámara", (p. 566) Para el
historiador, "según el Derecho de Gentes la conquista de los
pueblos bárbaros, ociosos y vagabundos, es perfectamente
legítima" (p. 610).
Sin embargo, para Vicuña Mackenna la conquista militar
no basta, pues en el siglo XIX "las grandes revoluciones
industriales se alian con las guerras modernas". De esta manera los
ferrocarriles, la navegación a vapor, los telégrafos, etc. ayudarán a
esta empresa civilizadora, "pues el silbido de una locomotora
aterrará más al salvaje que el estruendo de las baterías" (p. 567).
Estos elementos de progreso material unidos a las artes, la
industria y la agricultura servirán "como medio de propaganda
civilizadora" entre los indios (p. 598).
Este plan de "conquista (subrayado del autor) metódica,
gradual y organizada", no debe perseguir el exterminio del
indígena, al contrario, según Vicuña Mackenna, él se limita a
indicar "un medio eficaz para que no nos veamos obligados a
hacerle perecer. Lo que digo y sostengo es que se le desarme, se le
someta a un régimen determinado: se le conquiste (subrayado del
autor), en fin" (p. 599), (...) que bien puede subyugarse a los
indígenas sin matarlos" (p. 611).
Vicuña Mackenna no se opone, incluso, a la expatriación
total de los indios, por ejemplo, "a su emigración en masa a la
República Argentina (que) ojalá hubiera tenido ya lugar,
ahorrándonos así el oro y la sangre que vamos a prodigar" (p.
611). En otras palabras, los salvajes mapuches sobran en la
República de Chile, pese a vivir en el sur del país desde tiempos
inmemoriales, mucho antes que las carabelas de Cristóbal Colón
arribaran a las Indias.
Cf. nota 2.
104
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Para apoyar su aserto, nuestro historiador cita la política
indígena del gobierno de los EE.UU., no viendo en esto "nada de
atentatorio ni de inusitado":
"¿Procedieron de otra suerte los Estados Unidos
cuando en 1829 acordaron una subvención de
500.000 pesos, igual a la que ahora vamos a votar,
para trasladar todas las tribus hostiles de los pieles
rojas (subrayado del autor) al otro lado del lejano
Mississippi?" (p. 611).
La reacción parlamentaria contra estos discursos belicistas
estuvo a cargo de los diputados José Victorino Lastarria, Marcial
Martínez, Manuel Antonio Matta, Pedro León Gallo y Justo
Arteaga, como sabemos.
Lastarria se opuso firmemente a este proyecto de ley que
pese a asegurar que "los actos aislados (subrayado del autor) de
pillaje (de los indios) nunca serán trascendentales a la tranquilidad
de nuestro territorio (subrayado del autor) (...) hoy nos anuncia
que la República está en peligro y pide a la nación su sangre y sus
tesoros para hacer la guerra a los araucanos que no se temía; y
pretende estrecharlos por todos los ángulos de las fronteras, para
hostilizarlos eficazmente en el interior de sus posesiones" (p. 571).
Lastarria califica a este plan de conquista "descabellado, absurdo,
costoso y estrafalario" (p. 573).
Marcial Martínez, por su parte, es partidario de la
ocupación paulatina del territorio araucano, "sometiendo a los
indios por medios pacíficos, por el trato leal y el comercio
honrado, haciéndoles respetables la autoridad y respetándoles al
mismo tiempo sus propiedades y sus vidas" (p. 557). Consideraba,
además, que los indígenas en sus ataques fronterizos no actúan
solos, pues siempre se puede encontrar allí "la mano del cristiano
dirigiendo a los indígenas e impeliéndolos al robo" (p. 583).
Pedro León Gallo opone a los pretendidos "derechos de la
civilización contra la barbarie, los derechos de la humanidad" (p.
585). Para procurar su verdadera civilización, él propone la
creación de un sistema de colonización militar, moción que será
expuesta más adelante por el diputado Justo Arteaga. '
Manuel Antonio Matta expresó que los sostenedores del
proyecto definían a los indios con los rasgos más negativos, "para
hacer aceptable la idea de exterminarlos; se dijo que los araucanos
105
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
eran peores que bestias feroces y rebeldes a la civilización". Matta,
entonces, interroga a la asamblea:
"¿Como se habla de que es una raza irreductible a
la civilización?, cuando ella es el fundamento, la
base de la nuestra. ¿Se pone en duda que los 2
millones de habitantes con que cuenta nuestro
territorio, han provenido del amálgamiento del
elemento araucano con el español desde Copiapó
hasta el estrecho?" (p. 607).
En su intervención, Matta puso el dedo en la llaga, o se
adelantaba a una de las futuras consecuencias de tal política de
guerra y ocupación del territorio mapuche: el problema de la tierra.
Es decir, las comunidades indígenas en expansión demográfica
condenadas a vivir en exiguos terrenos "concedidos" por el Estado
chileno vencedor:
"Se trata de estrechar a los araucanos contra la
línea del Malleco, problema que (...) me parece de
difícil solución, puesto que se trata de estrechar
contra una línea de 36 kilómetros una población
que (...) ocupa una extensión de 35.500
kilómetros" (p. 606).
El más decidido contradictor del proyecto gubernamental
fue el diputado Justo Arteaga, quien opinaba que el verdadero
objeto de tal proyecto era:
"Hace sentir a los araucanos el peso y el poder de
nuestras armas (...) acuchillar indígenas sin tregua,
incendiar sus chozas sin piedad, destruir y asolar
sus campos sin compasión, propagar la civilización
con el exceso de la barbarie, hacer premeditada­
mente de nuestra parte una guerra más propia de
los salvajes que de los pueblos civilizados" (p.
590).
El discurso de Arteaga era profundamente antirracista:
"nunca debe lanzarse un anatema contra una raza entera" (p. 591),
por lo demás "la guerra de exterminio sería indigna de Chile,
' inicua, innecesaria y ruinosa" (p. 592).
106
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Por otra parte, hecho más bien escaso en la historia de
Chile, país que ha construido mitos en tomo a sus fuerzas
armadas, el diputado Arteaga formulaba una crítica al "plan del
militarismo" para reducir a los araucanos:
■
"El ejército es, en nuestro siglo, un resto de la
antigua barbarie; representa en una República el
elemento de la fuerza sobrepuesto a la razón; digo
esto sin dejar de confesar que el nuestro es bajo
todo punto noble y heroico en sus procederes. He
aquí el elemento que hemos elegido para la
reducción de Arauco; es el peor elemento que se
puede emplear con ese alto fin. La humanidad
tiene el placer de degollarse en vez de discutir. Por
más que el ejército sea irreprochable, la profesión
de soldado, sus cualidades, le imponen un ánimo
inaceptable con la misión que debe desempeñar en
Arauco (...) Además, el interés del soldado está en
la guerra, porque ahí ve la gloria, ve su provecho.
¿Con tales medios se podría civilizar a los indios?
El ejército es, sin duda, el peor de los elementos de
civilización" (p. 594).
Tampoco, según Arteaga, las misiones ni el comercio han
servido para civilizar al indígena, pues "la moral evangélica, por
muy pura que sea, es inaccesible para el salvaje" y el comercio "se
ha ejercido de la manera más deplorable, con engaños y fraudes"
(p. 594).
El diputado llega a la conclusión, entonces, que "nunca
hemos hecho un ensayo leal, serio y eficaz de civilización hacia el
indio" (p. 594), proponiendo, a continuación una solución para
"completar la ocupación" de la Araucanía: el establecimiento de
colonias militares en la frontera y en la costa, haciendo de los
soldados, colonos-propietarios de la tierra, colocando allí
"hombres que vayan a defender con el fusil su propiedad y su
vida. De esa manera habremos opuesto a los salvajes una muralla
más sólida que las de piedra: la muralla de los hombres, que nada
puede reemplazar" (pp. 594-595).
Más adelante, Justo Arteaga avanza una conclusión que
podríamos tildar de profética en cúanto a las relaciones de las
llamadas civilizaciones dominantes con su entorno:
107
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
"Cuando una civilización imperfecta vive al lado
de otra superior, se aniquila, perece, muere, bajo
su sombra agostadora. Es un axioma histórico,
comprobado por la marcha de la humanidad" (p.
595).
Como sabemos, el proyecto de ley del gobierno fue
aprobado. Este debate marcó un alto punto de enfrentamiento de
las diferentes opiniones y concepciones que la clase dirigente
chilena tenía del indígena y del "problema indígena". Pese a las
divergencias antedichas, hay que subrayar que todos los
intervinientes definen al indio como salvaje o bárbaro frente a la
República civilizada. Todos están de acuerdo en la ocupación del
territorio mapuche, sea por medios violentos o pacíficos; incluso
Justo Arteaga piensa que "Chile tiene derecho para ocupar un
territorio ocupado por indígenas, pero dejándoles lo necesario para
su subsistencia" (p. 593). Otras tantas razones de la civilización
dominante.
8. Voces disidentes en Chile: Pedro Ruiz Aldea, un conocedor
de los indios
Pedro Ruiz Aldea publica en Los Angeles, precisamente
en 1868, año del famoso debate en la Cámara de Diputados, ya
expuesto, un pequeño estudio titulado Los araucanos y sus
costumbres. Entre tantas opiniones negativas respecto a los
araucanos, sorprende encontrar esta voz disidente, sin duda la más
adelantada de su época, que plantea una cuestión esencial: de
todos aquellos pretendidos especialistas del "asunto araucano",
¿quiénes verdaderamente conocían la Araucanía y los araucanos,
es decir la tierra y los hombres? Ruiz Aldea se propone^así, "dar a
conocer una raza calumniada por sistema y por cálculo" .
A su juicio no se puede juzgar la Araucanía y sus
habitantes por lo que dice la opinión pública, es decir por el
parecer de las élites santiaguinas, las que tienen interés en que no
se conozca nunca la verdad. Ruiz Aldea expone que cada cual "ha
M
Pedro Ruiz Aldea, Los Araucanos y sus costumbres
*
Santiago, 1902. Al final
de cada cita indicaremos la página respectiva. Barros Arana se refiere a esta
obra señalando que su autor, “dejándose apasionar por su tema, ha exaltado las
buenas cualidades del indio, y sin alterar gravemente los hechos, lo presenta
bajo una faz en cierto modo lisonjera, defecto común a muchos de los
observadores modernos”. Barros Arana, op. cit., T. I, p. 114.
108
Femaiyio Casanueva. Indios malos en tierras buenas
pintado a los indios como ha querido o parecíale que son, y
conforme a sus ideas o a las noticias que le transmitían sus
mamotretos o corresponsales" (pp. 5-6); de esta manera cada cual
ha presentado sendos planes de reducción de los indios, ironizando
a continuación el autor sobre las tendencias e intereses que
encubrían tales planes:
"Estos planes no se apoyaban en las localidades
del territorio, en las costumbres de sus habitantes,
en su estado actual, ni en otras circunstancias que
es necesario tener presente cuando se trata de
civilizar una raza; sino que nacían de haber oído
decir que la Araucanía era otra América, que
contenía muy buenos terrenos, muchas minas,
muchos ganados; y esos tales no podían mirar con
ojos enjutos que los indios estuviesen en posesión
de tantas riquezas. Los que nada tenían y se
proponían hacer su verano con esta ocupación,
opinaban que se entrase a sangre y fuego. Los que
no estaban por la guerra, se contentaban con pedir
la traslación de los araucanos al norte, como si ya
esto no equivaliese a una guerra y como si los
araucanos fuesen fardos tan fáciles de transportar.
Los que no estaban por lo uno ni por lo otro
proponían las colonias de jesuítas, y discutían de
antemano sobre cuales eran los mejores obreros
evangélicos. Todavía no se aceptaba ningún plan y
ya todo el mundo sostenía que el suyo era el
mejor" (p. 6).
Ruis Aldea nos ofrece a continuación una visión
equilibrada de la sociedad araucana, basada, además de
testimonios fidedignos, en sus propias observaciones. Podríamos,
entonces, resumir sus constataciones en los siguientes puntos:
1. La mayoría de las comunidades araucanas son propietarias de
sus tierras, viven en ellas y se dedican pacíficamente a la
agricultura y a la ganadería.
2. Son solidarios y hospitalarios entre ellos y con los chilenos:
"por el cuidado que tienen de socorrerse mutuamente, no se ven
mendigos entre ellos (...) El mismo amor se extiende a los
pobladores chilenos (...) Los chilenos que se van a vivir entre los
109
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
araucanos, hallan campo que cultivar, animales de que
alimentarse" (p. 15).
3. Su fértil territorio produce todo tipo de alimentos, de manera
que no comen "sabandijas", como algunos afirman sin
fundamento.
4. Su vestimenta es sencilla "y uniforme en todos, salvo las
modificaciones que ha introducido la civilización"; ya muchos
indios habían adoptado el traje español "de manera que ya es muy
raro verlos sin zapatos o pantalones y más raro todavía verlos sin
camisa" (p. 20).
5. Son previsores y moderados en sus gastos, el indio "rara vez
gasta más de lo que le alcanzan sus facultades, lo que es una
lección para los que blasonamos de civilizados, que por vanidad
nos arruinamos" (p. 22).
6. Son aseados en sus cuerpos, alimentos y habitaciones, llevando
la limpieza "hasta el exceso" (p. 23).
7. Una de las principales críticas que los chilenos hacen a los
indios, su "flojera", es analizada agudamente por Ruiz Aldea,
procediendo el autor a efectuar una comparación entre ambos
pueblos:
"Algo hay de cierto en la pereza del indio, pero no
en tanto extremo que descuide sus principales
obligaciones. Comparada nuestra plebe con los
araucanos, resulta que éstos la aventajan en
muchas cosas. La ciencia de aquélla está reducida
puramente a oficios mecánicos, tales como
acarrear agua, cargar con un baúl a cuestas, vagar
por las calles en busca de cortesitos (subrayado del
autor), beber diariamente en los bodegones y pasar
su vida en la más degradante miseria. Estos
hombres no tienen más aspiración que ganar uno o
dos reales al día, bien sea por medios lícitos o
ilícitos; al paso que el araucano no se limita al día,
sino a todo el año, trabaja en el verano para
mantenerse en el invierno" (pp. 27-28).
Además hombres y mujeres son buenos artesanos,
produciendo bienes de madera, greda, lana, hueso, mimbre, etc.,
"de toda calidad". Este pueblo con sus tejidos "abastecían a casi
toda la República" (p. 28), y siguen practicando con los chilenos
en la frontera un activo comercio.
110
Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas
8. La presentación que Ruiz Aldea hace de la agricultura araucana
poco se diferencia de la practicada en los campos chilenos en
cuanto a faenas e instrumentos, sin embargo entre los araucanos el
trabajo es colectivo, comunitario, los "convidados" a particpar son
recompensados con comida y bebida. La descripción que el autor
nos ofrece de las faenas agrícolas mapuches corresponde a las
actividades colectivas practicadas por una comunidad libre,
igualitaria y coherente que labora sin coerción, en la alegría, allí
no hay patrones ni inquilinos, como era la norma del campo
chileno. Al referirse a la trilla entre los mapuches, Ruiz Aldea nos
presenta el cuadro siguiente:
"Se trilla, no con yeguas, de que hacen muy poco
uso, sino con los mismos convidados que se
prestan gustosos a practicar esta operación, que en
su idioma llaman ñuin-cahuiñ. Los convidados se
toman de las manos y van refregando el trigo con
los pies a compás de los timbales y canciones. Tal
expansión y alegría reinan en estas fiestas" (p. 31).
9. Más adelante el autor nos expone una de las causas de la
reticencia del mapuche a ser evangelizado, al referirse al pago de
derechos parroquiales. El mapuche rehúsa el casamiento por la
iglesia.
"diciendo que entre nosotros se le paga al cura por
casarse, por comer, por nacer y por morir, siendo
así que ninguno de estos actos se verifica por su
voluntad, ni él contribuye con lo que le damos a
mejorar la suerte de nuestras familias. (...) Según
su manera de raciocinar, la vida del cristiano no es
más que una cuenta abierta con los curas" (pp. 3738).
10. Finalmente, Ruiz Aldea contradice uno de los principales
argumentos de los partidarios de hacer la guerra a los mapuches
para "pacificarlos" definitivamente: los asaltos y robos
("malocas") que los indios efectuaban en la frontera. Ruiz Aldea
afirma a este respecto que
"el indio no atenta a la propiedad ni a la vida de
nadie, mientras no se le compela a ello, y esto en
111
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
el último caso; al menos no tiene él la bárbara
costumbre de asaltar y robar al viajero a quien un
momento antes ha concedido hospitalidad" (p. 56).
Los que cometen actos de violencia en la frontera son los
mismos chilenos perseguidos por la justicia, que son acogidos con
"generosa hospitalidad" por los indígenas y que viven entre ellos.
Estas "bandas de ladrones" hacen de la frontera,
"no un asilo de su infortunio, sino una madriguera
de sus delitos; lejos de corresponder a la
benevolencia de los araucanos, se alzan ingratos y
roban a sus mismos protectores. Ellos son los que
alarman y revuelven al araucano con sus
escandalosas rapiñas; ellos los que se empeñan en
que la tierra (subrayado del autor) no se ponga
nunca bajo la autoridad constitucional para
sustraerse en todo tiempo a la acción de la ley" (p.
56).
Como se puede apreciar, entonces, la visión que nos
presenta Ruiz Aldea de la sociedad mapuche está muy lejos de la
imagen del salvaje sanguinario presentada como un apotegma por
Vicuña Mackenna. Además, en su libro el autor aprovecha la
oportunidad para efectuar una comparación entre las costumbres y
nivel de vida de los civilizados chilenos ("la plebe") y los
araucanos, saliendo éstos últimos muy bien librados de tal cotejo.
Ruiz Aldea se manifiesta optimista en cuanto al futuro del
indígena, libre y viviendo pacificamente en sus tierras: "gracias a
la paz, al espíritu progresivo de la época, el indio va saliendo de su
estupor" (p. 32).
A través de Los araucanos y sus costumbres se puede
apreciar que en la Araucanía en esa 2* mitad del siglo XIX, ya se
había producido en la práctica y en general, un proceso de
aculturación, a través del secular contacto bélico o pacífico entre
ambas sociedades, la chilena y la indígena.
Incluso un autor inteligente y desprejuiciado, como lo es
Ruiz Aldea, no se impide de presentar el "mejor plan de
reducción" de los indios para llevarlos a la civilización,
acercándose en esto a las concepciones ya vistas de Francisco
Bilbao: "para ponerlos al nivel nuestro, les falta ilustración y una
112
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
autoridad que mande y sea obedecida. Lo Io se consigue con
escuelas, lo 2o con mandatarios honrados e inteligentes" (p. 80).
Para lograr esto hay que cesar de hostilizar al indígena y
los civilizados chilenos deben darles un buen ejemplo, pues "el
indio ha perdido muchas de sus virtudes primitivas, se ha hecho
pérfido, falso, interesado, en fuerza del mal ejemplo y de las
injusticias que se han cometido con él" (p. 80).
En cuanto a las tierras de la Araucanía, es preciso
"deslindar" con justicia las tierras de chilenos y araucanos, y si el
gobierno chileno compra parte de dichas tierras debe dar la
oportunidad para que los lotes puedan ser adquiridos tanto por los
pobres como por los ricos y sobre todo "no vender estas hijuelas a
ningún jefe del ejército ni a ninguna autoridad; venderlas a
personas conocidamente juiciosas y trabajadoras" (p. 81).
Ruiz Aldea, asimismo, es partidario en su "plan de
reducción" de la colonización de la Araucanía, previa apertura de
caminos, "para facilitar el tránsito y estrechar las
comunicaciones", y la exploración del territorio de la costa,
examinando "los ríos que sean navegables y mancando los sitios a
propósito para fundar puestos militares, misiones evangélicas,
establecimientos industriales y poblaciones" (p. 82).
Al afirmar "un plan de comprar terrenos y colonizarlos por
gente industriosa" como los EE.UU. lo hicieron más allá del río
Mississippi, una vez más captamos la influencia que directa o
indirectamente ejerció la llamada "conquista del Oeste"
norteamericana (a costa, como se sabe, de las sociedades indígenas
locales y de México) en los espíritus de las élites latinoamericanas
en general y de las chilenas, en el caso que nos preocupa,
presentándola como una especie de modelo a seguir.
9. El ojo extranjero sobre los mapuches
Muchos viajeros extranjeros, especialmente europeos,
visitaron Chile a lo largo del siglo XIX. Su visión constituye un
testimonio importante del primer siglo de la joven República.
Ahora bien, un tema que aparece constantemente en estas
relaciones es el de Arauco o el problema de la "conquista
inacabada" del territorio chileno; sin duda ellas son, además de la
representación europea de lo exótico y pintoresco, tan en boga en
la época, un eco más de la fama secular que en Europa y América
revestía, a partir de la épica La Araucana de Ercilla, la existencia
113
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
y resistencia de los mapuches, aquel pueblo de "cerviz no
domada".
Por otra parte, muchos de aquellos viajeros subrayaban la
feracidad de los territorios araucanos y sus futuras y espléndidas
posibilidades de explotación por colonos extranjeros (europeos,
por cierto) en caso de ser incorporados a la República de Chile.
De esta manera, el inglés Alexander Caldcleugh, quien
recorrió Chile entre 1819 y 1821, no acabadas todavía las guerras
de Independencia, advertía a sus lectores que "los araucanos, aún
hoy día no han sido conquistados"85. El francés Louis Enault,
después de haber recorrido América Latina, escribía en 1866 a
propósito de este continente:
"América Latina posee un espacio de más de 2 mil
millones de hectáreas, que esperan, inútiles y
fecundas, cien pueblos para alimentarlos; y Europa
se ahoga en sus fronteras demasiado estrechas. (...)
Las estadísticas más avanzadas no han calculado
todavía todo lo que una explotación agrícola
regular y bien concebida podría obtener de esa
tierra (americana) privilegiada. En otras partes la
tierra falta a los hombres, aquí son los hombres
que faltan a la tierra" (pp. VIII-IX)86.
Enault presenta a continuación a Chile como uno de los
raros países en América "que Europa no ha sometido
completamente" y a los araucanos como "dueños de vastos
territorios" que han defendido "con un coraje invencible"(p. 275276). Estos territorios, vastos y fértiles, "alimentan inmensos
rebaños de caballos, bueyes, cabras y corderos, vueltos al estado
salvaje, y se los caza como en Europa las fieras" (p. 279).
Para este autor, los mapuches son un pueblo guerrero
"salvaje", que en tiempo de paz son "vecinos bastante agradables",
pero que durante las guerras practican "ataques a mano armada que
a menudo concluyen en pillaje e incendios" (p. 279); para coronar
este cuadro convencional europeo del indio, Enault agrega que
estas guerras emprendidas por los indios, "tienen a menudo por
objeto una razzia de mujeres blancas (...) respecto a las cuales los
A<
Alejandro Caldcleugh, Viaje a Chile en 1819, 1820 y 1821. En Viajeros en
Chile, 18174847. Santiago, 1955, p. 134.
Louis Enault, L'Amérique Céntrale et Méridionale. Paris, .1866 (?) (citas
traducidas por F. Casanueva).
114
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
4
araucanos se presentan como adoradores apasionados", (p. 278)
Como sabemos, esta visión del pueblo mapuche será expuesta
repetidamente por las élites gobernantes chilenas durante el siglo
XIX.
Albert Davin, otro viajero francés, ya citado, se refiere a
"esta Araucanía, que Chile, tan orgulloso de sus victorias sobre los
peruanos, no ha logrado aún avasallar, a pesar de haber fundado
una verdadera red de colonias militares en medio de dicho
territorio".
Para Davin esta "lucha dura desde hace tres siglos",
esforzándose los chilenos en "explotar las rivalidades entre los
diferentes jefes tribales, a fin de obstaculizar una acción
mancomunaba, esperando de esta manera reducirlos más
fácilmente"8 , política que también fue seguida por el ejército
español durante la época colonial.
Otros viajeros, como el alemán Paul Treutler, tienen
intereses más inmediatos. Treutler llega en 1852 a Valparaíso y
permanece siete años en Copiapó, "entregado a especulaciones
mineras". En 1859 viaja a la región de Valdivia, donde ya había
comenzado la colonización alemana planeada por el gobierno de
Chile. Para este viajero, el sur de Chilé es "un país en que la luz de
la civilización no ha hecho aun sentir su benéfico influjo" (p.
XI)8®.
Los objetivos de Treutler eran múltiples y ambiciosos:
descubrir minas de oro en Villarrica, /'arbitrar los -medios de
civilizar a los indios amistosamente (...), conseguir que
permitieran la fundación de algunas misiones, para la propagación
de la religión cristiana y la educación de sus hijos (...) obtener que
consintieran en la venta de sus terrenos incultos y abandonados a
chilenos y extranjeros (...) reconocer los terrenos cultivables y
levantar planos de todos ellos" (p. XII).
Para lograr estos objetivos el mismo Treutler relata que
debió entrar en la Araucanía con un pretexto, "para desarmar la
natural suspicia de los salvajes, y llegar hasta ellos, no como un
hombre que abriga designios ulteriores, sino como un simple
comerciante que va en busca de un cambio" y que para ello lleva
ciertas mercancías, "especialmente aguardiente, bebida de tan
poderoso atractivo para los indígenas" (p. XIII-XIV). Nuestro
viajero, asimismo, subraya la inquietud existente entre los
R7
Albert Davin, op. cit., p. 174.
88 Pablo Treutler,
Provincia de Valdivia y los Araucanos, Santiago, 1861.
115
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
indígenas al enterarse de la llegada de colonos europeos que se
habían instalado en territorios cedidos por el gobierno chileno
desde Valdivia al río Cautín.
Las experiencias de Treutler en territorio indígena dieron
origen a un libro, La provincia de Valdivia y los Araucanos
(1861), que el autor ofrece a "todos los chilenos inteligentes y
patriotas que deseen el engrandecimiento de su país por la
conquista del rico suelo que habitan unas cuantas tribus salvajes
que hasta el día se han considerado invencibles no sólo en la
guerra, sino también en el terreno de la civilización y del
progreso" (p. 213).
Entre los suscriptores de tal publicación se encontraban los
jnás conspicuos representantes de las élites de la sociedad chilena:
Juan de Dios Arlegui, Miguel Luis Amunátegui, Justo Arteaga,
Manuel José de la Cerda, Matías Cousiño, Federico Errázuriz,
José Joaquín Pérez Presidente de la República (1861-1871),
Domingo Santa María, futuro presidente de la República (18811886), José Tomás Urmeneta, Benjamín Vicuña Mackenna,
Gabriel Tocomal, Galvarino Riveros, Enrique Meiggs, Adolfo
Ibáñez, Jorge Huneeus, Diego José Benavente, José Joaquín
Aguirre, etc.
Mención aparte merece el viaje del polaco Ignacio
Domeyko (1802-1889) a la Araucanía. Domeyko no era un viajero
corriente, ni un aventurero, sino un científico de primer orden
(ingeniero de minas, diplomado en la Escuela de Minas de París
en 1837), contratado por seis años por el gobierno de Chile como
profesor de química y mineralogía en Coquimbo. Este sabio, sin
embargo, vivirá 50 años en Chile sirviendo al país, ocupando altos
cargos como el de rector de la Universidad de Chile (1867-1883),
llegando a recibir por gracia la nacionalidad chilena en premio a
sus relevantes servicios a la nación.
Domeyko recorrió la Araucanía en 1845 y ese mismo año
publica en Santiago Araucanía y sus habitantes, la obra más seria,
hasta dicha fecha, relativa al tema. Su intención, por supuesto, es
muy diversa a la de Treutler, pues el autor trata de manera sincera
de conocer verdaderamente la tierra y los hombres indígenas,
reconociendo que
"no es por cierto fácil escribir sobre la moral de un
pueblo, sin haber vivido con él y tomado parte en
su buena y su mala suerte. No quisiera yo en esto
entrar en la senda de aquellos escritores ambulan­
116
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
tes, que al primer encuentro con un hombre tienen
ya pronta una disertación larga sobre su corazón y
alma” (p. 78)9.
Domeyko, católico ferviente, no menosprecia al indio:
pues el araucano puede ser evangelizado y su "resistencia bárbara"
al cristianismo, "sus creencias groseras y sus supersticiones ciegas
(son) otras tantas pruebas de la espiritualidad de su carácter" (pp.
81-82).
Nadie, entonces, podría calificar de salvaje al araucano
que vive en paz, y a este respecto, Domeyko se expresa casi en los
mismos términos empleados por Ruiz Aldea 23 años más tarde:
"cualquier viajero que>e limite a observar el trato
interior del indio chileno, su bienestar físico y las
comodidades de que goza, su juicio y su buen
sentido, su cordura y su hospitalidad afable, no lo
tomará por cierto por un salvaje ni bárbaro; antes
por el contrario lo consideraría aventajado a
algunos pueblos del mundo cristiano" (pp. 91-92).
En cuanto al indio que en tiempo de guerra "aparece con
todo su carácter salvaje (...) como fiera insaciable de sangre y
saqueo”, él actúa, ni más ni menos, como el soldado cristiano;
"representa lo que nosotros somos cuando las pasiones, el egoísmo
y la malicia se nos atraviesan" (pp. 101-102).
Domeyko, exponiendo quizás el pensamiento más
avanzado de su época al juzgar al indio, al Otro por excelencia,
llega incluso a reformularse la definición y sentido de la palabra
civilización, tan empleada por la élite chilena al tratar de analizar y
solucionar el "problema araucano". En efecto, Domeyko considera
que "en los tiempos en que vivimos pocas palabras hay que se
repitan con más frecuencia entre la gente ilustrada que la palabra
"civilización", y pocas tal vez cuyo sentido sea menos claro y
susceptible de interpretaciones más inciertas y vagas" (p. 106),
insistiendo, por las razones anteriores, en que "los indios
araucanos no son salvajes, y tal vez son más civilizados que una
89
Ignacio Domeyko. Araucanía y sus habitantes, Varsovia-Cracovia, 1992.
Barros Arana comenta esta obra afirmando que Domeyko “ha descrito por
observación propia el estado presente de estos indios, de los cuales se formó
una idea probablemente más ventajosa que la realidad’*. Barros Arana, op. cit.,
T. I, p. ¡13.
117
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
gran parte de la plebe chilena, que muchos de sus civilizadores de
la frontera" (p. 107).
Sin embargo, Domeyko no renuncia a proponer "medios"
a la nación chilena (léase al gobierno) "para incorporar en su
nacionalidad católico-republicana el más noble vástago del
hombre americano" (p. 108).
De los tres sistemas existentes para lograr este objetivo, el
autor descarta "la fuerza, el terror, la propaganda de las armas",
pues los hombres del temple de los araucanos "no se convencen
con las armas, con ellas sólo se exterminan o se envilecen" (pp.
110-111).
Domeyko llega a afirmar que los partidarios de la guerra
contra los araucanos sostienen que el indio "por naturaleza" es
feroz, traicionero, indomable, "enemigo encarnizado de los
cristianos"; las personas que opinan así sólo conocen al indio en la
guerra, donde se le trata "a punta de sable", habría que preguntarse
entonces, cuestiona Domeyko, "si el hombre aun civilizado dista
mucho de lo que es una fiera, cuando le tocan el tambor y le hacen
sonar la trompeta en el campo de batalla" (p. 111).
El 2o método consistiría en "tratar de suavizar sus
costumbres mediante el comercio y la política". Domeyko llega a
invalidar este argumento, definiendo al comercio fronterizo como
un "grosero cambalache, donde la ventaja queda siempre por el
más diestro", a cargo de tenderos ambulantes y buhoneros,
preguntándose "¿hasta qué punto (éstos) se hallan interesados en la
civilización de los indígenas, cuya credulidad e ignorancia tanta
cuenta les hace explotar sea cual hiere el destino moral del hombre
y su estado social?" (p. 112-113).
El 3er método consistiría en organizar "un sistema de
reducción fundado en la educación religiosa e intelectual de los
indígenas" (p. 114); si no se aplica este método, Domeyko
considera imposible la futura convivencia pacífica y fraternal entre
chilenos e indios. Sólo la religión ("la verdadera luz"), obrando
"en lo más profundo de su corazón (podrá) ablandar su natural
dureza". Esto se puede lograr en 1er lugar mediante una
"propaganda de misiones, desempeñadas por un clero enérgico,
virtuoso, instruido en el idioma de los indígenas, paciente y
trabajador"; y en 2o lugar, "mediante una estricta justicia y buenos
ejemplos de parte de las autoridades y de los hombres que se
pongan en contacto inmediato con los indios" (pp. 116-117).
Este último método podría aplicarse por el gobierno
organizando "la población cristiana limítrofe", dotándola de
118
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
"buenos curas, escuelas y gobernantes" y entregando el mando de
las capitanías de indios a hombres 'honrados y desinteresados",
que gozasen de "buenos sueldos y buenas instrucciones" (p. 118).
El sabio propone entonces el mismo plan que el
gobernador español Alonso de Ribera a principios del siglo XVII,
pero no en el sentido militar sino en el religioso, mediante la
creación de una línea fronteriza de misiones al norte de los fuertes
de Tucapel, Arauco y Nacimiento y otra, al sur, en Villarrica,
Moquegua, Boroa y Cholchol, que irían avanzando en su obra
evangélica hacia el sur y el norte respectivamente, hasta
encontrarse en La Imperial, "que es el corazón de la nación india".
Se crearían, entonces, nuevas reducciones de indios entre los ríos
Bío-Bío y Cruces, regida toda esa región por una administración y
una legislación especial al mando de un solo jefe militar y civil,
quien también tendría el cargo de comisario general de indios.
Este jefe debería ser "un verdadero creyente, celoso por la
civilización moral y religiosa de los indígenas" y mantener
relaciones estrechas y armónicas con el jefe de las misiones,
gobernando las reducciones por medio de los misioneros y los
capitanes de indios (p. 122).
Como se puede apreciar, incluso un hombre tan humano y
liberal como lo era Domeyko no puede concebir a las sociedades
indígenas viviendo soberanas, en libertad. ¿Y cuál sería el destino
de los terrenos pertenecientes a los indígenas? La solución que
propone Domeyko "como uno de los modos más eficaces para
avanzar la civilización entre los indios" es la compra paulatina de
"los terrenos incultos que sin destino alguno para
ellos, al paso que no les ofrecen la más pequeña
utilidad, podrían quedar siglos enteros en sus
manos sin que llenasen para con la humanidad el
objeto a que han sido destinados por la
providencia" (p. 126).
Domeyko no olvida, sin embargo, que dichos terrenos
tienen propietarios, "hijos de los dueños que los poseían desde
tiempos inmemoriales". Las transacciones deben efectuarse
mediante "un arreglo fijo, el más justo posible, y sentar todo trato
con los indígenas en el pie de una igualdad racional" (p. 128).
Dentro de este plan, sería conveniente que el mismo
gobierno poniendo esas tierras bajo un régimen legal especial,
llamado "a plantear la civilización en aquel suelo", las comprase y
119
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
las vendiese o repartiese, como lo efectuaba, según Domeyko, el
gobierno de los EE.UU., "en la compra de los terrenos
abandonados por los indios" (p. 128).
Domeyko no es partidario, por lo demás, de la
colonización con "gente extranjera" (europeos) del territorio de
Arauco, especialmente la región de La Imperial, muy poblada de
"gente trabajadora, honrada y valiente", quienes son "celosos de su
independencia" y harían la guerra a los colonos apenas los vieran
instalarse en su territorio. Para ocupar dichos terrenos "sería tal
vez preciso destruir la mitad de aquella población india que los
cultiva actualmente" (p. 132).
Domeyko considera que es más conveniente la
colonización de Valdivia, cuyos vastos y feraces territorios,
"desiertos como los dos polos del globo terrestre", son fiscales y
están lejos de "las indiadas independientes" y protegidos por "la
población cristiana" que habita los llanos de Valdivia y Osomo.
Como se puede apreciar, por una parte Domeyko en su
obra no resuelve la cuestión siguiente: ¿y si los indios no quisiesen
vender sus tierras que poseen "desde tiempos inmemoriales"?, y,
por otra parte, en los EE.UU. los indios no "abandonaron" sus
tierras, sino que, en general, como se sabe, fueron expulsados de
ellas o exterminados por los colonos recién llegados o por la
acción del ejército federal que los protegía90.
Hay que señalar, además, que el proyecto de Domeyko
descansaba, aparte sus fundamentos religiosos, en la concepción
liberal de la libertad e igualdad de las partes contratantes
(propietarios indios vendedores y el gobierno o chilenos
compradores), considerando a los mapuches tan ciudadanos como
los chilenos, lo cual, como sabemos, constituía una ficción que
habría hecho sonreír a Benjamín Vicuña Mackenna. Así,
Domeyko se adelantaba en ocho años a las concepciones liberales
que al respecto aparecerían en el articulado del Código Civil
chileno redactado porAndrés Bello y promulgado en 1853.
Finalmente, el sabio polaco se manifiesta opuesto, tal
como Ruiz Aldea, a la creación de grandes latifundios en la
90
Cf. Helen Hunt Jackson, Un siécle de déshonneur, París, 1972. Libro escrito
en 1880 por la esposa de un general del ejército de los EE.UU., justo antes del
término definitivo de las guerras contra los indios. "El relato es de una crueldad
que llega a ser monótona, esto proviene simplemente del hecho que la historia
se repite sin cesar: las injusticias, las crueldades físicas y morales, las
deportaciones masivas se suceden incansablemente cualquiera que sea la tribu
de que se trate" (Introducción, p. 7; traducción de F. Casanueva).
120
Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas
Araucanía así "reducida". Es partidario, al contrario, de la
constitución de propiedades "numerosas y pequeñas". El peligro
que Domeyko avizora en la gran propiedad, "que ya se forma en
algunas partes", es que esas haciendas serían destinadas a la
ganadería extensiva, donde unos cuantos vaqueros y miles de
bovinos serían los "únicos habitantes de un hermoso desierto",
donde el Estado tendría que mantener guarniciones "para defender
a unos pocos ricos que habrían descubierto el modo de apropiarse
un terreno feraz y cultivable para poblarlo con animales" (p. 129).
Las tierras que quedasen en poder de los indios deberían
estar rodeadas o próximas a las nuevas propiedades así adquiridas,
esto permitiría evitar, por una parte, lo que estaba sucediendo, es
decir que "la población indígena se retiraba adentro a medida que
los cristianos se iban estableciendo en el territorio cedido", y, por
otra parte, que la población cristiana de la frontera tuviera "menos
influjo en la civilización del interior del país" araucano (p. 130).
Domeyko propone, asimismo, que el Estado conceda una
parte de aquellos terrenos comprados a los araucanos en premio a
aquellos militares de buena conducta que hubieran servido "cierto
número de años" en el ejército de la República; entre ellos,
además, podrían elegirse los capitanes de indios y formarse un
cuerpo de milicias "en cuyo valor descansaría la seguridad y
tranquilidad del país" (p. 131).
(Constatamos, entonces, que Domeyko vuelve, de alguna
manera, a la antigua idea llevada a la práctica en la época colonial
de los "capitanes de amigos" viviendo entre los indios, quienes
eran los ojos y oídos del ejército real; concepción del soldado
colonizador y civilizador de los "bárbaros" que resultó ser un
fracaso, como es sabido. A este respecto, ya en 1868, Ruiz Aldea
advertía que el territorio de la Araucanía "aparece hasta ahora
poblado de soldados, de vagabundos, de hombres perseguidos por
la justicia, que no son, a fe, los más a propósito para sembrar
virtudes en el corazón de sus vecinos" (p. 80).
El hecho histórico innegable es que al término de la
llamada "pacificación de la Araucanía", al contrario de lo que
proponían Domeyko y Ruiz Aldea/ se constituyeron grandes
haciendas en las tierras despojadas a los indígenas. En cuanto a los
militares premiados fueron más bien aquellos de alta graduación
que habían dirigido las campañas contra los mapuches. En la
historia de las últimas décadas de la Araucanía independiente
predominó, en general, por parte de la República, más bien la
fuerza y la codicia que la razón y la humanidad.
121
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
De alguna manera estos testimonios europeos reflejaban y
confirmaban las mismas concepciones, aspiraciones y objetivos de
las élites chilenas (gobernantes o no) respecto a la Araucanía:
territorio que debía ser reconquistado venciendo a los salvajes y
ocupado por colonos blancos (criollos y o europeos), quienes
civilizarían a los bárbaros vencidos, incorporándolo así definitiva­
mente a la República de Chile, su dueña legítima.
Hay entonces una convergencia de las concepciones
decimonónicas europeas y chilenas sobre la barbarie y el atraso, la
civilización y el progreso. La burguesía chilena, en general, adoptó
esos mismos puntos de vista europeocéntricos. La idea de la
modernidad (control absoluto de los territorios considerados
nacionales, colonización blanca y poblamiento de ellos,
ferrocarriles, vapores, telégrafos, ejércitos con armas de repetición,
etc.; etc.), de lo que actualmente definiríamos como "desarrollo",
que los indios debían aceptar sometiéndose por la razón o la
fuerza, había desplazado definitivamente el viejo concepto
colonial paternalista de protección al indio, considerado como un
eterno menor, quien para ser civilizado debía "reducirse" a la
Iglesia y a los pueblos de indios. Quizás el más genuino
representante chileno de aquella "concepción moderna" del
Estado, de la República, de los indios y su destino sea Benjamín
Vicuña Mackenna, cuyos puntos de vista al respecto ya
conocemos.
10. La meta alcanzada: la "pacificación de la Araucanía".
Tierra sin indios, indios sin tierra
A nuestro juicio sería un error pensar que la República de
Chile logró derrotar a los mapuches mediante una larga y
coherente campaña militar, que permitió el desplazamiento
constante de la frontera hasta la victoria final del ejército chileno
en 1883.
Al contrario, desde la organización de la República i
autoritaria (1830) hasta 1883, transcurrió más de medio siglo de
avances y retrocesos del ejército, de fundación y destrucción de
fuertes, de rebeliones y alzamientos indígenas, de triunfos y
derrotas de dicho ejército. Avance interrumpido, también, por las
sucesivas guerras que la República mantuvo contra la
Confederación Perú-boliviana (1836), contra España (1865) y
nuevamente contra Perú y Bolivia (1879), sin dejar de considerar,
asimismo, las guerras civiles de 1851 y 1859.
122
Femando Casanueva indios malos en tierras buenas
Gran parte de las rebeliones indígenas estaban motivadas,
precisamente, por este avance paulatino de la sociedad de los
blancos (los "huincas") más allá de la frontera tradicional y por el
temor que el Estado chileno se apropiara de sus tierras. Los
mapuches comprendían perfectamente que al perder su territorio
perderían, a la vez, su libertad.
