Crónica de una muerte anunciada. Sufrimiento o

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VIII Congreso Metropolitano de Psicología – 1985
“La profesión del Psicólogo y sus Especialidades”
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Sufrimiento o elaboración
Lics G. Fernández, R. Rancaño, M. J. Acevedo, J. J. Ferrarós, C. Séller
La Psicología institucional y la Psicología del Trabajo son disciplinas cuyos desarrollos son, más que instrumentos privativos de
los expertos llamados a intervenir en dichos campos, recursos conceptuales y operativos de los que puede servirse todo actor social para
analizar la multiplicidad de factores que conforman la situación social en la que se encuentra incluido.
Pero, ¿cómo se sirven los expertos de estos saberes cuando el conflicto estalla en la institución de pertenencia y afecta sus
propias condiciones de trabajo?
Nuestro equipo de trabajo, dedicado desde hace muchos años a responder gratuitamente a las consultas de la comunidad desde
una facultad de la universidad pública, es actualmente obligado a disolverse por efectos de una política de “racionalización y ajuste” que
penetra ya las organizaciones que, hasta hoy, se enorgullecían de ser autónomas y progresistas.
Como consideramos que en las organizaciones se juegan con particular insistencia las contradicciones del sistema imperante en
la sociedad global, utilizaremos este “caso institucional ” para abrir la reflexión sobre una serie de cuestiones que pueden detectarse en
distintos ámbitos institucionales de la Argentina actual. Siguiendo la propuesta metodológica de las disciplinas mencionadas, abordaremos
dichas cuestiones a través de diversos ejes de análisis.
La historia institucional y la historia libidinal en la constitución de un equipo de trabajo.
En 1986, una vez reinstalada la democracia, se crea en la Facultad de Psicología de una universidad pública un espacio
interdisciplinario de intercambio, formación y prestaciones a la comunidad. Esas tareas fueron encaradas desde la perspectiva de la
Psicología Institucional y de la Psicología del Trabajo. Las autoridades de este centro de estudios avalaban firmemente el proyecto. El
fundador del espacio, profesor de la casa, ejerce desde el inicio un claro liderazgo, jugando un papel esencial en la constitución de la
estructura libidinal de este equipo de trabajo. Administrativamente dependíamos del Departamento de Investigaciones y nuestra tarea no
era remunerada ni existían nombramientos para los integrantes. Funcionábamos en una dependencia de la Facultad en la que nos
reuníamos para estudiar, reflexionar, organizar y supervisar los trabajos institucionales en curso. El grupo de trabajo, abierto a docentes,
alumnos y graduados de distintas disciplinas interesados en el trabajo comunitario y en compartir sus experiencias, se fue consolidando y
ampliando con el tiempo. Los intercambios se hicieron más fructíferos, las consultas institucionales y las investigaciones se multiplicaron.
Dado que la mayoría de las instituciones consultantes pertenecían al ámbito público, y en concordancia con la postura ideológica
que compartíamos con el coordinador, las prestaciones eran gratuitas. Cabe aclarar que consideramos a La Gratitud una institución de
nuestra cultura. Los psicólogos, en particular, se prestan habitualmente al trabajo gratuito en el área asistencial guiados por ideales de
solidaridad social o por intercambios en los que el trabajo aparece ilusoriamente retribuido con formación y prestigio.
Esta modalidad de trabajo se prolongó durante cinco años al cabo de los cuales se produce la partida precipitada del coordinador
quien, enfrentado a las autoridades de la Facultad, renuncia a todos sus cargos. Este episodio se precipita cuando a raíz de los
desacuerdos con la jerarquía, el coordinador es desplazado de nuestro lugar de reunión. La coordinación es asumida por la persona que de
hecho la ejercía en ausencia del fundador. Pero creemos que el duelo por aquella figura prestigiosa y proveedora, ya que a través suyo
llegaban las demandas de intervención y los desarrollos teóricos más valorados, nunca fue elaborado.
