SALA DE CASACIÓN CIVIL Magistrado Ponente

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
Bogotá D.C., tres de septiembre de dos mil trece
Discutido y aprobado en sesión de diecisiete de julio de dos mil trece
Ref. Exp.: 11001-02-03-000-2010-001566-00
Decide la Corte sobre la solicitud de exequátur
promovida por Paola Nayibe López Sánchez, en su condición
de madre y progenitora de la menor XXXXXXXXXX, respecto
de la sentencia de adopción dictada el veintidós de enero de
dos mil nueve, por el Juzgado de Sucesiones, Distrito 135 de
Stamford, Estado de Connecticut, Estados Unidos.
I. ANTECEDENTES
A. La pretensión
1. La demandante, a través de apoderado judicial,
solicita homologar el fallo que se viene de referenciar,
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mediante el cual se aprobó el acuerdo de adopción de su hija
menor de edad, XXXXXXXXX, por Berney Ramiro Suárez,
esposo de aquella, con el fin de que esa providencia surta
efectos en Colombia.
2. En consecuencia, pide que se registre ante la
Notaría Novena del Círculo de Cali, ordenando el nuevo
registro civil de la menor, en el que se insertará su nombre
actual y el del padre adoptante. [Folio 49]
B. Los hechos
1.
XXXXXXXXXXXXXXX
nació
el
14
de
septiembre de 2003, en la ciudad de Cali.
2. Sus padres biológicos son Jhon Jairo Gutiérrez
Alonso y Paola Nayibe López Sánchez.
3. Por sentencia de 23 de agosto de 2007, al
padre biológico de la niña se le privó de la patria potestad.
4. Su progenitora contrajo matrimonio con Berney
Ramiro Suárez en julio de 2006, y desde ese momento ha
vivido junto a ellas.
5. El nuevo esposo de Paola Nayibe solicitó ante
el Juzgado de Sucesiones, Distrito de Stamford, Estado de
Connecticut, Estados Unidos, la adopción de la menor, la que
le fue concedida en sentencia de 22 de enero de 2009.
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6. El referido fallo de adopción se halla en firme.
7. En el certificado de nacimiento, “ya aparece
registrado el nuevo nombre y apellido de la menor XXXXXX
LOPEZ como XXXXXXXXXXXXX apellido del padre adoptante,
como lo ordena la SENTENCIA EJECUTORIADA.”
C. El trámite del exequátur
1. El 1° de octubre de 2010 se admitió la
demanda, y se corrió el traslado de rigor a los Procuradores
Delegados en lo Civil y para Familia.
2. La funcionaria del ente de control, delegada
para la Defensa de los Derechos de la Infancia, la
Adolescencia y la Familia, luego de discurrir sobre los
requisitos del exequátur, examinó el caso concreto, respecto
del cual conceptuó que se hallan cumplidas las exigencias
primera y tercera del artículo 694 del estatuto procesal civil
colombiano; pero, “no existe cabal satisfacción” de la
segunda.
Para
concluir
así
sostuvo
que
“se
verifica
igualmente en el Decreto de Adopción de 22 de enero de 2009,
mediante el cual se ordena la adopción de la niña XXXXXX
XXXXXX, antes XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, que: [P]or medio
del presente documento se aprueba el Acuerdo de Adopción”.
Expresión que en su forma de redacción carece de eficacia
jurídica en nuestra legislación, toda vez, que la adopción no
procede por acuerdo de las partes, sino que deberá ser decretada
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mediante sentencia y las normas que la rigen son de orden
público.”; y también advirtió que “no se aprecia que se haya
puesto en conocimiento del Ministerio Fiscal, solamente se
manifiesta: “[q]ue se dio la notificación de acuerdo con la orden de
notificación previamente dada”.” [Fl. 61]
Igualmente resaltó que para el momento del
decreto de adopción de la menor, no se había registrado el
matrimonio de la progenitora con Berney Ramiro Suárez
Vargas, de modo que no hay claridad sobre cómo fue
acreditado el “consentimiento para la adopción” por parte de
aquella, “teniendo en cuenta que la única prueba del estado civil
de casada es la copia del registro civil de matrimonio y para la
época en que se inició, tramitó y terminó el proceso”, dicto acto
“no se había inscrito”.
