Historia del dinero fiduciario en México: III. De

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Historia del dinero fiduciario en México:
III. De 1917 a la actualidad
Con el fin de restablecer la normalidad en el sector bancario, la
Constitución de 1917 preveía establecer un banco único de emisión. Si
bien la situación era complicada para poder llevar a cabo dicha idea,
la propuesta siguió adelante, principalmente porque en el extranjero se
estaban constituyendo sistemas financieros basados en un banco central.
El 24 de diciembre de 1924 se promulgó una nueva Ley General de
Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, la cual contemplaba
la creación de un banco único de emisión. Así se fundó el Banco de México,
que fue inaugurado el 1 de septiembre de 1925 por el entonces Presidente
Plutarco Elías Calles.
La aceptación del billete y de la moneda fiduciaria fue lenta. En los
primeros años la confianza hacia los billetes emitidos por el nuevo Banco
Central era muy baja. De hecho, en ese periodo, las emisiones de billetes
por parte del Banco de México eran insignificantes. Pero diferentes
acontecimientos incrementaron la demanda por el billete.
La volatilidad entre los precios del oro y la plata suscitaba que la
demanda por las monedas cambiara frecuentemente. En algunos casos, la
gente atesoraba alguna de estas dos clases de moneda (frecuentemente
la de oro) dejando sólo la de plata en circulación y creando problemas de
escasez. El Banco de México no tenía control sobre las emisiones, por lo
que en julio de 1931, se reformó la Ley Monetaria, a esta reforma se le
conoció como la Ley Calles, la cual desmonetizaba la circulación de las
monedas de oro, pero conservó este metal como respaldo, y aceptaba la
circulación de las de plata.
No obstante, la nueva Ley y el deterioro de la balanza de pagos (los
ingresos con el exterior eran menores que los egresos, diferencia que se
cubría en gran medida con oro y plata) suscitó que la emisión del Banco de
México disminuyera drásticamente, afectando las transacciones de todo
público. Era tan fuerte la escasez de moneda de esos años que se inició
un movimiento nacional, integrado por sindicatos, cámaras de comercio,
gobernadores, etcétera para fomentar el uso del billete. Dado que en ese
momento una gran proporción de la población estaba dispuesta a aceptar
el billete de acuerdo a su valor nominal, la demanda por este medio de
pago aumentó sustancialmente.
El precio de la plata aumentó hasta que el valor intrínseco de las
monedas de plata (su valor como metal) superó a su valor nominal, por
lo que el público comenzó a atesorarlas, a venderlas como metal para su
fundición. El Banco de México sustituyó esa disminución en moneda por
billetes, los cuales fueron aceptados. Finalmente, en septiembre de 1945
se desmonetizaron las monedas de plata.
No obstante, durante varios periodos de la existencia del Banco de
México, la emisión del dinero fiduciario (la diferencia entre su valor
nominal y su costo) se creció desproporcionadamente, lo cual se reflejó
en varias ocasiones en altas inflaciones. De hecho, este problema ya se
contemplaba desde la fundación del Banco de México, prueba de ello
fue su Ley Orgánica de 1936, que establecía criterios severos para la
emisión de sus billetes. Sin embargo, con el tiempo se relajaron dichos
criterios, y no fue hasta 1993 que se decidió modificar la Constitución,
con objeto de que quedara establecido el objetivo del Banco de México.
Específicamente, el artículo 28 Constitucional establece que:
El Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de
sus funciones y en su administración. Su objetivo prioritario será procurar
la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, fortaleciendo
con ello la rectoría del desarrollo nacional que corresponde al Estado.
Ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento.
La ventaja de la autonomía del Banco Central es que su objetivo ya
queda explícito. Ahora, la confianza de utilizar billetes y monedas se
sustenta, en muy buena medida, en las acciones que lleve a cabo el
Banco de México, pues está en su propio objetivo conservar el poder
adquisitivo de los billetes y las monedas.
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