Crianza con apego, por qué sí

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Crianza con apego, por qué sí
Laura García-Vidal Escudero
De sobra sabemos que desde que nacemos se pone en marcha el juego del sistema para
moldearnos según nuestro sexo, para “convertirnos” en “buenas” mujeres y en “buenos”
hombres, con las consecuencias nefastas que tiene este engranaje para las mujeres. El rol de
mujer-madre que nos vende el sistema patriarcal sigue siendo el principal obstáculo para el
desarrollo individual y profesional de las mujeres, presentándose la maternidad como el súmun de
la realización de cualquier mujer como persona, como cada vez más se empeñan en recordarnos
quienes ejercen el poder político cuando hablan de la “verdadera libertad de las mujeres de ser
madres…”
Cuando vemos a una mujer amamantar hasta los 2 años o portearlo saltan muchas alarmas.
Muchas feministas la ven como víctima del sistema, que vive para su criatura. Pero, ¿alguien se
ha parado a preguntarle cómo se sienten y por qué lo hace?
En fin, sobran argumentos para concluir que la impostura de la maternidad ha sido nefasta para la
libertad de las mujeres. Pero, ¿qué ocurre cuando la maternidad se elige desde la libertad
individual y consciente?
Qué duda cabe de que ha de ser una elección respetada y que sin duda tiene consecuencias. La
maternidad y paternidad exige de una gran responsabilidad y eso es algo fundamental que quiero
resaltar aquí. Si yo, mujer antes que madre, elijo ser madre, lo hago siendo consciente de que voy
a traer a este mundo a una criatura 100% indefensa que necesitará cuidados intensivos durante al
menos su primer año de vida, y que esos cuidados serán responsabilidad tanto mía como de su
padre si lo hay. Evidentemente no será fácil. Tampoco lo es tener un perro. Enseguida se pone en
marcha todo un aluvión de “consejos” de “los expertos”, qué hacer y qué no hacer. Supernany y
demás expertos nos dicen que no hay que “malcriar” a la criatura, que hay que dejarla llorar
desde bebé para que se acostumbre, para que se le “ensanchen los pulmones” o para que se
acostumbre a la frustración aunque tenga un mes o dos de vida, que hemos de dar de mamar 10
minutos con cada teta cada 3 horas hasta los 6 meses, que no debe estar mucho en tiempo en
brazos, que ha de aprender a dormir sola enseguida, que tiene que comérselo todo aunque
vomite, etc.
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Quienes defendemos la crianza natural partimos de una crítica reflexiva a todos esos “consejos”
de “expertos”, que no llevan más que a la sumisión de las criaturas, y lo hacemos desde nuestra
libertad como mujeres y en compañía de nuestros compañeros varones, pensando en otro modo
de hacer las cosas.
Desde luego que las mujeres no tienen por qué ser más felices con la maternidad, eso es una
falacia androcéntrica, pero las mujeres que eligen ser madres también pueden ser felices en ese
ciclo. La maternidad es una fase que puede ocurrir o no. Si ocurre también se puede disfrutar, sí,
hay mujeres que disfrutan y se sienten felices. ¿Va a ser todo por culpa del patriarcado, que las ha
comido la cabeza para que crean que son felices?
Cuando vemos a una mujer amamantar a demanda hasta los 2 años, dormir en la cama con su
bebé, portearlo en lugar de llevarlo en el carrito, etc., saltan muchas alarmas: “O no, otra que cae,
una super mamá ideal, como quiere el sistema que sea”. “Pobrecita que ha perdido su libertad,
que vive para su cría y no para sí misma”. Muchas críticas feministas la ven como víctima del
sistema, como una madre y no como una mujer que ha elegido libre y conscientemente su
maternidad y en concreto un modo determinado de hacerlo, que además se aleja de las guías de
los expertos patriarcales.
Pero, ¿alguien se ha parado en serio a preguntar, a hablar profundamente con ellas para saber
para qué lo hacen, cómo se sienten, qué les lleva a dar la teta a demanda, por ejemplo?
Sinceramente creo que no y me parece un error. Se tiende a caer en la crítica y en la victimización
de la mujer que ha decido ser madre.