El mismo diputado Vicuña Mackenna leía en 1868 en la
Cámara un informe de 1850 del general José María de la Cruz al
respecto, donde éste expresaba que los indios estaban "imbuidos
en la idea de que el Gobierno trata de apoderarse de sus tierras, y
por desgracia alimentada y sugerida tal desconfianza por muchos
de los que especulan sobre la compra de ellas, (y) cualquiera
movimiento o paso del Gobierno, lo atribuyen o se les hace
entender ser dirigido a aquel fin" (p. 564).
Más allá de los grandes designios de la República de
terminar con la "barbarie indígena" y con el bandolerismo
fronterizo (en el cual participaban a menudo los indios en calidad
de aliados o enemigos del gobierno), de incorporar la Araucanía al
territorio nacional, no sólo por consideraciones de prestigio y de
administración sino para aumentar la producción agrícola,
organizando una colonización más bien basada en la emigración
europea que en la nacional (cf. nota 106), hay que señalar que ya a
fines de la década de 1830 la lenta penetración de colonos y
agricultores chilenos al sur del Bío-Bío estaba asegurada. En
efecto, las tierras de la costa de la Araucanía (al oeste de la
cordillera de Nahuelbuta, llamada la Baja Frontera), próximas a
Concepción comenzaron a ser ocupadas por particulares chilenos
(civiles y militares) desde fines del siglo XVIII, mediante compras
a caciques mapuches y bajo la protección de los fuertes
fronterizos.
Ya Domeyko después de su viaje a la Araucanía en 1845
señalaba: "no es el Bío-Bío el que forma actualmente la frontera
entre el territorio indio independiente y las tierras que se hallan
bajo el gobierno chileno. A más de 30 leguas se ha retirado dicha
frontera por el lado de la costa (...) sólo en la parte de arriba
subsisten aún algunas posesiones de los indios hasta las vertientes
del Bío-Bío" (p. 57).
La relación demográfica también había cambiado en esta
región costera en favor de los chilenos, pues en 1856, 14.000
123
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
chilenos se habían estableado en 400 propiedades agrícolas, frente
a tan sólo 1.600 mapuches9 .
La región interfluvial Bío-Bío-Malleco comienza a ser
ocupada a contar de 1850, también, mediante compras de tierras a
los indios, naciendo así pequeños poblados dedicados a la
agricultura y al comercio, protegidos por los fuertes. El gobierno
de Manuel Montt (1851-1861) había dictado una serie de decretos
para regularizar la enajenación de dichas tierras, el más importante
de los cuales (14-3-1853) expresaba que las ventas de territorios
indígenas sin la intervención de una "autoridad superior" que
proteja a los vendedores indios se prestaba a "abusos", de tal
manera se hacía obligatoria en lo sucesivo dicha intervención (del
Intendente de Arauco y del Gobernador de Indígenas del territorio
respectivo, art. Io), so pena de nulidad (art. 5°), prohibiendo a todo
funcionario "que ejerza cualquiera autoridad" sobre los indios,
comprar, empeñar, arrendar o negociar con esas tierras indígenas.
Desde 1854 a 1857 se siguieron dictando decretos para impedir
fraudes y abusos, pero, como lo afirma José Aylwin, el procesóle
"infiltración de chilenos", mediante todo tipo de expedientes91
92,
"en los territorios indígenas siguió su curso a lo largo de toda la
década del 50. Numerosas ventas de tierra de indígenas a
particulares siguieron verificándose por años, y los conflictos en
tomo a dichas tierras en caso alguno tendieron a disminuir"9 .
Por otra parte, en la misma Cámara de Diputados, siempre
en 1868, varios parlamentarios denunciaban el vil precio en que
algunos particulares habían adquirido dichas tierras. El mismo
Vicuña Mackenna, para demostrar en su discurso anti-araucano
que el indio era capaz "de vender su propia patria", se interrogaba:
"¿Cómo se han adquirido los terrenos situados entre el Bío-Bío y
el Malleco?. Muchas veces el precio de una heredad no ha pasado
de un cántaro de aguardiente" (p. 566). Lastarria, al contrario, se
oponía a arriesgar la vida de los soldados chilenos "para proteger
91
Cit. p. José Aylwin, Estudio sobre tierras indígenas de la Araucanía:
antecedentes histérico-legislativos (1850-1920), Temuco, 1995, p. 6. En esta
parte de nuestro trabajo citaremos a menudo este importante estudio.
Estos expedientes citados fehacientemente por Aylwin, se refieren a "la vaga
identificación de los terrenos adquiridos, de su extensión" y a la circunstancia
que muchos de los grandes compradores de tierras "eran a la vez las máximas
autoridades de la frontera". Aylwin, op. cit., p. 15.
3 Ya en 1864, en un informe del Ministerio de Guerra se señalaban "un total de
450 escrituras de contratos de venta, donación, cesión de acciones y derechos,
etc., relativos a transferencias de tierras indígenas a particulares en la zona
fronteriza". Ibidem.
124
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
un pequeño rincón (de la Araucanía) que ha costado a sus
propietarios algunos cascabeles" (p. 569).
Se pueden, entonces, distinguir en la Araucanía tres zonas
de penetración de los particulares y especialmente del ejército en
épocas diferentes: 1. la de la costa, al occidente de la cordillera de
Nahuelbuta, la Baja Frontera; 2. la de los territorios comprendidos
entre los ríos Bío-Bío y Malleco, entre las cordilleras de
Nahuelbuta y de los Andes; 3. la de los territorios comprendidos
entre los ríos Malleco y Toltén.
Hay que recordar que no se consideraban pertenecientes a
la Araucanía, los territorios huilliches y cuneos de Valdivia,
Osomo y Llanquihue, cuya ocupación parcial (especialmente a
partir de 1646 con la reconstrucción de Valdivia y de 1796 con la
de Osorno) había comenzado lentamente en la época colonial y se
completará con la colonización alemana desde 1850 organizada por
los gobiernos de Manuel Bulnes y Manuel Montt, en la cual el
político y escritor Vicente Pérez Rosales (1807-1886) tuvo una
participación importante.
En 1859 el teniente-coronel Cornelio Saavedra presentaba
al gobierno su célebre proyecto de avanzar la frontera hasta el río
Malleco, siendo nombrado más tarde Intendente de la provincia de
Arauco, que comprendía las provincias actuales de Bío-Bío,
Arauco, Malleco y Cautín. En la Cámara, en 1861, el gobierno
justificaba la "necesidad imperiosa" de tal proyecto con cuatro
poderosos argumentos clásicos: la riqueza de esas tiarras, su futura
colonización, la defensa de la civilización y la rentabilidad para el
Estado:
.
"Para esto se tuvo presente que entre ambas líneas
(Bío-Bío-Malleco)
había
una
extensión
aproximada de 500 mil hectáreas de terrenos
planos en su mayor parte y de fácil cultivo; que en
ese espacio existían muchas haciendas de
propietarios chilenos y una población de más de
10.000 habitantes civilizados que carecían de toda
protección en sus vidas e intereses, y últimamente
que se encontraban grandes extensiones de terrenos
baldíos con los que podía el Estado aumentar sus
entradas, vendiendo una parte de éstos y otra
destinarla a la colonización de nacionales y
extranjeros" (p. 570).
125
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
La presencia del aventurero francés Orélie-Antoine de
jTounens y sus pretensiones sobre la Araucanía y la Patagonia -que
presagiaba, no sin fundamentos, una eventual intervención de
Francia-, sin duda aceleró la movilización del gobierno y del
ejército en la frontera. El ejército ocupa la llamada "línea del
Malleco" fundando Negrete (1861), Mulchén (1862), Angol (1862) y
Collipulli (1867), en la costa Lebu (1862), Cañete (1868), Contulmo
(1868), y Purén y Lumaco (1869) al interior. Estos fuertes y
poblados servirían de futuros centros de adelanto de la línea
fronteriza hacia el río Toltén (1870-1878).
Es precisamente en la zona comprendida entre el Malleco
y el Toltén donde va a intervenir directa y decisivamente el
ejército, primero al mando de Comelio Saavedra y más tarde del
general Basilio Gregorio Urrutia, emprendiendo durante 13 años la
llamada "pacificación de la Araucanía" en dos etapas: de 1870 a
1878, avanzando hasta Traiguén (1878), interrumpiéndose las
campañas a causa del estallido de la Guerra del Pacífico, y desde
1881 a 1883, en que Urrutia, junto con dirigir violentas operaciones
contra los mapuches (algunas de ellas han sido definidas como de
exterminación), erigió nuevos fuertes: Cholchol, Lautaro, Temuco
(1881), Carahue, Curacautín, Nueva Imperial y Pitrufquén (1882),
alcanzando finalmente Villarrica en 1883/)
Por supuesto que los mapuches, conducidos por
aguerridos caciques como Quilapán, opusieron una fuerte
resistencia, especialmente en 1881, asaltando y destruyendo
muchas veces los fuertes recién fundados. Pero, tal como lo afirma
el historiador francés Pierre Chaunu, esa interminable guerra de
Arauco, quizás la más implacable de todas las guerras de esos
últimos años de las fronteras indígenas en América, pudo
continuar hasta que entraron a jugar en favor de la República de
Chile las armas de repetición, los navios a vapor, los arados de
reja y los inmigrantes europeos94, debiendo añadirse a estos
factores, sin duda, el mayor peso demográfico de la República en
relación a las sociedades indígenas.
En 1868, para afirmar jurídicamente la presencia del
Estado en el territorio indígena recién conquistado y para evitar
injusticias y fraudes contra los indígenas, Comelio Saavedra
propone la compra de sus tierras al Estado, "asegurándoles en ellas
una posesión que garantice su permanencia. De este modo, el
Q4
Pierre Chaunu, I^és Amengües, XVIe. XVUe, XVlUe siecles* París, 1976, p.
107.
126
Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Gobierno podría posteriormente vender, rematar o colonizar dichas
tierras con naciona|es o extranjeros que las pudiesen trabajar en
beneficio del país"9' .
No hay que olvidar, por supuesto, que se trata de compras
que un Estado vencedor efectuaba a sociedades indígenas
derrotadas. De esta manera, ya en 1868 el Estado chileno disponía
en la Araucanía de 250 mil hectáreas, 100 mil de las cuales sólo
le costaron 12.700 pesos9 . Estas tierras serán rematadas por el
Estado en beneficio de particulares. Se crea, entonces, un
"mecanismo legal" para radicar a los indígenas, que será aplicado
a partir de la ocupación militar total de la Araucanía. Esta
legislación (4-12-1866), según José Aylwin:
"Consagró en la práctica la propiedad fiscal sobre
la mayor parte del territorio de la frontera y
Araucanía. Ello debido a que para los indígenas
resultaría muy difícil probar la posesión exigida
por la~ ley sobre los vastos territorios que hasta
entonces poseían, razón por la cual éstos pasaban $ '
reputarse "baldíos", y por tanto propiedad del
Estado"95
*97.
Hasta 1874 no se otorgará ningún título de propiedad a los • ;
indígenas. Entre 1874 y 1882 sólo se les reconocerá "uij total
aproximado de 1.500 hectáreas de sus tierras ancestrales" . Los
años siguientes, a partir de 1883 (ley de 20-1-1883) la ocupación de
la Araucanía se efectuará a través de tres ejes: 1) radicación de los
indígenas; 2) remates de tierras indígenas consideradas, pues,
como fiscales; 3) otorgamiento de títulos gratuitos por el Estado a
colonos nacionales y extranjeros.
Pese a la existencia de una legislación (1866, 1874, 1883)
que pretendía terminar con los "abusos y despojos de tierras
indígenas", el mismo Protector de Indios (cargo creado en 1866 y
restablecido en 1883), Eulogio Robles, señalaba en su informe de
1902 que dichas leyes "olvidaron establecer un procedimiento
expedito para hacerlas respetar y sus preceptos han llegado a
convertirse en meramente teóricos", indicando a continuación "las
múltiples formas y mecanismos que, a pesar de las prohibiciones
95 Aylwin. op. cit.. p. 19.
Cit. p., Aylwin. ibidem.
97 Ibidem. p. 22.
9 Ibidem. p 23.
127
Fernando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
legales, se litigan en la frontera para apropiarse de las tierras de
los indígenas"9 .
En lo que respecta a ios indios, se les reconoció una parte
mínima de sus antiguas tierras, tan sólo un 5%, es decir
apróximadamenté 500 mil hectáreas de las 9.500.000 existentes
en las 7 provincias donde se desarrolló el proceso de colonización.
Es decir, un promedio de 6,18 hectáreas por persona, muy inferior
a las otorgadas a colonos nacionales o extranjeros que allí se
instalaron o las que fueron rematadas a particulares por el Estado.
Esta política tuvo por consecuencia funesta constreñir a las
comunidades mapuches a vivir "en un habitat reducido al cual no
estaban acostumbradas alterando gravement^ sus costumbres, y
haciendo más difícil su subsistencia material"1 .
Incluso este 5% de sus tierras será codiciado por los
dichos colonos, como lo revelaba el mencionado Protector Robles
en su informe:
"Ha llegado a ser un axioma de buen negociante en
la frontera la recomendación de rematar tierras
contiguas a las de los indios o al lado de predios
fiscales, porque después, avanzando los deslindes e
internándose en terrenos del Estado o de indígenas,
se puede redondear una linda finca a poco costo.
Son innumerables las cuestiones de deslindes entre
indios y rematantes fiscales y en e^los la razón está
siempre de parte de los primeros"1 .
Las conclusiones ofrecidas por José Aylwin en su trabajo
sobre las tierras indígenas de la Araucanía constituyen ya un hecho
histórico: por una parte, la colonización extranjera de la región no
produjo los frutos esperados, los colonos no eran tantos ni tan
buenos como se esperaba, ag|, "el sueño de la California chilena,
nunca llegó a concretarse"1 ; por otra parte, el Estado chileno
redujo a los indígenas a vivir en espacios mínimos, "sin respetar
sus formas de ocupación histórica y su forma de organización y
agrupamiento tradicional, forzándolos a un tipo de asentamiento
estable y sedentario extraño a su cultura, (mientras) entregaba
paralelamente a colonos extranjeros y nacionales, así como a
99
Cit. p. Aylwin, op. cit., p. 34.
Aylwin, op. cit.. p. 42.
Cit. p. Aylwin, op. cit., p. 62.
2 Aylwin, op. cit., p. 55.
128
Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas
capitalistas del centro del país, la propiedad sobre la mayor parte
de las tierras de la Araucanía".
Esta injusticia no es casual para el autor, pues corresponde
a la "visión de las autoridades de la época", de carácter
etnocentrista, convencidos que sólo la colonización extranjera (y
más tarde nacional) permitirían desarrollar agropecuariamente la
región, imitando a otros procesos de desarrollo ocurridos en países
diferentes . Corresponde esta conclusión, en buena medida, a lo
que hemos tratado de exponer en el curso de este trabajo.
Los viajeros extranjeros que visitaron la Araucanía, ya
"pacificada", presentan una visión positiva de la región. Domeyko,
ya anciano, la visita nuevamente en 1882, expresando su
admiración por los progresos allí alcanzados:
"Cuál fue mi sorpresa cuando en los mismos
campos que hace 40 años yacían vacíos, por donde
corría un hombre salvaje, ahora vi extensos
sembrados de cereales, de vez en cuando viñas,
ferrocarriles, estaciones con edificios de ladrillos,
llenos de sacos de trigo y bultos de mercancías con
textos en inglés, líneas telegráficas y nuevos
poblados" (p. 30).
Esta visión optimista es compartida por otro viajero, el
francés Charles Wiener, quien viajando en esos mismos años por
la Araucanía, constataba que:
"En esta región se ha confirmado el verdadero
papel civilizador de Chile. No se trata de una
conquista en el sentido corriente del término, no es
una provincia desnacionalizada en beneficio de un
vencedor; es un inmenso territorio, que se extiende
de los 37 grados a los 53 grados, no hace mucho
habitado por hombres de la edad de piedra, el cual,
conquistado por el soldado chileno^ ha sido
entregado al ingeniero y al agricultor"
Ibidem. p. 67.
1M Charles Wiener. Chili et les ihiliens. París, 1888, p. 334. (Traducción de I;.
Casanueva).
129
Femando Casanueva. Indios malos en tierras buenas
Wiener, por lo demás, aplaude la política y la acción
militar de la República de Chile en términos abiertamente
europeocéntricos y racistas, que nos hacen recordar el "discurso
civilizador" de Vicuña Mackenna veinte años antes:
"El araucano es el prototipo del ser primitivo, que
Homero, hace 4 mil años (sic), habría llamado
salvaje: es un hombre de rapiña (...) La selva
virgen esta destinada, tarde o temprano, a
desaparecer frente a la invasión de los trigales, y,
de esta manera, el habitante de esta selva primitiva
debe ceder sus dominios al hombre civilizado, aun
cuando éste fuese un simple labriego. Eso es lo
que sucedió en la Araucanía. Los chilenos han
hecho lo que era necesario hacer y como era
preciso hacerlo. Ellos han avanzado lentamente,
han hecho retroceder poco a poco a los inútiles y
peligrosos indígenas y, al término de la guerra
contra Perú y Bolivia, han aprovechado de las
fuerzas militares que disponían para acabar de una
vez con este asunto"1 *.
Para los mapuches, la realidad, a partir de la "pacifica­
ción", fue menos risueña. Este gran espacio, comprendido entre el
Malleco y el Toltén se incorporó a la República de Chile formando
un "Territorio de Colonización", más de 2 millones de hectáreas
fueron otorgadas o rematadas, creándose grandes haciendas y
recurriendo de preferencia a colonos extranjeros más que a
i 106
nacionales
Según Gustave Verrúory, ingeniero belga que vivió diez
años (1889-1899) en la Araucanía recién "pacificada", llegaron allí
(desde Contulmo a Temuco), "todas las nacionalidades: alemanes,
franceses, ingleses, suizos, belgas, españoles, italianos, rusos y
diversos otros (...) si se agregan los chilenos y los indios, se puede*
£ Ibidem, pp. 334. 336, 337.
Según la ley de 4-8-1874, "la colonización de los territorios de la Araucanía
quedó limitada a extranjeros". En cambio, los gobernadores de Valdivia,
Llanquihue y Chiloé, "siguieron autorizando la constitución de colonias
nacionales en sus jurisdicciones". Esta ley prohibitiva de 1874, que originó el
éxodo de muchos chilenos a Neuquén, Argentina, fue abrogada por la ley de 149-1896. Cf. Aylwin, op. cit., p. 51-52.
130
Femando Casanueva Indios malos en tierras buenas
decir
Babel
la Araucanía se ha convertido en una verdadera torre de
¿Y los mapuches? Según el mismo Verniory, las tribus
indígenas frieron "aisladas unas de otras para impedir nuevas
sublevaciones (y) fueron^ acorraladas en los terrenos limitados
llamados ’reducciones
Y desde entonces, hace más de un siglo, la tierra se
transformó en un problema esencial en la vida del pueblo
mapuche. El hambre, la muerte, la pobreza y el desgano vital
fueron las secuelas del "triunfo de la civilización" sobre ellos. Ya
lo señalaba en 1904 el Protector Robles:
"La escasa adjudicación de terrenos no permite a
los indios desarrollar sus labores agrícolas, ni les
da alientos para el trabajo, y los va sumiendo en
una especie de conformidad fatalista que mata todo
brío
. • y«i 109apaga todo entusiasmo para la vida
activa
José Bengoa, en su Historia del pueblo mapuche, nos
informa que entre 1881 y 1907 murieron a causa del hambre y de las
epidemias entre 20 y 30 mil mapuches, y que en 1900 el ejército
debió entregar 10 mil raciones mensuales de comida para paliar el
hambre que hacía estragos en la población mapuche*11 .
Los otrora altivos guerreros de Arauco, al transformarse
"en campesinos de subsistencia sobre tierras pobres y áridas",
fueron condenados a vivir por generaciones en la pobreza o
miseria y muchos de ellos, como se sabe, se refugiaron en el
alcohol o buscaron oportunidades de trabajo (precario o mal
pagado) en las ciudades donde, además, les aguardaba el racismo
ciudadano. Fenómeno corriente, como se constata, en todas la
sociedades indígenas vencidas en el continente americano.
Un cacique mapuche resumió a comienzos de siglo la
situación de su pueblo al expresar a Tomás Guevara, gran
araucanista y rector del Liceo de Temuco: "vivimos apretados
como el trigo en un costal".
107 Gustave Verniory. Diez años en Araucanía (1889-1899), Santiago, 1975, p.
í$’ ... .
...
Ibidem, p. 63.
Aylwin. op. cit., p. 43.
11 José Bengoa, Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX, Santiago,
1985. pp. 337 y 339.
131
TRAYECTORIAS EMPRESARIALES EN LA REGION
DE CONCEPCION EN EL SIGLO XI£
El caso de José Ignacio Palma Barriga
Leonardo Mazzei de Grazia
El núcleo de comerciantes y hacendados que conformaban
la elite económica y social de Concepción hacia fines del periodo
colonial, cuya cabeza más visible era el vasco José Urrutia
Mendibuni, no logró superar la desestructuración de la economía
regional, causada por las guerras de la independencia que se
prolongaron en la zona, en la llamada Guerra a Muerte,
continuándose los efectos destructores con la persistencia del
bandolerismo. Las palabras del intendente Juan de Dios Rivera,
reflejan el estado calamitoso que padeció la región: ”... la guerra
empezó a arder encarnizadamente en esta provincia, con profusión
de sangre desde el año de 813, sin que hasta hoy haya cesado de
todo punto. Este cruel azote, que tomó asiento en ella, la
constituyó en un teatro de horrores los más espantosos. Las vidas y
fortunas de sus habitantes, todo ha sido sacrificado a la alternativa
de las huestes que han ocupado su suelo, tanto las españolas, como
las liberales, indios bárbaros, y bandidos que aún nos incomodan.
El robo, el cuchillo, la espada, el cañón, y el incendio, no han
perdonado nada” .
Del cotejo de diversas fuentes se deduce que numerosas
familias penquistas se trasladaron al Perú. Mientras que los que
permanecieron sufrieron pérdidas considerables en sus patrimo­
nios. Con dificultad algunos consiguieron conservar sus propieda­
des territoriales, si bien muy disminuidas. Fue el caso de la familia
de Francisco Javier Manzanos, propietaria de la hacienda Magda­
lena, que había pertenecido a los jesuitas. Asimismo los herederos
de Urrutia Mendiburu, pudieron mantener la propiedad de las
tierras que el vasco había adquirido con las ganancias del
comercio, entre ellas la extensa hacienda Longaví en el partido de
La investigación que sustenta este articulo contó con financiamiento de
Fondecyt a través del Proyecto de Investigación N” 1970885, “Trayectorias
empresariales en la economía de la región de Concepción, 1840-1880", del
cual el autor es investigador responsable.
1 Informe al Ministro del interior, 20 de septiembre de 1827, AMH. vol. 98.
133
Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Linares. A otros les fueron secuestradas;
*
así ocurrió con la
hacienda Cucha Cucha de Alejandro Urrejola, aunque posterior­
mente fiie recuperada por su sucesión.
A pesar de la inestabilidad, se fue gestando un nuevo
sector de empresarios, conformado fundamentalmente por
extranjeros, sobre todo británicos y norteamericanos. Se verificó
así un proceso semejante al ocurrido en Valparaíso, con años de
retraso y sin alcanzar, por cierto, la envergadura que tuvo en el
puerto central, al que los extranjeros de Concepción estuvieron
conectados. Muchos de ellos habían tenido una residencia previa
en ese puerto. Junto a los foráneos, surgieron nuevos empresarios
provenientes de antiguas familias de Concepción. Uno de los que
logró más notoriedad fíie José Ignacio Palma.
Antecedentes familiares
Hijo de Ignacio Palma, los antecedentes paternos en el país
se remontaban a Pedro Ortiz Palma, militar llegado a Chile en
1600 para incorporarse a la guerra de Arauco; en el ejército real
llegó al grado de capitán2. En todas las generaciones que le
siguieron, hubo hombres enrolados en el servicio al rey. Sin
embargo, Ignacio Palma, quien correspondía a la sexta generación
en el país, no ingresó al servicio de las armas. Tampoco destacó en
las gestiones económicas, registrándose como la de mayor
significación el remate de los diezmos de la doctrina de la Florida,
jurisdicción vecina a Concepción, en el partido de Puchacay, en
que predominaban las medianas y pequeñas extensiones, en las
formas de propiedad de la tierra. En esa zona abundaban los
propietarios relacionados por lazos de parentesco con la familia
Palma.
La madre, Catalina Barriga, era hija del capitán Miguel
Barriga y de Isabel Gaete, ambos pertenecían también a antiguas
familias de Concepción. El tono de una existencia sin
ostentaciones quedó reflejado en el testamento de doña Isabel.
Pidió que su entierro fuera el más modesto que se pudiera, aunque
el cadáver debía ser sepultado en el convento de Santo Domingo,
junto a las puertas de la iglesia. Los bienes que ingresó al
matrimonio incluían 150 ovejas, cuatro mudas de ropa blanca y
diversas prendas de vestir, en las que las de mayor lujo eran tres
2 Gustavo Opazo Maturana. Familias del antiguo Obispado de Concepción.
1551-1900, Santiago. Edit. Zamora no y Caperan. 1957, p. 189.
134
Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
pares de medias de seda y un par de zarcillos de oro con perlas. En
los bienes aportados por el capitán Barriga se contaban 20 vacas y
dos o tres caballos. Durante la sociedad conyugal adquirieron 75
cuadras de tierras y en ellas pusieron 30 mil plantas de viña. La
muerte del esposo no detuvo el empuje de la viuda; compró otras
82 cuadras, que unidas a las anteriores conformaron la propiedad
de San Judas Tadeo, inmediata a la villa de la Florida,
adicionándola con nuevas plantas de viña que permitieron
aumentar la producción vitivinícola (“... 500 arrobas de vasija, con
200 que hice después del fallecimiento de mi marido")3.
Aún más empeño que doña Isabel mostró su hija Catalina
Barriga, a quien la madre sólo dio una manserina de plata al
contraer matrimonio con Ignacio Palma. Como doña Isabel, pero
en mayor cantidad, Catalina luego de enviudar hizo adquisiciones
de tierras que formaron la base del patrimonio familiar posterior.
En 1809 compró la hacienda de Pinihue, situada en el partido de
Rere, con 950 cuadras de extensión, a José Gregorio y Juliana
Figueroa, herederos de Miguel de Córdova y Figueroa, que la
había obtenido en remate en el año 17984. Progresivamente doña
Catalina aumentó sus tierras. Compró 85 cuadras en la hacienda
San Jerónimo de Chome, partido de Puchacay, a Martín Plaza de
los Reyes, y luego a la viuda de éste toda esa hacienda de 1.2OO
cuadras en $4.0005. Las haciendas de San Juan de la Quebrada,
Provoqui y Juan Chico, fueron otras adquisiciones que hizo doña
Catalina; las dos primeras, ubicadas en las proximidades de la
Florida^ comprendían en conjunto 800 cuadras con 110 mil plantas
de viña”.
En suma, la militancia en el ejército y la propiedad de
tierras en que el cultivo de las viñas era el rubro prioritario,
identificaban al núcleo familiar al que pertenecía José Ignacio
Palma, al igual que a muchas otras familias de antigua radicación
en la región.
Vinculaciones Matrimoniales
Los Palma Barriga fueron cuatro hermanos. José Salvador
se casó en Lima con Juana Izcué y Sáenz de Tejada, hija de
Francisco Javier de Izcué y de Josefa Sáenz de Tejada; don
’
4
5
6
ANC. vo). 7, fs. 222-223v.
AJC. vol. 47, pza. II y ANC, vol. 33, fs. 331-337.
ANC, vol. 5, fs. 109-111 v; vol. 20, fs. 187-193. 2" índice y vol. 30, fs. I7v-2O.
Ibidem, vol. 13, fs. 226-229 y vol. 21, fs. 59-62v.
135
I^eonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Francisco era un comerciante importante con conexiones con
España, a través del puerto de Málaga, y con Francia por
Burdeos .
Por su parte, José Ignacio contrajo matrimonio con
Avelina Rivera Serrano, hija del general Juan de Dios Rivera y de
Rosario Serrano. El general Rivera fue un militar destacado en las
guerras de la Independencia, Mayor General del Ejército del Sur e
Intendente de la provincia durante varios años. La profesión
castrense le había facilitado su proyección a la propiedad
terrateniente: pudo obtener en condiciones ventajosas los extensos
terrenos de Coronel al sur del Biobío, de propiedad fiscal y antes
de la del Rey, que se habían destinado a la crianza de ganado
mayor. Esos terrenos comprendían 3.857 cuadras y el general las
adquirió al precio de $1 por cuadra, yalor a pagarse en tres años,
con descuentos hechos a sus sueldos78. La confianza que depositó
el suegro en Palma, queda atestiguada en un poder general que le
otorgó el general a efecto de que entendiera en todos sus asuntos,
tanto judiciales como extrajudiciales, como también al designarlo
en su testamento primer albacea y tutor y curador de las hijas que
fuesen menores cuando se abriera el testamento9lo
*.
La esposa del general Rivera, hija de Manuel Serrano y
Arrechea y de Francisca Galeazo de Alfaro, formaba parte de otra
familia importante en la región, dueña de la hacienda de Tumbes
en el área de Talcahuano1 . Su hermano Manuel Serrano Alfaro,
estuvo en las luchas de la Independencia^ ^participó después en la
política y fue también activo empresario . La misma confianza
que dispensara a Palma su esposo, le concedió doña Rosario al
quedar viuda y tener que encargarse de los asuntos económicos de
la familia. Numerosos fueron los poderes extendidos por la viuda
al yerno^ con el objeto de que la representara en diversas
gestiones12.
7 Ibidem, vol. 16, fs. 13v-14v, 2o índice.
Ibidem, vol. 12, fs. 121-180v, 3er. índice.
9 Ibidem, vol. 23, fs. 201v-203 y vol. 28, fs. 248-253.
Opazo Maturana, op. cit., p. 232 y Fernando Campos Harriet, Historia de
^Concepción. 1550-1970, 3Bedic., Santiago, Edit. Universitaria, 1982, p. 164.
Benjamín Vicuña Mackenna, al narrar los sucesos de la revolución de 1851,
lo define como el representante más genuino del liberalismo en Concepción.
Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt. tomo
|2III, Revolución del Sur, Santiago, Imp. Chilena, 1862, p. 252.
Para ejemplificar citemos un poder especial que, entre otras facultades,
autorizaba a Palma a cobrar el montepío militar y a entender en los contratos
136
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Encarnación Palma se unió en matrimonio con Domingo
Ocampo, originario de la provincia de La Rioja, en el noroeste
argentino; ftie ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción
desde su fundación
*
. Al ejercicio de la judicatura unía Ocampo el
del comercio y la propiedad de predios agrícolas.
Por último, María Antonia Palma se casó con Juan José
Daroch, otro comerciante de la región.
De este modo se entretejían relaciones familiares en la
nueva elite económica y social que se conformaba en Concepción,
después de los avalares de la Independencia. Si bien las familias de
los Palma, los Rivera o los Serrano no eran nuevas en la zona, sus
ascendientes no habían tenido la relevancia económica que sí
alcanzaron otros núcleos familiares en la época colonial.
Comercio con el Perú
Una de las primeras gestiones económicas en que aparece
registrado el nombre de José Ignacio Palma en las fuentes, es un
embarque de productos del país y del extranjero, en el bergantín de
bandera inglesa Livonia, con destino a los puertos del Perú, en una
etapa en que el comercio con ese país estaba muy deprimido, a
consecuencia de la interrupción sufrida con el proceso
independentista. Tuvo que conseguir una fianza de $8.000,
exigida por la Administración de Aduanas “para el caso de que la
embarcación tocase y tuviese negociaciones en algún puerto
ocupado por enemigos de la causa común americana" . Por
entonces tenía unos 21 años de edad. Ese cargamento fue uno de
los más importantes que se hicieron en esos años al Perú, a juzgar
por el monto de los derechos pagados, en comparación a T<^s
abonados por otras naves. Canceló en la aduana $518 y 2 reales ' .
A este envío agregó el que hizo por el mismo tiempo en el
bergantín nacional Tucapel, pagando $222 y 2 reales en derechos
aduaneros6.
No están especificados en las fuentes los productos
embarcados, pero entre los nacionales seguramente el trigo
ocupaba el primer lugar, puesto que había sido el principal rubro*
16
15
14
con la compañía de vapores sobre ventas de carbón de las minas que había
heredado la viuda. 22 ag 1844. ANC, vol. 30, fs. 158 y v.
1 Opaz.o Maturana, op. cit., p. 178.
14 22 oct 1825, ANC, vol. "14, fs. 64-65v.
15 ACM, vol. 1669, 2" serie, fs. 26.
16 Ibidem.
137
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
de exportación de la región hacia el Perú en la segunda mitad del
siglo XVIII . Reafirma la importancia del trigo en los envíos de
Palma al Peni, un poder que otorgó años más tarde para que se
cobrara a Juan Francisco Izcué, del comercio de Lima, $1.720 y 2
reales, resto del valor de unas fanegas de tri^o que le despachara a
consignación para su venta en aquella plaza1 . El consignatario era
cuñado de su hermano José Salvador, que, ya anotamos, se había
casado en Lima, durante su permanencia en esa ciudad en los años
1825 y 1826 y que había partido a ese destino conduciendo
productos del país a bordo de la corbeta General Freire17
*19. La
fianza precautoria requerida por la Administración de Aduanas, la
dio su madre, que continuamente estuvo garantizando con sus
bienes las operaciones mercantiles de sus hijos. Ellos participaban
conjuntamente en la mayor parte de los negocios, aunque éstos se
realizaron casi siempre bajo la firma de José Ignacio. En ocasiones
intervenían también las hermanas o alguno de los cuñados,
principalmente Domingo Ocampo. De manera que José Ignacio era
gestor de empresas que tenían un carácter familiar.
Antes de regresar, José Salvador dejó establecida en el
Perú una sociedad mercantil con Pedro González Candamo. En el
año 1826 el comercio con la antigua sede del virreinato ofrecía
promisorias perspectivas para la provincia de Concepción. Miguel
Zañartu, uno de los realistas de la región que se había radicado en
ese país, consiguió del Libertador Simón Bolívar, que se rebajase
en un 50 %, por seis años, los derechos de internación para los
productos provenientes de la provincia de Concepción, condicio­
nando la efectividad de la gracia a que Zañartu acreditase una
representación formal para este efecto de la provincia que sería
beneficiada. José Salvador Palma fue comisionado por Zañartu
para que consiguiera el apoyo de comerciantes chilenos a esta
gestión, dirigiéndose a la vez al Cabildo de Concepción en procura
de la representación requerida. El cuerpo capitular recibió con
beneplácito la proposición que, indudablemente, era ventajosa para
una provincia que había sido devastada por la guerra. Pero el
Cabildo no se sintió autorizado a proceder, sin antes contar con la
aprobación del gobierno. Discutido el asunto en el Congreso
Nacional fue rotundamente rechazado, esgrimiéndose, entre varias
17 Véase Marcelo Carmagnani, Les mecanismes de la vie éeonomique datis une
sociele coloniale: le Chili (¡680 - 1830), París, S.E.V.P.E.N., 1973, pp. 102i R 111.
30 de diciembre de 1839. ANC. vol. 23. fs. 3O8v-3O9.
19 Ibidem, vol. 14, fs. 10v-12.
138
I^eonardo Mazzxi. Trayectorias empresariales en Concepción en el sil»lo XIX
furibundas razones, que una provincia no podía establecer tratados
particulares con un gobierno extranjero, ya que ello significaba
desconocer la autoridad nacional; además que el privilegio^ara
una provincia podría ser lesivo para el interés generad del país .
' Pero esa negativa no impidió que la compañía de comercio
que José Salvador Palma formó con González Candamo
continuase funcionando. Cabe hacer notar que a raíz de esa
denegación se dicto una ley que liberó de derechos de exportación,
por un año. a los productos que salieran por el puerto de
Talcahuano2í.
Las tierras
Quizás fue con las ganancias logradas en los negocios con
el Perú, o bien con otros recursos, que José Ignacio Palma compró
en 1828 a un grupo de propietarios de Rere, un total de 1.443
cuadras que conformaron la hacienda de los Pantanillos. En todo
caso, la compra la hizo a un precio muy ventajoso, de pora más de
$1.000, ya que se estipuló un valor de'6 reales por cuadra20
*22. Junto
con adquirir esas tierras recibió en traspaso el remate de los
diezmos d^ esa doctrina, operación en la que contó con la fianza de
su madre2 . El remate de los diezmos era una de las principales
granjerias, más aún a partir de ese año de 1828 en que los
diezmeros lograron que se retrasara por varios meses la
verificación de sus pagos, de modo que aquellos que habían
rematado el cobro de los diezmos en 1827,debían cancelar sólo a
fines de febrero de 18292425
.
Sucesivas adquisiciones incrementaron las propiedades de
que dispuso Palma. En ellas está incluida la ratificación de la
compra de la hacienda de Pinihue, en el mismo partido de Rere,
que había hecho su madre en los comienzos del siglo. Entre sus
pertenencias contaba cop unas 12.000 plantas de viña y 200
cabezas de ganado lanar . El caso de Pinihue es ilustrativo de las
20 El asunto fue tratado en las sesiones del 20, 21 y 27 de julio de 1826. Véase
SCL, tomo XII. Santiago, Imp. Cervantes, 1889, pp. 176-177; 180-182; 187;
231 Y 233-237.
Ricardo Anguita, Leyes promulgadas en Chile desde ¡810 hasta el Io de
Junio de 1912, tomo I, Santiago, Imp. Barcelona, 1912, p. 169.
22 ANC. vol. 15, fs. 195-197.
” Ibidem, fs. 333v-335.
Oficio del Intendente Rivera al Ministro de Hacienda, 5 mayo de 1828,
AMH, vol. 98.
25 ANC. vol. 2. fs. 362-363v.
139
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
compras de tierras que quedaron registradas a nombre de José
Ignacio Palma, pero que formaban parte del patrimonio familiar o
bien de los bienes de la sociedad de hecho que tenía con su
hermano.
Otras compras fueron las de las haciendas del Manzano y
del Tablón. La primera, al igual que las nombradas anteriormente,
estaba ubicada en el partido de Rere, a orillas del río Laja; se la
vendió el coronel Francisco Bulnes en $4.000, pagaderos en dos a
tres años, a voluntad del comprador, debiendo éste abonar un
interés equivalente a $350 por año26. No se consigna en la
respectiva escritura la superficie que comprendía, pero de acuerdo
al valor por cuadra que se pagaba en Rere, puede estimarse su
extensión en unas 1.000 cuadras. En cuanto a la del Tablón, a ella
nos hemos referido en otro trabajo27. Señalemos que estaba
ubicada en el partido de Coelemu, comprendía una extensión de
3.000 cuadras y que su precio fue de $7.000 8.
Además, los Palma fueron propietarios de la hacienda
Taiguén, situada en la jurisdicción de Portezuelo, partido de
Quirihue, con una extensión de más de 3.000 cuadras.
El interés por las propiedades agrícolas no se circunscribió
sólo a las de mayor extensión. También Imbo compras de terrenos
de dimensiones pequeñas y medianas29*. Citemos algunas: a
Hermenegildo Masenlli, de 30 a 40 cuadras en Hualqui, con un
molino de pan, en $248; a Calisto Guajardo, 25 cuadras en el título
de San Ramón, partido d^ Puchacay, que teman de 9.000 a 10.000
plantas de viña, en $400J . Rosario Serrano, su suegra, le traspasó
333 cuadras y fracción en la península de Tumbes, por $4.500,
incluyendo en este precio un sitio en el puerto de Talcahuano31.
Hubo otros expedientes para aumentar las tierras. Una
habilitación que hiciera en el año 1828 a Justo Barriga
Ibidem, vol. 26, fs. 230v-232.
"Orígenes del empresariado moderno en la región de Concepción (18201860)", en Proposiciones. N ° 24, Santiago, Sur Ediciones, 1994, p. 25.
AJC. vol. 86, pza. 11 y ANC, vol. 28, fs. 181-187v.
En la estimación de las dimensiones de las propiedades agrarias de la región,
seguimos la clasificación propuesta por Patricia Cerda Pincheira, que
consideró grandes propiedades las que tenían más de 500 cuadras;
medianas, las de 100 a 499 cuadras, y pequeñas las inferiores a 100 cuadras.
Transformación y modernización en una sociedad tradicional: la provincia
de Concepción durante la Primera mitad del siglo XIX. Tesis para optar al
grado de Magister en Historia, Universidad de Chile, 1986, pp. 28-31.
ANC, vol. 29, fs. I34v-135v, 2o índice, y vol. 38, fs. 121v-123v.
31 Ibidem, vol. 47, fs. 299-300.
140
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
(posiblemente pariente por la parte materna), y otras deudas que
Barriga acumulara, pusieron a Palma en posesión de tres
propiedades que el deildor tuvo que entregar al no poder responder
por los pagos. Fueron éstas 69 cuadras en la hacienda San José de
Trilalén, departamento de Chillán, cop más de 17.000 plantas de
viña y algunos ganados; la de Poca Vista de Hornillos, en la
jurisdicción de la Florida, de 100 cuadras y en ellas 13.000 plantas
de viña y 80 cabezas de ganado lanar; y otra propiedad de 47 1/2
cuadras, con 20.000 plantas de viña. Barriga, íd perder esas tierras,
quedó con el consuelo de haber sido dejado en la administración
de ellas mientras así lo quisiera el nuevo propietario32. Es este un
caso representativo de esa opresió^que sufrían las campesinos a la
que se ha referido Gabriel Salazar"3.
La acumulación de propiedades se proyectó a las de las
tierras de la Araucanía, en una etapa, comienzos de la década de
1840, en que a medida que avanzaba,la ocupación de esa tierra
mapuche, aumentaban los despojos que sufrían ¡os indígenas, a
quienes los ocupantes "compraban tierras a precios ínfimos y
amparados en la engorrosa red de los procedimientos judiciales,
simulab^p contratos, captaban herencias y cometían toda clase de
abusos"3 . Entre los casos que ejemplifican estas operaciones,
Guevara cita el de las tierras de Picoltué, unas 6.000 cuadras, de
las que se apropió el guerrillero José Antonio Zúñiga quien las
vendió a Palma en $2.005, es decir a mucho menos de un peso por
cuadra. Don José Ignacio aprovechó sus tratos frecuentes con los
militares y con los propios indígenas para allanar su penetración en
la Araucanía.
