A los veinte años de la muerte de Nahuel Moreno

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A los veinte años de la muerte de Nahuel Moreno
25 de Enero de 2007
Pedro Fuentes
En el día 25 de enero de 2007 completan 20 años de la muerte de Nahuel Moreno, dirigente
revolucionario argentino con más de cuarenta años de militancia en el trotskismo. Murió
joven, a los 62 años, pero su vida militante le dio tiempo de construir una de las más
importantes corrientes de la IV Internacional y dejar un enorme legado a los militantes
internacionalistas, especialmente los latinoamericanos.
Adhirió al trotskismo en Buenos Aires, en el inicio de la década de 40 y, en 1944, cuando fundó
el GOM (Grupo Obrero Marxista), decidió romper con el "trotskismo de café" que imperaba en
la época, para insertarse férreamente en la clase obrera, sus organizaciones y sus barrios.
El proceso de construcción de las organizaciones presididas por Moreno alcanzó su auge en la
década de 1980, en la última etapa de su vida. En aquel período, desempeñó papel
fundamental en la construcción del MAS (Movimiento al Socialismo), en la Argentina, -- quizá
el mayor partido trotskista de las últimas décadas -, y de la Convergencia Socialista, en Brasil.
Las dos organizaciones integraban a LIT (Liga Internacional de los Trabajadores), que se
convirtió en la época en la organización trotskista con mayor influencia en Sud y
Centroamérica.
La constante de toda su vida fue la construcción de la organización política revolucionaria para
a acción. Para eso, utilizó diferentes caminos tácticos, militando en diverso países, pero, en
ningún momento, dejó de estar a la cabeza de su organización, dirigiendo la construcción del
partido, ni en las interrupciones provocadas por prisiones en la Argentina, Perú y Brasil, ni
cuando su salud se fue deteriorando peligrosamente.
Es un hecho que, después su muerte, las organizaciones que mencionábamos sufrieron fuertes
procesos de divisiones. Pero, ni por eso dejó de ser fundamental el papel que desempeñan los
cuadros herederos de la tradición morenista en la lucha de clases en muchos países,
especialmente en América Latina. Muchos de los militantes de las organizaciones que se
reclaman de esa historia, y aquéllos que se incorporaron a la militancia en los últimos años,
conocen Moreno por intermedio de algunos de sus textos, que son herramienta fundamental
de la formación política militante.
No hay, ni puede haber, una historia única de la vida de Moreno, como no existe a de ningún
dirigente. No hay historias oficiales, lo que hay son diferentes visiones, incluso polémicas,
sobre todas las personalidades marxistas, incluso las más universales. En el caso de Moreno,
nos atrevemos a decir que hay visiones fragmentadas, ya que los que hicimos parte de los
núcleos de dirección en los últimos 20 años, desde los años 1990 partimos para diferentes
experiencias políticas.
Este texto no pretende ser un trabajo histórico ni un balance de lo que aconteció en las dos
últimas décadas, desde su muerte. Son algunos esbozos, ciertamente parciales, de aquello
que, en nuestra opinión, más debemos rescatar en este nuevo aniversario de la muerte de
Moreno.
Estamos ahora en una nueva fase, donde tuvieron inicio procesos de reagrupaciones que no
solo nos permiten reencontrémonos con el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores)
de la Argentina - con quiénes hacemos parte de la misma tradición - en el nuevo proyecto de
"Reviste de América", y de lo cual puede participar también el ISO (Internacionalist Socialist
Organization), de Estados Unidos.
Pero también - y esto es de la mayor relevancia - estamos nos uniendo a muchos compañeros
de otras tradiciones y experiencias, con quien estamos lado a lado militando en la construcción
de la P-Sol (Partido Socialismo y Libertad), de Brasil. Son éstos, así como otros sectores que
estamos conociendo en América Latina, que queremos que conozcan nuestra tradición e
historia, no para que se agreguen a ella, pero para aportar con nuestras propias experiencias y
con ellas ayudar en la construcción de la P-Sol, así como en la de todas las nuevas
organizaciones militantes que emergen en este nuevo período de lucha.
