TIZIANO VECELLIO (TIZIANO), “El emperador Carlos V en Mühlberg” (1548) Tiziano es otro de los más grandes pintores que reconoce la Historia del Arte. Famosísimo en vida, y muy admirado por los hombres de su tiempo, vivió fastuosamente en una mansión veneciana, rodeado de literatos y músicos, gracias a las grandes riquezas que atesoró nacidas del ejercicio de su arte. Muy solicitado por los poderosos de la época, su estilo tendrá poderosísima influencia en los siglos posteriores. Dada su extraordinaria longevidad (1488/90-1576) y sus magníficas dotes pictóricas, se inició en el renacimiento veneciano y acabó en el más puro barroco. El cuadro que ahora observamos es un claro modelo de su forma de afrontar el retrato, que tan célebre lo hizo. Aparece Carlos V después de la batalla de Mühlberg (24-IV-1547), victoria española contra los protestantes, pero inicio del declive del poderío del imperio. Tiziano retrata al emperador pero no como persona sino representando la idea de imperio. Por ello, de Carlos sólo tenemos la cara, lo demás, el caballo y la armadura, son elementos del rango. Representar al personaje montando un caballo que hace una cabriola es un recurso renacentista para expresar la idea del poder del hombre que sujeta las fuerzas de la naturaleza. El porte, la actitud, la expresión del rostro... están sujetos a un profundo estudio psicológico para resaltar la majestuosidad del emperador. El conjunto, así, aparece impregnado de una gran solemnidad. No obstante, y aquí radica parte de la genialidad de Tiziano, al contemplar el cuadro nos alcanza también una sensación contradictoria, una cierta melancolía del personaje solitario, como si Carlos V supiese que había vencido en la batalla, pero no iba a ganar la guerra.