Psicogenética evolutiva: aspectos generales

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Psicogenética
evolutiva:
aspectos
generales
Montserrat
Molina
Vives
Desarrollo de la vida psíquica
El desarrollos es una variación progresiva de formas orgánicas en el tiempo que pasa de
un estado inicial A a un estado final E, pasando por estados intermedios: B,C, D.
Es un proceso de diferenciación de diversos órganos y sus respectivas funciones tanto
de la vida física como psíquica. En la vida afectiva se pasa de estados indiferenciados de
placer del bebé a un rico mundo afectivo del adulto.
Partiendo de totalidades de
experiencia siempre indiferenciadas se articulan, análogamente, juego y trabajo, fantasía
y conciencia de la realidad, representación y pensamiento.
Las formas estructurales de la vida psíquica se organizan a lo largo del desarrollo
ontogénico, de tal manera que sus estructuras fundamentales integradas por la evolución
y la organización del sistema nervioso llegan a madurar en la edad adulta mientras que
durante el curso de toda la existencia las estructuras superiores y lábiles siguen su
organización funcional, dinámica e integrativa.
La ontogénesis del sistema nervioso reproduce aproximadamente la filogénesis dentro de
la serie animal.
Al mismo tiempo que se desarrolla el sistema nervioso cerebro-espinal, durante del
desarrollo embrionario, se construyen los sistemas funcionales reflejos.
El sistema nervioso central está incompleto en el momento del nacimiento, está, como el
resto del cuerpo y más que el resto, en estado de pre-maduración.
La organización psíquica supone la maduración del sistema nervioso.
El desarrollo de la vida psíquica no es paralelo al desarrollo del sistema nervioso, pero si
es en relación a esta organización del cuerpo y especialmente del cerebro que el
individuo organiza su vida psíquica como organiza su cuerpo.
Desde esta perspectiva no se puede distinguir las funciones sensoriales o intelectuales,
los sentimientos y los juegos, el lenguaje y las ideas que la psicología tradicional aísla
como funciones diferentes los unos de los otros. Se estructura cada fase de este
crecimiento psíquico integrando a cada uno de los estadios las modalidades propias de
su existencia.
Estudio del ciclo vital humano
El estudio del ciclo vital humano ayuda a explicar la conducta del individuo, a entender
las fases normales del desarrollo y a predecir los problemas y las complicaciones que
puedan surgir. Desde principios del siglo XX, los psiquiatras empezaron a investigar el
ciclo vital humano en conexión con el interés por el desarrollo humano, en especial, el
papel de los acontecimientos psicológicos internos y los efectos de las experiencias de la
infancia en la conformación del individuo adulto. Algunos años después se añadió un
nuevo foco de interés; se trata del impacto de los fenómenos sociales sobre la
personalidad, así como las variaciones y cambios que se producen a lo largo de la vida.
Hoy día, los avances en las ciencias biológicas han demostrado la importancia del
sustrato biológico de la conducta y las investigaciones en este campo han contribuido de
manera decisiva a la comprensión del ciclo vital humano.
Neurobiología del desarrollo
La maduración física afecta profundamente al crecimiento emocional y psicológico. La
capacidad para el movimiento independiente a la edad aproximada de un año y la
aparición del lenguaje a los dos años configura unas interacciones sociales de ningún
modo posibles antes de que se alcancen esos momentos cruciales del desarrollo
neurológico. De la misma manera que los bebés, al desarrollarse, aprenden a modificar
su entorno mediante la manipulación intencionada, el entorno moldea su cerebro en
desarrollo.
Los seres humanos nacen con todas las células cerebrales que tendrán en su vida: el
número de neuronas no aumenta con el crecimiento. Más bien, el aumentos llamativo de
tamaño del cerebro (el cerebro de un bebé pesa aproximadamente un tercio de su peso
de adulto) se debe al crecimiento de las neuronas existentes, que se ramifican y se
conectan entre sí. Este proceso se denomina arborización, por la analogía con las ramas
de un árbol.
Se sabe tanto la proporción como el patrón de las conexiones interneuronales se ven
influidas por fuerzas ambientales. La plasticidad es la capacidad intrínseca de las células
cerebrales para crecer y ramificarse como respuesta a los estímulos ambientales. La
plasticidad es la que permite que el cerebro en desarrollo consiga la máxima adaptación
al entorno en el que madura. Por ejemplo, aunque un niño nazca con la capacidad para
discriminar todos los sonidos vocálicos humanos (percepción fonémica universal), hacia
la edad de los dos años han perdido ya capacidad de reconocer sonidos que no han
escuchado en la lengua de su entorno. Es necesario que exista una estimulación
ambiental normal para que el desarrollo cerebral sea normal.
El concepto de normalidad
Los psiquiatras han venido haciendo durante muchos años un considerable esfuerzo por
definir la salud mental y la normalidad. En el pasado, se asumía implícitamente que la
salud mental era lo contrario de la enfermedad mental. Partiendo de esta concepción, la
ausencia de psicopatología grave solía equipararse con conducta normal. Las dudas que
hay acerca de la exactitud de esta concepción han obligado a los psiquiatras a precisar
concepto y definiciones de lo que es la salud mental y la normalidad.
Los muchos conceptos teóricos y clínicos de la normalidad parecen organizarse en torno
a cuatro perspectivas funcionales. Aunque cada perspectiva es única tiene su propia
definición y descripción, se complementan entre sí y todas juntas representan la totalidad
de las interpretaciones de la normalidad de las ciencias sociales y de la conducta. Las
cuatro perspectivas de normalidad son la normalidad como salud, la normalidad como
utopía, la normalidad como media y la normalidad como proceso.
Normalidad como salud
La primera perspectiva es el enfoque tradicional médico-psiquiátrico de la salud y la
enfermedad. La mayoría de los médicos equiparan normalidad con salud interpretan la
salud como un fenómeno casi universal. Se asume que una conducta está dentro de los
límites de la normalidad cuando no existe psicopatología manifiesta. Si se pudiera hacer
una escala que recogiera todas las conductas, la normalidad cubriría casi toda la escala,
mientras que la anormalidad quedaría reducida a una pequeña parte.
Esta definición de la normalidad se relaciona con el modelo tradicional del médico que
intenta librar a sus pacientes de los signos y síntomas generalmente observables de la
enfermedad. Para este tipo de médico, la ausencia de signos o síntomas indica salud. En
este contexto la salud es un estado de funcionamiento razonable más que óptimo.
Normalidad como utopía
La segunda perspectiva concibe la normalidad como la unión armónica y óptima de los
diversos instrumentos mentales que propician un funcionamiento óptimo. Ësta es la
definición que subyace claramente cuando psiquiatras o psicoanalista hablan de la
persona ideal o cuando discuten los criterios de tratamiento eficaz. Este enfoque puede
trazarse directamente hasta Freud, quien, al reflexionar sobre la normalidad, escribió: “un
ego normal es como la normalidad en general, una ficción ideal”.
Normalidad como media
La tercera perspectiva es la que se utiliza en los estudios normativos sobre la conducta y
se basa en el principio matemático de la curva de distribución normal. En este enfoque, la
parta central de la curva es la que se concibe como normal y los dos extremos se
interpretan como desviaciones. El enfoque normativo basado en este principio estadístico
describe a cada individuo en términos de evaluación general y puntuación total. La
variabilidad se describe sólo en el contexto de los grupos totales, n o en el contexto de un
individuo concreto.
Normalidad como proceso
La cuarta perspectiva insiste en que la conducta normal es el resultado final de la
interacción de distintos sistemas. Basándose en esta definición completa de la
normalidad. En otras palabras, la perspectiva de normalidad como proceso subraya los
cambios o procesos, en ves de dar una definición transversal de la normalidad.
Los investigadores que suscriben este enfoque trabajan en todas las ciencias sociales y
de la conducta. Una de las concepciones típicas dentro de este enfoque es la teoría de la
epigénesis de Erikson del desarrollo e la personalidad y las ocho fases de desarrollo
esenciales para alcanzar el funcionamiento adulto maduro.
Teorías sobre el ciclo vital
Margaret Mahler
Según Mahler "el nacimiento biológico del niño humano y el nacimiento psicológico no
coinciden en el tiempo. El primero es un acontecimiento espectacular, observable y
bien circunscripto; el último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo".
Para ella el nacimiento psicológico del individuo es el 'proceso de separaciónindividuación': el establecimiento de un sentimiento de separación respecto de un
mundo de realidad, y de una relación con él, particularmente con respecto a las
experiencias del 'propio cuerpo' y al principal representante del mundo tal como el niño
lo experimenta, el 'objeto primario de amor'. Este proceso, como cualquier otro
proceso intrapsíquico, se manifiesta a todo lo largo del ciclo vital. Nunca termina; sigue
siempre en actividad; en nuevas fases del ciclo vital observamos cómo actúan aún
nuevos derivados de los procesos más primitivos. Pero los principales logros
psicológicos de este proceso ocurren en el periodo que va del 4° o 5° mes a los 30 o
36 meses, lapso que denominamos 'fase de separación- individuación". Los
precursores del proceso de separación- individuación son la fase autística normal y la
fase simbiótica normal.
Desde el punto de vista evolutivo cada fase se presenta como un periodo en que se
hace una contribución cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo.
La fase autística normal sirve para la consolidación postnatal del desarrollo fisiológico
extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal. La fase simbiótica normal marca la
importantísima capacidad filogenética del ser humano para investir a las madre dentro
de una vaga unidad dual, que constituye la tierra primordial a partir de la cual se
forman todas las relaciones humanas siguientes. La fase de separación- individuación
se caracteriza por un continuo aumento de la conciencia de separación del 'sí-mísmo'
y del 'otro', que coincide con los orígenes del sentimiento de sí-mísmo, de la verdadera
relación de objeto, y de la conciencia de una realidad existente en el mundo exterior".
Fases del desarrollo según Mahler:
1. Fase autística normal (Primeras semanas)
Primeras semanas de vida intrauterina, durante las cuales el neonato o el niño
pequeño parece ser un organismo casi puramente biológico, con respuestas
instintivas a los estímulos que son reflejas y ocurren en el nivel del hipotálamo.
Durante esta fase sólo podemos hablar de aparatos primitivos y no integrados
del yo y de mecanismos de defensa puramente somáticos, que consisten en
reacciones de desbordamiento y descarga, cuyo fin es el mantenimiento del
equilibrio homeostático. La posición de la libido es predominantemente visceral
y no hay discriminación entre dentro y fuera, animado e inanimado. Al
comienzo, debido a que son muy altos los umbrales para estímulos externos, el
niño parece estar en un estado de desorientación alucinatoria primitiva
negativa, en el cual la satisfacción de necesidades pertenece a su propia órbita
autística y omnipotente.
Catexia propioceptiva-enteroceptiva.- Catexia del interior del cuerpo,
experimentada en forma de tensiones o sensaciones que nacen de dentro y se
descargan por la tos, escupiendo, vomitando, retorciéndose, llorando, etc., que
prevalecen durante las primeras semanas de vida".
Narcisismo primario.- Estado que prevalece durante la primera semana de
vida, en que la satisfacción de necesidades no se percibe como proveniente
del exterior, y en que no hay ninguna conciencia de que exista un agente
maternante. Es afín a la 'omnipotencia infantil absoluta' de Ferenczi. Este
estadio va seguido por otro de oscura conciencia de que uno mismo no puede
proveeer a la satisfacción de las necesidades.
