Hiperinflación en la República de Weimar

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HIPERINFLACIÓN EN LA REPÚBLICA DE WEIMAR
El periodo de hiperinflación en la República de Weimar aconteció entre 1921 y
1923 en la República de Weimar, nombre histórico con el que se identifica a
Alemania durante el período de entreguerras. No fue la primera ni la más
fuerte de la serie de hiperinflaciones que asolaron Europa en los años 1920,
pero es el caso más destacado de la historia, ya que en ella se sucedieron
situaciones tales como: aumento de los precios, de los tipos de interés,
modificaciones del tipo de cambio y abandono de la moneda como unidad de
intercambio.
CAUSAS
Desde los días de la Primera Guerra Mundial el Goldmark, la moneda del
Imperio Alemán, había sufrido una grave pérdida de valor real y de poder
adquisitivo pues el gobierno germano emitió papel moneda para hacer frente
a sus necesidades derivadas de la guerra, llamando Papiermark a estas nuevas
emisiones. Debido a las urgencias nacidas del conflicto, el Papiermark carecía
de respaldo en oro y no era convertible en este metal precioso, lo cual era
una situación inusual para la época, donde el esquema del patrón oro requería
que todas las emisiones de papel moneda de un país estuvieran respaldadas
en oro precisamente para garantizar su valor.
Tras el término de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918 las
potencias vencedoras como Francia y Gran Bretaña impusieron a la derrotada
Alemania el pago de reparaciones de guerra por la destrucción causada
durante el conflicto, sufrida principalmente en Bélgica y el norte de Francia,
atribuyendo toda la responsabilidad por ello sobre Alemania, fijando esta
condición en el Tratado de Versalles de 1919.
Pese a que las reparaciones eran por montos muy elevados para la época
(implicando varios miles de millones de marcos alemanes), no abarcaban a
todos los ingresos del gobierno alemán y se habían discutido plazos y montos
de pago. No obstante, la República de Weimar había heredado la moneda
depreciada del gobierno imperial y también carecía de reservas de oro
suficientes, por lo cual se siguió usando el Papiermark como dinero sin
respaldo.
El Papiermark, pese a la exigencia de las reparaciones, mantenía un tipo de
cambio relativamente estable en los 60 marcos por cada dólar estadounidense
durante la primera mitad de 1921.1Sin embargo, el ultimátum de Londres por
las reparaciones de guerra de mayo de 1921 demandó un total de
2.000.000.000 de marcos de oro anuales, una suma elevadísima y sin
precedentes que representaba más del 26% del valor de las exportaciones
alemanas. El primer pago se realizó en agosto de 1921
La fuga de marcos de oro (la parte de la emisión monetaria que sí tenía
respaldo en oro del gobierno alemán) causó un severo daño a la economía, en
tanto la República de Weimar debía utilizar papel moneda impreso
apresuradamente para cubrir sus demás actividades, y parte de la riqueza
generada por la economía local era absorbida por la urgencia de pagar
reparaciones de guerra. No obstante, el costo real de estas reparaciones sólo
ascendía a un tercio del déficit nacional total de Alemania, por lo cual el
gobierno germano recurrió a la emisión de papel moneda principalmente para
afrontar sus propias necesidades internas. Al aumentar desmesuradamente el
flujo de dinero circulante entre la población, éste empezó inevitablemente a
devaluarse.
DESARROLLO DE LA HIPERINFLACIÓN
El primer pago de reparaciones en marcos oro de agosto 1921 marca el
comienzo de una devaluación exponencial del marco alemán, que pasó en
noviembre de 1921 a marcar un tipo de cambio de 330 marcos por cada dólar
estadounidense.
El
montante
total
de
las
reparaciones
ascendía
a
132.000.000.000 marcos de oro, una cifra muy superior al total de las reservas
de oro alemanas. La República de Weimar trató entonces de comprar divisas
extranjeras, pero pagando en bonos del tesoro público y en deudas
comerciales, algo que propició una devaluación más rápida del marco en los
mercados financieros mundiales.
