6. IMPLEMENTACIÓN, VERIFICACIÓN Y REFRENDACIÓN Dentro de las cosas a favor de la negociación se registra la reelección del Presidente Juan Manuel Santos para un segundo período, con un mandato expreso por parte de la población: la firma del acuerdo para la terminación del conflicto armado con la guerrila de las FARC-EP; resulta imposible pensar en priorizar cualquier otro tema como detonante de su reelección, sobre todo si analizamos los indicadores económicos de su gobierno que, por ser los que impactan en las labores cotidianas, determinan la intención de voto. Es por esto que los colombianos estamos a la expectativa de que una de las promesas del Presidente, formulada en la instalación de la negociación, se consolide: otorgar participación al cuerpo electoral en el proceso de refrendación de los acuerdos logrados en la Habana. No puede entonces el Presidente, y no lo ha intentado, desconocer este compromiso. Sin embargo, como en todas las democracias constitucionales actuales, los procesos de participación ciudadana deben estar presididos de una ingeniería constitucional que blinde las acciones de los mandatarios, que realizan promesas y presenten propuestas de participación, para evitar el abuso del poder. Es por esta razón que la aspiración del pueblo sobre la firma del acuerdo y la convocatoria a la realización de un plebiscito, presentada por el Presidente para cumplirle al pueblo, acaba de ser declarada constitucional por la Corte Constitucional, tribunal que ha decidido que este mecanismo efectivamente se ajusta a los principios constitucionales, para que una vez se logre la firma del acuerdo, seamos los colombianos quienes avalemos los puntos que se hayan acordado. La cuestión así planteada puede entenderse de manera sencilla; sin embargo no lo es por varias razones que intentaremos explicar con el desarrollo de tres temas: cuál es el valor de la paz en los Estados Constitucionales actuales y qué representa para Colombia; cuáles son los instrumentos jurídicos con los que contamos para refrendar el acuerdo, y cuáles son los trámites, constitucionales y legislativos posteriores a la firma, necesarios para la implementación de los acuerdos. 6.1. EL VALOR DE LA PAZ En septiembre de 2015 visitó al país el profesor italiano Luigi Ferrajoli, en el marco de la realización del XII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional que tuvo sede en la ciudad de Bogotá. Su participación generó grandes expectativas por tratarse de uno de los filósofos del derecho y constitucionalistas más importantes en Europa y América Latina. En su intervención trató el tema de construcción de paz y nos dejó una reflexión que utilizaremos para desarrollar el primer tema propuesto. Para Ferrajoli: “El derecho a la paz, es un derecho fundamental; como cualquier derecho fundamental, es contra mayoritario, cuya actuación es deber de obligatorio cumplimiento, incluso contra la voluntad de la mayoría. Por esto sería impropio e inaceptable someter la paz, o sea la solución pacífica negociada del conflicto a cualquier tipo de consulta popular” (Ferrajoli, 2015). La propuesta de Ferrajoli es expresa y clara: la paz no se puede someter a consulta, más aún si la entendemos no sólo como un derecho fundamental, sino como el valor, junto a la dignidad humana, en el que se ha sustentado la creación del Estado y por el cual los asociados consentimos en el sometimiento a un poder político para lograr su realización. En este sentido resulta entonces totalmente inconveniente someter a votación un derecho/valor que de manera evidente escapa a la decisión de las mayorías; sin embargo, de lo que se trata en Colombia no es de votar la paz, porque sería inocuo preguntar sobre el asunto a una sociedad que llora, clama y exige por ella a diario. Recordemos que nuestra historia ha sido la historia de las guerras civiles del siglo XIX y de las violencias mutantes del siglo XX. Se trata de que la sociedad se manifieste con respecto a la propuesta de un acuerdo que involucra a dos contendientes: de un lado una guerrilla que acepta entrar a participar en el juego democrático renunciando a la vía armada, y del otro el gobierno que acepta mediante un programa de reformas, abrir un espacio de construcción de una apertura en la democracia, desterrar las prácticas de aniquilación del opositor. Es una oportunidad para que los colombianos repensemos el país, o lo empecemos a pensar como colectivo. Los puntos acordados en la Habana se refieren a los conflictos estructurales que el país padece desde hace años: desarrollo agrario, drogas ilícitas, participación política de grupos insurgentes, reconocimiento y reparación a las víctimas y finalización del conflicto. Nos encontramos, entonces, frente a un proceso en el que se plantean intersecciones con relación a los intereses, debido a que es la posible desmovilización de