los niños de skinner y las soluciones químicas

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LOS NIÑOS DE SKINNER Y LAS SOLUCIONES
QUÍMICAS
Mauricio Tarrab*
“No podemos permitirnos la libertad”
Como decía el cantautor catalán Joan Manuel Serrat, “entre esos tipos y yo
hay algo personal”.
P
uede leerse con cierta frecuencia en los medios periodísticos, artículos que
plantean sensatas advertencias acerca de la sobremedicación de niños en edad
escolar, con perturbaciones de conducta. Su aparición implica un cierto
equilibrio respecto de tantas “buenas nuevas” que nos traen los mismos medios de
comunicación sobre modernas terapéuticas y sus promesas de eficacia y
felicidad, sea química, sea comportamental, o sea –para más horroresgenética. No quiero referirme a aquí a la tontería macabra de algunas de esas
“noticias del progreso” como aquella de que producirían en breve una droga
que haría olvidar lo traumático; o la desopilante nueva – festejada por algunos
medios- de que tener buen sexo es equivalente (de acuerdo a su localización
cerebral) a hacer un paseo de compras en un shopping. O la asombrosa
novedad de diagnosticar un trastorno bipolar en una niña de dos años y medio
de edad. Son muestras de la dirección en la que marcha nuestro mundo hoy,
cuando “los niños de Skinner"1, adecuadamente medicados prometen volverse legión.
Hoy, ahora mismo, aquí, al menos en Buenos Aires, hay una oleada de intervenciones
sobre niños pequeños, inspiradas en un cóctel equilibrado entre diagnósticos
cientificistas , causas “genéticas” y terapias de reeducación de las conductas, que
impregnan el discurso de las instituciones educativas y cuya tan ponderada eficacia que vuelve objeto al sujeto de sus intervenciones terapéuticas- pone los pelos de
punta.
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El llamado discurso Psi, por su parte ha tenido en la Argentina una importante
resonancia en el ámbito educativo. En una época saturó las escuelas de manera
excesiva y desafortunada, ya que con su exceso de interpretación "psicologizaba" la
vida escolar de manera imprudente. Los psicoanalistas también debemos hacernos
cargo de eso, aunque sus efectos apuntaran al rescate de la dimensión subjetiva, que
la práctica institucional tendía en cierta época a encubrir. Aún en sus peores versiones,
en estos últimos 30 años, no puede decirse que la influencia del Psicoanálisis en ese
nivel fuera un instrumento segregativo.
Hoy las intervenciones a las que me refiero inciden en los puntos sintomáticos de la
institución escolar y de muchos padres. Lo hacen con prescripciones supuestamente
claras y supuestamente no especulativas, con un discurso que se autoriza en la eficacia
de la ciencia y en las peores excusas de la época, para preservar la seguridad
segregando la diferencia.
Tienen aliados importantes en la indicación de las medicaciones más variadas,
reemplazando la sensatez y la prudencia del diagnóstico por algo que otorgue
tranquilidad a los padres y a las instituciones. Es comprensible…el síntoma y la
angustia son intolerables para la sociedad de la eficiencia. El resultado, la solución del
“trastorno” -que no llega a hacerse síntoma y por lo tanto no puede ser trabajado
terapéuticamente si fuera necesario- es una discriminación en acto, que termina
identificando el “trastorno” al ser del niño. Como se ve es un horror, a veces disfrazado
de un pragmatismo que extravía a padres y educadores, cuando la solución química se
impone como paradigma para una infancia complicada.
En el año 1971 en la tapa de la revista norteamericana TIME Magazine un prestigioso
investigador de la conducta B.F.Skinner, fundador del Conductismo -una
importantísima corriente en la psicología norteamericana hoy convenientemente
globalizada y de gran influencia- afirmaba : “la libertad es un lujo, un riesgo, que la
sociedad no puede permitirse”. Hoy esa afirmación tiene el respaldo científico
necesario para llevarse a cabo como programa. Frente a esto, y con todas las
limitaciones y errores que tenemos no hay margen para que vacilemos. El
psicoanálisis, nuestra práctica y nuestro discurso, insiste en que en medio de la feroz
tendencia a homogeneizarlo todo que tiene nuestro presente, es necesario conservar
ese estrecho margen de libertad que pueda preservar lo incomparable que tiene cada
uno. Eso que, de cada uno no encaja en las regulaciones sociales y que
afortunadamente los niños insisten en demostrar para incomodidad, exasperación o
angustia de los adultos, a pesar de programaciones de las conductas, medicaciones y
segregaciones higiénicas.
Skinner enseñaba con su testimonio más íntimo, su propio deseo: Yo tuve solo una
idea en mi vida -una verdadera idea fija. La palabra “control” la expresa. El control de
la conducta humana. En mis tempranos días de experimentador, era un desenfrenado
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deseo egoísta de dominar. Recuerdo la ira que sentía cuando una predicción salía mal.
Podía gritar a los sujetos de mi experimento, “¡Pórtate bien, maldito! Pórtate como
debes!! 2 (TIME Magazine septiembre 20 de 1971)
¡Portáte bien maldito! ¡Portáte como debes! Es decir : portáte de acuerdo a mi deseo
de dominio…Pero atención!!, esto es solo una muestra de lo que será un programa
social para el siglo XXI : el control de la conducta humana. Sepamos claramente lo que
hay detrás de la pretensión y del ideal de la eficacia, además de los intereses de la
industria farmacéutica.
* Mauricio Tarrab es Psicoanalista en Buenos Aires y Secretario de la
AMP -Asociación Mundial de Psicoanálisis-. El viene de concluir su
función de Presidente de la EOL -Escuela de la Orientación Lacaniana
y de AE-
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B.F. Skinner padre del Conductismo y las Terapias Conductivas-Comportamentales
"I've had only one idea in my life—a true idée fixe. 'Control' expresses it. The control of human behavior. In my
early experimental days it was a frenzied, selfish desire to dominate. I remember the rage I used to feel when a
prediction went awry. I could have shouted at the subjects of my experiments, 'Behave, damn you! Behave as you
ought!' " —B.F. Skinner's Walden Two. 1948
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