La emisión de papel moneda sin respaldo en oro había servido exitosamente al
gobierno de la República de Weimar como herramienta de "defensa", al pagar
las reparaciones a las potencias vencedoras con dinero devaluado, pero
cuando el mercado financiero internacional se percató de la acelerada
devaluación del marco alemán a inicios de 1922, franceses, belgas, y
británicos exigieron el pago en recursos naturales (madera, carbón, trigo),
imponiendo una presión más severa sobre la economía alemana.
Durante la primera mitad de 1922, el marco se estabilizó en un cambio en
torno a los 320 marcos por dólar estadounidense, algo acompañado de
conferencias internacionales sobre las reparaciones de guerra, incluida una
organizada en junio de 1922 por J. P. Morgan, Jr., banquero estadounidense.
En estos encuentros no se alcanzó ninguna solución factible que satisficiera de
un lado a Francia y Gran Bretaña y por el otro a los Estados Unidos, los
mayores acreedores de Alemania en virtud de las deudas de guerra, por lo que
la inflación alemana se disparó, convirtiéndose en hiperinflación, y el tipo de
cambio del marco aumentó, hasta los 8000 marcos por dólar estadounidense
en diciembre de 1922, mientras el gobierno alemán destinaba la mayor parte
de sus ingresos al pago de reparaciones para evitar presiones militares de
Francia y Gran Bretaña. Para colmo, la abundancia de circulante había
causado una rápida depreciación del dinero a lo largo de 1922 al punto que el
coste de vida pasó de 41 a 685, es decir, se multiplicó por dieciséis.
Como
resultado,
los
precios
de
artículos
de
consumo
aumentaban
aceleradamente en pocos días, tornando inservible el dinero emitido por las
autoridades gubernamentales en Berlín. La población que dependía de un
salario para vivir se vio en serias dificultades pues los precios de los alimentos
y servicios básicos aumentaban de precio en cuestión de semanas, haciendo
imposible el ahorro. Asimismo, la urgencia de pagar reparaciones había
causado que casi todas las divisas disponibles en el mercado quedaran en
poder del gobierno, lo cual impedía al alemán medio adquirir moneda
extranjera para protegerse de la inflación.
Junto con ello, la inflación causó la ruina de miles de ahorristas que habían
invertido su dinero depositándolo en los bancos, quedando a salvo de este
riesgo tan sólo la minoría de personas que poseía bienes cuyo valor no era
afectado por la inflación (joyas de metal precioso, inmuebles, o similares),
por lo cual gran parte de la clase media alemana sufrió un serio deterioro en
su nivel de vida. Asimismo, en las grandes ciudades como Berlín, Hamburgo, o
Múnich, así como en las zonas industriales como la Cuenca del Ruhr, ocurrían
periodos de escasez de alimentos (y su consiguiente subida de precio) en
tanto los productores agrícolas rechazaban también el dinero devaluado que
se les ofrecía.
Dada la urgencia de mantener la vida económica, los ayuntamientos de
ciudades pequeñas, cajas de ahorro y empresas comerciales o industriales
emitieron documentos de papel denominados Notgeld (en alemán "dinero de
necesidad") para representar con esos papeles sumas de dinero, y luego, al
aumentar el deterioro de la economía, representar artículos de consumo como
madera, carne, trigo, centeno, entre otros. El Notgeld, al actuar como dinero
a nivel local, aliviaba el uso del trueque, que se tornaba poco práctico en una
economía industrializada como la de Alemania; no obstante, el Notgeld
suponía apenas una solución de reducido alcance y que no resolvía el
problema clave: la ausencia de una moneda fiduciaria fuerte a nivel nacional
y la acelerada depreciación del marco alemán.
En enero de 1923, la situación se volvió aún más tensa con la Ocupación del
Ruhr por tropas francesas y belgas, medida determinada por los gobiernos de
ambos países para asegurarse el pago de las reparaciones de guerra en bienes
como el carbón, hierro, acero, o madera, ya que el marco alemán era
rechazable como medio de pago pues carecía de valor. Ante ello, los obreros
alemanes del Ruhr se lanzaron a una huelga general contra los ocupantes
franceses, y el gobierno en Berlín emitió entonces más papel moneda para
pagar salarios a los huelguistas (que sumaban varios millares), lo cual agravó
más la inflación en tanto el circulante recién emitido se quedaba en
Alemania.
