argumento ontológico

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ARGUMENTO ONTOLÓGICO: SAN ANSELMO Y DESCARTES
SAN ANSELMO
PRUEBA PARA LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS. CREE POSIBLE DEMOSTRAR
SU EXISTENCIA A PARTIR DE LA COMPRENSIÓN DE LA IDEA DE DIOS, YA QUE ÉSTA IMPLICA
SU EXISTENCIA.
El rasgo peculiar de este argumento está en que considera posible demostrar la
existencia de Dios a partir de la mera comprensión intelectual del concepto de Dios (o de su
esencia, según algunas versiones) y sin utilizar ningún dato del mundo, ninguna experiencia
de la realidad. Se suele indicar que por ello este argumento es típicamente racionalista pues
va de la mente o razón al mundo y no de la experiencia del mundo a Dios, de ahí que sea un
argumento particularmente apreciado por los racionalistas (desde Descartes hasta Hegel)
pero rechazado por todos aquellos filósofos que valoran más la experiencia sensible (desde
Santo Tomás hasta Kant, quien precisamente dio este título a esta forma de argumentar).
El argumento, tal y como lo defiende San Anselmo (1035-1109) en su obra
“Proslogion”, se puede resumir del siguiente modo:
a) comienza definiendo a Dios como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse” (con
ello quiere indicar que pensamos a Dios como el ser más perfecto);
b) el insensato –así llama este filósofo al que no cree en Dios– tiene en su espíritu la idea de
Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse, pues:
• al oír el enunciado lo comprende,
• todo lo que se comprende está en el espíritu;
c) si ese objeto –Dios– existiese sólo en la inteligencia o espíritu, tal como afirma el
insensato, no sería el ser mayor que el cual nada puede pensarse pues:
• la existencia hace a algo mayor (premisa implícita),
• el ser que existiese realmente, además de en el pensamiento, sería mayor que el ser
meramente pensado;
d) si el insensato dice que Dios no existe, estaría diciendo que Dios –ser mayor que el cual
nada puede pensarse– no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser que además de
existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería mayor que el ser meramente
pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega la existencia de Dios piensa que el ser
mayor que el cual nada puede pensarse no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse,
con lo cual cae en contradicción;
e) conclusión: luego Dios existe.
A este argumento el monje Gaunilón objetó que de la misma forma deberían existir
las islas Afortunadas, título con el que nos referimos a las tierras más hermosas y perfectas
que se puede pensar; pues no serían las más hermosas y perfectas si no existieran, luego
deben existir en la realidad además de en nuestra mente. San Anselmo respondió que esa
definición sólo puede aplicarse a Dios porque sólo en Él se identifican esencia y existencia.
DESCARTES
PRUEBA PARA DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS QUE PARTE DE LA IDEA DE DIOS COMO
LA DE UN SER ABSOLUTAMENTE PERFECTO.
En lo esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma cosa
que concebir que existe. Los pasos básicos de esta prueba, tal y como la encontramos en las
“Meditaciones Metafísicas”, son los siguientes:
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todo lo que conozco clara y distintamente como perteneciente a ese objeto, le
pertenece realmente; sé, por ejemplo, que todas las propiedades que percibo clara y
distintamente que pertenecen a un triángulo, le pertenecen realmente;
en la idea de Dios está comprendido el ser absolutamente perfecto; si revisamos la
idea o noción que tenemos del Creador encontramos que lo concebimos como un
ser omnisciente, omnipotente y extremadamente perfecto (o dicho en otros
términos: si investigamos con exactitud su naturaleza, encontramos que a ésta le
pertenece la infinitud);
Descartes considera la existencia como una propiedad puesto que puede ser
atribuida a una cosa (tesis con la que no estará de acuerdo Kant); así, la existencia
posible es una perfección en la idea de un triángulo porque la hace más perfecta que
las ideas de todas las quimeras que no pueden ser producidas. Pero la existencia
necesaria es una perfección aún mayor. El existir realmente hace de algo más
perfecto que el existir meramente en el pensamiento o que la mera posibilidad de
existir;
la existencia necesaria y eterna está comprendida en la idea de un ser
absolutamente perfecto;
luego Dios existe.
En la idea de Dios está comprendida su existencia del mismo modo que en la idea
del triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos. Señala
también que esto no ocurre con ninguna entidad distinta a Dios: en las ideas de las otras
entidades encontramos contenida sólo la posibilidad de existencia, no su realidad. En Dios –
y sólo en Él– se encuentra en su naturaleza o esencia la existencia necesaria.
Descartes considera que la evidencia de esta prueba es la misma que la que tenemos
de que dos es un número par, tres es un número impar y cosas semejantes. Considera, sin
embargo, que los prejuicios nos impiden reconocer la verdad de este argumento: en todos
los seres distintos a Dios distinguimos la esencia de su existencia, y si no elevamos nuestro
espíritu de las cosas finitas y sensibles a la contemplación de Dios, entonces podremos
dudar si la idea que tenemos de Él no es como la que tenemos de las cosas finitas. Si
atendemos sólo a las cosas sensibles nos acostumbramos a pensar en las cosas únicamente
imaginándolas, por lo que acabamos considerando que si algo no es imaginable no es
inteligible ni real, pero Dios y alma no se ofrecen a los sentidos ni de ellos cabe,
propiamente, imaginación, aunque sí pensamiento.
Ver “pruebas para la demostración de la existencia de Dios”.
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