126 Una vez obtenida la autorización, se deben realizar una serie de actividades postregistro como: fiscalización de la internación y formulación nacional de plaguicidas; fiscalización del uso y comercio de plaguicidas, de acuerdo a lo establecido por la normativa vigente y para dar cumplimiento a lo indicado en la etiqueta de un plaguicida; renovación de la autorización y modificaciones del registro originalmente autorizado. Adicionalmente, existen actividades asociadas a compromisos adquiridos por Chile ante organismos y convenios internacionales como la FAO, Codex Alimentarius, OCDE, Estocolmo, Montreal y Rótterdam, cuya ejecución es trabajada en mesas interinstitucionales, público-privadas (Figueroa 2010). A pesar de lo anterior, el uso de plaguicidas en hortalizas y verduras constituye una seria amenaza para los consumidores nacionales. El último análisis de conocimiento público sobre productos frescos, “Estudio de residuos de plaguicidas en alimentos” realizado por el ISP en 2009, y dado a conocer a mediados del 2010, arrojó resultados alarmantes: una de cada tres muestras reveló residuos de plaguicidas y el 16% sobrepasó los límites máximos residuales (LMR), según la última resolución Nº 33 de marzo de 2010. La lechuga, la coliflor y el repollo tuvieron residuos de Fosmet por hasta 0,15 miligramos por kilo, cuando lo autorizado es 0,05; el zapallo italiano y el brócoli también tenían residuos de Malatión y Tetraconazol hasta tres veces superiores a lo autorizado por los estándares nacionales. Por esta razón, varias organizaciones como Rapal-Chile, Olca, Ecocéanos y las organizaciones de consumidores como La Liga Ciudadana y Conadecus han presionado para que se legisle a favor de los chilenos y chilenas y proteger a los trabajadores y a la población de los efectos de los pesticidas. El año 2007 se presenta un proyecto de ley que prohíbe el uso de los plaguicidas más dañinos para la salud humana y el medio ambiente, el que fue aprobado en la Cámara de Diputados. El año 2010 se establece una resolución que actualiza los niveles de residuos de pesticidas máximos permitidos para algunos pesticidas en frutas y verduras, cuyos valores están basados fundamentalmente en los establecidos por el Codex Alimentarius. No obstante, Correa (2010) señala que aún existen materias pendientes que deben ser abordadas, si el país quiere otorgar mayor protección a las personas, el medioambiente y la forma en el uso de plaguicidas. Dos de ellas, factibles de ser exploradas se relacionan con la complementación del actual sistema de autorización de plaguicidas: ¾ La implementación de una evaluación de riesgo basada en el principio de mínimo riesgo para las personas; ¾ La adopción del riesgo de plaguicidas por equivalencia. Ambas materias son actualmente parte estructural del proceso de autorización de plaguicidas en los países más avanzados y por lo tanto, un desafío técnico que Chile debe asumir (Correa 2010). Por su parte, Andrade (2010) señala que algunos de los problemas relacionados con el registro, comercialización y uso de plaguicidas están relacionados con al menos tres aspectos susceptibles de ser revisados y mejorados en nuestra normativa de pesticidas agrícolas: ¾ Requisitos para la ejecución de experimentos y elaboración de informes técnicos sobre la eficacia de los pesticidas comercializados en Chile. ¾ Transparentar la información sobre la eficacia relativa de cada ingrediente activo o productos comercial. ¾ Regular la venta de pesticidas con el apoyo de personal capacitado.