La generación de Moreno
El conocido dirigente trotskista Ernest Mandel, dijo de Moreno que "fue uno de los últimos
representantes del puñado de cuadros dirigentes trotskistas que, después la Segunda Guerra
Mundial, dio continuidad a la lucha de León Trotsky, en circunstancias difíciles". (Extraído del
esbozo biográfico de Patricia Lee y Aníbal Tesoro). Y, de hecho, fue uno de los que, después el
asesinato de Trotsky, emprendió la larga caminata que, en los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, dio inicio a la construcción de la IV Internacional. Efectivamente, fue un
puñado, ya que la gran mayoría de los cuadros se perdieron en esa misma guerra, en los
campos de concentración del nazismo y en las purgas, deportaciones y asesinatos del
estalinismo, que también costó la vida de León Trotsky, asesinado en México, en 1940.
Moreno se unió a esta larga marcha en 1948 y, sin duda, juntamente con Mandel - con quien
muchas veces polemizó -, fue uno de los que más aportó para la formación de la generación de
cuadros del movimiento trotskista, de la cual nos reivindicamos integrantes; sobre todo de las
generaciones surgidas en la década de 60, desde la Revolución Cubana y de las grandes
movilizaciones y revoluciones iniciadas en el 68.
Moreno muchas veces definía la generación de los cuarenta - la suya - como una "generación
perdida". No es una expresión precisa ni muy feliz. Él la utilizaba en el sentido de la frase de
Mandel antes citada, porque muchos de sus principales cuadros se perdieron en la guerra o
bajo el estalinismo y, también, porque los que se quedaron, tuvieron que remar contra la
corriente, bajo la enorme y aplastadora influencia que el aparato estalinista y los movimientos
nacionalistas burgueses tuvieron sobre la izquierda y el movimiento de masas.
Esa generación, ese "puñado" de hombres, tuvo que actuar en un nuevo período
revolucionario que terminó por ser bastante contradictorio para el movimiento trotskista, en
años en los que ocurrieron nuevos acontecimientos no previstos por Trotsky y por la IV
Internacional. Un período, o etapa, que se prolongó por más de tres décadas, siendo que uno
de sus elementos más significativos, el aparato estalinista, que existió hasta 1990.
Un período revolucionario que fortaleció el estalinismo
Trotsky fundó a IV Internacional en respuesta a la degeneración que el estalinismo impuso a la
Internacional Comunista (III Internacional). En mitad de años 20, después la muerte de Lenin,
con la derrota de la revolución y el desgaste provocado por la guerra civil en Rusia, comenzó el
proceso de burocratización del Estado soviético comandado por Stalin. Se formó en Rusia una
casta burocrática privilegiada, que se apropió de las conquistas oriundas de la expropiación de
la burguesía. El estalinismo transformó la Internacional Comunista - liquidada oficialmente por
el propio Stalin durante la guerra - en un apéndice de los intereses de esa burocracia estatal y
partidaria que pasó a actuar como una clase privilegiada.
Trotsky creía que la IV Internacional saldría de la guerra mundial como una gran organización
de masas que superaría a la degeneración de la III Internacional. En cierta medida, se apoyaba
en la experiencia que grandes sectores hicieron frente a la degeneración de la II Internacional.
Trotsky también formuló, de forma muy correcta, la tesis de la revolución política para Rusia.
Consideraba la burocracia estalinista una casta irrecuperable, siendo, por tanto, necesario
hacer una nueva revolución política en Rusia, donde los trabajadores derribarían el régimen
dictatorial y burocrático e instalarían un Estado con democracia obrera, única forma de salvar
las conquistas de la revolución de octubre y avanzar en la transición para el socialismo. Si esto
no ocurriese, la burocracia caminaría, inevitablemente, rumbo a la restauración del
capitalismo.
En lo post-guerra, los acontecimientos no coincidieron con esos pronósticos. Desde 1945 se
abrió un período intensamente revolucionario, pero, al mismo tiempo, muy contradictorio.
Como consecuencia de la victoria del Ejército Rojo sobre el nazismo, ese aparato estalinista
surgió de la guerra, delante de las masas del mundo, con su prestigio enormemente
fortalecido.
En los años siguientes de pos-guerra hubo una gran ola revolucionaria. Las guerrillas
partidarias de Tito tomaron el poder en Yugoeslavia y expropiaron la burguesía, mientras que
en el resto de los países de Europa del Este (Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumania,
ocupados por el Ejército Rojo, también se avanzó en esa dirección. Por otro lado, en los países
atrasados, surgieron grandes movimientos nacionalistas de masas, como el peronismo en la
Argentina y el nasserismo en Egipto. En el 49, este proceso culmina con la gran revolución
China, cuyo motor es esencialmente el campesinado pobre, dirigido por el Partido Comunista,
con Mao Tse-Tung a la cabeza.