3. El Procurador Delegado para Asuntos Civiles
se pronunció sobre los hechos afirmados en el libelo,
manifestando que son ciertos; dijo que “…no se opone a las
pretensiones del EXEQUATUR en cuanto no desconozcan los
tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia
sobre la materia ni las normas imperativas patrias.” [Fl. 69].
Agregó que la madre de la menor consintió en la adopción y
ella ejerce la patria potestad en forma exclusiva, porque al
padre se le privó de la misma por medio de sentencia judicial
en firme.
4. En la debida oportunidad se admitieron las
pruebas presentadas con la demanda, y se ordenó librar
oficio al Ministerio de Relaciones Exteriores para que
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informara si entre Colombia y Estados Unidos existían
convenios internacionales vigentes, sobre reciprocidad en el
reconocimiento de valor de sentencias proferidas por
autoridades jurisdiccionales de ambos países; y que se
verificara por secretaría si, en trámite de exequátur, se han
obtenido normas de aquel Estado que permitan la ejecución
de fallos colombianos, y las que regulan la adopción de
menores, especialmente en el estado de Connecticut.
5. Finalmente se corrió traslado para alegar,
conforme lo dispuesto en el numeral 6° del artículo 695 del
Código de Procedimiento Civil, oportunidad aprovechada por
la interesada para memorar el concepto emitido por el
delegado del Ministerio Público para asuntos civiles; referir a
la aportación de las normas vigentes en el estado de
Connecticut en materia de adopción; y solicitar la concesión
del exequátur.
II. CONSIDERACIONES
1. En virtud del postulado de la exclusividad de la
jurisdicción, los jueces de cada Estado son los únicos que, en
principio, pueden proferir decisiones judiciales obligatorias al
interior de sus respectivos países, pues de no ser ello así se
violaría
la
soberanía
nacional.
De
ahí
que
ninguna
providencia dictada por jueces de otros Estados tiene
obligatoriedad ni ejecución forzada en Colombia, a menos
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que medie la autorización del órgano judicial competente, que
según la Carta Política es la Corte Suprema de Justicia.
Esa excepción a la regla general se justifica en
virtud de los principios de cooperación internacional y
reciprocidad (que puede ser diplomática o legislativa), en
atención a los cuales es posible que a las sentencias dictadas
en otros Estados se les otorgue validez en el nuestro,
siempre y cuando en aquéllos se le reconozca valor al mismo
tipo de decisiones o resoluciones emanadas del poder judicial
patrio.
La reciprocidad diplomática con el Estado en el
cual se profirió la sentencia se puede verificar con la
existencia de tratados celebrados entre Colombia y esa
nación, de modo que en su territorio se le otorgue valor a los
fallos pronunciados por la jurisdicción colombiana.
A falta de esos convenios, debe acreditarse que
hay reciprocidad legislativa, la cual consiste, al tenor del
artículo 693 del estatuto procesal, en la consagración en
ambos países de disposiciones legales con igual sentido; es
decir, que recíprocamente cada uno le dé valor a las
sentencias proferidas en el otro.
Sobre el particular, la Sala ha sostenido que “en
primer lugar se atiende a las estipulaciones de los tratados que
tenga celebrados Colombia con el Estado de cuyos tribunales
emane la sentencia que se pretende ejecutar en el país. Y en
segundo lugar, a falta de derecho convencional, se acogen las
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normas de la respectiva ley extranjera para darle a la sentencia la
misma fuerza concedida por esa ley a las proferidas en
Colombia…”. (G.J. T. LXXX, p. 464, CLI, p. 909, ClVIII, p. 78 y
CLXXVI, p. 309; 4 de mayo de 2012, Exp. 2008-02100-00)
Además del anterior requisito, para que un fallo
extranjero surta efectos vinculantes en nuestro país se
requiere que se cumplan los presupuestos que reclama el
ordenamiento legal interno, específicamente los contenidos
en el Capítulo I del Libro V del Título XXXVI del Código de
Procedimiento Civil.
