El Amo de la Casa (DU SKAL ÆRE DIN HUSTRU) CARL THEODOR DREYER Nº 288 (OCTUBRE 2009) SINOPSIS Viktor Frandsen es un hombre despótico que somete continuamente a su familia a su talante autoritario. Ida, su esposa, cumple abnegadamente con sus tareas domésticas pero éste no sabe apreciar ninguna de sus atenciones. La anciana Mads, antigua nodriza de Viktor, advierte con disgusto la resignada sumisión con que Ida recibe el maltrato de su marido. Decidida a cambiar la situación, la anciana prepara una estrategia para hacerle ver su comportamiento vergonzoso. FICHA ARTÍSTICA Viktor Frandsen .................................................... JOHANNES MEYER Ida Frandsen ................................................................ ASTRID HOLM Karen Frandsen ................................................... KARIN NELLEMOSE Mads .................................................................. MATHILDE NIELSEN Alvilda Kryger ......................................................CLARA SCHØNFELD Doctor.................................................................JOHANNES NIELSEN FICHA TÉCNICA Duración....................... 107 min. Nacionalidad.............. Dinamarca Año de Producción .............. 1925 (Blanco y Negro) Dirección .......... CARL T. DREYER Productora ................ PALLADIUM Guión.................. SVEND RINDON ............CARL THEODOR DREYER EL DIRECTOR: CARL THEODOR DREYER Hijo ilegítimo de un terrateniente y de su ama de llaves, nace el 3 de febrero de 1889 en Copenhague y a los dos años es adoptado por la familia Dreyer. En 1909 abandona su carrera como contable y comienza a escribir en varios diarios daneses, convirtiéndose en un periodista reconocido. Éste hecho le permite ingresar en la industria cinematográfica como escritor de intertítulos en películas mudas, aunque muy pronto desempeña funciones de director artístico, adaptador y guionista, hasta su debut como director en 1919 con El Presidente. Durante los años veinte rueda siete películas entre las que destacan Páginas del Libro de Satán (1920), El Amo de la Casa (1925) y La Pasión de Juana de Arco (1928), en las cuales define su estilo caracterizado por la denuncia de la intolerancia social y moral y una fuerte religiosidad. Con la aparición del sonoro, su obra se distancia debido a la complejidad de su concepción y los problemas de financiación rodando sólo cinco películas en más de cuarenta años. La precariedad de la industria danesa y el fracaso de Vampyr (1930), le obligan a esperar doce años para rodar Dies Irae (1943) y Dos Seres (1944). En 1955 rueda Ordet (La Palabra), adaptación del texto de Kaj Munk, film que supone su consagración y que le valió el León de Oro en la Mostra de Venecia. Debido a la falta de financiación para varios proyectos se despide del cine con Gertrud (1964), falleciendo el 20 de marzo de 1968 en Copenhague. FILMOGRAFÍA PRINCIPAL DEL DIRECTOR 1919 1920 1920 1921 1921 1924 1925 1928 1930 El Presidente (Præsidenten) Páginas del Libro de Satán (Blade af Satans Bog) La Viuda del Pastor (Prästänkan) Los Estigmatizados (Die Gezeichneten) Había una vez (Der Var Engang) Deseo del Corazón (Mikaël) El Amo de la Casa (Du Skal Ære Din Hustru) La Pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d'Arc) Vampyr (La Bruja Vampiro) (Vampyr: Der Traum des Allan Grey) 1943 1944 1955 1964 Dies Irae (Vredens Dag) Dos Seres (Två människor) Ordet (La Palabra) (Ordet) Gertrud (Gertrud) Fotografía ....... G. SCHNÉEVOIGT Montaje .........CARL TH. DREYER D. Artística ...CARL TH. DREYER COMENTARIO ¿Dreyer haciendo comedias? Desde luego que sí. El Amo de la Casa demuestra que Dreyer no era sólo un visionario trascendental sino, en primer lugar, un artista de la forma cinematográfica, capaz de administrar los hallazgos del mejor cine de la época con el carácter concienzudo y laborioso de quien respeta profundamente su propio arte. El Amo de la Casa es un cuento moral cuyo tono oscila entre la comedia amable y el melodrama doméstico. La situación de partida es muy sencilla: marido ingrato y gruñón desmerece de esposa sacrificada y laboriosa. La antigua niñera del propio varón, una anciana astuta y voluntariosa, toma nota del despropósito y urde un plan para dar una lección ejemplar al mal esposo. Dreyer, quien a esas alturas ya había dirigido, entre otras, la espléndida Mikael, un kammerspielfilm realizado en Alemania sobre la (des)lealtad filial de un discípulo hacia su maestro, demuestra su conocimiento profundo de los códigos de montaje a la Griffith: con excepción de algunas escasas tomas en exteriores y en la sala de una pensión donde la esposa maltratada pasa unos días de descanso, el film tiene lugar en el interior del domicilio familiar, donde conviven el matrimonio, sus tres hijos y, provisionalmente, la ubicua anciana, de ojos líquidos y semblante encantadoramente fiero. La aparente sencillez de la puesta en escena de los ritos domésticos esconde aquí una complejidad notable que pide afinar la mirada. El Amo de la Casa es un ejercicio de pedagogía doméstica que permite una lectura general y una lectura especial. La lectura general atañe sobre todo al espacio, y la especial a los rostros. Resulta evidente que el malhumorado padre de familia es el “amo” de un hogar sobre el que sólo puede ejercer la tiranía de un niño legitimado para hacerlo. Ha perdido su