Título: Trayectorias vitales, una perspectiva para acceder a las

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Título: Trayectorias vitales, una perspectiva para acceder a las subjetividad es de los
jóvenes.
Autor: Paula Leiva Sandoval 1
Palabras clave: Trayectorias vitales, subjetividad, jóvenes.
Resumen:
Los rasgos que caracterizan el actual contexto socio cultural, como son la incertidumbre, la
desconfianza en los otros, el individualismo que se impone como lógica relacional, etcétera,
producen efectos y consecuencias en los modos de sentir, pensar y actuar de las personas,
marcando de manera determinante las historias personales y las proyecciones futuras de los
sujetos. En tal sentido, cobran importancia los estudios que permitan acceder de manera
profunda en las subjetividades de los jóvenes y releven desde su particular mirada, aquellos
aspectos que resultan significativos y centrales para sus vidas.
Dado lo anterior, la revisión de las trayectorias de vida, que corresponden al itinerario de
vida de los sujetos y que se distingue del concepto de transiciones de vida, ya que éstas
aluden a los diversos episodios en que se desagrega una trayectoria vital y que marcan
cambios en el estado, posición o situación de los individuos al interior de la sociedad,
resultan una perspectiva favorable para acceder a esas subjetividades.
El énfasis analítico de las trayectorias de vida, permite reconocer los espacios e instancias
por las que los jóvenes transitan y se socializan y có mo cada uno de estos escenarios y
experiencias inciden en sus decisiones personales y en los modos de inserción en la
estructura social.
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Chilena, Trabajadora Social de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), Magíster en Trabajo
Social de la UTEM; Docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica Silva Henríquez.
Santiago de Chile. Correo electrónico: [email protected]
www.ts.ucr.ac.cr
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Trayectorias vitales, una perspectiva para acceder a las subjetividades de los jóvenes.
Paula Leiva Sandoval
Antecedentes:
El actual contexto sociocultural, posee ciertas características que generan efectos
importantes en las personas,
trayendo consigo la experime ntación de una serie de
fenómenos, uno de éstos es el proceso de individualización, según Beck (1997), éste se
genera a partir de la desintegración de las certezas de la sociedad industrial, donde surge
como
necesidad,
buscar
seguridades
por
uno
mismo,
generándose
ciertas
interdependencias, donde el individuo se conecta con lo global. El proceso de
individualización lleva impreso consigo, el diseñar la propia biografía de vida, acompañado
de los nuevos compromisos, redes de relaciones y las preferencias para enfrentar la vida
como experiencias envueltas en riesgos personales.
De lo anterior es posible desprender, que los procesos de modernidad han afectado también
el modo en como hoy las personas despliegan y desarrollan su intimidad. En tal sentido
Giddens (1998) afirma que la transformación de la intimidad implica lo siguiente: una
relación intrínseca entre las tendencias mundializadoras de la modernidad y los eventos de
carácter local de la vida diaria; la construcción del yo como un proyecto reflexivo, debe
encontrar su identidad entre las opciones que entregan los sistemas abstractos.
Para conocer los efectos que el contexto sociocultural ejerce sobre las personas, se requiere
de una mirada analítica, que permita relevar las formas en como las personas hoy
organizan, piensan, y desarrollan su proyecto vital. Desde esta perspectiva cobra sentido la
revisión de las trayectorias de vida de los sujetos, ya que a través de éstas es posible
también reconocer las habilidades que las personas ponen en acción, para enfrentar los
desafíos de cada etapa vital, analizando los aciertos y desaciertos en función de las acciones
emprendidas, este análisis permite realizar los cambios necesarios para enfrentar de mejor
forma situaciones similares u otras distintas que se puedan experimentar en el futuro
(Sepúlveda, 2010).
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Trayectorias de vida.
Las trayectorias de vida, que corresponden al itinerario de vida que siguen los sujetos y
que se distingue del concepto de transiciones de vida, ya que éstas aluden a los diversos
episodios en que se desagrega una trayectoria vital y que marcan cambios en el estado,
posición o situación de los individuos al interior de la sociedad, resultan una perspectiva
favorable para acceder a las subjetividades de los sujetos.
La perspectiva de análisis de cursos de vida o trayectorias de vida, tiene su origen en los
estudios realizados por Glen Elder, entre los años 1928 y mediados de los años 60, en
Estados Unidos (Sepúlveda, 2010). En dichas investigaciones Elder se propuso realizar un
seguimiento a diversas cohortes de niños que experimentaron los efectos de crisis
económicas y acontecimientos históricos, combinando para ello enfoques psicológicos,
sociológicos e históricos (Yuni, 2011), generando con esto evidencias de cómo las
transformaciones sociales tienen una relación con las capacidades de los sujetos ponen en
marcha para hacer frente a dichos acontecimientos, lo cual también permitió dar cuenta de
las profundas desigualdades sociales que se observaban en esa época. Reconociendo el
vínculo existente entre la vida individual de los sujetos y el contexto sociocultural.
