Charles Baudelaire Nacido en Paris (1821-1867) es uno de los iniciadores de la sensibilidad artística y poética de nuestro tiempo. Baudelaire intentó encontrar un camino personal en medio de una época de transformaciones y replanteamientos en el campo de los valores estéticos, ideológicos y sociales. La fecha de publicación de su obra más conocida, Les fleurs du mal (1857), hace referencia a ese momento de ruptura que fue justamente la mitad de siglo. Este poemario fue prontamente famoso pero no por su calidad poética, sino por el proceso legal en el que fueron acusados el poeta y su impresor, con cargos de “ultraje a la moral pública”. El resultado del proceso fue la condena a pagar una multa (de 200 francos para el editor y 300 para el autor) y seis poemas fueron censurados y suprimidos en la publicación. Sólo en 1949, casi cien años después, Baudelaire y su editor son rehabilitados frente a la corte. Se trataba de los poemas: Les Bijoux, Le Léthé, À celle qui est trop gaie, Lesbos, Femmes damnées y Les Métamorphoses du vampire. A lo largo de su vida, Baudelaire se distinguió no sólo como poeta sino también como crítico de arte, iniciando una tradición de reflexión desde un artista sobre obras de arte que le son contemporáneas. Sus publicaciones más importantes en este sentido son los Salons de 1845 y 1846 que se ocupan de las exposiciones oficiales de pintura y Le peintre de la vie moderne, ensayo dedicado al artista Constantin Guys. También fue crítico musical, reflexionando especialmente sobre la obra del alemán Richard Wagner. Además, cumplió una muy importante labor como traductor del inglés al francés de otro gran poeta y narrador de su tiempo, el norteamericano Edgar Alan Poe. No es el propósito de este material el aportar información en general sobre la vida de Baudelaire aunque es claro que tiene relación con su obra. Llevó una vida disipada, caracterizada por sus continuos choques con el ambiente familiar debido a su inclinación hacia las drogas, el alcohol, el ambiente bohemio y la prostitución. Tuvo una muerte temprana y dolorosa causada por la sífilis, enfermedad de trasmisión sexual de altísima incidencia en el siglo XIX, que afectó a todas las clases sociales y muy especialmente a artistas que vivían vinculados al mundo de la prostitución y los bajos fondos. Sería reduccionista definirlo como romántico, simbolista, decadente o parnasiano, ya que podría decirse que Baudelaire –tomando elementos de todas estas corrientes - genera un ideal estético que le es propio y que más tarde ha sido leído como el ideal estético de la Modernidad por excelencia. Hay en Baudelaire un doble impulso, uno ascendente hacia el ideal, la pureza y otro descendente, destructor, hacia el mal, el tedio, el spleen y estas dos fuerzas opuestas, que luchan en la interioridad del poeta se ponen de manifiesto en su obra. "Existen en todo hombre, y a todas horas, dos postulaciones simultáneas: una hacia Dios y otra hacia Satán. La invocación a Dios, o espiritualidad, es un deseo de ascender de grado; la de Satán, o animalidad, es un gozo de rebajarse" afirma el poeta. Esta tensión de la complejidad del alma humana emerge en toda su obra como producto de su experiencia personal azotada por el irresistible poder del mal que toma forma en los placeres efímeros que atenazan su voluntad, juego de fortalezas y debilidades, de sumisiones y rebeldías, de excesos que provocan enfermedades, de placeres que despiertan castigos. Hay en este hombre una alegría en descender y una necesidad de hundirse en lo más bajo, una tendencia al gozo y al placer. El mal lo atrae como forma de evasión, el alcohol y el haschish lo arrancan momentáneamente del spleen, pero esta huida es pasajera, y luego que los efectos de los “paraísos artificiales” pasan vuelve a sentir el asco por el mundo y por sí mismo. El spleen o 'el tedio de vivir' El spleen es una angustiosa melancolía devastadora que paraliza la voluntad, asfixia el alma, embota los sentidos y ahoga los deseos de superarse, de crecer. No es la manifestación de tristeza por un motivo concreto sino una angustia de carácter existecial cuando todo se vuelve insípido, detestable y toda distracción pierde su aliciente, cuando se carece del encanto o del gusto por la vida, eso es el spleen. Los artistas bohemios parisienses