MES DE LA SOLIDARIDAD

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Mes de la Solidaridad
Lanzamiento de la Guía Solidaridad
"Aprendo que el Padre Hurtado fue un Constructor de la
Sociedad de Justicia que Esperamos"
Palabras de la Ministra
3 de agosto de 2009
Estimados:
En estos días hemos iniciado el Mes de la Solidaridad, período en el cual
los chilenos y chilenas relevamos el legado más importante que nos dejó
San Alberto Hurtado: conseguir justicia para los más necesitados a
través de la acción solidaria. Su gran sueño fue que Chile fuera un país
equitativo, inclusivo y solidario. El fue un ejemplo de perseverancia en este
empeño.
El 18 de agosto se conmemora un nuevo aniversario de su muerte y
sus palabras y su ejemplo adquieren cada día mayor fuerza. ¡Tanta! que este
Mes de la Solidaridad instaurado en su honor, ha permeado muy distintos
ámbitos del quehacer nacional. Este año se nos propone como lema
“Comprometerse hace bien”. Con esta idea fuerza se nos hace una
invitación a compartir y a asumir responsabilidad con los más desamparados de
nuestra sociedad; se nos urge a la acción.
Este es un período que nos llama a mirar a los demás, a pensar en sus
necesidades y que nos convoca a fortalecer nuestra solidaridad.
Quiero iniciar mis palabras recordando aquella frase del Papa Juan
Pablo II que dice: La solidaridad... “no es un sentimiento superficial por los
males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación
firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de
todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de
todos” (Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, nº 38).
Recuerdo las palabras del Papa Juan Pablo II porque la comunidad del “Mes
de la Solidaridad” quiere ir más allá de gestos solidarios individuales;
nos invita a generar una “cultura solidaria”. Así entiendo que lo pide
también el Papa, cuando señala que es preciso empeñarnos en el bien común y
en que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Esta actitud sólo
se logra si se asienta en una cultura. Por mi parte, asumo esta invitación y
desde el Ministerio queremos extenderla para crear una cultura que
permee nuestra sociedad y nos lleve con fuerza a vivir en solidaridad.
Es por ello que el Ministerio de Educación ha querido hacerse presente en este
Mes de la Solidaridad. El lanzamiento de la Guía de Solidaridad del
MINEDUC "Aprendo que el Padre Hurtado fue un constructor de la
sociedad de justicia que esperamos" es un aporte para vivir mejor
juntos a partir de la experiencia y la práctica. Con este esfuerzo
queremos desarrollar la comprensión del otro y la percepción de formas de
interdependencia, realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los
conflictos, respetando los valores de pluralismo, de comprensión mutua y paz.
Una cultura nace a partir de normas de conducta y prácticas sociales.
Las virtudes sociales no se establecen por decreto. De la práctica diaria, del
ejemplo, de las convenciones sociales, afloran valores que finalmente decantan
en una cultura. Son los poderes públicos, las instituciones, las
asociaciones, los centros educativos, las familias, los medios de
comunicación, en suma cada uno de nosotros, los llamados a instalar,
día a día, los valores que inspiran las conductas que priman en
nuestra sociedad; las bases que orientan el aprendizaje y la
convivencia.
Hay personas que tienen en forma innata un sentido de la solidaridad pero, en
general, la solidaridad se aprende. Aprender a vivir juntos, aprender a
vivir con los demás, es uno de los cuatro pilares de la educación según
el Informe Delors de la UNESCO. El concepto de solidaridad adquiere, en
la actualidad, un significado ético que urge a que cada persona se
sienta responsable de todos los demás como requisito para vivir mejor
unos con otros. Es un encuentro necesario y libre, en el que cada cual gracias
a la cooperación, el desinterés y la generosidad, ofrece lo mejor de sí para el
bien de la comunidad.
Se trata del “descubrimiento del otro”. El aprendizaje de la solidaridad
tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir
a una toma de coincidencia de sus semejanzas y de nuestra interdependencia.
Desde la primera infancia, la escuela debe, pues, aprovechar todas las
oportunidades que se presenten para esa doble enseñanza.
Consecuentemente, un desafío importante de la actual educación pasa
por articular el universalismo con la particularidad, sobre la base del
respeto a la persona humana.
La educación tiene el deber de ayudar a desarrollar la capacidad de
sentir y asumir la condición humana como una responsabilidad de
todos. Para ello, se nos invita a pensar primero en el otro y después en
nosotros mismos. La empatía y el compartir son los ejes que nos conducen a
este pensar primero en el otro.
El fomento de la empatía en la escuela será fecundo para los comportamientos
sociales a lo largo de la vida. Si se enseña a los jóvenes a adoptar el
punto de vista del “otro”, se aprende a ser generoso, a juzgar menos,
a colaborar más. Ciertamente que aquí la educación tiene una
responsabilidad en conjunto con la familia. Padres y profesores son
modelos para los jóvenes. De ellos aprenderán a aceptar la alteridad y
a construir la convivencia mediante el diálogo y el intercambio de
ideas.
Una educación para la solidaridad tiene impacto en todo el sistema
escolar. Apunta a erradicar las desigualdades y a integrar un buen aprendizaje
con destrezas básicas, éticas y morales. Todo ello permitirá a cada
estudiante desarrollarse como persona y tener un mejor resultado
final como alumno. Por lo mismo, quiero ser enfática al señalar que no
habrá calidad en la educación si está ausente esta dimensión valórica
en nuestra escuela.
Es muy importante alentar a los estudiantes a tomar decisiones y a participar
en acciones concretas que incidan en su entorno inmediato, ya sea de la
escuela, del barrio, o de la ciudad. Antes que aprender qué es la
solidaridad es más valioso que la practiquen, que la actualicen en el
diario vivir, que la vivan como un don personal.
Solemos decir, Chile es un pueblo solidario, que en nuestro ADN está inscrito el
que somos un país de hermanos. A mi juicio, tenemos que esforzarnos mucho
más para que estas frases sean realidad. Nuestro esfuerzo por impartir
desde la educación la importancia de la solidaridad, de facilitar
experiencias de solidaridad, responde a la convicción de que aún nos
queda mucho camino por recorrer.
Tenemos ante nosotros la gran oportunidad de iniciar una senda de encuentro,
al que estamos llamados todos quienes creemos en la transversalidad del
mensaje de solidaridad, de paz y de justicia de este santo chileno.
La figura de este personaje tan extraordinario que fue San Alberto
Hurtado se erige como un modelo de humanidad, que con alegría
apostó su propia vida en beneficio del crecimiento de la vida de los
demás. Ella nos debe volcar al compromiso y a la acción. Bajo su
inspiración podremos decir contentos “comprometerse hace bien”.
Muchas gracias
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