Es fundamental no confundir apego con sobreprotección, que sí implica que, especialmente
mujeres, exageren su rol-mandato de madres y vivan por y para sus hijos e hijas, con un padre
ausente
La experiencia muestra que una crianza con apego requiere la implicación no sólo de la madre,
que normalmente es la que lo ha parido (si no es adoptada) sino del padre y/o de otras personas
adultas que compartan la crianza, sus principios y modos de hacer. Una madre sola puede intentar
criar con apego, pero si el padre no hace lo mismo al 50%, no podemos hablar de crianza con
apego en términos generales o exhaustivos. Eso sí, teniendo en cuenta las limitaciones biológicas
de cada sexo. Es la mujer la que pare y es ella la que da de mamar, si así lo ha decidido, claro.
Más adelante profundizaré en esta idea.
La crianza con apego implica aceptar la creencia previa, por parte de ambos/as progenitores/as (si
los hay), de que la niña/o desde que nace tiene unas necesidades primarias y específicas que han
de ser cubiertas desde el más profundo respeto a las mismas. Que si, por ejemplo, llora teniendo 3
o 4 meses es porque necesita algo y no porque sea un ser manipulador por naturaleza. Quienes
optan por este estilo de crianza (que creo que es al fin y al cabo un estilo de vida) creen que la
forma de criar influye profundamente en el desarrollo físico y emocional de la criatura, y lo hacen la
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mayoría de las veces siguiendo sus instintos (no digo que haya un instinto maternal, ojo) y con la
finalidad última de criar criaturas seguras que se convertirán en personas adultas estables y sanas
emocionalmente.
Es fundamental no confundirlo, entonces, con la sobreprotección, que sí implica que tanto
mujeres como hombres, especialmente mujeres, exageren su rol-mandato de madres y vivan a
través de los hijos/as, por y para ellos/as, tomando todas las decisiones por ellos/as, no
dejándoles actuar ni aprender a su ritmo, considerar que no saben, que son inmaduros/as,
diciéndoles a cada instante lo que deben hacer y lo que no, no dejándoles cometer sus propios
errores y aprender de los mismos y con un padre la mayoría de las veces ausente.
La sobreprotección genera inseguridad y baja autoestima, mientras que criar desde el respeto
a la individualidad, cubriendo las necesidades de afecto físico y emocional sin considerarlas
triviales en ningún momento, está demostrado que contribuye a criar personas más estables y
seguras de sí mismas, incluso con un pensamiento crítico más desarrollado respecto al mundo,
con valores de empatía y respeto hacia sí mismas y hacia las demás personas.
Una aclaración: cubrir las necesidades físicas y emocionales de la criatura no significa
malcriar, no es darle lo que quiere en cada momento. No es lo mismo querer que necesitar, si
demanda afecto le daré afecto, si quiere chuches o hacer lo que le de la gana, o levantar las faldas
a las niñas, por ejemplo, pondré los límites. Crianza natural no significa malcriar ni no poner
límites. No implica crear una relación de apego dependiente sino todo lo contrario.
Las mujeres que prolongan la lactancia lo hacen porque así lo sienten, no porque “deban”. A
muchas les da placer dar de mamar. Hay que respetarlo y entenderlo sin caer en la victimización
Por ejemplo, centrándonos en los primeros meses y años de vida, ¿qué pasa con el colecho?
¿Por qué se opta por ello? No son pocas las críticas al método adoctrinador y conductista del
doctor Estivill para que el bebé “aprenda” (a la fuerza) a dormir solo. Método en el que, a fuerza
de pasarlo mal, la criatura es forzada a tragarse su llanto y estar sola, en su cuarto y a oscuras,
mientras llora y mientras los padres también lo pasan mal por ese rato incómodo para las tres
partes.
Cuando hablamos de crianza natural es difícil no asociar la misma a las necesidades de la
criatura. Cuando no se satisfacen las necesidades primarias de la misma, puede sufrir un alto nivel
de estrés (esto incluye desde un nacimiento traumático, la separación nada más nacer de su
madre, poco contacto físico, obligarle a dormir solo aunque llore, etc.). Este estrés puede llevar al
desarrollo de cierto sentimiento de aislamiento y desconfianza que puede acompañar durante
muchos años en la infancia (miedo a la oscuridad, por ejemplo) adolescencia y edad adulta
(personas inseguras de sí mismas). Numerosos estudios de psicología evidencian, así, que dejar
llorar a un bebé de esta forma es nocivo para su desarrollo emocional y cognitivo. Por ello,
muchas personas, madres y padres, que optan por una crianza más “natural”, prefieren el
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colecho.
