Examen PAU Kafka (“Y, empero…”)

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Examen PAU Kafka (“Y, empero…”)
1. El fragmento objeto de comentario se sitúa hacia el final del relato (tercera parte
de la obra), cuando Gregor Samsa, transformado en escarabajo, es tratado por su
familia como un animal. Recluido en su habitación, apenas recibe cuidado
alguno, ni siquiera de su hermana como en un principio, por lo que su entorno ha
degenerado en un estercolero irrespirable para un ser humano. Sin embargo,
como el texto refleja, nuestro protagonista todavía conserva atributos humanos,
no físicos pero sí interiores, como es la capacidad de sentir la música y de amar
a su hermana. Por el contrario, su familia ha perdido el afecto hacia su hijo y se
muestra insensible y despótica, como seres irracionales, ante su desgracia. Este
el punto culminante de un progresivo deterioro en las relaciones entre Samsa y
su familia y el comienzo del fin: la muerte de Gregor.
Al principio, el nuevo estado físico de Gregor provoca en la familia, sobre todo
en el padre, la preocupación por la pérdida del trabajo y, por tanto, la
desaparición de los ingresos necesarios para saldar una deuda anterior contraída
por su padre con el jefe de Gregor. La madre, por su parte, se muestra angustiada
por su hijo pero no hace nada por ayudarle. En cambio, la hermana sí entra en la
habitación, limpia el cuarto y proporciona comida a su hermano. Entre ellos se
establece cierta complicidad que, con el tiempo, se deteriora hasta el punto de
que es la hermana –convertida ya en antagonista del relato- quien decide poner
fin a su propio hermano, abandonándolo a su suerte entre las cuatro paredes de la
alcoba.
En algunos momentos del relato, como en este y sobre todo cuando Gregor
decide salir fuera de su habitación y el padre arremete contra él a bastonazos, el
protagonista se rebela y muestra sus ansias de libertad. En concreto, en este
fragmento Gregor reconoce su humanidad al apreciar la música que toca su
hermana, incluso poniéndose por encima de los otros miembros (“nadie
premiaba aquí su música cual él quería hacerlo”). Pero es otro sentimiento
mucho más humano, el amor por su hermana, el que lleva a Gregor a pensar en
raptar a Grete y retenerla a su lado para siempre, valiéndose de su físico
monstruoso. Aquí Kafka recrea el mito de la bella y la bestia, que tanto juego ha
dado en la historia de la literatura y del cine.
El último párrafo muestra perfectamente la profunda humanidad, a pesar de su
estado físico, de Gregor Samsa. Su amor por Grete, que en este texto se revela
erótico e incestuoso, le impide atemorizarla. Al contrario, pretende pagarle (él
era el único miembro de la familia que trabajaba) los estudios de música frente a
la oposición segura del padre, que solo se preocupa de ahorrar. Él sueña con
conquistar así a su hermana, de una forma tan sentimental y alejada de instintos
animales, que nos describe la imagen irreal de una Grete emocionada, tan
diferente a la auténtica hermana visceral e intransigente que pronto sentenciará a
muerte a su hermano.
2. El punto de vista o perspectiva desde la que se cuenta la historia parte de un
narrador en tercera persona. No obstante, no se trata del narrador omnisciente
prototípico de las narraciones decimonónicas (del siglo XIX), sino que es más
bien un narrador que se sitúa en el punto de vista del protagonista absoluto del
relato, es decir, de Gregor Samsa. Su modo de contar, aunque objetivo e
imparcial, se atiene a la visión de un ser que no solo se ha transformado
externamente sino que también ha cambiado su manera de ver y captar la
realidad. Por esta razón, Kafka ensaya diversos estilos narrativos (directo,
indirecto e indirecto libre) para transmitir al lector el desarrollo de la acción y las
intervenciones de los personajes.
La primera técnica que le sirve al autor para reproducir los pensamientos de
Samsa desde la intimidad del personaje es el llamado estilo indirecto libre, ya
consagrado por Flaubert en su novela Madame Bovary. Sin que medien comillas
ni verbo de lengua y nexo introductor, el lector lee un discurso que no sabe si
atribuir al narrador o al personaje en cuestión. Esta ambigüedad premeditada
consigue del lector la colaboración necesaria para acercarse al rico mundo
interior de personajes psicológicamente muy complejos, como es el caso de
nuestro protagonista. Pongamos algunos ejemplos: “¡qué bien tocaba la
hermana!” (línea 1); “¿Si sería una fiera, que la música tanto le impresionaba?”
(línea 4); “Sí, estaba decidido a llegar hasta la hermana…”; y todo el último
párrafo en el que reproduce la ilusión de Gregor de conquistar a su hermana.
Como vemos, a pesar de que se mantiene la tercera persona, los verbos están en
pretérito imperfecto, pluscuamperfecto o condicional y la modalización
lingüística está muy marcada (“era preciso”, oraciones interrogativas,
exclamativas, léxico valorativo, recursos expresivos o retóricos…). A través del
estilo indirecto libre, el lector entra en la intimidad no ya de un personaje
humano sino de un insecto (o del híbrido que Gregor es), lo que constituye una
técnica innovadora en el arte de narrar.
Mucho menos frecuente es el uso del estilo indirecto, que en este fragmento solo
aparece integrado en el estilo indirecto libre. En la tercera línea del último
párrafo (“y entonces le confiaría [verbo de lengua] al oído que [nexo] había
tenido la firme intención…”) aparece un ejemplo de este estilo narrativo. Pero al
mismo tiempo está fundido en un inciso con el estilo indirecto libre: “¿pues las
Navidades habían pasado, no?”, donde se pone de relieve la confusión temporal
del protagonista. Finalmente, no hallamos en este texto ningún ejemplo de estilo
directo puesto que no se reproducen diálogos ya que estamos en un momento del
relato en que hay total incomunicación entre Gregor y su familia, reflejada en la
puerta entreabierta y en la oposición luz/sombra del salón iluminado y del cuarto
oscuro de Gregor. El silencio, solo roto por la música del violín, domina la
escena.
