La metamofosis El punto de vista desde el que se cuenta la historia parte de un narrador en tercera persona, aunque no es el típico narrador omnisciente que conoce todo. Aun pareciendo objetivo, el narrador refleja el pensamiento y las palabras, es decir, el punto de vista de Gregor. De hecho, solo tiene conocimiento de lo que el protagonista percibe. Narrador y protagonista, por tanto, participan de de una misma extrañeza ante el hecho inexplicable de la transformación. El narrador reproduce los pensamientos de Samsa en estilo directo cuando entrecomilla sus palabras y en estilo indirecto cuando utiliza un verbo de lengua y un nexo (“pensó… se dijo que…”). Así da entrada a las fluctuaciones de la conciencia de Samsa y consigue que este sea el centro de atención del lector. Ahora bien, el procedimiento básico para plasmar el mundo interior del personaje (sus emociones, recuerdos, reflexiones, fantasías, etc.) es el estilo indirecto libre. No aparecen comillas ni verbos de lengua que introduzcan citas, por lo que se funden en una sola voz las voces del narrador y del protagonista, consiguiendo de esta manera acercar al lector a la intimidad del personaje. Es una técnica que ya Flaubert consagró en su obra maestra Madame Bovary. El extrañamiento, en relación con la perspectiva desde la que se cuenta la historia, es el efecto de mirar las cosas a través de los ojos de un insecto. El lector, por la costumbre, ve la realidad desde una única posición. Pues bien, cuando lee el relato la ve distinta, ya que la percibe según la mirada del protagonista transformado en insecto. Así, por ejemplo, la habitación empieza teniendo límites humanos bastante estrechos para un adulto y acaba siendo más alta porque Gregor está cada vez más ligado al suelo. Esta distorsión de la perspectiva es propia del expresionismo, movimiento vanguardista centroeuropeo del primer tercio del siglo XX, y tiene una función subjetivadora. Aparece, sobre todo, en la tercera parte del relato. En cuanto a los personajes, de Samsa desconocemos su anterior apariencia humana pues empieza el relato ya convertido en escarabajo y no hay referencias físicas a su pasado. En cambio, su aspecto monstruoso es descrito con detalle. En efecto, Kafka nos muestra las características externas del insecto como lo haría un entomólogo: primero describe sus rasgos físicos y luego su comportamiento y su conducta. En un primer proceso, Gregor Samsa, aun presentando un aspecto animal, conserva cierta humanidad en sus reacciones anímicas y en sus sentimientos. Paulatinamente, irá perdiendo rasgos y capacidades humanas hasta desembocar en un estado de degradación animal absoluta. Es esta combinación entre bestialidad y humanidad lo que lleva a Kafka a la caracterización moral de Gregor Samsa como resto de su anterior estado de ser humano racional. De ahí deriva la complejidad del protagonista de la obra. El relato recoge un episodio en el proceso de deshumanización de Gregor, que intuimos previo al inicio del cuento, y que culminará en la completa transformación (psicológica incluso) de su protagonista. El segundo personaje en importancia de la historia es Grete. Su actitud con Gregor evoluciona con las circunstancias, desde ser el único apoyo de su hermano para sobrevivir hasta convertirse en su enemigo más acérrimo. Podría, por tanto, ser considerada la antagonista de la historia. La crítica ha señalado la coincidencia de este personaje con la hermana real de Franz Kafka, a la que el escritor adoraba. Un pasaje de la tercera parte insinúa cierta pulsión incestuosa entre ambos hermanos o, por lo menos, la ilusión de Gregor por ser correspondido por su hermana (ver prueba PAU). Curiosamente, podríamos decir que Grete también sufre una metamorfosis interior puesto que pasa de la compasión a la indiferencia y, finalmente, al odio por su hermano (“tenemos que quitárnoslo de encima”). La figura del padre podemos considerarla el motor de todo el conflicto, pues por culpa de él Gregor tiene que trabajar como viajante y saldar la deuda que contrajo con su jefe. Su reacción ante la visión del hijo transformado no puede ser más violenta y trata por todos los medios de recluirlo en su habitación. Simboliza la ruina material y moral de toda la familia, aunque toma las decisiones más importantes. La madre, por el contrario, está subordinada al marido y su desorientación es patente. Siente compasión por el hijo pero no hace nada por ayudarle. Es el personaje más desdibujado de la familia. Como personajes más secundarios, mencionaremos las tres empleadas del hogar y los tres inquilinos (Nabokov apuntó al número tres como clave para entender el sentido de la obra: tres partes, tres familiares, tres estancias, etc.). Aquellos personajes más redondos, es decir, que evolucionan a lo largo de la historia llevan nombre (Gregor Samsa y Grete, protagonista y antagonista respectivamente), mientras que los personajes planos ofrecen desde el