Historia de la moneda en México: II. De la Independencia a la actualidad Al estallar la Guerra de Independencia, muchas personas atesoraron moneda, otras se la llevaron fuera del país. Por la guerra decayó tanto la minería como, por supuesto, la acuñación. Todo ello derivó en escasez de moneda. Por otro lado, el traslado del metal desde las minas hasta la Casa de Moneda de México, se dificultó por la peligrosidad de los caminos, constantemente atacados tanto por los insurgentes, como por simples partidas de bandoleros. Por esta razón, las autoridades tomaron la decisión de instalar casas de moneda provisionales, aledañas a las principales minas, para evitar el riesgoso traslado de los metales finos hasta el centro de México para su posterior envío a otros lugares. Hubo casas de moneda en las ciudades de Zacatecas, Sombrerete, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guadalajara, San Luis Potosí, entre otras. Fue en esa época donde se suscitaron los primeros intentos por introducir papel moneda. Agustín de Iturbide lo intentó, así como Santana, pero los resultados no fueron los esperados. Fue hasta mediados del Siglo XIX cuando se comenzaron a utilizar escasamente los billetes. Ya para el periodo de Porfirio Díaz el uso del billete era más difundido. Hay que tener en cuenta que los billetes que se utilizaban en aquella época estaban respaldados, si no en su totalidad, sí en buena parte, por oro y por plata. A finales del Siglo XIX y principios del XX había monedas de oro y de plata, y billetes y monedas cuyo respaldo era en alguno de esos dos metales. No obstante, en aquella época el precio del oro subió de forma constante, y lo contrario sucedió con el de la plata, lo que resultó finalmente en que las monedas y los billetes respaldados en este metal se devaluaran con respecto a los de oro. Esa volatilidad de precios hacía imposible sostener un patrón monetario basado en ambos metales, por lo que finalmente se aceptó el patrón oro. La Ley Monetaria, expedida por el ejecutivo en marzo de 1905 reformaba el régimen monetario del país y postulaba dicho patrón. Asimismo, se suprimió la hasta entonces libertad de acuñación, la cual se reservó como facultad del Estado. La contienda revolucionaria de 1910-1917 alteró profundamente la emisión y la circulación monetaria; dada la imperante escasez de medios de cambio, las fuerzas beligerantes emitieron sus propios billetes y monedas, así como vales y cartones, con objeto de satisfacer sus requerimientos monetarios. Terminada la contienda, y después de un periodo de integración, se funda en 1925 el Banco de México, entre cuyas funciones estaba la de emitir los billetes y controlar y administrar la acuñación de la moneda. Desde su fundación, la relación entre los medios de pago ha ido cambiando a favor de los billetes y las monedas fiduciarios, y en contra de las piezas de oro y plata. En un principio, la volatilidad entre los precios de estos metales suscitó que la demanda por las monedas cambiara frecuentemente, por lo que en julio de 1931 se llevó a cabo una reforma monetaria, llamada la Ley Calles, la cual, entre otras cosas, desmonetizaba la circulación de las piezas de oro, pero conservó este metal como respaldo y aceptaba la circulación de las de plata. El precio de la plata siguió en aumento hasta que el valor intrínseco de las monedas superó a su valor nominal, por lo que el público comenzó a atesorarlas o a venderlas como metal para su fundición. En consecuencia, el Banco de México sustituyó esa disminución de moneda por billetes. Finalmente, en septiembre de 1945 se desmonetizaron las piezas de plata. Ya para las décadas de los sesenta y setenta, la aceptación de los billetes y monedas era amplia. Con el aumento de precios de los años setentas y ochentas, el valor adquisitivo de las monedas disminuyó sensiblemente, por lo que era necesario sustituir las denominaciones constantemente. De hecho, se acuñaron monedas de hasta cinco mil pesos. Con el propósito de facilitar el manejo y simplificar las transacciones en efectivo, el 18 de junio de 1992, se decretó la creación de una nueva unidad del sistema monetario equivalente a mil pesos, de los entonces actuales, por lo que se suprimían tres ceros a nuestra moneda. La nueva unidad, que entró en vigor a partir del 1° de enero de 1993, conservó el nombre “peso”; sin embargo, se le antepuso transitoriamente la palabra nuevo, misma que se suprimió a partir del 1° de enero de 1996.