Psicosis autística infantil.- En el síndrome de autismo infantil hay una fijación o
una regresión a la fase autística de la más temprana infancia, es decir, el niño
no parece percibir en absoluto a su madre como representativa del mundo
exterior. Hay un muro helado entre el niño autista y el ambiente humano. El
autismo psicótico constituye un intento de lograr la dediferenciación y la
deanimación; sirve para contrarrestar las múltiples complejidades de los
estímulos externos y las excitaciones internas que amenazan aniquilar al yo
rudimentario del niño autista. El mantenimiento de la mismidad es el rasgo
cardinal del síndrome de la psicosis autística.
2. Fase simbiótica normal (1 a 5 meses)
La simbiosis normal se anuncia por el levantamiento de la fuerte barrera innata
contra los estímulos que protegió al niño pequeño de los estímulos internos y
externos hasta la tercera o cuarta semana de vida. Puesto que en el niño
humano está atrofiado el instinto de autoconservación, el yo tiene que asumir el
papel de manejar la adaptación del ser humano a la realidad. Sin embargo, el
yo rudimentario del niño pequeño no es adecuado para la tarea de organizar
sus estímulos internos y externos de manera de asegurar su supervivencia; la
vinculación psicobiológica entre la madre que cría y el bebé es lo que
complementa el yo indiferenciado del niño. En circunstancias normales, la
empatía por parte de la madre es el sustituto, entre los seres humanos, de los
instintos en que se apoya para su supervivencia el animal altricial. La simbiosis
normal se desarrolla en forma concomitante con el descenso de la barrera
innata contra los estímulos, a raíz de la experiencia que se repite de una
manera predecible, en que un agente maternante exterior alivia las
necesidades, el hambre y la tensión que viene de dentro, es decir, funciona
como yo auxiliar (Spitz).
La simbiosis se refiere a un estadio de interdependencia sociobiológica entre el
niño de 1 a 5 meses y su madre, un estado de relación preobjetal o de
satisfacción de necesidades, en el cual aún no se han diferenciado las
representaciones intrapsíquicas del sí-mísmo y de la madre. Desde el segundo
mes el niño se comporta y funciona como si él y su madre fueran una unidad
dual omnipotente dentro de un límite único y común (la 'membrana
simbiótica')".
Catexia sensorio-perceptiva.- Catexia de los órganos perceptivos sensoriales:
tacto, visión de cerca, audición. El paso a la catexia sensorio-perceptiva es
importante en el desarrollo, y ocurre a las 3 o 4 semanas de edad (reemplaza a
la catexia propioceptiva-enteroceptiva hasta entonces predominante)".
Unidad dual.- Unidad simbiótica entre la madre y el niño, imbuída por el niño de
cualidades omnipotentes, en la cual existe un vago sentimiento de la mitad
simbiótica del sí-mísmo (el 'yo externo' de Spitz).
Ruptura del cascarón.- Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con
la madre, en el sentido intrapsíquico. Es la 'segunda' experiencia de
nacimiento, el nacimiento psicológico, el proceso por el cual comienza a ser
catexiado el mundo de 'lo otro que no es la madre'. El niño que ha eclosionado
ya abandonó el vago estado crepuscular de simbiosis y está más
permanentemente alerta y receptivo para los estímulos de su ambiente, mas
bien que sólo para sus propias sensaciones corporales, o para las que emanan
de dentro de la órbita simbiótica. Psicosis simbiótica infantil.- Aquí, se ha
alcanzado la fase simbiótica del desarrollo, aunque fuertemente distorsionada;
el niño trata a la madre como si esta fuera parte de él mísmo, es decir, no
existe exterior a su sí-mísmo sino fusionada con él. El niño es incapaz de
integrar una imagen de la madre como un objeto distinto y totalmente externo,
y en cambio parece mantener imágenes (introyectos) fragmentadas buenas y
malas del objeto. Alterna entre el deseo de incorporar y de expulsar. Si no se
administra terapia, se produce una interferencia insuperable en cualquier
progreso hacia la separación- individuación, es decir, existe una fijación o
regresión a la fase de la simbiosis patológica. Los mecanismos de restitución
que crean la variada sintomatología constituyen intentos de restablecer y
perpetuar una unidad simbiótica madre-hijo de carácter delusional y
omnipotente; debido a los continuos estados abismales y al pánico que
producen, el paciente se ve forzado a recurrir a una retirada secundaria que le
permite refugiarse en un autismo (secundario), casi estabilizador. Los
'berrinches', así como una conducta autoagresiva, dominan muy a menudo el
cuadro clínico.
3. Fase de separación-individuación (5 meses - 2 años y medio)
Fase del desarrollo normal que comienza alrededor de 4 a 5 meses de edad,
en el apogeo de la simbiosis y superponiéndose con ésta. El niño muestra una
creciente capacidad de reconocer a su madre como una persona especial, de
catexiar a inspeccionar el mundo no materno, y de apartarse muy levemente, y
más tarde muy decididamente, de la madre. Es una fase del desarrollo que
dura de los 5 meses a los 2 y medio años, y sigue dos carriles separados pero
intervinculados: uno es el de la separación, que lleva a la conciencia
intrapsíquica de la separación, y otro es el de la individuación, que lleva a la
adquisición de una individualidad distinta y única. Se han identificado cuatro
subfases del proceso de separación-individuación. Aunque estas se
superponen, cada subfase tiene sus propias agrupaciones características de
conductas, que la distinguen de la precedente y de las siguientes.
Las cuatro subfases son:
1) Diferenciación,
2) Ejercitación,
3) Acercamiento, y
4) Consolidación de la individualidad y comienzo de la constancia objetal
emocional.
Reacciones a la separación.- Estas varían de índole e intensidad en el curso
progresivo del proceso de separación-individuación. Durante la diferenciación,
observamos como característica una bajada de tono en caso de separaciones
breves, que a veces culmina, sin embargo, en llanto desesperado; durante el
periodo de ejercitación, hay un relativo olvido de la presencia de la madre;
durante el acercamiento, ocurren una multitud de reacciones, tales como la
búsqueda, el llanto, o una marcada ignorancia de la madre. Durante la cuarta
subfase, por lo general se toleran mejor las separaciones breves.
Precursores de defensa.- Durante el proceso de separación- individuación
encontramos conductas primitivas que pueden considerarse como precursoras
de los posteriores mecanismos de defensa. Por ejemplo, apartar el cuerpo del
de la madre, no mirarla, cambiar de dirección alejándose de ella, ignorar su
presencia o su partida, son conductas que llevan a mecanismos de negación y
rechazo. Encontramos también una identificación primitiva con la madre -'hacer
de mamá'- en su ausencia, y una independencia prematura (falso yo) cuando
hay una deficiencia de maternación. Estos mecanismos son relativamente
inestables: van y vienen. Sirven tanto a la adaptación como a la defensa. La
elección de estos mecanismos depende de las características del niño y de la
respuesta selectiva de sus progenitores.
1) Subfase de diferenciación (5-9 meses):
Se manifiesta de los 5 a los 9 meses de edad. Comienza a disminuír la
dependencia corporal total de la madre, a medida que la maduración de
funciones locomotrices parciales produce el primer intento de apartarse de
ella. Las conductas características que posibilitan la demarcación del yo
respecto del no-yo son la exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo de
la madre; el apartar el cuerpo del de la madre para explorar un mundo más
amplio y poder mirarla; la verificación entre la madre y otros. El placer que
producen las incipientes funciones del yo y el mundo exterior se expresa en
estrecha proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la
diferenciación de una imagen corporal primitiva, pero distinta. Reacciones
ante extraños.- "Una variedad de reacciones ante personas que no son la
madre, particularmente acentuadas durante la subfase de diferenciación,
cuando ya se ha establecido firmemente una relación especial con la
madre, como lo evidencia la sonrisa especial que el niño le dirige. Las
reacciones ante extraños incluyen la curiosidad y el interés, y también la
cautela y una ansiedad leve o incluso fuerte. Esa ansiedad se calma al
comienzo del periodo de ejercitación, pero reaparece en diversos
momentos a lo largo del proceso de separación- individuación.
2) Subfase de ejercitación (9-14 meses)
Dura desde los 9 meses hasta los 14 meses de edad. Durante este periodo
el niño es capaz de alejarse activamente de la madre y volver a ella,
primero gateando y más tarde por el dominio de la locomoción vertical. Es
un periodo en el cual la exploración del ambiente, animado e inanimado, y
la ejercitación de capacidades locomotrices, están muy investidas de
energía libidinal.
Reabastecimiento emocional o libidinal.- "Durante la subfase de
ejercitación, el niño merodea lejos de la madre, pero cuando se fatiga o se
le agota la energía, busca restablecer el contacto corporal con ella. Este
'reabastecimiento' lo revigoriza y restablece su interés anterior en la
ejercitación y exploración.
3) Subfase de acercamiento (15-24 meses)
Dura desde los 14 o 15 meses hasta más o menos 24 meses de edad e
incluso más tiempo. Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre,
que es ahora un individuo separado, y por una vuelta a ella después de las
correrías obligatorias del periodo de ejercitación. Al deambulador le agrada
compartir sus experiencias y posesiones con la madre, a la que percibe ya
más claramente como separada y exterior. La inflación narcisística de la
subfase de ejercitación va siendo paulatinamente reemplazada por una
creciente comprensión de la separación, y, junto con ella, de la
vulnerabilidad. Son comunes las reacciones adversas ante separaciones
breves, y ya no se puede sustituír fácilmente a la madre, ni siquiera por
adultos familiares al niño. Esto culmina a menudo ern una crisis de
acercamiento más o menos transitoria, que es de gran significación
evolutiva.
Crisis de acercamiento.- "Periodo que ocurre durante la subfase de
acercamiento en todos los niños, pero con gran intensidad en algunos; en
él se agudiza la comprensión del estado de separación. La creencia del
deambulador en su omnipotencia se ve fuertemente amenazada y éste
ejerce coerción sobre el ambiente mientras trata de restablecer el status
quo, cosa que es imposible. La ambitendencia, que se transforma a
menudo en ambivalencia, es en general intensa; el deambulador desea
estar unido con la madre, y al mismo tiempo separado de ella. Alcanzan su
apogeo los berrinches, quejar y humor triste, y se producen fuertes
reacciones a la separación". Seguimiento y huída.- "Durante la subfase de
acercamiento el niño sigue a veces cada movimiento de su madre como
una sombra (shadowing); no puede perderla de vista o permitir que salga
de su vecindad inmediata. A veces observamos la conducta opuesta: el
niño huye, y espera a que su madre lo alce en brazos anulando así, por
breves momentos, la 'separación'".
Escisión.- Mecanismo de defensa que a menudo se encuentra durante la
subfase de acercamiento (una vez lograda una cierta medida del desarrollo
del yo); el deambulador no puede tolerar fácilmente los sentimientos
simultáneos de amor y odio hacia la misma persona. El amor y el odio no se
amalgaman; la madre es sentida alternativamente como toda buena o toda
mala. Otra posibilidad consiste en que la madre ausente sea sentida como
toda buena, mientras los otros se vuelven todos malos. Por ende, el
deambulador puede desplazar la agresión al mundo no-materno, a la vez
que exagera el amor por la madre ausente y anhelada, hiperidealizándola.
