miércoles, 22 de junio de 2016

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Comentario al evangelio del miércoles, 22 de junio de 2016
El Evangelio de hoy habla de los falsos profetas. Conviene tenerlo en cuenta porque si lo
olvidamos pensaríamos que Jesús está predicando un cierto determinismo sobre las personas. Si lo
olvidamos, parecería que Jesús afirma que el que es malo va a ser malo siempre, que no tiene solución.
Y llegaríamos a la conclusión de que los que son “árboles dañados” hay que talarlos y echarlos al
fuego. Dicho en otras palabras: expulsarlos de la comunidad. Y eso no está muy de acuerdo con el
Evangelio de la misericordia ni con el Dios del Reino que acoge a todos sus hijos e hijas, que abre la
puerta de la vida y de la esperanza a todos. Y que –cada uno de nosotros lo sabemos bien– nos da
siempre una segunda oportunidad.
Jesús se refiere a los falsos profetas. A los que van por ahí, quizá con cargos de responsabilidad en
la comunidad cristiana o en la sociedad, y se dedican a dar clases de moral y de comportamiento
ejemplar a todos los demás. Jesús se refería a los fariseos que tenían cierta tendencia a mirar a los
demás por encima del hombro. Porque ellos eran los que sabían de la ley y la cumplían hasta el más
mínimo detalle. En otro texto del Evangelio, Jesús les llama “sepulcros blanqueados”. No hace falta
explicar que les acusaba de guardar mucho las apariencias y de cuidar mucho su imagen pública pero
que en el fondo... mejor no hablar.
Hoy sigue habiendo muchos “fariseos” entre nosotros. La corrupción en el mundo de la política y
de la economía sale a la luz y casi nos da miedo pensar la cantidad de porquería y miseria que hay por
debajo de unas apariencias a veces tan impolutas. También en la iglesia hemos tenido y tenemos
nuestra parte de corrupción. También somos “humanos”. T eso no sucede sólo en los más altos niveles.
Casi podríamos decir que los dirigentes son sólo más corruptos que nosotros. Y que nosotros seríamos
tan corruptos como ellos si tuviéramos oportunidad.
Nos hace falta un poco más de humildad para reconocer al “fariseo” que todos llevamos dentro.
Para darnos cuenta de que las palabras de Jesús se dirigen también a nosotros, que todos somos
profetas y que todos tenemos la tentación de ser falsos profetas, de cuidar más las apariencias que la
realidad en nuestra vida. Que mucho más importante que nos reconozcan por nuestras palabras o por
nuestras apariencias o imagen es que nos reconozcan por nuestras obras, por nuestros frutos.
Y todo esto se aplica por igual al que escribe estas líneas. A ser todos más humildes. Y sin perder
la esperanza. Porque Dios Padre nos quiere tanto que seguro que nos dará una segunda oportunidad
que nos permita cambiar de vida.
Fernando Torres cmf
Publicado en Ciudad Redonda
www.ciudadredonda.org
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