La usurpación de terrenos indígenas llegó incluso a
legalizarse bajo la figura de las donaciones. Tal fue el caso de la
que le concedieron José María Quintriqueo y José Pichiquintriauco
y otros caciques y mocetones de Tucapel, con la intervención de
los capitanes de amigos Angel Méndez y Anselmo Arévalo. Todos
aquellos hicieron donación a Palma, según se expuso en escritura
notarial, por cuanto habían recibido de él beneficios y dinero, los
había ayudado a perseguir el robo de animales, y deseaban
corresponderle a la amistad y afecto con que los distinguía. La
donación consistió en un paño de terreno en la cordillera de
* Ibidem, vol. 29, fs. 192- 195v.
Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular
chilena del siglo XIX, Santiago, Edic. Sur, 1985, pp. 96 y sgtes.
Tomás Guevara, "Historia de la civilización de la Araucanía". En AUCH,
tomo CX. 1902, pp. 115-116.
141
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el sielo XIX
Nahuelbuta, sin precisión de límites, advirtiendo los donantes que
esa cesión no los hacía pobres, “ya porque tienen extensos terrenos
y bienes de qué vivir, ya porque de las tierras donadas no sacan
provecho alguno sino que más bien reciben peijuicios por esa parte
por donde se introducen españoles que les roban sus ganados, lo
que no suceder^ colocándose en ese lugar un amigo como José
Ignacio Palma” . Otro grupo de indígenas prefirió, a cambio de
$300, cederle terrenos con lo que se evitaban los engorrosos
trámites de legalización de derechos36.
Así Palma acumuló propiedades que estaban distribuidas
en un amplio espacio, que abarcaba desde los campos de Quirihue
por el norte, hasta las riberas del río Bureo en el sur en la
Araucanía, comprendiendo en total unas 20.000 cuadras
aproximadamente. Con el tiempo se vendieron algunas de estas
propiedades, lográndose en ocasiones pingües utilidades o bien
reunir fondos que demandaban otras gestiones económicas. La
hacienda de Pinihue, una de las más antiguas propiedades de la
familia, fue vendida en el año 1845 a Vicente Rioseco en la
cantidad de $5.800; en la ratificación de la compra de este predio,
a la que en páginas precedentes nos referimos, se especificó un
precio de $3.776 y 6 1/2 reales, obteniéndose por tanto una
plusvalía por sobre el 50%. La hacienda estaba gravada con dos
censos redimibles que era necesario sanear para proceder a su
venta: uno a favor de la familia de los Figueroa, los anteriores
propietarios, por $1.865, y otro a favor del convento de las
Trinitarias, por $500; ambos con un interés del 4% anual. No hubo
dificultad en trasladar estos gravámenes a la hacienda de San
Jerónimo de C^pme, en el partido de Puchacay, de la que era
dueña su madre3'. Recordemos que doña Catalina había comprado
inicialmente 85 cuadras en Chome; posteriormente hizo nuevas
adquisiciones en esas tierras, hasta conformar una propiedad de
1.200 cuadras38.
Parte de la hacienda del Tablón, 1.000 cuadras, fueron
vendidas en $1.500 en el año 1849 . Si tenemos en cuenta que
por toda la hacienda, de 3.000 cuadras, había pagado Palma seis
años antes $7.000, evidentemente resulta un menoscabo. Sin
embargo, hay que advertir que al momento de la compra no tuvo
ANC, vol. 44, fs. 23-24v, 4o índice.
* Ibidem, fs. 32-33v, 4o índice.
’ Ibidem, vol. 33, fs. 331-337.
Ibidem, vol. 20. fs. 187-193, 2o índice.
59 Ibidem, vol. 40, fs. 264-265v.
142
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
que entregar ese total, ya que ella fue hecha en las siguientes
condiciones: $1.000 al mes de la entrega del fundo; $3.867 y 5
reales a los doce meses, con un interés del 10% anual; y los $2.332
y 3 reales restantes quedaron reconocidos en un censo redimible
del 6% anual a favor de la Tesorería principal de Concepción, es
decir 1^ recaudadora fiscal había facilitado ese dinero para la
compra40*
. Es posible que Palma haya optado en esta venta por
conseguir dinero en efectivo en momentos en que estaba empeñado
en otras empresas: la formación de una compañía para ir a sacar
oro a California, de otra compañía para la venta de productos de la
zona de Concepción en Copiapó, las compras en verde o en yerba
de cosechas de trigo y la adquisición del molino de Puchacay. Por
ese tiempo vendió en $800 la hacienda Juan Chico, en el partjdo de
Puchacay, que obtuvo como parte de la herencia de su madre 1.
En la venta de las haciendas del Manzano y Pantanillos,
efectuada conjuntamente algunos años antes, no puede
determinarse si hubo ganancias, ya que sólo quedó registrada la
cancelación desuna parte, $3.000, dada a cuenta del valor total de
ambos fundos 2. Sí se obtuvo una ganancia considerable en la
venta de Picoltué, aunque ésta se hizo por las sucesiones suya y de
su hermano, después del fallecimiento de ambos. Esa propiedad,
que él compró en $2.005, llegó a estimarse en $37.127,25 por las
viudas al hacer la liquidación y partición de los bienes, y aunque
sólo se vendió en $26.000, a Rafael Sotomayor en 1856, se había
conseguido una cuantiosa plusvalía43 .
Otras propiedades fueron cedidas en arriendo. Así ocurrió
con la hacienda Taiguén, que fue arrendada a Hermógenes
Urbistondo por un canon de $2.000 anuales y por el plazo de seis
años. El arriendo resultaba bastante provechoso, puesto que el
valor total de la hacienda, estipulado en algunas hipotecas, era de
$12.000. Así durante el período del arriendo los propietarios
recuperaban el valor total del fundo y conservaban su propiedad.
Se incluía en ese arriendo la mitad del trigo que se cosechara
durante el año inicial del alquiler, y se reservaba a Palma el
derecho a plantar 200 mil plantas de viña, comprometiéndose a su
vez el arrendatario a dejar en el fundo 130 mil plantas aparte de las
existentes . Estas condiciones muestran que a pesar del apogeo
AJC, vol. 86, pza. 11.
ANC, vol. 40, fs. 235-236v.
Ibidem, vol. 34, fs. 88v-9O.
ANV, vol. 109, fs. 642-645v.
7 de julio 1852, ANC, vol. 47, fs. 237v-238v.
i
143
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
triguero, la viticultura no había dejado de ser importante en la
agricultura regional.
Don José Ignacio dispuso, además, de la hacienda de
Coronel, perteneciente a su suegro, que él administraba. Arrendó,
asimismo, durante muchos años y hasta su muerte la isla Santa
María, en el golfo de Arauco, de propiedad municipal y dedicada
principalmente a la crianza de ganado. En el arriendo de la isla le
había precedido su hermano, quien al rematar dicho arriendo en el
año 1833, solicitó autorización para abastecer a las embarcaciones
balleneras que tocasen en sus costas 5. En un comienzo la
Municipalidad aceptó esta solicitud, estimándola útil para
incentivar la agricultura en la isla. "Con el producto de estas bellas
producciones, -expresaba el parecer del Cabildo- los empresarios
podrán formar una regular fortuna, con la cual harán la felicidad de
sus familias, y serán útiles a su país, cuyo objeto es muy laudable
por el estado en que han quedado todos los habitantes de esta
provincia por los funestos resultados de la pasada guerra”. Sin
embargo, en definitiva el gobierno determinó que la autorización
no procedía, por ser contraria a las disposiciones que trataban de
impedir el contrabando 6. No estamos seguros si los Palma se
atuvieron estrictamente a las limitaciones legales; en todo caso el
arriendo de la isla debió ser lucrativo, puesto que, como
indicamos, José Ignacio Palma lo mantuvo permanentemente. El
último remate lo hizo en 1849, por cinco años y por un canon total
de $1.625, pagando $325 en cada año; fue afianzado en esta
ocasión por su hermana María Antonia, ya viuda45
47. Una muestra
46
más del respaldo familiar con que se contaba para las operaciones
económicas.
Entre otras tierras que arrendó, estuvo la hacienda San
Antonio del Tambillo, en la subdelegación de Nacimiento, por un
canon de $600 anuales y por el plazo de nueve años, incluyéndose
ganados, viñas y un molino, con el compromiso del arrendatario de
45 Petición que no era en absoluto desmedida, ya que desde la época colonial la
isla servía a las naves balleneras, que encontraban en ella abrigo, agua y
provisiones. Véase Benjamín Vicuña Mackenna, La guerra a muerte, Obras
Completas, vol. XV, Universidad de Chile, 1940, pp. 315-316. Pormenores
sobre la importancia de la isla en el comercio ballenero y lobero, proporciona
Eugenio Pereira Salas en Los primeros contactos entre Chile y los Estados
Unidos. 1778-1809, Santiago, Edil. A. Bello, 1971, pp. 61, 78-81, 105-106, 143,
146, 181, 183, 188-191, 203, 241, 257, 277-279 y 286.
46 Expediente en AMH, vol. 142.
47 ANC, vol. 40, fs. 404v-406.
144
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
poner 10.000 plantas de viña nuevas . Reitera este arriendo la
vigencia del rubro vitivinícola.
En el registro de propiedades agrícolas formado para
efecto del cobro del catastro en 1852, aparecen los siguientes
predios pertenecientes a los Palma:
DEPARTA- MENTO,
,
, DUEÑOS ’ ' •
>.
1 •»
. «•»
’■ ¡„.
<
FUNDOS
u-,
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*
4
J.
z
« .♦
.
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H
,
VALOR DEL'
•“arriendó '
»
Itala
J. Salvador Palma
Pulitre-Taiguén
$500
La Laja
J. Salvador Palma
Bureo
$250
Puchacay
J. Ignacio Palma
Tapihue
$ 37
Puchacay
Catalina Barriga
Choree
$150
Puchacay
Catalina Barriga
San Juan
$300
Puchacay
J. Ignacio Palma
Provoqui
$150
Puchacay
M. Antonia Palma
Robles
$200
Lautaro
J. Ignacio Palma
Coronel
$500
Lautaro
J. Ignacio Palma
Coelemu
J. Ignacio Palma
Antilgui
Guariligüe
$133
$300
Coelemu
J. Salvador Palma
Juan Chico
$ 50
(*) Valor efectivo o estimado49 .
Se aprecia que las propiedades aparecen indistintamente a
nombre de uno u otro hermano. Están asimismo las que
pertenecían a la madre, Catalina Barriga, y a una hermana, María
Antonia Palma. En cuanto a su ubicación, se concentran
principalmente en el departamento de Puchacay. José Ignacio
Palma figura como titular de la hacienda de Coronel, que él
administraba, pero cuyo propietario era en realidad su suegro y,
muerto éste, su testamentaría. Las tierras registradas con el nombre
de Bureo, las identificamos con la hacienda Picoltué inmediata al
río de ese nombre. En tanto que Guariligüe debe corresponder a la
hacienda del Tablón, ya que ésta estaba ubicada en
área
denominada Guariligüe en el departamento de Coelemu . La
Ibidem, vol. 47, fs. 251-253v.
Registro del Catastro formado en 1852. Agradecemos al prof. Julio Retamal
Avila, quien nos facilitó una copia de este documento.
En la nómina se registra bajo el título de Tablón una propiedad de menor
valor, $ 50 valor del arriendo efectivo o estimado, que puede corresponder
a las mil cuadras vendidas de esa hacienda, aunque no aparece como
propietario quien hizo la compra en 1849, José María Palma, sino Matías
Navarro.
145
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
hacienda del Tablón seguía perteneciendo a los Palma, puesto que
está incluida en |ys bienes a repartirse entre las testamentarias de
ambos hermanos'1. Se omiten los terrenos carboníferos que fueron
adquiridos, así como otros ubicados al interior de la Araucanía; de
estos últimos sólo se registran las tierras de Picoltué, bajo el título
de Bureo, y el potrero Antilgüi o Antilgüecito, en laJurisdicción
de Arauco, comprado a la viuda Nieve Uribe en $5005 . Tampoco
aparece la hacienda de Tumbes en Talcahu^o, que consta que fue
vendida por las testamentarias de los Palma53.
En 1855, ya fallecidos don José Salvador y cton José
Ignacio, se formó un nuevo padrón de los fundos rústicos54. En él
se registró como propiedad de las sucesiones la isla Quiriquina,
con una renta anual estimada en $200. En el catastro de 1852 esta
isla fue inscrita a nombre de doña Javiera Villar. Se incluyó
también en el nuevo registro entre las propiedades de las
testamentarias, un fundo denominado Puchacay que suponemos
corresponde al molino de ese nombre y los terrenos adyacentes.
Las tierras en ese departamento de Puchacay pasaron a la
propiedad de otros parientes. Así la hacienda San Juan de la
Quebrada, de la pertenencia de Catalina Barriga en el padrón
anterior, pasó al dominio del licenciado Domingo Ocampo, yerno
de la señora Barriga, elevándose su renta estimada de $300 a $450,
es decir en un 50%. Pasaron a María Antonia Palma, la hacienda
San Jerónimo de Chome, con un incremento en su renta de $150 a
$350, más que duplicándose de este modo su valor, y la hacienda
Provoqui que sólo subió su renta estimada de $150 a $160.
Remate de diezmos
Los hacendados solían subastar el cobro de los diezmos,
como lo hizo Palma quien, ya lo señalamos, remató los de la
doctrina de Rere. Asimismo los de la doctrina de Perquilauquén,
en $3.620, en el año 1841; la madre fue la fiadora, tal como lo había
sido en la subasta de los de Rere. En esta ocasión doña Catalina
ofreció para la seguridad del pago por parte del diezmero, la
hacienda de San Juan de la Quebrada, en Curapalihue, de 700
Cfr. infra, pp. 42-43
* 18 de marzo de 1842, ANC, vol. 26, fs. 4v-5v.
Cfr. infra, p. 28
Estado que manifiesta la renta agrícola de los fundos rústicos para deducir
el impuesto anual establecido en sustitución del diezmo por la ley de 25 de
octubre de 1853, Valparaíso, Imprenta del Diario, 1855.
146
I^eonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
cuadras, con 80.000 plantas de viña frutales y una bodega de tres
naves; 1.000 cuadras de la hacienda de San Jerónimo de Chome,
situada a continuación de la anterior; y la de ^rovoqui de 200
cuadras y con más de 50.000 plantas de viña5'. Al renovar el
remate de los diezmos de Perquilauquén, dos años más tarde, lo
hizo por una cantidad de $7.340, es decir por algo más del doble
del remate inicial, lo que es indicativo del incremento del valor de
las tierras. En esta oportunidad a la fianza de su madre se sumó la
de su cuñado Domingo Ocampo, quien comprometió los siguientes
bienes de su propiedad: un potrero nombrado Compuy, del que no
se especifica ubicación ni extensión; 800 cuadras en el título de los
Béjar^, una casa en Concepción y otra propiedad en Chiguayante*
56*. No es necesario insistir en el carácter familiar que tenían
las negociaciones, más aún si tenemos en cuenta que al rematar los
diezmos de otra doctrina, la de la Florida, en $5.235, contó con la
fianza de Rosario Serrano, su suegra, que comprometió una chacra
a la entrada del puerto de Talcahuano, dos sitios en el mismo
puerto5y 300 y más cuadras en Tumbes, valoradas en $1O por
cuadra5 . Asimismo su suegra lo afianzó en el remate de los diez­
mos de Talcahuano, aunque no se especificaron bienes, por ser de
poco monto el valor de los de esta doctrina' .
Por su parte, José Salvador Palma fue diezmero de las
doctrinas de la Florida y Ranquil y en fecha temprana, 1821,
remató el impuesto de licores, que se pagaba por la introducción
de los caldos d^ Rere, Puchacay, Coelemu y Ranquil, en la ciudad
de Concepción59. En estas gestiones también actuaron en común
los hermanos; así el pago correspondiente a la doctrina de Ranquil,
que subastó José Salvador en 1821, fue hecho dos años después por
José Ignacio60.
Las ventajas que ofrecía el remate de los diezmos, quedan
de manifiesto si consideramos que este ramo constituyó por
muchos años el principal ingreso de la Tesorería de Concepción;
"... no se cuenta con más entrada, fuera de los diezmos, que la muy
escasa y eventual de los derechos de aduana", expuso un
55
56
57
58
59
60
ANC. vol. 25. fs. 60-62.
Ibidem, fs. 16v-18.
Ibidem, vol. 32, fs. 32-35.
Ibidem, fs. 83-84v.
Ibidem, vol. 12, fs. 170v-172.
Ibidem, fs. I88v-I92v, 3". índice.
147
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
intendente61*
. Los provechos de los diezmeros, en particular en la
provincia de Concepción, han sido referidos por Salazar, quien
destaca que "el subastador podía aumentar sus ganancias sin
aumentar necesariamente el monto de las posturas ganadoras, es
decir, sin incrementar en igual proporción los ingresos tributarios
del tesoro público. Para ello, bastaba con expoliar de los
contribuyentes algo más de lo permitido, y declarar algo menos
que los valores realmente recaudados. Esto último tenía, además,
la ventaja de desalentar la participación de nuevos competidores en
la subasta”” .
Comercio del trigo
Tanto o más importante que la producción realizada en las
propiedades de los hacendados, era la que éstos captaban de
pequeños o medianos productores independientes, bajo diversas
formas, entre las cuales una de las más usuales eran las comprasen
verde, que signaron el carácter mercantil de los terratenientes63.
Este file uno de los negocios más frecuentes de José Ignacio
Palma, como lo atestiguan las numerosas escrituras notariales que
registran operaciones de este tipo. Es seguro que un número
mucho mayor de estas transacciones con los pequeños y medianos
productores se llevaron a efecto sólo de palabra, pues, como se
percatara Gay, los contratos privados para compras futuras de
cosechas estaban muy difundidos^.
Estos productores a veces no podían cumplir con sus
compromisos, a causa de malas cosechas o por otras
circunstancias, quedando expuestos a las demandas judiciales. Así
le ocurrió a Juan Manuel Palacios, de Chillán, contra quien
protesto en 1828 José Salvador Palma, por no haber cumplido con
la entrega de unas fanegas de trigo, protesta que fue reiterada por
61 Oficio del intendente José Antonio Alemparte dirigido al Ministro de
Hacienda, 4 de septiembre de 1833, AMH, vol. 142.
“ OP. cit., p. 107.
En relación a las compras en verde, expresa Arnold J Bauer que "en el Chile
rural, el crédito constituyó con mucho mayor frecuencia un mecanismo que
permitía a los terratenientes mantener el control de la producción local, y
apropiarse de una parte del ingreso de los pequeños propietarios y
medieros". La sociedad rural chilena. Desde la conquista española a
nuestros días* Santiago, Edil. Andrés Bello, 1994. p. 126.
Cit. por Bauer, op. cit., p. 140, nota 26.
148
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
don José Ignacio, qu^en además otorgó poder para que se le
siguiera causa judicial65.
Un contrato representativo de compra en verde, fue el
subscrito con Manuel García, vecino del departamento de
Coelemu, quien previo pago se comprometió a entregarle 400
fanegas de trigo durante el mes de abril de 1847 y otras 300 en el
mismo mes del año siguiente, puesta^ una y otra partidas en
molinos de Penco, Lirquén o Tomé66. Así este productor de
Coelemu quedaba comprometido por dos años.
Al surgir la demanda de harinas de California, e
incrementarse por tanto las necesidades de trigo, aumentaron las
compras en yerba. A esta etapa corresponde la que hizo a Juan José
Herrera, de Rere; éste debía entregarle 1.200 fanegas puestas en el
molino de Landa (Penco), "en todo el mes de abril del año entrante
de 1850, con la prevención de que en caso de falta, Herrera se
obliga a responder por el mejor precio que tenga hasta esa fecha el
trigo, abonando desde entonces el interés de 1 1/4 % mensual".
Para mayor seguridad el deudor hipotecó su hacienda
Quenquebueno de 350 cuadras67. Los cónyuges José Matías López
y Dionisia Vergara de Nacimiento, reconocieron una deuda de
$1.663 y fracción, comprometiéndose a pagarla en el plazo de un
año, con un interés del 1% mensual e hipoteca de más de 46
cuadras que les correspondían en el distrito de Culenco. El pago
debía hacerse en trigos, al valor de 10 reales por fanega; cebada, a
8 reales; lana blanca a $4 el quintal y lana negra a $3 y 2 reales por
quintal; todg ello puesto en la bodega que tenía Palma en
Concepción68. De manera que no era sólo trigo lo que captaba de
los productores agrícolas. Otra compra en verde que quedó
registrada fue la que hizo a Magdalena Aguayo y a su esposo
Pedro Rojas, labradores de Primera Agua de los Aguayos, en
Puchacay, a quienes adelantó el valor de 62 fanegas de trigo para
ser entregadas en marzo de 1853 en molinos de Tomé, Lirquén o
Penco; los esposos hipotecaron 16 cuadras con 4.500 plantas de
viña69.
Los numerosos contratos de este tipo que realizó
involucraban a productores de Chillán, Quirihue, ¡tata, Coelemu,
Pemuco, Penco, Puchacay, Rere y Nacimiento.*
15
ANC, vol. 16, fs. 92 y v, 3er. índice y ANCH, vol. 11, fs. 16.
15 de abril de 1846, ANC, vol. 35, fs. I79v-181.
Ibidem, vol. 48, fs. 59-60.
Ibidem, vol. 5, fs. 270 y vol. 40, fs. 279v-281.
2 de abril de 1852, Ibidem, vol. 48, fs. 59-60.
149
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
De igual modo efectuó otros con bodegueros y
comerciantes. José Gaspar Nogueira se comprometió por contrato
firmado en el mes de enero de 1851, a cancelarle $6.499 en trigos
de la cosecha de ese año, al mayor precio que alcanzara en la plaza,
no excediendo de 26 reales la fanega, vale decir $3 y fracción, con
la opción de poder pagarlos en dinero efectivo; hipotecó la bodega
que tenía en Tomé™. El compromiso se derivó de una deuda que
tenía el bodeguero a favor de Palma. José Santos Saavedra
reconoció una deuda por 200 fanegas de trigo blanco de buena
calidad puestas en la bodega de don José Ignacio en Concepción,
declarando “que esta venta la hace como comerciante, ny como
labrador, pues su ocupación es lo primero y no lo segundo”7 .
Otra forma de comercialización del trigo era a través de la
formación de compañías con los productores. Representativa de
este tipo de contrato es la compañía que formalizó con Juan José
Estuardo, para producir trigo en Portezuelo, Quirihue. El productor
era labrador de las cercanías de la hacienda Taiguén, o bien
inquilino de esta hacienda. Para el funcionamiento de la sociedad
Palma consiguió un préstamo de Bernardo Vergara, propietario
terrateniente y uno de los principales financistas regionales, dados
los numerosos mutuos a su favor que se registran en las escrituras
notariales. El préstamo fue por $2.400, con interés de 1 1/4%
mensual, debiendo quedar amortizada la deuda, de la que eran
responsables ambos socios, en el plazo de trece meses72 . La
modalidad de la compañía resultaba muy lucrativa, a juzgar por las
cuentas que se hicieron al disolverse la sociedad después de
fallecido Palma. En la liquidación el productor reconoció deber
$14.000, tanto por concepto de utilidades como por saldo en cuenta
por dinero y trigos, suma que se comprometió? a cancelar en el
plazo de dos años con un interés de 1 % mensual73. El acuerdo fue
subscrito por las dos testamentarias, lo que reitera que gestiones de
todo tipo eran asumidas conjuntamente por los hermanos.
Fue también socio de Palma, en otra compañía de este
tipo, Tiburcio Sánchez que, si no se trata de un alcance de nombre,
había sido aquel lenguaraz al servicio de las tropas y montoneras
realistas, citado en varias oportunidades por Vicuña Mackenna en
La guerra a muerte. Sánchez aparece en el Catastro de 1852 como
dueño de los fundos Rarinao, Santa Cruz y San Carlos en el70
70
“
2
3
Ibidem, vol. 45, 25v-26v, 2° índice y ANT, vol. 7, fs. 1 y v.
ANC. vol. 47. fs. 229V-231.
7 de marzo de 1851, Ibidem, vol. 46, fs. 56v-57.
Ibidem, vol. 49, fs. 2O2v-206.
150
Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
departamento de La Laja. De modo que estas sociedades no se
formaban sólo con pequeños labradores o inquilinos. La compañía
de mayor envergadura formada con un hacendado, fue la que hizo
Palma con Ignacio Zañartu. Al liquidarse resultó un saldo de
$35.000 a favor de don José Ignacio, de que se hizo responsable
Mariano Ramón Zañartu, hermano del deudor, hipotecando para la
seguridad del pago 800 cuadras de llano en su hacienda de Cato,
en el departamento de Chillán; 5.000 cuadras de montañas y
cordilleras, situadas junto a esa hacienda; la estancia Colton con
160 cuadras y la de Cocharca con 500 cuadras; todo lo cual era
valorizado en la suma adeudada, para cuyo cijyjpli miento se daban
dos años de plazos, con interés del 10% anual74.
La mayor parte del trigo era absorbido por las compañías
molineras establecidas en la zona, conformadas por empresarios
principalmente extranjeros. A veces surgían problemas derivados
del precio; así le ocurrió a Palma con la firma de Tomás Tasthon
Smith y Cia., propietaria del molino de Lirquén. Habían
formalizado un contrato de venta de trigos, en el que se estipuló
un precio de 14 reales por fanega, con la condición de que si el
vendedor con previo aviso declaraba que ese precio no le resultaba
conveniente, Smith devolvería “en vales los trigos que hubiese
tomado hasta entonces ... esto es, si no quisiese comprarlos por los
precios a que Palma pueda venderlos a otro”. El vendedor
comunicó que el precio de 14 reales no le era favorable, por lo que
propuso un valor mayor, de acuerdo al estado de la plaza. Sin
embargo la firma compradora se negó a pagar más de 15 reales por
fanega, lo que movió^ Palma a formalizar una protesta, cuyo
destino no conocemos 75.
Molinos
Resultaba pues conveniente no limitarse a las funciones de
productor y de intermediario. Había que procurar la formación de
empresas molineras propias. Algunos hacendados pudieron
hacerlo, asociándose con extranjeros, con otros empresarios
criollos, o bien estableciendo empresas familiares. José Ignacio
Palma estuvo entre aquellos que lograron llegar a ser molineros de
importancia.
74 Ibidem. vol. 47. fs. 290-291.
75 Ibidem, vol. 28, fs. 91v-94.
151
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Primero se asoció con José Woodhams, con el propósito
de instalar un molino de pan en Puchacay; el capital era de
$40.000, de los cuales el empresario criollo aportó $32.000 y su
socio foráneo $8.000; este último se encargaría de la adminis­
tración del molino y asumiría las funciones técnicas de primer
molinero, trabajo oor el que la sociedad le debía abonar un sueldo
de $1.500 anuales
Pero la sociedad con Woodhams prácticamente no se
concretó, porque se presentó la oportunidad de comprar a Enrique
Burdon el molino de Puchacay, uno de los molinos con el que se
inició el despegue de la molinería regional en la década de los años
30 del siglo pasado. No es posible determinar cuales fueron los
motivos que decidieron al socio principal (el otro era Guillermo
Miller, su yerno), a vender el molino, en la época del auge
molinero. Razones de salud deben haber influido en parte
importante; afectado por una enfermedad que lo aquejaba desde
hacía algún tiempo, en 1849 (el mismo año de la venta del
molino), Burdon falleció en Valparaíso, lo que hace presumir que
la familia, posiblemente a raíz de la enfermedad del padre, había
iniciado el regreso hacia ese puerto, lugar inicial de su residencia
en el país. Por otra parte, el empresario inglés había tenido que
recurrir a sucesivas hipotecas del molino, para garantizar deudas
con la casa de Alsop y Cía. y con otros acreedores. Pero las
condiciones de la venta que hizo a Palma no permitían contar con
dinero líquido de inmediato. En efecto, se estableció un precio de
$60.000 a pagarse en la siguiente forma: el comprador debía firmar
pagarés a la orden de Burdon por $25.000 cobrables en doce meses
desde la fecha en que se le hiciera entrega del molino; los $35.000
restantes los pagaría en cinco años, desde esa misma fecha,
abonando un interés de 8% anual cumplido cada año. Se
especificaba que no se incluía en la venta los trigos comprados y
las harinas elaboradas durante el año 1848; sí las carretas que se
habían adquirido en Estados Unidos para el uso del molino. A fin
de garantizar la operación se hipotecó el propio molino y la
hacienda de Taiguén; y para que el valor total de este fundo
quedara afecto, firmaron también la escritura su hermana María
Antonia y su cuñado Domingo Ocampo, quien lo hizo por la parte
que correspondiera a sus hijos, ya que había enviudado de
Encamación Palma. Firma asimismo José Salvador, en calidad de
mancomún et In solidum, vale decir como socio en igualdad de
76 19 de junio de 1848, Ibidem, vol. 37, fs. 84-85v.
152
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
condiciones con su hermano77*. No se trataba pues de un negocio
individual sino de una empresa en sociedad de los dos hermanos
Palma, que contaba, además, con respaldo familiar. Años más
tarde, cuando las sucesiones de José Salvador y de José Ignacio
procedieron a la repartición de los bienes dejados, el molino de
Puchacay, correspondió a la viuda de José Salvador, doña Juana
Izcué, y a sus hijos. Fue el yerno de la señora Izcué, Miguel
Ignacio Collao, quien concurrió a la cancelación del saldo del valor
que aún quedaba sin ser cubierto en el año 1865, más de quince
años después de efectuada la adquisición /8.
Con la compra del molino de Puchacay, los Palma se
incorporaron al grupo de los empresarios del ramo más
importantes y, como tales, con la firma de José Ignacio, formaron
parte de la asociación de molineros que se formó con el propósito
de controlar las compras de trigo que hacían los molineros y la
producción y exportaciones de harinas, en los momentos de auge
de la demanda de California. La posición de molinero relevante se
consolidó con la compra de la mitad del molino California de
Tomé, hecha a José Francisco Urrejola. El precio que pagó no está
especificado en la escritura correspondiente; puede estimarse en
$35.000, que fue el valor que fijo la asociación de molineros a
dicha mitad, asignándole una producción de 68 sacos diarios.
Urrejola y Palma formaron una compañía, en la que el primero
asumía como socio administrador para hacer las compras y ventas
de trigos y harinas, pero las utilidades se distribuían en iguales
partes entre los socios79.
Así pues Palma participó en dos de las empresas molineras
más importantes de la región, aunque su incorporación a la del
molino California la hizo pocos meses antes de su fallecimiento en
el año 1853.
Otras gestiones
De modo que Palma fue terrateniente, arrendatario de
tierras, subastador de diezmos, comerciante de trigos y de otros
productos agrícolas, exportador y molinero. Pero sus gestiones
eran aún más variadas.
Como es sabido, la extracción de carbón de piedra se
realizó en Talcahuano y otros puntos de la bahía de Concepción,
” Ibidem, vol. 40, fs. 139-145.
Ibidem, inscripción al margen.
” Ibidem, vol. 44, fs. I4-I5v, 20v-22 y 151v-154v, 4o índice.
153
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
antes de que esta actividad minera se desarrollara en el área costera
al sur de la provincia de Concepción y en la provincia de Arauco.
La introducción de la navegación a vapor, a comienzos de la
década de 1840, fue un acicate importante para la producción
carbonífera. Palma, en calidad de apoderado de su suegro, el
general Rivera, propietario de minas de carbón en el cerro El
Morro de Talcahuano, celebró convenio con Guillermo
Wheelright, el fundador de la compañía de vapores, en virtud del
cual le cedió la explotación de esas minas, por un plazo de cinco
años, incluyendo el lugar que se necesitara para la construcción de
un muelle destinado al embarque del carbón; Wheelright, por su
parte, se comprometió a pagar 4 reales por cada tonelada de carbón
útil que se sacara80. Después de la muerte del general siguió a
cargo de los contratos con la compañía de vapores; así lo corrobora
un poder extendido por su suegra, que tuvimos ocasión de citar en
páginas anteriores81. En el año 1846 autorizó a Ramón Ocampo, de
Valparaíso, para que transara de manera privada o judicial un
asunto que tenía pendiente con Wheelright, a consecuencia de dos
contratos que se hicieron para trabajar aquellas minas 8 .
Por entonces, ya declinaban las extracciones carboníferas
en la bahía de Concepción. Luego se centraría la minería del
carbón en la costa sur de la provincia. Palma alcanzó a participar
en las explotaciones que se iniciaron en el área de Coronel, como
lo referiremos más adelante.
La comercialización del aceite de ballena beneficiado en
la isla Quiriquina, fue otro de los negocios a que dedicó su
atención el empresario penquista. Ese aceite era enviado a Juan
Clerc para su venta en Valparaíso. En poder otorgado al ya citado
Ramón Ocampo, hermano de su cuñado Domingo, lo facultaba
para que cobrara al comerciante porteño, varias partidas de ese
producto que no había cancelado83.
Estableció una conexión mercantil con el norte minero, al
formar una compañía de comercio con Domingo Ocampo, su
hermano Ramón, y con Francisco Antonio Ocampo, vecino de
Copiapó y seguramente pariente de los anteriores. La sociedad giró
bajo la razón social de Palma, Ocampo y Cía. y tenía el objetivo de
vender productos de la región de Concepción en el área de
Copiapó; el capital de $12.000 lo aportaban los socios en iguales
80
1
82
83
24 de marzo de 1841, Ibidem, vol. 24, fs. 45v-47, 2o índice.
Cfr. supra, pp. 4-5, nota 12.
ANC, vol. 35, fs. 307v-308.
20 de octubre de 1843, Ibidem . vol. 28, fs. 319 - 320.
154
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
partes. Dado que el centro mercantil era Valparaíso, se estipuló
que el producto de las ventas se remesaría en letras a la orden del
socio residente en esa plaza, Ramón Ocampo. Las expectativas de
los socios no eran pocas, ya que de acuerdo a una de las cláusulas
de la escritura de formación, ellos se proponían comprar un buque
para procurar el mejor funcionamiento de la empresa y, además,
establecerían una tropa de carretas entre el puerto de Caldera y la
ciudad vecina (15 de febrero de 1849). Sin embargo, los resultados
parecen no haber respondido del todo a las expectativas de los
socios, aunque la compañía se mantuvo hasta después del
fallecimiento de Palma. En la disolución representó a su
testamentaria Comelio Saavedra, esposo de su cuñada Dorotea
Rivera, mientras que Mardoqueo Navarro representó a la de su
hermano, lo que evidencia una vez más la participación conjunta
de don José Ignacio y don José Salvador en toda clase de negocios.
Las dificultades afectaron principalmente al socio Francisco
Antonio Ocampo, quien era deudor, a nombre de la compañía, de
varios acreedores de Valparaíso, “por consecuencia del quebranto
sufrido en sus negocios ofreciendo cancelar esas deudas en ocho y
catorce meses sin intereses”. No hubo saldo a favor de este socio al
procederse a la liquidación de la sociedad, en cambio sí había un
remanente de $10.333,75, de los cuales $4.000 se asignaron a
Domingo Ocampo y $6.333,75 a los Palma. En pago de este valor
se cedió a las testamentarias la mitad de una propiedad inmueble y
dos sitios en el puerto de Caldera
El contacto con el norte impulsó a José Ignacio Palma a
interesarse en las explotaciones de plata que, junto con las de
cobre, cimentaron en gran parte la economía nacional durante la
centuria pasada. Allí tuvo dos barras, o acciones de minas, una en
la de Margarita, en el mineral de Tres Puntas, y otra en la
Valenciana, en el de Chañarcillo. En el reparto de bienes de las
testamentarias estas barras correspondieron a la de don José
El año 1849 fue de intensa actividad para nuestro
empresario: ese año compró el molino de Puchacay, intensificó las
compras en verde e inició nuevos negocios como fue el caso de la
compañía que operó en Copiapó. El mismo año, con otros
empresarios locales, Juan Alemparte, Olof Liljevalch y Manuel
Serrano, formaron una compañía para extraer oro en California.
84 Ibidem, vol. 40, fs. 21-23 y vol. 49, fs. 136v-139v.
85 ANV, vol. 109, fs. 642-645v.
155
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Con este propósito engancharon a unos cuarenta trabajadores y a
algunas mujeres que cumplirían l|s funciones de lavanderas,
cocineras y otras labores domésticas80.
Las deserciones de los trabajadores hicieron fracasar a la
compañía, lográndose sólo obtener poco más de 1.000 onzas de
oro y la adquisición de un terreno en el pueblo de San José de
California. El epílogo de esa aventura para los Palma -en este
asunto también estuvo involucrado el hermano- fue la venta hecha
por las testamentarias a Tomás Stokes Page, comerciante de Val­
paraíso, de “las acciones que corresponden a dichas testamentarias
como empresarios en el negocio que especuló en California”.
Posiblemente esas acciones se referían a los derechos sobre el
terreno comprad^ en San José. La venta se hizo por $1.000 pagados
en una libranza 8 .
En los negocios con el exterior, recordemos que José
Salvador Palma, durante su estadía en el Perú había formado una
compañía de comercio con Pedro González Candamo. Muchos
años después José Ignacio, en representación de su hermano,
formalizó un convenio con Francisco Prado Aldunate, vecino de
Santiago, para que éste marchase a Lima con el propósito de
cancelar las cuentas que estaban pendientes con el comerciante
limeño como producto de esa sociedad. Las cantidades que
resultaran a favor quedarían por siete años en poder de Prado
Aldunate, para girar en los negocios que estimara más
convenientes, en sociedad con los Palma, y recibiendo una tercera
parte de las utilidades, o bien responsabilizándose en igual
proporción en caso de pérdidas. Tan pronto el enviado recaudara
los capitales en Lima, volvería a establecerse en Concepción por
un año al cabo del cual si no hubiesen ganancias se establecería en
otra localidad que los socios consideraran más ventajosa. Don José
Ignacio costeó los gastos que demandó la permanencia de Prado en
el país vecino, facilitándole para este efecto $1.5OO8 . La muerte de
ambos hermanos interrumpió la negociación, pero se logró que
González Candamo cancelara una suma de $20.524,44, sin contar
R6
A esta compañía a California nos hemos referido en nuestro trabajo "Orígenes
del establecimiento británico en la región de Concepción y su inserción en la
molinería del trigo y en la minería del carbón”. En Historia, vol. 28, Instituto
de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1994, p. 232.
ANC. vol. 44, fs. 30-34, 5o índice.
” Ibidem, vol. 45. fs. 230-231, 2o índice.
156
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el
sírIo
XIX
la asignación que debió pagarse a Prado Aldunate por su gcs|jón.
Ese capital fue incorporado al patrimonio de las testamentarias
Financiamiento
En uno de los numerosos informes y oficios que, en su
calidad de intendente, el general'Juan de Dios Rivera dirigió a las
autoridades superiores, con el propósito de que se ordenaran
medidas para aliviar la situación de la desgraciada provincia,
refiriéndose a la enajenación de los bienes que habían pertenecido
al clero regular, expresó que no había en la provincia quien
quisiera comprar esa clase de bienes, atribuyendo tal circunstancia
a que se exigía su pago al contado. En cambio, decía el general que
estaba “seguro que habrían interesados si la venta se hiciese a
censo redimible con absoluta libertad de redimir el principal
cuando quisiese el interesado”89
90. La proposición de Rivera, que
desconocemos si en definitiva fue aceptada, implicaba establecer
un mecanismo de crédito para quienes quisieran adquirir
propiedades de los regulares. No fue ese el interés de los Palma,
pero en las compras de tierras que hicieron, se incluyeron algunas
en las que se reconocía el gravamen de censos, con lo que una
parte importante del valor no tenía que ser entregada al momento
de la compra. Así ocurrió en el caso de la hacienda de Pinihue, que
reconocía dos censos cuya suma representaba más del 60% del
valor de la transacción. Las compras a plazo eran otra suerte de
crédito: en la del Manzano se le concedieron hasta tres años y no
tenía la obligación de entregar alguna cantidad al contado; en la del
Tablón debió pagar un 14% ($1.000) del valor total ($7.000), al
mes de recibirse del predio. En fin, las compras a bajo precio, de
las que hemos dado algunos ejemplos, constituían asimismo una
forma de crédito para la acumulación de tierras y aun más
provechosa que un préstamo propiamente tal; amen de las
“donaciones” y otras operaciones hechas con propietarios
indígenas.
A la compra a plazo también recurrió Palma con motivo
de la adquisición del molino de Puchacay, por el que no pagó
suma alguna al formalizarse la operación. El primer pago que
debía hacerse al año de recibido el molino era equivalente a poco
89 ANV, vol. 109, fs. 642-645v.
90 20 de enero de 1828. AMII. vol. 98.
157
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
más del 40% del valor total, quedándole cinco años para enterar el
60% restante9’.
En cuanto a los créditos en efectivo, una de las fuentes de
financiamiento a las que más se recurrió en la región fueron los
fondos fiscales que administraba la Tesorería de Concepción. Esta
caja siempre exhausta desde los inicios de las campañas de la
Independencia, pareció recuperarse hacia los mediados de la
década de 1830 y aún dispuso de algunos excedentes para
facilitarlos en préstamo a particulares. Quien primero recurrió a
ella fiie José Salvador Palma, en el año 1834. Actuando de
mancomún con su esposa Juana Izcué, y con la fianza de su madre,
solicitó una cantidad de dinero de los fondos asignados al Instituto
Literario de la ciudad, establecimiento de enseñanza fundado en
1824. El solicitante expuso que más que un provecho para él, la
operación era ventajosa para la institución que se quería favorecer:
“deseando vivamente cooperar de algún modo al fomento de uno
de los establecimientos de utilidad pública, cuyo deseo no puede
tener efecto por falta de medios en la actualidad; y sabiendo por
los estados publicados que la Tesorería recaudadora de fondos
provinciales tiene algunos excedentes a sus gastos, que podrían
mientras se necesitan producir algún interés, si se cree
conveniente, podría tomar la cantidad de $1.500, por el término de
seis meses, o más tiempo si así conviniese a los intereses mutuos,
con tal de que pasando el término indicado me sea un mes antes
avisada la necesidad de su reintegro”. El tesorero Domingo
Binimelis, si bien reconocía que habían fondos excedentes a los
gastos ordinarios del Instituto, puso algunas objeciones,
previniendo que habrían muchos dispuestos a recibir esos caudales
al interés del l*/i% mensual, superior al ofrecido por don José
Salvador, porcentaje que no está especificado en el acta notarial,
pero que debió ser del 1 %, valor del interés que se generalizó en
esos años. Finalmente la Tesorería, con participación del
intendente José Antonio Alemparte, resolvió prestar la cantidad
requerida en los términos solicitados, atendiendo a que era la
primera petición de ese género y a que significaba, mediante el
pago de los réditos, un aumento de los fondos del Instituto. El
crédito de instituciones fiscales tema la ventaja de su flexibilidad
en el pago del capital e intereses: en este caso la deuda se canceló
totalmente en 1867, por Miguel Ignacio Collao, el yerno de José
91 Cfr. supra, p. 20
158
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Salvador Palma; o sea a los 33 años de haberse contraído la
obligación 2.
