Atención Médica y Diálogo. Revista 2 de 2001

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Editorial
La Atención Médica como diálogo
Atención Médica es un concepto incorporado hace medio siglo al lenguaje
médico, que Carlos Canitrot introdujo por aquellos años a la discusión en la
Escuela de Salud Pública de la UBA y constituye un instrumento de análisis y una
estrategia de organización y programación de los servicios sanitarios.
El eje de la atención médica no pasa solamente por el hospital, sino que atraviesa
horizontalmente toda la comunidad asistencial, desde los cuidados hogareños y la
atención primaria, a la internación ambulatoria e institucional, hasta la alta
complejidad; así como la educación incluye en un continuo la enseñanza familiar,
los estudios primarios, secundarios, terciarios y universitarios, junto con los
valores del ambiente cultural en que se vive..
Desde el punto de vista humanista, la Atención Médica es, fundamentalmente, un
diálogo, hasta el punto que sin diálogo no hay, estrictamente hablando, atención
médica. En una comparación absurda, Robinson Crusoe habrá cuidado de su
salud, pero no pudo disfrutar de la atención médica, porque no tuvo con quién
hablar sobre su salud o una eventual enfermedad. Platón- según dijo Laín
Entralgo en uno de sus libros de reconstrucción histórica- reconocía para los
ciudadanos de la Antigüedad griega los beneficios del diálogo, mientras para los
esclavos se destinaba sólo una atención a base de medicamentos. .
La falta de diálogo en los servicios masivos de salud, reduce a la gente a la
condición de los esclavos del tiempo de Platón.
La atención médica hipocrática comenzó siendo una atención paternal, en la que
el diálogo del enfermo que se confiaba al cuidado de su médico, establecía un
nexo que era una recíproca entrega; pero que derivó siglos más tarde en el
paternalismo, que es una relación de Beneficencia sin Autonomía, según lo ha
dicho muy bien Fernando Lolas, el psiquiatra chileno que es un experto en
Bioética; o sea, la asistencia del médico sapiente frente a un enfermo pasivo y
obediente.
¿Qué exigencias plantea la atención médica entendida como diálogo?
En primer lugar, el reconocimiento de la Autonomía que trajo la Bioética, al tornar
horizontal la relación del médico con el paciente; que hoy vemos transcurrir cara a
cara, entre un médico comprensivo y un paciente activo; es decir, entre un médico
que escucha y un paciente que quiere saber para decidir; para lo cual el médico
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vuélvese paciente y el enfermo compromete todo cuanto es, mente y cuerpo,
existencia, historia personal y expectativas.
En la nueva relación el profesional debe afrontar numerosas situaciones de
diálogo difícil. No está en las mejores condiciones anímicas para entender,
comprender y decidir, quien acude en busca de alivio mientras lo constriñe el
dolor, la angustia o el temor; y se requiere del médico allanarse a la capacidad de
comprensión y asumir la ayuda sin subestimar o deprimir, sino potenciando la
posible participación del paciente por mínima que parezca. También los enfermos
terminales, requieren de una especial atención médica continua que ponga de
manifiesto esa relación humanista que acompaña, sostiene, refuerza el interés
vital - por débil que sea y a veces está aparentemente agotado - de cada día de
vida, uno tras otro, no importa cuántos queden, para este ser humano que
requiere compañía, afecto y sostén hasta el final.
Hay que tener en cuenta que mujer y hombre, en cuanto seres sociales, enferman
en el ambiente que los rodea, por donde la enfermedad también es un hecho
social que, como tal, repercute en el entorno. Cuando alguien enferma, la familia y
los amigos enferman.
Por esto, en el mundo moderno de los sistemas de salud el clásico diálogo
interpersonal entre el médico y su paciente, se ha vuelto plural en el diálogo de
los miembros del equipo ampliado de salud y la comunidad. Es la medicina del
siglo XX, cuyos rasgos se acentuarán en el XXI, que ha asumido la atención
compartida con el médico en una relación que se extiende a un equipo de salud
que ha venido ampliándose en los seguros sanitarios desde la segunda posguerra,
cuando los avances tecnológicos, la demanda creciente de atención y el trato
humanista han dado lugar a la incorporación, junto al médico, en primer lugar, de
quienes tienen competencia en el conocimiento y el trato de las necesidades
anímicas individuales y sociales de las personas, o sea. psicólogos, sociólogos,
eticistas, ministros religiosos y hasta filósofos. Así se han constituido los Comités
de Etica en hospitales y centros de salud destinados, como es sabido, a evaluar la
atención a brindar a cada paciente de acuerdo con sus características
fisiopatológicas, psicológicas y espirituales.
Mas la calidad asistencial tiene que ver no solamente con el trato personal, sino
también con lo que podemos llamar el diálogo ambiental del enfermo con lo que lo
rodea; con los objetos y las cosas del entorno, en el hospital, sanatorio o
geriátrico, en el consultorio o el centro de salud, donde la luz y los colores, el
aire, el ámbito, en fin, harán que el paciente se sienta forastero y alienado en un
ambiente ajeno; o bien, incorporado a un entorno lo más posible semejante al
hábitat familiar o consuetudinario.
En este amplio espacio entran las acciones de quienes hoy en día influyen
sobremanera en el dispensamiento de estos importantes factores del confort, de
repercusión afectiva y espiritual, que dependen de la gestión administrativa, de la
financiación, del entorno edilicio; en fin, de implementos y características que, de
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algún modo, son condiciones dialogantes en la situación dependiente del enfermo
que aspira a un bienestar compatible con sus sufrimientos y deseos de curación.
Es el nuevo espacio de los gerentes, los economistas, los arquitectos, por qué no,
de los empresarios y financiadores, quienes en los grandes sistemas de atención
de la salud deciden muchos de estos aspectos que hacen a la convivencia
ambiental con la enfermedad.
Nada puede remplazar, no haría falta decirlo, la función del médico en la moderna
atención de la salud. Nada de paternalismo, ya perimido; pero la vocación y el
espíritu de servicio del médico, sigue siendo la garantía de una atención médica
humanista y personalizada, de eficacia ensanchada en ámbitos que el desarrollo
cultural, científico y tecnológico e industrial, amplía sin cesar. .
Entonces, todo en los ambientes en los que se halla el enfermo (personas y
cosas) debe responder al espíritu de ayuda y servicio del médico, quien, por su
profesión, su formación, y, aún más, por exigencias de la condición humana
sometida a los riesgos y los dolores de la enfermedad, comparte hoy en día en
el seno de los organismos de conducción, tanto como en los lugares de trabajo, el
empeño de los miembros del equipo de salud por la satisfacción de los
requerimientos de las personas en la búsqueda de la salud.
La formación del médico, como la de los demás miembros del equipo, debe
asegurar esta competencia, como un requerimiento significativo de una sociedad
en cambio.
Carlos J. García Díaz
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