3. Aunque se trate de un relato con un final cerrado y que sigue la estructura
tradicional de planteamiento, nudo y desenlace, el carácter simbólico de la
historia ha dado lugar a muchas y variadas interpretaciones. El concepto de
“fábula abierta”, proveniente del de “opera aperta” de Umberto Eco, aplicado a
este relato puede significar que, como cualquier fábula protagonizada por un
animal, está encaminada a una enseñanza moral. La diferencia radica en que La
metamorfosis no se cierra con una moraleja definida, sino que es el lector quien
debe interpretar el relato, ya sea desde un punto de vista filosófico, religioso,
político, existencial, etc. Por esta razón, también esta novela ha sido calificada
de parábola, en el sentido que contiene un mensaje oculto y que debe ser leído,
por ejemplo, en clave autobiográfica.
En efecto, el conflicto entre individuo (en este caso Samsa, alter ego de Kafka) y
sociedad es clave para entender la obra. El poder absoluto que ejerce el sistema
sobre el individuo se manifiesta en la explotación laboral de la que es víctima el
protagonista, pero también en la institución familiar como ámbito represor.
Gregor se siente oprimido por la deuda del padre y este sentimiento de “culpa”
transmitido por los verdaderos culpables de su situación (su padre, sobre todo) es
lo que le produce malestar y angustia. Su transformación en insecto es el reflejo
somático de una vida infeliz, al igual que su soledad es consecuencia de la
insolidaridad del entorno, aunque este sea nada menos que su propia familia, a la
que mantiene con su trabajo de viajante.
Además de esta lectura sociopolítica, de feroz crítica al capitalismo y al
materialismo del siglo XX, en la que el individuo se convierte en una pieza
deshumanizada en el sistema de producción, podemos realizar una interpretación
en clave psicoanalítica. Según esta, G. Samsa, condenado a una vida de
sacrificio y esfuerzo con la que no se siente feliz, se rebela contra su destino
mediante la transformación en escarabajo, que significa tanto la salida a la luz de
sus agresiones, el distanciamiento de su existencia humana y el autocastigo que
le llevará a la muerte. La presión ejercida por el medio (familia, trabajo…)
provoca la metamorfosis, símbolo de una crisis de identidad agravada por la
soledad y el sentimiento de culpa, tan arraigado en la religión judeocristiana.
Por último, una lectura autobiográfica vendría a subrayar las estrechas relaciones
que Kafka mantuvo con su hermana menor, no sabemos si hasta el punto del
deseo incestuoso, como se insinúa en este fragmento. En cambio, la relación con
su padre estuvo marcada por el odio y el complejo de inferioridad frente a él. Su
progenitor, autoritario e intransigente, menospreciaba la labor literaria de su hijo,
por lo que este se sentía inferior y culpable de su odio. De hecho, Kafka acarició
en varias ocasiones la idea del suicidio como solución final a todas sus
desgracias.
4. El siglo XX es en los Estados Unidos de Norteamérica un siglo de despegue,
prosperidad y predominio político, económico y cultural. La literatura, y más
expresamente las novelas y las narraciones cortas, son el testimonio de la vida
social, cultural e incluso política de esta centuria. Los narradores
estadounidenses contemporáneos plantean los más variados problemas del
hombre inmerso en este contexto histórico.
El nombre de “Generación perdida” fue aplicado a un grupo de jóvenes
escritores que vivieron directa o indirectamente las circunstancias de la Primera
Guerra Mundial. Marcados por los horrores de la contienda y lúcidos ante la
crisis de su país, son hombres en decepcionados, desengañados y en franca
ruptura con los valores de su sociedad. Buscan nuevos caminos, tanto vitales
(aventura, vida bohemia…) como literarios, llevando a cabo en el periodo de
entreguerras una espléndida renovación novelística.
Podemos esquematizar las características de esta generación de narradores
(Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Steinbeck…) en los
siguientes puntos:
-
Una crisis moral y un sentimiento de desesperanza inundan sus libros.
Tienen una visión crítica del papel desempeñado por EEUU en la guerra y de
la posterior opulencia americana de los años veinte.
Se alejan de los postulados tradicionales burgueses y de las formas de vida
de la sociedad capitalista.
Rechazan la falsa retórica y la falsedad de los políticos conservadores.
En literatura, optan por el objetivismo estilístico y ofrecen una visión
múltiple de la realidad desde técnicas innovadoras como el perspectivismo,
el fragmentarismo o el contrapunto.
Algunos títulos significativos de la “Lost generation” son: El viejo y el mar, de
Ernest Hemingway, en el que se relata la valentía del hombre frente al peligro;
Manhattan Transfer, de John Dos Passos, cuya protagonista, la ciudad de Nueva
York, engulle a los seres más débiles y catapulta a los más codiciosos; El gran
Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, cuenta la falsedad del gran sueño americano
de los años veinte; El ruido y la furia, de William Faulkner, que narra la
descomposición de una familia desde diferentes puntos de vista y crea un
espacio imaginario similar al Macondo de García Márquez; Las uvas de la ira,
de John Steinbeck, retrato de la gran depresión de los años treinta y sus efectos
en una humilde familia de inmigrantes, con la consiguiente toma de conciencia
social de uno de los hijos; El guardián entre el centeno, de David Salinger, cuyo
joven protagonista nos da la visión descarnada de un mundo de adultos
corrompido y degradado.
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