Don José Ignacio siguió la iniciativa de su hermano,
consiguiendo de la Tesorería Provincial una suma mayor: $4.000,
por seis meses, con interés del 1% mensual y con la fianza de sus
suegros, el general Rivera y doña Rosario Serrano. Tampoco se
exigió don José Ignacio para cancelar pronto la suma obtenida.
Corridos once años desde que le fuera concedido el préstamo, sólo
había pagado $2.000 por cuenta del capital, es decir un 50% de su
valor .
A los préstamos de la Tesorería se sumaron los mutuos de
particulares. De José Quiroga recibió José Ignacio Palma en 1842
$1.700, por el plazo de seis a doce meses a voluntad del
prestatario, con un interés del 1% mensual y con la fianza de su
madre. Tal como en el caso del crédito fiscal, hubo laxitud en el
cumplimiento de esta obligación, la que fue cancelada por su
testamentaria después de once años de recibido el préstamo94.
Bernardo Vergara, concedió varios préstamos a interés a Palma,
como el que le otorgó con el objeto de financiar la compañía que
hizo don José Ignacio con Juan José Estuardo para producir trigo, a
que ya hicimos referencia95. Poco antes de su fallecimiento recibió
de Vergara $ 6.000, por el plazo de un año y con un interés del
114%, más subido que la tasa de interés usual. Para este efecto
hipotecó el molino de Puchacay, aunque pronto Vergara exoneró al
molino del gravamen. La testamentaria pago la deuda luego de la
muerte de Palma96. El obispo Diego Antonio Elizondo, fue otro
financista frecuente de los empresarios regionales. Una suma
cercana a los $6.000 facilitó el Obispo en 1849 a los hermanos
Palma y a doña Rosario Serrano, la que hipotecó las tierras que
tenía en Talcahuano. El interés fue el corriente del 1% mensual y el
plazo de dos años flexibles. La inscripción notarial de la
cancelación de la deuda la hizo Comelio Saavedra, como
representante de la testamentaria de José Ignacio Palma, en el
mismo año en que éste falleció9 .
Así las deudas se iban acumulando. Ya que el
cumplimiento de los plazos no era apremiante, parecía más
”
n
94
95
96
97
ANC. vol. 19. fs. 251V-254.
Ibidem, vol. 23, fs. 162-164, 2o índice.
Ibidem, vol. 26, fs. 4v-5v.
Cfr. supra, p. 18
ANC. vol. 48. fs. 113v-114.
Ibidem, vol. 5, fs. 264 y v.
159
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
beneficioso recurrir al crédito que a la reinversión de las utilidades
propias. La multiplicidad de gestiones hacía prever que en el
futuro no habría dificultades para satisfacer a los acreedores. Sin
embargo, los fallecimientos súbitos y sucesivos de los hermanos
Palma, José Salvador en 1852 y José Ignacio en 1853, interrum­
pieron una proyección empresarial que se encontraba en plena
vigencia, quedando ambas testamentarias con crecidas sumas por
cancelar.
Una de las formas de reunir dinero para responder, fue la
venta de bienes. Así ocurrió en el caso de la hacienda de Tumbes,
que fue vendida en $13.000 a Ricardo Lindsay, con el expreso
propósito, según señalaba la correspondiente escritura, de pagar
varias deudas de las testamentarias98. Pero no era cosa de liquidar
todo el patrimonio. Afortunadamente la vinculación que en el
último tiempo trabó José Ignacio Palma con Matías Cousiño, al
punto de que éste fue uno de los testigos al hacer Palma sus
disposiciones testamentarias en su lecho de enfermo, hizo posible
que el poderoso capitalista se hiciera cargo de las deudas,
efectuando para ello convenios con los representantes de las
testamentarias99.
Poderes y fianzas
En la trama de las relaciones empresariales los poderes
generales o especiales, conferidos estos últimos para determinados
propósitos, permitían aumentar el número de las gestiones
económicas y extender el ámbito espacial que ellas abarcaban. Las
fianzas servían para estos mismos propósitos y revelaban la
confianza mutua que se fraguaba entre los actores empresariales.
En el caso de los poderes generales, que demandaban un
grado de fiabilidad mayor, quedaban reducidos a un contorno más
cercano. La comunidad de intereses y negocios hizo que los
hermanos Palma se concedieran este tipo de poderes entre ellos,
como fue el otorgado por José Ignacio a José Salvador para que
iniciara, siguiera y concluyera, ante cualquier juzgado del país,
todos los pleitos y negocios que tuviera al presente o en lo
sucesivo; para la administración de sus bienes; para comprar y
vender a su pgmbre y otras concesiones que conformaban un poder
muy amplio . En ocasiones eran algunos empleados de confianza
” ANV, vol. 104, fs. 94-95.
9 Cfr. infra, pp. 42-43
27 de marzo de 1851, ANC. vol. 46, fs. 68v - 70.
160
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
los que recibían atribuciones de carácter general. Mardoqueo
Navarro, dependiente de don José Ignacio, fue facultado por éste
para cobrar y firmar a su nombre “todas las obligaciones,
contratos, arreglos y transacciones, como también los memoriales
que fuese conveniente presentar a las autoridades y tribunales en
pleitos u otros negocios de cualquier género”.
Los poderes especiales otorgados por José Ignacio Palma
estuvieron en función de las diversas gestiones mercantiles que
efectuaba. Como hemos visto la acumulación de tierras fue uno de
los asuntos que más le interesó y algunas de las adquisiciones las
hizo por medio de representantes. En el caso de la hacienda del
Tablón, Domingo y Ramón Ocampo gestionaron la compra ante la
firma Sewell y Patrickson de Valparaíso propietaria de ese predio,
con la que se celebró un contrato privado en ese puerto en el mes
de abril de 1843. En un juicio sobre mensura de la hacienda
promovido en ese mismo año, en el que se reconstruyeron los
diversos traspasos de que había sido objeto, Domingo Ocampo
declaró expresamente que la compra que hacía "deberá entenderse
que es a favor de José Ignacio Palma, a quien pertenecen los
fondos con que se realiza el pago de su valor"1 . En el comercio
de trigos también hubo necesidad de extender poderes derivados de
incumplimientos de compromisos: a José Miguel Yáñez le
concedió poder para que cobrara judicialmente a Remigio
Nogueira “un número de fanegas de trigo de su pertenencia que
tiene en vales de aquél en su bodega de Tomé ... y deberá exigir el
precio último que ha tenido^l trigo en fines del año pasado cuando
debió verificar la entrega”1 . Otros poderes los otorgó para cobrar
deudas y para ser representado en concursos de acreedores de
pequeños empresarios que caían en falencia.
En el afán de conseguir recursos para impulsar los
negocios, junto con su hermano y su madre, concedieron poder a
Domingo Ocampo, destinatario frecuente de los poderes conferidos
?or José Ignacio Palma, para que tomase en préstamo hasta
12.000, ofreciendo en hipoteca las haciendas de Taiguén,
Pantani^ys, San Juan de la Quebrada y San Jerónimo de
Chome1 . Los préstamos obtenidos directamente hicieron
innecesaria la intermediación del representante; pero, en todo caso,
101
102
105
,<M
18 de marzo de 1846, Ibidem, vol. 35, fs. 127v - 128v.
AJC, vol. 86, pza. ll.fs. 24v.
30 de enero de 1839, ANC, vol. 23, fs. 26 y v.
Ibidem, vol. 26, fs. 28 v -29.
161
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
el poder concedido manifiesta la predisposición a endeudarse que,
a la larga, habría de repercutir sobre las testamentarias.
Así como Palma otorgó numerosos poderes, recibió a su
vez una copiosa cantidad de ellos. Desde luego de sus parientes:
sus suegros, su hermano, su hermana María Antonia quien, al
enviudar de Juan José Daroch, lo nombró su representante en la
liquidación de cuentas de la compañía de comercio que el dj|\into
esposo tenía con Mariano Palacios, cuñado del fallecidoK‘ . El
licenciado José Manuel Rivera, hijo del general, lo facultó para
que cobrara y percibiera de la Tesorería el dinero que le
correspondía por sueldos en el tiempo que desempeñó la judicatura
de letras de la provincia; en otro poder el licenciado encargó a
Palma que participara en la formación de inventarios, tasación y
partición de los bienes dejados por doña Juana María Bustamante,
lo que nos parece indicativo del ascendiente que ganaban los
empresarios en asuntos legales de carácter económico™6. En este
mismo sentido puede citarse el poder que le dio José Manuel
Verdugo para que lo representara en la apertura del testamento de
doña Mercedes Ruiz y reclamara al albacea varias alhajas de plata
y otras cosas que le dejó donadas por testamento y de palabra;
como también para que cobrara al albacea el pago de siete años de
servicios como representante general de la difunta en los diferentes
pleitos que a su nombre había seguido sin haber percibido nada*
10 .
Los poderdantes de Palma se distribuían en una variada
gama, desde pequeños propietarios de terrenos carboníferos hasta
el propio Matías Cousiño, quien durante el año 1852 le otorgó
diversos poderes, entre ellos uno para efecto de demandar a Juan
Manuel Alemparte, como socio de la casa de Alemparte y Cía.,
que era deudora de varios pagarés que Cousiño había cancelado
por dicha compañía10 .
En cuanto a las fianzas, las más frecuentes eran las que se
concedían para el remate de diezmos y para la obtención de
créditos. Era usual que los diezmeros se afianzaran unos a otros,
hipotecando sus propiedades, puesto que todos ellos eran
propietarios terratenientes o bien dueños de medianas extensiones.
Palma no necesitó recurrir al aval de otros latifundistas porque
dentro de su mismo núcleo familiar encontraba la solvencia
necesaria para resguardar sus remates. Por su parte, sí afianzó a
105
10*
10
108
Ibidem, vol. 19, fs. 204 - 2O5v.
Ibidem, vol. 26, fs. 243 y v. y vol. 30. fs. 105 y v.
Ibidem, vol. 33, fs. 258-259.
ANV, vol. 96. fs. 649 v -650.
162
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
algunos diezmeros; tal fue el caso de José Miguel Yáñez, al
subastar ^>s diezmos de la doctrina de Colcura y luego los de Santa
Bárbara w. De igual modo garantizó numerosos créditos, tanto de
fondos públicos como de particulares. Agustín Espinoza, por
ejemplo, obtuvo con su fianza $600 de los fondos asignados al
Instituto Literario, con un interés de P/2% mensual y por un plazo
de seis meses, aunque la obligación quedó cancelada sólo cerca de
siete años más tarde, pero no por ello tuvo Palma que
responder . Quizás si para el organismo fiscal su misma
solvencia era suficiente garantía de que algún día la deuda seria
cancelada. La laxitud en el cumplimiento de las obligaciones, a
que antes nos hemos referido, se verificó también en los créditos
de los particulares en los que Palma actuó en calidad de fiador; en
uno de ellos Manuel Serrano, su tío político, junto con su esposa
Nieves Vásquez, obtuvieron $2.100 de José Quiroga, con interés
del 1% mensual y por el plazo de seis a doce meses, pero la deuda
se canceló sólo después de cuatro años de haberse contraído; los
cónyuges hipotecaron el potrero Candelaria en el departamento de
la Laja, en tai||y que no se especificaron los bienes comprometidos
por el fiador1 . En otros préstamos que garantizó sí quedaron
explicitadas las propiedades hipotecadas; así en el crédito de
$1.000 en oro o en plata dado por Bernardo Vergara a Francisco
Cruzat, hipotecó junto con su hermano José Salvador dos sitios
ubicados en la manzana del convento de San Francisco en
Concepción y la hacienda T^iguén, cuyo valor se estimó entonces
que no bajaba de $20.000
*
. Un crédito de monto mucho mayor
file el que consiguió Ignacio Zañartu del obispo Diego Antonio
Elizondo: $10.000 con interés del 1% mensual y por el plazo de un
año; para la seguridad de su pago el principal deudor y su fiador
comprometieron todos sus bienes que no se especificaron; pero
Palma no tuvo problemas derivados de esta subida deuda, ya que
se canceló oportunamente . En otros casos, no obstante la
flexibilidad que se advierte en la documentación en el pago de las
obligaciones, sí tuvo que responder él por incumplimiento de los
afianzados; así ocurrió al no pagar Joaquín de la Jara un crédito de
$2.000 que le concedió Bernardo Vergara, con interés del VA%
mensual. El deudor sólo pagó $300 por ios intereses
109
1,0
1.1
1.2
ANC. vol. 25, fs. 62-6.3v. y vol. 32, fs. 77v-79v.
Ibidem, vol. 20, fs. 35, 2o índice.
Ibidem, vol. 5, fs. 129v.
Ibidem, vol. 28. fs. 177-178v.
Ibidem. vol. 36, fs. 25-26v.
163
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
•
correspondientes a un año. Palma tuvo que saldar el capital y el
resto de los intereses, por lo cual recibió carta de lasto en la que
constaba que él había pagado, a fin de que pudiera cobrar al
afianzado. Debió proceder en la misma forma ^n otro crédito
impago del mismo Vergara a Eduardo Hernández
Otras fianzas concedidas por don José Ignacio respaldaban
a arrendatarios de tierras, a subastadores de pasajes de ríos y a
funcionarios públicos al asumir sus cargos.
Participación municipal y política
La familia de los Palma, al igual que la mayor parte de los
vecinos de las ciudades del sur del país, en la época de las luchas
independentista había sido partidaria de la causa realista. En la
provincia entera de Concepción, que en los años de la
emancipación abarcaba desde los límites de Talca a los de
Valdivia, los adeptos
Rey -afirma Vicuña Mackenna- eran
mucho más numerosos 1 . Campos Harriet en su obra de síntesis
sobre la historia de Concepción anota entre las familias realistas a
la de lo|6 Palma y a los González Palma, emparentados con
aquéllos11 . Pero las relaciones familiares que se establecían por la
vía matrimonial en el reducido núcleo penquista, limaban las
asperezas dejadas por tantos años de lucha. José Ignacio Palma,
como sabemos, fue yerno del general Juan de Dios Rivera,
distinguido en la defensa de la causa republicana, aval suficiente
para disipar cualquiera suspicacia de corte político.
Ya con anterioridad a su matrimonio, había sido elegido
regidor del Cabildo para el año 1826, cuando sólo contaba con 21
años de edad11 . Su firma no aparece muy a menudo en las actas
de las sesiones, por lo que estaba entre aquellos cabildantes a los
que la corporación tuvo que reconvenir por sus inasistencias.
Estuvo presente sí al tratarse la concesión ofrecida por Bolívar de
liberar en un 50% los derechos que debían pagar los productos de
la provincia de Concepción al internarse en el Perú, de la que ya
hemos dado cuenta11 . Si bien no están pormenorizadas las
opiniones de los concejales, no cabe duda de que Palma debió
apoyar con entusiasmo aquella concesión a la que el gobierno no
114 Ibidem, vol. 46. fs. 27 y v. y 210 y v.
La guerra a muerte, p. 45.
Op. cit, pp. 151-152.
11 Sesión del 31de diciembre de 1825, ACO, vol. 2, fs. 11.
1,8 Cfr. Supra, pp. 6-7
164
•
a
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en ct sizto Xfít
dio curso, dadas las conexiones mercantiles que él y su hermano
habían establecido con el país del norte. No es aventurado suponer
que se encontró entre aquellos que eran partidarios de proceder a
su aceptación sin mediar la consulta al gobierno . Resulta
interesante consignar el oficio dirigido por el Cabildo al Ministro
del Interior en favor de la gracia ofrecida. “Por el mérito de las
comunicaciones que a US. adjuntamos, - se expuso en ese escrito se deducen claramente las ventajas que refluirían en beneficio de
esta acreedora provincia, cuando lleguen a realizarse las
concesiones que se indican. Mas, como era del caso suspender toda
deliberación hasta ministrarlo al conocimiento de S.E. como
Supremo Magistrado de la República, cuyos intereses en general
abraza aquel acto de singular beneficencia; hemos acordado
hacerlo en esta forma, y no en manera alguna que contraríe a la
legalidad de nuestros sentimientos y orden que debe guardarse en
casos de igual naturaleza. Encarecemos a US. se sirva hacer
presente a S.E. el interés que nos ocupa, por ver cuanto antes la
plantificación de aquel proyecto sobre bases justas y permanentes’’.
Firmaban el intendente Juan de Dios Rivera y los miembros del
Cabildo señores Esteban Manzanos, Carlos del Río, Ramón
Godoy, Ignacio Gana, José Ignacio Palma, Juan Manuel
Alempay^, Agustín Castellón, José María Urrutia y José María
Moreno12 .
En un nuevo cabildo conformado en el mes de septiembre
de 1826, no fue electo don José Ignacio, pero sí su hermano José
Salvador*
121122
120
. Reapareció a partir del año 1837, correspondiéndole
desempeñar varios trabajos y comisiones que le encargara el
ayuntamiento. Se le encomendó que elaborara un reglamento para
el funcionamiento de las escuelas de enseñanza primaria. Formó
parte de una comisión nombrada para estudiar la apertura de un
nuevo camino a Hualqui, ya que el existente se hallaba
intransitable, haciéndose sentir “la incomunicación a esta ciudad
de la mayor parte de las poblaciones de la Frontera”. Se le encargó
que atendiera al socorro de los pobres que habitaban precariamente
en la orilla del cerro llamado de los Chorrillos en los extramuros
de la ciudad . En 1839, luego de tres años de malas cosechas que
causaron la hambruna de los necesitados, la Intendencia tuvo que
1,9 Sesión extraordinaria de 3 de julio de 1826, ACC, vol. 2. fs. 17.
120 SCL, tomo XII, p. 182.
121 ACC. vol. 2, fs. 20v.
122 Sesiones de 6 de junio, 17 de agosto y 26 de octubre de 1838, Ibidem, vol. 5,
fs. 85. 89 y 93 y v.
165
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el sido XIX
poner fondos a disposición del Cabildo, a fin de repartir raciones
diarias a los indigentes. Se nominó a José Ignacio Palma y a José
María Urrutia Carvajal “con el objeto de adquirir con la mayor
economía los víveres necesarios”1 . Los encargos se sumaban:
supervisión de los exámenes de la escuela de primeras letras en el
barrio de la Merced; determinación del lugar más adecuado para
situar la plaza de abasto; estudio de los asuntos referentes a la
reconstrucción del pueblo de Penco destruido por el terremoto de
1835; verificación del mal estado del camino y puentes de
Palomares. En fin, en 1843 fue elegido Procurador de la ciudad,
cargo que ejerció durante varios años.
Su activa participación en iniciativas de bien público,
motivó una emotiva información necrológica en la prensa local al
momento de su fallecimiento. “Jamás se había visto en esta ciudad,
-se dice en ella- una concurrencia más numerosa, ni una
demostración más patente del alto miramiento y estimación con
que era tratado en Concepción. En medio de la amargura que causa
a su familia su casi repentina desaparición, debe caberles el
consuelo de ver que la población entera ha simpatizado con su
pena y tomado parte de su dolor. Está demás enumerar las
personas que acompañaban su cadáver al entierro, baste sólo decir
que asistió a él todo lo más notable de Concepción, desde el
primer magistrado, hasta el último dependiente, y que en la
numerosa concurrencia había de todas las clases y rangos,
mostrando que entre todas encontraba el finado un lugar notable.
Hubo un momento de suspenso y de dolor, un momento solemne
al despedirse todos por última vez del pariente, del amigo, del
bienhechor, del padre de cien familias, como le llamó en aquel
momento uno de los mil infelices a quienes protegió durante su
vida”. Los oradores fueron el presbítero Rodríguez, Juan
Alemparte y Guillermo Gutiérrez. Este último, con exaltación,
expresó en parte de su alocución: "Apenas existirá un huérfano,
una viuda infeliz, un padre anciano, a quien su mano protectora no
llevara el consuelo y el alivio reparador de su miseria. No habrá,
repito, ningún desgraciado que no deplore su funesta pérdida y
derrame lágrimas de dolor al tributar un recuerdo a sus virtudes. El
señor Palma, órgano de Dios para ejercer la caridad en la tierra,
había consagrado su vida al servicio de sus semejantes y, al
contrario de otros, encontraba un placer sublime en socorrer las
necesidades del indigente. Buen padre, buen esposo y buen amigo,
123 Sesión de I de octubre de 1839, Ibidem, fs. 120 y v.
166
Ixonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
cumplía con todos los deberes que Dios impuso al hombre en el
momento de su creación, y si ahora una prematura muerte nos le
arrebata, su memoria quedará eternamente en l^s corazones de los
que hemos experimentado sus actos benéficos” .
En cuanto a su intervención en asuntos políticos, al estallar
los sucesos de 1851 en Concepción, con la proclamación de la
candidatura a la presidencia de la República del general José María
de la Cruz en oposición a la del candidato oficialista Manuel
Montt, José Ignacio Palma no estuvo entre los numerosos vecinos
que subscribieron el acta de proclamación de dicha candidatura, ni
en la Sociedad Patriótica de Concepción, agrupación política que
se formó en su apoyo. Por el contrario, en una posición divergente
al espíritu generalizado en la provincia, formó parte del pequeño
círculo monttista que, según las informaciones de Vicuña
Mackenna, estaba reducido a funcionarios públicos, en especial los
del poder judicial, y a dos familias, “únicas que por relaciones de
parentesco u otros compromisos no habían prestado su
cooperación a la causa de su pueblo natal. Eran éstas las de los
Rozas Mendiburu, parientes de afinidad del general Bulnes y los
Palma (don Ignacio y don Salvador), que desde muy atrás hacían
frecuentes y pingües negocios con el fisco, a lo que debían uya
buena parte de su considerable fortuna y de su influencia local”1 .
Las fuentes que hemos consultado no nos proporcionan referencias
sobre los negocios a que alude don Benjamin. Lo más cercano a
ello es la obtención de préstamos laxos de la Tesorería Provincial,
cuya cancelación se prolongaba por muchísimo tiempo. Pero este
era un recurso al que no sólo acudieron los Palma, sino que su uso
estaba extendido entre empresarios, hacendados y particulares en la
región.
Sí fue decidido Monttista. Fue uno de los destinatarios de
las cartas que dirigió el presidente Bulnes a sus amigos de
Concepción rechazando la candidatura Cruz y se trasladó a
Santiago a ponerse a disposición del presidente para servir a la
candidatura oficialista12 . Su posición promonttista lo impulsó a
escribir a Manuel Zañartu, comandante del batallón Carampangue,
uno de los cuerpos más importantes de la Frontera, para que no se
124 El Correo del Sur, 17 de marzo de 1853.
125 Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt, tomo
IR, p. 152.
126 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la jornada del 20 de abril de
1851. Una batalla en las calles de Santiago, Santiago, Rafael Jover Editor,
1878, p. 392.
167
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
plegara a la campaña del general Cruz. La carta en referencia la
reproduce Vicuña Mackenna y su contenido es el siguiente: “La
amistad me impone el deber de escribir a Ud. esta carta, y por más
inconvenientes que se presenten, yo no dejaría de hacerlo. Nuestras
opiniones en política casi siempre han sido uniformes, y aún
cuando ahora no fuese esto así, no es razón para que esa buena
voluntad y consideraciones de amistad que mutuamente nos hemos
dispensado, me impusieran un silencio dañoso, retrayéndome de
hablarle con toda aquella franqueza que me es característica y que
hago uso con personas que deben expresarse del mismo modo que
yo. En este concepto, paso a instruirlo ligeramente de las cosas de
por acá. Al aceptar el general Cruz la proclamación de su
candidatura, bien pudo inferirse que no sería un paso aislado el que
en su obsequio se había dado en esta ciudad; pero a la llegada del
correo, o más bien, con la del vapor, nos hemos instruido que, por
lo menos, no cuenta con el apoyo del Presidente, cuya
circunstancia desde que se le ha presentado un fuerte opositor que
reúne la opinión de las provincias del norte, y que, a más, cuenta
con la protección del señor Bulnes, con cuyo objeto he recibido
cartas las más interesadas posibles, en favor del señor don Manuel
Montt, me parece inútil todo esfuerzo en contrario. Chillán se ha
pronunciado ya, firmando su acta y proclamando al indicado señor
Montt; en el Maulé, de un momento a otro, debe suceder también y
en Talca están las cosas preparadas para que a cualquiera que se
presente como candidato, a no ser el señor Montt, le sea imposible
sacar mayoría de votos en aquella provincia, y de Chiloé y
Valdivia se recibieron comunicaciones, en que se aseguraba que el
voto uniforme de allí era por el candidato aceptado por el
Presidente y su Ministerio, como el llamado por la opinión
pública. Este es, pues, mi amigo, el estado de las cosas y Ud.,
como hombre de prudencia y de buen tino, sabrá adoptar el camino
que más le convenga. Se me dice que al hacer argumentos a los
partidarios del general Cruz, contestan éstos que su candidatura la
sostendrán, y que para ello, cuentan con la opinión y con los jefes
de los cuerpos del ejército, y como esto, como quiera que sea, es
una indiscreción de parte de las personas que hacen valer los
nombres de Uds., me ha parecido que no debo omitir este aviso
porque Uds. no corresponden sino a la patria, y por consiguiente,
no pertenecen a este o aquel partido. Si se quisiere averiguar
quienes son los de estas habladurías, sería imposible saberlo, pero
Ud., dirigiéndose privadamente a algunos de sus amigos de esta
ciudad, él podrá noticiarle lo que haya de efectivo a este respecto.
168
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Entre tanto, si es efectivo lo que se me ha dicho, Uds. resultan
comprometidos del modo más imprudente. Espero que Ud.,
después de instruirse del contenido de esta carta me contestará en
los términos que a Ud. le parezca, en la inteligencia que yo solo, y
ninguna otra persona, será conocedor de lo que Ud. me diga, valga
o no la pena de reservarlo, entendido que mis relaciones de
amistad no las alter^por materia de opiniones, sean cuales fueren
las de mis amigos”1 .
El contenido de la misiva se apoya en razones de carácter
fundamentalmente práctico: la proclamación del general Cruz en
Concepción no pasaba de ser una manifestación aislada; y, lo que
era decisivo, el presidente se había inclinado por otro candidato,
había una candidatura oficial, por lo que le parecía “inútil todo
esfuerzo en contrario”. Alguna argumentación de principio podría
identificarse en otro párrafo de la misma misiva, al tratar de
disuadir al destinatario manifestándole que los soldados pertenecen
a la patria y no a tal o cual partido. Pero sería impensado en la
historia de toda la América Latina, entonces y después, que la no
intervención militar fuese asimilada como un fimdamento
doctrinario. Subyacía en esta solemne declaración un motivo
también de orden pragmático: obstaculizar el levantamiento
armado, que pondría en peligro la estabilidad del régimen al que
adhería. Infructuoso resultó el jntento que hizo, intriga en el
concepto de Vicuña Mackenna12 . Zañartu rechazó la invitación
que se le hacía y el batallón Carampangue se plegó al
levantamiento, que culminaría desfavorablemente para los
sublevados en Concepción en Loncomilla, en diciembre de
1851129.
¿Qué motivó a Palma a estar en contra de la posición que
prevaleció en la provincia en la llamada “Revolución de 1851"?
¿El provecho personal denunciado por Vicuña Mackenna? No
tenemos los antecedentes para inclinamos por la suposición del
eminente historiador y político. Sí estimamos que las granjerias
que deparaba el oficialismo no podían estar circunscritas a tan
reducido círculo como lo fue el monttista en Concepción, de
acuerdo a los antecedentes aportados por el propio Benjamín
Vicuña. ¿Fue que, como empresario consolidado, apostara a la*
III,
127 Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt, tomo
III, Documento N° 2, pp. 319-320.
,M Ibidem, p. 47, nota 1.
I^a carta de respuesta de Zañartu en la misma obra de Vicuña Mackenna.
tomo V. Documento N° 3, pp. 152-153.
169
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
necesidad de mantener y robustecer un gobierno fuerte, que
garantizara a aquellos empresarios un contexto político estable
para el ejercicio tranquilo de sus negocios y especulaciones?
¿Correspondería a aquella simbiosis entre mercaderes y
autoritarismo que ha tratado de develar Salazar? “El dominio de
los mercaderes-banqueros nacionales y extranjeros fue especial­
mente evidente durante la administración que culmina el período
portaliano: la de Manuel Montt”. “Para imponer la moralidad, la
ley y el orden mercantiles se requería un poder fuerte, centralizado
y, por lo menos, nacional (pero si internacional, mejor)”130.
Cabe preguntarse qué pasó con el resto de los empresarios
de Concepción. Si revisamos la lista de los que firmaron la
proclamación del general Cruz y formaron la Sociedad Patriótica
de Concepción en febrero de 1851, en total 104 ciudadanos, puede
estimarse que sólo poco más de una decena de los subscriptores
tenían una mayor figuración como empresarios o propietarios
terratenientes. Entre ellos Hermenegildo Masenlli, Ramón Zañartu,
Francisco Cruzat, Tomás Rioseco, Francisco Smith, Jorge Rojas,
Ricardo Claro, Tomás Segundo Smith y Manuel Santamaría. Sólo
aparece uno de los molineros relevantes, el británico Tomás
Kingston Sanders. Como éste la mayoría de los molineros eran
extranjeros, por lo que es explicable la prescindencia política que
ellos asumieron, siendo el caso del británico excepcional. En
cuanto a los Smith, ellos eran chilenos hijos de extranjero.
Tuvieron también participación destacada en el movimiento de
Concepción, José Antonio Alemparte y su hijo Juan; aquél
intendente de la provincia entre 1831 y 1838, prestigiado en su
juventud por sus hazañas militares y, además, importante
empresario. Sobresalieron asimismo en ese movimiento Manuel
Serrano y Comelio Saavedra, quienes fueron a la vez activos
empresarios. Ambos tenían lazos de parentesco con José Ignacio
Palma. Serrano tío político y Saavedra concuñado. Este último al
fallecer Palma fue nombrado representante de su testamentaria.
No es fáci 1 pues, en el caso de Concepción, homologar las
posiciones empresariales con las opciones políticas. En todo caso,
la opción política que con ocasión de los sucesos de 1851 siguió
Palma, no interfirió en absoluto en las gestiones económicas que
asumía cada vez con mayor ímpetu. Sólo se le obligó a
Gabriel Salazar Vergara, Diferenciación y conflicto en la clase dominante
chilena (1820-1973). Un ensayo histórico sobre el pasado, con una
introducción crítica sobre el presente, Hull, octubre 1979-mayo 1983,
mimeo, pp. 6 y 20.
170
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
comprometerse, al comenzar el levantamiento armado “a no tomar
parte en favor de la autoridad, contra la que se ha hecho el
pronunciamiento el día 14 del presente mes de septiembre en este
pueblo de Concepción”. Debió afianzar esta promesa con $12.000,
pago a hacerse efectivo cuando la autoridad transitoria establecida
en Concepción lo estimara conveniente 3 . No tuvo que
desembolsar esa suma, porque hasta el mes de diciembre en que
abortó el levantamiento no le fue exigida.
z
De la molinería al carbón
En forma paralela a los choques políticos y a los arrestos
armados, la economía seguía su curso, como si hieran ámbitos del
todo independientes. La molinería estaba en su apogeo y
comenzaban las explotaciones carboníferas en la costa sur de la
provincia. Varios molineros invirtieron en estas explotaciones que
iban a ser más continuas y duraderas que la producción de harinas.
José Ignacio Palma fue de los primeros en adquirir terrenos
carboníferos. Ya en 1849 compró a José Manuel Contreras, vecino
del departamento de Lautaro, los terrenos que le correspondían en
el lugar llamado la Meseta, por un valor nominal de $4.000, que
no consta que hayan sido cancelados al efectuarse la
transacción13 . Luego, en 1852, pagó $1.000 en plata sellada
moneda corriente, a Remigio Sáez, vecino de Colcura, por el uso
de las minas de carbón ubicadas en terrenos pertenecientes a
Sáez133.
Expediente usual para posesionarse de terrenos
carboníferos, lo constituyeron las compras a bajo precio hechas a
propietarios indígenas. Ejemplifica esta forma de operar las
compras que hizo a José Antileo y a Pedro Millaleu, ambos hijos
de Ignacio Llanca, de los derechos que les correspondían en
terrenos heredados de Llanca. Al primero compró un terreno cuyos
deslindes iban "desde una quebrada que sale de las trancas de las
Mutillas para el puelche y norte hasta encontrarse con el estero
llamado Paso del Diablo ... y siguiendo éste hasta encontrarse con
otro estero que deslinda el potrero que tiene en arriendo don Pedro
Fernández y siguiendo siempre aguas abajo para el sur hasta que
entran las aguas de dicho estero que deslinda el potrero de
Fernández al potrero llamado del Pino que tiene e¡ comprador, y
20 de septiembre de 1851, ANC, vol. 46, fs. 199-200.
Ibidem, vol. 56, fs. 158-161 v.
Ibidem, vol. 47, fs. 144-146.
171
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
tomando siempre la dirección del sur dando la vuelta por la
travesía hasta llegar a la quebrada que deslinda el rincón de los
Robles". Difícil era seguir con precisión esa engorrosa
demarcación; pero, en todo caso, adquiría derechos de propiedad
sobre esas tierras y al módico precio de $180. Millaleu junto con
venderle los derechos que les correspondían por herencia paterna,
incluyó los dejados por sus tíos fallecidos, "Pascual Llancaleu, un
tal Perquileu y otro Huelcaleu y de los cuales están en posesión los
descendientes de éstos"; el precio fue de $130. De igual modo
compró a Antonia Namoncura, viuda, y a sus hijos Ignacio y
Tiburcio Maribú, la parte de la viuda y los derechos que
correspondían a los hijos por herencia p^rna, en unos terrenos
situados en Colcura, por el precio de $200
*
.
Así fue acumulando terrenos y minas de carbón. En algún
momento tuvo que conceder un poder a Manuel Jesús Lara, vecino
de Santa Juana, para que pidiese la protocolización de varios
documentos en el registro de aquella villa, otorgados a su favor por
compras de minas de carbón que había hecho en la subdelegación
de Colcura13 .
Poco antes de fallecer había iniciado la explotación de
algunas minas de carbón vecinas al puerto de Coronel y en Punta
Rumena, mientras que otras las había dado en arriendo.
Las testamentarias
Ya hemos señalado que cuando las gestiones empresariales
se multiplicaban sobrevino la muerte. Primero falleció
imprevistamente su hermano José Salvador en el año 1852, "del
accidente que Dios se ha servido dispensarle". La gravedad de sus
dolencias no le permitieron puntualizar sus disposiciones
testamentarias y su última voluntad, pero por la gran confianza que
le tenía a su hermano, alcanzó a entregar a éste un poder "tan
bastante el cual por derecho se requiere para que a nombre del
otorgante extienda su testamento". La fe en el hermano era de tal
grado que dejaba a su arbitrio disponer de los bienes en los que le
heredarían la esposa, doña Juana Izcué, y los hijos Josefa Delfina,
Leoncio, Ignacio Aurelio y Salvador Justiniano, todos de menor
edad, y de los cuales la madre sería tutora y curadora. Hizo sí la
salvedad de facultar a su cuñado, el juez Domingo Ocampo, para
Ibidem, fs. 195-I97v. y 229v-231.
Ibidem, fs. 315v-316.
172
¡xonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
que entendiese en los negocios que administraba don José Ignacio,
con declaración expresa de exonerar a éste de la mitad de la
responsabilidad que tuvies^ la sociedad por los intereses recibidos
de su esposa doña Juana ' . Ello evidencia que la dama limeña
contribuyó al fínanciamiento de las empresas. En cumplimiento de
esa disposición facultativa, Domingo Ocampo hizo formal
declaración de que todos los negocios que corrían a cargo de don
José Ignacio, pertenecían a ambos hermanos por mitad y que en la
hacienda Taiguén correspondía una {parte superior a don José
Salvador, aunque ésta no se especificó1'7.
La muerte de su hermano y socio no desanimó el ímpetu
mercantil de José Ignacio Palma. Continuó sus variados negocios:
las compras en yerba de trigo; los propios cultivos de trigo y de
viñas; los arriendos de tierras; la explotación del molino de
Puchacay, al que se agregó el de California, en sociedad con José
Francisco Urrejola; las adquisiciones de terrenos carboníferos y la
explotación de minas de carbón; las representaciones de otros
empresarios, Matías Cousiño en especial en ese tiempo. Pero no se
prolongó su vida mucho más que la de su hermano: no alcanzó a
excederle ni siquiera un año. Antes de que se cumplieran nueve
meses del fallecimiento de don José Salvador, don José Ignacio se
encontró en situación similar, sin poder testar en su lecho de
enfermo a causa de su gravedad, aunque ésta fue debida a una
súbita enfermedad y no por accidente como le ocurrió a su
hermano. No pudiendo hacer sus disposiciones testamentarias con
la madurez y reflexión requeridas, nombraba a su esposa, doña
Avelina Rivera, en calidad de tutora y curadora de sus menores
hijos, Ignacio de tres años y Carmen de once. En su defecto, a
Comelio Saavedra. Declaró que todos los bienes que poseía
pertenecían por mitad a su hermano fallecido y pidió al cuñado
Domingo Ocampo que firmara por él, por no poder hacerlo.
Asistieron en calidad de testigos Matías Cousiño; Juan Bautista
Lacourt, francés establecido en la región; Mardoqueo Navarro,
antiguo empleado de los Palma; y Juan Alemparte, otro empresario
local*
138139
137
. Recibió los santos sacramentos, antes de fallecer a los 49
años de edad 139
Las viudas se trasladaron con sus hijos a residir
temporalmente en Valparaíso. Estimamos que puede haber influido
19 de junio de 1852, Ibidem, fs. 215-2l6v.
137 Ibidem, fs. 312-314.
138 Ibidem, vol. 44, fs. 103 y v.y 144-145v, 4° índice.
139 Partida de defunción en APSC, Libro 3 de Difuntos, fs. 117.
173
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
en esta determinación la necesidad de conseguir recursos para
enfrentar las crecidas deudas de las testamentarias. La pujanza de
los negocios había ido a la par con la acumulación de los débitos.
Era más expedito obtener los recursos, que se requerían en
cantidades considerables, en aquel puerto que era el centro
mercantil del país14 . Y, efectivamente, fue Matías Cousiño, que a
pesar de sus inversiones en la molinería y el carbón, tenía su base
de operaciones en Valparaíso, quien estuvo dispuesto a responder
por todas las deudas de las testamentarías, evitando de esta manera
la paralización de sus negocios y "los conflictos que podrá
producir la exigencia de sus acreedores por el pago de las deudas
que ellas reconocen y los costos y perdida a que daría lugar la
precipitada enajenación que habría de hacerse de gran parte de las
propiedades para cubrirlas. Obligan los siguientes fundos: el
establecimiento de Puchacay; la mitad del molino de California
situado en el Tome; la hacienda Taiguén situada en Itata; El
Tablón; Tumbes en Talcahuano; Antilgile, Panqueco, Notros y
Ancapi en el departamento de Arauco; Curamavida, Piñales,
Nahuelguta y Picoltué en el departamento de Nacimiento.
Asimismo todos los derechos que las testamentarías tienen en las
minas de Coronel; bienes semovientes que existen en la isla Santa
María. Pagarán por el monto de las cantidades que contra Cousiño
se librarán, el interes del 1% mensual, hasta que se verifique la
cancelación con los fondos que irán remesando para este fin” 4 .
Así se pagaron, por ejemplo, las cantidades que se debían al obispo
Diego Antonio Élizondc» .
El aval de Cousiño sirvió para cancelar deudas y para
garantizar otras operaciones en beneficio de las testamentarias.
Muestra de ello fue la transacción efectuada por Cornelio
Saavedra, representante de la de don José Ignacio, y por
Mardoqueo Navarro, de la de don José Salvador, con Crisóstomo
Cuevas, quien reconoció a favor de la de don José Ignacio, la
propiedad de la mina Bellavista que Cuevas explotaba en Roble
Corcobado, recibiendo de ambos representantes $4.200 en letras
No sólo las viudas y sus hijos se mudaron a Valparaíso. También lo hizo
Rosario Serrano, la viuda del general Rivera y suegra de Palma. En poder
extendido a Cornelio Saavedra para vender la hacienda Coronel, por doña
Rosario y por sus hijas Avelina; Elena casada con Felipe Correa; Ursula
casada con Eduardo Boonen; y Matilde, soltera, todos los otorgantes
señalaron como lugar de residencia ese puerto. ANV, vol. 101, fs. 886-887.
141 15 de abril de 1853, ANC, vol. 49, fs. 94-97.
142 Ibidem, vol. 44, fs. 123-125v, 5o índice.
174
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
sobre Valparaíso contra Matías Cousiño, en compensación de
cualquier derecho que pudiera tener desde que comenzó a trabajar
dicha mina1 . En otra gestión, el acaudalado capitalista se
responsabilizó de la hipoteca por valor de $35.000, que gravaba el
molino de Puchacay a favor de Guillermo Moller . Comelio
Saavedra concedió poder a José Antonio Alemparte, residente
entonces en Santiago, para que obtuviese al mejor interés la
cantidad de $14.000, con la garantía de Cousiño, en calidad de
fiador de mancomún et in solidum, “cuya cantidad la toma el
otorgante para hacer algunos pagos por cuenta de la testamentaría
de José Ignacio Palma, de quien es albacea ...”
En una liquidación de cuentas celebrada en octubre de
1855 con Cousiño, resultó un saldo a favor de éste por la suma de
$102.412,28, por dinero facilitado a las testamentarias para
satisfacer a los diversos acreedores que quedaron al tiempo del
fallecimiento de don José Ignacio. Las viudas acordaron dividir esa
deuda por mitad, responsabilizándose cada testamentaria por un
valor de $51.206,14. La señora Izcué subscribió una obligación
particular con Cousiño, comprometiéndose a cancelar la mitad que
le correspondía en el plazo de un año, con un interés del 12%
anual, garantizando el pago con bienes que le fueron adjudicados
en la división hecha con su concuñada: el molino de Puchacay, las
minas de carbón de piedra situadas en el puerto de Coronel y la
hacienda Taiguén14 .
Doña Avelina Rivera y doña Juana Izcué establecieron que
los bienes pertenecientes a las testamentarias eran los siguientes:
•
Derechos a las minas de carbón de piedra situadas
$11.820,99
en el puerto de Coronel y Punta Rumena, valoriza­
das en:
<
•
Hacienda Picoltué
37.127,25
•
Hacienda Tablón
17.250,00
•
Terrenos en Nahuelbuta y Piñales
•
Terrenos en Talcamávida
•
Animales existentes en la hacienda Taiguén
5.465,00
•
Un sitio y casa en Caldera
6.333,96
•
Una barra en la mina Margarita y otra en la
2.048,07
1.119,78
700,00
30 de julio de 1553, Ibidem, fs. 30 y v.
