El enemigo, de Baudelaire 1) Ya en el título la referencia al Tiempo como el antagonista del poeta que absorbe su vida está explícita: el enemigo es la muerte. Al principio del primer cuarteto, la metáfora de la tormenta (reforzada luego por otros símbolos complementarios: “los rayos y la lluvia”), para aludir a la juventud del poeta expresa bien lo turbulento de aquella etapa de la vida de Baudelaire, marcada por el alcohol, la prostitución y las drogas. El poeta concede que hubo momentos positivos (“soles luminosos”) pero el balance no puede ser más negativo: “en mi jardín (= vida) ya quedan muy pocos frutos rojos (= ilusiones)”. No en vano el poeta se encuentra en su declive vital y anímico (“el otoño toqué de las ideas”) por lo que se prepara para morir (“es menester usar la pala y los rastrillos”) y reestablecer el equilibrio de la tierra, símbolo bíblico de la muerte (polvo somos y en polvo nos convertimos), ya que el agua, símbolo y origen de la vida, “ha cavado grandes hoyos cual tumbas” (símbolo de muerte). El primer terceto, interrogación retórica pues la respuesta es negativa, se inicia con el símbolo de una posible esperanza (“nuevas flores con las que sueño”), pero el poeta expresa su pesimismo a través de un símil (“este suelo igual que una playa empapado”) referente a la infertilidad de la tierra donde podría residir “el alimento místico (símbolo de la fe) que ha de darles vigor” (fuerza para seguir viviendo). Hasta este momento, todo el poema ha desarrollado una alegoría que, tomando como base de analogía la Naturaleza, expresa la desazón vital del poeta. En el último terceto, el Enemigo personifica y simboliza a la muerte que, destruyendo poco a poco la vida (simbolizada metonímicamente en “el corazón” y “la sangre”), acaba con todos nosotros (“nos roe”, “robándonos”). 2) El poema titulado “El enemigo” del libro Las flores del mal (1857), de Charles Baudelaire, es la décima composición del centenar que incluye el poemario. En 1861 una segunda edición del libro excluye seis poemas censurados e incorpora 32 nuevas poesías. La arquitectura de la obra se asienta en seis secciones. “Spleen e Ideal” (poemas 1 a 85), serie a la que pertenece el poema comentado, muestra la doble postulación de la conciencia del poeta entre las trágicas dualidades Bien, Dios, amor espiritual, belleza absoluta, felicidad / Mal, demonio, amor carnal, belleza perecedera, “spleen” (hastío vital). Esta sección del libro, a su vez, la podemos subdividir en varios ciclos: 1. Sobre la condición del artista y su función en la sociedad (poemas 1-21). 2. Poemas dedicados a varias amantes (22-59). 3. Composiciones que abordan el tedio vital (60-85). La segunda sección, “Cuadros parisienses” (86-103), se acerca a la ciudad de París, sus gentes y los bajos fondos desde una visión moderna. Las tres secciones siguientes –“El vino” (104-108), “Las flores del mal” (109-117) y “Rebelión” (118-120)- suponen intentos por buscar escapatorias al sufrimiento. El alcohol, las drogas y los cantos a Satán no son más que los recursos de un hombre atormentado intentando llegar al Ideal. La última sección, “La muerte” (121126), es la revelación del fracaso en la sublime búsqueda: el Mal ha triunfado y la muerte será la solución a todas las inquietudes. En “Al lector”, que sirve de prólogo al libro, Baudelaire, tras representar el deprimente estado de la humanidad, termina dirigiéndose al lector para que se reconozca en su propia miseria y en sus mismos vicios. 3) La poesía de la segunda mitad del siglo XIX, periodo en el que se inscribe la obra de Charles Baudelaire, rompe tanto con la tradición de la lírica romántica como con la orientación realista de la novela. Esta poesía brota de una actitud de rebeldía contra los valores y costumbres burgueses, por un lado, y contra el modo tradicional de concebir la vida y el arte, por otro. De esta actitud rebelde nacen la bohemia, el dandismo (el artista como genio o elegido, muy superior al hombre burgués) y el malditismo (el artista como un ser antisocial y amoral, rechazado por sus contemporáneos). El creador e impulsor del movimiento simbolista es Baudelaire. Con él comienza la poesía moderna y a él le sguiran poetas como Mallarmé, Rimbaud o Verlaine. La misión del poeta es descubrir los significados ocultos que se esconden más allá de la realidad sensible. Las cosas que sentimos y conocemos no son más que símbolos de una suprarrealidad; de ahí que el poeta deba hallar las correspondencias. Y para sugerir (no mostrar) esos significados ocultos se recurre a la musicalidad de las palabras y a la sinestesia o cruce de sensaciones. El lenguaje poético es, por tanto, evocación y sugestión y el poeta un visionario. Baudelaire es el primero en utilizar como material poético la nueva realidad urbana surgida de la revolución industrial, el paisaje de la ciudad moderna con sus masas anónimas, su miseria, etc. Su búsqueda moral y estética de una nueva realidad le llevará a la creación de un discurso poético del paraíso artificial: para combatir el tedio o hastío de la vida cotidiana (lo que él llama “spleen”) propone el éxtasis de los sentidos a través de las drogas o el mal. Inicia también un nuevo género en la poesía moderna, el poema en prosa, breves composiciones que, junto al uso del verso libre, será utilizado por poetas del siglo XX. 4) Con el término vanguardias se designa una serie de movimientos artísticos que se producen en Europa durante el periodo de entreguerras (1914-1939). Como características generales del espíritu vanguardista pueden señalarse las siguientes: 1. Ruptura y revolución contra el arte del pasado, en especial contra el realismo. Este rechazo conduce al símbolo y, en última instancia, a la abstracción. 2. Pretensión de originalidad y novedad absolutas; rechazo de normas y tradiciones. 3. Búsqueda y experimentación de nuevas técnicas expresivas, a menudo por la vía de la excentricidad o la provocación. 4. Triunfo del irracionalismo filosófico y tendencia hacia lo imaginativo e irracional y, por lo tanto, a una autonomía del arte frente a la realidad. 5. Alejamiento del gran público. 6. Escasa duración de cada vanguardia por la rápida sustitución de unas por otras. 7. Conciencia de grupo, manifestada en manifiestos con los que se dan a conocer. El más importante de los movimientos de vanguardia fue el surrealismo. El primero de sus manifiestos apareció en París en 1924, firmado por André Breton. Además de renovar el arte, el surrealismo pretende también cambiar la vida. Para ello, es necesario acceder a una realidad más alta (superrealismo sería una traducción del francés más exacta). Y esa realidad se encuentra en lo más hondo de las personas, en el subconsciente. La función del arte debe consistir en explorar el subconsciente, liberando al individuo de los impulsos reprimidos en él por las convenciones morales y sociales, siguiendo las teorías de Freud. Asimismo, se propugna la liberación del hombre de la alienación del sistema burgués (Marx), sintetizando así las dos corrientes de pensamiento más influyentes del siglo XX. Como método para acceder al subconsciente, proponen la escritura automática, libre asociación de ideas al margen de la razón a través de un lenguaje ilógico pero evocador. Se recurre también a la metáfora surrealista, totalmente arbitraria y abierta a interpretaciones múltiples. Uno de los temas más frecuentes del surrealismo es el mundo de los sueños, donde más fácilmente aflora el subconsciente y del que se toman imágenes oníricas. Esto ha influido en todas las artes, desde la literatura (el monólogo interior de la novela moderna, por ejemplo) o la pintura (Dalí, Miró) hasta el cine (Buñuel, Hitchcock…).