El trámite del exequátur deberá ceñirse, por tanto,
a la forma y términos establecidos en el artículo 695 ejusdem,
y la providencia cuya homologación se pretende deberá
cumplir con los requerimientos previstos en el artículo 694 del
mismo ordenamiento.
2. En el asunto que se analiza, es evidente que la
controversia no recae sobre derechos reales constituidos en
bienes que se encontraban en el territorio colombiano en el
momento de iniciarse el proceso en que se profirió la
sentencia; luego, sin ninguna duda, está cumplido el primero
de los requisitos enlistados en la citada norma.
3. De acuerdo con el numeral 2° del mencionado
artículo, para que la sentencia extranjera pueda surtir efectos
en nuestro país no se debe oponer “a leyes u otras
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disposiciones colombianas de orden público, exceptuadas las de
procedimiento.”
3.1. El Ministerio de Relaciones Exteriores, a
través de la Directora de Asuntos Jurídicos Internacionales, al
responder una solicitud que le hizo la Sala, según se ordenó
en el decreto de pruebas, informó: “Existe un instrumento
internacional, adoptado por ambos países, relacionado con la
adopción de menores de edad,… “Convenio Relativo a la
Protección del Niño y a la Cooperación en Materia de Adopción
Internacional, hecho en La Haya el 29 de mayo de 1993”.
Aprobado mediante Ley 265 del 25 de enero de 1996; revisada su
constitucionalidad por Sentencia 383/96 del 22 de agosto de 1996
y Ratificado por Colombia el 13 de julio de 1998. Entró en vigor
para Colombia el 1° de noviembre de 1998 y para los Estados
Unidos de América el 1° de mayo de 2008.
Respecto al reconocimiento de sentencias de ambos
países, es importante destacar, que en el archivo del Grupo
Interno de Tratados de la Dirección de Asuntos Jurídicos
Internacionales de este Ministerio, no reposa tratado alguno que
vincule a la República de Colombia y a los Estados Unidos de
América.”. [Fl. 76]
El referido convenio, en su artículo 4º y siguientes,
presupone como condición necesaria de esa clase de
adopción, la intervención de la autoridad central de cada país
en esa materia, que para el caso colombiano es el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, el cual no ha tenido
ningún tipo de injerencia en este caso.
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Por otro lado, la que se halla bajo examen no es
una adopción internacional, pues, de acuerdo con el artículo
2° de la comentada normatividad, “el Convenio se aplica
cuando un niño con residencia habitual en un Estado contratante
(el Estado de origen) ha sido, es o va a ser desplazado a otro
Estado contratante (el Estado de recepción), bien después de su
adopción en el Estado de origen por cónyuges o por una persona
con residencia habitual en el Estado de recepción, bien con la
finalidad de realizar tal adopción en el Estado de recepción o en el
Estado de origen”. [Fl. 112]
Por tanto, es condición ineludible que el adoptado
y los adoptantes tengan su residencia habitual en diferentes
Estados. En el presente caso, según se afirmó en el libelo,
ambos viven en Connecticut desde julio de 2006. Además, el
trámite de adopción tampoco fue lo determinante de la actual
residencia de la menor XXXXXXXXXXXXX, ahora XXX
XXXX, de modo que no se puede pregonar la existencia de
reciprocidad diplomática.