Estas victorias revolucionarias objetivas - ninguna de las cuales fue dirigida por una
organización trotskista o trotskizante-, ocultaron a las masas del mundo el papel contrarevolucionario que estaba desempeñando el estalinismo en Rusia y a nivel internacional. Su
nefasta política en la década de 1930 en Alemania, de rechazar la posibilidad de construir una
frente única con la social-democracia, permitió el triunfo del nazismo. También en la
revolución y en la Guerra Civil Española, la persecución y asesinato de los revolucionarios por
parte del estalinismo, y las maniobras diplomáticas del Estado Soviético, que auxiliaron al
franquismo para triunfar. Existe, aún, una larga lista de ejemplos de la política contrarevolucionaria del estalinismo.
Ese fortalecimiento objetivo de la burocracia llevó al final de la guerra, a la firma del pacto de
Yalta con los países imperialistas triunfantes y que, ya entonces, estaban bajo la hegemonía de
Estados Unidos, que había salido del conflicto como la grande potencia imperialista
dominante. El pacto de Yalta significó una nueva división del mundo con la cual el aparato de
Stalin se quedaba con el control de Rusia y del Este de Europa, mientras los Estados Unidos
ejercían su hegemonía sobre el resto del mundo. Stalin y los gobiernos que le sucedieron en lo
poder fueron en el esencial fieles a estos acuerdos. Gracias a su prestigio, ayudaron a controlar
la revolución en Europa Occidental y, posteriormente, pudieron canalizar y poner bajo su
tutela los procesos revolucionarios independientes, incluso, cuando llegó su momento, a la
Revolución Cubana. Esta absorción y control de la burocracia fue facilitada porque en ninguna
de las revoluciones de lo pos-guerra el proletariado estuvo en su frente, como preveía el
análisis trotskista.
Por otro lado, ese mismo fortalecimiento permitió a la burocracia rusa derrotar las primeras
revoluciones políticas en los estados obreros. Cuando acontecieron (Alemania, 1953; Polonia,
1955; Hungría, 1956; Checoslovaquia, 1967), fueron apabulladas por el ejército estalinista sin
la intervención de Estados Unidos.
En ese contexto, infinitamente contradictorio y desfavorable para a IV Internacional, el
trotskismo tuvo el grande mérito de defender el programa revolucionario frente al estalinismo.
Durante todo ese período, los trotskistas fueron perseguidos tanto por el estalinismo cuanto
por la burguesía. Y es también en ese contexto que debemos localizar la obra de Moreno.
Estamos entre los que piensan que Moreno fue uno de los que pasó la dura prueba de ese
período, no apenas por sus análisis de los procesos de la después-guerra, pero por sus
inmensas contribuciones concretas para la construcción del partido en ese período. En
América Latina, no apenas fue quien mejor supo remar contra la corriente, pero también quien
descubrió las oportunidades que se abrían para quebrar esa hegemonía de los movimientos
nacionalistas o de los partidos influenciados por el estalinismo, y avanzar en la construcción
del partido revolucionario.
Si Nahuel Moreno no pudo escapar a los límites que impuso su tiempo, dedicó su vida, en
todos los sentidos, a intentar aprovechar las oportunidades que se abrieron, superar el
propagandismo y la inclinación a ceder a direcciones no obreras, que fueron los desvíos que
presionaron las direcciones y al movimiento trotskista.
La pasión por la clase obrera
Siendo un militante oriundo de la clase media más o menos acomodada de la provincia de
Buenos Aires y joven intelectual admirador de Kant y después de Hegel, fue conquistado por el
trotskismo en 1942, y entonces comprendió que lo fundamental era ir para la clase obrera. Y
fue lo que hizo desde joven, fundando el GOM (Grupo Obrero Marxista) en el año de 1944.
Con esa organización comandó la primera generación de militantes, que se unió - en aquellos
momentos difíciles del auge del peronismo - a la clase obrera industrial. Tuvo éxito en ese,
como pocos lo consiguieron. El GOM, en 45, entró en la huelga de los obreros de los
frigoríficos. Desde entonces, ganó gran prestigio en el sindicato de la Carne de Avellaneda,
reclutando una parcela de esos auténticos dirigentes obreros, entre los cuales uno de los más
importantes, Elías Rodríguez, fue nuestro militante hasta que murió al final de los años 90.