Los estudios de cursos de vida, también permitieron generar aportes en relación al
significado de la edad cronológica como indicador no sólo de un estadio de desarrollo biopsicológico (Yuni, 2011), sino también de los roles que debiesen ejercerse en una sociedad
a una edad determinada y cómo la posición en la estructura social puede influir en el avance
o esta ncamiento de aquellas acciones y logros esperables a una determinada edad.
Otro elemento que aporta el estudio de los cursos de vida o la revisión de las trayectorias,
es que a través de éstos es posible observar con más claridad, cuáles son los referentes que
el modelo cultural presenta en una determinada época histórica, y que se constituyen en
contenidos presentes en los valores, creencias, representaciones y aspiraciones de los
sujetos. En tal sentido, Yuni (2011) señala que estos “modelos culturales organizan el curso
de la vida y sirven de marco de referencia a los individuos” (Yuni, 2011:17).
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El mismo autor plantea que estos modelos culturales “plantean calendarios sociales que
regulan la ocurrencia y el orden de los acontecimientos, definen estatus de edad
generalizados, organizan jerarquías fundadas sobre la edad…” (Yuni, 2011: 17). Al
respecto también se señala que el no adecuarse a estos calendarios sociales trae sanciones a
los sujetos, especialmente en relación a la pérdida de posibilidades de desarrollo.
Dado lo anterior, a partir de la revisión de los cursos de vida o trayectorias vitales, es
posible aproximarse cercanamente, al reconocimiento no sólo de los profundos cambios
que ha experimentado nuestra sociedad, sino también a conocer como éstos cambios están
afectando la subjetividad, el modo de ser y de actuar de los sujetos y las estructuras sociales
en las que encuentran inmersos. Centrando nuestro análisis en la realidad juvenil, la
revisión de las trayectorias vitales aportaría a la comprensión de las nuevas condiciones del
mundo juvenil.
Traye ctorias vitales y jóvenes.
Los jóvenes, se encuentran insertos en un proceso caracterizado por el creciente dominio de
la incertidumbre, de las escasas posibilidades de adscripción a identidades colectivas, a los
cambios y de transformaciones que sufrido la familia y de la proyección y realización de
las opciones laborales, entre otros. Todos estos acontecimientos, propios de la etapa vital en
la que se encuentran, y tomando las palabras de Yunis (2011), incluidos en un calendario
social que caracteriza la sociedad actual, se constituyen en una fase que es experimentada
con tensión por parte de los jóvenes.
Esta tensión a la que se enfrentan los jóvenes, los sitúa en un momento vital en la que la
identidad personal y la representación de sí mismos se construyen en una compleja
interacción entre su experiencia familiar, el sistema educativo y otros espacios de
sociabilidad entre pares y con su entorno. En este punto subyace la principal relevancia de
los estudios de las trayectorias, ya que favorecería al mundo adulto el aproximarse de
manera cercana a aquellos elementos que permiten a los jóvenes explicarse la historia
personal, comprender de mejor forma el presente y construir sus ideas y anhelos de futuro,
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en otra palabras, la revisión de las trayectorias y cursos vitales, permitiría acceder a la
subjetividad juvenil, tal y como se devela. De tal forma que esta aproximación se realice
desde la perspectiva de los propios jóvenes, dejando a un lado las concepciones adulto
céntricas que caracterizan a un número no menor de estudios de la realidad juvenil.
En nuestro país se han realizado estudios de trayectorias juveniles, algunos resultados de la
Encuesta Nacional de Juventud abordan la temática, la correspondiente al año 2007, señala
que hoy en día hablar del período existencial asociado a la etapa juvenil se muestra
mediante trayectorias no lineales dado que cada joven vive esta condición de distinta
forma, de acuerdo a la posición o condicionantes que experimenta desde la estructura
social. (INJUV, 2007)
En este sentido, Dávila (2007) al analizar las nuevas condiciones que presenta la juventud,
la caracteriza como una generación que desea prolongar su etapa juvenil a través del
desplazamiento de determinados hitos relacionados con el fin de ésta, tales como la mayor
escolarización hasta edades más tardías como asimismo en el plano del ingreso al ámbito
laboral; la postergación del matrimonio y la maternidad/paternidad y el retardo del proceso
de independencia tanto económica como de asentamiento. Afirma también, que se plantean
trayectorias de vida no secuenciales en relación a estos hechos vitales, sino más bien se
manifiestan de forma más dinámica y no lineal.