La reciprocidad legislativa, en cambio, sí se
encuentra acreditada en el proceso, toda vez que la
Cancillería remitió copia de la normatividad en materia de
homologación de sentencias, que es aplicable en el Estado
de Connecticut, Estados Unidos, debidamente autenticada y
traducida al castellano, conforme lo exigen los artículos 259 y
260 del Código de Procedimiento Civil [Fls. 245 a 283 y 301 a
305]. A ese documento se adjuntó “concepto aclaratorio” de la
firma asesora jurídica del Consulado General Central de
Colombia en Nueva York, según el cual “el Estado de
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Connecticut sí reconoce adopciones extranjeras siempre y cuando
cumplan con los requisitos establecidos en la sección 45a-730
(Anteriormente Sección 45-63d)…” [Fl. 220].
Esas exigencias son: (i) la formulación de petición
presentada por uno de los padres adoptivos “o un funcionario
debidamente autorizado de la agencia encargada de la
colocación del menor”,
ante el juzgado “de sucesiones del
distrito donde reside el padre adoptante o en el distrito donde se
encuentra la oficina principal o en cualquier oficina local del padre
legal”, acompañada de copia autenticada “de la adopción de un
menor de edad” que “se ha ejecutoriado en una jurisdicción que
no sea Estados Unidos o sus territorios”; (ii) la celebración de
una audiencia en la cual “el tribunal…emitirá concepto”; después
de la cual ese órgano jurisdiccional “podrá validar la adopción”; y,
(iii) que esa decisión sea lo más conveniente para “el mejor
interés del niño”.
Pero, por expresa remisión de la norma que
consagra las recién citadas, también se contemplan éstas: (i)
la inexistencia de otros juicios que afecten la custodia del
niño, o, si existe alguno, el solicitante debe hacer “una
declaración detallada de la naturaleza del proceso judicial y en la
que se afirme que la adopción propuesta no entraría en conflicto o
interferiría con el otro” juicio; (ii) la presentación de informe
sobre la realización de una investigación, por el “comisionado
para la infancia y la familia” o por una “agencia de colocación de
niños”,
sobre “el estado físico y mental del niño…” y otros
aspectos considerados relevantes.
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3.2. Ahora bien, para la procedencia de la
homologación de la sentencia extranjera no resulta suficiente
haber demostrado la mencionada reciprocidad legislativa,
sino que es necesario corroborar que la decisión objeto del
exequátur no contravenga el orden público, concepto sobre el
cual esta Corporación ha tenido la oportunidad de precisar
que en el derecho internacional privado, “concuerda con el
criterio de la doctrina, al señalar, que es diferente a la concebida
en áreas como el ‘Constitucional’ y el ‘Privado Interno’, pues en el
ámbito de aquel, en el evento de llegar a contrariar principios
fundamentales del ordenamiento jurídico, se erige como una
excepción a la aplicación de la ley extranjera cuando se demanda
el ‘reconocimiento y ejecución de un fallo foráneo’. [Sentencia de
27 de julio de 2011, Exp. 2007-01956-00]
De ahí que el término que se impone acoger es el
de ‘orden público internacional’, el cual habrá de ser atendido
por el juez estatal cuando se trata del reconocimiento y la
ejecución de una sentencia extranjera, pero en un sentido
restrictivo, esto es, “limitado a los fundamentos básicos sobre los
que se sienta el ordenamiento jurídico”. (Ibidem)
La
Corte
ha
enfatizado
que
la
definición
doctrinaria predominante “al menos en el entorno continental
americano”, explicativa del tema relacionado con el orden
público, es aquella conforme a la cual éste se entiende como
“una cláusula de reserva destinada en cuanto tal a evitar que una
ley extranjera, calificada normalmente como la competente para
regir determinado asunto, tenga que ser acogida no obstante que
la aplicación que de ella se hizo contradice en forma manifiesta los
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principios fundamentales en que se inspira el ordenamiento
jurídico nacional”, pues es necesario aceptar que el significado
del enunciado concepto como tal ha evolucionado, y ello
determina que el examen que le compete efectuar al juzgador
ha de estar referido “siempre a criterios jurídicos actualmente en
vigor y no a la consulta literal de disposiciones…”, pues no se
trata de “hacer prevalecer un orden público defensivo y
destructivo”, sino el “dinámico, tolerante y constructivo que
reclama la comunidad internacional en el mundo contemporáneo”.