Formado por un puñado de cerca de diez jóvenes, el GOM pasó a contar con cien militantes
insertos en la Villa Pobladora, un barrio de Avellaneda, que en aquellos tiempos abrigaba los
obreros de la carne. Se trataba de una inserción política y social; vale la pena recordar que
Moreno fue el presidente del club social de esa localidad, donde se realizaban prácticas
deportivas, teatro, etc.
En el año de 1955 y en los posteriores, la corriente de Moreno tuvo una participación
importante en la resistencia a la dictadura. Dirigió a más importante huelga de los
metalúrgicos y alcanzó una incidencia importante en numerosos sindicatos.
Hubo momentos en los que esa trayectoria y esa moral clasista corrieron peligro, pero nunca
se perdieron. Con la derrota de la resistencia, en 1959, y el inicio de las primeras presiones de
la guerrilla foquista, nuestra corriente desando enormemente. Fue entonces cuando se decidió
que los nuevos militantes estudiantiles surgidos en los años 60 en el calor de la Revolución
Cubana - y que en aquel tiempo pudieron ser contados en los dedos -, abandonaríamos las
universidades para pasar a proletarizarnos, ir a trabajar en las grandes fábricas y mantener la
estructura obrera del partido.
Moreno dejó esa escuela de pasión política por la clase obrera como una herencia que vive en
todos aquéllos que se formaron y se reivindican de esta corriente política, en la Argentina, en
Brasil...
Aprovechar las oportunidades políticas
Moreno también fue un maestro en utilizar las oportunidades políticas para llevar la clase a
avanzar en la construcción del partido. Supo estudiar y descubrir las contradicciones
interburguesas, las brechas que se abren en las clases dominantes, sentir por donde pasa la
lucha de clases en esas circunstancias y utilizar la situación con audacia y sentido de
oportunidad para proseguir la movilización y construir las herramientas políticas de los
trabajadores.
Moreno nunca se pautaba por aquello que dijese la vanguardia u otros grupos de izquierda,
sino por el análisis concreto de la realidad y por las tareas que ésta presentaba. Después el
golpe militar gorila de 1955, nuestra organización pasó a estar "bajo la disciplina del general
Perón". Reivindicarse parte del peronismo para militar en el interior de las 62 Organizaciones
que era la organización que agrupaba a sindicatos y comisiones internas y en las que había que
estar para ser parte y dirigir la resistencia a la dictadura gorila y organizar sus mejores cuadros.
Fue entonces que nuestro diario Palabra Obrera se convirtió en el principal portavoz de esa
resistencia, llegando a tiradas de hasta cien mil ejemplares.
Dirigimos la huelga metalúrgica de 56 y tuvimos enorme incidencia en las organizaciones
sindicales peronistas (62 organizaciones), hasta que tuvo inicio el desgaste y, después, la
derrota de esa resistencia.
Esta táctica escandalizó muchos sectores del trotskismo en todo el mundo. Moreno, que se
oponía, en el terreno internacional, a las posiciones que capitulaban a la burocracia estalinista,
pasó a ser considerado un oportunista. Fueron publicados panfletos en otros países contra el
"oportunismo morenista". Una historia que duró bastante tiempo. Personalmente, recuerdo
que, al final de 77, fui a Londres para discutir con un grupo trotskista con grande influencia en
la fábrica Leyland, para ganarlos para nuestra tendencia internacional. Comenzaron la reunión
con diarios de Palabra Obrera de la época sobre la mesa, exigiendo una autocrítica del
centrismo en el peronismo para dar inicio al debate.
Otro ejemplo de aprovechamiento de las oportunidades fue también en la mitad de la década
del 60 el trabajo sobre las agrupaciones estudiantiles del "Humanismo", ligadas al catolicismo,
y que eran la derecha del movimiento estudiantil. El catolicismo venía a ser el agente más
directo del golpe gorila de 55, y Moreno supo prever la radicalización posterior de un sector
de la juventud democracia cristiana que en un número considerable fue ganada para nuestra
corriente.
Más importante aún es que, en 70-71, después del "Cordobazo", se vio que había condiciones
de utilizar la legalidad burguesa, y tuvo inicio la apertura de sedes partidarias durante la
dictadura, lo que escandalizó toda la vanguardia de izquierda que, en la época, defendía el
slogan “Ni golpe ni elección revolución Revolución". Moreno consideraba que la legalidad y el
camino hacia las elecciones abierto en ese momento, era un triunfo de la lucha de clases y que
teníamos que utilizarlo a favor de la lucha de los trabajadores y el pueblo. Gracias a la
utilización de la legalidad y la participación en las elecciones fue conquistado un sector de la
vanguardia obrera, entre ellos José Francisco Páez, uno de los dirigentes de los levantamientos
obreros de Córdoba.
