Historia del dinero fiduciario en México: II. Banco de Londres

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Historia del dinero fiduciario en México: II. Banco de Londres, México y
Sudamérica, y Revolución
El 1 de agosto de 1864 abrió sus puertas en la Ciudad de México
el Banco de Londres, México y Sudamérica. En poco menos de un año,
este banco emitió sus primeros billetes, pero a diferencia de las demás
emisiones, no eran de aceptación obligatoria. El intento fue afortunado,
y la gente comenzó a aceptarlos como medio de pago, aunque en una
escala muy pequeña. Ahora el público podía confiar en que ese billete
conservaría su valor nominal, pues una institución económicamente
fuerte lo respaldaba, además de que a dicha institución le convenía,
de acuerdo a sus propios intereses, que éstos conservaran su valor.
Los buenos resultados propiciaron que se extendiera el uso del papel
moneda a otros estados del país y a que surgieran muchas nuevas y muy
variadas emisiones por parte de los bancos, lo cual podía ocasionar cierto
descontrol. Por lo anterior, el 20 de abril de 1884 se promulgó el Código
de Comercio, que reguló la emisión de billetes, concediendo a unos pocos
bancos la emisión de los mismos, respaldados por algún tipo de valor.
Para fines del Siglo XIX, cerca de la mitad del papel moneda era del Banco
Nacional de México, una cuarta parte del Banco de Londres y México y el
resto de una veintena de bancos regionales.
Todas las emisiones citadas estaban controladas por las leyes y debían
tener respaldo en oro o en plata, mismo que no necesariamente era del
total de los billetes emitidos; por ejemplo, en algunos casos se podía
respaldar sólo la tercera parte de éstos. Asimismo, a finales del Siglo XIX
y principios del XX hubo estabilidad económica y las ciudades mostraban
un crecimiento importante. Todo ello contribuyó a que el público aceptara
muchas de esas emisiones, pero lo más importante era que había confianza
en que éstas no serían excesivas y los billetes no perderían su valor.
Es importante remarcar que el dinero fiduciario funciona si el público
tiene confianza de que no va a perder su valor nominal y que será aceptado,
por ese valor. Si el banco emisor y/o las autoridades monetarias tienen
la encomienda de que los billetes y las monedas no pierdan su valor,
entonces tendrán mucho mayor aceptación. En caso contrario, cuando los
intereses del emisor son obtener recursos, sin importar qué suceda en el
futuro con el valor de ese dinero, el intento seguramente fracasará, tal y
como sucedió en la época de la Revolución.
Victoriano Huerta se apropió del respaldo metálico (principalmente
oro) de los billetes que tenían los bancos, además de autorizarles emitir
cantidades muy grandes de papel moneda sin ninguna clase de sustento.
Por ello, los billetes perdieron su valor y el sistema de papel moneda
se vino abajo, y se esfumó la confianza del público para utilizarlos y
mantenerlos. Además, las diferentes fuerzas beligerantes, utilizaron
al papel moneda para dotar de medios de pago al país y para obtener
recursos a través de la aceptación forzada del billete. Un ejemplo extremo
pero muy ilustrativo de esta práctica es el siguiente: Un comando de
hombres armados llegaba a alguna población, compraba lo que podía y
daba a cambio billetes firmados y respaldados por ellos mismos. A quienes
no los aceptaran, los fusilaban. Es así que la violencia y las amenazas
sustituyeron a la confianza. El dinero fiduciario fue aceptado, pero a la
fuerza.
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