Es importante consignar que si bien dependíamos oficialmente de un departamento de la Facultad, ese vínculo no se tradujo
nunca en apoyo institucional a nuestras actividades. Pese a que periódicamente se elevaban informes acerca de la tarea realizada y se
organizaban jornadas, nuestro trabajo no recibía ningún tipo de difusión. Las consultas institucionales llegaban vía contactos personales de
los integrantes del equipo, quienes confeccionaban nuestra propia publicidad interna.
Al cambiar las autoridades de la Facultad, y coherentemente con el nuevo proyecto de venta de servicios al sector privado, se nos
transforma en consultoría colocándonos bajo la jurisdicción del Departamento de Extensión Universitaria. A pesar de las promesas, en nada
cambia esto la escasa respuesta institucional, sólo se le asigna una renta al coordinador, que es en gran parte utilizada para solventar los
viáticos de quienes tienen a su cargo intervenciones institucionales. En esta época se nos traslada a otra dependencia de la Facultad. El
grupo comienza a disgregarse y va perdiendo su conformación interdisciplinaria.
En 1993 se concursan dos cátedras. La coordinadora de la consultoría, ganadora de uno de los cargos, desea que su cátedra
absorba a la consultoría. El grupo se opone ya que muchos de sus integrantes no forman parte de dicha cátedra. Paralelamente un nuevo
movimiento político dentro de la Facultad empeora aún más las condiciones de trabajo del equipo. Las nuevas autoridades pretenden una
reorganización general y, mientras que en un principio aseguran enfáticamente apoyo y recursos a la consultoría, pidiéndoles la
planificación y ofertas de servicios que sistemáticamente se extravían en los cajones de pequeños funcionarios, algunos meses más tarde
deciden eliminarlas y que su tarea quede subordinada a las nuevas cátedras.
Siendo nosotros uno de los equipos de trabajo más antiguos dentro de la Facultad, nos oponemos a la decisión. Ambas cátedras,
conducidas por quienes fueran muchos años integrantes de la consultoría, no nos apoyan. Durante meses presentamos documentación y
proyectos con los que avalábamos nuestro pedido de permanencia como grupo de trabajo y de autonomía respecto a las cátedras. Sin
embargo, no obtenemos respuesta por parte del Decano, la jerarquía intermedia, a lo largo de contradictorias reuniones, insiste en que la
era de nuestro fundador ha pasado, y que quienes quieran seguir realizando ese tipo de tareas deberán integrarse a distintas cátedras.
Propuesta absurda, además, en un momento en que las cátedras están prescindiendo de sus docentes. Esta lucha larga y desgastando
redujo el grupo en tamaño y producción. Nuestra última presentación fue una solicitud al Decanato de notificación oficial del cierre de las
consultorías y de las razones del mismo. No hubo respuesta. Se nos notificó telefónicamente que no podíamos seguir disponiendo de
nuestro espacio de reunión.
Con esta nueva expulsión el asesinato quedaba consumado.
Reiteramos que esta crónica tiene por función servir de disparador a una reflexión colectiva sobre otros tantos casos de
instituciones sostenidas por el trabajo gratuito de profesionales que son desplazados con absoluta impunidad y que deben retirarse
silenciosamente, con ese silencio que no es salud.
Análisis del discurso institucional.
Entendiendo el discurso como efecto de la cadena significante, el concepto de "vínculo social" se sitúa necesariamente en la
articulación de la cadena, por lo cual cada uno de sus eslabones no posee un sentido "en sí mismo", sino en "relación a".
Desde esta perspectiva, la oposición entre individuo y/o grupo (o institución) es falsa en tanto opción, pues cada término implica al
otro en su definición, y ambos son efectos de dicha encadenación.
En el análisis del discurso institucional no se trata pues de "romper la cadena" sino de favorecer su articulación y analizar los
efectos que produce.
El sentido del discurso se produce entonces en ese cruce entre la cadena de los significantes: lo instituido, el sujeto, y lo
instituyente, entre aquello que lo precede y eso que lo introduce.
