LOS TRES MOMENTOS DE LA CREACION EN LA CABALA DE LURIA por el Q.·. H.·. José Luis Najenson Después de la expulsión de los judíos de España, muchos de los cabalistas se exiliaron en diferentes partes de Europa, pero un grupo destacado fue a formar escuela en Safed (Tzfat). La teoría del Mecubal que más influyó en la Cábala posterior fue la del místico Isaac Luria (1534-1572). Para el Arí, la Creación es inconclusa, aunque ni él -ni el Rabí Jaim Vital, su discípulo y escriba- lo planteen estrictamente en estos términos. Se trata, nos dice Luria, en la pluma de Vital, de una Creación realizada en tres momentos diferentes: el primero es el momento del Tzimtzum, la contracción de Dios o del aliento divino para dar cabida al hombre y a su mundo, en el espacio y el tiempo, dentro del cosmos creado por El. El segundo momento es el de la ruptura de los vasos, shvirat hakeilim. Es éste el momento más dramático del proceso de la Creación, porque los vasos comunicantes “estallan” y las partículas del mal se esparcen por el mundo. El tercer momento es el Tikún, o reparación, que debe conducir a la Redención. Pero esta vez no se trata de una labor exclusivamente divina sino también humana; el orden de lo mesiánico no vendrá sólo del horizonte del Creador sino también de su máxima criatura, el Hombre, objeto y propósito de la Creación misma, sin el cual ésta no tendría sentido. Es decir, que en el drama luriánico, la Creación cabal del mundo se da recién en el tercer acto, mientras que los dos primeros son momentos previos, preparaciones para el tercero, que tampoco es el fin de la obra, porque no se trata de un pensamiento cíclico, circular, sino lineal, vertical, aunque no se especifique qué ocurrirá después de la Redención. Los mitos del Tzimzum y la Shvirá son, para Luria, los pasos decisivos, mientras que la sucesión de los mundos creados —incluyendo a las Sefirot o Esferas celestes— sirve sólo para promover el Tikún, llevando a su culminación el plan divino, en el cual la Humanidad tendría un papel esencial como “socia” de Dios, ya que sin su intervención la Redención no tendría lugar. La intención del Rabí Luria, “el León de Dios”, y de sus distinguidos discípulos, los así llamados “Cachorros de León”, era sacar a la Cábala de los círculos cerrados, exclusivos, 1 y llevarla al seno de todo el pueblo judío, y, potencialmente, a todos los seres humanos que quisieran conocerla, no obstante las dificultades conceptuales que esto implicaba. Ello nos permite ubicar a la Cábala Luriánica, esencialmente basada en el Zohar, como una concepción humanista, digna de la época en la que es concebida, como otras grandes utopías del siglo XVI. QQ.HH., ¿no encontrais una cierta convergencia con la ulterior esperanza masónica en una humanidad unida, tolerante y solidaria, que sepa interpretar los proyectos del Gran Arquitecto del Universo y contribuir en su realización? Ya que no sólo compartimos con esos cabalistas de Safed la intención de búsqueda esotérica y el hecho de poseer una formación iniciática, aunque diferente, sino la aspiración -no el mero sueño- de lograr en el futuro una humanidad “justa y perfecta”, o cuasi perfecta, para decirlo con dos metáforas masónicas, fuera de su connotación puramente ritual. 2