EL MONÓLOGO INTERIOR EN LA COLMENA.

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EL MONÓLOGO INTERIOR EN LA COLMENA.
El monólogo interior es una técnica literaria empleada por primera vez a finales del siglo XIX para expresar
tanto la realidad subjetiva como la objetiva, revelando los pensamientos, sentimientos y actos del personaje,
muchas veces sin una secuencia lógica (como ocurre en el pensamiento real) ni comentarios por parte del
autor. William James, filósofo y psicólogo estadounidense fue el primero en utilizar el término en su libro
Principios de la psicología (1890). Engloba además las propias sensaciones de la mente en un marco más o
menos formal: un flujo de pensamientos expresados internamente, parecido al soliloquio, que a veces se
remonta para tratar de representar ese estado en el que la mente organiza las sensaciones. En este caso, el
monólogo interior carece de la unidad, la cohesión y la concreción del pensamiento directo.
En La colmena y en su obra en general, Cela emplea frecuentemente el monólogo interior, con él describe y
refleja con maestría el estado anímico de los personajes, o bien las reflexiones. Unas veces son groseros y
malsonantes, pero no hacen más que reflejar el estado de enojo del personaje para que de esta manera
podamos concebirlo más correctamente; otras veces son absurdos, abstractos, reflexiones sueltas, que a
menudo carecen de sentido, como si desnudase la mente de ese personaje para nosotros; y también los hay
profundos, existencialistas.
En el capítulo I de la obra podemos encontrar casi uno de cada clase, muchos reflejan la técnica modernista
del siglo XX.
Apenas comenzado el capítulo nos topamos con un monólogo interior de estilo indirecto libre (Un jovencito
melenudo hace versos entre la baraúnda...). Está narrado en 3ª persona, Cela reproduce el pensamiento
perfectivo del joven sobre el título de una novela. En él existe la yuxtaposición entre oraciones ([...]Además
quedaba más sugeridor,[...] más impreciso, más poético.[...]). Podemos fijarnos que carece de verbo
introductor, el narrador es omnisciente, claro está, pues todos los pensamientos que corrían por la mente del
poeta nos los reproduce el narrador casi textualmente. Por los valores técnicos empleados se hace notar el
modernismo que empapa cada línea del monólogo.
Más adelante tenemos otro pequeño monólogo interior en boca de Pepe, el camarero del café de doña Rosa.(A
esta tía bruja...) Al hablar se dirige físicamente a sí mismo, reflejado en un espejo, muestra un comentario
poco sutil, con tono claramente despectivo e insultante hacia doña Rosa, insultos y rechistas que jamás se
atrevería a decir a la cara a doña Rosa (tía bruja, cerda, tía zorra, usurera, guarra...). El monólogo es corto,
repleto de frases nominales y exclamaciones que reflejan el enfado del emisor del mismo, junto a la unidad de
la temática semántica.
Una o dos páginas más adelante, aparece otro monólogo interior (Yo no sé quién será más miserable...). Posee
estilo directo y, en algunos casos, indirecto (bobo, lárgate y Sí, señor, nosotros tranquilos, ambas expresiones
reproducidas textualmente de una conversación anterior). El personaje que lo piensa se llama Mauricio
Segovia que, como todos los personajes de la obra, carece de protagonismo, exceptuando algunos que poseen
mayor número de intervenciones pero que no les aportan por ello mayor protagonismo. El tema es una crítica
al conformismo y resignación de los empleados y clientes del bar de doña Rosa, tras haber presenciado una
pequeña discursión y haber visto como doña Rosa abusa de autoridad ante empleados y clientes− lo que
explica la ideología de acuerdo con el régimen de Hitler de doña Rosa−. Está narrado, pues, en primera
persona. Abundan las frases cortas, las interrupciones, suspensiones o exclamaciones, que aportan el carácter
peyorativo, tanto a doña Rosa (foca sucia y enlutada) como a sus empleados por no plantarle cara (partida de
gaznápiros). También se refleja cierto tono irónico ([...] así da gusto!.) por parte del narrador del monólogo
([...] así da gusto!.).
Otro monólogo interesante en este mismo capítulo es la reflexión de don Leoncio Maestre evaluando a doña
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Elvira tras haberla invitado a una cajetilla de tritones. (Es mona, sí, muy mona...). Está narrado en primera
persona en estilo directo, aparece verbo introductor y parece que las ideas internas se interrelacionan entre sí y
están dotadas de mayor unidad, salvo la última ([...]Me tomo una caña porque me da la gana). La reflexión de
Leoncio trata de un futuro incierto que él quiere moldear a su libre albedrío, de ahí que haga el llamado cuento
de la lechera y se dé, posiblemente, demasiadas ilusiones.
Para no pararme a citar todos los monólogos interiores que aparecen en La colmena, concluiré con uno
bastante interesante protagonizado por el personaje que en más escenas interviene, sin dejar de ser uno más de
la multitud protagonista, Martín Marco. Aparece en el capítulo cuarto (No me explico −dice− cómo sigue
habiendo criaditas de veinte años ganando doce duros.[...]). Martín habla de Petrita, otro personaje, y la
predice un destino infeliz que la hará darse cuenta de que las cosas van mal. ¡Allá ella!, dice para concluir,
como despreocupándose del tema, lo que deja como absurdas todas las palabras que ha dicho anteriormente.
En éste, como en los demás monólogos, Cela emplea el uso constante de diminutivos, ya sean cariñosos,
físicos o peyorativos (criaditas, blusilla). La temática está mejor expuesta que en los anteriores, parece que la
coherencia es completa, aunque la reflexión nada profunda.
En resumen, hemos podido observar en La colmena la gran importancia y protagonismo de los monólogos
interiores en toda la obra de Camilo José Cela. La variedad de temática tratada y la diferencia de la misma,
siendo en algunos casos absurda y en otros más profunda, aunque la mayoría, bastante superficial. Y también
nos ha impresionado con su técnica claramente modernista en esta llamada novela social, que le habilita a
mostrar hasta la entonación, rapidez o énfasis de las conversaciones de los personajes. Debemos dar gracias
por que nos quede en España aún este gran escritor, que ha sabido reflejar, mejor o peor, la sociedad de
aquellos años tan inciertos.
EL MONÓLOGO INTERIOR EN
LA COLMENA.
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