ANS, vol. 252, fs. 431-432v.
ANV, vol. 105, fs. 433v-434v.
Ibidem. vol. 109. fs. 629-630v.
175
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Valenciana en los minerales de Tres Puntas y
Chañarcillo
•
Deuda de Pedro González Candamo de Lima
•
Dinero en la caja
20.524,44
553,88
Total
102.943,37
En esta nómina no aparecen ni el molino de Puchacay ni
la hacienda Taiguén que, de acuerdo a los datos estipulados en el
convenio con Cousiño antes referido, correspondieron a la
sucesión de don José Salvador. Asimismo habían sido adjudicadas
a esta sucesión las minas de carbón de Coronel y Punta Rumena,
ratificándose esta adjudicación en el compromiso subscrito entre
las viudas. Como vemos en la nómina el valor estimado de dichas
minas se aproximaba a los $12.000; sin embargo, el valor de la
adjudicación aceptado por doña Juana Izcué alcanzó a $49.717,38,
seguramente considerando la productividad futura, en una etapa de
despegue de la minería carbonífera. En ese tiempo esas minas
estaban arrendadas a Cousiño, Garland y Cía. A doña Avelina
Rivera correspondió el resto de los bienes nominados, rebajándose
su valor total a $49.717,49. Estas variaciones reflejan la
importancia que adquiría el carbón en la economía regional, pues
si en la lista inicial de bienes la estimación del valor asignado a las
minas de carbón representaba sólo un 11,5% del total, en la
repartición representó cerca del 50%. La suma del valor de los
bienes adjudicados a cada una de las testamentarias no alcanzaba
al importe total de $102.943,37. El resto, $3.508 y fracción,
correspondió a los arriendos de la hacienda Taiguén adeudados
por Hermógenes Urbistondo, cantidad que se repartía por igual
entre las sucesiones, no obstante haber sido asignada esa hacienda
a la de don José Salvador.
Pero las viudas no sólo tuvieron que ajustar las cuentas de
los bienes a dividirse. No podían substraerse a la responsabilidad
de las deudas, que ascendían a algo más de $217.000, suma que
más que duplicaba a la de los bienes.
En la distribución de las deudas correspondió a doña Juana
Izcué responder por las siguientes:
•
A la Tesorería Provincial por capital
$ 18.366,32
________________________________________ por intereses______________________ 2.326,28
•
A Enrique Burdon por hipoteca especial del molino de
Puchacay
por intereses
176
35.000,00
3.914,96
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
|»
A Matías Cousifio
51.206,14 |
A doña Avelina Rivera:
•
A Matías Cousiño
51.206,14
•
A Cornelio Saavedra
24.136,75
•
A Vicente Romero
1.180,46
•
A la Compañía de Roble Corcobado
2.746,44
•
A Manuel María Eguiguren por capital
4.000,00
por intereses
•
A José Francisco Urrejola por capital
5.000,00
por intereses
•
Al Convento de Trinitarias por capital
A José Rondizzoni por capital
A Francisco Amagada por capital
70,00
9.836,00
por intereses
•
35,00
1.000,00
por intereses
•
625,00
500,00
por intereses
•
509,33
A Salvador Púga por capital
1.573,86
3.950,00
por intereses
343,18
Todos estos valores constan en el convenio realizado entre
las viudas en Valparaíso, con fecha 6 de octubre de 185514 .
Se aprecia en estas cuentas que el principal acreedor
resultó ser Matías Cousiño, puesto que el connotado empresario al
ofrecerse responsable de las deudas de las testamentarias, había
tenido que absorber varias de ellas. De acuerdo a las informaciones
recogidas en los registros notariales, al finalizar el año de la
liquidación de las cuentas la testamentaria de José Ignacio Palma
había cancelado prácticamente la mitad de la suma adeudada,
quedando un saldo de $25.684,89 que Cornelio Saavedra,
representante de la testamentaria, se comprometió a pagar en el
plazo de dos años y con interés del 10% anual14 . En cuanto a la
deuda de la otra testamentaria con Cousiño por la misma cantidad,
ésta fue cancelada totalmente en febrero de 1856 por Miguel
Ignacio Collao, yerno de la señora Izcué por su matrimonio con
Josefa Delfina Palma Izcué, quien pasó a hacerse cargo de los
Ibidem, fs. 642-645v.
2 de enero de 1856, ANC, vol. 56, fs. 2 y v.
177
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
negocios de la testamentaria de su suegro fallecido. Pagó
$54.539,38 por concepto de capital e intereses14 .
La cercana relación que tuvo Matías Cousiño con los
Palma, facilitó que captara diversos negocios de los empresarios
penquistas. La mitad del molino California, perteneciente a los
Palma fue traspasada a Cousiño, mientras que la otra mitad fue
comprada a José Francisco Urrejola por la sociedad de molineros
que operó bajo la razón social de Cousiño y Cía., que integraban
los principales molineros de Concepción y la firma Cousiño y
Garland de Valparaíso150.
El importante empresario sucedió a José Ignacio Palma en el
arriendo de la isla Santa María a cuyo efecto otorgó poder a Juan
Alemparte para que aceptara y firmara la escritura de remate que
por él había hecho Comelio Saavedra, como igualmente para que
recibiera toda la existencia de animales que hubiera en esa isla. El
arriendo se hizo en 1853 por cinco años en $4.025, a pagarse en
Tesorería a razón de $805 por cada ano151. Sin embargo años más
tarde la isla fue arrendada por el francés Georges Petit de Bologne,
segundo esposo de Avelina Rivera, la viuda de José Ignacio
Palma. Doña Avelina, avecindada en Santiago, sobrevivió también
al francés, que murió en el tiempo que solicitaba prórroga de la
subasta, aduciendo que en 1865, a raíz de la guerra con España,
había sido obligado a desocupar la isla, lo que le había causado
una pérdida que estimaba en $20.000. La prórroga le fue concedida
a la viuda, quien presentó un escrito de su difunto esposo en que
éste le expresaba: “te dejo lo poco que me ha dado mi trabajo,
deseo que lo guardes para ti o si quieres des a tus hijos lo que ha
venido del padre de ellos; pero j^ara asegurar tu tranquilidad
conserva para ti lo que viene de mí1 .
Lo que más interesaba a Cousiño era la posesión de
terrenos carboníferos. La proximidad que tuvo con el círculo de
relaciones familiares de José Ignacio Palma, iba a favorecer
asimismo la acumulación de terrenos de esa especie en poder del
dinámico empresario. De este modo, Comelio Saavedra, en calidad
de representante de la testamentaria del general Rivera, hizo
promesa de venta de la hacienda Coronel a la sociedad formada
por Cousiño, Tomás Bland Garland y Juan Alemparte. La
hacienda, de la que había usufructuado Palma como yerno del
’** ANV, vol. 109. fs. 629v-630v, inscripción al margen.
Cerda, tesis cit., pp. 75-81 y ANC, vol. 44, fs. 155-156,4o índice.
’’ ANV, vol. 101, fs. 903v y ANC. vol. 50, fs. 75-76v.
2 15 de noviembre de 1869, ANS, vol. 460, fs. 501 y v.
178
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
general y que incluso figuro a su nombre, en el registro de
propietarios hecho en 1852, constaba de cerca de cuatro mil
cuadras y lindaba por el norte con terrenos de Manuel Enríquez y
con los de Domingo Ocampo, cuñado de los Palma como sabemos,
que la separaban del Biobío; y por el poniente lindaba con el mar.
El propósito de los compradores, independiente a los cultivos de
viñas y sembrados que allí se hacían, era reconocer minas de
carbón de piedra que se comprendieran en su delimitación. Por ello
los posibles compradores obtuvieron la posesión inmediata de los
terrenos, posesión que se extendía por dos años completos,
pudiendo en los tres siguientes desistirse de la compra. Para el
caso de venta se fijó un precio de $30.000 a pagarse al momento
de confirmarse la venta, abonando entretanto un interés de 9%
anual sobre esa cantidad. Además formaba parte del precio de
venta un gravamen en favor de los vendedores de 2 centavos por
cada tonelada de carbón embarcada, quedando a voluntad de los
compradores trocar esta gabela por $25.000 más15 . En el
intertanto los coherederos traspasaron la propiedad de la hacienda a
Avelina Rivera y a Felipe Correa, esposo de Elena Rivera, quienes
antes de finalizar el plazo estipulado en la promesa de venta, la
ratificaron a favor de la casa de Cousiño, Garland y Cía., con
especificación que Juan Alemparte, el socio regional, quedaba
excluido. Se modificó el precio de venta, fijándose una suma total
de $40.000, sin obligaciones por el carbón embarcado*
154155
.
En una transacción efectuada entre José Cerveró, destacado
empresario de Valparaíso, como apoderado especial de las
testamentarias de los Palma, con la sociedad Cousiño y Garland,
como agentes de la Compañía de Carbón de Lota, se convino un
contrato por el que las minas de Roble Corcobado, Mirquen, Playa
Negra, Remigio Saez y Santos Sierra, todas de la propiedad de las
testamentarias, eran arrendadas a la empresa minera, por el plazo
de cuatro años forzosos para ambas partes y por un canon de 3
reales por cada tonelada (de 22 quintales españoles de peso) de
carbón de buena calidad que se embarcase. Los arrendatarios se
comprometían a embarcar al menos 10.000 toneladas anualmente,
siempre que existiera suficiente carbón en las minas, para cuya
verificación se practicarían los reconocimientos correspondientes
con las máquinas y procedimientos utilizados en el establecimiento
de Lota
151 3 de noviembre de 1853, ANV, vol. 101, fs. 910-914v.
154 Ibidem, vol. 109, fs. 678-679.
155 14 de agosto de 1854, ibidem, vol. 103, fs. 424-426v.
179
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
En la liquidación celebrada entre las testamentarias esas
minas fueron asignadas a la viuda de José Salvador Palma. Doña
Juana Izcué, antes de finalizar el plazo estipulado con Cousiño y
Garland, las vendió a otros empresarios del centro del país, los
señores Jerónimo y José Tomás Urmeneta e Isidoro Pérez de
Cotapos, los que pagaron $75.000; de ellos se entregaron $55.000
al contado en Valparaíso y para el saldo se dio un plazo de cuatro
meses15 .
La principal actividad productiva de la región transitó de la
molinería del trigo a la minería del carbón. Hubo algunos
empresarios molineros, los más renombrados, que estuvieron en la
cúspide empresarial del carbón. Por cierto Matías Cousiño, y los
hermanos norteamericanos Guillermo Gibson Délano y Pablo
Hinckley Délano. José Ignacio Palma y su hermano aunque
estuvieron en vía de hacerlo, no alcanzaron a dar ese paso. Sus
sucesores tampoco. En el caso de José Ignacio Palma, el hijo
Ignacio Palma Rivera, que tenía sólo tres años al fallecer su padre,
no tuvo participación empresarial destacada; la hija, Carmen Palma
Rivera, se unió en matrimonio con Rafael Campino Landa, que
tampoco figuró en la elite empresarial 5 . Por la parte de don José
Salvador, los hijos varones fueron Ignacio Aurelio, Leoncio y
Justiniano Palma Izcué. Al primero la madre quiso endilgar en los
negocios, comenzando por autorizarlo mediante poder a
representar al molino de Puchacay en la sociedad de molineros de
Concepción, co^£acultad de asistir a las sesiones y de tomar parte
en los acuerdos15 . Pero, al parecer, Ignacio Aurelio, más que en
los negocios se interesó en los asuntos públicos, llegando a ocupar
el cargo de Intendente de Concepción en el año 189615 . Las
huellas empresariales de don José Ignacio y de su hermano José
Salvador, fueron proseguidas por Miguel Ignacio Collao, el yerno
de don José Salvador. Collao fue un activo empresario, asumiendo
como base de sus gestiones parte de los negocios que habían22
22 de enero de 1856, ANC, vol. 56, fs. 26v-29v. En el importante y
pormenorizado estudio de Ricardo Nazer Ahumada sobre José Tomas
Urmeneta, hay referencias sobre compras de minas de carbón efectuadas por
este empresario y sus socios en Corone], aunque no aparece especificada la
compra hecha a doña Juan Izcué. José Tomas Urmeneta. Un empresario del
siglo XIX, Santiago, Centro de investigaciones Diego Barros Arana, 1994,
PP 118119.
Opazo Maturana, op. Cit., p. 190.
1 de marzo de 1855, ANV, vol. 107, fs. 15 y v.
9 Listas de intendentes de Concepción, 1786-1980. En Campos Harriet, op.
cit., pp 335-338.
180
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
forjado su tío político y su suegro. Doña Juana Izcué le confirió un
poder general para que la representara en todos sus asuntos
judiciales y extrajudiciales, que tuviera al presente y en lo
sucesivo, y reemplazó en él la autorización que había^dado a su
hijo Ignacio Aurelio ante la sociedad de molineros160. Miguel
Ignacio Collao se hizo cargo de las deudas que afectaban a la
testamentaria de su suegro. El pagó a Matías Cousiño según ya
indicamos, como también canceló la deuda del molino de
Puchacay, más otros compromisos de que se hizo responsable. Por
todo ello la testamentaria resultó adeudarle $63.445,83, que debían
serle cancelados en el plazo de un año, con interés del 1% mensual
y con ^poteca del molino de Puchacay y de la hacienda
Taiguén16 . La hipoteca fue traspasada al Banco Hipotecario para
garantizar un prés^mo de $40.000, contratado por la señora Izcué
y el propio Collao16 .
Instalado en Concepción desde el año 1856, se puso al
frente de los negocios familiares, formalizando años mas tarde con
sus cuñados una sociedad mercantil que giró bajo la razón social
de Collao Hermanos, con un capital de $300.000, cuyos activos
principales eran la hacienda de Taiguén, que contaba entonces pgn
600 mil plantas de viña, y los molinos del Tomé y de Puchacay1 .
Sin disolver esta sociedad, se formó otra con los mismos socios y
el francés Antonio Aninat, la sociedad colectiva Aninat y Collao
Hermanos, que al igual que la anterior contó con un capital de
$300.000, dividido en iguales partes entre Collao Hermanos y el
empresario francés, quien entre sus aportes al capital incluyó el
molino California de Tomé que había adquirido, bodegas en
Talcahuano y $60.000 en efectivo. La dirección de la nueva
sociedad correspondió a Collao por lo que se le asignó una
remuneración especial de $6.000 anuales1 . Estas empresas que se
encontraban entre las más importantes de Concepción, hacia el
último cuarto del siglo pasado, mostraban que la molinería
regional cobraba un nuevo vigor, que pretendía emular al que
había tenido en tiempos de José Ignacio Palma.
,ei
162
,M
164
ANV, vol. 108, fs. 245-246.
14 de noviembre de 1859, ANC, vol. 63, fs. 406-408.
Ibidem vol. 64. fs. 535-536v.
Ibidem, vol. 91, fs. 3O3v-3O8.
Ibidem, vol. 103, fs. 156v-158v.
181
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Conclusiones
La trayectoria empresarial de José Ignacio Palma Barriga
es ilustrativa de los cambios ocurridos en la economía regional de
Concepción en la primera mitad del siglo XIX. Una economía
básicamente agraria que había sido desarticulada por efecto de las
guerras independentistas. Con todo, la propiedad territorial seguía
siendo el patrimonio fundamental que podía detentarse en una
sociedad de carácter tradicional.
Los antecedentes familiares de Palma no lo ubicaban entre
los sucesores del grupo de empresarios regionales más importantes
que habían actuado en el período colonial. Sin embargo, quiso
reconstruir el modelo que los comerciantes-terratenientes de la
etapa final del coloniaje habían verificado: la posesión de
propiedades territoriales y el comercio con el Perú. Si bien logró
establecer una conexión mercantil con la plaza peruana, las
condiciones cambiantes del comercio internacional y aún
circunstancias de carácter político, parecen haber restado
significación a esta vinculación, aunque no dejó de tener alguna
importancia. Pudo sí consolidarse como propietario terrateniente,
acumulando una gran cantidad de tierras, para cuyo efecto se valió
de diversos expedientes, entre ellos compras a bajo precio; otras
hechas en condiciones muy ventajosas, en las que los plazos para
cancelar facilitaban las transacciones; apropiación de terrenos por
deudas impagas y la figura de las "donaciones" en el caso de
tierras de indígenas. Su posición de propietario terrateniente le
permitió también usufructuar de otras formas de acumulación a
que los hacendados recurrían, como era el remate de diezmos y la
captación de la producción de pequeños y medianos labradores,
mediante las compras en verde y otros procedimientos.
Pero su proyecto empresarial no se satisfizo con el rol de
hacendado. La tierra era sin duda el patrimonio que daba más
seguridad y prestigio social, pero se ofrecían perspectivas
económicas más rentables con los cambios que se verificaban en la
economía regional, a partir del despunte de la molinería del trigo
liderada por extranjeros. La variedad de sus gestiones lo muestran
como un empresario dispuesto a aprovechar las nuevas
oportunidades que surgían. Así se hizo molinero, comercializó
aceite de ballena e incursionó en la minería del carbón. Estableció
desde la región una conexión mercantil con el norte minero, para
colocar en esa área productos de la zona y se interesó además en la
minería de la plata. De modo que su proyección empresarial no la
182
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
circunscribió solo a la región de Concepción. Es posible que las
interconexiones económicas que visualizaba entre las distintas
regiones del país, hayan influido en su opción política, apartada
del localismo, con motivo de los sucesos de 1851, inclinándose
por el gobierno central que podía ofrecerle más garantías para
actuar en espacios extrarregionales. Más allá de los limites
nacionales se proyectó tempranamente al comercio con el Perú y
posteriormente quiso probar fortuna en el oro de California,
participando como socio en la compañía que se formó en
Concepción con este objeto. La formación de esta compañía,
creemos que simboliza el espíritu de aventura presente en muchas
de las gestiones de Palma, en las que prevalecía la percepción
intuitiva más que el cálculo reflexivo propio del empresario
moderno.
La di versificación de los negocios asumidos por Palma, lo
identifican con el empresario polivalente a que se refiere Nazer
Ahumada al tipificar diferentes categorías de estos actores
económicos, siguiendo los planteanúentos del historiador
económico norteamericano N.S.B. Gras 6 . En el modelo de este
historiador, el empresario polivalente está motivado por el afán de
disminuir el riesgo; obedece a la idea de "no poner todos los
huevos en una misma canasta’". Corresponde a la etapa del
capitalismo comercial y precede al empresario especializado
propio del capitalismo industrial. En la economía chilena
decimonónica resultaría muy difícil ubicar a este otro tipo de
empresario, ya que si bien hubo un progreso industrial, puesto de
manifiesto por numerosos investigadores, el país continuó siendo
básicamente exportador de materias primas. Por lo que de acuerdo
al modelo teórico propuesto por Gras, no se habrían dado las
condiciones estructurales para el surgimiento y consolidación de
empresarios especializados. Los empresarios chilenos de mediados
del siglo pasado tendieron a la diversificación de sus gestiones.
"Sus intereses empresariales -acota Bauer- frecuentemente se
traslapaban, desde que los mineros compraban tierras, los
hacendados se interesaban en el comercio y los comerciantes
financiaban a los mineros; y tal cuadro se veía reforzado y se hacía
más complejo a medida <^ue las familias se interrelacionaban a
través de los matrimonios"
Op. cit., pp. 21 -22.
Op. cit, p. 48.
183
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
El propio caso de Urmeneta que alcanzó el nivel de los
empresarios nacionales más destacados en la centuria pasada, no
obstante su identificación con la minería del cobre no escapó al
carácter polivalente. El autor que ha estudiado con detenimiento su
trayectoria, da cuenta del origen de su fortuna en la minería y de
la posterior diversificación de su capital en sociedades anónimas,
instituciones de crédito, fabricas de gas, molinos y, por cierto, en
la propiedad terrateniente. Nazer Ahumada asimila a Urmeneta a
una suerte de transición entre el empresario polivalente y el
especializado1 b . En el caso de José Ignacio Palma, estimamos que
ni siquiera puede decirse que estuviese en tal transición. Su lógica
empresarial obedecía a las oportunidades que se presentaban,
teniendo como norte más seguro la propiedad territorial. Es decir
permaneció en la línea de los empresarios tradicionales. Sus
rasgos de modernismo se relacionan con su incorporación a las
actividades que dinamizaron la economía regional en el siglo
pasado: la molinería del trigo y la minería del carbón. Aunque en
esta última sólo alcanzó a estar presente en los comienzos de su
expansión, porque la imprevista muerte interrumpió su
participación. Queda en la incógnita la posibilidad de que si se
hubiese incorporado definitivamente a este floreciente rubro,
pudiera haber alcanzado un nivel de más jerarquía, con
ingredientes de mayor modernismo. Su vinculación con Cousiño
podría haberlo proyectado en la minería del carbón, pero, por otra
parte, Cousiño pronto se desligó de los socios locales que lo
acompañaron en sus inicios en esta actividad.
El carácter familiar de las gestiones asumidas por Palma,
revela asimismo un tipo de empresario de corte tradicional. Aquel
"que maneja los negocios de manera doméstica’" y en que
prevalecen los contrate^ entre familiares y amigos, como lo ha
expresado Villalobos . El ambiente de familiaridad en los
asuntos económicos de Palma, se manifiesta fehacientemente en
las relaciones con su hermano José Salvador. Prácticamente en
todas las gestiones de que hemos dado cuenta en este trabajo, había
participación de ambos hermanos, sin que hubiese formalización
de escritura de por medio. La mutua confianza se evidencia incluso
hasta el momento de testar.
Creemos interesante destacar, a propósito de este carácter
familiar, la participación económica que cupo a las mujeres
op. cu, P. 27.
Sergio Villalobos, "Sugerencias para un enfoque del siglo XIX", en
Colección Estudios Cieplán, N° 12, Santiago, 1984, p. 23.
184
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
vinculadas a los Palma, desde aquella Isabel Gaete, abuela
materna, que después de la muerte de su marido se preocupó de
aumentar las tierras y viñas que habían adquirido durante la
sociedad conyugal. La madre, Catalina Barriga, fue un permanente
apoyo para las gestiones de sus hijos, como hemos visto. Los
matrimonios asimismo ofrecieron conexiones y respaldo
económico. De modo que la presencia femenina, a través de las
mujeres de esta familia, se advierte mucho mas dinámica, como
actoras socioeconómicas, que lo que podría sugerir el rol
comúnmente atribuido a la mujer en una sociedad tradicional. Las
viudas debieron tomar importantes decisiones para tratar de
defender y conservar el patrimonio familiar y su acción resalta aún
mas, puesto que el estado de viudez las sorprendió con crecidas
deudas contraídas por los cónyuges fallecidos.
Y este, el endeudamiento, es otro rasgo que corresponde a
un empresario tradicional, que opta por recurrir a acreedores antes
que reinvertir las utilidades obtenidas en las negociaciones
precedentes. Esta actitud era incentivada por la facilidad para
conseguir créditos en la amplia red de relaciones personales y por
la flexibilidad en el cumplimiento de los plazos. Pero en algún
momento había que saldar las cuentas, que en el caso estudiado
correspondió hacerlo a las viudas, dejando en evidencia la falta de
consistencia de las empresas. No obstante esa fragilidad, parte de
esas gestiones frieron proseguidas por el yerno de José Salvador
Palma, Miguel Ignacio Collao, quien a partir de esa base se
transformó en hacendado y molinero importante en la región
marcando con ello una línea de cierta continuidad familiar.
Por último, cabe hacer referencia a la relación que tuvo José
Ignacio Palma con Matías Cousiño quien, en convenio con las
viudas, afrontó las deudas que pesaban sobre las testamentarias de
los Palma y se constituyó en el principal acreedor de esas
sucesiones; captó asimismo negocios importantes en la molinería y
en el carbón, que habían corrido bajo la dirección de José Ignacio
Palma o con los que éste había estado ligado, como fue el caso de
la hacienda de Coronel de propiedad de su suegro. La relación con
Cousiño, como también la inserción de Miguel Ignacio Collao
como substituto en las gestiones de sus parientes políticos, son
sintomáticas del desplazamiento de los empresarios de raigambre
local por un impulso extrarregional llegado a la zona, que dio
origen a un nuevo sector empresarial dominante en la región en el
transcurso del siglo XIX .
185
Leonardo Mazzei. Trayectorias empresariales en Concepción en el siglo XIX
Abreviaturas
ACC
ACM
AJC
AMH
ANC
ANCH
ANS
ANT
ANV
APSC
AUCH
SCL
Archivo Nacional. Cabildo de Concepción.
Archivo Nacional. Contaduría Mayor.
Archivo Nacional. Judicial de Concepción.
Archivo Nacional. Ministerio de Hacienda.
Archivo Nacional. Notarios de Concepción.
Archivo Nacional. Notarios de Chillan.
Archivo Nacicnal. Notarios de Santiago.
Archivo Nacional. Notarios de Tomé.
Archivo Nacional. Notarios de Valparaíso.
Archivo de la Parroquia del Sagrario de Concepción.
Anales de la Universidad de Chile.
Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República
de Chile. 1811 a 1845.
186
LOS FRANCESES EN EL SUR CHILENO SEGUN EL
EMPADRONAMIENTO DE 1886
Bemard Lavalle
Francine Agard-Lavalle
El 18 de junio de 1886, el Consulado General de Francia
en Valparaíso comunicó a los vice-cónsules y agentes consulares
franceses en Chile de la publicación, en el Journal Officiel de la
République Frangaise del 6 de abril de ese año, de un decreto que
ordenaba, para el día domingo 30 de mayo, la confección de un
censo general -llamado entonces dénombrement- de la población
francesa. A petición del Conseil Supérieur de la Statistique que
dependía entonces del Ministerio del Comercio, dicho censo se
haría extensivo a los franceses que residían en el extranjero, de ahí
la necesaria colaboración del cuerpo consular.
El Cónsul General estaba consciente de las dificultades de
tal empresa en un país como Chile donde, sin duda, vivían muchos
franceses, dispersos a lo largo de la geografía chilena, y sin haber­
se matriculado en los registros consulares por razones muy diver­
sas. El Cónsul General pidió, por consiguiente, que ese censo se
hiciese con la mayor precisión posible, y sugirió la creación, en las
principales ciudades y provincias, de comités locales o regionales
adecuados para reunir la información solicitada.
Por el mismo correo, el Consulado de Valparaíso remitió
un ejemplar del Bulletin Individué! que, el 30 de mayo, había
tenido que rellenar cada persona residente en Francia. En ese
Bulletin, bastante detallado, se preguntaba lo acostumbrado en
tales casos: apellido y nombres, edad, sexo, lugar de nacimiento,
nacionalidad (de parents frangais, naturalisé, étranger), estado
civil, número de hijos (a lo cual, en Chillán, Hippolyte Marache
contestaría con un rotundo: "cela en vous regarde pas"), profesión
(patrón, chef d'exploitation, employé, commis, ouvrier; joumalier;
manoeuvre, domestique). Por fin, había que indicar si la persona
censada estaba radicada en el lugar del censo o se encontraba allí
sólo de paso.
Por carta del 10 de julio, el Consulado General volvió a
insistir sobre el tema, pidiendo a los agentes consulares que se
187
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
mostrasen diligentes; pero, descartando por razones prácticas que
se mandasen todos los bulletins recolectados, indicó a los
funcionarios consulares que hicieran llegar a Valparaíso sólo listas
en las que, en una línea, figurasen las diversas respuestas de cada
persona censada.
Desgraciadamente, se desconocen los resultados de dicha
encuesta, que habría sido de extraordinario interés para el conoci­
miento de la colonia francesa entonces residente en Chile. En
efecto, no se encuentra entre la documentación remitida por la
embajada francesa de Santiago y conservada en el archivo del
Ministéres des Affaires Etrangéres del Quai d’Orsay en París.
Tampoco están en el Archivo Diplomático de Nantes donde se han
reunido los papeles de los consulados franceses en el extranjero, y
en el que se pueden consultar varios centenares de legajos
procedentes de Chile.
De manera casual, hemos logrado ubicar en un archivo
particular parte de ese censo, que pertenece al sur chileno, y fue
recogido por el vice-consulado francés de Talcahuano. Material­
mente, se trata, en el caso de Chillán de los famosos Bulletins
individuales, mandados a confeccionar a la imprenta La Discusión,
y, para las demás poblaciones de la zona, de las listas sugeridas
por la carta del 10 de julio.
Los datos conciernen a las ciudades y regiones de Chillán,
Talca, Linares, Constitución, Tomé, Talcahuano, Concepción, Collipulli y Galvarino, así como al departamento de Angol y las
colonias vecinas. Hay que añadir que, si bien las listas son en
general completas, otras no han llegado íntegras hasta nosotros.
Por ejemplo, en la de Talca, de tres páginas, falta la primera.
Tampoco se puede asegurar que, entre los numerosos bulletins
procedentes de Chillán, estén todos los que completaron los fran­
ceses a finales del 86, ya que no tenemos la lista resumen.
El propósito de este estudio es, pues, un análisis de esa
fuente, desde muchos puntos de vista original y que aporta, por lo
tanto, alguna luz sobre el flujo migracional francés al sur chileno a
finales del siglo pasado, en el momento en que la Frontera se
incorpora de manera definitiva al espacio chileno.
I. Talca y su región
En el caso de Talca, la ciudad ubicada más al norte de
aquellas sobre las cuales tenemos información, figura en el censo
con 82 personas. Como, según queda dicho antes, nos falta la
188
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
primera página de la lista -esto es, unas veinte personas adultas
más sus hijos-, se puede afirmar que la colonia francesa en esa
ciudad y sus alrededores oscilaba entre 110 y 120 individuos.
La distribución por sexo ofrece, como es normal en los
grupos emigrados, un excedente masculino importante: 24 hom­
bres, 18 mujeres, así como 40 niños y/o adolescentes. Este exce­
dente es aún más notable si se toma en cuenta que 9 franceses
están casados con chilenas (que figuran en el censo entre las
mujeres francesas), y otro más con la hija de un francés y una
chilena. De ello se deduce, por una parte, que de las 18 mujeres
censadas, sólo 8 habían venido de Francia (de allí el desequilibrio
mayor entre sexos), y, por otra, que los franceses, muchos de ellos
solteros al llegar, estaban mayoritariamente casados con mujeres
nacidas en Chile (10 en total, contra 6 casados con francesas que
habían emigrado con sus maridos).
Esta situación matrimonial refleja también una clara
diferencia en la pirámide de edades. Si las dos terceras partes de
las mujeres tienen entre 21 y 40 años, los hombres suelen ser de
bastante más edad: ninguno entre 21 y 25 años, 2 entre 26 y 30, 8
entre 31 y 40, 8 entre 41 y 50 y 4 de más de 50.
Por lo que toca al origen geográfico de los franceses
censados, notamos procedencias bastante diversas: en 27 casos está
indicada y corresponden a 15 departamentos diferentes. Doce de
ellos figuran con sólo un representante; el de Basses Pyrénées (hoy
Pyrénées Atlantiques) tiene 2. A la inversa, es interesante el caso
de la Gironda, con 13 personas, esto es casi la mitad de los
franceses residentes en Talca.
Afinando el análisis geográfico de esos orígenes, podemos
precisar, por una parte, la neta predominancia del sudoeste francés
(16, esto es casi las 2/3 partes de las procedencias). Por otra parte,
es también notable el hecho de que 18 fuesen de origen urbano,
por haber nacido en París, en grandes capitales como Burdeos,
capital de la Gironda (6 en total), Lille, Rennes, Estrasburgo y
Nantes, o en ciudades más pequeñas, pero de cierta importancia,
como por ejemplo cabeceras departamentales (Angers, Avignon,
Brest, Macón, Agen, Bastía).
Esos orígenes tienen que ver, por supuesto, con la
inserción profesional de los inmigrantes. Con la excepción de 4
familias que trabajan en vitivinicultura (dos de ellas en Lontué,
una en Mariposas y la última en Talca), la gran mayoría de los
franceses estaban ocupados en trabajos de tipo artesanal (dos
carpinteros, un yesero, un hojalatero, un pintor, un mecánico, un
189
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
charcutero, un barbero, un sastre y un curtidor). Tres de ellos se
inscribieron como ouvriers, lo cual perecería indicar que los
demás, siete en total, eran dueños de su taller. Dos eran cocineros,
uno mattre d’hotel, otros dos trabajaban en el ramo del comercio
(uno como negociante, y otro, más modestamente, como commis
de magasin). En fin, figura también un telegrafista, un profesor de
francés y un cuidador de cementerio.
En lo que se refiere a la inserción social de estos franceses,
añadiremos un detalle también significativo. En el mismo archivo,
hemos encontrado un documento sin fecha ni firma, pero que
presumimos fue redactado en los años inmediatamente anteriores a
1888. Se titula Etat nominatif des Franjáis résidant á Talca ou les
environs. Es mucho más escueto que el censo analizado aquí. En el
figuran para Talca sólo 28 personas, todos hombres, e indica
únicamente el apellido de éstos con su profesión. De esos 28, 21
no aparecen en el censo de 1886, sin duda prueba, entre otras cosas
de una mobilidad geográfica bastante importante. Sus ocupaciones
son del mismo tipo que las que hemos encontrado en el censo del
86. Entre las actividades artesanales: peluqueros (3), y uno para los
oficios de colchonero, afinador de pianos, zapatero, sombrerero,
fabricante de jabón y fabricante de camisas. En el rubro alimenta­
ción, hay 2 panaderos, un pastelero, un cocinero y un charcutero.
En el ramo comercial, un tendero, un representante, un viñatero, un
empleado. Se registra también un ingeniero, un arquitecto y un
sepulturero, probablemente, el mismo cuidador de cementerio que
figura en el censo de 1886.
Afortunadamente, también tenemos las listas hechas en las
ciudades más pequeñas de la región, concretamente Linares, Parral
y Constitución, esta última, para entonces el puerto de Talca. En
este último, existía una comunidad francesa muy reducida. El 21
de diciembre de 1886, Ferdinand Court registró en 7 hogares tan
sólo a 10 adultos y 18 niños y/o adolescentes. De esos 7 hogares, 5
eran mixtos, pues había un francés casado con una inglesa nacida
en Chile, otros dos con chilenas, una chilena viuda de un francés, y
otra chilena también casada con francés, sobre el que no se da
ningún dato.
Además, es de notar que los cinco franceses registrados
allí tenían todos más de 50 años, dos de los cuales eran comerciantesy dos marineros. En cuanto a su procedencia, todos habían
nacido en puertos o zonas marítimas: Burdeos (2), Bayona, isla de
Olerón en Charente-Maritime y Bretaña (Morbihan).
190
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
A finales de septiembre de ese año, el 23, Prosper Ginovés
y Léon Chéreau habían concluido el Dénombrement des Frangais
dans les provinces de Maulé el de Uñares. Figuran 14 adultos,
diez en la primera y cuatro en la segunda, así como 9 niños y
adolescentes claramente identificados, pues otros declarantes
indicaron tener también hijos, pero sin precisar dónde estaban ni su
identidad, lo cual nos llevaría a pensar que no vivían con sus
padres en Chile.
Este grupo presenta notables similitudes con los que ya
hemos observado. Entre los hombres, no los hay muy jóvenes.
Tres tienen entre 36 y 40 años, otros tres entre 45 y 50, y tres más
de cincuenta. Si nueve hombres habían nacido en Francia, en el
caso de las mujeres, la cifra baja a dos, lo que significaba que dos
de aquéllos se habían casado con chilenas y un tercero con la hija
de un francés y una chilena.
En cuanto a las regiones de nacimiento, se nota una evi­
dente dispersión (8 personas nacidas en departamentos diferentes),
con la excepción, una vez más, de la Gironda de donde provenían
6 personas, entre ellas una pareja con tres hijos nacidos en el
mismo departamento, los Dauvin.
En lo que se refiere a los oficios, cuatro se declararon
negociantes, uno capataz y otro encargado de las calderas en la
fábrica de azúcar de la Rinconada. Dos estaban vinculados a la
vitivinicultura, sea como vitulteur (¿dueños de viñas o simplemen­
te encargados de ellas?) o tonelero. Otro se declaró, con más
precisión, agricultor.
II. Chillán
Como hemos dicho, para Chillán no tenemos listas, sino
un grueso legajo, posiblemente incompleto, de los propios
Bulletins completados por los inmigrantes. Ha llegado hasta
nosotros la información de 140 personas; esto es, si comparamos
este dato con los resultados del censo de chileno de 1885, más del
80% de los inmigrantes del departamento, pues entonces se habían
registrado en el a 159 extranjeros.
Esas 140 personas (algunas de ellas residentes en Yungay,
San Carlos y Nuble), se reparten de la manera siguiente: 67
hombres (entre ellos 4 chilenos de padres franceses), 23 mujeres y
50 niños y/o adolescentes. También aquí notamos un fuerte
desequilibrio entre los sexos, pues había prácticamente tres
hombres por una mujer. Ese desequilibrio se veía agravado en lo
191
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
que toca al flujo migratorio, si se considera además que 6 de las
mujeres no venían de Francia, sino eran chilenas casadas con
franceses.
Esta elevada proporción de matrimonios mixtos, que ya
hemos notado en las ciudades anteriormente estudiadas, era, por
supuesto, consecuencia de una inmigración fundamentalmente
masculina. Era también señal de una buena integración de los
migrantes en la sociedad que los había acogido.
Es que en esa comunidad algunos integrantes eran
representantes de una inmigración bastante antigua. Cinco adultos
se declararon hijos de franceses y chilenas (entre ellos los tres
hermanos Jean Michel, Antoine Franfois y Paul Antoine Descat,
nacidos entre 1859 y 1863, agricultores en Yungay, y de
nacionalidad chilena a pesar de su inclusión en el dénornbremet).
Otros ocho habían nacido en Chile de padre y madre franceses, por
ejemplo, Teodoro Emiliano Hardoy, jefe comerciante en Yungay,
también de nacionalidad chilena, y que completó el bulletin en
castellano. Figuran, además, Pierre Etchegaray, nacido en Arauco
en 1860, Emile Leroux nacido en 1861 en La Serena, y Amandine
Augé, nacida en 1869 en Ancud y casada con Charles Bartet,
nacido en 1867 en Chillán, también de padres franceses.
Considerando que la mayoría de ellos se había casado y
tenía hijos, podríamos afirmar que algunas familias de la
comunidad francesa vivían en Chile desde hacía tres generaciones.
Las señales de esa chilenización de no pocos inmigrantes
son, pues, evidentes: matrimonios mixtos, ambigüedades sobre la
nacionalidad (chilenos que completan el bulletin por el mero hecho
de que su padre sea francés, bulletin redactado en castellano). A
este respecto, citemos también el caso muy interesante de Joseph
Pertuzé. Este redactó el documento en una lengua extraña, un
mixto chapurreando de francés y español, indiscutible señal de que
estaba radicado en Chile desde hacía mucho tiempo, al punto de
haber olvidado la lengua francesa que a lo mejor había practicado
poco en su región. Escribe así:
"Le non de ma famille est: Josefe Pertuzé. No sonune 3
freres Teodoro Pertuzé et Agustín Pertuzé.
Mon, non, Isidoro Pertuzé; mon aje 56 anne.
Mon départemen Montoban, Tam et Garone, comune de
Marsac, cantón de Lavit.
192
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
Je sui naturalisé franjáis. Je sui marié. Ma fetnme sapéle
Felipa Pérez- Je tien dus enfants, 1 garson, Manuel Mario, la filie
Adela Ramona.
Ma profesión, forjeron. La profesión dislinte: agricultor.
J’abito le départeman de Yungay".
Comparando los bulletins con las peticiones de pasaportes
suscritas en Burdeos, el gran puerto de la emigración francesa a
América Latina en general y a Chile en particular en las décadas
anteriores, hemos encontrado efectivamente casos de emigrantes
instalados en Chillán que habían salido de Francia muchos años
atrás: en 1847, Jean Luflade, tonelero (patrón tonelero en 1886) y
en 1856, Edmond Bartet, sastre (patrón rentista en 1886).
Es también interesante notar que, para algunas familias,
Chile no había sido el primer destino de su emigración a América.
Ya habían probado suerte en otros países del continente. Así, Jean
Amable y Thérése Castagne (que tenían un hijo de 18 años, ya
encargado de tienda en Talca, en cuya lista figura), eran también
padres de una niña de 8 años, Lucie, nacida en Cuba, donde sus
padres habían estado antes. Auguste Boudon, viudo, empleado en
una tienda de calzados, vivía con dos hijas de 7 y 8 años, nacidas
en Perú, una en Huánuco, la otra “dans les montagnes de Mon­
zón".
En cuanto a la pirámide de edades de los hombres, el
reparto es mucho más equilibrado de lo que hemos notado en las
ciudades anteriores: 14 tenían entre 21 y 30 años, 14 entre 31 y 40,
17 entre 41 y 50 y 10 con más de 50.
Si consideramos ahora la procedencia de estos inmigran­
tes, convendría considerar varios elementos. Primero, una vez más,
el predominio de los provenientes de centros urbanos, pues más de
un tercio había nacido en alguna ciudad francesa. Doce de ellos
eran de París o sus inmediaciones, mientras los demás provenían
de ciudades como Burdeos, Lyon, Toulouse, Bayona, Pau y Nantes.
Luego, se confirma el predominio de la gente oriunda del
sudoeste francés. De 73 personas, cuyo nacimiento en Francia
aparece precisado, 35, o sea, casi la mitad, venía de esa zona. En
ella ocupa, una vez más un puesto destacado el departamento de la
Gironda (con 10 nativos, entre los cuales 7 eran de Burdeos).
Quince procedían de Basses-Pyrénées (6 de Béam y 9 vascos). A
continuación viene Dordogne con 4, Haute-Garonne con 2, y uno
para cada departamento de Charente, Aude y Tam-et-Garonne.
193
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
Dos departamentos que no aportaron muchos emigrantes a
América del Sur; sin embargo, dieron origen a dos casos evidentes
de emigración en cadena en Chillán. El primero es el de Yonne, en
Borgoña, de donde provenían 5 personas: los hermanos Louis
Eugéne y Charles Poisenat, nacidos en Sainte-Magnance, “employés de conunerce”, Pierre Amédée Collin, también de SainteMagnance, gerente de curtiduría, con su esposa Marguerite Charles
de Avallon, en el mismo departamento, y Jules Goisot, tonelero,
de Saint-Bris-le-Vimeux.