Cuando la madre vuelve desquicia la imagen ideal, y los reencuentros con
ellas son a menudo penosos, porque la función sintética del yo joven no
puede curar la escisión. En la mayoría de los casos se hace posible una
síntesis gradual del todo "bueno" y el todo "malo" por el yo en desarrollo.
4) Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (2 años en
adelante)
Comienza hacia el final del segundo año y es de extremo abierto. Durante
este periodo se logra un cierto grado de constancia objetal, y se establece
en medida suficiente la separación de la representación del yo y del objeto.
La madre se percibe claramente como una persona separada y ubicada en
el mundo exterior, y al mismo tiempo tiene existencia en el mundo interno
representacional del niño".
Sigmund Freud
Un grupo de investigadores muy conocidos han sido clave en el estudio del ciclo vital
humano. Un trabajo esencial sobre este tema fue el esquema de desarrollo introducido
por Sigmund Freud en 1905 en su obra “Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad”.
La teoría freudiana, centrada en el período de la infancia, se organizaba en torno a su
idea de la libido. Según Freud, las fases de la infancia se corresponden con los cambios
sucesivos de la carga de energía sexual hacia las partes del cuerpo asociadas
usualmente con el erotismo: la boca, el ano y los genitales. De acuerdo con ello, las fases
de desarrollo freudianas fueron clasificadas en:
1. Fase oral, desde el nacimiento hasta el año:
El ser humano llega a este mundo trayendo consigo simplemente instintos,
secuencias de comportamiento genéticos que le permiten sobrevivir. El bebé
satisface su primera necesidad, de alimentación, a través de la boca y el
contacto con el pecho materno. Esta acción es en principio con fines de
autoconservación; pero debido al contacto pecho-boca, a la satisfacción
producida por la alimentación y a la erogenización del epitelio bucal, es que
por análisis (apoyatura de la pulsión sobre el instinto) la pulsión
(representación psíquica de los estímulos, que provienen del interior del
cuerpo, en la vida anímica) empieza a regir en el individuo. La acción de
mamar ahora se convierte en el chupeteo (acción de succionar que no tiene
por fin la nutrición) donde la acción se deslinda de la nutrición y busca la plena
satisfacción, mediante un circuito de autoerotismo (la fuente y el fin pulsional
se encuentran en el mismo objeto). La búsqueda de satisfacción se regirá
hasta el fin de nuestros días.
Vemos aquí que la cultura y las propias limitaciones de nuestro cuerpo exigen
que el pecho materno se aleje del bebé; esta ausencia provoca ya nuestro
primer sentimiento displacentero. El YO que se empieza a constituir, gracias a
la libido yoica (energía de la pulsión que apega al Yo al mundo) comprende
vagamente la existencia de un mundo exterior ajeno. En esta fase sólo se
entiende como exterior a la Madre o al Otro Simbólico.
El individuo nace en un medio cultural, en un patrimonio formado
históricamente, al que no podrá escapar; dicho medio (cultura) le impondrá
normas para velar por la seguridad del sujeto y su adaptación a una naturaleza
despiadada, pero este tendrá que sacrificar algunas satisfacciones plenas a
cambio de esa seguridad. Esta relación es más explícita en las siguientes
fases.
2. Fase anal entre 1 y 3 años:
La limpieza, el orden y la belleza, claros productos culturales aunque aún no
comprendidos del todo, incidirán en la vida del sujeto de aquí en adelante;
sobre todo la limpieza en esta fase. Es en este sentido que la madre en el acto
de limpiar al niño de las respectivas necesidades que produce, erogenizará la
zona anal; con la que el sujeto buscará satisfacción autoerótica mediante la
expulsión y retención de heces.
Se observa que el Yo está constituido y que, también, existe un Mundo
Externo productor de placer y displacer. El niño comprende esa división entre
Yo y M.E. (mundo exterior) y se manifiesta sobre él, con el único objeto que
produce, las heces. Mediante la retención o expulsión expresa su afecto u odio
hacia la madre o M.E. Se ve claramente aquí el nacimiento del odio hacia el
M.E. en una forma de repulsa hacia él y lo que produce. Esta repulsa parece
ser fruto de la libido yoica, de carácter autoconservativa, que evita el contacto
displacentero con ese mundo proporcionador de estímulos de toda índole.
El niño comprende este M.E. y la existencia de los objetos presentes en él,
mediante la investidura (depositar carga) de su libido yoica en los objetos
formando la libido objetal (fuerza pulsional de variación cuantitativa, cuando la
libido yoica catectiza a los objetos). También existe un afán de dominio hacia
el mundo exterior, apreciable en la aparición de los pares opuestos: sadismomasoquismo y exhibición-contemplación (el niño destruye, manipula objetos y
observa a los objetos: personas).
Esta fase es crucial en relación a la intervención de la cultura, esta impone
ciertas reglas de conducta frente a algunos sucesos: el niño debe ir al baño
por sí solo, debe ser limpio y ordenado, debe llevarse bien con otras personas,
etc. Se empiezan a formar los diques psíquicos que impedirán a las pulsiones
exteriorizarse sino es por la vía de la sublimación, o reprimirán a las pulsiones.
La formación reactiva y las mociones reactivas (fuerzas anímicas contrarias)
aparecen y se prolongarán en el curso de la vida, colaborando en el desarrollo
anímico del individuo, según las exigencias culturales (así la cultura fabrica
conceptos como: asco, vergüenza, etc.)
3. Fase fálica entre los 3 y 5 años:
En un principio llamada fase genital, pero que Freud entiende no puede ser así
debido a que el niño (hombre y mujer) no comprende la existencia, todavía, de
dos genitales específicos; sino al contrario de sólo uno: el genital masculino.
Este hecho produce toda la configuración de esta fase
.
El objeto pulsional es el falo. Las zonas genitales se erogenizan vía limpieza,
contacto con el aire, ropa, masturbación, y otros. El niño es víctima de la
influencia de la seducción (que trata al niño como un objeto sexual), efectúa su
primera elección de objeto basada en una corriente sensual, que por la
inaplicabilidad de los genitales por su desarrollo, esta primera aproximación a
su objeto sexual no puede efectuarse de manera efectiva, convirtiendo al
individuo en un perverso polimorfo (acudirá a todo tipo de transgresiones, no
olvidemos que los diques psíquicos están recién en formación). Esta
exteriorización sexual se convierte en una corriente tierna, por lo ya explicado
anteriormente.
Las pulsiones yoicas y sexuales depositadas en los objetos cambiarán de
destino produciendo distinto tipos de efectos. La pulsión de saber (que nace
de ese afán de apoderamiento del M.E.) incidirá en la investigación que el niño
efectúa sobre aspectos como: el nacimiento, la posesión de pene en el
hombre, etc. Investigación, por cierto, siempre frustrada. A pesar del empeño e
interés del niño, este nunca comprenderá (hasta la pubertad) el
funcionamiento de las zonas genitales de ambos sexos
.
Un hecho cultural importante, tal vez el más universal y fundamental de la
sociedad humana, es el del Tabú del Incesto. Relacionado con el Complejo de
Edipo (el deseo por el progenitor del sexo opuesto) producirá la Barrera del
Incesto (la salida al triángulo edípico) gracias al Complejo de Castración en el
varón: el varoncito tiene el temor de ser castrado por el padre debido a su
deseo sexual hacia la madre, esto lo obligará a dejar de desear a la madre y
se introducirá en el período de latencia. En la mujer la salida del complejo de
edipo es mucho más complicada y tardía.
El complejo de edipo produce, además, la máxima expresión del par amorodio, (amar al padre y odiar a la madre o viceversa) y conjugación de la fase
anal para conformar el par amor odio. Se podría decir que el amor (vínculo
entre el varón y la mujer, que fundarán una familia sobre la base de sus
necesidades genitales) tiene su nacimiento en esta fase. El niño comprende
que el M.E. le produce placer y displacer al igual que él hacia el mundo. Su
relación con el mundo cambia y se resolverá de aquí en adelante por el
camino de la ambivalencia.
El complejo de edipo y la represión impuesta, por necesidades culturales,
tendrá un factor decisivo en esta fase, dando lugar al ingreso al período de
latencia. Es quizás, esta fase en la que la cultura se hace sentir con más
fuerza y obliga al sujeto a sacrificar sus deseos pulsionales; haciendo de él un
ser disconforme con el medio.
4. Fase de latencia, que se extendería desde los 5 o 6 años hasta la pubertad.
La latencia está marcada por una disminución del interés sexual, que se reactiva
con la pubertad.
Se conoce este período por ser de "relativa" suspensión en la investigación
sexual infantil. La represión, diques anímicos, etc. obligados por la cultura ya
están arraigados, en la mayoría de los casos, en la vida anímica del niño.
Sucede, así, un período de amnesia infantil en la que se "olvida" la vida sexual
antes realizada debido a la represión ya existente. La sublimación
(modificación de la meta pulsional original por otra) es el destino más
importante en esta fase. A pesar de ello el individuo tendrá rupturas en este
período que lo llevarán a unretorno de la masturbación infantil, hecho que se
dará vía aparato urinario (enuresis nocturna, poluciones, etc.)
La sexualidad volverá aparecer, después de una metamorfosis, en la pubertad;
etapa donde se creía que la sexualidad recién aparecía y se denominaba
normal.
5. Fase Genital (11-12 años en adelante):
:
En esta, se producen crecimiento de los genitales externos y desarrollo de los
genitales internos (como productores y receptores de sustancias genésicas).
Las zonas erógenas predominantes en las anteriores fases producen ahora un
placer previo que conlleva a una acumulación de placer e incremento de la
tensión suficiente para llevar a cabo el acto sexual, obteniéndose así un placer
final con la descarga de los productos genésicos, mucho mayor en satisfacción
al placer previo.
Las pulsiones parciales y las zonas erógenas se ponen al servicio de un nuevo
fin: la reproducción, se puede decir que la pulsión es "altruista", en este
sentido. La libido "amortiguada" hará escoger un nuevo objeto sexual que, por
la barrera del incesto, se encontrará fuera del triángulo familiar: padre-madreniño. Este segundo hallazgo de objeto tendrá relación directa con el primero
(de la fase fálica), tiene connotaciones también con la pérdida del pecho
materno; en sí se trata de un reencuentro.
Se tenderá a buscar al nuevo objeto sexual según las características del ser
amado en la fase fálica. Para ello, el individuo empleará nuevamente una
corriente sensual para aproximarse a l nuevo objeto, como lo hizo en un
principio. Este vínculo entre el primer y segundo hallazgo de objeto es esencial
en la vida futura del sujeto por la elección de objeto
.
No olvidemos que la cultura influye, también, en la búsqueda del objeto sexual:
impide el aproximamiento al primero mediante el complejo de edipo y la
barrera del incesto, y al segundo especificando inhibiciones autoritativas para
elegir un objeto del sexo opuesto y cualquier satisfacción extragenital
prohibida como perversión. En fin, la cultura, producto humano, ha sido
configurado para evitar displaceres al ser humano provenientes de la
naturaleza
y
las
relaciones
recíprocas
entre
hombres,
pero
contradictoriamente no aporta muchas probabilidades de goce.
Freud consideraba que la correcta resolución de estas fases en la infancia era esencial
para conseguir un funcionamiento adulto normal y que, en comparación, las experiencias
del adulto tienen unas consecuencias relativamente pequeñas.