Y esa intersección, no es sino la zona de intersección de dos faltas: en la cadena de los significantes, aquello que es imposible de
decir, -citando a Käes- "resto que subsiste en la cadena que la leyenda de los orígenes, el mito, la novela institucional no alcanza a colmar"
o, parafraseando a Lacan, "lo que de lo real escapa a lo simbólico y que lo imaginario recubre"; y la falta del sujeto referida a su castración
de ser hablante, al decir de Freud: "en cuanto persigue su propio fin y es miembro de una cadena a la que está sometido sin la intervención
de la voluntad".
Intersección de dos faltas en cuanto que, por un lado, el sujeto es lo que le "hace falta" a la cadena significante, y por lo cual
deviene instituyente; y, por el otro, la cadena atraviesa al sujeto, lo "sujeta", lo nombra antes de que él pueda pronunciarse.
vínculo."
Podemos ubicar allí lo que Käes propone como "espacio psíquico compartido" como "el lugar de ninguna parte, el no-lugar del
En el espacio del discurso institucional, a veces el Otro (las autoridades de nuestra institución, por ejemplo) deviene Amo,
generador de promesas, nos promete dar todo lo que tiene (consultas, publicidad, nuevas oficinas, secretaria), pero como todo Amo oculta
su falta y desconoce su deseo: no desea nuestro trabajo, pareciera que "no le hacemos falta". Y como no puede evitar su castración,
termina no pudiendo darnos nada.
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Estas promesas generan en nuestro grupo una espera prolongada e inútil -de allí lo de muerte anunciada- y disputas entre
nosotros, el pacto amenaza con romperse y las diferencias aparecen como desigualdad: ¿a quién lo habla el Otro?, ¿qué consultoría
desea?, ¿a qué coordinador reconoce?, ¿cuántas cátedras o consultorías quiere?
En este punto de goce (en tanto sufrimiento), el trabajo y nuestro movimiento de apropiación del mismo, es aquello que cuando
introduce el placer, introduciendo al sujeto, le impone un límite de goce, y, quizás, la única expectativa-promesa que sólo adquiere sentido
cuando nos percatamos del sinsentido de lo que el Otro nos dice.
Pero, ¿cómo articular nuestro deseo de trabajar, allí donde lo grupal se comienza a fragmentar especularmente en una
multiplicidad de intereses?
¿Qué o quién es la consultoría? ¿Es el grupo o alguno de los sub-grupos? ¿Es cada uno de sus integrantes? ¿Los que están?
¿Los que se fueron? ¿Son los coordinadores? ¿Cuáles? ¿Es aquella que el Otro nombra? ¿O aquella que se nombra a sí misma,
repitiendo así el discurso del Amo que por pretender representarse a sí mismo, se aísla de la cadena y terminamos no representando nada
para la Facultad? ¿No volvemos a repetir acaso esta negación de lo político negándonos así nuestro lugar de poder? ¿Cómo fue que
padecimos y sostuvimos ese discurso donde sufrimiento y goce se confunden y el deseo ya no se articula?
Podemos situar el sufrimiento institucional -sufrimiento del sujeto en la institución- allí donde la organización suplanta al objetivo
institucional: el trabajo, y tomando la organización como objeto, inversión institucional equivalente a la inversión psíquica: lo instituido
suplanta a lo instituyente. Donde debería advenir un sujeto producto de la articulación significante, insiste "eso" que no podemos articular,
anudar, aquello "inextricable", imposible de decir.
Desde las autoridades no hubo despido, simplemente no se nos renovó el contrato (?) que no por ausente no existiese, y la
propuesta de obtener nombramiento en las cátedras que nos legitime muestra que para ellos estábamos en la ilegalidad.
Desde nuestro lugar perdido, también sentimos que nos sacaban algo o peor aún: que nos sacaban "a nosotros", instalándonos
así nuevamente en el lugar de objeto.
Pero nuevamente aquí el trabajo nos vuelve al deseo, cuando "nos sacan" trabajamos más que nunca para re-encontrarnos como
sujetos, compartir nuestras diferencias y elaborar nuestro sufrimiento, para articular esto que nos pasó.