(Ibid)
En
ese
orden
de
ideas,
únicamente
una
incompatibilidad grave entre el pronunciamiento jurisdiccional
para el cual se pide el exequátur y los principios
fundamentales en que se inspira la normatividad nacional,
podría dar lugar a que aquélla no fuera objeto de
homologación; pues al fallador, como asunto propio de su
decisión, tan solo le corresponde verificar si la aludida
determinación se opone o no a los pilares de las instituciones
jurídicas patrias.
3.3. Los requisitos para la adopción en el estado
de Connecticut son esencialmente similares a los exigidos
por nuestro ordenamiento jurídico, para casos como el ahora
examinado por la Corte.
En efecto, de acuerdo con la sección 45a-724,
“Sujeto a la aprobación del Juzgado de Sucesiones…cualquiera
de los padres de un niño menor de edad puede acordar por escrito
con su cónyuge, que el cónyuge adoptará o hará parte de la
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adopción del niño; si el padre o madre es…(D) el único guardián
del niño menor, si los derechos de patria potestad, si existiere
alguno, de cualquier otra persona que no se encuentre en tal
acuerdo, hayan sido terminados.” ; norma totalmente compatible
con lo dispuesto en los artículos 66 y 68 numeral 5 de la Ley
1098 de 2006.
Por virtud de la primera, cuando al otro progenitor
le ha sido terminada la patria potestad, el padre o madre que
la ejerza, expresa su consentimiento libre, informado y
voluntario de dar en adopción a su hijo, como en este caso
sucedió. Y el segundo precepto permite al cónyuge de la
madre del menor que lo adopte, lo cual implica un previo
acuerdo de la pareja.
Por otro lado, en aquel Estado se tiene como
propósito fundamental, proveer al niño “una familia amorosa,
solidaria y estable”, siempre atendiendo a lo más benéfico
para el menor; y en la ley nacional la adopción es
“principalmente y por excelencia, una medida de protección a
través de la cual, bajo la suprema vigilancia del Estado, se
establece de manera irrevocable, la relación paterno-filial entre
personas que no la tienen por naturaleza.”; pero, toda la ley
propugna por “garantizar a los niños, a las niñas y a los
adolescentes su pleno y armonioso desarrollo para que crezcan
en el seno de la familia y de la comunidad, en un ambiente de
felicidad, amor y comprensión.”
Además, en ambos Estados se requiere previo
estudio integral de las condiciones del menor y de quienes
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han de ser sus padres adoptantes, realizado por una entidad
oficial especializada en el cuidado y protección de menores:
allá, el “Comisionado para la Infancia y la Familia” o “una
agencia de colocación de niños”; aquí, el Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar.
En cuanto a los efectos de la adopción, es
también indiscutible la similitud en las normas de los dos
ordenamientos jurídicos, en lo esencial.
En Connecticut se producen los siguientes: (i)
“Todos los derechos, deberes y consecuencias legales de una
relación biológica del niño y los padres deberá existir después
entre la persona adoptada y los padres que adoptan y los
parientes de tales padres…tal persona…será tratada como
si…fuera el hijo biológico…, para todos los propósitos…”; (ii) los
nuevos padres y el adoptivo tienen derecho a heredar
mutuamente en igualdad de condiciones que los unidos por
vínculos de consanguinidad; (iii) El adoptado y los hijos
biológicos del adoptante, se tendrán como hermanos; (iv) se
termina el vínculo jurídico entre los padres biológicos del
adoptado y de todos sus parientes, con éste; salvo el caso de
la madre de sangre, cuando el adoptante es su esposo, o
viceversa. Y en Colombia, de acuerdo con lo normado en el
artículo 64 de la Ley 1098 de 2006, los efectos son
sustancialmente los mismos.