un grupo insurgente la que, por primera vez en la historia del país, nos da la oportunidad a los colombianos de votar para manifestar nuestro interés en que los conflictos se resuelvan con instrumentos diferentes a los violentos. Así las cosas, la participación en el proceso de votación podría provocar que la paz, no sólo se logre a nivel individual en su carácter de derecho fundamental, - aspecto que escapa a la voluntad de las mayorías como hemos explicado-, sino que se construya con un consenso social sobre la solución de problemas estructurales del país. Sin embargo, la transición hacia esta construcción colectiva de la paz presenta complejidades e inconvenientes: por una parte, ¿cómo lograr que la población aspire a algo que no conoce?, nosotros y nuestros hijos hemos crecido en medio de bombas, secuestros, atracos, tomas guerrilleras, matanzas de paramilitares, acciones y reacciones desmedidas de gobiernos; el miedo al que nos hemos habituado ya ha dejado de asombrarnos porque circula por nuestras venas y el contexto internacional no está alejado de estas mismas miserias. De otra parte ¿cómo lograr que las reglas constitucionales, las leyes y decretos que se expidan si se firma el acuerdo, nos lleven a creer en una sociedad civil basada en la idea de un contrato social, cuando nuestra tradición legalista apunta, precisamente, a la instrumentalización de las reglas para generar mayores conflictos, y finalmente ¿cómo logramos aproximarnos a la comprensión de los otros, -enemigos históricos, asesinos insalvables, agentes del Estado abusivos, contradictores eliminables-, sin temor a desmontar la multiplicidad de verdades que cada uno de los actores de la guerra ha construido para justificar sus acciones, y volcarnos en colectivo a la construcción de un nuevo país? Las preguntas son muchas y las respuestas escasas; pero precisamente el poder pensar y hablar sin miedo en una sociedad, es una muestra de construcción de paz que sería una gran conquista para Colombia. Finalmente queremos concluir que lo que se votará será la aprobación a la finalización del conflicto armado entre las FARC-EP y el Estado colombiano, pero en virtud de los temas sobre los que se llegó a este acuerdo, se abre la posibilidad de reconstruir una sociedad sin polarización, que exija instrumentos de garantía y protección de derechos constitucionales para todos los asociados, que es precisamente lo que lleva a la paz. 6.2. INSTRUMENTOS JURÍDICOS PARA LA REFRENDACIÓN DEL ACUERDO Una de las grandes conquistas de la Constitución de 1991 fue la consagración, en el Artículo 103, de un número de importantes y relevantes mecanismos de participación democrática, que hasta entonces el país no conocía en virtud de que nuestros procesos electorales se habían desarrollado con la elección de representantes y no con la construcción democrática de consensos. Entre esos instrumentos se encuentran: cabildos abiertos, referendos, plebiscitos, revocatorias de mandatos, consultas, iniciativa legislativa. Para algunos, luego de varios años de la expedición de la Constitución, la participación democrática ha sido una promesa incumplida; para otros, estos mecanismos de participación, están viciados de tramitología, debido a que la ley estatutaria que los reglamentó (Ley 134/1994) hace imposible su realización, mientras que para otros más optimistas, que creemos en un constitucionalismo aspiracional, en el sentido de que estas consagraciones logran hacernos soñar con que es posible cambiar modelos políticos, su consagración en el texto constitucional ha generado importantes cambios de imaginarios, por cuanto la población se ha familiarizado con su existencia. Nos referimos específicamente a que desde que se consagraron estos mecanismos en 1991, se han intentado dos procesos de referendo en el país: en el 2002, convocado por el entonces Presidente Álvaro Uribe Vélez, para materializar algunos de los 100 puntos que presentó como programa de gobierno en su proceso hacia la presidencia; este referendo se realizó, aunque sólo una de las reformas constitucionales propuesta alcanzó el umbral de la votación exigida en el texto constitucional; y, un segundo referendo de iniciativa popular que se propuso en el 2009 para reformar la constitución y permitir un tercer mandato del Presidente Álvaro Uribe Vélez. Esta propuesta de referendo, en el proceso de revisión constitucional de la ley a través del cual se convocó, fue declarada inconstitucional por la Corte Constitucional en 2010, a consecuencia de lo cual no se realizó. Antes de estas experiencias, en el país se registraban sólo dos procesos de participación de gran relevancia: el Plebiscito de 1957, mediante el cual la población votó para el establecimiento del acuerdo de alternancia política entre los partidos liberal y conservador conocido como Frente Nacional, y la Asamblea Nacional