Y entonces, cuando ya no esperamos nada el placer aparece y le pone límites al sufrimiento. Quizás ya no importe tanto ese
anuncio de muerte que no supimos escuchar, quizás importe más la crónica que nos sitúa autores del relato. Quizás re-leyéndonos un
nuevo sentido advenga...
La legalidad arbitraria y el sufrimiento psíquico. Violencia institucional.
Si admitimos que el sufrimiento institucional tiene dos fuentes esenciales, la indiferenciación y las fallas contractuales, vemos que
la primera se produce cuando dentro de una organización prevalecen las situaciones de confusión, cuando no se puede diferenciar ni a los
elementos ni al conjunto. Los individuos quedan confrontados a sus núcleos más primarios, expuestos a la angustia provocada por
fantasías de disolución y vaciamiento.
En cuanto a las fallas contractuales sucede a menudo que en las instituciones coexistan múltiples reglas, muchas de ellas no
oficiales, pero aceptadas como reguladoras de las relaciones entre individuos o sectores. Esta normativa diversa deviene conflictiva cuando
no existe una ley general que la legitime, una ley que sea subsidiaria de la ley fundamental por la cual la cultura garantiza a los sujetos
seguridad e identidad a cambio de renuncia pulsional.
La microcultura organizacional, reeditando aquel contrato narcisista productor de sujetos culturales, otorga a sus miembros un
espacio de significaciones e ideales compartidos, permite el despliegue del deseo dentro del marco que la legalidad institucional instaura.
Pero cuando dicha legalidad deviene inoperante los sujetos sienten que el proyecto común es atacado, que los vínculos peligran y que su
propia identidad se fragmenta.
Ambos fenómenos pueden entonces explicar el sufrimiento padecido por los miembros de nuestro equipo. Por una parte, la
repetida negativa al reconocimiento de los sujetos a través de su nombramiento, ya que, como el nombre, éste designa un lugar, confiere
una identidad, identidad profesional en este caso, que por otra parte se construye a lo largo del ejercicio de una práctica y que no puede ser
borrada como no puede serlo la historia.
Por otra parte los discursos contradictorios del poder creando un marco de inestabilidad y arbitrariedad que no puede ser
reclamada por ausencia de interlocutor.
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La falta de reconocimiento al trabajo brindado en nombre de la institución, la sucesión de transgresiones a la palabra
comprometida, los desplazamientos físicos, y finalmente la liquidación del servicio profesional con clausura del espacio de reunión, fueron
violentaciones en las que toda mediación simbólica quedaba anulada.
La violencia destruye desde afuera pero también lo hace desde adentro al infiltrarse en los sujetos violentados activando su
equipaje de odio y de muerte. Por otra parte construir estrategias defensivas con la agresión institucional requiere una inversión libidinal que
inevitablemente conduce a la desinvestidura del proyecto grupal, y al autocumplimiento de la profecía de aniquilación.
Implicación y sobreimplicación. Descomposición del tejido social.
De todas las implicaciones que atraviesan el ejercicio de una práctica profesional, la implicación con la institución formativa es sin
duda una de las más fuertes, allí se juegan las fantasías que sustentan la elección profesional, el mandato de figuras identificatorias, las
apuestas ideológicas... Probablemente, y porque el autoanálisis no es tarea fácil, sobre todo cuando debe incluir a la propia institución
formativa, no hubo en nosotros posibilidad de analizar esa implicación. Respondiendo a las cambiantes exigencias institucionales, y
aceptando condiciones laborales cada vez más precarias los miembros de la consultoría funcionamos "sobreimplicados" con la tarea, es
decir, caímos en la trampa del sistema que, exhortando a un mayor grado de compromiso, promueve el sobretrabajo y una mayor
extracción de plusvalía.