Parto de la premisa de que cuando una mujer-madre y un hombre-padre deciden compartir cama
temporalmente con su bebé es porque así lo desean, además de las ventajas que puede tener si
la mujer le da el pecho a demanda, pues no tendrá que levantarse en mitad de la noche para
hacerlo. Conozco a varias personas que así lo hacen o han hecho y aseguran que la criatura se va
a su cuarto cuando llega el momento, duerme sola y sin traumas, que no genera un apego
dependiente.
¿Y qué papel tienen en todo esto el padre (suponiendo pareja heterosexual que decide tener un
bebé)? Traer una criatura al mundo supone una gran responsabilidad que ha de estar pactada.
Indudablemente implica un cambio en la forma de vida, especialmente al comienzo, cuando la
criatura es 100% dependiente. Un cambio que, desde la crianza natural, abarca tanto al padre
como a la madre.
Aunque poco nos queda de animales, lo seguimos siendo, y como mamíferas (reivindico desde
aquí nuestra “animalidad”), sí creo en un vínculo específico que se establece entre la críatura y el
cuerpo en el que se formó y del que nació. Los primeros minutos tras el nacimiento el contacto
cuerpo a cuerpo entre bebé-madre es básico y permite establecer un vínculo fuerte de inter-apego.
Un parto respetado es un parto en el que la protagonista es la mujer que pare, la mujer elige y el
resto acompaña y aconseja, siendo el papel del padre fundamental en cuanto al cuidado de la
mujer que pare y del-su bebé (muchos padres cortan el cordón umbilical ellos mismos en un parto
respetado). También implica que la criatura nace, no es sacada. La tecnología está ahí para
cuando sea necesaria, y punto. Nada más nacer la cría buscará el pecho y empezará a
amamantarse.
Dar de mamar es una capacidad exclusivamente femenina (sexo, que no género) y por eso es la
madre la que ha de elegir qué prefiere hacer. Es cierto que hay mujeres que nada más parir
deciden no dar el pecho e incluso cortarse la leche y también es cierto que se las mira con recelo
en muchas ocasiones. Sinceramente y bajo mi punto de vista, me parece legítimo pues es su
elección, pero no entiendo por qué no dar el pecho, a no ser que sea por cuestiones de salud (o
por la silicona en la mayoría de las ocasiones…). No digo que tengamos tetas para dar de mamar
únicamente, pero si nuestro cuerpo se embaraza, es lógico hacerlo. Es como si renegáramos de
nuestras funciones biológicas, es como si ahora reivindicásemos cortar nuestra menstruación. No
creo que la igualdad deba pasar por eliminar las diferencias.
Dar de mamar a demanda es dar alimento según las necesidades de la criatura y no según el
horario impuesto por la medicina tradicional y, por supuesto, el mercado. Más esclavo me parece
tener que estar pendientes de comprar leche artificial, lavar biberones, hervir la leche, etc. que dar
de mamar.
Sí es cierto que dar el pecho a demanda está sujeto a la posibilidad de hacerlo, pues no siempre
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se tiene tiempo y hay que re-incorporarse al mercado laboral (aún seguimos viviendo por y para el
mercado, tan incompatible cada vez más con la vida, cosa que también hay que mirar y seguir
combatiendo y no dejarlo de lado). Es una cuestión de adaptación y de elección propia. Si hay que
trabajar, la lactancia se adapta y se compagina.
Frente a los roles de madre abnegada y padre ausente de la crianza tradicional, en la crianza
natural los padres se implican y comparten responsabilidades
No obstante, hemos de aceptar que muchas mujeres, muchas de ellas feministas, optan por una
lactancia a demanda e incluso que va más allá de los 6 meses. Y, hablando con ellas, lo hacen
porque así lo sienten, no porque “deban” hacerlo, sino porque quieren hacerlo, se sienten a gusto
e incluso a muchas les da placer dar de mamar (no a todas, pero sí a muchas), y también porque
les resulta más cómodo en el fondo. No estoy hablando de las consecuencias que tiene para las
mujeres que deciden no dar el pecho, sino de la necesidad de respetar y entender a quienes
deciden hacerlo sin caer en la victimización. Dar de mamar a demanda sí es cierto que implica
más a la madre que al padre, pero sinceramente es una situación temporal que debe ser
respetada también por aquellas que no lo comparten.