principio un mismo carácter y carecen de nombre, ya que son aludidos mediante el parentesco familiar o el cargo que ocupan. Precisamente, los personajes redondos son aquellos con mayor base autobiográfica, sobre todo el de Gregor Samsa (=Franz Kafka), donde el paralelismo consonántico del apellido ficiticio y del real (compuestos de cinco letras ambos) es evidente. De hecho, un amplio sector de la crítica ha leído el relato en clave autobiográfica. En cuanto a los objetos portadores de un simbolismo más acusado, podemos mencionar el bastón y el sombrero del padre, que representan el mando en manos del progenitor y la autoridad ejercida con violencia. El sombrero, y los gestos que lo acompañan, simbolizan la precaución que el padre ha tenido ahorrando una parte del dinero que Gregor aportaba para saldar su deuda. El uso del bastón, sobre todo cuando lo utiliza para acorralar a su hijo en su cuarto, significa el ejercicio del poder absoluto sobre toda la familia. Por otro lado, el cuadro que cuelga de una de las paredes de la habitación del protagonista constituye el único vínculo entre Gregor y el mundo de los humanos y su deseo por conservarlo representa un último intento de Samsa para no desvincularse definitivamente de la esfera humana. Los gestos revelan el estado emocional de un personaje. Las emociones (dolor, ira, nerviosismo…) no se definen ni se explican de una forma abstracta sino que se muestran a los ojos del lector a través de gestos, movimientos y acciones. Se trata de la misma técnica empleada por el cine mudo de aquella época, principios del siglo XX, en el que la gestualidad exagerada de los actores y los ritmos acelerados de la acción expresan visualmente las emociones y los sentimientos de los personajes. En nuestro relato, este énfasis en los gestos y las miradas de los humanos responde a la visión de un insecto al que el extrañan las reacciones de las personas, muchas veces más animalizadas que el propio Gregor. Este recurso Kafka pudo aprenderlo del teatro jiddisch de la época, una especie de sainete trágico, similar al esperpento valleinclanesco en España. Respecto al elemento kafkiano, se emplea este calificativo para referirse a una situación angustiosa en la que se ve inmerso un individuo sin llegar nunca a conocer las causas exactas de su estado. El histrionismo de los personajes que le rodean, la acción en base a una sucesión de secuencias cinematográficas, la mezcla de humor absurdo o grotesco que cuestiona muchas de las convenciones sociales son elementos añadidos a la estética que identificamos con el nombre de kafkiano. Por ejemplo, el humor que se desprende de la persecución del hijo por su padre alrededor del salón -escena que recuerda tantas imágenes de cine mudo- continúa con la terrible agresión del padre contra su propio hijo. No es un contraste gratuito sino que releja lo absurdo de la existencia humana y el sentido tragicómico de la vida. El tiempo es otro de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar la novela. El narrador cuenta una historia lineal ocurrida en un pasado (“Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana…”) y lo hace siguiendo la técnica de los cuentos populares. Asimismo, se da una correspondencia entre tiempo cronológico y tiempo meteorológico, ya que la acción transcurre entre un otoño y un invierno intempestivos, siendo la primavera el momento de la muerte de Gregor y el inicio de una nueva vida para Grete. El espacio también constituye una coordenada fundamental para explicar el sentido de la obra. La acción se desarrolla en un espacio cerrado, claustrofóbico, en la que las tensiones familiares, por lo reducido de las dimensiones del hogar, se hacen más evidentes. En concreto, el dormitorio de Gregor es el lugar de aislamiento, de soledad, pero también le sirve de coraza (más que la propia de un escarabajo), de protección frente a un mundo hostil que no solo es el exterior sino también el interior de la casa que lo atosiga. Significativamente, su cuarto se halla en el centro del hogar, rodeado de otras estancias a las que él no tiene acceso a pesar de contar con sendas puertas que dan al salón-comedor y a la cocina, pero que casi siempre están cerradas. La soledad ante la desgracia tiene mucho que ver con el punto anterior. Gregor solo cuenta con las visitas de su hermana, de la que depende para sobrevivir, hasta que ella se cansa y se inicia el declive de su hermano y su lenta agonía. La madre solo entra una vez al cuarto de su hijo y el padre nunca. La arquitectura de la habitación cambia según cambia la perspectiva de Gregor, que, a medida que su estado de insecto le obliga a arrastrarse más por el suelo, percibe más alto el techo y más sucio el suelo. Esta variación de encuadres y perspectivas remite a la estética expresionista que dio sus mejores frutos en la pintura y en el cine pero que Kafka supo trasladar a la novela. También el sentimiento de soledad es expresado