Paradoja siniestra, la misma institución formativa que nos brindó las herramientas conceptuales para plantearnos promover en las
instituciones condiciones de trabajo más saludables, mayores niveles de autonomía y cooperación, nos lleva a la disolución a través de
mecanismos institucionales perversos, a partir del aprovechamiento de la precariedad laboral que desde el púlpito se combate, socavando
las bases de los ideales que guiaron nuestra elección vocacional. Es la anti-utopía eficientista que el Inconsciente estatal imprime a cada
una de las instituciones sociales a las que legitima sólo reduciéndolas a su lógica. Lógica del individualismo y la tecnocracia neoliberal que
penetra en cada uno borrando filiaciones y solidaridades, haciendo que quienes hasta ayer compartían ideales y construían espacios
colectivos hoy renieguen el pasado y compitan por los restos de la tierra arrasada. La precarización creciente del trabajo y el quiebre de los
vínculos sociales que resulta de este orden conduce a un acelerado proceso de desafiliación y de disolución social.
La falsa opción "rentabilidad versus improductividad". Los recursos humanos como capital de la organización.
Una consultoría interdisciplinaria (inter-cátedra por ejemplo) puede tener una comprensión más abarcativa de los fenómenos y
orientar o derivar con mayor precisión y minimización de riesgos a uno o varios equipos de trabajo adecuados para cada tarea. En la
medida en que cada demanda se redefina y especifique se garantizará la eficiencia y eficacia del servicio lo cual redundará en prestigio y
acrecentará con el tiempo su rentabilidad. Desde este enfoque cabrá entonces preguntarse, frente a pedidos de psicodiagnósticos para la
admisión de personal en una organización, ¿crece tanto esa organización o se trata de recambio de personal? ¿Con qué frecuencia y qué
cantidad de personal? ¿Esta rotación será conveniente para los trabajadores? ¿Será útil para los puestos de trabajo? ¿Por qué abandona
el personal? Este tipo de preguntas que la perspectiva institucional posibilita permiten situar la tarea en una dimensión ética y productiva al
mismo tiempo. Del mismo modo respecto del ausentismo en lugar de privilegiar las representaciones conscientes e inconscientes del
trabajador o del grupo familiar se podrá optar por analizar las cuestiones institucionales que lo determinan. Existirá en el caso del ausentista
como del accidentado algún enlace histórico dentro del cual se instaure ese riesgo, pero la oportunidad para que tenga lugar concurre
alrededor del riesgo no evaluado en las condiciones y medio ambiente de trabajo dentro de una determinada organización, siendo la
ausencia o el accidente su expresión.
No basta entonces evaluar, frente al accidente si el sujeto era o no autoexigente cuando la maquinaria falló hiriéndolo sin que
atinara a protegerse (perspectiva intrapersonal). Falló también el supervisor que ubicó a una persona con tales características en ese
puesto (perspectiva interpersonal). Pero, ¿no falló además la máquina? ¿Qué pasa con el mantenimiento preventivo en la organización?
¿Quién controla el sistema de seguridad e higiene en el trabajo? ¿Cómo están organizados los turnos en esa unidad productiva? ¿Cuántas
horas de trabajo sin descanso llevaba el trabajador?
En cuanto al capital de una organización luego de considerar el peso relativo del monto de la inversión, de la clientela/usuarios, de
la maquinaria y la tecnología, la mirada se ha centrado en los recursos humanos. Estos son la cara de la organización, sostenedores de la
transferencia, la confianza, el prestigio. Es cierto también que hoy, más que en otros tiempos, se desactualizan rápidamente frente al
vertiginoso cambio de códigos y necesidades puntuales. Sólo una permanente práctica y reflexión sobre ella mantiene la vigencia
profesional. Socializar dichas reflexiones y cuestionamientos sobre la tarea en supervisiones, ateneos y jornadas interinstitucionales
complementan el proceso para que la historia devenga en experiencia y sea capitalizada.
En Argentina, como en muchos países latinoamericanos, en las organizaciones (de las cuales las universidades públicas no son
una excepción) cada cambio de autoridades plantea un "volver a empezar" echando por la borda la experiencia y desechando el capital
humano mismo. De esta manera no queda lugar para cuestionarse y aprender de los errores propios de toda práctica, siempre se comienza
de nuevo instituyendo un nuevo porvenir para una renovada ilusión.
