La distribución de medicamentos en el Tercer Mundo El objetivo final de la Conferencia de la O.M.S celebrada hace 40 años en Alma-Ata, consistió que en el año 2000 (que ya pasó), el nivel de salud de todos los habitantes del planeta fuese tal que les permitiese llevar una vida social y económicamente productiva. Desde el año 1963 en que se celebró, hemos asistido a un espectacular avance en la obtención de nuevos tratamientos para dolencias antes mortales, pero la apropiación privada de tales avances, el actual sistema económico y comercial injusto, y la terrible desigualdad entre las personas y los pueblos del mundo, ha provocado que la salud a nivel mundial no sólo no haya mejorado sino que ha retrocedido. Sólo un ejemplo: en Kenia el 50% de los adolescentes están infectados por el virus del SIDA. En África subsahariana, el 20% de los niños mueren antes de los 5 años; enfermedades fácilmente tratables, como la malaria, tuberculosis o simples enfermedades infecciosas diezman la población. Sólo se investiga en aquello susceptible de ser rentable en términos económicos, y apenas se investiga sobre enfermedades mortales que constituyen una verdadera epidemia en países del Tercer Mundo, y cada vez se invierte menos en vacunas. Otro ejemplo: De los 1350 medicamentos registrados en los últimos 25 años, casi todos iban orientados a paliar problemas sanitarios del mundo desarrollado, tan sólo 13 responden a enfermedades infecciosas para países pobres (en su mayor parte eran derivados de preparados de veterinaria) o bien por investigaciones desarrolladas por el ejercito de Estados Unidos para proteger a las tropas que actúan en aquellas latitudes. El precio de los medicamentos es prohibitivo para la mayor parte de la población mundial, debido al monopolio que grandes empresas transnacionales ejercen sobre este mercado, que impide el acceso universal a los medicamentos que beneficiarían al conjunto de la humanidad. 1 Algunos Estados como Brasil, Cuba, Suráfrica, República Domínicana, Kenia, Argentina, India, Egipto o Tailandia han venido desarrollando una industria propia de producción de medicamentos genéricos eficaces y baratos para el tratamiento del SIDA. Para impedir este tipo de prácticas, se logró imponer, mediante las presiones de la representación norteamericana en el seno de la Organización Mundial del Comercio, un acuerdo sobre patentes y derechos de propiedad intelectual claramente lesivos para el acceso mundial de los medicamentos. ¿Cómo no iba a haber miles de manifestantes a la puerta de la Convención? Así, cuando Suráfrica intentó dotarse de medicamentos genéricos obtenidos a bajo precio para atender las demandas de su población, las grandes compañías farmacéuticas se opusieron enérgicamente, alegando que se vulneraban normas internacionales. El Gobierno de los Estados Unidos ejerció de nuevo una enorme presión sobre las autoridades Surafricanas, y ante el chantaje de un posible bloqueo que estrangulase su economía (tipo Irak o Cuba) terminaron cediendo, dejando a su población sin los vitales medicamentos y abandonada a su suerte. De esta manera, se otorga al titular de la patente derechos exclusivos sobre el fármaco durante 20 años, y nadie puede producir ni comercializar equivalentes baratos de esos productos, lo que constituye un verdadero acto de biopirateria. Ni en caso de la llamada “emergencia sanitaria” se autoriza a explotar una patente sin el consentimiento de su titular. ¿Qué consecuencias tendrá la entrada en vigor de este acuerdo? Al desaparecer la producción de genéricos, se consolidará el monopolio de las multinacionales en el mercado. Se está primando la propiedad privada y la ganancia de unos pocos sobre el interés general de la humanidad, habrá incrementos espectaculares de precios, que la filantropía empresarial o actuaciones humanitarias que harán estas empresas de cara a la galería, que no compensarán en absoluto. La Unión Europea y el Estado Español deben denunciar este acuerdo; todos los países tienen el derecho a producir, importar y comercializar medicinas eficaces y a precios asequibles, lo contrario supone una violación de los Derechos Humanos. Tampoco debemos obviar las desigualdades en el acceso a la salud en el llamado “Cuarto Mundo”: el mundo de los excluidos y marginados dentro de los Estados 2 desarrollados, (la deplorable sanidad penitenciaria en España será objeto de un próximo artículo). La industria farmacéutica posee uno de los márgenes de beneficio más altos de la industria, y sólo una pequeña parte se dedica a la investigación. En nuestro país se fabrican más de 2 billones de pesetas en medicamentos, sólo 65.000 millones se invierten en I+D, desde luego, es un porcentaje mucho menor que el que se dedica a realizar practicas de “lobby”y de comercialización de estos productos. Su beneficio privado colisiona con el interés general de la Humanidad, en especial con el de nuestros congéneres más pobres, se está provocando una crisis sanitaria y humanitaria sin precedentes, la única esperanza reside en la solidaridad internacional y no permanecer insensibles ante esta dramática situación. El SIDA no es una enfermedad incurable, existen combinaciones de fármacos que detienen su progresión, pero son muy costosos, sin posibilidad de alcance para los países más desfavorecidos. Las naciones deben ser soberanas, que puedan establecer por sí mismas lo que es una “emergencia nacional” y que se apliquen las normas de la O.M.C de manera que se protejan también los intereses generales. No podemos oponernos a una retribución justa para los dueños de las patentes, pero tampoco pueden amparar practicas que conducen y condenan a la muerte a parte de la Humanidad. Hay que buscar una compatibilidad entre los derechos de la protección de la salud y el acceso a los medicamentos, respetando los derechos de la propiedad intelectual. No podemos esperar que la industria farmacéutica actúe como una ONG o como una hermanita de los pobres, porque no es su papel. Son los gobiernos los que tienen que actuar con contundencia para que sean compatibles los legítimos intereses de la industria farmacéutica con los derechos inexcusables de todos los seres humanos de gozar de medicamentos que le alivien del dolor y que eviten una muerte ineludible. 3 Es una catástrofe de tal magnitud que requiere actuaciones inmediatas, se trata de contraponer situaciones donde se confrontan dividendos con cuestiones como la supervivencia, la protección de la vida humana está por encima de la protección de las patentes. Esperemos que los gobiernos asuman resueltamente, con la participación plena y activa de las Naciones Unidas, todo el sistema multilateral, la generosidad de las grandes compañías farmacéuticas, la sociedad civil, los círculos empresariales y el sector privado, de tal manera que se detenga este criminal y obsceno genocidio. 4