La revisión de las trayectorias vitales de los jóvenes nos entrega una mirada de los
referentes desde donde están articulando su proyecto vital, y cuales de estos referentes están
siendo otorgados desde la experiencia más íntima dada en la familia o referentes emanados
desde el contexto social. Lo anterior nos permitiría aproximarnos, a la subjetiv idad que se
encuentra a la base de cada una de las opciones que los jóvenes toman para transitar su
vida. Esta subjetividad se construye a partir de las percepciones, sentimientos, memorias,
aspiraciones y saberes que nos guían e impulsan para actuar en el mundo (Guell, 1998).
Dado el contexto actual, de incertidumbre, individualismo, desconfianza, las formas en
como los sujetos y en particular los jóvenes interpretan el mundo, se explican los
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acontecimientos que experimentan, la influencia que ejercen los medios de comunicación,
etcétera, hacen necesario relevar y poner al centro la subjetividad de los jóvenes.
En relación a lo anterior, cobran sentido las ideas que Castoriadis (1980), señala respecto al
proyecto de sociedad, que desde su visión de la democracia, se desprende la idea de que los
sujetos, y en este caso también los jóvenes, poseen la capacidad y la autonomía para poder
construir y orientar sus vidas del modo que definan. La orientación que le otorguen a su
existencia estará de alguna forma supeditada al imaginario social que esté predominando en
una época histórica determinada y que se hace efectivo, a través de la influencia que ejercen
las instituciones sociales como la familia, la escuela, el trabajo, los medios de
comunicación, etcétera, que instalan ideas, valores, anhelos, que van, en palabras del autor
“socializando su psiquismo”.
Lo anterior constituye para Castoriadis (1980), una forma de adaptación de los sujetos, que
se conforman con la cultura dominante, reproduciendo los modos de pensar, de ser y de
actuar de ésta. A partir de ésta idea es que se reconoce el valor de la autonomía y la
determinación que debiera emerger desde la subjetividad de los sujetos, para poder crear
nuevas significaciones imaginarias, no sólo individuales, sino también colectivas.
Estos sujetos conformistas y privatizados, como lo señala Castoriadis (1980), no se
vinculan en los asuntos públicos, ni colectivos, se repliegan a sus relaciones más íntimas
dadas en la familia o las amistades más cercanas, rehuyendo la participación en acciones
colectivas que le demanden tiempo y responsabilidades que no desean asumir. En éste
estado de insignificancia, como lo señala el autor, los sujetos y también los jóvenes, se
encuentran pasivos y capturados por múltiples ofrecimientos que provienen eminentemente
del mercado, dando como resultado la participación en actividades que carecen de
significado profundo, ya que dichas actividades sólo contemplan el consumo. Por tanto la
orientación que se le otorga a la existencia está centrada en este consumo.
En relación a lo anterior, resulta paradójico lograr esas significaciones colectivas, cuando el
“nosotros colectivo”, cada vez se aprecia más desdibujado, producto del exacerbado
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individualismo de nuestra sociedad actual. Cuando los sujetos y sus subjetividades han
quedado excluidas, se hace necesario resguardar aquellos aspectos que constituyen las
significaciones colectivas, sin invisibilizar los sentidos individuales.
Estas significaciones colectivas, se constituyen en ol s apoyos que el sujeto posee para
otorgarle un sentido a la vida social. El no encontrar ese apoyo, trae como consecuencia, lo
que Castoriadis (1980), señaló como “crisis del proyecto identificatorio”, donde nadie
reconoce cual es su función dentro de la sociedad y el sentido que tiene actuar de manera
colectiva. Ni siquiera es posible reconocer las expectativas que la sociedad tiene respecto a
los sujetos, lo que hace más difícil el levantamiento de un proyecto común, ante la ausencia
de un nosotros.
Hoy en día pareciera que es mucho más difícil “percibir al otro como un apoyo, o como un
actor con el cual se puede contar para hacer frente a las problemáticas que afectan a un
número considerable de personas. Más bien la convivencia se encuentra atravesada por una
sensación de desconfianza en los otros. Las personas no se sienten llamadas a actuar de
manera colectiva, ya que el resto es percibido como una amenaza. Es decir, se visualiza a
los otros, como alguien que en cualquier momento puede dañar o atenta r contra aquello
que se ha construido desde la individualidad”. (Leiva, Sanhueza, 2011.p:30)
Siguiendo la idea anterior, si no es posible en la actualidad reconocer un proyecto común,
tampoco es posible reconocer la subjetividad del sujeto, esto último sería posible si como
sociedad se construyera y levantara colectivamente un campo de significaciones
imaginarias sociales, es decir que como sociedad se diera la posibilidad de reflexionar sobre
sí misma, al no desarrollar éste ejercicio, Castoriadis (1980) señala que la subjetividad en la
actualidad se ha desvanecido, y a lo que se accede finalmente es a las características de un
individuo socializado, que se desconoce a sí mismo y que sólo le será posible constituirse
como sujeto si es capaz de enfrentar y reconocer esas características.