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Aún cuando esa ilusión fuera como vimos antes la rentabilidad estamos convencidos, y a lo largo de nuestras experiencias lo
hemos comprobado que desde una Facultad de Psicología existe la posibilidad de considerar todas las variables en juego cuando se ofrece
un servicio profesional de manera que éste sea eficaz y rentable.
La "desaparición" de un equipo de trabajo.
La crueldad intrínseca de la "desaparición" estriba en la imposibilidad de lograr la certeza de la muerte, que si bien es dolorosa,
permite sin embargo el duelo y finalmente la paz. Lo que desaparece, en cambio, puede volver en cualquier momento y lugar, la expectativa
es eterna. Por otra parte, ¿qué pasa cuando nombre y cuerpo son tratados como elementos separados? ¿Puede el nombre de un grupo de
trabajo subsistir sin la presencia de aquellos cuerpos que lo sostuvieron durante diez años? ¿Pueden nuevos cuerpos apropiarse de ese
nombre mientras los primitivos "desaparecen" en el espacio de una llamada telefónica? Los hechos parecen indicar que es posible, que
elemento y estructura son finalmente independientes.
También resulta contradictorio que desde una institución en la que se privilegia la palabra como camino hacia la salud se haya
evitado sistemáticamente el empleo de la misma, sobre todo en su modalidad escrita, aunque sabemos por el refrán que "en casa de
herrero cuchillo de palo"... carteles arrancados de las paredes de nuestro espacio, notas que jamás obtuvieron respuesta, una puerta
cerrada con llave, la omisión de nuestro nombre en las publicaciones de la Facultad, fueron señales que anunciaban nuestra exclusión.
Hasta que un llamado telefónico lo confirma: diez años de experiencia en trabajo comunitario no bastan, es necesario estar integrado a una
cátedra, lo cual significa desintegrarse como equipo. Nuestra existencia parecería haber sido un error de la antigua administración, error
que deberá ser subsanado, o mejor, borrado de la memoria de este ámbito académico. Tal vez fue ese el motivo por la que nos fue negada
"el acta de defunción" oficial, ella dejaría registro escrito de nuestra existencia. Pero como dijimos lo que simplemente "desaparece" puede
reaparecer en cualquier momento y lugar porque sigue vivo, y nuestra presencia aquí muestra que este equipo aún lo está.
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Resumen.
La Psicología institucional y la Psicología del Trabajo son disciplinas cuyos desarrollos son, más que instrumentos privativos de
los expertos llamados a intervenir en dichos campos, recursos conceptuales y operativos de los que puede servirse todo actor social para
analizar la multiplicidad de factores que conforman la situación social en la que se encuentra incluido. Pero, ¿cómo instrumentan los
expertos estos saberes cuando el conflicto estalla en la institución de pertenencia y afecta sus propias condiciones de trabajo? Nuestro
equipo de trabajo, dedicado desde hace muchos años a responder gratuitamente a las consultas de la comunidad, desde una facultad de la
universidad pública, es actualmente obligado a disolverse por efectos de una política de “racionalización y ajuste” que penetra ya las
organizaciones que, hasta hoy, se enorgullecían de ser autónomas y progresistas.
Porque consideramos que en la microcultura organizacional se juegan con particular insistencia las contradicciones del sistema
imperante en la sociedad global, utilizaremos este “caso institucional” para abrir la reflexión sobre una serie de cuestiones que pueden
detectarse en distintos ámbitos institucionales de la Argentina actual. Analizaremos dichas cuestiones comunes a partir de los siguientes
ejes:
La historia institucional/libidinal en la constitución de un equipo de trabajo.
La legalidad arbitraria y la descomposición del tejido social.
Trabajo precario y sufrimiento psíquico. Los recursos humanos como “capital” de la organización. La institución de la
gratitud. Implicación.
Lo económico como sustitución de lo político. Efectos en el imaginario social de la falsa opción “rentabilidad versus
improductividad”.
Los Ideales en la formación y el ejercicio profesional como conformadores de identidad.
Pensamos que el grupo es el espacio más apto para la elaboración del sufrimiento institucional y que las propuestas surgidas de
la reflexión colectiva podrán evitar la ruptura definitiva de los lazos solidarios.
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