Otro ejemplo fue la política frente a la guerrilla. Nuestra corriente fue la que, de forma más
consecuente, polemizó contra la política de transferir mecánicamente el ejemplo cubano para
cualquiera uno y todos los países de América Latina. Esa política llevó una gran vanguardia
revolucionaria surgida con la revolución cubana a experiencias foquitas que fueron
rápidamente derrotadas. Nuestra corriente tiene una historia de diferenciación y debate
contra esa política que consideramos equivocada, sobretodo en las expresiones de guerrilla
urbana de la década de 70, que llevó una importante parcela de la generación revolucionaria a
alejarse de las luchas de la clase obrera, a sacar combatientes de las fábricas. E incluso, con sus
"acciones ejemplares", a obstaculizar la propia lucha obrera.
Pero, al mismo tiempo, Moreno comprendió que la revolución cubana abría una nueva etapa
en la lucha continental contra el imperialismo. En su trabajo de 1962, "La revolución
latinoamericana", hizo un análisis audaz del que estaba se abriendo un nuevo movimiento
nacionalista democrático antiimperialista en el continente. Comprendió que era necesario
incorporar la guerrilla como una forma de lucha revolucionaria no prevista en el Programa de
Transición, como resultado de los cambios operados en escala mundial con los fenómenos de
lo pos-guerra y, concretamente, el peso de la lucha campesina en China, la misma que
nuevamente se expresó en la revolución cubana.
Fue así, también, que nuestra corriente reivindicó la lucha armada e hizo una experiencia
práctica concreta de esa política apoyando la lucha campesina de ocupación de tierras, dirigida
por Hugo Blanco, que asumió la forma de una milicia campesina. De esa forma, supimos
distinguir el yoguismo de los procesos de guerrilla que pudieron unirse al movimiento de las
masas campesinas.
Precisamente por eso, también desde el primer momento, se apoyó la guerrilla sandinista. Dos
o tres años antes del triunfo, en fines de 79, nuestra corriente, que tenía su centro en
Colombia, donde había se formado el PST (Partido Socialista de los Trabajadores), llamaba al
derrocamiento de Somoza y a la toma del poder por el FSLN (Frente Sandinista de Liberación
Nacional). Teniendo por base esa política, se formó la brigada Simón Bolívar, que reclutó más
de mil combatientes internacionalistas a combatir en Nicaragua, usando la experiencia de las
brigadas internacionales durante la Guerra Civil Española.
Un marxista abierto
Moreno no hizo del marxismo y de los análisis de Trotsky un dogma. Siempre actuó con la idea
que el marxismo es, antes de más nada, un movimiento social que lucha por la revolución y
que su teoría es una herramienta para ésa acción revolucionaria. Consideraba la teoría
marxista una ciencia abierta, de ahí venía su obsesión por estudiar los nuevos fenómenos de lo
después-guerra. Moreno, que se consideraba - y de hecho era - un trotskista ortodoxo, fue
también autor de muchas revisiones de la obra de Trotsky. Apuntó las limitaciones que tenía la
formulación de la Teoría de la Revolución Permanente, incorporando las revoluciones no
previstas de lo después-guerra, en las cuales el sujeto social no afuera la clase trabajadora.
Actualizó el Programa de Transición, que estaba centrado precisamente en la lucha de las
clases trabajadores de las metrópolis y no daba respuesta suficiente a las tareas
antiimperialistas y democráticas, que fueron el eje de las revoluciones de la posguerra y
abarcaron, principalmente, los países dependientes y semi coloniales.
Ese marxismo abierto hacía que fuese autocrítico frente su propia historia política, ya que
consideraba que Argentina era un país que estaba lejos de los centros políticos. En los primero
años de mi militancia recuerdo que la historia de nuestro movimiento teniendo por base no los
aciertos, sino los desvíos que sufriera. Primero el desvío sectario hacia el peronismo; después
el obrerista que no veía la importancia del movimiento estudiantil, luego el movimientismo
cuando se hizo el centrismo al peronismo
La pasión por la formación política
La escuela de Moreno daba a los militantes mucho tiempo para la formación política. No
concebía un militante profesional que no si dedicase, por lo menos dos a tres horas diarias al
estudio de los clásicos y a la lectura atenta de los diarios más importantes de la burguesía.