Erik Erikson
Aunque Erik Erikson aceptó la teoría freudiana sobre la sexualidad infantil, Erikson
pensaba que los potenciales de desarrollo se mantienen a lo largo de todas las etapas de
la vida. El modelo de ciclo vital propuesto por Erikson comprende ocho fases que se
exitenden hasta la vida adulta y la vejez:
Fase 1: Confianza frente a desconfianza
Esta etapa sucede desde el nacimiento hasta el primer año de vida y es similar a la
primera etapa oral de Freud. De acuerdo con Erikson durante el primer año de vida
postnatal, el lactante afronta su primer desafío importante, cuya victoria ejerce un
efecto profundo en todos sus desarrollos ulteriores. El lactante se encuentra con el
dilema de confiar o desconfiar de la gente que lo rodea. El sentido de confianza se
desarrolla si las necesidades del lactante se satisfacen sin demasiada frustración. Esto
se da en su relación con la madre. Si ésta satisface sus necesidades orales y las
demás, y provee amor, afecto y consistencia, ayudará a que el niño tenga confianza
en el mundo que lo rodea, manifieste fe en el ambiente, optimismo ante el porvenir y
seguridad en sí mismo. Además, percibirá todo lo que lo rodea como predecible y
congruente. Por otro lado, el sentido de desconfianza se revela en la suspicacia,
laintroversión y una temerosa y angustiada preocupación respecto a la seguridad. De
ahí la importancia que tiene la relación de madre e hijo en la infancia. La naturaleza
del niño exige recibir la satisfacción apropiada a sus necesidades básicas, sobretodo
la de ser atendido, porque él solo no puede satisfacerlas. El niño incorpora, es decir,
para relacionarse con el ambiente, recibe. Las necesidades del niño deben
satisfacerse no sólo en el momento apropiado, sino en el grado adecuado, ya que el
fracaso en cualquier aspecto puede producir trastornos.
Erikson cree que si la relación entre madre e hijo es mutuamente satisfactoria y
armónica, el niño recibe aparentemente un sentido de "bienestar interno", que no
necesita reafirmarse continuamente. Los niños que parecen inseguros o angustiados
cuando sus madres los abandonan, aún cuando sea por un segundo, es por su falta
de sentido de confianza en sí mismos. La madre que armoniza con las necesidades de
su hijo engendra en él un sentido de ser aceptable, bueno y adorable y ésos son los
ingredientes esenciales de la confianza básica. Las personas que tienen un sentido de
confianza básica se sienten unidas consigo mismos y con los demás; se sienten "útiles
y buenos", así como aceptables por quienes los rodean. Pueden ser auténticos. Si su
sentido de confianza está bien desarrollado, los niños adquieren la virtud de la
esperanza, virtud fundamental porque prepara al niño a enfrentar la vida con
optimismo.
Puesto que cada etapa tiene su ritualización y un ritualismo, en esta etapa son:
numinosidad contra idolatría. Quiere decir esto que la primera ritualización
denominada por Erikson es numinosa, que significa experiencias emocionales
profundas. Por lo tanto, éstas ocurren como resultado de las interacciones repetidas
de la madre y el niño. La madre actúa y reacciona en presencia de su bebé en forma
rutinaria para atender sus necesidades. El niño, a su vez, actúa y reacciona
respondiendo a la madre, es decir, se necesitan mutuamente. De esta forma la
persona confiada es capaz de ésta ritualización y obtiene una sensibilidad social. La
persona sociable experimenta sensaciones y sentimientos sociales en presencia de
los demás. La distorsión de la ritualización numinosa es la idolatría. Significa una
exageración de veneración y respeto. Paradójicamente puede tener como resultado la
sobreestimación de uno mismo, es decir, quererse demasiado, ser narcisista y
admirarse excesivamente o, por otra parte, idealizar demasiado a los demás.
Fase 2: Autonomía frente a vergüenza y duda
Desde el primer año de vida hasta los tres años, similar a la etapa anal de Freud, tiene
lugar la segunda etapa que menciona Erikson. Con el desarrollo de habilidades
perceptuales y musculares, el niño consigue una creciente autonomía de acción. Dos
formas de enfrentarse a su ámbito se vuelven maneras dominantes de
comportamiento: aferrarse a las cosas y desprenderse de ellas. Este paso es
importante para afirmar el ego y a menudo las demandas del niño se oponen a las de
los demás. En el entrenamiento del control de esfínteres, es capaz de rehusarse a
cooperar con los deseos de la madre. También puede abandonarse a actitudes
hostiles y agresivas, creando fricción y conflictos. Su inmadurez tal vez lo haga en
extremo vulnerable a los sentimientos de vergüenza y duda. En este caso, vergüenza
significa el sentimiento de ser inaceptable para los demás, mientras duda es el temor a
la autoafirmación. El niño puede generar un sentido de duda en sí mismo si, al luchar
por satisfacer las demandas del ambiente, se encuentra con frecuentes fracasos,
frustraciones y rechazos. Como resultado tendrá tendencias obsesivas y compulsivas,
es decir, duda de sus propias habilidades y rutinariamente hace sólo lo que es seguro
y lo que entra en los límites marcados por las personas significativas en su vida. En
otro extremo el niño puede impulsar tendencias agresivas, hostiles y reaccionar
negativamente ante todos los controles externos e internos. Por lo tanto, es posible
que desarrolle un verdadero odio hacia sus padres y generalizarlo a toda autoridad y
restricción de cualquier clase: reglas, patrones y leyes. La vergüenza es una forma
indeseable de autoconciencia, una lesión a la autoestima, producida por la censura y
la desaprobación de los demás: por lo tanto, se prueba en evaluaciones externas más
que por autoevaluaciones. Es decir, lo que digan los demás es muy importante. Por
esto los padres, profesores o niños mayores no deben menospreciar o degradar los
logros del niño. Si así lo hacen, éste puede sentirse inútil, sucio, malo y comenzar a
creer que nada de lo que produce tiene sentido. Esta actitud fundamenta un profundo
sentido de duda en sí mismo, vergüenza e inferioridad. En muchas ocasiones los
padres fomentan estos sentimientos porque son impacientes con el nivel de ejecución
de su hijo; continuamente lo regañan por hacer mal las cosas o lo castigan por cosas
que rebasan sus capacidades. Como resultado a veces el pequeño se burla
insensiblemente de ellos. La conciencia proporciona una fuente de control interno y un
modelo de conducta deseable. Antes de desarrollarse, domina las regulaciones y los
controles externos. Si se obedece estas fuentes de control internas y externas, puede
en gran medida evitarse dudas, vergüenza y culpabilidad. El impulso de autonomía
compite con la voz de la conciencia. El conflicto entre ambas se ve, por ejemplo, en la
terquedad y la rigidez, en la toma de decisiones o en los rasgos sanos como la
cooperación y la conformidad con las expectativas. Antes de desarrollarse la
conciencia, la sociedad y la cultura proporcionan, por lo general, un código de leyes
para regular la conducta del niño. De esta manera lo ayudan a alcanzar una medida
limitada de autonomía, y tratan de evitarle dudas y vergüenzas. Del mismo modo como
el sentido de confianza de los padres se comunica al hijo y afecta su desarrollo del
sentido de confianza, así el grado de autonomía de los padres afecta las condiciones
de desarrollo de la autonomía del niño. Algunas actitudes fundamentales se forman
durante la segunda etapa, cuando la necesidad de autonomía crea una crisis. Esta
formación depende del grado de éxito con que se resuelva la crisis y cómo salga de
ella el ego. Por lo tanto, si una persona desarrolla un sentido de autonomía a un grado
inusitado, demostrará las virtudes de valor, autocontrol y poder de la voluntad. En esta
etapa el ritualismo es sensatez contra legalismo. El individuo aprende a discriminar lo
correcto de lo erróneo, lo aceptable de lo inaceptable, para minimizar la duda en sí
mismo y el sentido de vergüenza y darse cuenta que poder expresarse libremente
requiere sensibilidad para la aprobación y desaprobación de los demás. Erikson se
refiere a la ritualización de este periodo como sensatez, la cual tiene que ver con las
leyes, reglas, reglamentos, prácticas honradas y formalidad en la vida diaria, es decir,
lo que se enseña en los códigos de conducta aceptable. En esta etapa el niño
adquiere nuevas capacidades tanto en lo cognoscitivo, lo muscular y locomotor, como
una mayor facilidad para interactuar con los demás. Sólo los niños que gozan de un
sentido de autonomía, conocen las reglas y papeles apropiados. Esto fomenta un gran
placer en el pequeño al ejercer su propia voluntad y sentirse capaz y justificado para
usarla. Por otro lado, el ritualismo de esta etapa es el legalismo, que se refiere al niño
que tiene un sentido de duda o vergüenza y que puede fácilmente sujetarse a reglas
muy exageradas. Algunas anormalidades pueden ser, por ejemplo, rehusar exponerse
a riesgos o abstenerse de participar en las interacciones sociales. La sensatez en un
adulto que fuese abogado, sería utilizar las normas y reglas apropiadamente para
determinar si la persona es culpable o inocente. El que se guía por el legalismo se
siente satisfecho cuando humilla o castiga a otros al aplicar la ley sin compasión.
Fase 3: Iniciativa frente a culpabilidad
En la niñez temprana, que corresponde a la etapa fálica de Freud, entre los tres y
cinco años de edad, la necesidad de autonomía cobra una forma más vigorosa; se
vuelve más coordinada, eficiente, espontánea y dirigida hacia un objetivo. En este
periodo, el principal logro del ego es el sentido de iniciativa y fracasar en esta tarea
produce culpabilidad. Si en la etapa pasada, la duda de sí mismo y la vergüenza son el
resultado del fracaso de adquirir un sentido de autonomía, un sentido profundo y
constante de culpa e indignidad es el resultado del fracaso de adquirir un sentido de
iniciativa. En esta etapa el niño puede hacer cosas esenciales sin ningún esfuerzo,
como caminar, correr y levantar cosas. Por lo que utiliza su energía de modo más
eficiente. El niño parece crecer en conjunto, es decir, parece más auténtico, más
cariñoso, relajado y lúcido en sus juicios, más activo y activador. Aun cuando Erikson
sigue la idea Freudiana y afirma que el intento de desarrollar un sentido de iniciativa
adquiere un aspecto sexual, al principio es de carácter rudimentario. El complejo de
Edipo y el de castración del que habla Freud surgen en esta etapa. Cuando el niño se
interesa románticamente en su madre y se dedica activamente a un cortejo primitivo y
la niña lo hace con su padre; sin embargo, a diferencia de Freud, Erikson concede un
lugar preponderante a las influencias sociales y del ego. Los esfuerzos que hace el
niño por la iniciativa a menudo causan una colisión entre él y las personas con
autoridad que lo rodean. Éstas pueden hacerlo sentir culpable por entrometerse y
afirmarse a sí mismo. Por lo tanto, si los padres son demasiado rigurosos con el niño y
lo reprimen por interferir en sus actividades, el pequeño desarrolla un sentimiento de
culpa. El sentido de iniciativa es influido en gran medida por el desarrollo del superego.