Constituyente de elección popular, que en 1990, no estaba contemplada en la Constitución vigente de 1886, pero que representó una vía extra constitucional para sacar al país de la conflagración de violencias de finales de los años 80, e insertarlo en el actual modelo de constitucionalismo progresista que se viene desarrollando desde hace 25 años con la Constitución de 1991 que surgió de esta Asamblea. Es importante conocer estos antecedentes de participación para entender el alcance de la convocatoria al plebiscito que fue propuesta el Gobierno para refrendar los acuerdos de la mesa de negociación con las FARC-EP, que fue votada favorablemente por el Congreso con la expedición de un proyecto de ley estatutaria, a través del cual se establecen los requisitos para su aprobación. En estos momentos el proyecto de ley, que convoca al plebiscito para la paz, ha sido revisado por la Corte Constitucional que ha manifestado que el mismo se ajusta a las reglas constitucionales. Para una mejor comprensión del estado del proceso procederemos a definir en qué consisten los otros mecanismos que se han propuesto y cuáles son los trámites particulares consagrados en el proyecto de ley estatutaria a través del cual se convoca el Plebiscito para la paz, señalando las ventajas y desventajas de cada uno de estos instrumentos. Una Asamblea Nacional Constituyente es un órgano colegiado de elección popular, a quien el cuerpo electoral faculta para realizar reformas al texto constitucional, en el que a su vez se encuentra consagrada. En el artículo 374 de la Constitución colombiana se establece el trámite para su convocatoria y votación y en el artículo 376 se establece que para su convocatoria deberá votar, cuando menos, una tercera parte del censo electoral. Surtidos los trámites y elegida la Asamblea, se suspenden las facultades de reforma constitucional del Congreso y este cuerpo colegiado puede iniciar el trámite de reformas constitucionales sobre los temas para los cuáles fue convocada, lo cual es una limitación que establece la constitución, ya que de ninguna manera puede modificar aspectos para los cuales no fue convocada. La experiencia de la Asamblea Nacional Constituyente que expidió la actual Constitución derivó en que, estando facultada para reformar la Carta Política, terminó expidiendo una nueva Constitución que luego fue legitimada por la población, en un momento de cambio político pero sin un proceso de ratificación de las reformas introducidas, que no estaba y sigue sin estar contemplado en el texto constitucional. De ahí que la convocatoria a una Asamblea Nacional propuesta por las FARC-EP y por el partido Centro Democrático como instrumento de refrendación del acuerdo, afronta importantes riesgos en el sentido de que: puede la Asamblea discutir temas por fuera de los planteados en la agenda de negociación, y extralimitarse en sus facultades de reforma; además de que al parecer lo que se propone por parte de las FARC-EP es que su integración no sea democrática sino ad honorem; mientras que el Centro Democrático propone una elección popular de sus miembros pero con amplias facultades de reforma, incluso por fuera de los temas discutidos en la Habana. Nótese que en ambas propuestas se excluye al cuerpo electoral de participar directamente en la refrendación que fue una de las promesas para la realización de los diálogos, tanto del Gobierno como de las FARC-EP, como se indica en el punto 6 de la agenda. De otra parte encontramos el Referendo, que es un mecanismo de participación política, consagrado en los artículos 374, 377, 378 de la Constitución, que consiste en que el pueblo aprueba o deroga una reforma constitucional, con unas altas exigencias en cuanto votación en razón a que se exige que un cuarto del censo electoral vote afirmativa o negativamente a la convocatoria para darle validez, y la mitad más uno de ese cuarto por ciento del censo electoral vote aprobando la reforma. Junto a esta exigencia, la Constitución establece que los asuntos sometidos a reforma deben ser votados libremente de manera individual, dando la posibilidad al votante de que escoja qué vota afirmativamente y qué no. De la experiencia de convocatoria a referendo en el 2002 se derivó que los porcentajes exigidos para validación y aprobación son altos, considerando la alta abstención que se presenta en procesos electorales en Colombia; basta observar que el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, elegido con un alto porcentaje de votos, y en momentos de una alta popularidad, no logró la movilización de sus electores para la aprobación de las reformas constitucionales que él mismo propuso. Es esta una razón por la cual, el referendo puede ser un mecanismo ineficaz para el proceso de refrendación del acuerdo de la Habana, junto a otras consideraciones de fondo igualmente relevantes como: la