Franciscanas Misioneras de María Via Giusti 12 00185 Roma -------------------------------Superiora General Nº 2 Grottaferrata 20 de agosto 2009 Queridas hermanas, ¡Paz a cada una de vosotras! Acabamos de celebrar la Fiesta de la Asunción, por ello en primer lugar, me gustaría agradeceros todos los mensajes de apoyo y oración que he recibido en esta Fiesta, que la Beata María de la Pasión escogió para ser la fiesta patronal de la Superiora general, así como la fiesta de la Madre de todasi. Somos sus misioneras y nuestras vidas se han ido tejiendo juntas mediante la unidad de nuestro carisma, por el Señor que nos llamó a cada una a encarnar su Espíritu para realizar su designio en las realidades particulares en que nos encontramos. Esta Fiesta que celebra el final de la vida de la Virgen María en medio de nosotros y su Asunción en cuerpo y alma en el cielo, tuvo también para mí un cariz especial, en mi reciente e imprevisto viaje a Sri Lanka, debido al i JO 697, 12 de mayo 1903 fallecimiento repentino e inesperado de la provincial, Hna. Christobel Wijesekera. Muchas de vosotras habéis conocido a Hna. Christobel, no sólo por su rol de provincial, sino también como miembro de la Oficina de Formación y responsable de la comunidad de acogida de Via Giusti durante siete años, antes de su elección como provincial por segunda vez en 2003. Con su actitud silenciosa y modesta, conquistó el corazón de muchos, y damos gracias a Dios por su vida entre nosotras como FMM, por el privilegio de haberla conocido, y por su pasión por la paz y reconciliación en respuesta a los terribles conflictos en los que estaba sumergido su país. Nuestra oración y pensamiento están con las hermanas de la provincia después de esta gran pérdida, y en particular con Hna. Rose Fernando que generosamente ha aceptado tomar esta responsabilidad hasta el 31 de octubre. Esto dará tiempo para consultar a las hermanas de la provincia y ayudará al Consejo General en su discernimiento para nombrar una hermana que complete el mandato de Hna. Christobel. La muerte siempre nos habla de vida, como todas sabéis por propia experiencia, al haber perdido seres con quienes tuvisteis la dicha de compartir, los que habéis apoyado y continuáis apoyando, seres queridos a vuestro corazón: hermanas, miembros familiares, amigos. Nuestra fe nos asegura que la muerte no tiene la última palabra, que aunque nuestro cuerpo es limitado, nuestro espíritu se mantiene vivo, en el abrazo inimaginable y vivificador de nuestro Dios viviente, para ser parte ‘de esa densa nube de testigos entorno nuestro’ii. ii 2 Ebr. 12,1 No sabemos si nuestra vida será larga o corta, pero sabemos que tenemos el poder de aportar calidad e influenciar nuestro testimonio de vida. Desde nuestro libre albedrío podemos determinar ese testimonio de alguna manera, ya sea colaborando o obstruyendo la gracia de Dios en el Espíritu Santo. El Libro de la Sabiduría, mostrando la Sabiduría como imagen femenina del Espíritu de Dios, nos dice que 'entrando en las almas santas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas’iii. Con todo lo que recibimos en nuestra vida de religiosas consagradas, ¿cómo tratamos de colaborar con ese Dios que santifica nuestras almas? Cada persona, consciente o inconscientemente, es guiada por un espíritu. En la vida de San Francisco tenemos el gran ejemplo del que en su juventud fue guiado por el espíritu de vanagloria, pero después de la guerra en Perugia y de un tiempo en prisión, se dejó guiar por el Espíritu Santo. Aprendiendo de su experiencia dice claramente a sus hermanos, y a nosotras: '….. se guarden los hermanos de toda soberbia, vanagloria, envidia y avaricia, de preocupación y solicitud de este mundo, de difamación y murmuración… aplíquense en cambio, a lo que por encima de todo deben anhelar: tener el Espíritu del Señor y su santa operacióniv. Esto también se hace eco en nuestras