El otro caso es el del Sarthe, en Normandía, con siete
representantes: Julien Chéreau, nacido en 1823, de Chérancés,
subprefectura de Mamers; Victor Vayer con su hermana Berthe,
nacidos en 1837 y 1849, también en Chérancé, ella soltera, él
viudo con tres hijos, (uno de los cuales, Hemy, de diez años había
nacido en Saint-Ouen-de Mimbré, otro pueblo que dependía de la
misma subprefectura de Mamers); los dos hermanos Achille y
Firmin Blu, también oriundos de Chérancé, el primero negociante
en maderas, el segundo empleado y Constant Fouquet, nacido en
Doucelles, pequeño pueblo de la misma subprefectura, y también
negociante en madera. Habría que añadir que, en el censo de
Linares, figura otro Chéreau, de nombre Léon, también de
Chérencé, nacido en 1848, negociante, casado con chilena, y padre
de tres hijos.
En relación a las inserciones socioprofesionales y tomando
en cuenta las ambigüedades de no pocas declaraciones, hemos
observado una fuerte presencia de personas de buena posición: 16
en el comercio de cierto nivel (seis comerciantes, un comerciante
de jabones, dos negociantes en maderas, un jefe de comercio,
cuatro patrones comerciante y dos gerentes).
Dieciséis se registraron como patrones. Hay también diez
agricultores y registramos, además, un tonelero, un curtidor, un
escultor, un zapatero, un fabricante de tejas y cerámica y un dueño
de restaurante. Otro se autodefine, simplemente, de patrón, sin
precisar en qué ramo de actividad estaba ocupado. A esta categoría
habría que añadir, sin duda, tres rentistas, uno de los cuales declara
ser patrón rentista. Entre las demás actividades de cierto nivel hay
un profesor y un sacerdote.
Para los sectores artesanales y de servicio se observan,
como hemos señalado ya, ciertas ambigüedades: 24 hombres se
registraron como empleados (4 sin indicar en qué ramo, 9 en el del
comercio, 4 en curtidurías, 2 en empresas de calzado, 2 en
sastrerías, 1 en charcutería, 1 en contabilidad y otro maítre
194
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
¿'hotel). Otros siete no especificaron si eran trabajadores
independientes o asalariados, aunque esto último haya sido lo más
probable. Se trataba de un tonelero, un calderero, un sombrero, un
peluquero, un sastre y un jardinero.
III. Concepción y Talcahuano
Como bien se sabe, el área formada por Concepción y
Talcahuano se encontraba en plena expansión. Por lo mismo, la
población inmigrada era allí importante, tanto desde el punto de
vista numérico, como social y económico. Entre ella, los franceses
constituían un grupo numeroso, de antiguas raíces, cuyas familias,
bien organizadas, se remontaban al siglo anterior.
Así, en 1869, habían ofrecido dinero para ayudar a los
obreros de las empresas algodoneras del norte de Francia. En 1870,
en el momento de la desastrosa guerra contra Prusia, los penquistas
franceses hicieron colectas para sufragar los gastos bélicos y “le
soulagement des victimes de cette guerre". Algunos años más
tarde, casi un centenar de ellos lo volvió hacer, esta vez para
socorrer a los damnificados de la inundación del río Garona, que
riega una zona de la cual eran oriundos muchos de los inmigrantes
franceses instalados en esta región.
En fin, habría que agregar que en mayo de 1884, se había
creado la Société Philantropique de Concepción-Talcahuano, con
casi ochenta socios al momento de su fundación, cuyos propósitos
eran fortalecer la ayuda mutua y la concordia con los nacionales.
En el caso de la capital penquista y de su puerto,
Talcahuano, el censo se conserva bajo la forma de un cuadernillo
manuscrito, donde figuran los franceses “de Conception et aux
environs", fechado el 25 de octubre de 1886.
En esa especie de registro están identificadas 209 franceses
y francesas, a las que habría que añadir algunas más, por ejemplo,
una alemana de la que no se precisa por qué razón fue incorporada
al censo, las esposas chilenas casadas con franceses (12), y otras
personas (esposas o hijos) de las que sólo se indica su existencia,
sin más datos que el número hijos, cuando se registran, lo hace
dudar que estuviesen residiendo con sus padres en Chile.
Como en el censo de Talca, llama la atención el nivel de
integración de estos franceses y sus vínculos con los chilenos. Ya
hemos dicho que 12 estaban casados con chilenas; otros cuatro con
hija o hijo de francés y chilena, a lo cual habría que añadir que 14
195
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
no dan información sobre su cónyuge, ya sea porque no residía en
Chile o porque no era de nacionalidad francesa.
Asimismo, de los 93 niños y adolescentes identificados
(45 niños y 48 niñas), 72 habían nacido en Chile, y, de aquellos
sobre los cuales tenemos información, 24 eran de padre y madre
emigrados de Francia, 31 de padre francés y madre chilena, 7 de
padre francés y madre franco-chilena. En total, sumando menores
y adultos, 48 individuos -o sea más o menos la cuarta parte de los
censados- tenían por lo menos uno de sus ascendientes directos
chileno.
En cuanto a los adultos, 20 habían nacido en Chile: 2 de
padres franceses, 17 de padre francés y madre chilena, uno de
padre francés y madre sobre la que no tenemos información.
En relación a la procedencia de aquellos que habían
emigrado a Chile, dado el número de personas sobre las que
tenemos información (113), no es de extrañar que haya orígenes
muy diversos. Están representados, en efecto, unos 35 departamen­
tos, a los que habría que añadir colonias (Argelia, isla de la
Reunión en el Indico) o ex-colonias francesas (Lusiana); figurando
también países americanos en los que la emigración francesa había
sido importante, como Argentina y Cuba.
Son notables la presencia de siete personas nacidas en
Alsacia (Haut-Rhin et Bas-Rhin) y uno de Mosela; esto es, tres
departamentos que en 1871, a raíz de la guerra perdida por Francia
contra Prusia, fueron anexados al Reich, experimentando una
fuerte emigración por parte de aquellos que no querían convertirse
en alemanes, emigración que se dirigió principalmente hacia la
Francia del interior, como dicen en Alsacia y Argelia, pero
también hacia el extranjero.
Como en otras ciudades ya estudiadas, observamos tam­
bién una presencia significativa de población procedente de París y
sus alrededores (8); pero en Concepción y su región predomina­
ban, más que en los casos anteriores, los nativos del sudoeste
francés: 59, o sea más de la mitad. Por cierto, algunos departa­
mentos sólo contaban con unos pocos representantes: Landres (1),
Haute-Garonne y Lot-et-Garonne (2 cada uno), Aude y Charente (3
cada uno). Otros figuran con un número mayor: el de HautesPyrénées (6) y sobre todo, la Gironda, que, como vimos en los
censos anteriores, aportó muchos emigrantes a Chile: nueve en
este caso (5 de Burdeos y 4 del resto del departamento).
Si sumamos las cifras de los lugares de procedencia
anteriores y la comparamos con el total, podríamos decir que 33
196
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
provenían de un solo departamento, el de Basses-Pyrénées, que ya
encontrado en el censo anterior, aunque no con esta densidad y,
sobre todo, con una distribución diferente. En Chillán había un
relativo equilibrio entre los vascos y beameses de ese departamen­
to; en Concepción, en cambio, 32 eran vascos y tan sólo uno de
Béam.
Las procedencias de estos vascos son también interesantes,
en la medida en que predominan los de la franja marítima del
departamento y de su inmediato hinterland: Bayona (7), SaintJean-de la Luz (4), Urrugne (5), Souraíde (4), Ustaritz y Hasparren
(3 cada uno), Briscous, Cambo y Louhossoa (1 cada uno);
mientras que los pueblos de los valles montañosos del interior
están representados de manera mucho más escasa: dos de Aínhoa
y uno de Saint-Jean-Pied-de -Port, Larrau y.
Mayoritariamente, esos vascos estaban empleados en el
ramo mercantil. De los 27 cuya profesión se puede identificar siete
declaran negociant), seis commer^ant y ocho commis o employé
de conunerce (esto es dependiente), siendo los demás ebanista,
agricultor, sastre, dentista (uno para cada profesión) y dos curti­
dores.
Este predominio entre los vascos de las actividades
mercantiles incidía bastante en la pirámide de edades. El grupo de
los vascos era notablemente más joven que el resto de la
comunidad francesa. De los 26 hombres que figuran, 9 tenían 20
años o menos, otros 9 entre 21 y 30, 4 entre 31 y 40 y sólo 4 más
de 40 años.
Esta juventud, señal obvia de una emigración más reciente
que las demás, estaba vinculada a cierto tipo de actividad
mercantil. En efecto, la casi totalidad de los más jóvenes eran
commis o employés de commerce, y habían llegado a Chile antes
de cumplir los 18 años. Lo vemos claramente por los documentos
notariales suscritos por esos años en el Vice-consulado de
Talcahuano, y de modo aún más evidente, años más tarde, cuando
esos mismos jóvenes, sin duda contratados al comienzo por
compatriotas suyos, se habían establecidos como comerciantes
independientes, haciendo constar, por testigos fidedignos, en
sendos Actes de notoriété, que habían llegado a Chile -los más de
ellos saliendo de Burdeos en barcos ingleses- antes de alcanzar la
edad de ser censados para el servicio militar, lo cual los eximía de
esa obligación.
En la comunidad francesa en general, las actividades
mercantiles eran también las mejores representadas, aunque no con
197
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
la intensidad de los vascos. Pertenecían 42 a ese ramo: 15
négociants (de los cuales 14 eran franceses nacidos en Chile), 9
commer^ants (2 de ellos nacidos en Chile), 4 employés de
commerce, 7 cominis (todos vascos) y un contable.
Los demás ramos estaban representados de la siguiente
manera: diez del rubro de la confección (6 sastres, 2 modistas, 1
sombrerero y 1 tintorero); nueve del campo de la alimentación y
restorantes (con 3 maitres d’hotel, 2 charcuteros, 2 confiteros, 1
cocinero y 1 fabricante de limonadas); siete vinculados a la
agricultura (1 jardinero, 1 horticultor y 5 agriculteurs, sin más
precisión, de los cuales 3 eran franceses nacidos en Chile, los
Mahuzier de Yumbel); seis trabajadores de la construcción (2
contratistas y 4 carpinteros); y cuatro del rubro industrial (2
mecánicos, 1 fundidor y 1 ingeniero).
Como se puede ver, se trata de una gama relativamente
abierta de profesiones muy diversas, a las cuales habría que
agregar dos curtidores un dentista, un farmacéutico, un peluquero,
un hojalatero, un joyero, un especialista en fuegos artificiales y un
enigmático employé.
IV. Las zonas de colonización de la Frontera
Sobre las tierras de más al sur y que recién se estaban
incorporando al país, de acuerdo a un proceso bien estudiado en
Chile, el Dénombrement ofrece datos bastantes desiguales.
Concretamente, se trata de dos censos relativamente precisos para
Collipulli y Galvarino, incluyendo este último a las colonias de
Contulmo y Purén, y de otros tres titulados: Angol et les colonies;
Traiguén, Victoria et les environs tnoins les colons y Franjáis
résidant dans les départemenents d’Angol et les colonies.
Los dos primeros, aparentemente realizados con más
cuidado que los siguientes, ofrecen un abanico de situaciones
bastante amplio. En Collipulli, aparecen 14 personas, de las cuales
sólo 5 son casados o viudos, sin que se indique quién era el
cónyuge ni cuántos hijos tenía la pareja. Como en casos anteriores,
los vascos constituyen un grupo fiierte y bien individualizado. En
efecto, suman 8 de los 14 censados, todos empleados en el
comercio (se dicen negociantes aunque, muy probablemente son
representantes de casas comerciales con sede en Concepción). Se
trata, además, de gente joven (sus edades oscilan entre los 16 y TI
años) y todos solteros.
198
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
Los demás franceses son de actividades diversas, de
procedencia geográfica muy variada (no hay dos oriundos del
mismo departamento, sin que domine ninguna región), de niveles
económicos globalmente elevados (ingeniero, rentista, negociante,
dos agricultores y un herrero), de edad en general elevada, pues
fuera de herrero, de 27 años, tres tienen entre cuarenta y cincuenta
años y dos más de sesenta.
En Galvarino, los censados son 21, a los que habría que
agregar una familia de colonos de Contulmo, con cinco hijos y otra
radicada en Purén, con cuatro hijos y dos sobrinos. Aquí no
aparece ningún vasco, lo que se explica porque allí las actividades
dominantes no eran de tipo comercial, sino agrícolas. En efecto, 16
de los que figuran en el censo se declaran agricultores, uno peón
agrícola y otro jardinero.
Llama también la atención el hecho de que prácticamente
todos estén casados y con familias, ascendiendo el total de los
hijos a 46. En cuanto a las procedencias, son también diversas,
pues están representados 13 departamentos de las distintas
regiones francesas.
En Angol, el panorama es mucho más diverso. No
dominan las actividades mercantiles como en Collipulli, ni las
agrícolas como en Galvarino. Hay por supuesto comerciantes (5,
tres de ellos vascos), sólo un agricultor, siendo los demás artesanos
(panadero, charcutero, armero, carpintero, costurero), uno dueño
de restaurante y otro profesor.
Otro elemento de este censo es que anotó la identidad de
las esposas de los casados, cosa que no se hizo en las dos listas
anteriores. Ahora bien, de los 9 casados, tan sólo dos los están con
francesas, mientras que siete tienen esposas chilenas.
El otro censo, complementario del anterior, y titulado de
los departamentos de Angol y las colonias, resulta, al fin y al cabo
poco, de escaso valor. Pensamos que fue redactado, quizás, por
una persona de habla hispana, como parece sugerirlo el hecho de
que no pocos nombres de los censados estén en castellano, así
como la grafía fonética e incompleta de muchos lugares de
nacimiento, lo que los hace difícilmente localizables. Por otra
parte, dista mucho de la precisión de los otros registros. Por
ejemplo, en cuanto a los oficios se refiere, se indica, las más veces,
un lacónico patrón.
Terminaremos, pues, con el censo de Traiguén y Victoria.
Figuran allí 16 familias, incluidos los solteros. Hay entre ellos un
relativo equilibrio de todas las tendencias observadas hasta aquí:
199
Bemard Lavalle. Los franceses en el sur chileno.
un grupo de comerciantes vascos, una mayoría procedente de
sudoeste francés (14, de los cuales 7 vascos), un número elevado
de hijos (25); y, fuera de comerciantes, figuran agricultores (5) y
empleados en el ramo hotelero (3).
Los datos que nos ofrece el Dénombrement no pueden ser
sino un elemento, entre otros, que nos permitan un acercamiento
más preciso a la realidad francesa imperante en el sur chileno a
fines de los años 80 del siglo XIX. Para tener un cuadro más
completo, habría que compararlos con los estudios actualmente en
curso sobre las empresas extranjeras en esa región, los movimien­
tos financieros y la historia del agro.
Desde ya, aparecen sin embargo algunos rasgos interesan­
tes: un emigración relativamente numerosa dada la población
chilena de esas zonas; que en muchos casos parece haber alcanzado
una situación económica buena o aceptable, a pesar de las dificul­
tades y fracasos que conlleva todo fenómeno migratorio. Se trató
también de una población bien integrada, como lo prueba la
existencia de muchas parejas mixtas y de familias radicadas en el
país desde hacía varias generaciones; representativa de muchas
facetas de la población francesa, aunque sobresale la impronta del
sudoeste francés, más precisamente de la región de Burdeos, en
algunos casos, de Beam y sobre todo del país Vasco. Es una
comunidad bastante variada en sus actividades, en particular en
función de las zonas a la que se dirigió, lo cual, a] fin de cuentas,
toma difícil perfilar una especie de retrato típico del inmigrante
francés en el sur chileno.
200
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Cartas de Inmigrantes1
Chillán, 12 de septiembre 1867
Señor Aninat, Cónsul de Francia en Concepción
Señor Cónsul,
Hace 18 años patí de Francia en el barco l’Edouard, con el
capitán Curet, el día 30 de marzo de 1849, llegando a Valparaíso el 2 de
septiembre. Desde mi llegada a Chile he tenido suerte en varias
oportunidades, pero mi gran confianza ha sido causa de mis desgracias.
Cada vez que me he encontrado en la situación de hacer el bien y ayudar
a mis compatriotas, lo he hecho con el mayor placer, pero siempre mal
retribuido.
Aquí en Chillán hay algunas personas a las que he servido y que
están en este momento en una buena posición, pero actualmente, ellos ni
siquiera me saludan, de manera que no he querido jamás rebajarme en
pedirles algún servicio.
Varias personas me han comprometido para que me dirija a
Ud., Señor Cónsul, asegurándome de que Ud. es bueno y caritativo en
exceso con los compatriotas, de lo que no he dudado en ningún
momento, habiendo tenido el honor de conocerle a bordo del l’Edouard.
Hace dos años que me ocupo en trabajar la cerveza, y luego de
grandes dificultades, he llegado a trabajarla perfectamente, pero me falta
lo principal y no hago más que vegetar y apenas mantener mi familia
que es bastante numerosa. Pronto estaré llegando a los cincuenta y
quisiera poder aprovechar el tiempo que me queda por vivir para darles
una posición a mis pobres hijos.
Con 2 a 3000 botellas, un quintal de lúpulo, 10 a 12000
corchos y algunas fanegas de malta, estoy seguro de hacer buenos
negocios y para obtener aquello, no es necesario el dinero al contado,
con una simple recomendación de Ud., Señor Cónsul, sería suficiente.
Le ruego excusarme de la libertad que he tomado en
importunarlo, Señor Cónsul. Hace bastante tiempo que tenía la intención
de hacerle una visita en persona, pero mis medios son tan pequeños, que
no he podido hasta ahora efectuar ese viaje.
Reciba le ruego, Señor Aninat, la seguridad del profundo
respeto de su fiel compatriota.
.lean Antoine (ilegible)
1 Las cartas originales fueron escritas en francés. La traducción al español fue
realizada por el profesor Alfredo Pintor, conservando el estilo y giros
idiomáticos de los textos originales, poniendo puntuación sólo cuando faltaba,
para facilitar su comprensión.
201
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Chillán, 4 de marzo de 1870
Al Señor Aninat, Cónsul francés en Concepción
Señor Cónsul,
Señor Cónsul; he sabido que el gobierno francés ha dado
admistía a las personas que quisieran repatriarse; desgraciadamente quel
haya llegado demasiado tarde para mí y para mi pobre difunta
compañera, pero por mis pobres pequeños hijos yo deseo volver a
Francia aprovechando d’esta admistía.
Si a mí me tocara, tenga, Señor Aninat, por mis hijos la bondad
de llevarme a los registros para repatriarme. Soy de Méchais,
departamento de la Charante Inferior y de la ficina marítima de Royan.
Yo no ube que un delito que haber ejado en Ostralia un navio llamado
Croi du Sud.
Quisiera Ud., Señor Aninat, le suplico tener la bondad de
responderme la más rápido posible, Ud. M’hará un servicio y yo estaré
muy reconocido.
Yo termino en saluarlo con amistad, su servidor
Julien Cabane
*******
Concepción, 21 de junio de 1883
Señor Paul Merlet
Talcahuano
Señor,
He recibido su honorable de ayer respondiendo a mi telegrama,
así como aquella de hoy en la que usted me hace saber que le ha sido
imposible obtener un pasaje para M. Coussirat a bordo del Trapique.
Al recibir su carta de ayer, he creído prudente, en acuerdo con
algunos amigos, iniciar sin pérdida de tiempo, una suscripción en su
favor, para tener las cotizaciones reunidas para el momento en que el
vapor será anunciado en Talcahuano. La suscripción tuvo lugar y se
recibió la suma de 100 piastras.
No necesito decirle cuán triste es en un país extranjero, tener a
la vista todos los días el espectáculo de algún compatriota implorando la
caridad pública; el comandante del Trapique cuya alma generosa es
202
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
elogiada por usted y vatios de nuestros compatriotas que han tenido el
honor de conocerlo, lo comprenderá también yo no dudo. Es por ello
que me atrevo a suplicarle de intentar de nuevo la solicitud a él y al
agente de la Compañía para aceptarlo a bordo del vapor. Como le decía
anteriormente, Ud, puede contar, para estos efectos con la suma de cien
piastras (en moneda chilena) que yo tengo a su disposición.
Me agradaría acompañarlo a bordo del Trapique para unir mis
esfuerzos a los vuestros, para intentar obtener de su comandante un
favor por el que toda la colonia francesa del Sur estará agradecida, pero
teniendo que hacer el inventario, me es imposible ausentarme para
cumplir esta misión y me veo forzado a pesar de mi deseo de secundarlo
en dejarle toda la tarea.
Tengo la firme esperanza. Señor, en el éxito de su solicitud, y le
ruego aceptar mis saludos abnegados.
Honoré Haran
P.D.
Me permito hacerle llegar con ésta el recibo de ferrocarriles de
un paquete conteniendo algunos efectos personales de Coussirat que
usted tendría la amabilidad de retirar en la estación y de entregarle si
usted consiguiera hacerlo partir. En caso contrario, le mego enviármelo
de nuevo, puesto que de lo contrario, temo que debiendo esperar la
partida de otro vapor, sin seguridad de obtener aquello que ha sido
imposible en el actual, le tomaría un tiempo muy largo tomar el camino
del Mont de Pieté, último refugio de los infelices.
*M*MM*m******
i
Quechereguas, 8 de agosto de 1884
Respondo a vuestra amable carta que he recibido hace algunos
días. Siguiendo vuestra solicitud, le informo que nuestra posición de
fortuna no es brillante como usted debe saber puesto que nosotros
vinimos a Chile como colonos. No poseemos nada y el dinero que
recibimos del gobierno nos alcanza apenas para vivir.
El dinero que retiramos de la Caja de Ahorro, lo hemos ganado
estando en las escuelas gratuitas de Francia donde para estimular, se
daba a los alumnos premios en dinero. En cuanto al Señor Emile
203
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Montégu, su posición de fortuna es la misma que la nuestra puesto que
él vive con nosotros. El dinero que él retira, lo ha ganado siendo
doméstico de casa en Francia.
Le ruego tner la bondad de no inquietarse por las dos libretas ya
que éstas han sido enviadas separadamente y dirigidas al Señor Desneux.
Acepte Señor, mis sinceros saludos.
su servidor.
Dufeu
Colono en Quechereguas
*******
Documento de compromiso N° 1
Compromiso
Quien firma, se compromete por intermedio del Señor Lépine a
aceptar el ofrecimiento del Señor H. Tatin de Concepción (Chile) a
trabajar para él durante 2 años a razón de ciento cincuenta francos
franceses por mes, con alimentación, alojamiento y lavado de la ropa (o
cuarenta piastras chilenas) y mi viaje pagado.
Además, me comprometo a reembolsarle el dinero de dicho
viaje si rompiera mi compromiso antes de cumplidos los dos años que
contarán desde mi entrada en servicio en Concepción. El compromiso
hecho en dos copias será firmado por las dos partes, ésta quedará en las
manos del Señor H. Tatin.
Se hace duplicado en París el 17 de noviembre de 1884 en
presencia del Señor Lépine y del Señor Rost intermediario y amigo del
Sr. Tatin.
Auguste Robéis
H. Tatin
Visto para legalización de las firmas aquí efectuadas de los
Señores H. Tatin y Auguste Robéis las cuales han sido reconocidas
verdaderas por los ya nombrados a mi solicitud.
Talcahuano, 16 de Abril de 1885
Vice-Cónsul de Francia
Paul Merlet
*******
204
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Choque Choque, 20 de mayo de 1886
Señor Cónsul de Francia,
Tengo el honor de enviarle mi libreta de situación militar para
que usted tenga la bondad de hacer los cambios necesarios y
devolvérmela a Choque Choque por Traiguén.
Señor Cónsul, yo partí de Bordeaux con mi cuñado, y el Señor
Colson agente de emigración, nos hizo un sólo contrato a fin de reducir
costos de escritura, de manera que a nuestra llegada se nos ha dado una
sola concesión, un solo par de bueyes y una carreta, es decir como para
una sola familia, lo que hace que siendo dos familias sólo una de ellas
puede trabajar.
Yo le estaré infinitamente agradecido, Señor Cónsul, si usted
pudiera obtener de las autoridades competentes el que yo obtuviera mi
concesión con las herramientas y los bueyes.
El contrato está a nombre de mi cuñado, Ramond Pierre.
Pido a usted avisarme de lo que ocurra con este asunto.
Soy, con profundo respeto. Señor Cónsul, su humilde servidor.
L. Choisau, colonia de Choque Choque, por Traiguén.
*******
Traiguén, 31 de diciembre de 1886
Señor Cónsul,
Llegado aquí como colono hace 3 años con mis padres, he
tenido siempre la idea de servir a mi patria y desearía contraer un
compromiso con el ejército ahora mismo, si aquello es posible. Mis
padres están contentos. Tengo desde hace algunos años la idea del
servicio militar. Cuento sobre su bondad, Señor, ya que para esto sería
necesario repatriarme ya que mis padres aunque en vías de prosperidad,
en este momento no pueden hacer este sacrificio, aún realizando el
compromiso aquí mismo en Talcahuano.
Cuento, Señor, con su complaciente respuesta.
Jean Theil, nacido en Gauriac (Gironde) 3 julio de 1868
**
3* *t * 3*
205
Bemard Lavalle. Los Franceses*en el Sur chileno.
Chillán, 9 de marzo de 1887
Señor Cónsul Francés,
Le ruego desculpar la libertad que he tomado hacia usted, de
dirigirle estas palabras; como yoe escuchado decir quel eddificio que se
construye alfrente de la casa del Señor Jean Camalez ede usted, es por
eso que me ofrezco a vuestro servicio como pentor y para en papelar las
piezas y para los vidrios, si en toda fé, usted no tiene pentor a quien
haya dado traajo. Así pues, Señor, me vio en la gran necesidad de
socurrir mi casa y mi pobre mujer, es por eso yo me fuerzo a escribirle
estas dos palabras, toda vez que se presente una pequeña ocupación amí
yo lacepto con mucho placeré.
Ecuse mi escritura. Señor le ruego tener la bondad de rendirme
este servicio, si toda vez hay una ocupación. Seré de por vida su más
abnegado servidor.
Victor Delafaye
Calle de la libertad N° 25
*******
Coroney, 16 de enero de 1889
Señor Merlet Vice Cónsul de Francia en Talcahuano
Señor,
En el curso de mi entrevista con usted en Talcahuano, usted me
habló de un puesto en Santiago. Me tomo entonces la libertad de
escribirle para tener toda la información posible, ya que si el puesto
como muchos otros no es bueno, más valdría quedarse tranquilo.
Usted puede señalar a ese Señor que la viticultura y la
vinicultura son mi especialidad. Conozco todas la enfermedades
criptogámicas y su tratamiento y puedo, si hay necesidad, enseñar la
fabricación de toneles sin tener que comprometerme a trabajar.
Usted puede agregar que no soy como los otros que se dicen
vinicultores y que a menudo salen de los Pirineos o de L’Aniége. Yo
soy del país del buen vino Médoc. En cuanto a las condiciones, yo no
quiero ganar menos de 250 piastras por mes, en cuanto a la
alimentación, yo cocinaré o haré que lo hagan. Solamente me falta el
alojamiento. El puesto que me había indicado el Señor Dubreuil en
206
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Snr chileno.
Chillán no vale nada. Antes de hacer nada le hablé al Sr. Camalez que
me dijo que me quedara tranquilo.
Quiera usted Señor Vice-Cónsul, perdonar la libertad que me
tomo. Soy su abnegado servidor.
Jean Armand Dissendrey, vinicultor
Coroney, Fundo Benavente
Estafeta Llohué, San Carlos
*******
Talca Colín» 16 de febrero de 1889
Querido Representán de Nosotros franceses en Talcahuano»
Tengo el onor dein formarla que visité Penco; he crio hacer
mideber de hacerle saber para que usted cepa donde nosotros tenemos
miabitación, ella es en Talca Colín. Si por casualidad se mepide usted
saurá midirección. Yo soy de por vida su fiel fransés.
Eugéne Dumas
Angol, 7 de mayo de 1889
Señor Paul Merlet,
Vengo a dirigirme a usted pensando que usted tomará mi
solicitud en consideración.
Vine a este país con la convicción de explotar la viña; es
imposible, no he adquirido ningún terreno y estoy desocupado. Arrendé
una quinta en Angol y vendo sus productos.
Prefiero bastante más las colonias francesas donde espero ir, ya
que habiendo escuchado decir que en este momento hay una compañía
de vapores francesa' que cubre el trayecto Talcahuano-Le Havre con
respecto a la gran exposición a un precio abordable en clase corriente.
Me recomiendo especialmente a usted para ser informado sobre
los precios del pasaje hasta Le Havre en 3* clase,
*
o buscaré más bien
trabajar en el vapor en calidad de cocinero si el precio es demasiado
alto, puesto que tengo 28 días por hacer en el otoño próximo y no quiero
ser declarado desertor, puesto que al mismo tiempo en que le escribo, lo
hago al ministro de las colonias en Francia para saber las condiciones
207
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
de las colonias francesas, ya que he sabido desde hace poco que Francia
coloniza diversos puntos de sus nuevas conquistas.
Pudiera usted, por favor, informarme sobre las fechas de partida
de los tr ansportes y sobre los precios en papel moneda chileno.
Agradeciéndole por adelantado y contando con su respuesta,
soy vuestro abnegado servidor.
Dupin fules, jardinero, Francés en Angol
Quiera al mismo tiempo informamos si desde Chile se pudiera
aterrizar por su intermedio en una colonia francesa.
*******
Ercilla, 6 de enero de 1893
Señor Paul Merlet, Consulado de Francia
Talcahuano
Señor y querido compatriota.
Vengo a rogarle que en el más breve plazo posible me indicara
cuales son los precios de pasaje para las personas de nuestra
nacionalidad que quisieran ir a Túnez ¿Se puede embarcar directamente
desde Chile para ir a ese país, o es necesario seguir otra vía? En fin, de
querer darme a conocer todas las informaciones que usted juzgará útiles
para llevar a cabo este viaje, partiendo de Talcahuano.
No dudando de su voluntad que por lo demás le será reconocida
en la ocasión, tengo el honor de presentarle. Señor Merlet, mis bien
sinceros saludos.
Agustin Donat
*C 3* *t *C *C *C 1*
Quechereguas, 16 de noviembre 1893
Señor Cónsul,
Tengo el honore de hacer llegar a vuestro conosimento que a
pesar d'einformación que usted meabía dar los días último en relasione a
mi partida de Chille, que mi familias está absolutamente decidir por hir
a Argelias.
Señor Cónsul, mi mujer le ruega y suplica darle la gracia de
enviarle las condición de colonisasión de Argelia, con el sólo fin de
conocer las condiciones absoluta. Señor Cónsule, cuento con su bien
querer.
■
208
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Señor Cónsule, reciba mis perfecta cocideración.
Jean Vemiéras, en Quechereguas, por Quilquen
*♦
*♦♦
Galvarino, 8 de abril de 1894
Señor Vice Cónsul de Francia en Talcahuano
Señor, tenga la bondad de disculpar la libertad que tomo
abusando de su tiempo. Comienzo por agradecerle las informaciones que
usted gentilmente me ha entregado hace dos años y de las cuales no
pude sacar provecho.
Ahora, se habla por aquí de una cosa que ha despertado en
nosotros la idea de repatriamos, se trataría de que el gobierno francés
estaría dispuesto a dar tierras en Africa y que habrían ya muchas
familias francesas a punto de partir. Como nosotros estamos dispuestos a
abandonar Chile y desde hace bastante tiempo, quisiéramos saber lo que
hay de verdad en esto, ies por lo que Señor, me he permitido escribirle
para saber si es verdad que se dan tierras en Algeria. Si el hecho es real
¿cuáles son las ventajas que da el gobierno? ¿En qué parte de Argelia se
dan las concesiones? Aquí se habla de la provincia de Constantine. ¿Es
esto posible?
Como hay más que yo otros interesados en la cuestión, me
atrevo a solicitarle. Señor, a nombre de mis compatriotas y en el mío,
de ser muy bondadoso para honoramos con una respuesta puesto que
seríamos cinco o seis familias con la intención de partir. Sin embargo,
desearíamos conocer el tiempo que nos cedería para preparamos, edecir
para vender nuestra tierra y nuestras casas.
Esperando, Señor, vuestra honorable respuesta, permítame de
nombrarme su servidor respetuoso y abnegado.
Louis Déjean
Colono en Galvarino
Se nos ha dicho que el gobierno francés pagaría la mitad del
viaje, aquello nos convendría guardar el poco dinero que podamos (con
el cambio tan bajo) para poder instalarse allá.
♦***♦**
209
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Turquía, 19 de octubre de 1893
Al Señor Paul Merlet
Cónsul de Francia, Talcahuano
Señor Cónsul,
No habiendo tenido respuesta de la carta que he enviado al
Señor Alcalde de la comuna de Cenon, cerca de Bordeux (la carta fué
colocada por mí en S. Rossendo el 28 de mayo pasado con 2 estampillas
de correo), en esta carta rogaba al Señor Alcalde de hacer saber quién
retiraba los arriendos de nuestra pequeña propiedad; en su calidad de
jefe administrativo, respondiéndome no estaría más que cumpliendo con
uno de sus deberes.
Desde hace un poco más de cinco años con mi familia (mi
mujer y un pequeño niño de 7 años y medio) he escrito dos cartas al Sr.
Beautes que ustes me ha dicho conocer y a quién he dejado el acta de
compra de nuestra pequeña propiedad, rogándole retirar los arriendos,
no he obtenido ninguna respuesta. He escrito enseguida a nuestro
notario. Maestro Catala, pasaje Saint Louis N° 10, pidiendo que me
señale quién cobraba los arriendos y que si en alguna circunstancia el
arrendatario no pagaba, que pusiera la pequeña propiedad en venta y que
desde aquí por intermedio del Señor Cónsul, nosotros haríamos llegar
nuestro poder, esto hace un año y medio y sin respuesta.
Sin duda que estos Señores de allá creen que nosotros hemos
sido devorados por los Pieles Rojas y que no queda nada.
Es verdad que algunos de nosotros, dentro de los cuales me
incluyo, hemos sido comprados por Pieles Blancas en Chile.
Cuando se ha nacido en los entornos de la Garonne, como usted
y yo. Señor Cónsul, se debe conocer la diferencia que hay entre un
Gascón y un Patagón.
Si me tomo esta libertad de estilo gascón, usted me lo
perdonará, estoy seguro.
Soy aquel al que usted dice: le daré una mano para hacer llegar
aquello que usted tiene allá en Francia. Vengo a pedirle protección.
Usted me dice, Señor Cónsul, de señalarle por escrito el hecho y que se
hará justicia.
He aquí el hecho:
Yo trabajaba en el barrio del Chartron, calle Borie N° 31, en
casa de los Srs. Gratterolles, cuando un agente del Señor Beautes
metiéndose en la bodega vino a preguntamos si queríamos ir por cinco
años a Chile, ya sea como Maestro embotellador o Maestro tonelero y
210
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
nuestro viaje de ida y vuelta pagado en segunda. Para ello pasar un
examen en la bodega del Señor Beautes, se trataba solamente de
purificar el vino de Chile, sacándole el gusto a tierra, conservando el
tanino, el gusto frutoso y su grado alcohólico, sin agregar nada que
hiciera daño a la salud.
Parece que mi trabajo convino puesto que fui contratado al
precio de trecientos francos al mes, moneda francesa, más el
alojamiento y por cinco años. Si en algún caso el Sr. Maximiano
Errázuriz no estuviera satisfecho con mi trabajo, debía pagar mi viaje de
regreso. Este contrato fue acordado por mí y el Sr. Pinto de Aguiar, en la
calle de la Victoire (N° 21) en París, actuando él a nombre y por cuenta
de Maximiano Errázuriz.
A mi llegada a Panquehue con mi señora y mi hijos hemos sido
recibidos a medias. Todos los puestos estaban ocupados y éramos siente
para hacer el trabajo de dos.
Sr. Isidoro Errázuriz, en ese momento agente general en Europa
para la colonización de Chile, y según lo que hemos visto llegando aquí,
este Señor empleaba todos los medios posibles para cumplir con su
tarea. ¿Qué le importa a él las familias que el ha puesto en la más negra
de las miserias con tal que Chile sea poblado?
Como nuestro caso es un caso particular y que nuestros
representantes no pueden ocuparse de tal tipo de asuntos, vengo yo y mi
familia a pedirle. Señor Cónsul, si como compatriota no pudiera usted
hacemos un servicio del cual estaremos agradecidos; se trataría de
escribir de nuestra parte al Señor Beautes que usted dice conocer,
pidiendo le haga saber quién retira los arriendos de la pequeña propiedad
situada en la calle Jean Baptiste ( la primera calle a la derecha después
de la segunda barrera en la carretera hacia París) comona de Cenon, o
bien escribir al Sr. Alcalde, en vuestra condición de diplomático, para
que él le entregue la información; a usted señor Cónsul le estará
obligado de responder.
Nosotros nos quedaremos en Chile para los tiempos de las
plantaciones de viñas. Lo haré por cuenta del Sr. Jean Rigolet, como
viti-vinicultor y tonelero. Este Sr. Es el jefe de herramientas de los Srs.
Louis Dussaux y Chambón y amigo del Sr. Paul, contador que usted
conoce.
Después de su matrimonio con una rica heredera de aquí, él
compró una magnífica propiedad muy bien cultivada, una parte de ella
está entre el río Laja y el ferrocarril, y la otra la mas grande entre la
línea del ferrocarril y la propiedad de su suegra.
211
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
Es magnífico. El terreno a pesar de ser arenoso es propicio para
la viña. Ahí yo tendré trabajo por mucho tiempo. Este Sr. es francés y
sabremos entendemos.
Con la convicción de que usted hará efectivo el servicio
solicitado, reciba Señor Cónsul, las bien sinceros saludos de su
abnegado servidor.
A. Vicules
Cantera del Arenal
Paradero Turquía
P.D. Está de más decir que yo pagaré los costos de la correspondencia y
comisiones de una parte y otra.
*******
1 de diciembre de 1897
El cónsul de Francia en Valparaíso
a Paul Merlet, agente consular en Talcahuano,
Transmito copia en extenso de esta carta a Su Excelencia el
ministro de Asuntos Exteriores, expresando el deseo de ver prohibir a
los agentes de emigración de Chile en Francia el engaño a nuestros
compatriotas a través del anzuelo de concesiones de tierra en climas
inhabitables como el de la Isla de Chiloé, y de la conveniencia que
habría en señalar a nuestros emigrados sobre los peligros y decepciones
a las cuales se exponen, cuando no se han informado detalladamente y
por adelantado de las condicones climáticas y sociales de la provincia en
la cuál cuentan establecerse.
Por otro lado, he escrito en varias oportunidades al Señor De
Saint Aubin, encargado de asuntos, sobre este mismo tema, rogándole
interceder en el ministerio de la colonización en favor de nuestros
emigrantes.
J. Lefaivre
212
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
CENSO DE LOS FRANCESES
1886
1: Apellidos
2: Nombres
3: Edad o año de nacimiento
4: Lugar de nacimiento
5: Departamento de nacimiento; P.f.M.ch: padre francés, madre
chilena
6: Situación familiar (C: casado (a), S: soltero(a), V: viudo(a), +x:
número de hijos)
7: Profesión
CHILLAN
CENSO
DE
4
5
6
7
Comerciante
l
2
AMABLE
Jean
1844
Bordeaux
Gironde
C+l
CASTAGNE
Thérése
1842
Peyrelongu e
Pyrénées A ti.
id.
AMABLE
Lucio
1878
Cuba
PIMOUGUET
Joaepb
1856
Bcrgerac
Dordogne
C+l
BARBARIS
M. Philoméne
1860
Chile
P.f. M.ch.
id
PIMOUGUET
M. Mathildc
1885
Chile
HERMITE
Juan
1823
Lagarde
Var
C+l
Maítre d'hótel
MARECHAL
Benjamín
1835
S. Benoitdu S.
Indre
C+6
negociante jabón
BAUM
Mario Louiae
1848
Paria
id
MARECHAL
Antoine E.
1868
Paria
S
empleado
MARECHAL
Jeanne F.
1869
Santiago
MARECHAL
Mane Louiae
1881
Chillán
MARECHAL
Thértse L.
1884
Chillán
MARECHAL
Charlotte H.
1886
Chillan
BESNARD
Jacques A.
1832
Nantes
Loirc A ti.
C+4
empleado
BESNARD
Marguen te
1829
Marsac
id.
BESNARD
Marguen te M.
1863
Nantes
id.
S.
empicada
BESNARD
Marie Angéle
1868
Nantes
id.
S.
empleada
POSTEL
Etienne
1851
Cbobourg
Manche
s.
negociante
JOURDAN
Piare
1844
Lo Houga
Gen
Caín
jefe de taller
CACERES
Cathcrine
1860
Valparaíso
P. ch.
id.
id.
MARACHE
Hippolyte
1828
Paria
Scine
3
Baptiatc
213
patrón comercio
empl. tenería
Bemard Lavalle, Los Franceses en el Sur chileno.
1
2
4
3
5
7
6
PULPAN
Franfois
1844
Lyon
Rhóne
PO1SENAT
Charles
1861
Sto. Magnance
Yonne
S.
Empl. tenería
POISENAT
Louis Eugcne
18S4
id.
id.
id.
id.
TE1LLARD
Mane Cora Le
1835
Bayonne
Pyrénées Atl.
V+2
rentista
LESPARRAT
M. Confine
1866
París
Seine
Cch.
LESPARRAT
Ana
1870
Bordeaux
Gi ronde
MILET
Stanislaa
1827
París
Seine
RAMIREZ
Mane
1848
Valparaíso
MILET
Mane Louiae
1875
Chillón
PAGUEGUY
Bemardin
1865
St. Jean de Luz
Pyrénées Atl.
S.
comerciante
LARRALDE
Marín
1847
Has parren
id.
S.
empleado
ROBC1S
Augusto
1853
Chantilly
Oise
DUVERDIER
Pierre
1839
Champeevinel
Dordogne
C+0
patrón restaurante
DUVERDIER
Pierre
1839
id.
id.
id.
jardinero
BARAQUE
Jeanne
1864
Pieta
Pyrénées Atl.
C+0
sin profesión
GORI
Eugéne
1863
Botdeaux
Gi ronde
c+o
peón
RIVEROS
Bea tríce
1858
San Carlos
CLAVERIE
Mauríce
1836
París
LEROUX
Emile
1861
La Serena
BARBARIS
Luden
1866
Monlaut
Dordgoae
S.
Empl. comercio
MARTIN
Henrí
1842
Baboeuf
Oise
C+3
tejero
BIZE
Michel
1866
Oloron-Goués
Pyrénées Atl.
S
empl. comercio
DRACIER
Louis
1845
Rochefort
Charento M.
C+0
calderero
CAMALEZ
Pierre
1854
Goués
Pyrénées Atl.