mediante la desaparición de los muebles de la alcoba, a iniciativa de la hermana para que Gregor dispusiera de más espacio, idea a la que se opone sin éxito la madre, que ve cómo el único vínculo que une todavía a su hijo con los humanos desaparece, quedando su hijo despojado de cualquier señal humana que lo diferencie de un animal. También la progresiva degradación del cuarto, convertido poco a poco en un estercolero, refleja la caída moral de la familia y el proceso de decadencia imparable de Gregor. Las puertas y las ventanas desempeñan una función simbólica en el mundo opresor de Gregor. Este duerme con las puertas clausuradas con llave, lo que denota la incomunicación que siempre ha existido entre él y su familia. En cambio, la ventana de su cuarto le ofrece el único contacto con el mundo exterior, a menudo para percibir las inclemencias meteorológicas (símbolo del desamparo y de la hostilidad del medio) en un gesto humano de asomarse tras el cristal que aún conserva de su anterior estado de ser humano. Las distintas formas de llamar a la puerta de la habitación de Gregor (suave o enérgicamente) denotan la relación de este con el resto de la familia. Por ejemplo, Grete primero lo hace de manera que su hermano no se sienta intimidado pero luego, cuando ya está cansada de él y no se compadece, abre y cierra la puerta con furia e incluso da un portazo que indica la ruptura definitiva de los hermanos y el triste final que le espera a Gregor sin la ayuda de su hermana. Asociados al símbolo de la puerta, están los de la luz y de la sombra. Cuando aquella se queda entreabierta, el contraste que marca la luminosidad del comedor-salón y la oscuridad del cuarto en el que está recluido Gregor refleja los dos mundos antagónicos e irreconciliables: el invisible que la familia oculta y el visible que Gregor ve desde su oscuro rincón y al que no tiene acceso. Respecto a los ejes temáticos que definen el sentido de la obra, en primer lugar hemos de referirnos al conflicto entre individuo y sociedad, preocupación que Kafka plasmó no solo en esta obra sino en toda su producción literaria. Toda la novela puede ser entendida como una parábola sobre el poder omnímodo que ejerce el sistema sobre el individuo. Este es considerado un elemento de producción al servicio de instancias superiores, llámense padres, jefes, bancos, etc. Gregor es un viajante de comercio que abomina de su trabajo pero que se ve obligado a cumplir escrupulosamente con él porque tiene que saldar una deuda que su padre contrajo años atrás con su jefe. Por eso, cuando se despierta transformado en insecto, le da más importancia al hecho de llegar tarde al trabajo que a su metamorfosis. Esta reacción se debe a un complejo de culpa que la sociedad inocula a través no solo de la religión, en este caso judeocristiana, sino también del sistema capitalista, y en la que el individuo se siente inferior y se ve obligado a “pagar” por su presunta culpa (curiosamente es una manzana -símbolo bíblico del pecado original- lanzada por su padre la causante de la muerte de Gregor). De ahí surge el sentimiento de alienación en Gregor Samsa que, acosado por el encargado en nombre de su jefe, es objeto de una falsa acusación de fraude y al que nadie, ni siquiera su familia, defiende. La propia transformación física del protagonista, aun presentada como inexplicable, podría deberse a su sentimiento de “bicho raro” en una sociedad materialista. Sin embargo, el inadaptado no se rebela sino que asume “su” culpa. La unidad familiar, por otra parte, corre peligro cuando se quiebra la economía. No son los afectos sino los intereses materiales los que descomponen el núcleo familiar llegando incluso a reordenar la estructura del grupo: ya no es Gregor sino su padre, por los ahorros acumulados, el jerarca de la familia. Surgen los conflictos entre padre, madre e hija por “culpa” del nuevo estado de Gregor. También en función del interés económico Grete cambia de actitud con su hermano. La tercera parte contiene el discurso económico más claro: cambia la jerarquía familiar, se realojan inquilinos y se elimina el servicio doméstico para hacer frente a la escasez de ingresos. Tan fuerte es el poder del dinero que, frente a la violencia que la familia ejerce contra Gregor, contrasta la amabilidad con los inquilinos. El alivio surge cuando Gregor muere. Por fin, la familia sale a pasear fuera. Esta salida coincide con el fin del invierno y la esperanza puesta en Grete, hecha ya una mujer, de que encuentre un marido que saque a la familia de los apuros económicos. Se ha comentado la difícil relación que Kafka mantuvo con su padre por cuestiones laborales y económicas, y un sector de la crítica ha relacionado este hecho con la literatura de Kafka y, sobre todo, con esta narración. Para ello, se han extraído fragmentos de la Carta al padre, donde el escritor confiesa los problemas con su padre y la tensión que ello le generó con su hermana.