Constituciones: Como Francisco deseamos por encima de todo tener el Espíritu del Señorv. iii Sab. 7,27 2ª Regla 10, 7-8 v CS 11 iv 3 Thomas Merton, uno de los grandes escritores espirituales de nuestro tiempo, nos ayuda a clarificar esto cuando distingue entre nuestro ser auténtico y falso. Nuestro ser falso es la identidad que cultivamos con el fin de situarnos en la sociedad con orgullo y llenos de nosotros mismos, centrados en los deseos de nuestro ego, y que nos consideren fuera de lo común y especiales. Nuestro ser auténtico es un profundo misterio religioso, conocido sólo y completamente por Dios, centrado en el Espíritu Santo donde podemos descubrir nuestra unidad con toda la creación en Diosvi. La tarea de nuestra vida y la esencia de nuestra llamada es caminar por ese sagrado camino interior, para descubrir nuestra verdadera identidad en Dios, descubrir la realidad del mundo en nosotros y no sólo el conocimiento del mundo a nuestro alrededor; sino conocer “nuestra vida escondida con Cristo en Dios”vii. Merton nos advierte: 'El que intenta actuar y hacer las cosas para los demás o para el mundo sin ahondar la comprensión de sí mismo, la libertad, la integridad y capacidad para amar, no tendrá nada que dar a los demás. El o ella no les comunicarán nada más que sus propias obsesiones, la agresividad, las ambiciones egocéntricas y falsas ilusiones…'viii. La llamada está clara y se afirmó en nuestros deseos del último Capítulo General: 'Como Franciscanas misioneras de María anhelamos que la minoridad impregne todo nuestro ser. Hallamos nuestra inspiración en la kénosis de Cristo, en el Lavatorio de los pies y, en la manera en la que la vi New Seeds of Contemplation p. 34-35’ Col. 3,3 viii Contemplation in a World of action p. 164 vii 4 minoridad modeló las vidas de Francisco de Asís y María de la Pasión. Reconocemos la distancia existente entre lo que estamos llamadas a ser y lo que a menudo somos; tratamos de reducir esta distancia. Redescubrimos el rostro de Dios que es un Dios humilde y deseamos que este descubrimiento cambie nuestra forma de mirar, nuestra manera de contemplar y de ser en el mundoix. Podemos preguntarnos todas: ¿qué espíritu está guiando mi vida en la actualidad, en mis relaciones con otros, en la comunidad, en el ministerio y en mis actitudes frente a la realidad en que me encuentro? ¿Con qué frecuencia dedico el espacio y tiempo necesarios para orar en el silencio de mi corazón y escuchar la voz de Dios que me ofrece curación y paz, amor incondicional y me libera de mis miedos? La opción es nuestra, porque Dios de profunda humildad nos ha dejado libres, y San Pablo, que conoció íntimamente el amor de Dios ante su propio pecado, nos dice hoy en la Carta a los Efesios: ‘no aflijáis al Espíritu de Dios que os selló para el día del rescate…'x. Podemos también inspirarnos en 'la mujer del verdadero poder' como María de la Pasión le llamaba. Sr. Elizabeth Johnson CSJ, teóloga contemporánea afirma en sus escritos: 'María es mujer de Espíritu. Confía su vida a la realidad absoluta y benévola de Dios trascendente y siempre presente que vivifica, renueva y santifica el mundo. Sea tomando la iniciativa, regocijándose, criticando, ponderando, sufriendo, o bien, buscando su camino a través de los días ordinarios, en ix x Doc Cap 2008, A1 Eph 4,30 5 colaboración de amor con el Espíritu, inscribe en nuestra historia una historia de gracia.'xi. ¿Podremos nosotras, sus misioneras, confiar nuestras vidas ‘a la realidad absoluta y benévola de Dios, y encontrar ‘nuestro camino a través de los días ordinarios, en colaboración de amor con el Espíritu'? Que podamos ofrecernos como María, para que 'el Espíritu realice en nosotras la obra del Padre’xii, por la Vida del mundo. Paz y afecto. Vuestra hermana, Suzanne Phillips, fmm Superiora general xi xii 6 Truly our Sister: A theology of Mary in the Communion of Saints p.305 CS 2