sobreviven intoxicados por esa sensación causante de la depresión y la tristeza. Inmersos en esa masa urbana anónima y despersonalizada, sufren los efectos de la modernidad: el tedio, la náusea, la incomunicación, la soledad, el ser para la muerte, la existencia sin sentido, la ausencia de esperanzas, el absurdo y la angustia. El spleen se manifiesta a los ojos de Baudelaire como una toma de conciencia de la condición humana porque en el estado emocional de dolor se agudiza la lucidez que le permite captar la imposibilidad de ser feliz: ser radicalmente insatisfecho, sin perspectivas, condenado a una decadencia progresiva que culminará con la muerte. Y este dolor es, además, creciente con el tiempo pues la belleza se marchita, la capacidad de esfuerzo disminuye, la inteligencia se obnubila y la lucidez decrece. "Hay algo más grave que los dolores físicos -escribe Baudelaire-: es el miedo a ver como se debilita, decae y desaparece en esta horrible existencia llena de conmociones la admirable facultad poética, la claridad de ideas y la capacidad de esperanza que constituyen en realidad mi capital". Las flores del mal Las Flores del mal (título original en francés: Les Fleurs du mal) es una colección de poemas de Charles Baudelaire. Considerada la obra máxima de su autor, abarca casi la totalidad de su producción poética desde 1840 hasta la fecha de su primera publicación. La primera edición constó de 1.300 ejemplares y se llevó a cabo el 23 de junio de 1857. La segunda edición de 1861 elimina los poemas censurados, pero añade 30 nuevos. La edición definitiva será póstuma, en 1868 y, si bien no incluye los poemas prohibidos, añade algunos más. En esta versión consta de 151 poemas. La censura que recayó sobre algunos de sus poemas no será levantada en Francia hasta 1949 Estructura de Las flores del mal a) Dedicatoria a Teófilo Gautier, poeta representativo de “el arte por el arte” b) Introducción: Primer poema: Al lector. El propósito es el tedio que invade al lector igual que al poeta y la complicidad entre ambos c) Spleen e ideal: poemas 1 à 85. Describen la dualidad entre el deseo de recuperar la pureza perdida y la sensación de estar enfangado en la realidad. d) Cuadros parisienses: poemas 86 à 103. La ciudad impone al poeta su fealdad y su maldad, pero también momentos y personajes mágicos e) El vino: poemas 104 à 108. El vino permite soñar que se accede a la liberación, al paraíso perdido. f) Flores del mal: poemas 109 à 117. Todos los vicios que expresan la desesperación del que se contempla a sí mismo en su cuerpo y en su interior. g) Rebelión: poemas 118 à 120. El hombre, asqueado de sí mismo, se dirige a Satanás, que representa la depravación, entre injurias y blasfemias. h) La muerte: poemas 121 à 126. La esperanza única de salvación y la última esperanza está en la muerte. Revisaremos a continuación algunos elementos de su estética. Agrego para cada caso algunos poemas de Las flores del mal que pueden ilustrar mejor los elementos citados. -La sed de Ideal, característica de los Románticos, que lleva al lamento por la pérdida del paraíso y a un sentimiento de constante insatisfacción. Recordemos que la primera y más larga sección de Las flores del mal se llama “Spleen e Ideal”. Podemos leer en este sentido los poemas “Perfume exótico” y “La invitación al viaje”. El exotismo, evasión romántica hacia lugares idealizados, puede leerse asimismo en estos poemas. -La insatisfacción provoca el spleen (estado de melancolía sin causa definida o de angustia, tedio vital, ) y también la necesidad de huir. Poemas donde pueden verse estas características: “Spleen” (hay cuatro poemas que llevan este mismo nombre: I, II, III y IV), “Al lector”, “El viaje”. El ser poeta es al mismo tiempo maldición y bendición y esta naturaleza “mixta” provoca sufrimiento; poemas “El albatros”, “Bendición”. -La rebeldía, que puede expresarse en el plano político (recordar que Baudelaire participa, según se cree, en la comuna de París de 1848) o religioso, tiene su expresión literaria sobre todo vinculada al satanismo y la blasfemia. En este contexto, el satanismo es más bien la fascinación de algunos escritores, los llamados escritores malditos, por la figura literaria de Satán. Satán tendrá una caracterización casi Romántica, definido por su rebelión contra Dios y el