Luchaba siempre contra la inclinación al militantismo, y era un verdadero maestro para dar y
preparar cursos de formación y escuelas de cuadros. Estas escuelas y seminarios eran parte
central, periódica, de la actividad política de la corriente, en las épocas de legalidad o bajo las
dictaduras. Bajo el régimen militar de Onganía, promovió un seminario de 15 días sobre la
Lógica de Hegel con cerca de 20 militantes, algunos de los cuales eran peruanos,
prácticamente encerrados en una casa, de la cual solo se podía salir por la noche y en turnos.
Es también memorable una escuela de cuadros en el sótano de una verdulería, en Mar Del
Plata, de la cual, también, solo se salía por la noche para un chapuzón en el mar.
De esa forma, se combinaban una buena formación teórica de los cuadros, que transmitía
mucha seguridad, y una buena armazón política, no para ser más eruditos, sino para usar esa
herramienta formidable que es el marxismo para intervenir en la lucha de clases y también
tener una gran flexibilidad táctica, para aprovechar las oportunidades.
Sus últimos años
Desde 1980, pero especialmente desde 1982, entramos en un período extremadamente
contradictorio. Del punto de vista de la construcción del partido, hubo avances enormes en la
Argentina y en Brasil. Al mismo tiempo, fueron elaboradas varias tesis que resultaron parciales
o equivocadas.
Después el exilio en Colombia, donde había si construido un importante partido desde la
adhesión de un expresivo grupo militante denominado Bloque Socialista, Moreno regresó a la
Argentina, cuando ocurría la caída de la dictadura. Gracias al acierto de utilizar antes que
cualquiera otro la etapa de la legalidad que se abría, fue posible construir el MAS que alcanzó
importante influencia en la vanguardia y consiguió rasguñar la influencia de masas. El MAS se
formó también porque, en el duro período de la dictadura argentina, nuestro partido, el PST
(Partido Socialista de los Trabajadores), como resultado de su política de estar junto a la clase
trabajadora y a su temple y moral partidaria, supo como resistir a la represión y conservar una
corriente que tenía entre 500 800 militantes en el país.
Cuando hubo la guerra de las Malvinas, supimos colocarnos en el campo militar de la
dictadura. Y, cuando cayó y se abrió una nueva etapa democrática, Moreno dirigió el partido
audazmente para crear un nuevo movimiento político socialista. Los 500, o quizá un poco más,
¡militantes salieron a abrir 500 sedes, prácticamente una sede por militante!, para explorar al
máximo la construcción de un nuevo movimiento socialista y participar de las elecciones. A
pesar de no habernos unido a otras fuerzas o corrientes para hacer un movimiento socialista y
no haber logrado un resultado electoral significativo, esta política permitió captar millares de
militantes y enraizar el Movimiento al Socialismo en los principales barrios y en grande parte
de las estructuras de los trabajadores de la Grande Buenos Aires y en otras importantes
ciudades.
Algunas generalizaciones que no coinciden con la realidad
En el campo de la elaboración política fue donde se presentaron las contradicciones. Moreno,
que, como decíamos, era un marxista abierto y apasionado por estudiar la realidad concreta
para poder intervenir en ella, tomó de forma unilateral algunas características de la situación
mundial para generalizarlas bajo la definición de situación revolucionaria mundial. También,
desde la caída de la dictadura en la Argentina, generalizó que la revolución democrática era
una fase de la revolución socialista. Visto desde hoy, después de veinte años, cuando ya es
bien más fácil observar la realidad como parte de lo pasado y no como un presente, resultaron
ser generalizaciones unilaterales y equivocadas.
Fueron tesis que el equipo de dirección que prosiguió después de su muerte, no solo no supo
corregir a tiempo, por el contrario las exageró. Y, de esa forma, nos desarmaron frente a la
realidad. En cierta medida, fueron transformadas casi que en principios, sin seguir los consejos
del propio Moreno, que siempre insistía que la realidad es más rica que cualquier esquema
teórico y que, de acuerdo con esta idea, era un crítico riguroso y no dogmático de todos
nuestros maestros y de sus propias ideas.
Con el compromiso que iremos a desarrollar aún más estos temas, y con el objetivo de
armarnos mejor para intervenir en la nueva realidad mundial y de nuestro continente, es que
nos referimos brevemente a tres aspectos. (1) Ver tesis teórico políticas del MES y La Lucha
continúa).