Éste tiene el poder de producir culpa en el ego, si éste no sigue los dictados de la
conciencia o no vive de acuerdo con las prescripciones del ideal del ego. Esto significa
que, por ejemplo, la culpa se siente como indignidad, insatisfacción con el Yo y a
menudo depresión. Algunos niños están demasiado dispuestos a reprimirse y
castigarse a sí mismos. Las tendencias patológicas pueden desenvolverse por ese
motivo y cuando el superego persiste en una forma infantil, impide la libre expresión
del ego; por lo tanto, se bloquea el desarrollo de un sentido de iniciativa y nunca se
realizan las potencialidades más completas del ego. Finalmente, lo que debe de hacer
el ego es reducir la tiranía y el poder del superego, volverse fuerte y dominar la
personalidad. El niño está listo en esta etapa para los comienzos de las aventuras en
equipo y el trabajo productivo rudimentario del siguiente periodo, cuando enfrentará
nuevos problemas. Si el desarrollo es normal, el ego alcanza otra fuerza importante: la
virtud de la determinación o direccionalidad, es decir, el valor de llevar a cabo metas
importantes en la vida. En esta etapa el ritualismo es autenticidad contra imitación.
Erikson llama a esta fase la edad de juegos porque para él el juego capacita al niño
para volver a vivir, corregir o simplemente recrear experiencias pasadas, para aclarar
lo que constituyen los papeles auténticos. La naturaleza del juego le ofrece al niño
oportunidades que no puede vivir en la realidad. En el juego el pequeño actúa
diversidad de papeles y comportamientos aprobados y deseables para su
individualidad. Asimismo, la exploración de la conducta productora de culpa es posible
por medio del juego, en donde el niño adopta una variedad de papeles que
representan las funciones aceptadas y reprobadas de la sociedad, ya sea jugando él
solo o en grupo. La ritualización de la edad de los juegos es la autenticidad. Se refiere
al juego que utiliza el niño, a los papeles culturalmente aceptados para resolver el
conflicto entre la iniciativa y culpa. Es importante añadir que la formación del ideal del
ego también ocurre en este periodo. Por otro lado, el ritualismo de imitación es la
usurpación de papeles y actitudes falsas, ser alguien que en realidad no es. El adulto
que oculta su verdadera personalidad glorificándose y fingiendo tener atributos que no
posee. Otras formas de patología son que la persona no se atreve a pensar ni
imaginar ciertas líneas ni emprender ciertas acciones. El otro extremo es posible,
cuando la persona se identifica con papeles inaceptables y da rienda suelta a sus
impulsos sin sentir ninguna culpa. Los niños con un sentido de iniciativa bien
desarrollado pueden ser sinceros y actuar auténticamente mediante reglas culturales
aceptables para su sexo, edad, posición y ambiente. Los que imitan hacen un intento
por impresionar a los demás con papeles artificiales, carecen de espontaneidad, son
celosos, desconfiados y evasivos.
Fase 4: Laboriosidad frente a inferioridad
Se refiere a la niñez media, desde los seis hasta los once años, etapa que
corresponde a la freudiana de latencia. En ella las fantasías e ideas mágicas de la
infancia ceden el paso a la tarea de prepararse para papeles aceptables en la
sociedad. El niño se familiariza con el mundo de las "herramientas" en el hogar y la
escuela. En esta etapa se espera el trabajo productivo y los logros reales, aunque el
juego aún continúa. Es preciso que adquiera habilidades y conocimientos. El pequeño
es un aprendiz que debe aprender las tareas de la edad adulta. Sabemos que esto no
es fácil, es un periodo de adiestramiento prolongado porque se espera demasiado de
cada individuo. Para Erikson la escolaridad anula la creatividad del pequeño ya que lo
forza a entrar en un molde. El niño aprende a ganar recompensas y alabanzas,
haciendo cosas que son más que facsímiles de los logros reales; por lo tanto, si todo
va bien, comenzará a desarrollar dos virtudes importantes: método y competencia. Los
niños desean ser como los adultos y si no se reprimen sus esfuerzos, satisfacen las
demandas que se les hace. Pero si las demandas son contrarias a sus tendencias
naturales (como sucede con la educación formal, donde se espera, por ejemplo, que el
niño permanezca sentado y preste atención por largo tiempo), se rebelan. Por lo tanto,
el peligro de esta etapa es el sentido de insuficiencia e inferioridad. Si se desespera de
sus herramientas o de su posición entre sus compañeros que utilizan herramientas
similares, puede desanimarse respecto a su identificación con ellos y con un segmento
del mundo que utiliza las herramientas. La pérdida de la esperanza puede regresarlo a
la rivalidad familiar de la época edípica (etapa anterior). De ser así, su actitud se
considera mediocre o inadecuada. En esta etapa el ritualismo es formalidad contra
formalismo. La ritualización de la formalidad ocurre durante la edad escolar cuando el
niño aprende maneras eficaces de hacer las cosas, es decir, habilidades apropiadas,
métodos diferentes y patrones de perfección. El juego se transforma en trabajo.
Además, adopta formas apropiadas para utilizar sus herramientas correctamente y
resolver sus problemas y las estrategias que promueven un sentido de laboriosidad y
competencia. Sólo tendrá formalidad la persona que haya alcanzado un sentido de
laboriosidad. La formalidad puede expresarse en formalismo, es decir, en
perfeccionismo, por ejemplo, cuando los estudiantes sólo se interesan por las
calificaciones. Son personas que se sienten inferiores y recurren al ritualismo del
formalismo: el fingimiento de ser competentes. También hay otras formas de
anormalidad. La persona que se siente inferior puede evitar la competencia y los
esfuerzos activos para superar sus limitaciones. Tienen hábitos de trabajo deficientes,
son mediocres y pueden conformarse con una conducta esclavizada.
Fase 5: Identidad del ego frente a confusión de roles
Se refiere a la pubertad y adolescencia, alrededor de los doce hasta los veinte años,
etapa en que la "búsqueda de la identidad" alcanza su punto crítico ya que en este
periodo hay muchos cambios significativos en toda la persona, especialmente en el
ego. La identidad se refiere a una integración de papeles. En las sociedades
occidentales, generalmente la adolescencia es un periodo de turbulencia y desorden
en donde le cuesta trabajo definir sus papeles, así como al adulto le cuesta trabajo
entenderlo. Para Erikson, la identidad del ego es una continuidad o igualdad interna y
la incapacidad de lograr un sentido de identidad se denomina según el autor confusión
de papeles. Los primeros intentos de establecer un sentido de identidad se basan en
el logro: el niño es alabado y recompensado por hacer ciertas cosas, como beber en
una taza, manejar solo una bicicleta o hacer su tarea sin ayuda; sin embargo, la
formación del sentido de identidad del niño puede verse en forma adversa: puede
experimentar sentimientos de inferioridad debido a que comprende que las actividades
de juego son sólo juego y que ser un adulto esuna posición mucho más deseable. En
la adolescencia el éxito se vuelve crítico y a menudo los jóvenes sienten que no son
muy hábiles en ninguna actividad. Son juzgados por sus logros y se juzgan a sí
mismos según éstos. El idealismo afecta mucho lo que los jóvenes tratan de alcanzar,
por lo que a menudo sus resultados no cumplen con sus expectativas y se
decepcionan y desaniman. Algunos culpan a la sociedad, pero por lo general, se
culpan a sí mismos. Por lo tanto, el logro debe capacitarlos para encontrar un lugar
dentro de su grupo social. La formación de la identidad es un proceso altamente
complejo que se lleva a cabo en un largo periodo; sin embargo, la identidad se
relaciona con la elaboración de compromisos a largo plazo. Por otro lado a menudo el
individuo es víctima de circunstancias que no controla y ello propicia difusión y
confusión de los papeles. La moratoria psicosocial es lo que Erikson menciona como
el periodo intermedio entre la infancia y la edad adulta, caracterizado a menudo por
una combinación de inmadurez prolongada y precocidad provocada. Es un cambio
abrupto en la dirección de la conducta y se refiere a una ruptura temporal con las
demandas del curso psicológico de desarrollo. Por ejemplo, el joven que cambia de
opinión en el último momento antes de entrar a la universidad y opta mejor por
trabajar, se va de viaje o simplemente no hace nada. Estas conductas son una
respuesta normal a las tensiones y esfuerzos del crecimiento. Hay muchos
adolescentes que al no poder desertar, reaccionan diferentemente y comienzan a
beber en exceso o ingerir drogas. Es importante mencionar que el sentido total de
identidad es un ideal que nadie alcanza completamente o para siempre. La mayoría de
las personas se acepta en unos aspectos de su vida y en otros, no. Todos
experimentamos tendencias divergentes dentro de nosotros mismos. Generalmente,
en su intento de alcanzar su sentido de identidad al final de la adolescencia la juventud
experimenta tanta confusión como difusión de papeles, en esta etapa en que los
primeros conflictos se intensifican y es mayor la urgencia de adoptar uno estable. Por
lo tanto, cuando se logra un sentido de identidad, se experimenta un estado emocional
placentero, un sentido de estar bien con los demás y consigo mismo; se siente uno a
gusto con su cuerpo, se sabe qué dirección se lleva y se valora a las personas que
realmente cuentan. Erikson atribuye dos virtudes humanas muy importantes a la
consecución de un sentido sano de identidad: devoción y fidelidad. Sin un firme
sentido de identidad la persona no puede ser leal a nada ni nadie. En esta etapa el
ritualismo es ideología contra totalismo. Erikson relaciona la ritualización de este
periodo con la ideología, la cual se refiere a la identificación con los ritos y patrones de
la cultura. Esto significa que cuando el adolescente ha resuelto sus conflictos de
ideología, es porque se ha introducido a la cultura como adulto, ocupa una posición
aceptada y observa reglas aprobadas por los demás. La persona que ha alcanzado un
sentido de identidad se compromete con una ideología aceptada, un sistema de
creencias y valores aprobado por su cultura. La vida está reglamentada por esas
creencias y valores. El ritualismo de esta etapa es el totalismo, o sea, la preocupación
exclusiva por lo que parece incuestionablemente ideal dentro de un sistema hermético
de ideas. La persona se encierra en un sistema que ofrece una forma de vida ideal,
como por ejemplo, una religión, un sistema económico y político. Por lo tanto, la
persona que sufre de confusión de papeles carece de una ideología aceptada, enfatiza
la consecución fanática de sus ideales y las respuestas absolutas a los principales
problemas de la vida. Cree que todo lo que sabe es siempre lo correcto.
Fase 6: Intimidad frente a aislamiento
Es la etapa de la juventud. Aunque no hay edades determinadas, abarca de los veinte
a veinticinco años. A lo largo de toda la vida, las interacciones sociales son
significativas pero, durante el estado adulto temprano, alcanzan un punto crítico. La
mayoría de las personas tiene un anhelo profundo de relacionarse íntimamente con
una persona del sexo opuesto y algunas otras con alguien del mismo sexo. En la
mayoría de los casos, el matrimonio es el medio usual con que se satisface esa
necesidad. La intimidad en las relaciones humanas presupone otras conquistas
importantes, por lo que muchas personas son incapaces de alcanzarla. Por ejemplo,
nadie puede establecer una relación íntima sin una confianza básica previa en el otro,
y ésta se construye sobre la autonomía segura en ambas partes. Relacionando lo que
se ha obtenido de las etapas anteriores, podemos decir que en este periodo un sentido
de iniciativa bien desarrollado capacita a los cónyuges a realizar cosas productivas
para el otro; un sentido de laboriosidad capacita a cada uno a mostrar amor en una
forma tangible, haciendo cosas en forma competente para su pareja; el sentido de
identidad proporciona a la pareja el papel de un ego estable, una capacidad sana para
la fidelidad y una serie bien definida de valores y prioridades. Erikson acepta la idea de
Freud de que uno de los signos de madurez (genitalidad) es la capacidad de amar.