Aunque las reparaciones de guerra suponían apenas un tercio del déficit del
presupuesto alemán de 1920 a 1923, el gobierno alemán encontró en ellas un
chivo expiatorio para justificar el deterioro de la economía, que junto a
banqueros y especuladores habrían acelerado el proceso inflacionista en su
búsqueda de beneficios.
FIN DE LA INFLACIÓN
La hiperinflación alcanzó su máximo en noviembre de 1923, pero fue
suprimida con una nueva moneda: el Reichsmark, que entró en circulación el
15 de noviembre de 1923. El gobierno se apoyó en esta nueva moneda, de
valor fijo, finalmente aceptada, mientras se puso fin a la emisión de billetes.
Bajo inspiración del presidente del Banco Central, el economista Hjalmar
Schacht, se determinó que era inviable continuar con la impresión de papel
moneda que carecía de todo valor, y que los daños en la economía alemana
habían forzado a varias localidades a instituir mecanismos de trueque, en
tanto el dinero perdía significado.
La solución propuesta por Schacht consistía en que el gobierno impusiera una
hipoteca legal sobre las tierras y bienes industriales existentes en el país, que
servirían como respaldo de la nueva moneda, por un valor total de 3.2 billones
de Rentenmark. Esta solución recordaba el rol de los fracasados asignados
durante la Revolución Francesa, pero en la Alemania de 1920 ya había
suficiente uso de papel moneda como para evitar las distorsiones del siglo
XVIII. Esta conversión impidió la emisión de más papel moneda sin respaldo, y
solucionaba el problema de la carencia de oro que respaldase al dinero como
era común en todo el mundo antes del Crac del 29.
CONSECUENCIAS
Si bien la inflación terminó con la introducción del Rentenmark y la República
de Weimar se mantuvo durante una década más, se señala a la hiperinflación
como una de las razones del ascenso del nazismo en Alemania. Adolf Hitler,
en su libro Mein Kampf, realiza numerosas referencias a la deuda alemana y a
las consecuencias negativas que conllevó.
La inflación acrecentó las dudas sobre la eficacia de las instituciones
liberales, especialmente entre la clase media que había perdido gran parte de
su riqueza al ser ésta expresada en depósitos bancarios y bonos
gubernamentales, víctimas de las peores devaluaciones. Asimismo, produjo un
fuerte resentimiento hacia los banqueros alemanes y los especuladores,
muchos de ellos judíos, a los que el gobierno y la prensa culparon de la
inflación. La prosperidad de los especuladores en metales preciosos e
inmuebles, y la ruina financiera de los ahorristas que conservaban dinero en
efectivo, hizo que éstos últimos empezaran a perder la fe en los mecanismos
de la democracia y el capitalismo, que no habían podido protegerlos del
desastre.
La hiperinflación tuvo un impacto significativo sobre la cultura alemana. Al
respecto, Bernd Widding (2001), observa que valores liberales como la
frugalidad, el ahorro de dinero y la confianza interpersonal, se hicieron añicos
y se dio paso a una sociedad de tipo “perro-come-perro”, que beneficiaba a
los usureros, contrabandistas, arrendatarios de apartamentos y comerciantes
al por menor, por ser los únicos sectores económicos que podían explotar la
demanda de alimentos y vivienda para la debilitada clase media alemana.
Igualmente, con la pérdida de ingresos en los hogares, las mujeres se
liberaron sexualmente como un modo de asimilar la situación económica de
sus maridos.
Lo que demuestra la hiperinflación en la República de Weimar, es que la
pérdida de confianza en los medios convencionales de intercambio económico
rompe con el orden social. De esa manera, el desmoronamiento del sistema
monetario modificó el horizonte temporal de los alemanes (su preocupación
por el presente es mayor que por el futuro) por lo que valores que son
funcionales a la estabilidad económica como el ahorro, el préstamo y el
crédito, pierden sentido. Por eso, se llegó a calificar a la generación afectada
por la hiperinflación, como unos aventureros, que serían la base del
reclutamiento de las Fuerzas Militares que acompañaron las políticas
expansionistas del Tercer Reich.
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