sufrimiento perpetuo. De hecho, una corta sección del poemario se llama Rebelión y allí se encuentran tres poemas ilustrativos: “Las letanías de Satán”, “La negación de San Pedro” y “Caín y Abel”. -La atmósfera poética y fantasmagórica rodea a los seres y a las cosas más humildes y permite, mediante una operación poética que un objeto bello y deseable (el cuerpo femenino, por ejemplo, o el recuerdo de una antigua sirvienta) se convierta en una imagen de muerte y destrucción. Poemas “A una carroña”, “La sirvienta de gran corazón”. -El exotismo también se manifiesta en el gusto por ciertos personajes marginales y despreciados, como por ejemplo los gitanos, las criollas (mujeres hijas de europeos y americanos o africanos) y las prostitutas y mendigas. Poemas “Caravana de gitanos”, “A una dama criolla”, “A una mendiga pelirroja”, “Una noche en que estaba…”. -Continuando la característica romántica de entender lo femenino como dos naturalezas (angélica – demoníaca) opuestas e igualmente fascinantes, en Las flores del mal encontraremos sin embargo muchos más ejemplos de la mujer-demonio. Se suele entender que estos últimos poemas son los dedicados a Jeanne Duval (pareja de Baudelaire durante varios años) y que los que presentan en cambio una visión de la mujer-ángel serían dedicados a Madame Sabatier. De ahí que se hable del “ciclo Jeanne Duval” y del “ciclo Madame Sabatier” en el poemario. En nuestra lectura lo importante no es reconocer cuál es la referencia de la realidad para esos poemas, sino hacer una lectura en la que los elementos de “demonización” o “angelización” queden en evidencia. Para el primer ciclo, los poemas “Tu pondrías el universo entero”, “Sed non satiata”, “El vampiro”. Para el segundo: “Qué dirás tú esta noche”. -Actitud hacia la naturaleza: Baudelaire en este sentido se despega de la estrecha relación con la naturaleza que tenían los Románticos. Si bien hay referencias a la naturaleza en su obra, él admite su desprecio por la misma. En una carta de 1855, respondiendo a un pedido de “versos sobre la Naturaleza” dice: “yo no creeré jamás que el alma de los Dioses habita en las plantas, y aún cuando allí habitase me importaría bastante poco y consideraría a la mía propia como de un precio más alto que la de los vegetales santificados”. Rechazará la imitación de la naturaleza y más bien subrayará la habilidad del poeta para “componer” con ella, recordemos el título del poemario, cuyo núcleo es la palabra “flores”. Esto se relaciona con su ideal de belleza ligada al artificio, a la obra humana y no a la Naturaleza en sí. Si para los románticos la belleza era tomada de la naturaleza y de los mitos como símbolos de una armonía perdida, para Baudelaire el paisaje mítico de donde provenía la fuente de inspiración era la ciudad, sus habitantes anónimos, sus miserias humanas, sus placeres, su dinámica. -Los paraísos artificiales es el título de un ensayo escrito por Baudelaire en 1860 en el que cuenta algunas experiencias propias y de sus conocidos con el hachís, el opio y el vino. No se trata de una defensa del uso de estas sustancias, que, recordemos, no eran ilegales ni tenían tanta carga negativa como tienen en la sociedad actual. Es más bien un análisis lúcido de sus efectos y de su razón de existir en la sociedad, allí leemos: “Esa agudeza del pensamiento, ese entusiasmo de los sentidos y del espíritu debieron parecerle al hombre, en todos los tiempos, como el mayor de los bienes; es por eso que no considerando más que la voluptuosidad inmediata, él ha buscado –sin inquietarse por violar las leyes de su constitución- en las ciencias físicas, en la farmacéutica, en los licores más groseros y en los perfumes más sutiles, bajo todos los climas y en todos los tiempos, los medios de huir, aunque sea por algunas horas, de su habitáculo de fango (…) (El hombre) ha pues querido crear el Paraíso a través de la farmacia, de las bebidas fermentadas, como si fuera un loco que remplazase muebles sólidos y jardines verdaderos por decorados pintados en tela y montados sobre marcos.(…) ¿Qué es un paraíso que uno compra al precio de su salvación eterna?”