Amar verdaderamente exige cualidades como compasión (sentimiento de ternura
hacia otro y deseo de ayudarlo), simpatía (unidad o armonía con el otro), empatía
(sentimiento de compartir una experiencia), identificación (convertirse en una sola
persona con el otro), reciprocidad (aceptar el punto de vista del otro como igualmente
válido que el propio) y mutualidad (querer lo que el otro desea dar y conceder lo que el
otro desea recibir). Sin estas cualidades sociales de la personalidad no puede haber
intimidad. Estos sentimientos y emociones sociales son evidentes en el acto sexual,
aunque éste es sólo una faceta de la intimidad asociada al matrimonio. Compartir el
placer genital es un medio de afrontar la oposición de los cónyuges; cada uno necesita
al otro para satisfacer sus necesidades. La incapacidad de establecer relaciones
íntimas satisfactorias, a menudo deja a las personas con un sentimiento profundo de
aislamiento y extrañeza. Si la necesidad de amar no se satisface, se sienten
incompletos. Otras reacciones incluyen papeles estereotipados, como ser siempre
sarcástico, siempre el payaso o someterse crónicamente a la voluntad de los demás.
Erikson atribuye dos virtudes importantes a la persona que se ha enfrentado con éxito
al problema de la intimidad: afiliación (formación de amistades) y amor (interés
profundo en otra persona). En esta etapa el ritualismo es afiliatividad contra elitismo.
La ritualización del estado adulto temprano es afiliativa. Se refiere a los ritos como, por
ejemplo, el matrimonio y después la luna de miel que se asocian con la afirmación
mutua de la identidad de las personas que cuidan unas de otras. Sería la
complementariedad de las identidades, es decir, la unión de las dos partes, que
incluye el compartir mutuamente y disfrutar del otro.La exageración de la ritualización
afiliativa es lo que Erikson llama ritualismo del elitismo, que se relaciona a un sentido
de superioridad de un tipo o grupo de afiliaciones. El sentido de intimidad requiere
capacidades y sentimientos apropiados para formar vínculos humanos, afiliación con
los demás. El sentido de aislamiento se caracteriza por deficiencias en las habilidades
y sentimientos afiliativos. Por lo tanto, el ritualismo del elitismo es una forma de
anormalidad que resulta del fracaso en la adquisición de un sentido de intimidad. Por
ejemplo, hacer un grupo selectivo que excluya a otros como una afiliación "esnobista"
o un grupo "de moda", sintiéndose en una posición de superioridad.
Fase 7: Generatividad frente a estancamiento
Freud sostenía que junto a la capacidad de amar, la capacidad de trabajar de manera
eficaz constituye una señal de madurez. Erikson parece estar de acuerdo con ambos
requerimientos: amar y trabajar. Además, menciona como etapa importante de la vida:
la generatividad, con el fin de describir la necesidad de un trabajo y afecto sostenidos
y productivos. El periodo es el de madurez que comprende los años intermedios de los
25 a los 60, aproximadamente. Es por lo general la etapa de mayor productividad en la
vida; las personas se establecen en una profesión, forman una familia y se forjan su
reputación favorable en la comunidad. Es la época en que el individuo alcanza la más
completa madurez física, psicológica y social. Es un hecho que tener hijos agrega a la
vida una dimensión que no tiene sustituto. Ver al niño pasar las mismas etapas de
desarrollo que el padre, agrega a la vida riqueza y significado que no puede obtenerse
de ninguna otra forma. ¿Qué puede sustituir la alegría que experimenta el padre
cuando su hijo consigue su primer trabajo? Puede haber aflicciones, frustraciones y
desilusiones y, además, hacer un embrollo de la paternidad, pero no se puede negar
que en todo tipo de relaciones hay discordia así como la hay en la relación de padre e
hijo. Es un empobrecimiento personal no alcanzar satisfactoriamente la etapa de
generatividad. Erikson designa esta falla como estancamiento. El individuo puede
sentir que la vida es monótona y vacía, que simplemente transcurre el tiempo y se
vuelve viejo sin cumplir sus expectativas. Son personas que por lo general son
apáticas y se quejan de fatiga crónica. Han fracasado en las habilidades personales
para hacer de la vida un flujo siempre creativo de experiencia. Las personas
generativas encuentran significado en el empleo de sus conocimientos y habilidades
para su propio bien; por lo general, les gusta su trabajo y lo hacen bien. Erikson
atribuye dos virtudes a la persona que ha llegado a la etapa de generatividad:
producción (trabajar creativa y productivamente) y afecto (trabajar para el beneficio de
otros). En esta etapa el ritualismo es generacional contra autoritarismo. Erikson llama
generacional a la ritualización del estado adulto maduro cuando asume una variedad
de roles que incluyen ritualizaciones como ser maestro, guía paternalista, solucionador
de problemas, proveedor y protector (todas estas son también funciones paternas).
Son los modos de paternidad culturalmente aceptados que transmiten lo mejor de una
cultura a sus hijos. El ritualismo de este periodo es el autoritarismo y se refiere a la
suposición de que el sujeto es la autoridad y sólo él tiene la razón. Por ejemplo, el
padre que asume el papel de dictador, utilizando sus conocimientos y autoridad para
dominar a los jóvenes. Son padres rígidos y autoritarios.
Fase 8: Integridad del ego frente a desesperación.
La última etapa de la vida que menciona Erikson abarca de los 60 años a la muerte y
supone una reflexión en los logros previos obtenidos. Cuando el individuo está
satisfecho con éstos, se da la integridad del ego, tarea principal de este periodo.
Implica la unificación de toda la personalidad, con el ego como principal fuerza
determinante. Se les da un orden y un significado a las cosas vividas. Es un amor
posnarcisista del ego humano, nuevo y diferente al de los propios padres; una
experiencia que transmite cierto orden del mundo y sentido espiritual, sin importar
cuán costoso sea; es la aceptación del propio y único ciclo de vida como algo
ineludible. El llegar al final de la vida puede producirles profunda angustia a muchas
personas. Los ancianos experimentan dificultades: varían sus dolores, malestares
físicos, apatía, pérdida de interés en las cosas y las personas, y tienen hasta
sentimientos de inutilidad, aislamiento y desesperación. Este último término lo utiliza
Erikson para resumir todos estos problemas. La desesperación es el fracaso de no
integrar el ego porque la vida es vista como una serie de potencialidades y metas no
alcanzadas ni logradas. La persona desesperada siente que el tiempo es demasiado
corto, que ha perdido la fe en sí y en otros, desea una nueva oportunidad de vivir con
más ventajas y teme mucho la muerte. Erikson no cree que la última fase de la vida
deba ser desolada y aterradora para todos. No lo es para quienes han cumplido con
éxito las tareas de las etapas previas. Cada conquista de cada fase, además de darle
una mayor fuerza al ego para los desafíos del siguiente periodo, prepara al individuo
para la tarea final de la vida: la capacidad de encarar la muerte sin desesperación y
con el sentimiento de haber llevado una vida plena, vivida como tenía que ser.
Habiendo aprovechado las experiencias de la vida, el anciano enfrenta el último
periodo de la vida con sabiduría, virtud que nuestro autor atribuye a esta etapa. En
esta fase el ritualismo es integral contra sapientismo. Erikson se refiere a la
ritualización de la ancianidad como una etapa integral, por lo que parece significar la
unificación de los objetivos de la vida, junto con la sabiduría. Su contraparte es el
ritualismo del sapientismo, es decir, pretender que se es sabio cuando no se es. Esta
persona se expresa en formas autoritarias, cree saber más que ningún otro, tener las
respuestas únicas y la razón siempre.
Erikson adscribió cinco de esas etapas psicológicas a la infancia: confianza, autonomía,
iniciativa, laboriosidad e identidad, que se correlacionan con las fases psicosexuales de
Freud. Además, Erikson añadió tres etapas que se extienden hasta más allá de la vida
adulta hasta la vejez: intimidad, productividad e integridad. Estas ocho etapas contienen
elementos positivos y negativos; cada una de ellas tiene sus propias crisis emocionales y
sufre la interacción de los factores biológicos, culturales y sociales del individuo. Cada
fase puede resolverse de dos maneras; una sana o positiva, y otra insana o negativa. En
circunstancias ideales, la crisis de cada etapa se resuelve cuando el individuo alcanza un
nuevo y más elevado nivel de funcionamiento al final de una de las fases. Según Erikson,
la mayoría de las personas no consiguen una polaridad positiva absoluta, pero obtienen
más resultados positivos que negativos. Erikson describió su secuencia de desarrollo
teórico como epigenética. Cada crisis debe resolverse antes de poder acceder a la fase
siguiente.
Erick H. Erickson intenta comprender a cada individuo en su compleja e intransferible
situación vital.
Jean Piaget
Otro de los grandes modelos es la teoría del desarrollo cognoscitivo (intelectual) de Jean
Piaget. Mediante la realización de intensos estudios sobre el modo en el que los niños
piensan y actúan. Piaget formuló una teoría de la cognición, en la que distinguió cuatro
etapas:
1. Periodo sensomotriz.
Avanza del nacimiento al año y medio o dos años de vida. Piaget le llama así a
este periodo porque el recién nacido cuenta sólo con los esquemas sensomotrices congénitos, como son los primeros reflejos o instintos. Poco a poco
estos esquemas se van coordinando de tal forma hasta construir la
organización advertida elemental propia de los animales, y que después se va
modificando y perfeccionando.
En este período, el recién nacido se va diferenciando progresivamente de los
objetos que le rodean, por el procedimiento de irlos definiendo, de tal forma
que los objetos lleguen a cobrar una identidad propia por sí mismos, aunque
estos cambien de aspecto, lugar y tiempo.
2. Periodo del pensamiento preoperacional.
Comprende de los dos a los siete años. Este periodo consta de dos fases: la
fase preoperacional tal (o llamada también de representación) y la fase
instintiva.
La fase preoperacional abarca de los dos a los cuatro primeros años del niño.
En esta fase, el niño mantiene una postura egocéntrica, que le incapacita para
adoptar el mismo punto de vista de los demás. También en esta fase, la
manera de categorizar los objetos se efectúa globalmente, basándose en una
exagerada generalización de los caracteres más sobresalientes.
La fase instintiva se prolonga hasta los siete años, y se caracteriza porque el
niño es capaz de pensar las cosas a través del establecimiento de clases y
relaciones, y del uso de números, pero todo ello de forma intuitiva, sin tener
conciencia del procedimiento empleado.
En este periodo, el niño desarrolla primero la capacidad de conservación de la
sustancia, luego desarrolla la capacidad de la conservación de la masa, y
posteriormente la del peso y la del volumen.
Piaget señala que el paso del periodo sensomotriz a este segundo periodo se
produce fundamentalmente a través de la imitación, que de forma
individualizada el niño asume, y que produce la llamada imagen mental, en la
que tiene un gran papel el lenguaje.
3. Periodo de las operaciones concretas.
Comprende de los siete a los once años. Este período ha sido considerado
algunas veces como una fase del anterior. En él, el niño hace uso de algunas
comparaciones lógicas, como por ejemplo: la reversibilidad y la seriación. La
adquisición de estas operaciones lógicas surge de una repetición de
interacciones concretas con las cosas, aclarando que la adquisición de estas
operaciones se refieren sólo a objetos reales.