C+l
patrón comercio
SERRES
Marthe
1867
Bordeaux
Gi ronde
id
CAMALEZ
Marthe
1885
Santiago
SERRES
Albertine
1870
París
Seine
S
BARTET
Edmond
1820
Palaminy
Hte. Garonne
C+6
ESCOBAR
Encamación
1850
Cauquenes
BARTET
Louise
1871
Chillón
BARTET
Julio Andrea
1873
id
BARTET
Erra lie
1876
id
BARTET
Edmond
1880
id
BARTET
Frédéric
1883
id
BARTET
Charles
1867
id
C
KUGEde BARTE1 Amandiñe
1869
Ancuó
C
OTS
Ferdinand
1851
París
Sane
C+l
LOUVET
Mane
1857
id
id
id
C+2
maítre d’hótol
id.
empl. charcutoro
CFr.
Seine
214
empl. comercio
S
peluquero
sombrerero
patrón rentista
id
patrón comercio
patrón zapatero
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
1
2
a
4
OTS
Femande
1878
MAILLARD
Gédéon
1842
BOUDON
Auguate
1849
Bordeaux
Gíronde
BOUDON
*
Eme
tiñe
1878
Huanuco
Perd
BOUDON
Lucí le
1879
Monzon
id
THIBAUT
Charles
1855
Proveysieux
COUDEU
Martin
1867
SALVY
lean
GO1SOT
7
6
5
id
id
sacerdote
Sonune
V+2
empl. comercio
labre
C+l
patrón zapatero
Agnos
Pyrénées All.
s
empl. tenería
1859
Has parren
id
S
id
Juica
1839
ST.Bria leV.
Yonne
s
obrero tonelero
COLLIN
Pierre Am.
1854
Ste Magnance
Yonne
C+2
gerente tenería
CHARLES
Marguen le
1861
Avallen
id
id
COLLIN
M. Louiae
1881
Chillón
COLLIN
Catherine
1883
íd
CHEREAU
Julián
1823
Chérancé
Sarthe
S
rentista
BLU
Achille
1858
id
id
oeg. maderas
BLU
Funán
1862
id
id
FOUQUET
Conatant
1848
Doucellea
id
s
s
s
neg. maderas
VAYBR
Víctor
1837
Chérancé
id
V+3
agricultor
VAYER
Hemy
1876
StOuende M.
id
VAYER
Berthe
1849
Chérancé
id
LARRONDO
J. Baptiate
1865
Urrugne
BOLQU1N
Paul
1851
Bordeaux
Gíronde
LARALDE
lean
1861
Hasparren
Pyrénées A ti.
BOYER
Marguen te
1865
Limoux
Aude
s
s
s
s
c+o
c
GIRARD
Juica
1853
Chité
P.FrM. ch.
DUBREUIL
Jean
1840
Bordeaux
Gíronde
C+3
ANDRE
Mane
Gran-Camp
Calvados
id
DUBREUIL
Pierre
1878
Chillón
DUBREUIL
Guy
1880
id
DUBREUIL
7
1884
id
MAZER
Edouard
1842
Mauléon
Pyrénéea AÜ.
C+3
empl. comercio
PASQUET
Henri
1850
Ambrault
Indre
C+l
patrón
CONSTANT
Alphonse
1853
Pana
Saíne
C4hi
contable
BOUY
Jacques
1844
St Léger de V.
Gíronde
Cl hi
gerente
LUFLADE
Franfoíse
1847
Rimona
id
id
BOUEY
Mane
1873
St Léger de V.
id
LUFLADE
Jean
1817
Le Puy
id
AUGE
Juica
1837
Paria
Seíne
215
Pyréoéss AÜ.
empleado
empL comercio
sastre
empl. comercio
modista
Patrón comercio
comerciante
patrón tonelero
C+0
profesor
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
4
7
6
5
1
2
DAURE
J. Mane
1838
Toulouse
CASTILLO
Transito
1870
Santiago
WAGNER
Alphonse
1842
Chambry
Aisne
C+0
sastre
PERTUZE
Joaeph
1830
Marsac
Tam et Gne.
C. ch.
agricultor
HARDOY
Teodoro E.
1849
Chile
P fr. M ch.
C+l
jefe comerciante
DESCAT
Jean Michel
1859
Chille
P fr. M ch.
Patrón agricultor
DESCAT
Antoine F
1861
id
id
id
DESCAT
Paul Antoine
1863
id
id
id
EUSSEGARAY
Pierre
1818
Domezain B.
Pyrénées A ti.
C+l
SOUSTRAT
Mane Aimée
1845
id
id
id
EUSSEGARAY
Albert
1862
Chite
CENSO
DE
TOME
PERRETTE
Jean Louis
59
Hérault
SALAS
Jeanne
55
id
VIE
Mane
22
id
S
BOURGEOIS
Amaud
41
Lot et Gne.
C+l
id
DUCEL
Casimir
42
Hérault
C+0
id
JEANJEAN
Léontine
35
id
id
AUDIBERT
Antoine
47
id
S
id
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43
id
C+2
id
DELIGARDE
Louis
40
Gironde
C+2
id
LALA1
Eugénie
47
H. Pyrénées
V+2
id
SAUN1ER
Jean Miriam
40
Gironde
C+4
id
DUP1N
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70
Gironde
S
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Michel
53
Giníatére
C+0
jefe de explotación
CENSO
DE
LINARES
CHEREAU
León
1848
Chérancé
Sarthe
C+3
negociante
ROBERT
Rosa
1853
Valparaíso
P fr. M ch.
id
CHEREAU
Richard
1878
Chile
CHEREAU
Louise
1883
id
CHEREAU
Emilie
1885
id
GINOUVES
Prosper
1849
Clermont l’H.
Hérault
C+2
CUEVAS
Emilie
1853
Tomé
P. ch.
id
GINOUVES
Georges
1879
id
GINOUVES
Mane
1881
id
PILLET
Louis
1835
Gouville
Manche
C+l
3
Htc. Garonne
C+2
comerciante
Cfr.
YUNGAY
SAN CARLOS
patrón tenería
id
216
C+0
jefe de explotación
negociante
negociante
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
2
1
4
3
7
6
5
MARTINEZ
Sabine
1R42
Chiltan
PiLLET
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1876
id
RICARD1
Jacques
1813
Anla
H. Pyrénées
C+l
tonelero
D1HARCE
Pierre
1831
Hasparren
Pyrénées AÜ.
V+l
negociante
DAUV1N
Louis
1837
Gironde
C+6
viticultor
LUSSO
Mane
1844
id
id
DAUV1N
Aurélien
1869
DAUVIN
Aurélie
1878
id
id
DAUVIN
Louis
1880
id
id
PICOT
Jean
1828
Bordeaux
Gironde
V+2
PLUMEGE
Mane
1818
Tulle
Cotréze
V
CLAUDE
Emest
1850
Paria
Seine
C
capataz
1NGLEBERT
Franfcis
1840
Mootmédy
Meuse
V
fogonero
CENSO
DE
Ferdinand
1834
Bordeaux
Gironde
C+4
comerciante
Prospérine
1850
Constitución
inglesa
C+0
Jeanne
1826
Constitución
chilena
V+3
Hemñ nie
1850
id
chilena
C+4
MONVO1SIN
Paul
1815
Ue d'Oléron
Cháfente M.
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*
C
SANTA LICES
Mercedes
1833
Constitución
chilena
id
PALACIO
J. Baptiste
1833
Bayonne
Pyrénées Atl.
C+3
NUNEZ
Jeanne
1835
Talca
chilena
id
BAUDON
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1817
Bordeaux
Gironde
V+3
HERVAIS
Jean
1821
Auray
Morbihan
V+l
marinero
CENSO
DE
CONCEPCIOF
GOYENECHE
Martin
1833
TardcU
Pyrénées Atl.
C+5
negociante
HIRIART
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1848
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id
id
GOYENECHE
Nathalie
1875
Concepción
GOYENECHE
Georges
1882
id
GOYENECHE
Lucio
1884
id.
GOYENECHE
Edmond
1885
id
PASSEIEUX
Lucie
1866
Bordeaux
Gironde
S
ANDURANDEGI Víctor
1858
Souraide
Pyrénées Atl.
S
negociante
ANDURANDEGI St. Martin
1866
id
id
dependiente
ANDURANDEGI Jean Pierre
1868
id
id
s
s
Pch.
Su Pierre d’Aur.
Gomac
5t. Pierre d’Aur.
id
PARRAL
COURT
\YLW|N COURT
AZOCAR
agricultor
ZONSTITUCIO 1
(de N0V10N)
AZOCAR
de BONNEFOY)
217
comerciante
capitán de navio
id
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
5
4
7
6
2
3
LARGEMAIN
Epaminondas
1846
Versailles
Yvelines
S
comptable
ETCHEVERS
Bemard
1867
Has parren
Pyrénées Atl.
S
encargado
GARAT
Albert
1866
St. Jean de Luz
id
S
id
GARAT
Henri
1868
id
id
S
id
FISCHER
Charlea
1866
Urrugne
id
id
ETCHEVERRY
Pierre
1860
S. lean de Luz
id
s
s
MAILLARD
Charles
1839
Valparaíso
padrea fr.
C+4
negociante
MAILLARD
Víctor
1877
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MAILLARD
Charlea Alex.
1879
Paria
MAILLARD
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1882
Concepción
MAILLARD
Cora lie
1884
id
1858
Bayonne
Pyrénées All.
s
icgociante
1
ETCHEGOYEN
Baptiate
id.
Sane
comerciante
ETCHEVERRY
Honorine
42
Cambo
Pyrénées AÜ.
V+4
VERCHERE
Francote
19
Ustaritz
id
s
comerciante
VEYRE
Emite
5
Concepción
Padres fr.
BONAMY
Louis
37
C+3
:omerciante
BONAMY
Ludovic
11
Concepción
M.ch.
BONAMY
Victorine
8
id
id
BONAMY
Loáis
4
id
id
BERT
Franfois
1852
Brulon
Sarthe
C+2
hojalatero
AUBRY
Rosa
30
Concepción
Pfr.M.ch.
id
BERT
Rose
8
Brease/Bray
Sarthe
BERT
Rcnéc
3
Concepción
AUBRY
Henri
2
Concepción
P. Fr. M. ch.
S
hojalatero
HENRIQUE
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1850
La Habana
Cuba(P. fr.)
C-M)
ingeniero (belga)
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Anne
1851
Liége
Bélgica
OUVIER
Alphone
1859
Casseuil
Gíronde
C+0
fabr. gaseosas
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1861
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charcutero
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Isidoro
1851
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s
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1837
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Manche
C+2
comerciante
MAROL
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52
Bolbec
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MAROL
Clovia
1862
Concepción
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1834
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ORTIZ
Beatriz
34
Concepción
chilena
CODDOU
Francisque
16
id
CODDOU
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16
id
CODDOU
Charles
14
id
CODDOU
Albert
II
id
Indre Lotee
S
C+8
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comerciante
218
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
2
1
4
3
5
7
6
CODDOU
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9
id
CODDOU
Alfred
4
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CODDOU
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1
Penco
CODDOU
Víctor
62
Carcés
Var
V+5
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CODDOU
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24
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S
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BONVALOT
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65
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Jura
C+0
empresario
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Concepción
51
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chilena
id
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Louis
60
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Landes
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35
Concepción
chilena
LABADIE
Louis
20
id
LABADIE
Héléne
17
id
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15
id
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id
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LABADIE
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id
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3
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1851
Bayonne
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30
Concepción
chilena
GARAY
Claire
5
id
GARAY
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2
id
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34
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P, fr. M. ch.
TORRECILLA
Virginia
24
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chilena
MAHUZIER
Henri
34
Yumbel
MAHUZIER
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36
MAHUZIER
Mathilde
MAHUZIER
ebanista
id
C+2
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C
icg ocian le
P. Fr. M. ch.
S
negociante
id.
id
C+3
36
id
id
S
Bemard
33
id
id
C+4
HENRIQUEZ
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26
Concepción
chilena
id
MAHUZIER
Albert
5
id
MAHUZIER
Bemard
5
id
MAHUZIER
Mathilde
3
id
MAHUZIER
Richard
1
Id
MAHUZIER
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29
Yumbel
P. Fr. M. ch.
MAHUZIER
Juica
27
id
id
agricultor
MAHUZIER
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27
id
id
armac ¿utico
MAHUZIER
Charles
21
Concepción
id
MAHUZIER
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25
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S
V+2
219
agricultor
agricultor
negociante
Bemard Lavalle. Los Franceses en el Sur chileno.
6
5
4
3
2
1
7
ARNOUIL
Adéle
6
Concepción
ARNOUIL
Gustave
5
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1810
París
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DELAUNAY
Fanny
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MARTIN
Emeline
42
Valparaíso
S
MARTIN
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40
Concepción
S
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Frédéríc
1837
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BRUMM
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BRUMM
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23
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S
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1850
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S
negociante
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1863
Buenos Aires
Argentina
S
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Julos
1847
París
Seine
C+0
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GIRAUD
Paul
41
Bordeaux
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28
id.
id.
id.
GIRAUD
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16
id.
GIRAUD
Auguste
11
Valparaíso
GIRAUD
Paul
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Concepción
GIRAUD
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6
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GIRAUD
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5
id
GIRAUD
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2
id
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J. Claude
1819
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sin profesión
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1866
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id.
HARAN
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1867
Ainhoa
id.
S.
Empl. comercio
CHARPENTIER
Charles
1857
Santiago
Chile
S.
id.
RABAL
Joseph
1866
Bayonne
Pyrénées Atl.
Pesp
id.
CHAPOULIE
Delord
40
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id
C+l
sastre
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Prosper
45
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id
C+l
sin profesión
AUBIGNAT
Antoine
56
Champs
P. De Déme
S
sin profesión
HAROSTEGUY
Jean Pierre
53
Umigne
Pyrénées Atl.
C+3
SALABERRY
Anne
1863
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1883
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226
LA ARAUCANIA Y EL PROYECTO MODERNIZADOR
DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
¿Exito o fracaso?
Carmen Norambuena Carrasco '
'■ Este trabajo tiene por objeto presentar una perspectiva del
proyecto modemizador impuesto a nivel nacional en el espacio de la
frontera araucana. Distinguen este proceso el desarrollo de un modelo
económico primario-exportador, una política de colonización con
inmigrantes europeos, una creciente urbanización, un aumento acele­
rado de las comunicaciones y medios de transportes, particularmente
del ferrocarril y, en forma muy especial, una proliferación de la prensa
escrita, fenómeno que, a nuestro juicio, refleja e impulsa a la vez la
dinámica espectacular e inusitada que vive toda la Araucanía.
Al proceso de independencia y de organización nacional que
cubre la primera mitad del siglo XIX le sigue otra etapa en la cual el
Estado intenta diversas acciones tendientes a consolidar sus fronteras
geográficas y culturales. La incorporación de territorios que hasta ese
tiempo habían estado ligados sólo nominalmente al país, responde a
iniciativas que tienen que ver con el proyecto global de desarrollo
político y económico. La Araucanía, zona ubicada entre los ríos Bio
Bio y Toltén, fue uno de ellos.
A la segunda mitad del siglo XIX, al acontecer en esa región,
la hemos denominado "etapa de frontera tardía", aunque una
observación que se podría haca- a este trabajo es el hecho de .
designarla, tan avanzado el siglo, aún con ese nombre. En cuanto al
término "frontera", estamos al tanto del debate que al respecto se ha
suscitado a partir del famoso discurso de F. J. Tumer, "El significado
de la frontera en la historia americana", leído en Chicago en 1893. Del
mismo modo, del análisis que hace W.Prescott Webb en "The Great
Frontier", en el que el concepto de frontera se aplica a otras latitudes
que, como en los Estados Unidos, se caracterizan por.la paulatina
ocupación territorial, influyendo radicalmente en el perfil de las
“nuevas europas” que se iban construyendo1.
1 Frederick J. Tumer, "El significado de la frontera en la historia americana", leído
en Chicago en 1893, traducido en Francisco de Solano y Salvador Bemabeu en
227
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
En Chile los estudios de frontera han privilegiado en sus
■ análisis los contactos humanos por sobre los de ocupación de
I territorios; a la vez que se ha aceptado entender como "frontera" la
frontera araucana por presentar ésta rasgos muy peculiares en el
contacto entre dos pueblos, los que se extendieron por más de tres
siglos. La preferencia por las relaciones humanas por sobre la
ocupación territorial se advierten ya en los tempranos estudios que
sobre el tema realizó Alvaro Jara para el tiempo colonial, conp
también las aportaciones de historiadores como Sergio Villalobos2.
Jorge Pinto subraya la diferencia que existiría en una relación
fronteriza surgida entre dos pueblos que comparten territorios
limítrofes y aquella que se produce cuando un pueblo decide invadir
territorios ocupados por otro grupo, generando guerra y resistencia.
Pinto señala en forma enfática que llamar a los territorios de guerra,
espacios fronterizos significaría legitimar las acciones desatadas por
los agresores, desvirtuando las características propias de las relaciones
fronterizas3. Sentencia, quizás demasiado absoluta, para un proceso
que, a todas vistas, estuvo matizado por tienjpos de enfrentamiento y
guerra con otros de convivencia pacífica4. ¿Para Patricia Cerda,
, precisamente esta confrontación bélica o pacífica ha sido uno de los
I elementos distintivos y claves para entender la historia de Hispano­
américa. Esta historiadora estima que para apoyar la conquista e
integración de las fronteras al resto del imperio, la corona española se
valió de sus propias instituciones, probadas durante ocho siglos en la
Estudios (nuevos y viejos) sobre la Frontera. CSIC, Madrid 1991. Walter Prescott
Webb, The Great Fronlier. University of Oklahoma Press, 1986.
Alvaro Jara Guerra y Sociedad en Chile y otros temas a fines. Editorial
Universitaria, tercera edic., Santiago, 1984. "Tres siglos y medio de vida fronteriza",
en Relaciones fronterizas en la Araucanía, Villalobos y otros. Ediciones Universidad
Católica de Chile. Santiago, 1982 Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la
Querrá de Arauco, Edit. Andrés Bello, Santiago, 1995.
3 Jorge Pinto, “Frontera, misiones y misioneros en Chile. La Araucanía, 1600-1900°,
en Jorge Pinto y otros. Misioneros en la Araucanía, 1600-1900, Ediciones
Universidad de la Frontera, Temuco, 1988, pp. 17-119. La ref. en pp. 20-34. De Pinto
véase, también, “Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La Araucanía
y las Pampas, 1550-1900”, en Jorge Pinto (editor), Araucanía y Pampas. Un mundo
fronterizo en América del Sur, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1996,
yp. 11-46.
Jorge Pinto distingue tres etapas en el contacto de las dos sociedades, indígena y no
indígena, a lo largo de más de tres siglos: 1. Configuración de un espacio de
conquista y de guerra (1550-1650). 2. Emergencia y consolidación de un espacio
fronterizo (1650-1850) y 3. Fase de desintegración de esc espacio fronterizo (18501900).Pinto, 1996, “Integración”, p. 11.
228
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
Península Ibérica líente a los árabes, a saber: misioneros, pioneros
colonizadores y ejércitos. Con ellas -concluye- mantuvo ciato control
sobre estas regiones. Tales fueron los casos de Chile, donde surge una
frontera de guara, de los misionóos jesuítas en tierras de indios
guaraníes o el de los pioneros, al norte de Nueva España5.
Por nuestra parte, retomamos el tema de la sociedad fronteriza
desde el discurso oficial decimonónico, que consideraba el territorio
un "espacio vacío" que debía poblarse, a pesar de que, obviamente, no
era así, pues la zona de la Araucanía había sido recorrida y poblada
dfesde tiempos inmemoriales. Más aún, en los siglos coloniales, como
se puede comprobar en la bibliografía citada, fueron los contactos
entre los hombres y sus culturas y no la ocupación de territorios los
que configuran los espacios fronterizos. Si estamos entendiendo
entonces por frontera el territorio donde se encuentran e interactúan
dos pueblos de diferente cultura, la Araucanía fue hacia 1880 un
territorio de contacto para indígenas, chilenos y colonos europeos. Esa
es la razón por la cual, tal como lo enunciamos al comienzo, esa
preferencia por el contacto entre diferentes etnias, en la idea de
frontera, la extendemos hasta fines del siglo XEX, cuando a los ya
seculares contactos entre araucanos y españoles, se les une la presencia
de chilenos provenientes de las provincias ubicadas al norte del Bio
Bio y los inmigrantes europeos llegados por los planes de colonización
impuestos por el gobierno a partir de 1883, luego de la incorporación
administrativa de la Araucanía a la soberanía nacional.
La Colonización de la Araucanía
Al analizar el proceso de colonización de la Araucanía es
imposible substraerse, aunque sea de paso, a una mirada global de la
llamada inmigración masiva, movimiento de población caracterizado
por la salida de europeos de sus países natales para ir a formar "nuevas
Europas" al otro lado del "charco", como se le llamaba al Océano
Atlántico. En Europa, el fracaso de la modernización agrícola en
algunas regiones, la presión demográfica en ciertas áreas y el desfase
en determinadas zonas o la lentitud en otras del ritmo de crecimiento
industrial, fueron las causas que detonaron tal avalancha humana. Más
de cuarenta millones de personas viven esta odisea. El Cono Sur de
América fue la segunda región del continente, después de los Estados
5 Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sur. La región del Bío-Bío y la Araucanía
chilena 1604-1883, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco 1997, pp. 7-14.
229
k
Carmen Norambuena. La Araucanía v el proyecto modemizador
lünidos y Canadá, en recibir población europea. Chile, en muchísimo
/menor escala, fue también un importante país receptor.
A medida que los estudios referidos a temas migratorios
adquieren mayor interés entre los historiadores y, en general, entre los
dentistas sociales, se afirma con frecuencia que Chile nunca ha tenido
una política de inmigración clara y definida. Sostenemos la opinión
contraria. Desde las postrimerías de la época colonial, tanto la
intelectualidad como las élites gobernantes argumentaron en favor de
que el país podía y debía tener una mayor pobladón.
Así lo confirman los escritos de Manuel de Salas en 17876.
Del mismo modo, en los albores de la República, tanto Carrera como
O’Higgins postularon la idea de traer a Chile inmigrantes que
"profesasen algún ejercicio o industria útil al país". Había, en estas
propuestas, una clara inclinación por los europeos del norte. Estas
exigencias subrayan una característica que se va a transformar en una
constante hasta el día de hoy: la política inmigratoria chilena ha sido
invariablemente selectiva.
Entrado ya el siglo XIX, tanto la intelectualidad chilena
cuanto las autoridades de gobierno sostuvieron un ideario y,
consecuentemente con ello, una política inmigratoria definida. Manuel
Bulnes, Vicente Pérez Rosales, Ignacio Domeyko y Benjamín Vicuña
Mackena sostienen similares opiniones respecto de la necesidad del
país de aumentar su población con la venida de extranjeros. El hilo
conductor de este ideario estuvo centrado en dos aspectos: la
civilización y el progreso y la utopía agraria7.
Respecto del primero, se argumentaba en el sentido que el
pueblo chileno en general y el indígena en particular, modificarían
radicalmente sus deficientes hábitos y costumbres al entrar en contacto
con gentes provenientes de la Europa civilizada; al propio tiempo que,
la sangre europea mejoraría la conformación racial del chileno.
En cuanto al segundo, la "utopía agraria", se sostenía la
urgencia que tenía el país de poner en producción (especialmente de
trigo) grandes espacios territoriales que se presentaban como
verdaderos "desiertos demográficos", donde la ausencia de población
era vista como muy nefasta. Más aún, se estimaba que la riqueza de las
naciones estaba en directa relación con su potencial demográfico.
6 Hernán Godoy, Estructura Social de Chile, pp. 139-140. Allí se cita el escrito de
Manuel de Salas "Representación al Ministerio de Hacienda, hecha por el síndico de
^ste Real Consulado, sobre el estado de (la) agricultura, industria y comercio".
Carmen Norambuena, "La inmigración en el pensamiento de la intelectualidad
chilena", en Revista Contribuciones, Universidad de Santiago, Santiago, 1995.
230
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
Utopía que, a la postre, siguió siendo una quimera pues en la práctica
los nuevos territorios que efectivamente el Estado pudo poner al
servicio de la colonización fueron extremadamente reducidos.
El primer ensayo colonizador se realizó al amparo de la ley de
colonización dictada por el presidente Manuel Bulnes en 1845. Fruto
de ello fue la radicación de alemanes en las provincias del sur chileno
(Valdivia y Llanquihue).
Múltiples dificultades, entre ellas la eterna falta de fondos
públicos disponibles para estos efectos, impidieron nuevos trabajos de
colonización con extranjeros hasta treinta años después. En la década
de los ochenta se instalan en La Araucanía unos 7.000 colonos
europeos provenientes, principalmente, de Suiza, Francia y Alema­
nia8 . Esta política, selectiva y reducida en sus resultados, se expresa en
las cifras censales que demuestran que la población extranjera en Chile
no ha alcanzado nunca el 5% en relación a la población total del país9.
En el caso en estudio, históricamente la región designada
como Araucanía es la que se extiende entre los ríos Bío-Bío y Toltén.
A nuestro parecer en el tema de la colonización de este territorio, es
necesario efectuar, al menos dos consideraciones previas. En primer
lugar, la prolongada duración del proceso por incorporar los territorios
de la Araucanía al gobierno de Santiago fue costoso en vidas humanas
y recursos económicos. Los planes se vieron constantemente abortados
por la resistencia indígena, la falta de continuidad en la aplicación de
ellos debido a la escasez de recursos, como también, la urgencia que el
Gobierno tuvo de distraer su atención hacia otros problemas de
muchísima mayor urgencia, como lo fue, la Guerra del Pacífico que, a
o
Se trataba aquí, como lo be expresado en otros trabajos, de evitar los errores del
ensayo anterior, es decir, que los inmigrantes de un solo origen se mantuvieran
aislados y no se integraran efectivamente con la población chilena. Ver C.
Norambuena, ‘Inmigración, agricultura y ciudades intermedias, 1880-1930”, en
Cuadernos de Historia, N° 11, Universidad de Chile, Santiago, 1991.
A fines del siglo pasado el proyecto colonizador agregaba otro elemento a la
política inmigratoria chilena: la conveniencia de traer al país técnicos y obreros
especializados que pudieran contribuir con eficacia a los planes de desarrollo
industrial y empresarial del país. Fue precisamente la Sociedad de Fomento Fabril la
que colaboró con el gobierno en esta tarea. Ver C. Norambuena, (Política y
Legislación Inmigratoria en Chile. 1830-1930), en Cuadernos de Humanidades,
N°10, Universidad de Santiago, 1990, pp. 24-55. Bajo estas exigencias, entre 1883 y
1899 ingresaron al país 36.640 inmigrantes entre colonos y obreros especializados,
técnicos y empresarios. La inmigración en Chile, aún así, continuó siendo
numéricamente reducida y extremadamente selectiva. Véase Hernán A. Silva y otros.
Inmigración y Estadísticas en el Cono Sur de América, Serie Inmigración, Vol.VI.
IPGH-OEA, Montevideo, 1990.
231
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
> fines de los setenta, obligó al Gobierno a sacar las tropas apostadas en
Arauco para trasladarlas al norte del país, escenario del conflicto
bélico. En segundo lugar, el largo tiempo de vida compartida entre
mapuches y chilenos venidos del norte del río Bío-Bío, presentó una
difícil situación al Gobierno al momento de imponer sus políticas de
ocupación sobre aquel territorio.
La Oficina de Colonización que tenía a su cargo la instalación
de colonos extranjeros en la Araucanía tenía su sede en la ciudad de
Traiguén. Los lotes de terreno, de una extensión de 20, 38, 40 y 60
hectáreas, fueron entregados a cada una de las familias europeas
colonizadoras. Específicamente, el contrato aseguraba, por parte del
gobierno, cubrir los gastos de transporte para el titular y su familia;
entregar una hijuela de 38 hectáreas; dar a la familia habitación,
manutención y costos de desembarco gratuitos al arribo y hasta su
ubicación definitiva; una pensión de quince pesos mensuales para
sustento de la familia por un año; asistencia médica por dos años;
entrega de una yunta de bueyes, trescientas tablas, cuarenta y seis
kilogramos de clavos y una colección de semillas por valor que no
excediera de cinco pesos. Por su parte, el colono declaraba estar
enterado de las condiciones que el gobierno de Chile ofrecía, así como
de los compromisos que adquiría. Declaraba, además, saber que no se
daba ninguna concesión ni subsidio a aquellos inmigrantes que no
conocieran las labores del campo. Sin embargo, muchos de ellos
debieron abandonar sus predios por desconocimiento, precisamente, de
las labores agrícolas10.
El proceso mismo de la instalación de los colonos se
desarrolló en forma intensiva entre los años 1883 y 1890, tiempo en
que se pusieron en práctica siete temporadas de colonización^ mediante
las cuales arribaron al país un total de 6.940 inmigrantes. Los
extranjeros fueron distribuidos en doce colonias, presentando la
siguiente distribución por nacionalidad de origen y relación
porcentual: suizos (37,3%), franceses (22,1%), alemanes (15,5%),
españoles (6,1%), otras nacionalidades (ingleses, belgas, rusos 18,7
%). Los colonos se dedicaron mayoritariamente a las labores agrícolas,
principalmente al cultivo del trigo y también a la extracción de
maderas. En 1891, las familias que aún permanecían en sus primitivas
1 hijuelas exhibían la siguiente composición:
10 C. Norambuena, 1991, op. cit., p. 111.
232
Caiinen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modernizado!
Colonia
Familias
Personas
Victoria
Ercilla
Quillén
Lautaro
Temuco
Traiguén
Quechereguas
Quino
Galvarino
Nueva Imperial
Purén
Contulmo
317
115
58
72
38
54
122
169
73
16
20
37
1.517
621
309
349
167
245
597
761
367
65
27
159
TOTAL
con
"
"
"
"
"
"
"
"
"
"
"
5.19411
1.091 "
A pesar de los casi 7.000 colonos que finalmente se instalaron
en la Araucanía, los saldos no satisficieron las expectativas del
Gobierno. Las razones de tan menguados resultados tendrían su
explicación en las dificultades que se presentaron allí para establecer la
propiedad de la tierra El Estado no ponía en discusión que estas tierras
pertenecían al fisco; también los indígenas reclamaban como suyas las
tierras que por siglos habían recorrido; mientras los colonos
extranjeros a quienes el Estado chileno les había entregado las lonjas
de terreno, hacían lo propio y, los chilenos provenientes de la zona
central del país que se habían ido, estableciendo en la zona de la
frontera araucana reclamaban para sí el derecho de ocupación
fundacional.
Como lo hemos venido sosteniendo, entre otros motivos que
tuvieron que ver con el escaso número de colonos asentados en la
región, está la ineficacia económica del sistema, la falta de
cumplimiento oportuno del contrato por parte de las autoridades
chilenas y la inseguridad en que vivían los colonos, produjeron el
desprestigio del país en estas materias, el que incluso fue conocido en
Europa, llegando algunos países a prohibir la emigración a este país.
También entre los colonos hubo gente que aseguró conocimiento de
11 Amanda Inostroza y otras. Estudios sobre la integración de la Araucanía al
territorio nacional (1850-1900), Seminario para optar al Título de Profesor de Estado
en Historia, Geografía y Educación Cívica, Universidad de Santiago, 1983.
233
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
'
las labores agrícolas y una vez instalados abandonaron el campo
dirigiéndose a las ciudades, o, incluso, reemigrando a otro país. La
política inmigratoria nacional confiaba que a una primera etapa,
respaldada financieramente por el Estado, le sucedería otra^ie carácter
espontáneo y masivo. Supuesto que tampoco dio resultado12*.
En gran medida, fue la prensa la que se hizo cargo de los
debates que se producían en las Cámaras. Del mismo modo canalizó
las denuncias tanto de nacionales y extranjeros, como de los indígenas
que reclamaban su derecho a la tierra1 .
A fines de 1887, un diputado argumentaba acerca del
significado e importancia del plan migratorio y de la colonización
subrayando la importancia de aumentar la población y del consiguiente
"enriquecimiento con elementos de civilización y trabajo". Reconoce
también el parlamentario la manera deficiente como se había llevado el
servicio "... sin plan fijo y sin ninguna legislación ordenada y
congruente" y sin garantías de seguridad para las personas y sus
bienes. Concluye su argumentación indicando que lo único que el
Estado ofrece es la concesión de tierras, las cuales darían mejores
resultados si en vez de concederlas, simplemente, se pusieran en venta.
Sobre el particular la prensa de la región desde temprano se opuso a las
ventajas que el Estado daba a los extranjeros por sobre las que
otorgaba a los chilenos y, más aún, a expensas del país14.
Desde otro ángulo, en términos administrativos, el territorio
de la Araucanía, a fines del siglo pasado, comprendía las actuales
provincias de Malleco y Cautín15. En 1907, la provincia de Malleco,
contaba con cuatro departamentos: Angol, Collipulli, Traiguén y
Marilúan, siendo las ciudades de los tres primeros nombres las más
pobladas y de mayor actividad comercial y educacional16. Más tarde
12 C. Norambuena, "Colonización e inmigración, un problema nacional recurrente.
1882-1894", en Dimensión Histórica de Chile, N“ 8, Universidad Metropolitana de
Ciencias de la Educación, Santiago, 1991.
En la prensa se realiza una ácida crítica a la colonización y especialmente a la
fpmpañías particulares. Ver, por ejemplo, Araucanía Civilizada, Mulchén 1871.
Los diarios La Unión, La Patria, La Libertad Electoral, entre 1887 y 1888, son
algunos órganos de prensa en que el debate se hace presente. También, ver Carmen
Norambuena, "La opinión pública frente a la emigración de chilenos al Neuquén", en
¿Faltan o sobran brazos?. Colección IDEA, N*4, Editorial Universidad de Santiago,
Santiago, 1997.
Roberto Espinoza, Guía general de las Provincias de Nuble, Concepción, Bío-Bío,
A.rauco, Malleco y Cautín, Imprenta Cervantes, Santiago, 1891.
El territorio de colonización de Angol fue creado por ley de 1875 el cual, más
tarde, en 1887 también por ley pasó a constituir la Provincia de Malleco, capital
234
Carmen Norambuena. La Araucanía y el provéelo modemizador
se sumó Victoria, capital del departamento de, Mariluán17*. La
. población en esta provincia aumentó vertiginosamente de 2.158
personas en 1875 a 109.775 en 1907, producto de la instalación de
colonos nacionales y europeos. El documento censal de 1907 señala
que "arrebatado a la barbarie este territorio se ha transformado en un ¿
importante centro agrícola en el que se producen cereales, ganados y
maderas, subrayando que a medida que la civilización ha avanzado
hacia el sur, la corriente inmigratoria ha ido poblando los territorios
nuevamente conquistados..."
En la provincia de Cautín, creada el 12 de marzo de 1887,
también el crecimiento poblacional es acelerado; la información censal
registra 6.446 habitantes en 1875, en tanto que en 1909 la población
ascendía a 139.553, sin contar por cierto a la población indígena. El
mismo texto nos entrega el discurso oficial respecto de la población
autóctona: "Hasta 1881, el territorio de Cautín, poblado por tribus
bárbaras, estuvo cerrado a la civilización, pero un cuarto de siglo ha
bastado para transformar aquella selva, inaccesible^ sombría en una
de las provincias más ricas y productivas del país ..." La provincia se
dividía administrativamente en tres departamentos, Teínuco, Llaima e
Imperial, con la ciudad de Temuco como capital19 /En 1890, la ciudad
se encontraba en vísperas de incorporarse a la red de ferrocarril que
uniría Santiago con Puerto Montt. Este fue el escenario, en el que se
puso en acción el segundo plan de colonización nacional20.
La urbanización del territorio
Tanto la distribución de la población como el emplazamiento
de ciudades, presenta en la segunda mitad del siglo XIX características
peculiares. Por una parte, el contingente poblacional se concentra en la
zona central del país, entre las provincias de Coquimbo y Concepción.
Angol. Censo de la República de Chile, levantado el 28 de noviembre de 1907,
Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1908, pp. 1015-1017.
Angol había sido fundada por Pedro de Valdivia en 1552 y la llamó Ciudad de
(Los) Confines. Luego fue abandonada y repoblada en 1558 por García Hurtado de
Mendoza, quien le dio el nombre de Los Infantes de Angol. Su última fundación data
de 1862. Collipulli fue fundada por el general Comelio Saavedra en 1867; y Traiguén
que comenzó siendo un fuerte, se empezó a poblar a partir de 1887.
J Censo 1907 op. cit. pp.1071-1073.
’ Temuco fue fundada en 1880 por don Manuel Recabarren, Ministro del Interior de
^se tiempo.
El primero lo había llevado a cabo Vicente Pérez Rosales en nombre del Gobierno
al instalar chilenas alemanes en la zona de Valdivia y LLanquihue a partir de 1848.
235
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
*
.Dos ciudades reúnen el 25 % de la población y el resto se agrupa en
'centros de menos de 20.000 mil habitantes. Las ciudades se
distribuyen en forma longitudinal a lo largo del país, con el
consiguiente aislamiento de los villorios cordilleranos y costeros a
excepción de algunos puertos de salida de la producción minera o
agrícola del interior.
A diferencia de éste, el sistema que se configuró en la
- Araucanía se caracterizó por la distribución homogénea y equilibrada
de los pueblos y ciudades a lo largo y ancho del territorio, "formando
jerarquías regionales y subr^gionales que desde temprano otorgan un
gran dinamismo a la región"2 .
De las ciudades fundadas durante el avance militar de la
ocupación de la Araucanía, Temuco, Nueva Imperial, Galvarino,
Curacautín, Carahue, Pillanlelbun, Lautaro, Traiguén, entre otras, la
mayoría logró empinarse, rápidamente, por sobre los 5.000 habitantes.
Esto concuerda con el ritmo general de urbanización del país en el
último cuarto del siglo XIX, cuya característica fue la tendencia de la
población a concentrarse en núcleos urbanos entre 5.000 y 10.000
habitantes. En este proceso las ciudades fronterizas de Traiguén,
Temuco y Victoria, ingresan a este grupo .
Las primeras décadas del siglo XX muestran un aumento del
proceso de urbanización destacándose en esta zona aquellas que
sobrepasan los 10.000 habitantes, como es el caso de Temuco y
Angol, las mismas que en las décadas siguientes nuclearán dos
interesantes polos de desarrollo regional.
Uno de los testimonios más significativos del dinamismo que
se observa en los mayores centros urbanos de la zona, es el que entrega
un ingeniero belga contratado por el gobierno chileno para dirigir las
obras de construcción del tramo del ferrocarril que cruzaría los
territorios de la Araucanía21
*23. Refiriéndose a la ciudad de Victoria,
fundada en 1882 como fuerte militar, destacaba como en poco tiempo
se había convertido en un conglomerado de importancia. En forma
especial observa que inmigrantes alemanes de Valdivia habían venido
desde el sur a establecer negocios de molinería y cervecería. Del
mismo modo como los propietarios chilenos que habían adquirido en
venta pública terrenos del Estado, explotaban las selvas, estableciendo
21
C. Norambuena "Inmigración, agricultura y ciudades intermedias", en Cuadernos
de Historia N°llt Universidad de Chile, Santiago, 1991. pp.l 16-117.
23 Ib’d-
Oustave Vemiory, Diez años en la Araucanía 1889-1899, Universidad de Chile,
Santiago, 1975. pp. 89-90.
236
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
numerosos aserraderos. Muchos colonos europeos desmontaban sus
tierras, la agricultura se desarrollaba y en poco tiempo Victoria, centro
de esa actividad, adquiría aspecto de ciudad. “La población es
cosmopolita, se oye hablar en español, francés, alemán, inglés,
italiano, irlandés, ruso, todas las lenguas imaginables".
Otro tanto dedica el ingeniero Verniory, en su diario de vida,
al rápido crecimiento de la ciudad de Temuco, la cual a su juicio
superaba en dinamismo a Victoria y pasaba, con sus 15.000 habitantes
en 1895, a convertirse en el principal centro urbano de la región.
"... Si todavía no existen tiendas de lujo, hay
muchas casas comerciales donde se puede
encontrar todo lo que se desee. Las calles
tienen cierta animación, transitan numerosos
indios del interior que traen sus productos
(animales, lana, pieles) y que hacen sus
compras. También hay bodegas que disponen
. de grandes capitales para la compra de trigo y
corteza de lingue".
\
"La industria se ha instalado en la periferia.
Hay molinos de trigo, curtiembres, cervece­
rías, destilerías, una fábrica de agua gaseosa.
Cerca de la estación (del ferrocarril) está la
más importóte usina de elaboración de
maderas...." .
El crecimiento de las ciudades fronterizas es vertiginoso. La
labor de las Intendencias de Malleco y Cautín como también la de las
Municipalidades, es sobrepasada por las peticiones ciudadanas: salud,
educación pública, policía, alumbrado particular y público, obras
públicas, calles y vías férreas, en fin, toda la infraestructura necesaria
para sacar de la región la producción triguera, maderera y ganadera.
Al mismo tiempo, se va configurando un sistema jerárquico
entre los diversos centros pobladas, en el cual los más pequeños van
siendo tributarios de los mayores2 . ,
** Verniory, op. cit. pp. 397-398.
C. Norambuena, 1991, op. cit. p.123.
237
Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador
Perspectivas de la economía nacional
El punto de arranque de la modernización de la economía
I nacional hay que buscarlo, según los especialistas, en el proceso al que
' engancha el país siguiendo la ruta de países como los Estados Unidos,
Australia o Nueva Zelandia que aun cuando disponían de un enorme
i potencial en recursos naturales impulsaron un desarrollo económico
basado en el sector industrial26. La incorporación de Chile a las redes
(del comercio internacional le permitió en un plazo relativamente corto
gozar de las bonanzas de un comercio exterior muy favorable. Desde
’d término de la Guerra del Pacífico hasta el preludio de la Primera
Guerra Mundial, los ingresos del Estado le permitieron iniciar un
desenvolvimiento del aparato estatal, lo que se tradujo en un auge
extraordinario de las obras públicas pero, fundamentalmente, el
surgimiento de una clase media fuerte base y actor principal de
muchas de las transformaciones sociales que el país presenciará en las
primeras décadas del siguiente siglo.
Como corolario del crecimiento del sector exportador y del
aparataje estatal vino el desarrollo de las industrias, preámbulo de la
gran industrialización de los años treinta del este siglo. Como muestra
de este rápido crecimiento se señala el aumento de las patentes que de
81 en 1850 pasaron a 193 en los 80, 505 en los 90 y 904 en la primera
década del siglo XX2 . Este panorama de crecimiento industrial
permite a los expertos calificar el período como una fase económica de
"sustitución de importaciones". 1c
El estudio ya clásico de historia económica de Marino- señala
para 1882, exportaciones por la suma de $ 70.278.347 compuesta en la
mitad por valores provenientes del salitre y yodo, un tercio por
minerales y el resto por ingresos provenientes de la agricultura y de la
industria. En tanto que las importaciones alcanzaron en el mismo año a
$ 50.434,331. siendo la renta producida al Fisco por este comercio de
$24.018,525 .