Y, en cuanto concierne al efecto jurídico que allá
se le reconoce a la sentencia de adopción de menores
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dictada en el extranjero, esa normatividad establece un
trámite para la homologación de la sentencia, entre cuyas
condiciones está previsto que no puede servir para “validar la
adopción de otro modo no válido, de conformidad con la ley del
lugar de adopción”; precepto que, sin duda, se inspira en el
profundo respeto por la soberanía y el ordenamiento jurídico
de los otros Estados.
3.4. En el caso bajo examen, se corrobora que el
procedimiento de adopción fue promovido por quien está
unido en matrimonio a la madre de la menor, previo el
consentimiento de ésta, según consta en el mismo cuerpo de
la providencia cuya homologación se solicita. [Fls. 4 y 5]
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 66 de
la Ley 1098 de 2006, “El consentimiento es la manifestación
informada, libre y voluntaria de dar en adopción a un hijo o hija por
parte de quienes ejercen la patria potestad…”. [Subrayas a
propósito]. De manera que lo otorgó quien legalmente debía,
pues el padre biológico de la menor, fue privado de la patria
potestad mediante sentencia dictada por el Juzgado Tercero
de Familia de Cali, el 23 de agosto de 2007 [Fls. 19 a 32], la
cual fue confirmada por la Sala de Familia del Tribunal
Superior de Cali, el 24 de julio de 2008. [Fl. 35]
En conclusión, se satisfacen las exigencias
contenidas en los artículos 63 y 66 de la Ley 1098 de 2006,
Código de la Infancia y la Adolescencia.
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3.5. Ahora, en esa providencia se habla de “la
aprobación del Acuerdo de Adopción”, expresión que
permitiría pensar en haberse tratado de una disposición
privada sobre tan delicada institución familiar, lo cual no es
admitido en la legislación patria, como lo advirtió la señora
delegada para la Defensa de los Derechos de la Infancia, la
Adolescencia y la Familia, en su concepto.
Sin embargo, al examinar las normas del Estado
de Connecticut en materia de adopción, se advierte que no es
una simple aprobación formal y llana de un acuerdo privado
que hagan los adoptantes y los padres biológicos de la
menor, sino de una exigencia procedimental de presentar a la
Corte la solicitud con la previa declaración de consentimiento
de todos los que deben darlo.
En
efecto,
la sección
45a-727 de
aquella
normatividad literalmente dispone:
“(a) (1) Cada uno de los asuntos sobre la adopción
deberá iniciarse mediante la presentación de una solicitud en un
Juzgado de sucesiones, junto con el acuerdo escrito de adopción
por duplicado. Uno de los duplicados se enviará inmediatamente
al Comisionado para la Infancia y la Familia.
“La solicitud deberá incluir una declaración de que al
leal saber y entender del declarante no hay otro proceso judicial
pendiente o contemplado en cualquier otro tribunal que afecte la
custodia del niño a ser adoptado, o si tal proceso judicial, deberá
incluir una declaración detallada de la naturaleza del proceso
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judicial y en la que se afirme que la adopción propuesta no
entraría en conflicto o interferiría con el otro proceso judicial. El
tribunal no podrá proceder con respecto a cualquier aplicación que
no contenga tal declaración. La solicitud deberá ir firmada por una
o más de las partes en el acuerdo, quien podrá renunciar a recibir
notificación de cualquier audiencia sobre el mismo. Para
propósitos de esta declaración, los derechos de visita otorgados
por cualquier tribunal no se considerará que afecten la custodia
del menor.
[…]
“(4) La solicitud y el acuerdo de adopción deberán
presentarse en el Juzgado de sucesiones del distrito donde reside
el padre adoptante o en el distrito donde se encuentra la oficina
principal o en cualquier oficina local del padre legal.
[…]
“(b) (1) El Juzgado de sucesiones solicitará al
comisionado o a una agencia de colocación de niños que realice
una investigación y un informe escrito sobre ella, por duplicado,
dentro de los sesenta días siguientes a la recepción de dicha
solicitud. Un duplicado del informe se enviará de inmediato al
Comisionado para la Infancia y la Familia.