Con esta adquisición de las operaciones concretas, se produce una serie de
modificaciones en las concepciones que el niño tiene sobre las nociones de
cantidad, espacio y tiempo, y abre paso en la mente del niño a las operaciones
formales que rematan su desarrollo intelectual.
4. Periodo de operaciones formales. Este último periodo en el desarrollo
intelectual del niño abarca de los once o doce años a los quince años
aproximadamente. En este periodo los niños comienzan a dominar las
relaciones de proporcionalidad y conservación. A su vez, sistematizan las
operaciones concretas del anterior periodo, y desarrollan las llamadas
operaciones formales, las cuales no sólo se refieren a objetos reales como la
anterior, sino también a todos los objetivos posibles. Con estas operaciones y
con el dominio del lenguaje que poseen en esta edad, son capaces de acceder
al pensamiento abstracto, abriéndoseles las posibilidades perfectivas y críticas
que facilitan la razón
En la perspectiva epigenética del desarrollo de investigadores como Piaget y Erikson, los
niños crecen a través de fases predeterminadas de varias etapas. Cada fase tiene sus
propias características y necesidades y debe superarse con éxito antes de pasar a la
siguiente fase.
La secuencia de las fases no es automática, sino que depende tanto del desarrollo del
sistema nervioso central como de las experiencias vitales. Se ha comprobado que un
entorno desfavorable puede retrasar las fases de desarrollo, mientras que los factores
estimulantes de un entorno favorable pueden acelerar el proceso a través de las distintas
fases.
Jean Piaget procura definir un sistema universal de desarrollo individual que
concuerde con el desarrollo intelectual colectivo de la humanidad. En su teoría, las
diferencias entre los individuos o los grupos culturales de individuos son secundarias.
Piaget estableció que el desarrollo intelectual se ajusta a una pauta anticipable:
1. Todo el desarrollo sigue una dirección unitaria.
2. Las progresiones de desarrollo responden a un orden; es fácil describirlas de
acuerdo con el criterio de que existen cinco fases de desarrollo distintas.
3. Hay divergencias organizativas diferenciadas entre la conducta de la niñez y la
conducta adulta en todas las fases del funcionamiento humano.
4. Todos los aspectos maduros de la conducta tienen su origen en la conducta
infantil y se desenvuelven a lo largo de todas la pautas ulteriores de desarrollo.
5. Todas las tendencias de desarrollo están interrelacionadas y son
interdependientes; la madurez de desarrollo implica la integración final y total
de todas las tendencias de desarrollo.
Piaget reconoce una serie de tendencias básicas que trascienden todos los procesos
de desarrollo:
1. Todo desarrollo se ajusta a una misma secuencia. Al comienzo de la vida hay
una suerte de transposición metafórica de los procesos volitivos.
2. Todos los fenómenos de desarrollo reflejan una tendencia natural al cambio,
desde una complejidad simple hacia una complejidad cada vez más
acentuada.
3. Cada aspecto del desarrollo comienza con experiencias o problemas
corrientes y concretos. Solo después de dominar totalmente una experiencia
concreta el desarrollo se orienta hacia el conocimiento de su correspondiente
abstracción.
4. El desarrollo de la personalidad pasa de la experiencia con el mundo físico a la
experiencia con el mundo social y finalmente con el mundo ideacional.
Cada nueva dimensión es experimentada primero a través de sus realidades
físicas, antes de que puedan incorporarse consideraciones de tipo social y,
más tarde, ideacional.
5. El desarrollo de la personalidad comienza con una orientación egocéntrica,
pasa por un período de apreciación objetiva pura y a medida que avanza hacia
la madurez, surge un sentido de relatividad.
6. La conducta intelectual se desenvuelve descriptivamente de la actividad al
pensamiento con menor énfasis en la actividad. En otras palabras, la conducta
cognoscitiva se desarrolla del hacer al hacer con conocimiento, y finalmente a
la conceptualización.
7. Un objeto se conoce primero por su uso, luego por su permanencia, su
símbolo representativo, su lugar en el espacio, sus cualidades etc. y finalmente
por su relatividad en el espacio, tiempo y la utilidad.
8. Las acciones de todos los objetos son atribuidas primero al animismo. Luego
éste se limita a los objetos que se mueven y, con el tiempo, únicamente a
aquellos que se perpetúan así mismos. Solo la adquisición del pensamiento
cognoscitivo permite una explicación mediante realidades naturales o
mecánicas.
9. El sentido de ética y de justicia (Conciencia) se basa primero en la completa
adhesión a la autoridad adulta, pero ella es reemplazada luego por la adhesión
a la mutualidad, a la reciprocidad social, y finalmente, por la adhesión a la
integridad social.
10. En el curso de la vida, las adquisiciones de desarrollo previas se conservan
como componentes activos. Cuando el individuo afronte nuevos problemas o
se sienta obligado a retornar a pautas anteriores saldrán a la luz distintos
aspectos de estas últimas.
Piaget vs. Erikson
Jean Piaget procura definir un sistema universal de desarrollo individual que
concuerde con el desarrollo intelectual colectivo de la humanidad. En su teoría, las
diferencias entre los individuos o los grupos culturales de individuos son secundarias.
Por el contrario, Erick H. Erickson intenta comprender a cada individuo en su compleja
e intransferible situación vital. Dentro de sus respectivos marcos de referencia, las
reflexiones teóricas de Piaget y Erickson se equilibran mutuamente en la apreciación
de la situación de desarrollo de un individuo dado.
Los dos teóricos creen en la regularidad del crecimiento y el desarrollo humano, así
como en la posibilidad de predecir parcialmente la conducta humana. Piaget y
Erickson presumen que la vida humana se desenvuelve a través de un proceso
ordenado y en un mundo que se ajusta también a un orden. Cada uno de ellos
investiga para sí y para sus contemporáneos las facetas de la experiencia humana que
le interesan particularmente
Piaget y Erickson organizan sus ideas sobre la base de un concepto evolutivo del
desarrollo de la conducta humana, pero lo hacen de diferente manera. Puede
suponerse que Piaget percibe el desarrollo comunicativo como independiente de los
impulsos, y que por consiguiente no es posible concebirlo como un producto del
aprendizaje estímulo-respuesta o de la elaboración de la conducta. Los dos sugieren
que la conducta humana se origina en la interacción de fuerzas contrarias; Erickson
atribuye totalmente esta polaridad a la lucha entre presiones internas de un individuo y
la realidad que el mundo exterior le impone.
La definición de los determinantes de la conducta humana de cada uno de los teóricos
depende de un supuesto distinto. Piaget destaca la comprensión cognoscitiva como
factor decisivo de toda conducta humana, Erickson afirma que son los procesos
afectivos (emocionales) los que suministran las motivaciones esenciales.
De acuerdo con el enfoque de la progresión del aprendizaje de Piaget, la personalidad
en el desarrollo necesita de todos los años de la niñez y aún más para desechar el
razonamiento egocéntrico a favor del pensamiento socializado. Erickson percibe la
estructura emocional de un individuo en función de la lucha que dura toda la vida entre
el deseo innato y la interrelación de las realidades sociales.
Piaget y Erickson coinciden en la concepción de que los factores ambientales son
puntos de realimentación (feedback) de las funciones internas.
Con respecto a los medios por los cuales el individuo supera los obstáculos de su
ambiente, Piaget fundamenta su creencia en la capacidad cognoscitiva potencial de
cada persona en desarrollo, y Erickson basa su confianza en el poder de adaptación y
en la capacidad creadora del individuo y el medio social. Para Erickson, este potencial
de adaptación del ser humano arraiga en la estructura emocional de cada individuo.
Está dispuesto a admitir que el potencial intelectual significa una contribución, mientras
que para Piaget determina el curso del ser humano
Piaget explica las diferencias individuales en función de las diferencias en el ritmo y
las circunstancias ambientales del desarrollo. Erickson reconoce las diferencias
individuales y sugiere que las circunstancias externas tal vez sean los factores
decisivos que contribuyen a determinar el ritmo de desarrollo de un niño. Erickson
asigna especial importancia a las expectativas culturales. Estas diferencias sugieren
que el ritmo de desarrollo intelectual es un problema individual fundado en diferencias
genéticas particulares, mientras que el ritmo de desarrollo socio-emocional se halla
influido tanto por las condiciones externas, incluidos los períodos culturales, como por
los factores constitucionales del individuo.
Hay una gran distancia entre los enfoques de la fase adolescente en Piaget y
Ericsson. Piaget espera una integración de la personalidad durante estos años, por lo
menos en cuanto se refiere al desarrollo intelectual –un factor que también aparece en
la teoría Freudiana clásica, pero que ha sido eliminado en la reformulación de
Erickson. Este último concibe una nueva crisis que se opone a todas las presiones
antagónicas anteriores y al mismo tiempo las integra en una nueva forma. Por su
parte, el concepto de Piaget acerca de la lucha cognoscitiva del adolescente para
comprender su medio es esencialmente afín al concepto de Erickson acerca de la
lucha psicosocial del adolescente para hallar su propia identidad. Piaget cree que, una
vez finalizada la fase adolescente, el individuo es una personalidad madura y
completa, que ha realizado en un solo movimiento de transición de la adolescencia a
la edad adulta. Erickson se opone firmemente a esta idea: a su juicio, el adulto joven
todavía está conquistando un lugar en su propia sociedad. Para Erickson, la auténtica
madurez (un sentido de integridad) se halla aún a tres estadios de distancia. En otras
palabras, para Piaget una persona que crece alcanza la edad adulta en el momento en
que renuncia a su pensamiento y sus actos infantiles. Para Erickson, son la edad
adulta significa algo más que superar las formas infantiles y juveniles; la madurez
psicológica – si es que puede hablarse de tal cosa – depende del desarrollo
permanente de la autoconciencia y de la comprensión individual.
Piaget y Erickson afirman que el niño en edad escolar progresa incesantemente y crea
para sí mismo nuevos horizontes de habilidades, conocimientos y madurez emocional.
Tanto Piaget como Erickson reconocen que el propio niño es la fuerza impulsora. Los
adultos de su medio, en especial los que lo cuidan, pueden favorecer a obstaculizar
sustancialmente sus progresos, pero al llegar a esta edad ya no son los únicos que
deciden la situación pues ahora el niño tiene una esfera de vida en la cual puede
operar con relativa libertad. En otras palabras Piaget y Erickson reconocen el intenso
esfuerzo del niño en edad escolar para mejorar su comprensión y sus técnicas de vida,
fenómeno que da como resultado un desplazamiento gradual de la dependencia
respecto del hogar a la dependencia respecto de los padres y de nuevas influencias
adultas. Ambos autores reconocen un cambio en el estilo de vida que no determina
una modificación fundamental en la estructura básica de la personalidad del niño.
A modo de recapitulación diremos que para Piaget todos los procesos cognoscitivos
se relacionan como la estructura esquemática de asimilación y acomodación entre los
puntos de referencia estructurales de la realidad interno (asimilación egocéntrica) y la
externa acomodación o adaptación a la realidad. En contraste con este punto de vista,
Erickson aplica la tríada estructural psicoanalítica de ello-yo-superyó. Para Erickson la
identificación implica la transferencia de actitudes inconscientes más una serie de
expectativas sociales.
Charlotte Buhler
Elaboró su teoría de cinco fases sobre el desarrollo humano, ésta se centra en el
establecimiento y logro de metas personales. La autorrealización, según ella, es la clave
del desarrollo saludable y las personas que no son felices o no están bien ajustadas, es
porqué no están suficientemente realizadas en algún área.