Oscar Muñoz Gomá, Los inesperados caminos de la modernización económica.
£olección IDEA Editorial Universidad de Santiago, Santiago, 1995, pp. 12-13.
Ibidem. Muñoz Gomá señala -en el artículo de la referencia- que Kirsch en 1977
estimó econométricamente, sobre la base de series de importaciones, que la
producción industrial chilena habría crecido en 2,1% por año entre 1880 y 1910,
^nque a ritmos desiguales según los ciclos económicos.
I
Daniel Martner Historia de Chile.Historia Económica. Gráficos Balcells.
I Santiago, 1929.Tomo I,pp.372 y 373.
238
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
REGIÓN DE LA ARAUCANÍA 1885-1907
Población activa urbana por actividades económicas
Actividades
Económicas
Administración
Comercio
Industrias
Profesiones Liberales
Servicio Doméstico
Otras actividades
Totales
1885
1895
1907
1.056
1.066
3.950
51
2.629
10.734
19.486
1.895
2.949
7.322
318
3.994
13.447
29.925
2.967
3.298
12.981
483
3.390
6.315
29.434
FUENTE: G. Bravo, op. cit., p. 211. Elaborado sobre la base de los
Censos de Población de la República de 1885,1895 y 1907.
Las cifras arrojan un aumento de 11,1 % el cual pudiera
parecer poco significativo, pero, si se considera que en términos
absolutos, la población económicamente activa global de la Araucanía
se mantuvo en los mismos niveles, como se observa en el cuadro
anterior.
El gráfico expresa, desde nuestra mirada, el crecimiento
evidente de ocupaciones ligadas al sector industrial seguido por el de
las actividades de administración y las del comercio, distinguiéndose
claramente, según G. Bravo, un segmento de servicios y otro
productivo.
Las ciudades fronterizas, como lo hemos venido sosteniendo
en diversos trabajos, emergen como una necesidad de servicio, para las
actividades agrícola-ganaderas que comienzan a realizarse en gran
escala, luego de la ocupación efectiva de la región. La función del
comercio que se presenta como prioritaria en el reclutamiento de mano
de obra, da ^aso sucesivamente a otro^ requerimientos
tipo
administrativo33*, judicial, salud y cultural3 , sector privado37, entre
Esto para atender los diversos servicios del Estado, como las oficinas de las
Intendencias de Malleco y Cautín, de las Municipalidades regionales, los Juzgados de
Letras, la Tesorería Fiscal, las dependencia de Correos y Telégrafos, el Registro Civil
etc. En 1885, el número total de empleados fiscales del Territorio de Colonización de
^ngol llegaba a 106 personas, pasando a 214 en 1907.
Espinoza, Januario. Guía Informativa de las Provincias de Chile. Santiago, 1891.
Sólo a título informativo se puede señalar que, en 1889, en la provincia de Malleco.
241
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
otros, que junto al grupo asociado al desarrollo industrial, van dando a
la ciudad el dinamismo propio de su crecimiento. A lo anterior se
suma una necesidad cada vez mayor de profesionales en diversas
áreas.
REGIÓN DE LA ARAUCANÍA 1885-1907
Ejercicio de las Profesiones Liberales
Profesiones Liberales
Abogados
Arquitectos
Dentistas
Ingenieros y Agrimensores
Médicos y Cirujanos
Periodistas
Profesores y Preceptores
1885
7
1
•
20
11
1
51
1895
31
10
7
48
TI
6
136
1907
46
20
22
48
32
20
276
FUENTE: G. Bravo, ob. cit, p. 213. Elaboración sobre la base de los
Censos de Población de la República de 1885,1895 y 1907.
En cuanto al sector industrial, la mano de obra empleada va
creciendo en forma espectacular. Considerando las dos provincias
correspondientes a la Araucanía, en cifras absolutas,de 3.950 obreros
en actividad en 1885, según la información censal sube a 7.322 en
1895 y a 12.981 en 1907.
El ferrocarril como instrumento de progreso
El gran paso en el progreso material de la región estuvo dado
por el establecimiento de vías de comunicación -ferrocarril y telégrafode norte a sur de la Araucanía. En 1873, el tendido del ferrocarril se
extendió desde San Rosendo a Angol, y otra línea transversal unió
Santa Fe con Los Angeles, a lo anterior se unió el telégrafo y el correo
funcionaron 19 escuelas sostenidas por el Estado y 10 privadas, con una matrícula
^tal de 2.656 alumnos.
El censo de población de 1885 registró, en el Territorio de Colonización de Angol,
un total de 422 empleados particulares. Luego, las cifras censales de 1895, dan cuenta
de un total de 1.205 empleados, para las provincias de Malleco y Cautín. Para ambas
provincias, el número de personas que trabajaban en calidad de empleados
particulares llegó a 1.862, según lo anota la encuesta censal de 1907. Censo de
1885,1895 y 1907.
242
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
lo que permitió una conexión expedita con las ciudades inmediatas del
centro y con Santiago, la capital/ . Posteriormente, se continuó la
línea central desde Renaico hasta Victoria, más la prolongación AngolTraiguéru la que ñie inaugurada con un servicio diario entre las dos
ciudades38
39. El reemplazo de las carretas tiradas por bueyes por el
transporte de riel produjo una verdadera revolución en el mundo
agrícola. Del mismo modo, que la tarea misma de construcción de las
vías demandó gran cantidad de brazos los cuales no siempre estaban
disponibles para tales efectos, debido a que por tradición la masa
flotante de trabajadores se desempeñaba en la agricultura en trabajos
estacionales. En los diarios se puede constatar que en 1888 estas
faenas reunían a más de 1.000 trabajadores, más un contingente militar
de 500 hombres que colabor^ principalmente en el levantamiento del
viaducto sobre el río Malleco40.
Al iniciar el trayecto Collipulli-Victoria las obras debieron
desmontar selva virgen por lo que el siguiente tramo
*
Victoria-Temuco
sólo fue inaugurado los primeros días de 1893. La Araucanía
cambiaba radicalmente y, en forma real esos territorios se
incorporaban a la vida nacional. Del mismo modo la dinámica
poblacional entre indígenas, colonos europeos y nacionales
provenientes del centro del país iniciaban una etapa de encuentros y
desencuentros que se extendería al siglo XX. En 1898 la línea férrea
cruzó toda la Araucanía siguiendo su curso hacia Valdivia
concluyéndose la etapa en 1907. La construcción de los tendidos y el
inicio de nuevos recorridos produjeron una demanda de brazos, como
asimismo, de madera para durmientes y carbón para las locomotoras.
38
La prensa daba cuenta que solamente en un mes habían salido hacia el puerto de
Talcahuano vía férrea 71.239 sacos de trigo, cuyos productores eran en su totalidad
de origen extranjero (J. Bunster, Soffia, G. W. Mackay, M. Hoopel, B. Mathieu,
Tomás Smith, Galan Hnos, Van Hnos y R. Beheins). B "Independiente" de Santiago,
6 de abril de 1886.
E "Mercurio” de Valparaíso, 17 de enero de 1889.
E "Independiente" de Santiago, 3 de mayo de 1888.
Las obras Collipulli-Victoria se iniciaron en febrero de 1888, teniendo a la primera
como punta de rieles, a 589 km. de Santiago, donde los ingenieros debieron montar
el viaducto sobre el río Malleco. E puente fue encargado a la empresa francesa
Schneider y Cía., Le Creusot. Con 347 m de largo y 100 (103) de altura. La
inauguración de esta magna obra se realizó con la presencia del presidente de la
República José Manuel Balmaceda, el 26 de octubre de 1890. Ver lan Thomson y
Dietrich Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile. Coleción Sociedad y Cultura
Centro de Investigaciones D. Barros Arana, Biblioteca Nacional, Santiago, 1997, pp.
78-79.
243
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
El movimiento de personas y de mercaderías fiie en aumento año a
año. Asociado a lo anterior la disminución en el costo de los
transportes benefició a todo el sistema de circulación. Así fue posible
sacar el trigo de la zona al puerto de Talcahuano y, más tarde también
a los puertos valdivianos, desde donde seguía rumbo al norte del país y
también hacia los mercados americanos y europeos.
La explotación de la madera obligó a multiplicar los ramales
cordilleranos,^^sí como la explotación triguera impulsó los tendidos
hacia la costa*
42*/ Se perfila así un desarrollo perfectamente vertebrado
de comunicaciones que se corresponderá con el diseño de ciudades de
corte exagonal, pieza clave del desarrollo económico y social de la
región.
Dado este panorama, no resulta difícil insertar en este
escenario la actividad periodística, cuya calificada opinión enuncia, a
la vez que anima, el debate acarea de la forma como la Araucanía,
zona de frontera, enfrenta los problemas que impone la modernización;
región del país que, como pionera, debió vivir en forma mucho más
acelerada que otras la incorporación del país a la economía- mundo.
El cuarto poder. La prensa escrita en la Araucanfo
En nuestra opinión el papel que juega la prensa en el proceso
, modemizador al que se incorpora la Araucanía es mucho mayor que el
que aparentemente se le podría atribuir. Llama la atención cómo en
esta región, pueden, en el lapso de menos de veinte años (hasta 1900),
haba- visto la luz pública un centenar de diarios. Tal fue el embrujo
que provocó "La Frontera", como le llamaba el hombre común, que
llevó, junto a los colonos nacionales y extranjeros, a pequeños
empresarios y hombres de letras a desarrollar esta increíble empresa
periodística.
Sin embargo, ésto no era totalmente inédito en el país. El
Código Civil de 1855, ya señalaba en su articulado la obligatoriedad
A comienzos del siglo XX la red transversal se completa con los ramales Santa FeLos Angeles-Santa Bárbara; Coigüe-Mulchén; Coigüe-Nacimiento; Los SaucesPurén-Capitán Pastenes; Traiguén-Victoria; Quino-Galvarino; Victoria-Curacautín;
Cajón-Chcrquenco; Temuco-Carahue; Freire-Cunco; Freire-Toltén; LoncocheVillarrica.
La lectura de la novela de Jefrey Archer El Cuarto Poder. Barcelona, 1997, nos ha
motivado a subtitular así este apartado, pues en gran medida estimamos que el
progreso de la región debió mucho a la actividad desarrollada por los medios de
comunicación, animadores de todo el proceso de modernización.
244
Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador
de anunciar a través del periódico oficial algunas veces, y la mayoría, 1
en la prensa departamental la información relativa a los casos civiles
que debían ser de público conocimiento44. Esto significa, además de
la notoria influencia de Andrés Bello, el alcance de una cultura
nacional común que utiliza la prensa como vaso comunicante de las
políticas nacionales y de las aspiraciones regionales, en suma,
expresión fundada de la opinión pública. A pesar de las constantes
denuncias que en provincia faltaba el hábito de lectura y que la
indiferencia frente a esta clase de empresas es casi generalizada, ya en
1866, un diario de Los Angeles expresaba en su prospecto:"Una
provincia, en verdad como la de Arauco, no puede dejar de tener una
imprenta, sin hacerse una agravio asimisma, y esta sola consideración
nos ha arrastrado a atropellar todos los obstáculos. Hablan también en
nuestro apoyo los intereses y sucesos que se desarrollan en esta parte
del territorio chileno (se refiere a las campañas militares en la
Araucanía), la lucha exterior en que nos hallamos empeñados (la
guerra con España) y, sobre todo, la emulación que nos debe producir
el ejemplo de otros pueblos de igual o menor jerarquía que el nuestro,
que cuentan con su órgano respectivo. ¿Por qué, pues, Los Angeles,
capital de la provincia, no ha de tena- también el suyo?. ¿Por qué ha de
quedarse atrás en esta liza generosa de la ilustración en que los pueblos
entran a porfía? Mengua seria no enrolarse en este movimiento que .
nos lleva a todos a buen fin"4 . En otra ciudad ubicada en las
márgenes del Territorio de Arauco, Angol, el prospecto del Eco del
Sur, ponía énfasis en este asunto que difícilmente se encuentra en todo
el país una población, por pequeña que sea, donde no haya un
periódico que sirva para hacer llegar a las altas autoridades "... las
necesidades locales de todo género; ya para que sirva de gimnasio
intelectual, para aquellos de sus hijos que se dedican al estudio de las
bellas letras ...; o ya, en suma , para que las artes, la industria y el
comercio encuentren ancho campo dónde emprender su rápido y
provechoso vuelo ...". Particularmente para Angol, afirma este diario,
disponer de un órgano de prensa es fundamental, puesto que desde allí
44
Ejemplo del primero es Mla presunción de muerte por desaparecimiento". Código
Civil de la República de Chile. Imprenta Nacional. Santiago, 1889, p. 28, art. 81,
inc.2. Otros, como en casos de interdicción, se decía expresamente "Los decretos de
interdicción provisoria i definitiva deberán inscribirse en el Registro del Conservador,
y notificarse al público por un periódico del departamento, si le hubiere, i por
carteles, que se fijarán en tres, a lo menos, de los parajes más frecuentados del
apartamento”. Código Civil, op.cit. art. 447.
El Meteoro. Los Angeles, agosto 1866.
245
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
se realizan las operaciones para entrar y "plantar la bandera del
progreso e ilustración en el suelo cuna del altivo e indómito araucano".
En suma, expresa la redacción, que una buena publicación en las
provincias desempeña cj papel de intermediario entre las autoridades y
los pueblos gobernados46.
A nuestro juicio el papel de la prensa como formador de
opinión pública, en esta región, supera la tarea de informar,
transformándose en el mejor instrumento de educación refleja. A
través de su contenido es posible aprender a leer, difundir las garantías
de los negocios, llegar a los electores, analizar los problemas locales,
estar al día en el acontecer nacional y, por último, conocer los
esfuerzos por mantener en circulación estos periódicos.
Orientaciones fundacionales de la prensa escrita
Para conocer la orientación fundacional de los medios
revisamos los prospectos del primer ejemplar de la mayor parte de los
diarios que circularon en la región, aunque estos indicaban que no eran
nada más que declaraciones de principios y programas de materias, en
la práctica superaron con creces las primeras intenciones. Así, pudimos
rescatar motivaciones de variada índole, problemas de carácter
regional y preocupaciones de carácter nacional, todas de gran
relevancia al momento de constatar la incorporación de la Araucanía al
proyecto modemizador en marcha.
Efectivamente, la mayor parte de los diarios se inicia con una
declaración de principios, intenciones, objetivos, destacando los
asuntos que a su criterio son urgentes de abordar. Así, El Meteoro, de
Los Angeles, en su primer ejemplar hace un ferviente llamado "al
patriotismo de los fronterizos", para que trabajen unidos en pos del
progreso moral y material de sus pueblos y localidades. Expresamente
se dice que los puentes, los caminos, la agricultura, el comercio, el
territorio araucano, deben ser los temas que conciten la atención de
todos47.
Del mismo modo, en la ciudad de Temuco, a los pocos años
de su fundación, varias iniciativas periodísticas luchaban por
transformarse en servidores de la región. Se reconocía en toda la
provincia de Cautín el gran desarrollo de la agricultura, el comercio y
la industria. La vertiginosa actividad derivada de estos sectores
** El Eco del Sur. Angol, enero de 1883.
El Meteoro. Los Angeles 01.08.1866.
246
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
favorecía la existencia de numerosa prensa. Esta, además de instar a
los habitantes de la región a sacar provecho personal y colectivo de las
riquezas que precia la Araucanía, adicionaba la misión de moralizar a
la ciudadanía48.
"Aniquilación de los indígenas", epígrafes como este llenan la
prensa fronteriza denunciando los todavía frecuentes roces entre
indígenas y huincas. Esta constatación nos lleva a sostener con más
fuerza la idea de persistencia de una vida fronteriza, en que el mapuche
lucha por la mantención de sus espacios. Desde Collipulli se da cuenta
en la Araucanía Civilizada, en octubre de 1871, de enfrentamientos
entre un piquete, de 20 hombres a caballo, del regimiento de
cazadores, con un grupo de indios y algunos ladrones que se acercaban
a malón. Al ser sorprendidos en la oscuridad, fueron arrasados
quedando en el campo 11 indios muertos y ocho caballos. Ejemplos
como éstos nos permiten constatar la marginación paulatina del
mapuche de la vida regional.
La política en la prensa regional.
En la década de los noventa del pasado siglo, estando aún
abiertas las heridas de la confrontación fratricida, la prensa regional no
puede substraerse .al debate que avivan los partidos políticos,
intentando, al menos en la declaración de principios, la mejor y más
veraz orientación49. Así la crisis que vive el liberalismo criollo se ve
reflejada en las páginas de El progresista de Los Angeles. Este
denuncia que ya en 1886 se observaba en el partido liberal los
síntomas de la división y las diferencias entre el parlamento y el
Ejecutivo que culminaron en el movimiento revolucionario de 1891.
Concluidos los enfrentamientos -señala El progresista- los odios
clericales han debido naturalmente cebarse en los caídos sin otra
norma que la extinción del liberalismo, que reputan secta de impiedad,
además de una preponderancia en los negocios y en la política. Dado
este panorama nacional, desde la provincia los diarios de inspiración
liberal reitaran su compromiso con las bases doctrinarias de ese parado
que ajuicio de los analistas del periódico, son los intereses del país50.
48
La Igualdad, Temuco, marzo de 1892.
Ibidem. La Libertad se declara independiente. Su dueño es un particular (H.Muñoz
gróstegui).
El Progresista de Los Angeles. 16 de noviembre de 1892.
247
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
La prensa conservadora, a través de todos sus órganos de
1 difusión regional, privilegia su carácter evangelizador, poniendo
especial empeño en la formación que las familias católicas debían dar
a sus hijos en el seno del hogar.En tanto que para los radicales, con su
permanente slogan "la unión hace la fuerza", refuerzan constantemente
el cultivo de valores en los sectores populares. Anhelamos, decían, la
perfección moral, social y política del pueblo, como uno de los más
bellos ideales que nos legaran los fundadores del radicalismo. Así, por
ejemplo, en La Razón de Temuco, de abril de 1895, se lee su siempre
oposición al catolicismo con escritos sarcásticos titulando una portada
"Entre ayunos, rezos y lloriqueos pasó la Semana Santa".
La prensa que se declara independiente, expresa que lleva
como emblema o divisa de su existencia Libertad, Progreso y Trabajo,
que no se abanderiza con ningún partido político, pues su
inquebrantable propósito siempre será fomentar las libertades públicas
e individuales.
Prensa obrera
Las Sociedades de Socorros Mutuos y de Beneficencia que
tan importante papel desempeñaron en Chile durante el siglo XIX y la
primera mitad del presente, también concurren al desarrollo de la
prensa regional y, a través de ella, al desarrollo de las organizaciones
populares. En la ya mencionada ciudad de Los Angeles la prensa
observa el crecimiento de la ciudad, del comercio y de la industria,
dando pie para que se escriba profusamente acerca del progreso
material. Pero en las mismas páginas, como se lee en El Franklin, se
denuncia que a ese bienestar no ha seguido en igual grado un progreso
intelectual. Ese vacío es el que pretende llenar este periódico. "Más
hoy, dice El Franklin, del seno de la clase obrera se levanta un nuevo
y vigoroso impulso destinado a ilustrarse y a ilustrar; es día, -la clase
trabajadora- la que dando ejemplo de abnegación y patriotismo, llama
a sus consocios al cultivo de las facultades intelectuales, fuente única y
perenne de todo lo grandioso y sublime de que es capaz el alma
humana. En pos de este nuevo impulso vendrán otros, tales como la
creación de escuelas nocturnas para adultos, conferencias sobre moral,
higiene, derecho público etc. que aumentarán más el caudal de
vuestros conocimientos..." .
51 El Franklin de Los Angeles, 15 de enero de 1889.
248
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
La prensa satírica
Una novedad que hemos detectado, en la prensa generada en
la Araucanía, es la satírica. Son varios los periódicos que contienen
caricaturas y textos satíricos. La mayoría de ellos se definen como
independientes, pero dejan en claro que están destinados a "fustigar a
los calumniadores de oficio". Entre ellos, La Huasca, El Veneno, de
Traiguén o El Chicote, de Angol. Sus venenosas plumas están
dirigidas preferentemente a los "aprovechadores" y también a la
controversia político-partidista. El lenguaje, sin ser grosero, es fuerte.
Las metáforas arrecian sin compasión sobre el contrario.
Reproducimos fragmentos de uno de esos comentarios: "El asqueroso
perro dogo sigue ladrando. Cumple la misión que trajo al mundo al
abortarlo su madre. Hay seres predestinados y. perro dogo es uno de
ellos. Tiene la predestinación de los aullidos. Y aúlla y ladra con
entera conciencia de su yo ... Me han llamado perrito, he mamado
leche aunque de perra a fuerza de tanto llorar ... o ladrar, ergo viviré
siempre aullando para no perder la teta. Y ahí tenéis a perro dogo que
grandecito ya, con pera y bigote aúfia y ladra para así aferrarse mejor a
la teta de... don Agustín Edwards" .
La prensa frente a los indígenas
No se podría asegurar que la prensa tiene una sola posición
frente a las relaciones entre chilenos e indígenas. En algunos casos, al
referirse a los rasgos particulares del pueblo chileno se recurre a la
herencia libertaria del "indómito pueblo araucano". Otros medios, a
través de sus páginas, delimitan claramente la frontera entre la
civilización y la barbarie representada por el pueblo araucano. Y
algunos como La Voz Libre de Temuco, emplaza a las autoridades a
imponer y respetar, a todos los pobladores, las mismas leyes que rigen
al país en el territorio de Arauco. Esta argumentación la realiza en base
a las múltiples trasgresiones que las propias autoridades hacen de las
leyes dictadas exclusivamente para proteger al indígena de los abusos
que, especialmente, se producen en los litigios relativos a la propiedad
de la tiara.
La Huasca de Traiguén, 8 de noviembre de 1890.No sabemos a qué personaje
corresponde el apelativo de perro dogo, pero imaginamos corresponde a una figura
pública local.
«A
249
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
Así, por ejemplo, se pregunta el editorialista de La Voz Ubre
¿qué atribuciones da la ley a "la comisión de ingenieros" para resolver
en su carácter de tribunal de términos los juicios posesorios o de
dominio? Ninguna, responde. ¿Por qué entonces, la expresada
comisión puede inmiscuirse en las atribuciones del poder judicial para,
no solo amparar la posesión sino también declarar el dominio que
pudieran tener los litigantes en sus terrenos? Esto no se concibe y sólo
es posible en el juzgado de Temuco. En diversos juicios ventilados en
Lebu, Arauco, Cañete, Imperial y Angol, señala enfáticamente un
editorialista, jamás se ha puesto cortapisas a los indígenas que han
ejercido algunas de las acciones indicadas. Por qué entonces, concluye,
los indígenas de Temuco no tienen los mismos derechos que los del
resto de la Araucanía? Más aún en el mismo diario se reconoce que
hay "indígenas españolizados" que saben leer y escribir; que conocen,
lo bueno y lo malo; que son mayores de edad; que se encuentran en
pleno uso de sus facultades intelectuales, y que no se ha librado en su
contra ningún juicio en que se declare su interdicción. "¿Por qué
entonces no pueden éstos gozar de las garantías que el art. 12 de
nuestra Carta Fundamental asegura a todos los habitantes de la
república? ¿No es éste un ataque a la libertad privar al hombre de
ejercer sus derechos y disponer la arbitrio de su voluntad? Hacer morir
civilmente a un individuo privándolo de los^preciosos bienes de la
libertad no es otra cosa que un egoísmo cruel"5 . Con columnas como
ésta, La Voz Ubre llena sus páginas con denuncias múltiples de abusos
en contra de la población indígena, particularmente, los derivados de la
justicia que se les aplica.
El discurso con el clásico dilema de la civilización y la
barbarie queda de manifiesto en la prensa de la ciudad de Los
Angeles. Así El Laja aseguraba en 1871 que la provincia de Arauco
se había visto perjudicada, en su progreso material y moral en la
seguridad de vidas y propiedades, por su condición de "frontera de la
barbarie araucana". Los habitantes de esta zona, se dice, durante siglos
han vivido manejando con una mano el arado y con la otra el fusil.
Este periódico de carácter independiente, cercano a la corriente liberal,
subrayaba la siguiente sentencia: "Chile tenía, tiene aún, una
importante misión que llenar; reducir a la Araucanía e incorporarla a la
república, uniendo así su territorio cortado y haciendo desaparecer de
su suelo la barbarie" ... "Felizmente la reducción de la Araucanía ha
avanzado tanto durante este decenio (1870), que es lícito abrigar
53 La Voz Libre de Temuco, 6 de octubre de 1888.
250
•
♦
Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador
esperanzas de que no pasará muchos años sin que ese extenso y ¡
hermoso territorio, en que todavía reina el estado salvaje, se vea I
realmente incorporado al resto de la nación chilena, ejerciendo allí (
nuestras leyes y civilización su benéfica influencia"’ .
El papel de la prensa lo calificamos como imprescindible, al )
momento de examinar los acontecimientos que culminan con la /
ocupación de los últimos reductos araucanos (Villarrica, 1883) y todo j
el proceso que posteriormente se desarrolla en la región de la /
Araucanía. Desde la organización administrativa, la policía, la/
administración de la justicia, la instrucción pública, principalmente el
establecimiento de escuelas primarias, el ferrocarril, las
comunicaciones, el comercio y la agricultura, sin dejar de lado, por
ciato, la política, pues, según la misma prensa, esta es fundamental a
la hora de tratar los problemas particulares de una ciudad o región.
Noticias misceláneas
I
"
L : No cabe duda que para el conocimiento de la vida cotidiana de
la frontera araucana, la prensa constituye una fuente de primera mano, r
Tanto el desarrollo del gobierno regional como las preocupaciones '
cotidianas de los pobladores de los pueblos y ciudades, como de los
colonos y campesinos, quedan de manifiesto en páginas que dan
cuenta de las redes y relaciones que surgen en el contacto de formas de
vida de pueblos diferentes. Las divasas manifestaciones de
religiosidad popular quedan allí al alcance del investigador en las
interesantes descripciones que los diarios hacen de ellas.
Por otra parte, se llama la atención acerca del mal estado de
las calles de la ciudad, debido especialmente a las frecuentes lluvias.
Del mismo modo, se pide la atención de las autoridades municipales
sobre el aseo y en general de la salubridad pública. También los
efectos que produce la instalación de industrias que muchas veces no
guardan respeto a los vecinos provocando ruidos y malos olores.
Los diarios completan sus páginas con notas curiosas: la
administración del correo, los listados de cartas sobrantes, los ascensos
militares. El registro civil da cuenta numérica y social de matrimonios
y también de las defunciones; la sequía o los aguaceros, son siempre '
motivo de las quejas de los agricultores. En enero de 1889, la salud de
su Santidad León XIII da lugar a inquietudes; las epidemias en los
países sudamericanos preocupan a la opinión pública. Las novedades
54 El Laja de Los Angeles, 29 de abril de 1871.
251
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
que el tráfico de pasajeros y mercancías trae la navegación a vapor.
Las precauciones frente a la marcada tendencia a los juegos de azar
etc. etc/
Otro punto interesante de sacar a luz, son los costos que
implican la mantención de un diario, como también el de los precios
de su venta al público. Indudablemente la vida de cada empresa editora
estaba en directa relación con la cantidad de ejemplares que pudieran
ser vendidos. De allí que los editores ponen mucho esfuerzo en las
suscripciones y en el avisaje que conforman el grueso de sus ingresos.
Esta es la razón por la cual muchos de esto periódicos tuvieron tan
corta vida.
Una muestra de ellos es lo indicado en El Meteoro, periódico
de circulación semanal, a cincuenta centavos mensuales la suscripción.
En tanto que los comunicados se cobraban a cuatro pesos por
columna. Los avisos de cuatro o menos Eneas, cincuenta centavos por
la primera inserción y diez por cada una de las siguientes. Los de más
extensión pagaban proporcionalmente, es decir, d doble o el triple
según el número de Eneas5 .
Por último, llama la atención los contactos que la prensa
escrita mantiene con la santiaguina y la del país vecino. Los diarios
regionales reproducían las principales noticias de la capital y también
algunas procedentes de la República Argentina, tanto del Neuquén
como de Buenos Aires. Los contactos permanentes entre chilenos y
argentinos en las contiguas regiones de la Araucanía y el Neuquén, a
través de la constante migración de chilenos a ese territorio, como
asimismo a través del comercio que desde temprano se estableció entre
ambos lados de la cordillera5 . Tema recurrente fue el del contrabando
de animales, motivado por el impuesto al ganado que estuvo sujeto a
diversas controversias apocándose y suspendiéndose en diversas
ocasiones entre 1890 y 1950.
El mismo Meteoro entrega un listado de precios corrientes que pueden servir
como punto de comparación con los valores de los periódicos. Harina flor en sacos 2
pesos 15 centavos, harina flor sin sacos 2 pesos; fanega de fréjoles 3 pesos, fanega de
arvejas 2 pesos 50 centavos. Vino 75 centavos la arroba, aguardiente, según el grado
de 1 hasta 4 pesos la arroba. Bueyes de servicio 18 pesos, bueyes de matanza 25,
y^cas paridas 14, cameros 1 peso 75 centavos, ovejas 1 peso 25 centavos.
Carmen Norambuena "La chilenización del Neuquén", en Araucanía y Pampas.
Un mundo fronterizo en América del Sur. J.Pinto (editor). Ediciones Universidad de
la Frontera. Temuco, 1996.
252
Carmen Norambuena. La Araucanía y el provecto modemizador
Palabras finales
Hecho el análisis de los diferentes factores que a nuestro juicio
concurren en la aplicación del proyecto modemizador en la región de
la Araucanía, podemos concluir en que si hubo éxito, este fue relativo.
Pues, como lo indican las cifras, una vez puestos en producción los
territorios, prontamente su contribución a la economía nacional fue
evidente. Por su parte, el plan de colonización llevado a cabo en la
zona no respondió a las expectativas que el gobierno se había
propuesto, logrando escaso número de colonos efectivamente
dedicados a las labores del campo, no obstante la eficacia de su labor
en el campo productivo y el evidente adelanto de la región. Por último,
calificamos el proyecto regional como relativo en el sentido que tanto
araucanos como varios cientos de chilenos perdieron la posibilidad de
acceso a la tierra. Los primeros fueron reducidos a menos cantidad de
territorio, no siempre los más. productivos y, los nacionales,
compelidos a abandonar su país rumbo al territorio fronterizo de
Neuquén en busca de mejores días.
Periódicos que circularon en la Araucanía, 1860-1900
Temuco
1. La Igualdad. Periódico independiente, calificado como órgano de los intereses de
la provincia y de los derechos del pueblo (20.3.1892-1893).
2. La Ilustración. Periódico independiente, literario i comercial (14.10.1894 - 1895).
Independiente asociado al radicalismo
3. La Justicia. Organo del Partido Conservador (1.11.1896-1898).
4. La Libertad Periódico asociado al Partido Liberal (26.2.1896).
5. La Luz. Periódico Católico (9.6.1895). Periódico conservador.
6. El Obrero (3.6.1900- 1907).
7. El Progreso. Periódico Político, Literario y Comercial, (8.4.1896-1896) Periódico
asociado a la Alianza Liberal.
8. La Razón. Periódico que se define independiente, pero asociado al partido Radical
(21.4.1895-1896).
9. El Temuco (25.4.1897-1897). Periódico al parecer asociado al Partido Liberal.
10. La Voz de Temuco. Semi-diario de la tarde. Independiente, literario y comercial
(13.8.1895-1895). Independiente, cercano al Liberalismo. Continuación del periódico
La Ilustración de Temuco.
11. El Atalaya Órgano de los intereses de la agrupación democrática de Temuco.
(24.12.1899-1900). Periódico perteneciente al Partido Democrático.
s*'12. El Cautín. Periódico Independiente cercano al liberalismo (18.5.1887-1902).
^13. La Conquista Periódico independiente (20.5.1887-1887).
14. El Constitucional Periódico perteneciente al Partido Radical (18.10.1891-1893).
15. El Cristiano. Periódico asociado al Partido Conservador (28.6.1895-1897).
253
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
16. La Cruz Del Sur. Periódico Conservador (23.6.1895-1896).
17. La Divisa. Periódico cercano al Partido Liberal (27.12.1896-1897).
18. La Frontera. (28.11.1896 - 1900).
-19. La Voz Libre. Tendencia política por definir, que se refiere a los indígenas
(6.10.1888-1890).
. 20. La Lealtad. Periódico comercial y político (23.3.1891-1891). Publicación bi­
semanal. Periódico cercano al liberalismo.
21. El Liberal Democrático.De tendencia Liberal Democrática (16.1.1894-1894).
Cañete
22. Agricultor (1.10.1893-1897).
23. El Comercio. Organo de los intereses de la localidad (28.10.1896-1897).
Periódico por definir, podría ser liberal.
24. El Eco de Cañete. Periódico liberal (9.1.1886-1890).
25. El Eco de Cañete. Periódico por definir (14.11.1890 -1890).
26. La Lealtad. Periódico cercano al Liberalismo (29.10.1897-1902).
27. El Marinan Organo de los intereses del pueblo (5.2.1900-1912). Periódico
cercano a los Demócratas de la Alianza Liberal.
28. La Baja Frontera. Periódico por definir ( 22.6.1878-1879).
29. ElTucapel. Periódico noticioso, político, literario y comercial (21.7. 1887-1892).
Editor Ramón Ruiz. Periódico liberal.
Angol
30. ElAngolino. Periódico Liberal (16.1.1887-1897).
31. ElAngolino. Semi-diario de la mañana. Órgano independiente de los intereses del
pueblo, de la industria y el comercio. (1.3.1892-1892). Editor Jenaro Troncoso.
Periódico Independiente, pero podría ser cercano al liberalismo.
32. El Araucano. Asociado al Liberalismo (3.9.1891-1892).
33. El Colono. Periódico Liberal. (13.12.1885 - 1938)
34. El Chicote. Periódico Satírico Independiente (4.9.1898-1898). Editor J. Victorino
Pinto. Imprenta de La Situación.
35: El Eco del Sur Periódico político. Literario i comercial (11.1.1883-1883).
Imprenta del Eco del Sur. Relacionado con el liberalismo.
36. La Época. Periódico Liberal Conservador (2.12.1896-1897).
37. El Malleco. Tendencia política indefinida (7.4.1877).
38. Pichi-Pillán Periódico satírico. Editor Juan Antonia Bisama. Relacionado con el
Partido Demócrata. 6.2.1898-38.
39. Roto Angolino. Periódico Satírico que se liga al Liberalismo (6.3.1898-1898).
40. La Situación Cercano al Liberalismo (16.11.1897-1898).
CollipulU
41. El CollipulU Independiente, pero que se asocia al liberalismo (26.11.1893-1895).
42. El Malleco. Periódico comercial i noticioso (1.6.1887-1891). Periódico indepen­
diente.
43. El Obrero. Periódico noticioso, literario, liberal e independiente (8.4.1899-1899).
Periódico que asume la doctrina liberal.
254
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
44. La Retención Periódico político, literario i comercial (1891-3.1.1892). Editor
Pedro Segundo Cifuentes No queda claramente explicitada su tendencia política.
45. Los Tiempos. Periódico independiente (9.4.1892-1904).
46. La Voz Del Pueblo. 6.11.1896-1897.
Erdlla
47. El Huequén Periódico semanal, noticioso y comercial (3.7.1898-1899). Periódico
Independiente.
Mulchén
48. La Araucanía 6.3.1883 49. Araucanía Civilizada (3.10.1874 - 1888). Periódico por definir.
50. El Bureo. Periódico semanal órgano del Partido Radical (26.1.1896-1900) Partido
Radical.
51. El Diablo Feo. Periódico político, literario, satírico y de avisos. (1899-1899)
Periódico satírico.
52. El Horizonte. Periódico independiente. (1.4.1888-1937).
53. La Igualdad. Su tendencia política no es muy clara, pero lo sugerimos como
Conservador. (26.11.1878-1887) desde el N°154 en B.N del 23 de enero de 1879.
54. La Luz Periódico semanal, órgano de los intereses del departamento. Segunda
serie del Bureo (25.3.1900-1901). Editor José del T. Troncoso. Imprenta de la Luz.
Tendencia política independiente. Continuador del Bureo.
55. El Mulchén Órgano de los intereses del departamento y del Partido Radical.
(8.4.1886-1896). Editor J. Francisco Vergara. Al parecer, es continuación del Bureo.
56. La Razón. Independiente, pero ligado a la Alianza Liberal (11.3.1894-1894).
57. El Yunque. Periódico político, comercial, literario, industrial y científico
(29.8.1889-1899). Periódico Demócrata.
. x
Traiguén
58. El Traiguén. 12.2.1887-1908.
59. La Voz de Traiguén. 1.6.1889 60. El Comercio. Editor Modesta Espinoza, periódico cercano al partido liberal.
(8.2.1896).
61. La Frontera Semi-diario de la mañana (1.1.1896-1896). Periódico liberal-inde­
pendiente.
' 62. La Huasca Periódico satírico, político destinado a fustigar a los calumniadores de
oficio. (8.11.1890). Su tendencia política no ha sido definida.
<63. El Veneno. Periódico de caricaturas, satírico y de avisos (16.3.1890-1890).
Independiente.
64. La Opinión 24.3.1891 65 . Los Debates. 2.1.1895 66. La Frontera Periódico comercial, ... político y noticioso (13.1.1896-). Cercano
al partido liberal.
67. El Orden EditoriJosé del Carmen Artola V. Sale a la luz dos veces por semana.
Independiente, cercano al partido liberal (6.9.1896-1898).
-
255
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
68. La Voz de Traiguén. Editor Exequial Manriquez. Periódico Liberal (21.10.18981899).
69. El Quitapón (10.6.1899-1914).
Los Angeles.
70. El Aliancista de Los Angeles. Periódico relacionado con el partido Liberal
(15.11.1896-1901).
71. El Bilbao. Organo de la agrupación Democrática de Los Angeles. (28.1.18941894). Editor José Luis G. Silva. Imprenta del Bilbao. De tendencia Demócrata.
^-72. El Bio Bio. Periódico político, literario y comercial (15.01.1876-1891). Cercano
políticamente al gobierno de tumo.
73. El CivilistaPeriódico Político, Literario y Comercial (25.3.1881-1881). Se define
*
>
como Liberal de la doctrina del Partido Liberal de Valparaíso.
74. El Elector. Editor J. Eugenio Muñoz. Periódico Independiente, pero que en
nuestra opinión podría ser Demócrata (1.3.1879-1879).
75. El Franklin. Editor M. del Pilar.Periódico independiente, perteneciente a la
sociedad de socorros mutuos (1.1.1889-1899).
76. El Guía de Arauco. Órgano de los intereses generales de la provincia. (1.10.18641866). Editor Pedro Ruiz Aldea. Imprenta Del Guía. Periódico cercano al liberalismo,
aunque se declara independiente.
77. El Infante. Periódico Noticioso, Literario i Comercial (22.6.1884-1884), Imprenta
del Infante.Perteneciente a la tendencia Liberal. Continuará en circulación con el
nombre de "El Liberal".
78. El Laja. (29.4.1871-1873) Periódico cercano a la Unión Liberal Conservadora.
79. El Laja. Periódico bi-semanal político, literario y comercial (3.6.1890-189^).
Independiente en un comienzo, pero luego Liberal (27.9.1892).
80. El Liberal. Periódico Noticioso, literario i Comercial (26.6.1884-1884). Imprenta
del Infante. Liberal. Es la continuación del Infante. Este N° 3 es el primero de este
diario.
81. El Meteoro. Periódico independiente (1.8.1866-1876).
82. El Patriota. Periódico noticioso literario y comercial (21.7.1878-1879). Periódico
cercano al liberalismo.
83. El Progresista. Periódico Político. Literario i Comercial (16.11.1892-1906).
84. El Pueblo. Periódico Político, Literario y Comercial (15.11.1892-1902). Relacio­
nado con el Partido Conservador.
85. El Republicano. Periódico Literario, Político i Noticioso (4.1.1891-1891). Editor
Roberto Jacobs. Perteneciente al Partido democrático.
86. El Sur de Chile. 7.3.1877.
87. La Unión. Periódico independiente (12.10.1892 1893).
M. La Vida Libre. (10.9.1891-1892).
Lautaro.
89. El Campeón. Periódico asociado al Radicalismo (5.1.1897- 1898).
90. El Comercio. Periódico Independiente dedicado exclusivamente al ámbito
comercial (19.5.1897-1898).
91. El Lautaro. Publicación semanal.Periódico cercano a lo liberal (25.3.1894).
256
Carmen Norambuena. La Araucanía y el proyecto modemizador
92. El Demócrata. Periódico Noticioso, Literario y Comercial (5.8.1896-1896).
Editor Pedro Segundo Cifuentes. Periódico asociado al Partido Demócrata.
93. El Llaima. Organo de los intereses del Partido Conservador (29.4.1900-1903).
94. El Nuevo Lautaro (8.5.1898-1898).
95. La Unión Conservadora. Periódico Político, Literario y Comercial (25.11.19001902). Diario de propiedad del Partido Conservador.
96. La Voz Radical (28.5.1898-1900).
Victoria
97. La Alianza (79.8.1899-1900).
98. La Alianza Cristiana (15.4.1899-1900).
99. El Malleco. Periódico demócrata, político, literario y comercial (25.7.1900-1903).
Editor José Sandoval. Periódico Demócrata.
100. El Mariluan. Editor J. Santiago Fuentes. Imprenta del Mariluan. Tendencia
Liberal -Balmacedista (27.1.1894-1898).
101. El Victoria. Periódico Independiente (17.1.1892-1902).
257
Autores
Jorge PINTO RODRÍGUEZ, historiador. Profesor
del Departamento de Ciencias Sociales de la Univer­
sidad de la Frontera de Temuco.
Fernando CASANUEVA VALENCIA, historiador.
Profesor de la Universidad de Burdeos III.
Bernard LAVALLE, historiador. Profesor de la Uni­
versidad de París ✓III.
Francine AGARD-LAVALLE, profesora de español.
Burdeos.
,
Leonardo MAZZEI DE GRACIA, historiador. Pro­
fesor del Departamento de Historia de la Universidad
de Concepción.
Carmen NORAMBUENA CARRASCO, historiado­
ra. Profesora del Departamento de Historia de la Uni­
versidad de Santiago de Chile.
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