* La situación revolucionaria mundial. A partir del incontestable hecho del debilitamiento de
los Estados Unidos con la derrota del Vietnam, de las crisis económicas cíclicas en los años 70
y el debilitamiento del aparato burocrático del estalinismo, en el año 80 y, más precisamente
cuando ocurrió la tentativa fallida de unificación con la corriente trotskista de Lambert, fue
construida la tesis de situación revolucionaria mundial. (Para Lambert era la inminencia de la
revolución). La misma, se definía afirmando que había condiciones para que estallasen
revoluciones en el mundo. Moreno fundamentaba nuestra tesis en la definición de situación
revolucionaria de Lenin, formulada en 1915. Creemos que se hizo una falsa analogía con
aquella situación. Lenin hablaba concretamente de la situación revolucionaria en Europa, en
medio a una guerra mundial que había provocado el enfrentamiento de los imperialismos
europeos entre sí y que, de hecho, había provocado una quiebra, una fractura del orden
mundial, que se sostenía en ellos. Efectivamente, fue una situación que desencadenó la
revolución en Rusia y en varios países de Europa. No era ésa la situación que vivíamos en 1980.
El golpe del Vietnam fue enorme, pero pudo ser absorbido, no dislocó la dominación mundial.
Para responder a la situación Nixon hizo el pacto con China para empezar a estabilizar el Este
de Asia, y por otra parte ya había ocurrido el golpe de Chile directamente instrumentado por
Kissinger (que mostraba que el gobierno de Nixon tenía ciertos márgenes de maniobra y
posteriormente la derrota de Solidarnosc en Polonia.
En ese contexto se exageraba el carácter objetivivista de la definición leninista, al hablar de
revoluciones socialistas inconscientes. Si bien la definición leninista, diferentemente de la de
Trotsky, no incluía como condición el partido revolucionario - y esto fue corroborado por la
realidad de las revoluciones después-guerra que se realizaron sin partido revolucionario -,
Lenin ni por eso despreciaba el papel de la conciencia de las masas en las revoluciones. Al
contrario, una de las condiciones observadas por Lenin era también "la disposición
revolucionaria del proletariado y de las masas, que en la situación revolucionaria se decidían a
romper y rebelarse contra el orden social existente y buscar el nuevo".
* El frente contra-revolucionario mundial. Un elemento que completaba la caracterización
mundial era la existencia de un frente contra-revolucionaria, de la cual hacían parte todas las
direcciones no obreras o revolucionarias, o sea, pequeño-burguesas, especialmente el
castrismo, el sandinismo, etc., pero que abarcaba prácticamente todas las direcciones, en
todos los países. Esta formulación era verdadera y objetiva en relación de freno a la
revolución centroamericana que desempeñó el pacto de Contadora alentado por Fidel. Pero se
generalizó teóricamente cual si fuese una frente permanente que actuaba en todos los
lugares, perdiendo de vista las contradicciones que la propia realidad abría y abre en
diferentes coyunturas y regiones, como estamos viendo ahora en el Oriente Medio, donde
direcciones como el Hezbollah o Hamas desempeñan un papel infinitamente progresista. Lo
mismo acontece en América Latina. De esa forma, se colocó el problema de la dirección como
la traba absoluta para el avance de la revolución dejando de lado factores objetivos y la acción
de éstos sobre el nivel de conciencia de las masas.
* Revoluciones democráticas que hacen parte de la revolución socialista. Cuando cayó la
dictadura argentina, gracias a la movilización popular provocada por la traición de los militares
en la Guerra de las Malvinas, Moreno correctamente definió que había sido un derrocamiento
revolucionario del régimen político. De esta forma, se retomó la caracterización acertada de
las revoluciones que alteran los regímenes políticos que ocurrieron en la lucha de clases
mundial. Sin embargo, la realidad fue forzada al decir que esa revolución era una fase de la
revolución socialista y que, por tanto, abría a la revolución socialista. Esa dinámica
interrumpida de que hablábamos en aquellos tiempos estaba evidentemente vinculada a la
definición de la situación revolucionaria mundial utilizada en la época.
Estas caracterizaciones se comenzaron a chocar con la realidad aún cuando Moreno vivía, pero
no consiguieron ser corregidas por él, ni reformuladas después su muerte. Al final de su vida,
él ya percibía qué en la Argentina nuestro pronóstico comenzaba a chocarse con mediaciones
importantes. Si bien se desarrollaron huelgas generales contra el gobierno radical, se fortalecía
como alternativa de poder el peronismo, que volvía al gobierno en la provincia de Buenos
Aires. Moreno se comenzaba a plantear el problema de las mediaciones y decía, por ejemplo,
que debíamos estudiar más Gramsci para comprender las mediaciones que creaba la
democracia burguesa.
