Los ingresos por quitas y la compensación de pérdidas en el Impuesto sobre Sociedades Antonio Gil APCE (Associació de Promotors de Barcelona) nº 106/2014 (marzo-abril) En estos últimos años hemos asistido a un relevante incremento de la carga impositiva que grava a los ciudadanos y que se ha plasmado en varias líneas de actuación: (i) incrementado los tipos impositivos de algunos impuestos, tales como el IVA o el IRPF; (ii) rescatando viejos impuestos que se habían considerado como obsoletos en los años de la bonanza económica, tales como el Impuesto sobre el Patrimonio, o el Impuesto sobre Sucesiones; y (iii) cambios en las reglas del juego que hasta el momento habían sido de aplicación, y que han afectado básicamente al Impuesto sobre Sociedades. En este contexto, es donde empiezan a adoptarse medidas de índole fiscal tendentes a lograr que incluso compañías con pérdidas deban tributar y pagar impuestos. En tal escenario se enmarcan las limitaciones a la deducibilidad de los gastos financieros, la reducción fiscal de las amortizaciones de los activos tanto materiales como inmateriales, la no deducibilidad de las dotaciones por depreciación de cartera y la limitación a la compensación de las bases imponibles negativas. De este último tema es del que pretende tratar este artículo para expresar la inconveniencia y los perjuicios que tiene el legislar rápido, pasando por la inmediatez del Real Decreto-ley o por la apisonadora de la mayoría absoluta en el Parlamento, obviando el debate, que tan enriquecedor resulta si se realiza con sentido de Estado y no con la única intención de poner palos en las ruedas a cualquier proyecto legislativo presentado por el rival político, sea del partido que sea. Esta es la peligrosa perversión a la que nos puede abocar el sistema. En el año 2011, entró en vigor una norma de carácter temporal que limitaba para sociedades con una facturación superior a 20 millones de euros la posibilidad de compensar pérdidas de ejercicios anteriores con resultados positivos del propio año. La limitación tenía dos franjas. En la primera, el importe compensable de la base imponible del ejercicio con bases imponibles negativas de ejercicios anteriores estaba limitado al 75% de la base imponible previa a dicha compensación. En la segunda, más restrictiva, el importe compensable era únicamente del 50% del resultado del ejercicio. 1 Un año después, el gobierno se apercibió que había sido muy generoso en su criterio de limitación de las bases imponibles negativas y decidió prorrogar el régimen e incrementar los porcentajes de no compensación de tal forma que el importe compensable se redujo al 50% para la primera franja y al 25% en la segunda franja. Así, una empresa que como consecuencia de su situación económica se viera en la necesidad de vender su sede corporativa para hacer frente a pérdidas de ejercicios anteriores y deudas, si en la operación generaba un beneficio, éste debía tributar, en el peor de los casos a un tipo impositivo del 22,5%, aunque tuviera bases imponibles negativas suficientes para, en aplicación de la anterior legislación, no haber tributado. Es decir, un beneficio de 100 solo se podía compensar en este caso con 25 de bases imponibles negativas (aunque la empresa dispusiera de 200). De esta forma, la base sometida a tributación sería de 75 que al 30%, nos lleva a una tributación de 22,5. Esta situación resultaba mucho más desgarradora en supuestos, harto frecuentes en el sector inmobiliario, en los que las empresas se veían obligadas a realizar adjudicaciones en pago de deuda de activos a las entidades financieras acreedoras y por las que se generaban beneficios contables que eran totalmente ilíquidos pues el destino de la plusvalía era la cancelación de deuda. Sin embargo al generarse un beneficio en la venta y al existir una limitación en la compensación de las bases imponibles negativas de la entidad, estos beneficios, sin reflejo económico en la tesorería, provocan una deuda frente a la administración tributaria que en ocasiones acaba por abocar a la sociedad al concurso de acreedores. Más sangrante es, si cabe, la situación que produce en acreedores en los que el convenio acaba en una quita tiene, a efectos contables y fiscales, la consideración de tanto, es susceptible de tributación. En estos casos la impuesto lleva a la entidad a la liquidación. los casos de concursos de de las deudas. Esta quita ingreso computable y, por imposibilidad de pagar el De esta forma, se acababa liquidando una empresa tras un acuerdo judicial que concluía, que sin este efecto fiscal, la compañía podía ser viable. No obstante, este coste impositivo del beneficio generado por la quita, unido a la no posibilidad de compensar las pérdidas tiene como desenlace el fin definitivo de la sociedad. Ésta situación afectó a los ingresos por quitas de los ejercicios 2011 y 2012 y sigue hoy en día vigente en relación a las adjudicaciones en pago de deuda. En 2013, ante la grave situación que la aplicación de la norma generaba, el Partido Popular traslado al gobierno la necesidad de adoptar medidas correctoras para 2 supuestos en los que las quitas podían provocar serios trastornos en el futuro de las empresas. El proyecto de ley de la que luego sería la Ley 16/2013 estableció una excepción a la aplicación de la norma de limitación en la compensación de bases imponibles negativas en relación a que las quitas establecidas como consecuencia de un acuerdo con acreedores no vinculados podían compensarse sin limitación con las pérdidas de periodos anteriores1. Con esta redacción, el principal escollo estaba solventado, no obstante, el resto de partidos que había realizado el seguimiento de la norma solicitaron que la entrada en vigor de la misma fuese con efectos para el propio ejercicio 2013, al efecto de cortocircuitar situaciones gravosas que pudieran haberse producido en aquel mismo ejercicio. Tuvo que ser en el Senado en donde el grupo de CiU hiciese un último intento para modificar el artículo y, en base a una enmienda transaccional pactada entre partido popular y convergentes, se le dio a la norma efectos 2013. No obstante, y como la prisa es mala consejera, la redacción definitiva de la norma generaba serías dudas interpretativas, derivas de la sucesivas modificaciones que había sufrido la norma, que podían hacer inaplicable para 2013 la redacción de la norma tal como se había redactado. Fue preciso solicitar ante la Dirección General de Tributos (DGT), que había seguido de cerca el periplo de la norma, dadas las relevantes novedades tributarias que incorporaba, una aclaración sobre el año de aplicación de la norma sobre las quitas. La DGT actuó de forma ágil y eficiente y, en un tiempo record, a consulta de un contribuyente sobre la cuestión, concluyó que la norma no podía ser interpretada de forma distinta que dándole efectos 2013 ya que lo contrario dejaba sin contenido la modificación que se había producido en el Senado y que fue ratificada por el Congreso. 1 Adicionalmente, cabe tener en consideración que el reciente Real Decreto-ley 4/2014 ha previsto que los ingresos derivados de el ingreso correspondiente al registro contable de quitas y esperas consecuencia de la aplicación de la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal, se imputará de forma periodificada, con lo que se reduce, aún más, el impacto de los mismos. Esta norma, sin embargo, ha entrada en vigor para los períodos impositivos iniciados a partir de 1 de enero de 2014. 3