Buhler hace hincapié en la intencionalidad de la naturaleza humana y la iniciativa propia.
Sostiene que existe algún tipo de orientación hacia una meta a lo largo de la vida entre
las personas autorealizadas.
De acuerdo con el concepto de Buhler existen cinco fases en el logro de una meta
personal:
1. Niñez (hasta los 15 años). El individuo aún no ha determinado metas de vida,
piensa en forma vaga acerca del futuro.
2. Adolescencia y edad adulta temprana (de 15 a 25 años). Inicialmente las
personas conciben la idea de que su vida es algo propio, analizan las
experiencias vividas y piensan en sus necesidades y potencialidades.
3. Juventud y edad adulta media (de 25 a 45-50 años). Las personas adoptan
metas más específicas y definidas.
4. Edad adulta (de 45 a 65 años). Las personas tienen en cuenta su pasado y
revisan sus planes de futuro.
5. Vejez (después de 65-70 años): Las personas dejan de concentrarse en el logro
de metas.
Las teorías humanistas han hecho una valiosa contribución a promover enfoques de la
crianza infantil relacionada con la unicidad del niño. Este constituye un modelo de calidad
humana optimista y positiva.
La limitación de esta teoría reside en que sus términos no están definidos claramente y
resulta difícil comunicarlos en esquemas de investigación.
Gessell
La teoría de Arnold Gesell describe en forma sistemática el crecimiento y desarrollo
humanos desde el nacimiento hasta la adolescencia.
Ve una relación de paralelismo entre el desarrollo de un ser humano y la evolución de
la humanidad; y le interesa más estudiar la influencia que el desarrollo y la
personalidad ejercen sobre la conducta, que investigar sobre estas estructuras.
Considera que el crecimiento es un proceso sujeto a leyes, y que produce cambios de
forma y de función.
El crecimiento mental es un amoldamiento progresivo de las pautas de conducta
mediante la diferenciación e integración, que incluye la complementación de herencia
y ambiente. El ambiente estimula el desarrollo pero para ello necesita de la
maduración adecuada.
La maduración se verifica por medio de los genes o sea que la naturaleza determina el
orden de aparición de los factores de crecimiento; o sea que la madurez de las
estructuras nerviosas es un prerrequisito esencial del aprendizaje.
Las personas que no pueden aprender a hablar (afásicos), por distintas razones tienen
afectadas zonas cerebrales que les ha impedido el aprendizaje de la adquisición del
lenguaje en el momento oportuno.
Gesell sostenía que cada niño que nace es único, con un código genético individual
heredado pero con la capacidad de aprender. Estas diferencias individuales se deben
entonces a factores hereditarios y ambientales, ya que también influyen en su
desarrollo el hogar en que vive, su educación y su cultura.
La maduración para este autor es de importancia primordial y la influencia ambiental
no puede prevalecer.
Existen fluctuaciones en el aprendizaje en forma de espiral a la manera de una
diferenciación continua. Se adquieren funciones específicas hasta casi dominarlas
para volver a formas anteriores de comportamiento. Es un mecanismo evolutivo de
autoadaptación de avances y retrocesos.
Si se observa el desarrollo de la humanidad se podrá comprobar también el avance
del proceso evolutivo y los posteriores retrocesos que se registran, para luego
continuar con los cambios.
El desarrollo humano no se produce en línea recta continua sino que tiene
oscilaciones, sin embargo existe una progresión desde etapas inmaduras a otras
maduras, cuando ya no se producen vueltas atrás.
Con respecto a la crianza del niño, Gesell propone una actitud intermedia entre el
método autoritario y el permisivo y confiar en la autorregulación, porque principalmente
cree en la sabiduría de la naturaleza y en que el educador debe dejarse inspirar por el
propio niño.
El principio evolutivo demuestra que el desarrollo tiende hacia una realización óptima y
sólo los factores ambientales pueden interferir con ese desarrollo, habiendo sido
también expresada esta idea por Rousseau.
La teoría de Gesell es biológica considerando que el aprendizaje depende de la
biología y fisiología del desarrollo y no a la inversa.
En consecuencia, todo plan de estudios escolares debería basarse en el conocimiento
psicológico de la naturaleza y de la secuencia de la maduración.
Estos conceptos de Gesell se pueden comprobar en el reconocimiento por parte de los
educadores actuales que no todos los chicos maduran al mismo tiempo y a la misma
edad.
En la práctica se puede observar que los niños con retraso en el aprendizaje suelen no
ser anormales sino simplemente inmaduros que pueden lograr posteriormente una
nivelación satisfactoria. Los grados de recuperación atienden esta problemática con
éxito aunque existen todavía prejuicios por parte de los padres que se niegan a que su
hijo sea declarado diferente.
La personalidad también influye, un niño inquieto, activo y ruidoso se pondrá de
manifiesto también en el aula, por lo tanto, afectará su aprendizaje.
Para estos niños la doble escolaridad puede ser muy conflictiva y difícil de sobrellevar,
por lo que se recomienda para ellos la jornada simple.
La descripción del ciclo de desarrollo evolutivo para Gesell terminaría a los 16 años,
aunque esta edad resulta temprana para los tiempos actuales
Henry Wallon
Siguiendo una línea neopiagetiana, Wallon planteó también un sistema clasificatorio
de las etapas del desarrollo. Para él, el objeto de la psicología era el estudio del
hombre en contacto con lo real, que abarca desde los primitivos reflejos hasta los
niveles superiores del comportamiento. Plantea la necesidad de tener en cuenta los
niveles orgánicos y sociales para explicar cualquier comportamiento, ya que, según
este autor, el hombre es un ser eminentemente social. Para Wallon, el ser humano se
desarrolla según el nivel general del medio al que pertenece, así pues para distintos
medios se dan distintos individuos. Por otro lado, el desarrollo psíquico no se hace
automáticamente, sino que necesita de un aprendizaje, a través del contacto con el
medio ambiente. Considera este autor que la infancia humana tiene un significado
propio y un papel fundamental que es el de la formación del hombre. En este proceso
de la infancia se producen momentos críticos del desarrollo, donde son más fáciles
determinados aprendizajes.
Wallon intenta encontrar el origen de la inteligencia y el origen del carácter, buscando
las interrelaciones entre las diferentes funciones que están presentes en el desarrollo.
Un estadio, para Wallon, es un momento de la evolución mandar, con un determinado
tipo de comportamiento. Para Piaget este es un proceso más continuo y lineal. En
cambio, para Wallon, es un proceso discontinuo, con crisis y saltos apreciables. Si el
Piaget las estructuras cambian y las funciones no varían, en Wallon las estructuras y
las funciones cambian.
Otra diferencia con Piaget es que mientras que este último utiliza un enfoque
unidimensional en su estudio del desarrollo, Wallon utiliza un enfoque
pluridimensional.
Seis son los estadios que propone Wallon en su estudio:
1. Estadio impulsivo.
Abarca desde el nacimiento hasta los cinco o seis meses. Este es el periodo
que Wallon llamaría de la actividad preconsciente, al no existir todavía un ser
psíquico completo.
No hay coordinación clara de los movimientos de los niños en este período, y el
tipo de movimientos que se dan son fundamentalmente impulsivos y sin
sentido.
En este estadio todavía no están diferenciadas las funciones de los músculos,
es decir, la función tónica (que indica el nivel de tensión y postura) y la función
clónica (de contracción-extensión de un músculo). Los factores principales de
este estadio son la maduración de la sensibilidad y el entorno humano, ya que
ayudan al desarrollo de diferentes formas expresivas y esto es precisamente lo
que dará paso al siguiente estadio.
2. Estadio Emocional.
Empieza en los seis meses y termina al final del primer año. La emoción en
este periodo es dominante en el niño y tiene su base en las diferenciaciones
del tono muscular, que hace posible las relaciones y las posturas.
Para Wallon, la emoción cumple tres funciones importantes:
a) Al ser la emoción un mundo primitivo de comunicación permite al niño el
contacto con el mundo humano y por tanto la sociedad.
b) Posibilita la aparición de la conciencia de sí mismo, en la medida en que
éste es capaz de expresar sus necesidades en las emociones y de captar a los
demás, según expresen sus necesidades emocionales.
El paso según Wallon, de este estadio emocional, en donde predomina la
actividad tónica, a otro estadio de actividad más relacional es debido a la
aparición de lo que el llama reflejo de orientación.
3. Estadio Sensoriomotor y proyectivo.
Abarca del primero al tercer año. Este es el periodo más complejo. En él, la
actividad del niño se orienta hacia el mundo exterior, y con ello a la
comprensión de todo lo que le rodea. Se produce en el niño un mecanismo de
exploración que le permite identificar y localizar objetos.
El lenguaje aparece alrededor de los doce o catorce meses, a través de la
imitación; con él, enriquece su propia comunicación con los demás (que antes
era exclusivamente emocional).
También en este período se produce el proceso de andar en el niño, el cual
incrementa su capacidad de investigación y de búsqueda. Aunque el niño
puede conocer y explorar en esta edad, no puede depender todavía de sí
mismo y se siente incapaz de manejarse por sí solo, cosa que se resolverá a
partir de los tres años con el paso al siguiente estadio.
4. Estadio del Personalismo.
Comprende de los tres a los seis años. En este estadio se produce la
consolidación (aunque no definitiva) de la personalidad del niño. Presenta una
oposición hacia las personas que le rodean, debido al deseo de ser distinto y
de manifestar su propio yo. A partir de los tres años toma conciencia de que él
tiene un cuerpo propio y distinto a los demás, con expresiones y emociones
propias, las cuales quiere hacerlas valer, y por eso se opone a los demás, de
aquí la conducta de oposición. Este comportamiento de oposición tiende a
repetirse en la adolescencia, ya que los orígenes de ambas etapas son
parecidos.
Resumiendo, en este estadio el niño toma conciencia de su yo personal y de su
propio cuerpo, situándole en un estadio de autonomía y autoafirmación,
necesario para que el niño sienta las bases de su futura independencia.
5. Estadio Categorial.
De los seis a los once años. Este estadio está marcado por el significativo
avance en el conocimiento y explicación de las cosas. Se producen las
construcciones de la categoría de la inteligencia por medio del pensamiento
categorial.
Se dan dos tareas primordiales en este periodo: La identificación de los objetos
por medio de cuadros representativos. Y la explicación de la existencia de esos
objetos, por medio de relaciones de espacio, tiempo y casualidad.
En el desarrollo del pensamiento categorial, se diferencian dos fases:
1ª fase (de 6 a 9 años). En la cual el niño enuncia o nombra las cosas, y luego
se da cuenta de las relaciones que hay entre esas cosas.
2ª fase (de 9 a 12 años). Se pasa de una situación de definición (que es la
primera fase) a una situación de clasificación. El niño en esta fase clasifica los
objetos que antes había enunciado, y los clasifica según distintas categorías.
6. Estadio de la Adolescencia.
Se caracteriza por una capacidad de conocimiento altamente desarrollada y,
por otro lado, se caracteriza por una inmadurez afectiva y de personalidad, lo
cual produce un conflicto, que debe ser superado para un normal desarrollo de
la personalidad. La adolescencia es un momento de cambio a todos los
niveles; apunta este cambio hacia la integración de los conocimientos en su
vida, hacia la autonomía y hacia lo que llamaríamos el sentimiento de
responsabilidad.
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