negocio, y en contrapartida ejerce poder sobre un territorio cuyo sentido se limita a garantizar su propia jerarquía y privilegios. El hecho de que la re-educación del hombre en la pedagogía de lo compartido pase por una regresión a un estado de niñez -no en vano es su vieja nana la que se adueña de la casa-, no hace sino confirmar ese desequilibrio. Con su corpachón lento, erguido en medio de la sala mientras fuma su pipa, el “amo” de la casa mira por encima del hombro el trasiego –preciosamente ilustrado por la composición de tomas de vista que diseña Dreyer- de su agotada esposa y de sus retoños. Cuando la nana tome el poder, su primer gesto será eliminar los privilegios del h hombre -las zapatillas puestas a calentar junto a la estufa- y tender liñas para el secado de la ropa a lo largo y ancho de la sala. La elocuencia cómica del gesto radica también en su eficacia simbólica: la anciana se apropia del territorio, espacio vacío que ella vuelve eficaz y que no se ajusta ya a la medida del hombre. Así pues, cada personaje queda definido por sus gestos y acciones cotidianas, y también por las relaciones espaciales –esto es, funcionales y jerárquicas- que se establecen entre ellos. Ahora bien, esa puesta en escena es asimismo, y de modo decisivo, un despliegue de las miradas. Y es aquí donde entra en juego el rostro en plano medio o primer plano. Si en los melodramas de Griffith, el primer plano es siempre “mirar la mirada” de quien reacciona y sufre ante una circunstancia desgraciada, en Dreyer el primer plano es eso mismo pero aumentado por una especie de sentido de la abstracción que se dirige hacia la expresión de un espíritu en movimiento. El desglose en planos que efectúa el danés provoca una especie de raro extrañamiento plástico. Los gestos de los actores deben más, tal vez, al estilo grave y estilizado del cine alemán de la época, y no tanto a la inmediatez hollywoodiense ni al veloz naturalismo francés. En Dreyer, un rostro en, en primer lugar, un enigma de belleza que se da a la vista. Pero ese enigma se mueve y parpadea; es más, se conmueve. La mezcla de dulzura, picardía y severa determinación en la anciana tiene su correspondencia en los ojos, primero vítreos, luego húmedos, del hombre de la casa, cuyo físico es viril, contundente, pero se adorna con un mirar vulnerable que pone al descubierto su condición de hombre-niño. En realidad, el desvalimiento masculino no queda resuelto al final sino que parece quedar confirmado cuando el pacto de convivencia se renueva, bajo la premisa del respeto a la mujer, mas no de una aceptación en participar del trabajo doméstico: los roles del hombre y de la mujer permanecen delimitados y distintos. La condición para que el pacto pueda cumplirse pasa, de hecho, por la oportunidad otorgada al hombre para que pueda reemprender su carrera como hombre de negocios. Se trata de una solución irónica en realidad: la noticia de un establecimiento comercial disponible y prometedor le es entregada al “amo de la casa” por el “estamento femenino” durante el almuerzo de reconciliación, como se regala una bicicleta a un niño que haya sacado buenas notas… LA CRÍTICA OPINA “El Amo de la Casa, es desde luego, la prueba más temprana y concluyente de que el cine no es para Dreyer teatro fotografiado. Si no se sabe que adapta una comedia de boulevard es imposible sospecharlo. Afirmar que básicamente transcurre en interiores, aunque contenga planos exteriores de un realismo casi documental, no basta para considerarla teatralizante. Más bien, al contrario: permite apreciar con mayor nitidez su voluntad estrictamente cinematográfica; o dicho con otras palabras: apreciar su minucioso desglose y la rigurosa continuidad obtenida mediante el montaje. (…) El Amo de la Casa es también, hay que decirlo, la película que mejor sostiene la lectura que de la obra de Dreyer hace su biógrafo e intérprete Maurice Drouzy. Como se sabe, éste escritor, el más ilustre de los especialistas en nuestro cineasta, considera que toda ella, desde El Presidente a Gertrud, es básicamente un monumento a la madre o una defensa a ultranza de la mujer, particularmente si es ama de casa o esposa, y que tanto la elección de sus historias como el tratamiento que les otorgaba procuraban incluir aspectos biográficos o aludir con el sesgo apropiado a la herida que su orfandad y adopción, seguida de la trágica muerte de su progenitora le había producido. (…) Película clave, por lo tanto, en ella se acrisola esa alternancia que constituye la esencia misma de la escritura de su director. Esencia, dicho sea de paso, entendida como tropo estructurante, sin ninguna otra connotación. Alternancia que aquí se organiza sobre la base de bastantes menos posibilidades que en otros títulos precedentes, pero que se beneficia de la experiencia obtenida gracias a ellos. Su soporte no son sólo los distintos segmentos espaciales del interior doméstico y el exterior urbano, sino fundamentalmente sus personajes, sus miradas y movimientos. Casi exclusivamente a su merced, simultaneando e imbricando sus distintos puntos de vista, incluido el del narrador extradiegético, se entreteje, cual minucioso encaje de bolillos, todo el espesor de la dinámica visual y todo su poder de significación.” Manuel Vidal Estévez. –Carl Theodor Dreyer (1997). Ediciones Cátedra. Madrid www.auladecine.ulpgc.es