Creo que hemos de ampliar el debate y tener en cuenta que no podemos reducir la crianza natural
a dar de mamar. Si no, estamos hablando de la lactancia y no de la crianza natural. Si una mujer
decide dar el pecho tendrá una responsabilidad que no tiene el padre, lo que no quiere decir que
este no se implique al 100% en la crianza. De hecho, si pensamos en la crianza tradicional, lo que
viene siendo el mandato de género y de madre abnegada, vemos como efectivamente los padres
son más ausentes que presentes en los cuidados. No obstante, los hombres que, junto con sus
compañeras, optan por este modo de crianza más “natural”, parten de unas ideas y valores que
van mucho más allá de su rol de género, que se implican y comparten responsabilidades. El baño,
coger en brazos, portear, preparar la comida de la criatura, etc. son tareas que cuanto más se
compartan a partes iguales mayor será el vínculo que establezca la criatura con ambos, y no sólo
con la madre.
El contacto físico es fundamental durante los primeros meses hasta el primer año (después
también pero en esta etapa casi todo se reduce a ese contacto físico). Para que una criatura se
críe en un clima de seguridad, amor y respeto, ambos progenitores han de tener interiorizados
estos valores en su estilo de vida. No solo cría la madre, aunque sea ella la que pare y da de
mamar. Los padres que eligen este modo de crianza tienen la misión principal, durante el primer
año, de sostener y cuidar a la madre, así como de encargarse de todo el trabajo doméstico, y me
consta que así lo hacen los poquitos que he conocido a lo largo de mi vida (poquitos casos de
crianza natural, digo). Están ahí desde el principio, sosteniendo y dando apoyo emocional a su cría
y a la madre, que acaba de parir después de 9 meses de embarazo y eso cansa, que acude al
llanto de la cría, que no la obliga a dormir sola, que la coge en brazos, que duerma con ella, que
ofrece el calor de su cuerpo piel con piel, etc.
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No puede hablarse de crianza natural o con apego si entre el padre y la madre no hay una
complicidad previa de respeto y cuidado mutuo, entre ambos y hacia la criatura. Los cuidados que
necesita esta no son ofrecidos solo por parte de la madre, sino también por parte del padre, a
partes iguales (salvo lo de dar de mamar la mayoría de las veces). Más adelante, la niña/o verá
que tanto su papá como su mamá están ahí para guiarla y enseñarla a ser una persona libre que
es querida y que se quiere a sí misma. No puede hacerse si solo se implica la madre.
Quizás los hombres que practican la crianza con apego están rompiendo su rol de género
para entregarse a las responsabilidades que realmente exige el cuidado de una criatura. Lo
cual contribuirá a la transmisión de roles diferentes al niño/a por parte de sus padres.
Evidentemente todo esto no depende exclusivamente del deseo de los padres, hay otros factores
que influyen e incluso limitan (que no imposibilitan) el desarrollo de un estilo de crianza natural. En
ese contexto, la lucha por el permiso de paternidad obligatorio, intransferible y de la misma
duración se convierte en un objetivo primordial por el que hay que seguir peleando. Sigue siendo
necesaria la reivindicación por iguales derechos y deberes en las esferas públicas y en la
doméstica, por parte de hombres y mujeres. La crianza natural exige una corresponsabilidad
real en el cuidado y la falta de la misma implica una serie de obstáculos para su desarrollo.
Pero ya dije que no hay una receta única e insisto en que es posible ir cambiando pequeñas
cosas. Quizás, cuando hayamos conseguido la igualdad en el empleo, sea más fácil, pero hasta
entonces, ¿por qué no ir dando pequeños pasos? ¿Es incompatible la lucha por la igualdad con la
lucha por una crianza natural? Igual sí que lo es si hablamos de una maternidad patriarcal que
busca criar hijas/os sumisas/os para el sistema capitalista.
Además, creo que deberíamos reflexionar sobre el tipo de igualdad que queremos ¿queremos ser
iguales para el mercado? ¿iguales a quien y para qué? La igualdad no pasa por eliminar las
diferencias sexuales, la igualdad ha de reivindicar (entre otras muchas cosas) y universalizar los
cuidados como parte imprescindible para el sostenimiento de la vida, la igualdad ha de implicar a
los hombres y hacer que estos sean padres que están ahí desde el primer momento, y no
ausentes. Desde el feminismo también es necesario replantearse otro modelo de crianza, que sea
crítico con los eternos consejos que durante siglos nos han venido dando “por el propio bien de la
criatura” (recordemos que esos mismos expertos, durante siglos, son quienes han dicho lo que las
mujeres debíamos hacer “por nuestro propio bien”).
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