INTRODUCCIÓN El incremento en el uso indiscriminado de plaguicidas constituye una de las problemáticas de mayor riesgo y de menor divulgación en la actualidad. Los riesgos de algunas prácticas de explotación agrícola exponen a la población en general y a los trabajadores rurales en particular a situaciones de peligro para la salud, llegando en algunos casos a ser mortales. Hay una amplia gama de posibilidades de exposición que pueden traducirse en diversos efectos tóxicos agudos, subcrónicos y crónicos y esto plantea serios problemas de importancia sanitaria (Altamirano, J., Franco, R. & Bovi Miltre, M., 2004). El empleo creciente de plaguicidas es debido a que estos son considerados el factor principal de la producción agrícola y de la calidad de la cosecha, sin embargo debido a deficiencias operativas en las prácticas agrícolas tales como la recolección de cosecha antes del intervalo de seguridad, después de la última aplicación y, aplicaciones adicionales, el empleo inadecuado o el uso restringido por su daño a la salud humana y al ambiente, trae como consecuencia que los residuos de plaguicidas se acumulen. Existen más de 1000 sustancias químicas usadas como plaguicidas con una gran diversidad en su modo de acción, entrada al organismo, metabolismo y eliminación, y por lo tanto en su toxicidad. Adicionalmente cuando estos son usados para el control de plagas agrícolas, generalmente se utilizan en mezclas complejas, lo cual dificulta la evaluación de la exposición y el estudio de sus efectos adversos en las poblaciones (Badii, M. & Varela, S., 2008; Pérez, 2007). 1