agenda de la Habana consta de cinco puntos, excluyendo la refrendación; luego de lo cual los negociadores establecieron la regla de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, es decir, se trata de un acuerdo integral, frente a un proceso constitucional que exige que cada aspecto sometido a aprobación del censo electoral vía referendo se vote individualmente; esto genera un alto riesgo en razón de que el electorado puede inaprobar aspectos acordados y deshacerse la integralidad del acuerdo. De otra parte, la utilización de este mecanismo deforma su objetivo, en el sentido de que, como se describió en la primera parte de este artículo, lo que se está sometiendo a votación es el acuerdo de desmovilización de las FARC-EP, basado en la promesa de expedición de normas constitucionales, leyes y decretos, que una etapa de post acuerdo, deben expedir las autoridades competentes para su implementación. Sin embargo a partir de la manera como fue propuesto el punto 6 de la agenda: refrendación, se ha generado un imaginario social que tiende a creer que este es un mecanismo idóneo frente al proceso propuesto. Finalmente llegamos al análisis del mecanismo propuesto por el Gobierno para la refrendación del acuerdo, pero cuestionado por las FARC-EP y por algunos sectores de la población, se trata del Plebiscito que constitucionalmente es mecanismo de participación, a través del cual el Gobierno Nacional somete a aprobación por parte del censo electoral un asunto de relativo a su gestión. En nuestra historia, como antes anotamos, tenemos un antecedente de Plebiscito con el que se instaló el Frente Nacional, pero también se constituyó en un referendo en virtud de que en el mismo acto de votación, la población de la época votó no sólo a favor del establecimiento del Frente Nacional, sino también a favor de retomar la constitución de 1886 suspendida por el golpe militar. Así las cosas las críticas al uso de este mecanismo pueden orientarse a que es una gestión del ejecutivo y no una histórica aspiración nacional. Propuestas mixtas consideran que sería plausible realizar inicialmente el plebiscito y posteriormente la constituyente que se plantee salidas más de fondo. Lo cierto es que el proceso de acuerdos con las FARC-EP se viene realizando en un contexto complejo, porque la complejidad de la paz en este país deriva de la complejidad de su guerra; además, con las exigencias de las jurisdicciones internacionales, que no debemos olvidar son residuales, es decir, asumen sus facultades de investigación y juzgamiento cuando hay fallas en la jurisdicción nacional, se orientan al establecimiento de procesos en los que se garanticen los tres aspectos estructurales de la Justicia Transicional: verdad, justicia y reparación; y, con la promesa de participación del cuerpo electoral, hace necesaria la adecuación de los mecanismos de participación, con los que contamos, a las particularidades del acuerdo, que se espera sea sometido a refrendación, se trate de una Asamblea Constituyente, de un Referendo o de un Plebiscito. Es por esta última circunstancia que en el proyecto de ley estatutaria a través del cual se convoca al Plebiscito para la Paz, recientemente declarado constitucional por la Corte Constitucional, requerirá para su aprobación la votación afirmativa de un 13% del censo electoral (es decir 4.440.000 votantes), además de que los votos a favor excedan las votos en contra. Además la ley establece mecanismos para garantizar el acceso, en condiciones de igualdad, a los medios de comunicación, prensa, radio y televisión tanto a quienes promuevan su aprobación cuanto a quienes por el contrario no la promuevan; además, establece la exigencia de que por lo menos un mes antes del proceso de votación se debe realizar pedagogía y dar a conocer la integridad de lo acordado en la mesa de negociación a través de diferentes medios. En este momento, una vez sea notificado el Presidente de la decisión de la Corte, deberá informar al Congreso de su intención de convocar el plebiscito. Los legisladores tendrán un mes para estudiar y aprobar la convocatoria, luego de lo cual el Presidente podrá convocar a los votantes para ir a las urnas en un plazo máximo de cuatro meses. 