Editorial La Atención Médica como diálogo Atención Médica es un concepto incorporado hace medio siglo al lenguaje médico, que Carlos Canitrot introdujo por aquellos años a la discusión en la Escuela de Salud Pública de la UBA y constituye un instrumento de análisis y una estrategia de organización y programación de los servicios sanitarios. El eje de la atención médica no pasa solamente por el hospital, sino que atraviesa horizontalmente toda la comunidad asistencial, desde los cuidados hogareños y la atención primaria, a la internación ambulatoria e institucional, hasta la alta complejidad; así como la educación incluye en un continuo la enseñanza familiar, los estudios primarios, secundarios, terciarios y universitarios, junto con los valores del ambiente cultural en que se vive.. Desde el punto de vista humanista, la Atención Médica es, fundamentalmente, un diálogo, hasta el punto que sin diálogo no hay, estrictamente hablando, atención médica. En una comparación absurda, Robinson Crusoe habrá cuidado de su salud, pero no pudo disfrutar de la atención médica, porque no tuvo con quién hablar sobre su salud o una eventual enfermedad. Platón- según dijo Laín Entralgo en uno de sus libros de reconstrucción histórica- reconocía para los ciudadanos de la Antigüedad griega los beneficios del diálogo, mientras para los esclavos se destinaba sólo una atención a base de medicamentos. . La falta de diálogo en los servicios masivos de salud, reduce a la gente a la condición de los esclavos del tiempo de Platón. La atención médica hipocrática comenzó siendo una atención paternal, en la que el diálogo del enfermo que se confiaba al cuidado de su médico, establecía un nexo que era una recíproca entrega; pero que derivó siglos más tarde en el paternalismo, que es una relación de Beneficencia sin Autonomía, según lo ha dicho muy bien Fernando Lolas, el psiquiatra chileno que es un experto en Bioética; o sea, la asistencia del médico sapiente frente a un enfermo pasivo y obediente. ¿Qué exigencias plantea la atención médica entendida como diálogo? En primer lugar, el reconocimiento de la Autonomía que trajo la Bioética, al tornar horizontal la relación del médico con el paciente; que hoy vemos transcurrir cara a cara, entre un médico comprensivo y un paciente activo; es decir, entre un médico que escucha y un paciente que quiere saber para decidir; para lo cual el médico 1 vuélvese paciente y el enfermo compromete todo cuanto es, mente y cuerpo, existencia, historia personal y expectativas. En la nueva relación el profesional debe afrontar numerosas situaciones de diálogo difícil. No está en las mejores condiciones anímicas para entender, comprender y decidir, quien acude en busca de alivio mientras lo constriñe el dolor, la angustia o el temor; y se requiere del médico allanarse a la capacidad de comprensión y asumir la ayuda sin subestimar o deprimir, sino potenciando la posible participación del paciente por mínima que parezca. También los enfermos terminales, requieren de una especial atención médica continua que ponga de manifiesto esa relación humanista que acompaña, sostiene, refuerza el interés vital - por débil que sea y a veces está aparentemente agotado - de cada día de vida, uno tras otro, no importa cuántos queden, para este ser humano que requiere compañía, afecto y sostén hasta el final. Hay que tener en cuenta que mujer y hombre, en cuanto seres sociales, enferman en el ambiente que los rodea, por donde la enfermedad también es un hecho social que, como tal, repercute en el entorno. Cuando alguien enferma, la familia y los amigos enferman. Por esto, en el mundo moderno de los sistemas de salud el clásico diálogo interpersonal entre el médico y su paciente, se ha vuelto plural en el diálogo de los miembros del equipo ampliado de salud y la comunidad. Es la medicina del siglo XX, cuyos rasgos se acentuarán en el XXI, que ha asumido la atención compartida con el médico en una relación que se extiende a un equipo de salud que ha venido ampliándose en los seguros sanitarios desde la segunda posguerra, cuando los avances tecnológicos, la demanda creciente de atención y el trato humanista han dado lugar a la incorporación, junto al médico, en primer lugar, de quienes tienen competencia en el conocimiento y el trato de las necesidades anímicas individuales y sociales de las personas, o sea. psicólogos, sociólogos, eticistas, ministros religiosos y hasta filósofos. Así se han constituido los Comités de Etica en hospitales y centros de salud destinados, como es sabido, a evaluar la atención a brindar a cada paciente de acuerdo con sus características fisiopatológicas, psicológicas y espirituales. Mas la calidad asistencial tiene que ver no solamente con el trato personal, sino también con lo que podemos llamar el diálogo ambiental del enfermo con lo que lo rodea; con los objetos y las cosas del entorno, en el hospital, sanatorio o geriátrico, en el consultorio o el centro de salud, donde la luz y los colores, el aire, el ámbito, en fin, harán que el paciente se sienta forastero y alienado en un ambiente ajeno; o bien, incorporado a un entorno lo más posible semejante al hábitat familiar o consuetudinario. En este amplio espacio entran las acciones de quienes hoy en día influyen sobremanera en el dispensamiento de estos importantes factores del confort, de repercusión afectiva y espiritual, que dependen de la gestión administrativa, de la financiación, del entorno edilicio; en fin, de implementos y características que, de 2 algún modo, son condiciones dialogantes en la situación dependiente del enfermo que aspira a un bienestar compatible con sus sufrimientos y deseos de curación. Es el nuevo espacio de los gerentes, los economistas, los arquitectos, por qué no, de los empresarios y financiadores, quienes en los grandes sistemas de atención de la salud deciden muchos de estos aspectos que hacen a la convivencia ambiental con la enfermedad. Nada puede remplazar, no haría falta decirlo, la función del médico en la moderna atención de la salud. Nada de paternalismo, ya perimido; pero la vocación y el espíritu de servicio del médico, sigue siendo la garantía de una atención médica humanista y personalizada, de eficacia ensanchada en ámbitos que el desarrollo cultural, científico y tecnológico e industrial, amplía sin cesar. . Entonces, todo en los ambientes en los que se halla el enfermo (personas y cosas) debe responder al espíritu de ayuda y servicio del médico, quien, por su profesión, su formación, y, aún más, por exigencias de la condición humana sometida a los riesgos y los dolores de la enfermedad, comparte hoy en día en el seno de los organismos de conducción, tanto como en los lugares de trabajo, el empeño de los miembros del equipo de salud por la satisfacción de los requerimientos de las personas en la búsqueda de la salud. La formación del médico, como la de los demás miembros del equipo, debe asegurar esta competencia, como un requerimiento significativo de una sociedad en cambio. Carlos J. García Díaz 3