“(2) El informe se presentará ante el Juzgado de
sucesiones dentro del plazo de los sesenta días. El informe
indicará el estado físico y mental del niño también contendrá el
informe, también deberá contener los datos que sean relevantes
para determinar si la propuesta de adopción sea la más
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conveniente para el niño, incluyendo la historia de los aspectos
físico, mental, genético y educativo del niño y la condición física,
mental, social y económica de las partes en el acuerdo y de los
padres biológicos del niño, si se conocen, y si lo más conveniente
para el niño se cumpliría de conformidad con los criterios
establecidos…El informe podrá exponer las conclusiones en
cuanto a si o no la propuesta de adopción será lo más
conveniente para el niño.”
[…]
“(2) En la audiencia, el tribunal podrá negar la
solicitud, asentar la ejecutoria de la sentencia en la que se
aprueba la adopción en caso de estar convencido de que es lo
que más le conviene al niño, u ordenar una investigación
adicional…” [Fls. 256, 257 y 259. Subrayas ajenas al texto].
Es evidente que también dentro del comentado
proceso en Connecticut hay riguroso cuidado y bastante celo
del Estado por proteger al menor y sus derechos, por
asegurar su bienestar, y tomar la decisión teniendo como
principal consideración “lo más conveniente para el niño”,
según se viene de ver. Además, está incluida la intervención
de un órgano especializado en asuntos de infancia y
adolescencia, con funcionarios a quienes se les encomienda
el previo estudio de la situación de aquel cuya adopción se
propone, como aquí acontece con el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar.
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3.6.
consentimiento
En
definitiva,
previo
de
tanto
quienes
lo
relativo
legalmente
al
pueden
otorgarlo para que un menor pueda ser adoptado, como las
exigencias
para
que
sea
concedida
por
el
órgano
jurisdiccional, y las previsiones legales para proteger
integralmente
al
menor,
guardan
similitud
con
el
ordenamiento jurídico patrio.
Además, en esa normatividad, como en el Código
del Menor, y ahora en la Ley de la Infancia y la Adolescencia,
también se permite la adopción por parte del cónyuge de la
madre biológica [Artículo 64, numeral 5, de la Ley 1098 de
2006]; y eso fue precisamente lo acontecido en este caso.
4. Así las cosas, de lo consignado se colige que la
sentencia de la cual la actora pretende que surta efectos en
el país, la que alcanzó ejecutoria de conformidad con la ley
de la nación de origen, y fue presentada ante la Corte en
copia debidamente autenticada y legalizada, no compromete
el orden público; pues las decisiones contenidas en dicho
proveído no son contrarias a los principios en los que se
inspiran las disposiciones legales que disciplinan el instituto
jurídico de la adopción en Colombia.
Adicional a lo anterior, constata esta instancia que
el objeto del referido pronunciamiento no es de competencia
exclusiva de los jueces colombianos, y no obra prueba de
que en el territorio nacional exista proceso en curso.
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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
5.
Con
fundamento
en
las
precedentes
motivaciones, procede el reconocimiento de efectos jurídicos
a la determinación jurisdiccional sometida al presente trámite.
III. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE:
PRIMERO. CONCEDER el exequátur de la
providencia dictada el veintidós de enero de dos mil nueve
por el Juzgado de Sucesiones, Distrito N° 135 de Stamford
Estado de
Connecticut (Estados Unidos), que aprobó la
adopción de la menor XXXXXXXX.
SEGUNDO. Para efectos de los artículos 6°, 10,
11, 22 y 60 del Decreto 1260 de 1970, en concordancia con
los artículos 1º y 2º del Decreto 2158 de 1970, se ordena
inscribir esta decisión junto con el fallo homologado, en el
folio del registro civil de nacimiento de la adoptada. La
secretaría libre las comunicaciones a que haya lugar.
Sin costas en el trámite.
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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
Notifíquese,
MARGARITA CABELLO BLANCO
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTEN RUIZ
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