En este contexto, resulta un desafío y una tarea urgente buscar caminos para “crear refugios
de sentido y sociabilidad inmunes a la globalización pero también impotentes frente a ella”
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(Guell, 1998). Lo anterior plantea ciertas complejidades, por un lado reforzaría el
intimismo “que caracteriza ya nuestro fin de siglo; esto es, concebir que puesto que los
entornos objetivos se manejan solos, entonces hay que centrar todas las finalidades,
explicaciones y aspiraciones en una interioridad desprovista de vínculos y capacidades
colectivas y públicas” (Guell, 1998). Y por otro lado, se perpetúa y refuerza aún más “una
suerte de irresponsabilidad social que excusa a la búsqueda de soluciones intencionales a
los problemas colectivos” (Guell, 1998).
De esta forma tenemos entonces, que en el caso de los jóvenes, sus aspiraciones personales
también estarían condicionadas o teñidas por los rasgos y características que la modernidad
presenta. Y cuando piensan y planean su vida, lo hacen desde una razón instrumental,
centrando su interés en la obtención de artículos materiales, que les permitan sentirse
integrados a la sociedad, y no valorando aquellos aspectos que les brinden una mejor
calidad de vida o la posibilidad de realizarse como personas íntegras.
Esto último resulta mucho más complejo aún, si lo que la sociedad ofrece a los jóvenes
como perspectiva de futuro, es integrarse a una realidad marcada por el consumo y donde
ejerce una primacía preponderante el mercado, por sobre cualquier otra institución social,
que regula toda las actividades sociales y donde suele valorarse y relevarse de manera
importante, el que para participar de los beneficio s del desarrollo o el progreso, los sujetos
y en este caso los jóvenes, deben constituirse en consumidores.
No es extraño entonces, cuando aparece señalado en numerosos estudios de la realidad
juvenil, que las posibilidades de éxito en la vida, dependen casi exclusivamente de las
capacidades personales y del esfuerzo personal, dejando al margen la idea de la actuación
colectiva, como alternativa para alcanzar los objetivos y metas planteados.
Dado lo anterior, cobra sentido el aproximarse a esta subjetividad juvenil, reconociendo
aquellos elementos que están presentes en sus trayectorias de vida, ya que al conocer esta
historia vital y develar en ella las transiciones experimentadas por los jóvenes, es decir,
reconocer los hitos que han marcado significativamente el paso de una etapa a otra,
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aportarían elementos fundamentales en lo que los jó venes podrían apoyarse para la
planeación de su futuro y la comprensión de su presente.
En este sentido, los estudios de trayectorias dotarían de mayor pertinencia la producción de
conocimientos, relevando aspectos novedosos de la realidad juvenil, aportando no sólo con
generalizaciones, sino también con las necesarias distinciones que releven lo particular
presente en cada sujeto, elementos que darían paso a posteriores intervenciones sociales
mejor situadas y contextualizadas.
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Referencias Bibliográficas
BECK, U. (1997), Modernización Reflexiva, Alianza Universidad. Madrid
CASTORIADIS, C. (1980) "Reflexiones sobre el "desarrollo" y la racionalidad"", en Sobre
el desarrollo. Editorial Kairos. Barcelona, España. Pp.193-4
DÁVILA, O; Ghiardo, F. Trayectorias, transiciones y condiciones juveniles en Chile.
Revista Nueva Sociedad N° 200, año 2005. Buenos Aires, Argentina. (p. 117).
http://www.nuso.org/upload/articulos/3301_1.pdf
GIDDENS, A. (1992), La Transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en
las sociedades modernas, trad. de Benito Herrero Amaro, Cátedra, Madrid, 1998
GUELL, P. (1998), Subjetividad Social y Desarrollo Humano: Desafíos para el nuevo
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LEIVA, P., SANHUEZA, A. (2011). De la comunidad real a la comunidad presunta.
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SEPÚLVEDA, L. (2010). Las trayectorias de vida y el análisis de curso de vida como
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YUNI, J. (2011). La vejez en el curso de la Vida. Editorial Brujas. Argentina. pp. 1-40
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