. En Las flores del mal encontramos una sección corta “El vino” dedicada enteramente a este tema y una referencia al opio en “El veneno”. -La ciudad, ligada a la vida moderna es otra gran característica de su poesía. Si bien las ciudades existían desde hace siglos, el siglo XIX asiste al nacimiento de la “gran urbe”, ciudad anónima y fugaz, que Baudelaire convierte en protagonista de su poesía: la segunda sección del poemario se denomina “Cuadros parisinos”. Esta fugacidad se relaciona con su noción de belleza y de Modernidad, expresados en el ensayo El pintor de la vida moderna: “la modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, que es la mitad del arte, cuya otra mitad es lo inmutable”. Según él, el problema para el pintor de la vida moderna se presenta cuando pretende captar la efímera y contingente novedad del presente, que es la vida trivial, la cotidiana metamorfosis de las cosas externas. Hay un rápido movimiento que reclama una ejecución igualmente rápida por parte del artista, podrían verse algunas obras de Constantin Guys que dan una solución a este problema. La dificultad no es solo para las artes plásticas, pues también el escritor la afronta a fin de reproducir la multiplicidad de la vida a cada instante, para presentarla y describirla en imágenes tan vitales como la vida misma, la cual siempre es inestable y fugitiva. El escritor debe reproducir “la circunstancia en todo aquello que sugiera lo eterno”, pues su ocupación reclama la capacidad de “destilar lo eterno de lo transitorio”. No es el pintor de las cosas eternas, o por lo menos más duraderas. Para destilar lo eterno desde lo transitorio, el escritor debe tener una capacidad especial como espectador capaz de traducir la vida banal y cotidiana para trasladarla al ámbito de lo que es válido más allá del tiempo. Para eso se servirá de los segmentos de la realidad, de las huellas que encuentra en la ciudad y este fragmentarismo será llevado al extremo por las vanguardias en el siglo XX. El simbolismo Charles Baudelaire, precursor del Simbolismo. El simbolismo literario fue un movimiento estético que animó a los escritores a expresar sus ideas, sentimientos y valores mediante símbolos o de manera implícita, más que a través de afirmaciones directas. Es por esta razón que su poesía se vuelve oscura, hermética y, muchas veces, difícil de comprender. Este movimiento nace con la poesía de Charles Baudelaire. Stéphane Mallarmé se encargó de difundir el movimiento a través de su salón literario y su poesía, como se pone de manifiesto en La siesta de un fauno (1876). Sus ensayos en prosa, Divagaciones (1897) constituyen una de las principales aportaciones teóricas a la estética simbolista. Otras obras fundamentales de este movimiento fueron las Romanzas sin palabras (1874) de Paul Verlaine y El barco ebrio (1871) y Una temporada en los infiernos (1873) de Arthur Rimbaud No estaba circunscrito a la poesía sino a todas las artes y proponía recurrir a procedimientos artísticos cada vez más refinados (sugestiones, analogías, asociaciones, sinestesias, signos simbólicos, rítmica cercana al mundo de la música). Se proponía representar el mundo de los sueños; el ámbito de lo misterioso, de lo psicológico, de lo irracional. Comienza en Francia hacia 1885 y fue en sus comienzos una reacción literaria contra el Naturalismo y Realismo, movimientos anti idealistas que exaltaban la realidad cotidiana y la ubicaban por encima del ideal, proponiendo temas basados en el conocimiento científico, la descripción de la realidad y el carácter didáctico de la literatura Estos movimientos provocaron un fuerte rechazo en la juventud parisina, llevándolos a exaltar la espiritualidad, la imaginación y los sueños. Para los simbolistas, el mundo es un misterio por descifrar, y el poeta debe para ello trazar las correspondencias ocultas entre el mundo sensible y el mundo espiritual. CARACTERES DEL SIMBOLISMO 1. Sugestión: las cosas no deben ser dichas claramente sino sugeridas, dichas a medias, dejando al lector, al escucha, en la necesidad de adivinar el misterioso mensaje espiritual del poeta. Todo debe ser insinuado, dejado en la semi-penumbra. Debe buscarse despertar en el alma estados imprecisos, brumosos, de la subconsciencia. En ese sentido el simbolismo está de acuerdo con las actuales tendencias psicológicas que dan gran importancia al estudio de lo inconsciente. Como vemos, con el simbolismo se volvió a la poesía subjetiva, que había desaparecido al morir el romanticismo: es