Nadie puede discutir, eso sí, Sigo camino a la cumbre sin

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Fuentes y lotos de la
cumbre, en el Palacio Real.
unas docenas de metros y caminar en torno a la roca hasta
una especie de espolón natural
que ofrece lugares de sombra y
descanso. En ese lugar se inician
nuevas escaleras empinadas, en
zigzag, que llevan al palacio
y a los jardines de la cima. El
ingreso está marcado por dos
inmensas patas de león hechas
de yeso y ladrillo. Se dice que en
otra época, al subir los visitantes
debían pasar por la garganta de
ese animal, símbolo de los reyes
de Sri Lanka. Hoy solo vemos sus
patas delanteras.Algunos expertos
aseguran que pueden identificar
perfectamente los orificios en
la roca donde se sujetaba el
resto del cuerpo. Pero no se
ven más que extensos panales
de abejas y repetidas muescas
en las paredes de la roca, necesarias para trepar. No han sido
encontradas constancias gráficas
de la existencia de un león de
cuerpo entero, y nadie sabe en
qué época pudo desaparecer. ¿O
nunca existió? No lo sabemos.
Incluso hay quienes debaten
apasionadamente en Sri Lanka
sobre la verdadera identidad de
quien construyera estos palacios
y jardines. El rey atrincherado en
22 Domingo
Sigiriya habría pertenecido, como
la mayor parte de la población
de Ceylán, al clan indo-ario de
los sinhalas (de donde viene
el nombre de cingaleses). Sus
miembros profesaban el budismo
theravada, basado en la enseñanza
tradicional de los ancianos indios,
y muchos adoptaron la filosofía
de la no violencia. Pero sobre
su residencia aquí se seguirá
discutiendo.
Nadie puede discutir, eso sí,
la existencia de las Doncellas de
las Nubes. Lo que está en duda
es su número. Y el tiempo en
que fueron pintadas. Antiguos
testimonios describen un conjunto de cientos de frescos, los
cuales ocupaban un espacio de
140 metros de largo y 40 de
altura. Hoy, contando las figuras
completas y fragmentos, en dos
niveles, podemos hablar de apenas una veintena. Unesco dice
que las imágenes sobrevivientes
“son comparables a la más bellas
creaciones de Ajanta”, parte de
la pintura gupta, época clásica
por excelencia del arte indio,
cuyas principales realizaciones
son los magníficos murales
donde se entrelazan el antiguo
naturalismo hindú con el misticismo budista.
Las mujeres de Sigiriya han sido
visitadas desde el siglo VI d.C.
por admiradores apasionados que
dejaron más de mil grafitis en
los muros vecinos expresando su
pudor o su entusiasmo. Medio
cuerpo de las mujeres permanece oculto por nubes. Según la
tradición, en este lugar el cielo
está a sólo 40 millas, y “desde
aquí puede oírse el sonido de
las fuentes del paraíso”.
Por el enorme gentío, hoy
no está resultando fácil visitar
a las enjoyadas Doncellas de
las Nubes. En un rincón, casi
inadvertida para la gente, veo la
que algunos llaman La Doncella
del Loto. Usando solo dos dedos de
su mano derecha toma con delicadeza una flor –tal vez un lirio de
agua–, hecha con un pincel lleno
de gracia. Quienes hoy intentan
representar con una sola imagen
la cultura de Ceylán, escogen a esa
mano con esa flor, síntesis perfecta
de sus talentos.
Con imperceptibles restauraciones, las mujeres han sobrevivido
a la intemperie por 1.500 años, a
unos cientos de metros sobre el
bosque tropical. Están sufriendo
un deterioro manifiesto. Llama la
atención La Doncella del Loto. El
grueso soporte de la imagen, hecho
de yeso y cal, se desprende de la
roca a simple vista. Nadie parece
hacer nada, salvo el monzón, que a
mediados de año lanza demoledoras
ráfagas de agua, rayos y relámpagos,
afectando incluso a los óleos más
ocultos en la gruta.
Sigo camino a la cumbre sintiendo algo amargo en la boca. Al
llegar a las Patas del León me distraigo observando y fotografiando
esa imagen tan fuerte y misteriosa.
Aun faltan cien metros para la
cima. Por fin, tomo la escalera en
zigzag que se inicia junto a esas
dos garras, para seguir subiendo.
Mi acompañante cingalés, que ya
estuvo antes aquí, ha resuelto no
seguir. En las escaleras la multitud
no disminuye, pero el ascenso lento
me permite al menos recuperar
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