Visto de ahora, es evidente que la caída de las dictadoras burocráticas no abrió un camino a
nuevas revoluciones de Octubre. Desde los mediados del 80 comienza la consolidación del
proyecto neoliberal de Thatcher y Reagan, y con ello tuvo inicio un proceso, no lineal y con
contradicciones - ya que, por ejemplo, tuvimos el Caracazo -, pero que tuvo por resultado
general una década de dominio de los gobiernos neoliberales en nuestro continente y en
Europa
Moreno empezó a ver la dirección derechista del reaganismo y las consecuencias que podría
tener para los Estados Obreros. Definió correctamente que la crisis económica mundial
desencadenaba una contrarrevolución económica permanente, o sea, una ofensiva sobre las
masas que fue avanzando y provocando derrotas importantes. Visto de ahora, es evidente que
no se percibió en profundidad la correlación de fuerzas que significaron Thatcher y Reagan, la
derrota de la huelga minera en Inglaterra y de los controladores aéreos en Estados Unidos y
antes de ellas la de Solidarnosc en Polonia.
Moreno también se preguntaba si en la EX URSS y en los países del Este la burocracia ya no
había liquidado de un punto de vista cualitativo, las conquistas de la expropiación de la
burguesía. Con relación a los estados obreros, nuestra corriente se sostenía en la
caracterización de Moreno de que en esos países la revolución política tendría dos fases. Una
democrática, de todo el pueblo por la democracia, y otra socialista hegemonizada por la clase
obrera, que retomaría el proceso de transición. Era un pronóstico correcto sobre la base de lo
que había ocurrido con las revoluciones políticas hasta la revolución polaca de Solidarnosc,
pero que no se repitió en los años 89-90. Las revoluciones democráticas en los países del Este que acontecieron - no llevaron a nuevos Octubres, pero, al contrario, el proceso culminó con la
restauración capitalista. El último movimiento revolucionario que ocurrió bajo las moldes de la
revolución política prevista por Trotsky fue la polonesa de Solidarnosc, y luego Tianamen, y
ambas fueron derrotadas.
En un sentido, con sus últimas caracterizaciones, Moreno miró "lejos demás". Vio importantes
elementos del porvenir que se delineaban, pero no se concentraban en la realidad presente de
aquel momento. Tuvo la intuición acertada que el estalinismo estaba acabando, y que eso
alteraría el mundo, dando inicio a una nueva época. Este proceso demoró y, al final, aconteció;
pero no sincronizado con una situación revolucionaria mundial. La realidad, una vez más, fue
diferente del esquema teórico. La derrota del estalinismo, que significó el fin del aparato "más
contra-revolucionario surgido de las filas del movimiento obrero que dio la historia", como
decía Moreno, y que cayó debido a la acción democrática de las masas, no llevó a las
revoluciones que esperábamos en esos países.
Sin embargo, el capitalismo no pudo resolver su crisis estructural. Y el fin de la Yalta acabó por
complicar su dominación. La ofensiva neoliberal no solucionó la crisis estructural del capital y
empezó a agotarse en fines de 90. Vivimos ahora un período donde se exacerbaron todas las
contradicciones, donde se aguza la polarización social y política. La hegemonía americana que
recurrió a la guerra de Irak para evitar su decadencia, sufrió un duro golpe en esa guerra. En
América Latina, con las grandes insurrecciones, emergió un pujante movimiento nacionalista
pequeño-burgués que levantó, incluso, la discusión del socialismo del Siglo XXI. La P-Sol se
transformó en una realidad en Brasil, y sectores revolucionarios y organizaciones trotskistas
que formábamos parte de diferentes tradiciones, desempeñamos ahora un papel importante
en la construcción de alternativas anticapitalistas. En este momento, tenemos enormes
posibilidades de diálogo con sectores del movimiento de masas. El espacio político está
bastante abierto, ya que todo esto acontece en una etapa en la que el estalinismo, como
aparato mundial, ya no existe.
No tenemos dudas que Moreno habría sido una pieza fundamental para armarnos sobre los
nuevos hechos y los nuevos desafíos, que tenemos que construir alternativas revolucionarias
de influencia de masas. Es una tarea que se quedó en manos de un esfuerzo colectivo. Y para
esto, las herramientas que dejó Moreno son enormes contribuciones que debemos utilizar.
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