que el simbolismo es el heredero de aquella tendencia intimista, que había nacido del romanticismo. Se basa en que la realidad exterior no se puede conocer: la única realidad es la de nuestro mundo interior; hay una influencia de la metafísica de Kant, que no admite otra verdad que el mundo de las ideas. El poeta simbolista no se dirige a nuestro mundo lúcido, lógico; entonces es absurdo que nosotros queramos aplicarle la lógica a sus versos y preguntar ¿qué quieren decir?. Debemos, en cambio, recibirlos en nuestra semiesfera, la de lo inconsciente, la de la semipenumbra de nuestra alma, en la que tienen resonancia las vaguedades y las sugestiones confusas. Decía Mallarmé “que nombrar un objeto es suprimir las tres cuartas partes del goce estético, que está hecho de la felicidad de adivinar poco a poco; sugerir: he ahí el sueño”. Hay que dar pues, la idea de una cosa sin nombrarla jamás: no hay que hacer pensar, sino soñar, y crear el misterio. 2. Uso de símbolos: ¿Qué se entiende por símbolo? Un símbolo es la representación perceptible de una idea. Mediante el proceso de simbolización, una idea o elemento abstracto se hace gráfica, plástica, palpable. El poeta simbolista se valdrá de multiplicidad de símbolos con el fin de representar o reflejar una realidad intangible, imperceptible e impalpable. 3. Las sensaciones: Los simbolistas dieron gran importancia a todo lo sensorial, su poesía se colma de sensaciones. Los simbolistas entremezclan las sensaciones provocando extrañas armonías; crean complejos sensoriales llamados SINESTESIAS. La Sinestesia consiste en mezclar sensaciones percibidas por órganos sensoriales distintos (sensaciones auditivas, visuales, gustativas, olfativas y táctiles). También se denomina Sinestesia cuando se mezclan estas sensaciones con los sentimientos internos (tristeza, alegría, etc...) Podemos citar algunos ejemplos: “Blanco perfume de ensueño – deja Chopin en el aire” Hay una sinestesia de tres sensaciones: visual (color blanco), olfativa (perfume), musical (Chopin). Se ha querido expresar de esa manera vaga, el estado de delicadeza, el aire de ensoñación de la música. “Que el alma que hablar puede con los ojos/también puede besar con la mirada” “Y cuando salió del agua y se acercó, sentí el calor de su mirada, el perfume de sus palabras, lo salado de sus caricias, el sonido de su belleza, lo brillante de su abrazo…” 4. El verso vale por su música: Este es otro de los postulados del simbolismo: el poeta desea rivalizar con el compositor y para eso elige las palabras, no tanto por su significado, sino por el valor musical que tienen. Se preocupa, por lo tanto, de crear sonidos armoniosos. El simbolista escribe con un vocabulario restringido y selecto. La vocal tiene un contenido eufónico del que carece la consonante; entonces, los simbolistas buscan repetir una misma vocal aglomerada para provocar una sensación sonora. 5. En este tipo de poesía, el papel del lector es importantísimo, casi tanto como el del poeta, porque la creación está hecha a medias entre el que sugiere (autor) y el que interpreta la sugestión (lector). Casi se puede decir que son dos creadores: uno dice a medias; el otro completa, si tiene la sensibilidad para captar. Quiere decir que el simbolismo es una poesía para muy pocos, para espíritus excepcionalmente finos, cosa que no ocurre con el romanticismo, por ejemplo, cuyos poemas son más fácilmente captados por el lector. Este, en un poema simbolista, interpreta a su manera; a veces puede, incluso, sacar una conclusión que difiera de lo que quiso señalar el poeta. Es que éste, ya lo vimos, no se preocupa de otra cosa que de despertar en el alma del lector, extrañas y confusas resonancias. 6. La técnica del verso: la rima de los poemas simbolistas es asonante; la consonante es considerada demasiado dura y no se presta bien a esta clase de poesía; la asonante insinúa una música más difusa. El ritmo es vacilante; vago, el ritmo matemático es sustituido por un ritmo particular de cada poeta, el metro elegido es siempre impar: pentasílabos, heptasílabos, y casi siempre en versos de arte menor. Una de las mayores innovaciones del simbolismo radica en el verso libre, especialmente creado por Rimbaud; desaparecen en él la rima y el ritmo fijos y la poesía se acerca a las zonas de la prosa poética.