6.3. TRÁMITES CONSTITUCIONALES Y LEGISLATIVOS POSTERIORES A LA FIRMA DEL ACUERDO La firma del acuerdo de paz en la Habana entre el Gobierno y las FARC-EP, no agota el proceso de desmovilización de este grupo ni el conflicto armado: se constituye en el primer paso de un largo proceso legislativo, económico, político y social que puede agotarse en más de una década. En este sentido ha sido necesario la proyección de escenarios legislativos que, salvaguardando nuestro Estado de Derecho, promuevan la implementación de lo acordado. El camino en torno al logro de este objetivo se inicia con la aprobación de una reforma constitucional conocida como Acto Legislativo para la Paz, propuesto por el Presidente, el cual, a la fecha ha sido aprobado ya por el Congreso. La propuesta es que este Acto legislativo se incluya como artículos transitorios de la Constitución, a través de los cuales se establece: 1. Una iniciativa legislativa restringida exclusivamente en el Presidente para que sea él quien presente los proyectos de ley para materializar los acuerdos; 2. Un procedimiento legislativo especial, por una sola vez, y por un término de seis meses prorrogables por el mismo tiempo, dirigido a agilizar la expedición de estas leyes, y garantía control de constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional. A partir de esta disposición, las reformas constitucionales que se requieran para implementar el acuerdo pasarán de requerir 8 debates a ser aprobadas en 4 (2 en el Senado y 2 en la Cámara). 3. Un plan plurianual de inversiones para la paz, que deberá ser incluido en el Plan Nacional de Desarrollo con un componente específico para los sectores más afectados por el conflicto armado. 4. Además eleva a la categoría de Acuerdo Especial, en los términos de los Convenios de Ginebra, el acuerdo definitivo, con el propósito de blindarlo jurídicamente y que pueda ser incorporado a la legislación interna por medio de una ley especial tramitada de forma excepcional por el Congreso. Esta disposición hace posible que el acuerdo final a que se llegue en La Habana ingrese al bloque de constitucionalidad y sea considerado como referencia durante la implementación de los acuerdos. En el Acto legislativo se plantea que los procedimientos legislativos se realizarán en la Comisión Legislativa para la paz integrada, por los miembros de las Comisiones primera de Senado y Cámara, y 12 miembros escogidos por las Mesas Directivas de Senado y Cámara, proporcionalmente a la presencia de las fuerzas políticas representadas en el Congreso, es decir, en proporción a los escaños que cada partido o movimiento tiene actualmente en el Congreso de la República. Además, este Acto legislativo concede facultades excepcionales al Presidente para la expedición de decretos con fuerza de ley con la misma finalidad de implementación de los acuerdos y sometidos a control de constitucionalidad automático por parte de la Corte Constitucional. El Acto Legislativo para la Paz dispuso en su texto que regirá a partir de la refrendación popular del acuerdo final para la terminación del conflicto. Sobre el futuro proceso legislativo derivado del Acto Legislativo para la Paz, la Misión de Observación Electoral (MOE) realizó un análisis en el que cuantifica las reformas constitucionales, leyes estatutarias, ordinarias y decretos necesarios para la implementación de los acuerdos. La proyección consiste en la expedición de: 8 leyes estatutarias, 7 decretos, 5 actos legislativos, 4 leyes, y varios actos de voluntad política en razón a que tratan de asuntos que ya están contemplados en normas pero, por falta de voluntad política o presupuesto, no se han materializado como el caso de las veedurías. (El Espectador, 2016) Finalmente creemos que la finalización del conflicto armado del Estado con las FARC-EP, junto a la reparación de las víctimas abre el camino hacia la paz, aunque sea la guerra con la que tenemos que luchar por constante y habitual, y la reconciliación la que debemos aspirar a construir, como lo explica a continuación Diego Uribe Vargas (1996): Mientras exista un hombre al que la guerra pueda traer ventajas, y este hombre tenga poder e influencias suficientes como para desencadenarla, toda lucha contra esa conflagración será infructuosa (…) en ello hay que basarse para plantear la cuestión de la paz mundial, solamente en ello. Ni en los motivos religiosos, ni en los filosóficos, ni en los éticos. Estos no tienen importancia alguna. No podemos apelar con la más mínima esperanza de éxito ni a la razón ni a la compasión ni al honor. Se trata, exclusivamente, de cambiar el orden del mundo, de tal manera que ninguna persona, ni una sola, ni en su patria, ni en un país enemigo tenga la más mínima oportunidad de mejorar su situación personal por medio de una guerra, con melancolías y sentimentalismos, jamás podréis conmover el corazón de los políticos, ni de los agregados, ni de los generales, ni el de los proveedores del ejército (Uribe, 1996:55- 56). BIBLIOGRAFÍA Ferrajoli, Luigi (2015). La Justicia Penal Transicional para la Colombia del Postconflicto y las garantías para la paz interna. Conferencia presentada en el XII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional. Bogotá. Uribe, Diego (1996). El Derecho a la paz. Bogotá. Universidad Nacional. El Espectador (1 de marzo de 2016). Normas para honrar la palabra. El Espectador. Recuperado http://www.elespectador.com/noticias/politica/normas-cumplir-losacuerdos-de-paz-FARC-EP-articulo-619706